por S.
Dilworth Young
Hace muchos años el presidente
Charles W. Penrose, de la Primera
Presidencia, asistió al servicio sa-
cramental del Barrio Richards en
Salt Lake City. Poco antes de que
comenzara la reunión, el Presidente
se dirigió en compañía del obispo
hacia el pulpito. Casi a mitad de
camino se detuvo y dirigiéndose al
obispo le preguntó: "¿Quién puso
ese letrero ahí?" El "letrero" estaba
colocado en el frente del pulpito y
decía así:
"El orden es la primera ley ce-
lestial".
El obispo no lo sabía, pero
suponía que había sido colocado
por alguna de las organizaciones
auxiliares. No se hizo ningún otro
comentario al respecto y se ubi-
caron en el estrado para dar
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del Primer Consejo de los Setenta
comienzo a la reunión.
Realmente no sé cual era el
tema que el presidente Penrose iba
a desarrollar cuando llegó a la
capilla, pero cuando subió al
pulpito dijo que la primera ley
celestial no es el orden sino la
obediencia. Habló durante cuarenta
y cinco minutos presentando una
secuencia lógica de versículos y
ejemplos para probar su tesis. En
aquel entonces yo era sólo un
niño, y el punto que más me im-
presionó fue que por medio de la
obediencia se p u e d e establecer el
orden, y que sin ella no puede
existir más que el caos.
Todos estamos familiarizados
con la revelación dada a Abraham
referente al propósito del Señor su
Dios:
"Y estaba entre ellos uno que
era semejante a Dios, y dijo a los
que se hallaban con él: Descendere-
mos, pues hay espacio allá, y t o -
maremos estos materiales y hare-
mos una tierra en donde éstos p u e -
dan morar;
"Y así los probaremos, para ver
si harán todas las cosas que el Señor
su Dios les m a n d a r e " (Abr. 3:24,
25).
H e m o s aprendido que para obe-
decer la ley del Señor debemos
primero obedecer a sus siervos, a
cada oficial que preside en su
esfera de acción. Así queda claro
que obedecemos al Presidente de la
Iglesia, al presidente de estaca, al
obispo de barrio, al presidente
de q u o r u m y a cada uno según su
llamamiento.
LA IGLESIA DE
JESUCRISTO DE LOS
SANTOS DE LOS
LIAHONA
ÚLTIMOS DÍAS
50 East North Temple St. Número 6 Año 20
Salt Lake City, Utah 84150
Junio de 1974
LA PRIMERA PRESIDENCIA En este número:
Spencer W. Kimbalí Contratapa: La obediencia, primera ley celestial, S. Oilworth Young
N. Eldon Tanner 3 La grandeza de José Smith y sus extraordinarias visiones,
M a r i ó n G. Romney Jerry C. Roundy
CONSEJO DE
10 Por invitación exclusiva: Un atisbo a la intimidad de su hijo,
LOS DOCE APOSTÓLES Della Mae Rasmussen
Ezra Taft Benson 12 Las momias de Nauvoo, W. Ralph Odom
Mark E. Petersen 14 Anécdotas excepcionales de la vida de nuestros apóstoles
Delbert L. Stapley 21 Qué hermosa la mañana, Margareí C. Richards y Carol C. Madsen
LeGrand Richards
Hugh B. Brown 22 De amigo a amigo: Pensamientos de los discursos de
Howard W. Huníer conferencia
Gordon B. Hinckley 24 Las bendiciones del diezmo
Thomas S. M o n s o n 26 El primer mártir
Boyd K. Packer
28 Para tu diversión
Marvin ). Ashton
Bruce R. McConkie 29 El sueño, Sipuao Matuauto
L. Tom Perry 31 Comprender quienes somos nos induce a sentir el
COMITÉ ASESOR autorrespeto que nos debemos, presidente Harold B. Lee
J.Thomas Fyans, Director de 37 Ser mujer es el más alto honor, presidente N. Eldon Tanner
Comunicaciones Internas; John E. Carr, 42 Recompensas, bendiciones, promesas, presidente •
Director de Distribución y Traducción; Spencer W. Kimball
Doyle L. Green, Director de las Revistas
de la Iglesia; Daniel H. Ludlow, Director
47 Mis potros, Margarita Pírez García
de Materiales Didácticos 48 Escucha . . • con todo tu ser, Winnitred C. Jardine

REVISTA UNIFICADA
Director General "LIAHONA"—A publication of The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints
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La grandeza de José smith
y sus extraordinarias visiones
por Jerry C. R o u n d y
Ilustrado por Nina Grover
Para comprender a José Smith
es necesario conocer sus rasgos
espirituales y físicos. Parley P.
Pratt, que lo conoció personal-
mente, hizo de él la siguiente
descripción:
"El presidente José Smith era de
elevada estatura, bien formado,
robusto y ágil; de tez blanca, pelo
claro, ojos azules, barba poco
poblada, y con un semblante que
atraía las miradas naturalmente sin
que uno se cansara de contemplar-
lo. La expresión de su rostro siem-
pre era suave, afable, e irradiaba
inteligencia y bondad; poseía
también un aire atractivo y jovial,
absolutamente libre de toda restric-
ción o afectación de gravedad.
Además, había un algo en su serena
y fija mirada, como si penetrase ios
abismos más profundos del cora-
zón h u m a n o , contemplara la
eternidad, penetrara los cielos y
alcanzara todos los mundos.
Liahona Junio de 1974
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Poseía un noble arrojo e in-
d e p e n d e n c i a de carácter; era
desenvuelto y natural; su repri-
menda aterradora como el rugido
del león; su benevolencia ilimitada
como el océano, su inteligencia
brillante, y su oratoria rica en
elocuencia espontánea, no cul-
tivada, ni estudiada, ni pulida por
los estudios, ni refinada por el arte;
sino fluyendo con natural sencillez,
y sumamente abundante en varie-
d a d de temas y expresión. Intere-
saba e instruía al mismo tiempo
que entretenía a su auditorio; nadie
que lo escuchara se cansaría jamás
de oírlo. H u b o veces en que retuvo
a una congregación de ansiosos
oyentes durante m u c h a s horas, en
medio del frío, bajo los rayos del
sol, o bajo lluvia o viento, hacién-
dolos reír en un m o m e n t o y llorar
en el siguiente. A u n sus más en-
carnizados enemigos generalmente
q u e d a b a n subyugados cuando lo-
graba que le prestaran atención.
En resumen, en él se mezclaban
admirablemente el carácter de
Daniel y el de Ciro (Daniel 6:28).
Los dones, la sabiduría y la devo-
ción de Daniel, junto con la intre-
pidez, el valor, la sobriedad, la
perseverancia y generosidad de
Ciro. Si no hubiese sido un mártir
y hubiera vivido hasta edad más
avanzada, con sus poderes y habili-
dades habría revolucionado al
m u n d o en muchos aspectos." (The
HistoriQal Record, t o m o 7 —enero de
1888—, pág. 575-76.)
Adán fue el primer miembro de
la Iglesia de Cristo sobre la tierra
y el primer Sumo Sacerdote según
el O r d e n del Hijo de Dios. En el
cometido que recibió de Dios, le
fueron otorgadas las llaves para
administrar el divino plan de sal-
vación para la humanidad, inclu-
y e n d o a todos sus descendientes
hasta la última generación. Todas
las revelaciones pertenecientes al
3
evangelio de Cristo se han dado entre Hármony, Distrito de Sus- nubes de gloria para que toda la
y se darán a través de la autoridad quehanna, y Colesvüle, Distrito humanidad lo vea. Entonces, todos
de Adán. El profeta José dijo: de Broome, en las márgenes del los profetas que haya tenido el
"Adán tiene las llaves de la dis- Susquehanna, declarando que género humano presentarán su
pensación del cumplimiento de los poseían las llaves del reino y de la informe ante el padre Adán, quien
tiempos, es decir, mediante él se ha dispensación del cumplimiento de a su vez informará al Salvador.
revelado y se revelará la dispensa- los tiempos!" José Smith fue el Profeta que
ción de todos los tiempos, desde el Por esta escritura es evidente recibió todas las llaves que tuvie-
principio hasta Cristo, y desde que Miguel, quien según declaró ron los profetas desde Adán hasta
Cristo hasta el fin de las dispensa- José Smith era Adán, estaba cerca a su época, porque fue escogido para
ciones que han de ser reveladas" fin de evitar que el diablo frustrara dirigir la dispensación del cumpli-
(Enseñanzas del Profeta José Smith, los planes de Dios; y estuvo pre- miento de los tiempos.
página 199). sente cuando Pedro, Santiago y José Smith fue preordinado para
Observó además que todos los
principios y enseñanzas del evan-
gelio son revelados a los hombres
de esta tierra desde el cielo por la
autoridad de Adán. (Ibid.)
Este principio significa que
cuando se revela desde los cielos
alguna de las llaves del sacerdocio,
se hace bajo la dirección de Adán.
La Sección 128 de Doctrinas y
Covenios es una reafirmación de la
restauración del evangelio, en la
cual el Profeta refiere algunos de
los acontecimientos que se verifi-
caron. En el versículo 20, dice:
"Además, ¿qué oímos? ¡Alegres
nuevas de Cumorah! Moroni, un
ángel de los cielos, quien declara
el cumplimiento de los profetas: el
libro que estaba para revelarse. ¡La
voz del Señor en el yermo de
Fayette, Distrito de Séneca, decla- Juan vinieron a restaurar el Sacer- este importante llamamiento. En
rando a los tres testigos que tes- docio de Melquisedec. cierto modo él tuvo conciencia de
tificaran del libro! ¡La voz de Adán ocupa su lugar al comien- esta preordinación pues una vez
Miguel, en las riberas del Susque- zo del plan del evangelio y pre- dijo: "Si complaciera a Dios, her-
hanna, denunciando al diablo side todas las dispensaciones, y manos, ¡podría deciros quién soy
cuando éste se presentó como un presidirá la gran conferencia que yo! ¡Si fuese la voluntad de Dios,
ángel de luz! ¡Las voces de Pedro, se realizará en Adán-ondi-Ahmán podría deciros lo que sé! Pero lo
Santiago y Juan en el despoblado antes de que Cristo aparezca en calificaríais de blasfemia, y hay

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h o m b r e s sobre este estrado que
querrían quitarme la vida" (Orson
F. Whitney, Ufe of Heber C. Kimball,
página 322).
Tan grande fue la fe que este
muchacho ejerció a ios 14 años de
edad q u e fue favorecido con la más
grandiosa visión que se haya regis-
trado en los anales de las escri-
turas. No sólo tuvo el privilegio de
que se le presentara el gran Jehová
con quien trataron los antiguos
profetas, sino también el Padre, a
quien conocemos' como Elohim y
que le habló cara a cara presentán-
dole a su Hijo. El presidente José
Fielding Smith hizo al respecto el
siguiente comentario:
" D e s d e la caída del h o m b r e
todas las revelaciones se han reci-
bido por medio de Jesucristo, q u e
Liahona Junio de 1974
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es. el Jehová del Antiguo Testa-
mento. T o d a s las escrituras q u e
hablan de que Dios se ha presen-
tado se refieren en realidad a
Jehová, quien habló con Abraham,
Noé, Enoc, Moisés y todos los
demás profetas. . . El Padre no ha
tratado nunca directa ni personal-
mente con el h o m b r e desde la
caída, y sólo ha aparecido para
presentar a su Hijo y dar testi-
monio de él" (Doctrines of Salvation,
tomo 1, página 27.)
No obstante, la Primera Visión
fue solamente el comienzo de las
visitaciones del otro lado del velo
q u e José había de recibir durante
su corta vida de 38 años. Cuatro
años después de haber, recibido la
visita del Padre y del Hijo fue
visitado por Moroni, un antiguo
Profeta que vivió en el continente
americano. M á s adelante, el 15 de
mayo de 1829, José Smith y Oli-
verio Cowdery recibieron la visita
de otro Profeta antiguo, Juan el
Bautista, quien les confirió el Sacer-
docio Aarónico; y un mes después
se presentaron Pedro, Santiago y
Juan, los antiguos apóstoles de
Cristo, quienes les confirieron el
Sacerdocio de Melquisedec. En
este último incidente fue donde
estuvo presente A d á n e impidió la
tentativa del diablo de interceptar
el otorgamiento del sacerdocio.
Una vez que el Templo de Kirt-
land se terminó y se dedicó, el
Señor tuvo un lugar al cual venir
para restaurar otras llaves perte-
necientes al evangelio. El 3 de abril
de 1836, José Smith y Oliverio
Cowdery fueron visitados por
Cristo quien aceptó el Templo; en
seguida aparecieron otros tres
profetas antiguos y confirieron
otras llaves del evangelio. El gran
profeta Elias quien, según declaró
José Fielding Smith es Noé (Véase
Answers to Gospel Question, volumen
3, pág'. 138), apareció y les confirió
las llaves de la dispensación de
Abraham, o en otras palabras, como
dice el élder Bruce R. McConkie en
Mormon Doctrine (Segunda edición,
pág. 219), las llaves del matrimonio
celestial y plural, Una vez más se
declaró la promesa de que los mari-
dos podrían estar eternamente
unidos a sus esposas.
Después de esta visión el gran
profeta Moisés, que sacó de la es-
clavitud a los hijos de Israel, se
presentó ante José y Oliverio y les
entregó las llaves de la congrega-
ción de Israel y de la conducción
de las diez tribus del país del norte.
José tuvo entonces la autoridad
para enviar misioneros a todo el
m u n d o , a fin de comenzar la con-
gregación de los escogidos del
Señor en estos últimos días.
Tan pronto Moisés h u b o parti-
do, los visitó Elias el Profeta, el que
fue llevado al cielo en un carro de
fuego (2 Reyes 2:11), y les otorgó
el poder para cellar ambos cónyuges
y los hijos a los padres, hasta que
toda la raza h u m a n a sea sellada
hasta el padre Adán. A u n q u e Elias
confirió las llaves del matrimonio
celestial, fas llaves para sellar éste
y todas las demás ordenanzas del
evangelio fueron conferidas por
Elias el Profeta. En esta forma
también se otorgó la autoridad para
empezar la obra por los muertos;
con la autorización que recibió José,
pudo dar comienzo a las ordenan-
zas por poder que abrirían las
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puertas de la salvación, a aquellos
que vivieron y murieron sin la
oportunidad de oír el evangelio.
¿Podéis comenzar ahora a daros
cuenta de la grandiosidad de la
misión de José Smith? Cada uno
de estos profetas tuvo sólo algunas
de las llaves del evangelio; José
recibió todas las que habían exis-
tido sobre la tierra.
A esa altura de su vida José
Smith se había acostumbrado en
tal forma a ver más allá del velo
que esto le acontecía casi todos
los días. Cuando él y Sidney Rig-
d o n se encontraban en Hiram,
O h i o , y tuvieron el privilegio de
recibir la revelación que se encuen-
tra en la sección 76 de Doctrinas y
Convenios, José se había acostum-
brado de tal manera al Espíritu del
Señor, que no cayó a tierra debili-
tado como le sucedió a Moisés
cuando habló con Dios (Moisés 1:9-
10), o como le había ocurrido a él
mismo después de la Primera Vi-
sión. Este incidente nos da un
destello del carácter de José, una vez
que la visión terminó, Sidney que-
dó completamente agotado tenien-
do que recostarse en un sofá. Al ver
su palidez, José observó sonriendo:
"Y bien, el hermano Sidney no está
acostumbrado a esto como yo lo
estoy" (Juvenile Instructor, volumen
27—15 de mayo de 1892—, págs.
303-4).
La primera vez que Moroni se
presentó ante José Smith fue el 21
de septiembre de 1823, y esto cons-
tituyó el comienzo de una m u y
intensa relación de maestro-alumno
entre él y el joven, que abarcaría
cuatro años para culminar con el
cambio del joven José de un indocto
muchacho granjero a la posición
de un Profeta de Dios con instruc-
tores angélicos. Cierto es que el
j oven Profeta estuvo m u y poco
tiempo en las aulas escolares, pero
no era ignorante; cursó cuatro
años en la universidad de la
eternidad, siendo instruido por
sabios varones del trono de Dios.
Durante la noche de la primera
aparición de Moroni quedó mara-
villosamente ilustrado el principio
didáctico de la repetición; el Ángel,
que se presentó en tres diversas
oportunidades, pasó toda la noche
enseñando a José todo lo necesario
con respecto a las planchas de oro
y la aparición del Libro de Mor-
món. Al día siguiente, apareció
nuevamente en el campo donde el
joven había estado trabajando con
su padre. En esta visitación el
Ángel le dio instrucciones de que
fuese al cerro Cumorah, lugar en
q u e ambos volvieron a reunirse, y
José p u d o ver las planchas a u n q u e
no se le permitió sacarlas. En cuatro
de estas visitas Moroni repitió las
mismas cosas.
 Durante el período preparatorio conozcas ambos poderes y de que lugar seguro; mas después de sa-
de cuatro años José recibió instruc- jamás influya en ti el malvado ni carlas y cuando ya se alejaba del
ciones, no sólo de Moroni sino te venza" (Messenger and Advócate, lugar, pensó que tal vez debería
también de otros. George Q. Can- volumen 2,N°l—octubre de 1835— regresar a cubrir la caja, revisándola
n o n dijo que constantemente lo P4&J98). ^ primero por si se le había quedado
visitaban ángeles. En una carta que Otra aparicíoíTlIeTvTcTOñ 1 algo en ella. Soltó las planchas en
escribió a John Wentworth, el m u y conocida fue la visita que le el suelo y regresó a hacer lo que se
Profeta dijo:"Después de haber hizo el mismo día de septiembre, había propuesto, pero al volverse
recibido muchas visitas de los án- un año después, en 1824. En esta para recoger el registro, éste había
geles de Dios manifestando la ma- ocasión José tenía 18 años; él mis- desaparecido. Cualquiera que haya
jestad y la gloria de los aconteci- mo no nos dice m u c h o en cuanto a perdido algo de gran valor podrá
mientos que han de verificarse en esta visita en particular, mas su comprender la angustia de este
los últimos días, en la mañana del madre en la historia que escribió atemorizado joven. En un estado de
22 de septiembre de 1827 el ángel sobre él, registra algunos intere- suma turbación comenzó a orar,
del Señor me entregó los regis- santes detalles de la visita a la entonces apareció el Ángel y le
t r o s " (Documentary History of the colina. Dice que el Profeta fue al reprochó su negligencia, después
Church, volumen 4, página 537). cerro con la intención absoluta de de lo cual se le permitió levantar
C u a n d o José fue al cerro Cu- sacar las planchas y llevárselas a su otra vez la piedra que cubría la caja,
morah por primera vez, donde se casa; en realidad se le había permi- viendo en ella nuevamente las plan-
la permitió ver las planchas, pensó tido sacarlas de su escondite, y él chas. Convencido aún de que había
, q u e podría sacarlas y llevárselas suponía que el único requisito para llegado el m o m e n t o de sacarlas del
inmediatemente a su casa; hasta le recibirlas era guardar los manda- cerro, según el relato de su madre,
asaltaron pensamientos de lo que mientos de Dios, lo cual estaba se- "extendió inmediatamente la m a n o
podría hacer con un trozo de oro
de ese tamaño. Sin embargo, el
Señor conocía las flaquezas del
h o m b r e y procuró fortalecer al jo-
ven Profeta mostrándole en una
visión lo q u e sería de él si era fiel,
y también cuál sería su merecido si
fallaba. Oliverio Cowdery registró
por escrito que mientras José reci-
bía instrucciones del Ángel, ". . .
los cielos se abrieron y la gloria del
Señor brilló alrededor y descansó
sobre él. Habiéndose quedado él
de este modo contemplando y ad-
mirando, el ángel le dijo: ' M i r a /
y vio a Satanás, el príncipe de las
tinieblas, rodeado por sus innume-
rables huestes. Después que con-
templó la visión, el mensajero
celestial le dijo: 'Todo esto se te
ha mostrado, lo b u e n o y lo malo, guro de que podía hacer. Entre los para sacarlas, pero en vez de poder
lo santo y lo impuro; la gloria de requisitos se destacaba severamente tomarlas como él esperaba, fue
Dios y el poder de las tinieblas, a el de no soltar las planchas a menos arrojado hacia atrás sobre la tierra
fin de que de aquí en adelante q u e pudiese depositarlas en un con gran violencia. Cuando se reco-

