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La Eleccion Del Hombre Piadoso - Henry Scudder
La Eleccion Del Hombre Piadoso - Henry Scudder
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Í
P
D
A
P 1: I
1. Consideraciones en la búsqueda de una esposa en Dios
2. Consideraciones sobre la oración, como el medio para buscar
esposa en Dios
3. Consideraciones sobre la idoneidad de las parejas
4. Consideraciones sobre el consentimiento de los familiares y
padres
5. Consideraciones sobre el cortejo
6. Consideraciones sobre el agradecimiento a Dios por dirigirte
en este asunto
7. Consideraciones adicionales para los solteros
8. Consideraciones sobre el compromiso al matrimonio
P 2: I
Dedicatoria
Al lector cristiano
«La primera copia era más breve [pero], con ocasión de una
segunda carta, en la que se propusieron algunos otros
casos, el juicioso autor no solo trató estos argumentos en
gran medida en su ministerio público, sino que también
añadió más detalles para la plena satisfacción de sus
amigos en una segunda copia».
Noble señor,
Muchos, cuyos ojos están puestos en su señoría,
reconocen la buena mano del Señor para contigo, no por
conferirte eminencia de honor en tu minoría de edad (por así
decirlo, antes de tu tiempo), sino por darte un serio espíritu
de discernimiento muy por encima de tus años, por lo cual
ellos conciben gran esperanza. Y elevan muchas oraciones
al Señor para que Él en el debido tiempo te presente en
público como instrumento escogido en la mano de tu Dios,
para que obres dignamente en Efrata y seas famoso en
Belén (Rut 4:11).
Entre otros, los editores de este pequeño tratado (parte
del cual son las meditaciones de un joven piadoso, ahora
con Dios, y el resto la labor de un reverendo teólogo) para
declarar su gran afecto a su señoría, me han importunado
para que recomiende este tratado a su honor, concibiendo
que bajo el nombre de su señoría estas meditaciones no
solo pueden aparecer al mundo con algún acceso de
esplendor, sino que la influencia que pueden tener sobre
algunos por este medio pueda resultar más disponible.
El tema que nos ocupa trata sobre la elección de aquello
que apenas ha entrado en tus pensamientos serios, pero es
de sabios acumular buenas reglas antes de que necesites
usarlas. Los marineros aprenden sus destrezas antes de
lanzarse a las profundidades; todos los artistas estudian la
teoría antes de la práctica; los hombres sabios están mucho
tiempo en la contemplación antes de aventurarse a la
acción. Esta es una regla conocida: la deliberación debe ser
larga donde la determinación puede estar solo una vez; y
donde no hay admisión de segundos pensamientos para
revertir un error anterior, los primeros pensamientos deben
ser cuidadosos para que se evite el error.
Entretanto, antes de que el Señor incline tu corazón a
pensar en alguna elección en ese sentido en la tierra, te
rogamos que hagas tu elección en el cielo, de modo que el
Señor Jesús pueda ser el guía de tu juventud y, por
consiguiente, el Dios de tu edad, para que Dios pueda decir
de ti lo siguiente: «Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu
juventud, del amor de tu desposorio» (Jer. 2:2).
Ciertamente no puede ser algo menospreciativo para el
más grande de los hombres desposarse con el gran Dios,
contraer alianza espiritual con innumerables compañías de
ángeles y almas hechos perfectos (Heb. 12:22-23) y
emparejarse con Aquel «de quien toma nombre toda familia
en los cielos y en la tierra» (Ef. 3:15).
Satanás ha hecho todo lo posible para marcar a los
siervos de Dios con la ignominia y para disuadir a los
hombres de calidad de poseer el camino llamado santo. No
hace mucho que algunos de nuestros nobles (E. M.),
eminentes por la piedad, compararon nuestra época con los
tristes tiempos de Salviano, en los que la queja era que los
grandes hombres se veían obligados a ser más
pecaminosos con el propósito de no ser considerados como
menos honorables.
Pero Dios ha comenzado a quitar el oprobio de Su
pueblo de la tierra, y no hay duda de que hará de Sus
siervos una excelencia eterna, cuando los hombres de
habilidades carnales sean hechos aborrecibles a toda carne
(Is. 66:24).
No puedes hacer ninguna elección más elevada, ni es
posible que empieces demasiado pronto a amar a Aquel que
te ha amado desde toda la eternidad. El amor, de todos los
afectos, es el más activo, y en la juventud es el
predominante. [El amor] está inquieto hasta que se
establece. Y si se establece en algún lugar por debajo de
Cristo, se envilece a sí mismo. Y puede ser fácilmente
cautivado, pero no puede ser fácilmente desengañado. ¡Qué
pena es que esas corrientes vitales corran por un canal que
desciende hasta las Cámaras de la muerte!
