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Basilio valentin

EL CARRO TRIUNFAL DEL ANTIMONIO

Prefacio del Autor

Yo, hermano Basilio Valentin, monje profeso de la orden de San Benito, te


propongo desde el principio amigo lector, una breve advertencia concerniente
a lo que debe conocer previamente el espagirista que busque con escrúpulos el
verdadero Arte. Así el espagirista que desee poseer de manera muy segura este
Arte hermético, considere eso con mucha profundidad y una muy alta
inteligencia. En efecto, si lo que voy a exponerle fuera menospreciado, obraría
muy ciertamente en vano, porque estas cosas deben ser observadas como
sigue.

Antes de entrar más profundamente en la materia contenida en este libro, he


encontrado necesario advertir al lector, de los puntos principales que un
verdadero espagírico temeroso de Dios, debe observar exactamente y sobre
los cuales debe establecer el fundamento de su Arte, a fin de que el edificio no
se agite por la furia de las tempestades. Porque, yo puesto que soy monje,
tengo eso por altamente necesario - y por otra parte eso continuará siendo sin
duda por largo tiempo muy necesario- a fin de que cuando yo y tú, ya sea
Heinz o Sunz, Hansel o Hans, seamos suprimidos de la vista de los hombres,
dejemos una memoria honorable en honor de Dios, para que Su Majestad
divina sea alabada y que por una preparación adecuada nos preparemos para el
viaje. Pero el estado de mi orden requiere un espíritu del todo diferente al de
otras personas seculares.

En esta consideración he encontrado cinco cosas principales que todos los


verdaderos filósofos y amantes de las ciencias deben observar.

-La primera es la invocación de la asistencia divina

-La segunda es la contemplación de la esencia de las cosas

-La tercera es la verdadera y sincera preparación de la esencia

-La cuarta es el método de servirse de ella

-La quinta es la utilidad que proviene de ella

Es preciso que un verdadero químico y verdadero alquimista considere estos


cinco puntos y los conozca perfectamente. Porque sin éstos no puede ser
perfecto y no puede adquirir nunca la gloria de un verdadero espagírico.

Discurramos en particular estas cosas para producir una obra en general


perfecta y útil a todos.

Primer punto, concerniente a la invocación del Santo Nombre de Dios.

La invocación de Dios se debe hacer por medio de una devoción celeste, de un


corazón puro y de una conciencia no falseada, sin orgullo ni hipocresía, ni
otros vicios tales como la soberbia, la arrogancia, las maneras mundanas, el
lujo, la vanidad, la opresión del prójimo y otras tiranías y abusos de este
género. Todos estos vicios deben ser extirpados del corazón y purificados, a
fin de que si se quiere llegar al trono de la Gracia para la salud del cuerpo,
después de haber separado el grano bueno de la cizaña, sea dispuesto un
templo sagrado y decorado lo mejor posible. Porque os digo en verdad que
dios no se deja engañar los pseudosabios y eruditos de este siglo, sino que
quiere ser invocado y reconocido como el creador de todas las cosas del
mundo por un reconocimiento y una obediencia recíprocos. Lo que es justo y
razonable, porque el hombre no tiene más que lo que ha querido darle por su
bondad infinita. Le ha dado el cuerpo, la vida, el espíritu para obrar en este
mundo y el alma muy noble. Y para la conservación de esto, nos ha dado por
su Gracia el verdadero y eterno Verbo divino, para alimento del alma
espiritual y para su felicidad eterna. Ha dispuesto para el mantenimiento del
cuerpo todo lo que le es necesario, el alimento, la bebida, los vestidos, los
zapatos, todas las cuales cosas da al que invoca con sinceridad, humildad y
desde lo más profundo de él mismo, el ancianísimo Padre que ha creado el
cielo y la tierra, y todas las cosas visibles e invisibles, el firmamento, los
elementos (los planetas) y todas las demás criaturas. Porque estoy seguro que
ningún hombre impío y malvado podrá obtener la verdadera ciencia de la
medicina y mucho menos gustará del pan celeste, verdad inmutable y dulce de
la eternidad.

Es por esto que siguiendo mi doctrina, es preciso primeramente que todos


vuestros deseos y vuestras esperanzas estén fundados en la voluntad del
Creador, que pidais su bendición eterna, a fin de que vuestros principios los
toméis del temor de Dios y que por su asistencia podáis llegar al fin de la
sabiduría que deseáis, porque el temor a Dios es el comienzo de la sabiduría.

Los que tienen intención y deseo de obtener esta gracia que es la más grande y
la más bella del mundo -conocer todos los bienes de las criaturas que la
bondad divina ha dado para la utilidad del hombre, y las virtudes admirables
que residen en las piedras, raices, simientes, bestias, minerales, metales y
otros semejantes-, es preciso que alejen de su espíritu todos los pensamientos
mundanos, soporten pacientemente todas las adversidades aguardando con
esperanza en Dios, orando con humildad que les otorguen el fin de sus deseos,
lo que hará infaliblemente y de lo cual ningún hombre puede dudar o
desesperar. Porque es el Diuos de Israel, que ha librado a su pueblo de las
manos del Faraón, que resuelve todo lo que se le conulta con rectitud y buena
intención. De manera que la ciencia no se puede establecer de otro modo más
que por la invocación y la asistencia divinas, lo cual no debe hacerse con mala
intención o corazón engañoso, sino lo mismo que hizo elk buen capitán de
Cafarnaúm, con una esperanza firme y una fe constante, y como la Canaana
hizo la salud de su hija. Y esto se debe hacer por amor cristiano. Lo mismo
que el Samaritano encontró al herido sobre el camino de Jericó y virtió aceite
y vino sobre sus heridas y le pidió cuidase él mismo. Y cuando se invoque la
ayuda divina, es preciso tener el deseo de la caridad cristiana de comunicar
después a su prójimo lo que espera obtener por sus plegarias. Y por este
medio, trendrá todo lo que desea y fin seguro de sus esperanzas, tanto en salud
como en riquezas.

Segundo punto, concerniente a la contemplación de las cosas

Después de la invocación a Dios, sigue la contemplación de todas las cosas.


Es decir, que es preciso considerar desde el comienzo todas las circunstancias
de cada cosa en particular en lo que concierne a su materia y forma, y
principalmente conocer sus operaciones y virtudes, cómo tales facultades le
son comunicadas; cómo los astros cooperan, cómo los elementos concurren y
cómo son formados y engendrados de sus tres principios; incluso cómo todas
las cosas corporales se pueden resolver en su primera materia o su primera
esencia, así como ya he dicho en diversos lugares de mis escritos, a fin de que
la última materia se pueda hacer la primera, y semejantemente de la primera
hacer la última.

He ahí lo que es preciso considerar después de la invocación de Dios, siendo


esta consideraciónb espiritual y celeste, (también como la primera). Porque la
contemplación de la condición de las cosas penetra por el pensamiento
espiritual del hombre a lo más profundo de las esencias. Y todos los
pensamientos son efectos de la especulación, de la cual hay dos clases. Una es
de cosas posibles y otra de cosas imposibles. La de cosas imposibles produce
pensamientos inútiles y superficiales que no pueden producir nada real por
naturaleza y en los cuales no se puede escoger ninguna forma de esencia,
como cuando uno desea profundizar en la eternidad del Señor, lo cual no
solamente es imposible a los hombres, sino que también es una vanidad y un
pecado contra el Espíritu Santo querer alcanzar la divininidad
inconmensurable, infinita y eterna, y querer examinar los misterios
incomprensibles de sus deseos.

La otra contemplación de las cosas consiste en la posibilidad de éstas. La


teoría no es otra cosa que la contemplación de todas las cosas visibles y
palpables y que tienen una esencia formal y temporal; cómo se puede
perfeccionar o resolver todo lo que cada cuerpo puede contener en sí o
producir de útil, lo que contiene de bueno o de malo, veneno o medicina, y
cómo separar lo que es bueno de lo inútil y contrario a la salud del hombre.
Cómo espreciso hacer la anatomía de todas las cosas. Cómo es preciso dividir,
romper, y rectificar antes, a fin de que se puedan separar como sea necesario
las impurezas de lo que es puro y neto. La cual separación se puede hacer por
varios tipos de manipulaciones, con numerosas vías y medios: unas son
comunes a la práctica, otras desconocidas y no vulgares, como cuando
calcináis, sublimáis, reverberáis, circuláis, pudrís, digerís, destiláis, cohobáis y
fiijáis. Las cuales operaciones se hacen unas después de otras, por grados en la
práctica y se aprenden trabajando, y por medio de las cuales se puede conocer
lo que es fijo y lo que no lo es, lo que deviene blanco, negro, rojo, azul o
verde, y así el resto, en todas las operaciones donde los Artistas obran bien
(según la naturaleza) y con buena consideración. Porque las operaciones
donde los maestros obran así no pueden sino ser buenas, porque la opinión
puede reposar sobre un mal fundamento y faltar en el caso donde no alcance la
vía, pero la naturaleza no se equivoca jamás cuando es conducida
correctamente por el que opera con ella. Es por ello que si habéis fallado en
gobernar la naturaleza en la separación de sus partes, aprender mejor la teoría
para hacer mejor el fundamento de vuestro Arte y tener los principios seguros
para la separación o resolución de las cosas, lo cual es el punto principal. Es
por esto, que el segundo fundamento de la filosofía consiste en la
consideración de las cosas singulares y de las esencias, y se le llama la
consideración de la naturaleza. Porque está escrito: "Buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia", etc., por la invocación del nombre divino, y el
resto os será dado de aumento, es decir, los bienes temporales deseados por el
hombre y lo que es necesario a la subsistencia y a la conservación de la salud.

Tercer punto, concerniente a la verdadera y sincera preparación de las


cosas.

Después de haber entendido bien, considerado todas las cosas en particular y


penetrado las circunstancias susodichas, lo que no es nada más que la teoría,
sigue el verdadero método de prepararlas, el cual se practica por operación
manual, a fin de que swe operen efectos reales, útiles y eficaces. Y por tales
operaciones, adquiriréis la ciencia, los verdaderos fundamentos y los medios
de los verdaderos medicamentos.

Después de haber entendido bien, considerado todas las cosas en particular v


penetrado las circunstancias susodichas, lo que no es nada más que la teoría,
sigue el verdadero método de prepararlas, el cual se practica por operación
manual, a fin de que se operen efectos reales, útiles y eficaces. Y por tales
operaciones, adquiriréis la ciencia, los verdaderos fundamentos y los medios
de los verdaderos medicamentos.

Las operaciones manuales se hacen por una práctica continua. Y la ciencia se


adquiete y tiene su gloria por la experiencia, con tal distinción de que una se
conoce antes que la otra por cierta facultad, y la anatomía de las cosas es el
verdadero juez de estas dos. Las operaciones manuales dan a conocer cómo
todas las cosas (escondidas) se pueden volver manifiestas y notorias. La
ciencia nos da la práctica y los verdaderos fundamentos para devenir buen
practicante, y no es otra cosa que la confirmación de las operaciones
manuales, cuando han procedido bien y descubierto los secretos de la
naturaleza que estaban antes escondidos. Porque asícomo en lo que concierne
a las cosas espirituales del alma se debe preparar el camino que lleva al Señor,
así para estas cosas es preciso que un camino sea previamente preparado y
abierto, a fin de que el buen sendero sea alcanzado y tomado para la salud
temporal, sin vagar ni dar rodeos y de una manera aprovechable. Tal es la
preparación.

Cuarto punto, concerniente al método de servirse de los buenos


medicamentos.

Habiéndose hecho la preparación de las cosas por la separación de lo bueno y


lo malo por resolución, es preciso observar el método de servirse para los
hombres. En lo que es preciso primeramente tener en consideración la medida
y el peso de las dosis que es preciso dar, lo que es necesario notar y observar
en sus operaciones, ver si son demasiado fuertes o demasiado débiles, si son
provechosas o llevan perjuicio. lo que un médico debe saber antes de
recetarlas, si no quiere hacer abrir nuevos cementerios, perder su alma y su
reputación.

Quinto y último punto, concerniente a la utilidad de los buenos


medicamentos.

Después de que los medicamentos han hecho su operación y son llevados a los
miembros del cuerpo para combatir la enfermedad y hacer los efectos
destinados, queda finalmente observar la utilidad o el perjuicio que tal
operación habrá producido. Porque se pueden hacer medicamentos que operen
más para el mal que para el bien, y en tal caso no son medicamentos sino
venenos.

Es por ellos que es preciso remarcar bien este último punto, y poner por
escrito todo lo que se examine en lo tocante a la utilidad y perjuicio que los
medicamentos hacen a los enfermos, a fin de que en casos semejantes se los
pueda evitar. Además, para el uso y utilidad, es preciso notar si el mal está
abierto o si posee solamente una sede interna no abierta. En efecto, los males
externos difieren de los internos, y sus remedios son diferentes. Es por esto
que conviene buscar si los males pueden ser cuidados por remedios puramente
externos o si ceben ser expulsados del interior. Porque si los males existen en
el centro del cuerpo, es preciso atraerlos o cazarlos por algún remedio interior
a la circunferencia o fuera, por lo que es preciso recetar tales medicamentos
que puedan penetrar hasta el centro de la enfermedad, disipar las causa
morbíficas y restaurar en seguida la salud, si se viene hasta el centro.

Notad que todas las enfermedades externas que tienen su origen en el interior
y que se detienen en algunas partes no se deben curar solamente por
medicamentos externos, o de otro modo la muerte es segura. Lo mismo que si
alguno quisiera rechazar hacia su centro las flores de una planta que están
impelidas hacia el exterior, no solamente ningún fruto saldría de la flor, sino
que el jugo, habiendo sido rechazado contra natura hacia el centro de donde
había ascendido extrayendo su nutrición de la tierra, no sería de ninguna
utilidad para la planta, a causa de este violento rechazo. además la planta se
sofocaría completamente porque la humedad proveniente del alimento
terrestre no podría escaparse.

Es por esto que es preciso diferenciar las heridas recientes exteriores de las
úlceras y tumores antiguos procedentes de alguna indisposición interna. Por
que las heridas externas se pueden curar por remedios tópicos y exteriores,
pero las úlceras tienen necesidad de medicamentos internos para agotar el
origen de tales enfermedades. No hay habilidad alguna en curar una herida
reciente hecha por alguna causa externa. Porque un simple campesino la
puede medicinar con un pedazo de tocino. Sino que el artificio consiste en
impedir los síntomas que pueden llegar y en agotar el origen de los que
proceden de algunas partes internas heridas.

Prestad atención todos vosotros, médicos y doctores que ejercéis la medicina


sobre esta tierra. Maestros, maestros en una y otra medicina, quiero decir la
externa y la interna, reflexionad sobre vuestro título honorífico y en vuestra
conciencia, examinad si le tenéis de Dios o si no es solamente de pura forma y
usurpado por ambición. Porque hay una tan gran diferencia entre la medicina
externa y la interna, tal como he indicado, como la hay entre el cielo y la
tierra. Si tenéis vuestro título de Dios, entonces el Eterno os prestará
asistencia, bendición y felicidad, salud prosperidad y opulencia. Pero si es
recibido y concebido sin Dios y solamente con vistas a saciar un exceso de
orgullo, entonces caeréis de vuestra grandeza y os prepararéis vosotros
mismos el fuego eterno e indecible del infierno. El Señor Cristo nuestro
Salvador, dijo a sus queridos discípulos: "Vosotros me llamais Señor y
Maestro, y hacéis bien". Así, cualquiera que quiera llevar legítimamente su
título honorífico debe reflexionar a fin de obrar bien, es decir, de no abusar, de
su título y de no sobreestimarlo ni jactarse de más cosas de las que ha
aprendido. El que quiera tener la reputación de profesor y maestro en una y
otra medicina debe estar versado en una y otra, la del interior y la del exterior,
a fin de que sepa la disposición interna de los cuerpos, gracias a la anatomía, y
de ahí que extirpe la enfermedad de no importa que miembro y pueda saber
indicar la razón, la causa y la manera con que se debe afrontar el mal; y
exteriormente que pueda comprender los males abiertos y las heridas. ¡Dios
mío! ¿dónde se reconocería este título y dónde quedaría un maestro en una y
otra medicina si se hiciera pasar un examen serio a la mayoría de los que lo
llevan.? Largo tiampo antes de mí y en los tiempos antiguos, los médicos
cuidaban con sus manos las enfermedades, particularmente las externas,
puesto que este oficio de médico lo exige. Pero en nuestro siglo, alquilan
criados y domésticos que ejercen la cirugía. Y así este arte muy noble ha
devenido un vil trabajo que no pueden apenas tener verguenza de cumplir los
que no saben ni leer ni escribir. Más aun, los mismos los mismos que son
incapaces de hacer salir un asno de un campo labrado son ahora maestros en
medicina externa -y los doctores médicos, sus discípulos- y ellos pueden
ejercer más felizmente y con mejor conciencia este arte, por decir libremente
la verdad, que tú "médico cirujano" ignorante que te glorificas de tus dos
títulos adquiridos por pura ambición, pero que no eres ni lo uno ni lo otro.

CAPITULO I

Tratado del Antimonio

Para comenzar el tratado del antimonio por la etimología de su nombre, es


preciso saber que los Árabes le llamaban Asinat. Los Caldeos le han
llamado Stibium. Los Latinos Antimonium. Los Alemanes Spiessglass, en
razón de que tal materia es fluida, y se hace de ella un vidrio que retiene todos
los colores de los que se pueda formar.

Es por ello que hay que extraer la consecuencia de que por la misma razón
que los Árabes, Caldeos y Latinos, nuestros primeros padres, y otros pueblos
han dado un nombre particular al antimonio, no lo han hecho sin razón ni sin
haber respetado la cosa y observando sus facultades.

Pero no hay que dudar que debido a las envidias naturales no se hayan
destruido o suprimido las escrituras que daban fe de sus virtudes, para
enterrarlas. Porque sus enemigos han podido muy fácilmente corromper las
impresiones y los libros que las declaraban, en tanto que el Diablo puede
hacer muchas cosas con el permiso de Dios a causa de nuestros pecados y de
nuestra ignorancia, porque Satán, que es enemigo jurado del género humano,
ha hecho hasta el presente todo lo posible y empleado todas sus astucias a fin
de que la verdadera medicina fuera suprimida y sepultada, y para tratar de
quitar la gloria a Dios que es el autor de todos los bienes, y que los hombres
no puedan rendirle gracias, así como para privar a la naturaleza humana de tal
asistencia.

En tanto que la disputa de los nombres de las cosas es inútil, porque no


contribuye ni disminuye nada de su esencia, no diré nada sobre los diferentes
nombres del antimonio. La gloria que se puede adquirir de todo lo que
hacemos consiste únicamente en la verdadera preparación de los
medicamentos y en el reconocimiento de la Bondad divina que les ha
infundido las virtudes que encontramos por nuestros trabajos. Es por ello que
es apropiado comenzar a demostrar la preparación del antimonio y a describir
sus facultades, a fin de que se den gracias a Aquél que las ha dispuesto.

Pero como os he confesado antes que el antimonio era un veneno, antes de


daros a conocer sus virtudes voy a mostraros por un ejemplo que un veneno
atrae a sí otro veneno, y le expulsa de nuestro cuerpo antes que todos los
demás antídotos o contravenenos. Esto ocurre a causa de la simpatía y el
parecido de la naturaleza. Porque es preciso que sepáis que la verdadera
licornia expulsa toda clase de venenos y no los puede soportar. He aquí la
prueba. Tomad una araña viva; haced un círculo alrededor de ella con la
licornia. Veréis que no saldrá del círculo que habéis marcado, en tanto que
evita lo que resiste y es contrario a su naturaleza. Pero si ponéis cualquier otra
cosa alrededor de ella que simbolice con su naturaleza venenosa, no tendrá
antipatía en pasar por encima.

Notad además que si ponéis una moneda de plata que sea hueca (como la hay
en Alemania), con la marca de una flor de lis, a flotar sobre el agua como si
fuera un pequeño barco, y aproximáis a ésta última un trocito de licornia, sin
que se toquen, veréis que la licornia, por su virtud espiritual, hará retroceder la
moneda de plata, lo mismo que un pato que quisiera evitar el golpe de un
cazador. Y al contrario, si echáis un pequeño trozo de pan duro y bueno, sin
ninguna mezcla, en un vaso lleno de agua hasta el borde y ponéis la verdadera
licornia cerca del agua, pero sin que la toque, veréis que la licornia atraerá
poco a poco la miga de pan hacia sí. De manera que es una maravilla ver la
simpatía de dos cosas naturales, cómo una atrae a la que la simboliza, y
expulsa y aleja de sí lo que la es contrario.

De lo cual los médicos pueden extraer una justa consecuencia: que los
venenos atraen hacia ellos lo que es de naturaleza semejante; y lo que no es
veneno atrae semejantemente hacia sí lo que está exento de él. Es así que se
pueden combatir los venenos de dos maneras: primeramente, por sus
contrarios que les resisten y combaten, así como se acaba de decir de la
licornia. En segundo lugar se les puede expulsar de nuestros cuerpos por sus
semejantes, en razón que un veneno atrae a otro hacia sí, como la calamita
atrae al hierro. Es preciso que tal antídoto que deba combatir al veneno y que
es veneno él mismo, sea sin embargo precedentemente preparado de manera
que su malignidad se convierta en medicina o en antídoto, y sea también
suficiente para expulsar al otro veneno en razón del cual se dispone éste.

Parecidamente, el jabón atrae hacia sí y limpia las impurezas y la grasa de los


trapos y de la ropa, aunque el jabón no fuese antes más que grasa. Porque se
hace de talco, de aceite de oliva y otras cosas parecidas. Y la causa de esto es
que se han preparado las materias untuosas del jabón por la separación y que
se añade sal al hacerlo, que es la principal causa de su virtud abstersiva. Tiene
el poder de atraer hacia sí y de purgar así mismo las inmundicias untuosas de
las ropas. ¿Por qué, pues, se niega que los venenos puedan perder y abandonar
su malignidad por una preparación conveniente y devenir un antídoto que
tenga la facultad de atraer los otros venenos, expulsarlos de nuestros cuerpos y
restablecer la salud primera?

Pero a fin de que os pueda demostrar las propiedades desconocidas de la


Naturaleza y haceros conocer las materias buenas y malas, venenosas u otras,
os propondré algunos ejemplos por los cuales la verdad se manifiesta, así
como la falsedad de los grandes y relevantes médicos y también su
negligencia, se verá tan manifiesta como claramente.

Tomad un huevo helado que se haya expuesto a un gran frío, ponedle en agua
extremadamente fría por algún tiempo y veréis que la gelatina o el hielo que
estaba antes dentro del huevo será atraído afuera por medio del agua fría,
penetrará la cáscara y toda la substancia interior del huevo volverá a su primer
estado como si no hubiera estado helada.

Por lo mismo, si alguno tiene alguna parte de su cuerpo helada y enfriada, que
tome agua lo más fría que pueda encontrar, como la de nieve fundida, y que se
aplique sin pérdida de tiempo sobre la parte helada: una frescura atraerá a la
otra hacia fuera y la parte permanecerá en su primitivo estado de salud.

Y al contrario, si alguno tiene mucho calor o inflamación en alguna parte de


su cuerpo, que aplique sobre el mal una materia caliente, como espíritu de
vino rectificado, el mejor que se pueda encontrar, es decir, que sea casi todo
fuego, o de la quintaesencia del azufre, y muy seguramente verá que un ardor
atrae hacia sí al otro, en razón de la semejanza de su naturaleza, y no sentirá
solamente alivio o refrescamiento de la parte, sino la entera restauración de la
salud.

Para más confirmación de esta verdad, tomad huevos de rana, los cuales
aparecen en el mes de marzo, y hacedlos secar al sol sobre una plancha; y
después pulverizadlos y ponedlos en polvo sobre la herida de alguien que haya
sido mordido por una vívora o serpiente, y veréis que este polvo quitará el
venenode la mordedura, de manera que después de esto se podra curar
fácilmente con los medicamentos ordinarios, los cuales de otro modo no
servirian para nada. La misma virtud de este polvo se puede utilizar
poniéndole sobre un paño blanco que humedeceréis varias veces, y que
secaréis después con los huevos de rana. El paño debe ser cortado en
pequeños trozos para aplicarlos sobre la mordedura.
Semejantemente, tomad un sapo vivo, colgadle por una de las patas de atrás al
sol para hacerle secar como es preciso, ponedle después en un pote bien
cubierto y reducidle a cenizas por el fuego y después reducidle en polvo muy
fino. Serviros de este polvo para las heridas venenosas y os aseguro que
atraerá el veneno. ¿Y eso porqué? Es que, por medio de la calcinación del
sapo, su virtud medicinal de atraer el veneno se vuelve más rápida y más
activa, y propia a ejecutar sus fuerzas para atraer hacia sí a su semejante.

Si alguno es infectado por la peste, que tome ejemplo de las cosas venenosas
de las que se acaba de hablar y que las observe para él. Porque encontraréis
que todo lo que os digo en este escrito es verdadero, porque podéis serviros de
las cosas venenosas susodichas en tiempo de peste para los que estan
infectados, supuesto solamente que añadáis el astro del sol y el espíritu de
mercurio. Porque el espíritu de mercurio atrae hacia sí a sus semejantes,
teniendo la facultad atractiva de todas las enfermedades venenosas.

Pero lo mismo que el astrum solis -del cual del mismo modo que por la virtud
del sol celeste vivificante todo es engendrado -in genere universali sobrepasa
a todos los demás en facultad, creo también que el más grande de todos los
remedios consiste en el Sol; quiero decir en su naturaleza y en sus espíritus,
que son el astro del sol terrestre, de los cuales espíritus todos los metales y
minerales al comienzo de su generación han sacado su principio. Hablaremos
de todo esto más ampliamente cuando te revele el astro del sol sobre tu
conciencia ( porque es el secreto de los secretos ).

Verdaderamente el antimonio, en estos casos susodichos, tiene la misma virtud


que el oro. Es preciso entender corporalmente, porque no puedo afirmar que
sea semejante al astrum solis , aunque en diversas cosas el antimonio tenga
muchas más virtudes que él. Sin embargo no se puede decir que lo que puede
el astrum solis, el antimonio lo pueda también. No hablo del astro de
Mercurio. Puede en efecto, ser engendrado de la misma materia que los
susodichos, pero él cede la prerrogativa al astro Sol a causa de su
penetrabilidad.

Ahora bien, para confirmar todo lo que hemos dicho, es preciso notar que
Vulcano es el primer maestro y principal agente de todas nuestras operaciones
y preparaciones. Porque tomad una pieza de acero o de hierro duro y un
guijarro, golpeadlos juntos y veréis que sale fuego, el cual se encenderá por la
fuerza del movimiento y de la colisión.

El azufre o el fuego que está escondido en los cuerpos duros se muestra por
medio de la colisión y del aire, y se vuelve dispuesto a arder. La sal
permanece en la ceniza, y el mercurio se fuga al mismo tiempo con el azufre
ardiente. Lo mismo hay que creer del antimonio cuando se le prepara, porque
su mercurio se separa de su azufre y de su sal por los medios que la naturaleza
nos enseña.

Lo mismo que el fuego que reside en estas materias duras no se muestra si no


se le excita, así todos los medicamentos tienen sus virtudes escondidas, las
cuales no se conocen antes de que se hayan separado las cosas impuras y
malas de las buenas por medio del fuego. Explico así sumariamente la
naturaleza del antimonio; puesto que todas las cosas escondidas, en tanto que
están escondidas, son asunto de las artes. Siendo revelado el arcano, el Arte
cesa y el trabajo adviene, como lo he enseñado en otra parte.

Las abejas nos dan fe de esta verdad cuando por su industria separan la dulce
miel de las flores y de las plantas (que son a veces venenosas y amargas), la
cual sirve para varios usos, tanto en medicina como para la alimentación. Sin
embargo, de la miel que es dulce y agradable, se puede extraer el más malo y
corrosivo de los venenos. Lo que nadie cree sino los que lo han
experimentado; y nadie toma precaución sino los que hacen una atenta
observación de ello. No hay que menospreciar la miel ni rechazarla como
inútil por ésto. Porque aunque la ignorancia o malicia de los que la preparan
pueda hacerla devenir un gran veneno, no deja de tener grandes virtudes y
utilidades en medicina. La miel, pues, se forma de esta manera: los
excrementos y el estiércol de los animales sirven para abonar la tierra y darla
una humedad untuosa, de la cual ésta produce diversas clases de flores,
hierbas y otras plantas. Lo que muestra claramente que se hace de las plantas
de las cuales las abejas extraen el jugo o la quintaesencia, a partir de la cual se
hace una alteración o generación, que es la miel, de la cual se hacen varios
medicamentos útiles y bebidas. No obstantye todo esto, se puede también
preparar una esencia tóxica extremadamente perniciosa, que puede matar a los
hombres y a los animales.

Es por esto que os ruego reflexioneis sobre estas verdades. Y estad seguros de
que si sois amantes de la ciencia, ya seáis joven, viejo, docto, ignorante, rico,
pobre, artista o cualquier otra cualidad que podáis tener, si seguís mis
preceptos y los movimientos de la Naturaleza os esclareceré de la verdad y os
enseñasé cómo es preciso separar las cosas buenas de las malas, y las
preciosas de las inútiles.

En cuanto al antimonio, se puede preparar con él un medicamento el cual está


despojado de todo veneno y de todo peligro. Porque su malignidad se
convierte y cambia en bondad por medio del arte, que lo vuelve capaz de
remediar toda clase de enfermedades, penetrar y digerir, echar y expulsar
todas las causas morbíficas igual que el fuego lo digiere todo.

Sabed que es por esto que hay que preparar el antimonio y cambiarlo qn
piedra, la cual es por su facultad parecida al fuego. Es por ello que esta
quintaesencia de antimonio es llamada en todos mis escritos lapis ignis o
piedra de fuego. La cual, haciéndose por la coagulación y siendo preparada
como diré en el final de este tratado, tiene la virtud de consumir todoslos
malos humores del cuerpo, purgar la sangre hasta el último grado de pureza, y
hace todo lo que el oro potable.

