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Un grupo de esclavos africanos llegó al Perú en el siglo XVII y se instaló en Lima, donde Pedro Dalcón, conocido como Benito y sin ser pintor, pintó una imagen de Cristo crucificado en una pared de su casa, la cual milagrosamente sobrevivió a un terremoto en 1665 sin daños. Desde entonces, miles de personas acudieron a la imagen para pedir milagros, y el Virrey ordenó rendirle culto a la imagen del Señor de Los Milagros.
Un grupo de esclavos africanos llegó al Perú en el siglo XVII y se instaló en Lima, donde Pedro Dalcón, conocido como Benito y sin ser pintor, pintó una imagen de Cristo crucificado en una pared de su casa, la cual milagrosamente sobrevivió a un terremoto en 1665 sin daños. Desde entonces, miles de personas acudieron a la imagen para pedir milagros, y el Virrey ordenó rendirle culto a la imagen del Señor de Los Milagros.
Un grupo de esclavos africanos llegó al Perú en el siglo XVII y se instaló en Lima, donde Pedro Dalcón, conocido como Benito y sin ser pintor, pintó una imagen de Cristo crucificado en una pared de su casa, la cual milagrosamente sobrevivió a un terremoto en 1665 sin daños. Desde entonces, miles de personas acudieron a la imagen para pedir milagros, y el Virrey ordenó rendirle culto a la imagen del Señor de Los Milagros.
A mediados del siglo XVII, un grupo de esclavos provenientes de África llegaron al
Perú y se instalaron en el barrio limeño de Pachacamilla (actualmente está el
Santuario de Las Nazarenas). Uno de ellos, Pedro Dalcón (Angola), conocido como Benito, pintó la imagen del Señor de Los Milagros en una pared de quincha y adobe, la misma que hoy se puede ver y visitar en la iglesia de Las Nazarenas. Pedro Dalcón, sin ser pintor, hizo esta imagen motivado por su fe, pero nunca imagino que el dibujo del Cristo crucificado despertaría la devoción entre los pobladores limeños. El 13 de noviembre de 1665 ocurrió un gran terremoto en Lima y el Callao, que trajo abajo cientos de casas, pero milagrosamente la pared donde estaba pintado el Cristo permaneció de pie, sin una sola rajadura. Desde ese momento, miles de fieles de Lima se acercaron a la imagen para pedir milagros. Al ver esto, las autoridades de turno pensaron borrarla, sin embargo, el Virrey Conde de Lemos ordenó que se rinda culto y devoción a la imagen del Cristo de Pachacamilla.