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La guerra de Israel contra el pueblo palestino

Claudia Cinatti IDZ 15/10/23


Cientos de miles de personas tratan de huir como pueden. En autos desvencijados. En camiones rebalsados
de bultos improvisados, niños/as y familias. A pie. En carros tirados por burros. Al costado se ven escombros
de los edificios destruidos por los bombardeos. Eran hospitales, refugios, viviendas. La imagen dantesca que
replican los medios es del norte de la Franja de Gaza el 14 de octubre, vencido el plazo de 24 horas que
había dado el Estado de Israel para la evacuación de más de un millón de palestinos. Una tarea considerada
imposible incluso por las Naciones Unidas que alertó sobre la catástrofe humanitaria en curso. Es que
la Franja de Gaza es una jaula de 300 km cuadrados, con una densidad poblacional mayor que la de Londres,
de la que prácticamente es imposible salir, incluso si Egipto accediera a habilitar el paso fronterizo de Rafah.
Como dice el columnista del diario Haaretz, Gideon Levy, la evacuación forzada en Gaza revive con mayor
intensidad el “trauma de la Nakba”, la “catástrofe” que significó para los palestinos la expulsión de sus aldeas
y tierras en 1948.

Bajo el impacto y la conmoción causada por el brutal ataque de Hamas, que según las autoridades israelíes
dejó más de mil civiles muertos y un centenar de rehenes, el gobierno de Benjamin Netanyahu ha puesto en
marcha una vez más el método del castigo colectivo contra la Franja de Gaza, bloqueada por Israel y Egipto,
por aire, tierra y mar desde 2007. “Estamos imponiendo un asedio total a Gaza (...) ni electricidad, ni comida,
ni agua, ni gas, todo cerrado”, dijo el ministro de Defensa de Israel, Yoav Galant, que se justificó diciendo que
luchaban contra “animales humanos”. Este cerco y los bombardeos constantes se cobraron la vida de unos
2000 civiles palestinos. Una cifra que no va a hacer más que aumentar en los próximos días y semanas.

La convocatoria de 360.000 reservistas, y la concentración de tropas y tanques cerca de Gaza indicarían que
esta ofensiva podría incluir una incursión terrestre del ejército israelí en territorio palestino, una opción que la
mayoría de los analistas considera altamente riesgosa. Además en los bombardeos masivos y el asalto militar
terrestre podrían morir los rehenes, entre los que hay ciudadanos norteamericanos, franceses, británicos. En
última instancia, el problema no es militar, sino como señala en una columna en Financial Times L.
Freedman, sobre todo que Israel carece de una estrategia política viable.

Más allá de las diferencias que puedan tener Biden y los gobiernos liberales europeos con el “trumpista”
Netanyahu, los aliados históricos y estratégicos de Israel, empezando por Estados Unidos y la Unión
Europea, como siempre sucede en estos casos han salido a reivindicar el “derecho irrestricto a la defensa” del
Estado israelí. El doble rasero de la “comunidad internacional”, es decir, de la opinión pública “occidental”
formada por los valores del imperialismo norteamericano, es una obscenidad. Cuando Israel comete crímenes
de guerra, incluido el asedio colonial, para las potencias imperiales simplemente ejerce su derecho a defensa.
Pero cuando los palestinos resisten la ocupación son “terroristas”.

Una vez más, la indulgencia de sus poderosos aliados fue aprovechada por Netanyahu para cubrir de
legitimidad su próxima guerra contra el pueblo palestino. Sin embargo, como ya le ha señalado el Secretario
de Estado norteamericano, Antony Blinken, sería un error interpretar que ha recibido un cheque en blanco.

El escenario está abierto. Las consecuencias internas y el impacto regional e internacional de esta guerra de
Israel contra el pueblo palestino de Gaza –la sexta desde que el ejército se retiró de la Franja en 2005- aún
están por verse.

¿Sobrevivirá Netanyahu?

En el plano doméstico, los problemas de Netanyahu no son menores. Bajo su gobierno Israel acaba de sufrir
un ataque sin precedentes en su propio territorio. No casualmente la comparación es con la guerra Yom Kipur
de 1973, cuando Israel fue sorprendido por la acción combinada de Egipto y Siria. Su seguridad inexpugnable
fue vulnerada por la acción de Hamas, una milicia armada que tiene un poder de fuego completamente
asimétrico, perpetrada con una combinación de métodos artesanales, como parapentes y retroexcavadoras.
Una operación que no solo incluyó objetivos militares sino también ataques a cientos de jóvenes que estaban
en una fiesta, familias que vivían en kibutz y otras tantas que no tenían ninguna función militar. El ataque por
igual a puestos militares y a la población civil fue fácilmente instrumentalizado por Netanyahu y los Estados
imperialistas para intentar legitimar su declaración de guerra, demostrando, a su vez, que Hamas carece de
cualquier estrategia para que triunfe la lucha por la liberación del pueblo palestino.

En lo inmediato, Netanyahu logró soldar una unidad nacional reaccionaria. Pero la unidad actual no significa
automáticamente que se haya superado la profunda fractura social, política y estatal que llevó a las
movilizaciones masivas en contra de su pretendida reforma judicial, una reforma “poco republicana” que le
quitaba atributos al poder judicial para reconcentrarlos en el poder ejecutivo. En lo que va de este año, todos
los sábados decenas de miles de israelíes –sobre todo de las clases medias seculares, sectores del
empresariado tecnológico, reservistas e incluso pilotos de las fuerzas armadas– se venían concentrando en
las principales ciudades contra la coalición de gobierno de Netanyahu y los partidos de colonos y de la
extrema derecha religiosa, que entre otros privilegios no hacen el servicio militar y reciben subsidios
millonarios del Estado. Estos mismos sectores, junto con familiares de los rehenes, empezaron a salir a la
calle y responsabilizan a Netanyahu del desastre sufrido en el sur del país. El argumento central es que el
ejército estaba concentrando en proteger a los colonos en Cisjordania.

Sin embargo, la grieta no está en la política hacia los palestinos. El historiador de origen judío Ilan Pappé,
explica correctamente que la oposición a la reforma judicial, no se trata, como dicen la prensa occidental, de
un movimiento en “defensa de la democracia” por la sencilla razón de que no cuestiona la opresión a los
palestinos. En esto hay un consenso básico que no cuestiona la política colonial del Estado sionista, aunque
se rechacen salidas extremas como la expulsión de palestinos y la anexión lisa y llana de Cisjordania que
plantean abiertamente ministros de Netanyahu.

La configuración del poder israelí post ataque de Hamas expresa tanto el momento de unidad que logró
Netanyahu como sus debilidades estratégicas. Con la aprobación del Knesset (el parlamento), el primer
ministro formó un “gabinete de guerra” y un “gobierno de emergencia” al que se integró B. Gantz, del opositor
Partido de Unidad Nacional (de centroderecha) y posible variante de recambio a la que se juega el presidente
norteamericano Joe Biden. Hasta el momento, Yair Lapid, del principal partido de oposición (Yesh Atid)
rechazó el convite, quizás reservándose para una crisis mayor. A cambio de esta “salvación nacional”
Netanyahu aceptó la condición de excluir a sus ministros de extrema derecha de la mesa chica de las
decisiones. Estratégicamente, quizás este ataque signifique el fin de su carrera política, como sucedió con
Golda Meier que renunció dos años después de la guerra de Yom Kipur.

El futuro incierto de la “normalización”

En el plano externo, el interrogante es si la respuesta militar de Israel puede desencadenar una guerra
regional que involucre no solo al Líbano sino sobre todo a Irán, la potencia regional enemiga del Estado
sionista que actúa detrás de Hezbollah y mantiene una alianza táctica con Hamas.

Esta posibilidad no puede descartarse, aunque hay una actividad política frenética de los aliados imperiales
de Israel para evitarla. En un escenario mundial convulsionado por la guerra de Rusia y Ucrania/OTAN y el
retorno de la rivalidad de grandes potencias con el bloque occidental bajo dirección de Estados Unidos y una
alianza emergente entre Rusia y China (que se proyecta al “Sur Global”), está en el interés norteamericano no
abrir la caja de Pandora de una guerra regional en el Medio Oriente, que lo haga retornar a una región en la
que invirtió importantes recursos militares durante las dos décadas que duró la “guerra contra el terrorismo” y
que terminó en una derrota.

El ataque de Hamas sacudió el mapa geopolítico regional. Estados Unidos que tiene sus intereses
estratégicos puestos en su disputa con China, venía impulsando la política de “normalización” de las
relaciones entre los Estados árabes y el Estado de Israel, con el objetivo de aislar a Irán. Esta política fue
iniciada por Donald Trump en 2020 con los Acuerdos de Abraham, suscriptos inicialmente por Emiratos
Árabes Unidos y Bahrein. La “normalización”, y con ella sus promesas de negocios, implicaba normalizar la
situación colonial del pueblo palestino.
La política de “pacificación” continuó bajo el gobierno de Biden que en los días previos al ataque de Hamas
venía avanzando con la “normalización” de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita. Pragmáticamente,
Biden ha dejado correr la política de China que impulsó la restauración de relaciones diplomáticas entre
Arabia Saudita e Irán, y aprovechó el clima creado para acordar con Irán un intercambio de prisioneros para
liberar espías norteamericanos detenidos por el régimen iraní.

El ataque de Hamas y la declaración de guerra de Israel han puesto en suspenso estos planes. Arabia
Saudita volvió a plantear su exigencia formal de que todo acuerdo esté supeditado a una resolución de la
“cuestión palestina”, una causa muy popular en el mundo árabe y musulmán. En un marco de tensión
recargada, estos intereses estatales probablemente actúen como moderadores de las tendencias a los
extremos.

Poner fin al apartheid

En estos días la abrumadora mayoría de los gobiernos “occidentales” y los grandes medios corporativos, han
repetido hasta el cansancio el relato de que Israel es “la única democracia del Medio Oriente”, una suerte de
oasis de “civilización” frente a la “barbarie oriental-árabe-islámica”. Este “pensamiento único” pretende acallar
toda crítica al Estado de Israel y su política colonial con la acusación fácil de “antisemitismo”,
manipulando, como denuncia el historiador Norman Finkelstein, la memoria del Holocausto.

Los socialistas revolucionarios rechazamos el ataque contra civiles y no compartimos ni los métodos ni la
estrategia de Hamas, cuyo objetivo es establecer un Estado teocrático. Pero como decenas de miles que en
Londres, París o Estados Unidos manifiestan activamente su solidaridad con el pueblo palestino, no
confundimos estas acciones con el apoyo a la resistencia palestina contra la ocupación colonial.

Como han demostrado organizaciones como Amnesty International, Human Rigths Watch, la ONG israelí
B’Tselem, lo que hay en Israel es un régimen de apartheid contra el pueblo palestino, que se encuentra
sometido a distintos tipos de opresión en Gaza, Cisjordania y en el Estado de Israel donde los llamados
“árabes israelíes” componen alrededor del 20 % de la población. Y que por lo tanto no se puede considerar
una “democracia” para algunos y un régimen de opresión colonial para otros.

Esta similitud con el régimen de segregación racial sudafricano se basa en que el pueblo palestino está
privado de sus derechos democráticos elementales, empezando por la autodeterminación nacional, que vive
bajo ocupación militar, que al interior de Israel tienen ciudadanía pero no nacionalidad, porque el Estado de
Israel ha declarado por ley su carácter exclusivamente judío, discriminando a los árabes y otras minorías.
Sería el equivalente a postular por ejemplo que Estados Unidos fuera un Estado exclusivo de cristianos
blancos.

Basta comparar los mapas de la región para registrar gráficamente el avance colonial del Estado de Israel,
que actualmente ocupa con colonias y asentamientos ilegales un 45 % de Cisjordania. En los últimos años
este avance colonial y junto con esto la opresión contra el pueblo palestino se ha profundizado de manera
cualitativa. Y aunque la diferencia sea de grado, no es menor que el gobierno que encabeza Netanyahu es el
más de derecha que se tenga registro.

Frente a esta realidad de opresión, la Autoridad Nacional Palestina, encabezada por Mahmud Abbas, está en
una crisis sin retorno. Durante la vigencia de los Acuerdos de Oslo asumió el rol de policía interno del
movimiento de liberación palestino, colaborando con la opresión del Estado sionista. Reducida a Cisjordania
(Gaza la perdió a manos de Hamas) la ofensiva de los últimos años la ha tornado aún más irrelevante. Esta
crisis está dando lugar un fenómeno interesante que registran varios analistas: el surgimiento de una nueva
generación de jóvenes activistas palestinos, que escapan también el férreo control religioso de Hamas.

Con el fracaso de los Acuerdos de Oslo y el fin de la ilusión de la salida de “dos Estados”, y la escalada de las
políticas coloniales del Estado de Israel, se han multiplicado las voces de intelectuales, activistas y
personalidades de origen judío que denuncian el carácter colonial, racista y opresor del Estado sionista y
levantan como alternativa la constitución de un “Estado único, binacional y democrático” erigido sobre la base
de desmontar el régimen de apartheid.
En su libro La limpieza étnica de Palestina, Ilan Pappé demuestra con una investigación cuidadosamente
documentada que la fundación del Estado de Israel en 1948 se hizo sobre la base de la expulsión de la
población árabe con métodos de limpieza étnica. Esa política de expulsión sistemática configura lo que define
como un “genocidio incremental”. Según Pappé, la única forma de evitar llevar hasta el final la limpieza étnica
es terminar con el régimen de apartheid y establecer “una palestina ‘de-sionizada’ [de-zionised, el término
original que usa; N, de R.], liberada y democrática desde el río hasta el mar” donde puedan retornar los
refugiados y “donde no haya ninguna discriminación cultural, religiosa o étnica”.
Muchos de estos activistas antisionistas militan en campañas comunes con palestinos, como la campaña
Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) que desde hace años utiliza diversos métodos para exponer el
carácter racista y segregacionista del Estado de Israel. O la llamada One Democratic State Campaign en la
que confluyen personas de origen judío y a palestinos un objetivo similar de poner fin al régimen colonial,
respaldado por el imperialismo.

Para terminar con el régimen de apartheid y la opresión contra el pueblo palestino es necesario liquidar sus
bases materiales. Por eso creemos que la única salida verdaderamente progresiva es luchar por una
Palestina obrera y socialista, porque solo un Estado que tenga como objetivo terminar con toda opresión y
explotación podrá garantizar la convivencia democrática y pacífica entre árabes y judíos, como primer paso
hacia una federación socialista en el Medio Oriente.
La posición de Trotsky sobre el antisemitismo, el sionismo y la cuestión judía
Mario Kessler

Mario Kessler (1955) es un historiador que nació y desarrolló su actividad académica inicialmente en la antigua
República Democrática Alemana. Sus principales temas de investigación giran en torno a las relaciones entre
antisemitismo, sionismo y movimiento obrero y fue profesor en las universidades de Leipzig, FU-Berlín y la de
Potsdam. Entre sus últimos libros figuran biografías de los comunistas alemanes Ruth Fischer y Arkadi Maslow,
y los trabajos Leo Trotzki oder: Sozialismus gegen Antisemitismus (Berlín, Karl Dietz Verlag, 2022) y Sozialisten gegen
Antisemitismus. Zur Judenfeindschaft und ihrer Bekämpfung (1844–1939), Hamburgo, VSA Verlag, 2022. El presente
texto fue publicado en 1994 en la revista New Interventions.

La relevancia de Trotsky hoy

El antisemitismo, el sionismo y la cuestión judía no constituyeron un tema central en los escritos de León
Trotsky. Sin embargo, su actitud ante este problema es de importancia para los lectores actuales con
respecto a las principales posiciones dentro de la izquierda sobre este tema y a la preocupación de Trotsky
por la cuestión nacional en general [1].
La actitud de Trotsky sobre la cuestión judía era la de la mayoría de los revolucionarios judíos asimilados de
Rusia hacia el año 1900. Por esa época, predominaba la visión de que una transformación mundial del
capitalismo hacia el socialismo, posible en un futuro no lejano, podría eliminar en Rusia (y en otros países de
la “diáspora” judía) todas las barreras sociales que segregaban a judíos de no-judíos. El proceso de
asimilación impuesto por el capitalismo debe alcanzar un nivel superior en una sociedad socialista, como
parte de un proceso mundial de asimilación. Este proceso no debería excluir a ninguna nación. En
consecuencia, Lenin consideraba la mejor integración posible de los judíos en las filas del movimiento
socialista como un requisito previo y como parte de una política revolucionaria eficaz para resolver la cuestión
judía.

Por el contrario, la Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia, Polonia y Lituania (el Bund), negaba la
posibilidad de una integración de los judíos de Europa Oriental por medio de la asimilación. Lo único factible
sería el desarrollo nacional de los judíos, tanto dentro como fuera del movimiento obrero. Desde ese punto de
vista, el Bund se oponía fuertemente al sionismo, incluso con más fuerza que otros socialdemócratas. Cabe
señalar que no fue la concepción nacional del Bund en sí misma, sino la actitud separatista en cuanto a la
organización del partido, la razón del conflicto con los bolcheviques y sobre todo con Lenin [2]. Estos
diferentes puntos de vista se basaban en la concepción de que había que resolver la cuestión judía en los
países donde vivían los judíos, no en Palestina. La emigración propuesta por los sionistas no podían sustituir
la lucha por la emancipación de los judíos en sus respectivos países.

El sionismo

Quienes criticaban al sionismo desde el socialismo interpretaban que las diferencias fundamentales dentro del
movimiento sionista hacia el año 1903 mostraban la crisis definitiva de este último. En ese momento, el sexto
congreso sionista en Basilea se caracterizó por las profundas contradicciones existentes entre la mayoría de
los participantes, que veían a Palestina como el único territorio donde se podía resolver la cuestión judía, y la
minoría, que veía como alternativas al África Oriental Británica o a la Argentina. Al igual que los bundistas [3],
Trotsky pronosticaba el final y la derrota definitiva del sionismo. El 1° de enero de 1904 escribió en el órgano
del partido, Iskra, que el santo y seña sionista de una patria judía había quedado desenmascarado como lo
que era: el sueño reaccionario de un “aventurero desvergonzado” (Herzl) [4]. “Herzl prometió Palestina -pero
no cumplió su promesa [a los sionistas- MK]”. El efecto de la propuesta en el congreso sionista fue, de hecho,
sumir al movimiento en una crisis de la que no podría recuperarse. “Es imposible”, señaló Trotsky, “mantener
vivo al sionismo mediante este tipo de artimañas. El sionismo ha agotado su contenido miserable…. Decenas
de conspiradores y cientos de ingenuos todavía pueden seguir apoyando las aventuras de Herzl, pero el
sionismo como movimiento ya está condenado a perder todo su derecho a la existencia en el futuro”. Para
Trotsky todo esto estaba “tan claro como el mediodía”.
Pero Trotsky predecía que una izquierda sionista encontraría inevitablemente su camino hacia las filas del
movimiento revolucionario; por lo demás, el Bund se convertiría en su hogar político. Esta organización, a
pesar de ser anti-sionista, se parecería cada vez más a los sionistas en su énfasis sobre el tema judío. Tal
vez, el Bund heredaría las ideas sionistas.

Casi noventa años después, vemos que esta predicción era equivocada. El Bund siguió siendo un ferviente
crítico del sionismo. Trotsky no podía prever el hecho de que una futura izquierda sionista (en particular, una
parte del Poale Zion) adoptaría la posición bundista anti-sionista y de “nacionalismo de la diáspora”. La
cuestión de si, en condiciones diferentes, el Bund debería haber hecho algunas concesiones al sionismo con
el fin de absorber algunos sionistas desencantados sigue sin respuesta. Pero en ese momento era casi
impensable.

