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La Otra Conexion - Maya
La Otra Conexion - Maya
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veinticuatro
veinticinco
veintiseis
epilogo
La otra conexion by Maya
Category: Fanfiction, Humor, Hunting, Mystery, YouTubers,
paranormal, sweden, vlogger
Status: Completed
Published: 2023-01-03
Updated: 2023-06-10
Packaged: 2023-10-28 10:29:17
Chapters: 27
Words: 33,307
Publisher: quotev.com
Summary:
Para el youtuber Jonas, no hay nada mejor que hacer vídeos u
organizar reuniones ilegales de fans. Pero cuando recibe una carta
de YouTube invitá ndole a un campamento, no puede negarse y parte
hacia Dinamarca con sus amigos Moritz y Luki. Pero ninguno de
ellos sabe que nunca llegará n al campamento.
uno
Berlín
13 de septiembre
Un escalofrío helado me recorrió la columna vertebral. Miré primero
a mi izquierda y luego a mi derecha, queriendo asegurarme de que
estaba sola. No se ve ni un alma. Sin embargo, no podía deshacerme
de la ominosa sensació n de que me seguían. Algo parecía distinto de
lo habitual, pero aú n no sabía qué era. Intenté que no cundiera el
pá nico y puse un pie en la calle llena de charcos, pero enseguida me
detuve en seco al oír distintos sonidos detrá s de mí. ¡Pasos! Después
de todo, alguien me estaba siguiendo...
De un salto me di la vuelta, dispuesta a enfrentarme directamente al
peligro, sin estar segura de si habría sido capaz de defenderme
después. Era un cobarde, una de esas personas con las que puedes
tropezarte en la calle y aun así disculparte educadamente.
A veces, sin embargo, deseaba ser menos razonable, menos miedosa,
má s valiente y valerosa. Uno de los héroes sobre los que se
escribieron có mics y cuyas historias se llevaron al cine. Pero yo no
era un héroe y no había có mics sobre mí. Soy Jonas Ems, un cobarde
a tiempo completo, y aquella noche no tenía ganas de divertirme,
sobre todo desde que me di cuenta de que me seguían.
Como ya he dicho, me di la vuelta presa del pá nico.
Pero mi miedo había sido en vano. No pude reconocer a nadie. ¿Mi
mente asustada me estaba jugando una mala pasada? El zumbido de
la autopista por la noche, el ronco graznido de un cuervo en un alero
lejano y el tic-tac regular de mi reloj de pulsera, cuyo volumen me
dificultaba conciliar el sueñ o cada noche: todos estos sonidos eran
claramente perceptibles, eran reales. ¿Pero los pasos también lo
eran?
Antes de que pudiera seguir pensando en ello, alguien me tocó de
repente en el hombro. Por reflejo, pero sobresaltada al mismo
tiempo, me volví y só lo pude percibir un puñ o que salía disparado
hacia mí a una velocidad vertiginosa. Antes de darme cuenta, estaba
tumbada en el suelo y cerré los ojos.
Supongo que eso era todo ...
"Y corten", llamó una voz familiar desde la tienda de control
improvisada a la vuelta de la esquina. Tobi, un viejo amigo de la
escuela y al mismo tiempo cá mara de gran talento, me ayudó a
levantarme.
"Impresionante, casi daba la sensació n de que temías de verdad por
tu vida", me elogió . Tenía que estar de acuerdo con él, realmente
parecía muy real. Casi olvidé las incó modas circunstancias en las
que me encontraba en ese momento.
Normalmente me gustaban mucho nuestros proyectos de
cortometrajes. El desarrollo creativo de un guió n, la organizació n
previa, la reunió n de un equipo de rodaje que trabaja
diná micamente y, por supuesto, cada día de la producció n con sus
altibajos: siempre he apreciado todo eso hasta ahora.
Sin embargo, esta vez fue diferente. Estaba claro que me había
excedido, ya todo el mes. Demasiado poco sueñ o, estrés unido a
agitació n y desorden, todo ello con el regusto amargo de hacer
mucho trabajo, pero sin obtener resultados satisfactorios. Ahora
también pasamos una semana trabajando en un nuevo proyecto
cinematográ fico, con escenas bastante complejas.
En la escena de hoy, por ejemplo, me perseguía una figura psicó pata:
pelo rubio y revuelto, dos ojos parpadeantes que daban miedo,
sobre unas mejillas hinchadas de há mster. Una sonrisa asesina digna
de un Oscar que te atravesaba hasta el tuétano. El clímax teatral de
este personaje llamado Niklas fue derribarme en la calle y luego
secuestrarme. Emocionante de ver, pero difícil de jugar.
El material aú n tenía que verse y cortarse esta tarde, después de
todo, la película debía publicarse en mi canal de YouTube pasado
mañ ana, los espectadores ya esperaban impacientes, el plazo se
acercaba.
Para colmo, mañ ana tengo que firmar autó grafos durante seis horas
porque quiero organizar un acto de "Meet & Greet" en Berlín con
unos amigos, voluntariamente, pero por desgracia sin avisar, es
decir, al límite de la legalidad. Legalmente, este tipo de cosas son
bastante críticas, sobre todo cuando hay muchos niñ os y
adolescentes gritando, pero no hay seguridad en el lugar. Pero hacía
añ os que no organizá bamos una reunió n de espectadores y no
encontramos un lugar má s adecuado que el Mall of Berlin, un
céntrico centro comercial de -como su nombre ya indica- Berlín.
Só lo quedaba esperar que no se llenara demasiado. Si así fuera, al
menos estaríamos todos juntos en la mierda. Nosotros, por cierto,
éramos Moritz, Luki, Fitti y yo, un equipo de amigos que llevá bamos
añ os trabajando juntos.
