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The Godly Man’s Choice

La elección del hombre piadoso

Copyright © 2023 Henry Scudder


Todos los derechos reservados
P&D Publicaciones
Costa Rica
Serie de escritos puritanos: 013
Tipo: Tratado
Traducción: Elioth Raphael

Diseño de portada: P&D Publicaciones

Imágenes: borde vectorial: Ornament Vectors por Vecteezy en


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hecho por GarryKillian / Ícono de pareja: freepik, hecho por jcomp.

Clasificación decimal Dewey: 277/P

Ninguna parte de este escrito podrá ser reproducido, almacenado o


trasmitido de ninguna forma ni por cualquier medio, sea electrónico o
mecánico, ni por ningún sistema de almacenamiento sin el permiso
escrito previo de la editorial, con la excepción de citas cortas o
reseñas.

El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera 1960® ©


Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado ©
Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Reina-Valera 1960 ® es una
marca registrada de las Sociedades Bíblicas Unidas y puede ser
usada solo bajo licencia.

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Í
P
D
A
P 1: I
1. Consideraciones en la búsqueda de una esposa en Dios
2. Consideraciones sobre la oración, como el medio para buscar
esposa en Dios
3. Consideraciones sobre la idoneidad de las parejas
4. Consideraciones sobre el consentimiento de los familiares y
padres
5. Consideraciones sobre el cortejo
6. Consideraciones sobre el agradecimiento a Dios por dirigirte
en este asunto
7. Consideraciones adicionales para los solteros
8. Consideraciones sobre el compromiso al matrimonio
P 2: I

9. Instrucciones generales sobre los deberes matrimoniales


mutuos
10. Instrucciones particulares sobre los deberes matrimoniales
11. Palabras de advertencia y consejo para las personas casadas
Í
Prefacio

1. Biografía de Henry Scudder


2. Sobre la edición de este escrito
3. Sobre el contenido de este escrito
4. Nota para el lector

Dedicatoria

Al lector cristiano

Parte 1: Instrucciones para las personas solteras

1. Consideraciones en la búsqueda de una esposa en Dios

1. Dios es el mejor en guiarte en encontrar una esposa


piadosa
2. Solo de Dios puedes obtener una esposa piadosa
3. Busca y espera en Dios por una esposa piadosa
4. Debes buscar esposa piadosa en Dios, o no puedes decir
que la has encontrado
5. Si no la buscas en Dios, puedes encontrarte con una
maldición en lugar de una bendición
6. Aquellos que no la buscan en Dios, encuentran muchas
aflicciones
7. Al buscarla en Dios, lo agradas al reconocerlo como tu
gobernador supremo
8. Al buscarla en Dios, tendrás consuelo en este asunto

2. Consideraciones sobre la oración, como el medio para buscar


esposa en Dios

1. Por la oración, Dios puede darte sabiduría al respecto


2. Por la oración, Dios puede librarte de unir tus afectos a
alguien que no le ama
3. Por la oración, Dios puede apartar tus afectos de alguien
sin gracia
4. Por la oración, puedes pedirle a Dios salvación por dicha
persona sin gracia de la que no has podido retirar tus afectos

3. Consideraciones sobre la idoneidad de las parejas

1. Idóneos en cuanto a la edad


2. Idóneos en cuanto a la familia
3. Idóneos en cuanto a los bienes
4. Idóneos en cuanto a las constituciones y disposiciones

4. Consideraciones sobre el consentimiento de los familiares y


padres

5. Consideraciones sobre el cortejo

1. Formas incorrectas de cortejar


a. No exponiendo tu parentela
b. No exponiendo tus riquezas
c. No exponiendo los privilegios que disfrutará
d. No con lisonjas
e. No procurando cegarla y seducirla con regalos
f. No usando gestos y comportamientos tontos, indignos y
ligeros
g. No con solicitudes lujuriosas
2. Formas correctas de cortejar
a. Acude a Dios en oración para tener un cortejo sano
b. Procedan con honestidad
c. Sean serios con toda amabilidad

6. Consideraciones sobre el agradecimiento a Dios por dirigirte


en este asunto
1. Bendice a Dios por poner en tu corazón tomar este camino
2. Bendice a Dios por darte sabiduría en tu elección
3. Bendice a Dios porque te ha permitido encontrar una
esposa piadosa
4. Bendice a Dios porque la has encontrado con facilidad y
deleite
5. Bendice a Dios por concederte el consentimiento de tus
familiares y los de ella
6. Bendice a Dios porque ha mantenido a raya tus afectos
7. Bendice a Dios porque ha prosperado tus esfuerzos al
respecto

7. Consideraciones adicionales para los solteros

1. Solo en Dios puedes encontrar suficiencia, y no el en


matrimonio
2. Ten cuidado de quedar ciego con el enamoramiento
3. Haz consciencia de los deberes matrimoniales que debes
ejercer
4. Haz consciencia de que tendrás aflicción de la carne
5. Considera también la excelencia y el consuelo del estado
matrimonial

8. Consideraciones sobre el compromiso al matrimonio

1. El compromiso es algo muy apropiado


2. El compromiso proporciona un aseguramiento mutuo
3. El compromiso tiene una utilidad excelente

Parte 2: Instrucciones provechosas para las personas casadas

9. Instrucciones generales sobre los deberes matrimoniales


mutuos

1. Reconozcan su matrimonio como proveniente de Dios


2. Consideren el pacto en el que han entrado
3. Deben amarse entre sí
4. Deben procurar entre sí su bien espiritual
5. Deben agradarse entre sí
6. Deben ser fieles entre sí
7. Deben evitar las ocasiones a los celos
8. Deben cuidar sus reputaciones entre sí
9. Deben someterse a Dios si no les da hijos, y alegrarse
cuando son concedidos
10. Deben ayudarse mutuamente en el ordenamiento del
hogar
11. Deben ayudarse en el manejo de los bienes
12. Deben tener tiempo de aprovechamiento entre sí
13. Deben resolver sus diferencias con prontitud y sabiduría

10. Instrucciones particulares sobre los deberes matrimoniales

1. Deberes de los esposos


a. Debes ejercer tu autoridad con sabiduría, amor, ternura
y conducta piadosa para con tu esposa
b. Debes orar por tu esposa
c. Debes ordenarle cosas a tu esposa en el Señor
d. Debes hacer uso de la reprensión con amor y sabiduría
e. Debes gobernar con dulzura y gentileza, y no de
manera antinatural y poco viril
f. Debes mostrar sabiduría en las dedicaciones de tu
esposa
g. Debes ser proveedor de tu esposa
h. Debes alabar y animar a tu esposa
i. Debes hacer provisión para tu esposa en caso de que
fallezcas
2. Deberes de las esposas
a. Debes reconocer la autoridad que Dios le ha dado a tu
esposo
b. Debes mostrarle estima y reverencia en amor
c. Debes obedecerle en el Señor
11. Palabras de advertencia y consejo para las personas casadas
S

La serie de escritos puritanos es una recopilación de diversos


escritos específicamente puritanos que P D P se
ocupará en poner a disposición al pueblo de Dios de habla hispana.
Estos escritos comprenden diferentes sermones, catecismos,
extractos de libros olvidados, tratados pequeños que diferentes
ministros puritanos han escrito en su época, y los cuales hicieron
gran beneficio en su tiempo. Los temas de estos escritos serán
diversos, como, por ejemplo, de vida cristiana, casos de consciencia,
instrucción cristiana, etc. El propósito que esta serie busca es
primeramente la edificación de la iglesia para la gloria de Dios, pero
también procura que estos escritos sean accesibles a todas las
personas, de manera que muchos no se vean abrumados con
escritos extensos, y también que sean apropiados para regalar a un
amigo cristiano e incluso a aquellas personas que todavía no
conocen a Cristo.
P
1. B H S
H S (f. ¿1659?) fue un excelente teólogo
puritano. Estudió y fue educado en el Christ’s College de
Cambridge. Posteriormente fue ministro en Drayton,
Oxfordshire, en donde fue estimado en gran medida debido
a su piedad ejemplar, gran prudencia y labores ministeriales
excelentes.[1] Y en 1633 fue presentado por el rey para el
beneficio en Collingbourne-Ducis, cerca de Marlborough,
Wiltshire. Sostuvo puntos de vista presbiterianos. En junio
de 1643 fue convocado a la asamblea de teólogos de
Westminster, el cual atendía constantemente.[2] Fuller lo ha
colocado entre los escritores eruditos del colegio anterior.[3]
Y Granger lo denomina como «un eminente teólogo
presbítero».[4] Cuando en junio de 1645 llegó una orden de la
Cámara de los Comunes para orar por las fuerzas, Scudder
fue uno de los cuatro predicadores asignados a Aldgate. El 6
de abril de 1647 «hizo un informe de la revisión de los
[versículos de] prueba de la “Confesión de fe” de los siete
primeros capítulos y parte del octavo».[5] El 9 de febrero de
1648 su nombre fue añadido al comité para las Escrituras.
Scudder predicó ante la Cámara de los Comunes en
octubre de 1644, en un día de ayuno en St. Margaret’s,
Westminster, y su sermón se imprimió a petición de la
cámara.[6] Murió antes de la Restauración, y su sucesor en
Collingbourne-Ducis fue instituido en 1660. Fue enterrado en
la iglesia, pero la tumba ha sido retirada. Se casó con
Elizabeth, hija de George Hunt, rector de Collingbourne-
Ducis durante cincuenta años. Ella murió con poco más de
veinte años el 15 de diciembre de 1633. Su hermana se
casó con William Whately, compañero de estudios de
Scudder en el Christ’s College, y posteriormente vicario de
Banbury, cuya biografía escribió Scudder en 1639-40. Un
monumento a la esposa de Scudder en la cabecera del muro
de la iglesia parroquial de Leamington fue destruido por un
incendio en 1699, pero la inscripción se conserva
correctamente en History in Marble [Historia en mármol] de
Dingley.[7] Una hija se casó con John Grayle en 1645.
Scudder fue autor de una célebre obra devocional
titulada The Christian’s Daily Walke in Holy Securitie and
Peace [El andar diario del cristiano en seguridad y paz
santos].[8] La sexta edición, publicada en 1635, contiene una
Epístola al lector escrita por John Davenport, fechada en
Coleman Street, el 25 de abril de 1627. Davenport escribe lo
siguiente:

«La primera copia era más breve [pero], con ocasión de una
segunda carta, en la que se propusieron algunos otros
casos, el juicioso autor no solo trató estos argumentos en
gran medida en su ministerio público, sino que también
añadió más detalles para la plena satisfacción de sus
amigos en una segunda copia».

La portada lo describe como «primero pretendido para el


uso privado; ahora, por importunidad, publicado para el bien
común». En 1636 apareció en Frankfurt una traducción al
alemán por Theodore Haak. Las ediciones de 1690 y 1761
tienen recomendaciones de John Owen, cuyo retrato es
prefijado, y de Richard Baxter. Este último recordaba lo
siguiente:
«No recuerdo ningún libro que haya sido escrito para ser el
compañero diario de los cristianos, para guiarlos en la
práctica de una vida santa, que yo prefiera antes que este.
Estoy seguro de que ninguno de los míos. Pues tan sana es
la doctrina de este libro, y tan prudente y espiritual, apta y
deleitosa, y todo tan adaptado a nuestros casos y
condiciones ordinarios, que deseo de todo corazón que
ninguna familia carezca de él».

Owen dice lo siguiente sobre esta obra:

«Hay en general tal solidez y seriedad en toda la doctrina


del libro, tal peso de sabiduría en las instrucciones dadas
para la práctica, tal juicio en las resoluciones de dudas y
objeciones, tal exhalación del espíritu de santidad, celo,
humildad y temor del Señor, en todo el conjunto, que juzgo y
estoy convencido de que será de singular utilidad para todos
aquellos que sinceramente deseen cumplir con su
propósito».

En 1813 se publicó una decimoquinta edición. La edición


final de 1820, que contiene la epístola de Davenport y las
recomendaciones de Owen y Baxter, tiene un ensayo
introductorio de Thomas Chalmers (1780-1847).
Scudder también publicó las siguientes obras:

A Key of Heaven: the Lord’s Prayer opened and applied [La


llave del cielo: la exposición y aplicación del Padre
nuestro], 1682, 12mo. [Esta obra] fue dedicada al «Sr.
Thomas Crew, y a todos sus hijos esperanzadores», y
tiene un prefacio de R. Sibbs de Gray’s Inn, quien
describe [esta obra] como «escrita sin artificialidad».
Prototypes, or the Primarie Precedent Presidents out of the
Booke of Genesis. With Mr. Whatelye’s Life and Death
[Prototipos de los líderes precedentes primarios del libro
de Génesis. Junto con la vida y muerte del Sr. Whately],
1640, fol. y 1647. Aquí Scudder contó con la ayuda de
Edward Leigh, que era, como él, uno de los albaceas de
Whately. Sherwin grabó un retrato de Scudder en 1674.

God’s Warning to England by the Voice of His Rod [La


advertencia de Dios para Inglaterra por la voz de Su
vara]. Esta fue una exposición basada en Miqueas 6:6
ante la Cámara de los comunes en el ayuno solemne el
30 de octubre de 1644.[9]
2. S
En primer lugar, el escrito que el lector tiene en sus manos
es una traducción fiel al original. Se ha utilizado la siguiente
fuente:

H S C G , The Godly Man’s


Choice: Or A Direction how single godly persons, who
intend Marriage, may make choice of a fit and meet
Yoak-fellow [La elección del hombre piadoso, o un
directorio sobre cómo las personas piadosas y solteras,
que pretenden el matrimonio, pueden hacer una elección
de un cónyuge adecuado y apropiado] (London: 1644).

Este escrito consta de dos partes. La primera, que trata


sobre instrucciones para los solteros, fue escrita por cierto
Caleb Grantham, de quien casi no tenemos información,
sino solo algunos atisbos que expresa Scudder, como el
siguiente:

«El compositor de estas reglas o instrucciones excelentes


fue un joven muy ingenioso y santo, de buen aprendizaje y
capacidades extraordinarias. [Este joven] estudió de
antemano estas reglas y las practicó. [Estas reglas] las
había recogido de los oráculos de Dios, e hizo que Dios le
acompañara, pues le dio una esposa según su deseo, con
la que vivió poco tiempo, placiendo al Señor en favor para él
de apartarlo del mal venidero».

