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Sistemas de partidos
y gobernabilidad
democrática
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En Mainwaring y Scully (1995) se expone un análisis más detallado sobre la importancia de la institucionaliza-
ción del sistema de partidos para la gobernabilidad democrática. El debate sobre el vínculo entre dichos siste-
mas y la gobernabilidad se nutre de manera importante del marco utilizado para el análisis en su libro.
bases sólidas de apoyo social y programas políticos identificables facilitan la representa-
ción de las preferencias e intereses del público y refuerzan las posibilidades de que los
ciudadanos exijan rendición de cuentas a las autoridades políticas. Para el ciudadano, la
tarea de definir la posición política y la conducta de los distintos candidatos es muy com-
pleja. La existencia de los partidos permite que los ciudadanos expresen mediante el voto
sus preferencias ideológicas en un sentido amplio, sus valores y la orientación política que
favorecen. La opinión de la ciudadanía sobre los distintos candidatos se apoyará, en alguna
medida, en los programas y el desempeño del partido al que estén afiliados, antes que en
la personalidad de los candidatos y en sus vínculos patrimoniales con el electorado. Del
mismo modo, en los sistemas de partidos más institucionalizados el político depende, al
menos en parte, del partido para lograr un cargo y avanzar en su carrera. En consecuencia,
no sólo el público podrá expresar mejor sus preferencias sino que las autoridades políticas
deberán respetar las reglas del juego democrático, adoptar decisiones que concuerden con
los objetivos programáticos del partido en un sentido amplio, y abstenerse de atraer a las
masas mediante tácticas populistas y demagógicas.
Asimismo, la institucionalización del sistema de partidos tiende a fomentar una mayor
estabilidad política y eficacia gubernamental, pues los actores sociales terminan por acep-
tar que la vía electoral y los canales legislativos constituyen la manera más propicia de
incidir en la formulación de políticas. La articulación de las demandas del público y las
organizaciones de la sociedad civil a través de instituciones legítimas y consolidadas dismi-
nuye el riesgo de que los conflictos políticos se intensifiquen y se vuelvan incontenibles.2
Tanto los ciudadanos como los grupos sociales confían en que los partidos y sus dirigentes
actúan en favor de sus intereses y, por lo tanto, están más dispuestos a otorgarles cierto
grado de autoridad para la toma de decisiones en tiempos de crisis, cuando se requieren
medidas difíciles y polémicas. La negociación es inevitable. Ningún grupo social o con
intereses comunes puede satisfacer todas sus demandas a través de los partidos políticos
y el Poder Legislativo, pero muy pocos serán totalmente ignorados.
De manera similar, la política es más predecible en el contexto de un sistema de par-
tidos institucionalizados: los resultados electorales no varían espectacularmente entre
una elección y la siguiente, si bien algunos partidos desaparecen y muchos otros emer-
gen (Mainwaring y Scully, 1995). Las reglas de conducta e interacción son más conocidas
y aceptadas y los actores políticos conocen la mejor manera de lograr sus objetivos. En
cambio, en escenarios menos institucionalizados los actores están más preocupados por
el futuro y son más proclives a perseguir metas a corto plazo, aun cuando implique costos
a largo plazo para sí mismos o para el sistema en su conjunto. La incertidumbre sobre el
futuro puede llevar a algunos actores políticos a trabajar para socavar o disolver el sistema
democrático.
2
Como señala Arriagada (2001), una sociedad civil fortalecida en el contexto de un sistema de partidos debilitado
puede convertirse en una fuente de inestabilidad política. Esa fortaleza sólo mejora el desempeño democrático
si existen instituciones representativas, como los partidos políticos, que cumplan adecuadamente su papel de
intermediarias.
3
Sartori (1976) desarrolló la clasificación convencional de los sistemas de partido en torno del número de partidos
y su grado de polarización ideológica.
4
El análisis sigue la estructura definida por Mainwaring y Scully (1995), aunque se actualizan las mediciones efec-
tuadas por esos autores y se agregan otras. Las mediciones adicionales derivan de datos de Latinobarómetro,
de los que no disponían los autores mencionados. El Latinobarómetro es una encuesta de opinión que se inició
en 1988 con un estudio piloto centrado en cuatro países (Argentina, Brasil, Uruguay y Chile), estudio que se
amplió en 1995 a cuatro países más (México, Paraguay, Perú y Venezuela). A partir de 1996 el estudio se volvió a
extender a otros nueve países más, y en la actualidad comprende 18 países. La encuesta de 2004 también incluye
a República Dominicana, con lo que el total de países sólo para ese año es de 18. Para más información sobre el
muestreo de las encuestas del Latinobarómetro, consúltese http://www.latinobarometro.org.