Al principio, todos nos conocimos y nos enamoramos por una
afició n comú n: hacer vídeos en YouTube.
Hoy, nuestra amistad ha ido mucho má s allá . Moritz, cantante de
talento y amigo desde hacía mucho tiempo, era de Berlín, igual que
yo, así que era uno de los pocos concursantes de mi círculo de
amigos con los que seguía reuniéndome regularmente, entre todas
las sesiones de guió n, ediciones de vídeo y momentos de secuestro
en carretera abierta.
Luki, por su parte, también uno de mis amigos má s fieles de los
viejos tiempos, desgraciadamente vivía al otro lado de Alemania, por
lo que rara vez nos veíamos. Ademá s, el tercer miembro del grupo,
Fitti, había desaparecido casi por completo de mi radar. No porque
hubiera habido incidentes o discusiones, en absoluto, sino
simplemente porque nos habíamos distanciado como personas. É l
perseguía sus sueñ os y objetivos y yo perseguía los míos. ¡Tanto
mejor que mañ ana por fin podamos volver a vernos y pasar tiempo
juntos!
Ayudé rá pidamente a nuestro pequeñ o equipo de rodaje a recoger el
equipo de cá mara, me despedí superficialmente y corrí hacia la
estació n de metro má s cercana. Esa noche tenía otra cita con una
chica llamada Sarah, a la que había conocido a través de Swanity,
una aplicació n para planificar eventos y reuniones.
Nunca la había conocido en persona, pero en su perfil me había
parecido simpá tica y abierta. Yo era un gran aficionado a las citas
por Internet, sobre todo porque la "vida real" aú n no me había dado
mucha suerte en lo que se refería a las mujeres.
Sarah, por su parte, alegó que nunca había probado en serio las citas
por Internet y que só lo quería conocerme "como excepció n"; a mis
ojos, sin embargo, la típica excusa de muchas chicas.
Sin embargo, su largo pelo castañ o, su nariz pequeñ a y sus
descaradas gafas con cristales gigantes me parecieron sumamente
atractivos.
Mi decepció n fue aú n mayor cuando descubrí en el Café Einstein de
Ku'damm que Sarah no era realmente Sarah. Claro, puede que
tuviera el mismo nombre. Pero llevaba el pelo largo y castañ o
recogido en un moñ o extrañ amente informe, su nariz no era tan
respingona y bonita en la vida real como aparecía falsamente en su
foto de perfil, y o bien había sustituido las gafas por lentillas, o bien
eran só lo un accesorio de moda sacado de la caja de disfraces.
En pocos segundos ya estaba adivinando en qué acabaría este
encuentro.
"Yo pago, no pasa nada", le decía, y volvía sola a mi casa para volver
a quitarle la amistad de su perfil.
Sin embargo, esto no se debió a que su aspecto me decepcionara -
después de todo, aú n podría dejarme boquiabierta con su
personaje-, sino simplemente a que resultó ser una fangirl infinita.
Por supuesto, tenía má s de dos millones de suscriptores en mi canal
de YouTube y sí, por supuesto que no era improbable que saliera
con una de ellas. Pero ¿tenía que ser ella, de entre todas las
personas, una colegiala de diecisiete añ os llamada Sarah Hauer? Lo
ú nico que quería era una cita agradable.
En lugar de eso, me hizo saber que dentro de una semana tenía
vacaciones de otoñ o, lo que obviamente la animó aú n má s a
parlotear sin parar sobre sí misma y sus planes y luego a
preguntarme sobre mí y mis planes. ¡Qué horror!
Considerando que: El hecho de que se acercaban las vacaciones de
otoñ o me asustaba. Este otoñ o parecía verano, días soleados, fiestas
en la piscina y, bueno, todavía mucha gente con calcetines en las
sandalias por las calles.
Pero el hecho de que "Sasa", como la llamaba cariñ osamente su
madre segú n su emocionante relato, me preguntara ahora
incesantemente por YouTube era aú n má s aterrador.
"¿Es cierto que la plataforma está realmente tan rota?"
Negué con la cabeza, interrogante. "¿Qué quieres decir con roto?"
"¡Bueno, que todos los YouTubers se odian a muerte!" Dio un sorbo
a su té de jengibre y limó n, que goteó un poco sobre su blusa blanca,
pero no pareció molestarle.
"Bueno, tanto odio..."
"Vale, pero no os gustá is, ¿verdad?". Sasa era muy tenaz. Pero no se
equivocaba.
La escena YouTuber alemana se había ido a pique en los ú ltimos
añ os.
En el pasado, recuerdo con cariñ o, era lo má s normal del mundo
hacer vídeos junto con otros YouTubers, apoyarse mutuamente y
compartir suscriptores. Hoy ha sido completamente diferente. La
competencia invisible parecía demasiado grande, una presió n
numérica externa y una competencia por las visitas y los
suscriptores que amenazaba con aplastar a cualquiera que
participara en el juego.
Para disgusto de los espectadores, que ya no pudieron ver ningú n
vídeo emocionante.
Para tristeza de los YouTubers, cuyas opiniones empeoraron.
Para disgusto de la propia plataforma, que también generó menos
ingresos debido al menor nú mero de visitas.
"¿Y tú ?" Sarah me sacó de mis pensamientos. "¿Tienes muchos
enemigos en YouTube?"
Ni se me ocurrió confiarle nada, así que le conté cualquier cosa.
Probablemente habría tenido una cita má s honesta con un
chimpancé.
Pero en realidad yo tampoco era del todo inocente. En secreto, yo
mismo había desarrollado una gran aversió n por muchos otros
YouTubers en los ú ltimos añ os, en parte por envidia, a veces por
desdén o porque pensaba que podía juzgarlos basá ndome en
superficialidades.
