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Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS ~ ASOCIACION DEPORTIVA ~ DEPORTE ~ FUTBOL ~ ESPECTACULO

PUBLICO ~ ESPECTACULO DEPORTIVO ~ ESPECTADOR ~ ORGANIZACION DE ESPECTACULOS


PUBLICOS ~ OBLIGACION DE SEGURIDAD ~ RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL ~
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
Título: Mosca y la reparación de los daños con motivo de encuentros futbolísticos
Autor: Garrido Cordobera, Lidia M. R.
Publicado en: LA LEY2007-C, 118 - Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales Tomo V, 01/01/2007, 1309
Fallo comentado: Corte Suprema de Justicia de la Nación (CS) ~ 2007/03/06 ~ Mosca, Hugo A. c. Provincia de
Buenos Aires y otros
SUMARIO: I. Introducción. — II. Los hechos del caso. — III. Problemática del Fútbol. — IV. Régimen
legal. — V. Merituación del Fallo.

I. Introducción
Es común la reiteración de los eventos dañosos ligados a la práctica deportiva, que suelen acontecer teniendo
como protagonistas a los espectadores, las fuerzas del orden y los participantes (jugadores, cuerpo técnico y
árbitros), y esto ha sido objeto de un amplio tratamiento por parte de varios autores, pero como ya hemos
sostenido en varios trabajos los daños no sólo ocurren dentro del estadio en sentido estricto sino también en sus
adyacencias, en esa zona de influencia de la actividad a lo hace muchos años denomináramos zona de peligro (1).
Nos movemos como siempre en un esquema teórico-realista para analizar la solución a la que arriba la Corte
Suprema para plantearnos que soluciones plantear qué soluciones da y puede dar el Derecho de Daños a este tipo
des eventos dañosos, sin olvidar las obligaciones de los empresarios y si existe un riesgo de actividad y que rol
juega el poder de policía del Estado (2).
Nuestro centro será doble, o, mejor dicho, presenta un doble aspecto; por un lado, la reparación de los daños
que en muchos supuestos aparenta no ser resarcible (p. Ej., autor anónimo), y el de la fase preventiva, sobre todo
sabiendo —por la existencia cotidiana— de la reiteración de dichos eventos, lo que demuestra una nota de
previsibilidad que necesariamente debe ser tomada en cuenta en la temática del Derecho de Daños.
Es intentar resolver en el fondo la concepción del daño y la cuestión de justicia que su absorción o distribución
implica; cuando a un individuo se le daña un bien por los concurrentes a un estadio, sobre todo, al concentrarse o
desconcentrarse, qué idea debe ser la preeminente: la concepción de que, al ser imposible la identificación del
autor o grupo del que parió la agresión, debe el damnificado soportarla necesariamente como una carga, o bien,
por el otro extremo, considerar, con fundamento en factores objetivos y la solidaridad social, que la víctima debe
ser resarcida.
II. Los hechos del caso
Hugo Arnaldo Mosca, demanda a la Asociación del Fútbol Argentino, el Club Atlético Lanús y la Provincia de
Buenos Aires por los daños sufridos el 30 de noviembre de1996 aproximadamente a las 23:30 horas al ser
alcanzado por un elemento contundente en el rostro a la altura del ojo izquierdo, lo que le provocó una importante
herida que le ocasionó una progresiva disminución de la visión.
En autos conforme surge del fallo han quedado probados los siguientes hechos: que el día 30 de noviembre de
1996 el actor condujo a un grupo de periodistas y fotógrafos hasta la cancha del Club Atlético Lanús, donde se
llevó a cabo el encuentro de fútbol entre el equipo local y el equipo del Club Atlético Independiente; que él no
asistió al evento como espectador ni entró al estadio, sino que permaneció en las inmediaciones y que faltando dos
minutos para finalizar el encuentro, un grupo de simpatizantes de Lanús se introdujo en el sector de plateas bajas
y comenzó a destrozar parte del piso, sillas y mampostería arrojándolos, mientas se encontraba en la vía pública
fue alcanzado por un elemento contundente en el rostro a la altura del ojo izquierdo, por lo que tuvo que ser
hospitalizado, no siendo posible identificar a una persona o a un grupo como a las autoras.
Habiendo obtenido el resarcimiento por el régimen laboral especial, de accidentes de trabajo la acción incoada
presenta un carácter complementario a fin de determinar si hay otros responsables a los que se puedan imputar
daños diferentes, o una mayor cuantía, en tal sentido se plantea la acción de daños y perjuicios contra la AFA, el
Estado y el Club Lanús, resolviéndose por la Mayoría de la Corte en hacer lugar con respecto a la AFA y al Club
Lanús, Mayoría compuesta por los doctores Ricardo L. Lorenzetti. Juan C. Maqueda, E. Raúl Zaffaroni, Elena I.
Highton de Nolasco (con ampliación de fundamentos) y en disidencia rechazando Carlos S. Fayt, Enrique S.
Petracchi y Carmen M. Argibay.
III. Problemática del Fútbol
Para muchos doctrinarios, frente al fútbol estamos ante un fenómeno social esencial que da al hombre la cuota
necesaria de esparcimiento, pero, además, permite la total evasión de las cuestiones sociales cotidianas; sería el
"pan y circo" de los romanos y en la actualidad, se ha adentrado tanto en las estructuras sociales que vemos en
aquellos en los cuales el triunfo se logra al vencer la oposición de un contrario, los espectadores tienen un rol

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protagónico y activo, se encuentran impulsados por un fanatismo de divisas que traen a la memoria, las arcaicas
luchas de las comunas italianas (p. Ej., "La fiesta del Palio Siena") pero es importante dejar sentado que no se lo
deja librado al azar sino que se lo regula jurídicamente imputándole consecuencias.