5
Se utiliza el índice de volatilidad electoral de Pedersen, que es el resultado de combinar el cambio neto en el
porcentaje de escaños (o votos) que cada partido gane o pierda entre una elección y otra y luego se divide esa
cifra por dos.
6
Bartolini y Mair (1990), citados por Mainwaring y Scully (1995).
171
del año 2004.
Francia, fue del 15,2%. Mientras tanto, en varios países latinoamericanos, la volatilidad
media para el período que abarca este estudio fue superior al valor más alto registrado du-
rante cien años de historia democrática europea. Asimismo, en términos de los promedios
del período, dos terceras partes de los países de América Latina experimentaron mayor
volatilidad electoral que la democracia europea más volátil.
Esta medición oculta cambios considerables en los sistemas de partidos de algunos
países. Antes de la década de 1990, los patrones venezolanos de competencia electoral se
encontraban entre los más estables de la región. Sin embargo, el derrumbe de la legitimi-
dad de los partidos políticos más grandes y los cambios del sistema electoral generaron
una ola de volatilidad y el surgimiento de un número extraordinariamente elevado de par-
tidos y movimientos nuevos. Los cambios en el sistema electoral y la creciente fragmenta-
ción de los dos partidos principales en Colombia también han traído consigo un aumento
significativo, aunque menos pronunciado, en la volatilidad. En Argentina, la pérdida de
caudal electoral histórico por parte de uno de los partidos más antiguos del país, la Unión
Cívica Radical, también hizo que la volatilidad en este país se incrementara en los últimos
años, especialmente a partir de los resultados de las últimas elecciones presidenciales.
En cambio, durante el período, el sistema de partidos brasileño evolucionó de una
gran volatilidad hacia niveles más moderados. Este patrón refleja en parte el hecho de que
durante la transición democrática resurgieron nuevas fuerzas políticas destinadas a llenar
los muchos vacíos del bipartidismo impuesto durante gran parte del régimen militar. La
transición en ese país, que heredó muy poco de la época democrática anterior, implicó
la creación de un nuevo sistema de partidos. Los triunfos electorales consecutivos del
presidente Fernando Henrique Cardoso y su coalición dieron una mayor estabilidad a la
competencia política durante la segunda mitad de la década de 1990.
Porcentajes
Partidos importantes al Porcentaje de de escaños
inicio de la transición escaños Año de la durante la Año de la Dismin.
(10% o más del total al inicio primera elección más elección más porcen-
País de escaños) del período elección reciente reciente tual
Nicaragua Unión Nacionalista Opositora (UNO) 98,9 1990 98,9 2001 0,0
(APC, MDN, PALI, PAN, PC, PDCN,
PLC, PLI, PNC, PSD, PSN) FSLN
Uruguay PC, PN, FA/EP 98,0 1984 96,9 2004 1,1
Chile PDC, PPD, RN, UDI 78,3 1989 76,7 2001 2,1
Honduras PLH, PNH 95,5 1981 90,6 2001 5,1
Panamá PRD, MOLIRENA, PDC, PPA 91,0 1989 79,5 2004 12,7
Paraguay ANR, PLRA 95,8 1989 72,5 2003 24,4
México PRI, PAN 100,0 1979 74,6 2003 25,4
Rep. Dominicana PRD, PR/PRSC 100,0 1978 72,7 2002 27,3
Costa Rica1 PLN, Coalición Unidad/PUSC 91,2 1978 63,2 2002 30,8
Argentina UCR, PJ 94,5 1983 63,1 2003 33,3
Bolivia ADN, MIR, MNR, MNRI 80,8 1982 49,3 2002 39,0
El Salvador ARENA, PDC, PCN 96,7 1985 57,1 2003 40,9
Colombia PCC, PLC 97,5 1978 46,3 2002 52,5
Brasil PMDB, PFL 77,6 1986 30,8 2002 60,3
Perú AP, PAP 86,7 1980 24,2 2001 72,1
173
Fuente: elaboración propia.
puestas del público registradas en los sondeos de Latinobarómetro y los cambios a largo
plazo en los resultados electorales.
