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Para revista Extensión Digital, Facultad de Psicología UNR, 2011

El nudo del materialismo histórico.


Método científico y teoría de la historia en Karl Marx

Luciano Alonso

Nudo (Del lat. nudus, por nodus).


1. m. Lazo que se estrecha y cierra de modo que con dificultad se pueda soltar por sí
solo, y que cuanto más se tira de cualquiera de los dos cabos, más se aprieta.
10. m. Principal dificultad o duda en algunas materias.
12. m. Fís. Punto de una red en que se unen varios conductores.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 22.ª edición,
Madrid, Espasa Calpe, 2001.

El presente texto intenta ofrecer una introducción breve y didáctica a algunos de los aspectos
centrales del pensamiento de Karl Marx (1818-1883), referidos en especial a cuestiones de método
y a su concepción general de la historia. Se habla aquí del fundador del materialismo histórico en
singular pese a que varios de los escritos fundamentales de su primera etapa fueron elaborados en
colaboración con Friedrich Engels (1820-1895) 1, quien además de sus estudios propios tendría
luego un papel de principal importancia en la divulgación de la obra de Marx y en la fijación de
ciertas definiciones sobre aspectos controversiales, en función de su ascendiente sobre el
movimiento obrero y en especial sobre los Partidos Obreros Socialdemócratas de Alemania y de
Rusia. Al respecto hay que destacar que si bien los planteos de Marx y Engels fueron ampliamente
compartidos a través de una larga y estrecha amistad, hay en ciertas cuestiones superposiciones sólo
parciales o énfasis distintos. Así, pueden identificarse en Engels tesis más deterministas y
eurocéntricas, al tiempo que merece crédito propio por sus desarrollos sobre cuestiones como la
dominación patriarcal, el estudio comparado de sociedades en perspectiva de larga duración o las
precisiones sobre el carácter históricamente situado de la “ley del valor”.
Además, es necesario reconocer que la multitud debates en torno a la interpretación de Marx
impide una fácil presentación de lo que constituirían los elementos centrales de su pensamiento. Los
contextos de producción de sus textos –tanto en lo referente a disponibilidad de información como a
oportunidad o condicionamiento–, las variaciones de significado de expresiones propias de un
vocabulario científico en formación –como por ejemplo “ley” o “determinación”–, los sentidos
plurales y hasta divergentes de expresiones del idioma alemán, las frecuentes correcciones o
dilaciones en la publicación, o incluso el modo en el cual la deriva posterior del movimiento
comunista internacional marca las lecturas actuales, impiden resolver satisfactoriamente el tema y
hacen que la comprensión de su pensamiento se encuentre abierta a permanente debate.

Cuestiones de método, de la filosofía social a la teoría social:


Formado en un ambiente intelectual marcado por la obra de Georg W. F. Hegel (1770-1831)
y partícipe de la corriente de los Jóvenes Hegelianos o “hegelianos de izquierda”, que querían
extremar las potencialidades críticas de las enseñanzas del filósofo alemán, Marx reconoció en la
1
Hay que destacar dos textos centrales del pensamiento marxiano escritos en colaboración con Engels y no carentes de
inconvenientes respecto de su contenido y publicación: La Ideología Alemana –elaborado hacia 1845-46 y nunca
publicado por falta de editor en su oportunidad– y el Manifiesto Comunista –encargado en 1847 por la Liga de los
Comunistas con sede en Bélgica, en cuyo seno se produjeron arduos debates sobre el contenido del documento –. De las
ediciones disponibles pueden destacarse Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos
Unidos, 1985 y “Manifiesto del Partido Comunista”, en Karl Marx, La cuestión judía y otros escritos, Barcelona,
Planeta / Agostini, 1993. En línea pueden consultarse muchas de las obras de Marx y Engels en la Biblioteca de Autores
Socialistas de la Universidad Complutense de Madrid (http://www.ucm.es/info/bas/es/biblioteca.htm) o la sección en
español de Marxists Internet Archive (http://www.marxists.org/espanol/index.htm).