Como muestra de la importancia de la relación deporte-Derecho, Mosset Iturraspe rescata un texto de Ulpiano
para demostrarnos, a través de un curioso pasaje romano, que la preocupación por las consecuencias dañosas de
los deportes es antigua, señalando que estaba sometido a la Ley Aquilia el jugador de pelota que al lanzar con
violencia diera en el brazo de un barbero que estuviese afeitando a un cliente y como consecuencia de lo cual éste
resultara herido; pero advierte que la acción no prospera cuando el cliente se hace afeitar en lugar donde
habitualmente se juega a la pelota (3).
El espectáculo deportivo, en mayor grado que el teatro o el cine, moviliza a las muchedumbres
—característica de esta sociedad de masas en la que vivimos—, concentrándola en grandes estadios, que son el
escenario donde, en definitiva, se espera que se realice la función y comúnmente se alude al despliegue que en la
cancha realizarán los jugadores de los equipos que en esa fecha compiten, pero los protagonistas no siempre son
sólo esos 22 individuos, sino que en más de una oportunidad se integrará con las hinchadas, el árbitro y los jueces
de línea.
El medio físico en el que se desenvuelven los partidos de fútbol no son esas viejas canchas de tablones para un
número reducido de asistentes alejados entre sí; en la actualidad son grandes estadios con una capacidad para
miles de personas que acuden para presenciar los partidos, números que se acrecienta cuando se juegan los
clásicos o partidos claves.
El estadio tiene y debe ser un lugar seguro tanto para el espectador que acude a presenciar el evento como para
los participantes del cotejo; no presentar fallas en sus estructuras (tribunas, escaleras, muros, etc.) cuidar el detalle
de la rápida desocupación del mismo, el control de las respectivas puertas de acceso, así como también la
separación de las parcialidades y, además, estar suficientemente cubierta la seguridad de vigilancia antidisturbio.
Uno de los aspectos más importantes es que en esta práctica del "fútbol profesional", es que se organiza el
evento deportivo como un acto empresarial (que, además de originar ganancias, es efectuado por quienes tienen
una "profesionalidad" en la realización de dichos espectáculos).
Los concurrentes o asistentes comunes abonan, o deberían abonar, un precio por entrada, y esto origina una
relación contractual de la cual emergen serias consecuencias, sobre todo en lo que atañe a la "obligación de
seguridad".
Suele reiterarse el fenómeno por el cual se producen situaciones que dan lugar a transformaciones por parte de
los espectadores, con una total pérdida de sus frenos inhibitorios nacida de una simpatía o admiración hacia una de
las partes intervinientes en el cotejo deportivo.
Pero también es notoria la actividad de grupos de "inadaptados" o antisociales que con cualquier pretexto
ponen en grave peligro la vida o los bienes de los demás, sea por mero deseo de divertirse o bien en ocasión de los
eventos deportivos; es así que vemos casi a diario, a través de los medios de comunicación, los daños ocasionados
por los "hinchas" que se retiran de un partido de fútbol.
Como se puede observar, en la legislación argentina se ha establecido un sistema de reparación de los eventos
dañosos acaecidos dentro del estadio, pero creemos que esto no es suficiente, pues en muchas oportunidades, tal
como lo hemos puntualizado siempre, los daños se producen al finalizar el encuentro, fuera del estadio, y los
autores amparados en el grupo gozan de cierta impunidad (4).
En cuanto a los excesos que se comenten, estos pueden tener como objetivo a los integrantes de la hinchada
rival, los jugadores, las autoridades, las instituciones donde se realiza el evento o bien a personas o bienes situados
en la cercanía o que encuentren los grupos en su camino al ir o regresar del estadio deportivo (5).
Tales situaciones suelen quedar sin obtener una adecuada reparación por no poder individualizarse al autor o
al agrupo de referencia, para poder aplicarle la responsabilidad colectiva; opinamos, y lo hemos sostenido con
anterioridad, que debe aceptarse una "zona de seguridad" en la que serán responsables también los organizadores
(6) y podría serlo el Estado en virtud del poder de policía.
La gravedad de los sucesos es tal que se han registrado numerosas pérdidas, tanto de vidas humanas como
económicas, como consecuencia de los deplorables ataques irracionales de violencia, pero parte de la doctrina ha
considerado que la conducta de estos grupos no puede ser controlada hasta el punto de evitar los daños que puedan
causarse unos a otros, ni por los organizadores ni por los clubes ni por la Policía presente en el lugar; suele
argumentarse que el anonimato en el que se refugian los autores de los desmanes, golpes, lesiones, etc., actúa
como un hecho fortuito (7).
Lo cierto es que en estos días los accidentes sufridos por quienes asisten o se hallan cerca de los centros donde
se desarrollan los espectáculos deportivos —canchas de fútbol— son algo bastante frecuentes; para Vázquez
Ferreira, esto tiene sus causas tanto en la violencia de las hinchadas como en la inadecuación de los estadios y la
falta de medidas de seguridad tendientes a evitarlos (8).
Todo lo expuesto nos da la pauta de la trascendencia del problema como acontecimiento y fenómeno social

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con implicancias jurídicas, y crea la necesidad de ordenar esas grandes aglomeraciones que aglutina el
espectáculo deportivo y solucionar la cuestión de los daños sufridos injustamente
Por otro lado, con la reiteración constante de estas situaciones, es imposible hablar de "imprevisibilidad", y se
demuestra que "algo falla" en la organización del espectáculo; además, entendemos que los daños producidos las
agresiones de los espectadores o hinchas tendrían civilmente el carácter de daños que deben ser resarcidos a las
víctimas inocentes, como ocurre cuando fuera de los estadios son dañados "terceros" en sus personas o
patrimonios.
