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En ese capítulo VIII, que todos conocemos queda bien resumido el espíritu de don

Quijote, defensor pertinaz de sus ideales en un mundo en el que dichos ideales ya no tienen
sentido. Don Quijote enloquece de tanto leer libros de caballerías y decide convertirse en
caballero andante y vivir en carne propia las mismas aventuras que los personajes de esas
fantásticas narraciones. Pero don Quijote no es sólo un loco, es el portador de unos principios
ya desaparecidos. Poniendo en práctica estos principios y defendiendo sus ideales (el ansia de
libertad, el amor a la dama, la búsqueda de la justicia), Don Quijote será visto como un
personaje anacrónico por sus contemporáneos. En el capítulo VIII Don Quijote confundirá
con gigantes unos molinos de viento, acometerá contra ellos y sufrirá las consecuencias de su
error, que, sin embargo, se negará siempre a reconocer. Pero eso no sólo mostrará su locura,
sino que nos desvelará la personalidad de alguien dispuesto por encima de todo a luchar
contra las fuerzas del mal y por la justicia, a pesar de los golpes y los fracasos. Este episodio
acabará por ser uno de los más famosos de la obra y pasará a convertirse en metáfora de esos
enemigos fantásticos que nos creamos o nos crean y que impiden hacer realidad nuestros
sueños que siempre estarán por encima de la vulgar realidad.
A través de este breve relato de la Batalla de los Molinos de Viento, podemos ver con
claridad la locura de Don Quijote. En aquel momento, podemos observar que Sancho panza
se comporta con las mismas ideas que nuestra sociedad cuando se depara con aquello que
está fuera de los patrones, fuera del cotidiano, fuera de la normalidad petrificada que ella
misma impone. Y con misma actitud, demostrando apuntando, avisando, sin embargo nada
haciendo mediante el hecho. Don Quijote no tenía conciencia de lo que hacía. Él había
profundizado tanto en aquel mundo irreal que comenzó a fantasear con lo imaginario y
llevarlo a la realidad de su mundo. Luego, después del choque con los molinos él percibe con
claridad que los gigantes de hecho eran molinos, aunque su imaginación lo lleva a creer que
algún mago [Frestón] lo había hipnotizado, haciéndole ver seres imaginarios. Siempre había
una forma de realidad transformándose en irrealidad.

Fuente original: Escuelapedia.com

Otros aspectos que se pudieron notar en el capítulo 8:


Los molinos de viento representan a los hombres sin ideales de las épocas, es decir,
representa a aquellas personas que no poseen ningún tipo de meta o algún deseo. Y que una
persona no los posea podría llegar a tener una vida muy gris, ya que no tendría en que
orientarse o creer, como por ejemplo una religión.
La caída de don quijote frente a los molinos de viento, significa o más bien representa
a la inconciencia humana, es decir, que las personas actúan por impulso e ignoran las
advertencias de las personas hasta que se chocan. Podría ser también de que haga referencia a
la ignorancia de la población.
La lucha contra los molinos de viento, significa luchar con todos los obstáculos que
se presenten en nuestras vidas, y no importa que tan grandes sean, siempre hay que seguir.
Los ideales alimentan el alma, quiere decir que, realizar cosas que parecen imposible
o realizar aventuras, nos llevan a una vida mucho más interesante y plena.

El ejemplo de los molinos de viento es un caso bien llamativo. Cuando Sancho le


advierte, tras el descalabre, que eran molinos, don Quijote le replica que fue el sabio Frestón
quien transmutó los gigantes en molinos. Es decir, realiza dos veces la operación mental de
cambiar la realidad para acomodarla a sus intereses: de molinos a gigantes y vuelta a molinos.
Este personaje no tiene nada de tonto y sí mucho de inteligente, soñador y con un punto de
temerario. La aventura nos muestra la nobleza de corazón de don Quijote y su inteligencia
rápida y bien equipada –y hasta intoxicada—de lecturas caballerescas. También nos presenta
a un Sancho realista, amigo del buen comer y beber, nada pendenciero y bien dispuesto con
todo y todos.

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