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LA INVENCIÓN
DE LAS MUJERES
Una perspectiva africana sobre los discursos
occidentales del género
Oyèronké Oyěwùmí
Presentación de
Yuderkys Espinosa Miñoso
en la frontera
ISBN: 978-958-48-1795-2
Impreso en Colombia
Índice
Prefacio..........15
Reconocimientos..........27
Bibliografía..........291
Presentación
1 Lugones, María (2008). “Colonialidad y género”, Tabula Rasa, núm. 9, págs. 73-101 es la
versión en castellano del que publicara en inglés bajo el título “The Coloniality of Gender” en
Worlds & Knowledges Otherwise, núm. 2, págs. 1-17, 2008.
10
Europa y los EEUU mientras hay una ignorancia profunda sobre lo que
se produce en otros contextos, no deja de sorprendernos el desinterés
por una obra como la de Oyěwùmí, quien es una de las más relevantes
teóricas feministas africanas contemporáneas, aclamada internacional
mente por la rigurosidad y originalidad de su aporte. Sin lugar a dudas
esto muestra la profundidad del racismo epistémico que, como venimos
denunciando hace rato, inviste a nuestro feminismo y a las Ciencias
Sociales y Humanas en general. Este racismo sigue jerarquizando la
producción del saber, otorgando poco valor al pensamiento producido
por las mujeresnegras2 y racializadas en general, tanto de Abya Yala
como del sur global.
La importancia de la obra de Oyěwùmí, y en particular de este libro,
reside no solo en el origen de quién lo escribe sino en lo que sus
páginas delatan, en la perspectiva que nos propone la autora para
volver a auscultar lo que hemos dado por supuesto. Las tesis que se
nos proponen sin lugar a duda vienen a contribuir a los esfuerzos por
superar la interpretación feminista clásica centrada en género y
sexualidad -eso que en diferentes oportunidades he denominado la
razón eurocentrada del feminismo.
No importa si estamos de acuerdo o no con su interpretación, o si
solo lo estamos en parte. Con esta investigación Oyěwùmí nos siembra
la duda, nos abre la puerta, nos ayuda a pensar que al final las más
preciadas y compartidas verdades universales sobre la opresión/domi
nación de las mujeres son solo un punto de vista dominante. Se trata de
experiencia y de puntos de vistas: como diría Oyěwùmí, sentires de
mundos forjados al fuego de la experiencia.
Propongo leer esta obra como parte de uno de los debates que han sido
reabiertos en América Latina a partir de la aparición del feminismo
desco lonial. Me refiero al debate respecto de la existencia o no del
patriarcado y del sistema de género en nuestras tierras antes de la
colonización. En su texto “Cosmovisión maya y patriarcado: una
aproximación en clave crítica”3, Aura Cumes Simon recupera y
propone lo que considera las
2 Acudo a esta forma no separada de escritura acogiéndome a la propuesta de Betty Ruth
Lozano, quien ha dicho que hay una imposibilidad de separar la experiencia de ser mujer y ser
negra. En “Insurgencias epistémicas de las mujeresnegras afrocolombianas. Feminismo y
apuestas descoloniales” de próxima aparición en (An)danzas de los feminismos descoloniales y
anti-coloniales en Abya Yala, María Teresa Garzón, Karina Ochoa Muñoz, Yuderkys Espinosa
Miñoso, Aura Cumes Simon y Breny Mendoza (Comp.), 2017, Madrid: Akal.
12
4 Ver: Federici, Silvia (2015). Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria.
Buenos Aires: Tinta Limón Ediciones, Colección: De mano en mano.
Lerner, Gerda (1990). La creación del patriarcado. Barcelona: Editorial Crítica S.A. Colección
Historia y Teoría.
13
14
Prefacio
15
6 Judith Lorber, Paradoxes of Gender (New Haven: Universidad de Yale, 1994), 13.
7 En el original “body-reasoning” (N. de la T.).
16
8 Michel Foucault, The History of Sexuality, Vol.1, An Introduction (Nueva York: Random
House, 1990), 69. [Versión en español: Historia de la Sexualidad. Vol.1 La voluntad de saber;
Vol. 2 El uso de los placeres; Vol.3 La inquietud de sí; México: Siglo XXI, 1990. N. de la T.].