Espero que el Padre de las misericordias cuide su
señoría y te diga como antaño a Su iglesia: «Ciertamente,
este es un tiempo de amores» (Ez. 16:8). Tu piadosa madre,
a la que puedo llamar verdaderamente una «Señora
elegida» (2 Jn. 1:1), es para su señoría como otra Mónica
para San Agustín: «Tú eres el hijo de muchas oraciones». Y
como Salomón lo fue para Betsabé, tú eres el hijo no solo de
su vientre, sino de sus votos (Pr. 31:1-2). Ella ha aprendido
a amarte en el Señor y para el Señor.[11] Los anhelos de su
alma se inclinan a tu bien espiritual y eternal.[12] Es uno de
sus mayores consuelos en la tierra, que ella tenga tal hijo
que la llame madre. Pero será mucho mayor, incluso la
corona de su gloria, verte hijo adoptivo del Padre eterno, y
que Dios te haya honrado, incluso en tu juventud, para
obtener una herencia entre los santificados.
Has quedado en la familia de tu padre, con tu hermana
esperanzadora, como las únicas ramas de muchos, que
hace tiempo han desaparecido de entre los hombres. Y
cuando el ángel destructor estuvo hiriendo a todos, el Padre
de misericordias te miró y dijo: «No lo destruyas, porque
bendición hay en él» (Is. 65:8).
El Señor se complace en colmarte de todas las
bendiciones espirituales en las cosas celestiales, y hacer
que cada día parezca más y más que Dios te ha reservado
para ser bendecido, y para ser una bendición para tu familia,
para tu país y para los reinos. Y cuando su señorío se
establezca en el mundo, podrás comenzar con la resolución
establecida de Josué: «Yo y mi casa serviremos al Señor»
(Jos. 24:15). Y para que muestres la gracia de Aquel que te
llamó de las tinieblas y de la sombra de la muerte a Su luz
admirable, para que los que observan tu señorío vean que la
grandeza y la bondad, así como son inseparables en Dios,
no son incompatibles para los hijos de los hombres. Que te
regocijes así por encima de toda grandeza, que tengas tu
nombre escrito en el libro de la vida de Cordero, y puedas
mirar más allá de la muerte y de la tumba, y ver tu mayor
porción en la eternidad, esa es la ferviente oración de…
El siervo de su señoría
[13]
J W
A
Estas instrucciones siguientes, que enseñan cómo hacer
una sabia y piadosa elección de un cónyuge adecuado en el
matrimonio, fueron puestas en mis manos por un amigo
cercano del autor, para considerar si eran apropiadas para
hacerse públicas y para dar mi juicio al respecto.
Quedé muy impresionado con la solidez, sencillez,
claridad, plenitud y buena compostura de ellas. Y creo que
pueden ser de excelente utilidad para poner a las personas
solteras en el camino de Dios, el único camino correcto para
entrar en el honorable estado del matrimonio. Este es un
asunto de la mayor consecuencia para la felicidad o miseria
del hombre en esta vida, según se haga bien o mal.
El compositor de estas reglas o instrucciones excelentes
fue un joven muy ingenioso y santo, de buen aprendizaje y
capacidades extraordinarias. [Este joven] estudió de
antemano estas reglas y las practicó. [Estas reglas] las
había recogido de los oráculos de Dios, e hizo que Dios le
acompañara, pues le dio una esposa según su deseo, con
la que vivió poco tiempo, placiendo al Señor en favor para él
de apartarlo del mal venidero.
«La memoria de los justos es bendita» (Pr. 10:7).
Algunos erigen monumentos en mármol, para que sus
nombres sean recordados perpetuamente. Y en algunos
lugares se acostumbraba que, en sus duelos por sus amigos
muertos, se presentaran y mostraran algunas de sus obras
más excelentes que realizaron mientras vivieron (Hch. 9:39).
Creo que no se puede erigir un monumento mejor, ni se
pueden utilizar mejores medios para preservar el nombre de
este hombre —el más precioso, dulce y siempre vivo, y el
más provechoso para la posteridad—, que hacer pública su
obra a las iglesias de Dios.
Estas [instrucciones] son tales que servirán igualmente
para dirigir a una mujer soltera en su aceptación y la
elección de un esposo. [También servirán] para enseñar a
los padres cómo hacer elección de esposos y esposas para
sus hijos. Así mismo [servirán para] dirigir a un hombre para
hacer una buena elección de una esposa.
Recomiendo a todos la práctica de este nuestro
hermano para su imitación, que cada uno estudie y se
esfuerce por conocer y hacer las obras y deberes de los
lugares y condiciones en que Dios los ha puesto, de modo
que puedan caminar con Dios y agradarle al respecto.
Entre las evidencias secundarias de estar en estado de
gracia y de ser aceptado por Dios, no conozco ninguna más
clara y cierta que esta: que un creyente en Cristo Jesús
añade a su fe un cuidado consciente de agradar a Dios en
el buen desempeño de la obra de su llamado y relación
particular.[14]
No creo que un hombre tenga más poder de la piedad
que el que se esfuerza respectivamente por manifestar en el
llamado y condición de vida particular en que Dios lo ha
colocado, así como en su vida en general.