La capacidad de los partidos de resistir períodos prolongados de competencia electo-
ral se considera un indicador de la estabilidad de sus vínculos con el electorado: si algunos
partidos se debilitan mientras surgen nuevas agrupaciones, podría dudarse de que hubie-
ran logrado una lealtad sólida de parte de la ciudadanía o alcanzado un arraigo importante
en la sociedad. En el cuadro 6.2 se compara el total de escaños controlados por los partidos
más grandes al inicio del período que abarca este estudio, en relación con la porción que
estos mismos partidos controlaban después de los comicios más recientes. Se considera
que un partido es “significativo” si obtuvo el 10% o más del total de escaños en la Cámara
baja durante los primeros comicios del período estudiado. En la última columna se anota
la disminución porcentual observada en la porción de escaños controlados por las respec-
tivas agrupaciones.
El cuadro muestra amplias variaciones en el destino de los partidos que al inicio del
período dominaban la escena política de la región. En Guatemala, Ecuador, Venezuela y
Perú, los partidos más grandes experimentaron pérdidas muy significativas e incluso, en
los primeros dos países, desaparecieron en términos prácticos. En las elecciones del año
2000, los dos partidos venezolanos más consolidados hasta ese momento habían sufrido
un gran deterioro; mientras que en ese mismo año en Perú sucedió un fenómeno similar,
aunque en las elecciones siguientes (2001) el Partido Aprista Peruano recuperó parte del
caudal electoral histórico de la mano de su candidato, el ex presidente Alan García.
En cambio, el nivel de apoyo electoral para los partidos más importantes en Nicaragua,
Uruguay, Chile, Honduras y Panamá se mantuvo bastante estable. Paraguay, México,
República Dominicana y Costa Rica están entre los países en que la pérdida de escaños de
los partidos tradicionales se ubicó aproximadamente entre un 25 y un 30%; sin embargo,
si bien estos escenarios muestran un debilitamiento de los partidos tradicionales, estos
aún siguen siendo fuertes porque conservan una proporción elevada de los escaños (en la
Cámara alta de República Dominicana, el PRD tiene el 90% de los lugares). En el caso de
Costa Rica, dos nuevos partidos (Acción Ciudadana y Movimiento Libertario) irrumpieron
en la escena política y lograron obtener el 36% de los legisladores en 2002 en detrimento
de los conseguidos por los dos partidos históricos.
Aunque las variaciones en la duración de los períodos democráticos podrían distor-
sionar la comparación, sólo se observa un ciclo significativamente más corto en Chile,
Nicaragua, Panamá y Paraguay. Debido a que en Chile los partidos más grandes aumenta-
ron su porción de escaños, es probable que un período de tiempo más prolongado no re-
presente una diferencia importante al medir la estabilidad del sistema de partidos, aunque
la interpretación de los casos de Nicaragua, Panamá y Paraguay podría variar una vez que
en estos países hayan realizado un número comparable de elecciones.
Las encuestas de opinión constituyen una segunda manera de medir la intensidad de
la lealtad hacia los partidos. En los sondeos de Latinobarómetro de 1996, 1997 y 2003 se
preguntó a los encuestados si sentían afinidad por algún partido político en particular y,
en caso afirmativo, en qué medida. En el cuadro 6.3 se indica el porcentaje de personas
entrevistadas que dijo sentirse “muy afín,” “algo afín,” y “sólo simpatizante,” así como los
que aseguraron no sentirse afines a ningún partido. Se clasificaron los países en orden
7
En este caso la pregunta a los encuestados consistió en si se sentían muy cerca, bastante cerca, apenas cerca o
no se sentían cerca de los partidos políticos. Por consiguiente, al igual que con los datos de Latinobarómetro
se sumaron las tres primeras respuestas y se ponderó la respuesta “muy cerca” con 1; “bastante cerca” con 0,67;
“apenas cerca” con 0,33 y “nada cerca” con 0,00.
8
Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania, Italia, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Reino Unido, Suecia, España,
Portugal, Finlandia, Suecia y Austria.
