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ATENEA TEJEDORA.

LA TRAMA EN LO MÍTICO, POLÍTICO Y SOCIAL

Una de las muchas cualidades de Atenea como Diosa vinculada al arte y a la


industria es su enorme habilidad como tejedora. De hecho ella misma se encarga de
enseñar e inspirar a las hilanderas más insignes de la mitología, como Penélope y
Aracné.

La imagen de las Diosas vinculadas con el arte de tejer es recurrente en todas las
mitologías universales. En el caso de Grecia las tres grandes Diosas encargadas de
hilar, tramar y marcar el destino, la vida y la muerte de la Humanidad son tres
hermanas tejedoras, las Moiras, con su triple poder.

Atenea está vinculada por un lado a la importancia del tejido como actividad
femenina. Toda joven que se prepara (para casarse) necesita, entre otras cosas, ser
hábil en el hilado y en el telar. Asociada a esta práctica doméstica viene aparejada
la oportunidad de demostrar maestría, habilidad, imaginación y sentido de la
belleza, convirtiéndose en una actividad con una dimensión creativa y estética que
es muy del agrado de esta Diosa.

Los griegos en su pensamiento y sus escritos asocian a menudo la sociedad de la


polis a una trama y señalan la importancia de que un buen político sea hábil como lo
es una buena tejedora, que desde el primer momento tiene en su mente, claramente
dibujado, su proyecto completo y sabe escoger el material adecuado, los hilos mejor
trabajados para que encajen bien en el trazado y disponerlos con orden, firmeza y
delicadeza al mismo tiempo.

Platón, desde la profundidad de sus escritos políticos y Aristófanes, desde el


ingenioso humor de sus comedias, entre otros, nos transmiten esta idea.

Uno de los principales momentos de las Panateneas, gran fiesta en honor de la


Diosa patrona de Atenas, es precisamente la procesión de las vírgenes tejedoras,
las Ergastinas, un grupo de jovencitas de gran belleza y hábiles en el arte textil
escogidas entre buenas familias atenienses.

El momento más emotivo es el del ofrecimiento del manto a Atenea, que recuerda
ritos paralelos destinados a honrar a María en el catolicismo, poniendo a los pies de
la Diosa el fruto de un año entero de trabajo con un resultado bello, artístico y
amoroso.
Atenea fue una Diosa sinceramente amada por los atenienses y todo es poco para
honrarla y mostrar el agradecimiento.

Penélope, que como su esposo Odisseo, es muy devota de la Diosa de ojos


brillantes, es continúamente guiada e inspirada por Atenea.

Existe también un mito bellísimo, relatado de un modo espectacular por Ovidio en


sus Metamorfosis, que nos habla de la cólera de la Diosa ante la arrogancia y el
orgullo.

Aracne era una joven lidia, de familia de hábiles artesanos. Su padre era un tintorero
famoso y ella era afamada por su habilidad fuera de lo común como tejedora. La
propia Atenea había inspirado en Aracne este arte. Pero la joven, al comprobar su
fama y envanecida por los elogios, decidió lanzar un reto a la propia Diosa.

Atenea se convirtió en una anciana y de acuerdo a su naturaleza dialogante, se


acercó a ella para intentar disuadirla de semejante temeridad, reconociendo su
mérito y recordándole la fuente de su hermoso don.

Aracne, enfadada, habló duramente a la vieja nodriza y persistió en su empeño.

De modo que Atenea, agotadas las vías de lo razonable, se dispuso a la acción.

La Diosa tejió una hermosa trama, recamada de nobles hilos, en la que representó a
todos los Dioses en su esplendor, bellos y grandiosos y desplegando sus dones de
poder, sabiduría y creatividad.

Aracne, por su parte, realizó una tela ornada de hiedra y flores muy delicadas y en el
centro representó a los Dioses en actitudes vergonzosas, poniendo de relieve los
aspectos menos agraciados de su carácter y haciendo mofa especialmente de Zeus
y su exagerada inclinación por la conquista de bellas mujeres mortales.

Esta fue la gota que colmó el vaso de la cólera de la Diosa. Considerando la actitud
de Aracne no sólo un insulto hacia ella misma, sino hacia toda la estirpe divina,
derribó el telar de un manotazo y avanzó hacia la tejedora.
Esta huyó asustada y tal fue su desesperación que se colgó de un hilo.
Atenea, que con su inteligencia práctica, nunca dejó de apreciar el innegable arte
de la joven, sintió lástima por ella y le salvó la vida.

Una tejedora así no puede perderse. Sin embargo la castigó precisamente a


practicar continuamente aquello de lo que tanto se enorgulleció. Y la convirtió en
una industriosa araña, condenada a tejer continuamente para conseguir su comida.

Es importante saber quien somos y el papel que nos corresponde, de otro modo es
difícil ofrecer algo que sea realmente bueno para todos en la trama de un grupo.

Por otra parte, a veces, empoderados, nos sentimos dueños, señores y creadores de
lo que hacemos. Y eso es así, pero es importante recordar que si no somos la
primera y directa fuente de nuestro arte, el agradecimiento a los maestros nos hace
humildes y lejos de empequeñecernos nos refuerza.

La humildad de reconocer y agradecer lo recibido es una cualidad inestimable.


A veces el ego y la ambición pueden cegarnos. Y cuando la apreciación sólo revierte
hacia nuestra persona, seremos egocéntricos y falsos. Aunque tengamos habilidad y
conocimiento.
Atenea en su tela representó la gloria de todos los Dioses, mostrando lo bello,
verdadero y bueno de sus obras, sin entrar en comparaciones.

Aracne se dedicó a la crítica y al desprecio, sin una palabra amable para nadie. En
lugar de ensalzar las virtudes de la Humanidad, criticó los defectos de los Dioses.

Si quieres hacer algo bello y constructivo, hazlo siempre en positivo, no ocultes los
errores de otros, pero tampoco los expongas, ofrece siempre alternativas útiles.

Y como Atenea, la de "ojos de mochuelo", procura en medio de la oscuridad de las


emociones que despierta el enemigo, descubrir sus dones. Eso es ecuanimidad y
nobleza de buena guerrera.

El de Aracne es uno de los mitos más conocidos, representados y reproducidos por


el arte y la literatura.
Y hay muchas interpretaciones posibles, tantas como seres humanos. Así son los
mitos, un regalo para la inteligencia de todos.

Nota Diana E. Martin Herrero

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