Y la segunda parte fue escrita por Henry Scudder


(añadiendo los consejos adicionales a los solteros), que
trata sobre instrucciones para las personas casadas.
En segundo lugar, los títulos y subtítulos interiores fueron
añadidos por el traductor, de manera que al lector le pueda
ser más fácil entender la estructura de este escrito. Algunos
de estos títulos fueron tomados de la obra original, la cual al
final proporciona una división del escrito.
En tercer lugar, este escrito ha sido traducido en su
totalidad sin que ninguna de sus partes haya sido omitida, de
modo que también las citas originales en latín y griego de
esta han sido traducidas y añadidas al escrito.
En cuarto lugar, se han añadido ciertas notas
explicativas de algunas partes peculiares de los consejos
dados por estos autores.
3. S
La obra que el lector tiene en sus manos es una obra
sumamente recomendada por hombres de peso, como lo
fueron Joseph Caryl, el escritor del titánico comentario de
Job, proporcionando un imprimatur a esta obra;[10] y
teólogos de la asamblea de Westminster como Jeremiah
Whitaker, y el mismo Henry Scudder, recomendando la
primera parte de esta obra escrita por ese joven llamado
Caleb Grantham.
Además, para aquellos amantes de los puritanos, ¿se
han preguntado alguna vez qué consejos podrían haber
dado los puritanos para este tema tan peculiar como lo es el
de buscar pareja? Pues acá tenemos una obra única en su
tipo. La sabiduría proporcionada en este escrito
indudablemente será de mucha edificación para aquellos
hermanos solteros que desean saber cómo proceder en
este asunto de la búsqueda de esposa de manera bíblica.
De la misma manera, es útil para las hermanas solteras
con el propósito de que puedan ver y percibir cómo un varón
que desea pretenderlas debe conducirse para con ellas, y
también en la consideración de muchos de estos consejos
para la práctica de ellas.
Y, además, será de mucho beneficio para los padres, de
modo que puedan enseñar y aconsejar a sus hijos sobre
cómo deben proceder en este asunto de tan gran
importancia de una forma que puedan agradar al Señor.
Scudder dice: «Si contraen matrimonio según las
instrucciones dadas anteriormente por aquel joven santo
(ahora con el Señor) que él tomó de la Palabra de Dios, y
viven en un estado matrimonial según estas instrucciones
presentes tomadas de las mismas Sagradas Escrituras,
vivirán de manera confortable entre sí y serán una bendición
entre sí, y añadirán mucho a la felicidad del otro aquí en esta
vida».
Indudablemente no se puede decir lo suficiente en cuanto
al beneficio de este escrito para nuestra época actual.
Vivimos en días en los que muchos hermanos proceden en
este asunto guiándose en lo que el mundo enseña, incluso
de manera inconsciente. Y debido a esto último no es de
asombrarnos la gran cantidad de malas elecciones de
muchos hermanos, para luego verlos desdichados y
angustiados, ya sea por el rompimiento de alguna relación
entre hermanos en la fe, o quizás por la caída de pecados
groseros, o tal vez por el ser de tropiezo para otras
personas por sus actitudes, y todo por seguir la corriente de
este mundo. Pero todavía peor es la ligereza de los padres
en este asunto, quienes, de la misma manera que los
anteriores, se rigen por lo que el mundo piensa al respecto,
proporcionando consejos insustanciales y antibíblicos, y
adaptándose a las costumbres impías de la sociedad. Y de
esta forma guían a sus hijos como ovejas hacia el matadero.
Es nuestro ruego que esta pequeña obra que enviamos
al mundo pueda dar su fruto para la gloria del Señor, de
manera que muchos le encomienden este asunto a Él y le
busquen a Él por sabiduría y consejo en esta decisión y
elección de gran importancia, de la que, como muchos han
dicho, depende mucho nuestra desdicha o nuestro consuelo
en la tierra, depende nuestra maldición o nuestra bendición.
Al Señor sea solamente la gloria.
4. N
Queremos hacer de consideración al lector que P D
P es una editorial autosostenida, de modo que
no dependemos económicamente de ninguna institución,
solamente de las ventas de estos escritos. De la misma
manera, el trabajo detrás de la publicación de escritos como
estos es enorme, que va desde la traducción, revisión,
corrección, edición, etc., con el fin de cada escrito pueda
llegar al lector con la mayor calidad posible. Por lo tanto,
primeramente agradecemos profundamente de antemano a
aquellos que han tenido bondad para con nosotros en
comprar este material. En segundo lugar, exhortamos a no
piratear estos materiales, dado que nos afecta grandemente
para seguir publicando dichos escritos. En tercer lugar,
pedimos sus oraciones para con la editorial para tener la
capacidad de traer estas obras edificantes. En cuarto lugar,
damos la gloria al Señor por permitirnos y darnos el privilegio
de edificar a Su pueblo en diferentes partes del mundo de
esta manera. Solo a Él sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
D
Al excelentísimo J ,
Conde de Exeter, Barón de Burley, etc.

Noble señor,
Muchos, cuyos ojos están puestos en su señoría,
reconocen la buena mano del Señor para contigo, no por
conferirte eminencia de honor en tu minoría de edad (por así
decirlo, antes de tu tiempo), sino por darte un serio espíritu
de discernimiento muy por encima de tus años, por lo cual
ellos conciben gran esperanza. Y elevan muchas oraciones
al Señor para que Él en el debido tiempo te presente en
público como instrumento escogido en la mano de tu Dios,
para que obres dignamente en Efrata y seas famoso en
Belén (Rut 4:11).
Entre otros, los editores de este pequeño tratado (parte
del cual son las meditaciones de un joven piadoso, ahora
con Dios, y el resto la labor de un reverendo teólogo) para
declarar su gran afecto a su señoría, me han importunado
para que recomiende este tratado a su honor, concibiendo
que bajo el nombre de su señoría estas meditaciones no
solo pueden aparecer al mundo con algún acceso de
esplendor, sino que la influencia que pueden tener sobre
algunos por este medio pueda resultar más disponible.
El tema que nos ocupa trata sobre la elección de aquello
que apenas ha entrado en tus pensamientos serios, pero es
de sabios acumular buenas reglas antes de que necesites
usarlas. Los marineros aprenden sus destrezas antes de
lanzarse a las profundidades; todos los artistas estudian la
teoría antes de la práctica; los hombres sabios están mucho
tiempo en la contemplación antes de aventurarse a la
acción. Esta es una regla conocida: la deliberación debe ser
larga donde la determinación puede estar solo una vez; y
donde no hay admisión de segundos pensamientos para
revertir un error anterior, los primeros pensamientos deben
ser cuidadosos para que se evite el error.
Entretanto, antes de que el Señor incline tu corazón a
pensar en alguna elección en ese sentido en la tierra, te
rogamos que hagas tu elección en el cielo, de modo que el
Señor Jesús pueda ser el guía de tu juventud y, por
consiguiente, el Dios de tu edad, para que Dios pueda decir
de ti lo siguiente: «Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu
juventud, del amor de tu desposorio» (Jer. 2:2).
Ciertamente no puede ser algo menospreciativo para el
más grande de los hombres desposarse con el gran Dios,
contraer alianza espiritual con innumerables compañías de
ángeles y almas hechos perfectos (Heb. 12:22-23) y
emparejarse con Aquel «de quien toma nombre toda familia
en los cielos y en la tierra» (Ef. 3:15).
Satanás ha hecho todo lo posible para marcar a los
siervos de Dios con la ignominia y para disuadir a los
hombres de calidad de poseer el camino llamado santo. No
hace mucho que algunos de nuestros nobles (E. M.),
eminentes por la piedad, compararon nuestra época con los
tristes tiempos de Salviano, en los que la queja era que los
grandes hombres se veían obligados a ser más
pecaminosos con el propósito de no ser considerados como
menos honorables.
Pero Dios ha comenzado a quitar el oprobio de Su
pueblo de la tierra, y no hay duda de que hará de Sus
siervos una excelencia eterna, cuando los hombres de
habilidades carnales sean hechos aborrecibles a toda carne
(Is. 66:24).
No puedes hacer ninguna elección más elevada, ni es
posible que empieces demasiado pronto a amar a Aquel que
te ha amado desde toda la eternidad. El amor, de todos los
afectos, es el más activo, y en la juventud es el
predominante. [El amor] está inquieto hasta que se
establece. Y si se establece en algún lugar por debajo de
Cristo, se envilece a sí mismo. Y puede ser fácilmente
cautivado, pero no puede ser fácilmente desengañado. ¡Qué
pena es que esas corrientes vitales corran por un canal que
desciende hasta las Cámaras de la muerte!
Espero que el Padre de las misericordias cuide su
señoría y te diga como antaño a Su iglesia: «Ciertamente,
este es un tiempo de amores» (Ez. 16:8). Tu piadosa madre,
a la que puedo llamar verdaderamente una «Señora
elegida» (2 Jn. 1:1), es para su señoría como otra Mónica
para San Agustín: «Tú eres el hijo de muchas oraciones». Y
como Salomón lo fue para Betsabé, tú eres el hijo no solo de
su vientre, sino de sus votos (Pr. 31:1-2). Ella ha aprendido
a amarte en el Señor y para el Señor.[11] Los anhelos de su
alma se inclinan a tu bien espiritual y eternal.[12] Es uno de
sus mayores consuelos en la tierra, que ella tenga tal hijo
que la llame madre. Pero será mucho mayor, incluso la
corona de su gloria, verte hijo adoptivo del Padre eterno, y
que Dios te haya honrado, incluso en tu juventud, para
obtener una herencia entre los santificados.
Has quedado en la familia de tu padre, con tu hermana
esperanzadora, como las únicas ramas de muchos, que
hace tiempo han desaparecido de entre los hombres. Y
cuando el ángel destructor estuvo hiriendo a todos, el Padre
de misericordias te miró y dijo: «No lo destruyas, porque
bendición hay en él» (Is. 65:8).
El Señor se complace en colmarte de todas las
bendiciones espirituales en las cosas celestiales, y hacer
que cada día parezca más y más que Dios te ha reservado
para ser bendecido, y para ser una bendición para tu familia,
para tu país y para los reinos. Y cuando su señorío se
establezca en el mundo, podrás comenzar con la resolución
establecida de Josué: «Yo y mi casa serviremos al Señor»
(Jos. 24:15). Y para que muestres la gracia de Aquel que te
llamó de las tinieblas y de la sombra de la muerte a Su luz
admirable, para que los que observan tu señorío vean que la
grandeza y la bondad, así como son inseparables en Dios,
no son incompatibles para los hijos de los hombres. Que te
regocijes así por encima de toda grandeza, que tengas tu
nombre escrito en el libro de la vida de Cordero, y puedas
mirar más allá de la muerte y de la tumba, y ver tu mayor
porción en la eternidad, esa es la ferviente oración de…

El siervo de su señoría
[13]
J W
A
Estas instrucciones siguientes, que enseñan cómo hacer
una sabia y piadosa elección de un cónyuge adecuado en el
matrimonio, fueron puestas en mis manos por un amigo
cercano del autor, para considerar si eran apropiadas para
hacerse públicas y para dar mi juicio al respecto.
Quedé muy impresionado con la solidez, sencillez,
claridad, plenitud y buena compostura de ellas. Y creo que
pueden ser de excelente utilidad para poner a las personas
solteras en el camino de Dios, el único camino correcto para
entrar en el honorable estado del matrimonio. Este es un
asunto de la mayor consecuencia para la felicidad o miseria
del hombre en esta vida, según se haga bien o mal.
El compositor de estas reglas o instrucciones excelentes
fue un joven muy ingenioso y santo, de buen aprendizaje y
capacidades extraordinarias. [Este joven] estudió de
antemano estas reglas y las practicó. [Estas reglas] las
había recogido de los oráculos de Dios, e hizo que Dios le
acompañara, pues le dio una esposa según su deseo, con
la que vivió poco tiempo, placiendo al Señor en favor para él
de apartarlo del mal venidero.
«La memoria de los justos es bendita» (Pr. 10:7).
Algunos erigen monumentos en mármol, para que sus
nombres sean recordados perpetuamente. Y en algunos
lugares se acostumbraba que, en sus duelos por sus amigos
muertos, se presentaran y mostraran algunas de sus obras
más excelentes que realizaron mientras vivieron (Hch. 9:39).
Creo que no se puede erigir un monumento mejor, ni se
pueden utilizar mejores medios para preservar el nombre de
este hombre —el más precioso, dulce y siempre vivo, y el
más provechoso para la posteridad—, que hacer pública su
obra a las iglesias de Dios.
Estas [instrucciones] son tales que servirán igualmente
para dirigir a una mujer soltera en su aceptación y la
elección de un esposo. [También servirán] para enseñar a
los padres cómo hacer elección de esposos y esposas para
sus hijos. Así mismo [servirán para] dirigir a un hombre para
hacer una buena elección de una esposa.
Recomiendo a todos la práctica de este nuestro
hermano para su imitación, que cada uno estudie y se
esfuerce por conocer y hacer las obras y deberes de los
lugares y condiciones en que Dios los ha puesto, de modo
que puedan caminar con Dios y agradarle al respecto.
Entre las evidencias secundarias de estar en estado de
gracia y de ser aceptado por Dios, no conozco ninguna más
clara y cierta que esta: que un creyente en Cristo Jesús
añade a su fe un cuidado consciente de agradar a Dios en
el buen desempeño de la obra de su llamado y relación
particular.[14]
No creo que un hombre tenga más poder de la piedad
que el que se esfuerza respectivamente por manifestar en el
llamado y condición de vida particular en que Dios lo ha
colocado, así como en su vida en general.
El hombre recto, así como se guardará de su iniquidad
(como David lo hizo [Sal. 18:23]) —es decir, iniquidad a la
que por su corrupción natural era más propenso, y a la que
por la condición particular de su vida estaba más tentado y
en mayor peligro—, así mismo su cuidado específico será
cumplir con el deber de su propio lugar, hacer esa obra que
Dios en especial le ha dado para que haga (Jn. 17:4).
El apóstol, en diversos lugares, después de haber
expuesto la doctrina de la fe, exalta la doctrina de las buenas
obras. Primero, más generalmente, como los efectos y
evidencias de una fe viva, y luego desciende a los deberes
particulares de los hombres y las mujeres, de acuerdo con
sus distintos rangos y relaciones —como de las esposas
para con sus esposos, y de los esposos para con sus
esposas; de los hijos para con los padres, y de los padres
para con sus hijos; de los siervos para con sus amos, y de
los amos para con sus siervos (Ef. 5:21-6:9; Col. 3:18-25;
Tit. 2:9-10)— como efectos y pruebas de la verdadera
santidad.
Donde no se practica la buena conducta en general, la fe
no está viva, sino muerta. Y si alguien piensa que tiene fe y
no tiene obras, se engaña a sí mismo (Stg. 2:17). De la
misma manera, si piensa que tiene obras debido hace
muchas de las obras de santidad y justicia a las que lo lleva
su llamado general a la cristiandad, pero no hace la obra que
Dios particularmente le ha dado que haga, también se
engaña a sí mismo y puede temer que la santidad y justicia
que parecía tener no sea sana.
Quienquiera que desee hacer uso de estas instrucciones
para hacer una buena entrada en el matrimonio, creo que
estará tan deseoso de saber cómo vivir como conviene a
los cristianos cuando se casan. Por lo tanto, para ayudarles,
he añadido al final de estas instrucciones algunas otras
sobre los esposos y las esposas, su amor y su vida juntos,
de modo que puedan agradar a Dios y vivir de manera
confortable y feliz en el matrimonio.
Estas dos instrucciones las recomiendo a todos los que
deseen información al respecto y también las recomiendo a
ustedes. Que estas les sean bendecidas por Dios, el
creador de la ordenanza del matrimonio, a quien debe
atribuirse, como es debido, todo el honor y la gloria ahora y
por siempre.

Suyo para servirles en el Señor


H S
Pastor de Collingburn-Ducis, en Wilts
23 de julio del 1644
P 1:
Instrucciones para las personas
solteras
1
C
D
«Las casas y las riquezas son la herencia de
los padres, y una esposa prudente proviene
del Señor».

P 19:14

Cada fin tiene su propio camino y los medios que le


corresponden. No todos los caminos conducen por igual al
mismo fin. Hay un camino contrario que nunca te llevará a él.
Hay un camino torcido e indirecto que quizás con muchos
problemas y trabajo [te lleve]. Pero hay un camino recto y
directo, y este es el camino que, con tranquilidad y placer, te
llevará a tu fin deseado. Este es el camino que todos los
hombres buscan, pero que pocos pueden encontrar.