Es pues por ello que a los que no sabéis nada y no tenéis ningún
conocimiento, que ignoráis todas las experiencias y no sabéis de ningún modo
la preparación, y que mucho menos habéis penetrado en las mías, os ruego no
censurar siguiendo la pasión de vuestros pensamientos, sino antes aprender el
verdadero método de preparar el antimonio; cómo es preciso separar el
veneno y producir el medicamento más noble del mundo. Entonces podréis
juzgar libremente y dar vuestra opinión de lo que vale, y conoceréis la
diferencia que habrá entre vuestro saber y el que teníais antes.

¡Oh miserables sofistas mundanos que os hacéis engrosar con una falsa
sabiduría, apoyandoos sobre un fundamento falso, voláis en las nubes con
vanos pensamientos e ignoráis el fin de vuestro reposo! Os digo que lo
tendréis que justificar delante del Hijo de Dios el día del juicio terrible, que
está ya muy próximo. Buscad, estudiad lo que se desea utilizar, y así seréis
recompensados por vuestro trabajo. Confiad el resto a Dios, que os acordará
su bendición y no os privará de su socorro. Individuos perezosos y
holgazanes, bacantes que tenéis cuidado de no aprender nada y que teméis
ensuciaros las manos con el carbón, no juuzquéis, por temor a que más tarde
ofrezcáis la ocasión de llevar contra vosotros una sentencia que los hijos de
vuestros hijos podrán escribir sobre un libro incorruptible.

Todos los médicos deben observar no hacer nada que repugne y sea contrario
a la naturaleza de las cosas, por temor a perder toda la esperanza de
restablecer la salud. Es decir, que no se sirvan de medios repugnantes juntos
para ejecutar sus intenciones. Como por ejemplo, si vertéis espíritu de vino en
agua fuerte se hará un gran constreñimiento, a causa de que estos dos cuerpos
no concuerdan juntos, pero si se los sabe unir juntosdestilándolos de manera
filosófica, encontraréis en ellos efectos maravillosos. Parecidamente, el aceite
de tártaro o su licor no debe mezclarse con vinagre fuerte que esté echo de
vino. Porque se contrarían uno a otro y se huyen recíprocamente, como lo
hacen el agua y el fuego, aunque sean extraídos los dos del mismo principio, a
saber: del vino.

Es así que en la cura de nuestras enfermedades, es preciso considerar todas las


circunstancias del mal y del paciente, y preguntarle todo lo que examina por
su parte, después de lo cual es preciso apropiarle los remedios convenientes a
su mal, a fin de que la bondad de vuestros medicamentos no sea escandalizada
en lugar de la gloria que se merecen, y que no sean censurados. Como por
ejemplo, cuando queréis disolver hierro en agua fuerte, si vertéis aceite de
tártaro cuando el agua fuerte hace su operación, no solamente veréis que
vuestro vaso se romperá, sino que tendréis que guardaros bien para no
abrasaros. Porque la contrariedad de estos dos licores encenderá un fuego, lo
mismo que la pólvora en el cañón, que quemará todo lo que encuentre. El
señor doctor, con su gran pelliza, no se salvaría de tal fuego, porque él no sabe
nada de todos los secretos de la Naturaleza.

Hombres miserables, doctores ignorantes, médicos inexperimentados,


vosotros que escribís prolijas recetas sobre largas cartas; vosotros, boticarios
que llenáis potes tan gruesos como los que se utilizan en las cortes de los
grandes señores para hervir bastante alimento para una centena de hombres;
vosotros que estáis ciegos desde hace ya largo tiempo, permitid que se os frote
los ojos con colirio y bálsamo, a fin de que cesen vuestros deslumbramientos
y que obtengáis el verdadero espejo de la clara visión, lo que Dios os acordará
a fin de que reconozcáis sus milagros y que considréis sus obras. Su caridad
impulsa sus raices en vosotros para que escrutéis la verdadera medicina que el
Príncipe celeste de todas las cosas, ha formado con su mano todopoderosa y
por su sabiduría eterna, y ha dado para su utilidad a la más noble de las
criaturas, el hombre, como socorro en la extrema necesidad o para su salud.

¡Oh miserable! ¡Oh pútrido y fétido saco de miserias! ¡Oh gusano de tierra y
vil criatura! ¿Por qúe mirar tan intensamente la cáscara y descuidar la
almendra? Jamás darás gracias a tu Creador que te ha formado a su imagen,
jamás le rendirás gracias por sus milagros! Atrás, vuelvete tú mismo,
represéntate a tí mismo y la forma de tu efigie, a fin de que te dé vergüenza de
tu ingratitud, porque no buscas lo que Dios, ha escondido en los bienes que ha
concebido y que ha extendido en sus criaturas.

Pero me callaré y me retendré de deplorar esta miseria, esta ceguera y este


error, por temor a que mis lágrimas que retengo con esfuerzo estropeen mis
escritos cayendo sobre ellos.

Soy un eclesiástico que forma parte de una orden a la cual me someteré


totalmente de corazón y de palabra tan largo tiempo como mi alma viva en mi
miserable cuerpo, y no me permito escribir más que lo que es compatible con
mi orden. De otro modo, elevaría la voz como una trompeta. Y si fuera juez
secular me acordaría una audiencia en casa de esos personajes orgullosos que
no solamente no conocen la verdad, sino que, ignorantes, la persiguen,
mintiendo, calumniando, vituperando y oprimiéndola con todas sus fuerzas.
Dios todopoderoso y altísimo, Señor de las multitudes, que estás sentado
sobre un trono sublime, gobernando el cielo y la tierra que has creado,
conservando las estrellas, disponiendo los elementos y los firmamentos para
que permanezcan en su curso, haz que tiemble todo el universo y que se
espanten los espíritus infernales, mira el juego de este mundo ingrato, enseña
a los hijos de los hombres a conocer más interiormente lo que tú les propones
más exteriormente, a fin de que seas glorificado en tu trono, verdaderamente
reconocido en tu poder y alabado en tun soberanía infinita. Yo, en verdad,
rindo gracias a tu muy alta majestad por tus milagros y beneficios inmensos,
por la salud y las riquezas, porque no puedo testimoniar nada más en este
mundo temporal y corruptible.

¡Oh, si no fuera religioso como yo, de corazón y de boca, y que lo seré


durante toda mi vida como he hecho voto de ello, y me estuviera permitido
decir mis sentimientos y declamar contra los ignorantes y los perseguidores de
la verdad, los pondría muy abajo. Pero mie estado me enseña que es preciso
tener paciencia. Por esto dejemos todos estos discursos aparte y comencemos
a preparar nuestro antimonio.

CAPÍTULO II

De la Descripción del Antimonio

A fin de que escribamos del antimonio y escojamos su fundamento, en el cual


tiene su trono y su imperio y por el cual es elevado a su gloria y a su
perfección, es preciso ante todo demostrar el origen de su raíz y de sus
principios, cómo opera y se forma en las entrañas de la tierra, a qué
disposición de los astros está sometido, y que elementos lo producen.

Sabréis pues que el antimonio no es otra cosa que un humo o bien un vapor
excitado por los astros en las entrañas de la tierra, y por medio de los
elementos reducido a una coagulación formal. Y las mismas constelaciones
que producen el mercurio producen también el antimonio, le comunican su
esencia, sus virtudes, sus operaciones y sus cualidades del comienzo; y no hay
ninguna otra diferencia en sus principios de generación, sino que el antimonio
es más duro y está más coagulado que el mercurio -o azogue- en su comienzo.
La razón de esta coagulación mayor del antimonio es que tiene más sal en sus
tres principios materiales, aunque sin embargo la sal sea la menor parte de sus
tres principios. Pero respectivamente, tiene más que el mercurio y es lo que le
coagula: Porque la sal endurece todas las cosas y las coagula, la cual falta al
mercurio que tiene muy poco de ella.

Es por ello que en razón de que el mercurio contiene en sí un espíritu cálido y


sufuroso, que no aparece sin embargo, es siempre fluido y no puede
coagularse si no le añaden otros espíritus metálicos de los que los más propios
para este efecto se encuentran en la madre de Saturno, y sin éstos no se le
puede fijar. Y no puede ser de otro modo si el mercurio no tiene él mismo la
Piedra filosofal por la cual reducir él sus tres principios en una proposición tan
concordante que tenga después el cuerpo fusible, sólido y que pueda resistir al
martillo y al fuego como los otros metales. De otro modo, permanece siempre
fluido (como es naturalmente) hasta que se le haya quitado tal principio.

Es por ello que todos los animales y vegetales son demasiado débiles para
coagularle y volverle fijo, como ciertas personas estudian en vano, porque no
son especies metálicas. Porque el mercurio es fuego por todas sus partes. Es
también por ello que resiste todo fuego y no se deja fijar por éste, o bien se
evapora y huye incontinente por sus espíritus y se resuelve en aceite
incombustible, o bien permanece de tal modo coagulado después de su
fijación que es imposible romperle. Por lo demás, todo lo que se puiede hacer
con el oro se hace también con el mercurio preparado como es preciso. Porque
después de su verdadera coagulación, se parece enteramente al oro, en razón
de que tiene los mismos principios originales que éste.

Pero aunque mi deseo no sea introducir aquí una discusión hablando muy
abundantemente del mercurio, sino simplemente, cándidamente, describir a
partir de su fundamento verdadero, el principio del antimonio, el mercurio
puede ser útil para proseguir el estudio del antimonio. Lo que he inducido por
parábola del mercurio no ha sido sin fruto para la meditación siguiente sino
que para que el antimonio sea comprendido más correctamente, ya que tiene
un origen mercurial.

Es preciso pues notar y observar bien que los minerales y los metales no son
otra cosa que un vapor o humo que es atraido por algún astro predominante
del elemento tierra, como por una destilación del mundo universal. La cual
influencia celeste opera hasta el centro de la tierra, por su propiedad aérea y
sus cualidades cálidas, de manera que tal constelación opera espiritualmente y
da sus cualidades al vapor que ella eleva, el cual se resuelve en un licor del
que todos los metales y minerales toman su origen, y se forman uno y otro
según el predominio de los tres principios (según tenga más mercurio, azufre
o sal), o menos de uno o de otro, o que se encuentren por igual, de manera que
algunos metales son fluidos y otros fijos. Los fijos son comúnmente el oro, la
plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo. Además de estos metales, se
forman también de los mismos tres principios, según la proporción desigual de
su mezcla, otros minerales como el vitriolo, el antimonio, la marcasita, el
ámbar y otros que no es necesario reproducir aquí. Pero como el oro en su
astro y comienzo es infectado y ha recibido una propensión hacia un azufre y
un mercurio más duro y más perfecto que todos los otros metales y minerales,
su virtud operativa es por consecuencia más extendida y más poderosa en acto
que los astros de los otros metales y minerales; y es por esto que en el astro
del sol se encuentra lo que en otros astros, y aún mucho más, a causa de su
mayor perfección. Por lo demás, creo que cuando se haya reducido este azufre
a su perfección por medio del fuego, se encontrará en gran cantidad en todos
los otros metales y minerales.

Hay un mineral, del cual he hecho mención varias veces, en el cual el azufre
del sol se encuentra tan perfecto, tan poderoso y aún más que en el oro mismo.
Encontraréis también dos clases de metales que contienen la misma virtud
sulfurosa del sol y de los cuales no diré nada más por el presente.

El antimonio no es pues otra cosa que un mineral hecho por un vapor elevado
y resuelto en un licor. Esta emanación espiritual de los astros es el verdadero
astro del antimonio. Y este licor atraido del elemento de la tierra por los astros
celestes y siendo desecado por el elemento del fuego que está en el aire, se
reduce por la coagulación en una forma y esencia palpable, de la cual nace
formalmente el antimonio, en cuya forma el azufre predomina, después el
mercurio, y la menor parte de los tres principios es la sal, de la cual sin
embargo hay tanta como es necesaria para darle una forma sólida. Las
cualidades primeras y elementarias del antimonio son secas y cálidas y no
participan de la frescura y la humedad sino en un grado muy bajo, lo mismo
que el mercurio, o azogue común, y el oro corporal tienen más calor que
frescura.

Y esto es suficiente sobre la materia y los tres principios del antimonio, así
como el modo en que por el arqueo se forman en el elemento de la tierra. Pero
en tanto que les importa muy poco a muchos saber todos estos discursos míos
precedentes y no se preocupan de en qué centro se encuentra el astro del
antimonio, o de qué principios está formado, y que se desea únicamente saber
su utilidad, su uso y su preparación, a fin de poderle volver perfecto y ver sus
facultades, de las cuales se ha escrito tanto hasta el presente, que no hay rico
ni pobre, ni docto o ignorante, que no haya hablado de ello y que no espere
con gran deseo una última descripción, voy a acabar todos estos preámbulos y
os instruiré simple y fielmente con toda la doctrina de éste, tanto como mis
trabajos y mis observaciones me lo permiten. Es cierto que he empleado en
eso mucho tiempo y trabajo; y si no obstante no he conocido todas sus
virtudes, es porque en su preparación después de una maravilla sobreviene
otra: colores, virtudes y operaciones infinitas, unas después de otras, de
manera que no se encuentra jamás su final.

Así el antimonio es un veneno, no benigno, sino particular y violentamente


mortífero para los hombres y los animales. Es por ello que la mayoría de los
médicos y la plebe ignoran la verdadera medicina, no teniendo ningún
conocimiento que hayan reflexionado del antimonio, visto que lo rechazan
como un veneno y que los grandes médicos lo prohiben como peligroso, y que
los profesores repiten hasta desgañitarse a los estudiantes de las universidades:
"Guardaros, guardaros del antimonio, es puro veneno". Conmovidos por estas
opiniones, los ciudadanos de los pequeños pueblos prohiben el uso del
antimonio. Porque la mayoría de los hombres están tan transtornados por estos
clamores que hasta mi época nadie ha querido acordar audiencia al antimonio
o prestar confianza a los innumerables e inefables remedios que encierra. En
verdad, en verdad lo he dicho, mis escritos son verdaderos. Pero os aseguro en
verdad, tan verdad como que Dios es el Creador del cielo y de la tierra y de
todas las criaturas, que no hay más soberano ni más precioso remedio bajo el
cielo que el antimonio.

Por esto, mi querido muchacho y vos amigo lector, comprended bien mis
discursos y observad las experiencias que he hecho con el antimonio. Porque
mi teoría procede de los fundamentos de la naturaleza y mi práctica de la
experiencia, la cual puede demostrar a los incrédulos las maravillas y utilidad
que he producido con él.

Y si algunos de esos doctores, de esos maestros, de esos bachilleres, de esos


médicos con el bonete rojo, me dice que no hay que usarle en razón de que es
incierto aún preparado como sea preciso, les pregunto porqué se sirven tan
gustosa y libremente de la triaca en la composición de la cual, además de otros
venenos, entra la serpiente llamada thyrus, que es un veneno extremo. ¿No
debo decir por la misma razón: "Guardaros bien de usarla, hay veneno en la
triaca"? Me responderan que estos venenos son preparados como es preciso y
sirven de contraveneno. Igualmente respondería también que el antimonio no
se debería usar más que después de su verdadera preparación, la cual le quita
todo su veneno. El futuro discípulo del antimonio, habiendo dicho sus
oraciones ante todo, frecuentará la escuela de Vulcano que es el maestro y
doctor de todos los secretos de los que se rien los mediosabios, cuando no han
aprendido del fuego ningún arcano, en razón de su pereza, y que impiden por
su inercia, su manifestación. Y estos locos pueden bien clamar que se pueden
hacer bien ciertos medicamentos sin Vulcano.

Me preocupo muy poco de todo lo que puedan decir, y aunque sean los
perseguidores del antimonio, no sabrían mostrarme ni mejor remedio ni
incluso tan bueno como el que se hace con antimonio. Porque sé de ciencia
cierta que con el antimonio se hacen remedios tan buenos como con el oro y el
mercurio (excepto el astro del sol) y que se prepara con él este oro potable
para curar la lepra, y el espíritu de mercurio, que es el soberano remedio de las
nuevas enfermedades desconocidas, como el mal venéreo o la sífilis, y otros
medicamentos saludables. Pero estos cuentistas no lo, pueden saber ni
observar. El ignorante no puede juzgar, lo mismo que un borrico que ignora la
música no puede enseñar al pastor cómo fabricar una flauta. Es por ello que
aquél que quiera dar un juicio correcto debe antes conocer sobre qué deberá
pronunciarse y saber, a la vez gracias a los libros y a la experiencia, lo que es
verdadero y lo que es falso, a fin de tener un juicio objetivo.

Pero antes de que os haga sabios y os enseñe la preparación del antimonio,


puesto que es tan venenoso, alguno podría preguntarme cómo puede suceder
que los minerales sean venenos, cuál es la esencia del veneno, de qué puede
proceder tal malignidad y también cómo se la puede separar de una materia
metálica para hacer con ella buenos remedios que sean útiles y sin peligro. A
lo que responderé sucintamente, que es preciso considerar en dos maneras la
esencia de los venenos, a saber: natural y sobrenatural.

La primera razón, es que el Señor que gobierna todos los cielos, los astros y la
tierra, ha creado venenos entre sus criaturas y principalmente en los minerales,
para hacer aparecer el orden, las maravillas, la omnipotencia y bondad de su
majestad, proponiéndonos delante de los ojos tales cosas para hacernos
conocer el bien y el mal, habiéndonos dado también el juicio y la razón para
comprender y el libre arbitrio para seguir el bien y huir del mal si queremos.
De la misma manera se tenía en el medio del paraíso el árbol de nuestros
primeros padres, cuyo uso conducía al bien y el abuso al mal, puesto que ha
causa de él, el mandato de Dios fue violado y la muerte fue introducida en el
mundo. La otra causa, es para que conociendo el bien y el mal, se huya del
mal y se diriija uno hacia el bien. Porque Dios no quiere que los hombres
sumidos en la muerte perezcan totalmente, sino que alejándose del mal
avancen hacia mejores cosas y eviten perder su alma. Así nos expuso el bien y
el mal gracias a similitudes, que se encuentran de nuevo tanto en el precepto
de su Verbo como en la obra de su creación, a fin de que esdojamos lo que es
útil a nuestra salud y lo que es nocivo lo evitemos.
En segundo lugar, los venenos se engendran en las entrañas de la tierra o en
otros lugares por ciertas constelaciones, cuando se hacen operaciones
contrarias y malignas de los planetas y estrellas, por las cuales los elementos
son infectados y pueden producir en el Pequeño Mundo disposiciones
contagiosas y otras enfermedades malignas; lo mismo se debe entender de los
cometas.

En tercer lugar, los venenos se forman por la conjunción de dos cosas


contrarias, como cuando se está en pasión de cólera o de tristeza, o estando
caliente de algún modo, se bebe frío: por la antipatía de estas dos cualidades
se hace un veneno en nuestros cuerpos que nos conduce a la muerte.

Finalmente, si alguno está herido mortalmente por cualquier arma que sea, tal
arma es veneno con respecto a nosotros porque ataca contra nuestra vida, tal
arma será al contrario un antídoto si nos servimos para defendernos cuando se
nos ataca.

Se conocen toda clase de venenos por el instinto de la naturaleza. Porque todo


lo que es contrario y al que repugna una cosa es veneno. Como cuando ciertas
personas tienen por ello horror de las viandas que no pueden soportar. Porque
entonces tales viandas son su veneno, a causa de que son contrarias a su
naturaleza; y al contrario, no son nocivas para quienes gustan de ellas.

Todos los venenos se engendran principalmente en la tierra como una esencia


mercurial -hablo de los venenos de los minerales-, la cual no es aún perfecta y
bien digerida en su forma, que es contraria y repugnante a la naturaleza; en
tanto que esta esencia mercurial no ha alcanzado aún su perfección y cocción
entera, penetra en todo el cuerpo y no puede ser digerida por nuestro calor
natural. Lo mismo que si comemos trigo crudo y verde sin ninguna
preparación nuestro estómago tendría trabajo para digerirlo y todo el cuerpo
se debilitaría, en tanto que nuestro calor natural es demasiado débil para
reducirle a una cocción tal como requiere. Pero el trigo que es reducido en su
madurez por el calor del Gran Mundo debe tener además una cocción y
perfección más grande por el fuego del Pequeño Mundo, a fin de que el
hombre lo pueda digerir más fácilmente. Lo que hay que entender también del
antimonio. Pues por cuanto que no es todavía fijo y perfecto cuando se saca de
la mina, es demasiado potente y demasiado crudo para nuestro estómago. Lo
que es universalmente verdadero de todos los catárquicos y medicamentos
laxativos, sea de minerales, animales o vegetales, los cuales son todos venenos
a causa de su naturaleza y de la materia volátil y mercurial que contienen y
predomina también en ellos. Los cuales espíritus volátiles son la causa de que
estos medicamentos purgativos echen afuera todo lo que encuentran. No
quiere esto decir que todos los medicamentos purguen de la misma forma, o
que se apliquen todos directamente a extraer los humores que son las causa
morbíficas. Pues hay una gran diferencia entre ellos. Los que cazan y atraen
las raíces de las enfermedades deben ser fijos. Porque los que son fijados por
el artificio, o lo son de naturaleza, buscan también en nuestros cuerpos las
enfermedades fijas y las extirpan enteramente, lo cual no pueden ejecutar los
remedios laxativos que no son fijados, los cuales se pueden comparar a un
torrente rápido que arrastra por la violencia solamente lo que encuentra por los
lugares por donde pasa. Pero los medicamentos fijos no purgan por
evacuaciones, sino solamente impeliendo afuera por los sudores, que arrastran
no solamente la paja de las enfermedades con ellos, sino la simiente y la raíz,
lo que no hacen otros medicamentos crudos y que no son fijados, los cuales
dejan la simiente y la raíz, no llevándose más que la superficie y no tocando
jamás el centro.

Es por esto que se debe saber que el veneno del antimonio se debe separar
enteramente antes de que se le pueda usar en la medicina con buena
conciencia. Y es preciso observar la separación de lo bueno y lo malo, de lo
fijo de con lo que no lo es, del veneno y del medicamento. Lo que no puede
hacerse más que por medio del fuego, es decir, por la preparación de Vulcano
que es el profesor y rector de todas las operaciones. Porque lo que el fuego del
Gran Mundo ha dejado sin perfeccionar o sin digerir en las cosas, debe ser
acabado por medio del Vulcano del Pequeño Mundo, que deja todo en su
última perfección. Y no hay que asombrarse si el fuego tiene esta fuerza de
separar las cosas impuras de las puras, lo que es salubre del veneno y el
remedio de lo que es nocivo. Porque la experiencia diaria nos da fe de ello por
la diversidad de colores y otras cualidades que induce sucesivamente en los
cuerpos que pasan por él. Porque la separación y el fuego, produciendo la
fijación, arrebatan el veneno y producen en su lugar un remedio salubre. Es
por ello que el fuego separa el veneno del remedio, el bien del mal, de lo cual
ningún médico puede ni osa testimoniar, a menos que haya contraído una
estrecha familiaridad con Vulcano, y obtenido el baño infernal de la amistad,
en el cual la esposa es purgada de toda inmundicia, a fin de que pueda dormir
con su esposo en el lecho conjugal legítimo.

¡Oh, sutileza mundana! Tú que menosprecias o comprendes mis escritos, si


supieras lo que te puedo enseñar, lo que llamo fijo y volátil, lo que aporta el
significado de la separación de lo puro y de lo impuro, olvidarías las cosas
inútiles y abandonarías las nubes donde te encuentras, y me seguirías. "En
mí", dice el antimonio, "se encuentran un mercurio, una azufre y una sal que
son los soberanos medicamentos de la salud de los hombres. Mi mercurio
consiste en el régulo, mi azufre en la rojez, y mi sal mora en la tierra negra
que dejo". Y cuando se sabe separar bien estas tres cosas una de la otra,
unirlas juntas según las reglas del arte y se puede hacer una fijación sin
veneno, puede uno vanagloriarse con honor de haber encontrado la piedra de
fuego que se hace del antimonio para la salud de los hombres. Porque se
pueden encontrar en el antimonio todos los colores del mundo, el balnco, el
negro, el verde, el azul oscuro, el color de las cenizas, el amarillo, e
innumerables otros que pueden ser preparados de diversas maneras a partir de
increíbles mezclas, y que pueden ser conocidos de diversas maneras y
empleados en diversos usos, cada uno estando legítimamente dispuesto en su
estado adecuado y en su orden precrito.

Es por ellio que voy a daros diversas preparaciones de estos medicamentos; la


manera de quitarles el veneno, de volverlos fijos y de separarlos como es
preciso.

El lector sabrá antes, que las virtudes del antimonio se pueden comparar a las
de una piedra preciosa en particular, así como hay ciertos metales que
simbolizan más con una piedra que con otra; pero el antimonio contiene en sí
universalmente las diferentes virtudes de todas las pedrerías. Lo que se
muestra bastante claramente por los colores que contiene y que cambia por
emdio dl fuego. Su rojez viva y clara es apropiada al carbunclo, a los rubíes y
al coral, su color azul al zafiro, el verde a las esmeraldas, el amarillo a los
jacintos y el njegro a los granates, que tienen un color negro escondido.

Y según los metales, el color negro del antimonio es apropiado a Saturno, el


rojo al hierro, el amarillo al oro, el verde a Venus, el azul a la plata, el blanco a
Mercurio, y los otros colores mezclados a Júpiter.

Y del mismo modo que encontramos todos los colores de las pedrerías y de
los metales en el antimonio, contiene también todas las virtudes medicinales,
las cuales están en tan grande número, como los colores, en el antimonio, que
le es imposible al hombre poderlas conocer todas por medio de sus trabajos.

A veces el antimonio se resuelve por destilación en un licor agrio, como el


vinagre. Otras veces se reduce en una materia roja y transparente, dulce y
agradable como la miel y el azúcar. También otras veces adquiere una
amargura tan poderosa como la del ajenjo; y en otras ocasiones, se le reduce
en una materia tan acre y picante como el aceite de sal. de manera que cambia
sus cualidades y virtudes según las preparaciones que se le den porque a veces
se cambia en una montaña olímpica por medio de la sublimación, lo mismo
que un águila voladora, roja, amarilla, y blanca. Siendo destilado
por descensum, da también colores diferentes, lo mismo que por la
reverberación, la cual se reduce en un metal parecido al plomo. Se hace
también de él un vidrio transparente, rojo, amarillo, blanco, negro y de otros
colores, de los cuales no es siempre adecuado servirse en medicina si no ha
pasado otro examen.

Se resuelve también en aceites extraños y admirables, de los cuales unos se


hacen sin adición, es decir, sin mezcla de ningún ingrediente. Otros se hacen
con adición de algunas materias. Y nos servimos de él interiormente para las
enfermedades internas, o bien exteriormente para las heridas, úlceras y otras
enfermedades externas.

Se hacen también con él extractos admirables, los cuales son tan diferentes en
sus colores, que si el oráculo de Apolo estuviera aún en estado, como en
tiempo de los paganos, se tomaría el trabajo de declararlos como es preciso.

Se preparan con él también un mercurio muy vivo, y un azufre ardiente como


el común. De manera que puede servir para hacer la pólvora de cañón. Y
finalmente, se extrae de él una sal muy natural y otras cosas.

Es por ello que es tiempo de mostraros su preparación: cómo es preciso


extraer su esencia, su magisterio, su arcano, su elixir, sus tinturas. Las cuales
observaréis cuando diga la preparación de la piedra de fuego, además de otros
secretos particulares, de los cuales el común ignora todo o al menos su parte
más considerable, en tanto que los Egipcios, los Árabes y los Caldeos,
habiendo muerto hace ya largo tiempo, sepultaron con ellos los secretos de la
Naturaleza que se pueden emplear para la verdadera medicina sin ningún
peligro, pero con gran utilidad.

Observad pues diligentemente todas las preparaciones una después de otra, tal
como las propondré, porque no hay ninguna que no sea de gran utilidad.
Porque los medicamentos fijos y preparados del antimonio expulsan las
enfermedades del cuerpo. Pero los que no son fijos, como el antimonio crudo,
sin ser preparados, abren y purgan solamente la primera región del cuerpo,
como el estómago y los intestinos, y dejan el fundamento de la enfermedad sin
extraerlo.

Voy ahora a abordar las diversas maneras de preparar el antimonio y todas las
claves de su preparación, que se hace pues solamente por medio del fuego,
después de la invocación de la asistencia divina. Se hace de varias maneras,
según el orden del fuego y la diversidad de las operaciones, de las cuales todas
sus virtudes y fuerzas dependen también en consecuencia.
El antimonio tiene un color mezclado de rojo, negro y blanco, y su primera
preparación es la calcinación y reducción en cenizas, que se hace como veréis
en el capítulo siguiente.

¿Qué clase de doctor eres tú? ¿Qué clase de médico? No te irrites por mis
discursos y mi opinión, porque estarás constreñido a reconocer tu ignorancia
si te interrogo cuidadosamente al respecto de heridas inflingidas por
cortaduras y picaduras; porque hay tantos juicios sobre estas cosas en tu
cerebro, como en la cabeza de una gallina pintada para los niñitos sobre un
abecedario. Os aconsejo pues a todos, eruditos, seáis de una magnífica o baja
condición, considerar en primer lugar, en virtud de la ciencia y de la
conciencia que son exigidas de los doctores y de los maestros, la verdadera
doctrina que consiste en la preparación de las cosas, y después el método de
servirse de ellas. Entonces os arrogaréis con derecho un título honorífico
adecuado, llevaréis con confianza y eficacia socorro a los hombres, y rendiréis
gracias a vuestro Creador con un corazón puro.

En función de lo que hemos dicho, cada uno debe examinar y ver si puede
usar legítimamente su título. Porque el que desee reivindicar un título debe
comprenderlo exactamente y justificar su tenencia. no basta en efecto, decir
con el vulgo: "He aquí una grues mierda muy hedionda" -sin querer lastimar
los oídos honorables e ignorar la causa de su hediondez, ya que el hombre
puede haber comido manjares de olor muy suave y expulsar un escremento
muy fétido. Sino que conviene saber la razón por la cual un manjar fragante se
transforma en una cosa monstruosa cuya causa se la putrefacción natural. E
inversamente, ocurre lo mismo en lo que concierne a las cosas aromáticas. No
se debe considerar simplemente el olor, sino que es de un verdadero filósofo
el buscar.