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El tercer indicador que se presentó para medir el arraigo de las organizaciones polí-
ticas en la sociedad fue calculado a partir de las respuestas de personas entrevistadas en
Latinobarómetro que identificaban a algún partido como destinatario de su voto ante la
situación de unas eventuales elecciones.9
El gráfico 6.1 permite observar que en México y Uruguay y, en menor medida en
Honduras y Paraguay, están los mayores porcentajes de ciudadanos que identifican algún
partido político específico al que le otorgarían su voto. No es sorprendente que todos
estos países, salvo México, se encuentren entre aquellos con organizaciones partidistas
más estables, tal como se vio en el cuadro 6.2. Por el contrario, la escasa identificación
con alguna organización política en Colombia, Ecuador y Guatemala son el reflejo de la
pérdida de importancia de los partidos políticos tradicionales en los últimos años y de la
fragmentación partidaria que existe en la actualidad.
9
Esta información se tomó de la siguiente pregunta: “Si el próximo domingo hubiera elecciones, ¿a qué partido
votaría?”, formulada en las distintas mediciones de Latinobarómetro.
Percepción de los partidos como agentes fundamentales para determinar quién gobierna
y para legitimar las elecciones
Media
País 1996 1997 1998 1999/2000 1996–2000
En el cuadro 6.8. se combinan en un único índice las mediciones desarrolladas para valorar
las primeras tres dimensiones de la institucionalización del sistema de partidos. Por su
parte, el cuadro 6.9 resume el criterio y los valores que se tomaron en cuenta al calcular
el índice combinado. Por las razones antes expresadas, se excluye del índice la fortaleza
de la organización de los partidos. La ausencia de este criterio es, sin lugar a dudas, una
limitación importante del índice.
Criterio 2 Criterio 3
Estabilidad del Criterio 2 Criterio 3 Criterio 3 Partidos como
Criterio 1 sistema de Identificación Confianza Legitimidad factor indispensable
Volatilidad partidos (0 = más con los partidos en los partidos del proceso para el progreso
País electoral alto; 100 = más bajo) (1996/97 y 2003) (1996–2004) (electoral 1996–2000) (1997 y 2003)
183
2004.
Cuadro 6.9. Institucionalización del sistema de partidos en América Latina
184
Criterio 3
Partidos
Criterio 2 Criterio 2 Criterio 3 Criterio 3 como factor
Criterio 1 Estabilidad Identificación Confianza Legitimidad indispensable
Volatilidad del sistema con los partidos en los partidos del proceso para el progreso Índice de
País electoral de partidos (1996/1997 y 2003) (1996–2004) electoral (1996–2000) (1997 y 2003) institucionalidad
La política importa
Brasil 1,9 1,8 1,0 1,6 1,4 1,6 1,60
Chile 2,7 3,0 1,0 2,0 2,8 1,7 2,30
Colombia 2,2 1,9 1,1 1,4 1,0 1,5 1,66
Costa Rica 2,6 2,4 1,4 2,0 2,7 2,1 2,26
Ecuador 1,6 1,3 1,5 1,0 1,0 1,0 1,33
El Salvador 2,3 2,2 2,4 2,4 2,0 2,2 2,27
Guatemala 1,2 1,0 2,0 1,9 2,2 1,9 1,56
Honduras 2,8 2,9 2,7 2,3 2,2 2,8 2,67
México 2,4 2,3 2,2 2,3 1,7 2,9 2,32
Nicaragua 2,6 3,0 2,7 2,1 2,4 2,3 2,06
Panamá 2,0 2,7 2,3 2,3 2,5 2,0 2,25
Paraguay 2,1 2,4 3,0 2,2 1,7 2,0 2,25
Perú 1,0 1,1 2,0 2,0 1,9 2,1 1,50
Uruguay 2,2 3,0 3,0 3,0 3,0 3,0 2,72
Venezuela 2,2 1,0 2,6 3,0 2,3 3,0 2,24
Total 2,1 2,1 2,0 2,0 2,0 2,1 2,03
Fuente: elaboración propia a partir de datos del PNUD- 2004, Mainwaring y Scully (1995) y Latinobarómetro 1996 a 2004.
Para calcular el índice para los sistemas de partidos de los países de América Latina,
el valor original de cada medida dentro de las tres dimensiones se reordenó en primera
instancia en una escala de 1 a 3. El rango habría sido más amplio si se hubiera conside-
rado una muestra mundial. Luego se calculó el promedio de los valores reordenados de las
mediciones correspondientes a cada una de las dimensiones (el criterio 1 abarcó una sola
medición; el criterio 2, dos mediciones; y el criterio 3, tres mediciones). El índice de insti-
tucionalización del sistema de partidos se estimó como un promedio simple de los valores
para cada dimensión del concepto, lo que dio igual peso a cada dimensión.
