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EL RETROCESO RECIENTE DE LOS GLACIARES EN EL MUNDO Y EN MÉXICO

Fragmento tomado de:


“investigaciones de los glaciares y del hielo de los polos”
Desde mediados o fines del siglo xıx, pero en especial durante las últimas décadas,
los glaciares en casi todo el mundo han retrocedido —muchos hasta el punto de
desaparecer— como resultado del aumento global de las temperaturas. Este fenómeno,
que representa una de las evidencias más notables de los cambios climáticos recientes y
en curso, ha sido especialmente acentuado en las montañas de los trópicos1 y se
observa claramente en México. Esto se debe a que en los trópicos el calentamiento se
amplifica con la altitud a causa del aumento conexo de la humedad atmosférica.2
El aumento de la temperatura parece ser la causa dominante, aunque no única, del
retroceso. No hay duda de que los glaciares continuarán contrayéndose en un escenario
de calentamiento global, aun cuando la precipitación también aumentase localmente en
algunos glaciares.
Los casquetes de hielo de Groenlandia y la Antártida representan un 96% del área
cubierta por glaciares en el planeta y el 99% del volumen de agua terrestre en forma de
hielo. Por ello su contracción es de interés no sólo como indicador del cambio climático,
sino sobre todo por sus consecuencias potenciales. Se estima que la fusión total del
casquete de la Antártida (21.5 millones de km3 de agua) ocasionaría un ascenso del nivel
del mar global de unos 59 m, y en el caso de Groenlandia (2.38 millones de m3),
de unos 6 m.3 En contraste, la fusión total del resto de los hielos del mundo provocaría
un ascenso de solamente 0.3 a 0.7 m. Aunque estos escenarios extremos son improbables,
sí existe una tendencia general hacia la fusión por parte de este hielo como resultado del
calentamiento global, con los consecuentes riegos de ascenso del nivel marino e
inundación de las tierras bajas adyacentes al océano. De hecho, el nivel global del mar
aumentó entre 10 y 20 cm durante los últimos 100 años.4 Si bien el calentamiento global
puede incrementar la precipitación sobre partes del casquete de la Antártida y
engrosarlo, en general las proyecciones indican una disminución en los volúmenes de
hielo y un aumento del nivel del mar en el rango de 0.09 a 0.88 m hacia el año 2100. 5
En glaciares de montaña de zonas templadas del Hemisferio Norte la altitud de la línea de
equilibrio ha ascendido 100-200 m desde el máximo avance de la Pequeña Edad
Glacial a mitad del siglo xıx.6 El retroceso de los glaciares no ha sido continuo, sino más
bien interrumpido por cortas fases de avance (1880-1890, 1900-1910, 1915-1930,
1960- 1980) tanto en zonas templadas como en tropicales.7 En los trópicos las
fluctuaciones han obedecido a distintas (y a veces complejas) combinaciones de factores.
El retroceso ocurrido durante la segunda mitad del siglo xıx parece haberse debido a una
disminución en la humedad atmosférica; el de 1930-1950, a un aumento de la
temperatura, combinado con menor humedad atmosférica; el ligero avance de 1960-1980
coincide con aumentos en la precipitación, y el acelerado retroceso desde 1980 resulta de
un aumento de temperaturas combinado con un aumento de la humedad atmosférica.8
Durante la Pequeña Edad Glacial los glaciares de las montañas más altas de México
descendieron hasta una altitud de 4,500 m. En el Iztaccíhuatl, la línea de equilibrio se en-
contraba en promedio a 4,715 m; es decir, unos 300 m más abajo que en la actualidad. El
glaciar de Ayoloco, el más extenso de esa montaña, descendía hasta 4,300 m y su línea de
equilibrio se hallaba a 4,675 m. No se sabe lo ocurrido en la segunda mitad del siglo xıx,
pero en 1898 el frente se encontraba a 4,465 m; en 1953, a 4,660 m; y en 1960, a 4,725 m.
En total, entre 1898 y 1960 el frente del glaciar de Ayoloco retrocedió 260 m en altitud y
810 m en distancia, a razón de 13 m/año.9 Para mediados de 1980, dos de los nueve gla-
ciares existentes en el Iztaccíhuatl en 1960 habían desaparecido y uno más estaba cerca de
desaparecer.10 Mediciones preliminares del autor indican una reducción de cerca de 40%
en el área cubierta por glaciares en el Iztaccíhuatl entre 1960 y 1983. En el Popocatépetl,
la tendencia ha sido similar, aunque modificada por la actividad eruptiva de 1919-
1921 y la registrada desde 1994.11 En el Pico de Orizaba también se ha observado una
acelerada contracción en las últimas décadas.12 A las tasas actuales de retroceso, es
posible que los glaciares mexicanos desaparezcan por completo en menos de 30 años.