Ahora bien, para entablar discursos de nuestra invención, es preciso remarcar


que el olor de los cuerpos debe ser observado cuidadosamente por los que son
verdaderos filósofos. Los cuales deben buscar cuál es tal olor bueno o malo,
de dónde proviene, en qué consiste su virtud, y cómo se puede extraer su
utilidad para la salud del hombre. Porque ocurre que una basura pestilente
abona la tierra, la alimenta y fertiliza, de manera que produce frutos fragantes.
Lo que ocurre por varias causas, por querer describir todas en particular, tales
como la alteración, las corrupciones y generaciones admirables de la
naturaleza, implicaría hacer grandes volúmenes. Pero la causa principal de
tales transmutaciones y cambios de una forma en otra es ésta, a saber, la
digestión y la putrefacción, en la que el fuego y el aire producen una madurez
natural de las cosas, a fin de que del agua y de la tierra se haga un cambio. Por
lo mismo, se puede separar un bálsamo fragante del estiércol pestilente de un
campesino y recíprocamente de un bálsamo fragante hacer una materia
hedionda. Me podréis decir con razón que os aporto comparaciones groseras;
es verdad, lo reconozco. Pero los que buscan la causa de las cosas no deben
formalizarse, puesto que ellas nos enseñan como se pueden transformar las
cosas viles en cosas preciosas, y las nobles en viles; cómo se puede hacer
degenerar un buen medicamento en veneno y cambiar la malignidad de un
veneno en un medicamento muy útil; de una cosa dulce y agradable a la
Naturaleza producir una amarga y corrosiva; y de las corrosivas hacer buenas
y útiles.

Santa aspiración y oración del autor al Señor nuestro Dios.

¡Oh Dios mío! la Naturaleza no deja siempre abierto el gabinete de sus


secretos a cada uno, porque habéis dado la vida a los hombres tan breve que
no pueden llegar al final de todos vuestros misterios naturales. Habéis hecho
bien en reservaros los más grandes, a fin de que cada uno se contente con
admirarlos y daros la gloria que merecéis como el Creador de todas las cosas.
Acordadme la gracia de que pueda siempre admiraros en vuestras obras y
alabaros eternamente en mi corazón; que pueda además de la salud y el
alimento corporal que vuestra bondad infinita me ha dado, obtener la del alma
en vuestra celeste morada, de la cual no tengo dudda alguna, puesto que en el
Árbol de la Cruz habéis derramado el verdadero Bálsamo y el Azufre del
alma, para mí, pobre pecador, y para todos los demás. Es el Azufre admirable,
verdadero medicamento de las almas pecadoras y penitentes, que las cura de
la muerte eterna y que da la vida feliz a los elegidos, así como la condenación
eterna a Satán y a sus adherentes.

Cuido espiritualmente de mis hermanos por mis oraciones y corporalmente


por remedios ordinarios. Es por ello que espero que ellos también velarán
espiritualmente por mí, a fin de que habitemos todos juntos y por la eternidad
en la morada de Dios todopoderoso.

Análisis de las grandes virtudes del Antimonio.

Vengamos ahora a nuestro Antimonio.

Y antes es preciso saber que todas las cosas del mundo contienen en ellas
mismas espíritus activos y vivificantes que habitan en los cuerpos, los cuales
se alimentan de ellos, se nutren, se mantienen; los mismos elementos no están
sin espíritu. esta morada es preciso buscarla en todos los cuerpos, sea buena o
mala. Los hombres y todos los animales tienen en ellos un espíritu activo y
vivificante el cual siendo separado de sus cuerpos, no deja más que un
cadáver. Todas las plantas contienen en ellas un espíritu de la salud humana,
de otro modo no podría uno servirse de ellas en la medicina. los metales,
semejantemente, y todos los minerales, mantienen con ellos un espíritu
imperceptible en el que residen principalmente todas sus facultades y virtudes,
en lo que pueden servir a la vida del hombre. Porque todo lo que está
despojado de estos espíritus no es más que un cuerpo muerto y no puede
producir ninguna operación vivificante.

Es por esto que es presico concluir que hay en el antimonio un espíritu que
reina. El cual debe ejecutar todas las operaciones y virtudes que vemos salir
de tal cuerpo mineral, lo que se hace sin embargo invisiblemente, lo mismo
que la calamita tiene también una virtud escondida de atraer hacia sí el hierro,
que conserva totalmente en sus espíritus, de los que hablaremos en mi tratado
sobre el imán.

Los espíritus de los cuerpos son de varias clases. Porque los hay que son
visibles a los sentidos exteriores, que tienen alguna inteligencia y un
razonamiento espiritual. Los cuales, sin embargo, se vuelven imperceptibles
cuando quieren y se despojan de su cuerpo. Tales son los espíritus de los
elelmentos y los que habitan cerca de ellos, como los espíritus que parecen
chispas en el aire y tienen formas de diversas clases. Hay otros que son los
espíritus del aire, que permanecen siempre en él. por lo mismo hay espíritus
en el agua, que se llaman acuáticos. Finalmente los hay en la tierra, los cuales
se muestran en lugares grasos, alrededor de las minas y de las montañas.
Todos estos espíritus tienen entendimiento y artes particulares y saben
cambiar sus formas. Yo los dejaría tal como son hasta el día del juicio
universal, en el cual deben recibir sus sentencias como nosotros las nuestras.
Dejo este secreto a la inescrutable y divina sabiduría del Todo Poderoso.

Los otros espíritus, que no hablan y no pueden aparecer en formas visibles, o


perceptibles, son los que habitan en el cuerpo de las bestias y de los hombres,
de las plantas y de todas las cosas vegetativas, así como de los minerales, los
cuales no dejan de tener una virtud activa y una naturaleza vivificante, que se
manifiesta por las operaciones que ejercen, y que hace aparecer cuando son
separados de sus cuerpos por medio del arte.

Semejantemente, el espíritu activo del antimonio manifiesta sus admirables


virtudes y las comunica a los hombres cuando anteriormente, para ser más
penetrante, se le ha extraído o separado de su cuerpo como de una prisisón, y
se le ha dado la libertad de ejercer más ampliamente sus fuerzas; a lo que sirve
mucho la disposición del maestro y de la Naturaleza. Porque es preciso que
Vulcano y el químico se acomoden juntos.
El fuego separa los espíritus y el maestro forma la materia. Y lo mismo que un
mariscal o herrero no se sirve más que de fuego y una sola materia, que es el
hierro, del cual forma diversos instrumentos, de manera que de una sola
materia prepara diversas formas para diferentes usos, por lo mismo se pueden
formar del antimonio varias cosas útiles. El Artista es el herrero que forma (la
materia); Vulcano suministra la clave; la operación y utilidad proveen la
preparación y la experiencia.

Santa exclamación del autor sobre la locura y ceguera de los humanos.

¡Oh, Dios mío! ¿por qué el mundo está tan loco que no tiene vista, ni orejas,
ni espíritu? ¿Por qué no hace diferencia entre los engañadores y charlatanes, y
la verdadera ciencia que se conoce por el uso de los medicamentos? Si tiene
tan poco juicio ¿no debería abandonar el cenegal en el que está continuamente
abrevando para venir a beber las aguas vivas de la salud en el verdadero
manantial de la vida?

Quiero que todo el mundo sepa que volveré a la realidad a varios grandes
maestros ignorantes, y que al contrario, muchos pobres escolares que son
rechazados y menospreciados se volverán sabios por los efectos de mis
experiencias, e incluso grandes médicos. Porque siguiendo mi doctrina,
obtendran todo lo que anhelan y tendrán un perpetuo recuerdo de mi memoria
cuando ya esté en la tumba. Y los que, después de mi deceso, quieran resucitar
mi cuerpo para disputar conmigo, encontrarán la respuesta en mis escritos,
estando seguro de que los seguidores de mi doctrina no olvidarán mis
preceptos. Porque harán conquista del imperio de la verdad, que es el
fundamento de mis opiniones, y que será siempre triunfante contra todos los
embuestes y permanecerá siempre victorioso.

Además, el lector debe ser advertido de que hay varias clases de antimonio.
Porque uno es bello, puro y tiene una propiedad del oro, porque contiene en sí
mucho mercurio. El otro contiene mucho azufre y no se aproxima tanto a la
naturaleza del oro como el primero, que tiene varios pequeños rayos blancos y
resplandecientes. Es por ello que el primero es mejor que el otro para el uso en
la medicina química, lo mismo que la carne de pescado es menos buena para
el alimento del cuerpo humano que la de otras bestias terrestres, aunque sean
todas de animales; así la misma diferencia se encuentra de un antimonio a
otro.

Además se deberá advertir que hay varias personas que escriben sobre las
facultades del antimonio. Pero la mayoría de estas no entienden las razones de
sus virtudes y nom han aprendido ni encontrado jamás por qué medio se las
puede reducir en acción; en tanto que no escriben más que con opinión y para
la gloria que buscan escribiendo. Y no es preciso asombrarse si no obtienen lo
que desean. Porque para hablar pertinentemente del antimonio, es necesario
haber hecho varias observaciones de sus virtudes, soportado gran trabajo en su
preparación, y haber encontrado el verdadero espíritu en el cual reside su
virtud, a fin de que se puedan dar verdaderos documentos y tener una ciencia
infalible para conocer lo que es malo o bueno de él, lo que es veneno o
medicinal. No es necesario más que saber saber hacer un buen examen del
antimonio para penetrar en su esencia y encontrar por experiencia cómo es
preciso separar de él su malignidad (arsenical), de la que se quejan tantas
personas, y volverla un medicamento benigno sin veneno alguno.

Mucho anatomistas hicieron búsquedas aquí y allá, y afligieron, torturaron y


crucificaron el antimonio hasta un grado que sobrepasa todo lo que se pueda
humananmente decir e imaginar. Pero han encontrado y producido de hecho,
pocas cosas útiles, porque están desviados del verdadro fin. Es por esto que no
han podido alcanzar ese blanco al que creían apuntar, porque la línea de tiro
había sido ensombrecida en sus ojos por un color negro, de tal manera que no
pudieron observarlo, ni reconocerlo, ni tomarlo en consideración.

El antimonio se puede con razón comparar a un círculo que no tiene fin, igual
que es calificado el mercurio. Es de todos los colores del mundo, y cuando
más se buscan sus virtudes, más se pueden apreciar, supuesto que se proceda
como es necesario. En fin, un hombre no puede conocer todas sus virtudes, a
causa de que su vida es demasiado corta.

Es verdad que es un veneno, e incluso un veneno de último grado. Pero


también, si veneno, se puede decir que es el remedio de los remedios y el
primer tesoro de la vida, aplicado esteriormente y tomando interiormente. Lo
cual no pueden ver los que están ciegos por la ignorancia. Este defecto les
debería ser perdonado si fuera el único; pero el peor es que no quieren ver ni
aprender nada en este caso ni en otros semejantes.

El antimonio tiene en sí las cuatro extremidades y cualidades con sus


propiedades. Es frío y húmedo, cálido y seco. Se regula según las cuatro
estaciones del año. Es volátil y fijo. El que es volátil es venenoso y el que es
fijo está libre de todo veneno. Es por esto que varios escriben diversas
ficciones del antimonio cuando hablan de sus facultades malignas. Porque no
entienden lo que escriben. Es verdad que es un mineral admirable, muy difícil
de conocer bien. se le puede llamar incluso uno de los siete milagros del
mundo, en tanto que hasta el presente no se ha encontrado a nadie, ni incluso
de mi tiempo, que haya podido conocer enteramente todo su poder, sus
virtudes y sus operaciones, y que haya podido penetrar totalmente en su
esencia hasta el punto de encontrar alguna novedad. Y en el caso de que se
encuentre tal persona, merecería ser llevada sobre un carro de triunfo, igual
que antiguamente se tenía la costumbre de hacer entrar en la ciudad de Roma
a los grandes héroes que habían obtenido alguna gran victoria sobre los
enenmigos. Pero no creo que se empleen nunca muchos obreros en hacer tal
carro de triunfo con ese motivo.

Es preciso reconocer que además de la salud se puede encontrar más riqueza


en el antimonio que ni vosotros ni yo podríamos creer. Porque qunque yo haya
visto, aprendido y experimentado más las virtudes del antimonio que vosotros
y vuestros semejantes que creen saber mucho, me encuentro siempre aprendiz
en la búsqueda de sus facultades.

Por tanto no envidio la fortuna de los que buscan los secretos de la Naturaleza,
y que han encontrado y descubierto en este mineral secretos admirables.
Porque la Bondad divina da sus gracias particulares a quien le place. Sin
embargo, a causa de que el mundo está lleno de ingratitud y no reconoce los
beneficios de su Creador, ocurre a menudo que su justicia le venda los ojos, a
fin de que no pueda conocer las propiedades y los secretos de la Naturaleza
que se encuentran en sus formas metálicas.

Todos los hombres no hacen más que desear las riquezas, y cada uno dice: "Yo
querría devenir rico y opulento, como dien los Epicúreos; supuesto que pueda
adquirir bienes corporales, encontraré en abundancia los espirituales". Todo el
mundo se asemeja hoy a ese Rey Midas que según la ficción de los poetas, no
deseaba otra cosa que convertir en oro todo lo que tocara. Es por esto que la
mayoría estudian como encontrar los medios para enriqucerse por el
antimonio. Pero como han olvidado a su Creador en sus comentarios, omiten
las acciones de gracias que deben previamente ser rendidas, y descuidan la
caridad debida a su prójimo, tocan la boca de un caballo del cual ignoran la
edad y la fuerza; pareciéndose en ello a los que estaban presentes en las Bodas
de Canaán en Galilea, cuando nuestro divino Salvador cambió el agua en vino.
No podían comprender sómo se hizo ese milagro, aunque viesen el color y
gustasen la dulzura del vino. Porque nuestro Señor no quiso descubrirles su
omnipotencia, a fin de que tuviesen motivo de admirarle. Es por ello que
afirmo que incumbe a todos buscar los misterios puestos por el Creador en su
creación. Porque aunque no se pueda imaginar que alguien pueda alcanzar el
conocimiento perfecto así como los otros milagros del Salvador, sin embargo
no está prohibido el buscarlos, porque es preciso que aprenda todo esto por
una labor y una reflexión asiduas, a fin de no tener que quejarse de sufrir una
enfermedad o la pérdida de sus riquezas y de la salud, sino más bien a fin de
que pueda alegrarse y regocijarse. Es por esto que no debe faltar el dar gracias
a su Creador por todo.

Es por ello que cualquiera que quiera devenir un verdadero anatomista en


antimonio debe en primer lugar observar la descomposición o la apertura de
los cuerpos, a fin de alcanzarlo por la vía adecuada, en su lugar y sin error. En
segundo lugar, debe observar el régimen del fuego, a fin de que no aumente o
disminuya demasiado, que no se hiele o sea demasiado ardiente, porque en el
fuego consiste el punto principal, a fin de que los espíritus sean expulsados,
desunidos y dejados libres para operar, y que sin embargo esta virtud activa no
arda ni perezca. En tercer lugar, debe el uso y una cierta medida, como he
dicho más arriba, a propósito de las cinco cosas fundamentales necesarias a
los químicos, que repito sin embargo por parábola.

En la división o resolución del antimonio en sus partes consiste el principal


punto. Y para servirse de él es preciso prepararle por el fuego ya hacer como
el carnicero que habiendo matado un buey, le divide en sus partes y las
distribuye al público para cocerlas si las quiere comer. Porque no se puede
extraer la utilidad que se desea si no se las hace cocer por medio del fuego que
quita la crudeza. Y si se las come crudas, no hay duda que nos servirán más de
veneno que de alimento, en tanto que el calor natural del estómago del hombre
es demasiado débil para digerir la crudeza de tal cuerpo. Lo mismo ocurre con
el antimonio, el cual, teniendo un cuerpo muy duro y lleno de veneno, no
puede ser digerido por nuestro calor si antes no se le prepara, y como veneno
aporta pronto la muerte a los hombres.

Es por esto que antes de todo es preciso separar el veneno del antimonio y
proceder de tal manera que nunca pueda volver a tomar su malignidad, lo
mismo que el vino, una vez cambiado en vinagre por medio de la
putrefacción, no puede jamás producir el verdadero espíritu de vino, sino que
persiste como vinagre. Y al contrario, si se destila el espíritu de vino y se
separa la acuosidad (o la flema), después de que este espíritu de vino sea
exaltado, no se convertirá jamás en vinagre, incluso aunque se le dejará cien
años, y permanecerá siempre como espíritu de vino por sí mismo. El espíritu
de vinagre semejantemente no puede ser cambiado en espíritu de vino jamás.
La transformación del vino en vinagre es un cambio admirable, puesto que se
convierte en otra esencia que no era antes. Cuando se destila el vino, el
espíritu sale el primero; pero cuando se destila el vinagre, su flema sube la
primera y su espíritu el último, como he dicho anteriormente. Es por ello que
el espíritu de vino vuelve los cuerpos fluidos y volátiles, tal como él mismo lo
es; pero el espíritu del vinagre coagula y vuelve sólidos todos los
medicamentos, a fin de que puedan extirpar las enfermedades de naturaleza
coagulada. Lo que es preciso remarcar tanto más cuidadosamente porque todo
esto nos esclarecerá mucho en la preparación del antimonio, el cual contienen
también su vinagre, del que se puede quitarla malignidad y volverle un
medicamento tan benigno y tan admirable que no tiene ningún veneno, sino
bien lejos de eso, porque caza y disipa o expulsa de los cuerpos toda clase de
venenos.

La verdadera preparación del antimonio se hace por medio de la alquimia, la


cual le divide en sus partes y le resulve en sus principios calcinándolo,
reverberándolo y sublimándolo; haciendo un extracto de su esencia y
extrayendo de él un mercurio vivo. El cual se debe precipitar después en un
polvo fijo. Se puede también por medio del Arte, preparar de él un aceite que
tiene la virtud de disipar esas nuevas enfermedades desconocidas que los
soldados franceses nos han aportado. Este aceite se hace alcalizando el
antimonio, y por otras preparaciones que el Arte espagírico y la alquimia nos
enseñan.

Por ejemplo, digo que lo mismo que cuando un cervecero quiere hacer la
cerveza con cebada, trigo candeal y otro trigo, es preciso que la pase por todos
los grados de preparación antes de extraer la virtud del trigo y apropiarla en
bebida. Primeramente, es preciso poner la cebada en el agua para hacerla
ablandar, así como lo he observado cuidadosamente, cuando era adolescente,
en Bélgica y en Inglaterra, y eso no es más que la putrefacción. Después, se la
extrae del agua y se la deja gotear; se la pone en un montón hastra que esé
caliente y comienza a germinar por medio del calor: he ahí una digestión. En
seguida se extiende el montón de cebada, de trigo u otro, se hace secar al aire
o al fuego, y he ahí la reverberación o coagulación. Parejamente, se hace
moler el trigo que está bien seco, lo que no es otra cosa que la calcinación. De
manera que el cervecero hace pasar por todos esos grados de preparación, la
materia de la que quiera extraer la esencia para preparar la cerveza, y hace
hervir todo junto con agua: y eso se puede llamar destilación a grosso modo.
El lúpulo que se añade a la cocción, es la sal vegetal y un preservativo para
conservar largo tiempo la cerveza en su estado y para impedir una nueva
putrefacción. Los españoles y los italianos no saben hacer cerveza. Igualmente
en la Alta Alemania, mi patria, muy pocos saben este oficio. Después de que
la cerveza está hecha, se la deja espumar y asentarse, y se hace por la
clarificación una nueva separación de las cosas puras e impuras, lo que se
hace por el movimiento natural de los espíritus agitados que separan la hez del
cuerpo y echan afuera la espuma o la levadura, antes de lo cual la cerveza no
es buena para beber y los hombres no pueden aprovecharla a causa de que los
espíritus están mezclados con la hez que impide su operación. Lo mismo se
observa en el vino, el cual, mientras está turbio y no clarificado, no hace los
efectos ordinarios a su naturaleza. Ni el vino ni la cerveza antes de su
clarificación dan un espíritu destilado tan perfecto. Además de todas estas
preparaciones, se puede hacer una nueva separación por una sublimación
vegetal, a saber, separando los espíritus del vino y de la cerveza, y por
destilación, hacer una nueva bebida como el agua-de-vida, así como se puede
extraer también de las heces restantes de los dos. Haciendo lo cual se separan
los espíritus ordenadores de sus cuerpos por medio del fuego. Y los espíritus
dejan su morada que tenían en los cuerpos que tenían aún vida, pero que
después de tal separación no son más que cuerpos muertos y sin alma. La
exaltación de los espíritus se hace por la rectificación del agua-de-vida, la cual
se destila hasta que sea pura y neta, sin ninguna flema ni acuosidad, de la cual,
una pinta tiene más fuerza y más actividad que veinte de las que no están
rectificadas, porque ésta penetra antes y opera más prontamente.

Ved pues si queréis aprender alguna cosa en mis escritos y obtener las
riquezas y los verdaderos medicamentos del antimonio, y en ese caso tratad de
observar bien mi pensamiento susodicho, porque no hay ni una letra en este
ejemplo que sea superflua y que no tenga algún significado particular para
vuestra instrucción. Encontraréis varias palabras reiteradas que parecerán
repeticiones superfluas, las cuales os es preciso observar y aprender. Porque
en ellas está escondido el principal fundamento del Arte. Y nadie debe
cansarse de reflexionar varias veces sobre trodo el libro. Porque aunque
pagárais por cada palabra un escudo de oro, no igualaríais su valor. Veréis que
mis ejemplos, aunque groseros, contienen grandes misterios. No quiero sin
embargo alabar yo mismo mis escritos, porque en la ejecución de los efectos,
estos declararán bastante sus méritos y su valor será manifestado.

Os he allegado ejemplos de por qué las virtudes del antimonio y sus fuerzas
están escondidas; es preciso buscarlas en lo mas profundo de su esencia, lo
cual no se comprenderá fácilmente al comienzo. Es necesario introducirse en
tal conocimiento por las cosas más notorias y conocidas, a fin de que siendo
comprendidos todos los principios pueda llegarse al fin deseado.

El antimonio es lo mismo que un pájaro que vuela en el aire, el cual por la


asistencia de los vientos va adonde quiere. El operador o Artista, se puede
comparar al viento, que puede llevar al antimonio donde le plazca. Le puede
volver rojo, amarillo, blanco, negro, y como quiera, según la disposición que
su fuego le dé. Porque el antimonio contiene todos los colores, como el
mercurio. Cosa de la cual es preciso no asombrarse porque la Naturaleza tiene
dos recursos admirables, los cuales no podemos aprender ni hoy ni después.
Cuando un iletrado toma un libro, nop sabe lo que ese escrito puede contener
en sí e ignora el significado de los signos que mira como una vaca a una
puerta nueva. Ahora bien, cuando este ignorante recibe de otro su inteligencia
y uso, no toma esto por ciencia, sino que es para él algo común y fácil de lo
que conoce bien el negocio y el uso. Pero puede comprender verdaderamente,
hasrta el punto de que no le quedará nada secreto u obscuro en ese libro,
cuando él mismo haya dominado su lectura y comprensión.

El antimonio es un libro en el cual los que no saben leer son advertidos de


que, si desean aprender y conocer sus misterios y sus utilidades, comenzarán
conmigo a conocer las letras y los elementos priemros, a fin de que puedan
leer ellos mismos y pasar de una clase a otra. En lo que la experiencia nos
servirá de rector para hacer juicio del examen, y dar los premios que habrá
merecido cada unop según la doctrina.

No puedo pasar en silencio a los que gritan diariamente: "Crucifige!


Crucifige!" contra todos los que recetan venenos a los enfermos, que preparan
venenos, y que muestran como servirse de ellos en la Medicina, y por medio
de los cuales creen que tantas personas mueren, como por el mercurio, el
arsénico y el antimonio. Todos los que dan tales gritos y hacen tanto ruido no
son ordinariamente más que ignorantes que se dicen médicos, y que no saben
ellos mismos qué es el veneno, lo que es venenoso o medicinal; y es eso lo
que les incita a declamar contra los que son sus maestros y que no saben
reconocer como tales. Pero tengo mejor razón para gritar yo mismo contra los
que verdaderamente recetan los venenos antes de haberlos preparado, en tanto
que ellos no tienen su espíritu. Porque si el mercurio, el arsénico, el
antimonio, y otros semejantes, permanecen en su sustancia tal como son sin
estar bien preparados, son verdaderamente venenos. Pero cuando son
preparados metódicamente, toda su virulencia es apagada, y disipada, y son
convertidos en medicamentos saludables, los cuales resisten contra todos los
otros venenos y los expulsan cuando se encuentran engendrados en nuestros
cuerpos. Porque un veneno bien preparado, de manera que no retenga ninguna
mala cualidad, resiste y extirpa otro veneno cuando lo encuentra. Y si no lo
expulsa, tiene al menos la virtud de prepararle y de hacerle parecidamente
perder sus malas cualidades y volverle conforme a su naturaleza, pese a que
ambos fuesen venenos antes.

Quiero creer que lo que acabo de decir suscitará grandes disputas entre los
doctores, los cuales examinaran si la verdad de las cosas es posible o no. Y sus
juicios serán muy diferentes. Unos serán de la opinión de que es del todo
imposible que se pueda despojar enteramente a un veneno de todas sus malas
cualidades, lo que no me asombrará nada, en tanto que esta ciencia les hes
desconocida y que no entra para nada en su pensamiento la posibilidad de
aprender tal misterio. Pero habrá sin embargo algunos que reconocerán que se
puede, por medio del arte, cambiar una cosa mala en una buena, y defendrán
mi opinión.

¿No me reconocéis, Señores médicos, que sois de esta opinión de que las
enfermedades y las causas morbíficas de nuestros cuerpos, que son todas
venenos, se pueden cambiar en buen estado, y volverse propias a la salud?
¿Por qué pues no queréis confesar que la malignidad que contienen ciertos
medicamentos se puede separar de su bondad y que, después, tales
medicamentos sean útiles y necesarios a la salud del hombre? Pero en tanto
que la experiencia y la ciencia de la operación es aún desconocida para varios,
la mayoría no dejará de gritar: "¡es veneno! ¡es veneo!", como los Judíos:
"Crucifige! Crucifige!" contra nuestro Señor y Redentor Jesucristo,
rechazándolo y considerándolo como el mayor, el peor y el más maldito
veneno de todos los hombres, visto que era el más noble, el más rico y el más
precioso medicamento de nuestras almas para librarlas del pecado, de la
muerte, del Diablo y del infierno. Lo cual no querían reconocer ni aprobar los
doctores y los fariseos, aunque fuera verdadero y quedará confirmado por toda
la eternidad; e incluso vosotros, Señores, grandes doctores y famosos
personajes que persuadís a los emperadores, reyes, príncipes y otros
potentados de que es preciso guardarse bien de servirse de tales
medicamentos, a causa de que son nocivos y venenosos, deberíais perdonarme
si oso deciros o escribir cuán ridícula me parece vuestra opinión. Pero no
hablo de ello, en tanto que no salís jamás de los principios que habéis
aprendido un vez y que no queréis hacer otras observaciones que las que
habéis visto. Es así que no deberíais pedir las de otros. Porque aunque se le
haya dado tal veneno, que vosotros llamáis extremo, a alguien me bastaría
darle con la ayuda de Dios un contraveneno preparado en público que le
salvaría la vida y expulsaría al instante todo el veneno por el cual debería
morir pronto.

Y aunque los doctores no puedan ni quieran comprender esta verdad y la crean


imposible no importa, sé los medios de defenderme y de mostrar las pruebas
cuando se quiera, habiéndolas hecho delante de gente que no puede dar
testimonio de ellas. Y si me fuera preciso disputar con tales doctores, que no
saben hacer ellos mismos tales preparaciones, que es preciso encarguen a
otros, estoy seguro que en la verdadera escuela obtendría la plaza por encima
de ellos y estarían obligados, en su deshonor, a ponerse debajo. Porque no
conocen los medicamentos ni lo que recetan a sus enfermos, e incluso no
conocen los colores y si son blancos, negros, rojos, amarillos, grises o azules;
si son calientes o fríos, húmedos o secos. Leen solamente, y teniendo eso no
desean saber más.

¿Oh, Dios mío! ¿Qué conciencia tienen estos señores? ¿Cómo tratan a sus
enfermos? ¿No encontrarán el día del Juicio la Justicia, si no hay ninguna al
presente para ellos? No piden más que dinero; pero si pensaran en los deberes
que son reclamados, emplearían noche y día en descubrir los secretos de la
Naturaleza: Pero los trabajos les parecen difíciles y penosos; no se inquietan
por ellos, contentándose con halagar al mundo; creen hacer bellas curaciones
engañando con grandes discursos y dejando la curación aparte. El carbón es
demasiado caro, es por eso porque lo usan muy poco, gustándoles más ahorrar
el dinero que sería necesario emplear para encontrar las maravillas de la
Naturaleza. Vulcano no es uno de sus amigos, porque no se encuentra jamás
en su vecindad. Es suficiente con que los alambiques se encuentren en casa de
los boticarios, donde ellos se encuentran algunas veces para escribir recetas,
pero el sonido de los morteros que hace el muchacho de botica puede lanzar al
viento todas estas recetas.

¡Oh clementísimo Dios! ¡cambia el tiempo, pon fin a la soberbia, oponte a los
árboles a fin de que no crezcan hasta los cielos, a los gigantes, a fin de que no
amontonen montañas sobre montañas! Dad algún fin a esta vana gloria y
prestad vuestra asistencia a los que tienen confianza en vosotros, a fin de que
puedan sobrepasar a los que les persiguen y odian.

Quiero incitar a todos los compañeros que tengo en este monasterio a rezar a
Dios día y noche para que le plazca esclarecer el entendimiento de todos estos
perseguidores, hacerles conocer su omnipotencia en sus criaturas, e
iluminarlos, de manera que comiencen a busacar por la anatomía de las cosas
las virtudes que hay escondidas en su profundidad.