De acuerdo con las mediciones consideradas, los sistemas de partidos que registraron
mayor nivel de institucionalización fueron los de Uruguay, Honduras, México, Chile y El
Salvador. Por el contrario, los de Ecuador, Perú, Guatemala, Brasil, Colombia y Bolivia se
encuentran débilmente institucionalizados. De acuerdo con el punto en que se establezcan
las líneas divisorias, podría decirse que los sistemas de partidos de Nicaragua, Venezuela,
Panamá, Paraguay y Costa Rica se encuentran moderadamente institucionalizados, mien-
tras que el de Argentina registra un nivel moderadamente débil de institucionalización.
Las mediciones de los tres criterios permiten clasificar los países de manera aproxi-
madamente similar, aunque podría esperarse cierto grado de variación debido a que se
relacionan con aspectos diferentes del concepto de institucionalización. En consecuencia,
considerando la relativamente reciente apertura hacia la competencia política en México
y Paraguay, los indicadores de volatilidad electoral reducida y la elevada estabilidad del
sistema de partidos son compatibles con la conclusión de que el público se mantenía es-
céptico sobre la integridad del proceso electoral. Sin embargo, algunas desviaciones entre
las distintas medidas son más desconcertantes. Por ejemplo, en Costa Rica y Chile el nivel
de identificación con los partidos es más bajo que el esperado, teniendo en cuenta que el
sistema de partidos está institucionalizado. Además, en Chile el porcentaje de entrevista-
dos que opinan que los partidos son fundamentales para el progreso del país no es tan
elevado como podría esperarse. Como ya se indicó, la competencia de doble vía entre las
coaliciones podría contribuir a debilitar la importancia de los partidos en la vida política
chilena, o es posible que, independientemente de este factor, los partidos efectivamente se
estén debilitando.
10
Estos dos factores sirven de base para la clasificación convencional de los sistemas de partidos desarrollada
por Sartori (1976).
propuestas políticas del Ejecutivo. De manera similar, un número grande de partidos por
lo general se asocia con mayor polarización.
El impacto del multipartidismo y el grado de polarización dependen en parte del nivel
de institucionalización del sistema de partidos. Por ejemplo, en un sistema multipartidista,
las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo son seguramente más problemáticas
y las posibilidades de formar coaliciones de gobierno sostenibles son más limitadas cuando
los partidos son débiles. Por otra parte, cuando partidos muy cohesionados comandan las
La fragmentación del sistema de partidos se mide utilizando el índice del número efectivo
de partidos presentado en el capítulo 3.11 En el cuadro 6.10 se muestran los promedios de
ese índice correspondientes a todo el período que abarca el estudio y el valor durante las
elecciones más recientes en cada país. Las cifras para esos comicios indican claramente
que los sistemas de partidos de América Latina varían desde un número reducido que se
acerca al bipartidismo hasta lo que ocurre en cuatro países, donde hay entre cinco y siete
partidos que obtienen habitualmente proporciones significativas del total de escaños.
Honduras y Nicaragua son los países que cuentan con el sistema de partidos más con-
centrados, tanto considerando el período completo como los resultados de los comicios
más recientes. Estos sistemas se mantienen cercanos a un bipartidismo puro: el Partido
Liberal de Honduras (PLH) y el Partido Nacional (PN) ganan la mayoría de los escaños en
el Congreso, aunque en las elecciones de 1997 y 2001 perdieron algunos frente a nuevos
partidos. En Nicaragua, por el contrario, hasta el año 1996 existía un gran número de par-
tidos que aspiraban a ocupar bancas en el Congreso, aunque la mayor parte de estas eran
controladas por la coalición de centro-derecha (denominada Unión Nacional Opositora en
las elecciones de 1990, y Alianza Liberal en las elecciones de 1996 y 2001, cuando estuvo
bajo el control casi total del Partido Liberal Constitucionalista) y el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN). Pero la reforma política del año 2000, con la introducción de
la cláusula de extinción de partidos, el establecimiento de requisitos extremadamente exi-
gentes para la constitución de partidos nuevos y la interpretación de la nueva ley electoral
por un Consejo Supremo Electoral totalmente controlado por el PLC y el FSLN, llevó a
una casi total concentración en la que los partidos mencionados obtuvieron 89 de los 90
escaños disponibles en las elecciones de 2001.