Ahora bien, si [quieres] casarte, debes casarte en el Señor,


con una esposa piadosa, con [alguien con] quien puedas
comenzar tus días con gozo, continuarlos en tranquilidad y
terminarlos con consuelo. Si este es el fin de tus
pensamientos, entonces ciertamente el camino más directo
y recto para obtener [dicha esposa] será buscarla en Dios.
No son pocos los alicientes que nos mueven a este camino.
1. D

[Dios] es quien mejor puede guiarte y dirigirte en cuanto a


encontrar una [esposa buena y piadosa]. Ella es una flor que
no crece en cualquier jardín o una hierba que no crece en
cualquier campo —ella no se encuentra en cualquier hogar
—. Puedes buscarla por mucho tiempo y quedar defraudado,
a menos que Dios te dirija.
2. S D

Ella no puede ser obtenida de otro sino de Él. [Dios] es el


gran Señor, en cuya familia están todas las personas
prudentes, sabias, virtuosas y piadosas que se pueden
desear. Y si quieres tener una de estas [personas],
esfuérzate por obtener Su favor y, por consiguiente, hallarás
una esposa piadosa: «El que halla esposa halla el bien, y
alcanza la benevolencia de Jehová» (Pr. 18:22). No hay
duda de que en otras familias podrás encontrar una esposa
rica y una esposa hermosa, pero una esposa prudente
proviene del Señor: «Las casas y las riquezas son la
herencia de los padres, y una esposa prudente proviene del
Señor» (Pr. 19:14).
3. B D

Este es el camino más fácil para encontrarla. Las


misericordias, aunque grandes, cuando no pueden sino
obtenerse con gran dificultad, nos desaniman en la
búsqueda de ellas o bien disminuye la dulzura en el disfrute
de ellas. Pero ¡con cuánto contentamiento y deleite se llena
el corazón cuando aprehende una gran misericordia,
cayendo en su regazo! Si quieres obtener una esposa
piadosa (que es la mayor de las misericordias temporales),
este es el camino más descrito de manera breve:
permanece tranquilo, busca y espera, y al final verás, por así
decirlo, a Dios trayéndola en Su mano y ofreciéndotela.
Vemos que Adán dormía mientras Dios le traía a Eva:
«Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre
Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y
cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios
tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre» (Gn.
2:21-22).
4. D D ,

No se puede decir que la han encontrado a no ser que se


haya buscado así [en Dios]. No hay duda de que muchos
han deambulado y vagado por este ancho mundo, buscando
en todos los lugares y echando los ojos en todos los
rincones a través de la ciudad y el país, el pueblo y la villa.
Pero después del escrutinio más diligente, ¿qué han
encontrado al final? Quizás [han encontrado] riquezas. ¡Ay,
eso se desvanece! Puede ser [que han encontrado]
privilegios, lo cual es una carga. Quizás [han encontrado]
belleza, lo cual es vanidad, en el mejor de los casos. O
quizás [han encontrado] civilidad, lo cual no es más que
impiedad cubierta de oro. Incluso, si al final tropiezan con
una esposa piadosa, si no la buscan así, no la disfrutarán
por mucho tiempo o no tan confortablemente a causa de
muchos ingredientes amargos que Dios arrojará en ello, que
de otro modo podría haber sido una dulce porción.
5. S D ,

[Si te conduces] de manera contraria, puedes encontrar una


maldición en lugar de encontrar una bendición. ¡Qué mayor
bendición es gozar de una ayuda adecuada, alguien que
pueda alegrar tu corazón en este tu peregrinaje, alguien que
pueda acompañarte y animarte en el camino, cuando estás
dando muchos pasos cansados hacia la tierra del
descanso! Pero, por el contrario, ¡qué maldición más
pesada bajo la cual puedes sufrir, a qué irritación más fuerte
puedes ser sometido que a un yugo desigual! Esto es lo que
amargará todos tus consuelos, te privará de todos tus
deleites, te robará todos tus contentamientos e incluso hará
de tu vida fatigosa y de tu muerte desagradable.
6. A D ,

De ahí que los que buscan de otra manera, heredan tanta


ansiedad y aflicción en su búsqueda, quienes en lugar de
implorar la ayuda y la asistencia de Dios, emplean su propia
inteligencia en idear la manera de lograr sus deseos. Y si
sus fines fracasan y sus expectativas se frustran, ¡cómo se
perturban con el pensamiento de ello, sus espíritus se ven
embotados e insensibilizados, sus mentes se ven
completamente perdidas en lo que desean encontrar,
consumen y desgastan todo su consuelo y contentamiento
en la búsqueda de lo que ahora se vuelven incapaces de
alcanzar! Quedan despojados de sí mismos, de sus
consuelos y quizás de su inteligencia, todo a la vez. Por lo
que al final se hacen más aptos para el manicomio que para
el lecho matrimonial. Cuando, por el contrario, los que se
proponen buscarla de Dios, disfrutan de mucho placer y
tranquilidad en la búsqueda, de contentamiento en el
hallazgo y de consuelo en la posesión.
7. A D ,

[Al conducirte de esta manera] le rindes la debida


reverencia, reconociéndolo como tu supremo gobernador y
acudiendo a Él como los hijos para con los padres para que
los guíe y los dirija en todos sus asuntos. Esto es algo que le
agrada. Pero, por el contrario, si nos precipitamos en tales
asuntos de peso y nos aventuramos en cosas de tan gran
importancia sin informarle de ello, o buscarlo para ello, o
implorar Su ayuda y asistencia para llevarlo a cabo, ¿qué es
esto sino quitar Su yugo de nuestros cuellos, desechando
toda obediencia y sujeción a Él, como si no dependiéramos
de Él y, por lo tanto, como si despreciáramos toda dirección
de Él?
8. A D ,

En último lugar, sin importar lo que suceda, puedes


encontrar consuelo en esto, sea ella virtuosa o viciosa. Si
ella es virtuosa, entonces el consuelo fluirá por todos lados.
Gran consuelo redundará para ti. De modo que le agradó a
Dios de manera llena de gracia escucharte y darte una
prenda tan favorable de Su amorosa bondad. Cada vez que
la mires, podrás con regocijo mirar a Dios y decir: «¡He
aquí, esta es la esposa que Tú me has dado!», y podrás
bendecirle por haberte dado una herencia tan piadosa.
Si es viciosa, pero tienes el testimonio interno de tu
conciencia, que te atestigua que sinceramente
encomendaste tu camino al Señor y te apoyaste en Él para
que te guiara en ello, he aquí que puedes aseguradamente
tener consuelo de que todo será para tu bien. Aquel que te
llevó a esta condición, te sostendrá en ella. Él aligerará el
peso de tu carga o fortalecerá la debilidad de tus hombros.
Pero si esta red de aflicciones ha sido tejida por ti
mismo, si por tu propia negligencia has faltado en gran
medida a tu deber para con Dios, y si por medios indirectos
has atraído esta cruz sobre ti y Dios no la ha puesto sobre ti,
entonces pon tu mano sobre tu boca y sométete
pacientemente, el arrepentimiento es más adecuado para ti
que el consuelo.

Ahora bien, ¿quién no se convencerá fácilmente de que no


hay curso como este para la procuración de una esposa
piadosa? Sería bueno que nuestros corazones pudieran tan
fácilmente ser llevados a la práctica de esto como nuestras
mentes ser llevadas a la verdad de esto.
2
C
,
D
Pero aquí cabe preguntarse: «¿Cómo o de qué manera
todos los que desean esta bendición deben buscar a Dios y
tratar con Él?»

El único camino para esto —así como para todas las otras
misericordias— es la oración. Este es un medio bajo el cual
bien puede escribirse: Probatum est [Es algo aprobado].
Pues rara vez alguien que diligentemente se aplicó a este
camino, fracasó en su fin. Por lo tanto, que sea tu esfuerzo
de la mejor manera que puedas, dirigir tus súplicas a Él para
este propósito.
1. P ,D

[Ora] para que Él te conceda sabiduría y entendimiento en tu


elección (porque solo los sabios en la elección aseguran
sus alegrías), de modo que, cuando alguna [persona] se
presente a tu vista, tu corazón no se vea cautivado por su
belleza, riquezas o dotes naturales, como para ser
descuidado y negligente en la búsqueda y el
escudriñamiento de lo que es lo principal: la gracia en su
corazón. Que [la gracia] sea la única perla oriental que brille
tan resplandeciente a tus ojos. Si en verdad no tuviéramos
más que una substancia corporal, entonces la belleza, las
riquezas, el honor y cosas semejantes, podrían ser de
manera principal las más deseadas y buscadas, ya que son
las cosas más agradables y deleitosas para el sentido. Pero
estamos dotados de un alma muy noble, demasiado elevada
para alimentarse de tales cáscaras. Todo esto no
proporcionará más sabor que lo blanco de un huevo. Por lo
tanto, se deben proporcionar otros manjares, es decir, se
deben buscar otras características que puedan ser más
adecuadas para esta noble facultad. ¿Y qué puede ser eso
sino la gracia? Solo [la gracia] es el manjar con el que
prospera el alma. Por consiguiente, ¿el más grande de
nuestros deseos y el mayor de nuestros esfuerzos deben
ponerse a lo que alimentará el cuerpo, pero envenenará el
alma? ¿Deben ponerse a lo que alimentará al esclavo, pero
matará de hambre al niño? ¡Dios nos libre de ello! Sin
embargo, muchos proceden y procederán así si Dios nos
retira Su sabiduría y nos entrega a nuestra propia necedad.
2. P ,D

Además, ruega a Dios que nunca una tus afectos a nadie


cuyos afectos no han sido unidos a Él mismo, de modo que
tu amor se vea sincero como nunca para con alguien cuyo
amor no es sincero para con Dios. Y [debes orar por esto]
debido a que muchas veces vemos que puede haber un
cadáver podrido debajo de un sepulcro hermoso, que puede
haber veneno mortal debajo de una piel suave, que puede
haber hiel y amargura en el corazón de alguien cuya boca
derrama miel y como la que destila del panal, que puede
haber hipocresía repugnante debajo de las apariencias
hermosas de sinceridad: Y [también debes orar por esto]
porque solo Dios escudriña el corazón y prueba las
entrañas, nosotros solo podemos juzgar por las apariencias
externas. Por tanto, desea de [Dios] que escudriñe y pruebe
[dicha persona], y que vea si hay en ella algún camino de
iniquidad, y te lo revele, para que tus afectos no sean como
los ojos de algunos hombres: extraviados con un fuego
falso.
3. P ,D

Por otro lado, si descubres que evidentemente se muestra


que la veracidad de la gracia aún no ha operado en su
corazón, entonces ruega encarecidamente a Dios que retire
tus afectos y los atenúe. Pues es dudoso que tu corazón
sea sinceramente lleno de gracia, si tus afectos pueden ser
sinceros para con los que carecen de gracia. No arrojes las
riendas de tu amor sobre el cuello de tus afectos, sino ruega
a Dios que el que somete todas las cosas a sí mismo
someta tus afectos y los someta a Su voluntad, de modo que
puedan ser como el siervo del capitán, que va y viene a su
disposición.
4. P , D

Pero, por otra parte, si te has involucrado de tal manera que


no te es posible ni lícito retirar tus afectos y, sin embargo, no
puedes percibir evidentemente que hay veracidad de gracia
en su corazón, entonces duplica tus peticiones delante de
Dios. Ora y ruega fervientemente para que le conceda Sus
misericordias distintivas, que implante las semillas de la
gracia salvífica en su corazón y las haga mostrarse en su
vida. No des tregua ni en la noche ni en el día, no des sueño
a tus ojos, ni adormecimiento a tus párpados, hasta que
hayas obtenido esto para ella. ¿Qué compañerismo tiene la
luz con las tinieblas, o Cristo con Belial? (2 Co. 6:14-15). Sí,
amplía tus peticiones a Dios, para que primero Él la una a
Cristo antes de unirla a ti; para que primero la case con Su
Hijo antes de casarla contigo; para que la haga una con Él
antes de hacerla una contigo; para que los haga miembros
de una cabeza antes de hacerlos un cuerpo; para que
puedan ser ambos un solo espíritu antes de ser una sola
carne; para que primero una sus corazones y luego una sus
manos.

Por otro lado, si por medio de un escudriñamiento diligente


se ve claramente que Dios ha hecho más de lo ordinario por
el alma de ella, de modo que hay impresiones de una nueva
criatura estampadas en ella y que los dolores del nuevo
nacimiento han terminado, entonces lo principal está hecho.
3
C

Sin embargo, no todo tu trabajo está hecho. No puedes


sentarte en seguida y concluir: «Esta es una esposa para mí
y yo seré un esposo para ella». No; todavía hay que hacer
más averiguaciones. Pues, así como no puedes elegir a
nadie que no sea piadosa, tampoco puedes elegir a
cualquiera que lo sea. Ella puede ser buena, pero no buena
para ti; ella puede ser una esposa idónea, pero no idónea
para ti. Por tanto, amplía aún más tus peticiones, para que
Dios te provea no solo de una buena esposa, sino de una
esposa idónea, idónea en todos los aspectos.
1. I
En cuanto a la edad, una cabeza verde no encaja con un
cabello gris, ni solemos injertar plantas jóvenes en cepas
viejas. Ver unidos la juventud a la vejez es una cosa no
menos ridícula para los demás que incongruente en sí
misma. Tales emparejamientos nunca agradan a nadie más
que a las partes, e incluso solo les agradan por un tiempo.
2. I
Sería conveniente una idoneidad no solo en cuanto a la
edad, sino también en cuanto la familia. Las aves de un
mismo plumaje se juntan, pares cum paribus [los iguales se
juntan]. El águila no se alegrará con un gorrión, ni es
apropiado que un asno se asocie con un león, ellos rara vez
se unen sin confusión, lo cual es comúnmente el suceso de
tales emparejamientos desiguales, que comienzan con la
discordia de los padres y terminan en su mayor parte en la
disensión de las partes.
3. I
Busca idoneidad en cuanto a los bienes en cierta proporción
igual. Aunque no se deben buscar principalmente los medios,
tampoco se deben descuidar del todo.
a. No te cases con alguien que no tenga nada
No te cases con alguien que no tenga nada, para que no
sea considerada como nada por ti o por tus familiares.
Raquel no fue tan despreciada por su vientre estéril como
muchas lo son ahora por su cartera estéril.[15]
b. No busques casarte con alguien con más bienes que tú
Por otra parte, nos busques a alguien cuyos bienes
sobrepasan con creces al tuyo (Jer. 45:5). Ciertamente, si
Dios por Su providencia te trae a alguien así, puedes
abrazarlo. Pero una cosa es buscarlo y otra cosa es que te
lo traigan a ti. Pero este es el refugio que la mayoría de los
hombres desean, y en esto yace la roca en la que muchos
hombres tropiezan. Algunos son tan deseosos de las
riquezas, que ninguna porción competente les sería útil.
Pero al tener muchas propuestas grandes, todavía
permanecen insatisfechos y, por consiguiente, mientras
codician todo, al final quizás pierden todo. Por tanto, hay
peligro en buscar. ¿Qué hay entonces en encontrar una
esposa ricamente cargada? No hay duda de que este dicho
es verdad: Non videmus manticae quod in tergo est [No
vemos la alforja que hay en nuestras espaldas].[16] En otras
palabras, no vemos esa parte de la cartera que está detrás,
sino que vemos la parte delantera de su cartera cargada de
riquezas. Y en ello fijamos nuestros ojos, sin cuidado ni
deseo de mirar más allá. Pero si fuéramos sabios y
pusiéramos los ojos en la parte que está detrás, la veríamos
llena de penas y problemas en toda su extensión, empujada
hacia abajo y hacia arriba, si no atropellada.
Cuántos inconvenientes acompañan a tales matrimonios,
lo saben mejor aquellos que experimentan su peso y gimen
bajo su carga. Sin embargo, hay algunos [inconvenientes]
que la razón y la experiencia diaria nos informan:
En primer lugar, corres el peligro de perder todo el
derecho de respeto que se te debe, ya que en lugar de
reverenciarte, te faltará al respeto; en lugar de hacerte su
cabeza, te pondrá a sus pies.
Y dado que ella en riquezas pesa más, ella en autoridad
para procurará imponerse más. Ella cuyo deseo debe ser
para ti, ahora el tuyo debe ser para ella (Gn. 3.16). Y dado
que ella te ha traído tus bienes, ella se encargará de
consumir tus bienes sin control.
Y si con palabras o acciones manifiestas tu aversión,
pronto encontrarás con esto la pérdida de tu paz y aumento
de tus angustias y molestias cotidianas. Ciertamente, esta
llama subirá a un extremo mayor, si no hay gracia que la
mitigue.
4. I

Debe haber una armonía con su constitución y disposición.


