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PASIÓN EN LAS AULAS

Krista.E.Mollet.
Obra registrada:

Todos los derechos reservados.


CAPITULO 1

Viky se levantó la falda sin pudor ante los vítores y los gritos
obscenos de algunos chicos que estaban jugando un partido de fútbol
y entró en la clase de francés con un salto desde la ventana.

—¿Qué estás haciendo?

Viky se detuvo y giró el cuello para mirar al profesor Stevenson.

—Hola, profesor.

Viky se llevó las manos a la espalda y sonrió coquetamente.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Era una respuesta fácil. Viky había entrado a la clase de francés


para provocar ese encuentro y si llevaba puesta esa faldita de pliegues
a cuadros y las medias que llegaban provocadoramente a las rodillas
era únicamente para que ese hombre no pudiera apartar la mirada de
la parte visible de la piel de sus piernas.

O bien de la sugerente parte del escote de su camiseta.

—Entraba a clase.

Drek Stevenson la miró pero para frustración de Viky mantuvo


pudorosamente la mirada en su cara.

—¿Por la ventana?

—Es un bajo.

—Eso no lo explica.
—Con un ligero salto estoy dentro. ¿No me has visto entrar?

Drek guardó silencio un momento. Seguía mirándola a la cara.

A la cara…

¿Pero qué…?

Viky se cruzó de brazos.

¿Había montado todo eso y se había vestido de esa manera


para que él sólo la mirara a la cara?

—Estaba ocupado con los exámenes.

Drek señaló la pila de folios escritos que tenía encima de la


mesa, frente a él.

—Ah, sí, los exámenes.

¡Oh, sí! El examen de francés. Viky dudaba que su nota fuera a


alegrar a nadie. Ni a ella, ni a sus padres ni al profesor Stevenson
cuando lo corrigiera.

¿La castigaría?

Por un momento, por la mente de Viky pasó algunas formas en


las que le gustaría que aquel hombre la castigara, incluso sacó algo
más de utilidad a las herramientas que había de decoración en la
mesa larga y algo vieja que había en el aula.

También le sacó más utilidad a la mesa en la que en aquel


momento Drek apoyaba los brazos, dejando el bolígrafo rojo a un lado.

—¿Por qué has entrado a esta clase?

¿Por qué quería verlo?

—Porque estaba la ventana abierta.

¿Por qué seguía mirándola a la cara? ¿Es que no veía toda la


carne que estaba enseñando? Se había levantado una hora antes
para arreglarse, para vestirse y para ajustarse el sujetador para que
parte de sus pechos quedaran al descubierto por el escote en punta
de su camiseta y ese hombre sólo la miraba a la cara.

—Eso no es una excusa para que entres en mi clase.

—En tu clase no, pero era la única ventana abierta.

En realidad había pasado cuatro más que estaban abiertas, pero


ella tan sólo había querido ir allí para lucirse y que aquel hombre viera
lo deslumbrante que estaba esa mañana.

Para eso.

Para que la mirara solo a la cara.

—¿Y no se te ocurrió entrar por la puerta?

Comenzaba a ser molesto.

—¿La puerta?

Aunque siempre estaba la alternativa de ser inocente. Viky


sonrió dulcemente, saboreando el amargo pintalabios que debía haber
rozado con los dientes.

—Sí, no está muy lejos y te lleva directa a las escaleras.

—No quería ir a las escaleras —gruñó con un bufido.

—¿Ah, no?

Esta vez Drek apoyó la espalda en la silla y la miró fijamente,


cruzando también los brazos. Tenía una ligera sonrisa en los labios,
algo que era muy difícil de ver ya que ese hombre nunca sonreía.

Desde que había empezado el instituto, Viky había escogido


francés sólo porque había visto a ese hombre rondando por los
pasillos de camino al salón de reunión de profesores. Le había
impresionado su aspecto, tan atractivo pese a sus treinta y tres años
que había sido imposible que pasara desapercibido por las mujeres
del centro, incluso las estudiantes, con un cabello castaño dorado y
unos ojos verde intenso.

Era un misterio, tanto para ella como para el resto de sus


compañeras, que aún siguiera soltero.

A menos que fuera gay…

Viky entrecerró los ojos.

O que mintiera respecto a no tener ningún compromiso, algo que


aún no había averiguado cómo se había esparcido el rumor.

Recordaba, no obstante, que alguien se lo había preguntado en


clase, durante las clases en realidad, y él no dispuesto a variar su
actitud, ni lo había admitido ni desmentido.

Se había limitado a seguir dando la clase como si nadie le


hubiera preguntado nada.

—No.

—¿Entonces dónde querías ir?

Viky se encogió de hombros.

—Dentro.

Drek chasqueó la lengua e hizo una mueca.

—¿Y si sólo querías entrar por qué no lo hiciste por la puerta


como una persona normal?

Viky volvió a encogerse de hombros.

¿De verdad sólo iba a mirarla a la cara? ¡Era tan indignante! Aún
se escuchaban los gritos eufóricos de los chicos que la habían visto
entrar y allí estaba ella, frente al hombre más atractivo del mundo que
no parecía reparar en todos sus encantos. ¿Era ciego? Eso o era gay,
porque aunque tuviera novia era imposible que no la estuviera
mirando.
—¿Por qué tendría que dar todo el rodeo para entrar? Es más
rápido hacerlo desde aquí.

—No son los modales más apropiados.

—¿Y cuáles son los modales más apropiados?

—Prueba a entrar la próxima vez por la puerta.

—La clase está en un bajo, es casi como una puerta.

—Tal vez, pero una ventana sigue sin ser una puerta.

—¿No estás siendo muy puntilloso?

—Ni siquiera sabía que las niñas de hoy en día usaran la palabra
puntilloso.

Viky enarcó una ceja y guardó silencio un momento.

¿Niña?

—Está claro que hay muchas cosas que no sabes.

Como por ejemplo que ella ya no era una niña.

—¿En serio?

¿Por qué se mostraba tan divertido?

—Sí.