República Dominicana, Uruguay y Panamá también son casos que podrían calificarse
como de sistemas de partidos relativamente concentrados. Los dominicanos pasaron del
bipartidismo a un número efectivo de partidos de 2,7, con el Partido Revolucionario Social
Cristiano (PRSC), el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación
Dominicana (PLD) disputando espacios en el Legislativo.
Más allá de lo observado en estos cinco países, los sistemas se caracterizan por contar
con tres o más partidos. En algunos países como Paraguay, Costa Rica y México las últi-
mas elecciones marcaron el paso de un escenario en el Congreso en el que los escaños
se concentraban principalmente entre uno o dos partidos a un sistema en el que tres
partidos políticos han conseguido un porcentaje significativo de los mismos. En Paraguay,
el sistema bipartidista formado por la Asociación Nacional Republicana (ANR) o Partido
Colorado y el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) tambaleó con el surgimiento del
11
Véase la nota al pie número 16 en la página 66.
12
La fórmula electoral aplicada en Colombia (Hare y el resto más alto) estimula la formación de partidos y mo-
vimientos por parte de individuos que buscan obtener un escaño por medio de los restos. Esto significa que
el porcentaje del total de votos que obtienen es mayor que el porcentaje restante que obtienen los partidos
mayoritarios una vez deducidas las cuotas en la primera etapa de asignación de escaños.
Si bien tiene una clara importancia para el funcionamiento del sistema democrático, es
difícil hacer una medición sistemática de la polarización del sistema de partidos en la
región. La existencia de altos niveles de polarización del sistema de partidos significa que
los partidos que se sitúan en los extremos representan enfoques muy diferentes en la polí-
tica. La polarización puede ser problemática para la gobernabilidad democrática, especial-
mente cuando las diferencias entre los partidos son tan significativas que una solución de
compromiso no es posible. En este sentido, se presenta a continuación una aproximación
sobre el nivel de polarización del sistema de partidos formulada por Jones (2005), según
datos de Latinobarómetro y de la encuesta a legisladores (PELA).
Si no se toman en cuenta las mediciones objetivas, es evidente que entre las décadas
de 1960 y 1990 el grado de polarización en términos de las ideologías tradicionales de
izquierda y de derecha disminuyó de manera sensible en la mayoría de los países, tanto
entre el público en general como entre las elites. La caída del comunismo en los países de
Europa Oriental y la declinación de la extrema izquierda ayudaron a cerrar esta brecha en
gran parte del mundo. Empero, siguen existiendo apasionadas diferencias políticas alinea-
das con las divisiones ideológicas tradicionales, con valores, elementos religiosos o grupos
étnicos, entre otras. Los estallidos de protesta violenta y manifestaciones masivas observa-
dos en varios países durante la última década, y el persistente conflicto con las guerrillas
colombianas evidencian que el potencial de conflicto político, si no es fácilmente palpable,
bulle debajo de la superficie cuando las oportunidades económicas son limitadas, la clase
media es relativamente reducida y la pobreza y las profundas desigualdades sociales son
un fenómeno extendido.
Recientemente, en los últimos años, ha habido signos de profundización de las dife-
rencias ideológicas en varios países, con candidatos de partidos de la izquierda o con alto
contenido populista, que han ganado mucha fuerza y en algunos casos han llegado a la
presidencia.
13
En el promedio anual se incluyen todas las elecciones legislativas realizadas en la región. Luego, para cada país,
en los años en que no se realizó ninguna elección, se tomó el número efectivo de partidos igual al de la última
elección anterior a ese año. De esta forma, el promedio anual para la región no fluctúa al azar respecto de los
calendarios electorales no sincronizados de los distintos países.
14
Por distribución normal se entiende que el patrón de distribución de las respuestas es simétrico con respecto a
la media y tiene la forma de una curva de campana, lo cual significa que la mayor parte de las respuestas están
agrupadas considerablemente cerca de la media y se alejan gradualmente de ella.