Liahona Junio de 1974

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7
bró, eí Ángel se había ido; se le-
vantó entonces y regresó a su casa
llorando de pesar y desilusión"
(Lucy Mack Smith, Hístory of Joseph
Smith by His Mother, pág. 84).
En otra ocasión, por encargo
de Joseph Smith, su padre, el joven
fue a cumplir con un m a n d a d o a
Manchester, a corta distancia del
lugar donde vivían. José regresó
tarde a su casa y su padre comenzó
a interrogarlo en cuanto a su tar-
danza, a lo cual el joven Profeta
contestó: "He recibido el más
severo castigo de mi vida." Cuando
el padre le preguntó quien se
arrogaba el derecho de encontrarle
faltas, él le replicó: "Detente, padre,
detente; fue el Ángel del Señor.
Cuando pasaba por el cerro
C u m o r a h donde están las plancnas,
se presentó el Ángel y me dijo
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que no me he dedicado lo sufi-
ciente a la obra del Señor; que ha
llegado el tiempo en. que el registro
debe salir a luz y yo debo ser com-
petente y dedicarme a cumplir las
cosas que Dios me ha m a n d a d o "
(History of joseph Smith by His
Mother, págs. 99-101).
Las muchas apariciones de M o -
roni durante estos cuatro años, así
como las de otros profetas antiguos,
tuvieron por objeto instruir a!
Profeta y prepararlo para su mi-
sión. Para 1827, José había sido lo
suficientemente instruido y disci-
plinado como para poder confiár-
sele el cuidado de las planchas y la
tarea de traducirlas.
Un n ú m e r o de seres celestiales
se le aparecieron a fin de ayudarle
a prepararse para su misión. Reci-
bió visitaciones del Padre y del
Hijo, de Moroni, Juan el Bautista;
Pedro, Santiago y Juan; Moisés,
Elias (Noé); Rafael (D. y C. 128:21;
no se sabe a ciencia cierta quien es
este personaje); Miguel (Adán) ,
y Elias el Profeta. John Taylor dice
que José Smith no sólo tuvo
comunicación con el Señor, ". . .
sino con los antiguos profetas,
hombres tales como Abraham,
Isaac, Noé, Adán, Set, Enoc, Jesús
y el Padre, y los apóstoles que vi-
vieron tanto en el continente ameri-
cano como- en el asiático" (Journal
of Discourses, volumen 2 1 , pág. 94).
José Smith declaró en la carta de
W e n t w o r t h que antes de que re-
cibiese las planchas en la mañana
del 22 de septiembre de 1827, había
recibido muchas visitas de los án-
geles de Dios. Además, John Taylor
declaró que cuando José fue es-
tablecido como Profeta de Dios,
" M o r m ó n , Moroni, Nefi, y otros
profetas antiguos que habían vivido
en el continente americano, lo visi-
taron comunicándole ciertos prin-
cipios del evangelio" (]D, volumen
17, pág. 374).
La madre d e U Profeta dice en
su libro, que por las noches la
familia se esforzaba afanosamente
por terminar sus quehaceres a
fin de poder reunirse alrededor
de la mesa de la cocina, a escuchar
las historias de los antiguos
nefitas y lamanitas que él les rela-
taba. Dice que esos relatos eran tan
vividos y tan ricos en detalles his-
tóricos, culturales y religiosos,
que era como si él hubiera pasado
toda su vida entre aquella gente.
Sin duda, debe haber visto en vi-
sión panorámica toda la historia
de las generaciones nefitas y
lamanitas.
José p u d o hacer excelentes des-
cripciones del apóstol Pablo, lo
cual indica que éste lo visitó. (En-
señanzas del Profeta José Smith, pág.
215.) En cierta ocasión comparó
a su hermano Alvin con Adán y
Set, diciendo que se parecía mucho
a ellos (DHC, volumen 5, pág. 347).
Su intimidad con todos esos per-
sonajes queda en evidencia por un
acontecimiento que se verificó en
1834. El Profeta conducía la marcha
del C a m p o de Sión hacia Misu-
rí para ayudar a los santos a recla-
mar sus tierras y casas, que los
populachos les habían arrebatado.
Un día en que caminaba adelante
de la compañía lo vieron hablando
con un desconocido; cuando regre-
só a donde estaban y le pregun-
taron con quien había estado ha-
blando, respondió que con Juan el
Revelador, que iba en camino a
visitar a las diez tribus perdidas
(Diary of OUver Boardman Hunting-
ton, Biblioteca de la Universidad
de Brigham Young, 1847-1900, 2a.
parte, pág. 162).
El profeta José Smith fue total-
mente devoto al Señor estando
dispuesto a servirle en toda oca-
sión, a toda costa y ante cualquier
peligro; lo sirvió aun hasta el
sacrificio. Cuando vivía en Hiram,
estado de Ohio, su esposa Emma
dio a luz gemelos que murieron al
nacer. La esposa de John Murdock
(véase D. y C. 52:8) también había
Liahona Junio de 1974
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d a d o a luz gemelos ese mismo día,
pero murió en eí parto. José y Emma
le preguntaron al h e r m a n o Murdock
si podían adoptar sus gemelos,
lo cual él aceptó prontamente.
• Cuando los niños tenían 11
meses enfermaron gravemente de
sarampión, lo q u e causó muchas
noches de insomnio en [a casa
de los Smith. Una noche, el,Profeta
¡e dijo a su esposa que fuera a
descansar mientras él se quedaba
en ía sala con el más enfermo de
los dos niños. Ya avanzada la
noche, José se recostó en un sofá
cama cayendo en un estado de
sopor; súbitamente, sintió que una
turba de enfurecidos individuos
lo sacaban en peso por la puerta de
entrada, gritando: " N o permitáis
q u e sus pies toquen el suelo o nos
golpeará a todos". Se daban cuenta
de lo tremendamente fuerte que
era, tanto física como espiritual-
mente.
Lo llevaron hacia el huerto y
cuando pasaban por allí, José divisó
a Sidney Rigdon que yacía en el
suelo, aparentemente muerto.
También a él lo habían sacado de
su casa arrastrándolo de los pies, y
dejando que la cabeza golpeara
contra la tierra congelada hasta que
q u e d ó inconsciente.
La turba se detuvo de pronto a
deliberar si darían muerte al Pro-
ta, pero desecharon la idea. Final-
mente u n o de ellos dijo: "Tapé-
mosle la boca con alquitrán", dicho
lo cual intentaron introducirle por
la fuerza un trozo de alquitrán en
la boca. Como no lo lograron, force-
jearon para introducirle un
frasco de veneno por entre los
dientes, pero él los mantuvo tan
firmemente apretados que el frasco
se quebró, rompiéndole a la vez la
punta de u n o de los dientes delan-
teros. Habiendo fracasado en su
intento, y una vez que los demás
le arrancaron toda la ropa con ex-
cepción del cuello de la camisa,
u n o de los individuos de la turba
se arrojó sobre él y comenzó a
rasguñarlo como un salvaje felino
gruñéndole entre dientes: ". . .
así es como el Espíritu Santo cae
sobre la gente." En seguida le
e m b a d u r n a r o n el cuerpo con al-
quitrán caliente revoleándolo
después en un m o n t ó n de plumas,
y lo abandonaron dejándolo por
muerto.
Una vez que volvió en sí el
Profeta regresó a su casa; cuando
su esposa lo vio llegar con el cuerpo
cubierto de alquitrán y plumas,
cayó desmayada. Durante el res-
to de la noche las expertas manos
del doctor Frederick G. Williams,
médico, y también consejero del
Profeta en la Primera Presidencia,
efectuaron la penosa tarea. A veces,
con el alquitrán salían grandes
tiras de piel. El día siguiente era
domingo, y el Profeta, agobiado
de dolores, asistió al servicio y
habló.
Al estudiar la vida del Profeta
José Smith es imposible pasar por
alto el hecho de q u e aprendió a
servir al Señor con absoluta dedica-
ción, en toda oportunidad y a cual-
quier precio.
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POR
INVITACION
EXCLUSIVA:
Un atisbo a la
intimidad de su
hijo
por Della Mae Rasmussen
La hermana Rasmussen, madre de seis hi-
jos, es miembro de la Mesa General de la
Primaria y del Comité de Habilitación de
Maestros.
Imagínese rodeado por una pared
invisible, con u n a puerta inexpug-
nable, imposible de forzar. En
ese espacio íntimo es donde mora
su verdadero yo, donde realmente
existen sus valores y sus senti-
mientos. Nadie p u e d e controlar sus
pensamientos en ese lugar exclu-
sivamente suyo; más aún, quien
no haya penetrado ese espacio
no conoce su verdadera personali-
dad, tampoco es posible que nadie
lo penetre, a menos que usted
mismo lo invite a compartir su
intimidad.
Y viceversa. Como padres, an-
helamos acercarnos a nuestros
hijos, pero esa puerta permanece
cerrada, a menos que el mismo
niño la abra y se sienta cómodo
permitiéndonos la entrada.
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¿Cómo podría otra persona
penetrar su yo íntimo? O, ¿cómo
hace usted para impedirle la en-
trada?
Frases como "Te lo he dicho
mil veces y te lo repito . . ."; "Si
Fulano tiene buenas notas, ¿por
qué no las tienes tú?"; "Ya no pue-
do confiar en ti", etc., son instantá-
neos "cerrojos" que m a n t i e n e n ' l a
puerta cerrada; a pesar de lo cual
son frases que muchos padres
repiten constantemente. Y después
no pueden explicarse porqué su hijo
se ha alejado de ellos.
Cuando el niño llega a la adoles-
cencia, las "tácticas de p o d e r " ya
no cumplen con su cometido; si
los padres no han influido sobre
él lo suficiente por medio del res-
peto que les debe, quizás sea tarde
y la puerta se cierre para siempre.
Recientemente, un grupo de
estudiantes de secundaria se prestó
para hablar francamente sobre los
problemas del hogar, en una dis-
cusión abierta frente a un grupo
de adultos. Entre otras cosas men-
cionaron que les ofendía profunda-
mente ser comparados desfavora-
blemente con sus hermanos o ami-
gos. Expresaron el deseo de que
los aceptaran por lo que ellos mis-
mos eran y no por ser mucho
mejores tratando de imitar a otra
persona. Es altamente improbable
q u e un niño permita la entrada a
su yo íntimo a una persona que
lo desaprueba.
Otro "cerrojo" que menciona-
ron estos jóvenes fue el uso de las
Palabras Odiosas: nunca y
Consideran en primer lugar que es-
tas palabras son exageradas, y en
siempre.
segundo lugar, que a nadie le
agrada que le recuerden constan-
temente sus faltas. Por ejemplo,
cuando la madre dice "Nunca cuel-
gas el abrigo", la niña sabe bien que
el día anterior lo colgó. Cuando
el padre dice "Siempre cortas mal
el césped", su hijo tiene plena
conciencia de que la semana ante-
rior se esforzó especialmente por
hacer un buen trabajo, sobre el
cual, dicho sea de paso, su padre no
hizo comentario alguno.
Un padre sabio reconoce que, si
desea mantener la puerta abierta
no puede estar continuamente
ridiculizando, rebajando, predican-
do, exigiendo, amenazando, hacien-
do comparaciones desfavorables
o exagerando las faltas. A u n q u e
los padres también sufrimos frus-
traciones, temores e ira, no pode-
mos permitirnos el lujo de descar-
gar estos sentimientos en nuestros
hijos, si deseamos mantener una
relación de cálida intimidad con
ellos. Después de todo, nosotros so-
mos los adultos, y ponerse en con-
flicto con un niño es comportarse
como tal. Los padres debemos
actuar en forma más m a d u r a .
Por s u p u e s t o que no siempre
daremos la respuesta apropiada o
aclararemos mejor la interrogan-
te; pero si no tratamos de mejorar
nuestra habilidad en ese sentido, la
puerta se nos cerrará.
Para entender mejor a su hijo, dé
u n a mirada imparcial a sus propias
reacciones. Pregúntese: "¿Quién ha
podido penetrar mi yo íntimo?"
"¿Cómo ha actuado esa persona
para estimular mi confianza y mi
deseo de compartir con ella mi inti-
midad?" Trate de responderse sin-
ceramente y compare sus respues-
tas con las que dieron los estudian-
tes del grupo mencionado:
" N o se deja llevar por la furia
cuando ve que cometo un error,
por grande que éste sea."
"Menciona a veces algo especial
y único que ha notado en mí."
"Confía en mi capacidad para
realizar el trabajo que me ha enco-
mendado."
" M e dijo cuánta influencia he
tenido yo en su vida. Me sorpren-
dió y halagó. Nadie me había
dicho algo así hasta ahora."
" M e cuenta cosas íntimas, de-
mostrándome así que me con-
sidera digno de confianza en los
asuntos importantes."
" M e dice exactamente lo que le
gustó de algunas de mis ideas."
"Estoy seguro de que me
aprecia porque no está constante-
mente haciendo resaltar mis
errores."
"Actúa sin afectación, como una
persona que no se considera per-
fecta todavía."
"Nos hacemos bromas, y me de-
muestra que aprecia mi sentido del
humor."
Con los comentarios anteriores,
ya es suficiente para que los padres
tengan una idea de la forma de
acercarse a los jóvenes.
¿Cómo podemos aprender a
"abrir las puertas" más eficazmen-
te? Seleccione las frases clave de
la siguiente lista:
1. ¿Podríamos tratar de resolver juntos
ese problema?
2. Parece que no te ha ido muy bien en
la clase de química.
3. No se habla más del asunto. Lo
haces porque yo digo que lo hagas.
4. Esa es la excusa más tonta que
podías haber dado.
5. Veo que tienes tu opinión formada al
respecto.
6. Comprendo que' estés enojado con
tu hermano . . ,
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7. ¡Ya verás lo que es bueno si no te
portas bien!
8. ¿Piensas que he sido injusta en lo
que te he pedido que hagas?
9. Vas a asistir al seminario y no
quiero oír una sola protesta más.
10. No puedo evitar enojarme cuando
te quedas por ahí sin avisar.
Siempre pienso que puede haberte
pasado algo malo.
11. Mira hijo, si estudiaras tu maes-
tra te querría.
12. Parece como si tuvieras miedo de
que insista en que lo hagas aunque
sepa que no te gusta.
Esperamos que haya elegido las
respuestas 1, 2, 5, 6, 8, 10 y 12
como frases clave para "abrir
puertas". Las otras con toda seguri-
dad las cerrarían herméticamente.
El niño debe sentirse
comprendido
"Ya sé que a veces te parecerá
imposible poder cumplir con todo
lo que tienes para hacer."
"Sí, tiene que resultarte dolo-
roso que tus amigas se hayan ido al
cine sin invitarte."
Debe ver a sus
padres como seres
reales y humanos
"Esta vez cometí un error. Es-
pero tener otra oportunidad."
"Explícame lo que quieres de-
cir. Tal vez yo esté equivocado."
Debe tener la se-
guridad de que sus
padres lo respetan
y tienen en cuenta
sus sentimientos y
opiniones.
" D i m e algo de la personalidad
de tu amiga. Si la quieres tanto,
es porque tiene cualidades que
yo no le conozco."
" H a g a m o s una reunión de fami-
lia y ustedes darán sus opiniones
con respecto a nuestras vaca-
ciones."
Debe oír frecuente-
mente expresiones
de agradecimiento
y aprecio por lo
que hace
"Cuánto aprecio que te hayas
ofrecido para cocinar, a fin de que
yo pudiera ir a hacer las compras."
" T u madre y yo estamos agrade-
cidos por el b u e n ejemplo q u e
les das a tus hermanos menores."
Debe ver que sus
padres gozan de la
vida y tener la
oportunidad de
disfrutar con ellos
Abrácelo, béselo, hágale una
broma, juegue con él.
Comience a practicar sus
claves para "abrir puertas". Si lo
hace, sus hijos tendrán la oportuni-
dad de ver desde un punto de
vista más favorable la vida familiar,
su sistema de valores, el evangelio
y su forma de vivir en general.
Entonces puede ser que de cuando
en cuando se vea enfrentado a
consultas como: "Papá, estoy real-
mente preocupado por mi futuro.
No sé si seguir estudiando o ad-
quirir un oficio"; o " M a m á , me
gusta mucho Ricardo. Pero no sé
si en verdad lo quiero."
Sí ha aprendido su lección por
sus propias reacciones, no res-
ponderá: "Por supuesto que tienes
q u e seguir estudiando. Todo el
q u e desea progresar, tiene que
estudiar". Ni "A tu edad no se
sabe lo q u e es amor. Tienes m u -
cho tiempo por delante." Mas
bien, tratará de mantener abierta
la puerta de la comunicación di-
ciendo algo como, "Es un proble-
ma m u y serio y me gustaría que
ío discutiéramos."
Y, por favor, no olvide que
detrás de la pared que hay entre
usted y su hijo existe un gran cau-
dal de amor en espera.
11
 El 3 de julio de 1835, el señor
Michael H. Chandler,llevó cuatro
momias egipcias a Kirtland. Junto
con las momias había unos rollos
dlípápiro que según él había sabido,
José Smith podía traducir. Algunos
santos compraron las momias y
cuando el Profeta comenzó a tra-
ducir se dio cuenta de que un rollo
contenía los escritos de Abraham.
(Ver el prefacio del libro de Abra-
ham en la Perla de Gran Precio.)
Esta es una adaptación del material
encontrado en el diario de Salomón Hale,
sobrino de José Smith, que vivió en
Nauvoo en el tiempo en que el Profeta
adquirió las momias egipcias descritas
en este relato,
Por ser sobrino de José Smith yo
tenía acceso a los múltiples mis-