Stalin y el antisemitismo

Tendrían que pasar tres décadas para que Trotsky le volviera a prestar la misma atención al sionismo. Hasta
ese entonces, algunas veces había tenido que involucrarse en problemas judíos: durante la revolución de
1905 [5], en el asunto Beilis (cuando un obrero judío fue acusado de un asesinato ritual en Kiev) en 1913 [6],
y durante los disturbios antisemitas en Rumania en ese mismo año [7]. Siendo comandante del Ejército Rojo,
reprimió los pogromos durante la Guerra Civil [8], y siempre se opuso a los restos del viejo antisemitismo ruso
y a la aparición de un nuevo antisemitismo soviético [9]. Por ese motivo, se sintió abrumado cuando en 1926
se dio cuenta de los primeros indicios de que se tomaba en cuenta su propio origen judío, particularmente en
las luchas al interior del partido. Parte de los procedimientos con que Stalin derrotó a la Oposición Unificada
fue visibilizar el hecho de que sus principales figuras eran judíos [10]. En una carta a Bujarin, el 4 de marzo de
1926, Trotsky protestó contra el trasfondo antijudío de una campaña de rumores: ¡¿Es cierto, es posible, que
en nuestro Partido, en Moscú, en las CÉLULAS OBRERAS, se lleve a cabo agitación antisemita con
impunidad?!” [11] Bujarin, aunque se sorprendió seriamente, no contestó [12].
Tras las revueltas de agosto de 1929 en Palestina, y especialmente después de que el fascismo se estableció
en Alemania, y con la nueva ola de emigración a Palestina, Trotsky se enfrentó a las nuevas dimensiones de
la cuestión judía y con las diversas propuestas para solucionarla, incluyendo el sionismo. En febrero de 1934
concedió una entrevista al periódico trotskista norteamericano The Class Struggle [13]. Ante la pregunta de si
los disturbios en Palestina, donde se enfrentaban árabes y judíos, representaba un levantamiento de las
masas trabajadoras oprimidas árabes, Trotsky respondió que no conocía lo suficiente del tema como para
determinar hasta qué punto estaban presentes “elementos que luchan por la liberación nacional
(antiimperialistas)” y en qué grado estaban involucrados “musulmanes reaccionarios y pogromistas
antisemitas“.
También se le preguntó si el antisemitismo del fascismo alemán debería obligar a los comunistas a adoptar un
enfoque diferente sobre la cuestión judía. Trotsky dijo que tanto el Estado fascista en Alemania, así como la
lucha entre árabes y judíos volvían a mostrar con mucha claridad el principio de que la cuestión judía no se
podía resolver en los marcos del capitalismo:

Yo no sé si los judíos se reconstruirán como una nación. Sin embargo, no puede haber ninguna duda de que
las condiciones materiales de la existencia de los judíos como una nación independiente solo podrán ser
efectivas por medio de la revolución proletaria. En nuestro planeta no hay tal cosa como la idea de que uno
tiene más derecho a la tierra que otro. El establecimiento de una base territorial para los judíos en Palestina o
en cualquier otro país solo es concebible con la migración de grandes masas humanas. Solo un socialismo
triunfante puede acometer esa tarea.
Trotsky añadió que:

El callejón sin salida en el que se encuentran los judíos alemanes, así como el callejón sin salida en el que se
encuentra el sionismo están inseparablemente ligados al callejón sin salida del capitalismo mundial, como un
todo. Solo cuando los trabajadores judíos vean claramente esta relación podrán evitar caer en el pesimismo y
la desesperación.

Trotsky en México
Después de su llegada a México en enero de 1937, Trotsky hizo varias declaraciones sobre el sionismo, la
cuestión de Palestina y el tema judíos en medio del auge mundial del antisemitismo. En una entrevista con
varios corresponsales de la prensa judía, dijo que:

El conflicto entre los judíos y los árabes en Palestina adquiere un carácter cada vez más trágico y más
amenazante. No creo en absoluto que la cuestión judía se pueda resolver en el marco de la podredumbre del
capitalismo y bajo el control del imperialismo británico [14].
En julio de 1940, un mes antes de su asesinato, Trotsky advirtió, frente al giro crecientemente anti-sionista de
la política de la administración británica en Palestina, que:

El intento de resolver la cuestión judía a través de la migración de los judíos a Palestina hay que verlo como
lo que es: una burla trágica al pueblo judío. El gobierno británico, interesado en ganarse la simpatía de los
árabes, que son más numerosos que los judíos, ha alterado drásticamente su política hacia los judíos, y de
hecho, ha renunciado a su promesa de ayudarlos a encontrar su “hogar propio” en un país extranjero. El
desarrollo futuro de los acontecimientos militares puede llegar a convertir a Palestina en una trampa
sangrienta para cientos de miles de judíos. Nunca se vio tan claro como hoy en día que la salvación del
pueblo judío está ligada inseparablemente al derrocamiento del sistema capitalista [15].
Durante el apogeo del terror estalinista en 1937, las esperanzas de Trotsky de una solución justa de la
cuestión judía al menos en la Unión Soviética se esfumaron. En su ensayo “El Termidor y el antisemitismo”
señaló que la burocracia, como la fuerza social más regresiva y reaccionaria, se aprovecharía de los peores
prejuicios, incluyendo el antisemitismo. En la búsqueda de chivos expiatorios, la burocracia seguiría el camino
de las Centurias Negras zaristas. En cuanto a los juicios-farsa y las campañas de represión, donde se
resaltaban los nombres judíos de numerosas víctimas, Trotsky señaló: “No hay un solo ejemplo en la historia
en el que la reacción que le sigue a un levantamiento revolucionario no venga acompañada por las pasiones
chauvinistas más desenfrenadas, entre ellas el antisemitismo” [16].
Este ensayo permaneció inédito en vida de Trotsky, tal vez con el fin de evitar una ofensiva triunfal de
propaganda nazi. Mucho mejor y mucho antes que cualquier otro escritor socialista (con la posible excepción
de August Thalheimer) [17] Trotsky vio muy claramente la naturaleza de clase y la capacidad destructiva del
fascismo de Hitler [18]. Después de la llamada “Noche de los Cristales”, señaló en un pasaje notable y
conmovedor de una carta a los camaradas norteamericanos, el 22 de diciembre de 1938:
No es difícil imaginar lo que les espera a los judíos ya desde el estallido de la próxima guerra mundial. Pero
incluso sin guerra, el desarrollo subsiguiente de la reacción mundial implicará con certeza el exterminio físico
de los judíos [19].

Enfrentando al nazismo

Ya enfrentando al nazismo, Trotsky lo veía como un fenómeno que sacudía y agrupaba a todas las fuerzas de
la barbarie que acechaban bajo la delgada superficie de la sociedad de clases “civilizada”. Tenía una
extraordinaria visión de la barbarie que amenazaba con hundir Europa. Pero Trotsky no fue el único que
buscaba una solución de lo que se llamó la cuestión judía en un contexto de transformación de la sociedad
capitalista en socialista. Esto era desde mucho tiempo atrás el leitmotiv de todos los marxistas, incluyendo los
que seguían la línea estalinista de la Tercera Internacional.

La obra de referencia para el público lector de la Internacional Comunista era, desde su publicación en 1931,
el libro de Otto Heller, Der Untergang des Judentums (La ruina de los judíos). Su segunda edición alemana
apareció inmediatamente antes de que los nazis tomaran el poder. Según Heller, el título, bastante extraño,
se refiere a la desaparición del comerciante judío y todo lo relacionado con su existencia, que comenzó con la
Revolución Francesa y la victoria del capitalismo en Occidente. Esto, a su vez, destruyó las condiciones para
llevar adelante una forma de vida judía separada. A falta de territorio, los judios no eran una nación dentro de
los países donde vivían. En la Unión Soviética, todavía eran sin duda los herederos de una nación. La Unión
Soviética no se opuso a su asimilación, ni los obligó a establecerse en una región compacta.
Sin embargo, en la península de Crimea, y también, especialmente, en Birobidzhán, cerca del río Amur en el
Lejano Oriente soviético, se le ofreció a los judíos la oportunidad de “crear aquí su unidad administrativa
socialista autónoma, que aún no existe”, escribía, apologéticamente, Heller [20]. Él, como tantos
propagandistas, antes y después, esbozó una imagen idealizada de la situación en la URSS, la imagen de
una familia socialista de naciones. A pesar de haberse resuelto, supuestamente, el problema judío en la
Unión Soviética, seguía existiendo “una verdadera cuestión judía, actualmente en el este y el sur de Europa,
en las áreas socialmente atrasadas“ [21]. Heller escribió estas líneas en vísperas de la toma del poder por
parte de Hitler. Tenía tan poca idea de las horribles consecuencias de ese acto como el partido al que
pertenecía, el Partido Comunista de Alemania (KPD), que no pudo resistir la marcha constante de la reacción
y la barbarie que se apoderó del continente.

Durante los primeros años del Partido Comunista alemán

En los primeros años del KPD había muchos intelectuales judíos entre los líderes del partido (Rosa
Luxemburg, Paul Levi, August Thalheimer, y poco más tarde Ruth Fischer, Arkadi Maslow, Werner Scholem,
Iwan Katz y Arthur Rosenberg), pero esto no era algo que fuera destacado públicamente. A lo largo de todos
sus cambios de dirección política, el KPD se aferró al análisis marxista tradicional de la cuestión judía, es
decir, apoyó la asimilación como la mejor manera de alcanzar la emancipación de los judíos y se opuso
fuertemente al sionismo. También se aferró al axioma de los socialdemócratas alemanes de antes de la
Primera Guerra Mundial: “La liberación de los trabajadores de la explotación capitalista y la emancipación de
los judíos de la discriminación política son dos caras de la misma moneda” [22]. Pero al pedirles a los judíos
que abandonaran sus tradiciones religiosas y culturales, que se asimilaran, dejando de dar sustento al
antisemitismo, el movimiento obrero estaba aceptando “la discriminación contra los judíos practicada por los
poderes conservadores realmente existentes, porque la Constitución del Imperio alemán solo le garantizaba
igualdad a los judíos como individuos, pero discriminando a la religión judía… a diferencia de las iglesias
cristianas“ [23].
Aunque esto cambió con la Constitución de Weimar, en la primera democracia parlamentaria alemana la
administración del Estado siguió firmemente en manos de una burocracia conservadora, que se opuso con
vehemencia no solo a la emancipación judía, sino también a un fuerte movimiento obrero democrático. Las
élites tradicionales ahora tenían que utilizar máscaras democráticas, pero en todas las crisis de la República
apostaron a las fuerzas anti-democráticas, y en última instancia, en el Partido Nazi. Estas clases y una
pequeñoburguesía pauperizada y radicalizada estaban vinculadas cada vez más firmemente por un
antisemitismo cada vez más cargado de un pensamiento anticomunista y falsamente igualitario. Esta
vinculación fue ignorada o subestimada, no solo por los comunistas y socialistas, sino también por la mayor
parte de la centroizquierda, con la honrosa excepción del círculo del periódico Die Weltbühne.

El “nacional bolchevismo”

La prensa del partido tomó una posición firme y polémica contra la difusión de las tendencias antisemitas
entre la clase media proletarizada después de la Primera Guerra Mundial [24]. Incluso durante su etapa
“nacional bolchevique” en 1919, y sus guiños a los forajidos nacionalistas de derecha tras el “discurso
Schlageter” de Karl Radek [25], el KPD se seguía pronunciando en contra de todo tipo de antisemitismo. Sin
embargo, al mismo tiempo, dentro del propio partido había signos de sentimientos antisemitas. Una Clara
Zetkin preocupada escribió a la IX° Conferencia del KPD en marzo de 1924: “La ‘izquierda’ mayoritaria del
Partido combina fraternalmente a muchos que son amigos del KAPD [Partido Obrero Comunista, una
organización separada formada a partir de una ruptura de una fracción de “ultraizquierda” del KPD, nota del
trad.] sindicalistas, anti-parlamentarios y, se ve a la luz – horribile dictu – incluso reformistas y, últimamente,
fascistas antisemitas” [26]. Durante la conferencia del partido, un seguidor anónimo de Heinrich Brandler
declaró: “Hay una cierta resaca antisemita en el partido” [27]. Pero en ningún momento estas tendencias
caracterizaron la actitud del KPD hacia la cuestión judía.
Esto ni siquiera fue así incluso en 1924 cuando levantó cabeza un tipo de antisemitismo lumpenproletario y
anti-capitalista entre los comunistas de Baviera y de Alemania central y halló eco en panfletos y periódicos
locales como el Klassenkampf (Lucha de clases) de Halle [28]. Por motivos oportunistas de política cotidiana,
el partido sentía que debía tener en cuenta el resentimiento antisemita de sectores de la pequeñoburguesía y
el proletariado que quería ganar para el KPD. En un discurso pronunciado el 25 de julio de 1923 ante
comunistas y estudiantes “estrechamente nacionalistas” Ruth Fischer dijo:
¿Ustedes están protestando contra el capitalismo judío, caballeros? Cualquiera que proteste contra el
capitalismo judío, señores, ya es un combatiente de su clase, lo sepa o no. Ustedes están en contra del
capitalismo judío y quieren barrer a los corredores de bolsa. Me parece bien. Señalen a los capitalistas judíos,
cuélguenlos de las farolas, pisotéenlos, a Stinnes, a Klockner [29].
También hubo ejemplos de pensamiento antisemita en el órgano del partido, Die rote Fahne (La Bandera
Roja), como, por ejemplo, asignarle al vicepresidente (judío) de la policía de Berlín, Bernhard Weiss, el
nombre de pila de resonancia judía “Isodor”, una práctica que luego sería retomada y ampliada por los
nazis [30].
La única vez antes de 1933 (después de los acontecimientos en Palestina, en agosto de 1929) en que la
dirección del KPD habló directamente sobre el sionismo, claramente mostró su falta de familiaridad con los
diversos aspectos de la cuestión judía. Al hablar en una reunión del Comité Central, celebrada los días 24 y
25 de octubre de 1929, Hermann Remmele admitió que “dentro del partido (…) se conoce poco el papel
desempeñado allí por la Internacional Comunista, el movimiento revolucionario del comunismo. Nuestro
partido [el Partido Comunista de Palestina - MK] tiene 160 miembros en Palestina, 30 son árabes, y los otros
130 son sionistas. Es claro que este partido no puede tener el tipo de actitud que exige la ley de la
Revolución. Obviamente el pueblo oprimido que, en las condiciones actuales, puede proporcionar el elemento
revolucionario, no puede ser otro que los árabes” [31].
Casi no hay una sola palabra que no esté mal aquí. Además de la utilización indiscriminada de “judíos” y
“árabes”, la afirmación de que los miembros judíos del partido eran sionistas era una distorsión completa de
los hechos. Esto es algo que el KPD debería saber. De allí se desprende que Die rote Fahne haya
interpretado las posiciones, que eran nacionalistas en ambos lados, como una lucha anti-imperialista desde el
bando árabe, sin criticar de ninguna manera la política de su dirección feudal-clerical [32]. Sin embargo, otras
publicaciones con simpatías comunistas fueron más capaces de diferenciar [33].
Un año más tarde, en su folleto Sowjetstern oder Hakenkreuz? (“¿La estrella soviética o la esvástica?”),
Remmele fue muy crítico con el antisemitismo nazi. Creía, erróneamente, que ese antisemitismo era una
farsa, y que Hitler y sus cómplices harían un gran despliegue de antisemitismo pero a la larga llegarían a
acuerdos con los capitalistas judíos y no judíos por igual [34]. Una serie de artículos sostenían esta
interpretación [35], lo cual que no impidió que el KPD (principalmente a través de la sección alemana del
Socorro Rojo Internacional, en el que tenía una influencia considerable) ayudara a las víctimas del
antisemitismo, en su mayoría judíos que habían emigrado hacia Alemania desde Europa Oriental [36].

Después de 1933

El año 1933 se hicieron polvo las ilusiones de los comunistas sobre el alcance y los resultados de la toma del
poder por parte de los nazis. El proscripto partido ahora pasaba a condenar la persecución nazi contra los
judíos en todas sus formas [37]. Sin embargo, no fue hasta la “Noche de los cristales rotos” del 9 de
noviembre de 1938 que la dirección del partido se dio cuenta de que el nazismo era un peligro no solo para
los judíos, sino para toda la civilización mundial. Sin embargo, incluso en su declaración “Gegen die Schmach
der Judenpogrome” (Contra la vergüenza de los pogromos antijudíos) de noviembre de 1938, el KPD
sobreestimó la solidaridad del pueblo alemán con los judíos perseguidos y subestimó la disposición de
muchas personas a participar en la persecución y el saqueo de la propiedad judía [38]. Al mismo tiempo, en la
prensa de los emigrados, Walter Ulbricht [quien después de la guerra sería el máximo líder del régimen
estalinista de Alemania Oriental hasta su muerte, en 1973, nota del trad.] tomó partido por el bando judío en el
conflicto de Palestina. Este es el mismo Walter Ulbricht que en 1967, en la guerra árabe-israelí, era incapaz
de ver divisiones de clase, sino simplemente una lucha entre Estados árabes progresistas contra un Israel
dirigido por los imperialistas [39].
Los pequeños grupos marxistas – el Partido Comunista de Alemania-Oposición (KPDO) [ligado a la fracción
comunista de derecha de Bujarin, nota del trad.], el Partido Obrero Socialista (SAP) [ruptura por izquierda del
partido socialdemócrata, nota del trad.], y los trotskistas hicieron todo lo posible para abrir los ojos de los
alemanes frente a la capacidad destructiva del fascismo de Hitler. Después de la llegada al poder de los
nazis, hicieron todo lo posible para denunciar su conducta abominable, sobre todo en lo que respecta a los
judíos. Sin embargo, el reformista Partido Socialdemócrata (SPD) [40], y, especialmente, el KPD estalinista,
fueron sordos y ciegos a sus advertencias. El KPD y el SPD se dedicaron principalmente a una guerra
burocrática entre ellos.

El Holocausto

Nadie había visto con tanta claridad como Trotsky la horrible posibilidad del Holocausto. Ahora, frente al
asesinato en masa de los nazis, Trotsky proponía la migración de los judíos de Europa – de un continente
cada vez más ensombrecido por la esvástica. Aún así criticaba el método sionista de resolver la cuestión
judía como utópico y reaccionario, aunque modificando ligeramente sus argumentos. Él consideraba la
existencia de una “nación judía”, que aún carecía de una base territorial [41]. Pero Palestina seguía siendo
para él “un espejismo trágico, y Birobidzhán [la “Región Autónoma Judía" soviética- MK] una farsa
burocrática“ [42]. Sin embargo, dentro de una federación socialista podría haber una migración, como escribió
Trotsky en “El Termidor y el antisemitismo” [43]. Para Trotsky seguían abiertas las perspectivas y
posibilidades de la asimilación judía. A quien esto escribe le parece que su pesimismo respecto a la
existencia de los judíos en las sociedades capitalistas se basaba, más que en el “espíritu de su época”, en
sus expectativas sobre la revolución mundial con su hipotético próximo derrocamiento del “capitalismo en
descomposición”.
Pero el sistema capitalista no se derrumbó después de la Segunda Guerra Mundial. Con todos sus
antagonismos se mantuvo poderoso y fue capaz de recuperarse de una serie de crisis económicas y políticas.
El nuevo Estado de Israel se convirtió en un ejemplo de expansión y crecimiento del capitalismo en Oriente
Medio. En el contexto del conflicto árabe-judío, Israel pasó, de ser un intento de resolver el problema judío, a
convertirse en parte de ese problema. Los historiadores actuales han de evaluar si, en las nuevas
condiciones, siguen siendo válidas las explicaciones de Trotsky para judíos y árabes, para socialistas y no
socialistas que se oponen al antisemitismo y a cualquier forma de discriminación racial y étnica, y para el
mundo en general a finales del siglo XX.

Traducción: Guillermo Iturbide

NOTAS AL PIE

[1] Sobre la actitud general de Trotsky hacia la cuestión judía: Yechiel Harari, “Le parcours de Trotsky”, en Les Nouveaux
Cahiers No.36, primavera de 1974, pp.43-61; Robert S. Wistrich, Revolutionary Jews from Marx to Trotsky, Londres, 1976, Baruch
Knei-Paz, The Social and Political Thought of Leon Trotsky, Oxford 1978. Una visión más hostil hacia Trotsky se puede encontrar en
Edmund Silberner, Kommunisten zur Judenfage. Zur Geschichte von Theorie und Praxis des Kommunismus, Opladen 1983, y en
particular en Joel Carmichael, Trotsky, Nueva Cork, 1972, y Joseph Nevada, Trotsky and the Jews, Philadelphia 1972.

[2] Sobre las diferencias fundamentales entre Lenin y el Bund respecto a la organización del partido cf. Henry J. Tobias “The Bund
and Lenin until 1903″, en Russian Review, Vol.20 No.4, 1961, pp.344-57; idem, The Jewish Bund in Russia: From Its Origins to 1905,
Stanford, Cal. 1972; John Bunzi, Klassenkampf in der Diaspora. Zur Geschichte der jüdischen Arbeiterbewegung, Viena 1975;
Jonathan Frankel, Prophecy and Politics: Socialism, Nationalism and the Russian Jews, New York 1982; Nathan Weinstock, Le pain de
misère. Histoire du mouvement ouvrier juif en Europe, Vol.1, París 1984; Enzo Traverso, Les Marxistes et la question juive. Histoire
d’un débat (1843-1943), Montreuil 1990; Mario Kessler, Mainz, 1993

[3] Cf. Vladímir Medem, Шестой сионистский Конгресс в Базеле, Londres, 1903.

[4] L. Trotsky, “Разложение сионизма и его возможные преемнике”, en Iskra, 1° de enero 1904, citado en Knei-Paz, op. cit, p.540
y ss. Los siguientes pasajes son de la misma fuente.

[5] Cf. L. Trotsky, Die Russische Revolution von 1905, Dresde 1908.