Drek dio unos distraídos golpecitos encima de la mesa con el


dedo y hasta tuvo la desfachatez de apartar la mirada de ella, de su
cara más precisamente dado que no parecía ver en ella otra cosa.

—Será que me estoy haciendo viejo.

Y levantó una vez más la mirada para mirarla.

A la cara, por supuesto.


—No me parece viejo —soltó Viky rápidamente sin intentar ser
discreta.

Ese hombre no parecía captar las indirectas, ¿Por qué no ser un


poco más directa?

Había llegado allí con una idea muy clara. Llevaba dos años
detrás de ese hombre y él no parecía haberla notado. Algo
incomprensible si se lo preguntaban ya que era muy popular por su
belleza y por la dulzura e inocencia que trasmitían.

Sí, era hermosa, eso era evidente. Viky lo comprobaba cada vez
que se miraba al espejo y hasta ese momento, desde que había
descubierto que si además de belleza se tenía ingenio, una podía
comerse casi literal el mundo, lo había estado usando a su favor cada
vez que quería conseguir algo.

Hasta ese momento.

O hasta el momento que decidió tener a ese hombre, porque por


más que se le había insinuado, o más bien lo había intentado, Drek
Stevenson ni había pestañeado dos veces al verla.

¡Incluso le había preguntado su nombre el otro día porque no se


acordaba!

Aquello comenzaba a ser irritante.

Y más que nada porque se había negado a rendirse. Jamás se


había enamorado hasta el momento que lo conoció y poco a poco lo
que había ido sintiendo se había convertido en obsesión.

Ese hombre sería suyo.

Completamente suyo.

—Debería parecértelo.

—Pues no me lo pareces.

¿No podía dejar de golpear la mesa?


Viky resistió el impulso de acercarse a la mesa e inclinarse sobre
el profesor para dejar a la vista de sus narices sus bien formados
pechos. ¡No iba a hacerlo!

—¿Por qué no tratas de replantearte eso dos veces? —inquirió


él molesto, suspirando irritado.

—¿Qué?

—Tal vez debería explicarte la diferencia de edad…

—¡A mí no me importa!

Viky dio un paso al frente. Al fin trataban el tema que ella quería.
Drek la miró sin borrar esa extraña medio sonrisa divertida.

—A mí sí —soltó él—. Es un problema si mis alumnos


comienzan a verme joven y me tratan con el poco respeto que tú estás
haciendo ahora mismo.

Viky se detuvo helada.

—¿Cómo has dicho?

Sus dientes rechinaron.

—Soy tu profesor y no me gusta una relación con mis alumnos


fuera de mi asignatura.

Señaló la puerta.

—¿Quieres que me vaya?

Ya no sólo era indignación. Se había vestido como una fulana


prácticamente para que él la mirara y lo único que hacia era echarla
fuera de la clase. ¿Tenía moralidad ese hombre?

Durante toda la vida había fingido que era una chica tranquila y
refinada, incluso tímida cuando su verdadera naturaleza era muy
distinta. Era atrevida y descarada, bastante locuaz realmente y con un
temperamento exaltado que hubiera escandalizado hasta a la más
picante de sus amigas.

Pero hasta ahora había interpretado muy bien el papel, por su


bien y por los que la rodeaban.

¡Pero ese hombre estaba acabando con su paciencia!

Y la paciencia no entraba dentro de sus escasas virtudes.

—Sí, quiero que te vayas.

Viky bufó.

—¿Y acabas de sermonearme sobre el comportamiento que


debo tener ante un maestro?

—No te he sermoneado, sólo te lo he explicado.

—¡Qué bien!

—Además estoy trabajando —Drek hizo una pausa y le lanzó


una fría mirada—, o lo estaba haciendo hasta que tú apareciste.

—¿Ahora es mi culpa?

—¿La culpa de qué?

—De que no te deje ponerme un cero.

Hubo un silencio donde Drek la miró fijamente.

—¿Tan mal te ha salido el examen?

—No contesté a ninguna de las preguntas.

Otro silencio.

En esta ocasión Viky creyó que Drek buscaría su examen entre


la pila de hojas, pero no lo hizo.

—¿Pusiste el nombre?
—¿Qué?

¿Se había vuelto loco o qué?

—Sí, lo puse, así que no podrás confundirlo.

—Entonces no es un cero, tendrás un uno.

Viky respiró con fuerza.

—¿Cómo?

—Tu nota —dijo Drek lentamente. Había vuelto a adoptar esa


media sonrisa—. Será un uno.

—Un uno…

—Te lo concedo por poner tu nombre a un examen en blanco.

Viky no daba crédito a lo que estaba escuchando y dio un paso


al frente finalmente, acercándose con atrevimiento a la mesa.

—Profesor…

—¿No tenías que marcharte?

Viky se detuvo bruscamente y le lanzó una mirada feroz.

—Parece que me estás echando.

—No lo parece, lo hago. Así que haz el favor de salir de esta


clase.

Viky arqueó las cejas y preguntó con expresión inocente.

—¿Seguro que quieres que me vaya?

—Sí.

Ni siquiera lo había dudado un momento. Bajó inmediatamente


después la cabeza hacia los exámenes y recogió el bolígrafo
retomando las correcciones sin volver a mirarla.
—Vale, pues me voy —gruñó ella malhumorada.

Caminó hacia la puerta y sólo se giró un momento cuando la


abrió. Drek seguía con la atención puesta en el examen que tenía
delante y por la forma que subrayaba y anotaba en él, ella supuso que
aunque alguien lo había rellenado todo, no sacaría mejor nota que
ella.

Con una mueca de disgusto salió del aula y cerró la puerta de un


portazo.
CAPITULO 2

—¿De qué vas disfrazada?

Viky ignoró a Malcom su mejor amigo y posiblemente la única


persona que estaba al corriente de su verdadera naturaleza. No sólo
era su amigo, también era su primo y eso había hecho que crecieran
juntos.

También se parecían mucho, aunque mientras Viky había


mostrado una actitud intachable, Malcom era todo lo contrario.
“Incorregible” era la palabra favorita de su madre y tía Maria cuando
hablaban de él.