17
10 En el original “gendered”. Sobre las implicaciones del término, María Lugones y Pedro de
Pietro comentan: “ ‘Gendered’ en inglés hace referencia a la negociación intersubjetiva de los
arreglos referidos a la masculinidad y la femineidad. La asignación de género y la percepción
propia respecto a las categorías e identidades de género forman parte de tal negociación. El
término ‘engenerar’ no forma parte del léxico de la Real Academia Española. Sin embargo,
sobre todo en el campo de las ciencias sociales y la producción interdisciplinar en los Estudios
de Género en Latino América, el término ‘engenerar’ se comenzó a utilizar, de diversas
formas, a mediados de los 90. En particular, el uso se ligó, en un primer momento, a la
recepción de los trabajos del feminismo posestructuralista anglosajón y europeo. Sirvió, en ese
contexto, para dar cuenta de los procesos subjetivos e intersubjetivos que son comprendidos en
los términos, en inglés, ‘gender’ (en su acepción verbal) y ‘engender’. Recientemente, también
se lo ha adoptado para señalar la posibilidad de interrogar algún aspecto de la realidad social,
y/o institucional, desde el andamiaje epistemológico de ‘la teoría feminista’. Este último uso,
por ejemplo, se encuentra en el trabajo de Sonia Álvarez (2001) y Arturo Escobar (2003:72)”.
Otras alternativas son ‘generado’ y ‘generizado’. Véase nota de traducción en María Lugones
(2008), “Colonialidad y género”, Tabula Rasa. Bogotá, Colombia. No. 9: 73-101,
julio-diciembre 2008, p. 86. (N. de la T.).
11 Shelly Errington, “Recasting Sex, Gender, and Power” en Power and Difference: Gender
in Island Southeast Asia, Jane Atkinson y Shelly Errington ed. (Stanford, Calif: Universidad de
Stanford, 1990), 33.
20
14 Para una historia del surgimiento y cambios en la categoría “mujeres” en Inglaterra, véase
Denise Riley, Am I That Name? Feminism and the Category of Women in History
(Minneapolis: Universidad de Minnesota, 1988).
15 El Yorùbá común que se habla actualmente deriva sobre todo del idioma Òyó. ̣
21
Aunque resulte obvio que los hallazgos de este estudio son aplicables
a algunas otras sociedades africanas, dudaría en emplearlos
abiertamente, en primer lugar porque no quiero caer en la trampa
común de borrar una multitud de culturas africanas haciendo
generalizaciones gratuitas, un proceso que deriva en una
homogeneización injustificada. El borrado de las culturas africanas,
grave defecto de muchos estudios sobre África, motiva mi esfuerzo
por no hacer una argumentación fácil sobre África a partir de un
ejemplo Yorùbá. Hay dos maneras comunes de subestimar las culturas
africanas, incluso en los estudios que supuestamente tratan sobre ellas.
La primera es la imposición acrítica de categorías concep tuales y
teorías supuestamente objetivas, cuyo origen y constitución se limitan
a la cultura occidental. La segunda es lo que llamo la teoría “revoltijo”
de África –resultado de la desenfrenada homogeneización de las
culturas africanas, aun cuando resulte obvio que dichas culturas no
comparten instituciones o historias–. No hay duda que la gente africana
tiene muchas cosas en común y que son posibles algunas generali
zaciones. Pero debe tenerse mucho cuidado al decidir cómo elaborar
dichas afirmaciones y hasta qué nivel pueden aplicarse dada la escasez
de estudios detallados, contextualizados históricamente y al tanto de la
realidad cultural de muchas sociedades africanas.
Otro interés de este trabajo será historizar16 y explicar el androcen
trismo en el estudio de la historia y la cultura Yorùbá. Se cuestiona la
presuposición de muchos textos acerca del privilegio masculino en
aspectos de la vida Yorùbá contemporánea dada la evidencia de que no
siempre fue así. Planteo además que aunque la dominación masculina
esté presente en la investigación y la literatura popular sobre Yorùbá, a
dicha dominación no se le puede conceder el mismo grado en todos los
lugares, instituciones o situaciones, ni en el pasado ni en la actua lidad.