Por eso fue tanto má s gratificante que mañ ana pudiera
desprenderme de todo eso, liberarme por completo. Claro, mis
amigos también eran YouTubers y, por tanto, sobriamente
considerados, de la competencia, pero seguían siendo mis amigos, y
lo habían sido durante muchos añ os. Eso tenía que tener un valor
superior, estaba seguro de ello. Lo importante que fue esta toma de
conciencia, lo aprendería mucho má s tarde...
dos
Berlín
14 de septiembre
¿Cuá nto tiempo después tenía que enterarme?". Frustrado, Moritz
me miró . El hecho de que me hubiera olvidado de llevarle un
rotulador para firmar las tarjetas de autó grafos le parecía bastante
secundario.
"Hace una semana nos dijeron que nos encontraríamos en
Alexanderplatz".
Le hice un gesto de disculpa con la cabeza: "Lo siento. Olvidé
ponerte al día".
Me espetó una palabrota no del todo seria, lo que zanjó de nuevo el
asunto, a pesar de que me había esperado toda una hora antes en un
lugar de encuentro completamente equivocado. Yo misma atribuyo
mis olvidos al mes cargado. Así que estar ocupado también tenía sus
cosas buenas, a partir de ahora tendría que responder de todos mis
errores como una excusa só lida.
Mientras pensaba có mo explicarle a Moritz que no le había traído un
Sharpie como le había prometido, llegamos al centro comercial.
Unos metros antes de la entrada, nos sorprendió ver que todo el
centro comercial estaba abarrotado de adolescentes, jó venes y
mayores, algunos muy jó venes, otros claramente en la pubertad,
unos con bolsas de la compra, otros con ropa de abanico, y un chico
algo mayor, con el pelo castañ o y ondulado, chorreaba helado de
chocolate sobre sus vaqueros pitillo blancos demasiado ajustados.
"Es imposible que estén todos aquí por nosotros", se maravilló
Moritz. Me alegré de que Moritz no estuviera pensando ahora en su
rotulador.
"¿Cuá ntos crees que hay?" Me miró interrogante. Siempre se me ha
dado mal calcular cosas así. Secretamente supondría que unos 500,
pero como no quería decir nada desagradable, me limité a
responder con mi habitual tono cínico: "Supongo que hay al menos
dos".
Moritz sonrió .
"¿Y dó nde deja eso a Luki y Fitti?" Miré a mi alrededor, pero no pude
dar una respuesta a Moritz. En realidad, ya deberían haber llegado.
"El acuerdo era que nos reuniríamos aquí", le dije a Moritz. Asintió
brevemente y echó a andar. "¡Si no está n aquí, quizá ya estén
dentro!"
No necesitaba que me lo dijeran dos veces. Disfrutando por ú ltima
vez del aire rico en oxígeno y ¡al barro!
Fuertes gritos, chillidos y aullidos emocionados nos recibieron a
Moritz y a mí tras los primeros pasos en el centro comercial.
Inmediatamente siguieron las primeras peticiones de fotos,
autó grafos o abrazos. Moritz y yo, por supuesto siempre amistosos y
cumpliendo los deseos de los espectadores, nos abrimos paso entre
la exigente multitud hasta el punto en que sospechamos de Fitti y
Luki. Pero aquí tampoco había rastro de ellos.
Justo cuando el chico de los pantalones manchados me instaba a
saludarle en mi pró ximo vídeo, con media boca llena de helado de
fresa -al parecer había añ adido un nuevo sabor-, mi teléfono mó vil
empezó a vibrar. Luki estaba en ello. "¡¿YAAA?!", grité al teléfono.
La calidad de la llamada era frustrantemente mala, probablemente
debido a los enormes muros de hormigó n del complejo de edificios,
lo que significaba que só lo podía entender una de cada dos palabras
de Luki. Gritaba algo sobre el primer piso y la persecució n, pero no
pude contextualizarlo.
"¿Quién era?", preguntó Moritz con impaciencia. Le conté lo que
sabía, que bá sicamente era nada.
Se rascó la cabeza, pensativo.
"¿Puedes darme ya el rotulador, que quieren autó grafos?"
Estaba a punto de hacer uso de mi excusa del exceso de trabajo y el
olvido cuando de repente oímos unos gritos fuertes pero familiares
procedentes del piso de arriba.
Una mirada a la galería comercial abierta diagonalmente sobre
nosotros y pude adivinar inmediatamente el contenido de la llamada
de Luki. Allá arriba, Luki y Fitti corrían, apresurados y a toda
velocidad, seguidos de cerca por una horda de adolescentes furiosos
que parecían haber perdido toda decencia, un poco como una
manada de gacelas persiguiendo a dos leones, salvo que Fitti y Luki
no parecían precisamente majestuosos.
Luki tenía el pelo completamente revuelto y revuelto -siempre lo
tenía así, no se debía a la persecució n-, los zapatos abiertos, de
modo que en cualquier momento tenías que temer que estuviera a
punto de tropezar peligrosamente con los cordones. Ademá s, los
pantalones le colgaban hasta las rodillas como a cualquier patinador
ejemplar, pero los calzoncillos a cuadros estaban afortunadamente
donde debían.
Por otra parte, el peinado de Fitti seguía en plena forma y sus
pantalones también estaban en su sitio, pero su condició n física
parecía estar muy por debajo de lo necesario en esta situació n. Un
aficionado notablemente demacrado, con largas uñ as, vestido todo
de negro, casi le había alcanzado y parecía como si quisiera comerse
a Fitti en el momento siguiente. Le deseé a Fitti toda la suerte del
mundo para que lo hiciera rá pidamente y sin dolor.
