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Basilio Valentin El Carro Triunfal Del Antimonio - Compress
Basilio Valentin El Carro Triunfal Del Antimonio - Compress
Los que tienen intención y deseo de obtener esta gracia que es la más grande y
la más bella del mundo -conocer todos los bienes de las criaturas que la
bondad divina ha dado para la utilidad del hombre, y las virtudes admirables
que residen en las piedras, raices, simientes, bestias, minerales, metales y
otros semejantes-, es preciso que alejen de su espíritu todos los pensamientos
mundanos, soporten pacientemente todas las adversidades aguardando con
esperanza en Dios, orando con humildad que les otorguen el fin de sus deseos,
lo que hará infaliblemente y de lo cual ningún hombre puede dudar o
desesperar. Porque es el Diuos de Israel, que ha librado a su pueblo de las
manos del Faraón, que resuelve todo lo que se le conulta con rectitud y buena
intención. De manera que la ciencia no se puede establecer de otro modo más
que por la invocación y la asistencia divinas, lo cual no debe hacerse con mala
intención o corazón engañoso, sino lo mismo que hizo elk buen capitán de
Cafarnaúm, con una esperanza firme y una fe constante, y como la Canaana
hizo la salud de su hija. Y esto se debe hacer por amor cristiano. Lo mismo
que el Samaritano encontró al herido sobre el camino de Jericó y virtió aceite
y vino sobre sus heridas y le pidió cuidase él mismo. Y cuando se invoque la
ayuda divina, es preciso tener el deseo de la caridad cristiana de comunicar
después a su prójimo lo que espera obtener por sus plegarias. Y por este
medio, trendrá todo lo que desea y fin seguro de sus esperanzas, tanto en salud
como en riquezas.
Después de que los medicamentos han hecho su operación y son llevados a los
miembros del cuerpo para combatir la enfermedad y hacer los efectos
destinados, queda finalmente observar la utilidad o el perjuicio que tal
operación habrá producido. Porque se pueden hacer medicamentos que operen
más para el mal que para el bien, y en tal caso no son medicamentos sino
venenos.
Es por ellos que es preciso remarcar bien este último punto, y poner por
escrito todo lo que se examine en lo tocante a la utilidad y perjuicio que los
medicamentos hacen a los enfermos, a fin de que en casos semejantes se los
pueda evitar. Además, para el uso y utilidad, es preciso notar si el mal está
abierto o si posee solamente una sede interna no abierta. En efecto, los males
externos difieren de los internos, y sus remedios son diferentes. Es por esto
que conviene buscar si los males pueden ser cuidados por remedios puramente
externos o si ceben ser expulsados del interior. Porque si los males existen en
el centro del cuerpo, es preciso atraerlos o cazarlos por algún remedio interior
a la circunferencia o fuera, por lo que es preciso recetar tales medicamentos
que puedan penetrar hasta el centro de la enfermedad, disipar las causa
morbíficas y restaurar en seguida la salud, si se viene hasta el centro.
Notad que todas las enfermedades externas que tienen su origen en el interior
y que se detienen en algunas partes no se deben curar solamente por
medicamentos externos, o de otro modo la muerte es segura. Lo mismo que si
alguno quisiera rechazar hacia su centro las flores de una planta que están
impelidas hacia el exterior, no solamente ningún fruto saldría de la flor, sino
que el jugo, habiendo sido rechazado contra natura hacia el centro de donde
había ascendido extrayendo su nutrición de la tierra, no sería de ninguna
utilidad para la planta, a causa de este violento rechazo. además la planta se
sofocaría completamente porque la humedad proveniente del alimento
terrestre no podría escaparse.
Es por esto que es preciso diferenciar las heridas recientes exteriores de las
úlceras y tumores antiguos procedentes de alguna indisposición interna. Por
que las heridas externas se pueden curar por remedios tópicos y exteriores,
pero las úlceras tienen necesidad de medicamentos internos para agotar el
origen de tales enfermedades. No hay habilidad alguna en curar una herida
reciente hecha por alguna causa externa. Porque un simple campesino la
puede medicinar con un pedazo de tocino. Sino que el artificio consiste en
impedir los síntomas que pueden llegar y en agotar el origen de los que
proceden de algunas partes internas heridas.
CAPITULO I
Es por ello que hay que extraer la consecuencia de que por la misma razón
que los Árabes, Caldeos y Latinos, nuestros primeros padres, y otros pueblos
han dado un nombre particular al antimonio, no lo han hecho sin razón ni sin
haber respetado la cosa y observando sus facultades.
Pero no hay que dudar que debido a las envidias naturales no se hayan
destruido o suprimido las escrituras que daban fe de sus virtudes, para
enterrarlas. Porque sus enemigos han podido muy fácilmente corromper las
impresiones y los libros que las declaraban, en tanto que el Diablo puede
hacer muchas cosas con el permiso de Dios a causa de nuestros pecados y de
nuestra ignorancia, porque Satán, que es enemigo jurado del género humano,
ha hecho hasta el presente todo lo posible y empleado todas sus astucias a fin
de que la verdadera medicina fuera suprimida y sepultada, y para tratar de
quitar la gloria a Dios que es el autor de todos los bienes, y que los hombres
no puedan rendirle gracias, así como para privar a la naturaleza humana de tal
asistencia.
Notad además que si ponéis una moneda de plata que sea hueca (como la hay
en Alemania), con la marca de una flor de lis, a flotar sobre el agua como si
fuera un pequeño barco, y aproximáis a ésta última un trocito de licornia, sin
que se toquen, veréis que la licornia, por su virtud espiritual, hará retroceder la
moneda de plata, lo mismo que un pato que quisiera evitar el golpe de un
cazador. Y al contrario, si echáis un pequeño trozo de pan duro y bueno, sin
ninguna mezcla, en un vaso lleno de agua hasta el borde y ponéis la verdadera
licornia cerca del agua, pero sin que la toque, veréis que la licornia atraerá
poco a poco la miga de pan hacia sí. De manera que es una maravilla ver la
simpatía de dos cosas naturales, cómo una atrae a la que la simboliza, y
expulsa y aleja de sí lo que la es contrario.
De lo cual los médicos pueden extraer una justa consecuencia: que los
venenos atraen hacia ellos lo que es de naturaleza semejante; y lo que no es
veneno atrae semejantemente hacia sí lo que está exento de él. Es así que se
pueden combatir los venenos de dos maneras: primeramente, por sus
contrarios que les resisten y combaten, así como se acaba de decir de la
licornia. En segundo lugar se les puede expulsar de nuestros cuerpos por sus
semejantes, en razón que un veneno atrae a otro hacia sí, como la calamita
atrae al hierro. Es preciso que tal antídoto que deba combatir al veneno y que
es veneno él mismo, sea sin embargo precedentemente preparado de manera
que su malignidad se convierta en medicina o en antídoto, y sea también
suficiente para expulsar al otro veneno en razón del cual se dispone éste.
Tomad un huevo helado que se haya expuesto a un gran frío, ponedle en agua
extremadamente fría por algún tiempo y veréis que la gelatina o el hielo que
estaba antes dentro del huevo será atraído afuera por medio del agua fría,
penetrará la cáscara y toda la substancia interior del huevo volverá a su primer
estado como si no hubiera estado helada.
Por lo mismo, si alguno tiene alguna parte de su cuerpo helada y enfriada, que
tome agua lo más fría que pueda encontrar, como la de nieve fundida, y que se
aplique sin pérdida de tiempo sobre la parte helada: una frescura atraerá a la
otra hacia fuera y la parte permanecerá en su primitivo estado de salud.
Para más confirmación de esta verdad, tomad huevos de rana, los cuales
aparecen en el mes de marzo, y hacedlos secar al sol sobre una plancha; y
después pulverizadlos y ponedlos en polvo sobre la herida de alguien que haya
sido mordido por una vívora o serpiente, y veréis que este polvo quitará el
venenode la mordedura, de manera que después de esto se podra curar
fácilmente con los medicamentos ordinarios, los cuales de otro modo no
servirian para nada. La misma virtud de este polvo se puede utilizar
poniéndole sobre un paño blanco que humedeceréis varias veces, y que
secaréis después con los huevos de rana. El paño debe ser cortado en
pequeños trozos para aplicarlos sobre la mordedura.
Semejantemente, tomad un sapo vivo, colgadle por una de las patas de atrás al
sol para hacerle secar como es preciso, ponedle después en un pote bien
cubierto y reducidle a cenizas por el fuego y después reducidle en polvo muy
fino. Serviros de este polvo para las heridas venenosas y os aseguro que
atraerá el veneno. ¿Y eso porqué? Es que, por medio de la calcinación del
sapo, su virtud medicinal de atraer el veneno se vuelve más rápida y más
activa, y propia a ejecutar sus fuerzas para atraer hacia sí a su semejante.
Si alguno es infectado por la peste, que tome ejemplo de las cosas venenosas
de las que se acaba de hablar y que las observe para él. Porque encontraréis
que todo lo que os digo en este escrito es verdadero, porque podéis serviros de
las cosas venenosas susodichas en tiempo de peste para los que estan
infectados, supuesto solamente que añadáis el astro del sol y el espíritu de
mercurio. Porque el espíritu de mercurio atrae hacia sí a sus semejantes,
teniendo la facultad atractiva de todas las enfermedades venenosas.
Pero lo mismo que el astrum solis -del cual del mismo modo que por la virtud
del sol celeste vivificante todo es engendrado -in genere universali sobrepasa
a todos los demás en facultad, creo también que el más grande de todos los
remedios consiste en el Sol; quiero decir en su naturaleza y en sus espíritus,
que son el astro del sol terrestre, de los cuales espíritus todos los metales y
minerales al comienzo de su generación han sacado su principio. Hablaremos
de todo esto más ampliamente cuando te revele el astro del sol sobre tu
conciencia ( porque es el secreto de los secretos ).
Ahora bien, para confirmar todo lo que hemos dicho, es preciso notar que
Vulcano es el primer maestro y principal agente de todas nuestras operaciones
y preparaciones. Porque tomad una pieza de acero o de hierro duro y un
guijarro, golpeadlos juntos y veréis que sale fuego, el cual se encenderá por la
fuerza del movimiento y de la colisión.
El azufre o el fuego que está escondido en los cuerpos duros se muestra por
medio de la colisión y del aire, y se vuelve dispuesto a arder. La sal
permanece en la ceniza, y el mercurio se fuga al mismo tiempo con el azufre
ardiente. Lo mismo hay que creer del antimonio cuando se le prepara, porque
su mercurio se separa de su azufre y de su sal por los medios que la naturaleza
nos enseña.
Las abejas nos dan fe de esta verdad cuando por su industria separan la dulce
miel de las flores y de las plantas (que son a veces venenosas y amargas), la
cual sirve para varios usos, tanto en medicina como para la alimentación. Sin
embargo, de la miel que es dulce y agradable, se puede extraer el más malo y
corrosivo de los venenos. Lo que nadie cree sino los que lo han
experimentado; y nadie toma precaución sino los que hacen una atenta
observación de ello. No hay que menospreciar la miel ni rechazarla como
inútil por ésto. Porque aunque la ignorancia o malicia de los que la preparan
pueda hacerla devenir un gran veneno, no deja de tener grandes virtudes y
utilidades en medicina. La miel, pues, se forma de esta manera: los
excrementos y el estiércol de los animales sirven para abonar la tierra y darla
una humedad untuosa, de la cual ésta produce diversas clases de flores,
hierbas y otras plantas. Lo que muestra claramente que se hace de las plantas
de las cuales las abejas extraen el jugo o la quintaesencia, a partir de la cual se
hace una alteración o generación, que es la miel, de la cual se hacen varios
medicamentos útiles y bebidas. No obstantye todo esto, se puede también
preparar una esencia tóxica extremadamente perniciosa, que puede matar a los
hombres y a los animales.
Es por esto que os ruego reflexioneis sobre estas verdades. Y estad seguros de
que si sois amantes de la ciencia, ya seáis joven, viejo, docto, ignorante, rico,
pobre, artista o cualquier otra cualidad que podáis tener, si seguís mis
preceptos y los movimientos de la Naturaleza os esclareceré de la verdad y os
enseñasé cómo es preciso separar las cosas buenas de las malas, y las
preciosas de las inútiles.
Sabed que es por esto que hay que preparar el antimonio y cambiarlo qn
piedra, la cual es por su facultad parecida al fuego. Es por ello que esta
quintaesencia de antimonio es llamada en todos mis escritos lapis ignis o
piedra de fuego. La cual, haciéndose por la coagulación y siendo preparada
como diré en el final de este tratado, tiene la virtud de consumir todoslos
malos humores del cuerpo, purgar la sangre hasta el último grado de pureza, y
hace todo lo que el oro potable.
Es pues por ello que a los que no sabéis nada y no tenéis ningún
conocimiento, que ignoráis todas las experiencias y no sabéis de ningún modo
la preparación, y que mucho menos habéis penetrado en las mías, os ruego no
censurar siguiendo la pasión de vuestros pensamientos, sino antes aprender el
verdadero método de preparar el antimonio; cómo es preciso separar el
veneno y producir el medicamento más noble del mundo. Entonces podréis
juzgar libremente y dar vuestra opinión de lo que vale, y conoceréis la
diferencia que habrá entre vuestro saber y el que teníais antes.
¡Oh miserables sofistas mundanos que os hacéis engrosar con una falsa
sabiduría, apoyandoos sobre un fundamento falso, voláis en las nubes con
vanos pensamientos e ignoráis el fin de vuestro reposo! Os digo que lo
tendréis que justificar delante del Hijo de Dios el día del juicio terrible, que
está ya muy próximo. Buscad, estudiad lo que se desea utilizar, y así seréis
recompensados por vuestro trabajo. Confiad el resto a Dios, que os acordará
su bendición y no os privará de su socorro. Individuos perezosos y
holgazanes, bacantes que tenéis cuidado de no aprender nada y que teméis
ensuciaros las manos con el carbón, no juuzquéis, por temor a que más tarde
ofrezcáis la ocasión de llevar contra vosotros una sentencia que los hijos de
vuestros hijos podrán escribir sobre un libro incorruptible.
Todos los médicos deben observar no hacer nada que repugne y sea contrario
a la naturaleza de las cosas, por temor a perder toda la esperanza de
restablecer la salud. Es decir, que no se sirvan de medios repugnantes juntos
para ejecutar sus intenciones. Como por ejemplo, si vertéis espíritu de vino en
agua fuerte se hará un gran constreñimiento, a causa de que estos dos cuerpos
no concuerdan juntos, pero si se los sabe unir juntosdestilándolos de manera
filosófica, encontraréis en ellos efectos maravillosos. Parecidamente, el aceite
de tártaro o su licor no debe mezclarse con vinagre fuerte que esté echo de
vino. Porque se contrarían uno a otro y se huyen recíprocamente, como lo
hacen el agua y el fuego, aunque sean extraídos los dos del mismo principio, a
saber: del vino.
