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Las fantasias delirantes * de los paranoicos, que tienen por contenido la grandeza y los padecimientos del yo pro- pio, y afloran en formas totalmente tipicas, casi mondtonas, son universalmente conocidas, Ademés, innumerables co- municaciones nos han familiarizado con las raras escenifica- ciones bajo las cuales ciertos perversos obtienen su satisfac- cién sexual —en la idea o en Ja realidad—. En cambio, a muchos puede sonarles a novedad enterarse de que forma- ciones psiquicas en un todo andlogas se presentan de manera regular en todas las psiconeurosis, en especial la histeria, y de que en ellas —Ias llamadas fantasias {Phantasie) histéri- cas— se pueden discernir importantes nexos pata la causa- cién de los sintomas neuréticos. Fuentes comunes y arquetipo normal de todas estas crea- ciones de la fantasia son los lamados suefios diurnos de los j6venes, que ya han sido objeto de cierta atencién, si bien insuficiente, en Ia bibliografia? Siendo su frecuencia quizds igual en ambos sexos, parecen ser enteramente etéticos en muchachas y sefioras, y en los varones, de naturaleza erstica o ambiciosa, Sin embargo, no seria licito relegar a un se- gundo plano el valor del factor erético aun en los varones; es que profundizando en sus suefios diurnos por lo comin se averigua que han realizado todas esas hazaiias y conse- guido esos logros sélo para agradar a una mujer y para que ella los prefiera a otros hombres? Estas fantasfas son unos cumplimientos de deseo engendrados por la privacién y la afioranza; levan el nombre de «suefios diurnos» con dere- cho, pues proporcionan Ia clave para entender Jos suefios nocturnos, el nticleo de cuya formacién no es otro que estas fantasias diurnas complicadas, desfiguradas y mal entendi das por la instancia ps{quica conciente? * {«Webndichtung>, también «invenciones» 0 «creaciones poéti cas» delitantes.} 1 Cf. Breuer y Freud (1895), Pierre Janet (1898, 1), Havelock Ellis (18996), Freud (19002), Pick (1896). 2 Havelock Ellis (18995) [3* ed., 1910, pags. 185 y sigs.] es de la misma opinién, 3 Cf. La interpretacién de los suefios (19002) (AE, 5, pags. 488 14h Esos suefios diurnos son investidos cou un interés gran- de, se los cultiva con esmero y las més de Jas veces se los reserva con vergienza, como si pertenecieran al més intimo patrimonio de la personalidad. Ahora bien, es facil reconocer por la calle al que va inmerso en su suefio diurno: se sonrfe de manera repentina, como ausente; conversa consigo mis- mo 0 apresura su andar hasta correr casi, con lo cual marca el punto culminante de la situacién ensofads. Todos los ataques histéricos que he podido indagar hasta ahora probaron ser unos tales suefios diurnos de involunta- ria emergencia. En efecto, la observacién no deja subsistir duda alguna: de estas fantasfas, las hay tanto inconcientes como concientes, y tan pronto como han devenido incon- cientes pueden volverse también patégenas, vale decir, ex- presarse en sintomas y ataques. En circunstancias propi- cias, empero, es posible capturar con Ja conciencia alguna de estas tltimas. Una de mis pacientes, a quien yo habia puesto sobre aviso en cuanto a sus fantasfas, me refirié que Gierta vez se encontré Horando por la calle y, meditando en- seguida sobre el motivo, apresé la fantasia de que habia entablado una relacién tierna con un virtuoso pianista no- torio en la ciudad (aunque no lo conocia personalmente), quien le habfa dado un hijo (ella no los tenia) y luego la abandon a su suerte, dejéndolos en Ja miseria a ella y al nifio, En este pasaje de la novela le acudieron las légrimas. Las fantasfas inconcientes pueden haberlo sido desde siempre, baberse formado en Io inconciente, o bien —caso mis frecuente— fueron una vez fantasfas concientes, éuefios diurnos, y Iuego se las olvidé adrede, cayeron en lo incon- ciente en virtud de la «represin». En esta segunda alterna- tiva su contenido pudo seguir siendo el mismo o experimen. tar variaciones, de suerte que Ia fantasia ahora inconciente sea un tetofio de la antafio conciente. Por otra parte, la fan- tasfa inconciente mantiene un vinculo muy importante con Ta vida sexual de la persona; en efecto, es idéntica a la fan- tasfa que le sirvié para su satisfaccién sexual durante un petiodo de masturbacién. El acto masturbatotio (en el sen- tido més lato: onanista) se componia en esa época dé dos fragmentos: la convocacién de la fantasfa y 1a operacién ac- tiva de autosatisfaccién en la cima de ella. Como es sabido, esta composicién consiste en una soldadura.