Espero también que su misericordia, que ha creado todas las cosas visibles e
invisibles, concederá nuestros rezos, y si no es en mi tiempo o en el de mis
hermanos, será después de nuestra muerte. Quizá entonces se hará una
penitencia a la cual Dios acordará su gracia, para que las nubes espesas y
sombras sean retiradas de los ojos de todos, que cada uno vuelva a encontrar
la vista y por una verdadera iluminación, recobre el verdadero groschen
(moneda alemana de 10 pfenning o centavos). ¡Que Dios lo haga! Así sea.

Fin del prefacio del autor

CAPITULO I

Tratado del Antimonio


Para comenzar el tratado del antimonio por la etimología de su nombre, es
preciso saber que los Árabes le llamaban Asinat. Los Caldeos le han
llamado Stibium. Los Latinos Antimonium. Los Alemanes Spiessglass, en
razón de que tal materia es fluida, y se hace de ella un vidrio que retiene todos
los colores de los que se pueda formar.

Es por ello que hay que extraer la consecuencia de que por la misma razón
que los Árabes, Caldeos y Latinos, nuestros primeros padres, y otros pueblos
han dado un nombre particular al antimonio, no lo han hecho sin razón ni sin
haber respetado la cosa y observando sus facultades.

Pero no hay que dudar que debido a las envidias naturales no se hayan
destruido o suprimido las escrituras que daban fe de sus virtudes, para
enterrarlas. Porque sus enemigos han podido muy fácilmente corromper las
impresiones y los libros que las declaraban, en tanto que el Diablo puede
hacer muchas cosas con el permiso de Dios a causa de nuestros pecados y de
nuestra ignorancia, porque Satán, que es enemigo jurado del género humano,
ha hecho hasta el presente todo lo posible y empleado todas sus astucias a fin
de que la verdadera medicina fuera suprimida y sepultada, y para tratar de
quitar la gloria a Dios que es el autor de todos los bienes, y que los hombres
no puedan rendirle gracias, así como para privar a la naturaleza humana de tal
asistencia.

En tanto que la disputa de los nombres de las cosas es inútil, porque no


contribuye ni disminuye nada de su esencia, no diré nada sobre los diferentes
nombres del antimonio. La gloria que se puede adquirir de todo lo que
hacemos consiste únicamente en la verdadera preparación de los
medicamentos y en el reconocimiento de la Bondad divina que les ha
infundido las virtudes que encontramos por nuestros trabajos. Es por ello que
es apropiado comenzar a demostrar la preparación del antimonio y a describir
sus facultades, a fin de que se den gracias a Aquél que las ha dispuesto.

Pero como os he confesado antes que el antimonio era un veneno, antes de


daros a conocer sus virtudes voy a mostraros por un ejemplo que un veneno
atrae a sí otro veneno, y le expulsa de nuestro cuerpo antes que todos los
demás antídotos o contravenenos. Esto ocurre a causa de la simpatía y el
parecido de la naturaleza. Porque es preciso que sepáis que la verdadera
licornia expulsa toda clase de venenos y no los puede soportar. He aquí la
prueba. Tomad una araña viva; haced un círculo alrededor de ella con la
licornia. Veréis que no saldrá del círculo que habéis marcado, en tanto que
evita lo que resiste y es contrario a su naturaleza. Pero si ponéis cualquier otra
cosa alrededor de ella que simbolice con su naturaleza venenosa, no tendrá
antipatía en pasar por encima.

Notad además que si ponéis una moneda de plata que sea hueca (como la hay
en Alemania), con la marca de una flor de lis, a flotar sobre el agua como si
fuera un pequeño barco, y aproximáis a ésta última un trocito de licornia, sin
que se toquen, veréis que la licornia, por su virtud espiritual, hará retroceder la
moneda de plata, lo mismo que un pato que quisiera evitar el golpe de un
cazador. Y al contrario, si echáis un pequeño trozo de pan duro y bueno, sin
ninguna mezcla, en un vaso lleno de agua hasta el borde y ponéis la verdadera
licornia cerca del agua, pero sin que la toque, veréis que la licornia atraerá
poco a poco la miga de pan hacia sí. De manera que es una maravilla ver la
simpatía de dos cosas naturales, cómo una atrae a la que la simboliza, y
expulsa y aleja de sí lo que la es contrario.

De lo cual los médicos pueden extraer una justa consecuencia: que los
venenos atraen hacia ellos lo que es de naturaleza semejante; y lo que no es
veneno atrae semejantemente hacia sí lo que está exento de él. Es así que se
pueden combatir los venenos de dos maneras: primeramente, por sus
contrarios que les resisten y combaten, así como se acaba de decir de la
licornia. En segundo lugar se les puede expulsar de nuestros cuerpos por sus
semejantes, en razón que un veneno atrae a otro hacia sí, como la calamita
atrae al hierro. Es preciso que tal antídoto que deba combatir al veneno y que
es veneno él mismo, sea sin embargo precedentemente preparado de manera
que su malignidad se convierta en medicina o en antídoto, y sea también
suficiente para expulsar al otro veneno en razón del cual se dispone éste.

Parecidamente, el jabón atrae hacia sí y limpia las impurezas y la grasa de los


trapos y de la ropa, aunque el jabón no fuese antes más que grasa. Porque se
hace de talco, de aceite de oliva y otras cosas parecidas. Y la causa de esto es
que se han preparado las materias untuosas del jabón por la separación y que
se añade sal al hacerlo, que es la principal causa de su virtud abstersiva. Tiene
el poder de atraer hacia sí y de purgar así mismo las inmundicias untuosas de
las ropas. ¿Por qué, pues, se niega que los venenos puedan perder y abandonar
su malignidad por una preparación conveniente y devenir un antídoto que
tenga la facultad de atraer los otros venenos, expulsarlos de nuestros cuerpos y
restablecer la salud primera?

Pero a fin de que os pueda demostrar las propiedades desconocidas de la


Naturaleza y haceros conocer las materias buenas y malas, venenosas u otras,
os propondré algunos ejemplos por los cuales la verdad se manifiesta, así
como la falsedad de los grandes y relevantes médicos y también su
negligencia, se verá tan manifiesta como claramente.

Tomad un huevo helado que se haya expuesto a un gran frío, ponedle en agua
extremadamente fría por algún tiempo y veréis que la gelatina o el hielo que
estaba antes dentro del huevo será atraído afuera por medio del agua fría,
penetrará la cáscara y toda la substancia interior del huevo volverá a su primer
estado como si no hubiera estado helada.

Por lo mismo, si alguno tiene alguna parte de su cuerpo helada y enfriada, que
tome agua lo más fría que pueda encontrar, como la de nieve fundida, y que se
aplique sin pérdida de tiempo sobre la parte helada: una frescura atraerá a la
otra hacia fuera y la parte permanecerá en su primitivo estado de salud.

Y al contrario, si alguno tiene mucho calor o inflamación en alguna parte de


su cuerpo, que aplique sobre el mal una materia caliente, como espíritu de
vino rectificado, el mejor que se pueda encontrar, es decir, que sea casi todo
fuego, o de la quintaesencia del azufre, y muy seguramente verá que un ardor
atrae hacia sí al otro, en razón de la semejanza de su naturaleza, y no sentirá
solamente alivio o refrescamiento de la parte, sino la entera restauración de la
salud.

Para más confirmación de esta verdad, tomad huevos de rana, los cuales
aparecen en el mes de marzo, y hacedlos secar al sol sobre una plancha; y
después pulverizadlos y ponedlos en polvo sobre la herida de alguien que haya
sido mordido por una vívora o serpiente, y veréis que este polvo quitará el
venenode la mordedura, de manera que después de esto se podra curar
fácilmente con los medicamentos ordinarios, los cuales de otro modo no
servirian para nada. La misma virtud de este polvo se puede utilizar
poniéndole sobre un paño blanco que humedeceréis varias veces, y que
secaréis después con los huevos de rana. El paño debe ser cortado en
pequeños trozos para aplicarlos sobre la mordedura.

Semejantemente, tomad un sapo vivo, colgadle por una de las patas de atrás al
sol para hacerle secar como es preciso, ponedle después en un pote bien
cubierto y reducidle a cenizas por el fuego y después reducidle en polvo muy
fino. Serviros de este polvo para las heridas venenosas y os aseguro que
atraerá el veneno. ¿Y eso porqué? Es que, por medio de la calcinación del
sapo, su virtud medicinal de atraer el veneno se vuelve más rápida y más
activa, y propia a ejecutar sus fuerzas para atraer hacia sí a su semejante.

Si alguno es infectado por la peste, que tome ejemplo de las cosas venenosas
de las que se acaba de hablar y que las observe para él. Porque encontraréis
que todo lo que os digo en este escrito es verdadero, porque podéis serviros de
las cosas venenosas susodichas en tiempo de peste para los que estan
infectados, supuesto solamente que añadáis el astro del sol y el espíritu de
mercurio. Porque el espíritu de mercurio atrae hacia sí a sus semejantes,
teniendo la facultad atractiva de todas las enfermedades venenosas.

Pero lo mismo que el astrum solis -del cual del mismo modo que por la virtud
del sol celeste vivificante todo es engendrado -in genere universali sobrepasa
a todos los demás en facultad, creo también que el más grande de todos los
remedios consiste en el Sol; quiero decir en su naturaleza y en sus espíritus,
que son el astro del sol terrestre, de los cuales espíritus todos los metales y
minerales al comienzo de su generación han sacado su principio. Hablaremos
de todo esto más ampliamente cuando te revele el astro del sol sobre tu
conciencia ( porque es el secreto de los secretos ).

Verdaderamente el antimonio, en estos casos susodichos, tiene la misma virtud


que el oro. Es preciso entender corporalmente, porque no puedo afirmar que
sea semejante al astrum solis , aunque en diversas cosas el antimonio tenga
muchas más virtudes que él. Sin embargo no se puede decir que lo que puede
el astrum solis, el antimonio lo pueda también. No hablo del astro de
Mercurio. Puede en efecto, ser engendrado de la misma materia que los
susodichos, pero él cede la prerrogativa al astro Sol a causa de su
penetrabilidad.

Ahora bien, para confirmar todo lo que hemos dicho, es preciso notar que
Vulcano es el primer maestro y principal agente de todas nuestras operaciones
y preparaciones. Porque tomad una pieza de acero o de hierro duro y un
guijarro, golpeadlos juntos y veréis que sale fuego, el cual se encenderá por la
fuerza del movimiento y de la colisión.

El azufre o el fuego que está escondido en los cuerpos duros se muestra por
medio de la colisión y del aire, y se vuelve dispuesto a arder. La sal
permanece en la ceniza, y el mercurio se fuga al mismo tiempo con el azufre
ardiente. Lo mismo hay que creer del antimonio cuando se le prepara, porque
su mercurio se separa de su azufre y de su sal por los medios que la naturaleza
nos enseña.

Lo mismo que el fuego que reside en estas materias duras no se muestra si no


se le excita, así todos los medicamentos tienen sus virtudes escondidas, las
cuales no se conocen antes de que se hayan separado las cosas impuras y
malas de las buenas por medio del fuego. Explico así sumariamente la
naturaleza del antimonio; puesto que todas las cosas escondidas, en tanto que
están escondidas, son asunto de las artes. Siendo revelado el arcano, el Arte
cesa y el trabajo adviene, como lo he enseñado en otra parte.

Las abejas nos dan fe de esta verdad cuando por su industria separan la dulce
miel de las flores y de las plantas (que son a veces venenosas y amargas), la
cual sirve para varios usos, tanto en medicina como para la alimentación. Sin
embargo, de la miel que es dulce y agradable, se puede extraer el más malo y
corrosivo de los venenos. Lo que nadie cree sino los que lo han
experimentado; y nadie toma precaución sino los que hacen una atenta
observación de ello. No hay que menospreciar la miel ni rechazarla como
inútil por ésto. Porque aunque la ignorancia o malicia de los que la preparan
pueda hacerla devenir un gran veneno, no deja de tener grandes virtudes y
utilidades en medicina. La miel, pues, se forma de esta manera: los
excrementos y el estiércol de los animales sirven para abonar la tierra y darla
una humedad untuosa, de la cual ésta produce diversas clases de flores,
hierbas y otras plantas. Lo que muestra claramente que se hace de las plantas
de las cuales las abejas extraen el jugo o la quintaesencia, a partir de la cual se
hace una alteración o generación, que es la miel, de la cual se hacen varios
medicamentos útiles y bebidas. No obstantye todo esto, se puede también
preparar una esencia tóxica extremadamente perniciosa, que puede matar a los
hombres y a los animales.

Es por esto que os ruego reflexioneis sobre estas verdades. Y estad seguros de
que si sois amantes de la ciencia, ya seáis joven, viejo, docto, ignorante, rico,
pobre, artista o cualquier otra cualidad que podáis tener, si seguís mis
preceptos y los movimientos de la Naturaleza os esclareceré de la verdad y os
enseñasé cómo es preciso separar las cosas buenas de las malas, y las
preciosas de las inútiles.

En cuanto al antimonio, se puede preparar con él un medicamento el cual está


despojado de todo veneno y de todo peligro. Porque su malignidad se
convierte y cambia en bondad por medio del arte, que lo vuelve capaz de
remediar toda clase de enfermedades, penetrar y digerir, echar y expulsar
todas las causas morbíficas igual que el fuego lo digiere todo.

Sabed que es por esto que hay que preparar el antimonio y cambiarlo qn
piedra, la cual es por su facultad parecida al fuego. Es por ello que esta
quintaesencia de antimonio es llamada en todos mis escritos lapis ignis o
piedra de fuego. La cual, haciéndose por la coagulación y siendo preparada
como diré en el final de este tratado, tiene la virtud de consumir todoslos
malos humores del cuerpo, purgar la sangre hasta el último grado de pureza, y
hace todo lo que el oro potable.
Es pues por ello que a los que no sabéis nada y no tenéis ningún
conocimiento, que ignoráis todas las experiencias y no sabéis de ningún modo
la preparación, y que mucho menos habéis penetrado en las mías, os ruego no
censurar siguiendo la pasión de vuestros pensamientos, sino antes aprender el
verdadero método de preparar el antimonio; cómo es preciso separar el
veneno y producir el medicamento más noble del mundo. Entonces podréis
juzgar libremente y dar vuestra opinión de lo que vale, y conoceréis la
diferencia que habrá entre vuestro saber y el que teníais antes.

¡Oh miserables sofistas mundanos que os hacéis engrosar con una falsa
sabiduría, apoyandoos sobre un fundamento falso, voláis en las nubes con
vanos pensamientos e ignoráis el fin de vuestro reposo! Os digo que lo
tendréis que justificar delante del Hijo de Dios el día del juicio terrible, que
está ya muy próximo. Buscad, estudiad lo que se desea utilizar, y así seréis
recompensados por vuestro trabajo. Confiad el resto a Dios, que os acordará
su bendición y no os privará de su socorro. Individuos perezosos y
holgazanes, bacantes que tenéis cuidado de no aprender nada y que teméis
ensuciaros las manos con el carbón, no juuzquéis, por temor a que más tarde
ofrezcáis la ocasión de llevar contra vosotros una sentencia que los hijos de
vuestros hijos podrán escribir sobre un libro incorruptible.

Todos los médicos deben observar no hacer nada que repugne y sea contrario
a la naturaleza de las cosas, por temor a perder toda la esperanza de
restablecer la salud. Es decir, que no se sirvan de medios repugnantes juntos
para ejecutar sus intenciones. Como por ejemplo, si vertéis espíritu de vino en
agua fuerte se hará un gran constreñimiento, a causa de que estos dos cuerpos
no concuerdan juntos, pero si se los sabe unir juntosdestilándolos de manera
filosófica, encontraréis en ellos efectos maravillosos. Parecidamente, el aceite
de tártaro o su licor no debe mezclarse con vinagre fuerte que esté echo de
vino. Porque se contrarían uno a otro y se huyen recíprocamente, como lo
hacen el agua y el fuego, aunque sean extraídos los dos del mismo principio, a
saber: del vino.

Es así que en la cura de nuestras enfermedades, es preciso considerar todas las


circunstancias del mal y del paciente, y preguntarle todo lo que examina por
su parte, después de lo cual es preciso apropiarle los remedios convenientes a
su mal, a fin de que la bondad de vuestros medicamentos no sea escandalizada
en lugar de la gloria que se merecen, y que no sean censurados. Como por
ejemplo, cuando queréis disolver hierro en agua fuerte, si vertéis aceite de
tártaro cuando el agua fuerte hace su operación, no solamente veréis que
vuestro vaso se romperá, sino que tendréis que guardaros bien para no
abrasaros. Porque la contrariedad de estos dos licores encenderá un fuego, lo
mismo que la pólvora en el cañón, que quemará todo lo que encuentre. El
señor doctor, con su gran pelliza, no se salvaría de tal fuego, porque él no sabe
nada de todos los secretos de la Naturaleza.

Hombres miserables, doctores ignorantes, médicos inexperimentados,


vosotros que escribís prolijas recetas sobre largas cartas; vosotros, boticarios
que llenáis potes tan gruesos como los que se utilizan en las cortes de los
grandes señores para hervir bastante alimento para una centena de hombres;
vosotros que estáis ciegos desde hace ya largo tiempo, permitid que se os frote
los ojos con colirio y bálsamo, a fin de que cesen vuestros deslumbramientos
y que obtengáis el verdadero espejo de la clara visión, lo que Dios os acordará
a fin de que reconozcáis sus milagros y que considréis sus obras. Su caridad
impulsa sus raices en vosotros para que escrutéis la verdadera medicina que el
Príncipe celeste de todas las cosas, ha formado con su mano todopoderosa y
por su sabiduría eterna, y ha dado para su utilidad a la más noble de las
criaturas, el hombre, como socorro en la extrema necesidad o para su salud.

¡Oh miserable! ¡Oh pútrido y fétido saco de miserias! ¡Oh gusano de tierra y
vil criatura! ¿Por qúe mirar tan intensamente la cáscara y descuidar la
almendra? Jamás darás gracias a tu Creador que te ha formado a su imagen,
jamás le rendirás gracias por sus milagros! Atrás, vuelvete tú mismo,
represéntate a tí mismo y la forma de tu efigie, a fin de que te dé vergüenza de
tu ingratitud, porque no buscas lo que Dios, ha escondido en los bienes que ha
concebido y que ha extendido en sus criaturas.

Pero me callaré y me retendré de deplorar esta miseria, esta ceguera y este


error, por temor a que mis lágrimas que retengo con esfuerzo estropeen mis
escritos cayendo sobre ellos.

Soy un eclesiástico que forma parte de una orden a la cual me someteré


totalmente de corazón y de palabra tan largo tiempo como mi alma viva en mi
miserable cuerpo, y no me permito escribir más que lo que es compatible con
mi orden. De otro modo, elevaría la voz como una trompeta. Y si fuera juez
secular me acordaría una audiencia en casa de esos personajes orgullosos que
no solamente no conocen la verdad, sino que, ignorantes, la persiguen,
mintiendo, calumniando, vituperando y oprimiéndola con todas sus fuerzas.
Dios todopoderoso y altísimo, Señor de las multitudes, que estás sentado
sobre un trono sublime, gobernando el cielo y la tierra que has creado,
conservando las estrellas, disponiendo los elementos y los firmamentos para
que permanezcan en su curso, haz que tiemble todo el universo y que se
espanten los espíritus infernales, mira el juego de este mundo ingrato, enseña
a los hijos de los hombres a conocer más interiormente lo que tú les propones
más exteriormente, a fin de que seas glorificado en tu trono, verdaderamente
reconocido en tu poder y alabado en tun soberanía infinita. Yo, en verdad,
rindo gracias a tu muy alta majestad por tus milagros y beneficios inmensos,
por la salud y las riquezas, porque no puedo testimoniar nada más en este
mundo temporal y corruptible.

¡Oh, si no fuera religioso como yo, de corazón y de boca, y que lo seré


durante toda mi vida como he hecho voto de ello, y me estuviera permitido
decir mis sentimientos y declamar contra los ignorantes y los perseguidores de
la verdad, los pondría muy abajo. Pero mie estado me enseña que es preciso
tener paciencia. Por esto dejemos todos estos discursos aparte y comencemos
a preparar nuestro antimonio.

CAPÍTULO II

De la Descripción del Antimonio

A fin de que escribamos del antimonio y escojamos su fundamento, en el cual


tiene su trono y su imperio y por el cual es elevado a su gloria y a su
perfección, es preciso ante todo demostrar el origen de su raíz y de sus
principios, cómo opera y se forma en las entrañas de la tierra, a qué
disposición de los astros está sometido, y que elementos lo producen.

Sabréis pues que el antimonio no es otra cosa que un humo o bien un vapor
excitado por los astros en las entrañas de la tierra, y por medio de los
elementos reducido a una coagulación formal. Y las mismas constelaciones
que producen el mercurio producen también el antimonio, le comunican su
esencia, sus virtudes, sus operaciones y sus cualidades del comienzo; y no hay
ninguna otra diferencia en sus principios de generación, sino que el antimonio
es más duro y está más coagulado que el mercurio -o azogue- en su comienzo.
La razón de esta coagulación mayor del antimonio es que tiene más sal en sus
tres principios materiales, aunque sin embargo la sal sea la menor parte de sus
tres principios. Pero respectivamente, tiene más que el mercurio y es lo que le
coagula: Porque la sal endurece todas las cosas y las coagula, la cual falta al
mercurio que tiene muy poco de ella.

Es por ello que en razón de que el mercurio contiene en sí un espíritu cálido y


sufuroso, que no aparece sin embargo, es siempre fluido y no puede
coagularse si no le añaden otros espíritus metálicos de los que los más propios
para este efecto se encuentran en la madre de Saturno, y sin éstos no se le
puede fijar. Y no puede ser de otro modo si el mercurio no tiene él mismo la
Piedra filosofal por la cual reducir él sus tres principios en una proposición tan
concordante que tenga después el cuerpo fusible, sólido y que pueda resistir al
martillo y al fuego como los otros metales. De otro modo, permanece siempre
fluido (como es naturalmente) hasta que se le haya quitado tal principio.

Es por ello que todos los animales y vegetales son demasiado débiles para
coagularle y volverle fijo, como ciertas personas estudian en vano, porque no
son especies metálicas. Porque el mercurio es fuego por todas sus partes. Es
también por ello que resiste todo fuego y no se deja fijar por éste, o bien se
evapora y huye incontinente por sus espíritus y se resuelve en aceite
incombustible, o bien permanece de tal modo coagulado después de su
fijación que es imposible romperle. Por lo demás, todo lo que se puiede hacer
con el oro se hace también con el mercurio preparado como es preciso. Porque
después de su verdadera coagulación, se parece enteramente al oro, en razón
de que tiene los mismos principios originales que éste.

Pero aunque mi deseo no sea introducir aquí una discusión hablando muy
abundantemente del mercurio, sino simplemente, cándidamente, describir a
partir de su fundamento verdadero, el principio del antimonio, el mercurio
puede ser útil para proseguir el estudio del antimonio. Lo que he inducido por
parábola del mercurio no ha sido sin fruto para la meditación siguiente sino
que para que el antimonio sea comprendido más correctamente, ya que tiene
un origen mercurial.

Es preciso pues notar y observar bien que los minerales y los metales no son
otra cosa que un vapor o humo que es atraido por algún astro predominante
del elemento tierra, como por una destilación del mundo universal. La cual
influencia celeste opera hasta el centro de la tierra, por su propiedad aérea y
sus cualidades cálidas, de manera que tal constelación opera espiritualmente y
da sus cualidades al vapor que ella eleva, el cual se resuelve en un licor del
que todos los metales y minerales toman su origen, y se forman uno y otro
según el predominio de los tres principios (según tenga más mercurio, azufre
o sal), o menos de uno o de otro, o que se encuentren por igual, de manera que
algunos metales son fluidos y otros fijos. Los fijos son comúnmente el oro, la
plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo. Además de estos metales, se
forman también de los mismos tres principios, según la proporción desigual de
su mezcla, otros minerales como el vitriolo, el antimonio, la marcasita, el
ámbar y otros que no es necesario reproducir aquí. Pero como el oro en su
astro y comienzo es infectado y ha recibido una propensión hacia un azufre y
un mercurio más duro y más perfecto que todos los otros metales y minerales,
su virtud operativa es por consecuencia más extendida y más poderosa en acto
que los astros de los otros metales y minerales; y es por esto que en el astro
del sol se encuentra lo que en otros astros, y aún mucho más, a causa de su
mayor perfección. Por lo demás, creo que cuando se haya reducido este azufre
a su perfección por medio del fuego, se encontrará en gran cantidad en todos
los otros metales y minerales.

Hay un mineral, del cual he hecho mención varias veces, en el cual el azufre
del sol se encuentra tan perfecto, tan poderoso y aún más que en el oro mismo.
Encontraréis también dos clases de metales que contienen la misma virtud
sulfurosa del sol y de los cuales no diré nada más por el presente.

El antimonio no es pues otra cosa que un mineral hecho por un vapor elevado
y resuelto en un licor. Esta emanación espiritual de los astros es el verdadero
astro del antimonio. Y este licor atraido del elemento de la tierra por los astros
celestes y siendo desecado por el elemento del fuego que está en el aire, se
reduce por la coagulación en una forma y esencia palpable, de la cual nace
formalmente el antimonio, en cuya forma el azufre predomina, después el
mercurio, y la menor parte de los tres principios es la sal, de la cual sin
embargo hay tanta como es necesaria para darle una forma sólida. Las
cualidades primeras y elementarias del antimonio son secas y cálidas y no
participan de la frescura y la humedad sino en un grado muy bajo, lo mismo
que el mercurio, o azogue común, y el oro corporal tienen más calor que
frescura.

Y esto es suficiente sobre la materia y los tres principios del antimonio, así
como el modo en que por el arqueo se forman en el elemento de la tierra. Pero
en tanto que les importa muy poco a muchos saber todos estos discursos míos
precedentes y no se preocupan de en qué centro se encuentra el astro del
antimonio, o de qué principios está formado, y que se desea únicamente saber
su utilidad, su uso y su preparación, a fin de poderle volver perfecto y ver sus
facultades, de las cuales se ha escrito tanto hasta el presente, que no hay rico
ni pobre, ni docto o ignorante, que no haya hablado de ello y que no espere
con gran deseo una última descripción, voy a acabar todos estos preámbulos y
os instruiré simple y fielmente con toda la doctrina de éste, tanto como mis
trabajos y mis observaciones me lo permiten. Es cierto que he empleado en
eso mucho tiempo y trabajo; y si no obstante no he conocido todas sus
virtudes, es porque en su preparación después de una maravilla sobreviene
otra: colores, virtudes y operaciones infinitas, unas después de otras, de
manera que no se encuentra jamás su final.

Así el antimonio es un veneno, no benigno, sino particular y violentamente


mortífero para los hombres y los animales. Es por ello que la mayoría de los
médicos y la plebe ignoran la verdadera medicina, no teniendo ningún
conocimiento que hayan reflexionado del antimonio, visto que lo rechazan
como un veneno y que los grandes médicos lo prohiben como peligroso, y que
los profesores repiten hasta desgañitarse a los estudiantes de las universidades:
"Guardaros, guardaros del antimonio, es puro veneno". Conmovidos por estas
opiniones, los ciudadanos de los pequeños pueblos prohiben el uso del
antimonio. Porque la mayoría de los hombres están tan transtornados por estos
clamores que hasta mi época nadie ha querido acordar audiencia al antimonio
o prestar confianza a los innumerables e inefables remedios que encierra. En
verdad, en verdad lo he dicho, mis escritos son verdaderos. Pero os aseguro en
verdad, tan verdad como que Dios es el Creador del cielo y de la tierra y de
todas las criaturas, que no hay más soberano ni más precioso remedio bajo el
cielo que el antimonio.

Por esto, mi querido muchacho y vos amigo lector, comprended bien mis
discursos y observad las experiencias que he hecho con el antimonio. Porque
mi teoría procede de los fundamentos de la naturaleza y mi práctica de la
experiencia, la cual puede demostrar a los incrédulos las maravillas y utilidad
que he producido con él.

Y si algunos de esos doctores, de esos maestros, de esos bachilleres, de esos


médicos con el bonete rojo, me dice que no hay que usarle en razón de que es
incierto aún preparado como sea preciso, les pregunto porqué se sirven tan
gustosa y libremente de la triaca en la composición de la cual, además de otros
venenos, entra la serpiente llamada thyrus, que es un veneno extremo. ¿No
debo decir por la misma razón: "Guardaros bien de usarla, hay veneno en la
triaca"? Me responderan que estos venenos son preparados como es preciso y
sirven de contraveneno. Igualmente respondería también que el antimonio no
se debería usar más que después de su verdadera preparación, la cual le quita
todo su veneno. El futuro discípulo del antimonio, habiendo dicho sus
oraciones ante todo, frecuentará la escuela de Vulcano que es el maestro y
doctor de todos los secretos de los que se rien los mediosabios, cuando no han
aprendido del fuego ningún arcano, en razón de su pereza, y que impiden por
su inercia, su manifestación. Y estos locos pueden bien clamar que se pueden
hacer bien ciertos medicamentos sin Vulcano.

Me preocupo muy poco de todo lo que puedan decir, y aunque sean los
perseguidores del antimonio, no sabrían mostrarme ni mejor remedio ni
incluso tan bueno como el que se hace con antimonio. Porque sé de ciencia
cierta que con el antimonio se hacen remedios tan buenos como con el oro y el
mercurio (excepto el astro del sol) y que se prepara con él este oro potable
para curar la lepra, y el espíritu de mercurio, que es el soberano remedio de las
nuevas enfermedades desconocidas, como el mal venéreo o la sífilis, y otros
medicamentos saludables. Pero estos cuentistas no lo, pueden saber ni
observar. El ignorante no puede juzgar, lo mismo que un borrico que ignora la
música no puede enseñar al pastor cómo fabricar una flauta. Es por ello que
aquél que quiera dar un juicio correcto debe antes conocer sobre qué deberá
pronunciarse y saber, a la vez gracias a los libros y a la experiencia, lo que es
verdadero y lo que es falso, a fin de tener un juicio objetivo.