¡Oh miserable! ¡Oh pútrido y fétido saco de miserias! ¡Oh gusano de tierra y
vil criatura! ¿Por qúe mirar tan intensamente la cáscara y descuidar la
almendra? Jamás darás gracias a tu Creador que te ha formado a su imagen,
jamás le rendirás gracias por sus milagros! Atrás, vuelvete tú mismo,
represéntate a tí mismo y la forma de tu efigie, a fin de que te dé vergüenza de
tu ingratitud, porque no buscas lo que Dios, ha escondido en los bienes que ha
concebido y que ha extendido en sus criaturas.
CAPÍTULO II
Sabréis pues que el antimonio no es otra cosa que un humo o bien un vapor
excitado por los astros en las entrañas de la tierra, y por medio de los
elementos reducido a una coagulación formal. Y las mismas constelaciones
que producen el mercurio producen también el antimonio, le comunican su
esencia, sus virtudes, sus operaciones y sus cualidades del comienzo; y no hay
ninguna otra diferencia en sus principios de generación, sino que el antimonio
es más duro y está más coagulado que el mercurio -o azogue- en su comienzo.
La razón de esta coagulación mayor del antimonio es que tiene más sal en sus
tres principios materiales, aunque sin embargo la sal sea la menor parte de sus
tres principios. Pero respectivamente, tiene más que el mercurio y es lo que le
coagula: Porque la sal endurece todas las cosas y las coagula, la cual falta al
mercurio que tiene muy poco de ella.
Es por ello que todos los animales y vegetales son demasiado débiles para
coagularle y volverle fijo, como ciertas personas estudian en vano, porque no
son especies metálicas. Porque el mercurio es fuego por todas sus partes. Es
también por ello que resiste todo fuego y no se deja fijar por éste, o bien se
evapora y huye incontinente por sus espíritus y se resuelve en aceite
incombustible, o bien permanece de tal modo coagulado después de su
fijación que es imposible romperle. Por lo demás, todo lo que se puiede hacer
con el oro se hace también con el mercurio preparado como es preciso. Porque
después de su verdadera coagulación, se parece enteramente al oro, en razón
de que tiene los mismos principios originales que éste.
Pero aunque mi deseo no sea introducir aquí una discusión hablando muy
abundantemente del mercurio, sino simplemente, cándidamente, describir a
partir de su fundamento verdadero, el principio del antimonio, el mercurio
puede ser útil para proseguir el estudio del antimonio. Lo que he inducido por
parábola del mercurio no ha sido sin fruto para la meditación siguiente sino
que para que el antimonio sea comprendido más correctamente, ya que tiene
un origen mercurial.
Es preciso pues notar y observar bien que los minerales y los metales no son
otra cosa que un vapor o humo que es atraido por algún astro predominante
del elemento tierra, como por una destilación del mundo universal. La cual
influencia celeste opera hasta el centro de la tierra, por su propiedad aérea y
sus cualidades cálidas, de manera que tal constelación opera espiritualmente y
da sus cualidades al vapor que ella eleva, el cual se resuelve en un licor del
que todos los metales y minerales toman su origen, y se forman uno y otro
según el predominio de los tres principios (según tenga más mercurio, azufre
o sal), o menos de uno o de otro, o que se encuentren por igual, de manera que
algunos metales son fluidos y otros fijos. Los fijos son comúnmente el oro, la
plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo. Además de estos metales, se
forman también de los mismos tres principios, según la proporción desigual de
su mezcla, otros minerales como el vitriolo, el antimonio, la marcasita, el
ámbar y otros que no es necesario reproducir aquí. Pero como el oro en su
astro y comienzo es infectado y ha recibido una propensión hacia un azufre y
un mercurio más duro y más perfecto que todos los otros metales y minerales,
su virtud operativa es por consecuencia más extendida y más poderosa en acto
que los astros de los otros metales y minerales; y es por esto que en el astro
del sol se encuentra lo que en otros astros, y aún mucho más, a causa de su
mayor perfección. Por lo demás, creo que cuando se haya reducido este azufre
a su perfección por medio del fuego, se encontrará en gran cantidad en todos
los otros metales y minerales.
Hay un mineral, del cual he hecho mención varias veces, en el cual el azufre
del sol se encuentra tan perfecto, tan poderoso y aún más que en el oro mismo.
Encontraréis también dos clases de metales que contienen la misma virtud
sulfurosa del sol y de los cuales no diré nada más por el presente.
El antimonio no es pues otra cosa que un mineral hecho por un vapor elevado
y resuelto en un licor. Esta emanación espiritual de los astros es el verdadero
astro del antimonio. Y este licor atraido del elemento de la tierra por los astros
celestes y siendo desecado por el elemento del fuego que está en el aire, se
reduce por la coagulación en una forma y esencia palpable, de la cual nace
formalmente el antimonio, en cuya forma el azufre predomina, después el
mercurio, y la menor parte de los tres principios es la sal, de la cual sin
embargo hay tanta como es necesaria para darle una forma sólida. Las
cualidades primeras y elementarias del antimonio son secas y cálidas y no
participan de la frescura y la humedad sino en un grado muy bajo, lo mismo
que el mercurio, o azogue común, y el oro corporal tienen más calor que
frescura.
Y esto es suficiente sobre la materia y los tres principios del antimonio, así
como el modo en que por el arqueo se forman en el elemento de la tierra. Pero
en tanto que les importa muy poco a muchos saber todos estos discursos míos
precedentes y no se preocupan de en qué centro se encuentra el astro del
antimonio, o de qué principios está formado, y que se desea únicamente saber
su utilidad, su uso y su preparación, a fin de poderle volver perfecto y ver sus
facultades, de las cuales se ha escrito tanto hasta el presente, que no hay rico
ni pobre, ni docto o ignorante, que no haya hablado de ello y que no espere
con gran deseo una última descripción, voy a acabar todos estos preámbulos y
os instruiré simple y fielmente con toda la doctrina de éste, tanto como mis
trabajos y mis observaciones me lo permiten. Es cierto que he empleado en
eso mucho tiempo y trabajo; y si no obstante no he conocido todas sus
virtudes, es porque en su preparación después de una maravilla sobreviene
otra: colores, virtudes y operaciones infinitas, unas después de otras, de
manera que no se encuentra jamás su final.
Por esto, mi querido muchacho y vos amigo lector, comprended bien mis
discursos y observad las experiencias que he hecho con el antimonio. Porque
mi teoría procede de los fundamentos de la naturaleza y mi práctica de la
experiencia, la cual puede demostrar a los incrédulos las maravillas y utilidad
que he producido con él.
Me preocupo muy poco de todo lo que puedan decir, y aunque sean los
perseguidores del antimonio, no sabrían mostrarme ni mejor remedio ni
incluso tan bueno como el que se hace con antimonio. Porque sé de ciencia
cierta que con el antimonio se hacen remedios tan buenos como con el oro y el
mercurio (excepto el astro del sol) y que se prepara con él este oro potable
para curar la lepra, y el espíritu de mercurio, que es el soberano remedio de las
nuevas enfermedades desconocidas, como el mal venéreo o la sífilis, y otros
medicamentos saludables. Pero estos cuentistas no lo, pueden saber ni
observar. El ignorante no puede juzgar, lo mismo que un borrico que ignora la
música no puede enseñar al pastor cómo fabricar una flauta. Es por ello que
aquél que quiera dar un juicio correcto debe antes conocer sobre qué deberá
pronunciarse y saber, a la vez gracias a los libros y a la experiencia, lo que es
verdadero y lo que es falso, a fin de tener un juicio objetivo.
La primera razón, es que el Señor que gobierna todos los cielos, los astros y la
tierra, ha creado venenos entre sus criaturas y principalmente en los minerales,
para hacer aparecer el orden, las maravillas, la omnipotencia y bondad de su
majestad, proponiéndonos delante de los ojos tales cosas para hacernos
conocer el bien y el mal, habiéndonos dado también el juicio y la razón para
comprender y el libre arbitrio para seguir el bien y huir del mal si queremos.
De la misma manera se tenía en el medio del paraíso el árbol de nuestros
primeros padres, cuyo uso conducía al bien y el abuso al mal, puesto que ha
causa de él, el mandato de Dios fue violado y la muerte fue introducida en el
mundo. La otra causa, es para que conociendo el bien y el mal, se huya del
mal y se diriija uno hacia el bien. Porque Dios no quiere que los hombres
sumidos en la muerte perezcan totalmente, sino que alejándose del mal
avancen hacia mejores cosas y eviten perder su alma. Así nos expuso el bien y
el mal gracias a similitudes, que se encuentran de nuevo tanto en el precepto
de su Verbo como en la obra de su creación, a fin de que esdojamos lo que es
útil a nuestra salud y lo que es nocivo lo evitemos.
En segundo lugar, los venenos se engendran en las entrañas de la tierra o en
otros lugares por ciertas constelaciones, cuando se hacen operaciones
contrarias y malignas de los planetas y estrellas, por las cuales los elementos
son infectados y pueden producir en el Pequeño Mundo disposiciones
contagiosas y otras enfermedades malignas; lo mismo se debe entender de los
cometas.
Finalmente, si alguno está herido mortalmente por cualquier arma que sea, tal
arma es veneno con respecto a nosotros porque ataca contra nuestra vida, tal
arma será al contrario un antídoto si nos servimos para defendernos cuando se
nos ataca.
Es por esto que se debe saber que el veneno del antimonio se debe separar
enteramente antes de que se le pueda usar en la medicina con buena
conciencia. Y es preciso observar la separación de lo bueno y lo malo, de lo
fijo de con lo que no lo es, del veneno y del medicamento. Lo que no puede
hacerse más que por medio del fuego, es decir, por la preparación de Vulcano
que es el profesor y rector de todas las operaciones. Porque lo que el fuego del
Gran Mundo ha dejado sin perfeccionar o sin digerir en las cosas, debe ser
acabado por medio del Vulcano del Pequeño Mundo, que deja todo en su
última perfección. Y no hay que asombrarse si el fuego tiene esta fuerza de
separar las cosas impuras de las puras, lo que es salubre del veneno y el
remedio de lo que es nocivo. Porque la experiencia diaria nos da fe de ello por
la diversidad de colores y otras cualidades que induce sucesivamente en los
cuerpos que pasan por él. Porque la separación y el fuego, produciendo la
fijación, arrebatan el veneno y producen en su lugar un remedio salubre. Es
por ello que el fuego separa el veneno del remedio, el bien del mal, de lo cual
ningún médico puede ni osa testimoniar, a menos que haya contraído una
estrecha familiaridad con Vulcano, y obtenido el baño infernal de la amistad,
en el cual la esposa es purgada de toda inmundicia, a fin de que pueda dormir
con su esposo en el lecho conjugal legítimo.
El lector sabrá antes, que las virtudes del antimonio se pueden comparar a las
de una piedra preciosa en particular, así como hay ciertos metales que
simbolizan más con una piedra que con otra; pero el antimonio contiene en sí
universalmente las diferentes virtudes de todas las pedrerías. Lo que se
muestra bastante claramente por los colores que contiene y que cambia por
emdio dl fuego. Su rojez viva y clara es apropiada al carbunclo, a los rubíes y
al coral, su color azul al zafiro, el verde a las esmeraldas, el amarillo a los
jacintos y el njegro a los granates, que tienen un color negro escondido.
Y del mismo modo que encontramos todos los colores de las pedrerías y de
los metales en el antimonio, contiene también todas las virtudes medicinales,
las cuales están en tan grande número, como los colores, en el antimonio, que
le es imposible al hombre poderlas conocer todas por medio de sus trabajos.
Se hacen también con él extractos admirables, los cuales son tan diferentes en
sus colores, que si el oráculo de Apolo estuviera aún en estado, como en
tiempo de los paganos, se tomaría el trabajo de declararlos como es preciso.
Observad pues diligentemente todas las preparaciones una después de otra, tal
como las propondré, porque no hay ninguna que no sea de gran utilidad.
Porque los medicamentos fijos y preparados del antimonio expulsan las
enfermedades del cuerpo. Pero los que no son fijos, como el antimonio crudo,
sin ser preparados, abren y purgan solamente la primera región del cuerpo,
como el estómago y los intestinos, y dejan el fundamento de la enfermedad sin
extraerlo.
Voy ahora a abordar las diversas maneras de preparar el antimonio y todas las
claves de su preparación, que se hace pues solamente por medio del fuego,
después de la invocación de la asistencia divina. Se hace de varias maneras,
según el orden del fuego y la diversidad de las operaciones, de las cuales todas
sus virtudes y fuerzas dependen también en consecuencia.
El antimonio tiene un color mezclado de rojo, negro y blanco, y su primera
preparación es la calcinación y reducción en cenizas, que se hace como veréis
en el capítulo siguiente.
¿Qué clase de doctor eres tú? ¿Qué clase de médico? No te irrites por mis
discursos y mi opinión, porque estarás constreñido a reconocer tu ignorancia
si te interrogo cuidadosamente al respecto de heridas inflingidas por
cortaduras y picaduras; porque hay tantos juicios sobre estas cosas en tu
cerebro, como en la cabeza de una gallina pintada para los niñitos sobre un
abecedario. Os aconsejo pues a todos, eruditos, seáis de una magnífica o baja
condición, considerar en primer lugar, en virtud de la ciencia y de la
conciencia que son exigidas de los doctores y de los maestros, la verdadera
doctrina que consiste en la preparación de las cosas, y después el método de
servirse de ellas. Entonces os arrogaréis con derecho un título honorífico
adecuado, llevaréis con confianza y eficacia socorro a los hombres, y rendiréis
gracias a vuestro Creador con un corazón puro.
En función de lo que hemos dicho, cada uno debe examinar y ver si puede
usar legítimamente su título. Porque el que desee reivindicar un título debe
comprenderlo exactamente y justificar su tenencia. no basta en efecto, decir
con el vulgo: "He aquí una grues mierda muy hedionda" -sin querer lastimar
los oídos honorables e ignorar la causa de su hediondez, ya que el hombre
puede haber comido manjares de olor muy suave y expulsar un escremento
muy fétido. Sino que conviene saber la razón por la cual un manjar fragante se
transforma en una cosa monstruosa cuya causa se la putrefacción natural. E
inversamente, ocurre lo mismo en lo que concierne a las cosas aromáticas. No
se debe considerar simplemente el olor, sino que es de un verdadero filósofo
el buscar.