IV. Régimen legal
La ley 24.192 (Adla, LIII-B, 1339), establece que será de aplicación a los hechos que se produzcan con motivo
o en ocasión de un espectáculo deportivo, en el lugar de concurrencia pública en que se realizare o en sus
inmediaciones antes, durante o después (art. 1), fijando esta manera una limitación de tiempo y espacio.
Se puede señalar también que define al "concurrente" como aquel que se dirige al lugar de realización del
partido, permanece dentro y al que lo abandona (art. 45) y también al organizador y al protagonista.
En cuanto al sistema de responsabilidad civil, existe una obligación explícita en virtud del art. 33 de la ley
23.184 (Adla, XLV-B, 1096), que establece: "Las entidades o asociaciones participantes de un espectáculo
deportivo son solidariamente responsables civiles de los daños sufridos por los espectadores de los mismos en los
estadios y durante su desarrollo" y art. 51 de la ley 24.192 amplía su órbita de aplicación a "los daños y perjuicios
que se generen en los estadios".
Tal como los sostuvimos, entendemos que esta responsabilidad es de tipo objetivo, sea basada en el riesgo de
actividad o en la obligación de seguridad.
Sobre la existencia de tal "obligación de seguridad" conviene recordar lo que en doctrina se ha elaborado: ella
puede aparecer de modo expreso en la relación compromisoria, o bien hacerlo de manera implícita surgiendo
necesariamente del contenido contractual (9).
Las denominadas "obligaciones implícitas de seguridad" han sido aceptadas en Francia en virtud de una
evolución no sólo doctrinal sino jurisprudencial, como integrando el contenido de ciertos contratos (transporte,
adiestramiento deportivo, de enseñanza, de juegos de feria, de hospedaje, de restaurant, atención médica y
hospitalización, de asistencia a espectáculos, etc.) y su principal característica es tener por objeto la seguridad de
la persona, su integridad física; y se suele decir que ha quedado, en mayor o menor medida, sujeta al cuidado de la
contraparte, siendo una consecuencia misma del tipo de contrato (10).
Esto significa que se ve limitada, en determinada proporción, su facultad de velar por sí y debe sujetarse a las
directivas de otro, que por su situación se supone que está en condiciones de brindarle una mejor protección.
En la Argentina se ha considerado que el art. 1198 del Cód. Civil, en su primer párrafo, al establecer la buena
fe contractual, es base suficiente para determinar, por vía interpretativa, la existencia de estas obligaciones de
seguridad en varios contratos, aun en la etapa precontractual o postcontractual (11).
Pese a lo que venimos sosteniendo, no podemos dejar de señalar que en la doctrina y jurisprudencia francesa y
argentina se suele aludir a la cuestión de saber, en el supuesto concreto, si este tipo de obligación es de medios o de
resultados, si la delegación y la pérdida del control son de tipo sustancial, de manera tal que la seguridad de una
persona está en manos de otra de manera absoluta (12).
Entendemos que la obligación de seguridad en el contrato de espectáculos que nos ocupa pertenece a la
categoría de obligaciones de resultado, y es sabido que tal toma de posiciones influye en cuanto a lo que debe
acreditar la víctima para obtener la reparación (13).
Además, consideramos que el factor que sustenta la responsabilidad que emerge frente al tema de los daños
por los cuales el organizador responde, es objetivo, basado en el riesgo o la garantía, y sólo admite como eximente
la ruptura del nexo causal, no siendo suficiente el aludir al hecho de un tercero por quien no se deba responder
(14). En tal sentido consideramos que se expresa el actual art. 51 de la ley.
La responsabilidad del organizador y de las entidades u organizaciones participantes, operará plenamente pues
creemos que ello se basa en el riesgo de actividad y en la obligación de seguridad, tal como lo expusimos en
nuestros trabajos y consideramos que la AFA reúne los requisitos para ser considerado organizador.
Es por esto que hemos establecido que dentro del estadio existe una obligación de seguridad que protege a los
concurrentes y que, además, existe un riesgo de actividad que debe ser asumido plenamente por los organizadores
y entidades participantes; serían su sustento normativo general los arts. 1198 y 1113, 2ª parte del Cód. Civil,
respectivamente y que se armonizan plenamente con la ley especial.
De modo tal que, podemos decir que en el ámbito contractual operará un factor objetivo fundado en la
existencia de una garantía u obligación de seguridad, y de recurrirse a la órbita extracontractual, se sustenta la
responsabilidad del organizador en el factor riesgo.
Pero recordemos también existe otro sujeto que puede ser implicado y que se sostiene que en el ejercicio del
poder de la policía encontraremos incluida la facultad de reglamentar y reglar los eventos deportivos y el acceso y

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desconcentración de los mismo, lo cual nos enfrenta con el Estado.
En tal sentido tendremos al Estado ejerciendo una actividad que puede acarrearle una responsabilidad directa
y objetiva, basada en la "falla de servicio" o en el riesgo, y creemos es de aplicación tanto dentro del estadio como
fuera de él en virtud del ejercicio del poder de la policía, por lo que remitimos a nuestros trabajos en cuanto a sus
fundamentos y alcances (15).
Viendo esta realidad que aterra y mirando hacia atrás, podemos prever que determinados lugares son
peligrosos, que ese conglomerado humano tiene fuerzas de choque muy predispuestas a enfrentarse, que mientras
festejan el triunfo o descargan su bronca suelen también descargar sus emociones sobre las personas y bienes que
encuentran a su paso, no sólo dentro del estadio sino también e sus adyacencias, y que "cierta impunidad" de la
que gozan los enardece aún más.