Por ejemplo, en 1966, había en Ògbómò ̣ sọ́ dos ̣ baálẹ̀ femeninas
(lideresas de aldea). Esas mujeres abanderaban el legado familiar de
autoridad. Tuve el privilegio de realizar una serie de entrevistas con
una de ellas –Baálè Máyà (véase el cap. 3)–. Lo extraordinario es que ̣
ninguna recibió la atención pública que merecían, aún incluso en la era
de las conferencias internacionales de las mujeres –el énfasis se puso
erróneamente en una tradición que victimiza a las mujeres–.
22
23
Podemos decir, hasta cierto punto, que dichos episodios no se hacen inte
ligibles relacionándolos con los conceptos de moda en la actualidad. En
los susodichos textos no hay alusiones a relaciones de género; en ningún
lugar ocurre un debate definiendo tareas que pudieran incluirse en el
ámbito del trabajo de las mujeres. Insisto, entonces, en que vincular a
cualquier precio los acontecimientos como algo relativo a temas de
género puede malinterpretar groseramente los pasajes, asignándoles una
intención que nunca tuvieron 18 .
18 Keletso Atkins, The Moon is Dead! Give Us Our Money! The Cultural Origins of an
African Work Ethic, Natal, South Africa 1843-1900 (Londres: Heinemann, 1993), 67.
24
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Reconocimientos
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32
33
Ọlásǔnbo
̣̀
Akínbóyè
y
Mapaté
̣
Ọmọlayò
Ọmọlaṣọ
Ọmọniyì
Ọmọnidẹ
Capítulo 1
La visualización del cuerpo: Teorías occidentales y
sujetos africanos
37
28 Elizabeth Grosz, “Bodies and Knowledges: Feminism and the Crisis of Reason” en 38
Feminist Epistemologies, Linda Alcoff y Elizabeth Potter ed. (Nueva York: Routledge, 1994),
198; énfasis propio.
29 Scheman, Engenderings.
30 Para una explicación de la importancia de la vista en el pensamiento Occidental, véase por
ejemplo: Hans Jonas, The Phenomenon of Life (Nueva York: Harper y Row, 1966); Donald
Lowe, History of Bourgeois Perception (Chicago: Universidad de Chicago, 1982). [Versión en
español: Historia de la percepción burguesa. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. N.
de la T.].
39
40
35 Ibid.
41
37 Ibid.
42
39 Duster (Backdoor) señala la idea ampliamente abrazada de que tanto las enfermedades
como el dinero: “corren a través de las familias”.
41 Citado en Stephen Gould, The Mismeasure of Man (Nueva York: Norton, 1981), 19.
[Líneas copiadas de la versión en español: La falsa medida del hombre. Barcelona: Crítica,
2001. Edición revisada y ampliada, 41. N. de la T.].
42 Ibid.
44
una profecía: era ya una práctica social que excluía a las mujeres de los
principales rangos.
Paradójicamente, a pesar del hecho de que en el pensamiento europeo
se ha visto a la sociedad constituida por cuerpos, solamente se percibe
como encarnadas a las mujeres; los hombres no tienen cuerpos –son
mentes andantes–. Dos categorías sociales que emanaron de esta estruc
tura fueron el “hombre de razón” (el filósofo) y la “mujer del cuerpo” y
se elaboraron oposicionalmente. No se contempla con precisión la idea
de que con frecuencia el hombre de razón tiene en mente a la mujer
del cuerpo. Sin embargo, como sugiere la Historia de la Sexualidad de
Michel Foucault, el hombre de ideas tiene a la mujer y a otros cuerpos
en mente43.
En tiempos recientes, debido en parte a la investigación feminista, el
cuerpo ha comenzado a recibir el sitio y la atención que merece como
material para la explicación de la historia y el pensamiento europeos44.
La contribución característica del discurso feminista a nuestra compren
sión de las sociedades occidentales, es hacer explícita la naturaleza de
género (y por lo tanto encarnada) y de predominio masculino de todos
los discursos e instituciones occidentales. Las lentes feministas desnu
daron totalmente al hombre de ideas. Inclusive los discursos
científicos, tenidos como imparciales, se han mostrado en su prejuicio
masculino45.