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 terios de la entonces fabulosa M a n -
sión de Nauvoo. C u a n d o pienso en
aquel tiempo y lugar, recuerdo que
disfrutaba haciendo bromas a los
niños de mi edad.
Mucha gente sabía que mi tío
tenía unas " m o m i a s " en su estudio,
pero no creo que muchos estuvieran
seguros de qué o cómo eran. A
veces, el saber un poco más que
otros nos hace despreciarlos, y mi
equivocado sentido del h u m o r se
sintió m u y complacido con los
tímidos niños de Nauvoo.
Verán ustedes, no sólo había
visto las momias, sino q u e también
sabía que eran inofensivas.
Reunía yo a cuatro o cinco de
mis futuras víctimas frente a la
casa, prometiéndoles que una vez
q u e llegásemos al piso de arriba
verían las escenas más extrañas y
fantásticas. Les decía que estaban a
p u n t o de regresar a la tierra de las
pirámides y de los demonios sal-
vajes, mitad h o m b r e s y mitad
leones. El grupo y yo subíamos
lentamente las escaleras para no
despertar a los dormidos espíritus
de las momias y entrábamos cuida-
dosamente al cuarto donde se e n -
contraban los tesoros.
Preparaba a mis crédulos ami-
gos alineándolos frente al armario
donde estaban guardadas las m o -
mias y con la debida reverencia
colocaba la m a n o en las cortinas
negras que las ocultaban.
Contaba despacio hasta tres y
con un rápido movimiento corría
la cortina, observando con alegría
cómo mis amigos se lanzaban por
las escaleras aterrados por las pol-
vorientas y arrugadas momias egip-
cias.
M á s tarde, y con u n a compla-
ciente sonrisa, me reunía con ellos
en la calle. Un día me llevé un
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trapo viejo y los espanté, pues les
había dicho que se usaba para
cubrir los corazones de las momias
y q u e con tocarlo se convertirían en
reproducciones juveniles de los
monstruos que había dentro del
armario.
Cierto día, encontré un grupo
de niños especialmente tontos
jugando frente a la casa de mi tío.
Después de mi explicación, los en-
caminé hacia el estudio del Pro-
feta y comencé mi acto; los miré
fijamente para impresionarlos so-
bre la maravilla que estaban a p u n t o
de contemplar. Había cambiado
mi presentación, y para entonces
incluía lo que me parecía era un
auténtico canto egipcio.
Terminé de cantar, corrí la
cortina y me sorprendí por la falta
de reacciones; nadie gritó ni corrió;
la pequeña niña que estaba pre-
sente no se desmayó. Mis amigos
tenían un control asombroso o
alguien les había hecho algo a las
momias. Sin embargo, ellos habían
visto algo, ya que todas las bocas
estaban tan abiertas que las bar-
billas casi tocaban la punta de los
zapatos. Me di vuelta hacia el ar-
mario y me topé cara a cara con el
reloj de mi tío José. Allí estaba
parado, el profeta José Smith, exac-
tamente en el lugar donde d e -
berían estar las momias. Lo miré
buscando en su cara la expresión
del adulto que no está m u y eno-
jado, la mirada q u e parece decir:
" M e hace gracia, pero estoy enfa-
d a d o por tus travesuras infantiles."
Lo miré m u y bien, pero no p u d e
encontrar nada de eso. Así es que
regalándole la mejor de mis son-
risas encaminé mi auditorio por las
escaleras hacia la puerta de la calle.
Y esa fue la última vez que quise
ver las momias de Nauvoo.
Anécdotas excepcíonaSes de la vida cusión, a la cual éste consintió. El lugar escogido
fue la grande y hermosa iglesia de su arrogante con-
de nuestros apóstoles tendiente a quien me describieron como un h o m b r e
de modales dominantes, el prototipo del individuo

JEDEDIAH que intimida a los demás. Cuando llegó el m o m e n t o

de la discusión, la sala estaba atestada de gente; se
habían escogido jueces, y todo estaba listo para em-

M. GRANT pezar, cuando el hermano Grant poniéndose de pie,

dijo: "Señor Baldwin, quisiera hacerle una pregunta
antes de seguir adelante." "Con mucho gusto," le
Reseña biográfica respondió éste. El hermano Grant le preguntó en-
tonces: "¿Quién está a ía cabeza de su iglesia en el
Jedediah M. Grant nació el 21 de febrero de 1816, sudoeste de Virginia?", a lo cual el predicador res-
en Windsor, estado de Nueva York, Estados Unidos, pondió con tono severo: "Yo, señor; yo." " M u y
y fueron sus padres Joshua Grant y Athalia Howard. bien," le dijo el h e r m a n o Grant, añadiendo en segui-
A los diecisiete años se convirtió a la Iglesia y se da "deseaba saber si tenía un digno contendiente."
bautizó el 21 de marzo de 1833. Su interloctor q u e d ó confuso por un m o m e n t o y
El élder Grant sirvió en muchas misiones, la pri- luego dijo: "Señor Grant, me gustaría preguntarle
mera de las cuales realizó en 1835. Fue ordenado a usted, ¿quién está a la cabeza de su Iglesia en el
setenta el 28 de febrero de 1835, por José Smith, sudoeste de Virginia?" Poniéndose de pie e incli-
Sidney Rigdon y Frederick G. Williams, y el 2 de n a n d o la cabeza, aquél le respondió: "Jesucristo,
diciembre de 1845 fue apartado como uno de los señor." La conmoción fue eléctrica; esta inspirada
primeros Siete Presidentes de Setentas, a los veinti- respuesta desarmó por completo al arrogante antago-
nueve años de edad. nista, y el humilde siervo del Señor salió victorioso
En 1851 fue elegido como primer alcade de Salt una vez más.
Lake City, y en 1852 fue escogido orador de la Casa
de Representantes del territorio de Utah.
Andrew Jenson, The Latter-day Saints Biogmphical Encydopeiiia (An-
El élder Jedediah Morgan Grant fue ordenado drew jenson History Company, 1902), pág. 53.
Apóstol por el presidente Brigham Young el 7 de
abril de 1854, siendo sostenido ese mismo día como
Segundo Consejero del presidente Young. Tenía "Como veis, el papel está en blanco"
entonces treinta y ocho años de edad.
En la primera parte de su ministerio (como misio-
El presidente Jedediah M. Grant fue un fervoroso nero), el élder Grant tenía la reputación de ser un gran
siervo de Dios y quizás llegara a excederse en sus
esfuerzos físicos; murió a la temprana edad de cua-
renta años el 1° de diciembre de 1856, en Salt Lake
City.
Cuando falleció, u n o de sus hijos, Heber Jeddy
Grant, que llegó a ser Presidente de la Iglesia, tenía
sólo nueve días de nacido.
El presidente Brigham Young le rindió grandes
honores en el servicio funerario. En resumen, dijo:
"Jedediah fue miembro de esta Iglesia durante cerca
de veinticinco años, pero en ese tiempo rindió al
Señor cien años de servicio en la Iglesia."

"¿Quién está a la cabeza de nuestra

Iglesia?"
En una ocasión, un eminente predicador bautista
de apellido Baldwin, desafió al élder Grant a una dis-

*Leon R. Hartshorn, compilador. ExcepHonal Stories from the Lives

of Our Aposftes. Usado con permiso.

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orador, aun improvisando, y respondía frecuentemente
a invitaciones para predicar sobre temas que le entre-
gaban en el m i s m o m o m e n t o de comenzar a hablar.
Con el tiempo, muchos se preguntaban con asombro
cómo y cuándo preparaba sus magníficos sermones,
él les respondía diciendo que nunca preparaba sus
sermones como lo hacían otros ministros religiosos; y
agregaba: "Por supuesto, estudio y almaceno en mi
memoria las verdades del evangelio, pero nunca pre-
paro expresamente un sermón." M a s no le creían,
pues según pensaban, era imposible que un h o m b r e
predicase de tal manera sin u n a cuidadosa prepara-
ción; por lo tanto, algunas personas decidieron
ponerlo a prueba, y le pidieron que predicara en una
ocasión y lugar determinados, sobre un tema que
ellos le seleccionarían y le entregarían al llegar ai
lugar de la reunión, no dejándole de este m o d o tiem-
po alguno para prepararse. El consintió, y eligieron
para la reunión a Jeffersonville, en el estado de Vir-
ginia, que en aquel tiempo era residencia de muchos
h o m b r e s prominentes, entre ellos John B. Floyd, q u e
después fue Ministro secretario de guerra. La sala
que escogieron se hallaba en el edificio de los tribu-
nales. A la hora señalada, el lugar estaba repleto de
gente, encontrándose presentes el señor Floyd y
varios abogados y ministros religiosos, que ocupa-
ban los asientos delanteros. El élder Grant entró,
se dirigió al estrado y dio comienzo a la reunión como
de costumbre. AI concluirse el segundo h i m n o , un
secretario asignado para la ocasión, se acercó y le
entregó un papel (el del tema) que el orador desdo-
bló, encontrándose con que estaba en blanco. En-
tonces, sin manifestación alguna de sorpresa y sos-
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teniendo el papel en alto ante la audiencia, dijo:
"Amigos míos, me encuentro hoy aquí según previo
acuerdo, para predicar sobre el tema que estos caba-
lleros me seleccionarían y que tengo en la m a n o .
No deseo ofenderos; pero he prometido hablar del
tema seleccionado, y si habéis de culpar a alguien, que
sea a aquellos que lo seleccionaron. Yo ignoraba
cuál sería el tema que escogerían, pero de todos éste
es mi favorito. C o m o podéis ver, el papel está en
blanco. Vosotros, los sectarios, creéis q u e Dios creó
todas las cosas de la nada, y ahora deseáis que yo cree
un sermón de la nada, pues este papel está en blanco.
Vosotros creéis en un Dios que no tiene cuerpo, ni
partes ni pasiones; un Dios así sería para mí algo ab-
solutamente en blanco, tal como este papel. Creéis
en u n a iglesia sin profetas, apóstoles, evangelistas,
etc. De acuerdo con mi tema, tal iglesia sería algo en
blanco al comparársele con la Iglesia de Cristo. Habéis
situado vuestro cielo más allá de los límites del tiem-
po y del espacio; no existe en ninguna parte, y por
consiguiente, vuestro cielo es algo en blanco, como
este papel." Y de este modo continuó hasta que h u b o
hecho trizas todas las creencias q u e profesaban los
miembros de su audiencia, procediendo en seguida a
proclamar los principios del evangelio con gran
poder. Dio el golpe final, preguntando: "¿Os ha com-
placido la forma en que he desarrollado vuestro
tema?" Tan pronto como h u b o terminado, el señor
Floyd se puso de pie de un salto y dijo: "Señor
Grant, si no es usted abogado, debería serlo." En
seguida, volviéndose al público, agregó: "Caballe-
ros, habéis escuchado un magnífico discurso, y os ha
asombrado. Ahora observad la ropa del señor Grant;
reparad en su chaqueta, lo gastada que está, lo mis-
mo q u e sus pantalones. Hagamos una colecta."
C u a n d o se h u b o sentado, otro eminente abogado
. . . se puso de pie diciendo: "Yo p u e d o pagar por
u n a manga de la chaqueta y una pierna de pantalón
para el señor Grant." Se le solicitó al presidente de la
Iglesia Metodista Episcopal del Sur q u e pasase el
sombrero entre la congregación, mas éste respondió
q u e él no haría u n a colecta para un predicador
" m o r m ó n " ; pero el señor Floyd insistió: "Sí, lo hará;
proceda a pasar el s o m b r e r o " y los miembros de la
audiencia lo apoyaron, hasta que finalmente, por con-
servar la paz, el ministro tuvo que ceder. Conforme a
lo dispuesto, pasó entre la congregación con el som-
brero en la mano, recolectando lo suficiente para com-
prarle al h e r m a n o Grant un b u e n traje, un caballo,
u n a silla de montar y una brida. Hacemos notar que
ni u n o de los que contribuyeron era miembro de la
Iglesia, si bien algunos se unieron a ella posterior-
mente. Todo esto resultó de un sermón cuyo " t e m a "
era un papel en blanco.
15

"Aquí está la pequeña Margaret"
Relato de Heber C. Kímball
Un día de la semana pasada fui a verlo (al her-
m a n o Grant) y él extendió la mano estrechando la
mía aunque no podía hablar. Sentí piedad por él, y
quise poder levantarlo para que viviese y nos ayudase
a erradicar el mal e imponer la rectitud. ¿Por qué?
Porque era valiente y yo lo estimaba profundamen-
te . . .
Puse las manos sobre él y lo bendije, pidiéndole a
Dios que fortaleciera sus pulmones para que
pudiese respirar con más facilidad; a los dos o tres
minutos se incorporó y me habló durante una hora
afanosamente, contándome lo que había visto y
comprendido, hasta el punto en que, temeroso de
que se agotase, me puse de pie y me despedí.
Esto es lo que me contó: " H e r m a n o Heber, he esta-
do en el m u n d o de los espíritus dos noches seguidas,
y de todos los temores que me han acometido en mi
vida, el peor fue el de tener que regresar a mi cuer-
po, si bien tuve q u e hacerlo. Pero, ¡qué orden y dis-
ciplina había allí! Estando en el m u n d o de los es-
píritus, vi el orden de los h o m b r e s y las mujeres jus-
tos; los vi organizados en sus diversos grados; no
había nada que obstaculizara mi visión y p u d e ver a
todo h o m b r e y toda mujer en su grado y orden. Pro-
curé ver si encontraba allí algún desorden, pero no
había ninguno; ni pude ver muerte ni obscuridad
alguna, ni desorden ni confusión." Me dijo que la
gente que había visto estaba organizada en sistemas
familiares, y que al contemplarlos vio grado tras
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grado, todos organizados en perfecta armonía; m e n -
cionó muchas cosas y me dijo: "Sí, es tal cual el her-
m a n o Brigham nos lo ha descrito muchas veces."
He aquí un testimonio de la veracidad de lo que
el h e r m a n o Brigham nos enseña, y yo sé que es ver-
dad . . .
Vio a los justos reunidos en el m u n d o de los espí-
ritus y que no había malos entre ellos. Vio a su es-
posa, que fue la primera persona que se le acercó; vio
asimismo a muchos que él había conocido, pero no
conversó con ninguno excepto con su esposa. Me
contó que estaba hermosísima, que llevaba en los
brazos a su hijita que había muerto en las llanuras, y
que le dijo: ". . . aquí está la pequeña Margaret;
a u n q u e los lobos devoraron su cuerpo, esto no la
afectó, pues como ves aquí está ella." 1
"Para mi gran asombro," me dijo, "vi que las
familias no estaban completas, pues a aquellos que
no habían honrado sus llamamientos aquí, no se les
había permitido ir a morar junto a sus familiares."
Le preguntó a su esposa dónde se encontraban
José y su h e r m a n o H y r u m Smith, el padre de ambos
y otras personas, a lo que ella respondió: " H a n ido
adelante a preparar el camino para nosotros."
Habían ido tal como el hermano Brigham y los otros
cuando salieron de los Cuarteles de Invierno y vinie-
ron aquí, al valle del Lago Salado en busca de un
lugar donde sus hermanos pudiesen morar.
También me habló de los edificios que había visto
allí, haciendo notar que el Señor dio a Salomón sabi-
duría y derramó en sus manos oro y plata para que
pusiese de manifiesto su talento; pero el templo que
erigió Salomón era m u y inferior al más sencillo de los
edificios que vio en el m u n d o de los espíritus.
Con respecto a los jardines, el hermano Grant me
dijo: " H e visto hermosos jardines en esta tierra, pero
jamás vi ninguno que pueda compararse con los
que hay allá. Vi flores de todas clases; algunas plan-
tas tenían en un solo tallo cincuenta a cien colores
diferentes." En la tierra tenemos muchas clases de
flores y me imagino q u e tienen que haber venido del
cielo, o no estarían aquí.
Al terminar de relatarme las cosas que había
visto, me dijo cuánto le había disgustado regresar y
recobrar su cuerpo, después de haber contemplado
la belleza y la gloria de aquel m u n d o , donde los
espíritus justos moran juntos.
'Margaret había muerto en las llanuras y los lobos cavaron y
extrajeron su cuerpo, devorándolo.
"Remarks at the Funderal of Président Jedediah M. Grant" (Ob-
servaciones en el funeral del presidente Jedediah M. Grant), por
Heber C. Kimball, de Journal of Discouncs, volumen 4, páginas
.135-38.
Orson Pratt
Reseña biográfica
O r s o n Pratt nació el 19 de septiembre de 1811, en
Hartford, estado de Nueva York, Estados Unidos,
siendo sus padres Jared Pratt y Charity Dickinson.
Era hermano menor del apóstol Parley P. Pratt.
El élder Pratt fue bautizado el 19 de septiembre
de 1830. Viajó alrededor de 350 kilómetros para cono-
cer al profeta José Smith que se encontraba en Fay-
ette, estado de Nueva York; en esta ocasión también
conoció a los tres testigos.
Fue ordenado apóstol el 26 de abril de 1835, bajo
las manos de Oliverio Cowdery, David W h i t m e r y
Martin Harris. Fue u n o de los primeros miembros
del Q u o r u m de los Doce en esta dispensación. Cuan-
do fue escogido por el Señor, tenía sólo vientitrés
años. El élder Pratt sirvió en numerosas misiones
para la Iglesia. Fue un brillante h o m b r e de letras, es-
critor, maestro y excelente orador.
Falleció el 3 de octubre de 1881, en Salt Lake City.
'Trescientos cincuenta kilómetros
para ver al Profeta"
Durante casi un año, antes de que yo supiese de
esta Iglesia, había empezado seriamente y por propia
iniciativa a buscar al Señor; lo había buscado dili-
gentemente, tal vez con más afán que muchos otros
que profesaban buscarlo. Busqué con tal fervor al
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Señor entre los dieciocho y los diecinueve años, que
u n a vez que escuché este Evangelio y lo acepté, no
me tomé tiempo para descansar. O c u p a d o en el tra-
bajo de la labranza, mientras los demás se iban a
descansar, me daba el privilegio de salir a los
campos solitarios donde suplicaba aí Señor hora
tras hora que me mostrara q u é hacer, que me ense-
ñara el camino de la vida e iluminara mi entendi-
miento. Cierto es que había asistido, como muchos
otros, a reuniones de diversas sectas religiosas; ha-
bía ido a las de los metodistas, los bautistas y los
presbiterianos. Había oído sus doctrinas y muchos
me instaron encarecidamente a que me hiciese
miembro de su respectiva iglesia; mas algo me guia-
ba a no hacerlo, y por lo tanto, me mantuve separa-
do de todas ellas, rogando continuamente al Señor
q u e me mostrase el camino correcto.
Me mantuve así alrededor de un año hasta que dos
élderes de esta Iglesia llegaron a mi vecindad; escu-
ché su doctrina y creí que era el antiguo evangelio,
pues tan pronto como llegó a mis oídos, supe que si
la Biblia era verdadera, su doctrina también lo era. Me
hablaron no sólo de las ordenanzas, sino también
de los dones y bendiciones prometidos a los que cre-
yeren, y de la autoridad necesaria para administrar
la Iglesia. Recibí todas estas cosas con gozo; en vez
de sentir como muchos, odio en contra de los princi-
pios con la esperanza de que no fueran verdaderos
17
pero a la vez temor de que fueran ciertos. Grande fue
mí regocijo al creer que los antiguos principios del
evangelio habían sido restaurados a la tierra y que
también había sido restaurada la autoridad para pre-
dicarlos. Me regocijé de que mis oídos hubiesen sido
favorecidos con estas buenas nuevas, hallándome
aún en mi juventud y además, en esa época en que
comenzaba a levantarse el reino de Dios. Seguí ade-
lante y me bauticé, siendo yo la única persona de esa
región que se bautizó en muchos años. Procedí in-
mediatamente a arreglar mis asuntos y emprendí un
viaje de trescientos cincuenta kilómetros para ir a ver
al Profeta.
"Volví de inmediato sobre mis
pasos"
Mas pasaré por alto los primeros años de la organi-
zación de la Iglesia para referirme al tiempo en que
fueron escogidos los Doce Apóstoles. Esto fue en el
año 1835. En el año anterior algunos de nosotros
habíamos ido al estado de Misurí en compañía del
profeta José Smith, por mandamiento y revelación
de Dios. Siguiendo instrucciones de José se me
solicitó que permaneciese en el distrito de Clay d u -
rante algunos meses, a fin de visitar a los santos de
aquellas regiones, predicarles, alentarlos, y mostrar-
les los manuscritos con las revelaciones, pues ellos
todavía no conocían todas las revelaciones que se
habían recibido. Después de haber hecho esto y de
haber proclamado el evangelio a las muchas ramas de
la Iglesia en la parte occidental de Misurí, emprendí
nuevamente el viaje de casi 1600 kilómetros al es-
tado de Ohio, predicando por el camino; padecí en
gran manera por la fiebre atravesando aquellos nau-
seabundos terrenos bajos, vadeando pantanos y
cenagales, tendiéndome en las praderas bajo el sol
ardiente, sin que hubiese una vivienda en 20 o 30
kilómetros a la redonda, y sufriendo ya de fuertes
escalofríos, ya de violenta fiebre, vagué de este modo
delirante durante meses antes de regresar a Kirtland,
O h i o , donde vivía el Profeta. No obstante, establecí
entretanto algunas ramas de la Iglesia, antes de em-
prender el viaje hacia la ciudad de Columbus, capi-
tal del estado de Ohio. Entré en la ciudad, forastero,
a pie y solo, ignorando si habría algún Santo de los
Últimos Días en los alrededores; sin embargo, cami-
n a n d o por las atestadas calles reparé repentinamente
en el rostro de un h o m b r e que pasaba, y volví de
inmediato sobre mis pasos; lo seguí y al alcanzarlo
le pregunté si conocía alguien que fuera " m o r m ó n "
en la ciudad de Columbus, a lo cual él me respondió:
"Yo soy mormón, y el único que reside en la ciudad."
Juzgué esto como una revelación, una manifestación
del poder de Dios en mi favor. El me llevó a su casa,
18
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y allí me mostró un diario publicado por nuestra
gente en Kirtland; en aquel diario vi un aviso en el
cual se pedía al h e r m a n o Pratt q u e estuviese en
Kirtland un día y a una hora determinados, a fin de
asistir a una reunión en el Templo y prepararse para
su misión con los Doce que habían sido escogidos. Ya
estábamos sobre la fecha señalada; los Doce habían
sido elegidos y pronto emprenderían el viaje hacia su
primera misión como Consejo. Yo había estado du-
rante meses entre desconocidos y no había visto el
diario.
Me di cuenta de que no tenía tiempo de llegar a
Kirtland a pie, como me había acostumbrado a viajar;
pero con un poco de ayuda, p u d e tomar la primera
diligencia que salía, emprendiendo así a toda prisa el
viaje hacia Kirtland. La diligencia llegó hasta unos
cuatro kilómetros y medio de la ciudad que tuve que
recorrer a pie. Llegué el domingo por la mañana a la
hora exacta señalada para la reunión, a la cual me
presenté valija en mano, pues no había tenido tiempo
de dejarla en otro lado. Allí me reuní con José, Oli-
verio Cowdery, David Whitmer, Martin Harris, y
otros de los testigos del Libro de M o r m ó n , como asi-
m i s m o con varios de los Doce que habían sido esco-
gidos y ordenados poco tiempo antes. Habíanse re-
unido aquel día a fin de organizarse completamente
y prepararse para su primera misión como Consejo.
Y, a u n q u e no habían sabido de mí durante algún
tiempo e ignoraban donde me encontraba. Sabían que
había estado en Misurí y que me había marchado
de allí hacía varios meses, pero el Señor derramó
sobre ellos el espíritu de profecía, y predijeron que yo
asistiría a esa reunión. Cuando me vieron llegar, m u -
chos de los santos apenas podían dar crédito a sus
ojos al ver que la predicción se cumplía cabalmente.
Yo considero estas cosas como milagrosas mani-
festaciones del Espíritu de Dios.
 George A. Smith
Reseña biográfica hijo menor, D o n Carlos, fueron a visitar a mi padre
llevando consigo algunos ejemplares del Libro de
George Albert Smith nació el 26 de junio de 1817, M o r m ó n . Mi padre no había visto a su h e r m a n o du-
en el pueblo de Potsdam, estado de Nueva York, Es- rante casi dieciocho años y se sintió encantado de la
tados Unidos. Sus padres fueron John Smith, her- visita; él había vivido a casi 400 kilómetros de distan-
m a n o de Joseph Smith, padre, y Clarrissa Lyman. cia dé nosotros. En vista de que mi tío tenía gran pri-
Cuando George tenía once años de edad, la familia sa por ver a su padre, al día siguiente mi padre lo
recibió u n a carta de Joseph Smith, padre, en la cual llevó en un carretón tirado por un caballo hasta Stock-
les relataba las visiones y experiencias de su hijo lolm, a unos diecinueve kilómetros de distancia, don-
José, primo de George. Poco tiempo después su tío de residían mi abuelo y mis tíos. Mi madre y yo nos
Joseph fue de visita a Potsdam con el recién tradu- dedicamos el sábado y el domingo a leer el Libro de
cido Libro de M o r m ó n . La madre de George fue la M o r m ó n ; y ese día al atardecer, los vecinos se reunie-
primera de la familia en unirse a la Iglesia. En la pri- ron para ver "la Biblia de o r o " como lo llamaron, y
mavera de 1832, el padre de George, John Smith, fue comenzaron a refutarlo. A u n q u e yo no creía en el
bautizado también. George vio a su primo José por libro, sus objeciones me parecieron tan ilógicas e in-
primera vez en 1832, y el 10 de septiembre de ese sensatas, que empecé a responderles y a exponer lo
m i s m o año se bautizó en la Iglesia. engañosas que eran, con lo cual se alejaron con-
El I o de marzo de 1835, George A. Smith fue or- fundidos.
d e n a d o como el miembro más joven del Primer Q u o -
Continué con la lectura forjando mentalmente u n a
rum de Setentas; tres meses después fue á los estados
serie de objeciones, que supuse serían suficientes para
orientales de los Estados Unidos en su primera mi-
probar que el libro era falso; cuando regresó mi tío
sión.
Joseph, comencé a presentarle mis argumentos que
M á s adelante cumplió una misión en Inglaterra, y
1
el 26 de abril de 1839 fue ordenado Apóstol, a la edad E1 padre del Profeta
de veintiún años. Zora Smith, Ancestory Biograpky and Family of George H.. Smith
(Provo: Brigham Young University Press, 1962), pág. 44.
Brigham Young llamó a George A. Smith un "re-
gistro de historia" y Orson W h i t n e y lo describió como
una "enciclopedia andante". Con ese talento no era
sorprendente q u e fuese llamado como Historiador
de la Iglesia el 7 de abril de 1854, cargo que ocupó
durante los siguientes dieciséis años.
En 1856 fue enviado como delegado del Territorio
de Utah a Washington con la solicitud de que se
declarase estado al territorio.
En 1868, falleció Heber C. Kimball, su amigo de
toda la vida. En la conferencia de octubre de ese año
el h e r m a n o Smith fue llamado como Primer Consejero
del presidente Brigham Young.
George Albert Smith murió el I o de septiembre de
1875, en Salt Lake City.