Así que, mientras contemplaba el espectá culo con una sonrisa, me
fui dando cuenta poco a poco de la gravedad de la situació n. "¡Jonas,
todos corren hacia nosotros ahora mismo!", gritó Moritz hacia mí.
Tuve que darle la razó n, Luki y Fitti bajaron corriendo las escaleras
y esprintaron directamente hacia nosotros. Intenté dejar claro con
gestos de controlador aéreo que Fitti y Luki debían volver a correr
en la otra direcció n. Pero ni siquiera lo pensaron, tan sobresaltados
estaban por la jauría. Pero quizá mis conocimientos sobre el control
del trá fico aéreo no eran tan buenos.
"REEENNT", gritó Luki y agitó los brazos salvajemente mientras él y
Fitti nos adelantaban. Moritz y yo no necesitá bamos que nos lo
dijeran dos veces. Fitti, Luki, Moritz y yo íbamos delante y cientos de
jó venes detrá s de nosotros, esperando una foto, un bonito autó grafo,
un saludo para enviar a sus mejores amigos por mensaje de voz o
incluso un grito en Instagram. Sin equivocarme: Me gusta mucho mi
pú blico y mi comunidad y creo que es genial a quién puedes llegar y
conocer. Pero con las reuniones con pú blico, te sientes
completamente abrumado de principio a fin, apenas puedes seguir
el ritmo y secretamente desearías poder satisfacer todas las
necesidades de los participantes a la vez con un simple hechizo. Mi
mayor deseo ahora, sin embargo, era que saliéramos de la situació n
de una pieza, al igual que todos los que venían en la horda detrá s de
nosotros.
"¡Esto es mega peligroso!", grité a Luki y Fitti.
"No es culpa nuestra, de repente corrieron hacia nosotros", me gritó
Fitti. Doblamos una esquina y poco a poco conseguimos
distanciarnos de los espectadores.
"¡Si aquí se destroza algo, será culpa nuestra!", volvió a gritar Moritz
a la multitud, sin contribuir precisamente a calmar la situació n.
Conseguí divisar a cierta distancia una elegante tienda de caballero,
hacia la que ahora corría resueltamente, seguido de cerca por mis
amigos. A estas alturas, la multitud estaba a una buena distancia de
nosotros, por lo que podíamos entrar en la tienda sin ser vistos. Pero
no parecía haber pasado tan desapercibido después de todo, porque
los primeros curiosos empezaron a gritar el nombre de la tienda en
la que está bamos.
"Por aquí", dijo Luki, dirigiéndose directamente a uno de los
vestuarios. Só lo quedaba uno.
"Ahora no vamos a entrar todos juntos, ¿verdad?". Moritz nos miró ,
nosotros le miramos. Y de repente está bamos todos en el mismo
vestuario y cerramos las cortinas detrá s de nosotros. ¡Seguridad!
Ahora nos dimos cuenta de que una chica preguntaba por nosotros a
un dependiente de la tienda. Por supuesto, la pobre mujer estaba
completamente abrumada, así que en vez de eso le recomendó a la
niñ a un caro traje de hombre, que era lo ú ltimo que necesitaba en
esta situació n.
"¿Qué demonios estaba pasando allí?", empecé de nuevo, porque por
mi vida no podía imaginar có mo se había producido el escenario que
acababa de describir.
"Bueno...", empezó Fitti, aú n completamente sin aliento. Estaba
seguro de haber notado un arañ azo en la nuca causado por unas
largas uñ as.
"Íbamos a reunirnos con el pú blico en el primer piso, como
habíamos acordado. Vosotros aú n no estabais allí, así que ya hemos
empezado".
"Sí, porque Jonas se olvidó de recogerme", Moritz se sentó a
horcajadas sobre mí. Puse los ojos en blanco, pero era plenamente
consciente de mi culpabilidad.
Fitti continuó : "De todos modos, cada vez había má s y má s y en
algú n momento nos empujaron hacia atrá s, no teníamos forma de
apartarnos."
"Había allí 3000 personas seguras", añ adió Luki. Me pregunté si yo
estaba má s equivocado con mi estimació n de 500 personas o él con
3000.
"¿Y ahora qué hacemos?", preguntó Moritz.
En ese momento, las cortinas del vestuario se abrieron de par en
par. Ya contaba firmemente con el chico del chocolate cuando un
joven empleado se presentó ante nuestros ojos. Tenía una cara
bonita cubierta de pecas y una figura respetable, llevaba una falda
demasiado ajustada y, obviamente, no llevaba sujetador. Estaba
seguro de que Fitti, Luki, Moritz y yo está bamos pensando lo mismo
en ese momento.
"Disculpen, caballeros, pero ¿qué está pasando aquí?".
Nos miramos horrorizados. Fitti empezó a tartamudear y temí que
dijera algo parecido a "sujetador", así que intervine: "Nos estamos
probando trajes".
"Pero no llevas ningú n traje contigo", respondió ella, en lo que, por
supuesto, tenía toda la razó n. Me molestó mi estú pida respuesta.
Ahora podría liarla pidiéndole después su nú mero.
"Primero nos mediremos las tallas", respondió Moritz de forma
convincente, empezando a quitarle el top a Fitti de forma
demostrativa.
Apuesto a que Fitti habría querido resistirse, pero la situació n no se
lo permitió .
"¿Está s midiendo sus tallas? ¿Aquí dentro? ¿Cuatro?"
Asentimos robó ticamente, con Fitti ya entre nosotros, en topless y
aturdida.
La mujer nos miró con escepticismo durante un momento, pero
luego volvió a correr las cortinas, probablemente má s por vergü enza
o quizá incluso por miedo a nosotros, los psicó patas.
"¡No vuelvas a desnudarme!", siseó Fitti.
