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Es bien demostrativo de la dificultad que ofrece el trabajo de investigacin cn el psicoandlisis que rasgos universales y constelaciones catacteristicas puedan pasarse por alto a des- pecho de una abservacidn incesante, prolongada por dece- nios, hasta que un buen dia se presentan por fin inequivo- camente; con las puntualizaciones que siguen quertfa reparar un descuido de esa indole en el campo del desarrollo sexual infantil, Es sin duda notorio, para los lectores de mis Tres ensayos de teoria sexual (1905d), que en ninguna de las posteriores ediciones de esa obra emprendi una refundicin, sino que mantuve el ordenamiento otiginatio y di razén de los pro- gresos de nuestra inteleccidn mediante intercalaciones y en- miendas del texto.! Debido a ello, acaso ocutra muchas veces que lo viejo y lo nuevo no se fusionen bien en una unidad exenta de contradiccién. En efecto, al comienzo el acento recay6 sobre Ia fundamental diversidad entre la vida sexual de los nifios y Ia de los adultos; después pasaron al primer plano las organizaciones pregenitales de Ja libido, ast como el hecho asombroso, y gnivido de consecuencias, de In acone tida en dos tiempos del desarrollo sexual. Por riktime, recla- mé nuesiro interés fa ravestigaciin sexual infantil, v desde ahi se pudo discernir la notable aproxinacidn det desenlace de ta sexualidad infantil (cerca del quimo aio de vida) 1 su conformacién final en cl adulto, Hasta ese punto he lesado en fa tilkima edicién (1922) de los Tres exsayos. En la pagina 63 de ese volumen® consigno que «a menu- do, o regularmente, ya en [a nificz se consuma una eleccién de objeto como la que hemos supuesto caracteristica de la fase de desarrollo de la pubertad. El conjunto de las aspira- ciones sexuales se ditigen a una persona tinica, y en ella quieren aleanzar su meta, He ahi, pues, el maximo acetca- miento posible en la infancia a la conformacién definitiva 1 ECE AE, 2, pig. 112.) 2 [Cotresponde a AE, 7, pig. 181, donde aparece también la nota agregada en 1924 que sintetiza los hallazzos formulados cn el presente artfcula. La seccién del Tibro de la cual se tomé esta cita fue agrenad« en su totalidad en 1915.] 145 que Ia vida sexual presentard después de la pubertad. La diferencia respecto de esta iiltima reside sdlo en el hecho de gue la unuficacién de las pulsiones pasciales y su subor- dinacién al primado de los genitales no son establecidas en Ja infancia, 0 lo son de manera muy incompleta, Por tanto, la instauracién de ese primado al servicio de Ia reproduceisn ¢s la tltima fase por la que atraviesa la organizacion sexual». Hoy ya no me declararia satisfecho con la tesis de que el primado de los genitales no se consuma en la primera infan- cis, 0 lo hace s6lo de manera muy incompleta. La aproxi- macién de la vida sexual infantil a Ia del adulta Iega mucho mis allé, y no se circunsctibe a la emergencia de una eleccién de objeto. Si bien no se alcanza una verdadera unificacién de las pulsiones parciales bajo el ptimado de los genitales, en cl apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales y el quehacer geital cobran una significatividad dominante, que poco le va en zaga a la de Ja edad madura. El cardcter principal de esta «organizacién gevital infantil» es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de la organizacién’ genital definitiva del adulto. Reside cn que, pata ambos sexos, sdlo desempeiia un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo. Por desdicha, sélo podemos deseribir estas constelaciones respecto del vatoncito; carecemos de una inteleccién de los procesos cortespondientes en lu nifia pequefia. Aquel percibe, sin duda, la diferencia entre varones y mujeres, pero al co: mienzo no tiene ocasién de relacionarla con una diversidad de sus genitales, Para él es natural presuponer en todos Jos otros seres vives, humanos y animales, un genital parecido al que él mismo posce; més atin: sabermos que hasta en las costs inanimadas busca una forma andloga a su micmbro.