"La Biblia de o r o "

En el mes de agosto, mi tío Joseph Smith 1 y su

19
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él fue echando por tierra airosamente, al tiempo que evidencia de que la traducción del Libro de M o r m ó n
iluminaba mi mente de tal manera q u e desde en- fue realizada por personas competentes. Exigimos
tonces no he dejado jamás de defender la divina au- estas evidencias; estamos preparados para enfrentar
tenticidad del libro. las consecuencias. En lo q u e concierne a la Biblia,
nuestras evidencias están disponibles y exigimos otras
similares en relación con el Libro de M o r m ó n ; de lo
"Rompí el hielo del riachuelo"
contrario lo declararemos un engaño y a sus propa-
Durante varios años mi padre había estado m u y
gadores, hijos del infierno."
débil de salud y durante casi seis meses antes de su
En respuesta, dije públicamente que este caba-
bautismo no le había sido posible ni siquiera ir a
llero no podía ser un h o m b r e de buena reputación
trabajar al establo. Todos los vecinos creían que aquel
o no habría dicho a la congregación que yo había
bautismo lo mataría. Yo rompí el hielo del riachuelo
aseverado en mi discurso que todos los que no cre-
y abrí un camino de unos doscientos metros a
yeran en el Libro de M o r m ó n se condenarían, cuan-
través de una capa de 60 cm. de nieve, y un día suma-
do todos los presentes sabían perfectamente que yo
mente frío. Los vecinos miraban asombrados, espe-
no había dicho tal cosa. Interrumpiéndome, exclamó
rando verlo morir en el agua, pero su salud comenzó
a gritos: "¡Muestre el mapa de Zarahemla!" A lo cual
a mejorar desde ese momento.
le respondí: "Lo haré en el m o m e n t o y el lugar en que
usted me muestre el mapa de la tierra de Nod, de la
q u e se habla en el Génesis (Génesis 4:16)." El
"El clérigo se alejó desconcertado" me dijo entonces: " M u é s t r e n o s las planchas origi-
Cuando terminé de predicar, un clérigo luterano
nales del Libro de M o r m ó n , y yo le mostraré el ori-
se puso de pie afirmando que yo les había dicho que
ginal de la Biblia." Le respondí: " C u a n d o usted traiga
el Libro de M o r m ó n era verdadero y que si no creían
y exhiba las tablas de piedra originales (Éxodo 24:12)
en él serían condenados a pena eterna. Y agregó:
en las q u e Dios escribió con su dedo los Diez M a n -
" N o podemos ser condenados si no tenemos la evi-
damientos, y los rollos de papiro originales en los
dencia. En cuanto a la Biblia, su verdad está atestigua-
q u e Moisés escribió el libro de la ley; y también los
da de tres maneras: Primero, tenemos un mapa de
dos palos (Ezequiel 37:16) sobre los que escribió
toda la región que describe. Yo reto a este descono-
Ezequiel, entonces yo le mostraré las planchas de oro
cido a presentar un mapa de la Zarahemla de que se
de las cuales se tradujo el Libro de M o r m ó n . "
habla en el Libro de M o r m ó n . Segundo, tenemos los
La audiencia rió, y el clérigo se alejó desconcertado
registros originales de la Biblia, y desafío a estos fo-
profiriendo injurias.
rasteros a mostrar al público los registros originales del
Libro de M o r m ó n . Tercero, debemos contar con la Smith, "Memoírs," pág. 49.

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 PENSAMIENTOS DE LOS
DISCURSOS DE
CONFERENCIA
¿Sabéis quiénes sois? Sois hijos
de Dios. Vuestros espíritus fueron
creados y vivieron antes de que el
m u n d o lo fuese. Habéis sido ben-
decidos con un cuerpo físico debi-
do a vuestra obediencia a ciertos
mandamientos en aquel estado
preterrenal. Ahora habéis nacido
en el seno de una familia, como
premio por la vida que llevasteis
antes de venir aquí.
Q u é diferente sería si en verdad
sintiéramos nuestra relación divina
con Dios, nuestro Padre Celestial,
con Jesucristo nuestro Salvador, y
con cada uno de nuestros seme-
jantes.
Presidente Harold B. Lee
No importa cuál sea nuestra
nacionalidad, nuestra raza o cul-
tura. Desarrollamos seguridad y
fortaleza en la vida viviendo el
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22
evangelio.
Eider James A. Cullimore
*****
Este m u n d o fue creado lo mis-
mo para ti q u e para todos los de-
más. Cristo vino para sacrificarse
por ti. El evangelio fue restaurado
para ti. El Señor contestará tus
oraciones. Dios te tiene presente,
porque tú eres su hijo.
Eldred G. Smith
*****
Cristo dijo: "Amarás a tu pró-
jimo como a ti mismo." Debemos
recordar que nuestro prójimo más
cercano son los miembros de n u e s -
tra propia familia. En seguida
están nuestros vecinos: de la mis-
ma calle, ciudad, provincia, dis-
trito, estado p nación, sí, aun del
m u n d o entero. Nuestro prójimo
son todos aquellos con quienes
nos asociamos o a quienes, de
alguna manera, llega nuestra in-
fluencia.
Élder O. Leslie Stone
Algunos de vosotros asistís a es-
cuelas donde hay pocos miembros
de la Iglesia, pero si os compor-
táis debidamente y desarrolláis
vuestra personalidad de acuerdo
a las normas de la Iglesia, vuestra
luz brillará con fuerza como desde
lo alto de un monte, para que t o -
dos la vean.
Élder David B. Haighí
Seleccionad de entre le música
sagrada de la Iglesia un h i m n o
favorito, con palabras alentadoras
y música reverente. Podríais elegir
"Soy un hijo de Dios". Estudiadlo
con cuidado, aprendedlo de m e m o -
ria y entonces utilizadlo como una
guía para encauzar vuestros pen-
samientos.
Élder Boyd K. Packer
Liahona Junio de 1974
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No existe un substituto para el
trabajo; no podéis ser perezosos,
pues el Señor espera que de cora-
zón seamos mental y físicamente
industriosos y perseverantes.
Obispo Vaughn J. Featherstone
*****
Las jóvenes de hoy son las m u -
jeres de mañana, y es necesario
que se preparen para desarrollar
ese papel. Jovencitas, no menospre-
ciéis la influencia q u e tenéis sobre
vuestros hermanos. Si os hacéis
dignas de su amor y respeto, p o -
dréis ayudarlos grandemente a
ser limpios, virtuosos, triunfadores
y felices.
Presidente N. EIdon Tanner
Q u é cosa tan maravillosa saber
que somos los hijos de Dios, el
Eterno Padre, y que podremos vi-
vir en su presencia; saber que El
existe, al igual que su Hijo Jesu-
cristo quien se levantó de entre
los muertos y expió los pecados
del m u n d o .
Élder LeGrand Richards
Apoyad y respetad a vuestro
padre en su cargo. Demostradle
amor, comprensión y aprecio por
sus esfuerzos.
Élder James E. Faust
Todos los profetas desde Adán
hasta nuestro actual Profeta, han
testificado que Jesucristo, el Primo-
génito Hijo espiritual de Dios, fue
escogido para ser, y es, nuestro
Redentor.
Presidente Marión G. Romney
Si el Señor estuviera aquí, nos
diría las mismas cosas que nos
dicen sus profetas en la actualidad.
Élder Bruce R. McConkie
23
LAS BENDICIONES
DEL DIEZMO
Lluvia de verano
Nell estaba tan emocionada que apenas se detuvo
para quitarse la ropa de domingo e ir a contarle a
su papá lo que había aprendido en la conferencia;
ni siquiera se tomó el tiempo para ponerse los zapa-
tos, sino que corrió descalza'a través del polvoriento
patio.
Era el mes de junio del año 1899. No había
llovido durante dos años en el sur de Utah y
los . arroyos y los pozos de los alrededores
de St. George se habían secado. Ninguna cosecha
podía lograrse sin agua, y en el campo el ganado
se moría por millares. Algunas familias ya se habían
m u d a d o , y su papá también hacía los preparativos
para partir. M u y temprano, aquella mañana, había
decidido no ir a la conferencia ya que estaba m u y
ocupado empacando y arreglando la carreta; lo de-
cidió así a pesar de q u e el presidente Lorenzo
Snow había ido desde Salt Lake City para hablar
al pueblo.
—¡Papá, papá!—gritó Nell mientras corría hacia él
—Puedes sacar las cosas de la carreta! ¡No tenemos
q u e irnos! El presidente Snow dijo en la conferencia
de hoy que si la gente paga sus diezmos y siembra
los campos, lloverá y tendremos alimentos.
Pero su papá parecía no comprender. Simple-
mente movió la cabeza y se sentó junto a la carreta,
m i r a n d o hacia los estériles campos.
Les había explicado varias veces que no podrían
vivir otro año sin lluvia. Tenían m u y pocos alimentos
en la despensa, y todo el dinero que les quedaba
eran unos dólares que el abuelo le había dada a Nell.
M á s tarde, aquella noche, mientras el padre se
lavaba las manos para cenar, Nell escuchó que le