—¿Te lo puedes creer?

—No.

La respuesta rápida de Malcom la obligó a girarse y mirarlo.

No sólo se parecían en la forma de ser, sino que los dos


compartían un sedoso cabello oscuro y unos ojos ámbar que por
alguna razón resultaba irresistible a los demás. Eran guapos, pero si
Viky tenía que comparar la belleza de su primo con la de Drek… El
profesor Stevenson era mucho más atractivo, sin ninguna duda.

—¿Sabes de lo que te estoy hablando?

—Evidentemente no —Malcom dejó a un lado la revista que


había estado ojeando, porno, según comprobó Viky con una mueca, y
se sentó correctamente en el viejo sillón que habían arrastrado entre
unos amigos para almacenarlo en una de las clases vacías del
sótano—. Acabas de entrar, ¿recuerdas? Es imposible que sepa de lo
que me estás hablando.

Pero era tan irritante como Drek. ¿O se habían puesto los dos de
acuerdo para fastidiarle el día?

Al menos Malcom sí sabía donde mirar.

—Si no sabes de lo que te hablo, ¿para qué respondes?

—Porque me has hecho una pregunta y yo educadamente…

—Cállate.

Viky se frotó las sienes con fuerza, cerrando los ojos para
tranquilizarse.

—Como quieras.

—¿Cómo me ves?

—¿Hm?

Pese a la pregunta, Malcom la miró de arriba abajo sin perderse


ni un detalle de todo lo que mostraba.

—¿Si fuera una chica te gustaría?

Malcom levantó la mirada rápidamente hacia su cara.

—¿Si fueras una chica?

—Sí, sí, venga, dame tu opinión.

—¿Si fueras una chica? —repitió él—. ¿Eso qué significa?

—¿Qué significa el qué?

—¿Eres una chica o no?

—¿Eres imbécil?

—Intenta expresarte correctamente.


—Me conoces desde que soy una niña, ¿qué necesitas que
explique?

—Podía haber estado toda la vida engañado.

—¿Crees que éste es el cuerpo de un hombre?

Viky se señaló, pasando una mano a lo largo de su cintura y su


cadera. Malcom miró el movimiento con avidez y luego levantó la
mirada hacia su cara.

—Peores cosas he visto.

—Oye, oye —murmuró ella, retomando la posición inicial en


jarras—. No me cuentes esas cosas que luego tendré pesadillas.

—No sabía que fueras tan delicada de oídos.

—Soy una chica, ¿recuerdas?

—No a jornada completa.

—¿Quieres que te mate?

—¿Ves? Ahora entiendo tu obsesión por la sangre y esas cosas


gore. Una chica refinada como tú jamás toleraría esas cosas.

—Deja de burlarte cabeza de gorrino. Además, ¿desde cuándo


me gusta la sangre y el gore?

Malcom puso expresión inocente.

—¿No te gustaba?

Viky puso los ojos en blanco.

—No.

—Oh.

—Vale, vale —Viky fue hasta el sofá y se dejó caer al lado de su


primo—. Dime la verdad, ¿yo te gustaría?
Malcom sacudió la cabeza lentamente.

—Bueno, sí.

—¿Bueno, sí? ¿Qué demonios significa eso?

—Enriéndelo, me pones en un compromiso.

—¿En un compromiso?

Su voz sonó demasiado áspera.

—Eres mi prima.

—Eso ya lo sé.

—Pero ya sabes, soy un hombre.

—También sé eso.

—Y estás muy buena.

—Eso era lo que quería oír.

Viky se levantó bruscamente y se paseó por la habitación.

—¿Ah, sí? No lo entiendo.

—No necesito que tú lo entiendas, lo que necesito saber es por


qué el no me mira.

—¡Ah, vale! Stevenson. ¿Cómo no se me ocurrió antes? —


Malcom comenzó a reír y recuperó la revista.

—Deja de decir tonterías y dame tu opinión como hombre.

—Como hombre, ¿eh?

—Sí, como hombre.

Malcom se encogió de hombros.

—Puede que no seas su tipo.


Le enseñó una rubia que salía completamente desnuda en la
revista. Viky la echó un vistazo antes de levantar lentamente la mirada
hacia la cara de su primo.

—¿Qué insinúas?

—Puede que le gusten rubias.

Viky hizo una mueca y resopló, dando un manotazo a la revista.

—¡Eh! —protestó Malcom agachándose a recogerla.

—Piensa, que parece que tienes el cerebro vacío.

—Si opinas eso, ¿por qué has venido a verme?

Sí, era verdad, ¿por qué siempre acudía a lloriquear a Malcom?


Era insensible, cruel, tosco, malhablado, calculador y egocéntrico. Viky
detuvo su paseo un momento y lo miró fijamente. Malcom sintiéndose
observado también la miró.

—Porque no puedo hablar de esto con nadie más. ¿Te imaginas


que sucedería si saco este tema en la próxima reunión para tratar los
temas del próximo número de la revista escolar?

—Sería una bomba —reconoció Malcom asintiendo


efusivamente con la cabeza.

—¿Y si lo hago en el vestuario mientras nos cambiamos las


animadoras?

—¿El fin del mundo?

—Tengo una reputación, Malcom. Haz algo útil y asesórame.

—Vale —aceptó Malcom despacio. Dejó la revista sobre el sofá


a un lado de nuevo y sacudió la cabeza—. ¿Alguna vez has pensado
qué sucederá cuando alguien se entere que somos primos?

Viky se volvió a detener y le lanzó a su primo una mirada


fulminante.
—Y dime, ¿cómo crees que podrían enterarse?

Malcom sonrió.

—Esa es una buena pegunta.

—¿En serio? —Viky se cruzó de brazos—. Eso no pasará nunca


y si pasa ya lo resolveré —se frotó los ojos y suspiró—. Centrémonos
en lo importante —señaló la revista que ahora descansaba cerrada—.
¿Si esa chica desnuda en vez de rubia fuera morena te gustaría
menos?