Es compatible con los principios del Derecho de Daños establecerla responsabilidad en esa zona de seguridad
o área peligrosa, adyacente al estadio en la cual continúan siendo responsables directos los organizadores,
entidades participantes y/o el Estado.
V. Merituación del Fallo
Aplaudimos la solución a la que se arriba la mayoría de la Corte de atribuir responsabilidad a los
organizadores, considerándolos civilmente responsables a la AFA y al Club Lanús, coincidente con las ideas que
siempre hemos sustentado desde 1985, aunque opinamos que también le cabe una responsabilidad al Estado en los
supuestos de violencia en el Fútbol
Para un mejor tratamiento analizaremos las cuestiones de la Mayoría por separado
a) Responsabilidad del Estado: consideramos acertado encuadrar la responsabilidad como lo hace la CS en el
factor objetivo y directo de "falta de servicio y no el factor subjetivo como se alegara ("habría incurrido en
negligencia e impericia por no "resguardar el orden público y garantizar la vida y la integridad física de la
comunidad dentro del estadio y fuera de él especialmente en las adyacencias)" y enfatizar que la responsabilidad
extracontractual del Estado por el hecho de sus agentes, no es indirecta sino directa (16).
Esta Corte la entiende como una violación o anormalidad frente a las obligaciones del servicio regular, entraña
una apreciación en concreto que toma en cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el
servicio, el lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño.
Considera que la mera existencia de un poder de policía que corresponde al Estado nacional o provincial, no
resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un evento en el cual ninguno de sus órganos o dependencias
tuvo participación, toda vez que no parece razonable pretender que su responsabilidad general en orden a la
prevención de los delitos pueda llegar a involucrarlo a tal extremo en las consecuencias dañosas que ellos
produzcan con motivo de hechos extraños a su intervención directa y sosteniendo que resulta relevante diferenciar
las acciones de las omisiones, ya que si bien se ha admitido la responsabilidad derivada de las acciones, no ha
ocurrido lo mismo con las omisiones y allí, además corresponde distinguir entre los casos de omisiones a
mandatos expresos y determinados en una regla de derecho, en los que puede identificarse una clara falta del
servicio, de aquellos otros casos en los que el Estado está obligado a cumplir una serie de objetivos fijados por la
ley sólo de un modo general e indeterminado, como propósitos a lograr en la mejor medida posible.
Puntualiza enfáticamente que la determinación de la responsabilidad civil del Estado por omisión de mandatos
jurídicos indeterminados debe ser motivo de un juicio estricto basado en la ponderación de los bienes jurídicos
protegidos y las consecuencias generalizables de la decisión a tomar. Con respecto al los bienes jurídicos en el
caso que se fallo es la integridad personal, resguardado por "el alterum non laedere" que nuestra Corte ha aplicado
reiteradamente, con respecto a las consecuencias generalizadoras estas tendrían su efecto para supuestos de
violencia en el fútbol y los daños que se causaren fuera del estadio en las adyacencias.
Al reflexionar sobre el servicio de seguridad, manifiesta que no se identifica con una garantía absoluta de que
los ciudadanos no sufran perjuicio alguno derivado de la acción de terceros ya que consagrar una regla de este tipo
es una decisión que el legislador no ha tomado, y que no registra antecedentes en el derecho comparado (17).
Considera que sería irrazonable que el Estado sea obligado a que ningún habitante sufra daños de ningún tipo,
porque ello requeriría una previsión extrema que sería no sólo insoportablemente costosa para la comunidad, sino
que haría que se lesionaran severamente las libertades de los mismos ciudadanos a proteger y concluye
sosteniendo que no puede afirmarse —como lo pretende el actor— que exista un deber de evitar todo daño, sino
en la medida de una protección compatible con la tutela de las libertades y la disposición de medios razonables.
También analiza la cuestión de que si se dispuso los medios razonables para el cumplimiento del servicio
considerando que si se cumplió con tal extremo; luego atiende al lazo que une a la víctima con el servicio
considerando que en este caso no existe un deber jurídico determinado basado en una obligación preexistente se
trata de un deber jurídico indeterminado para la generalidad de los ciudadanos quienes, en consecuencia, no tienen
un derecho subjetivo, sino un interés legítimo subjetivamente indiferenciado a la seguridad y finalmente analiza el
grado de previsibilidad del daño, conforme a la capacidad razonable de prever el curso normal y ordinario de las
cosas describiendo aquí los sucesos en los cuales la policía actuó durante el incidente concluyendo que lo hizo

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conforme con un estándar de previsibilidad de lo que normalmente acontece, lo cual no genera responsabilidad
según el Código Civil (arts. 901 a 906).
Con respecto al planteo de la Corte nos permitimos sostener que estaríamos justamente frente a un supuesto
que encuadre en una falta de servicio que compromete la responsabilidad del estado y que aquí la obligación surge
patente de la reiteración de estos hechos y la consecuente previsibilidad de la ocurrencia de estos daños ligados al
fútbol, estamos frente a un supuesto especifico, no genérico donde puede considerarse que nos hallamos ante una
comisión por omisión, además, al Estado le es de plena aplicación la Normativa de la CN del Código Civil y la ley
de violencia.
Recordemos las palabras de Aguiar Días, quién, citando a Lessa, responde a los temores de quienes consideran
tal sistema de responsabilidad del estado viene a "aumentar desmesuradamente una fuente de cargas ya bastante
onerosa", pues en realidad "de suceder tal cosa, el hecho sólo revelaría el mal funcionamiento del servicio público
y el desorden de la administración"(18).