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dialéctica o teoría de los opuestos el método de conocimiento más fructífero. En la concepción


hegeliana la dialéctica aparece como el movimiento en el tiempo, en el cual distintos elementos
entran en contradicción unos con otros. Esa contradicción es conflictiva pero a la vez produce una
unidad entre los términos contrapuestos (uno no existe sin el otro) y su superación genera nuevos
elementos. La dialéctica hegeliana hace tanto a la oposición inmanente a la realidad como a la
oposición entre realidad y concepto, y de esas contradicciones surgen constantemente nuevas
realidades y nuevos conceptos. Esquemáticamente eso supone que a cada elemento real o concepto
que se afirma como tesis se contrapone otro como antítesis y que la superación de esa contradicción
dará lugar a un nuevo elemento o concepto en tanto síntesis, si bien en el despliegue de lo real y de
la idea las contradicciones son fenoménicamente muy complejas y variadas, por no decir infinitas.
Tras su ruptura con el hegelianismo Marx continuó considerando a la dialéctica como la
base de una teoría crítica, que permitiría identificar los conflictos de la vida social y develar los
aspectos que están ocultos tras lo visible. En sus años de juventud, Marx identifica tres funciones de
la crítica que aparecen ya en una carta dirigida a su amigo Arnold Ruge en septiembre de 1843:
a) La apertura del desarrollo hacia el futuro a partir del análisis de lo existente:
“…es precisamente una ventaja de la nueva tendencia la de no anticipar dogmáticamente el
mundo, sino que sólo queremos encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del viejo. (…) si
construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aun lo que, al
presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente,
despiadada tanto en el sentido de no temer las consecuencias de la misma y de no temerle al
conflicto con aquellos que detentan el poder.”
b) El develamiento de lo que está oculto tras lo visible y la toma de conciencia de la realidad social:
“La reforma de la conciencia consiste solamente en hacer que el mundo sea consciente de
su propia conciencia, en despertarlo de la ensoñación que tiene de sí mismo, de explicarle el
significado de sus propias acciones. Nuestro objetivo general no puede ser otra cosa que –como
también lo es para la crítica de la religión de Feuerbach 2- darle a los problemas religiosos y
filosóficos la forma que le corresponde al hombre, que se ha vuelto conciente de sí mismo. /
Entonces, nuestro lema deberá ser: la reforma de la conciencia, no por medio de dogmas, sino a
través el análisis de la conciencia mística, ininteligible a sí misma, ya sea que se manifieste en su
forma religiosa o política.”
c) El vínculo del conocimiento con las luchas y anhelos de una época:
“En resumen… la autoconciencia (filosofía crítica) por parte del presente de sus luchas y
deseos. Ésta es una tarea para el mundo y para nosotros. Sólo puede ser la tarea de fuerzas
unidas.” 3
Poco tiempo después Marx trató de “ajustar cuentas” con la herencia hegeliana y
neohegeliana en textos escritos en colaboración con Engels (La Sagrada Familia, de 1844 y La
Ideología Alemana, de 1845-46), pero fue en la primera de sus escuetas Tesis sobre Feuerbach
donde presentó una visión antireduccionista del proceso de conocimiento, postulando la relación
dialéctica entre sujeto y objeto:
“La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach)
reside en que sólo capta la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la forma del objeto o de la
contemplación, no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De

2
Se refiere a Ludwig A. Feuerbach (1804-1872), filósofo alemán, discípulo de Hegel que emprendió una crítica de la
religión como negación de todo pensamiento especulativo y tuvo una fuerte influencia en los Jóvenes Hegelianos.
3
Karl Marx, Carta a Arnold Ruge, 1843, en línea en http://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm

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ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo,
por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal.”4
Lo “material” en Marx no aparece entonces apegado a “las cosas” o a lo inmediatamente
sensorial, sino a la dialéctica de sujeto y objeto en lo realmente existente, en la historia efectiva.
Extremando las ideas de Hegel y Feuerbach para presentarlos como unilateralmente partidarios del
idealismo el primero y del materialismo contemplativo el segundo, postuló un “materialismo
moderno” que recibiría más tarde el nombre de materialismo histórico y cuya función principal
sería la transformación del mundo existente a través de una actividad crítico-práctica. Así como su
planteo podía presentarse como superación (síntesis) de los opuestos representados por el idealismo
y el materialismo contemplativo, la noción de la transformación del mundo a través de una praxis
revolucionaria supuso a su vez el postulado de la superación de la antítesis entre la acción espiritual
de los filósofos y la acción material de las clases sociales. La identificación del naciente
proletariado industrial como el sujeto capaz de esa transformación revolucionaria surgió en Marx de
la búsqueda de una clase social cuyo interés particular en la emancipación pudiera coincidir con el
interés general de la sociedad, y que por tanto pudiera asumir la tarea de una violencia material
necesaria para acabar con un orden social injusto, o sea con el ejercicio de una crítica de las armas
que realizara los postulados que la filosofía podía plantear con el arma de la crítica.5 Con ello, el
modo de conocimiento del mundo que Marx postulaba no conducía a ver otras cosas que las que ya
identificaban los filósofos o cientistas sociales que él calificaba de “burgueses”, sino a interpretar de
modo radicalmente distinto lo existente para contribuir a su transformación.
El fracaso de las revoluciones democráticas y populares de 1848-49 condujo a un
replanteamiento de las tareas de Marx y Engels. Mientras el segundo se dedicó principalmente a
tareas organizativas y más tarde a la conducción de una empresa textil textil familiar que les
aseguraría a ambos medios de subsistencia, Marx se volcó de lleno al estudio de la economía
política como primer paso de un ambicioso e inacabado plan de estudios, en el convencimiento de
que era necesario un profundo trabajo teórico para comprender la frustración de las expectativas de
1848.6 En ese proceso fue definiendo un método científico cuyas líneas directrices plasmó en un
texto inédito de 1857 conocido como Introducción general a la crítica de la economía política,
cuyo apartado “El método de la economía política” conviene revisar con detenimiento. 7
El primer planteo de Marx en esa sección recupera, sin nombrarla como tal, uno de los
aspectos principales de la dialéctica que es la perspectiva de la totalidad, o sea la actitud de concebir
cada elemento en función de sus relaciones con otros –algo que no debe ser confundido con un
Todo metafísico o con la totalidad de los elementos empíricos–:
“Cuando se estudia la economía de un país se analiza en primer lugar la estructura de su
población: cómo está dividida en clases y cómo está distribuida entre la ciudad y el campo; se
analiza la hidrografía, las distintas ramas de la producción, la exportación y la importación, la
producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etcétera. / Puede parecer un buen
método comenzar por la base sólida de lo que es real y concreto; en una palabra, enfocar la
economía a través de la población, la cual constituye la raíz y el motivo de todo el proceso de
producción. Sin embargo, bien mirado, este método es erróneo. La población resulta una
4
Karl Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, en Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, op. cit., p. 665.
5
Karl Marx, “Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel. Introducción”, en La cuestión judía y otros escritos, op. cit.
6
Sobre ese viraje, cf. José Sazbón, “«Crisis del marxismo»: un antecedente fundador”, en Historia y representación,
Universidad Nacional de Quilmes, Quilmes, 2002.
7
Me guío aquí por dos traducciones distintas, la editada por José Manuel Bermudo como “El método en la economía
política” en Karl Marx, La cuestión judía y otros escritos, op. cit., y la de Miguel Murmis, Pedro Scaron y José Aricó en
Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía política / 1857, Córdoba, Pasado y Presente, 1972. Las
citas textuales se hacen según la primera versión, mientras que los encorchetados corresponden a la segunda allí donde
puede variar significativamente el sentido de los vocablos para lo que aquí interesa. En aras de la brevedad omito la
indicación de páginas.