[6] Cf. L. Trotsky, “Die Beilis-Affäre”, en Die Neue Zeit, Vol.33 / 1, 1913, pp.310-20.

[7] Cf. L. Trotsky, “Еврейский вопрос”, Kievskaya Mysl 17, 20, 21 de agosto de 1913, reproducido en L. Trotsky / J.
Rakovsky, Очерки политической Румынии, Moscú y Petrogrado, 1923, c.9.

[8] Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, pp.103-4.

[9] Cf. L. Trotsky, Fragen des Alltagslebens. Die Epoche der “Kulturarbeit” und ihre Aufgaben, Berlín, 1923. (En castellano: L.
Trotsky, Problemas de la vida cotidiana y otros artículos sobre la cultura en la transición al socialismo, Buenos Aires, Ediciones IPS-
CEIP, 2021.
[10] “Los judíos eran realmente visibles en la Oposición, aunque estaban allí junto con la flor de la intelectualidad no judía y los
trabajadores. Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Sokolnikov, Radek, eran todos judíos”. Isaac Deutscher, The Prophet Unarmed: Trotsky
1921-1929, Nueva York, 1965, pp.258-9.

[11] Citado en ibid., p.258. Cursivas en el original. Encontré este documento en los archivos de Trotsky, Biblioteca Houghton de
Harvard University, Cambridge Mass. La firma de este documento es T868.

[12] Cf. Stephen F. Cohen, Bukharin and the Bolshevik Revolution: A Political Biography, New York 1973, pp.239-40, 473. La actitud
de Bujarin hacia el antisemitismo en la Rusia soviética no aparece en la biografía más reciente. Cf. Wladislaw Hedeler y Ruth
Stoijarowa, Nikolai Bucharin, Leben und Werk, Mainz, 1993. Bujarin siempre se opuso estrictamente a cualquier tipo de judeofobia.

[13] Cf. L. Trotsky, "On the ‘Jewish Problem’", in Trotsky, On the Jewish Question, Nueva York 1970. Los siguientes pasajes son de la
misma fuente.

[14] L. Trotsky, “Interview with Jewish Correspondents”, en Trotsky, On the Jewish Question, p.20.

[15] L. Trotsky, fragmento de Trotsky, On the Jewish Question, p.12.

[16] L. Trotsky, “Thermidor and anti-Semitism”, en Trotsky, On the Jewish Question, p.22.

[17] Sobre la teoría del fascismo de Thalheimer cf. por ejemplo. Martin Kitchen, “August Thalheimer’s Theory of Fascism”,
en Journal of the History of Ideas, Vol.34 No.1, 1973, pp.67-8; Theodor Bergmann, Gegen den Strom. Die Geschichte der
Kommunistischen Partei-Opposition, Hamburgo 1987; Jurgen Kaestner, Die politische Theorie August Thalheimers, Frankfurt am
Main y New York 1982; Theodor Bergmann y Wolfgang Haible, Die Geschwister Thalheimer, Mainz 1993

[18] Sobre la teoría del fascismo de Trotsky cf. por ejemplo. Ernest Mandel, Leon Trotsky: A Study in the Dynamic of His Thought,
Londres 1979, y Robert S. Wistrich, Trotsky: Fate of a Revolutionary, Londres 1979.

[19] L. Trotsky, “Appeal to American Jews Menaced by Fascism and anti-Semitism”, en Trotsky, On the Jewish Question, p.29.

[20] Otto Heller, Der Untergang des Judentums. Die Judenfrage. Ihre Kritik. Ihre Lösung durch den Sozialismus, Segunda edición,
Berlín y Viena, 1933, p.259.

[21] Idem, en Klärung. 12 Autoren und Politiker über die Judenfrage, Berlín 1932, p.259.

[22] Cf. Walter Grab, Der deutsche Weg der Judenemanzipation 1789-1933, Múnich y Zúrich, 1991, p.134.

[23] Cf. ibid., p.140.

[24] Cf. Neue Zeitung (Múnich), 23 de diciembre de 1922.

[25] El 20 de junio de 1923, poco después del pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Karl Radek trató
de efectuar un acercamiento entre las fuerzas comunistas y las nacionalistas, para lo cual elogió a Albert Leo Schlageter, quien
durante la ocupación francesa de la cuenca del Ruhr fue juzgado por un consejo de guerra y fusilado. (Nota del traductor: sobre la
“línea Schlageter” de Karl Radek, ver Pierre Broué, Revolución en Alemania (1917-1923) Tomo 2, Buenos Aires, Ediciones IPS-CEIP,
2020, capítulo 46, p. 333.

[26] Bericht über die Verhandlungen des IX. Parteitages der KPD (7. Bis 10. April 1924), p.93.

[27] Ibid., P.289.

[28] Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, p.270.

[29] Según el relato publicado en el diario socialdemócrata Vorwärts, 22 de agosto de 1923.

[30] Cf. Die rote Fahne, 5 de julio de 1923.

[31] Stiftung Archiv der Parteien und Massenorganisationen der DDR im Bundesarchiv, Berlín, signatura 1,2 / 1/74.
[32] Cf. Die rote Fahne, 27 de agosto a 7 de septiembre de 1929.

[33] Cf. Arbeiter-Zeitung Illustrierte, No.39, 1929; Agrar-Probleme, Vol.2 Nos.3 / 4, 1929, esp. p.579.

[34] Hermann Remmele, Sowjetstern oder Hakenkreuz?, Berlín, 1930.

[35] Cf. Die rote Fahne, 3 de septiembre de 1929, 17 de septiembre de 1931, 9 y 29 de abril 1932, 17 de septiembre de 1932. Cf.
también “Kommunismus und Judenfrage” en Der Jud’ ist schuld …? Diskussionsbuch über die Judenfrage, Basel, 1932, pp.272-286.

[36] Cf. George L. Mosse, “German Socialism and the Jewish Question in the Weimar Republic”, en Leo Baeck Institute Year
Book XVI, Londres 1971, pp.123-51.

[37] Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, pp.286-92.

[38] Cf. Helmut Eschwege (ed.), Kennzeichen J - Bilder, Dokumente, Berichte zur Geschichte der Verbrechen des Hitlerfaschismus an
den deutschen Juden 1933-1945, Berlín 1945, p.105 (un facsímil de la declaración KPD).

[39] Cf. Walter Ulbricht, “Die Judenpogrome – eine Waffe der faschistischen Kriegspolitik”, en Rundschau über Politik, Wirtschaft
und Arbeiterbewegung, No.57, 24 de noviembre de 1938, pp.1953-4.

[40] Sobre la actitud del SPD hacia los judíos durante la época de Weimar cf. por ejemplo. Donald L. Niewyk, Socialist, Anti-Semite
and Jew: German Social Democracy Confronts the Problem of Anti-Semitism, 1918-1939, Baton Rouge, La. 1971

[41] L. Trotsky, “Interview with Jewish Correspondents”, en Trotsky, On the Jewish Question, p.20.

[42] L. Trotsky, “Appeal to American Jews ...”, en Trotsky, On the Jewish Question, p.29. Respecto a la actitud de Trotsky sobre
Birobidzhán, cf. Trotsky, “Reply to a Question about Birobidjan”, en Trotsky, On the Jewish Question, pp.18-19.

[43] Cf. Trotsky, “Thermidor and anti-Semitism”, en Trotsky, On the Jewish Question, pp.28-9.
Breve cronología de Palestina
Cronología elaborada por el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky y basada en
Les Cahiers du CERMTRI 132, febrero de 2009, “Palestina, 1947” y artículos de La Izquierda Diario.

1882-1903: Primera ola masiva de 35.000 emigrados judíos hacia Palestina, especialmente para huir de los
pogrmos de la Rusia zarista.

1896: Théodore Herzl, ciudadano del Imperio Austro-Húngaro, publica un libro llamando a la creación de un
“Estado judío” en Argentina.

1897: El Primer Congreso Judío Mundial se realiza en Basilea, Suiza, adopta un plan de colonización judía en
Palestina,

1901: Creación del Fondo Nacional Judío para comprar tierras en Palestina, que serán reservadas
exclusivamente a los judíos.

1903: Theodor Herzl realiza varios acuerdos con el ministro Von Plehwe, antisemita visceral como toda la
autocracia zarista, para que el zar Nicolás financie un “chárter” de judíos a Palestina con el fin de poner en pie
un Estado judío.

1904-1914: segunda ola de emigración judía a Palestina (40.000)

1909: Degania, el primer kibutz, es fundado en las tierras adquiridas por el Fondo Nacional Judío cerca de la
ciudad árabe de Umm Juni.

1914: La población palestina se eleva a 790.000 habitantes (casi el 92% árabe)

1917: La Declaración de Balfur, el 2 de noviembre, compromete a la Corona Británica a apoyar el


establecimiento de un “Hogar nacional judío en Palestina”. Apoyada por el Congreso Norteamericano en
1922.
1920: Fundación de la Histadrut, la Central Sindical de los trabajadores judíos. David Ben Gurión es el primer
presidente de ella.

1921: Creación de la Hagana, milicia sionista armada.

1921: El Partido de los Trabajadores Socialistas se divide en el Partido Comunista de Palestina (PCP) y el
Poale Zion Smole (izquierda). Fundación de la Compañía de los Trabajadores (Hevrat Ovdim) bajo la
dirección de la Histadrut. La Compañía era propietaria de todas las empresas lucrativas.

1923: Fundación del Club de los Trabajadores Ferroviarios em Haifa.

1924: El PCP se convierte en la sección oficial de la III Internacional en Palestina.

1923 y 1926: Los dirigentes de la Organización Sionista Mundial Nahum Sokolow y Jaim Weitzman (futuro
primer presidente del Estado de Israel) apoyaron de forma entusiasta a Benito Mussolini, con el que se
reunieron. El Duce ofreció financiamiento para las colonias judías en Palestina, para desplazar el padrinazgo
del imperialismo británico.

1925: El 21 de marzo, se funda la primera organización sindical árabe en Palestina, la “Sociedad de los
Trabajadores Árabes Palestinos” (PAWS)

1927: La PAWS organiza varias huelgas exitosas en Haifa, Nesher y Shef’amer, que llevan a mejoras en las
condiciones de trabajo de los trabajadores árabes.

1929-1939: una ola de 250.000 emigrados judíos llegan a Palestina, la mayor parte huyendo del nazismo.

1930: 11 y 12 de enero: Primer Congreso Nacional de los Trabajadores árabes en Palestina organizado por la
PAWS.

1931-1932: La PAWS dirige más de 20 huelgas de trabajadores palestinos en toda Palestina.

1932: Fundación de la Liga Obrera de Palestina (sección árabe de la Histadrut), que luego de 1948 se llamará
Liga Obrera de Israel.

1934: Fundación de la Sociedad de los Trabajadores árabes (AWS) por Fakhri Nashashibi en Jerusalén.

1935 (febrero): la PAWS dirige una gran huelga de los trabajadores de las refinerías de Iraq Petroleum Ltd. el
rechazo a cooperar tanto de la PAWS como de la Histadrut lleva al fin prematuro de la huelga.

1936: Inicio de la Revuelta árabe (seis meses de huelga general). La Comisión Peel examina las causas de la
Revuelta árabe y sugiere una solución fundada en dos Estados y la transferencia de la población.

1937: Un censo demuestra que los trabajadores judíos ganan 143% más que los árabes (entre los
trabajadores textiles, este porcentaje se eleva a 433).

1939: Fin de la Revuelta árabe. Inicio de la Segunda Guerra Mundial, aumento de la inmigración judía debido
a las persecuciones en Europa, aumento de la producción militar-industrial en todas las regiones bajo mando
británico.

1942: Fundación de la Federación de los Sindicatos y Sociedades Obreras Árabes (FATULS). El 30% de los
trabajadores árabes en edad de trabajar en Palestina son empleados en la producción industrial.

1943: El Sindicato de los Trabajadores Árabes de los Campamentos militares, afiliado a la PAWS, organiza
una importante Conferencia. Como resultado, el comando militar británico reconoce a la PAWS como
representante legítimo de los trabajadores árabes de los campamentos militares en Palestina.
Formación de la Liga de Liberación Nacional por miembros del ex PCP
1945: Fundación del Congreso de los Trabajadores Árabes (AWC). La AWC representa a los árabes
palestinos en la conferencia de fundación de la Federación Sindical Mundial en París.

1946: Palestina cuenta con 1.800.000 habitantes. Dos mujeres son elegidas al Comité Ejecutivo de la AWC.

1947: Plan de partición de la ONU: inicio de la guerra civil en Palestina.

1948 (14 de mayo): Fundación del Estado de Israel con el acuerdo en la ONU de Gran Bretaña, EEUU y la
URSS, que toma el lugar de los árabes bajo la ley militar. (15 de mayo): se produce la Nakba (catástrofe para
los palestinos).

1948-1949: Israel pasa de ocupar el 56% del territorio palestino al 78%.

1949: La población del Estado de Israel se eleva a 1.700.000 (de los cuales el 14% son árabes). 500 aldeas
palestinas son destruidas.

1954: La AWC se disuelve, poniendo fin a la existencia legal del movimiento obrero árabe organizado en
Israel.

1967 (5 al 10 de junio): guerra de los 6 días: Israel anexa 45.000 km de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Oriental,
la península del Sinaí (Egipto) y las alturas del Golán (Siria) y comienza la formación de nuevos
asentamientos en territorio Palestino.

1973 (6 a 23 de octubre): guerra de Yom Kippur: Ofensiva de Egipto y Siria sobre Israel para recuperar la
península del Sinaí y las alturas del Golán.

1982: Masacre de 3.500 palestinos en la invasión a los campamentos en el Líbano de Sabra y Chatila.

1985-1987: Los colonos judíos pasan de 2.500 a 60.000 en 100 nuevos asentamientos.

1987 (9 de diciembre): Comienzo de la Intifada (levantamiento palestino contra Israel)

2000 (28 de septiembre): Segunda Intifada


Palestina: cuando los trabajadores árabes
y judíos luchaban juntos
Ante el ataque del Estado de Israel contra el pueblo palestino, rescatamos de la historia un ejemplo de unidad
entre las clases trabajadoras árabes y judías bajo las banderas del marxismo, en los orígenes del conflicto
desatado por el imperialismo hace ya un siglo atrás.

Hugo Echeverre 14/10/23

El recuerdo que acercamos es una parte de otro recuerdo más grande. La foto que encabeza el artículo es el
grupo Ishud (La Unidad) o Itashat, en árabe, que englobará tanto a militantes de izquierda judíos como árabes
de 1924 a 1929. Uno de ellos es Leopold Trepper junto a lo que será luego la vieja guardia de “La Orquesta
Roja”, en la II Guerra Mundial.

Porque si bien Palestina sufre la ocupación militar de su territorio que fue acompañada por políticas de
explotación y exterminio étnico desde hace 75 años por parte de Israel, no siempre existió hostilidad entre los
pueblos árabes y judíos.

Revisitando estas historias de la clase obrera mundial e intentando recuperar su unidad e internacionalismo
frente al enemigo en común, la opresión imperialista y capitalista, compartimos algunas claves para
profundizar el actual conflicto y pensar en una salida favorable a las clases trabajadoras y campesinas pobres
en Medio Oriente. Para ello, hoy recomendamos el capítulo 3, llamado “Palestina”, del libro “El Gran
Juego” de Leopold Trepper, que acercamos acá:

¿Quién fue Leopold Trepper?

Leopold Trepper fue un militante comunista de origen judío en el periodo de entreguerras del siglo XX. Judío
polaco, buen estudiante, albañil, cerrajero, metalúrgico, minero, militante marxista (desde mitad de los
’20), preso político, inmigrante, exiliado, estudiante destacado en las universidades soviéticas en mitad de los
años ´30, coronel del Ejército Rojo; y dirigente central de los servicios de información militar soviéticos en la
Europa ocupada en la Segunda Guerra Mundial. Una red de militantes antifascistas que los propios nazis
sorprendidos de su capacidad y composición bautizaron (correctamente) “La Orquesta Roja”.

Quizás por ello el núcleo duro de “La Orquesta Roja” estará compuesto de aquellos militantes del grupo judío
– palestino, La Unidad (Ishud), de los años ’20. De ahí saldrán su dirección y cuadros. Vanguardia de duras
derrotas contra la maquinaria nazi y salvadora de cientos de miles de vidas. Serán de la partida (como puede
verse arriba en la foto) el propio L. Trepper, Léo Grossvogel y Hillel Katz; la vieja guardia palestina. Quienes
quieran descubrir o encontrarse con la historia y lucha de “La Orquesta Roja” - muy recomendable-
compartimos esta nota, La Orquesta Roja bajo los acordes de la Segunda Guerra Mundial

Palestina, Capítulo 3, la unidad de clase

Leopold Trepper, huyendo de Polonia, llega a Palestina en abril de 1924. Al poco tiempo, cuenta en el
capítulo 3 “Palestina”:

“Observé que los hacendados judíos, cuya vida era muy confortable, sólo empleaban en sus plantaciones a
los obreros agrícolas árabes, a quienes explotaban de un modo atroz. Durante una velada hablé de ello a mis
amigos:
—¿Por qué nuestros "patronos", que alardean de ser buenos sionistas, utilizan únicamente la mano de obra
árabe?
— Porque les resulta más barata.
—¿Y por qué?
—Sencillamente, porque la Histadrut (la Confederación general de los Trabajadores judíos, fundada en Haifa
en 1920) sólo admite en sus filas a los judíos y obliga a los patronos a que Ies den un salario mínimo. De ahí
que éstos prefieran recurrir a los árabes, a quienes no defiende ningún sindicato”.

“Este descubrimiento turbó profundamente mi tranquilo idealismo. Joven emigrante, yo había ido a Palestina
para construir allí un mundo nuevo y ahora caía en la cuenta de que la burguesía sionista, imbuida de sus
privilegios, quería perpetuar unas relaciones sociales que nosotros deseábamos abolir. A la sombra de la
unidad nacional judía, yo tropezaba de nuevo con la lucha de clases”.

“Unos meses más tarde, a finales de 1924, me puse en camino para recorrer a pie todo el país. En aquella
época vivían en Palestina medio millón de árabes y unos ciento cincuenta mil judíos. Visité Jerusalén, la
ciudad de Haifa, ya industrializada, y la región de Enick- lsrael o Galilea, donde en varios kibbutzim trabajaban
mis amigos del Hashomer Hatzair. También ellos habían emigrado a Palestina para crear en ella una
sociedad nueva de la que estaría excluida toda injusticia. Gracias a su retorno a la naturaleza y al cultivo de la
tierra, creían adquirir los valores de coraje, abnegación y entrega a la comunidad. Algunos de ellos
comenzaban a desilusionarse, porque dudaban ya que les fuera posible sentar las bases del socialismo en un
país que se hallaba bajo mandato británico. Para convencerse de ello bastaba con echar una mirada a los
robustos guardias de la gendarmería inglesa que, en crecido número, deambulaban por las calles. Era vano,
ilusorio, e incluso temerario, querer construir unos islotes de socialismo en aquella región del mundo donde el
león británico acechaba con todas sus garras prestas.

—Nuestra acción sólo tiene sentido si constituye una parte integrante de la lucha antiimperialista —me dijo un
camarada en una de nuestras largas conversaciones—. Mientras los ingleses estén aquí, nada podemos
hacer.
—Pero en esta lucha —le repliqué— necesitarnos el apoyo de los árabes.
—Exacto. Sólo resolveremos la cuestión nacional con la revolución social.
—Pero la conclusión lógica de tu razonamiento es que debemos afiliarnos al partido comunista.
—En efecto, acabo de ingresar en él (…)”.

“Entonces -continua Trepper en su libro- propuse a los dirigentes del partido, Averbuch, Berger y Birman, la
creación de un movimiento, el Ishud (la Unidad), Itashai en árabe, que englobara tanto a los judíos como a los
árabes. El programa sería muy elemental: Luchar para que la Histadrut (CGT Judía) admitiera en sus filas a
los trabajadores árabes y crear luego una Internacional sindical unida. Suscitar las ocasiones en que pudieran
coincidir los judíos y los árabes, sobre todo por medio de manifestaciones culturales.”

“El éxito del Ishud fue inmediato. A finales de 1925 existían clubs en Jerusalén, Haifa, Tel Aviv, e incluso en
los pueblos agrícolas donde trabajaban codo con codo obreros árabes y obreros judíos.
Pero, las autoridades inglesas se sintieron inquietas por las actividades del Ishud (La Unidad) y prohibieron
por decreto sus reuniones. El secretario de la Fracción obrera fue detenido. Yo le sustituí. En 1927 la policía
judía, controlada por los ingleses, sorprendió una de nuestras reuniones en Tel Avív. Me detuvieron y luego
me encarcelaron en Haifa durante varios meses”.