También recordemos lo que señala Bielsa que le incumbe la obligación, como autoridad, de tutelar el orden
público y la seguridad jurídica contra las causas que los perturban y que hasta una perturbación material de la
tranquilidad pública, aunque no lesione derechos subjetivos per se ni intereses legítimos, lesiona el orden público
y, si es ilícita, afecta el orden jurídico (19).
La prevención de los daños es considerada una fase necesaria y fundamental en el derecho de daños y
justamente al estado le corresponde un rol primordial, por supuesto que para aceptarlo es necesario un cambio de
mentalidad tanto de los integrantes de la comunidad como del Estado, pues es un área confluyente, pero no
excluyente ni exclusiva. Tengamos presentes las palabras de De Cupis sobre que el ejercicio de la prevención
requiere una delicada valoración comparativa de la importancia del interés en peligro y del interés a quien puede
imputarse el peligro (20).
Se intenta que los procesos de control eviten los daños al detectar las situaciones de peligro; es contrarrestar
los efectos lesivos, cuando estos comienzan a originarse, obstaculizar su producción atacando la causa desde su
raíz (21).
En el caso que nos ocupa la situación esta perfectamente encuadrada y genera la responsabilidad del Estado
por su propia causa surgiendo frente a la victima como otro responsable.
b) Situación del Club Atlético Lanús: Para establecer la responsabilidad consideran necesario el examinar en
primer lugar, la relación de causalidad, es decir, si hay algún elemento que permita establecer una conexión entre
el daño y a quien se le atribuye el deber de repararlo, no hay duda alguna de que el daño ocurrió en las
inmediaciones del estadio, durante el partido, y de que el actor estuvo en el momento en que ocurrieron los
desmanes, esto revela la relación temporal y espacial.
Realizan una análisis de lo que denominan conexión positiva y además, el método de la supresión mental
hipotética que los conduce a idéntico resultado, "ya que no se advierte qué otra causa podría haber provocado ese
daño. No hay un testigo directo que haya observado la secuencia completa de los hechos, es decir, quién lanzó la
piedra, cómo ella pasó por encima de la pared, y cómo fue a dar en la persona del actor. Pero verdaderamente esa
prueba es no sólo difícil, sino casi imposible. Por otra parte, nuestro régimen causal exige la prueba del curso
normal y ordinario de las cosas (arts. 901 a 906, Cód. Civil) y, por lo tanto, la regla es que, demostradas varias
posibilidades, hay que estar a la más probable, si se ha demostrado claramente esa probabilidad. Tal "curso normal
y ordinario" está suficientemente demostrado".
El origen de los daños fue una lluvia de objetos que provino desde el Club Atlético Lanús, dañando a Mosca
que estaba ubicado en las inmediaciones del club y que conforme a los dichos testimoniales puede darse por
demostrado con suficiente evidencia tales extremos establecida la conexión causal, es necesario indagar si hay
algún factor de atribución aplicable.
Resulta muy interesante los dichos en lo que refiere a la obligación de seguridad y el planteo de si el caso
puede ser encuadrado dentro de los supuestos de aplicación del referido "débito de seguridad genérico" (art. 1198,
Cód. Civil) y el específico (ley 23.184) expresivo de la idea de que quienes asisten a un espectáculo lo hacen en la
confianza de que el organizador ha dispuesto las medidas necesarias para cuidar de ellos.
Advierten acertadamente que los hechos dañosos tuvieron su causa en el accionar de espectadores que no son
terceros por los cuales el organizador no deba responder y que además ocurrieron durante el espectáculo y en la
secuencia temporal inmediatamente posterior.
Consideran acertadamente a nuestro entender que la responsabilidad civil está regulada en el Código Civil,
que establece la regla general del sistema y que la ley 23.184 es una ley de especificación, que no deroga ni
excluye al Código Civil, no crea un subsistema autónomo, con efectos derogatorios o excluyentes de la norma
general, lo cual es relevante al momento de la interpretación y aplicación.
Puede afirmarse que el espectáculo organizado por el Club Atlético Lanús fue la ocasión para que se lanzaran
los objetos que dañaron al actor y si bien la ley 23.184 alude a los que sufran daños "en los estadios", consideran
que el término "estadio" no puede ser interpretado de manera que se excluya a quienes están en las inmediaciones,

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considerándolo un vocablo de textura abierta que debe ser interpretado mediante una analogía sustancial y sin lo
cual se generaría una extensa cantidad de equívocos hermenéuticos (22).
Para justificar esta aplicación ampliada del concepto "estadio" recalcan que cabe tener presente la costumbre
la que "muestra claramente que en el momento en que se realiza un partido de fútbol, todas las inmediaciones del
estadio están bajo control directo o indirecto del organizador, que se ocupa de orientar el ingreso de la gente por
distintas calles de acceso, razón por la cual no cabe entender que el término examinado sólo abarca a quienes están
ubicados dentro del lugar y mirando el espectáculo". Esto que compartimos, es lo que nos ha hecho hablar hace
años de una "zona de seguridad o peligro" en la cual la responsabilidad le corresponde al organizador y también
sirve para fundar la responsabilidad del estado ya que quienes ordenan el ingreso por las distintas calles
justamente son las fuerzas del orden.
