Está en la página 1de 3

Control de lectura:

Antonio Gramsci (1962). La formación de los intelectuales. México: Grijalbo


Víctor Manuel Peña Melo
Gramsci aportó al marxismo una visión más amplia y compleja de la sociedad, que no se
limitaba al análisis de las clases sociales y sus contradicciones. Para Gramsci, la sociedad
estaba compuesta por una estructura económica y una superestructura ideológica, cultural y
política, que se influenciaban mutuamente. La superestructura era el campo de la
hegemonía, es decir, el dominio de una clase social sobre las demás mediante el consenso y
la coerción. Gramsci destaca la importancia del concepto de hegemonía en la política y la
filosofía. La hegemonía implica la dirección de una clase sobre otras, pero también requiere
una unidad intelectual y moral. Representa un avance filosófico y político, así como una
crítica. Los intelectuales eran los agentes que articulaban la hegemonía, ya que difundían la
ideología y los valores del grupo dominante, pero también podían ser los portavoces de las
clases subalternas, que buscaban crear una contrahegemonía. Gramsci distinguió entre
intelectuales orgánicos e intelectuales tradicionales, según su vinculación con los grupos
sociales fundamentales o con las instituciones históricas. Así, Gramsci ofreció una
caracterización social que integraba la dimensión económica, política y cultural, y que
reconocía el papel de los intelectuales en la lucha de clases.
Hay organismos sociales para que esta lógica esté en funcionamiento, como los partidos
políticos. Crean y forman intelectuales orgánicos que puedan representar y defender los
intereses de un grupo social determinado. Estos intelectuales no son meros especialistas o
técnicos, sino que tienen una visión global y estratégica de la realidad social y política. Los
partidos políticos son, por tanto, espacios de educación y formación política, donde los
intelectuales adquieren conciencia de su papel histórico y de su responsabilidad social. Los
partidos políticos también son instrumentos de organización y movilización de las masas
populares, donde los intelectuales actúan como líderes y mediadores entre las demandas
sociales y las propuestas políticas.
Según Gramsci, la actividad intelectual es un monopolio al servicio de la burguesía que debe ser
desafiado y transformado. Él argumenta que la filosofía no debe ser considerada como una
actividad exclusiva de especialistas o filósofos profesionales, sino que todos los seres humanos son
inherentemente "filósofos" en el sentido de que poseen una concepción del mundo y participan en
la actividad intelectual de alguna manera. Esta filosofía espontánea se encuentra en el lenguaje, el
sentido común y las creencias populares. Gramsci plantea la pregunta crucial de si es preferible
pensar sin conocimiento crítico o aceptar una concepción del mundo impuesta por la sociedad.
Destaca la conexión intrínseca entre la filosofía, la historia y la cultura, enfatizando que no se
puede ser un filósofo completo sin comprender la historicidad de las ideas. Además, subraya la
importancia del lenguaje como vehículo de una concepción del mundo y la cultura, y argumenta
que dominar múltiples idiomas es esencial para una comprensión más profunda del mundo. En
última instancia, Gramsci aboga por la creación de una gran cultura que no se limite a
descubrimientos individuales, sino que se difunda críticamente para enriquecer la acción vital y
fortalecer la cohesión social. En este contexto, desafiar el monopolio de la burguesía en la
actividad intelectual se convierte en un paso esencial hacia la transformación de la sociedad.