Dos naturalezas apasionadas no se llevarán bien. Similar en
gran medida al encuentro de dos piedras de molino: cuando
no hay maíz entre ellas, pone en peligro la puesta en marcha
de todo el molino. Poca paz y grandes problemas es la
porción de esa familia donde tales se unen. Tampoco dos
cuerpos melancólicos se adecuan bien. Cuando alguna
adversidad o problema les acontezca, ¿cómo serán
capaces de soportar la carga de uno al otro o consolarse
entre sí, cuando la melancolía (el alimentador de la aflicción)
es tanto predominante en uno como en el otro?
Mediante esto, pues, puede mostrarse claramente que
es un asunto de gran importancia. La sabiduría no es más
necesaria y beneficiosa, ni la imprudencia es más odiosa en
cualquier cosa que en esto. Pues, una vez hecho, no puede
deshacerse. ¿Por qué es que cada esquina casi hace eco
de estas quejas u otras similares? Uno dirá: «Ojalá nunca
hubiera visto tu rostro». Otro dirá: «Nunca disfruté de un día
alegre desde que te conocí». Un tercero dirá: «Ojalá no me
hubiera casado». Algunos se lamentan de su condición con
lágrimas, otros se enfurecen con juramentos, y un tercero
se encoleriza con maldiciones. Todo lo cual no es otra cosa
que el fruto de un cerebro indiscreto e imprudente, que saltó
antes de mirar y, por consiguiente, se precipitó en su propia
ruina.
4
C

Ahora bien, si Dios ha sido tan misericordioso contigo por


tus oraciones diligentes como para traer a tu vista y a tu
ofrecimiento alguien dotada de todas esas cualidades antes
mencionadas y, por lo tanto, de todas las maneras
adecuadas para ti, antes de que te dispongas a cortejarla,
corteja tanto a tus familiares como a sus familiares.
Esfuérzate por obtener su libre voluntad y consentimiento
para ello.
Conoces el siguiente proverbio: «Los bienes robados no
prosperarán». Si la tomas sin el consentimiento de sus
familiares, ella no es mejor que robada, porque
violentamente tomas de ellos lo que no te dan
voluntariamente. ¿Y cómo puedes esperar que una
bendición acompañe a este emparejamiento robado?
Además, si te entregas a ella sin el consentimiento de tus
familiares, les robas su privilegio y te conviertes en tu propio
tallador, algo contrario a las reglas de la razón y a la Palabra
de Dios.
Va contra las reglas de la razón. Pues ¿qué más
razonable que un hombre disponga de lo suyo, y qué más
suyo que sus hijos? Los padres tienen derecho debido a que
ellos los trajeron al mundo, ellos salieron de sus propios
lomos y fueron alimentados de sus propios senos. Ellos han
sufrido mucho y han hecho mucho por ellos. ¡A cuántas
enfermedades y débiles desmayos fueron sometidos en la
concepción de ellos! ¡Cuántos dolores terribles y penosos
acompañaron su nacimiento! ¡Con qué diligente cuidado,
fervorosos esfuerzos y frecuentes gastos fueron ellos para
su educación! ¡Cuántas noches de vigilia, fatigosos
descansos, tediosos pensamientos, tristes lágrimas y
fervientes oraciones han derramado por ellos! No es digno
del nombre de hijo aquel que, habiendo recibido tanto de sus
padres, no lo reconozca con toda la sumisión posible. ¿Y
qué mejor testimonio de tu reconocimiento puedes dar que
este: el de someterte a aquel que (bajo Dios) ha sido la
causa de tu existencia y tan fervientemente procura tu
bienestar?
Es parte del deber de los padres proveer oportuna y
cuidadosamente en este asunto para sus hijos. Así lo hizo
Abraham por su hijo Isaac (Gn. 24:2-3);[17] también Isaac por
su hijo Jacob (Gn. 28:1-2);[18] y Agar por su hijo Ismael (Gn.
21:21).[19] Y así como lo fue en cuanto a los hijos, así mismo
las hijas estaban a disposición de los padres. «Y dijo Caleb:
[…] yo le daré a mi hija Acsa por mujer» (Jos. 15:17). Y Saúl
dio a David a su hija Mical por mujer (1 S. 18:27).[20] Sí,
Noemí tenía cuidado de proveer para Rut, su nuera (Rut
1:12-13).[21]
¿Y no es entonces el deber de los hijos someterse a la
provisión de sus padres? Sí, ciertamente, así hizo Jacob
(Gn. 28:6-7).[22] Es más, se observa que el consentimiento
de los padres entre los paganos es un requisito para el
matrimonio: «Y habló Siquem a Hamor su padre, diciendo:
“Tómame por mujer a esta joven”» (Gn. 34:4), dando a
entender que a menos que su padre la consiguiera, él no
podría tomarla. ¿Y qué hacen sino amontonar aflicción para
sí mismos, y pena y dolor sobre las canas de sus ancianos
padres, aquellos que hacen lo contrario? (Gn. 26:34-35).[23]
Por tanto, considerando que es deber de los padres
proveer y tu deber el someterte, ruega a Dios que dirija los
corazones de tus padres para que se inclinen por alguien
que pueda ser idóneo y adecuado para ti, como se
mencionó antes. [También ruega a Dios] para que sus
corazones no se dejen llevar por alguna cosa en particular,
en el que se fijen más y que les guste más, ya sea la belleza,
el honor, los familiares, las riquezas o cosas por el estilo.
Pues muchos se ven cautivados por estas cosas en gran
medida, de modo que si ven que lo acompañan estas cosas
—aunque haya tanta falta de idoneidad y congruencia como
nunca—, se vean resueltos a que nadie más que ella [o
dicha persona] tendrá su consentimiento. Más bien, [ruega
para que] sus afectos se vean cautivados más con aquello
que lo merece más.
Y posteriormente desea que tus afectos puedan ser
adaptables a los de tus [padres], de modo que Él te lleve a
una disposición sumisa. Y no [te suceda] como algunos,
cuyos afectos, habiendo tomado la delantera, corren por sí
mismos en esta resolución desesperada: que lo que sea que
llegue a ser de ello, están resueltos, lo desestimen o
estimen, les guste o disguste, nadie los detendrá ni nadie los
impedirá. No hay duda de que donde tales resoluciones
desenfrenadas se encuentran en cualquiera de ellos, esto
claramente argumenta que Dios no fue buscado por
ninguno: ni del padre por el hijo, ni del hijo por sí mismo. Pero
ciertamente este es el fruto de la oración y en esto está el
dedo de Dios: cuando los pensamientos, intenciones y
afectos de ambos se encuentran dulce y armoniosamente, y
se hacen uno. La edificación de este emparejamiento será
como la edificación del templo, en el que no se oyó ni el
ruido del martillo ni el del hacha (1 R. 6:7). De la misma
manera sucederá con esto: todas las cosas avanzarán tan
próspera y fácilmente, que no habrá necesidad de un martillo
para empujarlas, y todos los obstáculos se disolverán de tal
manera que no habrá necesidad de un hacha para cortarlos.
5
C

Ahora bien, después de haber cortejado sucesivamente a


tus padres, procede a obtener la buena voluntad de la parte.
Pero, primeramente, asegúrate de que sea una persona a la
que tus afectos puedan unirse por completo. No permitas
que las riquezas te seduzcan, ni que la hermosura te
cautive, ni que los amigos te persuadan, ni siquiera que la
gracia te mueva a hacer de ella tu esposa, donde no
encuentres que tus afectos igualmente te atraigan a ella.
Pues donde el emparejamiento no comienza con el amor
total, allí las discordias discordantes en su mayor parte lo
terminarán. Primero, asegúrate de que tus afectos se
encuentren en ella. Posteriormente, esfuérzate para
conseguir los afectos de ella hacia ti. Este amor mutuo es la
base sobre la que esta estructura matrimonial debe ser
construida, y los pilares que deben apoyarla continuamente.
De hecho, es el núcleo mismo de este asunto. Aquel que lo
intenta sin esto, debe esperar que no pueda mantenerse
firme, sino que pronto se verá arruinado.

Y así como tu cuidado ha de ser obtener su buena voluntad,


así mismo debe ser tu cuidado la forma de obtenerla. Pues
en esto muchos muestran abundancia de flaqueza y un
montón de necedad.
1. F
a. No exponiendo tu parentela
Algunos declararán su parentela: de qué noble estirpe
proceden, cuán noble es su linaje, qué sangre real corre por
sus venas. Así por el honor buscan ganar a sus esposas.
b. No exponiendo tus riquezas
Otros abrirán sus tesoros, expondrán sus riquezas,
desplegarán delante de ellas sus ingresos, les declararán la
extensión y amplitud de sus posesiones con grandes
ofrecimientos y promesas, de modo que la quintaesencia de
todo ello será extraída para el uso y servicio de ellas. Así las
riquezas serán una red para atrapar sus afectos.
c. No exponiendo los privilegios que disfrutará
Algunos hacen del conocimiento de ellas los grandes
privilegios que obtendrán: de la libertad que disfrutarán, de
que todo lo que hay en la casa, en el campo o en la cartera
estará a su disposición, de que sin control alguno podrán ir y
venir, pasear y cabalgar a su antojo. Estos pretenden
libertad, pero intentan atarlas con seguridad a ellos mismos.
d. No con lisonjas
Hay otros que gastan su tiempo y esfuerzos en frecuentar a
las Musas, para que con su ayuda puedan componer
algunos poemas y anagramas habilidosos, adornados con
muchas expresiones pintorescas y lisonjas aduladoras,
pensando que con ellos pueden embelesar los afectos de
sus corazones dulces e inocentes.
e. No procurando cegarla y seducirla con regalos
Por otra parte, otros tratarán de ganar sus afectos no con
palabras, sino con actos. Ellos amontonarán sobre ellas
muchos presentes raros, les harán muchos regalos y les
darán muchos obsequios. Es más, ¡cómo sobrecargarán
sus carteras y forzarán sus ingenios, por así decirlo, sobre
bastidores, para idear qué regalos serán los más
aceptables, y qué presentes pueden ser los mejores imanes
para atraer sus afectos!
f. No usando gestos y comportamientos tontos, indignos y
ligeros
Hay otros que se esmerarán con halagos y seducciones
bajos acompañados de muchos gestos tontos,
[24]
comportamientos zalameros e indecorosos, frutos de un
cerebro débil, y una actitud ligera, como si tuvieran que tratar
con una niña simple y no con una doncella sabia.
g. No con solicitudes lujuriosas
Y si esto [anterior] no surtiere efecto, habrá algunos que
pondrán a trabajar sus pensamientos infernales en cómo
lograrlo, para tener su lujuriosa voluntad sobre ella,
pensando que entonces todo será seguro, como si tuvieran
que tratar con una prostituta descarada y no con una virgen
casta.
2. F
Hay muchos otros caminos y métodos que los más sabios
desconocen. El camino de un joven con una doncella es una
de esas cuatro cosas ocultas (Pr. 30:19).[25] Pero es de
temer que entre los muchos caminos que tantas personas
recorren, haya muy pocos que acierten.
Ciertamente, creo que este es el mejor camino. Es el más
seguro y el menos oneroso. Es un camino en el que la
abundancia de consuelo y contentamiento puede ser traída,
y en el que no se gasta o se desperdicia lo más mínimo. Al
buscar en otro método, muchos gastan la abundancia de
descanso y contentamiento, y al final pierden su objetivo.
Pero en este camino ganarán abundancia de paz y
comodidad, y rara vez o nunca fallarán en su fin.
a. Acude a Dios en oración para tener un cortejo sano
Acude a Dios y ruégale encarecidamente que [así como te
ha dirigido en las cosas anteriores, así mismo pueda dirigirte
en este asunto]. Así como hasta ahora te ha prestado Su
ayuda para guiarte y dirigirte a inclinar tus pensamientos en
una persona que esté piadosa y virtuosamente dispuesta y
una persona que en todo sentido sea idónea y apta para ti. Y
así [también] como ha tenido la misericordia de concederte
la buena voluntad y el consentimiento de los padres, y ha
eliminado todas las dificultades y escollos que pudieran
interponerse en el camino, de modo que ahora se te abre un
paso llano y sin obstáculos hacia ella y a ella hacia ti.
Deséale que, así como ha comenzado, así mismo termine la
obra.
[Deséale] que te guíe y te dirija a inclinarte por el camino
que puede ser más próspero en sí mismo y más agradable
para Él a fin de obtener los afectos de ella. Dile que sabes
que ni tus propios afectos ni los de ella están a merced del
otro, sino a Su disposición. [Dile] que Él es capaz de
dirigirlos y encauzarlos como le agrade. Por lo tanto, ruégale
que entrelace y una sus afectos entre sí en un lazo
inquebrantable que nunca pueda ser roto, en un nudo tan
firme que nada sino la muerte pueda disolverlo. Y [ruégale
que] no [sean] como algunos que, después de que sus
afectos han sido trenzados y el emparejamiento incluso casi
concluido, no sé si por sus padres, si por algún asunto trivial
o asunto monetario, o si por los partes mismas por alguna
pequeña disputa o prejuicio —quizás solo por la calumnia de
algunos, malévola para su futura felicidad—, han roto
precipitadamente todo que en ese momento presente,
aunque lo han tragado, quizás nunca lo habían digerido
completamente y, por consiguiente, ha generado en ellos
una cabeza desordenada, una mente inquieta y un corazón
descontento.
Además, dile que no intentas insinuarte en sus afectos ni
atraer sus afectos hacia ti mediante caminos propios
indirectos, ni mediante iniciativas ilícitas de los demás, sino
que se lo dejas a Él. Y así como muchos hacen a veces en
elegir a algún amigo especial para emplear en este asunto
de cortejar para ellos, así mismo debes escogerlo a Él como
tu amigo más especial, en cuyas manos te encomiendas
enteramente, confiándole todo el asunto y deseándole que
haga todas tus obras por ti.
Ahora bien, si Él parece que se demora, como si no
estuviera dispuesto a ocuparse de esto por ti, puedes
decirle que es contrario a lo que solía hacer antiguamente,
pues solía invitar a Sus siervos e hijos a que, cuando
tuvieran algún asunto importante que hacer, vinieran y
descargaran la carga sobre él (Sal. 55:22).[26] Dile que Él es
inmutable, que es Dios y no cambia y, por lo tanto, no puede
librarse de ti. Dile que confías en Él en cuanto a este asunto,
y preséntale Su promesa en la que ha dicho que nunca
defraudará a nadie que ponga su confianza en Él (Dt. 31:6;
Sal. 9:10),[27] y entonces estarás seguro de que no
empezará contigo. Dile que te pondrás a Su voluntad y que
esperarás en Él, sabiendo que el que cree no actúa con
apresuramiento. Dile que sabes que nadie puede unir tan
fácilmente tus afectos como Él. Si solo pronuncia la palabra,
se hará. Y si solo los une una vez, están unidos para el
propósito, nada podrá desatarlos: ni la enfermedad, ni la
pobreza, ni la miseria, ni la persecución, ni la prisión, ni
ninguna otra cosa que pueda separar sus cuerpos, nada
podrá separar sus afectos. Sí, además, deséale que una
sus afectos de tal modo y manera que puedas ver que es
solamente Su mano la que los une. Así te animarás a fijarlos
sobre ella como en alguien que Él ha provisto para ti. Sí,
hazle saber que así como hay muchas oraciones elevadas a
Él, así mismo hay muchas oraciones que aguardan sobre Él.
Y si Él cumple de manera gradual los deseos de Su pueblo,
Él con la mayor disposición se llenará de las alabanzas de
Su pueblo.
No hay duda de que aquel que se aplique en estos
caminos, los encontrará muy prósperos. Dios suele
coronarlos con éxito. Encontrarás más que una providencia
ordinaria acompañándote y actuando a favor de ti. Sí, puede
ser —más allá de tu expectativa— que veas y experimentes
una conjunción tan dulce de corazón y afecto, que la sola
contemplación de ello te complacerá y deleitará
sobremanera.
b. Procedan con honestidad
Cuando tú o tu amigo por ti hagan la propuesta a su familiar
o familiares (bajo cuyo poder ella se encuentra), o si se la
hacen a ella misma (estando ella en su propia facultad),
deben entonces proceder con honestidad. No se atrevan
por ningún medio a engañarlas para obtener el deseo de
ustedes, ya sea aparentando ser más religiosos y ser mejor
de lo que en realidad son, o haciendo que sus condiciones o
estados parezcan mejor de lo que son. No les oculten nada
que pueda causarles aflicción si se dan cuenta después del
matrimonio, o que puede darles motivos para decir que han
actuado con falsedad y engaño para con ellas.
c. Sean serios con toda amabilidad
Cuando te propongas y prosigas tu cortejo, sé serio, franco,
directo y discreto con toda amabilidad, pero no finjas más
amor del que en verdad le profesas.
6
C
D