El fallo considera que también corresponde estar a la finalidad perseguida por el legislador al dictar las
normas, consideran que el organizador debe proteger al espectador ubicado dentro del estadio, cuando accede al
mismo para ver el espectáculo y cuando está a unos metros de la entrada y es irrazonable pensar que uno asume el
riesgo antes de la puerta y por el contrario, lo traslada en cabeza del organizador cuando traspasa el umbral, siendo
que la fuente de riesgo es la misma, la Corte considera que la tolerancia excesiva y negligente de las hinchadas es
la base para establecer la responsabilidad, nosotros creemos que la fuente de riesgo no requiere el componente de
la tolerancia por parte del organizador, responde objetivamente por hechos vinculados inmediatamente a su
accionar y previsibles al momento de organizar el espectáculo por ser una actividad riesgosa.
Por otra parte el fallo de Corte introduce la temática de la protección al consumidor desde una perspectiva
original ya que considera el derecho a la seguridad previsto en el art. 42 de la C N, como abarcando no sólo a los
contratos, sino a los actos unilaterales como la oferta a sujetos indeterminados, considerando que es el caso que se
presenta en autos, cabe aclarar que Mosca no esta en una etapa precontractual pero si en la zona de seguridad o
peligro (23).
Compartimos que lo previsto en relación a la seguridad por el art. 42 CN no tiene un propósito meramente
declarativo, sino que, por el contrario, es correcta la hermenéutica orientada hacia el goce directo y efectivo por
parte de sus titulares, ella debe constituir la máxima preocupación por parte de quienes organizan un espectáculo
deportivo cuando estos importan algún riesgo.
Consideran que cabe admitir la responsabilidad del Club organizador del espectáculo al no haber adoptado las
medidas razonables para evitar daños a las personas que estaban en las inmediaciones del estadio, por acciones
provenientes de quienes asistían al mismo.
Finalmente puntualizan y recalcan la realidad que se vive con los encuentros futbolísticos y la génesis de la
sanción de la ley aludiendo al incremento del riesgo derivado de la peligrosidad que han asumido en los últimos
tiempos los eventos de concurrencia masiva con la problemática anexa de la responsabilidad de los daños
causados por fanáticos, 'hinchas' y "barras bravas", "siendo su causa la violencia de las hinchadas como también la
inadecuación de los estadios y la falta de medidas tendientes a evitarlos".
Señalan que ante estas nuevas realidades que se erigen como complejas fuentes generadoras de daños, un
sector de la doctrina —entre la que nos encontramos— y jurisprudencial por vía de una interpretación dinámica de
la norma, predica la extensión de la responsabilidad por riesgo de la cosa prevista en el art. 1113, 2 p del Cód.
Civil, al riesgo de la actividad desarrollada ( intervenga o no una cosa) para los supuestos de responsabilidad del
organizador del espectáculo deportivo donde el daño fue causado directamente por la actividad desarrollada en el
estadio de fútbol.
También plantean la analogía del caso de daños causados a quienes transitan las calles por cosas arrojadas o
caídas desde los edificios supuesto del art. 1119 CC (et effusis et deiectis) con la situación planteada en autos que
operaria con respecto a la responsabilidad colectiva, pero sin hacer demasiadas consideraciones por lo cual
remitimos a nuestro trabajo (24).
La doctora Elena I. Highton de Nolasco en su ampliación cuyos fundamentos compartimos aclara que es
posible encuadrar la responsabilidad del demandado bajo una perspectiva extracontractual, desde que no media
vínculo previo entre el demandante y el establecimiento deportivo, y el daño fue causado directamente por la
actividad desarrollada en el estadio de fútbol (25).
c) Situación de la AFA: Compartimos la desestimación realizado por la Corte del planteo de
inconstitucionalidad del art. 33 de la citada ley 23.184 (art. 51, según el texto de ley 24.192), en cuanto dispone
que las asociaciones que participan en un espectáculo deportivo son solidariamente responsables de los daños y
perjuicios que se generen en los estadios.
La Mayoría analiza que si bien la regla es la no responsabilidad de las asociaciones por los daños
extra-contractuales que se causen a terceros por las entidades que agrupan, señalan que pueden darse situaciones
de responsabilidad, dado que hay un abanico de supuestos muy amplio y puede identificarse, en un extremo, las
asociaciones de primer grado autónomas con entidades de segundo grado que obran como representantes, y en
otro extremo la situación contraria, en que podrían identificarse asociaciones que son controladas totalmente por

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una entidad madre que las absorbe en su autonomía, y en esa zona gris hay que ver con rigor si existe una
verdadera entidad que sólo representa, o bien una que "participa" (art. 33, ley 23.184) en la actividad de sus
controlados.
Los dos criterios jurídicos tomados por la Corte para analizar esta situación son: a) si el poder de vigilancia se
traslada a la prestación; y b) si se participa en los beneficios de modo relevante, señalando que ambos constituyen
expresión de una antigua máxima de la responsabilidad civil por la cual se predica que "a mayor control mayor
responsabilidad".
Expresan que la A.F.A. es una entidad civil que tiene como miembros a los clubes y a las asociaciones que son
admitidos en su seno como afiliados, su objeto es fomentar el fútbol y coordinar la acción de todas las entidades
asociadas, en pro de la difusión y práctica disciplinada, para lo cual —ajustándose a las disposiciones de la
Federación Internacional del Fútbol Asociado— se establece un estatuto y un Reglamento General que dota a la
entidad de amplia funcionalidad en su manejo (art. 2 del Estatuto).
La AFA organiza y diagrama conforme a su normativa el fixture y establece los días y horarios para los
encuentros futbolísticos de primera división, en función de ello, no cabe duda de que fue organizadora
(participante) y beneficiaria del espectáculo deportivo que originó el daño a Mosca.
