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Si cazamos con arco y flecha, podríamos recordar el sonido que hace la cuerda del
arco cuando la soltamos. Podríamos aprovechar ese sonido, así que pulsamos la cuerda
muchas veces: si variamos la tensión de la cuerda, la altura del sonido cambia. Pero es un
sonido muy débil: si acercamos el arco a la boca, podemos hacer que actúe como caja de
resonancia y amplificamos el sonido. Pero tal vez sea mejor que le adosemos al arco un
objeto hueco, como una calabaza o un guaje para que el sonido se escuche más fuerte. En
vez de la calabaza, podemos hacerle una caja de madera. Tal vez sea buena idea ponerle
otras cuerdas al arco y así tendremos más sonidos a nuestra disposición. También podemos
frotar las cuerdas con la cuerda de un arco pequeño y el sonido será completamente
diferente. Si acortamos con los dedos el segmento de la cuerda que vibra, obtendremos
diferentes alturas.
Si soplamos a través de una caña hueca obtenemos solamente el débil silbido del
aire pasando a través de ella. Pero si hacemos que el aire choque con el borde de la caña
obtenemos un sonido fuerte y claro. De acuerdo a la longitud de la caña el sonido será más
grave o más agudo. Si hacemos agujeros al largo de la caña y los tapamos y destapamos
con los dedos es como si alargáramos o acortáramos la caña, así que tendríamos diferentes
alturas, una por cada agujero destapado. Si cortamos una lengüeta a lo largo de la caña de
tal manera que cubra el extremo por donde soplamos, obtendremos un sonido diferente,
aunque también variará su altura destapando los agujeros. Obtendremos un sonido diferente
si en vez de una lengüeta simple ponemos dos iguales, una contra la otra. Pero el sistema
de agujeros se limita al número de nuestros dedos, así que sería buena idea inventar un
sistema de llaves que tapen y destapen más agujeros para tener más notas. También sería
bueno probar otros materiales como maderas de distintas clases o aleaciones de metales.
Si encontramos una rama de árbol ahuecada por las termitas podríamos aplicar
nuestros labios en un extremo y soplar dejando que vibren, como cuando hacemos una
trompetilla. Obtendremos un sonido grave y profundo. Podríamos hacer agujeros como a la
caña, pero nuestros dedos no tendrían el largo suficiente para hacer variar la altura de
manera adecuada, así que tendríamos que buscar otra solución. Todo sería más fácil si la
rama ahuecada se pudiera enrollar para que los agujeros se acomodaran a la forma de
nuestras manos, pero para eso necesitaríamos otro material. Podríamos hacer tubos de un
material que se pueda doblar y enrollar, como el metal. Podríamos usar llaves en vez de
nuestros dedos para tapar y destapar los agujeros o tal vez pudiéramos inventar un sistema
que dirija el aire por tubos de distinta longitud.