Para 1929, L. Trepper y varios de sus compañeros serán expulsados de Palestina por decisión del
gobernador inglés.

Recuerdos de Trepper sobre los trotskistas

Para los años ‘30, luego de un paso breve por Francia tras ser expulsado de Palestina, Trepper se desplaza a
Moscú, donde estudia y se forma en las universidades internacionales del Partido Comunista. Por esos días,
vivirá también de cerca los inicios de la contrarrevolución y el terror stalinista. El cual sorteará, y entrará en la
Segunda Guerra con grado de coronel del Ejército Rojo. De aquellos tiempos recuerda y escribe en otro
capítulo de “El Gran Juego” (Cap. 7 “El miedo”):

“Fue en 1938 cuando se ‘limpió’ Moscú de militantes comunistas. Los fulgores de octubre iban extinguiéndose
en los crepúsculos carcelarios. La revolución degenerada había engendrado un sistema de terror y horror, en
el que eran escarnecidos los ideales socialistas en nombre de un dogma fosilizado que los verdugos tenían
aún la desfachatez de llamar marxismo (…).
Pero ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden
reivindicar este honor. A semejanza de su líder, que pagó su obstinación con un pioletazo, los trotskistas
combatieron totalmente el stalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas,
ya sólo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor
exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus
voces se perdieron en la tundra siberiana.

Hoy día los trotskistas tienen el derecho de acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los
lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un
sistema político coherente, susceptible de sustituir el stalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la
profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no ‘confesaban’, porque sabían que sus
confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”.

Experiencias como estas forman parte de la historia de la clase trabajadora mundial y del movimiento
revolucionario. Es necesario recuperar estas historias internacionalistas de la lucha de clases, para
orientarnos en un mundo convulsivo y no caer en los engaños de las guerras impulsadas por la burguesía y
los imperialismos que desangran naciones y pueblos.
Declaración política. Alto a los bombardeos y la
intervención militar israelí contra el pueblo palestino
Ante la escalada del conflicto y la declaración de guerra del Estado de Israel contra el pueblo palestino,
publicamos esta declaración de las organizaciones socialistas revolucionarias de la Fracción Trotskista -
Cuarta Internacional. Defendemos el derecho a la resistencia y la autodeterminación nacional del pueblo
palestino. Luchamos por una Palestina obrera y socialista. No compartimos la estrategia y los métodos de
Hamas.

Fracción Trotskista - Cuarta Internacional 10/10/23

En la madrugada del sábado 7 de octubre, milicias de Hamas, organización que controla el gobierno de la
Franja de Gaza, llevaron adelante la incursión armada en territorio israelí más importante en los últimos 50
años, con el lanzamiento de cerca de 5.000 misiles, junto al ingreso de cientos de milicianos en aldeas
cercanas a la Franja. La operación militar dejó un saldo de alrededor de más de un centenar de rehenes y
alrededor de un millar de muertos, incluyendo cientos de jóvenes que estaban en una fiesta, familias que
vivían en kibutz y otras tantas que no tenían ninguna función militar.

El 8 de octubre, el primer ministro israelí, el ultra derechista Benjamin Netanyahu anunció una “guerra larga y
difícil” como respuesta a los ataques. El portavoz israelí de las Fuerzas de Defensa comunicó la evacuación
militar de localidades situadas cerca de la frontera con Gaza. También han cortado el suministro de
electricidad, combustible y todo tipo de productos de primera necesidad a los más de 2 millones de habitantes
de la Franja. “Estamos luchando contra bestias humanas y actuamos en consecuencia”, señaló el ministro de
Defensa de Israel, Yoav Gallant. Son los preparativos de lo que Netanyahu anunció como una "fase ofensiva,
que continuará sin limitaciones ni tregua hasta que se alcancen los objetivos". El primer ministro israelí
aseguró que el Ejército de su país utilizará "todo su poder" e instó a los palestinos a abandonar la Franja de
Gaza al advertir que reducirá "a escombros" las instalaciones de la zona.

Israel ha lanzado fuertes bombardeos a edificios enteros e instalaciones sanitarias en la Franja de Gaza, junto
con locaciones que según el ejército sionista serían centros de operaciones de las milicias de Hamas. En las
primeras 48 horas, ya se contabilizan al menos 700 muertos palestinos. La nueva fase ofensiva incluirá
ataques mucho más mortíferos y no se descarta el ingreso de tropas a la Franja de Gaza. En las últimas
horas la situación viene escalando de manera acelerada. Los ataques israelíes se han extendido al Líbano. Y
el imperialismo norteamericano ha anunciado el refuerzo de su presencia militar.

La acción de Hamas junto a milicias de la Yihad islámica y otros grupos de la resistencia palestina como el
FPLP no tiene precedentes en las últimas décadas y generó una verdadera conmoción en Israel y a nivel
mundial. La operación “tormenta de Al Aqsa” se basó en una acción coordinada y planificada por las milicias
que humilló a uno de los Estados más armados del mundo, mostrando una crisis profunda de los aparatos de
inteligencia y seguridad. La respuesta de Netanyahu fue inmediata: declarar el “Estado de guerra” y obligar a
todos los partidos, incluida la oposición, a cerrar filas para reconstruir una unidad nacional reaccionaria detrás
de su gobierno, que venía siendo duramente cuestionado y pendía de un hilo.

Netanyahu, que tiene varias acusaciones por corrupción, viene enfrentando este año una importante crisis,
con masivas movilizaciones en las principales ciudades de Israel contra su intento de reforma judicial para
sumar todo el poder detrás del Ejecutivo. Apoyado únicamente por los partidos ultraderechista y religiosos de
su coalición de gobierno, viene siendo cuestionado incluso por sectores de elite del ejército y los reservistas
del ejército, que amenazaron con la insumisión. La recreación de una “unidad nacional” contra el enemigo
externo le ha permitido por ahora cerrar filas, pero más allá de la coyuntura inmediata ha quedada expuesta
su debilidad.
A nivel mundial, los Estados imperialistas europeos y Estados Unidos que venían cuestionando parcialmente
la política de Netanyahu, un aliado de Donald Trump, y su coalición de extrema derecha, se alinearon de
forma incondicional con el Estado de Israel, condenando los ataques de Hamas como “terrorismo” y
asegurando que Israel tiene todo el “derecho a defenderse”.
La Comisión Europea anunció que "revisará" la ayuda financiera para las autoridades palestinas. Una medida
“de guerra” que padecerá la población civil. En Alemania, principal potencia imperialista de la UE, todos los
partidos burgueses, incluyendo la extrema derecha de Alternativa por Alemania apoyaron a Israel. El gobierno
alemán también anunció que reforzará la represión contra las manifestaciones y grupos propalestinos.

Israel tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo, armado hasta los dientes por Estados Unidos y la
UE, con potencia nuclear. Y ejerce desde su fundación en 1948 sobre la base de la limpieza étnica de la
población árabe una brutal opresión contra el pueblo palestino, al cual le arrebató en sucesivas guerras la
mayoría de su territorio, dejándolo cercado en dos franjas estrechas sin unidad territorial. Los gobiernos del
mundo que apoyan a Israel hacen la vista gorda ante los permanentes asesinatos, torturas y todo tipo de
vejaciones que comete el gobierno de Netanyahu, considerado el más derechista de la historia del Estado de
Israel. Y cuando hacen alguna referencia ponen un signo igual entre la violencia de los opresores y los
oprimidos. En 2014, Israel lanzó la operación “Acantilado poderoso” con bombardeos sobre la Franja de Gaza
que provocó más de 2310 palestinos asesinados. Los que realmente tienen derecho a defenderse son los
palestinos que desde hace 75 años padecen la ocupación militar de su territorio y políticas de exterminio. Con
su apoyo “incondicional” a Israel, los Estados imperialistas avalan nuevas masacres sobre el pueblo palestino.

Una situación mundial turbulenta

La escalada del conflicto israelí-palestino se produce en medio de una situación mundial turbulenta, con
grandes tensiones y cambios geopolíticos. Hace pocas semanas se anunciaba la posibilidad de un acuerdo
entre Arabia Saudí e Israel, promovido por Estados Unidos, para el reconocimiento del Estado de Israel por la
monarquía de Mohammed bin Salman. Este pacto, que no contemplaba otorgar ninguna concesión
importante a los palestinos, hubiera significado un punto de inflexión en las relaciones geopolíticas de Israel,
hacia una mayor “normalización” de sus relaciones con los países árabes, siguiendo la estela de los
"Acuerdos de Abraham" impulsados por Trump. El pasado 20 septiembre, Biden y Netanyahu abordaron el
tema en Nueva York. El acercamiento entre Israel y la monarquía saudí venía a contrarrestar el anuncio de un
restablecimiento de relaciones entre Arabia Saudí e Irán, promovido por China.

Ahora, el pacto con la monarquía saudí se complica enormemente con la acción de Hamas y la declaración
de guerra de Israel. Por su parte, Irán, principal potencia regional enfrentada a Arabia Saudí e Israel,
manifestó su apoyo a la operación tormenta Al Aqsa de Hamas, al igual que lo hizo el presidente sirio Bashar
al-Ásad. Irán tiene una alianza estratégica con Hezbollah, quienes mantienen un enfrentamiento militar con
Israel desde el sur del Líbano y el domingo lanzaron misiles “en solidaridad” con la ofensiva de Hamas y con
la resistencia palestina.

La nueva escalada del conflicto israelí-palestino ha llevado a que el Pentágono aparque las críticas a
Netanyahu por la reforma judicial, brindando su apoyo “inquebrantable” a Israel. Biden ha anunciado el envío
de barcos y aviones militares, incluido portaviones ‘Gerald R. Ford’ y sus buques de apoyo. Sin embargo,
Biden no lo tiene fácil, en medio de una grave crisis política en Estados Unidos, con el riesgo de “cierre de la
administración” y partidas presupuestarias postergadas (entre ellas las ayudas financieras para Ucrania)
después de la destitución del republicano Kevin McCarthy como líder de la Cámara Baja de EEUU, por una
moción de censura presentada por su propio partido.

La declaración de guerra por Israel, y la posibilidad de una escalada regional del conflicto suman inestabilidad
a una convulsiva situación internacional, marcada por la guerra en Ucrania, que ya lleva 19 meses y el
aumento de las tensiones entre el bloque de la OTAN con Rusia y China.

La resistencia palestina y la estrategia de Hamas


La Autoridad Nacional Palestina, encabezada por Mahmud Abbas se encuentra hace mucho tiempo en una
crisis terminal. La ofensiva israelí durante los últimos años relegó a Abbas a una posición aún más irrelevante
y dejó expuesta su política de colaboración con los ocupantes.

La acción de Hamas, la Yihad islámica y otros grupos de la resistencia palestina como el FPLP llega en un
contexto en el que se venía advirtiendo sobre la posibilidad de surgimiento de una “tercera intifada” palestina
ante el agravamiento de la represión y las provocaciones por parte de la coalición derechista de gobierno y
los colonos sionistas. Asesinatos, represión, derribo de casas, detenciones arbitrarias y ataques a la
población en los territorios ocupados y a los palestinos que viven como ciudadanos de segunda en el Estado
de Israel. Por ese motivo, la acción de Hamas fue celebrada en todos los territorios palestinos, ya que se vio
como la posibilidad de continuar la resistencia contra el opresor, una resistencia que todos los Estados
imperialistas del planeta quieren borrar. La incursión armada mostró una imagen de vulnerabilidad de “Goliat”
frente al “David” de la resistencia palestina, lo que también cosechó enormes simpatías entre las poblaciones
árabes de todo medio oriente, oprimidas por el imperialismo.

Defendemos el legítimo derecho del pueblo palestino a defenderse y resistir al Estado genocida de Israel y
condenamos toda la hipocresía del imperialismo contra el pueblo palestino, al que acusa de terrorismo,
mientras apoya la ocupación israelí.

Sin embargo, la acción militar de las milicias de Hamas, atacando por igual puestos militares y a la población
civil, fue fácilmente instrumentalizada por Netanyahu y los Estados imperialistas para intentar legitimar su
declaración de guerra. También le ha permitido al gobierno israelí aglutinar a toda la oposición y sectores
críticos detrás del apoyo a una ofensiva militar contra la Franja de Gaza. Rechazamos los ataques a la
población civil. No compartimos los métodos de Hamas, que impiden avanzar hacia la necesaria unidad en la
lucha entre la población árabe palestina, los árabes israelíes e incluso sectores de la clase obrera judía que
rompan con el sionismo y su política criminal, contra el Estado de Israel y su sistemático apartheid. Tampoco
compartimos su programa y su estrategia, que proclama como objetivo la instalación de un Estado integrista
islámico en todo el territorio del Estado de Israel. Si la política de “dos Estados” que impulsó la ANC mediante
los acuerdos de Oslo se mostró como un rotundo fracaso, tampoco es ninguna alternativa progresiva la que
propone Hamas.

Abajo el régimen del apartheid. Por una Palestina obrera y socialista donde convivan árabes y judíos

Los crímenes del Estado de Israel contra el pueblo palestino, denunciados por muchos intelectuales de origen
judío como Ilan Pappé, son imposibles de ocultar. Incluso este historiador considera que el estado de Israel
lleva adelante un “genocidio incremental”. Las cifras son elocuentes. Según B’Tselem (Centro de Información
Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios ocupados) desde el año 2000 han sido asesinados en
acciones militares o policiales 10.500 palestinos. Y en las cárceles israelíes hay alrededor de 5000 presos,
entre ellos niños. Bajo el gobierno de Netanyahu y la extrema derecha religiosa, estos crímenes han
alcanzado una nueva escala, no solo en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, sino también contra
los árabes que viven en el mismo Estado de Israel y son tratados como ciudadanos de segunda. Los
funcionarios del gobierno de ultra derecha hablan abiertamente de expulsar a los palestinos y anexar
Cisjordania. Es esta situación de opresión colonial que recrea una y otra vez la resistencia palestina desde
hace más de siete décadas. Y es también lo que motoriza campañas internacionales como BDS (Boicot,
Desinversión y Sanciones) de la que participan organizaciones y personas de origen judío que rechazan los
crímenes del estado de Israel.

Frente al fracaso de la política de “dos Estados” y ante la nueva ofensiva de la ultraderecha es necesaria una
lucha masiva de todo el pueblo palestino, junto con la clase trabajadora árabe y judía en Israel que rompa con
el sionismo, en alianza con trabajadores, jóvenes y mujeres que en el Medio Oriente están saliendo a la
lucha, como la juventud iraní, contra el Estado gendarme de Israel y el imperialismo. Para terminar con el
régimen de apartheid, es necesario desmontar el Estado sionista de Israel. Defendemos el derecho a la
autodeterminación nacional del pueblo palestino y luchamos por una Palestina obrera y socialista, en el marco
de una federación socialista en el Medio Oriente. Porque solo un Estado que se proponga terminar con toda
opresión, explotación y reacción imperialista podrá garantizar el derecho al retorno de los refugiados
palestinos y una convivencia democrática y pacífica entre árabes y judíos. Tarea que deberá ser emprendida
por la clase trabajadora y los campesinos de toda la región. La unidad de las masas palestinas y las masas
árabes cuyos gobiernos han normalizado relaciones con el Estado sionista o los que se aprestaban a hacerlo,
es clave en este camino.

Contra las persecuciones y las falsas acusaciones de “antisemitismo” para ahogar cualquier denuncia a los
crímenes del Estado de Israel, defendemos el derecho a manifestarnos en solidaridad con el pueblo palestino
ante las nuevas masacres que prepara Netanyahu. Desde los grupos socialistas y revolucionarios que
formamos parte de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional, llamamos a impulsar todas las acciones
unitarias en apoyo al pueblo palestino.

 Alto a los bombardeos y la intervención militar israelí.


 Abajo las sanciones económicas y las medidas de castigo colectivo que hunden más en la miseria al
pueblo palestino.
 Liberación de los presos palestinos.
 Alto a toda la ayuda financiera y militar de Estados Unidos a Israel
 No al envío de armas a Israel. Ruptura de todos los acuerdos políticos y militares con Israel.

Organizaciones que conforman la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional:

ARGENTINA: Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) / BRASIL: Movimento Revolucionário de


Trabalhadores (MRT) / CHILE: Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) / MÉXICO: Movimiento de los
Trabajadores Socialistas (MTS) / BOLIVIA: Liga Obrera Revolucionaria (LOR-CI) / ESTADO
ESPAÑOL: Corriente Revolucionaria de Trabajadoras y Trabajadores (CRT) / FRANCIA: Révolution
Permanente (RP) / ALEMANIA: Revolutionäre Internationalistische Organisation (RIO) / ESTADOS
UNIDOS: Left Voice / VENEZUELA: Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) / URUGUAY: Corriente de
Trabajadores Socialistas (CTS) / PERÚ: Corriente Socialista de las y los Trabajadores (CST) / COSTA
RICA: Organización Socialista Revolucionaria (OSR) / ITALIA: Frazione Internazionalista Rivoluzionaria (FIR).
Algunos apuntes sobre los marxistas y la cuestión judía
Guillermo Iturbide

Desde el último 7 de octubre hemos visto un recrudecimiento enorme de los ataques a la izquierda
revolucionaria por defender el derecho del pueblo palestino a enfrentar la opresión colonial por parte
de quienes defienden al Estado de Israel, bajo la acusación de antisemitismo. Estos ataques abarcan
no solo al conjunto del establishment, sino –con particular virulencia– a la extrema derecha
notoriamente antisemita, como Vox en España, Le Pen en Francia, el bolsonarismo en Brasil o el
sector del “partido y familia militar” que está tanto con Milei como con Bullrich en Argentina.
Lamentablemente se han sumado figuras que se consideran progresistas y de izquierda. En el caso de
este último sector se puede ver un gran desconocimiento de la complejidad de los debates sobre la
cuestión judía en el marxismo, que no coincide en absoluto con su simplista identificación con el
sionismo. En lo que sigue tratamos de dar algunas ideas de estos debates y de lo complejo del
“problema judío”.

El marxismo, lejos de todo supuesto “reduccionismo economicista” tiene una larga historia en dar una
explicación de las formas en que la lucha de clases se expresa de las maneras más intrincadas y sinuosas
posibles como, por ejemplo, los problemas de opresión nacional y religiosa. Es decir, contrario al sentido
común que solo ve en forma idealista los problemas de opresión nacional y religiosa, el marxismo tiene los
recursos para explicar convincentemente sus raíces materiales.

I. ¿Religión, nación o “problema judío”?

Comencemos por lo que nos parece la respuesta. Los judíos surgen a partir de una comunidad religiosa. En
el marco de la formación de Estados en la era moderna en Europa y el establecimiento del cristianismo como
religión oficial, en estos se desarrollan formas de discriminación y opresión contra los judíos por profesar su
religión, aislándolos en determinadas zonas y, en muchos casos, impidiéndoles trabajar o ejercer oficios. Así
nace el antisemitismo. Esta marginación va desarrollando una forma de otredad, particularmente a partir de
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en un sector de los judíos, los de Europa central y oriental, que
adquieren algunos rasgos “nacionales”. Las guerras mundiales y el desarrollo del fascismo y la
contrarrevolución exacerbaron el antisemitismo y condujeron al Holocausto y, posteriormente, a la fundación
del Estado de Israel, basado a su vez en la expropiación y limpieza étnica de los palestinos. Esto último, lejos
de resolver el complejo “problema judío”, lo agravó hasta hoy en día.
Pero hay otra respuesta a la pregunta del subtítulo que es hegemónica hoy, que es la que da el sionismo. Es
una respuesta mistificadora, idealista. Los judíos serían un pueblo-nación que ha persistido a lo largo de los
siglos, nación que fue desterrada hace aproximadamente 2000 años a partir de la destrucción del Templo de
Jerusalén. Entonces se trataría de una nación que se dispersó y terminó en la diáspora pero siempre habría
seguido siendo una nación, la cual, a pesar de no cumplir con lo que se consideraban los criterios de haber
formado una comunidad cultural, territorial e idiomática, tendría una capacidad de resistencia muy notable,
que llevó a que se reconstituyera en el siglo XX.

II. ¿De dónde surgió el antisemitismo?

La opresión a los judíos y el antisemitismo modernos están relacionados con el surgimiento de la forma de
organización política de los Estados-nación en Europa. El sionismo trata de presentar al antisemitismo como
una forma de odio milenario y, según sus intereses actuales vinculados a la defensa del Estado de Israel,
particularmente hace hincapié en un odio antijudío histórico por parte de los pueblos árabes y de fe
musulmana. Pero esto no es así. Por ejemplo, en Al-Ándalus, la España bajo dominio musulmán que abarca
el período desde comienzos del siglo VIII hasta la caída del último bastión en Granada, en 1492, los judíos no
solo convivieron con árabes y cristianos, sino que floreció una filosofía y un pensamiento propio. Fue la
llamada “Reconquista” cristiana, que unificó los reinos de Castilla y Aragón en una sola entidad política como
un Estado católico, la que expulsó, persiguió y mató tanto a musulmanes como judíos, obligando a estos
últimos a buscar refugio precisamente en otras zonas bajo dominio musulmán, como el norte de África o los
Balcanes. Esto dio lugar a la comunidad sefardí, judíos que aún hoy, en lugares como Bosnia, Grecia o
Turquía siguen hablando una lengua llamada ladino, que consiste en una evolución del castellano medieval
que hablaban sus antepasados en la península ibérica.