El hombre recto, así como se guardará de su iniquidad
(como David lo hizo [Sal. 18:23]) —es decir, iniquidad a la
que por su corrupción natural era más propenso, y a la que
por la condición particular de su vida estaba más tentado y
en mayor peligro—, así mismo su cuidado específico será
cumplir con el deber de su propio lugar, hacer esa obra que
Dios en especial le ha dado para que haga (Jn. 17:4).
El apóstol, en diversos lugares, después de haber
expuesto la doctrina de la fe, exalta la doctrina de las buenas
obras. Primero, más generalmente, como los efectos y
evidencias de una fe viva, y luego desciende a los deberes
particulares de los hombres y las mujeres, de acuerdo con
sus distintos rangos y relaciones —como de las esposas
para con sus esposos, y de los esposos para con sus
esposas; de los hijos para con los padres, y de los padres
para con sus hijos; de los siervos para con sus amos, y de
los amos para con sus siervos (Ef. 5:21-6:9; Col. 3:18-25;
Tit. 2:9-10)— como efectos y pruebas de la verdadera
santidad.
Donde no se practica la buena conducta en general, la fe
no está viva, sino muerta. Y si alguien piensa que tiene fe y
no tiene obras, se engaña a sí mismo (Stg. 2:17). De la
misma manera, si piensa que tiene obras debido hace
muchas de las obras de santidad y justicia a las que lo lleva
su llamado general a la cristiandad, pero no hace la obra que
Dios particularmente le ha dado que haga, también se
engaña a sí mismo y puede temer que la santidad y justicia
que parecía tener no sea sana.
Quienquiera que desee hacer uso de estas instrucciones
para hacer una buena entrada en el matrimonio, creo que
estará tan deseoso de saber cómo vivir como conviene a
los cristianos cuando se casan. Por lo tanto, para ayudarles,
he añadido al final de estas instrucciones algunas otras
sobre los esposos y las esposas, su amor y su vida juntos,
de modo que puedan agradar a Dios y vivir de manera
confortable y feliz en el matrimonio.
Estas dos instrucciones las recomiendo a todos los que
deseen información al respecto y también las recomiendo a
ustedes. Que estas les sean bendecidas por Dios, el
creador de la ordenanza del matrimonio, a quien debe
atribuirse, como es debido, todo el honor y la gloria ahora y
por siempre.
P 19:14
El único camino para esto —así como para todas las otras
misericordias— es la oración. Este es un medio bajo el cual
bien puede escribirse: Probatum est [Es algo aprobado].
Pues rara vez alguien que diligentemente se aplicó a este
camino, fracasó en su fin. Por lo tanto, que sea tu esfuerzo
de la mejor manera que puedas, dirigir tus súplicas a Él para
este propósito.
1. P ,D
1. E
Cuando dos personas se encuentran y, según las
instrucciones anteriores, han obtenido el consentimiento de
los padres y el consentimiento entre sí, de modo que están
decididos a casarse, es bueno que se comprometan y se
aseguren el uno al otro mediante el desposorio[35] antes de
casarse solemnemente.
Esta ha sido la costumbre del pueblo de Dios en todas
las épocas tanto antes como después de la venida de
nuestro Salvador (Dt. 20:7; Dt. 22:23).[36] Su madre, la
bendita virgen María, estuvo desposada con José (Mt.
1:18).[37]
Este acto de desposorio de dos personas adecuadas
que se les permite casarse es mediante el juramento mutuo
de sus compromisos y entregándose el uno al otro, para
disfrutar el uno del otro cuando se casen solemnemente.
2. E
Este acto los asegura entre sí del tal manera que no pueden
(aunque ambos consientan) retractarse y desistir del
matrimonio. Pero esto no les da derecho a la sociedad
matrimonial y a la debida benevolencia entre sí, que no se da
hasta el matrimonio. María, la madre de nuestro Salvador,
era la esposa de José, su marido, en virtud del desposorio,
pero continuaba siendo virgen (Mt. 1:20).[38] José no la había
conocido debido a que no estaban casados (Mt. 1:18, 25).[39]
3. E
FINIS
[1]
Clark’s Lives, anexado a su martirología, p, 318.
[2]
Rushworth, pt iii. vol. ii. p. 338.
[3]
Fuller’s Hist, of Camb. p. 92.
[4]
Granger’s Biog. Hist. vol. ii. p. 183.
[5]
Mitchell and Struthers’s Minutes of the Westminster Assembly,
pp. 346.
[6]
Commons Journals, iii. 639, 682.
[7]
(Camden Soc.).
[8]
Si el Señor nos proporciona de fuerzas y vida, la editorial P&D
Publicaciones traerá por primera vez esta obra al español [N. del E.]
[9] Dictionary of National Biography, 1885-1900 por Gerald le Grys