15
Estudios recientes de Alcántara y Freidenberg permiten medir la polarización del sistema de partidos mediante
un sondeo entre las elites partidistas. De acuerdo con este análisis, los más polarizados son los de El Salvador,
Nicaragua, Chile, Guatemala y México (el estudio no incluyó a Brasil ni a Panamá). En el análisis, los sistemas
de partidos de la región se caracterizan por un grado de polarización ideológica “relativamente alto”, al menos
en lo que respecta a los dos partidos ubicados en cada extremo de la escala ideológica.
Variación
País 1996–2004 1996–1997 2003–2004 1996/97–2003/04 (%)
En muchos casos, esta clasificación no se ajusta a las evaluaciones hechas por ex-
pertos sobre la polarización del sistema de partidos. En particular, la medición mediante
encuestas refleja un grado mayor de polarización entre los ciudadanos costarricenses
que entre las elites de los partidos, al menos de acuerdo con la valoración de un experto
sobre ese país (Yashar, 1995). La razón para esta discrepancia no queda clara: el carácter
bipartidista del sistema podría haber generado una moderación entre la clase política que
no se refleja del todo en el público en general, que tendría posiciones más idealistas. En
Venezuela, la crisis política y la elección del presidente Hugo Chávez parece haber intensi-
ficado la polarización, fenómeno que está reflejado en alguna medida en los datos de las
encuestas de opinión pública.
En Perú también se observa esta relación inversa entre los datos de las encuestas y
la opinión de los expertos. Los datos indican una polarización relativamente reducida en
la autoubicación ideológica de la ciudadanía, en tanto el estudio de Mainwaring y Scully
Conclusiones
La naturaleza y la evolución de los sistemas de partidos de América Latina varían amplia-
mente, de acuerdo con las considerables diferencias en la historia política de los países de
la región y, en particular, con la profundidad de sus experiencias previas con la democra-
cia. En algunos países los sistemas de partidos están razonablemente institucionalizados,
mientras que en otros son pocos los partidos capaces de mantener el apoyo popular, la
organización partidaria es débil y los representantes muestran poca lealtad hacia las agru-
paciones que los llevan a ocupar puestos de poder.
En algunos países como Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia, los sistemas de partidos
dan claras señales de deterioro. Al inicio del período del estudio, Colombia y Guatemala
contaban con sistemas relativamente institucionalizados, pero hacia fines de la década
pasada sus sistemas de partidos se encontraban mucho más fragmentados y sus bases de
apoyo social eran más difusas. Los sistemas de partidos de Perú y Ecuador no alcanzaron
un nivel alto de institucionalización y los partidos que formaban el sistema al inicio del
período sufrieron un serio deterioro o fueron reemplazados cuando este finalizaba. En cam-
bio, hacia fines del año 2000 los sistemas de partidos en Argentina y Bolivia parecían pro-
gresar hacia una mayor institucionalización. De manera similar, el surgimiento de una com-
petencia electoral más vigorosa y justa permite afirmar que el sistema de partidos mexicano
también ha avanzado hacia una mayor institucionalización en términos democráticos.
Durante el período del estudio, los sistemas de partidos de la región se fragmentaron
más y varios sistemas bipartidistas se transformaron gradualmente en sistemas de dos par-
tidos y medio o pasaron al multipartidismo. En efecto, el grupo de países con tres partidos
y medio o más aumentó hasta incluir siete países.
Varios países cuentan con sistemas de partidos en que dos o a lo sumo tres agrupacio-
nes dominan la escena política. En esos países —Honduras, Paraguay, México, Costa Rica,
Guatemala, Argentina, Colombia y Chile (con sus coaliciones)— a menudo el presidente es
electo con una mayoría o cuasi-mayoría en el Congreso y forma una coalición de gobierno,
aunque esta no siempre resulte sostenible y efectiva. En los países restantes, sobre todo
en aquellos con cuatro o más partidos efectivos (Ecuador, Brasil, Bolivia y Perú), los gobier-
nos de minoría han sido más comunes, por lo que la conducción gubernamental a través
de las vías representativas normales en muchos casos ha presentado grandes dificultades.
Los brasileños han manejado algunas de estas dificultades, al menos en forma temporal y
parcial, mediante coaliciones bastante exitosas como la que respaldó al gobierno del presi-
dente Fernando Henrique Cardoso, aunque la aplicación de reformas fue ardua y las bases
Arriagada Herrera, Genaro. 2001. “Crisis de los sistemas de partidos en América Latina”. En:
Democratización del estado: el desafío pendiente. Lima: Asociación Civil Transparencia.
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