Y antes es preciso saber que todas las cosas del mundo contienen en ellas
mismas espíritus activos y vivificantes que habitan en los cuerpos, los cuales
se alimentan de ellos, se nutren, se mantienen; los mismos elementos no están
sin espíritu. esta morada es preciso buscarla en todos los cuerpos, sea buena o
mala. Los hombres y todos los animales tienen en ellos un espíritu activo y
vivificante el cual siendo separado de sus cuerpos, no deja más que un
cadáver. Todas las plantas contienen en ellas un espíritu de la salud humana,
de otro modo no podría uno servirse de ellas en la medicina. los metales,
semejantemente, y todos los minerales, mantienen con ellos un espíritu
imperceptible en el que residen principalmente todas sus facultades y virtudes,
en lo que pueden servir a la vida del hombre. Porque todo lo que está
despojado de estos espíritus no es más que un cuerpo muerto y no puede
producir ninguna operación vivificante.
Es por esto que es presico concluir que hay en el antimonio un espíritu que
reina. El cual debe ejecutar todas las operaciones y virtudes que vemos salir
de tal cuerpo mineral, lo que se hace sin embargo invisiblemente, lo mismo
que la calamita tiene también una virtud escondida de atraer hacia sí el hierro,
que conserva totalmente en sus espíritus, de los que hablaremos en mi tratado
sobre el imán.
Los espíritus de los cuerpos son de varias clases. Porque los hay que son
visibles a los sentidos exteriores, que tienen alguna inteligencia y un
razonamiento espiritual. Los cuales, sin embargo, se vuelven imperceptibles
cuando quieren y se despojan de su cuerpo. Tales son los espíritus de los
elelmentos y los que habitan cerca de ellos, como los espíritus que parecen
chispas en el aire y tienen formas de diversas clases. Hay otros que son los
espíritus del aire, que permanecen siempre en él. por lo mismo hay espíritus
en el agua, que se llaman acuáticos. Finalmente los hay en la tierra, los cuales
se muestran en lugares grasos, alrededor de las minas y de las montañas.
Todos estos espíritus tienen entendimiento y artes particulares y saben
cambiar sus formas. Yo los dejaría tal como son hasta el día del juicio
universal, en el cual deben recibir sus sentencias como nosotros las nuestras.
Dejo este secreto a la inescrutable y divina sabiduría del Todo Poderoso.
¡Oh, Dios mío! ¿por qué el mundo está tan loco que no tiene vista, ni orejas,
ni espíritu? ¿Por qué no hace diferencia entre los engañadores y charlatanes, y
la verdadera ciencia que se conoce por el uso de los medicamentos? Si tiene
tan poco juicio ¿no debería abandonar el cenegal en el que está continuamente
abrevando para venir a beber las aguas vivas de la salud en el verdadero
manantial de la vida?
Quiero que todo el mundo sepa que volveré a la realidad a varios grandes
maestros ignorantes, y que al contrario, muchos pobres escolares que son
rechazados y menospreciados se volverán sabios por los efectos de mis
experiencias, e incluso grandes médicos. Porque siguiendo mi doctrina,
obtendran todo lo que anhelan y tendrán un perpetuo recuerdo de mi memoria
cuando ya esté en la tumba. Y los que, después de mi deceso, quieran resucitar
mi cuerpo para disputar conmigo, encontrarán la respuesta en mis escritos,
estando seguro de que los seguidores de mi doctrina no olvidarán mis
preceptos. Porque harán conquista del imperio de la verdad, que es el
fundamento de mis opiniones, y que será siempre triunfante contra todos los
embuestes y permanecerá siempre victorioso.
Además, el lector debe ser advertido de que hay varias clases de antimonio.
Porque uno es bello, puro y tiene una propiedad del oro, porque contiene en sí
mucho mercurio. El otro contiene mucho azufre y no se aproxima tanto a la
naturaleza del oro como el primero, que tiene varios pequeños rayos blancos y
resplandecientes. Es por ello que el primero es mejor que el otro para el uso en
la medicina química, lo mismo que la carne de pescado es menos buena para
el alimento del cuerpo humano que la de otras bestias terrestres, aunque sean
todas de animales; así la misma diferencia se encuentra de un antimonio a
otro.
Además se deberá advertir que hay varias personas que escriben sobre las
facultades del antimonio. Pero la mayoría de estas no entienden las razones de
sus virtudes y nom han aprendido ni encontrado jamás por qué medio se las
puede reducir en acción; en tanto que no escriben más que con opinión y para
la gloria que buscan escribiendo. Y no es preciso asombrarse si no obtienen lo
que desean. Porque para hablar pertinentemente del antimonio, es necesario
haber hecho varias observaciones de sus virtudes, soportado gran trabajo en su
preparación, y haber encontrado el verdadero espíritu en el cual reside su
virtud, a fin de que se puedan dar verdaderos documentos y tener una ciencia
infalible para conocer lo que es malo o bueno de él, lo que es veneno o
medicinal. No es necesario más que saber saber hacer un buen examen del
antimonio para penetrar en su esencia y encontrar por experiencia cómo es
preciso separar de él su malignidad (arsenical), de la que se quejan tantas
personas, y volverla un medicamento benigno sin veneno alguno.
El antimonio se puede con razón comparar a un círculo que no tiene fin, igual
que es calificado el mercurio. Es de todos los colores del mundo, y cuando
más se buscan sus virtudes, más se pueden apreciar, supuesto que se proceda
como es necesario. En fin, un hombre no puede conocer todas sus virtudes, a
causa de que su vida es demasiado corta.
Por tanto no envidio la fortuna de los que buscan los secretos de la Naturaleza,
y que han encontrado y descubierto en este mineral secretos admirables.
Porque la Bondad divina da sus gracias particulares a quien le place. Sin
embargo, a causa de que el mundo está lleno de ingratitud y no reconoce los
beneficios de su Creador, ocurre a menudo que su justicia le venda los ojos, a
fin de que no pueda conocer las propiedades y los secretos de la Naturaleza
que se encuentran en sus formas metálicas.
Todos los hombres no hacen más que desear las riquezas, y cada uno dice: "Yo
querría devenir rico y opulento, como dien los Epicúreos; supuesto que pueda
adquirir bienes corporales, encontraré en abundancia los espirituales". Todo el
mundo se asemeja hoy a ese Rey Midas que según la ficción de los poetas, no
deseaba otra cosa que convertir en oro todo lo que tocara. Es por esto que la
mayoría estudian como encontrar los medios para enriqucerse por el
antimonio. Pero como han olvidado a su Creador en sus comentarios, omiten
las acciones de gracias que deben previamente ser rendidas, y descuidan la
caridad debida a su prójimo, tocan la boca de un caballo del cual ignoran la
edad y la fuerza; pareciéndose en ello a los que estaban presentes en las Bodas
de Canaán en Galilea, cuando nuestro divino Salvador cambió el agua en vino.
No podían comprender sómo se hizo ese milagro, aunque viesen el color y
gustasen la dulzura del vino. Porque nuestro Señor no quiso descubrirles su
omnipotencia, a fin de que tuviesen motivo de admirarle. Es por ello que
afirmo que incumbe a todos buscar los misterios puestos por el Creador en su
creación. Porque aunque no se pueda imaginar que alguien pueda alcanzar el
conocimiento perfecto así como los otros milagros del Salvador, sin embargo
no está prohibido el buscarlos, porque es preciso que aprenda todo esto por
una labor y una reflexión asiduas, a fin de no tener que quejarse de sufrir una
enfermedad o la pérdida de sus riquezas y de la salud, sino más bien a fin de
que pueda alegrarse y regocijarse. Es por esto que no debe faltar el dar gracias
a su Creador por todo.
Es por esto que antes de todo es preciso separar el veneno del antimonio y
proceder de tal manera que nunca pueda volver a tomar su malignidad, lo
mismo que el vino, una vez cambiado en vinagre por medio de la
putrefacción, no puede jamás producir el verdadero espíritu de vino, sino que
persiste como vinagre. Y al contrario, si se destila el espíritu de vino y se
separa la acuosidad (o la flema), después de que este espíritu de vino sea
exaltado, no se convertirá jamás en vinagre, incluso aunque se le dejará cien
años, y permanecerá siempre como espíritu de vino por sí mismo. El espíritu
de vinagre semejantemente no puede ser cambiado en espíritu de vino jamás.
La transformación del vino en vinagre es un cambio admirable, puesto que se
convierte en otra esencia que no era antes. Cuando se destila el vino, el
espíritu sale el primero; pero cuando se destila el vinagre, su flema sube la
primera y su espíritu el último, como he dicho anteriormente. Es por ello que
el espíritu de vino vuelve los cuerpos fluidos y volátiles, tal como él mismo lo
es; pero el espíritu del vinagre coagula y vuelve sólidos todos los
medicamentos, a fin de que puedan extirpar las enfermedades de naturaleza
coagulada. Lo que es preciso remarcar tanto más cuidadosamente porque todo
esto nos esclarecerá mucho en la preparación del antimonio, el cual contienen
también su vinagre, del que se puede quitarla malignidad y volverle un
medicamento tan benigno y tan admirable que no tiene ningún veneno, sino
bien lejos de eso, porque caza y disipa o expulsa de los cuerpos toda clase de
venenos.
Por ejemplo, digo que lo mismo que cuando un cervecero quiere hacer la
cerveza con cebada, trigo candeal y otro trigo, es preciso que la pase por todos
los grados de preparación antes de extraer la virtud del trigo y apropiarla en
bebida. Primeramente, es preciso poner la cebada en el agua para hacerla
ablandar, así como lo he observado cuidadosamente, cuando era adolescente,
en Bélgica y en Inglaterra, y eso no es más que la putrefacción. Después, se la
extrae del agua y se la deja gotear; se la pone en un montón hastra que esé
caliente y comienza a germinar por medio del calor: he ahí una digestión. En
seguida se extiende el montón de cebada, de trigo u otro, se hace secar al aire
o al fuego, y he ahí la reverberación o coagulación. Parejamente, se hace
moler el trigo que está bien seco, lo que no es otra cosa que la calcinación. De
manera que el cervecero hace pasar por todos esos grados de preparación, la
materia de la que quiera extraer la esencia para preparar la cerveza, y hace
hervir todo junto con agua: y eso se puede llamar destilación a grosso modo.
El lúpulo que se añade a la cocción, es la sal vegetal y un preservativo para
conservar largo tiempo la cerveza en su estado y para impedir una nueva
putrefacción. Los españoles y los italianos no saben hacer cerveza. Igualmente
en la Alta Alemania, mi patria, muy pocos saben este oficio. Después de que
la cerveza está hecha, se la deja espumar y asentarse, y se hace por la
clarificación una nueva separación de las cosas puras e impuras, lo que se
hace por el movimiento natural de los espíritus agitados que separan la hez del
cuerpo y echan afuera la espuma o la levadura, antes de lo cual la cerveza no
es buena para beber y los hombres no pueden aprovecharla a causa de que los
espíritus están mezclados con la hez que impide su operación. Lo mismo se
observa en el vino, el cual, mientras está turbio y no clarificado, no hace los
efectos ordinarios a su naturaleza. Ni el vino ni la cerveza antes de su
clarificación dan un espíritu destilado tan perfecto. Además de todas estas
preparaciones, se puede hacer una nueva separación por una sublimación
vegetal, a saber, separando los espíritus del vino y de la cerveza, y por
destilación, hacer una nueva bebida como el agua-de-vida, así como se puede
extraer también de las heces restantes de los dos. Haciendo lo cual se separan
los espíritus ordenadores de sus cuerpos por medio del fuego. Y los espíritus
dejan su morada que tenían en los cuerpos que tenían aún vida, pero que
después de tal separación no son más que cuerpos muertos y sin alma. La
exaltación de los espíritus se hace por la rectificación del agua-de-vida, la cual
se destila hasta que sea pura y neta, sin ninguna flema ni acuosidad, de la cual,
una pinta tiene más fuerza y más actividad que veinte de las que no están
rectificadas, porque ésta penetra antes y opera más prontamente.
Ved pues si queréis aprender alguna cosa en mis escritos y obtener las
riquezas y los verdaderos medicamentos del antimonio, y en ese caso tratad de
observar bien mi pensamiento susodicho, porque no hay ni una letra en este
ejemplo que sea superflua y que no tenga algún significado particular para
vuestra instrucción. Encontraréis varias palabras reiteradas que parecerán
repeticiones superfluas, las cuales os es preciso observar y aprender. Porque
en ellas está escondido el principal fundamento del Arte. Y nadie debe
cansarse de reflexionar varias veces sobre trodo el libro. Porque aunque
pagárais por cada palabra un escudo de oro, no igualaríais su valor. Veréis que
mis ejemplos, aunque groseros, contienen grandes misterios. No quiero sin
embargo alabar yo mismo mis escritos, porque en la ejecución de los efectos,
estos declararán bastante sus méritos y su valor será manifestado.
Os he allegado ejemplos de por qué las virtudes del antimonio y sus fuerzas
están escondidas; es preciso buscarlas en lo mas profundo de su esencia, lo
cual no se comprenderá fácilmente al comienzo. Es necesario introducirse en
tal conocimiento por las cosas más notorias y conocidas, a fin de que siendo
comprendidos todos los principios pueda llegarse al fin deseado.
Quiero creer que lo que acabo de decir suscitará grandes disputas entre los
doctores, los cuales examinaran si la verdad de las cosas es posible o no. Y sus
juicios serán muy diferentes. Unos serán de la opinión de que es del todo
imposible que se pueda despojar enteramente a un veneno de todas sus malas
cualidades, lo que no me asombrará nada, en tanto que esta ciencia les hes
desconocida y que no entra para nada en su pensamiento la posibilidad de
aprender tal misterio. Pero habrá sin embargo algunos que reconocerán que se
puede, por medio del arte, cambiar una cosa mala en una buena, y defendrán
mi opinión.
¿No me reconocéis, Señores médicos, que sois de esta opinión de que las
enfermedades y las causas morbíficas de nuestros cuerpos, que son todas
venenos, se pueden cambiar en buen estado, y volverse propias a la salud?
