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En ​La catedral del mar​ podemos ver ejemplos muy variados de la situación de la mujer en la

Edad Media según el grupo social al que pertenece, aunque todos tienen puntos en común.

A lo largo de la historia, a la mujer se le ha relegado al cuidado del hogar, los hijos y el


marido. Esto podemos verlo de forma clara en esta obra, ya que todos los personajes
femeninos destacan por ser “esposa de” o “madre de”. Los únicos ejemplos que se salen de
dicho rol, las prostitutas, sufren un gran rechazo social.

Por un lado, encontramos a las mujeres más privilegiadas, las que provienen de familias
nobles o adineradas. Están exentas de trabajar en el hogar y cuidar a sus hijos puesto que
disponen de esclavos o siervos para realizar dichas tareas. Principalmente, se dedican a
estar al servicio de su marido, ser buenas esposas y darles hijos, como establece la Iglesia.

El ejemplo más claro de ello es Elionor, la segunda esposa de Arnau. Es pupila del rey, por
lo que pertenece a uno de los grupos sociales más elevados. A pesar de ello, es obligada a
casarse por decisión del rey, sin tener en cuenta su opinión ni conocer siquiera a su
prometido. Tras la boda, se marchan a su castillo, donde desea vivir rodeada de otros
nobles y payeses a su servicio, que le rindieran homenaje y juramento de fidelidad como
establece la ley medieval.

A pesar de que no ama a Arnau, ambos discuten constantemente ya que él no desea


mantener relaciones con ella y, por tanto, Elionor no puede darle hijos. Por ello, no cumple
con el papel que le ha asignado Dios como esposa, lo que la lleva a denunciar a Arnau a la
Inquisición.

Otro ejemplo de mujer privilegiada es Guiamona, hermana de Bernat, siempre dispuesta a


ayudarle tras su llegada a Barcelona. No obstante, únicamente puede hacerlo en la medida
que su marido le permite, estando totalmente sometida a su voluntad.

Por otra parte, en los grupos sociales más bajos, además del deber de ocuparse del hogar y
los hijos sin ninguna ayuda, las mujeres viven bajo muy malas condiciones, siendo común el
maltrato por parte del marido.

Ejemplo de esto último es Joana, madre de Joan, que es condenada por adulterio y vive
encerrada en una pequeña habitación, pudiendo únicamente comunicarse por su hijo a
través de una pequeña ventana.

Cabe destacar la situación de las esclavas, tratadas como objetos y encargadas de cuidar a
los hijos, siendo a veces incluso como una madre para ellos. Esto podemos verlo en
Habiba, esclava de la familia Puig, que es maltratada tras la muerte de uno de los niños y
acaba falleciendo por las heridas.

Asimismo, encontramos ejemplos de la mujer dedicada a su marido en cuerpo y alma, a


pesar de haber contraido matrimonio por un acuerdo entre su padre y su marido y no por
voluntad propia. María, la primera esposa de Arnau, se encarga de cuidarle cuando termina
su jornada como bastaix y siempre se encuentra su disposición, cumpliendo con lo que se
espera de una buena esposa en la época. Uno de sus mayores deseos es tener hijos, como
debe hacer una mujer según lo establecido en la sociedad medieval. No obstante, muere
por la peste sin haberlo conseguido.

Igualmente, las campesinas se enfrentar a aún más dificultades en el campo. Unido al


cuidado del marido y los hijos, las payesas deben trabajar las tierras del campo junto a su
marido, con el que también se casan por decisión de su padre y no de ella misma.

No obstante, cabe destacar lo que sufre Francesca el día de su boda con Bernat. Según la
ley medieval, el señor de sus tierras tiene derecho a mantener relaciones con la novia el día
de su boda, como “cobro” de su virginidad. Es decir, el señor tiene derecho a violar a una
campesina, siendo tratada como un objeto sin voz ni voto. Después de hacerlo, el señor de
Navarcles obliga a Bernat a mantener relaciones con Francesa en contra de la voluntad de
ambos para que, en caso de que quedara embarazada, no pueda demostrarse de quién es
el hijo.

Además, también encontramos un grupo de mujeres que se salen del papel otorgado a la
mujer medieval, las “mujeres públicas”. Estas se ven obligadas a vivir de la prostitución por
diversos motivos, principalmente económicos, y son rechazadas y marginadas por la
sociedad.

En la obra, encontramos a Francesca, madre de Arnau. Una vez Bernat se marcha con su
hijo, ella acaba en la calle mendigando al comienzo de la obra y cuando vuelve a aparecer
se ha convertido en meretriz. Vive de forma independiente con otras muchas mujeres, sin
casarse ni tener hijos como se espera de ellas. Al final de la obra, incluso es acusada de ser
bruja.

Junto a Francesca está Aledis. Siendo muy joven, es obligada a casarse con un hombre
que le dobla la edad, algo habitual en la Edad Media. Es maltratada constantemente y no se
le permite tener contacto con ningún hombre que no sea su marido, siendo incapaz de
ejercer su voluntad. A pesar de ello, su amor por Arnau la lleva a huir de su situación y
acaba encontrándose con Francesca, quien la acoge y se convierte en su principal apoyo,
alcanzando así una vida más libre fuera de su matrimonio.

Otro ejemplo de una mujer que no acepta el rol adjudicado a la mujer medieval es Mar.
Cuando alcanza la edad adecuada para contraer matrimonio, lo rechaza ya que es feliz con
Arnau y Sahat. Sin embargo, tras ser raptada y violada por un noble, también acaba siendo
obligada a casarse por la presión ejercida sobre Arnau.

La situación de la mujer medieval se refleja tanto social como legalmente. A lo largo de la


obra aparecen diversas leyes en las que se refleja de forma clara dicha situación. Por
ejemplo, la ley que condena a Joana por adulterio, la que obliga a Mar a casarse con su
violador o la que permite al señor de Navarcles violar a Francesca.

Tampoco se le permite tomar decisiones de ningún tipo, puesto que su matrimonio siempre
es el resultado de un acuerdo entre su padre y su futuro esposo sin consultarle su opinión e
incluso sin haber visto antes a su futuro marido. Esto queda reflejado en conversaciones
entre miembros del clero, donde se habla de cómo su único deber es casarse y tener hijos.
Como hemos podido ver, la mujer medieval, además de la concepción social que la
relegaba al hogar, los hijos y el marido como únicos deberes, es considerada un ser
humano de segunda categoría incluso por la ley.

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