Malcom pareció reflexionar la respuesta y hasta se rascó la


cabeza.

—No. Le quedaría muy bien.

—¿En serio?

El tono de Viky volvió a ser mucho más alto y áspero.

—Sí.

—Entonces ¿por qué Drek Stevenson me mira a los ojos y no al


cuerpo?

Malcom volvió a hacer otro repaso por su cuerpo.

—Igual es gay.

Viky guardó silencio unos segundos.

—Yo también lo he pensado.

—¿Por qué no lo cambias por otro? —sugirió Malcom—. Para


empezar una relación con un profesor es complicada; y no hablemos
de lo que sucederá si tus padres se enteran —silbó—. Además, es
viejo.

Viky sacudió la cabeza con vehemencia.


—No —dijo tozudamente—. Tiene que ser él. Lo supe nada más
verlo.

—Ya, bueno, lo que tú digas.

—Pero el problema es que ya no sé qué más hacer para llamar


su atención.

—Ajá. Eso está bien.

Viky volvió a lanzarle una furiosa mirada, con los brazos


cruzados. Malcom había recuperado la revista de nuevo y la movía de
derecha a izquierda para mirar mejor.

—¡Eh! Aún estoy hablando.

—Ese es el problema, primita. Hablas demasiado cuando los


demás estamos ocupados.

—¿Llamas a masturbarte estar ocupado?

Malcom levantó la mirada de la revista y la atravesó con sus


ojos.

—Al menos descargo mis frustraciones. Deberías hacer lo


mismo. Desde que te reservas para ese profesor, tu humor va de mal
en peor. ¡Y qué digo! La peor parte me la llevo yo que tengo que
soportarte mientras sonríes como una gata melosa a los demás. Dame
un respiro, ¿quieres?

Viky sorbió ruidosamente por la nariz.

—¿Qué estás insinuando?

—No me vengas con esas —Malcom dejó caer las revista sobre
sus rodillas y se pasó las manos por la nuca, mirándola con una
sonrisa desvergonzada—. Eres una mujer sexualmente frustrada que
está gritando atención… Vale, ya lo dejo.

Malcom carraspeó varias veces antes de agarrar la revista y


ocultó la cara con ella, pegándola prácticamente a la hoja abierta.
—Por esta vez… —siseó Viky, cerrando los ojos un momento
mientras se frotaba con fuerza las sienes con los dedos—, fingiré que
no te he escuchado. Necesito que me ayudes.

Malcom apartó la revista bruscamente y la miró con


desconfianza.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—Para hacer, ¿qué?

—¡Sólo quiero tu opinión!

—Ah…

—¿Qué puedo hacer, Malcom? Ya lo he intentado todo…

—Ya… —Malcom siguió mirándola con desconfianza y después


terminó asintiendo lentamente con la cabeza—. Y dime, de todas esas
cosas que has hecho —la miró de arriba abajo otra vez, deteniéndose
particularmente en la zona de su escote—, ¿has pensado en
declararte?
CAPITULO 3

¿Declararse?

Viky se había cambiado de ropa en el vestuario de las


animadoras. Puede que su vestuario habitual no fuera el de una
religiosa, pero era mucho más discreto que la ridícula faldita que había
usado para impresionar a Drek Stevenson.

—¿Declararme? —Masculló, pisando con fuerza el brillante


suelo del pasillo de la segunda planta—. Eso es ridículo.

Ella nunca había necesitado declarase a nadie; eran ellos los


que caían rendidos a sus pies cada vez que ella los obsequiaba con
su presencia. ¡Declararse!

Se echó a reír y sacudió la cabeza con vehemencia hasta que


escuchó unas voces al otro lado y suavizó el paso, enmudeciendo
completamente mientras adoptaba una sonrisa angelical y se
enderezaba la ropa.

Hasta que los vio.

Drek Stevenson con la fresca de la profesora de economía.

Y se estaban riendo.

Viky se detuvo de golpe y los observó de frente, sin apartarse a


un lado para que pudieran pasar sin ningún problema a su lado.

En otras circunstancias lo hubiera dejado correr. Dos


compañeros de trabajo no suponían ningún problema para sus planes.
Pero esa mujer era como una espina clavada en el trasero; tan
rastrera… Viky respiró varias veces y se aseguró que no tuviera
ninguna arruga de más en una expresión que no debía parecer
enfadada… ¿cómo se atrevía esa tipa a coquetear de esa manera con
su hombre?

Y a él no parecía importarle demasiado la atención que recibía


de esa mujer…

Muy diferente a lo que había hecho con ella.

Al ir acercándose, Viky vio como Drek se daba cuenta de su


presencia y la miró desde lejos, sin apartar los ojos de los de ella
hasta llegar a su altura y los dos profesores se detuvieron. Ally
Masrew parpadeó varias veces al verla, sorprendida de que estuviera
parada en mitad del pasillo con los brazos cruzados y seguramente
una mirada desafiante que no había podido disimular lo suficiente.

Hablar con Malcom no la había ayudado precisamente.

—¿Necesitas algo? —se interesó Ally con una sonrisa nerviosa,


lanzando una irritante sonrisa de indulgencia al Drek.

Viky apretó las uñas en la carne de las palmas de sus manos,


sin abrir los puños y sin quitar los brazos del pecho. Podía interpretar
claramente el significado de esa mirada hacia Drek y a esas alturas,
después de ser despreciada por el hombre al que acompañaba y con
quien mantenía una agradable conversación, después de haber
hablado con Malcom y no haber llegado a ninguna parte excepto al
indiscutible hecho de que su primo estaba cada día más enfermo, y
sobre todo, al humillante hecho que se había vestido como una fulana
más para conseguir una mirada de más de un hombre… Sí, a esas
alturas no se encontraba de un humor lo suficientemente elevado
como para fingir ser la alumna modelo y hacer alarde de una paciencia
que ya ni existía y dejarla marcharse con Drek Stevenson.

Ese hombre era de su propiedad.