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abstracción si, por ejemplo, paso por alto las clases de que se compone. A su vez, estas clases no
tienen sentido si ignoro los elementos sobre los cuales descansan, por ejemplo, el trabajo
asalariado, el capital, etcétera. Éstos últimos suponen el cambio, la división del trabajo, los
precios, etcétera. / Si, en consecuencia, comenzara sencillamente por la población, tendría una
visión caótica del conjunto.”
¿Pero cómo puede generarse un conocimiento de la totalidad social que pueda postular la
verdad subyacente a lo visible, cuando el mundo se nos presenta a través de esa “visión caótica”
como un conglomerado infinito de acontecimientos? En este punto Marx postula un proceso de
conocimiento que, partiendo de lo “concreto percibido”, permita formar categorías (conceptos
orientadores o clasificatorios) para luego volver a lo concreto y analizarlo en sus múltiples
relaciones:
“…si procediera mediante un análisis cada vez más penetrante, llegaría a nociones cada
vez más simples: partiendo de lo concreto que yo percibiera, pasaría a abstracciones cada vez más
sutiles para desembocar en las categorías [o determinaciones] cada vez más simples. En este punto,
sería necesario volver sobre nuestros pasos para arribar de nuevo a la población. Pero esta vez no
tendríamos una idea caótica del todo, sino un rico conjunto de determinaciones y de relaciones
complejas.”
Marx no desconoce que la percepción que la mente puede tener de la realidad está en un
plano diferente de la realidad misma. Lo “concreto percibido” es una síntesis de lo concreto
realmente existente que se toma como punto de partida para la creación de categorías abstractas:
“Lo concreto es concreto, ya que constituye la síntesis de numerosas determinaciones, o sea
la unidad de la diversidad. Para el pensamiento constituye un proceso de síntesis y un resultado, no
un punto de partida. Es para nosotros el punto de partida de la realidad, y por tanto de la intuición
y de la percepción.”
Por su parte, una vez producida la abstracción ésta permite ordenar el mundo, reconocer las
relaciones entre los elementos y “volver a lo concreto” para dar cuenta de la realidad en una
exposición que tiene siempre presente la perspectiva de la totalidad. Para el pensamiento, la
reversión de lo abstracto sobre lo concreto es “la manera de apropiarse de lo concreto, o sea la
manera de reproducirlo bajo la forma de lo concreto pensado”.
Diferenciándose del idealismo hegeliano, Marx insta a no confundir ese concreto pensado
con lo concreto en sí mismo, con la realidad social. Pone como ejemplo la categoría “valor de
cambio”, que como concepto o determinación puede reconocerse en las más variadas y antiguas
sociedades, pero que como un concreto existente sólo es tal en el marco de determinadas
condiciones productivas, familiares, estatales, etcétera. Las categorías simples no pueden
reconocerse en lo real más que como “una relación unilateral y abstracta en el seno de un conjunto
concreto, vivo y ya dado”. Si eso es así, el “mundo concebido” es lo real para el pensamiento. Pero
ese mundo ordenado por categorías o determinaciones de la mente no puede ser pensado a partir de
los mismos conceptos, a la manera del idealismo; en su origen está la percepción y la representación
de lo real:
“…la totalidad concreta (puesto que es totalidad pensada o representación intelectual de lo
concreto) es producto del pensamiento y de la representación. Pero no es producto en absoluto del
concepto que se engendraría a sí mismo, que pensaría aparte y por encima de la percepción y de la
representación: es producto de la elaboración de los conceptos partiendo de la percepción y de la
intuición. Así, la totalidad que se manifiesta en la mente como un todo pensado es producto del
cerebro pensante que se apropia del mundo de la única manera posible.”
En el desarrollo real que las categorías simples intentan reflejar, la relación entre lo simple y
lo concreto es compleja. Luego de varias disquisiciones, Marx concluye que una categoría simple