43 Una reciente antología cuestiona la auto-representación dominante del Pueblo Judío como
“el Pueblo del Libro” e intenta documentar una imagen relativamente menos común como “el
Pueblo del Cuerpo”. El editor del volumen hace un interesante señalamiento sobre “el [Judío]
filósofo” y su libro. Comenta que el libro del filósofo “es evocador de… la sabiduría y la
búsqueda del conocimiento. De esta forma, la imagen del Judío (que siempre es un hombre) se
estudia minuciosamente en un libro siempre engañoso. Parece elevarse en una búsqueda
espiritual. Pero si miramos por encima del hombro y vemos lo que dice el texto, de hecho está
reflexionando sobre temas eróticos y cuál posición tomar durante la relación sexual. ¿Qué está
pasando en la cabeza del ‘filósofo’ o más interesantemente aún, en sus lomos?” (Howard
Elberg Schwarts, “People of the Body”, introducción a People of the Body: Jews and Judaism
from an Embodied Perspective [Albany: Universidad del Estado de Nueva York, 1992]). La
naturaleza somatocéntrica de los discursos europeos sugerida en la frase el “Pueblo del
Cuerpo” podría tener un alcance más amplio.
44 La atención al cuerpo tampoco ha sido pan comido en el feminismo. Véase Elizabeth Grosz,
Volatile Bodies: Toward a Corporeal Feminism (Bloomington: Universidad de Indiana, 1994).
45 Virginia Woolf ha sintetizado sucintamente la posición feminista: “la ciencia debiera dejar
de parecernos asexuada. La ciencia es un hombre y, a la vez, un padre corrompido” (citada en
Hillary Rose, “Hand, Brain, and Heart: A Feminist Epistemology for the Natural Sciences,”
Signs 9, no.1 [1983]: 73-90). Véanse también: Sandra Harding ed., The Science Question in
Feminism (Ithaca, N.Y.: Universidad Cornell, 1986); idem, The Racial Economy of Science
45
46
diferencias entre los dos sexos eran reflejo de una serie de principios
dualistas que impregnaban el cosmos y los cuerpos de hombres y muje
res”51. La jerarquía y las diferencias fueron consagradas en los cuerpos
y los cuerpos consagran las diferencias y la jerarquía. Por consiguiente,
dualidades como naturaleza/cultura, público/privado y visible/invisible,
son variaciones del tema del orden jerárquico corporal masculino/feme
nino, localizadas diferencialmente en relación al poder y distanciadas
espacialmente una de la otra52.
En el transcurso de la historia occidental, las justificaciones para la
elaboración de las categorías “hombre” y “mujer” no han permane cido
igual. Al contrario, han sido dinámicas. Aunque las fronteras se han
desplazado y el contenido de cada categoría ha cambiado, las dos han
permanecido en oposición binaria y en relación jerárquica. Para
Stephen Gould: “[s]egún los flujos y reflujos de la historia de
Occidente, las razones aducidas para establecer una jerarquía entre los
grupos basándose en su valores innatos han ido variando. Platón se
apoyó en la dialéctica; la Iglesia en el dogma. Durante los dos últimos
siglos, las afirmaciones científicas se han convertido en el principal
recurso para justificar el mito platónico”53. En esta narrativa occidental
la cons
tante es la centralidad del cuerpo: dos cuerpos en exposición, dos
sexos, dos categorías vistas continuamente una en relación con la otra.
Dicha narrativa aborda la inquebrantable elaboración del cuerpo como
el sitio y la causa de las diferencias y jerarquías en la sociedad. En
Occidente, en lo relativo al asunto de la diferencia y la jerarquía social,
el cuerpo ha sido posicionado, planteado, expuesto y re-expuesto
continuamente como su causa. La sociedad se ve entonces como un
reflejo exacto del legado genético –quienes posean una inevitable
superioridad biológica ocuparán las posiciones sociales de
superioridad–. Ninguna diferencia se elabora sin cuerpos
jerárquicamente posicionados. En su libro Making
51 Londa Schiebinger, The Mind Has No Sex? Women in the Origins of Modern Science
(Cambridge, Mas.: Universidad de Harvard, 1989), 162. [Líneas copiadas de la versión en
español: ¿Tiene sexo la mente? Las mujeres en los orígenes de la ciencia moderna. Madrid:
Cátedra, 2004, 237-38. N. de la T.].