—Nada en lo que tú puedas ayudarme —soltó fríamente, sin
mirar a la mujer y clavando sus ojos en los de el profesor Stevenson.

El hombre levantó una ceja y la miró en silencio.

—¿Cómo has dicho? —Ally bufó y volvió a mirar a Drek, pero


esta vez indignada.

Esa era una mirada mucho mejor.

—Tengo dudas sobre francés.

—Si tienes alguna duda, algo discutible, dadas tus calificaciones


anteriores —comenzó Drek sin mostrar ninguna emoción en su voz—,
siempre dejo un cuarto de hora tras las clases para resolver dudas.
Deberías usar ese tiempo en la clase de mañana.

Viky entrecerró los ojos.

—Es hora de regresar a casa —interfirió la profesora Masrew—.


Exactamente, como dice tu profesor, mañana tendrás tiempo de
resolver tus dudas…

—No quiero esperar a mañana —gruñó ella, lanzándole una


furiosa mirada a la mujer que la hizo callarse de golpe.

—¡Será posible! ¡Qué modales!

—Es evidente que tiene esa edad en la que todos los niños se
vuelven un poco rebeldes.

Los dientes de Viky rechinaron y notó como enrojecía de la


vergüenza y la indignación.

¿Niña? Pero, ¿qué mierda?

—Sí —Ally rió—. Tienes razón. Por esta vez…

—¿Eres profesora de francés?

—¿Cómo dices?
—Te estoy preguntando —zorra mediocre y mal vestida. Viky se
tragó las palabras con esfuerzo—, si tú das la clase de francés.

Hubo un pequeño e incómodo silencio en el que la mujer la miró


sin salir de su asombro.

—No…

—Entonces cállate.

—Creo que deberías tener un poco más de cuidado con tus


modales —las interrumpió Drek con un profundo suspiro—. Le estás
hablando a una profesora y tu obligación es hacerlo con respeto. ¿Por
qué no pruebas a disculparte?

—¿Qué? ¿Me tengo que disculpar yo?

—Creo que eres la única que ha faltado el respeto —continuó


Drek, mirándola a la cara—. Un adulto es lo que haría. Reconocer su
error y disculparse.

Drek entrecerró los ojos con la misma sonrisa que le había


dedicado en el aula de francés hacía unas horas y Viky también los
entrecerró, dejando escapar un bufido. No era tan imbécil como para
caer en ese juego. ¿De adultos? ¿Así que la había estado llamando
niña porque sabía que la molestaba que lo hiciera? Entrecerró un poco
más los ojos. ¿Así que sí que habían estado jugando a algo después
de todo? Tal vez sus esfuerzos no habían pasado tan desapercibidos
como ella había creído pero, ¿hasta qué punto habían sido efectivos?

Suavizó la expresión y abrió los ojos completamente, dejando


caer las manos a los costados con gracia.

—Tienes razón. He sido una maleducada —aceptó, ignorando la


acidez que notaba en la garganta al hablar y sin mirar a la profesora
Masrew. Todo tenía un límite—. Pero el examen de francés me tiene
muy preocupada.
—Pensaba que no habías contestado a las preguntas porque no
habías querido hacerlo.

Viky entrecerró inmediatamente los ojos, pero los abrió al


instante que se dio cuenta que los cerraba y hasta sonrió.

—Fue un error.

—Está bien —aceptó Drek tras una pausa—. Escucharé tus


explicaciones aunque no prometo repetirte el examen.

Viky siguió sonriendo. ¿El examen? ¿Y a quién le importaba el


examen?

—No tienes por qué hacerlo —soltó Ally de mal humor de pronto.
Viky mantuvo la sonrisa imparcial, segura de que acababa de
estropearles unos planes—. Debes mantenerte firme. Su actitud se
merece un castigo.

—Bien —soltó Viky bruscamente, cortando a la mujer una vez


más—. Estoy dispuesta a ser castigada por haber dejado el examen
en blanco.

—Suficiente —la voz de Drek fue dura y Viky lo miró furiosa—.


Nos vemos mañana.

Se despidió de la malhumorada Ally con un toqueteo de más y la


mujer echó a andar con la cabeza muy alta.

Viky la siguió con la mirada un momento antes de girar el cuello


y mirar a Drek que la observaba desde su aventajada posición sobre
su cabeza.

—¿Planea el castigo, profesor?

—Debería enviarte a limpiar los servicios.

Viky bufó.

—No sabía que tuvieras fantasías tan sucias.


Drek la miró un momento y después se rió divertido.

—No creo que tú entiendas realmente lo que es el tipo de


fantasía de la que intentas hablar.

—Oh, tal vez sí. ¿Por qué no lo pone a prueba?

Drek la observó una vez más en silencio, mirándola únicamente


a la cara con una expresión indescifrable. Después sonrió.

—A lo único que voy a ponerte a prueba es a unas preguntas de


francés que espero tener sobre mi mesa a primera hora de mañana.

Viky vio con impotente consternación como el profesor


Stevenson rebuscaba algo dentro de su maletín y trató de buscar
alguna excusa mental para conseguir permanecer más tiempo con él.

—Parece que no las he traído —Cerró el maletín y volvió a


mirarla—. Tendrás que esperar a mañana. Mientras tanto, dedica
tiempo a estudiar.

Drek comenzó a caminar y pasó de largo pero Viky tardó sólo


unos segundos en retroceder rápidamente e interponerse en su
camino.

—Te acompañaré a clase a por las hojas —dijo con suavidad.

—Esperarás a mañana.

—No quiero esperar a mañana.

Hubo otro silencio en el que Drek enarcó ferozmente una ceja.

—Si tanto te preocupa la asignatura, deberías haber pensado


sobre ello antes de dejar el examen en blanco.

—No es el examen lo que me importa —soltó ella bruscamente,


encogiéndose de hombros.

—¿Ah, no?
—No. Ni siquiera me interesa el francés. No lo tomes a mal —
añadió con una sonrisa desdeñosa al ver como Drek entrecerraba
peligrosamente los ojos—, pero no le veo ninguna utilidad
inmediatamente.