Pero antes de que os haga sabios y os enseñe la preparación del antimonio,


puesto que es tan venenoso, alguno podría preguntarme cómo puede suceder
que los minerales sean venenos, cuál es la esencia del veneno, de qué puede
proceder tal malignidad y también cómo se la puede separar de una materia
metálica para hacer con ella buenos remedios que sean útiles y sin peligro. A
lo que responderé sucintamente, que es preciso considerar en dos maneras la
esencia de los venenos, a saber: natural y sobrenatural.

La primera razón, es que el Señor que gobierna todos los cielos, los astros y la
tierra, ha creado venenos entre sus criaturas y principalmente en los minerales,
para hacer aparecer el orden, las maravillas, la omnipotencia y bondad de su
majestad, proponiéndonos delante de los ojos tales cosas para hacernos
conocer el bien y el mal, habiéndonos dado también el juicio y la razón para
comprender y el libre arbitrio para seguir el bien y huir del mal si queremos.
De la misma manera se tenía en el medio del paraíso el árbol de nuestros
primeros padres, cuyo uso conducía al bien y el abuso al mal, puesto que ha
causa de él, el mandato de Dios fue violado y la muerte fue introducida en el
mundo. La otra causa, es para que conociendo el bien y el mal, se huya del
mal y se diriija uno hacia el bien. Porque Dios no quiere que los hombres
sumidos en la muerte perezcan totalmente, sino que alejándose del mal
avancen hacia mejores cosas y eviten perder su alma. Así nos expuso el bien y
el mal gracias a similitudes, que se encuentran de nuevo tanto en el precepto
de su Verbo como en la obra de su creación, a fin de que esdojamos lo que es
útil a nuestra salud y lo que es nocivo lo evitemos.

En segundo lugar, los venenos se engendran en las entrañas de la tierra o en


otros lugares por ciertas constelaciones, cuando se hacen operaciones
contrarias y malignas de los planetas y estrellas, por las cuales los elementos
son infectados y pueden producir en el Pequeño Mundo disposiciones
contagiosas y otras enfermedades malignas; lo mismo se debe entender de los
cometas.

En tercer lugar, los venenos se forman por la conjunción de dos cosas


contrarias, como cuando se está en pasión de cólera o de tristeza, o estando
caliente de algún modo, se bebe frío: por la antipatía de estas dos cualidades
se hace un veneno en nuestros cuerpos que nos conduce a la muerte.
Finalmente, si alguno está herido mortalmente por cualquier arma que sea, tal
arma es veneno con respecto a nosotros porque ataca contra nuestra vida, tal
arma será al contrario un antídoto si nos servimos para defendernos cuando se
nos ataca.

Se conocen toda clase de venenos por el instinto de la naturaleza. Porque todo


lo que es contrario y al que repugna una cosa es veneno. Como cuando ciertas
personas tienen por ello horror de las viandas que no pueden soportar. Porque
entonces tales viandas son su veneno, a causa de que son contrarias a su
naturaleza; y al contrario, no son nocivas para quienes gustan de ellas.

Todos los venenos se engendran principalmente en la tierra como una esencia


mercurial -hablo de los venenos de los minerales-, la cual no es aún perfecta y
bien digerida en su forma, que es contraria y repugnante a la naturaleza; en
tanto que esta esencia mercurial no ha alcanzado aún su perfección y cocción
entera, penetra en todo el cuerpo y no puede ser digerida por nuestro calor
natural. Lo mismo que si comemos trigo crudo y verde sin ninguna
preparación nuestro estómago tendría trabajo para digerirlo y todo el cuerpo
se debilitaría, en tanto que nuestro calor natural es demasiado débil para
reducirle a una cocción tal como requiere. Pero el trigo que es reducido en su
madurez por el calor del Gran Mundo debe tener además una cocción y
perfección más grande por el fuego del Pequeño Mundo, a fin de que el
hombre lo pueda digerir más fácilmente. Lo que hay que entender también del
antimonio. Pues por cuanto que no es todavía fijo y perfecto cuando se saca de
la mina, es demasiado potente y demasiado crudo para nuestro estómago. Lo
que es universalmente verdadero de todos los catárquicos y medicamentos
laxativos, sea de minerales, animales o vegetales, los cuales son todos venenos
a causa de su naturaleza y de la materia volátil y mercurial que contienen y
predomina también en ellos. Los cuales espíritus volátiles son la causa de que
estos medicamentos purgativos echen afuera todo lo que encuentran. No
quiere esto decir que todos los medicamentos purguen de la misma forma, o
que se apliquen todos directamente a extraer los humores que son las causa
morbíficas. Pues hay una gran diferencia entre ellos. Los que cazan y atraen
las raíces de las enfermedades deben ser fijos. Porque los que son fijados por
el artificio, o lo son de naturaleza, buscan también en nuestros cuerpos las
enfermedades fijas y las extirpan enteramente, lo cual no pueden ejecutar los
remedios laxativos que no son fijados, los cuales se pueden comparar a un
torrente rápido que arrastra por la violencia solamente lo que encuentra por los
lugares por donde pasa. Pero los medicamentos fijos no purgan por
evacuaciones, sino solamente impeliendo afuera por los sudores, que arrastran
no solamente la paja de las enfermedades con ellos, sino la simiente y la raíz,
lo que no hacen otros medicamentos crudos y que no son fijados, los cuales
dejan la simiente y la raíz, no llevándose más que la superficie y no tocando
jamás el centro.

Es por esto que se debe saber que el veneno del antimonio se debe separar
enteramente antes de que se le pueda usar en la medicina con buena
conciencia. Y es preciso observar la separación de lo bueno y lo malo, de lo
fijo de con lo que no lo es, del veneno y del medicamento. Lo que no puede
hacerse más que por medio del fuego, es decir, por la preparación de Vulcano
que es el profesor y rector de todas las operaciones. Porque lo que el fuego del
Gran Mundo ha dejado sin perfeccionar o sin digerir en las cosas, debe ser
acabado por medio del Vulcano del Pequeño Mundo, que deja todo en su
última perfección. Y no hay que asombrarse si el fuego tiene esta fuerza de
separar las cosas impuras de las puras, lo que es salubre del veneno y el
remedio de lo que es nocivo. Porque la experiencia diaria nos da fe de ello por
la diversidad de colores y otras cualidades que induce sucesivamente en los
cuerpos que pasan por él. Porque la separación y el fuego, produciendo la
fijación, arrebatan el veneno y producen en su lugar un remedio salubre. Es
por ello que el fuego separa el veneno del remedio, el bien del mal, de lo cual
ningún médico puede ni osa testimoniar, a menos que haya contraído una
estrecha familiaridad con Vulcano, y obtenido el baño infernal de la amistad,
en el cual la esposa es purgada de toda inmundicia, a fin de que pueda dormir
con su esposo en el lecho conjugal legítimo.

¡Oh, sutileza mundana! Tú que menosprecias o comprendes mis escritos, si


supieras lo que te puedo enseñar, lo que llamo fijo y volátil, lo que aporta el
significado de la separación de lo puro y de lo impuro, olvidarías las cosas
inútiles y abandonarías las nubes donde te encuentras, y me seguirías. "En
mí", dice el antimonio, "se encuentran un mercurio, una azufre y una sal que
son los soberanos medicamentos de la salud de los hombres. Mi mercurio
consiste en el régulo, mi azufre en la rojez, y mi sal mora en la tierra negra
que dejo". Y cuando se sabe separar bien estas tres cosas una de la otra,
unirlas juntas según las reglas del arte y se puede hacer una fijación sin
veneno, puede uno vanagloriarse con honor de haber encontrado la piedra de
fuego que se hace del antimonio para la salud de los hombres. Porque se
pueden encontrar en el antimonio todos los colores del mundo, el balnco, el
negro, el verde, el azul oscuro, el color de las cenizas, el amarillo, e
innumerables otros que pueden ser preparados de diversas maneras a partir de
increíbles mezclas, y que pueden ser conocidos de diversas maneras y
empleados en diversos usos, cada uno estando legítimamente dispuesto en su
estado adecuado y en su orden precrito.
Es por ellio que voy a daros diversas preparaciones de estos medicamentos; la
manera de quitarles el veneno, de volverlos fijos y de separarlos como es
preciso.

El lector sabrá antes, que las virtudes del antimonio se pueden comparar a las
de una piedra preciosa en particular, así como hay ciertos metales que
simbolizan más con una piedra que con otra; pero el antimonio contiene en sí
universalmente las diferentes virtudes de todas las pedrerías. Lo que se
muestra bastante claramente por los colores que contiene y que cambia por
emdio dl fuego. Su rojez viva y clara es apropiada al carbunclo, a los rubíes y
al coral, su color azul al zafiro, el verde a las esmeraldas, el amarillo a los
jacintos y el njegro a los granates, que tienen un color negro escondido.

Y según los metales, el color negro del antimonio es apropiado a Saturno, el


rojo al hierro, el amarillo al oro, el verde a Venus, el azul a la plata, el blanco a
Mercurio, y los otros colores mezclados a Júpiter.

Y del mismo modo que encontramos todos los colores de las pedrerías y de
los metales en el antimonio, contiene también todas las virtudes medicinales,
las cuales están en tan grande número, como los colores, en el antimonio, que
le es imposible al hombre poderlas conocer todas por medio de sus trabajos.

A veces el antimonio se resuelve por destilación en un licor agrio, como el


vinagre. Otras veces se reduce en una materia roja y transparente, dulce y
agradable como la miel y el azúcar. También otras veces adquiere una
amargura tan poderosa como la del ajenjo; y en otras ocasiones, se le reduce
en una materia tan acre y picante como el aceite de sal. de manera que cambia
sus cualidades y virtudes según las preparaciones que se le den porque a veces
se cambia en una montaña olímpica por medio de la sublimación, lo mismo
que un águila voladora, roja, amarilla, y blanca. Siendo destilado
por descensum, da también colores diferentes, lo mismo que por la
reverberación, la cual se reduce en un metal parecido al plomo. Se hace
también de él un vidrio transparente, rojo, amarillo, blanco, negro y de otros
colores, de los cuales no es siempre adecuado servirse en medicina si no ha
pasado otro examen.

Se resuelve también en aceites extraños y admirables, de los cuales unos se


hacen sin adición, es decir, sin mezcla de ningún ingrediente. Otros se hacen
con adición de algunas materias. Y nos servimos de él interiormente para las
enfermedades internas, o bien exteriormente para las heridas, úlceras y otras
enfermedades externas.
Se hacen también con él extractos admirables, los cuales son tan diferentes en
sus colores, que si el oráculo de Apolo estuviera aún en estado, como en
tiempo de los paganos, se tomaría el trabajo de declararlos como es preciso.

Se preparan con él también un mercurio muy vivo, y un azufre ardiente como


el común. De manera que puede servir para hacer la pólvora de cañón. Y
finalmente, se extrae de él una sal muy natural y otras cosas.

Es por ello que es tiempo de mostraros su preparación: cómo es preciso


extraer su esencia, su magisterio, su arcano, su elixir, sus tinturas. Las cuales
observaréis cuando diga la preparación de la piedra de fuego, además de otros
secretos particulares, de los cuales el común ignora todo o al menos su parte
más considerable, en tanto que los Egipcios, los Árabes y los Caldeos,
habiendo muerto hace ya largo tiempo, sepultaron con ellos los secretos de la
Naturaleza que se pueden emplear para la verdadera medicina sin ningún
peligro, pero con gran utilidad.

Observad pues diligentemente todas las preparaciones una después de otra, tal
como las propondré, porque no hay ninguna que no sea de gran utilidad.
Porque los medicamentos fijos y preparados del antimonio expulsan las
enfermedades del cuerpo. Pero los que no son fijos, como el antimonio crudo,
sin ser preparados, abren y purgan solamente la primera región del cuerpo,
como el estómago y los intestinos, y dejan el fundamento de la enfermedad sin
extraerlo.

Voy ahora a abordar las diversas maneras de preparar el antimonio y todas las
claves de su preparación, que se hace pues solamente por medio del fuego,
después de la invocación de la asistencia divina. Se hace de varias maneras,
según el orden del fuego y la diversidad de las operaciones, de las cuales todas
sus virtudes y fuerzas dependen también en consecuencia.

El antimonio tiene un color mezclado de rojo, negro y blanco, y su primera


preparación es la calcinación y reducción en cenizas, que se hace como veréis
en el capítulo siguiente.

CAPÍTULO III

De la Calcinación del Antimonio y su Reducción en Vidrio Claro y Puro

Tomad el mejor antimonio de Hungría, u otro que podáis encontrar, y


pulverizadle sobre una plancha de mármol o de pórfido loo más sutilmente
que os sea posible.
Ponedle así pulverizado en un vaso de tierra que sea ancho, ligero y casi llano,
(de manera que este polvo de antimonio este disperso y como esparcido y no
en montones), redondo y cuadrado. Este plato o vaso de tierra, que no debe
tener los bordes más que dos dedos de altura, serà puesto en un horno
calcinatorio bajo el cual habrá que hacer al comienzo un fuego moderado de
carbón. Y cuando veáis que el antimonio comienza a humear, removedle sin
parar con algún instrumento de hierro, lo cual será preciso continuar hasta que
no haga más homo o vapor. Cuando veáis que calcinándolo así se amasa y se
apega como la nieve y como una bola, habrá que sacarle del fuego y dejarle
enfriar, molerle de nuevo sutilmente y volverle a poner otra vez sobre el
fuego, remover y calcinar de nuevo como antes, y continuar así calcinando y
removiendo hasta que no humee y no se apague más y permanezca en su color
blanco como la ceniza blanca. Y entonces la calcinación estará acabada.

Ponedle enseguida en un vaso de tierra parecido al que tienen los orfebres


para fundir el oro y la plata, ponedle en el horno de viento o en otro horno
cerca del soplete, y le daréis tal ardor soplando que el antimonio se funda y
sea tan fluido como el agua clara y limpia.

Y cuando queráis saber y probar si el vidrio de antimonio ha adquirido su


verdadera consistencia y su color transparente, poned adentro de vuestro crisol
de tierra una vara de hierro larga y fría, y el vidrio de antimonio se adherirá al
extremo. El cual soltaréis con un martillo. Y si aparece bello y transparente, y
claro a la luz, entonces el vidrio será perfecto. Lo cual deben observan bien
los jóvenes discípulos y estudiantes del arte espagírico -porque no escribo ésto
para los que están versados ya en la práctica- los cuales deben saber que no
hay nada más facil de preparar que el vidrio de antimonio, y que todo vidrio
que se prepare de otros metales y minerales debe tener también su color claro
y transparente si quiere uno servirse de él en la medicina, y si se quiere
también que tenga las facultades que le son requeridas y necesarias; lo que se
opera enteramente por Vulcano y las propiedades que le son naturales.

Cuando el antimonio sea así reducido en una consistencia de vidrio, tomad un


plato o una cerilla de cobre o de latón; Hacedlo primeramente calentar sobre
el fuego -de otro modo se rompería y verted así vuestro antimonio fundido
dentro de este plato poco a poco, lo más menudo que podáis, y veréis que se
reducirá en un vidrio amarillo, transparente, claro y puro.

He ahí el método más seguro y mejor para preparar el vidrio de antimonio,


puro y sin mezcla de otros ingredientes. Y este vidrio tiene más virtud que
ningun otro.
Le llamo vidrio puro de antimonio porque se le hace también añadiéndole
borax y otras cosas, pero no es igual a éste. Si, sin embargo, queréis hacerle
con adición de otras cosas, procederéis en la forma prescrita en el capítulo
siguiente.

CAPÍTULO IV

De la Preparación del Vidrio Rojo de Antimonio

Tomad una parte de buen antimonio de Hungría y dos parte de bórax de


Venecia, moledlos juntos y ponedlos enseguida en un vaso a fundir sobre el
fuego hasta que esté todo fundido y sea fluído como el agua. Finalmente
vertedlos en un plato o escudilla de cobre calentada como dijimos
anteriormente.

Por esta preparación tendréis un vidrio de antimonio rojo y transparente, claro


y brillante como un rubí, supuesto que hayáis procedido como es necesario. Se
puede hacer un extracto de este color rojo de vidrio y preparar con él una
medicina muy útil y virtuosa por medio de la calcinación que se hace a mano
lenta

Parecidamente, se puede preparar el vidrio blanco y transparente de


antimonio, tal como veréis más extensamente en el capítulo siguiente.

CAPÍTULO V

De la Preparación del Vidrio Blanco de Antimonio

Tomad una parte de antimonio pulverizado sutilmente y cuatro partes de bórax


de Venecia, y moledlos juntos. Estando bien mezclados e incorporados
ponedles en un crisol de tierra, y fundidlo todo como ha sido dicho. Al
comienzo, serán un poco amarillentos, pero después de que hayan estado largo
tiempo sobre el fuego, el color amarillo se disipará y devendrá blanco y claro.
Y esta materia producirá un vidrio de la misma calidad. La prueba se hace con
una vara de hierro como ya hemos dicho.

Hay aún varias maneras de preparar el vidrio de antimonio, pero me contento


con daros las que he experimentado yo mismo y que he encontrado buenas
para la salud de los hombres, tanto a causa de que eso podría ser aburrido para
el lector como porque he declarado los principales colores que son el amarillo,
el rojo y el blanco. Porque el color negro que el antimonio tiene antes de su
preparación es disipado y evaporado por el humo que se eleva en su
calcinación. Y es en este color negro en el que consiste la mayor malicia de la
sustancia de este mineral y de la cual se encuentra despojado por dicha
calcinación, no enteramente, porque el vidrio de antimonio contiene aún
mucho veneno.

Pero declaremos más ampliamente cómo es preciso aún separar este veneno
del vidrio, lo puro de lo impuro, y que se haga una nueva separación entre el
remedio y lo que es nocivo, a fin de que no se dé motivo a los murmuradores
para quejarse y que mi gloria sea exaltada e inmortalizada hasta el fin del
mundo -tal como sin duda sucederá- y que mis discípulos me recuerden con
agrado cuando vean y toquen que mis escritos les han declarado la verdad, y
dejando la doctrina de un testamento digno de mérito por las grandes
utilidades que recibirán de ellos.

La separación pues del azufre del antimonio, es decir de su vidrio, y el


extracto de la tintura fuera de su sal, se hace tal como se muestra en el
capítulo siguiente.

CAPÍTULO VI

De la Separación del Azufre del Vidrio de Antimonio y la Extracción de


su Tintura

Tomad tanto vidrio de antimonio claro y puro como os plazca, hecho como os
he enseñado sin ninguna adición de otros ingredientes; pulverizadle lo más
sutilmente que podáis a fin de que sea casi impalpable como la harina.
Ponedle enseguida en un vaso de cristal que tenga el fondo o la base plana y
fuerte. Verted encima vinagre destilado, bien rectificado y el más fuerte que os
sea posible. Poned el vaso sobre un calor moderado o bien en verano al sol,
agitándole todos los días dos veces a fin de que todo se mezcle, y dejadle
digerir sobre tal calor templado hasta que el vinagre haya tomado la tintura
amarilla y que ésta sea bien amarilla tirando hacia la rojez, como el oro
fundido. Hecho esto, verted por inclinación el vinagre teñido en otro vaso y
volved a poner sobre la materia nuevo vinagre destilado, que haréis digerir
como la primera vez y con el cual extraeréis también el extracto, el cual
uniréis al primero. Volveréis todavía a poner nuevo vinagre destilado, lo que
reiteraréis hasta que el último vinagre que hayáis puesto sobre la materia no
pueda atraer ninguna tintura más. Entonces tomad todo vuestro vinagre teñido,
filtradle bien, ponedle en una cucurbita de vidrio y destilad todo por el baño
maría hasta que no quede nada al fondo sino un polvo seco de color entre rojo
y amarillo.

Verted varias veces agua de lluvia destilada encima de este polvo rojo y
amarillo, poniendo todas las veces una nueva, la cual después destilaréis.
Por esto quitaréis toda la acritud de vuestro vidrio de antimonio y quedará al
fondo de esta destilación un polvo dulce y agradable. Moled enseguida este
polvo menudamente sobre un pórfido u otra piedra dura, o en un mortero de
cristal, observando que la piedra y el mortero deben estar un poco calientes
antes de servirse de ellos. Después de lo cual pondréis este polvo en un
pequeño matraz sobre un calor moderado como antes. Y así la tintura del
antimonio será extraída, bella en lo posible, muy roja y separada de las heces
que quedan al fondo de la vasija, de las que se ha extraído dicha tintura por el
vinagre destilado. Es un extracto dulce y agradable, y un medicamento tan
precioso que no se puede estimar lo que vale hasta que se haya visto por la
experiencia. Las heces que han quedado al fondo del matraz han retenido el
veneno. Y el extracto ha tomado solamente la virtud medicinal, la cual se
puede tomar interiormente por la boca, y puede ser aplicada exteriormente
tanto a los hombres como a los animales. Porque este extracto dado en peso de
tres o cuatro granos, cura la lepra y la sífilis, y las cura enteramente. Cura la
melancolía y resiste a todo veneno. Y los que son asmáticos y sujetos al
reumatismo se curarán al fin por medio de este remedio, el cual hace aún otras
maravillas más, supuesto que uno se sepa servir en su orden.

Para extraer el azufre del vidrio de antimonio o hacer con él el licor de azufre,
tomad este polvo amarillo precedente, el cual permanecía en el fondo del
matraz antes de que hubiéseis vertido el espíritu de vinagre. Reducidle en
polvo fino sobre el mármol calentado, tomad huevos cocidos duros, los cuales
partiréis por la mitad, y llenad esta cavidad con el polvo amarillo susodicho
extraído del vidrio de antimonio; poned vuestros huevos así rellenos de polvo
en una cueva fresca o en un lugar húmedo. Veréis que este polvo se resolverá
en un licor amarillo, el cual cura toda clase de heridas recientes y las resuelve
a continuación, si uno se sirve de él desde el comienza tocando ligeramente el
interior de la herida con una pluma empapada en este licor, y poniendo encima
un emplasto narcótico. Porque no deja a ninguna infección ni supuración
acercarse a las heridas, sino que las cura todas, sin ningún tumor, inflamación
o materia alguna, esté hecha por incisión, punción o contusión. Lo que es
digno de admiración y muestra cuánto es preciso agradecer a la Bondad divina
por habernos dado tal medicamento.

Parecidamente, podéis serviros de este bálsamo de antimonio en las úlceras


arraigadas, malignas y corrosivas. Porque veréis que hará maravillas en los
chancros, las lupias de las piernas, la sinonita o sirit: grandes y pequeños
ceden por su virtud, así como las úlceras formicantes, supuesto que se aplique
este bálsamo exteriomente y que se tome también interiormente después de
que esté coagulado como es preciso. Yo acostumbro a resolver el vidrio de
antimonio y transformarle en aceite por dos diferentes maneras y métodos, de
los cuales el primero es por destilación en alambique, tal como lo veréis en el
capítulo siguiente.

CAPÍTULO VII

De la Manera de hacer el Aceite de Antimonio

Tomad vidrio de antimonio hecho sin adición tanto como os plazca,


pulverizadlo sutilmente, extraed la tintura con vinagre destilado, después de
que hayáis quitado el vinagre y dulficado su residencia, que es el extracto de
la tintura, con buen espíritu de vino, y que lo hayáis extraído por segunda vez,
cerradlo bien en un pelícano y hacerlo circular durante un mes (es decir, esta
última extracción por espíritu de vino), después de lo cual destilaréis sin
ninguna adición. Y por esta única destilación tendreis un medicamento dulce,
agradable y admirable, en forma de un bello aceite claro y rojo, con el cual se
prepara la piedra de fuego. Este aceite es la verdadera y mejor quintaesencia
del antimonio que se pueda tener, tal como he declarado ya en mi tratado
precedente, donde he hecho mención de que habían cuatro clases de
preparaciones o instrumentos para preparar dicha quintaesencia, y que la
quinta preparación pertenecía a Vulcano. Es decir, que es preciso servirse de
diversas preparaciones antes de que la quintaesencia del antimonio sea
perfecta, y que la quinta es la utilidad y la disposición de la obra en el cuerpo
humano, es decir, su operación.

El primer trabajo o preparación es la calcinación del antimonio y su fusión en


vidrio.

El segundo es la digestión por la cual se hace el extracto.

El tercero es la coagulación.

El cuarto es la destilación en aceite, por la cual se hace sólamente la


separación de lo más sutil con lo más grosero; después de cuya separación
sigue la fijación por la última coagulación; la cual, finalmente, reduce esta
meteria en una piedra transparente que es toda fuego; la cual se debe
fermentar para hacer sus operaciones solamente en los metales, a causa de su
facultad penetrativa demasiado grande, no sin embargo tan poderosa como la
Piedra filosofal, en tanto que ella no es universal, sino solamente particular en
tintura, de lo cual hablaremos más ampliamente al final del tratado en donde
hablaré de la piedra de fuego.

Este aceite pues, o quintaesencia, así preparado, ejecuta todo lo que le es


necesario saber y hacer a un buen médico y lo que es expediente en sus curas.
Su dosis es de ocho granos, antes de su coagulación, tomados en vino puro.
Hace reverdecer y devenir jóvenes a los hombres y les deja libres de todas las
infirmezas, volviéndolos vigorosos, lo mismo que si hubieran nacido
nuevamente. Y todo lo que crece en nuestros cuerpos como cabellos, uñas y
otros accesorios, se cambia totalmente por medio de este remedio soberano,
de manera que se deviene joven despojándose de todo lo que es viejo, como el
fénix -si es que hay tal pájaro en el mundo, porque hablo por similitud- se
vuelve inmortal por el fuego. Esta medicina no podría consumirse en el fuego
más que las plumas de la salamandra desconocida. Esta quintaesencia
consume todos los accidentes en el cuerpo humano como un fuego, al que es
comparada. Cura todo lo que hay de impuro en los cuerpos y finalmente hace
los mismos efectos que el oro potable, a excepción del astro del sol que
precede y que es de una excelencia sobre todos los demás medicamentos del
mundo, cuando está bien preparado y reducido a una perfecta fijación. Porque
el astro del sol y el astro de Mercurio han salido los dos de la misma sangre de
su madre y del mismo manantial vivificante y vivificativo de la salud humana.

No se debe temer que esta extracción de antimonio hecha por vinagre


destilado y enseguida exaltada al último grado de pureza y de sutilidad con
espíritu de vino y por medio Vulcano, deba purgar demasiado violentamente
por evacuaciones o vómitos. Porque no purga en modo alguno, sino que
solamente expulsa las causas morbíficas por los sudores, por la orina y por los
esputos, y restaura maravillosamente las fuerzas perdidas por la violencia de
las enfermedades.

Para purgar simplemente con vidrio de antimonio, se pulverizan sutilmente


seis granos más o menos según la disposición de los cuerpos. Se le pone en
infusión en un poco de vino blanco durante la noche, el cual se decanta
dulcemente por la mañana. Siendo colado y tomado por la boca purga bastante
violentamente por abajo y a veces excita vómitos. Lo que ocurre en razón de
la cualidad mercurial que está aún en este mismo vidrio de antimonio, como
los buenos médicos pueden juzgar por ellos mismos cuando recetan el vidrio
de antimonio según es requerido.

No puedo, impedido por la brevedad de la vida, buscarlo todo. Ahora bien, si


tú lo haces después de mí, serás alabado y te alabaré con mis escritos, en el
sepulcro que me será asignado, por haber encontrado gracias a tu empresa
muchas cosas, bien que tu cara me sea desconocida y que haya tenido pocas
discusiones contigo o que aún no hayas nacido.
La otra manera de preparar el aceite de antimonio se hace por adición de otros
ingredientes, y se puede emplear con gran utilidad en varias enfermedades,
como voy a declarar en el capítulo siguiente.

CAPÍTULO VIII

Otra Manera de hacer el Aceite de Antimonio

Se pulveriza lo más sutilmente que sea posible el vidrio de antimonio, después


de lo cual se vierte encima agrete, es decir jugo de uvas verdes. Este vidrio así
pulverizado se pone con el agrete en un matraz que tenha el fondo zulacado,
en difgestión durante algunos días. Y se deseca a continuación este agrete
pasado por la digestión. Cuando está seco, se pulveriza el antimonio con dos
veces su peso de azúcar clarificado. Los cuales, siendo mezclados juntos, se
deben humedecer con vinagre destilado. Después de eso, destilad, en nombre
de Dios, este vinagre así infundido con el azúcar y el antimonio, por la
cornuda, dando al final un último grado de calor, y extraeréis un aceite rojo
que clarificaréis con espíritu de vino. Su dosis es sumamente pequeña, pero
grandemente útil.

Se añade a este aceite un poco de espíritu de sal. Los cuales, siendo vertidos
encima de la cal sutil del oro preparada antes con su agua apropiada -como he
enseñado en mis otros escritos- y destilados juntos por el matraz, extraen toda
la tintura del oro, dejando su ciuerpo al fondo, Hecha esta fermentación, no
tendría bastante papel para describir todos los misterios que resultan de ella y
que sobrepasan el conocimiento humano.

Ruego pues soloamente a los médicos que consideren mis designios y que se
sirvan de mis preparaciones, porque encontrarán todos los días más alabanzas,
más utilidades y más facilidades en sus medicamentos como ningún otro les
haya mostrado jamás anteriormente.

Cuando hayáis pues preparado el antimonio hasta el punto de perfección y


hayáis experimentado en su operación, podréis entonces glorificaros de saber
preparar su magisterio, que es una cosa no vulgar ni común para todos los
maestros.

Este magisterio, siendo mezclado con la disolución o tintura de coral y


abrevado con algunas aguas confortativas y cordiales, hace efectos
maravillosos en las enfermedades disentéricas e impide todas las
enfermedades que provienen de una sangre impura, y finalmente vuelve al
hombre diligente en todas sus empresas.
Por todos los cuales beneficios, demos gracias muy humildemente al Creador
y Conservador de toldas las cosas, que benignamente nos ha acordado los
remedios para curar las enfermedades de nuestro cuerpo y nuestra alma, y que
nos dará consuelo y asistencia en todas nuestras necesidades.