52 Para una explicación de estos dualismos véase “Hélene Cixous”, en New French
Feminisms: An Anthology, ed. Elaine Marks e Isabelle de Courtivron (Amherst, Mass.:
Universidad de Massachusetts, 1980).
53 Gould, Mismeasure of Man, 20. [Líneas copiadas de la versión en español: La falsa medida
del hombre. Barcelona: Crítica, 2001. Edición revisada y ampliada, 41-42. N. de la T.].
47
54 Laqueur, Making Sex. [Versión en español: La construcción del sexo. Cuerpo y género
desde los griegos hasta Freud. Madrid: Cátedra, 1994. N. de la T.].
48
49
50
51
59 En el título de esta sección usé el término “Sisterarchy”. Al usarlo, estoy refiriéndome a los
bien fundados alegatos de varias feministas africanas, asiáticas y latinoamericanas contra las
feministas occidentales, en el sentido de que a pesar de la idea de que “la hermandad es
global”, las mujeres occidentales encabezan la jerarquía; por tanto en realidad se trata de una
“Jerarquía entre las Hermanas”. Nkiru Nzegwu usa el concepto en su ensayo “O Africa:
Gender Imperialism in Academia”, en African Women and Feminism: Reflecting on the
Politics of Sisterhood, Oyèronké Oyěwùmí ed. (Trenton, N.J.: African World Prees, de
próxima publicación).
52
61 Ibid.
62 Para una explicación de esta institución en la tierra Igbó del sureste de Nigeria véase Ifi
Amadiume, Male Daughters, Female Husbands: Gender and Sex in an African Society
(Londres: Zed Books, 1987). Para una alusión temprana de este hecho recurrente véase
también Melville J. Herskovitz, “A Note on ‘Woman Marriage’ in Dahomey”, Africa 10
(1937): 335-41.
65 Gayle Rubin, “The Traffic in Women”, en Toward and Anthropology of Women, Rayna R.
Reiter ed. (Nueva York: Monthly Review Press, 1975). [Versión en español: El tráfico de
mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo. Nueva Antropología, 1986, Vol. VIII,
No.30, México. Traducción de Stella Mastrangelo. N. de la T.].
53
67 Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity (Nueva York:
Routledge, 1990), 7. [Líneas copiadas de la versión en español: El género en disputa. El
feminismo y la subversión de la identidad. España: Paidós, 2007, 56-57. N. de la T.].
54
69 La “bibliografía de raza y género” está basada en ideas de diferencias entre las mujeres.
70 Véase por ejemplo, Holly Devor, Gender Blending: Confronting the Limits of Duality
(Bloomington: Universidad de Indiana, 1989); Rebecca Gordon, “Delusions of Gender”,
Women’s Review of Books 12, no. 2 (Noviembre de 1994): 18-19.
71 Kathy Ferguson, The Man Question: Visions of Subjectivity in Feminist Theory (Berkeley:
Universidad de California), 7.
55
73 Véase el capítulo 2 para una explicación completa del sentido del mundo Yorùbá y su
mapeo en las jerarquías sociales.
56
75 Véase Wande Abimbola, Ifa: An Exposition of the Ifa Literary Corpus (Ibadan: Universidad
de Oxford, 1976).
76 Amadou Hampate Ba, “Approaching Africa” en African Films: The Context of Production,
ed. Angela Martin (Londres: British Film Institute, 1982), 9.
57
78 Evelyn Fox Keller y Christine Grontkowski, “The Mind’s Eye” en Discovering Reality:
Feminist Perspectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology and Philosophy of Science,
ed. Sandra Harding y Merrill B. Hintikka (Boston: Reidel, 1983), 208.
79 Ibid.
80 Jonas, Phenomenon of Life, 507.
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LIBROfinal 25.07.indd 59 25/07/2017 02:40:35 p.m.