La condición de organizadora surge de su propio reglamento, en cuanto le corresponde organizar y hacer
disputar el torneo de primera división, como así también la programación de los partidos (arts. 101 y sigtes.,
Reglamento General de la AFA), de sus facultades de contralor, en cuanto establece las condiciones que deben
reunir los estadios, ejerce el control de ventas de entradas por representantes, designa árbitros, verifica las
medidas de seguridad, etc. (arts. 45, 54, 74, 128 y sigtes., 157 y ccs.) y ejerce potestades disciplinarias (art. 69).
La calidad de beneficiaria, está presente, como bien lo señala la Corte pues aunque sea una asociación civil sin
fines de lucro, lo cierto es que obtiene un provecho económico del espectáculo al percibir un porcentaje sobre la
recaudación bruta de los partidos oficiales de torneos organizados por la A.F.A., como así también sobre el
producido de la televisación de esos encuentros (art. 61, inc. a, ap. 1. y 3. del Estatuto; art. 142 y concs. del
Reglamento).
La AFA, expresa el fallo acertadamente, tiene el deber de preocuparse en grado extremo por la seguridad de
las personas que asisten al espectáculo del fútbol, los numerosos acontecimientos de violencia, los daños, la
inseguridad y la conmoción social que existe por estos sucesos, no puede pasar desapercibida, aunque la Corte
alude al parámetro de "un dirigente razonable y prudente".
Por ello considera que la regla que establece la responsabilidad civil de la AFA es derivada del control que ella
ejerce sobre la organización, la prestación y los beneficios de un espectáculo que produce riesgos, es razonable si
se juzgan sus consecuencias.
Compartimos los dichos sobre lo insostenible de la idea de que los organizadores se ocupan sólo del deporte y
sus ganancias, mientras que la seguridad es un asunto del Estado, la seguridad es un derecho que tienen los
habitantes ( el fallo habla de "consumidores y usuarios mencionando el art. 42 CN), y creemos que esta a cargo de
todos los sujetos que están involucrados en la organización.
Basándose en la regla jurídica romana, no es razonable participar en los beneficios trasladando las pérdidas y
en términos de racionalidad económica las externalidades negativas deben ser soportadas por quien las genera y
no por el resto de la sociedad (26).
Creemos muy importante la frase del fallo que dice que aquí "se trata de la seguridad, entendida como un valor
que debe guiar la conducta del Estado así como a los organizadores de actividades que, directa o indirectamente se
vinculen con la vida o la salud de las personas. La incorporación de este vocablo en el art. 42 de la Constitución, es
una decisión valorativa que obliga a la sociedad toda a desempeñar conductas encaminadas al cuidado de lo más
valioso que existe en ella: la vida y la salud de sus habitantes, ricos o pobres, poderosos o débiles, ancianos o
adolescentes, expertos o profanos"(27).
Por todo ello, se establece que la AFA debe responder solidariamente por las consecuencias dañosas sufridas
por Mosca y frente a las consecuencias económicas que podrían derivarse de juicios de responsabilidad civil por
los asistentes a espectáculos deportivos (creemos que el término debe ser tomado en sentido amplio) la Corte
señala que está en manos de los propios organizadores el evitar el daño (28) y decimos por nuestra parte en su
cabeza el deber de soportarlo por ser fuente creadora de riesgos.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
(1) GARRIDO CORDOBERA, Lidia M. R., Cuadernos de Investigación del Instituto Gioja N° 3, Buenos
Aires, 1888 y "Tesis Doctoral Los daños colectivos y la reparación", Ed. Universidad, Buenos Aires, 1993
Pueden consultarse, entre los clásicos; BREBBIA, Roberto H., "La responsabilidad en los accidentes
deportivos", Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1962; Bustamante Alsina, Jorge, LA LEY, 1981-B, 519;
LLAMBIAS, Jorge Joaquín, "Responsabilidad civil proveniente de accidentes deportivos"; Orgaz, Alfredo,
"Lesiones deportivas", LA LEY, 152-1055; SPOTA, Alberto G., "La responsabilidad por accidentes deportivos",
JA, 1972-II-936 y modernamente MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Responsabilidad por daños. Responsabilidad

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colectiva", p. 119, Ed. Rubinzal Culzoni; PIZARRO, Ramon Daniel, "Responsabilidad civil por riesgo creado y
de Empresa", Cap. XXVI, Ed. La Ley.
(2) Son temas importantes pero exceden el marco de este trabajo para ser tratados en profundidad: qué
calificación de responsabilidad se le dé al grupo denominado comúnmente "barra brava", si se puede aplicar la
responsabilidad colectiva y también la que surge del daño causado colectivamente; y si es viable la implantación
de un fondo de garantía para reparar ciertos daños que aún hoy quedan sin obtener ningún tipo de solución.
(3) MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Responsabilidad por daños", t. II, nota 13, p. 188, Ed. Rubinzal, Santa
Fe, 1980.
(4) Los eventos dañosos no sólo ocurren dentro de la cancha o estadios, no sólo tienen por objeto de agresión
a los componentes de las hinchadas rivales, jugadores, árbitros o a las fuerzas de seguridad, sino que el actuar
dañoso se prolonga a cierta distancia del lugar donde se desarrolló o va a desarrollarse el espectáculo, y de tal
situación suelen resultar verdaderas víctimas inocentes que habitan o simplemente transitan por la zona. Es por
eso que propugnamos que se establezca una zona de "seguridad o peligro", con un sistema de responsabilidad
adecuado que creemos debe ser objetivo.
(5) MOSSET ITURRASPE, Jorge, ob. cit., p. 90, Ediar, Buenos Aires, 1981.
(6) Hemos sostenido en nuestros trabajos que esta "zona de peligro" o de seguridad podría establecerse
expresamente por una modificación de la legislación.