* Esta parte del cuerpo que se excita con facilidad, parte cam- biante y tan rica en sensaciones, ocupa en alto grado el interés del nifio y de continuo plantea nuevas y nuevas tareas a su pulsidn de investigacién. Querria verlo también en otras personas para compararlo con el suyo; se comporta como si barruntara que ese miembro podria y deberia set mas grande. La fuerza pulsionante que esta parte viril des- plogaré mds tarde en Ja pubertad se exterioriza en aquella Epoca de la vida, en Jo esencial, como esfuerzo de investi- * (Cf, el anslisis del pequefio Hans (19696), AE, 10, pag. 10.) — Por lo demas, es notable cudn cscasa atencién atrae sobre si, en ¢t nifio, la otra’ parte de los genitales masculinos, Ia bolsita con sus comtenidos. Por los andlisis, no se podria colegit que los genitales masculinoy consian de algo ‘mis que def pene 146 gacién, como curiosidad sexual. Muchas de las exhibiciones agresiones que el niiio emprende y que a una edad poste- rior se juzgarian como inequfvocas exteriorizaciones de lasci- via, se revelan al andlisis como experimentos puestos al servicio de Ja investigacidn sexual En el curso de estas indagaciones el nifio Hega a descubrir que el pene no ¢s un patrimonio comin de todos los seres semejantes a él. Da ocasién a ello la visidn casual de los genitales de una hermanita © compaferita de juegos; pero nifios agudos ya tuvieron antes, por sus percepciones: del orinar de las nifas, en quienes vefan otra posicién y escu- chaban otro ruido, la sospecha de que ahi habfa algo distinto, y Juego intentaron repetir tales observaciones de manera mis esclarecedora. Es notoria su teaccién frente a las primeras impresiones de la falta del pene. Desconocen esa falta; creen ver un miembro a pesar de todo; cohonestan a contradi cidn entre observacién y prejuicio mediante el subterfugi de que atin seria pequefio y ya va a crecer,® y despuds, poco a poco, Iegan a la conclusién, alectivamente sustantiva, de que sin duda estuvo presente y Juego fue'removido. La falta de pene es entendida como resultado de una castracién, y ahora se le plantea al nifio la tarea de habérselas con la referencia de Ia castracién a su propia persona. Los desarro- llos que sobrevienen son demasiado notorios para que sea necesario repetirlas aqui. Me parece, eso si, que sdlo puede apreciarse rectamente ta significatividad del complejo de castracién si ala vet se toma on cuenta su génesis en la fase del primado del falo.” + [A partir de aqui, «1 concepta de «desconocimientos 0 «lesmen tiday pasard a ocupar un lugar eida vez mis importante en los esctitos de Freud, La palabra alemana utilizada en este lugar es «lengien, pero mis adelante Freud empled casi siempre, en vez de ella, Ja forma ‘sverleugnenm, parece cn un contexto algo distinto en «La pérdida de realidad en [a neuosis y la psicosis» (1924e), infra, pig, 194; pero pot lo general es usada en relacién con ef complejo de casttacién Véase, pot ejemplo, los articulos sobre cl masoquismo (1924), inira pig. 170, y sobre ln diferencia anatém'ca entre los sexos (1925), infra, pig. 271, En sw trabajo posterior sobre el fetichismo (1927e) Freud distingue el uso correcto de las palabras «V erdrisrgcngo («repte- sign») y «Verleugmeg> («desmentidaa). Alli, asi como en ef trabajo Péstumo inconcluso «La escisidn del yo en el proceso. defensivor (1940e) y en el capftulo VIIT de su también inconcluso Esquema del psicoandtisis (19402), las disquisiciones sobre este término sirven de base 2 una adicidn a la teoria metapsicobdgica, En verdad, la idea de la «desmentida> ya habia sido insinuada mucho antes, cn «Forme: laciones sobre los dos principios del acaecer psiquico» (19116), AE, 12, pags, 224, m. 7 y 225, m, 8.1 ICE el andlisis del pequeno Hans (19696), AE, 10, pig. 12.1 © Con acierto se ha sefialado que el nifio adgniere la reptesentacic 