La visualización del cuerpo
84 Catherine Coles and Beverly Mack, ed., Hausa Women in the Twentieth Century (Madison:
Universidad de Wisconsin, 1991), 6.
85 Claire Robertson, Sharing the Same Bowl: A Socioeconomic History of Women and Class
in Accra, Ghana (Bloomington: Universidad de Indiana, 1984), 23.
60
86 Ibid., 25.
87 Por ejemplo, Bessie House-Midamba y Felix K. Ekechi, African Market Women’s Economic
Power: The Role of Women in African Economic Development (Westport, Conn.: Greenwood
Press, 1995); Gracia Clark, Onions Are My Husband: Accumulation by West African Market
Women (Chicago: Universidad de Chicago, 1994).
61
62
gente africana tuvo una filosofía antes del contacto con Europa o si se
les describe mejor como personas “sin filosofía”90. Quizá sea esta la
fase más reciente de una vieja preocupación occidental acerca del
supuesto estado de primitivismo africano, donde los indicios se han
movido de la ausencia de historia, de Estado y, ahora, de filosofía.
Sin importar si la discusión se concentra en la historia o en su
ausencia, en el Estado o la condición apátrida, es obvio que Occidente
sigue siendo la norma frente a la cual la gente africana sigue siendo
evaluada por otras personas e inclusive por la propia gente africana.
Las preguntas que dan forma a la investigación se desarrollan en
Occidente y las teorías y conceptos operativos provienen de las
experiencias occi
dentales. En cualquier campo o estudio las experiencias africanas casi
nunca integran la teoría, como si esas experiencias fueran
excepcionales. Entonces los Estudios Africanos siguen siendo
“occidentecéntricos”91, un término que va más allá que “eurocéntrico”
para incluir a los Estados Unidos. La participación de gente africana en
la academia ha sido valiosa por sí misma y ha hecho posibles cambios
importantes. Empero, no ha impulsado transformaciones
fundamentales –a pesar de las tesis de la sociología del conocimiento y
la política de identidad92–. Que la investigación
europeo-estadounidense sea occidentecéntrica no requiere
comentarios. ¿Pero cómo explicamos la persistente occidentricidad93 de
casi toda la investigación africana?
90 Para algunos de los debates véanse los siguientes volúmenes: Paulin J. Hountondji, African
Philosophy: Myth and Reality (Londres: Hutchinson, 1983); Kwasi Wiredu, Philosophy and
African Culture (Nueva York: Universidad de Cambridge, 1980); P.O. Bdunrin, Philosophy in
Africa: Trends and Perspectives (Ile-Ife, Nigeria: Universidad de Ife, 1985); Tsenay
Serequeberhan, ed., African Philosophy (Nueva York: Paragon House, 1991).
63
64
96 Abiola Irele, “In Praise of Alienation” en The Surreptitious Speech: Presence Africaine and
the Politics of Otherness 1947-1987, V.Y. Mudimbe ed. (Chicago: Universidad de Chicago,
1992); énfasis propio.
65
así como de los vínculos entre las tres. Senghor afirma que al igual que
la europea, la gente africana constituye una raza y debe tener su propia
marca esencial. El hecho de tratarse de categorías de filiación europea
no ameritó ninguna consideración. Después de todo, el raciocinio
corporal o racial no es racional; es decir, no es racional ni razonable
manifestar que alguien es criminal sólo por haberle mirado la cara,
pues la maniobra es inexorablemente racista. Stanislaus Adotevi
acierta cuando escribe que “la negritud es la criatura recién nacida de
una ideología de domi nación… Es la forma negra de ser blanco”97.