¿Por qué pues no queréis confesar que la malignidad que contienen ciertos
medicamentos se puede separar de su bondad y que, después, tales
medicamentos sean útiles y necesarios a la salud del hombre? Pero en tanto
que la experiencia y la ciencia de la operación es aún desconocida para varios,
la mayoría no dejará de gritar: "¡es veneno! ¡es veneo!", como los Judíos:
"Crucifige! Crucifige!" contra nuestro Señor y Redentor Jesucristo,
rechazándolo y considerándolo como el mayor, el peor y el más maldito
veneno de todos los hombres, visto que era el más noble, el más rico y el más
precioso medicamento de nuestras almas para librarlas del pecado, de la
muerte, del Diablo y del infierno. Lo cual no querían reconocer ni aprobar los
doctores y los fariseos, aunque fuera verdadero y quedará confirmado por toda
la eternidad; e incluso vosotros, Señores, grandes doctores y famosos
personajes que persuadís a los emperadores, reyes, príncipes y otros
potentados de que es preciso guardarse bien de servirse de tales
medicamentos, a causa de que son nocivos y venenosos, deberíais perdonarme
si oso deciros o escribir cuán ridícula me parece vuestra opinión. Pero no
hablo de ello, en tanto que no salís jamás de los principios que habéis
aprendido un vez y que no queréis hacer otras observaciones que las que
habéis visto. Es así que no deberíais pedir las de otros. Porque aunque se le
haya dado tal veneno, que vosotros llamáis extremo, a alguien me bastaría
darle con la ayuda de Dios un contraveneno preparado en público que le
salvaría la vida y expulsaría al instante todo el veneno por el cual debería
morir pronto.
¿Oh, Dios mío! ¿Qué conciencia tienen estos señores? ¿Cómo tratan a sus
enfermos? ¿No encontrarán el día del Juicio la Justicia, si no hay ninguna al
presente para ellos? No piden más que dinero; pero si pensaran en los deberes
que son reclamados, emplearían noche y día en descubrir los secretos de la
Naturaleza: Pero los trabajos les parecen difíciles y penosos; no se inquietan
por ellos, contentándose con halagar al mundo; creen hacer bellas curaciones
engañando con grandes discursos y dejando la curación aparte. El carbón es
demasiado caro, es por eso porque lo usan muy poco, gustándoles más ahorrar
el dinero que sería necesario emplear para encontrar las maravillas de la
Naturaleza. Vulcano no es uno de sus amigos, porque no se encuentra jamás
en su vecindad. Es suficiente con que los alambiques se encuentren en casa de
los boticarios, donde ellos se encuentran algunas veces para escribir recetas,
pero el sonido de los morteros que hace el muchacho de botica puede lanzar al
viento todas estas recetas.
¡Oh clementísimo Dios! ¡cambia el tiempo, pon fin a la soberbia, oponte a los
árboles a fin de que no crezcan hasta los cielos, a los gigantes, a fin de que no
amontonen montañas sobre montañas! Dad algún fin a esta vana gloria y
prestad vuestra asistencia a los que tienen confianza en vosotros, a fin de que
puedan sobrepasar a los que les persiguen y odian.
Quiero incitar a todos los compañeros que tengo en este monasterio a rezar a
Dios día y noche para que le plazca esclarecer el entendimiento de todos estos
perseguidores, hacerles conocer su omnipotencia en sus criaturas, e
iluminarlos, de manera que comiencen a busacar por la anatomía de las cosas
las virtudes que hay escondidas en su profundidad.
Espero también que su misericordia, que ha creado todas las cosas visibles e
invisibles, concederá nuestros rezos, y si no es en mi tiempo o en el de mis
hermanos, será después de nuestra muerte. Quizá entonces se hará una
penitencia a la cual Dios acordará su gracia, para que las nubes espesas y
sombras sean retiradas de los ojos de todos, que cada uno vuelva a encontrar
la vista y por una verdadera iluminación, recobre el verdadero groschen
(moneda alemana de 10 pfenning o centavos). ¡Que Dios lo haga! Así sea.
CAPITULO I
Es por ello que hay que extraer la consecuencia de que por la misma razón
que los Árabes, Caldeos y Latinos, nuestros primeros padres, y otros pueblos
han dado un nombre particular al antimonio, no lo han hecho sin razón ni sin
haber respetado la cosa y observando sus facultades.
Pero no hay que dudar que debido a las envidias naturales no se hayan
destruido o suprimido las escrituras que daban fe de sus virtudes, para
enterrarlas. Porque sus enemigos han podido muy fácilmente corromper las
impresiones y los libros que las declaraban, en tanto que el Diablo puede
hacer muchas cosas con el permiso de Dios a causa de nuestros pecados y de
nuestra ignorancia, porque Satán, que es enemigo jurado del género humano,
ha hecho hasta el presente todo lo posible y empleado todas sus astucias a fin
de que la verdadera medicina fuera suprimida y sepultada, y para tratar de
quitar la gloria a Dios que es el autor de todos los bienes, y que los hombres
no puedan rendirle gracias, así como para privar a la naturaleza humana de tal
asistencia.
Notad además que si ponéis una moneda de plata que sea hueca (como la hay
en Alemania), con la marca de una flor de lis, a flotar sobre el agua como si
fuera un pequeño barco, y aproximáis a ésta última un trocito de licornia, sin
que se toquen, veréis que la licornia, por su virtud espiritual, hará retroceder la
moneda de plata, lo mismo que un pato que quisiera evitar el golpe de un
cazador. Y al contrario, si echáis un pequeño trozo de pan duro y bueno, sin
ninguna mezcla, en un vaso lleno de agua hasta el borde y ponéis la verdadera
licornia cerca del agua, pero sin que la toque, veréis que la licornia atraerá
poco a poco la miga de pan hacia sí. De manera que es una maravilla ver la
simpatía de dos cosas naturales, cómo una atrae a la que la simboliza, y
expulsa y aleja de sí lo que la es contrario.
De lo cual los médicos pueden extraer una justa consecuencia: que los
venenos atraen hacia ellos lo que es de naturaleza semejante; y lo que no es
veneno atrae semejantemente hacia sí lo que está exento de él. Es así que se
pueden combatir los venenos de dos maneras: primeramente, por sus
contrarios que les resisten y combaten, así como se acaba de decir de la
licornia. En segundo lugar se les puede expulsar de nuestros cuerpos por sus
semejantes, en razón que un veneno atrae a otro hacia sí, como la calamita
atrae al hierro. Es preciso que tal antídoto que deba combatir al veneno y que
es veneno él mismo, sea sin embargo precedentemente preparado de manera
que su malignidad se convierta en medicina o en antídoto, y sea también
suficiente para expulsar al otro veneno en razón del cual se dispone éste.
Tomad un huevo helado que se haya expuesto a un gran frío, ponedle en agua
extremadamente fría por algún tiempo y veréis que la gelatina o el hielo que
estaba antes dentro del huevo será atraído afuera por medio del agua fría,
penetrará la cáscara y toda la substancia interior del huevo volverá a su primer
estado como si no hubiera estado helada.
Por lo mismo, si alguno tiene alguna parte de su cuerpo helada y enfriada, que
tome agua lo más fría que pueda encontrar, como la de nieve fundida, y que se
aplique sin pérdida de tiempo sobre la parte helada: una frescura atraerá a la
otra hacia fuera y la parte permanecerá en su primitivo estado de salud.
Para más confirmación de esta verdad, tomad huevos de rana, los cuales
aparecen en el mes de marzo, y hacedlos secar al sol sobre una plancha; y
después pulverizadlos y ponedlos en polvo sobre la herida de alguien que haya
sido mordido por una vívora o serpiente, y veréis que este polvo quitará el
venenode la mordedura, de manera que después de esto se podra curar
fácilmente con los medicamentos ordinarios, los cuales de otro modo no
servirian para nada. La misma virtud de este polvo se puede utilizar
poniéndole sobre un paño blanco que humedeceréis varias veces, y que
secaréis después con los huevos de rana. El paño debe ser cortado en
pequeños trozos para aplicarlos sobre la mordedura.
Semejantemente, tomad un sapo vivo, colgadle por una de las patas de atrás al
sol para hacerle secar como es preciso, ponedle después en un pote bien
cubierto y reducidle a cenizas por el fuego y después reducidle en polvo muy
fino. Serviros de este polvo para las heridas venenosas y os aseguro que
atraerá el veneno. ¿Y eso porqué? Es que, por medio de la calcinación del
sapo, su virtud medicinal de atraer el veneno se vuelve más rápida y más
activa, y propia a ejecutar sus fuerzas para atraer hacia sí a su semejante.
Si alguno es infectado por la peste, que tome ejemplo de las cosas venenosas
de las que se acaba de hablar y que las observe para él. Porque encontraréis
que todo lo que os digo en este escrito es verdadero, porque podéis serviros de
las cosas venenosas susodichas en tiempo de peste para los que estan
infectados, supuesto solamente que añadáis el astro del sol y el espíritu de
mercurio. Porque el espíritu de mercurio atrae hacia sí a sus semejantes,
teniendo la facultad atractiva de todas las enfermedades venenosas.
Pero lo mismo que el astrum solis -del cual del mismo modo que por la virtud
del sol celeste vivificante todo es engendrado -in genere universali sobrepasa
a todos los demás en facultad, creo también que el más grande de todos los
remedios consiste en el Sol; quiero decir en su naturaleza y en sus espíritus,
que son el astro del sol terrestre, de los cuales espíritus todos los metales y
minerales al comienzo de su generación han sacado su principio. Hablaremos
de todo esto más ampliamente cuando te revele el astro del sol sobre tu
conciencia ( porque es el secreto de los secretos ).
Ahora bien, para confirmar todo lo que hemos dicho, es preciso notar que
Vulcano es el primer maestro y principal agente de todas nuestras operaciones
y preparaciones. Porque tomad una pieza de acero o de hierro duro y un
guijarro, golpeadlos juntos y veréis que sale fuego, el cual se encenderá por la
fuerza del movimiento y de la colisión.
El azufre o el fuego que está escondido en los cuerpos duros se muestra por
medio de la colisión y del aire, y se vuelve dispuesto a arder. La sal
permanece en la ceniza, y el mercurio se fuga al mismo tiempo con el azufre
ardiente. Lo mismo hay que creer del antimonio cuando se le prepara, porque
su mercurio se separa de su azufre y de su sal por los medios que la naturaleza
nos enseña.
Las abejas nos dan fe de esta verdad cuando por su industria separan la dulce
miel de las flores y de las plantas (que son a veces venenosas y amargas), la
cual sirve para varios usos, tanto en medicina como para la alimentación. Sin
embargo, de la miel que es dulce y agradable, se puede extraer el más malo y
corrosivo de los venenos. Lo que nadie cree sino los que lo han
experimentado; y nadie toma precaución sino los que hacen una atenta
observación de ello. No hay que menospreciar la miel ni rechazarla como
inútil por ésto. Porque aunque la ignorancia o malicia de los que la preparan
pueda hacerla devenir un gran veneno, no deja de tener grandes virtudes y
utilidades en medicina. La miel, pues, se forma de esta manera: los
excrementos y el estiércol de los animales sirven para abonar la tierra y darla
una humedad untuosa, de la cual ésta produce diversas clases de flores,
hierbas y otras plantas. Lo que muestra claramente que se hace de las plantas
de las cuales las abejas extraen el jugo o la quintaesencia, a partir de la cual se
hace una alteración o generación, que es la miel, de la cual se hacen varios
medicamentos útiles y bebidas. No obstantye todo esto, se puede también
preparar una esencia tóxica extremadamente perniciosa, que puede matar a los
hombres y a los animales.
Es por esto que os ruego reflexioneis sobre estas verdades. Y estad seguros de
que si sois amantes de la ciencia, ya seáis joven, viejo, docto, ignorante, rico,
pobre, artista o cualquier otra cualidad que podáis tener, si seguís mis
preceptos y los movimientos de la Naturaleza os esclareceré de la verdad y os
enseñasé cómo es preciso separar las cosas buenas de las malas, y las
preciosas de las inútiles.
Sabed que es por esto que hay que preparar el antimonio y cambiarlo qn
piedra, la cual es por su facultad parecida al fuego. Es por ello que esta
quintaesencia de antimonio es llamada en todos mis escritos lapis ignis o
piedra de fuego. La cual, haciéndose por la coagulación y siendo preparada
como diré en el final de este tratado, tiene la virtud de consumir todoslos
malos humores del cuerpo, purgar la sangre hasta el último grado de pureza, y
hace todo lo que el oro potable.
Es pues por ello que a los que no sabéis nada y no tenéis ningún
conocimiento, que ignoráis todas las experiencias y no sabéis de ningún modo
la preparación, y que mucho menos habéis penetrado en las mías, os ruego no
censurar siguiendo la pasión de vuestros pensamientos, sino antes aprender el
verdadero método de preparar el antimonio; cómo es preciso separar el
veneno y producir el medicamento más noble del mundo. Entonces podréis
juzgar libremente y dar vuestra opinión de lo que vale, y conoceréis la
diferencia que habrá entre vuestro saber y el que teníais antes.
¡Oh miserables sofistas mundanos que os hacéis engrosar con una falsa
sabiduría, apoyandoos sobre un fundamento falso, voláis en las nubes con
vanos pensamientos e ignoráis el fin de vuestro reposo! Os digo que lo
tendréis que justificar delante del Hijo de Dios el día del juicio terrible, que
está ya muy próximo. Buscad, estudiad lo que se desea utilizar, y así seréis
recompensados por vuestro trabajo. Confiad el resto a Dios, que os acordará
su bendición y no os privará de su socorro. Individuos perezosos y
holgazanes, bacantes que tenéis cuidado de no aprender nada y que teméis
ensuciaros las manos con el carbón, no juuzquéis, por temor a que más tarde
ofrezcáis la ocasión de llevar contra vosotros una sentencia que los hijos de
vuestros hijos podrán escribir sobre un libro incorruptible.
Todos los médicos deben observar no hacer nada que repugne y sea contrario
a la naturaleza de las cosas, por temor a perder toda la esperanza de
restablecer la salud. Es decir, que no se sirvan de medios repugnantes juntos
para ejecutar sus intenciones. Como por ejemplo, si vertéis espíritu de vino en
agua fuerte se hará un gran constreñimiento, a causa de que estos dos cuerpos
no concuerdan juntos, pero si se los sabe unir juntosdestilándolos de manera
filosófica, encontraréis en ellos efectos maravillosos. Parecidamente, el aceite
de tártaro o su licor no debe mezclarse con vinagre fuerte que esté echo de
vino. Porque se contrarían uno a otro y se huyen recíprocamente, como lo
hacen el agua y el fuego, aunque sean extraídos los dos del mismo principio, a
saber: del vino.