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“puede expresar tanto relaciones sociales de un conjunto poco desarrollado, como relaciones
secundarias de un conjunto muy desarrollado”. Por ejemplo, el dinero ha existido antes que el
capital y el trabajo asalariado; como categoría más simple que la categoría de capital expresa
relaciones sociales de conjuntos menos desarrollados que la sociedad capitalista, al tiempo que
también puede expresar parcialmente las relaciones de esta última.
Si las categorías simples son el resultado de una actividad intelectual que representa una
totalidad concreta de trabajos, es porque la posibilidad de su formulación está en relación directa
con las formas sociales de la realidad misma. La idea de “trabajo” puede ser “tan antigua como el
mundo”, pero resulta posible convertirla en una categoría abstracta con la cual explicar las
relaciones concretas cuando el trabajo se ha convertido históricamente en el medio de producir la
riqueza en general. En este punto Marx invierte la concepción hegeliana del desarrollo de una
potencialidad, de la historia inscripta en un origen de la misma manera en la que el árbol está
inscripto en la semilla. No es el pasado el que explica el presente, sino el presente el que nos da la
clave para comprender el pasado –lo que de ninguna manera lleva a homologarlos–:
“La sociedad burguesa constituye la organización histórica de la producción más
desarrollada y más diversificada. Las categorías que expresan las relaciones de esta sociedad y
aseguran la comprensión de sus estructuras, nos permiten al mismo tiempo entender la estructura y
las relaciones de producción de todas las sociedades pasadas, sobre cuyas ruinas se halla
edificada la sociedad burguesa, la cual conserva ciertos vestigios de las primeras, mientras que
algunas virtualidades, al desarrollarse, han tomado en ella todo su sentido. La anatomía del
hombre da la clave de la anatomía del mono. Las virtualidades que anuncian una forma superior
en las especies animales inferiores no pueden comprenderse sino cuando la forma superior misma
es finalmente conocida. / Así es como la economía burguesa nos da la clave de la economía
antigua, etcétera. Pero de ningún modo a la manera de los economistas que borran todas las
diferencias históricas y ven la forma burguesa en todas las formas sociales. Se puede comprender
el tributo, el diezmo, etcétera, cuando se conoce la renta del suelo; pero no es necesario
identificarlos.”
Como últimas y no menores prevenciones metodológicas, en ese apartado de la Introducción
General reaparecen el problema de la relación sujeto-objeto planteado en la primera Tesis sobre
Feuerbach y la relación entre conciencia y existencia expresada en La Ideología Alemana:
“En lo que concierne a las ciencias históricas y sociales, hay que tener presente que el
sujeto –en este caso la sociedad burguesa moderna– está dado a la vez en la realidad y en la mente.
Las categorías expresan por tanto formas y modos de existencia, y con frecuencia simples aspectos
de esa sociedad, de este sujeto: desde el punto de vista científico, su existencia es anterior al
momento en que se comienza a hablar de ella como tal…”.
Más allá de la mayor precisión que logró en momentos avanzados de su labor y aunque de
hecho cambiaran aspectos importantes de su concepción, es patente en Karl Marx el intento de
mantener a lo largo de sus distintos trabajos una unidad de método. Al punto tal que en 1873 volvió
sobre el problema para insistir en que durante treinta años había sostenido la procedencia del
método dialéctico y para explicar por qué la presentación de los resultados de la investigación podía
parecer una construcción apriorística para quien no conocía el procedimiento científico seguido:
“…el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal, del modo de investigación. La
investigación debe apropiarse de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear
su nexo interno. Tan sólo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el
movimiento real”. 8
8
Karl Marx, “Epílogo a la segunda edición”, en El Capital. Crítica de la Economía Política. I. El proceso de
producción del capital, vol. 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 19. En ese texto Marx reprodujo aprobadoramente la
reseña de su método que realizara una revista rusa y culminó enfatizando la diferencia entre su concepción de la

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Algunos problemas en torno a la “concepción materialista de la historia”:


En Marx el método científico es lo que sustenta una visión del desarrollo de las sociedades y
de los mecanismos de cambio social que fue denominada por él mismo y por Engels “concepción
materialista de la historia”. Esa perspectiva apareció inicialmente desarrollada en la sección
dedicada a Feuerbach en La Ideología Alemana, texto en el cual ambos autores trataban de
distinguirse del idealismo y del materialismo contemplativo afirmándose en un enfoque que partiera
de “las premisas reales” de la historia, que serían “los individuos reales, su acción y sus
condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas
por su propia acción”.
Un elemento esencial de esa concepción fue la noción de que en la historia se sucedían
distintos modos de producción –entendidos también como modos de vida y de cooperación–, que
articulaban de diferente manera las formas de la producción material, la generación de las
necesidades humanas, las formas de la reproducción de la especie humana y las formas de la
conciencia. Otro pilar estuvo en la afirmación de que la conciencia humana no podía ser
comprendida como un espíritu o idea que se encontrara más allá de la sociedad o guiara su
desarrollo por su propia lógica, sino que por el contrario era en todo momento un producto social,
emergente de condiciones específicas de vida.9 Eso de ninguna manera suponía decir que los
hombres no sean los artífices de su propia historia, pero sí que la hacen en condiciones que ni
controlan ni conocen plenamente, que les son legadas y que implican tradiciones y experiencias
anteriores que los limitan. Como lo explicaría Marx en un texto escrito en 1851-52:
“Los hombres moldean su propia historia, pero no lo hacen libremente, influidos por
condiciones que ellos mismos han elegido, sino bajo las circunstancias con que se tropiezan
inexorablemente, que están ahí, transmitidas por el pasado. La herencia de todas las generaciones
muertas acosa la mente de los vivos como una pesadilla.”10
Pese a esos desarrollos iniciales –e incluso en función de la interpretación de esos mismos
textos–, pocos aspectos de la obra de Marx fueron tan debatidos como el sentido general de su
concepción y el hecho de si ella suponía una filosofía de la historia o una teoría de la historia que
marcara una evolución determinada en “etapas”. Si bien los planteos de Marx y Engels sobre la
concepción materialista se sucedieron a lo largo de los años en muy variados trabajos, se ha querido
ver una suerte de sinopsis de la misma en el prólogo de la “Contribución a la crítica de la economía
política” editado por Marx en 1859. El hecho de que la copiosa obra de ambos autores quiera
muchas veces ser interpretada a partir de esas brevísimas páginas ofrece no pocos problemas, por lo
que una mirada atenta y algunos comentarios sobre ese prólogo puede guiar un listado de las
cuestiones que aún permanecen abiertas al respecto.11
El “Prólogo…” se inicia con una reseña de la trayectoria de los estudios del propio Marx que
desemboca en la clara ruptura con el hegelianismo trazada en la Introducción a la crítica de la
filosofía del Derecho de Hegel y tras la cual se esboza la tesis de la preeminencia de la “estructura
económica de la sociedad”:

dialéctica y el modelo hegeliano, que tachaba de idealismo.


9
Para estos aspectos cf. Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, op. cit., sección “Feuerbach.
Contraposición entre la concepción materialista y la idealista”.
10
Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, NEED, 1998. Otra traducción con el mismo sentido
pero expresiones ligeramente diversas en http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm, tomada de
la versión de Marx y Engels, Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1981.
11
Sigo en adelante dos versiones del “Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política” disponibles en las
mismas ediciones citadas en la nota 7, con iguales referencias en cuanto a transcripción.

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“Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como
las formas del Estado, no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general
del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida cuyo
conjunto resume Hegel… bajo el nombre de ‘sociedad civil’ y que la anatomía de la sociedad
burguesa había que buscarla en la economía política… / El resultado general a que llegué y que,
una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción
social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias, independientes de su
voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura [el edificio]
jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”.
Reaparece aquí la categoría de “modo de producción” expresado como “estructura
económica de la sociedad” de una forma mucho más escueta que la más amplia y rica explicación
de La Ideología Alemana, pero claramente compuesto por “relaciones de producción” y “fuerzas
productivas”. De otros textos de Marx podemos inferir que las “relaciones de producción” expresan
los vínculos reales y concretos que los individuos entablan entre sí en el proceso de producción de
la vida material. Vínculos que implican posesión y desposesión, propiedad y no propiedad de
medios de producción, pero también, necesariamente y como esas mismas palabras lo sugieren,
nociones respecto de cómo son y qué suponen esas mismas relaciones. Por su parte, la categoría
“fuerzas productivas” refiere a los medios empleados en el proceso de producción, que incluyen
instrumentos, fuerza de trabajo, la tierra y otros bienes naturales cuando corresponde e incluso un
cierto estado de la tecnología en función de conocimientos técnicos determinados. En el
“Prólogo…” Marx establece una “correspondencia” entre relaciones de producción y fuerzas
productivas, lo que ejemplificó en otros textos aduciendo ciertas posibilidades de combinación (por
ejemplo, no es frecuente que relaciones de producción basadas en la propiedad parcial o total de la
fuerza de trabajo como la servidumbre y la esclavitud, se combinen con fuerzas productivas basadas
en un alto desarrollo tecnológico).
El párrafo sigue “El sistema [el modo] de producción de la vida material condiciona
[determina] todo el proceso de la vida social, política y espiritual. No es la conciencia del hombre
la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su
conciencia”. Vuelve a hacerse presente aquí uno de los tópicos más ampliamente tratados en La
Ideología Alemana, que ha suscitado multitud de debates sobre cómo interpretar la relación entre
realidades “materiales” y “conciencia”. Pero, sea cual fuere el grado de “determinismo” que pueda
encontrarse en estas expresiones, hay que tener en cuenta que las ideas de que la estructura
económica determina o condiciona los desarrollos políticos y jurídicos y de que la existencia social
determina o condiciona la conciencia no suponen una precedencia temporal de los primeros
respecto de los segundos, sino una preeminencia explicativa. No es que los seres humanos
produzcan sus medios de subsistencia y luego desarrollen su conciencia ya que ambas actividades
se realizan en paralelo temporal, sino que las formas que asume la producción material permiten
explicar las formas que asume la conciencia. Recuérdese al respecto el planteo de Marx sobre las
premisas de la historia humana, en el cual aclara que las mismas no deben ser concebidas como
“fases” sino como “aspectos”, o sus observaciones sobre la manera en la cual la conciencia está
“preñada de materia” al manifestarse en los seres humanos bajo la forma del lenguaje. 12
El “Prólogo…” continúa inmediatamente con lo que puede considerarse una explicación de
cómo se produce el cambio social en el macro-nivel del modo de producción y cómo eso impacta en
el resto de las dimensiones sociales:

12
Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, op. cit., pp. 29 a 31.

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“Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la
sociedad chocan con las condiciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión
jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han movido hasta allí. De
formas de desarrollo de estas fuerzas productivas, estas relaciones se truecan en trabas suyas. Y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos
lenta, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura [el inmenso edificio] erigida
sobre ella. Cuando se estudian estas transformaciones, hay que distinguir siempre entre los
cambios materiales operados en las condiciones económicas de producción y que pueden
apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas y filosóficas, ideológicas en una palabra, en que los hombres cobran
conciencia de este conflicto y lo ventilan [y luchan por resolverlo]. Y del mismo modo que no
podemos juzgar a un individuo por lo que él piense de sí, no podemos juzgar tampoco estas épocas
de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esa conciencia
por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas
sociales y las condiciones de producción”.
Este fragmento parece dirigido a resolver el problema expresado antes respecto de que si los
seres humanos tienen o no injerencia en su propia historia. Por un lado, el punto de ruptura de una
determinada estructura de la sociedad parece derivar de un desarrollo ajeno a las intenciones y
deseos de los seres humanos –el choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las trabas
puestas a él por las relaciones de producción–, pero la crisis que surge abre el camino a un período
de revolución social, en el cual sí es dable suponer que puede ser relevante la acción de los hombres
–siempre limitada en su capacidad de conciencia–. Reintroduce en un texto generalmente
identificado como de un fuerte determinismo económico la dimensión estratégica de la lucha de
clases, que había sido postulada como la característica esencial de la historia humana en la primera
página del Manifiesto Comunista.
Sin solución de continuidad, Marx establece luego de eso un bosquejo del desarrollo
histórico y social que ha sido frecuentemente interpretado como la fijación de una serie de “etapas”
por las que deberían pasar todas las sociedades:
“Una formación social nunca perece antes de que se hayan desarrollado toda las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas condiciones de
producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno
de la sociedad antigua… A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de
progreso, en la formación económica de la sociedad, el sistema [el modo] de producción asiático,
el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última
forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un
antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida
de ese antagonismo. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para solucionar ese antagonismo.
Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana”.
En estas líneas aparecen una serie de cuestiones que han dado lugar a interminables
discusiones y a posiciones irreconciliables. Por un lado se afirma el concepto de “formación social”
que refiere a sociedades históricamente existentes y que por tanto no guarda el grado de abstracción
de categorías como “modo de producción”; en otros términos, en cada formación social concreta
pueden identificarse distintos modos de producción, uno de los cuales es hegemónico y caracteriza
a esa sociedad como esclavista, feudal, capitalista, etcétera.
Por otro lado el fragmento ofrece una célebre lista de épocas entendidas en sentido
progresivo –y por tanto evolutivo– que ha sido frecuentemente aducida como “prueba” del
eurocentrismo de Marx. En realidad la secuencia planteada en el “Prólogo…” puede guardar un