Luki, Moritz y yo nos echamos a reír.
"Chicos, ¿qué os parece una nueva reunió n de fans un poco má s
grande la semana que viene?". Luki se felicitó por la estú pida
pregunta.
"Seguro que conseguimos un anuncio gordo", respondió Moritz un
poco abatido. Fitti negó con la cabeza.
"Tonterías, ni siquiera saben quiénes somos". En ese momento
oímos fuertes gritos desde fuera: "¡FI-TTI, MO-RITZ, JO-NAS, LU-KI!".
Estupefactos, nos miramos, conscientes de que probablemente
tendríamos que aguantar aquí unas horas má s.
"Empezaré a medir vuestras tallas". Con eso, me dejé caer al suelo y
me acomodé entre perchas y una solitaria corbata que se había
dejado.
tres
Berlín
19 de septiembre
Me relajé en mi tumbona mientras bebía un refrescante zumo de
naranja. El sol brillaba intensamente sobre mi vientre demasiado
pá lido, que se embadurnó preventivamente con una gruesa capa de
protector solar.
Rebusqué impacientemente los auriculares en el bolsillo cuando mi
mó vil me indicó con una rítmica vibració n que había recibido un
correo electró nico. Supuse lo peor.
Tras el terrorífico desastre del "Meet & Greet" de la semana pasada,
que por suerte no dejó heridos pero sí medio centro comercial
destrozado, temía cualquier nuevo correo electró nico entrante con
el desagradable asunto "liquidació n de siniestro", así que la
vibració n que sentí en ese momento me puso la piel de gallina.
Sin embargo, cuando abrí mi aplicació n de correo electró nico, me
tranquilicé por el momento. Ningú n correo electró nico del Equipo
de Seguridad de Berlín, sino directamente de YouTube.
Eso no ocurría a menudo.
Normalmente, só lo recibías mensajes de YouTube cuando había
ocurrido algo especialmente grande o malo.
Por ejemplo, cuando superé la marca del milló n de suscriptores,
YouTube se puso en contacto conmigo. Cuando accidentalmente
puse una canció n protegida por derechos de autor en mis vídeos y
recibí un aviso al respecto, YouTube también se puso en contacto
conmigo.
Así que estaba preparada para cualquier cosa, lo principal era la
indemnizació n por siniestros en tiendas Hollister destrozadas.
Emocionada, intenté concentrarme en el contenido del mensaje.
Estimado JONAS,
muchas gracias por ser un creador de vídeos web durante tantos
añ os y por enriquecer la plataforma con tu contenido creativo.
Tuve que sonreír porque se notaba claramente lo generalmente
vá lido y aplicable a todo el mundo que estaba formulado este correo
electró nico. No se podría hablar realmente de un enriquecimiento
de la plataforma a través de mis vídeos. En su mayor parte, producía
vídeos de entretenimiento aburridos que no estaban diseñ ados para
profundizar en el contenido. Ademá s, siempre fui secretamente
consciente de que podría utilizar mi alcance alto de forma má s
innata, al menos algunos días. Por ejemplo, quizá algú n día escriba
un libro, preferiblemente uno con una buena causa detrá s. No
obstante, absorbí los elogios como una esponja reseca.
Como agradecimiento, a tu equipo de YouTube le gustaría ahora
devolverte algo.
Mientras hojeaba esta línea, ya estaba pensando en qué material
podría consistir esta vez el Botó n de reproducció n, que
normalmente só lo recibías cuando alcanzabas un determinado hito
de suscriptor.
¡Te invitamos cordialmente al YouTuber Creator Camp de este añ o
en Suecia! Tres días de talleres y seminarios gratuitos, intercambio
con auténticos profesionales, mucha diversió n y pasió n, así como
fiestas inolvidables por la noche.
Y lo mejor de todo, ¡empieza en só lo una semana! ¡Un autobú s
lanzadera te recogerá y te llevará directamente al campamento!
Vaya, ahora sí que estaba impresionado. Por supuesto que habría
sitio para má s botones de juego en mi pared, pero esta invitació n
sonaba realmente atractiva.
¿Un Campamento de Creadores só lo para YouTubers? Suena como la
versió n emocionante de un viaje de estudios, en el que só lo
participaban los compañ eros que compartían tus intereses.
Hojeé las ú ltimas líneas del correo electró nico. Aparte de la petició n
de una pronta respuesta y de la informació n de que se trataba de un
correo electró nico generado automá ticamente, también había una
lista reveladora de participantes.
Para mi gran alegría, tanto Fitti como Moritz y Luki estaban
invitados, de modo que por un momento pensé que podría tratarse
de un e-mail encubierto de los operadores del centro comercial que
querían tomarnos el pelo.
Sin embargo, descarté rá pidamente este pensamiento cuando leí los
otros YouTubers de la lista.
Una sensació n incó moda me invadió . La mayoría de estas personas
no me caían bien, en parte porque estaba segura de que yo no les
caía bien. Y saber que ahora tendría que pasar unos días con ellos en
un mismo lugar no me gustó nada.
No juzgues demasiado rá pido, me dije. ¡Eso siempre es un error!
Dije que sí, tomé otro gran sorbo de zumo de naranja y estaba a
punto de volver a centrar mi atenció n en el sol cuando mi mó vil
volvió a vibrar al ritmo familiar de los correos electró nicos.
Asustada, miré la pantalla, só lo para leer inmediatamente después el
temido asunto "Liquidació n de siniestros".
Afortunadamente, podría pasar los siguientes días inmersa en
Suecia hasta que se calmara la polvareda.
quatro
Berlín
26 de septiembre
Ya crecían hierba y maleza entre los adoquines del antiguo
aparcamiento de la fá brica, tan descuidado y poco visitado estaba.
