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Las necesidades humanas no han sido las mismas en todas las épocas ni en
todas las naciones ni aun para una misma empresa en constante evolución, de ahí
que la contabilidad, en cada una de sus etapas, haya tenido necesidad de
adecuarse a las características particulares de la economía existente en cada
momento de la humanidad.
Para un comerciante en la antigüedad, un sistema manual de registro de sus
operaciones satisfacía plenamente sus necesidades de información, pero un
comerciante de hoy, con características completamente diferentes, requiere una
información que fluya de manera ágil; para ello se emplean sistemas de
informática que son el resultado de la tecnología moderna, la cual proporciona,
entre otras cosas, una mayor velocidad de captura, procesamiento y obtención de
la información.
A finales del siglo XV, Barcelona era una de las grandes plazas comerciales y
financiera del Mediterráneo junto con Génova, Valencia, Nápoles o Venecia. Es en
Barcelona cuando, bajo el patrocinio del editor Pere Posa, se edita en 1482 el libro
de Francesc Santcliment, Suma de la art de arismètica. Este incunable incorpora
mejoras y contribuciones al más extenso Arte dell’abbaco (Treviso, 1478), muy
popular en su tiempo, y que recopilaba toda la matemática práctica conocida hasta
la fecha. Se trata de unos tratados, estos y otros que escritos en paralelo en otras
ciudades comerciales, que siempre guardaban un apartado con anotaciones
específicas para la creciente clase comerciante.
Entre los siglos VIII y XII, en Europa central, por mandato de los señores feudales,
los libros de contabilidad eran llevados por escribanos. Las ciudades de Venecia
Génova y Florencia fueron durante esa época el epicentro del comercio, la
industria y la banca constituyéndose en las pioneras de la contabilidad por partida
doble, en esta época se han hallado varios testimonios de práctica contable
desarrollada. En 11157 un genovés, Ansaldus Boilandus, reparte beneficios de
una sociedad comercial con base en saldos de cuentas de ingresos y egresos; en
1211un comerciante florentino llevaba sus libros de contabilidad de forma tan
acertada y peculiar que dio origen a la llamada escuela Florentina en 1263 en
España el Rey Alfonso el Sabio impuso a los funcionarios públicos la obligación de
llevar cuentas anualmente. De este periodo se conocen los libros de la compañía
de los perruzzi (1282) y los de a casa de Bonsignare de siena (1290), en los
cuales se registraban las operaciones de caja de cuentas corrientes.
El renacimiento
Esta época permite que la humanidad salga de esos siglos de oscuridad que
representó la Edad Media y se generen todas las expresiones del conocimiento
humano, se produce la luz que iluminaría el pensamiento y las ciencias
recuperando la humanidad todo el tiempo perdido.El aporte de Gutenberg con la
invención de la imprenta en 1540 fue una contribución decisiva para la difusión de
este nuevo conocimiento que se había generado. La contabilidad por supuesto se
vio beneficiada también, pues el conocimiento de las practicas contables que se
trasmitía de usuario a usuario en una forma cerrada, ahora tenía un medio amplio
Se considera que el primero que realizó un estudio sobre la práctica del registro
de los hechos económicos por partida doble fue el dálmata Bendito Cotugli
Edad contemporanea
En Francia, donde las finanzas públicas eran exclusividad real, pasaron al dominio
popular, gracias al célebre contador Count Mollier. En 1795 Edmond Degrange
distinguió dos clases de cuentas, unas deudoras y acreedoras y otras que
representaban al propietario.
En 1964, una comisión formada por Don Manuel Fernández Márquez, Don Ramón
Cárdenas Coronado y Don Rosendo Millán Torres, sentó las bases para la
constitución del IMCP como Organismo Nacional, la cual se consumó con el acuerdo
de los organismos asistentes a la Quinta Convención Nacional de Contadores
Públicos celebrada en Chihuahua en 1965.