Ahora bien, si al final Dios ha respondido a tus oraciones y


cumplido tus deseos, concediéndote una esposa virtuosa,
dándote el consentimiento de sus familiares y de tus
familiares, uniendo sus afectos con la mayor firmeza en un
dulce e inviolable vínculo de amor, de modo que ahora el
emparejamiento está hecho y disfrutas del deseo de tu
corazón, entonces no olvides tus resoluciones e intenciones
serios anteriores. ¿Acaso no resolviste, cuando estabas en
la multitud de tus pensamientos, enredado en tus afectos,
sorprendido con temores y dudoso de tus esperanzas, que
si Dios se complacía en calmar tus pensamientos, afirmar
tus afectos, eliminar tus temores y asegurar tus esperanzas,
que entonces le responderías con la gloria de ello con todo
reconocimiento agradecido? Acuérdate, pues, de lo que ha
salido de tu boca. Y así como Él ha convertido tu petición en
realidad, así mismo convierte tu resolución en acción e
inmediatamente bendícele.
1. B D

Bendícele de que haya puesto en tu corazón el que lo


buscarás para dedicarte en este curso. [Y esto] cuando para
otros —en todos sus pensamientos y en medio de la
variedad de sus caminos y planes— este [asunto] es el más
insignificante (incluso no está en ninguno de ellos). Ellos
consideran que buscar a Dios en un asunto como este es
una cosa tan ridícula como poco próspera. Ahora bien, el
hecho de que elijas este camino por encima de todos los
demás —que por experiencia has comprobado que es el
mejor y el más seguro—, en esto hay motivo de bendición.
2. B D

Además, bendícele de que te haya dado alguna sabiduría en


la elección. [Bendícele] de que te haya restringido de
abalanzar tus afectos precipitadamente y sin sentido común
ni discreción —como muchos lo hacen— sobre cualquiera
que su fantasía obscena y el ojo errante es puesto. [Estos al
actuar así] dan riendas sueltas a sus afectos
desenfrenados, de modo que corren imprudentemente sobre
cualquiera donde no ven ninguna otra excelencia más de la
que solo se halla en la riqueza, el honor, la belleza, las
capacidades o cosas similares. En cuanto a la gracia, no la
desean en absoluto. O si la desean, solo [la desean] como la
sobrecarga de tantas libras de oro. Incluso algunos están
tan infatuados que, donde no hay nada de esto, allí estarán
sus afectos. ¡Cuántos motivos, pues, tienes para bendecir a
Dios, quien te ha dado tal sabiduría espiritual para dominar
tus afectos y que sean encauzados solamente allí donde hay
mejores motivos para llevarlos! En cuanto a la belleza, la
riqueza y cosas semejantes, solo las deseas como adjuntos,
como la cáscara. Por el contrario, te esfuerzas en gran
medida por obtener la gracia (que es la substancia o la
esencia) y, una vez obtenida, te deleitas en gran medida en
disfrutarla.
3. B D

Bendícelo no solo por haber dedicado tu mente a la


búsqueda de una compañera virtuosa y llena de gracia, sino
porque ha coronado tu búsqueda con el hallazgo [de ella].
Pues has encontrado una rosa entre los cardos y un lirio
entre los espinos. Él, entre tantas miles, por así decirlo, ha
seleccionado a una, cuya disposición llena de gracia y
piadosa están en conformidad con tu deseo en todo, y cuyas
cualidades se adecúan a tu naturaleza en todo. Él no ha
tratado así con todos, muchos han buscado pero no han
encontrado, y pocos han visto respondidas sus expectativas
en sus goces.
4. B D

Además, bendícele no solo porque la has encontrado, sino


porque la has encontrado con tanta facilidad y deleite. Él ha
hecho que tus esfuerzos sean fáciles y que tus trabajos
sean deleitosos. Has obtenido una gran bendición con poco
costo. Si la hubieras obtenido como muchos la han obtenido,
con el sufrimiento de una mente atribulada, un espíritu
inquieto, muchos pensamientos tumultuosos y angustias
inquietas, no podrías más que bendecir. Es más, si te
hubieras visto obligado como David a obtener tu esposa con
el peligro de tu vida (a fuerza de la espada) para matar a
cien filisteos y traer sus prepucios como dote (1 S. 18:25),
[28]
o como Otoniel que obtuvo a su esposa con el riesgo de
su vida, atacando Quiriat-sefer y tomándola (Jos. 15:16-17),
[29]
con todo habría motivo para bendecir. Pero si has estado
tan lejos de sufrir tales dificultades que la has obtenido sin
peligro y con mucha seguridad y mucha felicidad, que Dios
ha quitado para ti incluso todos los impedimentos menores
que en cualquier momento se encontrarían en el camino
como dificultades para obstaculizarlo, y ha cumplido en todo
tu camino la promesa que te hizo guardándote en perfecta
paz (Is. 26:3) —porque tu mente ha permanecido firme en Él
—, ¡oh, pues, qué motivo tienes para bendecir!
5. B D

Bendícele por haberte concedido libremente la buena


voluntad y el consentimiento de tus familiares y los de ella,
cuya obtención algunos han procurado con muchos
pensamientos tristes y mentes turbulentas, pero no han
podido obtenerla. Y los que se han aventurado tanto como
para emparejarse sin [ese consentimiento], han incurrido en
la pérdida no solo del favor de sus familiares, sino de su
propio consuelo.
6. B D

Y bendícele si ha destetado tus afectos de cualquiera a la


que antes estaban arrojados (viendo ahora que la
providencia de Dios dispone de ella de otra manera). En
virtud de esto, no se ha producido en ti un odio malicioso
contra ella, ni un disgusto irritante en ti mismo, como ha
sucedido con muchos, quienes, habiendo sido una vez
contrariados en sus afectos, para el tiempo posterior han
resuelto un odio irreconciliable contra la parte y han hecho
votos de virginidad perpetua para sí mismos
precipitadamente, una cosa que no está en su propio poder.
Pero en esto puedes bendecir: que te sometiste
voluntariamente a Dios en cuanto a lo que era mejor para ti,
protegiendo aún tus afectos hacia ella como para orar por
ella, desear su bienestar, regocijarte en su prosperidad y
llorar con ella en la adversidad. Y por ti mismo te
encomendaste pacientemente al Señor, esperando hasta
que Él proveyera para ti, quien en respuesta ahora ha
satisfecho tu deseo y te ha dado tal bendición que no has
perdido por esperar.
7. B D

En último lugar, bendícele porque ha prosperado de tal


manera todos tus esfuerzos que ha escuchado tus
oraciones, que ahora te ha dado una plena y completa
fruición de ellas, habiendo unido ahora sus afectos entre sí
en una unión muy firme e indisoluble, de modo que todos tus
anteriores pensamientos perturbados están ahora
tranquilos, tus afectos establecidos, tus temores eliminados
y tus esperanzas (con respecto a una misericordia temporal
tan grande) disfrutadas.

Δόξα μόνῳ τῷ Θεῷ


[La gloria sea solamente a Dios]
7
C

Han visto en el discurso anterior muchas instrucciones de


cómo hacer una elección piadosa de una persona con quien
se casarían. Antes de darles instrucciones similares sobre
cómo vivir como es digno de los cristianos en ese estado
matrimonial, les recordaré algunas cosas que es necesario
que conozcan y de las que deben hacer uso antes de que su
matrimonio sea consumado.[30]
1. S D
,
No te complazcas ni te engañes a ti mismo con una idea
equivocada del estado matrimonial, prometiéndote cosechar
y disfrutar de ese bien —o de esa felicidad (como muchos lo
llamarán)— que no se encuentra en él.
Hay una insuficiencia en el matrimonio como en todas las
otras cosas terrenales (aunque lícitas y buenas) para dar
pleno contentamiento y satisfacer tus deseos. Debes traer
contentamiento contigo al [matrimonio] o nunca encontrarás
contentamiento en él. Primero debes ser tan buen alumno en
la escuela de Cristo como para haber aprendido en cada
estado a estar contento (Fil. 4:11).
2. T

Cuídate de que el calor del amor no te haga ciego de tal


manera que no veas las cosas como son, y haga que
busques y veas solamente lo que pueda concernir a la
satisfacción de tus deseos presentes.
¡Cuántos hay que, cuando están enamorados, no ven en
su amado(a) más que cosas buenas y hermosas! Entonces
no pueden ver ningún defecto y difícilmente [pueden ver]
algunas debilidades. [Estos son aquellos] que, después del
matrimonio, cuando su pasión está un poco pasada, o
insatisfecha, o no encuentran el contentamiento que
esperaban, son demasiado rápidos de visión para ver y
encontrar defectos cuando no hay ninguno, o [para
encontrar] solo aquellos que los hombres sabios preverían y
que pueden sobrellevarlos y pasar por alto fácilmente.
3. H

Además, estos están tan absorbidos con la expectativa de


los presentes deleites y el contentamiento que tendrán por el
matrimonio, que no piensa de antemano en los muchos
deberes que deben hacer cuando estén casados. [De la
misma manera], tampoco [piensan] en los cuidados que
deben tomar, ni en los males que han de sufrir. Todo esto
debes pensarlo y prepararte para ello antes de casarte.
Dios te ha dicho en Su Palabra lo que debes hacer cuando
estés casado. La mayoría de las particularidades te las
mostraré en el discurso siguiente.
4. H

Dios te ha dicho también que tendrás aflicciones de la


carne cuando estés casado (1 Co. 7:28), de las que se
libran los solteros. Sí, aflicciones de tantas maneras y en
tantas cosas que no pueden ser enumeradas. La
experiencia diaria de los casados prueba esto como muy
cierto.
Cuando el pecado entró en el mundo, hizo que toda la
creación quedara «sujetada a vanidad» (Ro. 8:20); vació a
las cosas creadas de esa suficiencia que antes tenían,
mediante la cual podría haber encontrado satisfacción y
contentamiento para todos los propósitos para los que Dios
las había hecho. Este pecado trajo una maldición sobre las
cosas creadas e incluso sobre el matrimonio (Gn. 3:16-17).
De modo que si alguien es tan necio como para esperar
nada más que el bien en [el matrimonio], no encontrará nada
más que «vanidad y aflicción de espíritu», como
aprendemos por el experimento de Salomón (Ec. 1:14; Ec.
2:3, 11).
5. C

No escribo esto para desanimar a nadie que tenga el


llamado a casarse, porque el matrimonio es una ordenanza
honorable de Dios para fines excelentes (Mal. 2:15).[31] [El
matrimonio] es un seminario para la propagación de la
humanidad, un lugar de cuidado por el cual reunir a Su
iglesia, un medio para prevenir el pecado en aquellos que
tienen fuertes deseos y no pueden contenerlos bien (1 Co.
7:2),[32] así como también para ayuda mutua y consuelo en la
sociedad humana.
Tal puede ser la constitución corporal de un hombre o
una mujer solteros, y la condición de su estado exterior, que
el bien y el consuelo del matrimonio pueden contrarrestar y
superar las aflicciones de este. En tales casos, lo mejor es
casarse; en caso contrario, lo mejor sería abstenerse.
El menor pecado es peor y debe evitarse más que la
mayor aflicción terrenal. En cuanto a casarse o no casarse,
la elección debe hacerse según los hombres puedan
agradar más a Dios en uno u otro estado, y estar más libres
de pecado o (según su condición pueda ser en
comparación) más libres de afanes y distracciones
terrenales (1 Co. 7:32, 35).[33] En algunos casos, unas
pocas distracciones en el estado de soltero pueden superar
las muchas aflicciones en el estado de casado.
Cuando se hace una elección sabia y piadosa, hay
ciertamente muchos beneficios y consuelos que se
encuentran en el estado matrimonial. Pues en muchos
casos «dos son mejores que uno» de manera particular (Ec.
4:9-12),[34] cuando esos dos son uno en sus labores y
afectos, para hacerse bien mutuamente. Los esposos y las
esposas amorosos y fieles se ayudarán a guardarse entre
sí. Y si esto no puede suceder, [se ayudarán] a sobrellevar
las cargas entre sí, y suplirán sus necesidades en muchas
cosas entre sí tanto corporales como espirituales, y serán
ayudadores extraordinarios del gozo de ambos.
En el estado matrimonial pueden esperarse los mayores
consuelos terrenales alcanzables en esta vida e incluso
mucho consuelo espiritual. [Y pueden esperar esto] si los
cónyuges temen verdaderamente a Dios, si son
verdaderamente piadosos y amorosos entre sí, de modo
que se apliquen a ser serviciales, a hacer el bien y se den
todo el legítimo contentamiento entre sí en todos los buenos
oficios que se deben como marido y mujer y como
herederos juntos de la misma gracia de la vida.