Moritz y yo llevá bamos un buen rato esperando el prometido
autobú s lanzadera, que debía llegar al Campamento Sueco de
Creadores en menos de diez horas. No nos dijeron el destino exacto,
pero sí que tendríamos cada uno nuestra propia suite con una cama
king-size.
Impaciente, Moritz se paseaba de un lado a otro, volviéndome loco.
"¡Podéis dejar de hacer eso, por favor!"
Me miró irritado, se detuvo un momento y luego, provocativamente,
empezó a pasearse arriba y abajo de forma aú n má s nerviosa. Justo
cuando iba a ponerle la zancadilla, oímos ruidos de motor.
Para mi regocijo, el autobú s de enlace que dobló la esquina unos
segundos después podría haber sido sacado de una película clá sica
de adolescentes yanquis, tenía un aspecto tan amarillo y clá sico.
"No sabía que hubiera autobuses así en Alemania", se maravilló
Moritz, impresionado. Asentí con la cabeza.
El autobú s se detuvo con un chirrido malsano justo delante de
nosotros y las puertas delanteras se abrieron estrepitosamente. El
hombre al volante tenía unos cuarenta añ os y no parecía el clá sico
conductor de autobú s. No llevaba camisa ni corbata, sino un chaleco
manchado. Unos pantalones cortos cubrían su cuerpo velludo y su
rostro estaba adornado con un bigote. Con tono agresivo, nos pidió
que subiéramos al autobú s: "¿Será pronto o ya está is arraigados?".
No dejamos que volviera a preguntarnos y entramos en el autobú s,
demasiado fresco y con aire acondicionado. Se programó un
resfriado.
De un vistazo, deduje que el autobú s seguía bastante vacío.
Obviamente, recogeríamos al resto de la gente en las pró ximas
horas, o habría varias lanzaderas a Suecia.
En la ú ltima fila, Fitti ya nos saludaba alegremente, recordá ndome a
un perrito deseando que su amo volviera por fin a casa.
En la fila de delante se sentaba un YouTuber llamado Luca, también
conocido como "Concrafter" en YouTube. Estaba escuchando mú sica
y parecía poco impresionado por el frío reinante, pues só lo llevaba
una camiseta blanca y unos vaqueros rotos a la moda. Movía la
cabeza al ritmo de la mú sica y no parecía haberse dado cuenta de
que habíamos entrado en el autobú s. No nos conocíamos
personalmente. Pero como hacía sobre todo entretenimiento y
comedia en YouTube, igual que yo, me cayó bien enseguida.
En la fila de enfrente se sentaba Julia Beautx -al menos así se me
había presentado en nuestro primer encuentro-, que también hacía
vídeos de entretenimiento. La conocía desde hacía tiempo e incluso
había rodado con ella de vez en cuando. A ella, en cambio, parecía
afectarle mucho má s el frío, porque iba acurrucada en un cá lido
jersey rojo desde el que era difícil distinguir su saludo.
Le devolví el saludo y me dirigí con Moritz hacia la fila de cuatro que
Fitti nos tendía.
"¿Dó nde está Luki?", pregunté a Fitti con interés, suponiendo que
llegaría con él.
"No va a venir. ¿No te lo ha dicho?" Irritada, miré a Fitti y sacudí la
cabeza hoscamente.
"Luki enfermó . Totalmente pésimo". Fitti se encogió de hombros.
Saqué el mó vil y volví a mirar el historial de Whatsapp con Luki.
Para mi sorpresa, no pude leer nada sobre una enfermedad. El
autobú s se puso en marcha con un fuerte zumbido.
La siguiente parada fue unas tres horas má s tarde, en un
aparcamiento mucho má s limpio. Berlín podría aprender algo de
ello.
Como estaba sentada en medio de la fila de cuatro, no podía ver
quién estaba de pie fuera del autobú s. Pero, evidentemente, también
necesitaron un segundo intento hasta que se tragaron la profesió n
del conductor del autobú s y accedieron a su petició n de entrar en él.
Llegaron Marcel Scopion y Sonny Loops, una pareja de YouTuber
con la que definitivamente no tenía una buena relació n,
principalmente debido al hecho de que hacíamos contenidos tan
idénticos que siempre se afirmaba que nos copiá bamos ideas y nos
robá bamos contenidos mutuamente. No es que nunca surgiera
directamente entre nosotros, nunca habíamos intercambiado
palabras, pero había un malestar negativo en el aire cuando
nuestras miradas se cruzaron. No me gustaban y yo no les gustaba a
ellos. Así tenía que ser.
Los dos tomaron asiento en la primera fila del autobú s, sin duda por
comodidad.
Les siguieron dos YouTubers llamados Nico, que se hacía llamar
"Inscope21" en YouTube, y Julian, má s conocido como "Jarow". No
había tenido nada que ver con ninguno de los dos antes, así que me
resultaba difícil formarme una opinió n sobre ellos. Producían vídeos
en parte satíricos, así que, por supuesto, he sido víctima de ellos
alguna que otra vez. Pero en su mayor parte me gustó lo que
hicieron.
Nico era un chico ancho, de pelo corto y ojos brillantes, enamorado
de una chica por excelencia. Tenía unos brazos tan fuertes que
estaba segura de que podría levantarnos a Luki y a mí con el dedo
meñ ique.
Juliá n no era tan musculoso. Llevaba una camiseta negra lisa y unos
vaqueros azules cortos. El pobre seguiría pasando mucho frío,
pensé.
Como só lo íbamos a viajar tres días, llevaba una mochila
considerablemente grande, que metió en uno de los compartimentos
situados encima de los asientos.
Ambos tomaron asiento en medio del autobú s para que Ralf -como
se nos había presentado el conductor del autobú s en un anuncio-
pudiera arrancar de nuevo el autobú s y seguir por fin su camino.