El problema de la importación de conceptos y categorías occiden
tales a las sociedades y Estudios Africanos tomó un viraje decisivo en
el trabajo de varias investigadoras feministas. Encuentro este aconte
cimiento particularmente desafortunado porque esta generación de
nuevas investigadoras tiene el potencial para transformar radicalmente
los Estudios Africanos, los cuales han reflejado cabalmente el andro
centrismo de sus raíces europeas. Utilizando todo tipo de modelos
occidentales, escritoras como Tola Pierce y Molara Ogundipe-Leslie
han descrito la sociedad Yorùbá como patriarcal. Su virtuosismo en el
marxismo, el feminismo y el estructuralismo es deslumbrante, pero su
comprensión de la cultura Yorùbá es sumamente deficiente. Samuel
Johnson, un intelectual Yorùbá de vanguardia, escribió a finales del
siglo diecinueve que “las personas oriundas del territorio Yorùbá que
han accedido a la educación, están bien familiarizadas con la historia de
Inglaterra, Roma y Grecia ¡Pero apenas si saben algo de la historia de
su propio país!”98. Casi un siglo después el lamento de Johnson sigue
siendo vigente. Recientemente la filósofa e historiadora del arte Nkiru
Nzegwu abordó adecuadamente el problema al afirmar que muchas
investigadoras feministas se apresuraron en caracterizar la sociedad
indígena: “como implícitamente patriarcal, y jamás dieron relevancia
al problema de la legitimidad del patriarcado como una categoría de
análisis con validez transcultural… El problema de la valoración de las
culturas Igbó y Yorùbá sobre las bases de su otro cultural (Occidente)
es que al no exponer primeramente la situación de las sociedades
africanas se acaba tergiversándolas”99.
97 Citado en Cristopher Miller, Theories of Africans: Francophone Literature and
Anthropology in Africa (Chicago: Universidad de Chicago, 1990), 18.
98 Samuel Johnson, The History of the Yorubas (Nueva York: Routledge y Kegan Paul, 1921), vii.
99 Nkiru Nzegwu, “Gender Equality in a Dual-Sex-System: The Case of Onitsha”, Canadian
66
100 Tola Pierce, “Importing the New Reproductive Technologies: The Impact of Underlying
Models of Family, Females and Women’s Bodies in Nigeria” (Ponencia presentada en la
Conferencia del Instituto Mundial para el Desarrollo de Investigación Económica, “Women,
Equality and Reproductive Technology”, Helsinki, Agosto 3-6, 1992).
101 N.A. Fadipe, The Sociology of the Yoruba (Ibadan, Nigeria: Universidad de Ibadan,
1970). 102 Johnson, History of the Yorubas.
108 Es evidente que los diplomas que les respaldan son siempre acreditaciones Occidentales.
Este también es un tema fundamental que necesita problematizarse dadas sus preocupaciones
nacionalistas.
70
109 Se trata de un acrónimo (por sus siglas en inglés, N. de la T.) desarrollado durante la
década de 1980 en el contexto de las guerras culturales/de cánones, cuyo telón de fondo fue la
disputa por la constitución del “canon” de las ciencias sociales en las universidades de los
Estados Unidos. Para algunos de los temas relevantes véase Henry Louis Gates Jr., Loose
Canons: Notes on the Culture Wars (Nueva York: Universidad de Oxford, 1992).
110 Estoy refiriéndome aquí a la tradición de los padres fundadores, quienes establecieron las
preocupaciones primordiales de cada disciplina, sin que la gente africana, integrante de un
grupo dominado, pudiese participar. En los estudios de mujeres se mantiene la misma tradición
con las madres fundadoras.
71
112 Estoy refiriéndome a la “Venus Hotentote”, la mujer Africana cuyas nalgas se exhibieron
como curiosidad en Europa en el siglo diecinueve. Véase Sander Gilman, “Black Bodies,
White Bodies” en Race, Writing, and Difference, Henry Louis Gates Jr., ed. (Chicago:
Universidad de Chicago, 1985).
114 Kwame Anthony Appiah, “Out of Africa: Topologies of Nativism”, Yale Journal of
Criticism, 12, no. 1 (finales de 1988): 153-78.
115 Quiero reconocer especialmente a Nkiru Nzegwu, por su contribución a nuestras diversas
discusiones del tema de la subversión del principio matrilineal como una borradura de las
normas culturales Akan.
72
117 “Out of Africa: Topologies of Nativism”. Yale Journal of Criticism 12, no. 1 (1998):
15
3-
78
.
7
3
118 La idea de Ali A. Mazrui sobre la triple herencia de África parece sufrir del mismo tipo
de subestimación de África. Véase Mazrui, The Africans: A Triple Heritage (Nueva York:
Little Brown and Co., 1986).