En el siglo XIX también se discutieron los criterios de asignación de (limitados) derechos políticos en Europa
donde, en Estados como Prusia, el cristianismo protestante era la religión de Estado. Por otra parte, en el
Imperio ruso, los judíos eran duramente oprimidos. La zarina Catalina la Grande intentó aplicar una solución
“a la española” buscando expulsar a los judíos que no renunciaran a sus creencias y se convirtieran a la fe
cristiana ortodoxa, religión estatal. Al no lograrlo, recurrió, a fines del siglo XVIII, a la creación de una “Zona
de asentamiento”, una región que abarcaba gran parte de las actuales Ucrania, Lituania y Polonia –la frontera
occidental del Imperio ruso–, donde debían vivir todos los judíos y de la cual no podían salir. De esta manera,
un sector de los judíos, que compartían su religión y se encontraban dispersos en distintas ciudades sin tener
previamente ninguna relación con algún territorio en particular, va adquiriendo algunos rasgos de “nación”,
muy tardíamente y por la fuerza de la judeofobia impulsada por el Estado ruso.

Los judíos del Imperio ruso en su mayoría pertenecían a la comunidad askenazí. Esta se extendía desde la
frontera occidental de Francia, pasando por Alemania, el antiguo Imperio austro-húngaro hasta Rusia.
Particularmente en esta última, debido a su aislamiento forzado y a la imposibilidad de toda integración a la
población dominante, fue donde más desarrolló una lengua vernácula propia, no obstante prohibida, el
yiddish, un idioma de raíz germánica derivado de los dialectos medievales del alto alemán y muy
emparentado con el alemán estándar actual, aunque con un numeroso vocabulario de origen hebreo y eslavo.
Este desarrollo de una lengua propia, sumado al enraizamiento en un determinado territorio, constituyeron
estos muy tardíos rasgos de “nación” de los judíos askenazíes. Este tránsito de este sector de los judíos, de
una comunidad religiosa a una suerte de comunidad nacional sui generis, sumado a las nuevas ideas de la
Ilustración que combatían la religión y le oponían el pensamiento científico, abrió la puerta para el desarrollo,
entre los judíos askenazíes, de una suerte de “Ilustración judía” (la Haskalá), en la cual se avanzaba en la
construcción de una identidad cultural propia no necesariamente religiosa.

III. ¿Emancipación de los judíos, asimilación, “autodeterminación nacional”?

En este contexto surgieron corrientes de pensamiento emancipadoras frente a la opresión política, que no se
contentaban ni con la vida estrecha de la aldea judía, el shtetl, ni de la religión, así como no toleraban de
brazos cruzados los pogromos y matanzas de las turbas azuzadas por el zarismo. Las comunidades judías, a
su vez, se diferenciaron socialmente en lo interno y se desarrollaron claramente clases opuestas, dando lugar
tanto a una burguesía como a un proletariado judío, así como a capas intermedias. El “problema judío” llegó
así a su máximo punto de tensión, como también, a desarrollar sus posibilidades teóricas de resolución.

No por casualidad, el joven Karl Marx fue desarrollando su tránsito ideológico desde la crítica de la izquierda
hegeliana hacia el comunismo, partiendo de intervenir en el debate sobre la cuestión judía en Prusia. Bruno
Bauer, en una intervención en este debate en 1843, planteaba que la solución de la emancipación judía
consistía en que esta comunidad abandonase su religión y su particularismo respecto al resto de la sociedad,
ya que la emancipación política presupondría un Estado laico. En su polémica con él, Marx planteaba que el
laicismo estatal no era incompatible con la existencia de la religión en el ámbito privado, como mostraba EE.
UU., donde florecían como hongos todo tipo de sectas religiosas frente a un Estado que no profesaba
oficialmente religión alguna. La religión tiene profundas raíces materiales, no es una idea que se disuelva en
el aire con la mera oposición de argumentos ilustrados y la creación de un Estado laico. Marx, contra Bauer,
sostenía la necesidad de derechos políticos para los judíos sin que eso implicara necesariamente el
abandono de su religión, porque, en todo caso, la emancipación política no era el último estadío posible de la
emancipación humana. La única forma de terminar con la religión en general era acabar con sus bases
materiales, para lo cual era necesario un tipo superior de emancipación, la social. Algunos años más tarde,
Marx avanzaría en desarrollar su visión de la emancipación social en el sentido del comunismo. Siendo un
judío asimilado proveniente de una familia de rabinos convertida al protestantismo, no desarrollaría en lo
sucesivo mucho más sobre la cuestión judía [1], pero, sin embargo, el marxismo ganaría mucho terreno entre
los judíos a partir de esta idea de la unión de la liberación de la opresión religiosa y seminacional con la
liberación del conjunto de la sociedad por medio del comunismo a partir de la revolución proletaria.

El marxismo y el movimiento obrero socialista, no obstante, no han tenido una comprensión uniforme y
homogénea de cómo “resolver” el problema judío. En el pensamiento temprano de la Segunda Internacional,
respecto al problema de la opresión nacional, Karl Kautsky tenía la concepción de que Europa avanzaba
hacia un modelo según el cual las “pequeñas naciones” irían desapareciendo naturalmente, se irían
disolviendo en las “grandes naciones culturales”, con la nación alemana en Europa Central como modelo, de
manera de homogeneizar el paisaje lingüístico y cultural, y así favorecer la unificación en grandes unidades
políticas contra la fragmentación y el particularismo, lo cual sería un prerrequisito para una sociedad
comunista mundial. Es decir, la paradoja de las tesis de Kautsky era que, en su idea de socialismo, la
liberación de la opresión nacional implicaba la extinción de gran parte de las naciones oprimidas, una
perspectiva poco atractiva para muchos. Los judíos estarían incluidos entre estas naciones destinadas a
desaparecer mediante la asimilación, abandonando su particularidad. Para Kautsky, estas eran tendencias
progresivas que ya estaban operando como consecuencia del desarrollo capitalista. Otto Bauer, principal
dirigente de la socialdemocracia austríaca (y, él mismo, judío), tenía una posición similar a la de Kautsky,
aunque ligada a su concepción de “autonomía cultural nacional” para las distintas naciones que en ese
entonces conformaban Austria (no así la parte húngara del Imperio, también plurinacional, pero cuyo partido
socialdemócrata tenía otro criterio, opuesto a la autonomía). Sin embargo, Bauer les negaba a los judíos
austríacos la autonomía cultural nacional por no ajustarse al criterio estándar de la socialdemocracia de
definir la nación por el anclaje territorial. El problema de estas visiones era que, además, implicaban una
cierta aquiescencia con los Estados nacionales existentes, una de las características del desarrollo de la
corriente principal de la socialdemocracia desde sus primeros años que la llevarían a unir sus destinos al de
esos Estados, y que luego daría pie a su capitulación en la Primera Guerra Mundial.

Por añadidura, el “problema judío” había llegado a convertirse en una cuestión particular que no podía
encasillarse del todo ni en la cuestión religiosa ni en la nacional, porque si bien incluía la primera, los judíos,
principalmente en Europa Oriental, desde hacía poco habían llegado a desarrollar ciertas características
culturales que trascendían la identificación religiosa. Por otro lado, por más fuerte que fuera la tendencia a la
asimilación entre algunos sectores de los judíos, el antisemitismo persistía. Si los Estados capitalistas
presuponían basarse en una comunidad nacional, los judíos siempre eran sospechosos de vivir en los
intersticios de esa sociedad, sin patria, sin formar parte de la cultura hegemónica y, por el contrario, ligados a
una comunidad supranacional que no reconocía fronteras pero que, al mismo tiempo, se suponía hermética.

Es en este contexto, como una corriente surgida de –y a la vez contrapuesta a– la “Ilustración judía”, cuando
apareció hacia fines del siglo XIX el movimiento sionista, fundado alrededor del periodista y activista austro-
húngaro Theodor Herzl (1860-1904). Pensado como una forma de resolver el “problema judío”, el sionismo
decidió hacerlo buscando transformar decididamente a los judíos, de su ambigua situación entre
históricamente religiosa y solo recientemente seminacional, en un pueblo-nación hecho y derecho. El
sionismo se oponía a la asimilación y/o integración de los judíos en las grandes “naciones culturales”
europeas, y proponía una vía de emancipación particular: la de establecer un “Estado judío”, una idea
completamente moderna y ajena a la tradición judía. De esta manera, los judíos podrían considerarse una
nación “normal” ligada a un espacio territorial y una entidad política propia. Es así que comienzan los primeros
viajes y asentamientos de judíos europeos askenazíes hacia Palestina, y los primeros conflictos con la
población árabe [2].

Restaba resolver un aspecto de la identidad judía como “nación”: tener una lengua propia. Los sionistas
descartan y combaten el uso del yiddish y las otras lenguas vernáculas de los judíos como el ladino o el
árabe. Es entonces que promueven la resurrección del idioma hebreo, una lengua clásica que había dejado
de tener hablantes nativos desde alrededor del siglo III a. C. El hebreo solo se preservaba desde hacía
alrededor de 2200 años como una lengua que se usaba únicamente en contextos religiosos. Fue un lingüista
de origen ruso, Eliezer Ben Yehuda, quien comenzó el intento de restablecer el hebreo como una lengua viva
y a la vez actualizarlo al contexto de la vida moderna. De ese movimiento el hebreo, hoy la lengua oficial del
Estado de Israel utilizada diariamente por 9 millones de personas, reapareció tras dos milenios. Por esta vía,
el sionismo ha buscado fundar una nueva tradición opuesta a la experiencia histórica de los judíos: al judío
paria, perseguido, débil, con su cultura desarraigada y diaspórica marginal, se le oponía el nuevo judío
sionista, nacionalista, fuerte y dominante. Parte de la narrativa de la derecha sionista actual se completó con
la idea de que Palestina, previo a la colonización, constituía un lugar semidesierto, algo muy lejos de la
realidad. Como cuenta el historiador israelí Ilan Pappé, las ciudades israelíes actuales se levantan sobre los
escombros de los antiguos poblados palestinos, de los que no quedan ni siquiera sus nombres. Incluso las
corrientes sionistas de izquierda que existían en la Palestina bajo mandato británico, previo a 1948, chocaron
con sus propios límites en la medida en que los intentos de convivencia entre árabes y judíos eran también
desbaratados por la política de la potencia colonial que alternativamente se apoyaba en unos u otros para
fomentar las divisiones, a pesar de las actividades de las pequeñas primeras organizaciones comunistas
palestinas, binacionales y antisionistas, que incluían en su seno tanto árabes como judíos.

IV. Una lucha por la hegemonía entre los judíos: marxismo o sionismo

Volviendo al marxismo, este debió confrontar muy pronto con el movimiento sionista. Hacia fines del siglo XIX
y comienzos del XX, sionismo y socialismo revolucionario se disputaban la hegemonía entre los judíos de
Europa, llevando una holgada ventaja el segundo frente al primero, hasta el momento del Holocausto. Por
poner un ejemplo, como cuenta el historiador Hernán Camarero en su libro A la conquista de la clase obrera.
Los comunistas y el mundo del trabajo en Argentina, 1920-1935 (2007), el Partido Comunista argentino en
sus primeros años tenía un gran trabajo entre las comunidades obreras inmigrantes y publicaba periódicos en
los distintos idiomas de esas comunidades nacionales. A pesar de no ser la colectividad migrante más grande
con la que contaba la Argentina, es notorio que el periódico en lengua yiddish del PC era el que más tirada
tenía, superando, por ejemplo, a la publicación en idioma italiano, Esto se daba por la enorme inserción de los
comunistas entre el movimiento obrero judío de origen europeo oriental y el rol de vanguardia de este último
en las luchas de la clase trabajadora local. Camarero cuenta en su libro cómo la comunidad obrera judía de
izquierda, especialmente la comunista, combatía decididamente al sionismo como una ideología reaccionaria
de conciliación de clases y opresora, incluso con enfrentamientos físicos, dada la relación de los sionistas con
la burguesía, en general, y con los patrones judíos, en particular, a la vez que rechazaban la identificación
religiosa y mantenían su identidad ligada al yiddish, en lugar de promocionar el hebreo como hacían los
sionistas. Esta actitud cambiaría radicalmente a posteriori cuando el estalinismo, ya consolidado en el partido
y siguiendo las orientaciones de Moscú, pasara a apoyar la creación del Estado de Israel en 1948.

Pero los marxistas, además, desarrollaron respuestas al problema judío que fueron más complejas que el
enfoque de Kautsky y la Segunda Internacional. En general, los principales marxistas del ala izquierda de la
Segunda Internacional ligados al Imperio ruso, como Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburg, compartieron la
mayor parte del tiempo un rechazo a la idea de que los judíos constituyeran una nación en el sentido de
comunidad territorial y lingüística, y se opusieron completamente al sionismo, que abrevaba muchísimo
menos en la tradición hebrea que en la corriente dominante del pensamiento europeo. En Rusia, Lenin
consideró a veces a los judíos como “la nación más oprimida y perseguida” del Imperio. Esto no hacía más
que constatar la realidad de que Rusia oficialmente clasificaba a todos sus habitantes según sus
diferentes natsionalnosti (“nacionalidades”) y, para el Estado ruso, los judíos eran una de ellas, como lo eran
los armenios, los georgianos, los polacos, así como también la nacionalidad dominante, los russkiye. Tanto
Lenin, como Trotsky y Rosa Luxemburg, combatieron el antisemitismo y los pogromos. Rosa Luxemburg, a
diferencia de Lenin y Trotsky, se oponía en general a toda idea de autodeterminación nacional (salvo en el
caso puntual de las naciones oprimidas en el Imperio otomano, por considerar la separación de estas como
un requisito fundamental para el desarrollo capitalista en la zona). Sin embargo, consideraba a las naciones
oprimidas como comunidades culturales que debían ser preservadas y defendidas, como planteó
específicamente respecto a los polacos, pero en el caso de los judíos –proviniendo ella misma de un hogar
judío asimilado y con un rechazo visceral a lo que consideraba la cultura atrasada de la aldea judía–,
promovía la asimilación. Luxemburg consideraba la autodeterminación nacional impracticable en el marco del
capitalismo porque este sistema tiende a subyugar a los pequeños Estados, pero pensaba que solo el
socialismo permitiría el verdadero florecimiento de las comunidades nacionales como entidades culturales.
Trotsky compartía el marco general del pensamiento de Lenin al respecto, aunque, como cuenta Mario
Kessler, en la segunda mitad de la década de 1930 ante el avance del nazismo y del antisemitismo llegó a
albergar la duda de si los judíos no podían llegar a constituirse como una nación. De todas maneras,
claramente siguió rechazando como reaccionaria la salida sionista que consideraba que, en nombre del
“derecho nacional”, podía avasallar los derechos de los palestinos y avanzar sobre sus tierras. Trotsky no
llegó a vivir para ver el Estado de Israel, pero opinaba que el sionismo implicaba un agravamiento trágico del
problema judío mediante los conflictos con los árabes y la alianza con las potencias capitalistas dominantes.
V. Israel: ¿solución del problema judío o parte del problema?

Finalmente, con la constitución del Estado israelí y la limpieza étnica [3] contra los palestinos, el “problema
judío” que, a comienzos del siglo XX, a muchos les parecía estar cerca de resolverse con la incorporación a la
militancia socialista y la lucha internacionalista por la revolución mundial por parte de grandes sectores de la
comunidad judía, solo se agravó fatalmente y retrocedió enormes pasos con el fascismo, la guerra y el
Holocausto. La fundación del Estado de Israel nunca tuvo como premisa una solución progresiva al problema
judío. El sionismo constituyó un movimiento que se puede parangonar con la colonización europea de otros
continentes (y que, de hecho, además, tuvo origen en Europa), que agravó el problema al crear un
nacionalismo agresivo, entremezclado con los manejos de las grandes potencias a la salida de la guerra,
mediante la expropiación de los palestinos, los habitantes que desde milenios han vivido ininterrumpidamente
en esas tierras. Solo un Estado único palestino laico, obrero y socialista podrá garantizar la convivencia
democrática entre árabes y judíos sin opresión nacional de ningún tipo, en el marco de una federación de
repúblicas socialistas de Medio Oriente. Sería el único camino hacia una paz verdadera, sobre la base del
pleno desarrollo nacional igualitario, así como también una enorme contribución para resolver el “problema
judío” y terminar con el antisemitismo.

Una pequeña bibliografía marxista sobre el problema judío:


• Abraham Léon: Concepción materialista de la cuestión judía
• Isaac Deutscher: Los judíos no judíos
• Enzo Traverso: Los marxistas y la cuestión judía // El final de la modernidad judía
• Maxime Rodinson: ¿Pueblo judío o problema judío?
NOTAS AL PIE

[1] No podemos desarrollar el tema aquí, pero dejamos constancia que esto fue así más allá de algunas referencias
ocasionales al judío religioso como el Geldmensch, donde equipara el espíritu de la religión judía con el de la
acumulación capitalista. Lo mismo en el caso de Engels y su inclusión de los judíos en su categoría de los “pueblos sin
historia”, con la cual se refería, en el contexto de las revoluciones en Alemania y Europa Central de 1848, a aquellas
naciones cuya emancipación nacional no representaba un paso en el sentido de la revolución burguesa (como, por el
contrario, el compañero de Marx sí consideraba que era el caso, por ejemplo, de los polacos, porque su liberación y
constitución como Estado nacional era una tarea revolucionaria que contribuía a derrocar a la autocracia zarista, el gran
gendarme de la reacción europea). Hay que decir, también, que Engels fue el primero en escribir artículos sobre cómo
combatir el antisemitismo.

[2] El sionismo, sobre todo en sus orígenes, tuvo corrientes que también se reivindicaban socialistas, y que deseaban un
acuerdo con los árabes. Ver al respecto, por ejemplo, Nathaniel Flakin, Martin Monath. Un trotskista judío entre soldados
nazis, Buenos Aires, Ediciones IPS-CEIP, 2022, donde se relata el pasaje de Martin Monath, un joven judío alemán
militante de Hashomer Hatzair, desde el sionismo de izquierda hacia el trotskismo en vísperas de la Segunda Guerra
Mundial. A partir de la fundación del Estado de Israel, sectores de esos antiguos sionistas de izquierda se desencantaron
y rompieron ante el rumbo agresivamente nacionalista, guerrerista y elitista, como, por ejemplo, Hannah Arendt, quien
por ese motivo llegó a ser acusada de… nazi.

[3] Ver Ilan Pappé, La limpieza étnica de Palestina.


La historia sin engaños. La "Nakba": 74
años de opresión del Estado de Israel
sobre el pueblo palestino
Este 15 de mayo palestinas y palestinos conmemoran la Nakba, la "catástrofe" que significó para ese
pueblo la constitución del Estado de Israel. Este año se da en el marco del recrudecimiento de la
represión y asesinatos de palestinos a manos de la Policía y el Ejército sionistas.

Mirta Pacheco Sábado 14 de mayo de 2022

Hace 74 años, con la anuencia de los vencedores de la II Guerra Mundial, el líder sionista David Ben Gurión,
declaró unilateralmente en 1948 la constitución del Estado de Israel. Para la población palestina, al día
siguiente comenzó la Nakba (catástrofe), con el asesinato de miles y el desplazamiento de otros tantos. Una
fecha que dio inicio a un lento pero imparable proceso de limpieza étnica que se continúa hasta nuestros días.

En 2022, Israel incrementó la represión ya antes del comienzo del mes de Ramadán (el mes sagrado para los
musulmanes) y por estos días -anteriores a la Nakba-, trascendieron a la prensa internacional dos asesinatos
Este sábado, fecha en que Israel celebraba la fundación del Estado sionista, falleció en Jerusalén Walid al
Sharif, tras haber resultado herido por la Policía en la Explanada de las Mezquitas en el tercer viernes de
Ramadán.

El viernes, fueron las imágenes de otro funeral las que impactaban al mundo, por la represión de la Policía
israelí sobre el cortejo fúnebre.

Se trataba de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, de 51 años, fallecida el miércoles por el impacto de
una bala en la cabeza, proveniente de un francotirador del ejército israelí, mientras cubría una redada en el
campo de refugiados de Jenín, en Cisjordania ocupada. Tanto el medio para el que trabajaba, la cadena
catarí Al Jazeera, como la Autoridad Nacional Palestina y la Liga Árabe, públicamente responsabilizan a Israel
por el asesinato.