Será tu sabiduría ser previsor y cauteloso en la forma de


entrar en este estado, [es decir], el hecho de que preveas,
pienses y te prepares de antemano y de manera profunda
para ser capaz de cumplir los deberes y sobrellevar las
aflicciones a los que este estado te someterá
necesariamente, como he señalado antes.
Quisiera, pues, que los solteros se cuidaran de
engañarse a sí mismos esperando más bien en el estado
matrimonial del que puede proporcionarles, no sea que no
tengan consuelo en sus vidas (cuando se vean defraudados
de lo que esperaban —es más, cuando suceda de manera
contraria a lo que esperaban—, encuentren mucho que
hacer e incluso mucho mal que sufrir, cuyas cosas no
esperaban ni estaban preparados para ellas). De modo que
[estas cosas] resulten fastidiosas e intolerables de tal
manera que pecaminosamente (y demasiado tarde) se
arrepienten de ese matrimonio que contrajeron sin
consideración en gran medida.
8
C

1. E
Cuando dos personas se encuentran y, según las
instrucciones anteriores, han obtenido el consentimiento de
los padres y el consentimiento entre sí, de modo que están
decididos a casarse, es bueno que se comprometan y se
aseguren el uno al otro mediante el desposorio[35] antes de
casarse solemnemente.
Esta ha sido la costumbre del pueblo de Dios en todas
las épocas tanto antes como después de la venida de
nuestro Salvador (Dt. 20:7; Dt. 22:23).[36] Su madre, la
bendita virgen María, estuvo desposada con José (Mt.
1:18).[37]
Este acto de desposorio de dos personas adecuadas
que se les permite casarse es mediante el juramento mutuo
de sus compromisos y entregándose el uno al otro, para
disfrutar el uno del otro cuando se casen solemnemente.
2. E

Este acto los asegura entre sí del tal manera que no pueden
(aunque ambos consientan) retractarse y desistir del
matrimonio. Pero esto no les da derecho a la sociedad
matrimonial y a la debida benevolencia entre sí, que no se da
hasta el matrimonio. María, la madre de nuestro Salvador,
era la esposa de José, su marido, en virtud del desposorio,
pero continuaba siendo virgen (Mt. 1:20).[38] José no la había
conocido debido a que no estaban casados (Mt. 1:18, 25).[39]
3. E

Este desposorio es de gran utilidad, porque después de que


se desposan, las mentes de los dos están tranquilizadas, y
todos los temores y dudas de romper son eliminados.
Entonces no solo pueden dar concesión a sus afectos, sino
que pueden intensificarlos y acrecentarlos el uno hacia el
otro. Ahora bien, pueden y deben considerar de antemano la
posibilidad de estar juntos y hacer provisión para ello. Y esto
—el permanecer algún tiempo entre el compromiso y el
matrimonio— demostrará que no es la pasión lo que los
hace precipitarse en este estado —como sucede con
demasiados que parecen más a las bestias brutas que a
hombres razonables—, sino que lo hacen con prudencia,
sobriedad y en el temor de Dios.
P 2:
Instrucciones provechosas para
las personas casadas
9
I

Algunas de estas [instrucciones] conciernen al esposo y a la


esposa mutuamente, y otras conciernen a cada uno por
separado.
1. R
D
Cuando Dios los ha unido en una relación tan cercana,
deben primeramente ver a Dios y reconocerlo en este su
emparejamiento. Fue Dios quien los ha unido juntos (Mt.
19:6).[40]
Todas las cosas suceden por Su providencia, a la que
hay que prestar atención. Pero los matrimonios son hechos
por la mano especial de Su providencia: «La casa y la
herencia provienen de los padres, pero la esposa prudente
—y de la misma manera el esposo piadoso— proviene del
Señor» (Pr. 19:14). Sí, todo esposo y esposa piadosos
provienen del Señor.
El ver y reconocer a Dios en su matrimonio, así como los
hará estar agradecidos con Él, así mismo los armará contra
todos las aflicciones de la carne que encuentren en ese
estado. Evitará que se arrepientan de su matrimonio, y que
deseen no haberse casado con esta persona y que deseen
haberse casado con tal o cual. [Impedirá] que puedan
decirse o reprocharse entre sí en ese momento algo como
esto: «Ojalá pudiera haber tenido aquella persona tan
hermosa, tan agradable, tan rica, tan bien calificada». No;
ahora observan que no podían tener a nadie más: «Este es
el hombre o esta es la mujer que Dios me ha dado —deben
decir—, por lo tanto, con gratitud y contentamiento me
conformaré con esta mi suerte y mi porción».
2. C

Ahora que están casados consideren lo que hicieron


entonces: entraron en un pacto más íntimo mutuamente. Sí,
[entraron] en un pacto con Dios para ser uno del otro y para
ser fieles entre sí (Pr. 7:2).[41] Ahora bien, ustedes ya no son
más dos, sino una sola carne; no se pertenecen a sí
mismos, sino el uno para con el otro (Gn. 2:23-24; Mt. 19:5-
6).[42] De modo que si rompen el pacto el uno con el otro,
rompen también el pacto con su Dios.
3. D
Ustedes deben amarse entre sí como a sus propias almas
con amor cristiano, puro, tierno, abundante, natural y
matrimonial. El fundamento que debe sostener este amor, y
la fuente que debe alimentar y nutrir este amor, no es solo ni
principalmente las capacidades y dotes encomiables que
hay en cada uno de ustedes, sino la relación más íntima en
la que han entrado: «Ya no son más dos, sino una sola
carne; son el hueso del hueso del otro».[43] Es por Dios que
son así hechos uno, y es Su voluntad y placer que así sea.
Cuando su amor esté así fundamentado, será constante
el uno para con el otro, así en una condición como en otra.
Por tanto, debes amar [a tu esposa] (como antes se te ha
enseñado) porque Dios la ha hecho tu esposa. Y así mismo
debes amar a [tu esposo] porque Dios lo ha hecho tu
esposo. Aunque pueda suceder que no haya en tu cónyuge
ese carácter agradable, belleza, ingenio, virtud y buenas
cualidades que hay en muchos otros, tu propio esposo y
esposa debe ser el objeto de tu amor más selecto y singular
(1 Co. 7:2).[44] Y deben estimarse el uno al otro de tal
manera que se aprecien el uno al otro por encima y antes
que a cualquier otro en el mundo.
Este amor debe manifestarse en sus frutos, y
primeramente en cuanto al alma del otro, que es la mejor
parte. El verdadero amor edifica no solo al hombre mismo,
sino también a los demás (1 Co. 8:1).[45]
4. D

Oren, pues, uno por el otro, y uno con el otro,


promoviéndose mutuamente en la santidad y en la justicia.
La conducta piadosa e irreprochable del esposo y la esposa
contribuye en gran manera a la conversión y a la edificación
recíproca en la santa fe, acompañada de la instrucción, la
exhortación, el consuelo y (cuando hay causa) la
amonestación en el Señor (1 P. 3:1).[46] No es usurpación,
sino amor y deber en la esposa, así como en el esposo,
desempeñar cada uno estos oficios cristianos, siempre que
la esposa lo haga con todo humilde respeto hacia su
esposo, a su debido tiempo, lugar y modo.
5. D
Este amor debe manifestarse también en todo el debido
esfuerzo y cuidado de agradarse mutuamente en todas las
cosas que puedan (1 Co. 7:33-34),[47] dándose todo el
legítimo contentamiento entre sí. Ustedes, según su
capacidad y habilidad, deben ayudarse mutuamente. Si la
esposa es hecha una ayuda para el esposo (Gn. 2:18),
mucho más el esposo ha de ser de ayuda a la esposa,
porque Dios le ha hecho más fuerte y le ha dado más
habilidad para ello.
Sus corazones deben estar tan unidos entre sí, y tan
[unidos] el uno para el otro, que puedan confiar el uno en el
otro, y que la esposa para con el esposo, y el esposo para
con la esposa, se hagan el bien y no mal todos los días de
sus vidas (Pr. 31:11-12).[48]
6. D
También deben mostrar su amor en la fidelidad mutua,
manteniendo sus cuerpos castos y solamente uno para el
otro, dando a cada uno la debida benevolencia en un uso
oportuno, moderado y santificado del matrimonio (1 Ts. 4:4;
Heb. 13:4; 1 Co. 7:3).[49] Hay algunas veces en las que Dios
ha prohibido la sociedad matrimonial (Lv. 18:19, 24).[50]
Además, el uso inmoderado e inmodesto del matrimonio, que
surge de afectos inmoderados, no satisfará ni apagará los
deseos lujuriosos, sino que más bien los aumentará. Y el
matrimonio se cuenta entre aquellas cosas buenas de Dios
que están garantizadas y santificadas por la Palabra de Dios
y la oración (1 Ti. 4:4-5).[51]
Deben satisfacerse a sí mismos en la sociedad y en los
abrazos de sus propios esposos y esposas (Pr. 5:18-20).[52]
El adulterio es el pecado más atroz y el más destructivo del
pacto matrimonial. No pueden agraviarse más entre sí en
alguna cosa, ni dañar más pronto y consumir a su
posteridad (Job 31:12), ni traer una mayor o más
abominable y eterna mancha e infamia sobre sus nombres
(Pr. 6:33), que abrazando el seno de un extraño o de una
extraña. Esto traerá destrucción sobre el alma (Pr. 6:32),[53]
porque «a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios» (Heb.
13:4). Si alguna tentación o inclinación a ese mal se
presentara, ya sea desde dentro o desde fuera, recházalo
con indignación, diciendo así con uno mismo en palabras
similares a las de José cuando fue tentado por su señora
lujuriosa: «¿Agraviaré a mi cónyuge? ¿Quebrantaré mi
pacto que hice con mi Dios? “¿Cómo haría yo este grande
mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9)». Los adúlteros
según la ley de Moisés debían ser condenados a muerte (Lv.
20:10).[54]
7. D
Así como no deben dar motivo para celos —no, ni ocasión
para celos—, así mismo aborrezcan tener celos de manera
sin causa entre sí. El amor verdadero y ardiente no pensará
mal; todo lo cree y todo lo espera (1 Co. 13:7).
8. D
Deben guardar con todo tierno cuidado el nombre y la
reputación de cada uno. Deben ser firmes el uno con el otro
de tal manera que puedan confiar el uno en el otro, y
contenerse el uno en el corazón del otro, guardando los
secretos del otro y sin revelar nunca las faltas o debilidades
de cada uno. El verdadero amor puede cubrir una multitud de
pecados y los cubrirá (1 P. 4:8). Deben hacer con ellos lo
mismo que harían con las heridas de sus propios cuerpos:
no descubrirlas nunca, sino ponerles un emplasto encima.
9. D D
,
Si Dios no les da hijos, no atribuyan la culpa a uno o al otro.
Es Dios quien da o niega los hijos. Cuando le hayan
encomendado esto a Dios por medio de la oración, deben
someterse con paciencia y contentamiento a la voluntad de
Dios. La gran culpa de Raquel fue decir a su marido: «Dame
hijos, o si no, me muero» (Gn. 30:1).
Si Dios les da un hijo o hijos, entonces únanse en dar
gracias de todo corazón a Dios, que les ha concedido de
manera misericordiosa esto. Únanse también en criarlos y
educarlos en la disciplina del Señor (Pr. 22:6; Ef. 6:4).[55]
10. D

Deben ayudarse entre sí en la supervisión, en la guía, en el


gobierno y el buen ordenamiento de los caminos de su
familia. Aunque el esposo debe estar especialmente atento
a los hombres y la esposa a las sirvientas, será la sabiduría
de ustedes unirse en la elección de los más fieles que
puedan conseguir (Sal. 101:6; Gn. 18:19; Dt. 6:7),[56] así
como en enseñarles y fomentarles la piedad, aprovechando
toda buena ocasión para instruirles en los caminos de la
piedad y la rectitud, y para detenerles y refrenarles de la
maldad, procurando que sean diligentes y fieles en sus
puestos.
Deben unirse en vigilar el estado de su familia para su
debido empleo y mantenimiento (Pr. 27:23, 26, Pr. 31:27).[57]
Y así como en el gobierno de los hijos, el padre no debe
tomar parte contra la madre, así mismo tampoco el amo
debe tomar parte con las siervas contra la matrona o la
señora. Tampoco la madre, la matrona o la señora debe
hacer lo mismo cuando el padre o el amo reprende o
corrige, sino que deben unirse uno con el otro al respecto. Si
el padre o la madre, el amo o la señora, fallan en reprender
o corregir, deben mostrarse mutuamente sus faltas en
privado, y no abiertamente delante de los siervos o los hijos.
Si cuando uno reprende, el otro consiente y aprueba; y
cuando uno corrige, el otro evita la corrección; esto
debilitará la autoridad de cada uno en la familia y
envalentonará a los hijos o a los siervos en el mal. Y tanto el
padre como la madre, el amo como la señora o la matrona,
serán despreciados.
11. D

En cuanto a sus bienes terrenales, deben ayudarse y ser


fieles entre sí. Deben ser diligentes en sus posiciones y ser
buenos esposos y buenas amas de casa. [Deben ser]
ahorrativos y frugales, trabajando con la mano y la cabeza
en algo que sea bueno según su vocación, de modo que con
lo que puedan obtener, puedan vivir más confortablemente
para con ustedes mismos y para con los suyos. Y con lo
cual puedan hacer el bien y dar a los necesitados. Que nada
sea gastado de manera despilfarradora e impía (Pr. 10:4; Pr.
21:5; Ef. 4:28).[58]
Y tengan claro que debe haber un carácter común en el
uso de esos bienes temporales que Dios les ha dado. Con el
esposo y la esposa todas estas cosas deben estar en
común: una casa, una bolsa,[59] una cama, en todo por igual,
conforme a su lugar y medios. Dios ha hecho que el esposo
sea cabeza y, por lo tanto, tenga el poder principal en la
disposición y ordenamiento de sus bienes terrenales. Sin
embargo, la esposa no está a tal distancia como lo está el
siervo o el hijo, sino que está tan cerca de él —y uno con él
— que ella tiene derecho. Así como en sus honores y
dignidades él no puede restringirla, así mismo en todos sus
bienes, con los cuales él la dotó en su matrimonio. Por tanto,
ella debe disfrutar de ellos tanto como él para su uso, para
todos los buenos propósitos, según haya causa, a menos
que su necedad y despilfarro manifiestos causen una
restricción.
12. D

Pueden y deben tener sus momentos de más familiaridad de


lo ordinario entre ustedes, conversando amablemente y
deleitándose el uno con el otro, y con expresiones tales que
no son adecuadas de mostrar entre nadie, sino entre
esposo y esposa, tal como Isaac con Rebeca: «Sucedió
que después que él estuvo allí muchos días, Abimelec, rey
de los filisteos, mirando por una ventana, vio a Isaac que
acariciaba a Rebeca su mujer» (Gn. 26:8). Pero esto no es
apropiado delante de otros, sino cuando se está a solas.
[Con esto último] hago referencia a ese cortejo palpable y
acariciamiento el uno con el otro, como es la manera de
demasiados, quienes en este respecto expresan mucha
liviandad y vanidad en su amor, y dan motivo de tentación o
al menos de tropiezo a otros.
13. D

El amor de ustedes debe ser tan fuerte que no se deje


provocar fácilmente. El verdadero amor es sumamente
paciente, sobrellevará todas las cosas y soportará todas las
cosas. Nada debe apagar su amor mutuo (1 Co. 13:5-7).[60]
Si surge alguna diferencia que tienda a abrir una brecha
entre ustedes, cuiden de que no se encienda, asegúrense
de calmarla y sofocarla rápidamente. No se atrevan a
dormirse con tal descontento, porque no saben lo que puede
traer la noche, y qué distanciamiento de afecto y
enajenación puede engendrar antes de la mañana. Si el sol
no debe ponerse sobre el enojo de nadie (Ef. 4:26), mucho
menos debería ponerse sobre el descontento del esposo y
la esposa. Cada uno de ustedes debe esforzarse por ser el
primero en mirar con alegría y amabilidad, y mostrarse
bondadoso el uno con el otro, de modo que la brecha pueda
ser evitada o, si la hay, pueda ser arreglada entre ustedes.
La esposa mediante el deber, y el esposo mediante la
sabiduría, deben comenzar primero. Y cuando esto haya
sido hecho por uno, que el otro no actúe de manera
desafiante, sino que lo acepte con amor y prontitud. Si el
amor de ustedes es verdadero, y si es administrado con
aquella sabiduría que proviene de lo alto, así como será
puro, así mismo será pacífico, amable, fácil de ser tratado,
lleno de misericordia y de buenos frutos (Stg. 3:17).
Consideren esto seriamente, y entonces estoy convencido
de que no podrán continuar ni continuarán mucho tiempo en
ninguna discrepancia que surja entre ustedes.
Si encuentran que el orgullo y la insensatez son tan
grandes en ustedes, de modo que los mantienen a una
distancia demasiado grande, a causa de la antipatía o el
disgusto entre sí, la mejor manera de remediarlo todo es
llamarse entre sí para ir juntos a la presencia de Dios y allí
unirse juntos en oración sincera a Él, confesándole sus
faltas, implorando perdón y que Él una sus corazones de
nuevo, de modo que puedan amarse y vivir juntos en todo lo
que agrada a Dios, y para la alegría y el consuelo entre sí.
Muchos, en el orgullo de su corazón y en el calor, se
mantendrán obstinados unos contra otros, pero (si tienen
alguna gracia) calmarán sus espíritus y volverán a una
mente recta cuando se humillen delante de los ojos de Dios.
10
I

