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Libre de Culpa

Qué es la culpa?
El Señor no solo perdona nuestros pecados sino que nos libra de la culpa de
haberlos cometido. La culpa es el sentimiento de haber fallado, el cual nos acusa
del mal, condenándonos por nuestras acciones.
“.He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Esto
fue lo que escuchó el profeta Isaías al confesar que era inmundo de labios. Como
profeta, a través de su boca había hablado varias veces la palabra de Dios. Pero
también había pecado con ella. Cuando Dios se le reveló sintió culpa por su
pecado, y Dios, lleno de amor y misericordia, no sólo limpió su pecado, sino que
también le quitó el peso de la condenación de la culpa. (Isaías 6.1-7)
Jesús nos libra de la culpa, Un ejemplo de la libertad de la culpa que Jesús nos
ofrece, se nos relata en el pasaje de la mujer adúltera. Esta era una mujer que los
fariseos llevaron ante Jesús tras de haberla descubierto en el acto de pecar,
preguntándole al Señor si debían o no apedrearla. Ante la insistencia, Jesús dijo
que aquel que no tuviera pecado fuera el primero en tirar la piedra, y aquellos,
acusados por su conciencia y no estando libres de culpa, abandonaron el lugar.
Quedaron Jesús y aquella mujer solos, y el Señor, el único libre de pecado entre
ellos, dijo a la mujer que él no la condenaba (Juan8.1-11). La actitud y las
palabras de Jesús revelaban su propósito de perdonarle el pecado y librarla de
toda culpa.
La Biblia nos enseña que Jesús vino a salvar al mundo, no a condenarlo (Juan
3.16-17), y que por su sangre nos limpió la conciencia de toda culpa (Hebreos
9.14).
Otro ejemplo de lo que el Padre hace por limpiarnos la culpa es el relato del hijo
pródigo. Después de vivir perdidamente y malgastar los bienes, el hijo se
arrepintió y decidió regresar a la casa de su padre, pensando que había perdido
su posición de hijo y que ahora le correspondía ser un jornalero. Cuando el padre
lo vio lo recibió lleno de misericordia, recordándole su dignidad de hijo y
restaurándolo en su posición; mandó a vestirlo espléndidamente y ordenó a los
jornaleros servirlo y hacerle una gran fiesta, dejando claro a su hijo que le extendía
su perdón y que su pecado no había disminuido su amor hacia él (Lucas 15.11-
32).
La mujer con flujo de sangre nos presenta otro ejemplo de la gracia de Dios para
librarnos de toda la culpa. Esta era una mujer enferma por 12 años, que al oír
hablar de Jesús de le acercó a tocarle el manto, creyendo que sería sana. En
aquellos tiempos una mujer con flujo de sangre no podía tocar ni acercarse a un
hombre, pues lo hacía impuro; las leyes y las costumbres eran bien rígidas, y las
mujeres que lo hacían eran rechazadas y hasta apedreadas. Pero ella fue valiente
y creyó en el poder y la misericordia de Dios y fue sana. Jesús al saberlo
preguntó, quien lo había tocado, pues de no hacerlo aquella mujer, aunque sana,
hubiera quedado con la culpa de haber hecho algo prohibido. Al descubrirse,
Jesús declaró públicamente que era salva por su fe, dejando claro que no la
culpaba por lo hecho. Tocar el manto sanó a aquella mujer, pero la atención de
Jesús la liberó de la culpa.

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