Hablaré en el capítulo siguiente, de una manera muy somera del modo de


hacer el arcano del antimonio.

CAPÍTULO IX

De la Manera de Hacer el Arcano del Antimonio

Tomad partes iguales de antimonio y sal armoníaco sutilmente molidas, y


destilad todo por la retorta. Endulzad a continuación lo que ha quedado abajo,
poniendo ahí agua de lluvia destilada y caliente. Siendo retirada esta agua, por
la destilación o de otro modo, y con ella toda la acrimonia de la sal armoníaco,
os quedará al fondo un vidrio de antimonio parecido a pequeñas plumas
blancas y brillantes, las cuales desecaréis dulñcemente a calor lento. Ponedlas
a continuación en un pelícano o vaso circulatorio cubierto. Verted encima
espíritu blanco de vitriolo rectificado.

Circulad estas dos materias hasta que estén bien unidas, después de lo cual las
destilaréis. Sobre la materia restante al fondo, verteréis espíritu de vino y
circularéis como antes. Y así la separación estará hecha y algunas heces
residirán verdaderamente al fondo del vaso; pero el arcano del antimonio
permanece unido con el espíritu de vino y el vitriolo. Y si rectificàis una vez
más este arcano, una sola gota con agua de rosas opera, si se bebe, más
poderosamente que un caldero de hierbas cocidas, excita el apetito, vuelve al
estómago a su buen temperamento, cura la melancolía, engrendra buena
sangre y ayuda a la digestión. Es muy buen remedio para detener las
elevaciones de la matriz, contra las pasiones histéricas y el cólico. En fin, este
arcano es tan bueno que no se puede pagar con dinero. Después del arcano del
antimonio sigue su elixir, que haréis de manera que voy a prescribiros en el
capítulo siguiente, que es preciso seguir exactamente punto, por punto.

CAPÍTULO X

De la Manera de Hacer el Elixir del Antimonio

Tomad en nombre de Dios, de una buena mina de antimonio, dos partes


reducidas en polvo impalpable, sublimadlas con una parte de sal armoníaco,
poned enseguida en una retorta todo lo que haya sido sublimado y destilad tres
veces separando las heces en cada destilación. Separad después de eso la sal
armoníaco edulcoràndola y reverberad la materia de antimonio a fuego dulce
que no hay que atizar demasiado. Y eso hastra que devenga como una tierra de
cinabrio. Echad a continuación vinagre fuerte de vino para extraer la rojez,
después de lo cual separaréis este vinagre por el baño maría, de manera que la
materia permanezca en polvo. Retirad acto seguido la tintura por el espíritu de
vino, a fin de que las heces sean separadas, y tendréis una extracción clara y
pura. Hecho esto, poned este espíritu de vino cargado de la tintura en una
cucurbita con un poco de tintura de coral y de quintaesencia de ruibarbo, y
daréis tres o cuatro gotas por dosis.

Virtudes del elixir del antimonio y sus admirables propiedades

Deja el vientre libre y lo purga sin retortijones. Porque si habéis operado bien
vuelve más fluida la sangre y es una medicina muy propia para los que desean
tener el vientrre libre.

Quizà se encontrarà algún médico que se sorprenda de que esta medicina deje
el vientre libre, pues el antimonio es violento y el ruibarbo que se añade es
también purgativo. Pero que no se asombre y sepa que esta virtud de purgar
violenta y peligrosamente es mortificada de tal manera por esta preparación,
que no tiene ninguna fuerza para agitar y expulsar, sino que tan pronto como
se le ha añadido algún purgativo simple, éste mismo hace su efecto según la
fuerza de la naturaleza, abriendo y purgando. Pero si el antimonio que ha sido
bien preparado no tiene acción sobre el estómago para expulsar las impurezas
por medio de la medicina purgativa a la cual está unido, adquiere una virtud
más extensa para poder sin impedimento operar de cualquier otra manera y
buscar por así decir la vía de ejecutar más perfectamente lo que está destinado
a hacer y para lo que ha sido preparado. Se debe dar crédito a lo que digo,
puesto que nada me obliga a escribir contra la verdad.

Este eleixir preparado de esta manera penetra el cuerpo y lo purga de la misma


manera que el antimonio penetra el oro y separa todas sus impurezas. Si
quisiera enumerar sus fuerzas y virtudes, me sería preciso obtener del Señor a
fuerza de oraciones, que prolongara mís días, a fin de que pudiera contar con
alabanzas las cosas maravillosas que contiene y despuès de haberlas buscado
con toda exactitud posible, comunicarlas a los demás con toda verdad a fin de
que todos llenos de admiración rindan conmigo en acciones públicas gracias
al Creador por habernos dado un ser tan perfecto.

Pero para cumplir lo que me he propuesto y por mi propia satisfacción,


describo aquí las virtudes del antimonio, es decir, lo que he podido descubrir
por mis experiencias. Porque paso bajo silencio lo que ignoro, no estandome
permitido dar juicios sobre cosas que no conozco y de las que no he hecho
ninguna experiencia, las cuales dejo a hacer a los que vendrán detrás de mí y
que, por sus estudios y trabajo, harán nuevos descubrimientos. Porque no le es
posible a cualquiera poder llegar a un conocimiento tan extenso de todas las
virtudes del antimonio, que no queden todavía de ellas por aprender. Porque,
como he dicho anteriormente, la vida es demasiado corta, y porque todos los
días se descubre alguna cosa nueva en este sujeto maravilloso.

Que los hombres sepan pues que el antimonio no solamente purifica, limpia y
separa del oro todas las materias que le son extrañas y todos los demás
metales, sino que también hace, por una fuerza y virtud que le es naturalmente
innata, el mismo efecto en los hombres y entre los animales. Lo cual voy a
probaros por una experiencia grosera.

Si algún labrador tiene animales para engordar, que les da antes de ponerles la
comida, durante dos o tres días, una dosis razonable de antimonio crudo en la
comida, como por ejemplo a un cerdo semigrueso: por este medio lo purgará,
lo cual no solamente le darà un gran apetito, sino que le hará en poco tiempo
devenir grueso y gordo. Y si este animal tiene alguna indisposición, sea en el
hígado o en otra parte, curará, así como de todos los otros males, por medio de
este medicamento.

Este ejemplo es en verdad muy grosero para citarlo delante de gentes sabias y
de clase. Pero lo escribo solamente a fin de que cualquiera, por simple que sea
y por alejado que tenga el espíritu de las sutilezas de la filosofía, vea
claramente los efectos de la verdad de mi doctrina, y que crea que las cosas
más relevantes de mis escritos lo sean también.

Pero hay gran diferencia entre la naturaleza de los hombres y la de las bestias.
Es preciso pues no inferir por eso que haya que dar el antimonio crudo a los
hombres. Porque los animales irracionales pueden soportar y digerir mejor las
carnes groseras y crudas que los hombres en los que el calor natural es mucho
más delicado y más templado.

Es por esto que los que quieren servirse del antimonio como utilidad, deben
primeramente ser experimentados y versados en su preparación, y además de
eso, conocer bien la complexión de los hombres, si son jóvenes, viejos, fuertes
o débiles, a fin de que no hagan más perjuicio que utilidad; hablé ya de las
dosis que es preciso dar, en lo cual consiste el principal punto.

Pero para evitar la prolijidad y los largos discursos que sería preciso emplear
para describir todas las circunstancias de este tratado, dejemos los ejemplos
aparte, prosigamos la preparación de nuestro antimonio y declaremos cómo es
preciso fijarle. Sobre lo cual la naturaleza del vino nos esclarecerá. Porque
cuando se hja separado el espíritu de vino por destilación, es cierto que tal
espíritu calienta interiormente el cuerpo de los hombres si lo beben, y al
contrario, si se aplica exteriormente en las partes inflamadas, refresca
extrayendo hacia sí todo el calor. Parejamente, cuando se hace vinagre fuerte
con el vino, este vinagre refresca interior y exteriormente, no obstante que los
dos sean extraídos de los mismos principios, a saber: del vino. La razón de
ello es que el vinagre se hace solamente por digestión, la cual reduce el vino a
una putrefacción, con una fijación vegetal. Así como, al contrario, las otras
preparaciones del espíritu de vino se hacen por la separación en la destilación,
o bien por una sublimación vegetal, por la cual el espítitu de vino se vuelve
fluído, así la preparación del antimonio se asemeja a aquella. Porque, según
una u otra, ejerce sus facultades diferentemente. La fijación pues del
antimonio que entiendo aquí, se hace como va a ser dicho en el capítulo
siguiente.

CAPÍTULO XI

De la Fijación del Antimonio

Tomad tanto antimonio como os plazca. Pulverizadle sutilmente y ponedle en


un matraz. Verted luego por encima agua fuerte, de mabera que le sobrepase
en dos dedos. Poned el matraz en infusión sobre un fuego templado para hacer
extracción por el espacio de diez días, y que el matraz esté bien cerrado y
zulacado. Después de esos diez días, decantad o verted dulcemente por
inclinación este extracto de agua fuerte y filtradle para separar todas las
impurezas, heces e inmundicias.

Hecho esto, poned poned vuestro estracto en una vaso y destilad esta agua
fuerte sobre las cenizas o sobre un fuego de arena, hasta que no quede nada al
fondo sino un polvo amarillo y seco, sobre el cual verteréis agua de lluvia
destilada. Volved a poner de nuevo vuestro vaso sobre un calor moderado para
hacer una nueva extracción, la cual al final será bella y roja como un rubí.

Será preciso filtrar esta extracción como antes y destilarla al baño maría;
encontraréis al fondo del vaso un polvo rojizo sobre el cual verteréis de nuevo
vinagre destilado que sea hecho de vino. El cual, por medio de un calor
moderado, tomará con el tiempo la tintura de este polvo y devendrá rojo, no
dejando nada más que heces blancas. Destilad parecidamente este vinagre rojo
separado de dichas heces, y encontraréis de nuevo al fondo del vaso un polvo
rojo; el cual habrá que reverberar durante tres días sin intromisión con un
fuego de llamas abierto. Y al final de estos tres días, tendréis que extraer la
tintura de este polvo reverberado, con espíritu de vino, que separaréis de la
hez. Hecho esto, destilad este espíritu teñido por el baño maría, y encontraréis
un polvo rojo fijo, del cual se puede tomar media dragma por vez. Tres veces
al día, por la mañana, a mediodía y por la noche, lo cual es digno de
admiración. Y aunque se tomara más a menudo no perjudicaría en modo
alguno. Este polvo tiene la virtud de disipar la sangre cuajada en el cuerpo;
abre los abscesos interiores sin ningún peligro, curándolos perfectamente.

Es el soberano remedio de la sífilis, a la que expulsa del cuerpo radicalmente;


hace volver a crecer los cabellos y vuellve a un cuerpo verólico distinto de
como era, purificándole.

Como he hablado suficientemente del polvo fijo y de la extracción del


antimonio, omitiéndolas, hablaré de sus flores que se pueden preparar de
múltiples maneras.

La mayoría de los médicos de hoy no saben qué decir o juzgar de estas cosas,
en tanto que no han aprendido esta noble ciencia. Pero el más pequeño
número que está compuesto de jóvenes apóstoles y discípulos de la verdadera
ciencia espagírica, considerarán mejor mis escritos. Por lo demás, os digo
queridos discípulos y apóstoles, si querési seguirme, tomad en primer lugar
vuestra cruz sobre vuestras espaldas y sopòrtad como yo lo he hecho.
Aprended a soportar las persecuciones como yo, trabajad seriamente como
han hecho nuestros predecesores; orad continuamente a la Bondad divina, sed
pacientes en vuestros trabajos, y el Todo Poderoso no os abandonará y os
otorgará, tal como a mí me ha otorgado por su clemencia infinita, de lo que le
rindo gracias en todo momento.

Vamos a hablar en el capítulo siguiente de las flores de antimonio, de sus


extracciones y de su virtud.

CAPÍTULO XII

De la Extracción de las Flores de Antimonio

Las flores de antimonio se hacen de varias maneras, tal como les parece a
todos los que tienen conocimiento del Arte espagírico. Algunos las preparan
mezclando con sal armoníaco, por una cornuda, y separando después la sal
armoníaco, y hacen gran caso de esta preparación que, hace las flores
sumamente blancas. Otros tienen instrumentos hechos expresamente para la
preparación de estas flores de antimonio, los cuales tienen orejas de viento, a
fin de que el antimonio tenga aire para subier a lo alto. Otros subliman el
antimonio que, gozando más libremente del aire, suben más fácilmente. Otros
hacen una sublimación a fuego fuerte, sirviéndose para ello de tres capiteles, y
extraen conjuntamente las flores blancas, amarillas y rojas. A los cuales
obreros he imitado sin error. Pero para emplear dignamente estas flores en la
medicinal, tengo costumbre de servirme de las rojas poniéndolas colcótar
vitriólico, y sublimándolas tres veces. Porque así la esencia del vitriolo sube
con las flores y se vuelve más fuerte. Hecho esto, extraigo las flores con
espíritu de vino, separo las heces restantes y destilo el espíritu de vino al baño
maría hasta en tanto que el polvo quede seco al fondo. Y estas son las flores
así preparadas que doy a mis hermanos y a los enfermos que recurren a mí y a
los que consuelo. Estas flores purgan muy dulcemente y sin exceso, y han
quitado a muchos las fiebres cuartana y terciana y otras muchas enfermedades.

He resuelto pues, con la ayuda de Dios y de la santísima Virgen María, hacer


un testamento memorable y dejar un catálogo de todas las curas que he hecho
felizmente, a fin de rendir gracias a Dios públicamente, y que la posteridad
conozca mi benevolencia y los milagros que Dios ha encerrado en el seno de
la Naturaleza.

Que el lector sepa pues, en lo tocante a esta sublimación y las flores del
antimonio, que son dela misma condición que el agua que cae de una alta
montaña. Y que puede pues juzgar así la diferencia de las aguas, en que
algunas vuelven a brotar en la cima de las más altas montañas, y si las
montañas estuvieran aún más elevadas, el agua subiría hasta su misma cima,
tal como lo hacen realmente las fuentes que brotan de las más altas montañas,
otras están escondiads en las entrañas de la tierra y no se pueden encontrar
sino excavando antes. Y en cuanto a esta diferencia, digo que la matriz del
agua terrestre es más poderosa en unos lugares quje en otros; porque todos los
elementos tienen su madre particular apta para engendrar más fácil o
difícilmente en función de una virtud estelar, a partir de la cual los elelmentos
son engendrados y de donde toman su nacimiento. Si, pues, esta matriz eds
fuerte en la tierra, lanza su simiente por una fuerte expulsión, incluso hasta la
cima de los Alpes, o a la cima de la torre de Babilonia. Escuchando mis
discursos, los menos prudentes me acusarán de demencia o clamarán que
estoy ebrio de vino dulce, como los Apóstoles de Judea en la fiesta de
Pentecostés.

La razón de nuestra sublimación es la misma que la de las aguas, de las que


unas, encontradas en la cima de las montañas, son más saludables y más frías
que las aguas de los prados y pozos. Del mismo modo también, si por la
violencia del fuego la materia de los Sabios es elevada a su montaña, la tierra
permanece al fondo, de la cual se extrae una sal propia para su uso; y por ñla
sublimación se hace la separación de lo bueno y lo malo, de lo puro y lo
impuro, entre lo sutil y lo espeso, para distinguir entre el veneno la medicina.
Nosotros, miserables pecadores, mortales habiendo merecido la muerte a
causa de nuestros pecados, permanecemos juntos en esta masa terrestre donde
somos conservados por la sal hasta que nos pudramos, y que por fin, siendo
resucitados, por el calor del fuego celeste, seamos clarificados y elevados por
esta sublimación y exlatación en la que, siendo despojados de las heces e
impurezas, podamos ser hijos de Dios, como le place a su misericordia
querernos acordar.

Creo pues que nadie me reprendrá por el ejemplo, o comparación, que he


alegado de esta terrestre sublimación. No he hecho eso sin causa, sabiendo por
mi genio particular lo que es blanco y lo que es negro, cuándo el cielo está
sereno y cuándo está cargado de nubes. Pasaré pues a una preparación del
antimonio.

Que mis discípulos deseosos de este Arte sepan y observen por doctrina
filosófica que las extracciones del antimonio, y de todas las otras cosas, son
muy diferentes en las operaciones que es preciso hacer con él. Esa diferencia
no consiste en la materia ni se conoce con la materia de donde es extraída,
sino que depende y está ligada a la preparación y a la adición por medio de la
cual la experiencia nos da fe de que todas las virtudes son extraídas.

Declaro y confirmo eso por este ejemplo, sindo cierto que lo que es extraído
del antimonio y de las demás cosaspor espíritu de vino adquiere una
preparación ¡¡¡¡¡¡bien otra preparación!!!!!

Que lo que se extrae con vinagre destilado fuertemente, y cuya principal causa
os he dicho anteriormente, ya que las extracciones antimoniales que se hacen
con el espíritu de vino excitan y sueltan el vientre mucho más que las que se
hacen con el vinagre, que, en lugar de soltar, estriñe y retiene por una manera
singular y por un medio del todo particular, porque el antimonio de volátil
deviene fijo. Hay que considerar atentamente este secreto, que pocos toman
seriamente, porque estos misterios están escondidos y son muy profundos, y
son cosas que los sofistas de la Escuela ignoran seguramente y no tienen
ningún conocimiento de ellas.

La extracción hecha con el vinagre comprime, y la que está hecha con el


espíritu de vino purga. Lo cual es muy notable.

CAPÍTULO XIII

De las Extracciones Antimoniales

La extracción antimonial se hace doblemente por el vinagre y por el espíritu


de vino. El vinagre constipa, y el espíritu de vino excita y suelta por
evacuaciones y por la orina, como he dicho a menudo, y particularmente en
mis doce claves. La extracción hech del vidrio de antimonio por espíritu de
vino purga mediocremente, y la que está hecha por vinagre no purga
absolutamente nada, lo que es muy verdadero. Esta experiencia causa una
profunda meditación y da lo propio de la verdadera filosofía. Y es una
maravilla ver que lo que ha sido extraído de antimonio por el espíritu de vino
retiene una virtud purgativa.

Y el vidrio de antimonio extraído al comienzo por vinagre hace lo contrario. Y


si después de haberlo preparado, se le extrae de nuevo con espíritu de vino, su
naturaleza y propiedad venenosa es quitada enteramente no permaneciendo
ningún vestigio de ella, no impeliendo más que a la evacuación. Puede hacer
efecto por el sudor y por muchos otros medios, como por los esputos y los
vómitos. Además, purifica la sangre. Cura a los asmáticos y muchas otras
enfermedades, calma la tos de cualquier género que sea. Y en fin, es un
remedio divino si se hace con vinagre común y no destilado.

CAPÍTULO XIV

De la Extracción Antimonial para la Lepra

Se hace otra extracción de antimonio pulverizado, sobre el cual pondréis


vinagre destilado. Pero es preciso un antimonio no común sino de la mina.
Tapad a continuación el matraz y ponedle al sol; y con el tiempo vuestro
vinagre destilado se enrojecerá como la sangre. Separad esta extracción y
filtradla. Ponedla sobre la arena en un alambique; y destilando veréis aparecer
colores maravillosos. El aceite deviene muy rojo y deja al fondo del vaso
muchas heces.

Este aceite es empleado en muchas enfermedades con utilidad. Su gloria y su


virtud se manifiestan en la curación de la lepra. Consume y deseca los males
venéreos y hace otros milagros, supuesto que el médico sepa su uso
verdadero, que observe una debida preparación y que consulte a la experiencia
y no la olvide jamás.

CAPÍTULO XV

De la Manera de Preparar el Hígado de Antimonio.

Preparad el hígado de antimonio así: tomad tártaro rojo y antimonio mineral,


partes iguales. Moledlas y despúes de jhaberlas mezclado bien juntas,
ponedlas en un pote bien zulacado sobre un fuego hasta que el tártaro sea
quemado, lo que se debe hacer en un horno de viento.
Antes de moler esta materia quemada, echaréis encima agua de lluvia
hirviente y la colaréis como la lejía. Y entonces se hace el hígado, porque es
así como lo han llamado nuestros predecesores. Siendo pues desecado y bien
pulverizado este hígado, ponedle en una cucúrbita con espíritu de vino,
después filtrad este espíritu de vino con papel gris y destiladle por el baño
maría, hasta en tanto que no quede más que la tierra dividida. Esta extracción
se puede usar, pero con moderación y mucha discreción. En lo que hay un
milagro a observar que es muy singular: que el espíritu de vino, una vez
separado, no se puede ya reunir con esta extracción roja, sino que sobrenada
por encima como el aceite sobre el agua. Y si este espíritu de vino es
empleado una vez más se hace otra extracción, la cual, siendo vertida sobre la
primera, no se mezcla de ningún modo con ella. Lo que es maravilloso. Más
¿quién podría contar los grandes milagros de Dios y los dones que ha hecho a
sus criaturas?.

Anteriormente he hecho mención de la extracción con el vinagre y el espíritu


de vino. Si de esta extracción se separa el vinagre por el baño maría y se hace
resolver el polvo restante en aceite amarillo en un lugar húmedo, este licor
vulnerario hace maravillas indecibles en las heridas recientes y arraigadas e
impide todos los síntomas. Otra extracción hecha por el espíritu de vino de
este mismo polvo es un grandísimo remedio para las enfermedades internas.
He propuesto a menudo en mis escritos precedentes otra preparación
antimonial, y la he dicho abundantemente en esta advertencia, porque sé la
utilidad y los socorros que están escondidos en ella. Es por ello que creo que
las repeticiones no desagradarán a mis discípulos. Porque no escribo nada sin
causa, y mis discursos son breves pero contienen sin embargo un gran
circuito, bien que los escritos múltiples y frecuentemente repetidos sean muy
obscuros para los que no son expertos, inútiles a los bebés y a los niños, y
muy útiles únicamente para los discípulos del Arte.

CAPÍTULO XVI

De otra Extracción Antimonial por Agua Corrosiva

Tomad vitriolo y sal común en partes iguales. Moled y mezclad estas dos
cosas juntas, y destilad de ellas el agua. Si aumentáis el fuego extraeréis un
licor semejante a la mantequilla fundida, o al aceite, que guardaréis para
serviros de él en su tiempo y para su uso. Pulverizad la cabeza muerta y
resolvedla en la cueva en agua que hay que recoger poco a poco, y filtradla
por el papel de estraza.

Tomad después antimonio de Hungría sutilmente molido y ponedle en un vaso


de cristal con el fondo llano. Verted encima el agua susodicha y poned todo
sobre un calor lento, hasta que devenga de color (de amatista) violeta.
Entonces aumnentad el fuego: tendréis un color de zafiro muy brillante; y de
este color saldrá un polvo muy blanco; y si vertéis agua común encima,
sucederá la misma cosa. Esta extracción de vitriolo crudo purga por arriba y
por debajo. Y la solución de la cabeza muerta en la cueva transmuta láminas
finas de Marte en Venus. La experiencia es testimonio de ello.

Escuchad pues ahora, lectores, y estad atentos. Poned este aceite en el agua
susodicha arriba referida, y estos en el azafrán de Marte hecho con azufre.
Despuués reverberad bien hasta la rojez perfecta, y poned a digerir para
extraer así la tintura de Marte roja como la sangre.

Tomad después una parte de esta extracción roja de antimonio hecha con la sal
de piedra quemada y con el espíritu de vino preparado; de mercurio extraído
poco a poco por el tubo, echad a poco una parte; de la cal de oro disuelta en la
susodicha agua corrosiva, una media parte. Mezclad todo ésto y virtiendo,
cambiad de un vaso a otro para purgar. Y después, destilad sobre las cenizas a
fuego mediocre y, aunque no paséis la amalgama por la cornuda, permanecerá
al fondo una solución fija y roja, muy útil para las úlceras. El caput
mortuum restante, resuelto en lugar húmedo, produce un licor tan agrio que
ninguna agua fuerte le puede ser comparada enh corrosión.

CAPÍTULO XVII

De la Manera de Hacer el Antimonio Diaforético

Se hace también una preparación de antimonio que le reduce en un polvo


blanco (diaforético) y se hace como sigue.

Tomad partes iguales de antimonio de Hungría y salitre tres días purificado.


Moled y mezcladlos juntos y a continuación quemad el compuesto al fuego de
circulación en un pote nuevo en el cual echaréis la materia poco a poco; y
coced todo. Hecho esto, reducid la materia a polvo y verted agua hirviendo
encima. Removed todo bien, y después de que la materia se haya reposado,
evacuad esta primera agua y poned otra, lo cual continuaréis hasta que hayaís
quitado todo el salitre. Desecad esta misma materia y reducidla a polvo,
mezcladla de nuevo con tanto salitre como la primera vez y reitirad todas estas
operaciones hasta tres veces. Después de lo cual una vez desecada la materia

de la última agua, ponedla en forma de polvo en un vaso de cristal con el


fondo plano y bien cerrdo, una vez puesto el espíritu de vino necesario.
Circulat todo un mes entero. Reiteraréis luego este primer espíritu de vino y
volveréis a poner otro nuevo que haréis arder sobre la materia.
Habiendo ejecutado ésto, habrá que tener al fuego durante un día entero, el
polvo proviniente de esa operación, en un crisol que mantendréis siempre
rojo.

Este polvo, siendo resuelto en un lugar húmedo sobre una plancha de mármol
o de cristal, o en blanco de huevos, forma un licor que, en el calor, retorna
polvo. Este polvo hace cosas muy bellas las cuales no podrían ser creídas si la
experiencia no las demostrara manifiestamente. Su acción es lenta, pero si se
le da tiempo muestra sus fuerzas, porque el que tenga postemas interiores será
curado si toma todos los días este polvo, cinco o seis veces al día, quince
granos cada vez en espíritu de vino o en vino puro; y poco a poco, vomitando
la sangre retornará la salud. El que esté afligido por el mal venéreo lo puede
usar y será curado radicalmente. Este polvo hace venir nuevos cabellos, purga
la sangre y hace otros muchos bienes que pasaremos bajo silencio, porque no
puedo exponer siempre todas las cosas tan bien que todo el mundo devenga
médico por mis escritos sin ningún otro trabajo, sino que cada uno porte,
como es muy justo, su parte de esfuerzo, y que no imagine que un criado de
granja pueda poseer pan de trigo candeal de una blancura inmaculada sin
haber golpeado jamás el grano. Por los discursos filosóficos aprenderéis y
sabréis la teoría, pero el trabajo y las operaciones, unidas a consejos
adecuados, hacen aprender la práctica. Es por esto que es necesario servirse de
discursos claros en obras y materias parecidas.

CAPÍTULO XVIII

De la Manera de Hacer el Bálsamo de Régulo de Antimonio

Del régulo de antimonio se prepara un bálsamo útil contra las enfermedades y


del cual el mercurio del antimonio puede ser revivificado.

Tomad partes iguales de antimonio de Hungría y de tártaro, con la mitad de


una parte de nitro. Habiéndoles molido y mezclado, hacedles fundir en un
crisol al horno de viento. Una vez enfriados, separad el régulo de la
terrestreidad y purificadle aún tres o cuatro veces con tártaro y nitro. y así
deviene blanco como la plata que ha sufrido el examen y sobrepasa la crudeza
de su plomo.

Moled el régulo, ponedle en un vaso de vidrio, y verted encima aceite de


ginebra o espíritu de trementina, del que sale el primero y que es tan claro
como el agua. Tapad bien el vaso y haced circular todo el compuesto al baño
maría. El aceite o espíritu enrojecerá primero. Vertedle y rectificadle con
espíritu de vino. Este bálsamo tiene las mismas virtudes que el bálsamo de
azufre, como lo diré en mi Tratado del Azufre, porque la preparación del uno o
del otro es casi semejante. Tres gotas de este bálsamo tomadas en vino
caliente tres veces en una semana curará a los pulmónicos, los asmáticos, los
tísicos, pleuréticos y la tos arraigada.

Se hacen también muchos aceites del antimonio. Algunos lo hacen


simplemente, otros por adición, y todos tienen diversas virtudes según la
diversidad de su preparación. Os alegaré sobre eso una parábola. muchos
animales, como los gusanos, serpientes y otras varias especies que las
corrupciones ordinarias nos hacen conocer, se encuentran sea en las aguas,
como los peces, sea en los aires como los pájaros, sea en el fuego como la
salamandra. muchos animales maravillosos se encuentran también en las
regiones de climas cálidos, los cuales mantienen su vida por el calor y, siendo
transportados a otros lugares, no pueden de ningún modo vivir. Es así que el
antimonio, siendo preparado con una mezcla acuosa, tiene otros efectos que
cuando está mezclado y preparado con una adición ígnea. Y aunque su
preparación se haga por el fuego, sin el cual su virtud no puede manifestarse
ni ser descubierta, es preciso sin embargo considerar que una adición terrestre
hace otros efectos que una adición acuosa. Si el antimonio permanece solo al
fuego, se eleva en el aire en forma de espíritu. Y en una palabra, de la
diversidad de sus preparaciones procede la diversidad de sus virtudes.

CAPÍTULO XIX

De la Preparación del Aceite o Azufre de Antimonio

El primer aceite o azufre del antimonio se prepara sin ninguna adición, tal
como sigue.

Tomad antimonio de Hungría crudo. Moledle y ponedle en una cucurbita de


tierra. Verted adentro el verdadero vinagre de los filósofos con su sal. Zulacad
bien y pudrid vuestro compuesto al baño maría durante cuarenta días
seguidos. Veréis que el cuerpo del antimonio se abrirá y hará el licor más
negro que la tinta, lo que es signo de una solución perfecta. Poned eso en un
alambique y destilad a poco fuego para extraer el vinagre. Y encontraréis al
fondo una especie de papilla que es preciso lavar y edulcorar con agua de
lluvia destilada. Desecadla a continuación y ponedla en un circulatorio de
cuello largo con tres vientres, como si tres esferas estuvieran unidas juntas,
con la diferencia sin embargo de los vasos sublimatorios que son con el aludel
en que tiene el cuello largo como una fiola. Dejad vuestro circulatorio en un
calor conveniente por el espcio de dos meses con espíritu de vino bien
rectificado que sobrenade tres dedos sobre la materia, y que vuestro vaso sea
bien zulacado. El espíritu de vino devendrá rojo y transparente como un rubí.
Entonces vaciad y separad por el filtro este espíritu de la tierra negra que
encontraréis al fondo, la cual es muy inútil. Destilad a continuación este
espíritu de vino en una almbique de vidriobien zulacado, sobre la arena. Y la
tintura del antimonio saldrá con el espíritu de vino, que llevará consigo los
elementos que están comprendidos en el extracto separándolos. Y veréis en el
alambique un color tan bello como el oro más fino.