Durante el viaje, sentí que los ojos me pesaban poco a poco. Aquella
mañ ana había tenido que levantarme temprano de la cama porque
nos tenían que recoger a las seis. Nadie nos había dicho antes que
Ralf también conducía a lo que parecía una velocidad de paseo por la
autopista y que, por tanto, llegaría considerablemente tarde.
Así que cerré los ojos un momento y cuando volví a abrirlos, unos
segundos después, miré unos ojos familiares. Por un momento
pensé que estaba soñ ando, porque Luki se había acomodado en el
asiento de al lado. Pero cuando el burló n Fitti me golpeó en los
hombros, me di cuenta de que só lo se estaba burlando de mí.
Menudo có mico.
"Si ahora hubiera estado realmente enfermo, no te estarías riendo
así", volví a decir, contenta de que Luki estuviera allí después de
todo.
"¡A Schwerin!", nos animó Luki, aunque yo no estaba segura de si la
siguiente parada sería realmente Schwerin o si la confundía con
Suecia.
Mientras tanto, má s YouTubers habían subido al autobú s. Unas filas
delante de nosotros, la secció n de belleza de YouTube había
ocupado sus asientos. Liderados por Alicia, la mayor bloguera de
moda de Alemania, junto a Lisa-Marie Schiffner y Denise, a las que
só lo conocía fugazmente por Instagram.
Alicia, en cambio, estaba en boca de todos y pertenecía a ese tipo de
personas con las que o eras amigo o enemigo, apenas había espacio
intermedio.
No quería ni pensar en cuá ntas personas con las que no tenía una
buena conexió n estaban ahora sentadas aquí en el autobú s, pero me
sorprendió descubrir que había alguien má s que me caía aú n peor.
Miré a la veinteañ era, que me devolvía la mirada con el ceñ o
fruncido.
Larc era bloguero de opinió n y crítico. Su forma de criticar era de
todo menos constructiva. Prefería utilizar todo tipo de palabrotas en
sus vídeos y dirigía sus comentarios llenos de odio sobre todo a
YouTubers que tenían muchos seguidores. De este modo, él mismo
llegó a tener muchos abonados con el tiempo.
También había traído a sus dos sú bditos, oficialmente só lo amigos,
por supuesto. No conocía sus nombres.
"¿Cuá nto tiempo he estado durmiendo en realidad?", pregunté en la
ronda, pero no encontré muchos oyentes, ya que todos, excepto
Luki, estaban escuchando mú sica.
"Subí hace una hora y para entonces estabas profundamente
dormida".
Me froté los ojos, intentando no parecer un gatito cansado que se
pasa las patitas por la cara. En ese momento me di cuenta de que el
cansancio probablemente había sido causado por las pastillas para
el viaje que había tomado esa mañ ana.
Cuando el autobú s se detuvo bruscamente, jugué brevemente con la
idea de echar unas cuantas en la bebida de Larc. Evidentemente,
habíamos llegado a un á rea de descanso.
cinco
Área de descanso de Marienwerder
26 de septiembre
Me detuve, jadeante, después de trotar tres vueltas alrededor del
desolado á rea de descanso. Pasaría las cinco horas siguientes
rodeada de Luki y Fitti en un asiento incó modo de un autobú s
traqueteante. Cualquier oportunidad de hacer ejercicio era un
cambio bienvenido.
Miré un poco a mi alrededor. Ralf estaba a punto de encender su
quinto cigarrillo, pero le costó mucho debido al viento.
A lo lejos pude distinguir a Larc con sus dos amigos, que
evidentemente estaban discutiendo acaloradamente con Nico y
Julian, pero no pude entender de qué discutían. Aunque me habría
interesado el contenido, también me habría sentido muy inmadura
si me hubiera quedado allí parada.
Justo cuando estaba considerando si debía orinar contra un á rbol o
en uno de esos urinarios asquerosamente malolientes de los
lavabos, oí otra discusió n.
Seguí las voces alrededor del autobú s y presencié una pelea
estereotipada, el tipo de pelea de la que só lo se oye hablar en la
escuela. ¿Estaba alguien a punto de llegar a las manos?
"¡Puedes besarme el culo, monstruo!" Alicia parecía fuera de sí.
Estaba segura de que bajo la extensa capa de maquillaje se estaba
poniendo roja como un tomate.
"Y repito que no fue intencionado", tartamudeó Fitti, visiblemente
intimidado.
"Bueno, claro, tú entra en el bañ o de las chicas y haz fotos", continuó
Denise, de pie justo detrá s de Alicia, con Lisa defendiéndola.
Poco a poco me fue surgiendo una imagen, pero no encajaba en
absoluto con Fitti. Moritz, que también estaba de pie en medio de la
conmoció n, se unió : "¿Qué queréis en realidad? Pensó que eran los
caballeros, y se acabó ".
Las chicas jadearon, fuera de sí como una bandada de gallinas
enfurecidas.
"Sois todos iguales, está is completamente mal de la cabeza". Alicia
no quería parar en absoluto: "¡Si no borras esa foto ahora mismo, te
denunciaré!"
Para mi gran pena, Fitti ni siquiera llegó a responder, estaba tan
asustado, mientras Alicia se hacía cada vez má s grande delante de él.
Mi momento de intervenir: "¿Podéis callaros todos?".
Ahora todo el mundo me miraba. Por un momento deseé no haber
dicho nada.
"¿Qué quieres ahora, rubita? Será mejor que te vayas a jugar a la
carretera -me siseó Alicia. No supe có mo reaccionar sabiamente
ante aquella frase y ahora yo misma me estaba sonrojando, lo cual
no mejoraba la situació n para mí.