Las redadas y operaciones del Ejército israelí en Cisjordania ocupada ya dejaron al menos medio centenar de
palestinos muertos, entre ellos, como dijimos, la periodista Shireen Abu Akleh.

La policía israelí reforzó la seguridad particularmente en Jerusalén y en la Explanada de las Mezquitas,


aunque también se esperan manifestaciones en otros puntos de Israel con importantes comunidades árabes,
como Nazaret, Haifa o en el barrio de Yaffa en Tel Aviv. En esta ciudad la policía reprimió una ceremonia por
la Nakba que realizaban los estudiantes en la universidad.

También hay manifestaciones previstas en ciudades de Cisjordania ocupada, como Ramala o Jericó, mientras
que la organización judía derechista "Im Tritzu" ha convocado manifestaciones contra la Nakba.

En momentos en que los ojos del mundo están puestos en la reaccionaria guerra de Ucrania, el régimen
sionista aumenta los asesinatos y encarcelamientos de, sobre todo, jóvenes de Palestina. El objetivo del
gobierno -en crisis- de Naftalí Bennet es continuar con la expulsión de árabes que viven en barrios de
Jerusalén este, para judaizar esa zona y en Cisjordania, que los colonos avancen con los
asentamientos. Enfrente está el justo odio de la juventud palestina (que mayoritariamente descree de
direcciones como la de la Autoridad Palestina y no adhiere a los preceptos del Hamas) y la férrea
determinación de la población, a través de generaciones, de persistir en su tierra.

Los orígenes del estado de Israel

La creación del Estado de Israel, se constituyó de manera artificial pues era una minoría judía la que habitaba
esas tierras, incluso desde la ocupación británica, que dominó el territorio desde antes del inicio de la I Guerra
Mundial, y que a lo largo de esos años fue “implantando” población de origen judío.

Inglaterra como potencia ocupante, fue “avalada” por la Liga de las Naciones (institución imperialista
antecesora de las Naciones Unidas –ONU-), que le confirió un status de “protectorado” a ese coloniaje
otorgándole su administración “legal” en 1922. Se trataba por ese entonces, a la salida de la I Guerra, del
reparto de las colonias y de las “esferas de influencia” de los mercados y en ese reparto del botín, Inglaterra
se quedó con el territorio que ya dominaba desde 1915, Palestina.
Pero fue en 1917, para neutralizar los movimientos nacionalistas árabes que habían surgido contra la
opresión del Imperio Otomano, que Inglaterra impulsa la declaración de Lord Balfour (Secretario de
Relaciones Exteriores británico) mediante la cual se declara favorable le a la “creación de un hogar nacional
judío” en el “mandato británico palestino”. Esta declaración iba dirigida al Lionel Rothschild, miembro sionista
de la pujante burguesía financiera británica
británica,, para que la diera a conocer a la Federación Sionista.

Esto tuvo como consecuencia inmediata la entrada a Palestina de miles de colonos judíos. Los sionistas
compraban tierras a los campesinos palestinos por escasas monedas y si estos oponían resistencia, no
dudaban en recurrir a la violencia.

Los líderes árabes ceden Palestina

Pero estaa política de comenzar a ocupar tierras que no les pertenecía originariamente, constituía el gran
acuerdo entre el sionismo y las potencias imperialistas
imperialistas,, concretamente en este caso Inglaterra, pero contó
con la complicidad de miembros de familias “reales” árabes,, como es el caso de Faisal Husain, miembro de la
familia de los hachemíes.

Husain, fue un líder nacionalista de la rebelión árabe (1916/1920) contra el Imperio Otomano y cuyo proyecto
era un Estado árabe, fundado sobre las bases de una monarquía constitucional
constitucional en los territorios denominados
por aquel entonces Siria, que comprendían los actuales Siria, Líbano, Jordania, el Estado de Israel y los
territorios ocupados. Como este proyecto chocaba con las aspiraciones de las potencias imperialistas del
reparto
eparto de los mercados, Faisal se ve enfrentado con Francia, que por ese reparto imperialista poseía Siria
del Norte (Líbano y Siria), es expulsado de Siria por los franceses que desataron en esa zona un baño de
sangre, eso lo hace volcarse hacia acuerdos con Inglaterra y con el sionismo,, ya que era la cara visible de la
monarquía árabe que también reclamaba para sí las tierras de Palestina
Palestina.
En 1919 Faisal firma un acuerdo con el sionismo representado por su líder Jaim Weizmann (quien luego fuera
el primer presidente del Estado de Israel), donde les reconoce su derecho a la inmigración masiva a tierras
palestinas, simplemente a cambio de igualdad religiosa y control musulmán sobre los santos lugares del islam
y de que promuevan la constitución de un Estado árabe que excluía a Palestina. A los pocos meses de
firmado el acuerdo, el sionismo aprovecha la Conferencia de París (la reunión donde los aliados discutieron
las condiciones a imponer a los países derrotados de la I Guerra mundial), para reclamar una Palestina
enteramente judía.

La situación de los judíos en Europa que da origen al sionismo

Esta política de “copamiento” de territorio continuó. Ya en la primera mitad de la década del 30, Inglaterra
emite un decreto que ordena ceder tierras a todo aquel que posea una torre y una empalizada. Fue así
que en pocos meses los sionistas montan torres y empalizadas y eso los convierte en “propietarios” de vastas
extensiones de hectáreas. A la vez los llamados sionistas de “izquierda” se establecen en colonias
“socialistas” (los llamados kibutzim), que de hecho eran campamentos militares que interferían las
comunicaciones entre las aldeas palestinas.

Es decir: las potencias imperialistas, en esa época con Inglaterra a la cabeza y el sionismo usaron a un
pueblo perseguido como el judío, que ya a fines del siglo XIX se veía obligado a huir de los pogroms que los
asesinaban por miles sobre todo en Europa Central y Oriental, donde el desarrollo burgués fue más atrasado,
a diferencia de la Europa occidental cuyas revoluciones burguesas en Inglaterra, Francia y los Países Bajos
permitieron la integración y la asimilación progresiva de los judíos.

Ese atraso de la burguesía de Europa Oriental como fuerza social, empujaba a los judíos a la proletarización,
la miseria y los confinaba a vivir en guetos. Los habían convertido prácticamente en el último escalón de sus
sociedades y eso le servía a esa burguesía para erigirlos en chivos expiatorios de los padecimientos de las
masas. Los pogroms tuvieron como marca de nacimiento esta política pérfida y asesina de las
burguesías. Y el sionismo que por esa época también comenzaba a desarrollarse (1897) como movimiento
político de un pequeño sector de la burguesía judía, para llevar adelante su proyecto de un Estado judío, no
tuvo ningún empacho en reunirse y hacer acuerdos, por ejemplo, con la autocracia zarista, que llevaba
adelante esos pogroms y campañas antisemitas.

El zarismo quería que los líderes sionistas convencieran a muchos judíos de abandonar su militancia en
partidos obreros. Recordemos que fueron esas condiciones terribles de vida bajo las que se encontraban
miles y miles de judíos, que dieron origen a la militancia revolucionaria, destacándose dirigentes marxistas
como León Trotsky, Rosa Luxemburgo, Riazanov, Lev Kamenev y un largo etcétera.

Luego, con el correr de las décadas sobrevino el nazismo y el exterminio de 6 millones de judíos en campos
de concentración ya en la II Guerra mundial. Y esto fue usado por las potencias vencedoras como Inglaterra y
sobre todo Estados Unidos, que salió de la Guerra como potencia hegemónica, para sentar las bases de una
política reaccionaria encarnada en la creación del Estado de Israel. Y estamos hablando de las mismas
potencias que cerraron sus fronteras a los miles y miles de judíos que huían del nazismo.

1948: año de la NAKBA

El sionismo y el imperialismo inglés tuvieron por último que derrotar a sangre y fuego la rebelión árabe
palestina que se dio entre 1936 y 1939. Finalmente, 9 años después, pudo proclamar su Estado racista. Un
Estado que siempre fue funcional a los intereses del imperialismo, con el fin de someter a los pueblos árabes
oprimidos de Medio Oriente y que aún hoy con los cambios geopolíticos de los últimos años, continúa
cumpliendo el mismo fin estratégico.

Un año antes, en 1947, en las Naciones Unidas se establece la partición de Palestina y les ceden a los
sionistas el 52% de su territorio. Las milicias sionistas intervienen llevando adelante una masacre. Esta vez
borraron del mapa 500 aldeas y obligaron al exilio a más de un millón de personas. Exilio que a lo largo de los
años ascendería a más de 7 millones de personas refugiadas que no tienen el mínimo derecho a retornar a
sus tierras.

Sabido es que las mujeres palestinas llevan consigo una llave que se pasan de generación en generación y
que representa la llave de las puertas de sus casas de donde fueron expulsadas con sus familias en 1948.

Esa es la base de la fundación del Estado Judío, que contó con la aprobación de Stalin en acuerdo con el
imperialismo norteamericano (EEUU todos los años vota en su presupuesto nacional, el porcentaje que será
destinado a Israel).

Ese Estado de Israel que hasta no hace muchos años tenía en sus leyes un artículo que habilitaba para que
se pudiera torturar a prisioneros, con el fin de “bregar por la seguridad nacional”.

La gran mayoría de los habitantes ancestrales de la tierra donde hoy se asienta ese Estado, fue conminado a
vivir en lo que luego sería la mayor cárcel a cielo abierto como es hoy la Franja de Gaza. Los palestinos
cuentan además con Cisjordania. Establecieron una política muy similar a los bantustanes de la Sudáfrica del
apartheid. Los dos territorios abarcan poco más de 6.100 km cuadrados, donde viven poco más de 5 millones
de palestinos y palestinas. Pero son territorios separados entre sí y en el medio rige uno de los ejércitos más
poderosos de la tierra, el ejército israelí. Esta distribución y separación geográfica es lo que hace también que
sea utópica la política de constituir un Estado Palestino, al lado del Estado de Israel ¿Qué clase de Estado se
puede construir sin conexión entre sus territorios y sin control de los recursos naturales?

Para darnos una idea: la provincia de Tucumán es casi 4 veces más grande que el territorio de Gaza y
Cisjordania juntos y actualmente en Tucumán viven 1 millón 500 mil habitantes.

Cómo lograr un verdadero Estado que albergue a árabes y judíos

Más allá de las consideraciones sobre la Iglesia católica, que dicho sea de paso no levantó la voz para
defender a los judíos perseguidos por los pogroms, ni tampoco cuando fueron víctimas del nazismo, hace
años que viene discutiendo con el Estado hebreo por sus congregaciones católicas, esto también habla de un
Estado teocrático que margina a los que no profesan la religión judía.

Un Estado que incluso cada vez “acorrala” más a sus ciudadanos laicos, pues cada semana, por ejemplo, se
emiten resoluciones desde ministerios como el de Educación ordenando que los jardines de infantes y las
primarias abandonen la enseñanza del árabe y solo se hable hebreo o que las obras de teatro tengan la
obligación de exponerse en territorios ocupados, esto a pesar de la negativa de muchos artistas israelíes que
no acuerdan con la ocupación.
Por eso la verdadera paz y un verdadero Estado donde puedan convivir árabes y judíos en plena igualdad, no
será posible mientras exista un Estado sionista, que es actualmente la principal potencia armamentística –y
nuclear- de la región.

Un Estado que albergue al pueblo trabajador, más allá de que profesen la religión musulmana, judía, cristiana
o ninguna, podrá concretarse mediante una Palestina obrera y socialista que abarque todo su territorio
histórico, defendiendo la necesidad de una Federación de Repúblicas obreras de Medio Oriente. Tarea que
deberá ser emprendida por la clase trabajadora y campesina de toda la región.

Fuentes:

• La gran revuelta árabe (1936-1939): Estructuras, identidades y lógicas de conflicto al interior del territorio
palestino. Ariel Hernán Farias. Universidad de Buenos Aires. Nómadas. Revista crítica de Ciencias Sociales y
jurídicas. 2010.

• La fundación del Estado de Israel. 60 años de ocupación y genocidio. Miguel Raider. La Verdad Obrera, 15
de mayo 2008.

• Revista de América N°12. Diciembre de 1973.

• lanación.com.ar 13 de mayo 2015.


Palestina. 21 años de la segunda
Intifada: una historia de resistencia
Este 28 de septiembre se cumplen 21 años del comienzo de la “Segunda Intifada”, cuando el pueblo palestino
se levantó contra las condiciones de vida extremadamente oprobiosas a las que era sometido por Israel, un
Estado terrorista.

Mirta Pacheco Martes 28 de septiembre de 2021 | 20:31

Una provocación digna de quienes se saben conquistadores. En septiembre del 2000, el líder del Likud -el
principal partido de derecha en el Estado de Israel- Ariel Sharon, realizó una “visita” a la explanada de la
Mezquita Al Aqsa (el tercer lugar más importante para el islamismo). La presencia de quien fuera un halcón
sionista, un asesino de palestinos, fue un abierto desafío a ese pueblo.

Al día siguiente la Policía israelí reprimió a jóvenes palestinos que indignados protestaban arrojando piedras a
los israelíes que se encontraban en el muro de los lamentos. Esa represión termina con al menos 7 jóvenes
árabes asesinados. Este acontecimiento sólo sirvió para terminar de enardecer los ánimos de las masas
palestinas.

Orígenes de la Segunda Intifada


La razón por la cual centenares de miles de palestinos salen a las calles en las grandes ciudades de
Cisjordania y la Franja de Gaza, un mes después - e incluso árabes israelíes que vivían al interior del propio
Estado de Israel, como ciudadanos de segunda- fue el odio acumulado contra la ocupación israelí. Ocupación
iniciada en 1948, que provocó la Nakba. [1] Pero también el hecho de que los acuerdos de Oslo,
premeditadamente ambiguos, que en un primer momento habían ilusionado a la gran mayoría de los
palestinos, con el correr de los años mostraron que no aportaban ninguna solución y su situación continuaba
deteriorándose.

Estos acuerdos fueron pactados en 1993 por Yasser Arafat (el histórico líder palestino, dirigente de la
Organización para la Liberación de Palestina), el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el por entonces
presidente de los EEUU, Bill Clinton.
Sus principales puntos consistían en la promesa por parte del Estado de Israel, de retirar gradualmente su
ejército de la Franja de Gaza y de Cisjordania. Se creaba, en esos territorios un autogobierno palestino (la
Autoridad Nacional Palestina -ANP-), con una Policía propia [2] y la promesa de un futuro Estado palestino.
Pero ese “autogobierno palestino” tenía grandes límites. El primero era que entre Gaza y Cisjordania estaba
apostado el ejército israelí (como sucede actualmente).

El segundo, enorme, límite era que en esos territorios, se establecía una partición en zonas A, B y C (A:
control civil y de Policía por parte de la Autoridad Palestina, 18% del territorio. B: control civil a cargo de
palestinos y control militar de la A.N.P. e Israel, 21% y C: control civil y militar de Israel, 60% del territorio).

La situación de Jerusalén (Israel ocupó la parte oriental de esa ciudad -que estaba en manos de Jordania-,
luego de la Guerra de los seis días en 1967), el derecho al retorno de los refugiados y la constante
construcción de asentamientos israelíes (que hoy son pequeñas ciudadelas enclavadas en esos territorios),
fueron directamente excluidos de esos acuerdos.

El status de la ANP sobre esos territorios se volvería a discutir en cinco años (cuestión que nunca sucedió).
Un mal chiste, sino se hubiese tratado de la vida de millones que siendo un pueblo, le habían arrebatado a
sangre y fuego su tierra.
Otro intento de Clinton de “pacificar” esa región del globo, fue la cumbre de paz de Camp David, entre el 11 y
24 de julio del 2000, dos meses antes de que estallara la Intifada. Tanto Barack (Primer Ministro israelí por
aquel entonces), como Clinton responsabilizaron a la parte palestina del fracaso de las negociaciones.

El tercer ejército del mundo necesitó 5 años para derrotar a la Segunda Intifada

Las dos consignas que unificaron a los palestinos y que dieron comienzo a esta Segunda Intifada (la primera
tuvo lugar en 1987) fueron el rechazo a la ocupación y a los Acuerdos de Oslo. Esta última demanda, ponía
en jaque a la misma ANP, en la figura de Yasser Arafat (cuya mano derecha era el hoy dirigente de
Cisjordania Mahmoud Abbas). Arafat se encontraba en una situación de debilidad: por derecha era
presionado por el imperialismo yanqui y el Estado de Israel para sostener los Acuerdos de Oslo y por
izquierda por un pueblo que comenzaba con movilizaciones masivas, huelgas, centenares de jóvenes que día
a día enfrentaban, en sus ciudades y con piedras, a uno de los ejércitos más poderosos.
Ya por ese año el alcance de la lucha y la fuerte represión israelí provocó la unificación de los nacionalistas e
islamistas en un frente único denominado Fuerzas Nacionalistas e Islamistas. Este frente tenía una dirección
mayoritaria: Al Fatah, Hamas (islamistas) era otra de las fuerzas que lo conformaban.

La Intifada fue girando de las manifestaciones masivas callejeras a tácticas de guerrilla urbana y otras
acciones militares. Este enfrentamiento, muy desigual, duró casi 5 años y se cobró la vida de más de cinco
mil palestinos. Del lado israelí el número de fallecidos ascendió a mil, de los cuales en su gran mayoría eran
militares.

A fines del 2001, el Primer Ministro israelí, Ariel Sharon [3], le gana las elecciones al partido Laborista, basado
fundamentalmente en el sentir de los israelíes de más seguridad.

Sharon observó la incursión imperialista en Afganistán contra los talibanes (incursión de los EEUU basada en
la “guerra contra el terrorismo” que iniciara el por entonces presidente Bush) y dedujo de esto que era un
buen momento para propinar un golpe mortal a la Intifada palestina. Por un lado continúa la política de su
predecesor - Ehud Barack - de asesinatos selectivos a los líderes y activistas, sumado a que las tropas
israelíes dieron muerte a decenas y decenas de niños y civiles palestinos. Israel cerró el aeropuerto de Gaza.
Los gobiernos de Jordania y Egipto, dándole la espalda al pueblo palestino, impidieron que los heridos
atraviesen sus fronteras y la ayuda humanitaria internacional (medicamentos, alimentos, etc.) fue bloqueada
por las fuerzas de ocupación sionistas.

Desde hacía un año, la Franja de Gaza había quedado partida en dos por controles militares israelíes y la
ciudad reclamada por décadas por los palestinos, Jerusalén, fue cerrada al paso de Cisjordania. Clausura de
fronteras, abusos en los puestos de control, demolición de casas, arrestos masivos y la construcción de un
muro del apartheid con el fin de arrebatarle a los palestinos las tierras más fértiles y las reservas de agua
dulce cercanas al río Jordán, además de obstaculizar la comunicación entre las aldeas, convirtiéndolas en un
sistema de bantustanes, mientras el ejército y los colonos controlaban los principales caminos y checkpoints.
Este conjunto de medidas fueron (y son) parte de la batería represiva del sionismo.

La estrategia de Israel era doblegar a los palestinos, acabar con su resistencia y lucha armada y establecer
una nueva relación de fuerzas definitiva a su favor, haciendo retroceder las aspiraciones del pueblo árabe
sobre sus propias tierras. Pero las masas palestinas continuaron por cinco años sosteniendo su resistencia.

La Segunda Intifada fue derrotada vía el asesinato selectivo y la represión masiva a las manifestaciones del
pueblo palestino. Esto demostró, por la negativa, que la lucha por la liberación de los palestinos requiere del
apoyo activo de la clase obrera y las masas árabes de la región. Que deberán romper con sus propias
burguesías, que más allá de los discursos y de ciertos tironeos, según la ocasión, van a la saga de Israel y de
Estados Unidos. Dándole la espalda a ese pueblo oprimido.

Basándose en esta derrota, Sharon lanza en 2005, el “plan de desconexión de Gaza”, esta política implicaba
sacar toda presencia civil israelí de ese territorio, a la vez que reforzaba la separación con Cisjordania. Esto
sienta las bases para el bloqueo a Gaza –una verdadera cárcel a cielo abierto- que termina de imponerse en
el 2007.
Queda claro que en los hechos es imposible pensar en un Estado palestino (conviviendo con el Estado
sionista, con todas sus prerrogativas), con dos territorios separados entre sí por puestos militares israelíes y
asentamientos de judíos y con recursos vitales como el agua, la energía eléctrica y el gas controlados por
Israel y con toda su clase dirigente que una y otra vez afirma que jamás los cederá.