147 Es nototio, asimismo, cudnto menosprecio por la mujer, horror a ella, disposicién a la homosexualidad, derivan del convencimiento final acerca de la falta de pene en la mujer. Recientemente, Ferenczi (1923), con todo derecho, recon- dujo el simbolo mitolégico del horror, la cabeza de Medusa, a a impresién de fos genitales femeninos carentes de pene. Pero no se crea que el niiio generaliza tan rapido ni tan de buen grado su observacién de que muchas personas del sexo femenino no poseen pene; ya es un obstéculo para ello el supuesto de que Ja falta de pene es consecuencia de Ia castracién a modo de castigo. El nitio cree, al contrario, que sélo personas despreciables del sexo femenino, probablemen- te culpables de las mismas mociones prohibidas en que él mismo incurrid, habrian perdido el genital. Pero las personas respetables, como su madre, siguen conservando el pene Para el nitio, ser mujer no coincide todavia con falta del pene.* Sélo més tarde, cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los nifios, y colige que slo mu- jetes pueden parir hijos, también la’ madre perderé el pene y, entretanto, se edificarén complejisimas teorfas destinadas 2 explicar el trueque del pene a cambio de un hijo, Al pare- cer, con ello nunca se descubren los genitales femeninos. Como sabemos, el nifio vive en el vientre (intestino) de la madre y es parido por el ano, Con estas tiltimas teorfas so- brepasamos la frontera temporal de! pertodo sexual infantil. No carece de importancia tener presentes las mudanzas que experimenta, durante el desarrollo sexual infantil, Ja polaridad sexual’ a que estamos habituados, Una primera de un daito narcisista por pérdida corporal ya a tafe de la pérdida del pecho materno luego de mamar, de In cotidiana deposicidin de las heces, y aun de ta scparacién del 'vientre de Ia madre al naver. Empe- ro, sélo cabe hablar de un complejo de castracién cuando esa repre: sentacién de una pérdida se ha enlazado con los genitales masculinos. [Este punto se trata con mayor extensiin en una nota al pie agregadas €n 1923 al anilisis del pequeiio Hans (19095), AE, 10, pig 9. Se lo menciona también en «El sepuliamiento de!’ complejo de Edipo» (1924d), infra, pig. 183.) 7 Me gustarfa agregar que lo mentado en cl mito son los genitales de la madre. Atenea, que lleva en su armadura Ia cabeza de Medusa, se convierte justamente por clio en la mujer inabordable, cwya sola visién extingue toda idea de aptoximacidn sexual. — (Un afio antes Freud habfa cscrito un breve ensayo sobre este tema, publicada pés- tumamente (1940c).] 8 Por el anilisis de una joven sefiora que no habfa tenido padre peto si vatias tfas, me enteré de que hasta bien entrado el periodo de Iatencia creyé en el pene de la madre y de algunas de Tas tias. Empero, a.una de estas, idiota, Ia consideraba casteada, tal como se sentia a si misma, (Véasc una’nota al pie de El yo y ef ello (19236), supra, pag. 33, 1. 9.1 148 oposicién se introduce con la eleccién de objeto, que sin duda presupone sujeto y objeto. En el estadio de Ia orga- nizacién pregenital sédico-anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposicién entre activo y pasivo es la domi- nante.® En el siguiente estadio de la organizacién genital infantil hay por cierto algo masculino, pero no algo feme- nino; la oposicién reza aqui: genital masculino, 0 castrado Sélo'con la culminacién del desarrollo en la época’ de ta pubertad, la polaridad sexual coincide con mascuilino y feme- nino. Lo masculino redne el sujeto, la actividad y la pose- sién del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La vagina es apreciada ahora como albergue del pene, recibe Ia herencia del vientre materno. © CE, un pasaje agregado en 1915 a] Tres ensuyus de teoria sexwad (1905d), AE, 7, pig, 180. [Véase, asimismo, una nota al pie agregada también en 1915 a esa obra, rhid., pigs. 200-1.) 149

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