(7) MOSSET ITURRASPE, Jorge, ob. cit., p. 204.
(8) VAZQUEZ FERREIRA, Roberto, "La obligación de seguridad en la responsabilidad civil y Ley de
Contrato de Trabajo", Ed. Vélez Sarsfield, Rosario, 1988
(9) MAYO, Jorge A., "Sobre las denominadas obligaciones de seguridad", LA LEY, 1984-B, 949;
VAZQUEZ FERREIRA, ROBERTO A., ob. cit.
(10) Para algunos autores dicha protección se extiende a los bienes, como por ejemplo en el contrato de
transporte de mercaderías o de pasajeros por los bultos que lo acompañan; también en el espectáculo por las cosas
introducidas en el guardarropa o que acompañan al espectador.
(11) GARRIDO CORDOBERA, Lidia M. R., "La buena fe como pauta de interpretación de los contractos, en
Tratado de la Buena Fe en el Derecho", Ed. La Ley, 2004.
(12) VAZQUEZ FERREYRA, Roberto, ob. cit., 81 y siguientes.
En tal sentido pueden consultarse también Mazeaud y Tunc, Ripert y Boulager, Borda, Bustamante Alsina,
Llambía, Hernández Gil y Bueres, entre otros.
(13) BUERES, Alberto J., "El objeto del negocio jurídico", ps. 51 y sigtes., 155 y sigtes., Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 1986; "La responsabilidad civil de las clínicas y establecimientos médicos", ps. 123 y sigtes., Ed.
Abaco, Buenos Aires, 1981.
(14) Recordemos que en igual sentido se ha interpretado el art. 184 del Cód. de Comercio aplicado a los
accidentes ferroviarios.
(15) GARRIDO CORDOBERA, Lidia M R, "El rol del estado en el derecho de daños", Rev. de UCES,
Buenos Aires, 2005.
(16) Del mismo texto del fallo " Y es que, aunque la falta sea derivada del hecho de los agentes, existe una
imputación directa al titular del servicio. Es decir, la actividad de los órganos, funcionarios o agentes del Estado,
realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, ha de ser considerada propia
de éste, el que debe responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas (Fallos: 321: 1124).
(17) Hay sistemas que recurren a los Fondos de Compensación como Francia para otorgar indemnizaciones
frente a hechos violentos, siendo por supuesto tarifados y cubriendo daños corporales y Nueva Zelanda tiene la
mayor cobertura de riesgos.
No es una responsabilidad directa del estado, la legislación crea estos organismos para hacer frente sobre todo
a los daños anónimos o a los riesgos sociales.
(18) AGUIAR DIAS, José, "Tratado de la responsabilidad civil", p. 226, Buenos Aires, 1957.
Existen en la jurisprudencia ciertos casos que marcan hitos, tal como lo fue "Franck c. Pcia. de Buenos Aires",
que admitió la responsabilidad del Estado por omisión en el mantenimiento de las rutas navegables, pero esto
contrasta con la tendencia mayoritaria.
(19) BIELSA, Rafael, "Tratado de Derecho Administrativo", t. 4, p. 4, Ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1947. Al
explicar la cuestión del orden y del orden jurídico en el poder de policía, da un ejemplo muy interesante de una
manifestación cuya disolución se impone, pues presenta un fenómeno de psicología colectiva que puede causar
una perturbación del orden público y a la vez debilitar la responsabilidad de los componentes de ella.
(20) DE CUPIS, Adriano, "El daño. Teoría general de la responsabilidad civil", ps. 575 y sigtes., Ed. Bosch,
Barcelona, 1975. Ya que una aplicación estricta de la prevención implica el riesgo de oprimir las libertades de los

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demás.
(21) STIGLITZ, Gabriel, "La responsabilidad civil", ps. 94 y sigtes., Ed. La Ley, Buenos Aires, 1984.
(22) Realizan este procedimiento a fin de poder encuadrar o no en su connotación un catálogo de situaciones
dudosas que incluyen, por ejemplo, al espectador que está pagando su entrada pero todavía no transpuso la puerta;
el que ya la pagó y está en la vereda; el que no la pagó pero está enfrente, etc..
(23) Dicen "de tal modo, la seguridad debe ser garantizada en el período precontractual y en las situaciones de
riesgo creadas por los comportamientos unilaterales, respecto de sujetos no contratantes. Cada norma debe ser
interpretada conforme a su época, y en este sentido, cuando ocurre un evento dañoso en un espectáculo masivo, en
un aeropuerto, o en un supermercado, será difícil discriminar entre quienes compraron y quienes no lo hicieron, o
entre quienes estaban adentro del lugar, en la entrada, o en los pasos previos. Por esta razón es que el deber de
indemnidad abarca toda la relación de consumo, incluyendo hechos jurídicos, actos unilaterales, o bilaterales".
(24) GARRIDO CORDOBERA, Lidia M. R., "La responsabilidad colectiva", RCy S, VII/2006, p. 10.
(25) La doctora Elena I. Highton de Nolasco participa de la doctrina y la jurisprudencia que propicia la
extensión de la responsabilidad por riesgo de la cosa prevista en el art. 1113, párrafo segundo, segundo supuesto,
del Código Civil, al riesgo de la actividad desarrollada —intervenga o no una cosa— en estadios deportivos.
(26) GARRIDO CORDOBERA, ob. cit., p. 166.
(27) Es de esperar nuevos pronunciamientos y aún más amplios en esa línea.
(28) "En la medida en que sean rigurosos con la seguridad, sancionen a quienes la ponen en riesgo, tendrán
menos reclamos, lo cual constituye un poderoso incentivo económico para el cumplimiento efectivo de sus
obligaciones".

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