Trump y el el Estado Nacional judío

Con la asunción en 2017 de Donald Trump, a la presidencia de EE.UU., se reconfigura un nuevo orden
mundial, donde el “America First” será el leit movit bajo el que se moverá su gobierno, lo que implicó un fuerte
proteccionismo de sus intereses en todo el globo, por encima de los acuerdos de los últimos años. Pero
también buscó privilegiar la relación tanto política como económica con Israel, lo cual significó reforzar su
lugar de gendarme de esa región.
La orientación de la Casa Blanca con su nuevo “inquilino”, que incluyó la provocación de trasladar la
embajada de EEUU, de Tel Aviv a Jerusalén (que se concretó en mayo del 2018), le dio más aire a un
ultraderechista Netanyahu y a la burguesía israelí.

Otra gran provocación del Estado terrorista de Medio Oriente, fue declarar a Israel como un Estado Nación
judío. Esto implica que los únicos con derecho a la “autodeterminación” son los ciudadanos de origen judío.
Esto por supuesto fue saludado con beneplácito por Trump

Esta ley votada en la madrugada del 19 de julio de ese año, constituye un nuevo agravio hacia los palestinos
y un salto en su sistema de apartheid que impone a los árabes –musulmanes o cristianos-, pero también a
otros pueblos como los beduinos, que viven al interior del Estado israelí.

En plena pandemia, Israel volvió a cerrar todos los pasos hacia y desde Cisjordania aumentando la crisis
sanitaria y económica de los cisjordanos, mientras que con la excusa de combatir a Hezbollah bombardea la
Franja de Gaza, corta la energía, lo que deja a los gazatíez solo con 4 horas de suministro eléctrico por día.

Los palestinos viven como una traición (una más) de dirigentes árabes: países del Golfo Pérsico como
Emiratos Árabes Unidos y en segundo lugar Bahréin, firmaron con Israel a instancias del Gobierno de
Estados Unidos, acuerdos llamados "de paz", que colaboran con aislar a Irán en la región, pero que
fundamentalmente a Trump le sirve para su difícil campaña electoral, contentando a su base de derecha y a
Netanyahu para intentar aplacar el descontento de los ciudadanos israelíes con el rumbo de su gobierno.

Varios Estados Árabes que, aún en contra de la opinión mayoritaria de sus propios pueblos, establecieron
relaciones diplomáticas o acuerdos de paz con Israel: Egipto (1978), Jordania (1994) y recientemente esos
dos Estados del Golfo Pérsico.

Biden sigue financiando al Estado de Israel

La llegada de Joe Biden a la presidencia de estadounidense cambió la retórica de la administración Trump, de


apoyo explicito a la política del Estado de Israel contra los palestinos.

A finales de agosto Biden se reunió con el nuevo primer ministro israelí, Naftalí Bennett . En esa reunión el
presidente norteamericano le planteó al israelí que frente al tema palestino "discutiremos formas de promover
la paz, la seguridad y la prosperidad para israelíes y palestinos", esta generalidad vino de la mano de la
reafirmación de que Estados Unidos seguirá sosteniendo el sistema antimisiles de Israel "Cúpula de Hierro",
esto se tradujo en U$S1.000 millones que Bennet se llevó como ayuda extra contante y sonante.

Ese financiamiento fue apoyado por la Cámara de Representantes que aprobó mil millones de dólares en
nuevos fondos para los interceptores de misiles israelíes, un sistema llamado "Cúpula de Hierro" (Iron Dome).
Se trata de mil millones de dólares más para el Ejército israelí que continúa asediando ciudades palestinas y
asesinando niños.

La votación final en la Cámara fue 420 a favor y 9 en contra, con 2 personas votando como "presentes" (una
suerte de abstención). Aunque parezca increible, Jamaal Bowman, un representante de Nueva York
respaldado por los Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés), votó "SI" a esta
ayuda militar multimillonaria para Israel. Por su parte la congresista "progresista" Alexandria Ocasio-Cortez
(AOC) cambió su voto de "no" a "presente".

Aunque con otra retorica, el presidente Joe Biden confirma la "asociación inquebrantable entre nuestras dos
naciones". El actual mandatario preside el imperialismo hegemónico con una crisis histórica, un viejo
conocedor de la política israelí, que desde que comenzó su vida pública como senador en 1972 conoció
personalmente a todos los primeros ministros desde Golda Meir para acá. Un ferviente defensor de ese
Estado genocida.

Ese pueblo originario que desde largas décadas viene sufriendo un sinfín de vejaciones, es un pueblo
heroico, a pesar de las derrotas que el Estado terrorista de Israel le ha infligido (siempre con el apoyo de su
“mentor” el imperialismo norteamericano). Un nuevo aniversario de la Segunda Intifada, viene a
recordárnoslo.

[1] Al Nakba: Tragedia o catástrofe. Cuando se constituye el Estado de Israel, mediante una votación de las
Naciones Unidas (antecesora de la ONU), en 1948 centenares de pueblos fueron arrasados por las milicias
israelíes (Hagana) y su recientemente creado ejército. Cometieron asesinatos en masa y cientos de miles de
palestinos fueron expulsados de sus hogares, condenados a vivir en campos de refugiados o en la diáspora.
[2] La ANP creada a partir de los acuerdos de Oslo, entendida como entidad política y administrativa que
controlaba las zonas de Cisjordania y Gaza, dirigida por aquel entonces por Arafat y su partido Al Fatah, creó
por aquel entonces las llamadas fuerzas de seguridad palestinas -que actuaron y actúan muchas veces como
dique de contención del pueblo palestino, reprimiendo movilizaciones en ciudades como Belén o Hebrón,
sobre todo-. La ANP estableció un sistema de impuestos a los palestinos, que son cobrados por Israel. Estos
fondos luego vuelven a la ANP en un porcentaje menor. Este sistema manejado a discreción por el Estado
judío de Israel provoca el ahogamiento, conjuntamente con el bloqueo económico a Gaza.
[3] El viejo militar que supo participar de casi todas las incursiones militares israelíes para ganar y ocupar
poblados palestinos, a costa de innumerables asesinatos a sus habitantes, quien fuera el que “supervisó” con
su unidad el asesinato en masa por parte de las milicias falangistas de cristianos maronitas del campo de
refugiados Sabra y Shatila, él fue el encargado de vigilar todas las salidas de ese campo, para que ningún
palestino pudiera huir de la masacre.
NO ES LA CAPITAL DE ISRAEL.
Jerusalén en la historia
Las declaraciones provocativas de Trump reconociendo a Jerusalén como capital de Israel desató la justa
furia de los palestinos. Aquí una historia que demuestra que Jerusalén no le pertenece a Israel.

Diego Gómez Sociólogo - Miércoles 13 de diciembre de 2017

El pueblo hebreo en sus comienzos

Las tribus hebreas(1) tras el éxodo de Egipto hacia 1250 ac, aproximadamente, conquistaron lo que hoy es
Palestina. Rápidamente llegaron los filisteos(2) (un siglo después) y fueron poco a poco sometiendo a los
hebreos, que fueron llamándose a sí mismos como israelitas (Israel: pueblo de dios). Como respuesta a la
pretensión conquistadora y hegemónica filistea, los israelitas constituyeron por primera vez un reino unitario,
bajo Saúl (1030 a.C.), que tuvo su continuidad en el gran reino judío de David y Salomón (hacia 1000 y 928
a.C.) que incluso incluyó territorios conquistados a los arameos(3) cerca de Damasco.

Como entidad territorial, política y unificada, el reino de Israel existió desde aproximadamente 1030 a.C. hasta
928 a.C. e implicó la unión de todos los territorios habitados por las doce tribus de Israel, en un área que
actualmente corresponde al moderno estado de Israel, los territorios palestinos (Franja de Gaza y
Cisjordania) y parte del reino de Jordania.

Samaria y Jerusalén: los dos últimos dos reinos hebreos

Más tarde el reino fue dividido en dos: Reino del Norte (capital Samaria) y Reino del Sur (capital Jerusalén).
Pero con la recuperación de las dos potencias de la región: Egipto y Asiria/Babilonia(4) se fue acabando la
existencia de estos dos reinos entre 722 y 586 ac. Luego de esta derrota material se produjo una
transfiguración y una búsqueda de refugió en lo religioso. Entonces la restauración de un reino judío bajo un
nuevo David, como Mesías, se convirtió en la creencia mesiánica y sionista de los antiguos judíos, sobre todo
tras la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 dc. Se iba consolidando la
convicción de que la liberación del pueblo judío tenía que ser consecuencia de la llegada del enviado de dios,
quien iba a traer la paz no solo para los judíos sino que para toda la humanidad. Esta forma de libertad iba a
terminar contrastando radicalmente con la liberación política que dos milenios y medio más tarde iba a
proponer el sionismo europeo.

A la conquista de Israel por los asirios (722) y babilonios (586), le siguió el dominio del imperio persa(5) (539
a.C.), que trajo el fin de la sujeción Babilonia y permitió la autonomía religiosa. La llegada de los persas vino
aparejada de un aire de libertad para los hebreos, pues a diferencia de sus antecesores y sucesores, el
imperio de Ciro II tenía un política de tolerancia para con los pueblos conquistados.
Luego, el avance de Alejando Magno (332 a.C.) implicó un proceso de helenización con presiones tributarias,
saqueos y profanación del templo de Jerusalén. Como en la mayor parte de los territorios conquistados, el
imperio heleno intentó imponer la lengua y la religión griega, llegando a prohibirse el culto a Yavé.

El imperio romano y la represión de los judíos

Tras un primer momento de entendimiento con Roma (con la obtención de cierta autonomía), llegó el año 70
d.C. cuando los romanos conquistaron Jerusalén y destruyeron el templo. La intención de Roma era “civilizar”
e incorporar de una vez por todas a los judíos a la cultura greco-romana; a modo de ejemplo,
la circuncisión era una mutilación intolerable. En ese contexto de romanización se iba a dar, más de medio
siglo después, la revuelta de Bar Kojba(6) (132-135), la tercera de los judíos contra Roma, en donde
Jerusalén volvió a ser destruida, pero esta vez les iba a ser prohibido a los judíos vivir en ella. El emperador
Adriano recuperó el nombre, ya utilizado por historiador griego Heródoto, de Siria de los Filisteos (Siria e
Palaistien), de donde procede la actual denominación de Palestina, con la intención de borrar registros
históricos del pueblo hebreo con la región. Según el historiador romano Dión Casi, murieron cerca de 580 000
judíos, se destruyeron 50 ciudades y cientos de aldeas fueron arrasadas. Adriano intentó romper de raíz la
identidad judía, que había sido la causa de las continuas rebeliones, y para ello prohibió la Torá, el calendario
judío y mandó ejecutar a numerosos rabinos y eruditos.

La llegada de los árabes

La conquista de los árabes musulmanes a partir de 637/38 trajo aparejada la llegada de nueva población que
con el tiempo acabó constituyendo la mayoría y que en conjunto se mantuvo frente a todos los demás
conquistadores (frente a las diferentes cruzadas provenientes de Europa 1099/1187/1291, los mamelucos
(tribus caucásicas y mongoloides que crearon un sultanato) 1291/1517 y los turcos otomanos 1517/1918).

Los Mamelucos destruyeron buena parte del desarrollo de Palestina (las tierras cultivables) con el objetivo de
evitar el regreso de los temidos invasores francos de occidente. Luego, el descubrimiento de América y la vía
marítima directa hacia la India fueron sucesos que fueron dejando relegada la región (también por el
abandono otomano) convirtiéndola en un terreno desértico con poco desarrollo económico y escasa vida
ciudadana.

El imperio otomano

Palestina fue parte de la Siria Otomana (las actuales Siria, Líbano, Israel Cisjordania, Franja de Gaza,
Jordania y partes de Turquía e Irák) desde principios del siglo XVI hasta la finalización de la Primera Guerra
Mundial. Durante la mayor parte del periodo los territorios otomanos gozaron de libertades de culto. Con la
dhimmah(7) los judíos y los cristianos vivieron bajo la protección del sultán. La “gente de la dhimmah” estaba
exenta del servicio militar y del impuesto religioso, llamado azaque o zakat, pero en su lugar debía pagar
un impuesto per cápita, denominado yizia, y un impuesto sobre la tierra denominado jaray.

Las religiones monoteístas no islámicas dentro del imperio otomano (judíos y cristianos) eran consideradas
naciones leales y se les daba a quienes las profesaran la posibilidad de autogobernarse por medio de los
Millet: tribunales independientes que regulaban la vida social. Pero la penetración del capitalismo, desde el
siglo XIX, y sobre todo de la ideología nacionalista iba modificar la convivencia religiosa. El panislamismo
promovido por el sultán Abdul Hamid II, que tuvo como resultado el primer genocidio armenio a fines del siglo
XIX, y más tarde el nacionalismo burgués turco llevado adelante por los jóvenes oficiales(8), ya durante el
siglo XX, modificaron la larga tolerancia entre el islam, el cristianismo y el judaísmo. La colonización sionista
de Palestina, legitimada y apoyada por la declaración Balfour y el Mandato Británico, no fue más que un
avance del imperialismo colonialista en forma de movimiento nacionalista.

El imperialismo hace su aparición

La llegada de los franceses, con Napoleón, a Egipto (1798/99), la Guerra de Crimea (1853-56) y la
consecuente penetración económica europea por medio de la creación del Canal de Suez en 1869, fueron
circunstancias que modificaron la estabilidad de la región. Es necesario destacar la transformación que
supuso para Medio Oriente, pero sobre todo para la vida de la gente común, la paulatina pero firme llegada
del capitalismo. A modo de ejemplo, las obras de excavación del Canal de Suez, que se iniciaron oficialmente
el 10 de abril de 1859 y finalizaron 10 años más tarde, promovidas por el francés Ferdinand de Lesseps y
autorizadas por los gobernantes egipcios de la época, significaron un alto costo humano. En su momento,
constituyó una de las más grandes obras de ingeniería del mundo, realizada por decenas de miles de
humildes campesinos (fellahs), llevados por la fuerza desde todas las regiones de Egipto. Como al principio
no se disponía de maquinaria y todo tenía que hacerse a mano y en un clima hostil, según cifras oficiales,
murieron 20.000 trabajadores, pero estimaciones más realistas fijan la cifra en 125.000 fallecidos. Seis años
después de su inauguración, en 1875, el Pachá de Egipto, a causa de la deuda externa del país, puso a la
venta su parte de las acciones del canal y en una rápida maniobra el primer ministro del Reino
Unido, Benjamín Disraeli, convenció a la Reina Victoria de la necesidad de comprarlas para tomar el control
sobre la ruta hacia la India Británica, la colonia más rica del Reino Unido. Para dicho fin Londres logró obtener
un cuantioso préstamo de parte de la Casa banquera Rothschild, y de esta manera se aseguró el dominio de
la vía inter-oceánica. Iban a pasar 80 años hasta que la llegada al poder del militar panarabista y
antiimperialista Gamal Abdel Nasser, en Egipto, tuviera como una de sus consecuencias la nacionalización
del Canal y con ello la consecuente guerra declarada a Egipto por Gran Bretaña, Francia e Israel.

Antes de que de que sucedieran los primeros pogroms, tras el asesinato del zar Nicolás II en 1881,
comenzaron a llegar algunos colonos judíos a Palestina. Pero a partir de 1897, luego de la proclamación de
Theodor Herzl de lanzarse a la conquista de Eretz Israel, comenzó la consciente y decidida colonización de
Palestina. Sucedía que tras un amplio rodeo histórico, que había llevado a los judíos a Europa Central y
Oriental, surgía para fines del siglo XIX una ideología secular pero con fundamentos mesiánicos y religiosos
que pretendía crear un Estado-Nación étnico-religioso puro. Esto se daba en medio de un contexto en el que
eran perseguidos los judíos europeos, por un lado, y en el auge del nacionalismo político que tenía como fin
la creación de un Estado-Nación, por el otro.

La Primera Guerra Mundial: Sykes-Picot y la declaración Balfur

En el marco de la Primera Guerra Mundial (PGM) el imperialismo británico había prometido a los nobles
árabes(9) de Medio Oriente que sí atacaban y vencían al imperio otomano iba a crearse, luego de la guerra,
un gran país árabe en los actuales territorios de Irak, Palestina/Israel, Líbano, Jordania, Siria y la Península
Arábiga. Sin embargo, mientras se acordaba la alianza anti-otomana los representantes diplomáticos de Gran
Bretaña, Francia y Rusia se reunían de manera secreta con el objetivo de diagramar el reparto de Medio
Oriente. Este pacto secreto fue descubierto y denunciado por la revolución rusa, por intermedio del diario
Pravda y con ello quedaron en absoluta evidencia cuales eran las verdaderas intenciones del imperialismo en
la región.
Además, en 1917, el canciller británico Arthur James Balfour hizo una declaración de simpatía al barón Lionel
Walter Rothschild (uno de los representantes más importantes del capital judío-británico) en la que anunciaba
el apoyo de su gobierno a la formación de un hogar para el pueblo judío en Palestina. De esta manera, la
colonización sionista de Palestina, que había comenzado a finales del siglo XIX, tenía el apoyo de una de las
principales potencias mundiales.

La Sociedad de las Naciones y el Mandato Británico de Palestina

La Sociedad de las Naciones otorgó a Gran Bretaña, luego de la PGM, el derecho a gobernar Palestina.
Hasta finales de la década de 1930 dejó que la colonización sionista avanzara y se consolidara en el territorio.
En este periodo se fue construyendo el proto-Estado de Israel. No solo la compra de tierras sino también la
creación y sostenimiento de diversas instituciones hicieron que el proyecto sionista de crear un Estado-nación
en “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” fuera tomando forma. Instituciones como la Keren kayemet
le Israel (institución para la compra de tierras) o la Histadrut (central obrera) y organizaciones paramilitares
como la Haganá o el Irgún, que terminaron siendo el ensayo general del ejército del Estado de Israel, ponían
los cimientos del país que iba a crearse el 15 de mayo de 1948.

La declaración 181, Al Nakba y el Estado de Israel

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) por medio de la resolución 181 instó a la creación de dos
Estados en Palestina. Uno árabe (en el 43% del territorio) otro judío (en el 56% del territorio), mientras que
Jerusalén y Belén por sus características religiosas iban a ser administradas por la misma ONU debido a que
por ser cuna de las tres grandes religiones monoteístas no debía ser potestad de ningún Estado en particular.

Sin embargo, nunca hubo un Estado árabe en Palestina porque el mismo 15 de mayo de 1948 cientos de
miles de árabes comenzaron a huir de sus hogares en lo que el pueblo palestino llama Al Nakba (la
catástrofe, en árabe). Las violentas agresiones militares cometidas por las organizaciones armadas sionistas
Haganá, Irgún y Lojamei Jerut Israel provocaron un éxodo obligado que tenían como fin principal salvar la
vidas.

Los países árabes que rodeaban a Israel (Siria, Libia, Egipto y Transjordania) más Irak, Arabia Saudita y
Yemen atacaron al Estado recientemente creado al día siguiente de que los sionistas declararon la
independencia. El resultado de la guerra fue bastante difuso pues si bien Israel resultó ganador, debido a que
aumentó en un 23% el territorio que le había sido otorgado por la resolución 181, Egipto y Transjordania
también se vieron beneficiados porque el primero se apropió de Franja de Gaza y el segundo de Cisjordania.
Los palestinos, absolutamente perjudicados por la guerra, lejos de obtener una independencia política
comenzaron a vivir como extranjeros o refugiados en sus propias tierras o migraron a países vecinos.

La Guerra de los Seis Días y la ocupación de Franja de Gaza y Cisjordania

Como consecuencia de la Guerra de los Seis Días Israel avanzó y conquistó, no solo toda la Palestina
otomana sino que también se hizo de la península del Sinaí (territorio egipcio devuelto en 1978 debido a los
Acuerdos de Camp David) y de los Altos del Golán (territorio sirio nunca devuelto). Franja de Gaza y
Cisjordania, que habían sido ocupadas por Egipto y Jordania luego de la Guerra de 1948, fueron entonces
sumadas a Israel por el gobierno de Levi Eshkol. Las ciudades de Jerusalén y Belén, que según la resolución
181 de la ONU debían ser administradas por una organización internacional, también fueron ocupadas y
comenzaron a ser gobernadas por Tel Aviv. Allí como en Cisjordania, los Altos del Golán y Fra Franja de
Gaza(10) fueron levantados asentamientos de colonos judíos. Solo en Jerusalén Este hay más de 350.000
judíos asentados luego de 1967. En la actualidad el constante avance sobre los pocos enclaves palestinos en
Cisjordania es devastador. El médico MuMustafa
stafa Barguti, secretario general del partido Iniciativa Nacional
Palestina, que fundó en 2002 con el intelectual Edward Said
señalaba hace un año lo siguiente:

Terriotorios conquistados por Isael en la Guerra de los seis días

“Los hechos sobre el terreno confirman una peligrosa tendencia,


corroborada por expertos que monitorizan con imágenes por satélite:
Israel cada vez se expande en más áreas palestinas. Lo hace de
diferentes formas: declar
declarando
ando áreas palestinas como zonas militares
israelíes o reservas naturales y confiscando así la tierra, expandiendo
los asentamientos judíos en Cisjordania –ilegales,
ilegales, según la ley
internacional
internacional-,, conectándolos entre sí y prolongando el muro. El muro
israelí es tres veces más grande y dos veces más alto que el Muro de
Berlín. Separa a palestinos de palestinos. La población de Qalqiliya,
por ejemplo, con 40.000 habitantes, está rodeada por todas partes
por el muro y a la ciudad sólo se puede acceder por una pequeñape
puerta. El muro en Cisjordania tiene bajo asedio a 200.000
palestinos, cuyos movimientos dependen de puertas que abren
durante 15 minutos tres veces al día"(11).