¡Oh miserable! ¡Oh pútrido y fétido saco de miserias! ¡Oh gusano de tierra y
vil criatura! ¿Por qúe mirar tan intensamente la cáscara y descuidar la
almendra? Jamás darás gracias a tu Creador que te ha formado a su imagen,
jamás le rendirás gracias por sus milagros! Atrás, vuelvete tú mismo,
represéntate a tí mismo y la forma de tu efigie, a fin de que te dé vergüenza de
tu ingratitud, porque no buscas lo que Dios, ha escondido en los bienes que ha
concebido y que ha extendido en sus criaturas.
CAPÍTULO II
Sabréis pues que el antimonio no es otra cosa que un humo o bien un vapor
excitado por los astros en las entrañas de la tierra, y por medio de los
elementos reducido a una coagulación formal. Y las mismas constelaciones
que producen el mercurio producen también el antimonio, le comunican su
esencia, sus virtudes, sus operaciones y sus cualidades del comienzo; y no hay
ninguna otra diferencia en sus principios de generación, sino que el antimonio
es más duro y está más coagulado que el mercurio -o azogue- en su comienzo.
La razón de esta coagulación mayor del antimonio es que tiene más sal en sus
tres principios materiales, aunque sin embargo la sal sea la menor parte de sus
tres principios. Pero respectivamente, tiene más que el mercurio y es lo que le
coagula: Porque la sal endurece todas las cosas y las coagula, la cual falta al
mercurio que tiene muy poco de ella.
Es por ello que todos los animales y vegetales son demasiado débiles para
coagularle y volverle fijo, como ciertas personas estudian en vano, porque no
son especies metálicas. Porque el mercurio es fuego por todas sus partes. Es
también por ello que resiste todo fuego y no se deja fijar por éste, o bien se
evapora y huye incontinente por sus espíritus y se resuelve en aceite
incombustible, o bien permanece de tal modo coagulado después de su
fijación que es imposible romperle. Por lo demás, todo lo que se puiede hacer
con el oro se hace también con el mercurio preparado como es preciso. Porque
después de su verdadera coagulación, se parece enteramente al oro, en razón
de que tiene los mismos principios originales que éste.
Pero aunque mi deseo no sea introducir aquí una discusión hablando muy
abundantemente del mercurio, sino simplemente, cándidamente, describir a
partir de su fundamento verdadero, el principio del antimonio, el mercurio
puede ser útil para proseguir el estudio del antimonio. Lo que he inducido por
parábola del mercurio no ha sido sin fruto para la meditación siguiente sino
que para que el antimonio sea comprendido más correctamente, ya que tiene
un origen mercurial.
Es preciso pues notar y observar bien que los minerales y los metales no son
otra cosa que un vapor o humo que es atraido por algún astro predominante
del elemento tierra, como por una destilación del mundo universal. La cual
influencia celeste opera hasta el centro de la tierra, por su propiedad aérea y
sus cualidades cálidas, de manera que tal constelación opera espiritualmente y
da sus cualidades al vapor que ella eleva, el cual se resuelve en un licor del
que todos los metales y minerales toman su origen, y se forman uno y otro
según el predominio de los tres principios (según tenga más mercurio, azufre
o sal), o menos de uno o de otro, o que se encuentren por igual, de manera que
algunos metales son fluidos y otros fijos. Los fijos son comúnmente el oro, la
plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo. Además de estos metales, se
forman también de los mismos tres principios, según la proporción desigual de
su mezcla, otros minerales como el vitriolo, el antimonio, la marcasita, el
ámbar y otros que no es necesario reproducir aquí. Pero como el oro en su
astro y comienzo es infectado y ha recibido una propensión hacia un azufre y
un mercurio más duro y más perfecto que todos los otros metales y minerales,
su virtud operativa es por consecuencia más extendida y más poderosa en acto
que los astros de los otros metales y minerales; y es por esto que en el astro
del sol se encuentra lo que en otros astros, y aún mucho más, a causa de su
mayor perfección. Por lo demás, creo que cuando se haya reducido este azufre
a su perfección por medio del fuego, se encontrará en gran cantidad en todos
los otros metales y minerales.
Hay un mineral, del cual he hecho mención varias veces, en el cual el azufre
del sol se encuentra tan perfecto, tan poderoso y aún más que en el oro mismo.
Encontraréis también dos clases de metales que contienen la misma virtud
sulfurosa del sol y de los cuales no diré nada más por el presente.
El antimonio no es pues otra cosa que un mineral hecho por un vapor elevado
y resuelto en un licor. Esta emanación espiritual de los astros es el verdadero
astro del antimonio. Y este licor atraido del elemento de la tierra por los astros
celestes y siendo desecado por el elemento del fuego que está en el aire, se
reduce por la coagulación en una forma y esencia palpable, de la cual nace
formalmente el antimonio, en cuya forma el azufre predomina, después el
mercurio, y la menor parte de los tres principios es la sal, de la cual sin
embargo hay tanta como es necesaria para darle una forma sólida. Las
cualidades primeras y elementarias del antimonio son secas y cálidas y no
participan de la frescura y la humedad sino en un grado muy bajo, lo mismo
que el mercurio, o azogue común, y el oro corporal tienen más calor que
frescura.
Y esto es suficiente sobre la materia y los tres principios del antimonio, así
como el modo en que por el arqueo se forman en el elemento de la tierra. Pero
en tanto que les importa muy poco a muchos saber todos estos discursos míos
precedentes y no se preocupan de en qué centro se encuentra el astro del
antimonio, o de qué principios está formado, y que se desea únicamente saber
su utilidad, su uso y su preparación, a fin de poderle volver perfecto y ver sus
facultades, de las cuales se ha escrito tanto hasta el presente, que no hay rico
ni pobre, ni docto o ignorante, que no haya hablado de ello y que no espere
con gran deseo una última descripción, voy a acabar todos estos preámbulos y
os instruiré simple y fielmente con toda la doctrina de éste, tanto como mis
trabajos y mis observaciones me lo permiten. Es cierto que he empleado en
eso mucho tiempo y trabajo; y si no obstante no he conocido todas sus
virtudes, es porque en su preparación después de una maravilla sobreviene
otra: colores, virtudes y operaciones infinitas, unas después de otras, de
manera que no se encuentra jamás su final.
Por esto, mi querido muchacho y vos amigo lector, comprended bien mis
discursos y observad las experiencias que he hecho con el antimonio. Porque
mi teoría procede de los fundamentos de la naturaleza y mi práctica de la
experiencia, la cual puede demostrar a los incrédulos las maravillas y utilidad
que he producido con él.
Me preocupo muy poco de todo lo que puedan decir, y aunque sean los
perseguidores del antimonio, no sabrían mostrarme ni mejor remedio ni
incluso tan bueno como el que se hace con antimonio. Porque sé de ciencia
cierta que con el antimonio se hacen remedios tan buenos como con el oro y el
mercurio (excepto el astro del sol) y que se prepara con él este oro potable
para curar la lepra, y el espíritu de mercurio, que es el soberano remedio de las
nuevas enfermedades desconocidas, como el mal venéreo o la sífilis, y otros
medicamentos saludables. Pero estos cuentistas no lo, pueden saber ni
observar. El ignorante no puede juzgar, lo mismo que un borrico que ignora la
música no puede enseñar al pastor cómo fabricar una flauta. Es por ello que
aquél que quiera dar un juicio correcto debe antes conocer sobre qué deberá
pronunciarse y saber, a la vez gracias a los libros y a la experiencia, lo que es
verdadero y lo que es falso, a fin de tener un juicio objetivo.
La primera razón, es que el Señor que gobierna todos los cielos, los astros y la
tierra, ha creado venenos entre sus criaturas y principalmente en los minerales,
para hacer aparecer el orden, las maravillas, la omnipotencia y bondad de su
majestad, proponiéndonos delante de los ojos tales cosas para hacernos
conocer el bien y el mal, habiéndonos dado también el juicio y la razón para
comprender y el libre arbitrio para seguir el bien y huir del mal si queremos.
De la misma manera se tenía en el medio del paraíso el árbol de nuestros
primeros padres, cuyo uso conducía al bien y el abuso al mal, puesto que ha
causa de él, el mandato de Dios fue violado y la muerte fue introducida en el
mundo. La otra causa, es para que conociendo el bien y el mal, se huya del
mal y se diriija uno hacia el bien. Porque Dios no quiere que los hombres
sumidos en la muerte perezcan totalmente, sino que alejándose del mal
avancen hacia mejores cosas y eviten perder su alma. Así nos expuso el bien y
el mal gracias a similitudes, que se encuentran de nuevo tanto en el precepto
de su Verbo como en la obra de su creación, a fin de que esdojamos lo que es
útil a nuestra salud y lo que es nocivo lo evitemos.
Es por esto que se debe saber que el veneno del antimonio se debe separar
enteramente antes de que se le pueda usar en la medicina con buena
conciencia. Y es preciso observar la separación de lo bueno y lo malo, de lo
fijo de con lo que no lo es, del veneno y del medicamento. Lo que no puede
hacerse más que por medio del fuego, es decir, por la preparación de Vulcano
que es el profesor y rector de todas las operaciones. Porque lo que el fuego del
Gran Mundo ha dejado sin perfeccionar o sin digerir en las cosas, debe ser
acabado por medio del Vulcano del Pequeño Mundo, que deja todo en su
última perfección. Y no hay que asombrarse si el fuego tiene esta fuerza de
separar las cosas impuras de las puras, lo que es salubre del veneno y el
remedio de lo que es nocivo. Porque la experiencia diaria nos da fe de ello por
la diversidad de colores y otras cualidades que induce sucesivamente en los
cuerpos que pasan por él. Porque la separación y el fuego, produciendo la
fijación, arrebatan el veneno y producen en su lugar un remedio salubre. Es
por ello que el fuego separa el veneno del remedio, el bien del mal, de lo cual
ningún médico puede ni osa testimoniar, a menos que haya contraído una
estrecha familiaridad con Vulcano, y obtenido el baño infernal de la amistad,
en el cual la esposa es purgada de toda inmundicia, a fin de que pueda dormir
con su esposo en el lecho conjugal legítimo.
El lector sabrá antes, que las virtudes del antimonio se pueden comparar a las
de una piedra preciosa en particular, así como hay ciertos metales que
simbolizan más con una piedra que con otra; pero el antimonio contiene en sí
universalmente las diferentes virtudes de todas las pedrerías. Lo que se
muestra bastante claramente por los colores que contiene y que cambia por
emdio dl fuego. Su rojez viva y clara es apropiada al carbunclo, a los rubíes y
al coral, su color azul al zafiro, el verde a las esmeraldas, el amarillo a los
jacintos y el njegro a los granates, que tienen un color negro escondido.
Y del mismo modo que encontramos todos los colores de las pedrerías y de
los metales en el antimonio, contiene también todas las virtudes medicinales,
las cuales están en tan grande número, como los colores, en el antimonio, que
le es imposible al hombre poderlas conocer todas por medio de sus trabajos.
Observad pues diligentemente todas las preparaciones una después de otra, tal
como las propondré, porque no hay ninguna que no sea de gran utilidad.
Porque los medicamentos fijos y preparados del antimonio expulsan las
enfermedades del cuerpo. Pero los que no son fijos, como el antimonio crudo,
sin ser preparados, abren y purgan solamente la primera región del cuerpo,
como el estómago y los intestinos, y dejan el fundamento de la enfermedad sin
extraerlo.
Voy ahora a abordar las diversas maneras de preparar el antimonio y todas las
claves de su preparación, que se hace pues solamente por medio del fuego,
después de la invocación de la asistencia divina. Se hace de varias maneras,
según el orden del fuego y la diversidad de las operaciones, de las cuales todas
sus virtudes y fuerzas dependen también en consecuencia.
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
Pero declaremos más ampliamente cómo es preciso aún separar este veneno
del vidrio, lo puro de lo impuro, y que se haga una nueva separación entre el
remedio y lo que es nocivo, a fin de que no se dé motivo a los murmuradores
para quejarse y que mi gloria sea exaltada e inmortalizada hasta el fin del
mundo -tal como sin duda sucederá- y que mis discípulos me recuerden con
agrado cuando vean y toquen que mis escritos les han declarado la verdad, y
dejando la doctrina de un testamento digno de mérito por las grandes
utilidades que recibirán de ellos.
CAPÍTULO VI
Tomad tanto vidrio de antimonio claro y puro como os plazca, hecho como os
he enseñado sin ninguna adición de otros ingredientes; pulverizadle lo más
sutilmente que podáis a fin de que sea casi impalpable como la harina.
Ponedle enseguida en un vaso de cristal que tenga el fondo o la base plana y
fuerte. Verted encima vinagre destilado, bien rectificado y el más fuerte que os
sea posible. Poned el vaso sobre un calor moderado o bien en verano al sol,
agitándole todos los días dos veces a fin de que todo se mezcle, y dejadle
digerir sobre tal calor templado hasta que el vinagre haya tomado la tintura
amarilla y que ésta sea bien amarilla tirando hacia la rojez, como el oro
fundido. Hecho esto, verted por inclinación el vinagre teñido en otro vaso y
volved a poner sobre la materia nuevo vinagre destilado, que haréis digerir
como la primera vez y con el cual extraeréis también el extracto, el cual
uniréis al primero. Volveréis todavía a poner nuevo vinagre destilado, lo que
reiteraréis hasta que el último vinagre que hayáis puesto sobre la materia no
pueda atraer ninguna tintura más. Entonces tomad todo vuestro vinagre teñido,
filtradle bien, ponedle en una cucurbita de vidrio y destilad todo por el baño
maría hasta que no quede nada al fondo sino un polvo seco de color entre rojo
y amarillo.
Verted varias veces agua de lluvia destilada encima de este polvo rojo y
amarillo, poniendo todas las veces una nueva, la cual después destilaréis.
Por esto quitaréis toda la acritud de vuestro vidrio de antimonio y quedará al
fondo de esta destilación un polvo dulce y agradable. Moled enseguida este
polvo menudamente sobre un pórfido u otra piedra dura, o en un mortero de
cristal, observando que la piedra y el mortero deben estar un poco calientes
antes de servirse de ellos. Después de lo cual pondréis este polvo en un
pequeño matraz sobre un calor moderado como antes. Y así la tintura del
antimonio será extraída, bella en lo posible, muy roja y separada de las heces
que quedan al fondo de la vasija, de las que se ha extraído dicha tintura por el
vinagre destilado. Es un extracto dulce y agradable, y un medicamento tan
precioso que no se puede estimar lo que vale hasta que se haya visto por la
experiencia. Las heces que han quedado al fondo del matraz han retenido el
veneno. Y el extracto ha tomado solamente la virtud medicinal, la cual se
puede tomar interiormente por la boca, y puede ser aplicada exteriormente
tanto a los hombres como a los animales. Porque este extracto dado en peso de
tres o cuatro granos, cura la lepra y la sífilis, y las cura enteramente. Cura la
melancolía y resiste a todo veneno. Y los que son asmáticos y sujetos al
reumatismo se curarán al fin por medio de este remedio, el cual hace aún otras
maravillas más, supuesto que uno se sepa servir en su orden.
