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El ARN, o ácido ribonucleico, es un ácido nucleico

similar en estructura al ADN pero con algunas


diferencias sutiles. La célula utiliza el ARN para una
serie de tareas diferentes; una de estas moléculas se
llama ARN mensajero o ARNm. Y es la molécula de
ácido nucleico cuya traducción transfiere información
del genoma a las proteínas. Otra forma de ARN es el
ARNt o ARN de transferencia, y moléculas de ARN no-
codificantes de proteínas que físicamente llevan los
aminoácidos al sitio dónde se lleva a cabo la
traducción y permiten que sean ensamblados en las
cadenas de proteínas en dicho proceso.
El ARN o ácido ribonucleico es una molécula que, al
igual que el ADN, se compone de sucesiones de
nucleótidos unidos por enlaces fosfodiéster. Los
nucleótidos están formados por una base nitrogenada
y un azúcar. En el ARN el azúcar es una ribosa y las
bases nitrogenadas son: adenina (A), citosina (C),
guanina (G) y uracilo (U). Este último sustituye a la
timina (T) del ADN.
Puede que os estéis preguntando para qué necesitan
nuestras células el ARN si se asemeja bastante al
ADN. Para hacerlo simple, el ADN sería algo así como
una escritora que retiene en su cabeza miles de
historias que compartir. Esta imaginativa escritora no
podría materializar sus ideas sin la ayuda de un
bolígrafo o un ordenador. Lo mismo pasa con el ADN.
A grandes rasgos, el ARN se encarga de los pasos
intermedios entre la información almacenada en el
ADN y la síntesis proteica, además de asegurarse de
que ocurra en su justa medida. En nuestro símil, el
fruto de este trabajo serían los libros, que ya están
listos para realizar su función, ya sea entretener,
enseñar o incluso sujetar la pata de una mesa.

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