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Iniciativa o instancia de parte agraviada.

Este principio rector del juicio de amparo, expresado en forma ligera por Manuel Crecencio Rejón,
consiste en la satisfacción necesaria de la pro- moción de la acción por iniciativa de parte agraviada
ante la autoridad judicial que deba conocer de un proceso de orden jurisdiccional para que éste dé
inicio y se sustancie en todas sus secuelas procedimentales hasta su resolución definitiva, sin que
sea válida jurídicamente la iniciación y el trámite oficioso del mismo.
La necesaria promoción de parte agraviada hace que sólo con su formulación ante la autoridad
judicial que deba conocer del juicio de amparo, éste pueda tener vida jurídica, como lo ordenan
tanto la fracción I del artículo 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
(Constitución), como por lo previsto en el numeral 4o. de la Ley de Amparo.

Existencia de agravio personal y directo.

Con base en este principio, al que también se le puede calificar de excep ción por no tener
fundamento constitucional, el examen de la constitucionalidad de los actos reclamados que se
hace en la sentencia dictada en el juicio de amparo será conforme a los argumentos vertidos a
título de concentos de violación propuestos en la demanda de garantías; así como en las
resoluciones dictadas en los recursos hechos valer en contra de alguna resolución dictada por el
juez o tribunal del amparo, donde el revisor deberá preciar la resolución impugnada a la luz de los
agravios expuestos. En ambos casos, no hará referencia a cuestiones no planteadas, ya sea en la
demanda o bien en los recursos.
De lo anterior se infiere que las cuestiones no abarcadas en la demanda de garantías o en los
recursos previstos por la Ley de Amparo, se reputan consentidas en perjuicio del quejoso o
recurrente, según sea el caso, y también que las referencias genéricas sin razonamiento jurídico
alguno resultan inoperantes.

Este principio, acuñado por Manuel Crecencio Rejón en el artículo 53 del proyecto de Constitución
del estado de Yucatán de 1840, y aprobado el 31 de marzo de 1841 por su Legislatura local, fue
precisado y delimi- tado por Mariano Otero en el artículo 25 del Acta de Reformas del 18 de mayo
de 1847, en la cual se consagra la idea de un efecto interpartes de las sentencias de amparo y
desecha la de efectos erga omnes; esto es, el alcance de la resolución es del orden particular, toda
vez que únicamente surte efectos para el caso concreto que lo motivó, limitándose los tribuna- les
competentes en materia de amparo a impartir la protección en el caso particular sobre el que
verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley o del acto que lo
motivare.
El principio de la relatividad de las sentencias tiene su fundamento en lo dispuesto por las
fracciones II del artículo 107 de la Constitución, así como por lo establecido por el artículo 76 de la
Ley de Amparo.
La apreciación judicial sobre este principio se observa en el contenido de la tesis que se cita:
Sentencias de amparo, relatividad de las. El principio de relatividad de las sentencias de amparo,
acogido por el artículo 76 de la Ley Reglamen- taria de los artículos 103 y 107 constitucionales,
evita que el Poder Judicial Federal invada las funciones del Legislativo al declarar inconstitucional
una ley; de esta manera, el principio en comento obliga al tribunal de amparo a emitir la
declaración de inconstitucionalidad del acto en forma indirecta y en relación con los agravios que
tal acto cause a un particular, sin ejercer una función que no le corresponde. En otras palabras, la
ley que rige el acto reputado violatorio de garantías no se anula por el órgano de control median-
te una declaración general, sino que se invalida su aplicación en cada caso concreto, respecto de la
autoridad que hubiese figurado como responsable y del individuo que haya solicitado la protección
federal.

Relatividad de las sentencias.

Este principio, acuñado por Manuel Crecencio Rejón en el artículo 53 del proyecto de Constitución
del estado de Yucatán de 1840, y aprobado el 31 de marzo de 1841 por su Legislatura local, fue
precisado y delimitado por Mariano Otero en el artículo 25 del Acta de Reformas del 18 de mayo
de 1847, en la cual se consagra la idea de un efecto interpartes de las sentencias de amparo y
desecha la de efectos ergamones; esto es, el alcance de la resolución es del orden particular, toda
vez que únicamente surte efectos para el caso concreto que lo motivó, limitándose los tribuna- les
competentes en materia de amparo a impartir la protección en el caso particular sobre el que
verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley o del acto que lo
motivare.
El principio de la relatividad de las sentencias tiene su fundamento en lo dispuesto por las
fracciones II del artículo 107 de la Constitución, así como por lo establecido por el artículo 76 de la
Ley de Amparo.
La apreciación judicial sobre este principio se observa en el contenido de la tesis que se cita:
Sentencias de amparo, relatividad de las. El principio de relatividad de las sentencias de amparo,
acogido por el artículo 76 de la Ley Reglamentaria de los artículos 103 y 107 constitucionales, evita
que el Poder Judicial Federal invada las funciones del Legislativo al declarar inconstitucional una
ley; de esta manera, el principio en comento obliga al tribunal de amparo a emitir la declaración de
inconstitucionalidad del acto en forma indirecta y en relación con los agravios que tal acto cause a
un particular, sin ejercer una función que no le corresponde. En otras palabras, la ley que rige el
acto reputado violatorio de garantías no se anula por el órgano de control median- te una
declaración general, sino que se invalida su aplicación en cada caso concreto, respecto de la
autoridad que hubiese figurado como responsable y del individuo que haya solicitado la protección
federal.

Proceso judicial.

En relación con este principio, debe anotarse que el órgano de control de la Constitución en
México es el Poder Judicial de la Federación, conforme lo dispone el artículo 94, en relación a los
numerales 99, 103, 104, 105 y 107 de la propia Ley Suprema, y conforme a lo dispuesto por el
primer pá- rrafo del artículo 107 constitucional, que en su parte conducente dice que todas las
controversias a que se refiere el similar 103 se sujetarán a “los procedimientos y formas del orden
jurídico” que determine la ley, esto es, demanda, contestación de ésta, ofrecimiento y admisión de
medios proba- torios, audiencia de desahogo de pruebas, presentación o formulación de alegatos
y dictado de sentencia, hace que el juicio de amparo se instituya como un medio de defensa de la
Constitución de carácter judicial.
Por lo que no se puede sustanciar procedimiento alguno que verse sobre el amparo, por ninguna
otra autoridad que generalmente no sea del orden judicial federal, toda vez que lo consagrado en
el numeral 133 de la Constitución, únicamente admite interpretación en el sentido de que los
demás órganos judiciales sólo efectúan una abstención de aplicar una norma legal ordinaria, por
estimarla inconstitucional, cuando su texto sea directamente violatorio de un mandato
constitucional, sin que necesaria- mente realicen interpretación alguna de ambos textos; es decir,
cuando sea notoriamente perceptible la contrariedad de la norma legal ordinaria a lo dispuesto en
la Constitución, sin que para ello se requiera mayor exé- gesis.
Sin embargo, se permite la intervención de las autoridades judiciales del fuero común en los casos
de jurisdicción concurrente (artículo 37 de la Ley de Amparo) o competencia auxiliar (artículos 38,
39, 40 de la Ley de Amparo) en materia de amparo, para conocer de dicho juicio de garantías, total
o parcialmente, pero nunca se podrá sustanciar mediante un procedi- miento administrativo o
legislativo ni ante autoridades de esa índole. De tal suerte que este principio rige en todo caso,
puesto que indefectiblemen- te el juicio de amparo será sustanciado mediante un proceso judicial.

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