119 Véase Ulli Beier, Yoruba Myths (Nueva York: Universidad de Cambridge, 1980); Wande
Abimbola “Ifa as a Body of Knowledge and as an Academic Discipline”, Journal of Cultures
and Ideas, 1, no. 1 (1983): 1-11.
74
75
123 Ibid.
124 V.Y. Mudimbe, The Invention of Africa: Gnosis, Philosophy, and the Order of Knowledge,
(Bloomington: Universidad de Indiana, 1988), 200.
125 Los estudios Yorùbá abarcan tanto el trabajo sobre el pueblo Yorùbá del África Occidental
como la diáspora que incluye Brasil y Cuba. Además del inglés, incorporan varios lenguajes
europeos como francés, portugués y español. Los estudios en inglés son predominantes, es
decir, la mayoría de los académicos y las académicas elaboran sus principales trabajos en
inglés. Yo estoy más interesada con el debate que sobre lo Yorùbá se escribe en inglés. Para
una definición y temática de los estudios Yorùbá, véase A.I. Asiwaju “Dynamics of Yoruba
Studies”, Studies in Yoruba History and Culture, G.O. Olusanya ed. (Ibadan: Universidad de
Ibadan, 1983).
76
127 Un señalamiento similar se hace en Oyekan Owomoyela, Visions and Revisions: Essays
on African Literatures and Criticism (Nueva York: Peter Lang, 1991).
77
78
escuela de la vida que impregna y afecta cada uno de sus aspectos. Para
quienes no capten su secreto podría parecer caótico; puede confundir a
la mente cartesiana acostumbrada a dividirlo todo en categorías inequí
vocas. De hecho, en la tradición oral, lo espiritual y lo material no están
separados”130. El problema de los constructos de género en el lenguaje,
la literatura y la práctica social Yorùbá demanda atención inmediata.
El lenguaje Yorùbá está libre de género lo cual implica la ausencia de
muchas de las categorías admitidas y tomadas del inglés. No hay pala
bras específicas de género para señalar al hijo, la hija, el hermano o la
hermana. Los nombres Yorùbá tampoco tienen género; tampoco lo
tienen ọkọ y aya –dos categorías traducidas al inglés como esposo y
esposa, respectivamente–. Dado que las categorías anatómicas no se
usan como categorías sociales, es obvio que identificar el género de
personas particulares en diferentes periodos del tiempo y a través del
espacio es a lo sumo una aventura confusa. Por ejemplo, en la
disciplina de la historia: ¿cómo podrían interpretarse las listas
dinásticas popu
larmente conocidas como “listas de reyes” (creadas por historiadores e
historiadoras para diferentes sistemas de gobierno Yorùbá?). Muchos
historiadores e historiadoras contemporáneas han supuesto que, con un
par de excepciones, todos los gobernantes de las listas son machos.
¿Pero cuál es la base de esta presuposición? Por lo menos deberían
explicarse los criterios para la asignación del sexo de cada gobernante
en el caso de los periodos para los cuales no se dispone de fuentes
escritas. Dado el carácter libre de género de los términos ọba
(gobernante) y aláàfin (diri gente), historiadores e historiadoras
deberían proporcionar evidencia de sus conjeturas de género.
El investigador Bolaji Idowu se vio obligado a tratar con la cuestión
del género en su estudio de la religión Yorùbá. Encontró dos
tradiciones orales que diferían acerca del sexo de Òdùduwà, el
ancestro Yorùbá; en una se decía que era macho y en otra que era
hembra131. Idowu insinúa que la confusión sobre la identidad sexual de
Òdùduwà podría deberse en parte al vocabulario de la liturgia que se
refiere a este ancestro como madre y a la vez le nombra “señor” y
“esposo”. Esta es la traducción de Idowu de las primeras líneas de la
liturgia:
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132 Ibid.
133 Ade Obayemi, “The Phenomenon of Oduduwa in Ife History” en The Cradle of a Race:
Ife from the Beginning to 1980, I.A. Akinjogbin ed. (Lagos: Publicaciones Sunray, 1992), 66;
énfasis propio.
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