Al final de la destilación, no habrán sino muy pocas heces. Este color dorado
se perderá en el vidrio. Circulad esta destilación diez días. El aceite del
antimonio que ha sido hecho por espíritu de vino devendrá grave y pesado,
descenderá al fondo, y el espíritu de vino retornará a su primera pureza,
sobrenadando por encima del aceite que es preciso separar.

Este aceite es muy dulce y sin ninguna corrosión. no se podría creer su fuerza
y virtud y es así por lo que lo llamo el azufre de los azufres del antimonio, el
bálsamo de la vida, el cual, con la ayuda de Dios, me ha servido de mucho
cuando tenía la muerte sobre los labios tal como mis hermanos pueden
testimoniar. Este aceite renueva al hombre, y purga la sangre cuando está
mezclado con la tintura de coral. Combate la lepra así como la sarna, que
provienen de impurezas de la sangre. Combate la melancolía, corrobora el
corazón y los miembros, cuando está mezclado principalmente conm perlas
preparadas. Es un remedio soberano para la lipotimia, porque estando
mezclado con aceite de canela en pesos iguales, seis gotas puestas sobre la
lengua curan todos los males de las narices, arterias y hernias.

Pero, Dios mío, ¿por qué hablo, por qué escribo? Creo que no seré entendido
sino por un pequeño número de personas, gracias al testamento que lego a mis
discípulos. Sin embargo, este pequeño grupo habiendo experimentado y
reconocido los milagros de la Naturaleza reflexionando de manera profunda,
me expresará su gratitud y me rendirá honor sobre la tumba en donde me
pudriré, yo, que por una gracia divina, he liberado la virtud única de una
criatura de su profunda prisión y he desvelado su operación.

CAPÍTULO XX

Otra Preparación del Aceite o Azufre del Antimonio

así como la Verdadera Sal de este Precioso Metal

He aquí otra manera de preparar el aceite del antimonio y de hacerle pasar por
el alambique sin adición. Se ahce un régulo con tártaro y nitro, como he dicho
anteriormente. Se le reduce en polvo que se pone acto seguido en una vaso de
cristal redondo, sobre un fuego de arena lento, para hacerle sublimar, como
hará en efecto. Pero observaréis separar y hacer recaer todos los días con una
pluma de lo alto del vaso. Os será preciso continuar el fuego y reiterar este
procedimiento hasta en tanto que no sublime nada más de la materia, sino que
el régulo quede al fondo del vaso precipitado y fijo.

Moleréis este precipitado sobre el mármol, donde le dejaréis en un lugar puro


y fresco durante medio año -porque sabed que esta extracción es muy larga. El
polvo se resolverá en aceite rojo. Y como no hay nada sino la verdadera sal
del antimonio que se resuelva, las heces permanecerán naturalmente
separadas. Filtrad a continuación el licor resuelto y destilad la flema hasta que
la materia quede espesa. Os será preciso a continuación exponer esta materia
en un lugar frío. Y ella se congelará en cristales de color mezclado de balnco y
de rojo. Y si se les purga una vez más, devendrán todos blancos.

Esta es la verdadera sal del antimonio que he hecho a menudo desecar.


Mezclad después de eso una parte de esa sal con tres partes de cristal de
Venecia, y destilad todo a fueo fuerte. Saldrá en primer lugar un espíritu
blanco, después uno rojo, el cual sin embargo se resolverá en blancura.

Rectificad este espíritu a calor lento, en el baño seco. Tendréis otro aceite del
antimonio inferior al primero. Pues es más un espíritu que un aceite, porque la
sal lo espiritualiza.

Este aceite tiene muchos méritos y virtudes en la cura de las fiebres cuartana y
terciana, y todas las demás. Deshace la piedra o cálculo en la vejiga, excita la
orina, purifica y lava las viejas úlceras, purga la sangre como la sal del oro, y
podría ser empleado todavía en otras enfermedades; pero es menos perfecto
que el aceite rojo del antimonio, porque este azufre ha sido conducido hasta la
última pureza.

CAPÍTULO XXI

De la Revivificación del Mercurio del Antimonio

Habiendo pues descrito el azufre del antimonio, hablaré ahora de la


preparación de su mercurio y de su uso en la medicina.

Tomad pues de régulo de antimonio ocho partes, de sal de orina humana


clarificada y sublimada, de sal armoníaco, y de sal tártaro, una parte de cada
una. Mezclad todas estas sales y vertd encima vinagre fuerte en un vaso que
zulacaréis sabiamente. Digerid estas sales al baño continuo durante un mes
entero. Después destilad el vinagre al fuego de cenizas, hasta que las sales
queden secas. Mezclad con tres partes de tártaro de Venecia y extraed, a fuerte
destilación un espíritu maravilloso que verteréis sobre vuestro régulo
pulverizado, el cual pudriréis a continuación durante dos meses enteros.
Después de eso, extraed el vinagre por destilación y sobre lo que queda al
fondo mezclad el cuádruple de limaduras de acero, y destilad a fuego fuerte:
los espíritus de la sal llevarán con ellos el mercurio como humo. Pero en lugar
de un recipiente ordinario hay que tener un grueso matraz de cristal lleno de
agua a fin de que los espíritus de las sales se mezclen con el agua y que el
mercurio vivo y fluído vaya al fondo del vaso. Porque es así como un buen
artista puede extraer el mercurio vivo del antimonio, lo que ha sido tan
buscado por muchos.

Hablaré ahora de su uso en la medicina. Verted este mercurio por una gamuza
sobre cuatro partes de aceite rojo de vitriolo bien rectificado. Extraed el
aceite: el espíritu del aceite permanecerá con el mercurio. Aumentad el fuego
y sublimará, volved a echad esta sublimación sobre la tierra restante al fondo.
Volved a poner otro aceite, y reiterad la destilación y sublimación como antes
hasta tres veces. Y para la cuarta vez, echad la sublimación sobre su propia
tierra. Moled a continuación todo junto y será blanco y transparente como el
cristal. Poned esto en un vaso circulatorio, con aceite de vitriolo en igual
cantidad y el triple de espíritu de vino. Circulad hasta la separación. Este
aceite de mercurio sobrenadará como el aceite de oliva. Separad este aceite y
ponedle en un vaso circulatorio de cristal, y añadid además mucho vinagre
destilado. Porque así el aceite, en el espacio de veinte días aproximadamente,
recobra su peso y se va al fondo. Y si hubiera quedado alguna cosa venenosa,
permanecerá en el vinagre que será nebuloso y negruzco. Se ve evidentemente
que es un milagro de la Naturaleza que este aceite que sobrenada al comienzo,
al fin se precipite al fondo.

Pero es preciso remarcar que el aceite de vitriolo es muy pesado. Y es por esto
que llevaba al comienzo el mercurio sobre él, porque era más ligero y no era
aún puro; pero cuando su ligera impureza ha sido recogida por el vinagre,
entonces este aceite retoma su peso y se va al fondo.

He aquí pues el aceite extraído del mercurio de antimonio, la cuarta columna


de todos los remedios, que no soporta la lepra, cura la apoplegía, fortifica el
cerebro, excita los espíritus vitales del cerebro. Y si uno se sirve todos los días
de este aceite, hace caer las uñas y los cabellos y los rejuvenece. Purga la
sangre y expulsa todos los males. El mal venéreo no es más que un juego para
esta medicina que lo extirpa radicalmente en poco tiempo. No se sabría alabar
dignamente este remedio ni con la lengua ni con la pluma.

¡Miserables criaturas! ¡Pasto de gusanos! ¿porqué tardáis en ofrecer el


sacrificio eucarístico a vuestro Creador, por los remedios que os ha dado? Y
vosotros, mofadores y doctores, profesores de una y otra medicina, venid a mí
y, aunque no sea más que un religioso, no dejaré de manifestaros lo que
vuestros ojos no han visto jamás. Y si alguno por casualidad encuentra
preparaciones más bellas, que me las haga conocer y que me otorgue la gracia
de comunicármelas, porque no deseo otra cosa sino aprender y no tengo
vergüenza de preguntar lo que no sé y busacar con cuidado las luces que no he
tenido todavía, habiéndoos dicho bastante a menudo que le es imposible a un
hombre poder penetrar y saber todos los misterios de la Naturaleza, a cuasa de
la brevedad de la vida.

Pero que cualquiera que no comperenda mis escritos por falta de experiencia,
que no los blasfeme por eso. Y no murmuréis, os lo ruego, con discursos fuera
de propósito cuando veáis que me sirvo de varios términos que no habéis oído
jamás. Porque mi manera de hablar es diferente a aquella de la que se sirven
mis adversarios quienes por su ceguera y desconcierto manifiestos, se unen a
un árbol salvaje de la selva menospreciando lo natural y familiar. Y es por eso
que no cogen más que un fruto salvaje y de una naturaleza extraña. Hombres
ignorantes y desgraciados, no juzgáis y noo pidáis lo que no habéis conocido
nunca, y que ni el estudio ni el pensamiento os han descubierto jamás.

Algunos campesinos y rústicos dicen que los peces mueren de frío cuando
mueren en el agua. Pero eso es improbable y falso. y cualquiera que hable de
esa manera no lo hace más que por ignorancia e imprudencia. Porque si
durante el invierno, cuando la superficie de las aguas está helada, el hielo se
rompe, los peces jamás morirán, por cualquier frío que haga. Pero si el hielo
que tiene a las aguas encerradas no es roto y dura largo tiempo, los peces
mueren, pero no por el frío, sino porque son privados del aire, el cual no
puede penetrar el hielo, siendo cierto que un animal no puede vivir sin aire,
que es la única razón por la que los peces son sofocados bajo el hielo. Os doy
este ejemplo a fin de haceros entender que el antimonio goza del aire, y que es
necesario que un buen hacedor de metales haga agujeros en las montañas. Y si
queréis conocer después la diversidad de su uso, es preciso que le preparéis
por el aire, el agua y el fuego, por temor a que su fecundidad sea sofocada en
la tierra, y a fin de que por la multiplicidad de sus operaciones y
preparaciones, sea conocido y manifestado a los médicos, por la curación del
mal para el que buscan un remedio antimonial. ¡Pobres hombres de poco
conocimiento, que no osáis sondear la naturaleza del antimonio y la
menospreciáis! ¿Dónde está vuestra retórica y vuestra elocuencia para
defenderos, puesto que no conocéis ni negro ni blanco, ni otros colores, en las
preparaciones del antimonio, y sus virtudes os son desconocidas? Es también
a buen seguro que pasáis mis escritos bajo silencio y no os paráis. Porque
semejantes a un fuego impetuoso avivado por el viento, teméis que vuestra
barquilla llena de grietas sea sumergida por las olas y la tempestad.

A fin de que evites este peligro, implora por tus oraciones la ayuda de tu
Maestro, que duerme con sus apóstoles, pero hazlo con un corazón sincero y
puro. Así serás salvado y verás al mal y los vientos devenirte favorables, y
conducirás todas las cosas hacia el fin deseado.

¡Dios mío! si fuera posible que el pensamiento y la intención del hombre no


tuviesen otro fin que el de adquirir el Arte por su estudio y trabajo para ver sus
éxitos ciertos y tal como desea, sin duda la Fortuna y las Musas le serían
favorables. y un discípulo del Arte de esta naturaleza encontraría en su
oratoria y en su laboratorio su prosperidad y su salud tan bien, que percibiría
el fundamento seguro, fecundo e inmaculado, y la piedra angular cerrada
sobre los cuales podría asentar su conciencia. Y así, rechazará el vano cacareo
de los que no examinan a los enfermos, será excluido de la escuela y,
callándose ante el charlatán, cambiará sus vicios y asegurará y probará
públicamente que no se puede quemar tan fácilmente la ciudadela de piedra y
el palomar o la cabaña de rastrojo, o aún el viejo nido de madera de una
cigüeña, desecado después de largos años por el sol.

Mis queridos descípulos, estad atentos con todos los oídos del espíritu a mi
advertencia. Buscad cuidadosamente el centro que raramente o jamás aparece
con una cara exterior; buscad también su virtud con (una) cuidadosa atención,
como el cazador a su presa. Prestad atención a los vestigios que serán
impresos sobre la nievem, a fin de discernir las huellas de unos y de otros,
para no tomar un ciervo por un gamo. Porque os equivocaréis en la huella del
zorro y de la liebre si no las sabéis conocer.

Echad pues vuestras redes convenientemente, y serán favorables para tomar


peces; y si vuestras redes están bien tendidas, el pájaro será cogido con placer
y provecho.

A fin pues de que se os dé a todos la última advertencia, tú, querido pajarero,


expón correctamente al viento tus redes y las plumas turbulentas, y tú,
barquero, estate particularmente atento, porque debes saber que día y noche
navegas en plena mar y estás en peligro de ser agitado por las tempestades; y
si tienes cuidado, no serás frustrado de tu esperanza, tomarás siempre alguna
cosa al fin, y tu nave volcerá de las regiones alejadas con seguridad, y llegarás
felizmente y con provecho de sus mercancías.

Pero ¿por qué pierdo el tiempo de esta manera en hablar y en hacer


comparaciones a la manera de los sofistas charlatanes, ya que se puede
considerar que hay en mis escritos pocas letras supérfluas y que han sido
eliminadas todas las que no llevaban una chispa de utilidad? Además, éstas
contienen en sí una doctrina y una enseñanza tan ciertas, que el trabajo de
escribir es para mí una recreación y un placer.

No tengo más que un paso para retroceder, como el gladiador, que es el de


hacer un laboratorio y una escuela para declarar y manifestar la preparación
del antimonio, a fin de probar que es una verdadera medicina muy útil a las
enfermedades externas. Diré pronto cuál es mi procedimiento.

Mis queridos discípulos, amantes del Arte, que deseáis saber la ciencia y los
secretos de la Naturaleza y sondear los más profundos misterios, si queréis
distinguir el día de la noche y la luz de las tinieblas, escuchad lo que sigue.

CAPÍTULO XXII

Del Bálsamo del Antimonio

Tomad una parte de antimonio de Hungría, media parte de sal común, seis
partes de la tierra de la que se sirven los alfareros, que no haya sido cocida.
Moled y mezclad todo junto y destilad a fuego fuerte. Veréis salir
continuamente un aceite rojo que es preciso desflemar, a fin de que quede al
fondo un polvo rojo y seco que es preciso moler sobre el mármol y dejar
resolver. Saldrá de ello un bálsamo rojo, más excelente que todos los otros
bálsamos vulnerarios, que es muy útil a las heridas arraigadas que los médicos
vulgares no podrían curar con sus emplastos, ungüentos y aceites, que no son
más que remedios sospechosos o peligrosos, y bajo los dicharacheros, están
constreñidos de retirar el freno al caballo, de descargar la silla y de volverle a
conducir a donde lo habían sacado. Este aceite o (este) bálsamo ha sido
estimado preciso para las úlceras antiguas y pocos remedios le sobrepasan o le
igualan, si no es el aceite de antimonio que se hace con el mercurio
sublimado. Porque es mucho más excelente para los cánceres, noli me
tangere, gangrenas, lupias, fístulas y úlceras. La experiencia me ha hecho
conocer maravillas increibles que quiero callar para no parecer deseoso de
honor, lo que seguiría siempre con la ayuda de Dios y de la santísima Virgen
María.

CAPÍTULO XXIII

Del Aceite de Antimonio con el Mercurio Sublimado

Hay otra preparación del antimonio que se hace así. Tomad mercurio vulgar
sin brillo y muy puramente sublimado, y antimonio a partes iguales. Moledles
y mezcladles juntos. Destilad a continuación por la cornuda en un matraz que
retenga los espíritus. Repetid la destilación de vuestra materia tres veces
diferentes. Rectificat luego vuestro aceite con espíritu de vino, y estará
preparado y muy rojo, siendo al comienzo blanco. Se coagula como el hielo o
la mantequilla fundida.

Este aceite opera tan grandes maravillas en la naturaleza que apenas podría
creerse que se puedan hacer. Pero su virtud, su facultad y su operación
aparecen siempre cuando cambia lo malo en bueno.

CAPÍTULO XXIV

Del Aceite Para las Úlceras

Se prepara todavía otro aceite con adición muy útil a las heridas exteriores.

Tomad antimonio y azufre, de cada uno una parte; de sal armoniaco y de sal
de orina clarificada, de cada una la mitad de una parte; de cal viva dos partes.
Pulverizad y mezclar todo junto y después destilad. Si se sublima alguna cosa,
quitadla, volvedla a moler con la cabeza muerta, y volved a verter el aceite
destilado sobre la materia molida. Destilad como antes. Reiterad tres veces
esta misma operación y el aceite estará acabado.

Este aceite cura todas las úlceras antiguas obstinadas y es muy fuerte y
penetrante. Da los fundamentos para una curación segura, como lo hace
también el aceite de vitriolo.

CAPÍTULO XXV

De Otro Bálsamo Vulnerario

Se prepara también un bálsamo vulnerario de varias cosas. Tomad cuatro


onzas de azufre, acedlas fundir a fuego lento, después poned artísticamente
media libra de mercurio, removiendo siempre con un palo hasta que todo esté
bien incorporado y se endurezca. Después de eso, moled esta materia y
mezcladla con cuantro onzas de antimonio, cuatro onzas de arsénico rojo y
dos onzas de crocus martis, con ocho onzas de ladrillo molido. Sublimad todo
acto seguido en un vaso de vidrio según el arte, y tendreis rubíes orientales tan
bellos y tan coloreados como los verdaderos, los cuales son sien embargo
volátiles, no teniendo nada de fijo.

Estos rubíes, separados artísticamente del cinabril, sublimando, es preciso


molerlos y hacer de ellos un extracto con vinagre destilado, el cual es preciso
después de eso extraer muy dulcemente por el baño. Y el polvo restante al
fondo se debe moler muy sutilmente. Seguidamente se extrae de él la tintura
en otro vaso por espíritu de vino y se separan de ella las heces restantes.

Circulad esta extracción al baño durante un mes en un vaso zulacado. Destilad


luego como habeis hecho con el vinagre, y el polvo restante al fondo del vaso
se resolverá en la cueva en muy pocos días en un licor bello y claro, que es
muy útil a las heridas y úlceras viejas si se las frota con una pluma empapada
de este licor y se pone por encima un emplasto común vulnerario. Este licor
no abandona jamás a nadie en las heridas que son incurables para la medicina
vulgar. Pero no comprendo ahí esas soluciones de continuidad que dependen
de algunas causas externas. Porque para curarlas, es preciso remedios internos
que desequen y arranquen los síntomas y el centro del mal, aunque haya pocos
maestros hoy en el mundo que se interesen por lo que escribo ahora. Si los
hombres considerasen la miserable condición de la vida, su caida por el
pecado original, de donde se siguen todas las calamidades e incluso varias
grandes enfermedades que nos abruman, emplearían el tiempo más útilmente
que ahora, y buscarían todos los medios de aliviar la salud alterada de su
prójimo con sentimientos de caridad cristiana, tal como Dios ha ordenado,
para cumplir con su deber. Pero como muchos pierden el tiempo en folios
inútiles y desechan el trabajo como algo enojoso y aburrido, permanecen en
sus antiguos errores y dejan pudrirse la carne y el cuerpo de un enfermo sin
tocarle, temiendo deteriorarse las manos y hacer aumentar el precio del jabón,
del cual tendrían necesidad para lavarse más a menudo.

¡Qué miserables somos! No tenemos nada propio en este mundo de lo que


podamos vanagloriarnos. No somos en él sino pasajeros bajo la dirección de
Dios, que ha querido únicamente que nos sirvamos y que disfrutemos de él
pero no nos ha hecho los propietarios de él. Es por ello que deberíamos pues
gobernarnos bien espiritualmente y corporalmente, como hacen los fieles
(inquilinos) en la vida civil para con los propietarios de las casas que ocupan,
a fin de que Dios, el padre celeste y nuestro buen padre de familia, viniendo a
retirarnos los bienes que nos ha otrogado, nuestros pecados y nuestra
ingratitud no le obliguen a encerrarnos en esta prisión donde no hay más que
rechinamientos de dientes y un arrepentimiento eterno. Porque si el hombre
considera un arrepentimiento eterno. Porque si el hombre considera eso, no
tendría jamás el pensamiento de pecart, y compliría exactamente su deber y se
volvería útil a su prójomo. Pero a decir verdad, ocurre muy poco o casi nada
de ésto, y todo su esfuerzo no es otro que adquirir dinero a diestro y siniestro.
Los grandes y los pdoerosos no tienen ningún cuidado de sus deberes, el vulgo
se une a ellos y cubre sus violencias con el nombre de equidad, a fin de
disfrutar más seguramente de sus malas adquisiciones. Cuidaos, os lo advierto
de que tantos bienes mal adquiridos no os sirvan de espinas que os atraviesen
el corazón, y vuestros bocados se detengarn en medio de vuestra garganta para
estrangularos. Pero todas estas advertencias son vanas y menospreciadas.
Porque habiendo emprendido y hecho en otro tiempo un difícil peregrinaje a
Santiago de Compostela y habiendo vuelto a mi convento, creía que muchas
personas se regocijarían conmigo y rendirían gracias a Dios de las santas
reliquias que había traido de ese lugar conmigo para el alivio y el socorro de
nuestro convento y de los pobres. Pero pocos se corrigieron y pocos se
encontraron deudores de Dios por tal bien, y varios, al contrario, no hicieron
más que mofarse y aumentaron incluso después de este tiempo sus burlas, sus
menosprecios y sus blasfemias. Pero este justo Juez les sabrá castigar en el día
del juicio. Abandono este sujeto para retornar al antimonio, del cual se prepara
otro remedio para otra clase de fiebres y para la peste.

CAPÍTULO XXVI

De Otra Preparación de Aceite de Antimonio Sin Adición

Contra la Peste y Toda Clase de Fiebres

Tomad antinonio en polvo fino. Destiladle por la cornuda unida a un


recipiente de cristal. Reiterad tres o cuatro veces, y se hará por fin un polvo
rojo que habrás que extraer con vinagre destilado. Después de lo cual
circulareis esta extracción al baño maría durante diez días; después destilareis
el vinagre apremiando el fuego hacia el final por cierto artificio, para que lo
que queda al fondo se convierta y pase en forma de aceite. El cual es preciso
circular en un pelícano hasta en tanto que toda la flema se separa de él por
destilación y el aceite sea recogido en un nuevo recipiente; este aceite cura las
fiebres tercianas, cuartanas y las continuas, dando cuatro granos al enfermo
con agua de cardencha vendita; hace sudar y es muy bueno en tiempo de
peste.

La misma dosis de cuatro granos puestos en espíritu de vino o en vinagre


destilado, según que la peste haya comenzado por calor o por frío, la rechaza y
la cura poderosamente. Esto es lo que tres de mis hermanos han probado bien.
Porque siendo atacados por la peste y viéndose moribundos y privados de toda
esperanza de curación, fueron librados de la muerte por este último secreto.
Después de lo cual estimaron mi medicina más que antes; y por sus oraciones
y trabajo manual, después de haber acabado el culto divino, me ayudaban
todos los días con tanto cuidado y asiduidad, que al final adquirieron conmigo
mucha experiencia. Lo que fue causa de que en un solo año, tanto por su
industria como la de otros de mis hermanos, descubrimos más secretos y
misterios de la Naturaleza, que no habíasmos podido hacer antes. Es por esto
que estando reducido a una extrema vejez, les he dado gracias como lo hago
aún de todo corazón, por lo mucho que me han ayudado, así como varios
buenos cristianos; pero como estoy aún vivo, ruego a Dios quiera
recompensarlos. El celeste arquiatra ha ofrecido sin duda alguna a mis
hermanos que están en los cielos una recompensa suficiente para que se
alegren de este salario celeste, en lugar del que les había sido dado en esta
vida y que no les pudo ser pagado por los hombres ignorantes e ingratos.

CAPÍTULO XXVII

De la preparación de otro aceite para los pulmones

Se hace otro aceite de antimonio con adición que es muy útil para las heridas.

Tomad pues antimonio, azufre y nitro en partes iguales. Cerrarlos bajo la


campana o perol, como se hace ordinariamente. Pero tendreis más aceite si os
servís del alambique con un recipiente. Este aceite será semejante en color al
del azufre común, pero es mucho más fuerte a causa de la adición, y opera
más poderosamente que el aceite del azufre común que se hace para las
heridas. Este aceite es dado interiormente a los pulmónicos, en cantidad de
tres gotas en espíritu de vino. Y por fuera, para las heridas y úlceras fétidas y
hediondas, se aplica sobre el emplasto. Se observará que es un remedio muy
útil y excelente para todos los males.

CAPÍTULO XXVIII

De Otro Aceite Excelente Para las Gangrenas y Úlceras.

Se prepara otroaceite de antimonio para curar las gangrenas y las úlceras de


esta manera.

Tomad una libra de antimonio, media libra de sal común y cinco libras de
tierra de alfarero no cocida. Moled y mezclad todo y destilad; saldrá un
espíritu amarillo. Cuando todos los espíritus hayan salido, poned la materia en
otro vaso de tierra, extraed la flema y os quedará un polvo que hareis resolver
en la cueva, en bálsamo líquido muy útil en los cánceres gangrenas y
enfermedades rastreras; y parecidamente en la cara de los hombres y en los
pechos de las mujeres. Escribiría muchas más cosas de este bálsamo si no
temiera las ignorantes y necias proposiciones de los sofistas, que no dejarían
de decir que escribo todas estas cosas según mi fantasía y que digo de ello
mucho más de lo que he encontrado.

CAPÍTULO XXIX
De otro Aceite para los Pulmones y Males de Estómago

Se hace otro aceite de la manera que sigue.

Tomad cuatro partes de antimonio y una parte de sal armoníaco. Moled y


mezclad todo junto. Después de eso, sublimad esta materia a fuego lento y
veréis que la sal armoníaco elevará consigo el azufre sanguíneo del antimonio.
Moled de nuevo la materia restante añadiendo por cada libra, cinco onzas de
antimonio crudo y algunas onzas de nueva sal armoníaco. Sublimad como
antes. Este sublimado se resuelve fácilmente en la cueva. Tendrésis un azufre
combustible como el que se vende. Extraed este azufre por el tiempo por
vinagre destilado que separaréis por baño maría. Extraed la tintura y por un
sutil artificio, arrojad el polvo en un recipiente, y si el estudioso del Arte sigue
bien el camino, encontrará un aceite dulce, excelente, y sin corrosión ni
peligro, que combate todos los dolores de costado. Y si los asmáticos toman
de él mañana y tarde dos granos en espíritu de vino, remedia todas las
enfermedades del pecho y expulsa todas las impurezas; me ha servido de
mucho más de lo que yo pensaba.

Habiendo pues descrito todas las virtudes del antimonio en las otras
preparaciones anteriormente citadas, he creído que sería inútil repeterirlas, en
el temor de volverme aburrido y de provocar alguna sospecha en el espíritu de
los estudiosos. El licor de este azufre de antimonio es muy útil a los males
externos. Quita toda cosa de la piel. Y si se le añade un poco de aceite, quita
todas las suciedades y manchas de las manos. Si uno se frota con él cura la
sarna y la tiña y todas las picazones que sobrevienen a la piel.

CAPÍTULO XXX

De otra Preparación de Azufre del Antimonio en Aceite

Se prepara aún de otro modo el azufre del antimonio tal como vais a ver.
Tomad dos libras de antimonio. Moledlas y hacedlas hervir durante dos horas
y un poco más en una lejía fuerte hecha de cenizas de ortigas. Y después de
haberle extraído claro y bien filtrado, verted encima vinagre; caerá al fondo
del vaso un polvo rojo. El cualñ desecaréis dulcemente de toda la flema.
Después de lo cual extraeréis la tintura con vinagre destilado, como está dicho
en la precedente preparación del otro azufre. Reducidle en aceite por
destilación. Este aceite no es inútil, pero es menor en virtud al primero que le
es muy superior, porque la sublimación que se hace por la sal armoníaco hace
resolverse al azufre más fácilmente y da más fuerza a la tintura.

CAPÍTULO XXXI
De las Observaciones Particulares y Necesarias

sobre las diferentes Preparaciones del Antimonio

Es a propósito remarcar que hay tres cosas necesarias en lo tocante a las


diferentes preparaciones del antimonio en el Arte espagírico.

En primer lugar, la preparación del vinagre de la mina de antimonio.

En segundo lugar, no hay que pasar bajo silencio la estrella del régulo.

El tercer lugar, es preciso por fin hablar del plomo de los filósofos, del cual
muchas personas se han imaginado grandes cosas y han creído que de él se
podía hacer el verdadero mercurio de los filósofos. Pero se han engañado,
porque eso es imposible, y Dios no le ha dado tanto que en él se pueda
encontrar el verdadero mercurio de los filósofos. Este mercurio, el primer ser
o la primera agua de los metales, de la que se hace la gran Piedra de los
antiguos filósofos, se encuentra en otro mineral, en el cual la operación por
razón metálica es más grande que en el antimonio, cuyo plomo no tiene más
que alguna particular utilidad. Que eso pues os baste al respecto.

Ovbservad pues bien que el antimonio es la columna universal de la medicina,


tanto interna como externa, para toda clase de enfermedades, si sin embargo
como he dicho a menudo, es debidamente preparado.

Después de esta advertencia no faltará nada al Artista más que aprender a


deiscernir las naturalezas metálicas y minerales, y sobre todo observar
exactamente la preparación y uso del antimonio. Porque siendo conocido eso,
su juicio será verdadero y equitativo.