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orden lógico, pero de ninguna manera puede decirse que sea el esquema de desarrollo histórico
universal propuesto por Marx. Expresamente rebatió a la socialista rusa Vera Zasulich al negar que
su planteo se adecuara a la sociedad eslava, diciendo que:
“Al tratar de la génesis de la producción capitalista, yo he dicho que su secreto consiste en
que tiene por base ‘la separación radical entre el productor y los medios de producción’… y que
‘la base de toda esta evolución es la expropiación de los agricultores. Esta no se ha efectuado
radicalmente por el momento más que en Inglaterra... Pero todos los demás países de Europa
Occidental siguen el mismo camino’…/ Por tanto, he restringido expresamente la ‘fatalidad
histórica’ de este movimiento a los países de Europa Occidental… / [allí] en resumidas cuentas,
tenemos el cambio de una forma de la propiedad privada en otra forma de propiedad privada.
Habiendo sido jamás la tierra propiedad privada de los campesinos rusos, ¿cómo puede
aplicárseles este planteamiento?”13
En textos como las Formen14 definió otros modos de producción como el germánico o el
eslavo, o distinguió el modo antiguo del esclavista, planteando otra lista de épocas históricas. Al
respecto Eric Hobsbawm escribió que “...pocas partes de la obra de Marx han sido objeto de más
profunda división por sus discípulos más adeptos que esta lista..., de la cual ni los mismos Marx y
Engels quedaron plenamente satisfechos durante el resto de sus vidas. La lista en cuestión, así
como una buena parte del análisis que la precede en las Formen, es fruto no de la teoría, sino de la
observación. La teoría general del materialismo histórico requiere únicamente la existencia de una
sucesión de modos de producción, pero no que hayan de ser uno u otro en particular, ni quizás
tampoco predeterminados en el orden de sucesión...”15
Por fin, las últimas palabras del “Prólogo…” citadas más arriba nos ponen frente a lo que
Marx consideraba una inevitabilidad histórica, a saber, la formación de un nuevo tipo de sociedad
poscapitalista en la cual desaparecieran los antagonismos de clase, que identificó con el
comunismo. El elemento central de esa certeza era la constatación de que el capitalismo posibilita
un desarrollo de las fuerzas productivas capaz de superar la escasez y brindar a todos los seres
humanos la oportunidad de su libre realización en tanto individuos, pero que al mismo tiempo la
irracionalidad del modo de producción capitalista que constantemente tiende a las crisis y el
antagonismo de intereses sociales llevan a la ruina de ese sistema y a su inevitable reemplazo por
otro más justo y racional.
Sin embargo, fiel a su idea de que sólo es posible conocer científicamente lo que ha
acontecido y no se deben postular programas dogmáticos, Marx fue extremadamente cauteloso y
hasta elusivo al hablar del comunismo. Cuanto más, lo definió como “la verdadera historia de la
humanidad” o “el movimiento real que abole el estado de cosas existente”; esbozó ligeramente
algunos supuestos en los que debería basarse en el debate político dentro de la socialdemocracia
alemana publicado como Crítica del Programa de Gotha o imaginó brevemente una comunidad de
productores libremente asociados en el último de los ejemplos de situaciones en las que no habría
fetichismo de la mercancía, en el primer capítulo de El Capital.
A partir de sus variados trabajos e intervenciones públicas, la posteridad de Marx se expresó
en un amplísimo abanico de “marxismos” con notables diferencias: aquellos que enfatizaron el
predominio de las fuerzas productivas y los que prefirieron tomar como clave explicativa las
relaciones de producción y en particular la lucha de clases; los que se decantaron por una lectura
estructuralista y los que privilegiaron la acción y la experiencia de los sujetos; los que asumieron la
lista progresiva de modos de producción de algún texto como clave universal y los que negaron que
13
Karl Marx, Proyecto de respuesta a la carta de Vera Zasulich, 1881, en
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm, tomada de la versión de Marx y Engels, Obras escogidas,
op. cit., tomo II.
14
Karl Marx, Formaciones económicas precapitalistas, Barcelona, Crítica, 1984.
15
Eric Hobsbawm, “Introducción”, en Karl Marx, Formaciones económicas precapitalistas, op. cit., p. 23.

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eso fuera posible; los que se fijaron en los argumentos humanistas de sus escritos filosóficos y los
que eligieron el análisis formal del capital; los que asumieron la inevitabilidad del comunismo y los
que pensaron que éste no llegaría si no se luchaba por su construcción.
En todo caso esa dilatada descendencia es una muestra de que, como lo señalara José Aricó,
la obra de Karl Marx no constituye un “sistema” coherente, cerrado y fijo a la manera de Hegel,
sino que está conformada por una multiplicidad de núcleos teóricos, problemáticas, metodologías y
resultados a lo largo de todos sus escritos.16

16
Cf. José Aricó, Marx y América Latina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010.

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