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En un antiguo reino rodeado de montañas, existía un árbol sagrado conocido como el

Árbol de los Secretos. Se creía que este majestuoso árbol tenía el don de escuchar
y guardar todos los secretos del mundo. Según la leyenda, aquellos que necesitaban
liberar un secreto pesado podían acercarse al Árbol de los Secretos en una noche de
luna llena. Al susurrar su secreto al viento, este era llevado hasta las hojas del
árbol, donde se convertía en un destello de luz brillante y se desvanecía. Sin
embargo, el mayor secreto de todos era aquel que el Árbol de los Secretos guardaba
celosamente: el secreto de la felicidad eterna. Se decía que aquel que descubriera
este secreto tendría una vida llena de alegría y plenitud. Escaló las montañas y
llegó al Árbol de los Secretos. El árbol, movido por la pureza del corazón de Leo,
susurró su respuesta en un susurro suave y melodioso: ‘‘La felicidad eterna no se
encuentra en un secreto escondido, sino en la gratitud por las bendiciones
presentes y en la búsqueda de la conexión con los demás‘‘. Regresó al reino con un
corazón lleno de gratitud y se convirtió en un faro de felicidad para los demás.
Desde aquel día, el Árbol de los Secretos fue venerado como un símbolo de sabiduría
y gratitud. Y así, el secreto de la felicidad eterna se hizo conocido en el reino,
transformando la vida de todos aquellos que lo abrazaron.

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