—¿Por qué decidiste estudiarla? Había otras opciones que igual


eran más de tu interés. No me gusta tener que estar perdiendo mi
tiempo con alguien que no tiene interés en lo que enseño.

La voz de Drek era increíblemente ronca. Estaba enfadado y


Viky se encogió. Le gustaba esa voz

Viky se encogió de hombros.

—Me apunté a francés porque estabas tú —soltó bruscamente.

Drek enarcó una ceja.

—Eso no es un motivo.

—Entonces, ¿qué te parece un porque me gustas? ¿Eso es un


motivo?

Por un momento Viky creyó que no le respondería a eso,


después se echó a reír y sacudió la cabeza.

—Lo que me faltaba para terminar el día —siguió sacudiendo la


cabeza y siguió su camino hacia las escaleras—. Mañana prepararé
las hojas. Ven a última hora a recogerlas. Y estudia. Es lo que los
niños deben hacer.

Viky lo siguió con la mirada, furiosa, conteniendo mal la rabia


mientras lo veía desaparecer al cruzar hacia las escaleras.
CAPITULO 4

Viky cruzó el patio dando zancadas, pisando tan fuerte que


parecía que su intención fuera la de crear agujeros en el suelo. Y no
es que no quisiera hacer algún que otro agujero, pero no era el suelo
lo que quería asesinar en ese momento.

—¡Malcom!

Su primo dejó caer el cigarrillo que tenía entre los dedos en ese
momento y la miró sorprendido, un segundo antes de mirar furioso el
cigarrillo a medio fumar en el suelo y lo apagó con el pie.

—¿Te has vuelto loca?

—Tenemos que hablar.

—Genial, ignórame, pero espero que te hayas dado cuenta que


estamos rodeados de gente y que vas a tener problemas para explicar
por qué estás hablando conmigo.

—Es serio…

—Y aunque muero por ver las caras de tus seguidores cuando


les expliques que la reina del instituto es prima de uno de los mayores
parias del centro, uno de los inadaptados y que ella más que reina es
una sádica prepotente…

—¡Cállate, palurdo!

—Ey, ey, ¡Qué genio! ¿Te has levantado con un grano de más?

—Me confesó, como dijiste que hiciera.


—No —la corrigió Malcom a toda prisa—. Sólo te sugerí que lo
hicieras. No es lo mismo. Y supongo que no fue bien por la forma en la
que te encuentras…

Y la señaló con el dedo.

—¡Me rechazó!

—Eso hubiera sido digno de ver.

—¡Malcom!

—¿Qué? Y míralo desde un punto de vista diferente al de la


humillación —siguió riendo—. No me lo puedo creer. Vivir para ver
este momento.

—Malcom…

—Lo sé, lo sé. Es decir, creo que ya es hora de que des borrón y
cuenta nueva a la extraña obsesión que tienes por ese hombre. Tal
vez debiste haberte confesado antes.

—¡No! —gritó ella, furiosa. Aún sentía el amargo sabor del


rechazo, la indignación y la humillación, pero sus sentimientos seguían
siendo tan fuertes como la noche anterior—. Tiene que ser él.

—Eres tozuda, ¿eh? —Malcom guardó silencio y Viky se dio


cuenta que varias personas la estaban observando. Ya no sólo era el
espectáculo que el día anterior había dado con su aspecto de fulana,
sino que ahora hablaba con uno de los gamberros del instituto. ¡Su
estatus no iba aumentando precisamente! ¿Le importaba? Viky pensó
seriamente sobre eso. Al menos lo hizo unos segundos, el tiempo que
tuvo para pensar en algo antes de sentir la mano de Malcom sobre su
muslo y su aliento sobre su rostro.

—¿Quieres morir?

—Tu profesor está cerrando las persianas de la clase. Dudo que


no nos vea.
—¿Y por eso me metes mano?

—No lo hago porque quiera. Me siento obligado como tu primo.

—Es la excusa más estúpida que he oído en toda mi vida…

Pero tratar de dar celos no era tan mala idea realmente. Viky
rodeó el cuello de Malcom con el brazo y miró a través de su cabeza el
medio cuerpo del profesor Stevenson en el momento que bajaba la
última persiana. Por un momento, Viky imaginó que no miraría en esa
dirección y que no los vería, pero sí lo hizo y por el brillo de ira que
iluminaba su mirada, Viky se sintió satisfecha, apartando a Malcom en
el momento que la persiana se cerró completamente y se levantó.

—¿A dónde vas?

—Tengo una cita con el hombre de mi vida.

—Ya. Vale. Lo que tú digas, pero no olvides darme las gracias si


esto último ha servido de algo.

Viky bajó la mirada hacia su primo y sonrió con desdén.

—Dame tú las gracias por dejarte manosearme.

—No te he manoseado… mucho —reconoció Malcom con una


sonrisa endiablada.

Viky no respondió. Consultó el reloj y comprobó que ya habían


pasado varios minutos del final de las clases y echó a andar hacia la
clase de francés.

La clase de francés estaba iluminada únicamente por las luces


artificiales que provenían del techo. Viky estaba acostumbrada a ellas,
pero sólo había estado en esa aula con las persianas completamente
abiertas, con la luz del sol entrando tímidamente dentro.

—He venido a por las hojas —dijo suavemente según cerró la


puerta y se aseguró de girar la llave
Drek se encontraba de pie, algo apoyado en la mesa del fondo y
había levantado la cabeza para mirarla mientras entraba y caminaba
hasta donde él se encontraba.

—Ya las tengo preparadas —dijo secamente, girando un poco el


cuerpo para inclinarse sobre la mesa y recoger un taco de hojas
grapadas—. Tienes dos días para hacer los ejercicios y dependerá de
la calificación para que decida hacer o no un nuevo examen.

—Eres muy amable, profesor Stevenson —dijo ella


coquetamente, estirando la mano para coger las hojas y rozar con un
inocente accidente la mano de Drek—. No todos los profesores
hubieran hecho eso por mí.