Para extraer el azufre del vidrio de antimonio o hacer con él el licor de azufre,
tomad este polvo amarillo precedente, el cual permanecía en el fondo del
matraz antes de que hubiéseis vertido el espíritu de vinagre. Reducidle en
polvo fino sobre el mármol calentado, tomad huevos cocidos duros, los cuales
partiréis por la mitad, y llenad esta cavidad con el polvo amarillo susodicho
extraído del vidrio de antimonio; poned vuestros huevos así rellenos de polvo
en una cueva fresca o en un lugar húmedo. Veréis que este polvo se resolverá
en un licor amarillo, el cual cura toda clase de heridas recientes y las resuelve
a continuación, si uno se sirve de él desde el comienza tocando ligeramente el
interior de la herida con una pluma empapada en este licor, y poniendo encima
un emplasto narcótico. Porque no deja a ninguna infección ni supuración
acercarse a las heridas, sino que las cura todas, sin ningún tumor, inflamación
o materia alguna, esté hecha por incisión, punción o contusión. Lo que es
digno de admiración y muestra cuánto es preciso agradecer a la Bondad divina
por habernos dado tal medicamento.
CAPÍTULO VII
El tercero es la coagulación.
CAPÍTULO VIII
Se añade a este aceite un poco de espíritu de sal. Los cuales, siendo vertidos
encima de la cal sutil del oro preparada antes con su agua apropiada -como he
enseñado en mis otros escritos- y destilados juntos por el matraz, extraen toda
la tintura del oro, dejando su ciuerpo al fondo, Hecha esta fermentación, no
tendría bastante papel para describir todos los misterios que resultan de ella y
que sobrepasan el conocimiento humano.
Ruego pues soloamente a los médicos que consideren mis designios y que se
sirvan de mis preparaciones, porque encontrarán todos los días más alabanzas,
más utilidades y más facilidades en sus medicamentos como ningún otro les
haya mostrado jamás anteriormente.
CAPÍTULO IX
Circulad estas dos materias hasta que estén bien unidas, después de lo cual las
destilaréis. Sobre la materia restante al fondo, verteréis espíritu de vino y
circularéis como antes. Y así la separación estará hecha y algunas heces
residirán verdaderamente al fondo del vaso; pero el arcano del antimonio
permanece unido con el espíritu de vino y el vitriolo. Y si rectificàis una vez
más este arcano, una sola gota con agua de rosas opera, si se bebe, más
poderosamente que un caldero de hierbas cocidas, excita el apetito, vuelve al
estómago a su buen temperamento, cura la melancolía, engrendra buena
sangre y ayuda a la digestión. Es muy buen remedio para detener las
elevaciones de la matriz, contra las pasiones histéricas y el cólico. En fin, este
arcano es tan bueno que no se puede pagar con dinero. Después del arcano del
antimonio sigue su elixir, que haréis de manera que voy a prescribiros en el
capítulo siguiente, que es preciso seguir exactamente punto, por punto.
CAPÍTULO X
Deja el vientre libre y lo purga sin retortijones. Porque si habéis operado bien
vuelve más fluida la sangre y es una medicina muy propia para los que desean
tener el vientrre libre.
Quizà se encontrarà algún médico que se sorprenda de que esta medicina deje
el vientre libre, pues el antimonio es violento y el ruibarbo que se añade es
también purgativo. Pero que no se asombre y sepa que esta virtud de purgar
violenta y peligrosamente es mortificada de tal manera por esta preparación,
que no tiene ninguna fuerza para agitar y expulsar, sino que tan pronto como
se le ha añadido algún purgativo simple, éste mismo hace su efecto según la
fuerza de la naturaleza, abriendo y purgando. Pero si el antimonio que ha sido
bien preparado no tiene acción sobre el estómago para expulsar las impurezas
por medio de la medicina purgativa a la cual está unido, adquiere una virtud
más extensa para poder sin impedimento operar de cualquier otra manera y
buscar por así decir la vía de ejecutar más perfectamente lo que está destinado
a hacer y para lo que ha sido preparado. Se debe dar crédito a lo que digo,
puesto que nada me obliga a escribir contra la verdad.
Que los hombres sepan pues que el antimonio no solamente purifica, limpia y
separa del oro todas las materias que le son extrañas y todos los demás
metales, sino que también hace, por una fuerza y virtud que le es naturalmente
innata, el mismo efecto en los hombres y entre los animales. Lo cual voy a
probaros por una experiencia grosera.
Si algún labrador tiene animales para engordar, que les da antes de ponerles la
comida, durante dos o tres días, una dosis razonable de antimonio crudo en la
comida, como por ejemplo a un cerdo semigrueso: por este medio lo purgará,
lo cual no solamente le darà un gran apetito, sino que le hará en poco tiempo
devenir grueso y gordo. Y si este animal tiene alguna indisposición, sea en el
hígado o en otra parte, curará, así como de todos los otros males, por medio de
este medicamento.
Este ejemplo es en verdad muy grosero para citarlo delante de gentes sabias y
de clase. Pero lo escribo solamente a fin de que cualquiera, por simple que sea
y por alejado que tenga el espíritu de las sutilezas de la filosofía, vea
claramente los efectos de la verdad de mi doctrina, y que crea que las cosas
más relevantes de mis escritos lo sean también.
Pero hay gran diferencia entre la naturaleza de los hombres y la de las bestias.
Es preciso pues no inferir por eso que haya que dar el antimonio crudo a los
hombres. Porque los animales irracionales pueden soportar y digerir mejor las
carnes groseras y crudas que los hombres en los que el calor natural es mucho
más delicado y más templado.
Es por esto que los que quieren servirse del antimonio como utilidad, deben
primeramente ser experimentados y versados en su preparación, y además de
eso, conocer bien la complexión de los hombres, si son jóvenes, viejos, fuertes
o débiles, a fin de que no hagan más perjuicio que utilidad; hablé ya de las
dosis que es preciso dar, en lo cual consiste el principal punto.
Pero para evitar la prolijidad y los largos discursos que sería preciso emplear
para describir todas las circunstancias de este tratado, dejemos los ejemplos
aparte, prosigamos la preparación de nuestro antimonio y declaremos cómo es
preciso fijarle. Sobre lo cual la naturaleza del vino nos esclarecerá. Porque
cuando se hja separado el espíritu de vino por destilación, es cierto que tal
espíritu calienta interiormente el cuerpo de los hombres si lo beben, y al
contrario, si se aplica exteriormente en las partes inflamadas, refresca
extrayendo hacia sí todo el calor. Parejamente, cuando se hace vinagre fuerte
con el vino, este vinagre refresca interior y exteriormente, no obstante que los
dos sean extraídos de los mismos principios, a saber: del vino. La razón de
ello es que el vinagre se hace solamente por digestión, la cual reduce el vino a
una putrefacción, con una fijación vegetal. Así como, al contrario, las otras
preparaciones del espíritu de vino se hacen por la separación en la destilación,
o bien por una sublimación vegetal, por la cual el espítitu de vino se vuelve
fluído, así la preparación del antimonio se asemeja a aquella. Porque, según
una u otra, ejerce sus facultades diferentemente. La fijación pues del
antimonio que entiendo aquí, se hace como va a ser dicho en el capítulo
siguiente.
CAPÍTULO XI
Hecho esto, poned poned vuestro estracto en una vaso y destilad esta agua
fuerte sobre las cenizas o sobre un fuego de arena, hasta que no quede nada al
fondo sino un polvo amarillo y seco, sobre el cual verteréis agua de lluvia
destilada. Volved a poner de nuevo vuestro vaso sobre un calor moderado para
hacer una nueva extracción, la cual al final será bella y roja como un rubí.
Será preciso filtrar esta extracción como antes y destilarla al baño maría;
encontraréis al fondo del vaso un polvo rojizo sobre el cual verteréis de nuevo
vinagre destilado que sea hecho de vino. El cual, por medio de un calor
moderado, tomará con el tiempo la tintura de este polvo y devendrá rojo, no
dejando nada más que heces blancas. Destilad parecidamente este vinagre rojo
separado de dichas heces, y encontraréis de nuevo al fondo del vaso un polvo
rojo; el cual habrá que reverberar durante tres días sin intromisión con un
fuego de llamas abierto. Y al final de estos tres días, tendréis que extraer la
tintura de este polvo reverberado, con espíritu de vino, que separaréis de la
hez. Hecho esto, destilad este espíritu teñido por el baño maría, y encontraréis
un polvo rojo fijo, del cual se puede tomar media dragma por vez. Tres veces
al día, por la mañana, a mediodía y por la noche, lo cual es digno de
admiración. Y aunque se tomara más a menudo no perjudicaría en modo
alguno. Este polvo tiene la virtud de disipar la sangre cuajada en el cuerpo;
abre los abscesos interiores sin ningún peligro, curándolos perfectamente.
La mayoría de los médicos de hoy no saben qué decir o juzgar de estas cosas,
en tanto que no han aprendido esta noble ciencia. Pero el más pequeño
número que está compuesto de jóvenes apóstoles y discípulos de la verdadera
ciencia espagírica, considerarán mejor mis escritos. Por lo demás, os digo
queridos discípulos y apóstoles, si querési seguirme, tomad en primer lugar
vuestra cruz sobre vuestras espaldas y sopòrtad como yo lo he hecho.
Aprended a soportar las persecuciones como yo, trabajad seriamente como
han hecho nuestros predecesores; orad continuamente a la Bondad divina, sed
pacientes en vuestros trabajos, y el Todo Poderoso no os abandonará y os
otorgará, tal como a mí me ha otorgado por su clemencia infinita, de lo que le
rindo gracias en todo momento.
CAPÍTULO XII
Las flores de antimonio se hacen de varias maneras, tal como les parece a
todos los que tienen conocimiento del Arte espagírico. Algunos las preparan
mezclando con sal armoníaco, por una cornuda, y separando después la sal
armoníaco, y hacen gran caso de esta preparación que, hace las flores
sumamente blancas. Otros tienen instrumentos hechos expresamente para la
preparación de estas flores de antimonio, los cuales tienen orejas de viento, a
fin de que el antimonio tenga aire para subier a lo alto. Otros subliman el
antimonio que, gozando más libremente del aire, suben más fácilmente. Otros
hacen una sublimación a fuego fuerte, sirviéndose para ello de tres capiteles, y
extraen conjuntamente las flores blancas, amarillas y rojas. A los cuales
obreros he imitado sin error. Pero para emplear dignamente estas flores en la
medicinal, tengo costumbre de servirme de las rojas poniéndolas colcótar
vitriólico, y sublimándolas tres veces. Porque así la esencia del vitriolo sube
con las flores y se vuelve más fuerte. Hecho esto, extraigo las flores con
espíritu de vino, separo las heces restantes y destilo el espíritu de vino al baño
maría hasta en tanto que el polvo quede seco al fondo. Y estas son las flores
así preparadas que doy a mis hermanos y a los enfermos que recurren a mí y a
los que consuelo. Estas flores purgan muy dulcemente y sin exceso, y han
quitado a muchos las fiebres cuartana y terciana y otras muchas enfermedades.
Que el lector sepa pues, en lo tocante a esta sublimación y las flores del
antimonio, que son dela misma condición que el agua que cae de una alta
montaña. Y que puede pues juzgar así la diferencia de las aguas, en que
algunas vuelven a brotar en la cima de las más altas montañas, y si las
montañas estuvieran aún más elevadas, el agua subiría hasta su misma cima,
tal como lo hacen realmente las fuentes que brotan de las más altas montañas,
otras están escondiads en las entrañas de la tierra y no se pueden encontrar
sino excavando antes. Y en cuanto a esta diferencia, digo que la matriz del
agua terrestre es más poderosa en unos lugares quje en otros; porque todos los
elementos tienen su madre particular apta para engendrar más fácil o
difícilmente en función de una virtud estelar, a partir de la cual los elelmentos
son engendrados y de donde toman su nacimiento. Si, pues, esta matriz eds
fuerte en la tierra, lanza su simiente por una fuerte expulsión, incluso hasta la
cima de los Alpes, o a la cima de la torre de Babilonia. Escuchando mis
discursos, los menos prudentes me acusarán de demencia o clamarán que
estoy ebrio de vino dulce, como los Apóstoles de Judea en la fiesta de
Pentecostés.
Que mis discípulos deseosos de este Arte sepan y observen por doctrina
filosófica que las extracciones del antimonio, y de todas las otras cosas, son
muy diferentes en las operaciones que es preciso hacer con él. Esa diferencia
no consiste en la materia ni se conoce con la materia de donde es extraída,
sino que depende y está ligada a la preparación y a la adición por medio de la
cual la experiencia nos da fe de que todas las virtudes son extraídas.
Declaro y confirmo eso por este ejemplo, sindo cierto que lo que es extraído
del antimonio y de las demás cosaspor espíritu de vino adquiere una
preparación ¡¡¡¡¡¡bien otra preparación!!!!!
Que lo que se extrae con vinagre destilado fuertemente, y cuya principal causa
os he dicho anteriormente, ya que las extracciones antimoniales que se hacen
con el espíritu de vino excitan y sueltan el vientre mucho más que las que se
hacen con el vinagre, que, en lugar de soltar, estriñe y retiene por una manera
singular y por un medio del todo particular, porque el antimonio de volátil
deviene fijo. Hay que considerar atentamente este secreto, que pocos toman
seriamente, porque estos misterios están escondidos y son muy profundos, y
son cosas que los sofistas de la Escuela ignoran seguramente y no tienen
ningún conocimiento de ellas.
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPÍTULO XVI
Tomad vitriolo y sal común en partes iguales. Moled y mezclad estas dos
cosas juntas, y destilad de ellas el agua. Si aumentáis el fuego extraeréis un
licor semejante a la mantequilla fundida, o al aceite, que guardaréis para
serviros de él en su tiempo y para su uso. Pulverizad la cabeza muerta y
resolvedla en la cueva en agua que hay que recoger poco a poco, y filtradla
por el papel de estraza.
Escuchad pues ahora, lectores, y estad atentos. Poned este aceite en el agua
susodicha arriba referida, y estos en el azafrán de Marte hecho con azufre.