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decía a su mamá q u e deberían estar preparados para
salir a las seis de la m a ñ a n a del día siguiente.
"Si lo hacemos así, al mediodía llegaremos al
rancho de T h o m p s o n " , le dijo.
La familia se sentó a comer una cena sencilla.
Nadie hablaba. Nell se sentía tan triste que apenas
podía pasar la comida, finalmente la tragó con dificul-
tad y dijo:
—Una vez el abuelo me relató una historia rela-
cionada con las bendiciones q u e recibió la gente
cuando hicieron exactamente lo que Brigham Young
les pidió que hicieran.
Su papá y su m a m á dejaron de comer para escu-
char mientras la niña continuaba.
— C u a n d o dije que me hubiera gustado haber
vivido en aquel tiempo para poder seguir a un Pro-
feta, mi abuelo me dijo que el presidente Snow es
ahora nuestro Profeta, igual que Brigham Young lo
era entonces, y q u e todos d e b e m o s seguirlo.
Después que Nell h u b o terminado su relato, le
pidió al papá que aceptara sus preciados dólares.
—Puedes dárselos al obispo Thorne—le dijo—
¡para ayudar a traer lluvia a St. George!
AI día siguiente, m u y temprano. Nell miró a
través de la ventana y vio una gran nube de polvo
levantándose a lo lejos en el campo; se vistió rápida-
mente y corrió a través de la tierra seca.
Cuando su padre la vio, detuvo los caballos y le-
vantó los brazos; la pequeña se echó en ellos y él
la sostuvo por largo tiempo. Buenos días, dormilona
—le dijo—pensé que no llegarías a tiempo para ayu-
darme a arar el campo y comenzar a sembrar!
Durante las siguientes semanas, cálidas y secas,
la gente de St. George examinaba angustiosamente el
cielo despejado, y tristemente movían la cabeza. Pero
ni Nell, ni su padre se sorprendieron cuando el se-
g u n d o día del mes de agosto comenzó a llover.
El diezmo trae bendiciones
Joseph y su h e r m a n o sacaron ansiosamente las
patatas del suelo humedecido. El alimento había
escaseado durante muchos meses en la pequeña casa
de la familia Smith, y por muchos días no habían
tenido otra cosa para comer que hierbas, cardos
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Ilustrado por Ted Henninger
silvestres y algunas raíces. En ese m o m e n t o , mientras
trabajaban, les parecía saborear el suave p u r é q u e
seguramente les prepararía su madre. ¡Quizás h u -
biera hasta mantequilla para agregarle!
Apenas habían terminado, cuando la madre vino
con la noticia de que las mejores patatas se cargarían
en la carreta para llevarlas a la oficina de los diezmos.
Los muchachos, que ya habían aprendido que no
se podía disuadir a su madre de lo q u e ella consi-
deraba correcto, cargaron la carreta silenciosamente.
Seleccionaron cuidadosamente las mejores patatas
para el diezmo y guardaron las otras para su uso.
Años después, cuando Joseph llegó a ser el sexto
Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días, recordó claramente el incidente y lo
relató con estas palabras:
En aquel tiempo era yo un mozuelo y me subí a la carreta
para guiarla. Cuando llegamos junto a los escalones de la
oficina de los diezmos, listos para descargar las patatas, uno
de los empleados se acercó y le dijo a mi madre: "Hermana
Smith, es una pena que una viuda como usted tenga que
pagar diezmos,"
También hizo otros comentarios; mi madre lo miró y dijo:
"William, deberías avergonzarte, ¿me negarías una bendi-
ción? Si yo no pagara mis diezmos, esperaría que el Señor me
retirara sus bendiciones. Los pago no sólo porque es una
ley de Dios, sino porque al hacerlo, espero recibir una bendi-
ción. Al cumplir con ésta y otras leyes, espero prosperar y
proveer lo necesario para mi familia,
.25
EL PRIMER MARTIR
Después de la muerte de Jesucristo, sus apóstoles
continuaron predicando el evangelio en el templo
y en los hogares. Comprendiendo que la obra era
m u y extensa, pidieron a todos aquellos que habían
aceptado las enseñanzas de Jesucristo, que escogieran
a siete hombres prudentes que estuvieran llenos del
Espíritu Santo para que administraran el dinero y
cuidaran de los necesitados.
A estos siete hombres fieles se les dio el n o m b r e
de diáconos. Los apóstoles pusieron sus manos sobre
la cabeza de cada u n o de ellos y los bendijeron para
que cumplieran con su llamamiento.
El primero de estos hombres se llamaba Esteban.
Muchas personas que no habían creído en las en-
señanzas de Jesucristo, se convirtieron por la fe y el
poder de Esteban, y a través de toda Jerusalén se ha-
blaba de su espíritu y de sus milagros.
Esto hizo que ciertos hombres de la sinagoga
contendieran con Esteban, pero no pudieron en-
contrarle faltas debido a su sabiduría y al Espíritu
por el cual hablaba. Como no pudieron encontrar
forma alguna de detenerlo, persuadieron a ciertos
malvados para que lo calumniaran, acusándolo de que
hablaba en contra de Dios y de Moisés e insistieron
en que debía ser castigado.
Los gobernantes y los escribas escucharon estas
mentiras y lo prendieron , llevándolo ante el concilio.
Sus acusadores también fueron a la reunión y di-
jeron: "Este h o m b r e no cesa de hablar palabras contra
este santo lugar y contra la ley, pues le hemos oído
decir que Jesús de Nazaret destruirá este lugar y
cambiará las costumbres que nos dio Moisés."
Los hombres del concilio vieron que una luz m u y
brillante iluminaba a Esteban y que su cara parecía
la de un ángel, sin embargo sus acusadores insistían
en sus mentiras hasta que el s u m o sacerdote le pre-
26
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guntó: "¿Es esto así?"
A u n cuando él sabía que su vida corría peligro, con
valor se puso de pie y contestó todas las preguntas
que le hacían; les relató las historias de Abraham,
José, Moisés y otros profetas bíblicos, y los acusó
también de haber matado a Jesucristo, el Hijo de
Dios, diciéndoles que serían castigados.
Los gobernantes se disgustaron al ver que este
joven se atrevía a enrostrarles lo que habían hecho, y
comenzaron a amenazarlo de muerte. Pero Esteban,
con los ojos puestos en el cielo, vio la gloria de Dios
y a Jesucristo que estaba a la diestra de El, y esto le
dio valor para enfrentarse a las acusaciones que le
hacían debido a las palabras que había sido ins-
pirado a decir.
Los gobernantes estaban tan enfadados que se
taparon los oídos con las manos para no escucharlo.
Llenos de ira y temor, llevaron a Esteban fuera de la
ciudad y comenzaron a arrojarle piedras. Así se acos-
t u m b r a b a castigar a los h o m b r e s en aquellos tiempos.
Para arrojar las piedras con más facilidad se quitaron
parte de la ropa y la dejaron al cuidado de un joven
llamado Saulo.
AI sentir los golpes de las piedras Esteban se arro-
dilló, alzó la vista al cielo, y oró diciendo:
"Señor Jesús, recibe mi espíritu." Y antes de morir,
clamó a Dios pidiéndole que perdonara a aquellos
q u e le arrojaban piedras y que habían pecado contra
El.
Después de la crucifixión de Jesucristo, Esteban
fue el primero en morir a causa del evangelio.
C u a n d o sus amigos se enteraron de su muerte,
t o m a r o n su cuerpo lapidado y tristemente lo sepul-
taron. Y lloraron a este valiente joven que había dado
su vida por la verdad. (Hechos 6 y 7.)
[Ilustración: cortesía de Providence Lithographing Co.]
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 UN PROBLEMA
VISUAL
El siguiente es un
problema para determi-
nar como está tu agudeza
visual. Fíjate cuidadosa-
mente en el diagrama.
Ahora contesta estas pre-
guntas: Si se plantara
un árbol en cada p u n t o
en que se encuentran o
cruzan las líneas, ¿cuán-
tos árboles se plantarían?
¿Cuántas hileras? ¿Cuán-
tos árboles por hilera?

PUNTO DE OBSERVACIÓN
El viejo oso sale para observar los alrededores, pero olfatea a
otras criaturas. ¿Cuántas puedes encontrar? Hay un loro, u n a tortuga,
un gato, un perro, un hombre, una oveja, una jovencita, un b u h o y
un pájaro volando. Eres m u y hábil si encuentras todas.

28
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En 1962, i n m e d i a t a m e n t e
después de haber terminado mis
estudios preparatorios, comencé
a estudiar en la Universidad de la
Iglesia en Hawai. Durante mi se-
g u n d o año allá, mi adorada madre
murió. Como mi padre había m u e r -
to cuando yo era pequeñita, estaba
m u y apegada a mi madre depen-
diendo totalmente de ella en cuan-
to a consejos, apoyo financiero y
bienestar personal. Después de
recibir la noticia de su muerte,
oré a mi Padre Celestial y llorando
le exigí que me hiciera saber por-
qué me había hecho cosa tan terri-
ble. ¿Por qué me había quitado a la
única persona por la que gustosa-
Liahona Junio de 1974
bibliotecasud.blogspot.com
mente viviría? Le dije a mi Padre
Celestial que estaba m u y enojada
con El, y que debido a esto me
retiraría de la Iglesia hasta que
se me pasara el enojo.
Pero a pesar de estar enojada con
mi Padre Celestial, mi ira no me
impidió obedecer una de las en-
señanzas más hermosas que me
había inculcado mi madre. Ella
había recalcado a sus hijos la im-
portancia del ayuno y la oración.
A u n cuando había dejado mi casa
para irme a la universidad, había
continuado recordándome esta
gran enseñanza a través de sus
frecuentes cartas y debido a elfo,
siempre me acuerdo de orar día
EL SUEÑO
por Sipuau J. Matuauto
Ilustrado por Judy Law
y noche y de practicar fielmente la
ley del ayuno.
No obstante, mis oraciones
durante ese tiempo probatorio, no
eran las de costumbre.
Por primera vez en mi vida en
verdad le hablaba a mi Padre Celes-
tial como le hubiera hablado a mi
padre terrenal, y jamás olvidé
recordarle que aún estaba enojada
y que no pondría un pie en la
capilla hasta q u e se me pasara el
enojo.
Debido a mi educación y a las
enseñanzas de mi madre no tenía
deseos de salir ni de hacer cosas que
ella hubiera desaprobado. No obs-
tante, dentro de mi corazón yo
29

sabía que se hubiera opuesto a la
forma en que me pasaba los domin-
gos, durmiendo y viendo pro-
gramas de televisión. Durante ese
tiempo mi mente estaba estancada
y me sentía terriblemente sola.
Entonces, un domingo por la
noche, comprendí la realidad de la
obra misional en el m u n d o espiri-
tual. Esta experiencia hizo que mi
ira se transformara en lágrimas de
comprensión y de amor por mi
Padre Celestial. Esa noche tuve un
sueño significativo, algo que no me
sucede con frecuencia. En él, vi a mi
querida madre con un manual de
lecciones en sus manos, enseñando
el evangelio a un grupo de per-
sonas. El sueño era tan real, que
30
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me levanté de la cama para correr
hacia ella. Pero al abrir los ojos
me encontré sola en el cuarto.
Algo me impulsó a abrir el se-
g u n d o cajón de mi cómoda, de
donde saqué una de las cartas de
mi madre; encendí la luz y siguien-
do un impulso, comencé a leer la
segunda página de la carta. Pronto
llegué a la parte donde me decía
que había recibido un llamamiento
para cumplir una misión, que gus-
tosamente haría cualquier cosa por
la Iglesia y por el Señor, y que es-
peraba comenzar su misión en abril
del año siguiente (1964). Había es-
crito la carta a fines de 1963.
Al leer esta parte, una luz me ilu-
minó la mente y gradualmente
inundó mi pecho. Esta luz hizo
q u e supiera y comprendiera sin
duda alguna q u e mi madre dejó
esta vida sólo para cumplir su
misión en el otro m u n d o . Ella
había muerto el 2 de abril de 1964,
en el m i s m o mes en el que esperaba
comenzar su misión.
Sosteniendo todavía la carta
entre mis manos me puse de rodi-
llas, con los ojos llenos de lágrimas.
Con la cabeza inclinada, le di gra-
cias a mi Padre Celestial por la luz
q u e me había dado, y le pedí p e r d ó n
por mi mal comportamiento ante-
rior. Le prometí que desde ese
m o m e n t o haría su voluntad en
todas las cosas, y que buscaría la
forma de servirle todos los días
de mi vida.
La hermana Matuauto es de Samoa y trabaja
como traductora para la Iglesia, además, es
miembro del famoso Coro del Tabernáculo.
 Comprender quienes somos nos induce a
sentir el autorrespeto que nos debemos
Mis amados hermanos y ami-
gos, quisiera hacer algunos comen-
tarios sobre cierta condición que
hoy en día es motivo de inmensa
preocupación para todos nosotros.
Me refiero a la alarmante falta de
autorrespeto- de tantas personas,
condición que se evidencia en su
m o d o de vestir, sus modales, y las
abrumadoras oleadas de libertinaje
que parecen arrollar al m u n d o
como una avalancha.
Vemos entre nosotros a muchos
q u e parecen renegar de las normas
de la decencia o desechar el signi-
ficado de palabras consagradas
por las épocas que, desde el prin-
cipio del tiempo, h a n tenido ver-
dadera importancia para nuestros
antepasados; palabras que han sido
hechas para el fortalecimiento
del carácter, y la rectitud, la ar-
monía, la unidad y la paz en en el
mundo.
Existen palabras eternas que si
se entendieran, se enseñaran y
practicaran, llevarían ía salvación
a todo ser h u m a n o que haya vivido
o viva en el m u n d o , presente o fu-
turo.
Para algunos podrá parecer anti-
Liahona Junio de 1974
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por el presidente Harold B. Lee
cuado hablar de la virtud y la cas-
tidad, la honestidad, la moralidad,
la fe y el carácter, pero éstas son
las cualidades que han formado a
los grandes h o m b r e s y las grandes
mujeres, y que señalan la vía por la
cual podemos encontrar felicidad en
la vida presente y gozo eterno en
el m u n d o venidero. Son lo que
constituye el soporte de nuestra
vida a pesar de las aflicciones, las
tragedias, las pestilencias y las
crueldades de la guerra que
traen consigo espantosa destruc-
ción, h a m b r e y derramamiento
de sangre.
Aquellos que no prestan oído a
las amonestaciones de quienes se
esfuerzan por enseñar estos prin-
cipios, y escogen en cambio el ca-
mino opuesto, llegarán finalmente
a encontrarse en el lastimoso estado
del q u e tan frecuentemente somos
testigos. El profeta Isaías describió
ese trágico resultado más dramá-
ticamente al repetir lo que el
Señor le dijo cuando procuraba
fortalecer a su pueblo en contra de
las maldades del m u n d o . A conti-
nuación cito sus palabras:
". . . Paz, paz al que está lejos
y al cercano, dijo Jehová; y lo
sanaré. Pero los impíos son como
el mar en tempestad, que no puede
estarse quieto, y sus aguas arrojan
cieno y lodo. No hay paz, dijo mi
Dios, para los impíos" (Isaías 57:
19-21).
Del mismo modo, otros profe-
tas han declarado con igual ener-
gía que no puede ser mal inter-
pretada, que "la maldad nunca fue
felicidad" (Alma 41:10).
31
 Al considerar con espíritu de
oración las razones para que el
individuo escoja ese camino que el
profeta Isaías describe—cuando
aquel que se ha separado de la vía
q u e le habría brindado paz, es
como el mar en tempestad que
arroja cieno y lodo—me parece a
mí q u e son resultado de la falta
de autorrespeto. Pongamos aten-
ción a las palabras de sabiduría de
aquellos cuya vida es digna de
ejemplo y cuyas conclusiones se
"¿QUIENES SOIS? SOIS TODOS
HIJOS DE DIOS. VUESTROS
ESPÍRITUS FUERON CREADOS
Y VIVIERON COMO INTELIGEN-
CIAS ORGANIZADAS ANTES DE
QUE EL MUNDO FUESE."
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basaron en la realidad de la época
en que vivieron. Cito a continua-
ción:
"El respeto por sí mismo es la
piedra angular de toda virtud."
—Sir John Frederick William
Herschel 1
Otros han dicho:
"El respeto propio es el más
noble atavío con que el h o m b r e
puede cubrirse, el más elevado
sentimiento en que el intelecto
puede inspirarse."
—Samuel Smiles 2
" T o d o h o m b r e establece su
propia valía. El valor que nos atri-
buyan los demás será el que noso-
tros mismos determinemos. El
h o m b r e es grande o pequeño, de
acuerdo a su propia voluntad."
• —Johnn von Schíller 3
Una simpática madre de una
comunidad cercana me escribió lo
siguiente: " A m o a mi país, amo
a mi marido, amo a mis hijos, amo
a mi Dios, y esto es posible sólo
porque verdaderamente me a m o a
mí misma."
Tales son los frutos del respeto
propio. Si, por el contrario, el in-
dividuo no siente por sí mismo ese
amor al cual se refería esta her-
mana, otras p u e d e n ser las conse-
cuencias; la persona le pierde amor
a la vida. Si se casa, pierde el amor
por el cónyuge y los hijos . . . si no
tiene amor hacia su hogar ni respeto
por el país en que vive, llegará
finalmente a perder su amor a
Dios. La rebelión en la tierra, el
desorden y la falta de amor en la
familia, la desobediencia de los
hijos a los padres, la pérdida del
contacto con Dios, todo esto es
consecuencia de la pérdida del
respeto por sí mismo.
Recuerdo una invitación que me
hicieron para que hablase a un
grupo de hombres la mayoría de los
cuales no habían avanzado en
la Iglesia a causa de su falta de
deseos o por no haber entendido la
importancia de someterse a ciertas
normas que se requieren para ser
avanzados. El tema sobre el cual
hablaría se titulaba: "¿Quién soy
yo?" Al meditar sobre esto y buscar
la palabra de Dios mientras me
preparaba para cumplir con esta
asignación, supe repentinamente
q u e iba a hablar sobre un tema de
primordial importancia para todos
nosotros, tal como lo era para
aquellos hombres, entre los cuales,
indudablemente, habría algunos
que no se habían encontrado a sí
mismos y que carecían de una base
sólida sobre la cual edificar su
vida.
La mala conducta de los hijos y
la terquedad de la adolescencia,
no son muchas veces más que una
tentativa por llamar la atención u
obtener una popularidad que las
dotes físicas e intelectuales no
atraen. De este modo, la joven
indiferente a todo y el muchacho
desarreglado, por lo general no
son más que reflejos de individuos
q u e procuran mediante un compor-
tamiento extraño, suplir esa dis-
tinción indefinible que les parece
encantadora con una torpe tenta-
tiva de llamar la atención, por
medio de una conducta que refleja
la íntima frustración que les
causa la falta de entendimiento de
su verdadera identidad como seres
humanos.
Y bien, entonces, "¿Quién soy
yo?" Quienes carecen de ese impor-
tante conocimiento y por tanto, no
se tienen en la alta estima en que se
tendrían si se comprendiesen, no
tienen respeto por sí mismos.
Permitidme comenzar a respon-
der esa interrogante planteando dos
preguntas de las escrituras, que han
de grabarse en toda alma.
El salmista escribió: "¿Qué es el
hombre, para que tengas de él
memoria, y el hijo del hombre,
para que lo visites? Le has hecho
poco menor q u e los ángeles, y lo
coronaste de gloria y de h o n r a "
(Salmos 8:4-5).
Y el.Señor le hizo a Job la si-
guiente pregunta: "¿Dónde estabas
tú cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo saber, si tienes inteli-
gencia . . . cuando alababan todas
las estrellas del alba, y se regoci-
jaban todos los hijos de Dios?"
(Job 38:4-7).
Reducidos a términos más sen-
cillos lo que los profetas nos
plantean en las escrituras son las
simples preguntas, "¿De dónde
vinisteis? ¿Por q u é estáis aquí?"
El sicólogo MacDougall 4 dijo en
cierta ocasión: "Lo primero que ha
de hacerse para ayudar a un in-
dividuo a regenerarse moralmente
es restaurarle si es posible, el res-
peto propio." También recuerdo
el ruego del antiguo tejedor inglés,
q u e dice: " O h , Dios, ayúdame a
mantener una elevada opinión de
mí mismo." Esta debería ser la
oración de toda alma; no una auto-
estima anormal que se convierte en
altanería, engreimiento y arrogan-
cia, sino un correcto y justo auto-
rrespeto que podría definirse como
"la creencia en la propia dignidad,
en el valor que tenemos para Dios,
en el valor que tenemos para el
hombre."
Relacionemos ahora estas res-
puestas a las escrutadoras pregun-
tas que deben de brotar en la.con-
ciencia de todos los que se han
extraviado o no han llegado a una
verdadera evaluación de sí mismos
en este caótico m u n d o . Tengo la
esperanza de que en el limitado
tiempo que tengo asignado, de
alguna manera se escuche mi voz
por encima de la funesta tristeza
de nuestro agitado m u n d o .
El apóstol Pablo escribió: "Por
otra parte, tuvimos a nuestros
padres terrenales que nos disci-
plinaban, y los venerábamos. ¿Por
q u é no obedeceremos mucho mejor
al Padre de los espíritus, y vivire-
mos?" (Hebreos 12:9).
Esto indica que todos los que
viven en la tierra, los q u e tienen
padres terrenales, tienen del mismo
m o d o un Padre de sus espíritus.
Así también lo señalaron Moisés
y Aarón, cuando postrándose sobre
sus rostros, clamaron: "Dios, Dios
de los espíritus de toda carne, ¿no
es un solo h o m b r e el que pecó?
¿Por qué airarte contra toda la
congregación?" (Números 16:22).
Reparemos en la forma en que
se dirigieron al Señor: ". . . Dios
(Padre) de los espíritus de toda
carne' (el género humano) . . ."
Por las revelaciones a Abraham,
llegamos a vislumbrar quién y
q u é es el espíritu.
"Y el Señor me había mostrado a
mí, Abraham, las inteligencias que
fueron organizadas antes q u e el
m u n d o fuese; y entre todas éstas
había muchas de las nobles y
grandes;
Y Dios vio estas almas, y eran
buenas, y estaba en medio de
ellas, y dijo: A éstos haré mis go-
bernantes—pues estaba entre
aquellos que eran espíritus, y vio
que eran buenos—y él me dijo:
Abraham, tú eres uno de ellos;
fuiste escogido antes de nacer"
(Abraham 3:22-23).
Allí se nos dice que el Señor
prometió a los que fuesen fieles en
ese m u n d o preexistente que les
sería añadido, al recibir un cuer-
po físico en. este segundo estado,
la existencia terrenal; y que ade-
más, si guardaban los mandamien-
tos que Dios enseñaría mediante
las revelaciones, recibirían "au-
mento de gloria sobre sus cabezas
para siempre jamás" (Abraham
3:26).
Ahora bien, hay varias preciosas
verdades en esta escritura; primero,
tenemos una definición de lo que es
el espíritu y de cómo se relaciona