—Si lo prefieres podemos dejarlo pasar y te dejo con el uno.

La voz cortante y seca de Drek era como música en los oídos de


Viky que consiguió mantenerse serena y sin sonreír con dificultad.
Incluso aunque siguiera mirándola a la cara.

—Quería creer que lo haces porque tienes en cuenta lo que te


dije ayer.

Drek enarcó una ceja y la miró sin cambiar la expresión.

—¿Debería tener en cuenta para algo la vaga confesión de una


alumna?

Viky se encogió de hombros.

—Tal vez sí la tengas en cuenta —Pasó una mano por el jersey


de Drek—. Tal vez la tengas más de lo que tú crees, ¿no puede ser?

Drek mantuvo un momento su mirada en sus ojos y después la


bajó hasta posarla un momento en la mano que se deslizaba por su
jersey, apartándola finalmente con una de sus fuertes y grandes
manos, pero no la soltó.

—Deberías aprender a respetar a los mayores.


—No sabía que no lo estuviera haciendo.

Viky se puso de cuclillas para acercar su rostro al de Drek.

—Debería enseñarte como tratarlos con respeto —dijo el


profesor Stevenson entrecerrando los ojos.

—Estoy impaciente por comprobarlo.

—Eres una insolente.

—Pero acepto merecer un castigo, ¿no me disculpa algo ese


hecho?

—¿Por qué no dejas de provocarme…?

—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?

—¿Y regresas a jugar con el chico de antes?

—Oh, ¿así que celoso?

—Creo que es más apropiado para alguien de tu edad. Hacéis


una buena pareja.

Viky sonrió enseñando los dientes.

—O no estás muy al tanto de los cotilleos del centro o eres un


buen actor.

Drek la siguió observando sin moverse y Viky contuvo un gruñido


de protesta. ¿Es que de verdad no quería besarla?

—No me interesan los cotilleos.

—Una pena.

—Deja de jugar conmigo —Viky pegó su cuerpo al de Drek y


mantuvo su cara muy cerca de la de Stevenson—. Te estoy avisando.

—Oh, vamos. Deja de hablar.


Durante unos instantes, Viky creyó que Drek se apartaría de ella
y su última oportunidad, el breve instante en el que había creído ver el
brillo de la ira reflejado en sus ojos al verla junto a Malcom, se
perdería y aquel hombre se alejaría completamente de su vida y sus
posibilidades. Pensar en ello le producía rabia y ansiedad. Lo deseaba
tanto. Había decidido nada más verlo que ese hombre sería suyo, en
cuerpo y alma y para siempre, pero nada de lo que había hecho hasta
ahora, ninguna de sus hábiles sutilezas había servido para nada y
ahora que se acercaba el día del final de curso y no tendría ninguna
excusa para verlo, había decidido empezar con algo más descarado,
más propio de su personalidad pero no de lo que había mostrado
hasta ahora, pero Drek Stevenson no parecía haberse dejado cautivar
por ninguna de sus trampas y encantos.

Si ahora la rechazaba…

—No me vengas llorando después.

—No lo haré.

Su respuesta fue demasiado rápida, pero los dedos de Drek


también, que la agarraron con fuerza por la nuca y tiraron de su
cabeza, apretando su boca con la de ella con ferocidad, como si
realmente hubiera deseado aquello hacía mucho tiempo.

Pero no sólo él podía haberlo deseado.

Viky había anhelado esos labios durante años y si el feroz


avance de la lengua de Drek le sorprendió al principio, no dudó en
agarrarse a él, respondiendo a su beso con la misma intensidad que
los labios de Drek sobre los de ella.

—¿Aún quieres que continúe? —preguntó Drek despacio, sobre


su cara una vez apartó los labios, manteniéndolos a milímetros.

Viky deseaba poder mirarle a los ojos, pero no lo hizo temiendo


ver algo en ellos que no fuera deseo.

—¡Dios! Ni se te ocurra detenerte.


Drek gruñó y maldijo en voz baja mientras la levantaba y la
sentaba sobre la mesa, introduciendo una mano bajo su falda y tiró de
sus medias hacia abajo. Viky se incorporó un poco para facilitarle
deslizarlas por sus caderas y las dejó entre sus piernas, continuando
el avance de su mano por sus braguitas y frotó su sexo con los dedos,
arrancándole varios jadeos.

Viky rodeó la cintura de Drek con las piernas y lo empujó hacia


ella en el momento que los dedos se apartaban del interior de su
cuerpo y desabrochaban la cremallera del pantalón, dejando a la vista
de Viky el miembro grueso y erecto.

—Los dos nos arrepentiremos de esto —dijo él con voz ronca,


acomodándose entre sus piernas.

Viky se mordió el labio y Drek le levantó la cara con la mano,


haciendo que sus miradas quedaran al mismo nivel.

En los ojos de Drek había pasión y deseo y Viky se sobrecogió


ante la ardiente mirada que la estaba devorando en ese momento.

—Preferiría arrepentirme de esto que arrepentirme de no haberlo


hecho.

De no haber probado aquel delicioso momento.

Drek volvió a gruñir y hundió su miembro en su sexo,


embistiéndola despacio al principio y más fuerte después, obligándola
a alcanzar el orgasmo con sacudidas de placer que la llevaban al
paraíso entre los brazos del hombre que amaba.

Cuando finalmente se apartó de ella, los dos saciados, Viky vio


los remordimientos en la expresión grave que se dibujó en el rostro de
Drek y ella se incorporó despacio, sorprendiéndose cuando el profesor
Stevenson la abrazó despacio.

—¿No podías haber esperado un poco más?


La pregunta la pilló por sorpresa, pero tampoco había esperado
oír tan pronto la voz baja y ronca de Drek en su oído, aún respirando
agitado al mismo compás que su propia respiración.

—¿Esperar?

Ni siquiera se molestó en bajarse la falda.

—Tan sólo un poco más y hubieras sido mayor de edad y


estarías fuera de esta escuela.