Para promover una nueva actividad intelectual menos monopolizada, es esencial replantear
ciertos aspectos señalados por Gramsci. En primer lugar, la cuestión de los límites de la
libertad de discusión debe abordarse con un enfoque en la apertura y el diálogo constructivo
en lugar de restricciones. La libertad de investigación y discusión científica debe ser un
pilar fundamental de cualquier sociedad que busque el progreso intelectual. Además, el
concepto de la filosofía de la práctica debe ser reevaluado como un medio para fomentar
una comprensión más profunda de la interacción entre teoría y acción en la sociedad
moderna, en lugar de simplemente una transición desde ideas religiosas más antiguas. En
cuanto a la discusión científica, Gramsci nos recuerda la importancia de valorar las
posiciones de los oponentes como parte integral del proceso de búsqueda de la verdad. Esto
nos lleva a reconsiderar cómo concebimos el diálogo intelectual y promover una cultura de
respeto por las diferentes perspectivas. Además, la comprensión de la filosofía como un
producto de la interacción entre las masas y los grupos dirigentes subraya la necesidad de
democratizar el acceso a la actividad intelectual y la producción de conocimiento. La idea
de que todos los seres humanos son filósofos en cierta medida debe ser ampliada para
fomentar una participación activa y significativa en la vida intelectual de la sociedad,
superando así cualquier monopolio intelectual existente. Finalmente, el lenguaje y el
sentido común deben ser explorados como vehículos fundamentales para comprender y
comunicar ideas, pero también como espacios donde pueden surgir prejuicios y estereotipos
que deben ser examinados críticamente. Estos replanteamientos pueden contribuir a una
actividad intelectual más inclusiva y diversa que beneficie a toda la sociedad.
La influencia de la cultura en la sociedad y su relación con la ideología dominante son
cuestiones cruciales según los planteamientos de Gramsci. En primer lugar, los criterios
metodológicos de la crítica literaria deben ser considerados en un contexto cultural y de
tendencia, reconociendo que la selección de obras para la crítica puede ser complicada en
sociedades donde la cultura está controlada por el Estado, lo que puede llevar a una
supresión de perspectivas críticas. Además, Gramsci destaca la importancia de la
conformidad del arte y la cultura con la moralidad, la cultura y los sentimientos de la
sociedad en la que se desarrollan, subrayando que una obra de arte se aprecia más cuando
se ajusta a estos valores compartidos. La manifestación lingüística también juega un papel
crucial, ya que el lenguaje literario está intrínsecamente ligado a la vida de las personas y se
desarrolla lentamente, influyendo en la forma en que se perciben y comunican las ideas. En
cuanto a los criterios para el juicio literario, Gramsci enfatiza la originalidad, la
contribución al conocimiento y la capacidad de una obra para cumplir los propósitos de su
autor.
Gramsci señala que los intelectuales italianos están alejados del pueblo y más ligados a una
tradición elitista y libresca que no se conecta con las necesidades y aspiraciones populares. Esta
desconexión entre intelectuales y pueblo crea una brecha cultural en la sociedad italiana. En
primer lugar, el arte, en lugar de simplemente representar un momento histórico-social, debe ser
militante y vincularse con la lucha cultural. Esto implica la crítica de las costumbres y concepciones
de la vida en la crítica literaria para trascender la organización hegemónica. Además, la noción de
"arte docente" se cuestiona, ya que el arte no educa por su carácter pedagógico, sino al reflejar
una nueva realidad moral y una percepción clara de la verdad de la vida. También se debate sobre
si el arte debe ser una "intencionada" y "aconsejable propaganda política," destacando que la
forma de una obra es tan importante como su contenido moral y político, lo que a menudo
conduce a tensiones entre los intelectuales y los grupos hegemónicos. Gramsci señala que las
escuelas primarias tenían la tarea de proporcionar conocimientos esenciales para introducir a los
niños en la sociedad y la vida estatal, lo que puede contribuir a la distancia entre los intelectuales
que diseñan el currículo y el pueblo que lo recibe.

Este descubrimiento de la infraestructura cultural de las relaciones hegemónica lo lleva a varios


cuestionamientos sobre la educación y la cultura y cómo esta condiciona a la población. Primero,
destaca la importancia del trabajo como principio educativo en las escuelas primarias, conectando
el orden social con el orden natural a través del trabajo. Además, critica la distinción excesiva entre
instrucción y educación, argumentando que ambas están interconectadas en el proceso de
aprendizaje. También enfatiza la necesidad de conectar la educación con la vida real de los
alumnos y critica la especialización excesiva en la educación, abogando por una educación más
democrática y accesible para todos. Gramsci propone reformas en la enseñanza de la filosofía y
aboga por una "escuela unitaria" que combine la educación general con la orientación profesional.
Además, destaca la importancia de formar intelectuales preparados y de adaptar la educación a las
nuevas circunstancias. En cuanto a la cultura, critica la difusión excesiva de literatura extranjera en
Italia en lugar de promover la literatura italiana contemporánea y señala la falta de una literatura
popular genuina debido a la falta de conexión entre los escritores y el pueblo, ya que ve en el
acceso al medio literario, una de las formas

También podría gustarte