Paso ahora a los deberes particulares de los esposos y las


esposas
1. D
a. Debes ejercer tu autoridad con sabiduría, amor, ternura
y conducta piadosa para con tu esposa
Tú que eres esposo puedes y debes con sabiduría y amor
mantener tu lugar y usar tu autoridad en la que Dios te ha
puesto.
Con mantener [tu lugar] no me refiero a que te comportes
con ella de manera severa, feroz y dominante similar a un
tigre —tal como hacen demasiados—, sino a que te
conduzcas con una cabeza sabia, ganándote el honor y el
respeto de ella, haciéndole todo bien y dándole todo lo que le
corresponde. En tu gobierno no debes ser ligero ni necio,
porque así perderás tu autoridad y caerás en el desprecio.
Aunque ella sea una esposa sabia y buena, y tú creas
conveniente traspasarle gran parte de tu autoridad, mantén
tu autoridad en tu propio poder. Deja que ella use tu
autoridad para ti, uniéndose contigo en el ordenamiento y el
manejo de los asuntos de sus bienes y familia. Pero nunca
permitas que ella (si lo intenta) ejerza dominio sobre ti, sino
que habita con ella como un hombre de conocimiento y
sabiduría (1 Ti. 2:12; 1 P. 3:7),[61] lo cual debe estar en todo
aquel a quien Dios ha hecho ser la cabeza de su esposa.
Sin embargo, ten claro que, aunque no debes permitir que tu
esposa te gobierne, será tu sabiduría no despreciar su
consejo y opinión, ni negarle ninguna petición razonable (2
R. 4:9-10, 22, 24).[62]
En el uso de tu autoridad, recuerda siempre que ella es
«tu compañera y la mujer de tu pacto» (Mal. 2:14). Y
considera lo cercano que Dios ha hecho a tu esposa para ti,
siendo carne de tu carne. Sin embargo, ella es la parte más
débil y tierna de ti y, por lo tanto, debes honrarla «como a
vaso más frágil» (1 P. 3:7). [Debes] cuidarla tiernamente,
tener compasión de ella, protegerla, soportando y sanando
sus imperfecciones y debilidades. No debes poner algo
sobre ella que no sea según sus fuerzas y capacidades.
Debes ayudarla en sus debilidades con tu fuerza y suplir sus
defectos con tu sabiduría; la debilidad que ella tiene por
razón de su sexo. Pero al ser tan cercana a ti, necesaria
para ti y de ayuda para ti, debes ser de aprecio para ella y
hacer que seas extremadamente tierno en tu cuidado de
ella. Dios te ha hecho para que seas el guía de su juventud;
sí, de todos sus días (Pr. 2:17). Y te ha concedido el tener
autoridad para mandar y reprender cuando haya motivo, y
para ordenarla en su lugar, y te ha dejado a ti el proveer para
su bien en todo sentido. Todo esto debes hacerlo por
conciencia de deber para con Dios y por amor a ella.
Para que puedas hacer esto [último] mejor, debes ir
delante de ella en todo ejemplo santo, en piedad y rectitud.
Debes llenarte de conocimiento de la voluntad y los caminos
de Dios y, por lo tanto, estudia las Escrituras, escucha
mucho la Palabra y atesórala. La esposa no puede hablar en
la iglesia, su marido en casa debe enseñarle, se le designa
a ella el aprender de él allí (1 Co. 14:35).[63]
b. Debes orar por tu esposa
Debes orar no solo por ella, sino con ella. Y [debes orar] no
solo en familia, sino con ella a solas. Será necesario que
hagan juntos algunas confesiones y peticiones, las cuales
no pueden de manera apropiada ser externadas a oídos de
los demás. Por lo tanto, Dios dice que debes vivir con ella
como un hombre de conocimiento, para que tus oraciones
no se vean obstaculizadas (1 P. 3:7). Ustedes son
herederos de la misma bendición y, por lo tanto, debes
ayudarla en todos los caminos buenos por los cuales pueda
tener conocimiento y gracia, a fin de que pueda participar de
esa herencia.
c. Debes ordenarle cosas a tu esposa en el Señor
Debes usar tu autoridad con sabiduría, apacibilidad y amor.
Tus órdenes deben ser lícitas, no solo en sí mismas, sino de
tal manera que ella no tenga escrúpulos de su carácter lícito.
Debes ordenar en el Señor, de lo contrario ella está exenta
de la obediencia.
Tus órdenes deben ser de cosas no demasiado difíciles,
sino que [deben ser] en su capacidad para hacerlas.
No debes exigirle cosas irrazonables y que no sean
adecuadas para ella, sino para que las hagan otros
miembros de la familia.
No uses las órdenes para nimiedades y asuntos
pequeños.
No seas muy frecuente en dar alguna orden a tu esposa.
Una insinuación de lo que te gustaría que se hiciera es
suficiente entre un esposo y una esposa. Los ruegos a una
esposa no son impropios de un esposo, aunque ella sea su
inferior. Por lo general, estos [ruegos] prevalecen más que
las órdenes rotundas.
La frecuencia y la imperiosidad en las órdenes de alguien
tan cercano en igualdad hará que tu autoridad sea onerosa y
gravosa para ella, y disminuirá mucho en ella (haga lo que
pueda) el honor y la reverencia que debería y querría darte.
d. Debes hacer uso de la reprensión con amor y sabiduría
Puedes y deberías desagradar y reprender a tu esposa
cuando sea culpable, pero también debes hacerlo con
mucho amor y sabiduría.
Asegúrate de que haya una falta, y una gran falta en ella,
de lo contrario no la reprendas. Las faltas menores pueden
ser sanadas y enmendadas, ya sea por sí mismas o por el
simple hecho de recordárselas. Muchas faltas no debes
tenerlas en cuenta, y debes soportarlas en ella, ya que ella
debe hacer lo mismo contigo.
Cuando ella se caracterice en gran medida por las faltas,
la reprensión debe ser proporcional a la naturaleza y
grandeza de la falta, pero debe hacerse con espíritu de
mansedumbre (Ga. 6:1). El lenguaje áspero y el exceso de
calor en la reprensión (aunque la causa sea tan justa como
nunca) serán como un buen remedio administrado hirviendo:
este no bajará —ella difícilmente podrá tomarlo tan caliente
—, sino que lo escupirá en la cara de quien se lo da y la
virtud de [este remedio] se perderá por completo.
Cuando reprendas y amonestes a tu mujer, debes
observar el tiempo y el lugar debidos. No debes hacerlo
cuando tú o tu mujer estén en un arrebato o en una pasión,
porque entonces ni tú eres apto para dar una reprensión, ni
ella para recibirla. Un hombre furioso no está en condición
de reprender, ni una mujer furiosa está en condición de ser
reprendida. Mientras los hombres y las mujeres están en la
pasión no son ellos mismos.
En cuanto al lugar (excepto en casos extraordinarios,
cuando la falta es notoria y pública, o pueda corromper
inmediatamente a otros, si no es reprendida en ese
momento y en ese lugar), ordinariamente es mejor hacerlo
cuando están solos y en privado. Ella podrá ver entonces
que se hace con amor hacia ella y por su bien, lo que hará
que sea bien tomado y operará más apaciblemente con ella.
e. Debes gobernar con dulzura y gentileza, y no de manera
antinatural y poco viril
Todo tu gobierno para con tu esposa debe ser con toda
dulzura y gentileza. No debes gobernar a un hijo ni siquiera a
un siervo con rigor. Debes aborrecer mucho más toda
aspereza para con tu esposa (Lv. 25:43; Col. 3:19).[64]
Debes recordar siempre que ella es tú mismo, y sabes quién
dice lo siguiente: «Nadie aborreció jamás a su propia carne»
(Ef. 5:29).
No tendría como cuestión si un esposo puede golpear a
su esposa y corregirla con azotes, tal como lo hace con su
siervo o con su hijo, aunque ella lo ofenda. Él puede, por
algunas de sus faltas (si ella persiste en ellas), retirarle
algunas de sus anteriores expresiones de bondad y frutos
de su generosidad, y puede reducirle algunos de sus
anteriores deleites que antes le permitía. Pero golpearla —
es decir, [golpearse] a sí mismo— no tenemos regla ni
ejemplo en la Palabra de Dios para ello. El que pelea con su
propia pareja, esto lo convierte peor y más antinatural que
una bestia bruta.
Si la esposa es intolerable, si no se deja gobernar por las
órdenes y reprimendas del esposo, y si sigue siendo
insufrible, él debe pedir ayuda al magistrado público, de
modo que ella pueda ser reclamada por él.[65]
f. Debes mostrar sabiduría en las dedicaciones de tu
esposa
Asimismo, debes mostrar amor y sabiduría en lo que
respecta a las dedicaciones de tu esposa. La esposa no
debe vivir ociosamente (como tampoco debes hacerlo tú),
tampoco debe convertirse en una esclava, ni ser
sobrecargada con demasiadas cosas. Haz que su
dedicación sea adecuada a su lugar, y a su condición,
habilidad, fuerza y capacidad. Ella debe ser tu ayuda en los
asuntos de tu vocación, si es capaz de ello. También debe
ayudarte a guiar y gobernar la familia.
g. Debes ser proveedor de tu esposa
También debes proveer para tu esposa, concederle las
cosas necesarias y protegerla de las cosas perjudiciales.
Según tu lugar y tus posibilidades, debes concederle un
mantenimiento abundante y confortable, como comida, ropa,
etc., incluso lo mismo por tipo y proporción adecuado con lo
que provees para ti mismo, ya que ella es tu yo, de modo
que ella pueda vivir como tu esposa, alegremente contigo.
h. Debes alabar y animar a tu esposa
Y así como puedes disgustar y reprender a tu esposa
cuando hace mal, así mismo mucho más debes tenerla en
consideración y darle alabanza y ánimo debidos cuando
hace bien. «Dadle de los frutos de sus manos», dice el
Señor por Salomón (Pr. 31:31). Tiene poca gracia (si es que
tiene alguna), poca honestidad o poco amor hacia su
esposa aquel que no hace esto.
i. Debes hacer provisión para tu esposa en caso de que
fallezcas
Si Dios te lleva de esta vida antes que a tu esposa (si no se
ha hecho ya una buena provisión para ella), entonces antes
de tu muerte debes ocuparte de su mantenimiento cómodo
después de tu muerte por tu última voluntad y testamento. En
esto no quisiera que actuarás como hacen demasiados
esposos indulgentes y necios, que dan todo o la mayor parte
de los bienes que tienen con sus esposas a sus hijos,
dejándolas a sus propios medios. Esto no hace sino
exponerla a tentaciones. Por experiencia puedes ver que
muchas contraen tales segundas nupcias, que resultan ser
un gran mal, si no una completa perdición para los hijos de
su marido anterior.
Por tanto, no descuiden a sus esposas como lo hacen
demasiados, dando todo o la mayor parte de sus bienes a
sus hijos, dejando a su esposa, la madre de ellos, en la
necesidad de ser mantenida por ellos. ¡Cuán antinaturales
resultan muchos hijos para con sus madres cuando todos
los medios del padre están en sus manos! Esto se ve con
demasiada frecuencia por experiencia. Consideren bien sus
bienes y, por consiguiente, denle a sus [esposas] tanto de tal
manera que sus hijos puedan tener más necesidad de ella
que ella de ellos, y de modo que ella pueda por sí misma y
sin ellos vivir confortablemente, y que ellos puedan esperar
estar en deuda con ella en lugar de que ella necesite estar
en deuda con ellos. Y esto los contendrá mejor en el deber
hacia ella cuando la hayas dejado con bienes capaces de
hacerles bien, si continúan amándola y siéndole fieles.
2. D
También existen deberes particulares de la esposa que debe
cumplir para con el esposo.
a. Debes reconocer la autoridad que Dios le ha dado a tu
esposo
Primeramente, tú que eres esposa debes ver en tu esposo
(a quien Dios te ha dado y ha puesto sobre ti) el sello de la
imagen y autoridad de Dios, por el cual él ha llegado a estar
por encima de ti, ha sido hecho tu cabeza, tú has sido hecha
su inferior y has de estar sujeta a él (Ef. 5:23).[66] Cualquiera
que haya sido o sea su nacimiento, capacidades o riqueza,
o cualquiera que haya sido o sea las tuyas, ahora debes
mirarlo como teniendo algo de la imagen y la gloria del poder
y autoridad de Dios, con lo que Dios lo ha investido. Para tu
bien, él es ahora tu señor (1 P. 3:6),[67] él es ahora tu
superior, él es alguien que debe ser altamente estimado. En
cuanto a ti, [él es] alguien a quien tu deseo debe estar
sujeto, alguien que tiene un enseñoramiento sobre ti (Gn.
3:16).[68]
b. Debes mostrarle estima y reverencia en amor
Debes mostrarle tu amor a él, y la debida estima y
reverencia de su persona. Debes procurar reverenciar a tu
esposo, dice el apóstol (Ef. 5:33).[69] Debes reverenciarlo en
tu corazón. El pecado de Mical fue grande y vergonzoso
cuando menospreció a su esposo David en su corazón (2 S.
6:16).[70]
Muestra reverencia a tu esposo en palabra y gestos, en
palabra y hechos. Cuando hables delante de él, o sobre él, o
para con él, debes mostrar en todo ello que lo tienes en
honrosa estima. De ahí que Sara (de quién eres hija si
haces bien) sea alabada por el Espíritu Santo (1 P. 3:6). Hay
tiempo y lugar para hablarle al esposo con mucha
familiaridad, pero nunca para hablarle de manera ligera,
negligente, despreciativa y grosera. Siempre debes
reverenciarlo.
c. Debes obedecerle en el Señor
También debes demostrarle tu amor sometiéndote a él y
obedeciéndole. Esta obediencia debe ser una obediencia
pronta, sincera y completa a todas sus órdenes razonables
y lícitas, o indicaciones de su voluntad. Dios dice: «Las
esposas estén sujetas a sus maridos en todo» (Ef. 5:24).
Esta generalidad «en todo» admite solo esta limitación: que
sea en el Señor. Si tu esposo manda lo que Dios prohíbe, o
quiere restringirte en aquello en que Cristo te hizo libre, en
este caso debes obedecer a D antes que al hombre.