Viky lo miró sorprendida.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Estás a punto de graduarte. A no ser que tus tonterías de


último momento como el examen de francés en blanco hicieran que
repitieras curso.

—Para. Cállate un momento. —Drek enarcó una ceja pero


guardó silencio—. ¿Te habías dado cuenta que existía?

—¿De qué estás hablando tú? ¿Crees que es posible que


alguien como tú pase inadvertido?

Viky sacudió la cabeza con aceptación. Ya había pensado en


eso varias veces. ¿Cómo era posible que algún hombre pudiera no
notarla?

—Lo hiciste a propósito. Incluso me mirabas a la cara.

—Cada vez era más complicado hacerlo.

—¿Te gusto?

Drek bufó.

—Desde el primer momento que te vi.

Viky gruñó y se apartó de él, arreglándose la ropa como mejor


pudo. Las medias se le habían roto, pero decidió ignorar el detalle.
—Pero me ignoraste.

—Era fácil hacerlo —Viky le lanzó una mirada feroz y el sonrió.


Una sonrisa que era capaz de iluminarle el día a Viky—. Era fácil
porque tú no hiciste otra cosa que provocarme.

De pronto la mirada de Drek se ensombreció y Viky comprendió


lentamente a qué se debía. Se sentó en la mesa y cruzó las piernas
coquetamente, lanzándole una mirada satisfecha.

—Solo para que conste —dijo con su habitual tono de


arrogancia—. Malcom es mi primo.

—Tu primo…

—Lo mantenemos en secreto por la clara diferencia entre


nosotros.

—Es evidente que no es la arrogancia.

Viky enarcó una ceja pero sonrió complacida.

—Así que no hace falta que de una explicación sobre lo ocurrido


hace un momento.

—No la necesito.

—Y —añadió Viky con una sonrisa—, para que también conste.


Te quiero.

—Eso ya lo sabía.

—¿En serio?

Drek también sonrió y volvió a abrazarla, besándola dulcemente


en los labios.

—Pero no nos volveremos a ver de esta manera hasta que no


empieces la universidad.

Viky lo apartó de un manotazo y lo miró enfadada.


—¡Tienes que estar de broma!

—Nos comportaremos hasta entonces.

—Eso ya lo veremos.

Viky se levantó y caminó hacia la puerta pero al quitar el cerrojo


se dio cuenta que se había olvidado las hojas con los ejercicios y
regresó a por ellos, agachándose a recogerlos del suelo y se levantó
con ellos en la mano, devolviéndole la mirada con una mueca a la
sonriente y burlona sonrisa de Drek. Después volvió hacia la puerta y
se detuvo en ella un momento.

—¡Eso ya lo veremos! —repitió, segura de que esta vez sería


muy diferente a lo que había sido hasta ahora.

Eso estaba por verse…

Fin.
YA A LA VENTA

CRUCE DE DESTINOS

Lucia no cree en el amor. Dedicando la mayor parte de su


tiempo a su trabajo como camarera, no deja tiempo para encuentros
de ningún tipo, por eso cuando su hermana le llama para pedirle que
sea la madrina de su boda, siente una completa repulsión por la
ceremonia pero acepta ir, algo que se complica cuando descubre que
el padrino será Aidan, el hermano del novio de su hermana y a quien
odia profundamente.

Aidan detesta a esa mujer, Lucia, no sólo no es guapa, sino que


sus modales son toscos y además es una simple camarera, pero está
convencido que podrá soportarla unas horas por el bien de su
hermano.

Lo que ninguno de los dos sabe es que el destino puede


cruzarse y golpearles en cualquier lado.

Cruce de destinos

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Cruce de destinos 2

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Juegos peligrosos

“Acostémonos” Esa es la palabra con la que Erika le propone a


Matt, el hombre del que lleva enamorada 2 años, pasar una noche
juntos.
Erika aprovecha el mal momento de Matt, con quien a cruzado muy
pocos palabras desde que se conocen, tras la ruptura provisional con
su novia para conseguir dejar una huella en él, o en ella al menos,
pero lo que Erika no esperaba que los sentimientos comenzaran a
hacerse más fuertes, incapaz de sentirse satisfecha con sólo su
cuerpo.

LIBRO UNO

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Mollet-ebook/dp/B00HESQEMO/ref=sr_1_1?s=digital-
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Viaje de Placer

Tras divorciarse hace tres años, Eliza no ha vuelto a


enamorarse, pero por un error y una pequeña mentira, se encuentras
convertida en la secretaría de un rico y enigmático empresario con
quien descubre lo que es volver a desear a un hombre.
LIBRO UNO

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LIBRO DOS

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PROXIMAMENTE

DIRECTO AL CORAZÓN

Heaventher no era su hogar; tan sólo era una salida de


emergencia. Eve no planea encariñarse con ese lugar, ni aunque sea
una mansión de la que hereda una décima parte, pero tampoco
planeaba encontrar en Paúl Avery, un cínico y despreocupado hombre
increíblemente atractivo, algo más que una fría cordialidad entre
parientes de algún tipo, sino que él parece ser capaz de despertar en
ella oscuras pasiones, un deseo irracional.

Los dos, sin saberlo, terminan curando lentamente las heridas


del pasado del otro, convirtiendo Heaventher en un hogar. Tal vez Eve
encuentre en esa mansión algo más que susurros inquietantes en las
esquinas y secretos ocultos tras las puertas de metal oxidado.

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DULCE VENGANZA

Han pasado cuatro meses desde que Ingrid fue a Heaventher


con su hermana Eve. Pese a todos los intentos por mantenerse
alejada de la gente con la que se ve obligada a convivir, cada vez
parece encontrarse con más frecuencia con el ofensivo y cruel Nicolé
Hurson, el menor de los hermanos de Eve que todo lo que tenía de
guapo lo tenía de malo, convirtiendo su presencia en Heaventher en
un infierno hasta que un día descubre una debilidad en el cuerpo
enfermizo del joven, algo que no duda en usar en su contra, dispuesta
a convertir la venganza en algo muy dulce.

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