Despuués reverberad bien hasta la rojez perfecta, y poned a digerir para
extraer así la tintura de Marte roja como la sangre.
Tomad después una parte de esta extracción roja de antimonio hecha con la sal
de piedra quemada y con el espíritu de vino preparado; de mercurio extraído
poco a poco por el tubo, echad a poco una parte; de la cal de oro disuelta en la
susodicha agua corrosiva, una media parte. Mezclad todo ésto y virtiendo,
cambiad de un vaso a otro para purgar. Y después, destilad sobre las cenizas a
fuego mediocre y, aunque no paséis la amalgama por la cornuda, permanecerá
al fondo una solución fija y roja, muy útil para las úlceras. El caput
mortuum restante, resuelto en lugar húmedo, produce un licor tan agrio que
ninguna agua fuerte le puede ser comparada enh corrosión.
CAPÍTULO XVII
Este polvo, siendo resuelto en un lugar húmedo sobre una plancha de mármol
o de cristal, o en blanco de huevos, forma un licor que, en el calor, retorna
polvo. Este polvo hace cosas muy bellas las cuales no podrían ser creídas si la
experiencia no las demostrara manifiestamente. Su acción es lenta, pero si se
le da tiempo muestra sus fuerzas, porque el que tenga postemas interiores será
curado si toma todos los días este polvo, cinco o seis veces al día, quince
granos cada vez en espíritu de vino o en vino puro; y poco a poco, vomitando
la sangre retornará la salud. El que esté afligido por el mal venéreo lo puede
usar y será curado radicalmente. Este polvo hace venir nuevos cabellos, purga
la sangre y hace otros muchos bienes que pasaremos bajo silencio, porque no
puedo exponer siempre todas las cosas tan bien que todo el mundo devenga
médico por mis escritos sin ningún otro trabajo, sino que cada uno porte,
como es muy justo, su parte de esfuerzo, y que no imagine que un criado de
granja pueda poseer pan de trigo candeal de una blancura inmaculada sin
haber golpeado jamás el grano. Por los discursos filosóficos aprenderéis y
sabréis la teoría, pero el trabajo y las operaciones, unidas a consejos
adecuados, hacen aprender la práctica. Es por esto que es necesario servirse de
discursos claros en obras y materias parecidas.
CAPÍTULO XVIII
CAPÍTULO XIX
El primer aceite o azufre del antimonio se prepara sin ninguna adición, tal
como sigue.
Al final de la destilación, no habrán sino muy pocas heces. Este color dorado
se perderá en el vidrio. Circulad esta destilación diez días. El aceite del
antimonio que ha sido hecho por espíritu de vino devendrá grave y pesado,
descenderá al fondo, y el espíritu de vino retornará a su primera pureza,
sobrenadando por encima del aceite que es preciso separar.
Este aceite es muy dulce y sin ninguna corrosión. no se podría creer su fuerza
y virtud y es así por lo que lo llamo el azufre de los azufres del antimonio, el
bálsamo de la vida, el cual, con la ayuda de Dios, me ha servido de mucho
cuando tenía la muerte sobre los labios tal como mis hermanos pueden
testimoniar. Este aceite renueva al hombre, y purga la sangre cuando está
mezclado con la tintura de coral. Combate la lepra así como la sarna, que
provienen de impurezas de la sangre. Combate la melancolía, corrobora el
corazón y los miembros, cuando está mezclado principalmente conm perlas
preparadas. Es un remedio soberano para la lipotimia, porque estando
mezclado con aceite de canela en pesos iguales, seis gotas puestas sobre la
lengua curan todos los males de las narices, arterias y hernias.
Pero, Dios mío, ¿por qué hablo, por qué escribo? Creo que no seré entendido
sino por un pequeño número de personas, gracias al testamento que lego a mis
discípulos. Sin embargo, este pequeño grupo habiendo experimentado y
reconocido los milagros de la Naturaleza reflexionando de manera profunda,
me expresará su gratitud y me rendirá honor sobre la tumba en donde me
pudriré, yo, que por una gracia divina, he liberado la virtud única de una
criatura de su profunda prisión y he desvelado su operación.
CAPÍTULO XX
He aquí otra manera de preparar el aceite del antimonio y de hacerle pasar por
el alambique sin adición. Se ahce un régulo con tártaro y nitro, como he dicho
anteriormente. Se le reduce en polvo que se pone acto seguido en una vaso de
cristal redondo, sobre un fuego de arena lento, para hacerle sublimar, como
hará en efecto. Pero observaréis separar y hacer recaer todos los días con una
pluma de lo alto del vaso. Os será preciso continuar el fuego y reiterar este
procedimiento hasta en tanto que no sublime nada más de la materia, sino que
el régulo quede al fondo del vaso precipitado y fijo.
Rectificad este espíritu a calor lento, en el baño seco. Tendréis otro aceite del
antimonio inferior al primero. Pues es más un espíritu que un aceite, porque la
sal lo espiritualiza.
Este aceite tiene muchos méritos y virtudes en la cura de las fiebres cuartana y
terciana, y todas las demás. Deshace la piedra o cálculo en la vejiga, excita la
orina, purifica y lava las viejas úlceras, purga la sangre como la sal del oro, y
podría ser empleado todavía en otras enfermedades; pero es menos perfecto
que el aceite rojo del antimonio, porque este azufre ha sido conducido hasta la
última pureza.
CAPÍTULO XXI
Hablaré ahora de su uso en la medicina. Verted este mercurio por una gamuza
sobre cuatro partes de aceite rojo de vitriolo bien rectificado. Extraed el
aceite: el espíritu del aceite permanecerá con el mercurio. Aumentad el fuego
y sublimará, volved a echad esta sublimación sobre la tierra restante al fondo.
Volved a poner otro aceite, y reiterad la destilación y sublimación como antes
hasta tres veces. Y para la cuarta vez, echad la sublimación sobre su propia
tierra. Moled a continuación todo junto y será blanco y transparente como el
cristal. Poned esto en un vaso circulatorio, con aceite de vitriolo en igual
cantidad y el triple de espíritu de vino. Circulad hasta la separación. Este
aceite de mercurio sobrenadará como el aceite de oliva. Separad este aceite y
ponedle en un vaso circulatorio de cristal, y añadid además mucho vinagre
destilado. Porque así el aceite, en el espacio de veinte días aproximadamente,
recobra su peso y se va al fondo. Y si hubiera quedado alguna cosa venenosa,
permanecerá en el vinagre que será nebuloso y negruzco. Se ve evidentemente
que es un milagro de la Naturaleza que este aceite que sobrenada al comienzo,
al fin se precipite al fondo.
Pero es preciso remarcar que el aceite de vitriolo es muy pesado. Y es por esto
que llevaba al comienzo el mercurio sobre él, porque era más ligero y no era
aún puro; pero cuando su ligera impureza ha sido recogida por el vinagre,
entonces este aceite retoma su peso y se va al fondo.
Pero que cualquiera que no comperenda mis escritos por falta de experiencia,
que no los blasfeme por eso. Y no murmuréis, os lo ruego, con discursos fuera
de propósito cuando veáis que me sirvo de varios términos que no habéis oído
jamás. Porque mi manera de hablar es diferente a aquella de la que se sirven
mis adversarios quienes por su ceguera y desconcierto manifiestos, se unen a
un árbol salvaje de la selva menospreciando lo natural y familiar. Y es por eso
que no cogen más que un fruto salvaje y de una naturaleza extraña. Hombres
ignorantes y desgraciados, no juzgáis y noo pidáis lo que no habéis conocido
nunca, y que ni el estudio ni el pensamiento os han descubierto jamás.
Algunos campesinos y rústicos dicen que los peces mueren de frío cuando
mueren en el agua. Pero eso es improbable y falso. y cualquiera que hable de
esa manera no lo hace más que por ignorancia e imprudencia. Porque si
durante el invierno, cuando la superficie de las aguas está helada, el hielo se
rompe, los peces jamás morirán, por cualquier frío que haga. Pero si el hielo
que tiene a las aguas encerradas no es roto y dura largo tiempo, los peces
mueren, pero no por el frío, sino porque son privados del aire, el cual no
puede penetrar el hielo, siendo cierto que un animal no puede vivir sin aire,
que es la única razón por la que los peces son sofocados bajo el hielo. Os doy
este ejemplo a fin de haceros entender que el antimonio goza del aire, y que es
necesario que un buen hacedor de metales haga agujeros en las montañas. Y si
queréis conocer después la diversidad de su uso, es preciso que le preparéis
por el aire, el agua y el fuego, por temor a que su fecundidad sea sofocada en
la tierra, y a fin de que por la multiplicidad de sus operaciones y
preparaciones, sea conocido y manifestado a los médicos, por la curación del
mal para el que buscan un remedio antimonial. ¡Pobres hombres de poco
conocimiento, que no osáis sondear la naturaleza del antimonio y la
menospreciáis! ¿Dónde está vuestra retórica y vuestra elocuencia para
defenderos, puesto que no conocéis ni negro ni blanco, ni otros colores, en las
preparaciones del antimonio, y sus virtudes os son desconocidas? Es también
a buen seguro que pasáis mis escritos bajo silencio y no os paráis. Porque
semejantes a un fuego impetuoso avivado por el viento, teméis que vuestra
barquilla llena de grietas sea sumergida por las olas y la tempestad.
A fin de que evites este peligro, implora por tus oraciones la ayuda de tu
Maestro, que duerme con sus apóstoles, pero hazlo con un corazón sincero y
puro. Así serás salvado y verás al mal y los vientos devenirte favorables, y
conducirás todas las cosas hacia el fin deseado.
Mis queridos descípulos, estad atentos con todos los oídos del espíritu a mi
advertencia. Buscad cuidadosamente el centro que raramente o jamás aparece
con una cara exterior; buscad también su virtud con (una) cuidadosa atención,
como el cazador a su presa. Prestad atención a los vestigios que serán
impresos sobre la nievem, a fin de discernir las huellas de unos y de otros,
para no tomar un ciervo por un gamo. Porque os equivocaréis en la huella del
zorro y de la liebre si no las sabéis conocer.
Mis queridos discípulos, amantes del Arte, que deseáis saber la ciencia y los
secretos de la Naturaleza y sondear los más profundos misterios, si queréis
distinguir el día de la noche y la luz de las tinieblas, escuchad lo que sigue.
CAPÍTULO XXII
Tomad una parte de antimonio de Hungría, media parte de sal común, seis
partes de la tierra de la que se sirven los alfareros, que no haya sido cocida.
Moled y mezclad todo junto y destilad a fuego fuerte. Veréis salir
continuamente un aceite rojo que es preciso desflemar, a fin de que quede al
fondo un polvo rojo y seco que es preciso moler sobre el mármol y dejar
resolver. Saldrá de ello un bálsamo rojo, más excelente que todos los otros
bálsamos vulnerarios, que es muy útil a las heridas arraigadas que los médicos
vulgares no podrían curar con sus emplastos, ungüentos y aceites, que no son
más que remedios sospechosos o peligrosos, y bajo los dicharacheros, están
constreñidos de retirar el freno al caballo, de descargar la silla y de volverle a
conducir a donde lo habían sacado. Este aceite o (este) bálsamo ha sido
estimado preciso para las úlceras antiguas y pocos remedios le sobrepasan o le
igualan, si no es el aceite de antimonio que se hace con el mercurio
sublimado. Porque es mucho más excelente para los cánceres, noli me
tangere, gangrenas, lupias, fístulas y úlceras. La experiencia me ha hecho
conocer maravillas increibles que quiero callar para no parecer deseoso de
honor, lo que seguiría siempre con la ayuda de Dios y de la santísima Virgen
María.
CAPÍTULO XXIII
Hay otra preparación del antimonio que se hace así. Tomad mercurio vulgar
sin brillo y muy puramente sublimado, y antimonio a partes iguales. Moledles
y mezcladles juntos. Destilad a continuación por la cornuda en un matraz que
retenga los espíritus. Repetid la destilación de vuestra materia tres veces
diferentes. Rectificat luego vuestro aceite con espíritu de vino, y estará
preparado y muy rojo, siendo al comienzo blanco. Se coagula como el hielo o
la mantequilla fundida.
Este aceite opera tan grandes maravillas en la naturaleza que apenas podría
creerse que se puedan hacer. Pero su virtud, su facultad y su operación
aparecen siempre cuando cambia lo malo en bueno.
CAPÍTULO XXIV
Se prepara todavía otro aceite con adición muy útil a las heridas exteriores.
Tomad antimonio y azufre, de cada uno una parte; de sal armoniaco y de sal
de orina clarificada, de cada una la mitad de una parte; de cal viva dos partes.
Pulverizad y mezclar todo junto y después destilad. Si se sublima alguna cosa,
quitadla, volvedla a moler con la cabeza muerta, y volved a verter el aceite
destilado sobre la materia molida. Destilad como antes. Reiterad tres veces
esta misma operación y el aceite estará acabado.
Este aceite cura todas las úlceras antiguas obstinadas y es muy fuerte y
penetrante. Da los fundamentos para una curación segura, como lo hace
también el aceite de vitriolo.
CAPÍTULO XXV
CAPÍTULO XXVI
CAPÍTULO XXVII
Se hace otro aceite de antimonio con adición que es muy útil para las heridas.
CAPÍTULO XXVIII
Tomad una libra de antimonio, media libra de sal común y cinco libras de
tierra de alfarero no cocida. Moled y mezclad todo y destilad; saldrá un
espíritu amarillo. Cuando todos los espíritus hayan salido, poned la materia en
otro vaso de tierra, extraed la flema y os quedará un polvo que hareis resolver
en la cueva, en bálsamo líquido muy útil en los cánceres gangrenas y
enfermedades rastreras; y parecidamente en la cara de los hombres y en los
pechos de las mujeres. Escribiría muchas más cosas de este bálsamo si no
temiera las ignorantes y necias proposiciones de los sofistas, que no dejarían
de decir que escribo todas estas cosas según mi fantasía y que digo de ello
mucho más de lo que he encontrado.
CAPÍTULO XXIX
De otro Aceite para los Pulmones y Males de Estómago
Habiendo pues descrito todas las virtudes del antimonio en las otras
preparaciones anteriormente citadas, he creído que sería inútil repeterirlas, en
el temor de volverme aburrido y de provocar alguna sospecha en el espíritu de
los estudiosos. El licor de este azufre de antimonio es muy útil a los males
externos. Quita toda cosa de la piel. Y si se le añade un poco de aceite, quita
todas las suciedades y manchas de las manos. Si uno se frota con él cura la
sarna y la tiña y todas las picazones que sobrevienen a la piel.