Liahona Junio de 1974

bibliotecasud.blogspot.com 33
ésta con nuestro cuerpo físico. ¿Qué
apariencia tenían nuestros espí-
ritus en ese m u n d o preexistente
(si pudiésemos verlos separados
de nuestros cuerpos terrenales)?
Un moderno profeta de los últimos
días nos da una inspirada respues-
ta:
". . . siendo lo espiritual a seme-
janza de lo temporal, y lo temporal
a semejanza de lo espiritual; el es-
píritu del h o m b r e a semejanza de
su persona, así como también el
espíritu de las bestias y toda otra
criatura que Dios ha creado" (D.
y C. 77:2).
La otra verdad que aprendemos
de esta escritura es que todos,
habiendo sido espíritus y teniendo
ahora cuerpos terrenales con los
cuales se nos dio el privilegio de
venir a la tierra como seres mor-
tales, estuvimos entre aquellos que
pasaron esa primera prueba; si
no la hubiésemos pasado no habría-
mos recibido cuerpos, sino que
se nos habría negado este privile-
gio y habríamos seguido a Satanás,
como sucedió a la tercera parte de
los espíritus en la preexistencia;
éstos se encuentran ahora entre
nosotros en su forma espiritual,
intentando siempre desbaratar el
plan de salvación mediante el cual
todos aquellos que sean obedientes
tendrán la gran gloria de regresar a
Dios, el Padre que nos dio la vida.
Por esto, los profetas del An-
tiguo Testamento declararon con
respecto a la muerte: "y el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el
espíritu vuelva a Dios que lo dio"
(Eclesiastés 12:7).
Evidentemente, no podríamos
regresar a un lugar en el cual no
hubiésemos estado; por lo tanto,
hablamos de la muerte como de un
fenómeno natural tan milagroso
como el nacimiento, mediante el
cual regresamos a nuestro Padre
que está en los cielos.
Otra verdad queda claramente
establecida en la escritura mencio-
nada (Abraham 3:22-23): que m u -
34
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chos fueron escogidos, como
Abraham, antes de nacer; así lo dijo
el Señor a Moisés y también a
Jeremías. Esto adquirió aún más
significado cuando el Profeta de los
últimos días, José Smith, declaró:
"Creo que todo individuo llamado
a efectuar una obra importante en
el reino de Dios, ha sido llamado y
preordinado para dicha obra antes
de que el m u n d o fuese." Más ade-
lante añadió: "Creo que yo fui pre-
ordinado para la obra que he sido
llamado a realizar" (Véase Docu-
mentary History of The Ckurch, tomo
6, pág. 364).
No obstante, debemos hacer una
advertencia: a pesar del llama-
miento que en las escrituras se de-
nomina como "preordinación,"
tenemos otra inspirada declara-
ción: " H e aquí, muchos son los
llamados, pero pocos los escogi-
dos . . ." (D. y C 121:34).
Esto indica que aunque aquí
tenemos nuestro libre aíbedrío,
muchos fueron preordinados antes
de que el m u n d o fuese para un
estado mayor que aquel que alcan-
zaron en esta existencia terrenal.
A u n cuando pudieron haber esta-
do entre los nobles y grandes de
los cuales el Padre declaró que
haría sus gobernantes escogidos,
pueden fracasar en su llama-
miento aquí en la vida terrenal. El
Señor mismo plantea la siguiente
pregunta: "¿Y por qué no son esco-
gidos?" (D. y C. 121:34). Y nos da
dos respuestas: primero, "Porque
tienen sus corazones de tal manera
fijos en las cosas de este m u n d o
. . . " Y segundo, " . . . y aspiran a
los honores de los h o m b r e s " (D.
y C 121:35).
Ahora bien, a fin de resumir lo
q u e acabo de leer, quisiera haceros
nuevamente la pregunta: "¿Quié-
nes sois?" Sois todos hijos de Dios.
Vuestros espíritus fueron creados
y vivieron como inteligencias or-
ganizadas antes de q u e el m u n d o
fuese. Habéis recibido la bendición
de tener un cuerpo físico por vues-
tra obediencia a ciertos manda-
mientos en ese estado preexistente;
habéis nacido en el seno de una
familia, en una nación determina-
da, como resultado de la vida que
llevasteis antes de vivir aquí; y en
una época de la historia del m u n -
do, como lo enseñó el apóstol Pa-
blo a los atenienses y como lo
reveló el Señor a Moisés, deter-
minada por la fidelidad que ejercis-
teis en vuestra vida anterior antes
de la creación del m u n d o .
Escuchad ahora las significativas
palabras del poderoso sermón que
pronunció el apóstol Pablo inspi-
rado por la inscripción "AL D I O S
NO C O N O C I D O " escrita en el
altar por los que ignorantemente
adoraban imágenes de piedra, de
bronce y madera:
"El Dios que hizo el m u n d o y
todas las cosas que en él hay,
siendo Señor del cielo y de la
tierra, no habita en templos hechos
por manos h u m a n a s .
Y de una sangre ha hecho todo
el linaje de los hombres, para que
habiten sobre toda la faz de la
tierra; y les ha prefijado el orden
de los tiempos, y los límites de su
habitación;
para que b u s q u e n a Dios, si en
alguna manera, palpando, puedan
hallarle, a u n q u e ciertamente no
está lejos de cada uno de nosotros"
(Hechos 17:24, 26-27).
Y tenemos otra declaración con-
creta del Señor a Moisés, que se
encuentra registrada en el libro de
Deuteronomio:
" C u a n d o el Altísimo hizo here-
dar a las naciones, cuando hizo divi-
dir a los hijos de los hombres, es-
tableció los límites de los pueblos
según el número de los hijos de
Israel" (Deuteronomio 32:8).
Ahora bien, recordad que esto
fue dicho a los hijos de Israel antes
de que llegasen a la "Tierra Prome-
tida," la que sería la tierra de su
herencia. Reparemos en el versículo
siguiente: "Porque la porción de
Jehová es su pueblo; Jacob la
heredad que le tocó" (Deuterono-
mio 32:9).
Parecería m u y claro, entonces,
que aquellos que nacieran bajo el
linaje de Jacob, que después llegó
a llamarse Israel, siendo su posteri-
dad, que se conocería como los
hijos de Israel, nacerían del linaje
más ilustre entre todos los que
viniesen a la tierra como seres
mortales.
Todos estos merecimientos
fueron aparentemente prometidos
o preordinados, antes de la creación
del m u n d o , y ciertamente h a n de
haber sido determinados por la
vida q u e llevamos en aquel m u n d o
espiritual de la preexistencia. Al-
gunos podrán poner en tela de jui-
cio estas suposiciones, mas al mis-
mo tiempo aceptarán sin dudar la
creencia de que cuando dejemos
esta tierra todos seremos juzgados
de acuerdo con nuestros hechos
durante nuestra vida terrenal. ¿No
es igualmente razonable creer q u e
lo que hemos recibido en esta vida
nos ha sido dado a cada uno de
acuerdo con los méritos de nuestra
conducta antes de que viniésemos
aquí?
Cito ahora otra importante de-
claración que encontramos en las
escrituras. Todos gozamos del libre
albedrío, lo cual para muchas per-
sonas rebeldes significa que son
libres para hacer lo que les dé la
gana; m á s ése no es el significado
correcto del libre albedrío como lo
h a n declarado los profetas al defi-
nirlo en las escrituras:
"Así pues, los h o m b r e s son
libres según la carne; y les son
dadas todas las cosas que para ellos
son propias. Y pueden escoger la
libertad y la vida eterna, por m o -
tivo de la gran mediación para to-
dos los hombres, o escoger la cau-
tividad y la muerte según la cau-
tividad y el poder del diablo, por-
q u e éste quiere que todos los
h o m b r e s sean miserables como él."
(2 Nefi 2:27).
El apóstol Pablo explicó la
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naturaleza sagrada de nuestro
cuerpo físico en la siguiente decla-
ración: "¿No sabéis que sois templo
de Dios, y que el Espíritu de Dios
mora en vosotros?
Si alguno destruyere el templo
de Dios, Dios le destruirá a él por-
que el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo e s " (1 Corintios
3:16-17).
Más adelante lo dijo nueva-
mente, a aquellos que habían sido
bautizados en la Iglesia y habían
recibido el d o n especial conocido
como el Espíritu Santo. He aquí su
enseñanza: "¿O ignoráis que vues-
tro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el
cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? . . . glorificad, pues, a
Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de
D i o s " (1 Corintios 6:19-20).
" Q U E DIFERENTE SERIA T O D O
SI EN REALIDAD SINTIÉSEMOS
NUESTRA DIVINA RELACIÓN
C O N DIOS. . ."
Si podemos lograr que un indi-
viduo piense en el significado de
esas palabras podremos comenzar
a comprender las del sicólogo Mac-
Dougall, que cité anteriormente:
"Lo primero que ha de hacerse para
ayudar a un individuo a regenerarse
moralmente es restaurarle, si es
posible, el respeto propio." ¿En
qué forma podría restaurársele
mejor ese respeto que ayudándole
a comprender cabalmente su verda-
dera identidad?
Cuando vemos a una persona
q u e carece de autorrespeto eviden-
ciándolo con su conducta, su apa-
riencia, su forma de hablar y el ab-
soluto desprecio que muestra por
las reglas básicas de la decencia,
estamos ante el terrible espec-
táculo que presenta aquél sobre
quien Satanás ha logrado una vic-
toria. Sobre esto el Señor dijo que
el diablo trataría de "engañar y
cegar a los hombres, llevándolos
cautivos según la voluntad de él
. . . destruir el albedrío del h o m -
b r e " (Véase Moisés 4:1-4) Y será la
suerte de "cuantos no escucharen
mi voz" (Moisés 4:4) como se lo
declaró a Moisés.
Hace algunos años leí el informe
de una encuesta realizada por mi-
nistros religiosos sobre casos de
estudiantes que se habían suicida-
do. Después de un exhaustivo
estudio llegaron a esta conclusión:
"La filosofía de la vida de estos
estudiantes era tan deficiente que
al enfrentar una grave crisis, no
teniendo nada firme a lo cual
asirse, optaron por tomar la salida
del cobarde."
Tal podría ser el terrible estado
de aquellos que describió el M a e s -
tro en la parábola con que con-
cluyó el Sermón del Monte:
"Pero cualquiera que me oye
estas palabras y no las hace, le
compararé a un h o m b r e insensato,
q u e edificó su casa sobre la arena;
y descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y dieron
con ímpetu contra aquella casa;
y cayó, y grande fue su ruina"
(Mateo 7:26-27).
El propósito eterno del Señor
con respecto a su plan de salvación
le fue declarado a Moisés: "Por-
que, he aquí, ésta es mi obra y mi
gloria: Llevar a cabo la inmortali-
dad y la vida eterna del h o m b r e "
(Moisés 1:39).
La primera meta de ese plan
eterno es que todos viniésemos a
la tierra y obtuviésemos un cuerpo
físico, y entonces, después de la
muerte y la resurrección subsi-
guientes, el espíritu y e l . cuerpo
resucitado ya no quedarían suje-
tos a la muerte; esto fue una dá-
diva a toda alma viviente como
lo declaró Pablo: "Porque así como
en A d á n todos mueren, también
en Cristo todos serán vivificados"
(1 Corintios 15:22).
Lo que esto significa para un
m o r i b u n d o o para una madre que
35
haya perdido un hijo, pueden ilus-
trarlo las siguientes palabras de una
joven madre a la que visité en el
hospital hace unos años: " H e
pensado mucho, y he llegado a
la conclusión de q u e sería lo
mismo para mí morir ahora que
vivir hasta los 70, los 80 o los
90 años. Mientras más pronto
pueda llegar al lugar donde pueda
estar activa y haciendo las cosas
que me brindarán gozo eterno,
mejor será para todos." La con-
solaba la idea de que la vida que
había llevado la hacía digna de
entrar en la presencia de Dios, lo
cual es gozar de la vida eterna.
La importancia de aprovechar
cada hora del precioso tiempo
que se nos ha asignado en esta
vida, quedó fuertemente grabada
en mí con un incidente ocurrido
en mi propia familia. Una joven
llevó en una ocasión a su preciosa
hijita de seis años, a visitar a sus
abuelos; durante la visita nos pre-
guntó si nos gustaría escuchar
una nueva canción m u y hermosa
que la hija acababa de aprender
en su clase de la Primaria. Mien-
tras la madre la acompañaba, la
niña cantó:
"Soy un hijo de Dios,
por El enviado aquí;
me ha dado un hogar y padres
caros para mí.
"Soy un hijo de Dios,
no me desamparéis;
a enseñarme hoy su ley,
precisa que empecéis.
"Soy un hijo de Dios,
y galardón tendré,
si cumplo con su ley aquí
con él vivir podré.
Coro
"Guiadme, enseñadme por
sus vías a marchar,
para que algún día yo
con él pueda morar."
—Los Niños Cantan, pág. 22.
Los abuelos no pudieron con-
tener las lágrimas; lejos estaban
entonces de imaginar siquiera que
antes de que aquella pequeña
36
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hubiese tenido la oportunidad de
que su madre le enseñara todo lo
q u e debía saber para poder regresar
a su hogar celestial, la muerte se
llevaría repentinamente a la madre,
dejando a otros la responsabilidad
de responder a los ruegos de aquella
oración infantil, enseñándole, ins-
truyéndola y guiándola a través
de las incertidumbres de la vida.
Q u é diferente sería todo si en
realidad sintiésemos la divina rela-
ción que nos u n e con Dios, nuestro
Padre Celestial, con Jesucristo,
nuestro Salvador y H e r m a n o m a -
yor, y nuestra mutua relación como
hermanos espirituales.
En contraste con esa sublime
paz, como la que rodeaba a la mag-
nífica hermana a quien visité en el
hospital, está el estado espantoso
de aquellos que al acercarse a la
". . . MUCHOS FUERON PREOR-
DINADOS ANTES DE QUE EL
MUNDO FUESE PARA UN ESTA-
DO MAYOR QUE AQUEL QUE
ALCANZARON EN ESTA EXIS-
TENCIA TERRENAL."
muerte no tienen ese gran con-
suelo, pues como el Señor nos
ha dicho claramente: "Y los que
no murieren en mí, ¡ay de ellos!
p o r q u e su muerte será amarga"
(D. y C. 42:47).
El dramaturgo George Bernard
Shaw 5 dijo: "Si todos nos diése-
mos cuenta de que somos hijos
del mismo padre, cesaríamos de
gritarnos los unos a los otros en la
forma en que lo hacemos."
Ahora, al llegar a la conclusión
de mi discurso, confío en haber
podido daros algo que os estimule
a pensar seriamente en cuanto a
quienes sois y de donde habéis
venido; que además, haya yo podido
encender dentro de vuestra alma
la d e t e r m i n a c i ó n de comenzar
ahora a teneros en mayor estima,
así como de reverenciar el templo
de Dios, vuestro cuerpo físico, en
el cual mora un espíritu celestial.
Os ruego que os repitáis una y
otra vez lo que la Primaria ha en-
señado a los niños a cantar: "Soy
un hijo de Dios"; y que al hacerlo,
comencéis hoy a acercaros más a
los ideales que os harán la vida
más feliz y más fructífera, como
consecuencia de haberos desperta-
do a la realidad de lo que sois.
Q u e Dios nos conceda a todos
vivir en tal forma, que aquellos
que nos observan no nos vean a
nosotros, sino a lo que tenemos de
divino y que viene de Dios. Tenien-
do ante mí la visión de lo q u e
pueden llegar a ser aquellos q u e
andan extraviados, ruego p o r q u e
puedan recibir fortaleza y resolu-
ción para elevarse cada vez más y
marchar adelante hacia esa gran
meta de la vida eterna, y también
p o r q u e yo pueda hacer mi parte
en enseñar por ejemplo como por
precepto, ofreciendo lo mejor de
mí mismo.
Nuevamente ofrezco mi solemne
testimonio de la profunda verdad
de las palabras del Maestro a la
desconsolada Marta: "Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree
en mí, a u n q u e esté muerto, vivirá"
(Juan 11:25).
Agradezco a Dios porque yo
también p u e d o decir, con el mismo
espíritu con que Marta lo hizo
cuando dio su testimonio inspira-
do por el Espíritu:
"Sí, señor; yo he creído que
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
que has venido al m u n d o . " (Véase
Juan 11:27.)
En el n o m b r e de nuestro Señor
y Maestro, Jesús el Cristo, el Sal-
vador del m u n d o , así sea. A m é n .
1
Sír John Frederick William Herschel—
(1792-1871) Físico británico.
2
SamueI Smües—(1S12-1904) Escritor es-
cocés.
:í
Johann von Schiller— (1759-1805) Poeta,
dramaturgo y filósofo alemán.
''MacDougall—f 1871-1928) Psicólogo britá-
nico.
r
'George Bernard Shaw—(185ó-1950) Dra-
maturgo irlandés.
 Discurso pronunciado en la sesión matutina del domingo 7 de octubre de 1973
Ser mujer es el más alto honor
Esta m a ñ a n a quiero testificar al
m u n d o que yo sé que Jesús es el
Cristo, el Hijo del Dios Viviente, y
que vino al m u n d o a morir por
nosotros. Y fue crucificado, a pesar
de haber sido El quien nos dio el
plan de vida y salvación. Median-
te su resurrección todos tenemos
la oportunidad de gozar de la vida
eterna. Los profetas siempre han
sido perseguidos, y muchos de
ellos asesinados al enseñar la ley
del Señor. ¡Qué situación tan seria
para meditar!
T a m b i é n deseo testificar que su
Iglesia, con la totalidad del evan-
gelio, ha sido restaurada mediante
u n o de sus profetas elegidos; que
la Iglesia de Jesucristo está aquí;
y que El la dirige mediante un
Profeta viviente. Hago un llama-
miento a todos los hombres para
q u e escuchen la palabra que 'el
Señor nos ha dado, por medio de
la voz de su Profeta, para la
salvación de la humanidad. No
la ignoréis, ridiculicéis ni tratéis
de destruirla.
Hoy me gustaría hablar sobre el
papel de la mujer en esta Iglesia,
en donde tenemos un incompara-
ble grupo de maravillosas esposas,
madres y mujeres solteras, dedi-
cadas a la obra del Señor, y al ser-
vicio de sus semejantes. Están
afiliadas a la Sociedad de Socorro,
la principal organización femenina;
a la Primaria, en donde se instruye
a nuestros hijos; a la Escuela
Dominical, donde se dan clases del
evangelio del Señor; a la A.M.M.
Ltahona Junio de 1974
bibliotecasud.blogspot.com
por el presidente N. Eldon Tanner
Primer Consejero en la Primera Presidencia
del Sacerdocio Aarónico y de Mel-
quisedec, que proporciona activi-
dades físicas y sociales a jóvenes
y adultos; y además, sirven con
dedicación y destreza en otras
actividades.
Hace unos días, después de dis-
cutir con algunos h o m b r e s sobre
diferentes asuntos de negocios,
y al volverse más informal la con-
versación, u n o de ellos dijo: "Yo
tengo la esposa más maravillosa del
m u n d o . " Otro repuso: "Eso es lo
q u e tú crees. Yo pienso que soy
yo quien tiene la mejor." Y el ter-
cero agregó: "¡Qué bendición tan
grande es tener una esposa a la que
se ama, y que lo ama a uno! Una
buena ama de casa y madre, con
grandes ideales, que cree en Dios
y quiere ayudar a su familia a acep-
tar y vivir las enseñanzas del evan-
gelio de Jesucristo."
¿Qué mujer desearía mayor
gloria o tributo que el proveniente
de un esposo comprensivo y a m o -
roso? El aplauso y homenaje del
m u n d o se minimizan cuando se
comparan con el apoyo de Dios y
las expresiones de amor y aprecio
que nacen en los labios y el cora-
zón de aquellos que la rodean y
la aprecian.
Dios ha puesto en claro desde el
principio que la mujer es m u y es-
pecial y ha aclarado también su
posición, obligaciones y destino en
e l ' p l a n eterno. Pablo dijo que el
varón es imagen y gloria de Dios,
y que la mujer es la gloria del
varón; también que con el Señor,
ni el varón es sin la mujer, ni la
mujer sin el varón, (Ver 1 Cor. 1.1:7,
11.) Notaréis que se menciona a
Dios significativamente en rela-
ción con esta gran asociación, y no
debemos olvidar que u n o de los
mayores privilegios, bendiciones y
oportunidades es que ía mujer
pueda ser colaboradora de Dios en
la tarea de traer al m u n d o a sus
hijos espirituales.
Este glorioso concepto es de una
importancia tal que Satanás y sus
legiones están usando argumentos
científicos y propaganda nefasta
para engañarla, haciéndola alejarse
de sus responsabilidades primor-
diales cómo esposa, madre y ama
de casa. Se habla de emancipa-
ción, independencia, liberación
sexual, control de la natalidad,
37
abortos y demás propaganda insi-
diosa que rebaja el papel de la
mujer; todos estos son medios que
Satanás emplea para destruir a la
mujer, al hogar y a la familia que es
la unidad básica de la sociedad.
La radio, la televisión y las re-
vistas pornográficas son algunos de
los medios más eficaces para reba-
jar a la mujer, usándola como sím-
bolo sexual —explotación sexual—
como la llaman algunos. La ropa
indecente, las drogas y el alcohol
destruyen la castidad, la virtud
y aun la vida misma. Con los m o -
dernos servicios de comunicación
y la velocidad en el transporte,
mayor n ú m e r o de personas se
enteran de lo que sucede en el
m u n d o . Debido a esto ya se están
sintiendo las influencias y efectos
degradantes.
Tanto los jóvenes como los
adultos p u e d e n obtener p o r n o -
grafía, drogas y alcohol en canti-
dades alarmantes; están destruyen-
do los valores morales y deterio-
rando la m e n t e y los procesos del
razonamiento de aquellos que
sucumben ante esos engaños
demoníacos.
El presidente Dallin O a k s , de la
Universidad de Brigham Young,
dijo recientemente al cuerpo estu-
diantil: "Estamos rodeados de
ejemplos que fomentan las rela-
ciones sexuales ilícitas, tales como
publicaciones, revistas y aun las
pantallas de cine. Las historietas y
películas pornográficas y eróticas
son peores q u e u n a comida inmun-
da o descompuesta. Nuestro or-
ganismo tiene defensas que lo
protegen de una comida dañina;
pero la mente no puede desem-
barazarse de la inmundicia. Una
vez que algo se ha 'grabado, per-
manecerá en ella proyectando sus
pervertidas imágenes y alejándonos
de las cosas edificantes de la vida."
Es m u y importante que nuestras
jóvenes se mantengan alejadas de
esa clase de contaminación. Las
jóvenes de h o y son las mujeres
del mañana, y es necesario que
38
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se preparen para desempeñarse en
ese papel. ¿Os imagináis qué clase
de m u n d o tendríamos en el futuro
si las jóvenes de hoy se debilitaran
moralmente a tal grado que no
enseñaran la virtud en sus h o -
gares? Y si llegaran a tener hijos,
no los criarían en hogares santifi-
cados por las leyes del matrimonio.
El matrimonio es una ordenanza
de Dios, y d e b e m o s hacer todo lo
posible por reforzar esos lazos
unificadores, fortalecer nuestros
hogares y prepararnos para vivir
ejemplarmente, enseñando a nues-
tros hijos la senda de Dios, que es
el único medio para que ellos en-
cuentren la felicidad aquí y en la
vida eterna.
A medida que enumeramos las
importantes responsabilidades que
la mujer tiene en relación a sus
deberes de esposa, madre, ama
de casa, hermana, novia o buena
vecina, es evidente que éstas pueden
satisfacer su necesidad de expresar
sus talentos, intereses, creatividad,
dedicación, energía y esfuerzo, lo
que tantas mujeres tratan de hacer
fuera del hogar. Es imposible valo-
rar la perdurable influencia posi-
tiva que ella p u e d e tener en cual-
quiera de sus papeles en el hogar.
Permitidme recordaros sus respon-
sabilidades primordiales.
Primero, como antes mencioné,
es copartícipe con Dios para traer
al m u n d o a sus hijos espirituales.
¡Qué concepto tan glorioso! No
puede haber honor más grande, y
con él surge ¡a tremenda respon-
sabilidad de amar y cuidar a esos
niños para que aprendan sus
deberes de ciudadanos y todo lo
q u e deben hacer para volver a la
presencia de su Padre Celestial.
Debe enseñárseles a comprender
el evangelio de Jesucristo y a
aceptar y vivir sus enseñanzas. A
medida q u e entiendan el p r o p ó -
sito de la vida y hacia dónde se
dirigen, obtendrán el entendimiento
necesario para escoger lo verda-
dero y rechazar las tentaciones de
Satanás, quien está realmente de-
cidido a destruirlos.
La madre ejerce sobre sus hijos
una influencia mayor que cual-
quier otra persona, y debe tener en
cuenta cada palabra que pronuncia,
cada respuesta que da y aun su
forma de vestirse y arreglarse, ya
q u e esto afecta la vida de sus hijos
y de toda la familia. Es en el hogar
con la madre, donde el niño ad-
quiere las actitudes, esperanzas y
creencias q u e determinarán la clase
de vida q u e elegirá y la aportación
que hará a la sociedad.
El presidente Brigham Young
expresó que las madres son un
instrumento en las manos de ,1a
Providencia y el elemento que da
sabor a la humanidad, y que guía
destinos y vida de h o m b r e s y na-
ciones en la tierra. Además, dijo:
"Dejemos a las madres de cualquier
nación que enseñen a sus hijos a
no hacer guerras y éstas no surgi-
rán entre ellos" (Discourses of Brig-
ham Young, páe. 199).
Cuando el Señor Dios dijo: " N o
es b u e n o que el h o m b r e esté solo;
le haré ayuda idónea para él",
se expresó literalmente y a con-
tinuación creó a Eva. (Gen. 2:18.)
Se nos ha enseñado que: "Por tan-
to, dejará el h o m b r e a su padre y
a su madre, y se unirá a su mujer
y serán una sola carne", y así se
describe la relación que debe exis-
tir entre el h o m b r e y la mujer.
(Gen. 2:24.) Se dice que detrás de
un buen hombre siempre hay una
buena mujer y mi experiencia
personal me dice q u e esto general-
mente es cierto.
Es interesante notar que cuando
las compañías solicitan nuevos
empleados o se preparan a ascender
los que ya tienen, a los jefes les
interesa mucho saber qué clase de
esposa tienen aquéllos. Esto parece
ser m u y importante. Cuando se
considera a algún m i e m b r o para
q u e desempeñe cargos en la Iglesia,
siempre se toma en cuenta la per-
sonalidad de su esposa, y si podrá
o no apoyarlo en su responsabili-
dad.
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 Mujeres, vosotras sois una gran
fuente de fortaleza y apoyo para
los hombres y a veces cuando ellos
más necesitan ayuda es cuando
