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ARTICULOS DE FE JAMES E.

TALMAGE
asombrosa fuerza cual jamás había sentido yo en ningún ser—precisamente en este momento de tan grande
alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente
descendió hasta descansar sobre mí.
No bien se hubo aparecido, cuando me sentí libre del enemigo que me tenía sujeto. Al reposar la luz sobre
mí, vi a dos Personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción, en el aire arriba de mí. Uno de ellos me
habló, llamándome por nombre, y dijo, señalando al otro: ¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!
Había sido mi objeto acudir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a
cuál unirme. Por tanto, apenas me hube recobrado lo suficiente para poder hablar, cuando pregunté a los
Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera, y a cuál debería unirme.
Se me contestó que no debería unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me
habló dijo que todos sus credos eran una abominación en su vista; que todos aquellos profesores se habían
pervertido; que "con los labios me honran, mas su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas
mandamientos de hombres, teniendo apariencia de piedad, mas han negado la eficacia de ella."
Conocimiento como el que se comunicó en esta revelación sin precedente no podía permanecer oculto
dentro del pecho del jovencito. No vaciló en divulgar la gloriosa verdad, primero a los miembros de su familia,
quienes recibieron este testimonio con reverencia, y después a los ministros sectarios que habían trabajado tan
diligentemente para convertirlo a sus credos respectivos. Cuán grande fué su sorpresa cuando éstos que se decían
ser maestros de Cristo trataron sus declaraciones con el mayor desprecio, diciendo que hacía mucho que habían
cesado los días de revelaciones de Dios, y que la manifestación, si en verdad había recibido tal cosa, era de
Satanás. Sin embargo, los ministros, con una unidad de propósito extrañamente diferente de su hostilidad
anterior entre sí, se empeñaron en ridiculizar al jovencito y denunciar sus sencillas pero solemnes afirmaciones.
Se agitó el vecindario; una persecución cruel y rencorosa se desató en contra de él y su familia, y hasta hubo
quien tratara de asesinarlo. En todo esto fué librado de todo daño corporal; y a pesar de la oposición cada vez
mayor, fielmente se mantuvo firme en su testimonio de la visitación celestial.1 En esta condición probatoria
estuvo tres años, sin más manifestaciones directas de seres celestiales, esperando, pero sin recibir, la luz
adicional y nuevas instrucciones que anhelaba. Percibía claramente su propia debilidad y sentía sus flaquezas
humanas. Imploró al Señor, confesando sus imperfecciones y suplicando ayuda.
Visitaciones Angélicas.—La noche del 21 de septiembre de 1823, mientras pedía perdón de sus pecados y
orientación en cuanto a su curso futuro, fué bendecido con otra manifestación celestial. Se apareció una luz
brillante en su cuarto, en medio de la cual se hallaba un personaje vestido de blanco, con un semblante de pureza
radiante. El visitante celestial le anunció que era Moroni, un mensajero enviado de la presencia de Dios; y
empezó a instruir al joven con respecto a algunos de los propósitos divinos en los cuales su intervención sería de
gran valor. El ángel declaró que Dios tenía una obra para José, y que su nombre "se tendría por bien o mal entre
todas las naciones, tribus y lenguas; o que hablarían bien o mal de él en todas las naciones. Dijo que se hallaba
depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este
continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del
evangelio eterno cual el Salvador lo había entregado a los antiguos habitantes; asimismo, que junto con las
planchas estaban depositadas dos piedras en aros de plata, las cuales, aseguradas a una pieza que se ceñía
alrededor del pecho, formaban lo que se llamaba el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo
que constituía a los 'videntes' de los días antiguos o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción
del libro."
Moroni, el ángel visitante, entonces repitió varias profecías que se encuentran en las antiguas escrituras,
variando algunos de los pasajes de como se leen en la Biblia. Se citaron las siguientes palabras de Malaquías,
mostrando estas pequeñas pero importantes variaciones de la versión bíblica: "Porque he aquí, viene el día que
arderá como un horno, y todos los soberbios, sí, y todos los que obran inicuamente arderán como rastrojo,
porque los que vienen los quemarán, dice el Señor de los Ejércitos, de modo que no les quedará ni raíz ni rama."
Además: "He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por la mano de Elias el profeta, antes de la venida del grande y
terrible día del Señor." Igualmente expresó el siguiente versículo de otro modo: "Y él plantará en los corazones
de los hijos las promesas hechas a los padres, y los corazones de los hijos se volverán a sus padres. De no ser así,
toda la tierra sería destruida totalmente a su venida." Entre otras, Moroni citó las profecías de Isaías relativas a la
restauración de Israel esparcido y el reinado prometido de justicia sobre la tierra,n diciendo que las profecías
estaban para cumplirse; también las palabras de San Pedro a los judíos, concernientes al profeta que Moisés dijo

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