CAPÍTULO XXX
Se prepara aún de otro modo el azufre del antimonio tal como vais a ver.
Tomad dos libras de antimonio. Moledlas y hacedlas hervir durante dos horas
y un poco más en una lejía fuerte hecha de cenizas de ortigas. Y después de
haberle extraído claro y bien filtrado, verted encima vinagre; caerá al fondo
del vaso un polvo rojo. El cualñ desecaréis dulcemente de toda la flema.
Después de lo cual extraeréis la tintura con vinagre destilado, como está dicho
en la precedente preparación del otro azufre. Reducidle en aceite por
destilación. Este aceite no es inútil, pero es menor en virtud al primero que le
es muy superior, porque la sublimación que se hace por la sal armoníaco hace
resolverse al azufre más fácilmente y da más fuerza a la tintura.
CAPÍTULO XXXI
De las Observaciones Particulares y Necesarias
En segundo lugar, no hay que pasar bajo silencio la estrella del régulo.
El tercer lugar, es preciso por fin hablar del plomo de los filósofos, del cual
muchas personas se han imaginado grandes cosas y han creído que de él se
podía hacer el verdadero mercurio de los filósofos. Pero se han engañado,
porque eso es imposible, y Dios no le ha dado tanto que en él se pueda
encontrar el verdadero mercurio de los filósofos. Este mercurio, el primer ser
o la primera agua de los metales, de la que se hace la gran Piedra de los
antiguos filósofos, se encuentra en otro mineral, en el cual la operación por
razón metálica es más grande que en el antimonio, cuyo plomo no tiene más
que alguna particular utilidad. Que eso pues os baste al respecto.
CAPÍTULO XXXII
CAPÍTULO XXXIII
Observación
Este régulo estrellado, siendo sublimado con sal armoníaco, deviene rojo;
porque la tintura de Marte sube, se sublima y se resuelve en la cueva que es
muy útil para las heridas.
Este aceite contiene una gran acrimonia, en la cual están escondidos muchos
secretos que no deben ser manifestados al vulgo, a fin de que alguna cosa
particular sea reservada a los filósofos que continuiamente emplean sus
trabajos y sudores en estas búsquedas; y que los que quieran seguir mis
huellas no se arrepientan de buscar con avidez y asiduidad, porque por medio
de mis instrucciones, podrán encontrar lo que yo no he conocido más que por
un trabajo obstinado y que antes había pedido a Dios de todo corazón.
Este aceite tiene de admirable que disuelve los cristales que han sido antes
calcinados durante tres días; extrae de ellos la sal; después de lo cual, siendo
pasado por la cornuda, deviene un remedio tan poderoso que deshace y rompe
la piedra y el cálculo de la vejiga, y hace además otras varia cosas admirables.
CAPÍTULO XXXIX
Y cuando he dicho que varios han creído con error, como he demostrado, que
con el régulo estando unido al acero por la fusión, cuando se hace de ellos la
estrella, se podía hacer la Piedra de los filósofos, he enseñado seguidamente
los remediosque se pyueden preparar con él. Por lo cual no hablaré más de
ello.
Ruego a Dios que abra los oídos y el corazón de los que me escuchan, a fin de
CAPÍTULO XXXV
Observar por fin que el antimonio tiene otros usos que en los caracteres de
imprenta: mezclándole otros metales bajo ciertas constelaciones y
conjunciones de los planetas se hacen sellos de admirables virtudes. Y por la
mezcla también de otras cosas, se hacen espejos con varias caras y
propiedades. Se hacen también con él campanas y estatuas. Pero como esto no
interesa a la medicina, más que mi profesión y vocación, cumplo mi deber y
dejo eso a tratar por otros Artistas.
CAPÍTULO XXXVI
Porque un ángel vino en mi socorro, que hizo parar las aguas; y habiéndolas
separaso, descubrí en un profundo abismo una montaña muy alta sobre la cual
subí para examinar si era posible, como dicen los hijos de los hombres, que las
cosas superiores tuviesen comunicación y correspondencia con las inferiores,
y si los astros han recibido del Creador la fuerza de producir en la tierra
cualquier cosa semejante a ellos.
Habiendo pues examinado todo eso, he conocido que lo que nuestros antiguos
doctores y preceptores han dejado por escrito a sus amantes dsicípulos de la
verdad, era muy cierto. Es por ello que de todo corazón rindo gracias a Dios,
que es el autor de todas las maravillas del cielo ,y de la tierra.
Digo en pòcas palabras, que encuentro que todas las cosas que son
engendradas en las montañas toman su origen de los astros por una niebla
acuosa y un humo o vapor húmedo, el cual, habiendo sido largo tiempo
nutrido por los astros y recogido por los elementos, es por fin reducido en una
forma palpable, de donde viene que este vapor es desecado, a fin de que la
acuosidad pierda su dominio y que el fuego domine después del agua, para
beneficio del aire, porque el fuegto se forma del agua, y del fuego y del aire
resulta la tierra, las cuales cosas se encuentran unidas en todas las cosas
corporales del mundo antes de su resolución. El agua pues, es la primera
materia de todos los cuerpos, la cual, habiendo sido desecada por el aire y el
fuego, ha sido convertida en tierra.
Habiendo pues propuesto que del antimonio se puede preparar una pierra de
fuego, y habiendo dicho que esta piedra cura no solamente a los hombres, sino
también los metales, de algunas enfermedades particulares, es justo advertiros
anrtes qué es esta piedra de fuego, cual es su mineral, si esta piedra se puede
hacer sin una materia de piedra o si es de la última diferencia, género y uso de
las piedras.
Aprende pues antes de todo, que la verdadera tintura del antimonio,, que es la
medicina de los hombres y de los metales, no se hace de antimonio común
crudo y fundido tal como los drogueros y boticarios lo venden. Sino que es
preciso tenerle tal como sale de la mina. Es preciso primeramente hacer su
vidrio; pero es necesario saber cómo se hace esta extracción, porque es todo el
Arte y el Artificio. Y al que la encuentre no le faltarán ni riqueza ni salud.
Sabe además, amigo lector, que la tintura del antimonio, fija y sólida, o como
yo la llamo, la piedra de fuego, es cierta esencia pura, penetrante, espirutual e
ígnea, reducida en una materia coagulada, comparable a la salamandra que no
puede ser consumida por el fuego.
He ahí pues la diferencia entre las diversas clases de piedras y de tinturas. Son
sin embargo todas engendradas de una misma madre, de una misma simiente y
de un mismo origen, de donde también ha sido producida la verdadera obra
universal, fuera de la cual no se puede jamás encontrar otra tintura metálica;
digo lio mismo de todas las cosas que se puedan nombrar.
Las otras piedras, cualesquiera que sean, tanto las nobles como las no nobles o
viles, no me interesan. No pretendo siquiera hablar o escribir de ellas, porque
no tienen otras virtudes más que para la medicina. No haré más mención de
las piedras animales y vegetales, porque sirven únicamente para la
preparación de medicamentos, y no podrían hacer ninguna obra metálica;
incluso no produciendo de sí la menor calidad. Además, la virtud y el poder de
estas piedras, tanto minerales, vegetales como animales, se encuentran
acumulados en la Piedra de los filósofos.
Las sales de todas estas cosas no tienen ninguna virtud de teñir, sino que son
solamente las claves que sirven para la preparación de las piedras, no
pudiendo por otra parte, nada por ellas mismas; no correspondiendo y estando
eso reservado más que a las sales de los metales, las cuales no deben ser
omitidas ni rechazadas en lo que concierne a las tinturas. Porque en la
composición no podríamos pasar de ellas porque en ellas se encuentra el
tesoro de donde toda fijación y permanencia toma su origen y su verdadero y
único fundamento.
Si alguien pregunta pues si tal piedra se puede hacer sin materia, digo que no.
Porque todas las cosas tienen necesariamente su materia, per diversamente:
los animales, una; los vegetales, otra; y los minerales, la suya. Observar sin
embargo que ningún cuerpo puede ser útil a la confección de ninguna piedra
sin fermentación -de la cual hablaré al final de esta obra-, aunque en el
comienzo uno se sirva de una forma corporal y de un ser corporal visible y
palpable. Sin embargo, de este cuerpo formal, se debe extraer una esencia
celeste espiritual, y una visión espiritual -no puedo llamarla de otro modo-, la
cual ha sido infundida primeramente a ese cuerpo por los astros y después ha
sido perfeccionada y cocida por los elementos. Esa esencia espiritual debe ser
de nuevo, por el fuego del microcosmos, diaria y palpablemente cambiada en
una materia fija, constante e incombustible.
Todas las tinturas de los metales deben ser preparadas de esta manera a fin de
que amen singularmente a los metales y que deseen únicmente unirse y
juntarse a ellos, y perfeccionarlos, como dos amigos que no pueden retener el
ardor que tienen de unirse y de satisfacer sus deseos. Y cuando están en
reposo, y por la voluntad de Dios, son multiplicados.
Varios pueden dar fiel testimonio del poder del amor, el cual no ataca
solamente a los jóvenes, sino aún a las personas de avanzada edad, que se
encuentran a veces bastante ardientes bajo las cenizas de la vejez; siendo este
ardor, en el últimom periodo de la edad, sin embargo más fiebrem que delirio
de amor.
Se podrá decir que es una cosa indecente, a mí que soy eclesiástico, hablar de
esta pasión. Pero que nadie se escandalice de ello, porque puedo asegurar que
este ardor me ha abandonado; y rogaría incluso a Dios que me conserve entero
para lña Iglesia cristiana a la cual estoy dedicado por juramento. Pero hablo de
esta pasión por ejemplo únicamente, para hacer ver que todas las tinturas
deben tener amor por los metales, y que estando, unidos por amistad pueden
llegar a una más alta perfección, penetrando este amor sus cuerpos.
Se hace aún mención en la palabra de Dios de un fuego eterno que debe ser
empleado para el suplicio de los condenados. El cual también, por el permiso
de Dios, afligirá a los diablos, y del cual espero que Dios nos preserve. Es por
ello que advierto a todo el mundo fielmente que rece continuamente según su
vocación durante toda su vida, y que haga de manera que Dios le saque y libre
del suplicio infinito.
Que todos sepan pues que nuestra piedra de fuego debe ser cocida y madurada
por el fuego corporal del microcosmos, como las otras medicinas. Porque
cuando el fuego del macrocosmos cesa de operar, el fuego del microcosmos
comienza a producir una nueva generación. Que nadie se asombre pues de
esta cocción. El trigo candeal llega a su madurez por el fuego elementario del
macrocosmos, y el fuego corporal del microcosmos hace otra coción y
madurez, a fin de que el hombre se pueda servir de él para su conservación.
El verdadero aceite del antimonio, del cual se preapara la tierra de fuego, tiene
una propiedad muy dulce; también es purgado y separado de la tierra. Si se le
expone al sol en un vaso que sea macizo, refleja rayos admirables, rojpos
como rubíes, resplandecientes como el fuego, con varios maravillosos colores,
lo mismo que espejos tallados, que siendo expuestos al sol, representan varias
imágenes.
Si tenéis dos libras de esta extracción añadid cuatro onzas de sal de antimonio
como lo he enseñado; mezcladlos bien y circuladlos en un vaso cerrado un
mes entero y se unirán juntos. Si encontráis heces, separadlas, Destilad
primeramente el espíritu de vino por el baño, aumentad a continuación el
fuego y saldrá un aceite muy dulce, rojo y claro, teniendo muchos otros
admirables colores. Rectificat este aceite al baño, hasta que no quede en el
vaso más que la cuarta parte, y entonces es bueno y está preparado.
Mi querido discípulo, hablaré ahora como los filósofos que predicen el futuro:
si has llevado adelante el estudio de la filosofía hasta aquí, has acabado tu
trabajo y el antimonio que te he prescrito. Tienes una medicina para los
hombres y para los metales. Es dulce y agradable en el uso, es penetrante,
corrige y expulsa el mal, sin excitar el vientre. Usado como es preciso te será
de una gran utilidad, tanto para la salud como para lo necesario a la vida.
Porque te recompensará contra la miseria en todas tus necesidades, y nada te
flatará en este mundo. Es por lo cual que debes a Dios un sacrificio de acción
de gracias.
Dios mío, hablo ahora con el espíritu triste, como siendo eclesiástico. Porque
no sé si he hecho bien o mal, si demasiado o demasiado poco. Me someto en
esto al juicio de cada uno. Si llegáis al final, dad gracias a Dios y a mí que os
lo he enseñado. Si erráis, no acuséis más que a vosotros mismos, porque yo no
seré la causa de vuertro fallo.
Esta piedra o tintura penetra todos los miembros del cuerpo y es más
excelente que todos los demás remedios. Cura ràpidamente la tisis, los
vértigos y todas las enfermedades del pulmón, la dificultad de respirar, la tos,
la lepra, la sífilis, la peste, la ictericia, la hidropesía, todas las fiebres y
venenos; conforta el cerebro, la cabeza y todo lo que le pertenece, el
estómago, el hígado, los riñones; purga la sangre viciosa, cura los humores
malignos, así como el cálculo y la piedra, la cual deshace y rompe en la
vejiga; combate y excita la orina que está retenida por flatos, así como la
disentería, reanima los espíritus vitales, cura a los que están infectados de
encantamientos o filtros; cura el ahogo de la matriz, la gota, y mueve los
menstruos, parando también los que son demasiado abundantes; causa la
generación y hace buena simiente en uno y otro sexo. Esta piedra de fuego
cura adentro y afuera, como la gangrena, las enfermedades corrosivas y las
que nacen de una sangre corrompida. Cura la sarna, la tiña, las escrófulas;
cura los cánceres, el noli me tangere. En una palabra, esta piedra, como tintura
particular, transmuta todos los metales en oro muy puro y mejor que el de las
minas de Perú. Es un remedio para todas las enfermedades a las cuales el
hombre puede estar sujeto: verdad muy constante que la experiencia te
demostrará, si eres un médico verdadero y reclamado de Dios.
No puedo escribir más sobre el antimonio. He cumplido mi tarea, que otro
haga la suya, a fin de que los misterios sean desvelados antes del fin del
mundo para la gloria de Dios y la salud de los hombres. Callaré y entraré en
mi orden monástica hasta que haga más grandes progresos para desarrollar lo
que he avanzado hace ya largo tiempo sobre el vitriolo, el azufre vulgar y el
imán, sobre sus principios y virtudes. El Príncipe del cielo nos ha acordado la
salud eterna del cuerpo y del alma en medio de las alegrías inefables del
encanto celeste. Amén.
FINAL