Los hielos actuales: un archivo de la historia climática del planeta


En climas fríos extremos como los de los polos y las cimas de las altas montañas, cada año
se acumula una capa de nieve que gradualmente se transforma en hielo por efecto de la
compactación y la recristalización. Al igual que las capas de sedimentos de mares y lagos,
estas sucesiones de capas de hielo contienen evidencia detallada de las
fluctuaciones ambientales de los últimos miles o decenas de miles de años, con una
precisión en muchos casos anual para los últimos siglos. Mediante perforaciones en los
casquetes de los polos y en los glaciares de algunas montañas de gran altura se han
obtenido muestras de estos hielos, denominadas núcleos de hielo. Entre los más
importantes están el núcleo Vostok de la Antártida, con un registro de más de 400 mil
años; y los núcleos GRIP y GISP de Groenlandia, con más de 100 mil años, todo ellos con
más de 300 m de profundidad. Varios núcleos más cortos pero con información invaluable
han sido obtenidos en glaciares tropicales y subtropicales del Tíbet y los Andes y abarcan
desde algunos siglos hasta más de 20 mil años.13
El hielo de los glaciares consiste mayoritariamente en agua, pero también contiene
impurezas tales como burbujas de aire, iones disueltos y partículas sólidas. El análisis de
estas impurezas, así como la composición molecular del hielo mismo, proporciona infor-
mación sobre los cambios ambientales pasados y presentes.
La composición isotópica del hielo permite reconstruir la temperatura que existía al
momento de producirse la precipitación, ya que de la temperatura depende la proporción
de uno u otro isótopo de oxígeno presente en las moléculas de agua, en particular qué tan
abundante es el isótopo 16º con relación al 18º. De este modo, las capas anuales sucesivas
producen un registro continuo de los cambios de temperatura en la región del glaciar. Las
burbujas de “aire fósil” atrapadas en el hielo representan muestras de la composición de la
atmósfera del tiempo en que ocurría la precipitación. Su análisis ha mostrado que el
contenido de “gases invernadero” tales como el dióxido de carbono (CO2) y el metano
(CH4) ha variado sustancialmente en el tiempo, haciendo posible determinar el papel
que estos gases han tenido en las fases de calentamiento y enfriamiento climático. El
estudio de las variaciones en la concentración de polvo atmosférico y de iones
solubles en el hielo arroja información sobre los cambios en intensidad y dirección de la
circulación atmosférica, mientras que la presencia de partículas de ceniza volcánica y los
picos de acidez (asociados a SO2) registran el depósito de aerosoles inyectados a la
atmósfera por erupciones volcánicas. De particular importancia son los núcleos de hielo
extraídos en montañas tropicales y subtropicales, pues muestran que los trópicos han
registrado cambios climáticos similares a los de otras zonas del planeta.14 Por ejemplo, los
núcleos del Huascarán (Perú) y del Nevado Sajama (Bolivia) indican temperaturas 8-12º C
más bajas durante la última glaciación, y presentan clara evidencia de enfriamientos
durante la Pequeña Edad Glacial. Asimismo, contienen un registro de cambios climáticos
abruptos (como el inicio y el final de la Pequeña Edad Glacial), de periodos de sequía
y de mayor humedad, que muestran que el calentamiento planetario afecta de
manera especialmente acentuada a los trópicos.
Notas
1 Kaser, G. 1999. A review of the modern fluctuations of tropical glaciers. Global and Planetary
Change 22:93-103.
2 Beniston, M., H.F. Díaz y R.S. Bradley. 1997. Climatic change at high elevation sites: an overview.
Climatic Change 36:233-251.
3 Sugden, D.E, y B.S. John. 1976. Glaciers and landscape. A geomorphological approach. Londres: Edward
Arnold.
4 Oerlemans, J. y J.P.F. Fortuin. 1992. Sensitivity of glaciers and small ice caps to greenhouse warming.
Science 258:115-117.
5 McCarthy et al. 2001.
6 Porter, S.C. 1986. Pattern and forcing of Nothern Hemisphere glacier variation during the last
millennium. Quaternary Research 26:27-48.
7 Porter, 1986 y Kaser, 1999.
8 Kaser, 1999.
9 White, S.E. 1981. Neoglacial to recent glacial fluctuations on the volcano Popocatepetl, Mexico.
Journal of Glaciology 2796:356-363.
10 Delgado, H., R. Arciniega y D. Calvario. 1985. Los glaciares del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. GEOS
Boletín: Reunión Anual de la Unión Geofísica Mexicana. Oaxaca, México.
11 Delgado, H. 1997. The glaciers of Popocatepetl volcano (Mexico): changes and causes. Quaternary
International 38/39:3-6.
12 Palacios, D. y L. Vázquez-Selem. 1996. Geomorphic effects of the retreta of Jamapa Glaciar, Pico de
Orizaba Volcano (Mexico). Geografiska Annaler 77(A):19-34.
3 Bradley, R.S. 1999. Paleoclimatology: reconstructing climates of the quaternary. San Diego: Academic Press.
14 Thompson, L. G. et al. 1998 A 25,000-year tropical climate history from Bolivian ice cores. Science
282(5395):1868- 1864

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