El fracaso de los Acuerdos de Oslo: el avance sobre los territorios palestinos

Los acuerdos
dos de Oslo de 1993 no contemplaban la creación de un Estado palestino sino más bien un margen
de autonomía política que iba a ir creciendo con el tiempo. Además, la posición de Israel con respecto
a Jerusalén no había cambiado. Cuando los acuerdos se firm firmaron
aron el primer ministro Rabin declaraba
que "Jerusalén es la antigua y eterna capital del pueblo judío", unida bajo soberanía israelí y con libertad
religiosa para todos. Pero ni siquiera ese limitado proyecto de independencia política para el pueblo pales
palestino
pudo ser viable. El 4 de noviembre de 1995 en un acto convocado por su gobierno con el slogan “Sí a la paz,
no a la violencia” Rabin fue asesinado por Yigal Amir, un religioso judío que se oponía a la entrega de tierras
a los palestinos.

Luego de la muerte de Rabín, el Partido de derecha Likud(12) ha hegemonizado el control político hasta la
actualidad. Ni en los hechos ni en la retórica sus líderes (Ariel Sharon, Benyamin Netanyahu y Ehud Olmert)
han intentado llevar adelante
lante ningún proceso de entendimiento con los palestinos. Más bien su posición se ha
opuesto por el vértice a toda posibilidad de pacificación de la región. Las recientes declaraciones de Donald
Trump, sobre el reconocimiento de Jerusalén como la capital d dee Israel, no solo niegan el derecho del pueblo
palestino a su autodeterminación política sino que legitiman la barbarie que implica la opresión y explotación
llevada adelante por el Estado de Israel.

Notas:

1.Según la Biblia, Abraham engendró a Isaac; que a su vez fue padre de Jacob (Israel), quien tuvo diez hijos,
más los dos hijos de José el soñador, forman las doce tribus. Ellos fueron todos reconocidos como
descendientes de los patriarcas y formaron las d
doce tribus de Israel entre las que Josué repartió la Tierra
Prometida, es decir, la tierra de Canaán, tras el regreso de Egipto.
2. Considerados uno de los “pueblos del mar” de la Edad de Bronce. Tras su enfrentamiento con los egipcios
se establecieron en el actual territorio de Israel, mayormente sobre la zona costera. Su origen estaría en
Creta o en Asia Menor (Anatolia). Se considera que con el paso del tiempo tendieron a fusionarse con las
tribus hebreas.
3. Los arameos (también llamados siríacos) fueron un pueblo semítico nómade. Habitaron la región de las
actuales Siria, Irak, Jordania, Líbano y parte de Irán. Los arameos dieron unidad linguística al Oriente
Próximo. Su lengua, llamada también arameo, fue las más hablada en toda esa parte del mundo.
4. Durante diferentes periodos históricos Asiria fue un imperio de la antigüedad situado en el suroeste
asiático. La historia de Babilonia se divide en dos etapas principales, separadas entre sí por el período de
dominación asiria; el imperio paleobabilónico o amorrita (1792 a. C.–1595 a. C.) y el imperio neobabilónico o
caldeo (626 a. C.–539 a. C.). El imperio babilónico fue sucedido por el persa tras las conquistas de Ciro II el
Grande.
5. Las zonas que se caracterizaron por el apoyo a los persas fueron sobre todo Palestina, ya que los hebreos
estaban felices de contar con un gobierno que respetara y apoyara su religión, y también la zona de Siria,
especialmente las ciudades fenicias, que además de ser respetadas por los persas, estos les proporcionaron
nuevos mercados por tierra y apoyaron su desarrollo naval. También regiones de Asia Central se mostraron
adictas al gobierno persa ya que cuando el imperio se desmoronó allí continuaron la resistencia
contra Alejandro Magno por varias décadas más.
6. Fue la segunda gran revuelta judía en Judea y última de las grandes Guerras Judeo-Romanas. La
intención de Adriano era “civilizar” e incorporar de una vez por todas a los judíos a la cultura greco-romana.
Para la cultura griega y romana, la circuncisión era una mutilación intolerable.
7. En árabe, pacto u obligación. Norma que regulaba la relación con los pueblos no islámicos del imperio.
8. Los jóvenes turcos hicieron a un lado al sultán, a principios del siglo XX, e intentaron modernizar el imperio
otomano en un sentido burgués. Varios de sus cuadros políticos más importantes fueron responsables de la
instrumentación del genocidio armenio.
9. Husayn ibn Ali fue el último jerife de la Meca y descendiente del clan hachemita que durante siglos
gobernaron las ciudades santas del islam La Meca y Medina. Durante 1915 y 1916 negoció con los británicos
una acción militar conjunta contra las tropas otomanas.
10. Aquí los asentamientos fueron desarmados en el 2005.
11. http://www.elmundo.es/internacional/2016/12/27/58614b6a268e3eb63d8b458a.html
12. Solo durante el periodo 1999-2001 hubo un gobierno Laborista liderado por Ehud Barak. Del 2001 al 2006
Ariel Sharon fue primer ministro por Kadima, pero este partido es un desprendimiento del Likud con una
orientación política de derecha.
ISRAEL-PALESTINA. Entrevista a
Ilan Pappe: "Israel convirtió Palestina
en la mayor cárcel del mundo"
Una historia de la ocupación israelí en Cisjordania y Franja de Gaza examina las fórmulas militares usadas
para controlar las vidas de los palestinos.

Mustafa Abu SneinehMiddle East Eye - Sábado 9 de diciembre de 2017

El resultado de la Guerra de los Seis Días de 1967 entre Israel y los ejércitos árabes fue la ocupación de
Cisjordania y la Franja de Gaza.

Israel vendió la historia de que esta guerra fue fortuita, pero nuevos documentos históricos y actas de los
archivos demuestran que Israel estaba bien preparado para ella.

En 1963 figuras de las administraciones militar, legal y civil se inscribieron en un curso en la Universidad
Hebrea de Jerusalén para establecer un plan exhaustivo acerca de cómo encargarse de los territorios que
Israel iba a ocupar cuatro años después y gestionar al millón y medio de palestinos que vivían en ellos. Venía
motivado por el fracaso de la forma como Israel se encargó de los palestinos de Gaza mientras duró su corta
ocupación durante la crisis de Suez en 1956.

En mayo de 1967, unas semanas antes de la guerra, los gobernadores militares israelíes recibieron unas
cajas que contenían instrucciones legales y militares sobre cómo controlar las ciudades y pueblos palestinos.
Israel iba a transformar Cisjordania y la Franja de Gaza en megacárceles bajo régimen y vigilancia militar.

Las colonias, los checkpoints y el castigo colectivo formaban parte de este plan, como demuestra el
historiador israelí Ilan Pappe en [su último libro] The Biggest Prison on Earth: A History of the Occupied
Territories [La mayor cárcel del mundo: historia de los territorios ocupados], un relato detallado de la
ocupación israelí.

Este libro, que se publicó en el quincuagésimo aniversario de la guerra de 1967, ha sido seleccionado para
los Premios del Libro Palestino 2017 organizados por Middle East Monitor y que se anunciarán en Londres el
24 de noviembre. Pappe habló con Middle East Eye acerca del libro y lo que revela.

Leé también A 30 años de la primera Intifada

Middle East Eye: ¿En qué sentido este libro se basa en su libro anterior, The Ethnic Cleansing of
Palestine [La limpieza étnica de Palestina](1), sobre la guerra de 1948?

Ilan Pappe: Sin duda es una continuación de mi libro anterior, La limpieza étnica de Palestina, que describe
los acontecimientos de 1948. Considero que todo el proyecto del sionismo es una estructura y no
simplemente un acontecimiento. Una estructura de colonialismo de asentamiento por medio de la cual un
movimiento de colonos coloniza una patria. Mientras no se complete la colonización y la población originaria
resista por medio de un movimiento de liberación nacional, cada uno de los periodos que estudio no es sino
una fase dentro de la misma estructura.

Aunque The Biggest Prison es un libro de historia, continuamos en el mismo capítulo histórico. Todavía no ha
terminado. Así que en este sentido probablemente debería haber más adelante un tercer libro que analice los
acontecimientos del siglo XXI y cómo se está implementando en la nueva era la misma ideología de limpieza
étnica y desposesión, y cómo los palestinos resisten a ello.

MEE: Usted afirma de que en junio de 1967 tuvo lugar una limpieza étnica. ¿Qué les ocurrió a los palestinos
de Cisjordania y Gaza en ese momento? ¿En qué sentido fue diferente de la limpieza étnica de la guerra de
1948?

IP: En 1948 hubo un plan muy claro de tratar de expulsar a la mayor cantidad posible de palestinos de la
mayor cantidad posible de Palestina. El proyecto de colonialismo de asentamiento creía que tenía el poder de
crear un espacio judío en Palestina en el que no habría en absoluto palestinos. A la hora de la verdad no
funcionó bien del todo, aunque como todo el mundo sabe tuvo bastante éxito. Un 80 % de los palestinos que
vivían en lo que se pasaría a ser el Estado de Israel se convirtieron en refugiados.

Como muestro en el libro, había algunos políticos israelíes que pensaron que quizá podíamos hacer en 1967
lo que hicimos en 1948. Pero la inmensa mayoría de ellos entendió en la guerra de 1967 fue una guerra muy
corta, duró seis días, y ya existía la televisión y bastantes de las personas a las que querían expulsar ya eran
refugiados de 1948.

Por lo tanto, creo que la estrategia no era la limpieza étnica tal como se implementó en 1948. Era lo que yo
denominaría una limpieza étnica progresiva. En algunos casos expulsaron a multitud de personas de algunas
zonas como Jericó, la Ciudad Vieja de Jerusalén y los alrededores de Qalqilya. Pero en la mayoría de los
casos decidieron que un régimen militar y un asedio para encerrar a los palestinos en sus propias zonas sería
tan beneficioso como expulsarlos.

Desde 1967 hasta hoy en día hay una limpieza étnica muy lenta que probablemente se extiende a lo largo de
un periodo de 50 años y es tan lenta que a veces solo afecta a una persona al día. Pero si se considera el
periodo entero, desde 1967 hasta hoy, estamos hablando de cientos de miles de palestinos a los que no se
permite volver a Cisjordania o a la Franja de Gaza.

MEE: Usted diferencia entre dos modelos militares que utiliza Israel, el modelo de cárcel abierta en
Cisjordania y el modelo de cárcel de máxima seguridad en la Franja de Gaza. ¿Cómo define usted estos dos
modelos? ¿Se trata de términos militares?

IP: Utilizo estos términos como metáforas para explicar los dos modelos que Israel ofrece a los palestinos en
los territorios ocupados. Insisto en utilizar estos términos porque creo que la solución de los dos Estados en
realidad es el modelo de cárcel abierta.

Los israelíes controlan los territorios ocupados directa o indirectamente y tratan de no penetrar en las
ciudades y pueblos palestinos muy densamente poblados. Dividieron la Franja de Gaza en 2005 y todavía
están dividiendo Cisjordania. Hay una Cisjordania judía y una Cisjordania palestina que ya no es una zona
territorial continua.

En Gaza los israelíes son los guardianes que mantienen encerrados a los palestinos respecto al mundo
exterior, pero no interfieren en lo que hacen dentro. Cisjordania es como una cárcel al aire libre a la que se
envían delincuentes menores a quienes se les concede más tiempo para salir y trabajar fuera. Dentro el
régimen no es duro, pero sigue siendo una cárcel. Hasta el presidente palestino Mahmoud Abbas necesita
que los israelíes le abran la puerta si va de la Zona B a la C (2). Y en mi opinión es muy simbólico el hecho de
que el presidente no se pueda mover sin que el carcelero israelí le abra la puerta de la jaula.

Por supuesto, todo el tiempo hay una respuesta palestina ante esto. Los palestinos no son pasivos y no lo
aceptan. Vimos la primera y la segunda Intifada, y quizá veamos una tercera Intifada. En su mentalidad de
gestores de la cárcel, los israelíes les dicen a los palestinos que si se resisten les quitarán todos su
privilegios, como se hace en la cárcel. No podrán trabajar fuera. No podrán moverse libremente y se les
castigará colectivamente. Es el tipo de lado punitivo de ello, el castigo colectivo como represalia.

MEE: La comunidad internacional condena tímidamente la construcción o expansión de colonias israelíes en


los territorios [palestinos ocupados]. No lo consideran una parte fundamental de la estructura colonial israelí
que usted describe en su libro. ¿Cómo empezaron las colonias israelíes?¿Su base fue racional o religiosa?

IP: Después de 1967 había dos mapas de colonias o de colonialismo. Había un mapa estratégico que fue
concebido por la izquierda en Israel. El padre de este mapa fue el difunto Yigal Allon, el principal estratega,
que trabajó con Moshe Dayan en 1967 acerca de un plan para controlar Cisjordania y la Franja de Gaza. Su
principio era estratégico y no tanto ideológico, aunque creían que Cisjordania pertenecía a Israel.

Estaban más interesados en asegurarse de que los judíos no se asentaban en zonas árabes densamente
pobladas. Afirmaban que ahí donde los palestino s no vivían concentrados podíamos asentarnos . Así que
empezaron con el valle del Jordán porque ahí había pueblos pequeños pero no está densamente poblado
como otras partes.

El problema para ellos fue que al mismo tiempo que elaboraban su mapa estratégico emergía un nuevo
movimiento religioso mesiánico , Gush Emunim, un movimiento religioso nacional de judíos que no se querían
asentar según el mapa estratégico. Querían asentarse según el mapa bíblico . Tenían la idea de que la Biblia
es un libro que te dice exactamente dónde están las antiguas ciudades judías. Y da la casualidad que ese
mapa quería decir que los judíos deben asentarse en medio de Nablus, Hebrón y Belén, en medio de las
zonas palestinas.

Al principio el gobierno israelí trató de controlar a este movimiento bíblico de manera que se asentaran más
estratégicamente. Pero varios periodistas israelíes han demostrado que Shimon Peres, el ministro de Defensa
a principios de la década de 1970, decidió permitir los asentamientos bíblicos. Los palestinos de Cisjordania
se vieron expuestos a dos mapas de colonización, el estratégico y el bíblico.

La comunidad internacional entiende que según el derecho internacional carece de importancia que las
colonias sean estratégicas o bíblicas, todas son ilegales.

Pero lo desacertado es que desde 1967 la comunidad internacional aceptó la fórmula israelí según la cual “las
colonias son ilegales, pero es algo provisional; una vez que haya paz nos aseguraremos de que todo sea
legal. Pero mientras no haya paz necesitamos las colonias porque todavía estamos en guerra con los
palestinos”.

MEE: Usted afirma que la palabra “ocupación” no es la adecuada para describir la realidad en Israel,
Cisjordania y la Franja de Gaza. Y en el diálogo que mantuvo con Noam Chomsky, On Palestine [Sobre
Palestina], usted critica el término “proceso de paz”. Es controvertido. ¿Por qué no son adecuados estos
términos?
IP: Creo que el lenguaje es muy importante. La manera de plantear una situación puede afectar a las
posibilidades de cambiarla.

Hemos estado planteando la situación en Cisjordania, en la Franja de Gaza y dentro de Israel con un
diccionario y unas palabras equivocados. Ocupación siempre significa una situación provisional.

La solución para la ocupación es el fin de la ocupación, el ejército invasor vuelve a su país, pero esta no es la
solución ni en Cisjordania o Israel ni en la Franja de Gaza. Yo sugiero que se trata de colonización, aunque
parezca un término anacrónico en el siglo XXI. Creo que debemos entender que Israel está colonizando
Palestina. Empezó a colonizarla a finales del siglo XIX y sigue colonizándola hoy.

Existe un régimen de asentamiento colonial que controla toda Palestina de diferentes maneras. En la Franja
de Gaza lo controla desde fuera. En Cisjordania lo controla de manera diferente en las Zonas A, B y C. Tiene
políticas diferentes respecto a los palestinos en los campos de refugiados, donde no permite a los refugiados
regresar. Eso es otra manera de mantener la colonización, no permitiendo retornar a las personas que fueron
expulsadas. Todo ello forma parte de la misma ideología.

Así pues, creo que cuando se ponen juntos los términos proceso de paz y ocupación crean la falsa impresión
de que lo único que hace falta es que el ejército israelí se vaya de Cisjordania y la Franja de Gaza, y tener
paz entre Israel y la futura Palestina.

Actualmente el ejército israelí no está en la Franja de Gaza ni está en la Zona A. Apenas está en la Zona B,
donde no debe estar. Pero no hay paz. Hay una situación que es mucho peor que la que había antes de los
Acuerdos de Oslo en 1993.

El llamado proceso de paz permitió a Israel llevar a cabo más colonización, pero esta vez con el apoyo
internacional. Por consiguiente, sugiero hablar de descolonización y no de paz. Sugiero hablar de cambiar el
régimen legal que gobierna la vida de israelíes y palestinos.

Creo que deberíamos hablar de un Estado de apartheid. Deberíamos hablar de limpieza étnica. Deberíamos
encontrar con qué sustituir al apartheid y tenemos un buen ejemplo en Sudáfrica. Lo único que puede sustituir
al apartheid es un sistema democrático, una persona un voto o, cuanto menos, un Estado binacional. Creo
que este es el tipo de palabras que se debería empezar a utilizar porque si continuamos utilizando las
palabras de siempre seguimos perdiendo tiempo y energías, y no cambiaremos la realidad sobre el terreno.

MEE: ¿Qué depara el futuro al régimen militar israelí sobre los palestinos? ¿Vamos a ver un movimiento de
desobediencia civil como el que hubo el pasado mes de julio en Jerusalén?

IP: Creo que veremos desobediencia civil no solo en Jerusalén sino en toda Palestina, lo que incluye a los
palestinos que viven dentro de Israel. La propia sociedad civil no aceptará para siempre este tipo de realidad.
No sé que medios utilizará. Podemos ver qué ocurre cuando no se tiene una estrategia clara desde arriba: los
individuos deciden hacer su propia guerra de liberación.

El caso de Jerusalén fue, en efecto, impresionante, nadie creía que una resistencia popular pudiera obligar a
los israelíes a retirar las medidas de seguridad que habían impuesto a Haram al-Sharif [Explanada de las
Mezquitas (3)]. Creo que este puede ser el modelo, una resistencia popular para el futuro que no está en
todas partes sino en partes diferentes.
La resistencia popular continúa todo el tiempo en Palestina. Los medios de comunicación no informan sobre
ello. Pero la gente se manifiesta todos los días contra el apartheid, la gente se manifiesta contra la
expropiación de la tierra, se pone en huelga de hambre porque tienen presos políticos. Continúa la resistencia
palestina desde abajo. La resistencia palestina desde arriba está en suspenso.

Traducción de Beatriz Morales Bastos

Notas de la traductora:

(1) Edición en castellano: La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica, 2008, traducción al castellano
de Luis Noriega.

(2) Según los acuerdos de Oslo Cisjordania se dividió en tres zonas:

 La Zona A, bajo control civil y militar palestino. Comprende el 3 % de Cisjordania y alberga al 20% de su
población. Incluye las grandes ciudades como Yenín, Tulkarem, Nablús, Ramala o Belén. Desde 2005 la
Franja de Gaza pasó a ser Zona A.

 La Zona B, bajo un control mixto: control civil palestino y control militar israelí. Incluye los pueblos y
alrededores de la Zona A, lo que supone el 27 % de Cisjordania y el 70 % de su población.

 La Zona C, bajo control civil y militar israelí y constituye el resto de Cisjordania, es decir, el 70 % de su
territorio. Está formada por la mayor parte de las tierras fértiles de la región. Esta zona incluye todas las
carreteras que conducen a las colonias israelíes, las zonas tampón (cerca de las colonias, del Muro y de las
zonas estratégicas) y casi todo el valle del Jordán, de Jerusalén Este y del desierto.

(3) Véase, por ejemplo, http://www.lavanguardia.com/internacional/20170727/43125893598/israel-retira-


todas-las-medidas-de-seguridad-de-las-entradas-a-al-aqsa.html

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