Satisfaré pues mi promesa enseñando a los ojos de mis discípulos la última y


verdadera separación de lo bueno y lo malo para la preparación del vinagre
filosófico, que toma su comienzo del antimonio.

CAPÍTULO XXXII

De la Preparación del Vinagre Filosófico

Tomad la mina de la cual se funde y se separa el antimonio. Moledla


sutilmente y, después de haberla puesto en un matraz de cuello largo, verted
encima agua de lluvia destilada hasta la mitad del vaso, el cual zulacaréis
bien. Después de eso, poned vuestro vaso en baño de putrefacción, in ventre
aequino, hasta que comience a hervir y la espuma suba, la cual es preciso
quitar. Este signo os probará que el cuerpo del antimonio está abierto.
Entonces poned esta materia en una cucúrbita bien zucalada. Extraed de ella el
agua, la cual encontraréis un poco ácida, y en este estado aumentad el fuego, y
algo se sublimará. Mezclad este sublimado con las heces restantes y empapad
con la misma agua que habéis destilado, y redestilad de nuevo de la misma
manera que antes. Reiteraréis esta misma operación tantas veces que vuestro
vinagre devenga de una gran fuerza. Pero en cuanto al sublimado, se
disminuye a cada destilación. Verted acto seguido este vinagre destilado sobre
nuevo antimonio mineral bien molido, en un pelícano, que sobrenade tres
dedos. Dejad digerir a calor dulce durante doce días, hasta que el vinagre
enrojezca y devenga más agrio.

Después de eso, separad vuestro vinagre vertiéndolo dulcemente por


inclinación y de manera que podáis tener el licor claro sin ninguna mezcla de
heces, y destílalo al baño maría por él mismo, sin adición, El vinagre subirá y
la rojez permanecerá en el fondo, la cual, siendo extraída por espíritu de vino,
formará una muy buena medicina. Rectificad aún una vez este vinagre al baño
maría a fin de separar de él la flema, y disolved una onza de su propia sal en
cuatro onzas de este vinagre; después de lo cual destilaréis fuertemente por las
cenizas, y este vinagre devendrá más fuerte.

Este vinagre refresca maravillosamente y sobrepasa la fuerza del vinagre


vulgar. Calma las gangrenas provocadas por las quemaduras de la pólvora y
cualquier accidente externo, si es mezclado con el alma de Saturno en forma
de ungüento y aplicado en cataplasma. Mezclado y quemado con nitro fijado
por el azufre, separa la esquinencia (inflamación de la garganta) y extingue el
calor.

En tiempo de peste, es preciso tomar una cucharada. Se puede aplicar también


exteriormente sobre un bubón pestilencial, haciendo una cataplasma con la
tercera parte de agua destilada de esperma quemado de ranas; atrae el veneno
y refresca.

CAPÍTULO XXXIII

Del Régulo Marcial Estrellado

Observación

El régulo marcial estrellado es muy estimado por muchos; muchos no han


ahorrado nada para triunfar con él; otros han tenido éxito, habiendo
encontrado lo que buscaban; y los deseos de otros se han ido al agua.
Varios han creído que esta estrella era la materia de la verdadera Piedra de los
filósofos, creyendo que era necesario que fuera así porque la Naturaleza había
formado esa estrella de buen grado. En cuanto a mí, lo niego y sostengo que
estas personas, estando desviadas del camino regio, toman un camino para ir a
lugares deshabitados, donde no hay más que buhos y aves de rapiña, que
hacen ahí sus nidos. Y no se debe atribuir a esta estrella que sea la materia de
esta preciosa Piedra, aunque contenga una muy alta medicina que se hace tal
como va a ser dicho.

Manera de hacer el régulo estrellado

Tomad dos partes de antimonio de Hungría, una parte de acero en limaduras y


cuatro partes de tártaro crudo. Se les hace fundir juntos, y después se les echa
en un crisol. Después de que la materia se enfría, se separa el régulo de las
heces. Se muele a continuación este régulo con el triple de tártaro crudo. Si se
procede bien, lo que es principal, se tiene una estrella blanca y espléndida
como la plata pura, y tan bien repartida, como si un pintor se hubiera tomado
el trabajo de pintar sus rayos. Y este régulo estrellado se reduce en aceite tal
como sigue.

Reducción del régulo estrellado en aceite

Este régulo estrellado, siendo sublimado con sal armoníaco, deviene rojo;
porque la tintura de Marte sube, se sublima y se resuelve en la cueva que es
muy útil para las heridas.

Y este régulo o estrella es frecuentemente aliado por el fuego a la serpiente


pétrea, de manera que, siendo todo consumido (su azufre espiritual e invisible)
sea absolutamente unido a esta serpiente, el Artista tiene después de eso una
materia ígnea y ferviente, que esconde varios secretos. Y esta misma materia
se resuelve también en la cueva en aceite, el cual es preciso destilar y
rectificar hasta que sea puro y claro. Su uso en el cuerpo debe ser definido con
pudencia y precaución, como con dos onzas de vino o alguna otra agua que
sea destiulada que sea propia al mal. Es preciso tomarle sólamente dos veces a
la semana, tres gotas cada vez. Que el médico, pues, mire bien la causa de la
enfermedad, a fin, de que se sirva de estos remedios con seguridad.

Este aceite contiene una gran acrimonia, en la cual están escondidos muchos
secretos que no deben ser manifestados al vulgo, a fin de que alguna cosa
particular sea reservada a los filósofos que continuiamente emplean sus
trabajos y sudores en estas búsquedas; y que los que quieran seguir mis
huellas no se arrepientan de buscar con avidez y asiduidad, porque por medio
de mis instrucciones, podrán encontrar lo que yo no he conocido más que por
un trabajo obstinado y que antes había pedido a Dios de todo corazón.

Os he dado desde el comienzo muchos preceptos para llegar al fin deseado, y


puesto que muchos mueren sin haber podido alcanzar ni el comienzo ni el fin
de su magisterio, he querido por esta raxzón dejar un libro de principios, a fin
de que mis discípulos que ignoran la primera experiencia puedan por este
medio llegar más pronto al fin deseado, y que habiendo llegado rindan miles
de millares de gracias a Dios.

Soberano remedio contra la piedra y el cálculo

Este aceite tiene de admirable que disuelve los cristales que han sido antes
calcinados durante tres días; extrae de ellos la sal; después de lo cual, siendo
pasado por la cornuda, deviene un remedio tan poderoso que deshace y rompe
la piedra y el cálculo de la vejiga, y hace además otras varia cosas admirables.

CAPÍTULO XXXIX

Del Plomo de los Filósofos

En cuanto al plomo de los filósofos, aquel que busca los misterios de la


Naturaleza debe saber que el antimonio es aliado y muy próximo pariente del
plomo vulgar, lo mismo que los árboles que lanzan y arrojan muchas gomas y
resinas, lo que es en parte su azufre. Porque ocurre lo mismo con el plomo del
antimonio. Hay otros árboles que siendo demasiado abundantes en mercurio,
no producen más que flores y plantas extrañas y de diferente naturaleza a la
suya, tal como se ve en la encina y el manzano que producen monstruos y
bastardos, o monstruos de sus sexos. Del mismo modo la tierra tiene
semejantes abortos que lanza y separa cuando trabaja en perfeccionar los
metales. Y aunque el antimonio esté tan estrechamente aliado a Saturno, sin
embargo es lanzado y separado a causa del demasiado azufre que tiene en él,
de manera que el cuerpo viscoso en su nacimiento le ha impedido llegar la
perfección de un cuerpo fusible y le ha constrñido a quedar entre los
minerales, porque la demasiada cantidad de azufre caliente ha sobrepasado su
mercurio que, a falta de frío, no ha podido coagularse en cuerpo fusible y
maleable. En cuanto al resto, digo que el plomo del antimonio no es otra cosa
que su régulo que no es tampoco fusible ni extensible.

Y cuando he dicho que varios han creído con error, como he demostrado, que
con el régulo estando unido al acero por la fusión, cuando se hace de ellos la
estrella, se podía hacer la Piedra de los filósofos, he enseñado seguidamente
los remediosque se pyueden preparar con él. Por lo cual no hablaré más de
ello.

Se reconoce que este régulo es un plomo, porque el vidrio de antimonio,


siendo mezclado con la sal de Saturno y bien cementado en un crisol
debidamente zulacado, teniendo al fuego durante tres horas en un horno de
viento y a continuación fundido, se encuentra maleable y más pesado que
antes, porque ha adquirido su aumento y maleabilidad de la sal que se le ha
añadido. De manera que permanece como un cuerpo compacto y ponderoso.
Es por ello que digo que no hay gran diferencia entre la estrella firmada y el
plomo del antimonio, aunque muchas personas lo miren como dos cosas
diferentes. Porque la una y la otra se hacen del régulo y pueden ser
preparadas, como he dicho, para una misma medicina..

Acabaré aquí, y después del compendio siguiente expondré la piedra de fuego


de la cual he hablado anteriormente.

Ruego a Dios que abra los oídos y el corazón de los que me escuchan, a fin de

que habiendo conocido los milagros de la Naturaleza, alaben su omnipotencia


y ayuden a su prójimo.

CAPÍTULO XXXV

Conteniendo el Resumen y Suplemento del Autor

Observar por fin que el antimonio tiene otros usos que en los caracteres de
imprenta: mezclándole otros metales bajo ciertas constelaciones y
conjunciones de los planetas se hacen sellos de admirables virtudes. Y por la
mezcla también de otras cosas, se hacen espejos con varias caras y
propiedades. Se hacen también con él campanas y estatuas. Pero como esto no
interesa a la medicina, más que mi profesión y vocación, cumplo mi deber y
dejo eso a tratar por otros Artistas.

Por como me recibió la tierra en un principio /

sólo puedo provenir del cielo /

también ayudó fielmente /

el que yo hubiera sido parido /

Jasón fue doblementre elegido /


El calor del sol me dió fuerza /

sin tal iluminación no hubiera llegado a sudar sangre /

Toma a Plutón por compañero /

Calgactor lo dejó tranquilo en la ducha /

Vulcano prueba su recto honor /

Matusalem te queda enormemente agradecido.

CAPÍTULO XXXVI

Donde se trata en particular del Carro Triunfal del Antimonio

y de la Composición y Preparación de la Piedra de Fuego que se hace con


él.

Como un día estaba despejado de los pensamientos superfluos del mundo,


después de haber hecho ardientes oraciones a Dios, resolví meditar los medios
espirituales para llegar al conocimiento de los secretos de la Naturaleza,
Concluí yo mismo pues, de hacerme alas para subir hasta las más altas esferas
de los astros, a fin de que habiendo llegado, pudiera como otro Icaro o
Dédalo, según el testimonio de los poetas, considerar todo lo que se hacía allá
arriba. Pero, por descuido, e imprudencia, estando demasiado próximo al sol,
éste quemó mis alas y al mismo tiempo caí en un mar muy profundo. Recurrí
enseguida a Dios y le invoqué en mi necesidad. Me envió enseguida un
socorro desde lo alto que me libró de la muerte y del peligro en que me
encontraba.

Porque un ángel vino en mi socorro, que hizo parar las aguas; y habiéndolas
separaso, descubrí en un profundo abismo una montaña muy alta sobre la cual
subí para examinar si era posible, como dicen los hijos de los hombres, que las
cosas superiores tuviesen comunicación y correspondencia con las inferiores,
y si los astros han recibido del Creador la fuerza de producir en la tierra
cualquier cosa semejante a ellos.

Habiendo pues examinado todo eso, he conocido que lo que nuestros antiguos
doctores y preceptores han dejado por escrito a sus amantes dsicípulos de la
verdad, era muy cierto. Es por ello que de todo corazón rindo gracias a Dios,
que es el autor de todas las maravillas del cielo ,y de la tierra.
Digo en pòcas palabras, que encuentro que todas las cosas que son
engendradas en las montañas toman su origen de los astros por una niebla
acuosa y un humo o vapor húmedo, el cual, habiendo sido largo tiempo
nutrido por los astros y recogido por los elementos, es por fin reducido en una
forma palpable, de donde viene que este vapor es desecado, a fin de que la
acuosidad pierda su dominio y que el fuego domine después del agua, para
beneficio del aire, porque el fuegto se forma del agua, y del fuego y del aire
resulta la tierra, las cuales cosas se encuentran unidas en todas las cosas
corporales del mundo antes de su resolución. El agua pues, es la primera
materia de todos los cuerpos, la cual, habiendo sido desecada por el aire y el
fuego, ha sido convertida en tierra.

Habiendo pues propuesto que del antimonio se puede preparar una pierra de
fuego, y habiendo dicho que esta piedra cura no solamente a los hombres, sino
también los metales, de algunas enfermedades particulares, es justo advertiros
anrtes qué es esta piedra de fuego, cual es su mineral, si esta piedra se puede
hacer sin una materia de piedra o si es de la última diferencia, género y uso de
las piedras.

Ruego al Espíritu Santo que me asista en mi discurso, a fin de que no hable


más que lo que me está permitido, por lo cual espero una eterna absolución
del Gran Confesor que está sentado por toda la eternidad en el trono de su
misericordia. El dará testimonio de todo en esta última parada y juzgará a
todos los hombres sin que puedan tener ninguna protesta ni apelación.

Aprende pues antes de todo, que la verdadera tintura del antimonio,, que es la
medicina de los hombres y de los metales, no se hace de antimonio común
crudo y fundido tal como los drogueros y boticarios lo venden. Sino que es
preciso tenerle tal como sale de la mina. Es preciso primeramente hacer su
vidrio; pero es necesario saber cómo se hace esta extracción, porque es todo el
Arte y el Artificio. Y al que la encuentre no le faltarán ni riqueza ni salud.
Sabe además, amigo lector, que la tintura del antimonio, fija y sólida, o como
yo la llamo, la piedra de fuego, es cierta esencia pura, penetrante, espirutual e
ígnea, reducida en una materia coagulada, comparable a la salamandra que no
puede ser consumida por el fuego.

La tintura de esta piedra de fuego no es universal como la de los filósofos, la


cual se prepara de la esencia del sol, y menos aún que todas las otras piedras.
Porque la Naturaleza no le ha dado tantas virtudes para este efecto. Sino que
tiñe solamente en particular, a saber: el estaño, el plomo y la luna, en sol. No
hablo del hierro o del cobre, si no es en tanto que se puede extraer de ellos la
piedra de antimonio por separación, y que una parte de ésta no podría
transmutar más de cinco partes, a causa de que permanece fija en la copela y
en el antimonio mismo, en la incuartación y en todas las otras pruebas, allá
donde, al contrario, esta verdadera y muy antigua Piedra de los filósofos
puede producir efectos infinitos. Semejantemente, en su aumento y
multiplicación, la piedra de fuego no puede exaltarse más; sin embargo el oro
es de por sí puro y fijo.

El mineral de la piedra de fuego, o su tintura, es el mineral de la estibina,


como he dicho, de donde se extrae. Diré en otra parte, pronto, como se hace,
sus virtudes y sus operaciones.

En cuanto al resto, el lector debe aún observar que se encuentran piedras de


diferentes especies, las cuales tiñen en particular. Porque llamo piedras a todos
los polvos fijos y tiñentes. Pero hay sin embargo siempre alguno que tiñe más
eficazmente y en más alto grado que otro. La Piedra de los filósofos tiene el
primer rango entre las demás. En segundo lugar viene la tintura del sol y de la
luna al rojo y al blanco. Después de eso, la tintura del vitriolo y de Venus, y la
tintura de Marte, cada una de las cuales contiene también en sí la tintura del
sol, supuesto que sea llevada antes a una fijación perseverante. Después, la
tintura de Júpiter y de Saturno, que sirven para coagular el mercurio. Y por
fin, la tintura del Mercurio mismo.

He ahí pues la diferencia entre las diversas clases de piedras y de tinturas. Son
sin embargo todas engendradas de una misma madre, de una misma simiente y
de un mismo origen, de donde también ha sido producida la verdadera obra
universal, fuera de la cual no se puede jamás encontrar otra tintura metálica;
digo lio mismo de todas las cosas que se puedan nombrar.

Las otras piedras, cualesquiera que sean, tanto las nobles como las no nobles o
viles, no me interesan. No pretendo siquiera hablar o escribir de ellas, porque
no tienen otras virtudes más que para la medicina. No haré más mención de
las piedras animales y vegetales, porque sirven únicamente para la
preparación de medicamentos, y no podrían hacer ninguna obra metálica;
incluso no produciendo de sí la menor calidad. Además, la virtud y el poder de
estas piedras, tanto minerales, vegetales como animales, se encuentran
acumulados en la Piedra de los filósofos.

Las sales de todas estas cosas no tienen ninguna virtud de teñir, sino que son
solamente las claves que sirven para la preparación de las piedras, no
pudiendo por otra parte, nada por ellas mismas; no correspondiendo y estando
eso reservado más que a las sales de los metales, las cuales no deben ser
omitidas ni rechazadas en lo que concierne a las tinturas. Porque en la
composición no podríamos pasar de ellas porque en ellas se encuentra el
tesoro de donde toda fijación y permanencia toma su origen y su verdadero y
único fundamento.

Si alguien pregunta pues si tal piedra se puede hacer sin materia, digo que no.
Porque todas las cosas tienen necesariamente su materia, per diversamente:
los animales, una; los vegetales, otra; y los minerales, la suya. Observar sin
embargo que ningún cuerpo puede ser útil a la confección de ninguna piedra
sin fermentación -de la cual hablaré al final de esta obra-, aunque en el
comienzo uno se sirva de una forma corporal y de un ser corporal visible y
palpable. Sin embargo, de este cuerpo formal, se debe extraer una esencia
celeste espiritual, y una visión espiritual -no puedo llamarla de otro modo-, la
cual ha sido infundida primeramente a ese cuerpo por los astros y después ha
sido perfeccionada y cocida por los elementos. Esa esencia espiritual debe ser
de nuevo, por el fuego del microcosmos, diaria y palpablemente cambiada en
una materia fija, constante e incombustible.

Mis palabras no son imaginarias. Hablo en un campo libre y si no dijera la


verdad, mi mano no cogería la pluma.

Todas las tinturas de los metales deben ser preparadas de esta manera a fin de
que amen singularmente a los metales y que deseen únicmente unirse y
juntarse a ellos, y perfeccionarlos, como dos amigos que no pueden retener el
ardor que tienen de unirse y de satisfacer sus deseos. Y cuando están en
reposo, y por la voluntad de Dios, son multiplicados.

El hombre está sujeto a extrañas enfermedades a las cuales no se puede


remediar y dar socorro más que por antídotos, a fin de que recobre su primera
salud. Pero el amor sobrepasa al resto de las enfermedades. Porque no se le
puede socorrer más que por un amor recíproco. Y como es el mutuo deseo de
uno y otro sexo, se apaga, por la sola satisfacción del cumplimiento del deseo
y unión de los dos.

Varios pueden dar fiel testimonio del poder del amor, el cual no ataca
solamente a los jóvenes, sino aún a las personas de avanzada edad, que se
encuentran a veces bastante ardientes bajo las cenizas de la vejez; siendo este
ardor, en el últimom periodo de la edad, sin embargo más fiebrem que delirio
de amor.

Muchas otras enfermedades naturales imitan la complexión de los hombres, y


según las diferentes constituciones nacen las enfermedades. Pero el amor
ataca indiferentemente a unos y otros; ricos, pobres, jóvenes, viejos, y se burla
de los obstáculos que se puedan oponer a su progreso. En otras enfermedades,
el dolor no ocupa más que ciertos miembros y deja a los otros en reposo. Pero
el amor escoge todo ell cuerpo, el espíritu, la substancia, la forma y la materia,
sin exceptuar nada. Porque el corazón se llena de un fuerte ardor que
comunicaa todas las arterias y dispersa por todas las venas; y por así hablar, el
amor, impulsando sus raices, ocupa la razón, los sentidos, el pensamiento, y
enejena el espíritu del hombre, de tal modo que olvida, descuida y
menosprecia todo: desdeña a Dios y de Dios la palabra, las promesas, la
cólera, las amenazas, el castigo. Hablo del amor extremo, y condenable. Y
nada puede despojar al hombre de tal amor: olvida su cargo, su condición, su
vocación, trata con desprecio los puestos de guardia, menosprecia las
exhortaciones de su prójimo y de sus amigos, enceguece hasta no ver su
propia muerte, y rehusa escuuchar a aquellos que le aconsejan fielmente. El
amor quita el sueño también y corta el apetito a muchas personas. Vuelve
olvidadizo al obrero y al artista que llega a ser su seguidor. Muchos caen por
amor en una tristeza melancólica, sobre todo si su deseo no se colmado: se
consume como las candelas. Algunos además, pierden su vida y su alma,
como lo muestran múltiples ejemplos. Pero el hombre no tiene cuidado de
nada, menosprecia los peligros que corren en el alma y el cuerpo, lo cual es
horrible.

Se podrá decir que es una cosa indecente, a mí que soy eclesiástico, hablar de
esta pasión. Pero que nadie se escandalice de ello, porque puedo asegurar que
este ardor me ha abandonado; y rogaría incluso a Dios que me conserve entero
para lña Iglesia cristiana a la cual estoy dedicado por juramento. Pero hablo de
esta pasión por ejemplo únicamente, para hacer ver que todas las tinturas
deben tener amor por los metales, y que estando, unidos por amistad pueden
llegar a una más alta perfección, penetrando este amor sus cuerpos.

Descendamos al presente a la preparación de esta piedra reservando el uso


para el final. Y como es de una naturaleza ígnea y muy penetrante, es preciso
hacerla cocer y madurar al fuego, como todas las cosas del mundo, con
diferencias según la diversidad de naturalezas y cosas; también los fuegos
deben ser diversos.

El primer fuego es celeste, instituido por Dios, por el cual la fe y la caridad


hacia Dios son encendidas sobre los misterios de la Santísima Trinidad y
nuestro misericordioso Redentor Jesucristo. Esa fe no nos engañará jamás y
no nos dejará en la necesidad, sino que librará nuestras almas del último
peligro.

El segundo fuego es el sol o fuego elementario, producido por el Sol


verdadero, padre de la madurez de las cosas sublunares o del macrocosmos.
El tercer fuego es corporal, por el cual todos los alimentos y medicinas son
cocidos y preparados. De este fuego los hombres no pueden prescindir, tanto
para la salud como para los alimentos necesarios a la vida.

El cuarto fuego se encuentra en la Santa Escritura, que dice expresamente que


Dios consumirá el mundo por el fuego antes del día del Juicio. Para saber
ahora cual será este fuego, es preciso referirse al juicio del Altísimo.

Se hace aún mención en la palabra de Dios de un fuego eterno que debe ser
empleado para el suplicio de los condenados. El cual también, por el permiso
de Dios, afligirá a los diablos, y del cual espero que Dios nos preserve. Es por
ello que advierto a todo el mundo fielmente que rece continuamente según su
vocación durante toda su vida, y que haga de manera que Dios le saque y libre
del suplicio infinito.

Que todos sepan pues que nuestra piedra de fuego debe ser cocida y madurada
por el fuego corporal del microcosmos, como las otras medicinas. Porque
cuando el fuego del macrocosmos cesa de operar, el fuego del microcosmos
comienza a producir una nueva generación. Que nadie se asombre pues de
esta cocción. El trigo candeal llega a su madurez por el fuego elementario del
macrocosmos, y el fuego corporal del microcosmos hace otra coción y
madurez, a fin de que el hombre se pueda servir de él para su conservación.

El verdadero aceite del antimonio, del cual se preapara la tierra de fuego, tiene
una propiedad muy dulce; también es purgado y separado de la tierra. Si se le
expone al sol en un vaso que sea macizo, refleja rayos admirables, rojpos
como rubíes, resplandecientes como el fuego, con varios maravillosos colores,
lo mismo que espejos tallados, que siendo expuestos al sol, representan varias
imágenes.

Escuchad pues ahora, queridos discípulos amantes del Arte, si deseais


impulsar vuestra experiencia más adelante.

Primera preparación de la piedra de fuego.

Tomad en nombre de Dios, una parte de la mina de antimonio


recién .....????.....tras la salida del Sol, y otro tanto de nitro muy bien
purificado. Después de haberlos molido y mezclados juntos, ponedles sobre
un fuego lento el cual calentaréis y activaréis con precaución tal como el Arte
lo requiere.

Porque es donde yace lo principal de toda la obra. Tendréis entonces una


materia tuirando hacia lo castaño, de la que hay que hacer el vidrio, que
pùlverizaréis como es preciso, y del cual extraeréis después una tintura muy
roja con fuerte vinagre destilado hecho del propio mineral del antimonio.
Extraed este vinagre por baño maría, y os quedará un polvo al fondo que es
preciso extraer de nuevo como espíritu de vino rectificado hasta la última
perfección. Las heces quedarán al fondo y tendréis una extracción dulce, muy
roja y muy sutil para la medicina. Es el puro azufre del antimonio separado
muy puramente.

Si tenéis dos libras de esta extracción añadid cuatro onzas de sal de antimonio
como lo he enseñado; mezcladlos bien y circuladlos en un vaso cerrado un
mes entero y se unirán juntos. Si encontráis heces, separadlas, Destilad
primeramente el espíritu de vino por el baño, aumentad a continuación el
fuego y saldrá un aceite muy dulce, rojo y claro, teniendo muchos otros
admirables colores. Rectificat este aceite al baño, hasta que no quede en el
vaso más que la cuarta parte, y entonces es bueno y está preparado.

Segunda preparación de la piedra de fuego.

Tomad después el mercurio vivo del antimonio que os he dicho anteriormente


y verted encima el aceite rojo hecho de virtiolo de Marte rectificado hasta el
último punto. Destilad sobre fuego de arena la flema del mercurio y tendréis
un precipitado muy bello y muy útil en las enfermedades crónicas, heridas y
úlceras abiertas. Porque deseca los humores accidentales de los cuales las
enfermedades toman su nacimiento, es decir, las enfermedades marciales para
lo cual es muy útil el espíritu de aceite de vitriolo que permanece con el
mercurio, uniéndose y juntándose íntimamente a él.

Tercera y última preparación de la piedra de fuego

Tomad partes iguales de este precipitado y del aceite de antimonio de aquí


arriba, y tras de haberles mezclado juntos, ponedles en un vaso de cristal bien
cerrado. Digerir a calor lento y continuad hasta que ese precipitado sea
reducido en aceite y coagulado: toda la flema será consumida por el fuego y
por fin todo devendrá como polvo fijo, rojo, seco, fusible, que no humea más.

Mi querido discípulo, hablaré ahora como los filósofos que predicen el futuro:
si has llevado adelante el estudio de la filosofía hasta aquí, has acabado tu
trabajo y el antimonio que te he prescrito. Tienes una medicina para los
hombres y para los metales. Es dulce y agradable en el uso, es penetrante,
corrige y expulsa el mal, sin excitar el vientre. Usado como es preciso te será
de una gran utilidad, tanto para la salud como para lo necesario a la vida.
Porque te recompensará contra la miseria en todas tus necesidades, y nada te
flatará en este mundo. Es por lo cual que debes a Dios un sacrificio de acción
de gracias.

Dios mío, hablo ahora con el espíritu triste, como siendo eclesiástico. Porque
no sé si he hecho bien o mal, si demasiado o demasiado poco. Me someto en
esto al juicio de cada uno. Si llegáis al final, dad gracias a Dios y a mí que os
lo he enseñado. Si erráis, no acuséis más que a vosotros mismos, porque yo no
seré la causa de vuertro fallo.

He hablado suficientememte, suficientemente escrito. Más aún, no se puede


enseñar nada tan claro, tan puro, a menos que uno quiera deliberadamente
correr a sumirse en el infierno, desvelando secretos prohibidos por el Creador,
y refiriendo los frutos recogidos del árbol que crece en medio del paraíso.

En cuanto a la salud del hombre, su uso consiste en conocer y considerar bien


el temperamento y la complexión de la persona. Cuidaros de no cargar
demasiado a la naturaleza, y también de no dar demasiado poco para
descargarla, aunque no sea nocivo el dar demasiado poco. Porque ella ayuda
siempre y resiste el veneno. Sabed pues que tres o cuatro granos, en cada dosis
tomada en espíritu de vino, son suficientes para expulsar todas las
enfermedades.

Esta piedra o tintura penetra todos los miembros del cuerpo y es más
excelente que todos los demás remedios. Cura ràpidamente la tisis, los
vértigos y todas las enfermedades del pulmón, la dificultad de respirar, la tos,
la lepra, la sífilis, la peste, la ictericia, la hidropesía, todas las fiebres y
venenos; conforta el cerebro, la cabeza y todo lo que le pertenece, el
estómago, el hígado, los riñones; purga la sangre viciosa, cura los humores
malignos, así como el cálculo y la piedra, la cual deshace y rompe en la
vejiga; combate y excita la orina que está retenida por flatos, así como la
disentería, reanima los espíritus vitales, cura a los que están infectados de
encantamientos o filtros; cura el ahogo de la matriz, la gota, y mueve los
menstruos, parando también los que son demasiado abundantes; causa la
generación y hace buena simiente en uno y otro sexo. Esta piedra de fuego
cura adentro y afuera, como la gangrena, las enfermedades corrosivas y las
que nacen de una sangre corrompida. Cura la sarna, la tiña, las escrófulas;
cura los cánceres, el noli me tangere. En una palabra, esta piedra, como tintura
particular, transmuta todos los metales en oro muy puro y mejor que el de las
minas de Perú. Es un remedio para todas las enfermedades a las cuales el
hombre puede estar sujeto: verdad muy constante que la experiencia te
demostrará, si eres un médico verdadero y reclamado de Dios.
No puedo escribir más sobre el antimonio. He cumplido mi tarea, que otro
haga la suya, a fin de que los misterios sean desvelados antes del fin del
mundo para la gloria de Dios y la salud de los hombres. Callaré y entraré en
mi orden monástica hasta que haga más grandes progresos para desarrollar lo
que he avanzado hace ya largo tiempo sobre el vitriolo, el azufre vulgar y el
imán, sobre sus principios y virtudes. El Príncipe del cielo nos ha acordado la
salud eterna del cuerpo y del alma en medio de las alegrías inefables del
encanto celeste. Amén.

FINAL

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