menos ía merecen. Un h o m b r e
no puede tener mayor incentivo,
fuerza y esperanza que el de saber
que su madre, novia o esposa
confía en él y lo ama. Y debe
luchar cada día por ser merecedor
de esa confianza y ese amor.
El presidente H u g h B. Brown
dijo en una conferencia de ía Socie-
dad de Socorro: "Algunos hombres
tienden a creer que las mujeres
pertenecen al sexo débil, pero yo
no pienso así. Puede ser que física-
mente lo sean, pero espiritual,
moral, religiosamente y en la fe,
¡qué h o m b r e podría formar pareja
con una mujer que se haya conver-
tido realmente al evangelio! Las
mujeres siempre están dispuestas
a sacrificarse más que los hombres;
son más pacientes en el sufri-
miento y más fervorosas en sus ora-
ciones; igualan y muchas veces
superan a los h o m b r e s en alegría,
bondad, moralidad y fe" (Conferen-
cia de la Sociedad de Socorro, 29
de septiembre de 1965).
Jovencitas, no menospreciéis la
influencia que tenéis sobre vues-
tros hermanos o novios. Si vivís
dignas de su amor y respeto, podréis
ayudarlos en gran manera a ser
limpios, virtuosos, triunfadores y
felices. Recordad siempre que en
la vida podéis lograr más con res-
peto que con popularidad. Hace
u n o s días estaba leyendo el
informe de una conversación entre
dos jóvenes estadounidenses, pri-
sioneros de guerra en Vietnam. Uno
de ellos dijo: "Estoy cansado de ia
guerra, bombas, destrucción y
prisiones; de todo y de todos."
"Personalmente siento lo mis-
mo—dijo el otro—Pero conozco
a una joven que siempre está oran-
do para que yo regrese. Sé que
se preocupa por mí y eso me ayuda
a soportar todas las calamidades."
Quiero recalcar a las madres e
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hijas, a las mujeres de todas partes,
q u e debido a la gran influencia y al
poder benéfico que ellas tienen
sobre nosotros, Satanás ha decidi-
do destruirlas. No cedáis ante é!.
Tened el valor, la fuerza, el deseo
y la determinación de vivir como
el Señor quiere que viváis: limpia
y sanamente. Jovencitas, conser-
vaos virtuosas y haceos merece-
doras de un' h o m b r e recto, que
como vosotras se conserve limpio,
para que juntos asistáis a !a Casa
del Señor y os selléis en los lazos
eternos del matrimonio por el tiem-
po y ia eternidad, y preparéis un
hogar donde Dios pueda mandar
a sus hijos espirituales. Entonces
podréis enfrentaros con vues-
tros hijos, con la seguridad de que
vuestro ejemplo es
ES IMPOSIBLE VALORAR LA
PERDURABLE INFLUENCIA
POSITIVA QUE LA MUJER
PUEDE TENER C O M O MADRE,
A M A DE CASA, HERMANA,
NOVIA O BUENA VECINA.
el camino que lleva a la felicidad
y el progreso eternos. Ellos tienen
derecho a esa herencia, y ruego
humildemente en mis oraciones que
viváis para proporcionársela.
La creación de la tierra tuvo
como propósito proveer una
morada donde los hijos espirituales
de Dios pudieran venir para ad-
quirir un cuerpo mortal y pre-
pararse, al conservar su segundo
estado, para la salvación y exal-
tación. La misión de Jesucristo
fue poner al alcance del h o m b r e la
inmortalidad y la vida eterna. Los
padres deben hacerse merecedores
de esta bendición, ayudando así
a Dios el Padre y a su Hijo Jesu-
cristo en su misión. No existe
honor más elevado que el de ser
colaboradora del Señor en este
divino plan, y quiero decir, sin
temor a equivocarme, que la mujer
hallará más satisfacción y alegría,
y hará una mejor contribución a la
h u m a n i d a d siendo u n a madre
digna y capaz de educar a sus hijos,
q u e siguiendo cualquier otra voca-
ción.
El Señor nos ha prometido
grandes bendiciones si hacemos
nuestra parte en este plan divino.
Herbert Hoover, quien fue Presi-
dente de los Estados Unidos, hizo
ía siguiente declaración: "Si
pudiéramos tener una sola genera-
ción de niños que nacieran, se
educaran y crecieran sanamente,
miles de problemas se desvane-
cerían. Nos aseguraríamos de tener
mentes más sanas y cuerpos más
vigorosos para dirigir nuestras
energías hacia metas más eleva-
das." (Citado por el presidente
David O. McKay, Conference Re-
port, abril de 1931, págs. 79,80.)
¡Cuan afortunados somos al
tener la Iglesia de Jesucristo es-
tablecida en estos últimos días,
con un Profeta de Dios sobre la
tierra que recibe revelación y direc-
ción divina para ios hijos de los
hombres! Somos bendecidos al
poder conocer la personalidad de
Dios, sus características y atributos.
Se nos ha dado el plan de vida y
salvación, y continuamente reci-
bimos instrucciones sobre la forma
en q u e debemos vivir para alcan-
zar la felicidad en esta vida y lograr
la vida eterna. Ademas, tenemos
organizaciones para instruirnos y
educarnos en todas las cosas con-
cernientes a nuestro bienestar
temporal y espiritual.
Uno de los mejores programas
instituidos por la Iglesia es el
que llamamos Noche de Hogar, que
consiste en que todos los miembros
de la familia se reúnan una vez
por semana. Para mí es m u y
conmovedor saber que en todo
el m u n d o , cada lunes por la noche,
se reúnen las familias de la
Iglesia y el padre los dirige en las
discusiones relativas al bienestar
temporal y espiritual, usando el
manual que ha sido cuidadosamen-
te preparado. En los hogares donde
la familia se junta regularmente
y en la forma debida, las reuniones
adquieren un inestimable valor
espiritual, como lo demuestra la
infinidad de testimonios que reci-
bimos. Q u i e r o instar a cada familia
q u e siga este programa y p u e d o
prometeros que si lo hacéis reci-
biréis muchas bendiciones de
unidad, amor y devoción, y esta-
réis encantados con los resultados.
La oración familiar es una parte
m u y significativa de esa noche
así como lo es cada día, al igual
que la oración personal.
No creo que exista nada mejor
para el h o m b r e que vivir en un
hogar donde el apoyo diario de su
esposa magnifique su sacerdocio;
donde siempre haya armonía y
amor, y donde ambos traten de
crear una familia con hijos justos
con los que puedan volver a la
presencia de nuestro Padre Celes-
tial. Esto puede parecer un sueño
imposible, pero yo os aseguro que
hay miles de familias que viven
rectamente en la Iglesia y esto se
p u e d e convertir en realidad a m e -
dida que aceptemos y vivamos las
enseñanzas de nuestro Señor
Jesucristo. ¡Qué afortunado es el
niño que viva en un hogar así y
qué grande será la alegría de los
padres en su posteridad!
Repito: Satanás está tratando de
alejarnos del gran gozo que recibi-
mos al guardar los mandamientos
de Dios. Nunca debemos olvidar,
y es preciso que lo enseñemos
a nuestros hijos, que Satanás existe
y está dispuesto a exterminarnos.
El sabe el significado y la impor-
tancia de la unidad familiar; sabe
que civilizaciones enteras han
sobrevivido o perecido según la
fuerza o debilidad de dicha unión.
Podemos mantenerlo alejado de
nuestros hogares viviendo y en-
señando a nuestros hijos a vivir los
principios del evangelio de Jesu-
cristo, resistiendo así la tentación
cuando se presente, como es seguro
que se presentará.
Jovencitas, preparaos para asu-
mir el papel de madres, obtenien-
do el conocimiento y la sabiduría
Liahona Junio de 1974
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necesarios mediante u n a buena
educación. Enseñamos que la
gloria de Dios es la inteligencia; por
lo tanto, debemos enterarnos de lo
q u e sucede a nuestro alrededor y
estar preparados para impedir
q u e Satanás nos desvíe de nuestro
destino divino. Mediante el
conocimiento, la sabiduría, el em-
peño y el Espíritu del Señor,
podremos salir adelante.
Creemos también que las m u -
jeres deben tomar parte en los
asuntos de la comunidad y en
las organizaciones auxiliares de la
Iglesia, pero siempre deben re-
cordar que los hijos y el hogar están
primero y que nunca deben rele-
garse. La madre debe hacer sentir
a sus hijos que los ama y que está
profundamente interesada en su
bienestar y en todo lo q u e hagan;
esta responsabilidad es exclusiva-
mente suya y no se debe dejar a
nadie más. Se h a n hecho muchos
estudios y experimentos que prue-
ban que el niño q u e disfruta del
amor y cuidado de su madre,
progresa mucho más que aquel
que permanece en casas-cuna, o
con otras personas que no pueden
prodigarle el mismo amor y
atención.
El padre tiene también u n a gran
responsabilidad. Los hijos necesi-
tan de ambos. Mientras el padre
esté en casa, debe compartir junto
con la madre los quehaceres para
con los hijos menores, la disciplina
y el entrenamiento de los mayores,
y estar siempre dispuesto a escu-
char los problemas y a dar orienta-
ción y consejo.
Estableced a través del amor
buenas relaciones y canales de
comunicación con vuestros hijos.
Quiero instar a todos los espo-
sos, padres, hijos y hermanos, a
demostrar m u c h o respeto y amor,
a tratar de merecer a las mujeres
que forman parte de su vida, sean
esposas, madres, novias, hijas o
hermanas. No hay forma más se-
gura de que un h o m b r e "demuestre
su falta de carácter, buena educa-
ción y cualidades, que mostrarse
irrespetuoso hacia la mujer o hacer
algo q u e la desacredite o la de-
grade. Para Dios es anticristiano,
injusto y desagradable que cual-
quier esposo o padre asuma el
papel de dictador y adopte actitud
de superioridad sobre su esposa
en cualquier forma.
En la conferencia de área en
Munich, Alemania, el presidente
Lee dijo a los esposos: "Si recor-
dáis q u e la parte m á s importante
de la obra del Señor que habéis de
realizar está dentro de vuestro
hogar, podréis mantener unidos
los vínculos familiares . . . S í
fortalecéis estos vínculos y aten-
déis a vuestros hijos, tened la se-
guridad de que vuestro hogar será
un lugar al cual ellos acudirán en
busca de ayuda cuando la necesi-
ten en estos días turbulentos; en-
tonces, el amor abundará y la ale-
gría aumentará."
A .medida que la mujer com-
prenda la importancia de su hogar
y su familia, guarde con su esposo
los mandamientos de Dios para
multiplicar y henchir la tierra, ame
a Dios y a su prójimo como a sí
misma, y enseñe a sus hijos a orar
y caminar rectamente ante el
Señor, su gozo aumentará y sus
bendiciones se multiplicarán hasta
q u e sobreabunden.
Estas bendiciones serán de ale-
gría y regocijo en nuestra posteri-
dad de hijos sanos y felices, bendi-
ciones que no recibirán quienes re-
chacen esta forma de vida. Habrá
paz y satisfacción en los logros de
los hijos, que a su vez contribuirán
a hacer un m u n d o mejor. Q u é
privilegio tan grande tendrán las
familias que mediante la obedien-
cia y el amor se preparan para
regresar a la presencia de nuestro
Padre Celestial, cuando se diga
de ellos: "Bien, b u e n siervo y fiel
. . . entra en el gozo de tu señor"
(Mat. 25:21).
Q u e tengamos este privilegio y
bendición, pido en el n o m b r e de
Jesucristo. Amén.
41
 Discurso pronunciado en la sesión vespertina del domingo 7 de octubre de 1973
RECOMPENSAS, BENDICIONES,
por el presidente Spencer W. Kimball
Roy H. Stetler, editor de una re-
vista religiosa en el este de los Es-
tados Unidos, escribió el siguiente
cuento;
"Ocurrió en las afueras del Cas-
tillo de Livadia, brillantemente
iluminado. Un soldado se paseaba
m i d i e n d o c u i d a d o s a m e n t e sus
pasos de un lado a otro, guardando
el castillo, dentro del cual se realiza-
ba una trascendental conferencia.
El soldado estaba orgulloso de su
tarea, porque, ¿a qué soldado no le
gustaría contarle a sus hijos y
a sus nietos que en una ocasión,
hizo guardia para la culminante
reunión de los 'Tres Grandes'?
De pronto, de la oscuridad, como
un fantasma, surgió u n a figura en el
sendero que conducía a la entrada
del castillo. Ai acercarse al lugar
el guardia le ordenó:
—¡Alto! ¿Quién vive? ¡Acerqúese
e identifiqúese!—al tiempo que
bajaba rápidamente el rifle del
h o m b r o y lo colocaba en posición
de puntería.
La persona contestó:
—Deseo reunirme con los h o m -
bres que están en el castillo.
—¡Absurdo!—exclamó el guar-
42
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PROMESAS
dia—. No puedes entrar al castillo.
¿No sabes que los 'Tres Grandes'
se reúnen para decidir el destino
del mundo? ¡No se permite la entra-
da a nadie!
El h o m b r e preguntó entonces:
—¿Dices que son los 'Tres Gran-
des'? ¿Por qué se les llama así?
—Ellos son—dijo el guardia—
quienes dirán cómo se ha de gober-
nar este mundo.
"El extranjero lo miró directa-
mente y sus ojos centellearon cuan-
do dijo:
—Es por eso que debo estar con
ellos, porque yo p u e d o ayudarlos.
Yo tengo un plan que en verdad
dará resultado y mantendrá la paz
en el m u n d o , sólo con que lo acep-
ten.
El soldado se rió.
—Continúa tu camino, hombre;
no tienes credenciales.
—¿Credenciales? . . . tal vez no
. . . n o aquí—y levantó l a m a n o
en señal de despedida. El guardia
vio una fea cicatriz en aquella
mano. Entonces le miró la otra, y
vio que también tenía cicatriz. .
—¿Estuviste en la guerra?—pre-
guntó, un poco más cortés— Veo
heridas en tus manos.
El hombre se volvió y dijo:
—No pensé que lo notarías.
N o , no recibí estas heridas en la
guerra—y al decir esto desapareció
repentinamente, como si la oscuri-
dad se lo hubiera tragado.
El guardia lo buscó y quedó
anonadado.
—¡Debiera haberlo sabido!—
se lamentó—¡Si tan sólo le hubiera
permitido pasar!—y se desplomó
lleno de consternación.
Aquel h o m b r e fue quien trajo
bendiciones a todos los habi-
tantes de la tierra, quien dijo refi-
riéndose a aquellos que le harían
esta pregunta:
"¿Qué son estas heridas en tus
manos y en tus pies? Entonces
sabrán q u e yo soy el Señor, porque
les diré: Estas son las llagas que
recibí en la casa de mis amigos. Yo
soy el q u e fue levantado. Soy Jesús
quien fue crucificado. Yo soy el
Hijo de Dios" (D. y C. 45:51, 52).
Y recordando q u e la vida es un
período de recompensas y castigos,
consideremos hoy el lado positivo,
las recompensas que recibimos de
El a causa de la obediencia.
" A n d a n d o Jesús junto al mar de
Galilea, vio a dos hermanos, Si-
món, llamado Pedro, y Andrés su
hermano, que echaban la red en el
mar; porque eran pescadores.
Y les dijo: Venid en pos de mí,
y os haré pescadores de h o m b r e s .
Ellos entonces, dejando al ins-
tante las redes, le siguieron" (Mateo
4:18-20).
Y otros dos, Jacobo y Juan, los
hijos de Zebedeo, le siguieron.
Y así dos parejas de hermanos
llegaron a ser apóstoles de Jesu-
cristo.
Y yo os aseguro que este llama-
miento es una de las más grandes
bendiciones que el h o m b r e puede
recibir, así como el más grande
honor. Hoy, 7 de octubre de 1973,
hace exactamente treinta años,
casi a esta misma hora, me arrodi-
llé a los pies del presidente Heber
J. Grant y fui ordenado Apóstol de
Jesucristo.
En la sección 76 de Doctrinas y
Convenios, llamada la Visión, se
prometen las siguientes bendi-
ciones:
" D e que por guardar los man-
damientos pudiesen ser lavados y
limpiados de todos sus pecados, y
recibir el Espíritu Santo por la
imposición de las manos de aquel
que ha sido ordenado y confirma-
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Liahona Junio de 1974
do para ejercer este poder—
Y son los que vencen por la fe,
y los que sella el Santo Espíritu de
la promesa, el cual el Padre derrama
sobre todos los que son justos y
fieles.
Ellos son la Iglesia del Primo-
génito.
Son aquellos en cuyas manos el
Padre ha entregado todas las
cosas—
Son sacerdotes y reyes, quienes
h a n recibido de su plenitud y de su
gloria,
Y son sacerdotes del Altísimo,
según el orden de Melquisedec,
que fue según el orden de Enoc,
q u e fue según el orden del Hijo
Unigénito.
De m o d o que, como está escrito,
ellos son dioses, aun los hijos de
Dios—
Por consiguiente, todas las co-
sas son suyas, sea vida o muerte,
cosas presentes o cosas futuras,
todas son suyas, y ellos son de
Cristo, y Cristo es de Dios.
Y vencerán todas las cosas" (D.
y C. 76:52-60).
EL NOS HA D A D O EL PLAN
QUE NOS LLEVARA HACIA LA
PERFECCIÓN.
"Estos morarán en la presencia
de Dios y de su Cristo para siempre
jamás.
Y quienes saldrán en la resurrec-
ción de los justos.
Son hombres justos hechos per-
fectos mediante Jesús, el mediador
del nuevo convenio, quien obró
esta perfecta expiación derramando
su propia sangre" (D. y C. 76:62,
65, 69).
"Y recorrió Jesús toda Galilea,
enseñando en las sinagogas de
ellos, y predicando el evangelio
del reino, y sanando . . .
Y le siguió mucha gente de
Galilea . . ." (Mateo 4:23, 25).
"Viendo la multitud, subió al
monte y . . . vinieron a él sus dis-
cípulos.
Y abriendo su boca les enseña-
ba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por
heredad.
Bienaventurados los que tie-
nen h a m b r e y sed de justicia, por-
q u e ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericor-
diosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Bienaventurados los de limpio
corazón, p o r q u e ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacifica-
dores, porque ellos serán llamados
hijos de Dios.
CUANDO EL HACE UNA PRO-
MESA, LA CUMPLE.
Bienaventurados los que pade-
cen persecución por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino
de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por
mi causa os vituperen y os persi-
gan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo.
Gózaos y alegraos, porque vues-
tro galardón es grande en los
cielos . . ." (Mateo 5:1-12).
Por las escrituras vemos que
siempre a b u n d a b a n las bendiciones
en el corazón de Jesús.
Así dice el profeta José:
"Y así vimos la gloria de lo ce-
lestial que sobrepuja todas las
cosas—donde Dios, aun el Padre,
reina sobre su trono para siempre
jamás;
Ante cuyo trono todas las co-
sas se inclinan en humilde reve-
rencia, y le rinden gloria para
siempre j a m á s " (D. y C. 76:92,
93).
"Y la gloria de lo celestial es
una, aun como la gloria del sol es
u n a " (D. y C. 76:96).
Y también:
"Pero grandes y maravillosas
43
 son las obras del Señor y los mis-
terios de su reino que nos enseñó,
que sobrepujan toda compren-
sión en gloria, y en poder, y en
PARECE QUE SIEMPRE ABUN-
dominio" (D. y C. 76:114).
DABAN LAS BENDICIONES EN
"Ni tampoco es el h o m b r e capaz
EL CORAZÓN DE IESUS.
de darlos a conocer, porque se
ven y se comprenden tan solamente
por el poder del Espíritu Santo
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44
q u e Dios derrama sobre los q u e
lo a m a n y se purifican ante él;
A quienes concede el privilegio
de ver y conocer por sí m i s m o s "
(D. y C. 76:116, 117).
La revelación de 1832 qué se
conoce como la Visión, empieza
así:
"¡Escuchad, oh cielos, prestad
oídos, oh tierra, y regocijaos,
vosotros los habitantes de ellos,
porque el Señor es Dios, y aparte
de él no hay Salvador!
Grande es su juicio, maravillo-
sas son sus vías, y el fin de sus
obras nadie lo puede saber.
Sus propósitos nunca se frus-
tran, ni tampoco hay quien pueda
detener su mano.
De eternidad en eternidad es el
mismo, y sus años nunca se acaban.
Porque así dice el Señor: Yo, el
Señor, soy misericordioso y benig-
no para con los que me temen, y
me deleito en honrar a los que me
sirven en justicia y en verdad hasta
el fin.
Grande será su galardón, y
eterna será su gloria" (D. y C. 76:1-
6).
Cuando El promete una bendi-
ción, la da; y cumple asimismo
todas sus promesas. En 1831 el
Señor dijo:
"Lo que yo, el Señor, he habla-
do, he dicho, y no me excuso; y
a u n q u e pasaren los cielos y la
tierra, mi palabra no pasará, sino
que toda será cumplida, sea por
mi propia voz, o por la voz de mis
siervos, es lo m i s m o " (D. y C. 1:38).
El mensaje del Señor fue de
amor y paz.
Cuando el Señor comenzaba
a preparar a sus apóstoles para
su crucifixión, les dijo: "El que
en mí cree, las obras que yo hago,
él las hará también; y aun mayores
hará, porque yo voy al Padre"
(Juan 14:12).
Y recordamos, la historia de
Abraham, cuando tres personajes
lo visitaron en el valle de Mamre,
y Abraham se postró en tierra.
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está
Sara tu mujer?", y así continúa el
incidente:
" H e aquí que Sara tu mujer
tendrá un hijo. Y Sara escuchaba
a la puerta de la tienda, q u e estaba
detrás de él.
Y A b r a h a m y Sara eran viejos,
de edad avanzada; y a Sara le había
cesado ya la costumbre de las m u -
jeres.
Se rió, pues, Sara entre sí, di-
ciendo: ¿Después que he enveje-
cido tendré deleite, siendo tam-
bién mi señor ya viejo?
Entonces Jehová dijo a Abra-
ham: ¿Por qué se ha reído Sara
diciendo: ¿Será cierto q u e he de dar
a luz siendo ya vieja?
¿Hay para Dios alguna cosa
difícil? . . . Sara tendrá un hijo"
(Gen. 18:9-14).
Ciertamente nada es imposible
para el Señor. Sus promesas se
cumplen.
En 1833 el Señor hizo promesas
q u e nosotros no deberíamos de
tomar a la ligera:
Dijo: ". . . el ángel destructor
pasará de ellos . . . y no los matará",
recordando los días de Egipto.
Y dijo q u e tendrían buena salud,
fuerza y poder, médula en sus h u e -
sos y salud en sus ombligos.
Y quizá promesas aún más
grandes q u e ésas: "Y hallarán sabi-
duría y grandes tesoros de cono-
cimiento, aun tesoros escondidos".
(Ver D. y C. 89:18-21.)
Todas estas bendiciones son
para los que recuerdan las enseñan-
zas y caminan en obediencia.
"Si me amáis, guardad mis m a n -
damientos", decía el Maestro cons-
tantemente a su pueblo. (Juan
14:15.)
Hay profundidades en el mar
a donde nunca llegan las tormentas
que azotan la superficie. Aquellos
q u e se adentran en las profundi-
dades de la vida, y con serenidad
escuchan la voz del Señor, tienen
el poder estabilizador q u e los lleva
con calma y seguridad a través del
Liahona Junio de 1974
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huracán de las dificultades.
Hay muchas promesas h e r m o -
sas. Al leer las Escrituras y volver
sus páginas se evidencia que casi
todas son recompensas por vivir
los mandamientos del Señor.
Y otra promesa solemne vino
del Señor:
"Y [aquel que viva en rectitud]
será cambiado en un abrir y cerrar
de ojos . . ." (D. y C. 101:31).
"Escuchad estas palabras. He
aquí, que yo soy Jesucristo, el
Salvador del m u n d o . Atesorad estas
cosas en vuestro corazón y sobre
vuestra mente descánsenlas solem-
nidades de la eternidad.
Sed serios. Guardad todos mis
m a n d a m i e n t o s " (D. y C. 43:34, 35).
Y se promete otra bendición:
" P o r q u e en mi propio y debido
tiempo vendré sobre la tierra en
juicio, y mi pueblo será redimido
y reinará conmigo sobre la tierra"
(D. y C. 43:29).
De los Salmos tenemos la p r o -
mesa de esta bendición. El dijo:
" D e Jehová es la tierra y su
plenitud; el m u n d o , y los q u e en
él habitan . . .
¿Quien subirá al monte de Je-
hová? ¿Y quién estará en su lugar
santo?
El limpio de manos y puro de
corazón . . . E l recibirá bendición
de Jehová, y justicia del Dios de
salvación" (Salmos 24:1-5).
Ahora, en nuestra propia dis-
pensación, nos promete esta gran
recompensa:
"Porque todos los que quisieren
recibir una bendición de mi m a n o
han de cumplir con la ley que rige
esa bendición" (D. y C. 132:5).
Entonces nos habla de las ben-
diciones de la eternidad. Y dice
de aquéllos que guardan sus m a n -
damientos y viven dignamente:
". . . pasarán a los ángeles y a
los dioses que están allí, a su exal-
tación y gloria en todas las cosas,
conforme a lo que haya sido sella-
do sobre sus cabezas, siendo esta
gloria la plenitud y continuación
de las simientes para siempre
jamás.
Entonces serán dioses, porque
no tienen fin . . . Entonces serán
dioses, p o r q u e tendrán todo poder,
y los ángeles estarán sujetos a
ellos.
Mas si me recibís en el m u n d o ,
entonces me conoceréis y recibiréis
vuestra exaltación; para q u e donde
yo estoy vosotros también estéis"
(D. y C 132:19, 20, 23).
Nosotros tenemos actualmente
las mismas promesas q u e hizo el
Señor a los hijos de Israel:
"Porque yo me volveré a voso-
tros, y os haré crecer, y os multi-
plicaré, y afirmaré mi pacto con
vosotros.
Comeréis lo añejo de mucho
tiempo, y pondréis fuera lo añejo
para guardar lo nuevo.
Y pondré mi morada en medio
de vosotros, y mi alma no os
abominará;
y andaré entre vosotros, y yo
seré vuestro Dios, y vosotros seréis
mi p u e b l o " (Lev. 26:9-12).
Y al dejarlos, les prometió:
"La paz os dejo, mi paz os doy;
yo no os la doy como el m u n d o la
da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga m i e d o " (Juan 14:27).
Con todo esto, ¿qué más se p o -
dría desear o pedir? Tendremos
todas estas bendiciones y muchas
más siempre que estemos dispues-
tos a guardar los mandamientos y
a ser veraces y honrados en n u e s -
tras relaciones.
Doy testimonio de que Dios nos
ha dado condicionalmente todas
estas cosas y millares de otras
más. El ha organizado su Iglesia
verdadera sobre la tierra. Esta es
su Iglesia. N o s ha d a d o el plan q u e
nos llevará hacia la perfección; y
nos ha dado profetas para que nos
dirijan y nos guíen. Y el Presidente
de la Iglesia es el director de este
reino y de este pueblo, y es un
Profeta de Dios. Esto lo sé, y lo
testifico solemnemente en el n o m -
bre de Jesucristo. Amén.
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 MIS POTROS
En la "Estancia de la vida"
cinco potros yo crié
y según fueran sus mañas,
de este modo los llamé,