Si contraen matrimonio según las instrucciones dadas


anteriormente por aquel joven santo (ahora con el Señor)
que él tomó de la Palabra de Dios, y viven en un estado
matrimonial según estas instrucciones presentes tomadas
de las mismas Sagradas Escrituras, vivirán de manera
confortable entre sí y serán una bendición entre sí, y
añadirán mucho a la felicidad del otro aquí en esta vida.
11
P

Lo cerraré todo con unas pocas palabras de advertencia y


consejo, tanto para los esposos como para las esposas.
Consideren que, aunque este estado (si no se están
viendo faltos para con ustedes mismos)[71] está lleno de
consuelos, beneficios y motivos de deleite y contentamiento,
no será más que por un tiempo el que vivirán juntos (1 Co.
7:29).[72] Esto hará que rediman el tiempo con
agradecimiento a Dios, disfruten el uno del otro, se hagan
bien el uno al otro y reciban el bien el uno al otro mientras
puedan, no sea que resulte para la parte que continua viva
una gran aflicción de corazón que él o ella dejaran escapar
esa buena oportunidad que Dios les había dado.
Además, deben considerar que hay otra elección que
hacer, la cual (si son los mismos que profesan ser) ya han
hecho, que es mejor y eterna: que se han comprometido y
desposado con Jesucristo (2 Co. 11:2).[73] Esto concierne a
la única cosa necesaria (Lc. 10:42), que cuando la hayan
obtenido, nunca les será quitada, y sin la cual todas las
bendiciones terrenales al final resultarán maldiciones. Todo
su corazón debe estar absorto en esto y enteramente
puesto en esto.
Lo que se dice de las riquezas cuando aumentan, puede
decirse del bien del matrimonio: «No pongáis el corazón en
ellas» (Sal. 62:10), como en aquello en que deben poner tu
felicidad o establecer su descanso.
Lo primero que hay que buscar es a Cristo Jesús y Su
reino (Mt. 6:33; Sal 45:11).[74] Él debe ser su principal amor y
deseo. Deben obedecerle en todas las cosas de manera
absoluta. Deben vivir enteramente para Él en todo tiempo. Y
deben deleitarse y satisfacerse siempre en Su amor. El
amor y deleite de ustedes entre sí deben estar en
subordinación a su amor por Él, y [deben estar] en
conformidad con su amor y obediencia a Él.
El apóstol les aconseja a ustedes que están casados,
que sean como si no se hubieran casado, que ustedes que
tienen esposos, sean como si no los tuvieran; y ustedes que
tienen esposas, sean como si no las tuvieran (1 Co. 7:29).
No se quiere decir que cuando estén casados puedan
separarse a gusto y vivir el uno lejos del otro, como hacen
demasiados, ni que se descuiden el uno al otro, aunque
vivan juntos. Más bien, [quiere decir] que sus vidas no deben
estar ligadas el uno del otro del manera que no puedan
separarse el uno del otro. Y deben usar este estado como
usan todas las demás cosas buenas terrenales: con tal
moderación de afecto e indiferencia de juicio, que de
ninguna manera se aparten de su amor a Dios y a Cristo, y
de aferrarse a Él; y que puedan sin murmuración o sin
aflicción inmoderada separarse de ellos, cuando vean que
es la voluntad de Dios que no los disfrutarán más.
Asegúrense, pues, de usar este estado como usan todas
las demás cosas buenas del mundo: no abusando de él.
Porque dice el apóstol que el tiempo es corto en que habrán
de vivir juntos, y el mundo y su apariencia pasan (1 Co. 7:30-
31).
Por tanto, en cualquier estado en que se encuentren y
hagan lo que hagan, que sus miradas estén puestas
principalmente en y hacia su amadísimo Cristo Jesús, que le
sean siempre amorosos y fieles, esperando la venida de su
Esposo, cuando su matrimonio espiritual sea consumado (1
Ts. 1:10; Mt. 25:1, 4, 7, 10).[75] En cuya venida, en y después
de la resurrección, no hay casamiento, ni se dan en
casamiento, sino que serán como los ángeles santos en el
cielo (Lc. 20:35-36);[76] y estarán para siempre con el Señor
(1 Ts. 4:17), el bendito esposo de Su esposa la iglesia,
participando de toda Su belleza, riqueza y gloria. Porque
cuando Él aparezca, en cuya presencia «hay plenitud de
gozo y delicias eternos» (Sal. 16:11), seremos semejantes a
Él, porque le veremos tal como Él es y nuestros cuerpos
viles serán hechos semejantes a Su cuerpo glorioso según
la operación por la cual puede sujetar a sí mismo todas las
cosas (1 Jn. 3:2; Fil. 3:21).
A este Rey eterno, invisible, único y sabio Dios, y
nuestro bendito Salvador, sean todo el honor y la gloria, por
los siglos de los siglos, Amén. A cuya gracia y bendición los
encomiendo de todo corazón, con todo el Israel de Dios.

FINIS
[1]
Clark’s Lives, anexado a su martirología, p, 318.
[2]
Rushworth, pt iii. vol. ii. p. 338.
[3]
Fuller’s Hist, of Camb. p. 92.
[4]
Granger’s Biog. Hist. vol. ii. p. 183.
[5]
Mitchell and Struthers’s Minutes of the Westminster Assembly,
pp. 346.
[6]
Commons Journals, iii. 639, 682.
[7]
(Camden Soc.).
[8]
Si el Señor nos proporciona de fuerzas y vida, la editorial P&D
Publicaciones traerá por primera vez esta obra al español [N. del E.]
[9] Dictionary of National Biography, 1885-1900 por Gerald le Grys

Norgate (1904), 51:244. Benjamin Brook, Lives of the Puritans,


(London: 1813), 2:504-505.
[10]
Apruebo que se imprima y publique este discurso (titulado, La
elección del hombre piadoso) escrito por un amigo ya fallecido junto
con las instrucciones añadidas por un reverendo teólogo que aún
vive.
J C
24 de julio, 1644
[11]
Filii diligendi sunt in Deo, propter Deum [Los hijos han de ser
amados en Dios y para Dios].
[12]
Quid Christus nisi Deum in nobis dilexit, non quem
habebamus sed ut haberemus [En efecto, ¿qué quiso Cristo en
nosotros sino a Dios? No porque lo teníamos, sino para que lo
tuviéramos]. Agustín de Hipona, Tractatus in Ioannis, 65.2 [PL
35:1809].
[13]
J W (1599-1654) fue un teólogo puritano, fue
uno de los primeros miembros de la Asamblea de Westminster en
ser elegido, siendo establecido como moderador.
[14]
Los puritanos comúnmente utilizan la expresión «calling
[llamado o llamamiento]» para expresar tanto el oficio de un hombre
como también para expresar la condición de un hombre en cuanto a
sus relaciones, ya sea como esposo, padre e hijo [N. del T.]
[15]
Este consejo va más de acuerdo con la época del autor, en
donde, aunque era lícito casarse con alguien que no tenía
posesiones o bienes, era una tendencia que otros despreciaran a la
otra parte. Por lo tanto, quienes tomaban esa decisión debían sufrir
ese menosprecio. Igualmente este consejo no parece tener
fundamento bíblico en lo que respecta al varón con la mujer. Sin
embargo, este es un consejo mucho más adecuado en lo que
respecta a la mujer con el varón. Pues esto debe ser de
consideración para las mujeres piadosas en cuanto a sus
pretendientes, el ver que ellos tengan la capacidad para ser
proveedores para ellas en las cosas necesarias, de lo contrario
dichos varones no son aptos para el matrimonio. Y varios ejemplos
bíblicos y aspectos de la razón pueden proporcionarse al respecto
[N. del E.]
[16]
Catulo, Carmina, 22.20 [BCG 188:84].
[17]
«Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa,
que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano
debajo de mi muslo, y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y
Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de
los cananeos, entre los cuales yo habito» (Gn. 24:2-3).
[18]
«Entonces Isaac llamó a Jacob, y lo bendijo, y le mandó
diciendo: No tomes mujer de las hijas de Canaán. Levántate, ve a
Padan-aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer
de las hijas de Labán, hermano de tu madre» (Gn. 28:1-2).
[19]
«Y habitó en el desierto de Parán; y su madre le tomó mujer
de la tierra de Egipto» (Gn. 21:21).
[20]
«Se levantó David y se fue con su gente, y mató a doscientos
hombres de los filisteos; y trajo David los prepucios de ellos y los
entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Y Saúl le dio su
hija Mical por mujer» (1 S. 18:27).
[21]
«Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para
tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche
estuviese con marido, y aun diese a luz hijos, ¿habíais vosotras de
esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin
casar por amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo
yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí» (Rut
1:12-13).
[22]
«Y vio Esaú cómo Isaac había bendecido a Jacob, y le había
enviado a Padan-aram, para tomar para sí mujer de allí; y que
cuando le bendijo, le había mandado diciendo: No tomarás mujer de
las hijas de Canaán; y que Jacob había obedecido a su padre y a su
madre, y se había ido a Padan-aram» (Gn. 28:6-7).
[23]
«Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a
Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; 35 y fueron
amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca» (Gn. 26:34-35).
[24]
Hace referencia a alguien que muestra cariño de manera
empalagosa, mostrando así una actitud tonta o necia [N. del T.]
[25]
«El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la
peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre
en la doncella» (Pr. 19:19).
[26]
«Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará
para siempre caído al justo» (Sal. 55:22).
[27]
«Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de
ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te
desamparará» (Dt. 31:6). «En ti confiarán los que conocen tu
nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te
buscaron» (Sal. 9:10).
[28]
«Y Saúl dijo: Decid así a David: El rey no desea la dote, sino
cien prepucios de filisteos, para que sea tomada venganza de los
enemigos del rey. Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos
de los filisteos» (1 S. 18:25).
[29]
«Y dijo Caleb: Al que atacare a Quiriat-sefer, y la tomare, yo
le daré a mi hija Acsa por mujer. Y la tomó Otoniel, hijo de Cenaz
hermano de Caleb; y él le dio a su hija Acsa por mujer» (Jos. 15:16-
17).
[30]
A partir de acá escribe Henry Scudder. Lo anterior ha sido
escrito por Caleb Grantham [N. del T.]
[31]
«¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y
por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios.
Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la
mujer de vuestra juventud.» (Mal. 2:15).
[32]
«… pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su
propia mujer, y cada una tenga su propio marido» (1 Co. 7:2).
[33]
«Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero tiene
cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. […] Esto
lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo
honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al
Señor» (1 Co. 7:32, 35).
[34]
«Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su
trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero
¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas
¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno,
dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto»
(Ec. 4:9-12).
[35]
Significa «contraer esponsales» o «prometerse casarse» [N.
del T.]
[36]
«¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado?
Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún
otro la tome» (Dt. 20:7). «Si hubiere una muchacha virgen desposada
con alguno…» (Dt. 22:23).
[37]
«El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada
María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había
concebido del Espíritu Santo» (Mt. 1:18).
[38]
«Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le
apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a
María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu
Santo es» (Mt. 1:20).
[39]
«Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito;
y le puso por nombre JESÚS» (Mt. 1:25).
[40]
«Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto,
lo que Dios juntó, no lo separe el hombre» (Mt. 19:6).
[41]
«Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las niñas
de tus ojos» (Pr. 7:2)
[42]
«Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y
carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue
tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn. 2:23-24). «Por esto el
hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán
una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre» (Mt. 19:5-6).
[43]
«Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne» (Ef. 5:31).
[44]
«… cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su
propio marido» (1 Co. 7:2).
[45]
«El conocimiento envanece, pero el amor edifica» (1 Co. 8:1).
[46]
«Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros
maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean
ganados sin palabra por la conducta de sus esposas» (1 P. 3:1).
[47]
«… pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de
cómo agradar a su mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y
la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para
ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene
cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido» (1
Co. 7:33-34).
[48]
«El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá
de ganancias. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida» (Pr.
31:11-12).
[49]
«… que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa
en santidad y honor…» (1 Ts. 4:4). «Honroso sea en todos el
matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios» (Heb. 13:4). «El marido cumpla con la
mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido» (1 Co.
7:3).
[50]
«Y no llegarás a la mujer para descubrir su desnudez
mientras esté en su impureza menstrual. […] En ninguna de estas
cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han
corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros» (Lv.
18:19, 24).
[51]
«Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de
desecharse, si se toma con acción de gracias; 5 porque por la
palabra de Dios y por la oración es santificado» (1 Ti. 4:4-5).
[52]
«Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu
juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te
satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Y por
qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno
de la extraña?» (Pr. 5:18-20).
[53]
«Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento;
corrompe su alma el que tal hace» (Pr. 6:32).
[54]
«Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo,
el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos» (Lv.
20:10).
[55]
«Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se
apartará de él» (Pr. 22:6). «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira
a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del
Señor» (Ef. 6:4).
[56]
«Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén
conmigo; el que ande en el camino de la perfección, este me servirá»
(Sal. 101:6). «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y
juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado
acerca de él» (Gn. 18:19). «… y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte,
y cuando te levantes» (Dt. 6:7).
[57]
«Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con
cuidado por tus rebaños. […] Los corderos son para tus vestidos, y
los cabritos para el precio del campo» (Pr. 27:23, 26). «Considera
los caminos de su casa, y no come el pan de balde» (Pr. 31:27).
[58]
«La mano negligente empobrece; mas la mano de los
diligentes enriquece» (Pr. 10:4). «Los pensamientos del diligente
ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura
alocadamente, de cierto va a la pobreza» (Pr. 21:5). «El que hurtaba,
no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno,
para que tenga qué compartir con el que padece necesidad» (Ef.
4:28).
[59]
En referencia al dinero [N. del T.]
[60]
«… no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no
guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co.
13:5-7).
[61]
«Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio
sobre el hombre, sino estar en silencio» (1 Ti. 2:12). «Vosotros,
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la
mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de
la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo» (1 P. 3:7).
[62]
«Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que este
que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te
ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos
allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a
nosotros, se quede en él. […] Llamando luego a su marido, le dijo: Te
ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las
asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. […]
Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no
me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere» (2 R.
4:9-10, 22, 24).
[63]
«Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus
maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la
congregación» (1 Co. 14:35).
[64]
«No te enseñorearás de él con dureza, sino tendrás temor de
tu Dios» (Lv. 25:43). «Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis
ásperos con ellas» (Col. 3:19).
[65]
La siguiente frase: «Él debe pedir ayuda al magistrado
público, de modo que ella pueda ser reclamada por él», es una
expresión de difícil significado, ya que puede dar a entender las
siguientes dos cosas: 1. Pedir ayuda a los magistrados públicos para
que estos insten a la esposa a cumplir con sus promesas pactuales.
2. Puede hacer referencia a la solicitud de divorcio. Perkins habla de
forma similar, pero en el caso de ausencia de una de las partes, en
la que la esposa puede pedir al magistrado la disolución del pacto
hecho, y también en el hecho de que la autoridad del magistrado
puede forzar al esposo a ser firme en sus promesas pactuales y
permanecer con su esposa. Y aplica esto también a las dos partes
por igual. Véase William Perkins, «Christian Economy» en The Works
of William Perkins (London: 1631), 3:683. Sin embargo, con
respecto a lo descrito por Scudder, no podemos ver testimonio
bíblico en la intervención de las autoridades civiles si fuera el primer
caso, a no ser que haya alguna violencia física de por medio por
alguna de las partes. Y si fuera por el segundo caso, tenemos en la
Confesión de Westminster las razones para la disolución del
matrimonio: «Aunque la corrupción del ser humano sea tal, que le dé
aptitud para estudiar argumentos para separar indebidamente a
aquellos que Dios ha unido en matrimonio; sin embargo, nada
excepto el adulterio, o la deserción obstinada que no pueda ser
remediada por la iglesia o el magistrado civil, es causa suficiente
para la disolución del lazo matrimonial» (cap. 24, XXIV.6), cuyas
razones tampoco podemos ver en la declaración de Scudder [N. del
E.]
[66]
«… porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo
es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador»
(Ef. 5:23).
[67]
«… como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la
cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza» (1 P. 3:6).
[68]
«A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en
tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu
marido, y él se enseñoreará de ti» (Gn. 3:16).
[69]
«Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer
como a sí mismo; y la mujer respete a su marido» (Ef. 5:33).
[70]
«Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David,
aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey
David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en
su corazón» (2 S. 6:16).
[71]
Es decir, si están casados o en el estado matrimonial [N. del
T.]
[72]
«Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta,
pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen» (1 Co.
7:29).
[73]
«Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con
un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo» (2
Co. 11:2).
[74]
«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas» (Mt. 6:33). «Y deseará el rey
tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor» (Sal 45:11).
[75]
«… y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los
muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1 Ts. 1:10).
«Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que
tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. […] Mas las
prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus
lámparas. […] Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y
arreglaron sus lámparas. […] Pero mientras ellas iban a comprar,
vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las
bodas; y se cerró la puerta» (Mt. 25:1, 4, 7, 10).
[76]
«… mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel
siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en
casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los
ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección» (Lc.
20:35-36).

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