* Originariamen- y sigs. — El contenido de este pérrafo fue expuesto en forma més completa en el trabajo, casi contempordneo de este, «El creador li terario y ¢l fantaseo» (1908e), supra, pags. 129- 30.1 4 Véanse mis Tres ensayos de teorta sexual (Freud, 1905d) (AE, 7, pig, 134]. 142 te la accién era una empresa autoerética pura destinada a ganar placer de un determinado lugar del cuerpo, que lla- mamos erdgeno. Més tarde esa accién se fusioné con una representacin-deseo tomada del circulo del amor de objeto y sitvié para realizar de una manera parcial la situacién en que aquella fantasfa culminaba. Cuando luego la persona renuncia a esta clase de satisfaccidn masturbatoria y fanta- seada, la fantasfa misma, de conciente que era, deviene in- conciente. Y si no se introduce otra modalidad de la satis faccién sexual, si la persona permanece en Ia abstinencia y no consigue sublimar su libido, vale decir, desviar la exci- tacidn sexual hacia una meta supetior, esta dada la condicién para que la fantasia inconciente se reftesque, prolifere y se abra paso como s{ntoma patolégico, al menos en una parte de su contenido, con todo el poder del ansia amorosa. Para toda una serie de sintomas histéticos, entonces, las fantasias inconcientes son los estadios psiquicos previos mas proximos. Los sintomas histéticos no son otra cosa que las fantasias inconcientes figuradas mediante «conversion, y en la medida en que son sintomas sométicos, con harta fre- cuencia estén tomados del cfrculo de las mismas sensaciones sexuales e inervaciones motrices que originariamente acom- pafiaron a la fantasia, todavia conciente en esa época. De esta manera en verdad es des-hecha la deshabituacién del onanismo; y la meta tltima de todo el proceso patolégico, restablecer la satisfaccién sexual en su momento primatia, si bien nunca se consuma asf; es alcanzada siempre en una suerte de aptoximacién. El interés de quien estudia la histeria abandona pronto los sintomas para ditigirse a las fantasfas de las cuales pro- ceden. La técnica psicoanalitica permite, primero, colegir desde los sintomas estas fantasias inconcientes y, luego, hacer que devengan concientes al enfermo. Y por este ca- mino se ha descubierto que el contenido de las fantasias inconcientes de los histéricos se corresponde en todos sus puntos con las situaciones de satisfaccién que los perversos Mlevan a cabo con conciencia; y si uno es afecto a esa clase de ejemplos, no tiene més que recordar Jas escenificaciones a que en el teatro de Ja historia universal se entregaron los césares romanos, cuya locura desde luego sélo fue posible por el ilimitado podetio de quienes creaban tales fantasfas. También las formaciones delirantes de los paranoicos son unas fantasias de esa indole, si bien han devenido concien- tes de manera inmediata; sus portadores son los componen- tes sado-masoquistas de la pulsin sexual. ¥ de igual modo pueden hallar sus cabales correspondientes en ciertas fanta- 143 sfas inconcientes de los histéricos. Por otra patte, es nototio ‘elcaso, que reviste importancia practica, de histéricos que no expresan sus fantasias en sintomas, sino en una realizacién conciente, y asf fingen y ponen en escena atentados, maltra- 105, agresiones sexuales. Todo cuanto puede averiguarse acetca de la sexualidad de los psiconeuréticos se obtiene por este camino de la inda- gacién psicoanalitica, que leva desde los Hamativos sinto- mas hasta las fantasias inconcientes escondidas; y entre eso averiguable, también el hecho cuya comunicacién pretendo situar en el primer plano de esta pequefia publicacién pro- visional. EI nexo de las fantasias con los s{ntomas no es simple, sino miltiple y complejo, probablemente a consecuencia de las dificultades con que tropieza el afin de las fantasias inconcientes por procurarse una expresién’ Por regla gene- zal, 0 sea, dado un desarrollo completo y un prolongado lap- so de permanencia en la neurosis, un sintoma no cortespon- de a una tinica fantas{a inconciente, sino a una multitud de estas; por cierto que ello no de una manera atbitraria, sino dentro de una composicién sujeta a leyes. Es muy posible que al comienzo del caso clinico no se encuentren desarro- Iladas todas esas complicaciones. En vista de su interés general, me exttalimito del tema de esta comunicacién para insertar una serie de {6rmulas que se empefian en agotar progresivamente la naturaleza de los sintomas histéricos. Ellas no se contradicen entre si, sino que corresponden en parte a versiones més completas y deslindadas, en parte a la aplicacién de puntos de vista diferentes. 1. El sintoma histérico es el simbolo mnémico * de cier- tas impresiones y vivencias (trauméticas) eficaces. 2. El sintoma histérico es el sustituto, producido median- te

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