Una potra escarceadora

era tordilla muy blanca;
daba gusto andar en ella
y la llamé "La esperanza".
Le siguió un doradillo,
un pingazo "de mi flor"
ligero para la senda;
me dio por llamarlo "Amor".

Luego un zaino malacara

medio endiablado y huraño,
era difícil de rienda
y le puse "Desengaño".

A un oscuro renegrido
por su aviesa condición,
duro de ser domado,
le di por nombre "Dolor."

En la "Estancia de la vida"
quedan dos potros viviendo:
el indomable "Dolor"
y otro llamado "Recuerdo".

Esa fue la tropilla

que en mi estancia yo cuidé;
todos eran muy mañosos
pero nunca quedé a pie.

Margarita Pírez García

Barrio Tercero
Estaca de Montevideo Oeste
(Uruguay)

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ESCUCHA . . . CON TODO TU SER
Escucha a tu hijo . , . con
todo tu ser. En lugar de pensar
en lo que le dirás, escucha lo
q u e él fe está diciendo. Escú-
chalo pacientemente, hasta
el fin, hasta que haya vol-
cado en ti su corazón. Alién-
talo a que hable, mirándolo
a los ojos y haciendo comen-
tarios de persona interesada.
Escúchalo, y saborea el ma-
ravilloso gozo de tenerlo.
Escucha a tu cónyuge . . . con
todo tu ser. No mientras
comentan un problema de
negocios o hablan de la cena,
o de los errores cometidos.
Mírale a la cara, busca la
belleza, atesora la expresión,
la mirada, el gesto de la boca;
conmuévete con los intereses
y las ansiedades mutuos. Es-
cucha con amor y compren-
sión. Escucha . . .
bibliotecasud.blogspot.com
por Winnifred C. Jardine
Escucha a tus padres . . . con
todo tu ser. Escucha sus in-
dicaciones, sus consejos, sus
recuerdos, su reflexiones.
Escucha al prodigio de sus
años, respétalos y hónralos.
Escúchalos, porque ése es tu
don más preciado.
Escucha a un amigo . . -. con
todo tu ser. Escucha sus preor
cupaciones y sus frustra-
ciones, sus ideas y sus dudas,
sus alegrías y su dolor. En-
ternécete, apénate, alégrate
con sus emociones. Sé el oí-
do atento para sus senti-
mientos reprimidos. Escúcha-
lo.
Escucha cuando te presenten
a alguien . . . con todo tu ser.
Pon atención al nombre,
repítelo en voz alta y des-
pués dale vueltas en tu
memoria. Escucha lo que se
dice de la persona y lo que
ella dice. Hazle preguntas
honestas e interésate en lo
q u e te responde. Mírale la
cara, las facciones, y fíjatelas
en la memoria. Puede q u e
vuelvan a encontrarse y, si
puedes recordar su nombre,
le habrás levantado el es-
píritu.
Escucha una conversación
. . . con todo tu ser. Muestra
más deseo de oír que de
hablar. Oblígate a no inte-
rrumpir. Regocíjate con los
buenos pensamientos de los
demás y estimula sus ideas
nobles. Una conversación
animada requiere personas
que estén dispuestas a es-
cuchar . . . con todo su ser.
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Escucha un sermón . . . con
todo tu ser. Absórbelo, analí-
zalo, evalúalo, desarróllalo,
disfrútalo, aprecíalo, recuér-
dalo.
Escucha al Señor . . . con
todo tu ser. Permanece arro-
dillado un m o m e n t o más,
tratando de escuchar. Haz
u n a pausa en medio del tra-
jín del día, y escucha. Sé
perceptivo a cada impresión
divina, a cada sentimiento
noble, a cada idea honorable
q u e puedas experimentar.
Escucha al Señor . . . con
todo tu ser.
Tan sólo por un día . . . este
día, tal vez . . . escucha, escucha,
escucha. Quizás consideres que
el ejercicio es digno de ser repeti-
do.
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