Justo cuando Alicia estaba a punto de dar un paso má s, alguien habló
detrá s de mí: "Para alguien que estafa suciamente a sus
espectadores todos los meses con un sorteo, tienes una boca muy
grande".
Marcel había entrado en la ronda. Alicia levantó la vista,
sobresaltada, antes de que Marcel añ adiera:
"¿Por qué no dejas en paz a la gente que no ha hecho nada?" No
sabía si su frase se refería a su pú blico o a nosotras, pero en
cualquier caso surtió efecto y Alicia se volvió con un movimiento
arrogante y caminó hacia el autobú s, Lisa y Denise la siguieron a
toda prisa.
"Menuda gilipollez", dijo Moritz, dá ndose golpecitos burlones en la
cabeza.
"¿De verdad hiciste fotos en el bañ o de chicas?", le pregunté a Fitti
con una sonrisa. Ahora ya no me sonrojaba.
"No, te lo juro, só lo estaba escribiendo un mensaje en mi teléfono
cuando fui al bañ o. No había visto que éste era el bañ o de las
chicas...". Fitti aú n parecía un poco fuera de sí.
"Realmente lo era", intervino ahora Sonny, la novia de Marcel, "yo
misma lo vi. Alicia está completamente limitada".
Un gesto de aprobació n recorrió el grupo. Al mismo tiempo, era
evidente que Ralf se había fumado su paquete de cigarrillos, porque
ahora volvió a convocarlos a todos para continuar el viaje.
Mientras los demá s subían, yo me dirigí al prado con los bancos
donde acababa de hacer mis ejercicios deportivos. Le había
prometido a Luki que le recogería allí cuando continuá ramos
nuestro viaje, pues estaba hablando por teléfono con auriculares y
ya no podía oír nada del mundo exterior.
"Hermano, ahora nos vamos otra vez".
Luki dejó claro con un gesto que necesitaba otro momento. Me senté
a su lado en el banco y observé el á rea de descanso.
Me fascinó este lugar. Siempre fue só lo un medio para que la gente
se tomara un descanso, tal vez durmiendo, haciendo sus necesidades
o simplemente queriendo respirar aire fresco un momento. Este
lugar siempre fue só lo una parada, nunca el destino.
Me preguntaba si yo misma tenía algú n objetivo fijo o si todo aquello
no era má s que una parada o un breve momento para perseguir una
meta imaginaria que, de todos modos, nunca se alcanzaría.
E incluso si uno se propusiera un objetivo, trabajara duro para
conseguirlo y finalmente lo lograra, incluso entonces só lo sería
temporal, só lo satisfactorio y satisfactorio durante un breve tiempo,
un pequeñ o momento, antes de que después nuevos objetivos y
sueñ os volvieran a proyectarse en nuestra mente. Probablemente
era el círculo de la vida.
Impresionados por mis pensamientos, Nico y Juliá n se me acercaron
de repente.
"Qué puto gilipollas, ¿quién se cree que es?". Nico estaba fuera de sí.
"Por culpa de gente como Larc, YouTube Alemania se está yendo al
garete, sinceramente", añ adió Julian.
Eso fue todo lo que pude entender mientras pasaban junto a
nosotros a paso ligero.
Eso también me hizo preguntarme. ¿Có mo había surgido tanto odio
y hostilidad? Que só lo salieran a la luz los malos acontecimientos,
que todo el mundo se hundiera en vez de ayudarse. Quizá eso es lo
que quería el pú blico. O tal vez la iniciativa partió de YouTubers
individuales, por lo que podrías culparles a ellos. O tal vez fuera una
combinació n de ambas cosas que só lo podría superarse si todos
colaboraban.
"¡Vamos!" Luki me sacó de mis pensamientos y empezó a caminar,
yo le seguí.
Una vez en el autobú s, volví a sentir un frío incó modo. Esta vez, sin
embargo, no fue por la temperatura -Ralf ya había apagado el aire
acondicionado-, sino porque el á nimo se había descompuesto. Nadie
dijo ni una palabra má s, la mayoría ya tenía los auriculares en los
oídos.
Só lo se retiraron cuando Ralf -mientras conducía y casi chocaba con
otro autobú s- hizo otro anuncio:
"Queridos jutubares, tengo excelentes noticias. Me acaban de
informar de que hay WiFi gratuito en el autobú s: só lo tienes que
descargarte una aplicació n".
¡Así es como se crea ambiente! Sobre todo en un autobú s lleno de
gurú s de las redes sociales.
Pasaron unos segundos y los dieciséis pasajeros ya habían
descargado en sus teléfonos mó viles la aplicació n recomendada por
Ralf. No teníamos un internet muy rá pido, pero al menos era estable.
¡Las cosas iban mejor!
seis
Tierras salvajes suecas
26 de septiembre
El autobú s llevaba ya un buen rato subiendo. Para oír algo del
exterior y no tener que mirar al lú gubre pasillo, había intercambiado
el asiento con Fitti, que ahora se había quedado dormido.
Á rboles de todos los tamañ os y tonos de verde pasaban a toda
velocidad junto a nosotros, desenfocados. Algunos rayos de sol
atravesaron el denso follaje y brillaron como relá mpagos a través de
los cristales tintados del autobú s.
Nadie se había cruzado con nosotros en má s de una hora, sin duda
debido a que ya no está bamos en una carretera asfaltada, sino en un
camino forestal lleno de baches que parecía conducir al infinito. No
podía calibrarlo, pero supuse que había miles de kiló metros
cuadrados de bosque a nuestro alrededor. Dondequiera que
estuviera el Campamento del Creador, ¡tenía que ser un lugar bonito
con mucha naturaleza alrededor! Segú n el horario, deberíamos
llegar dentro de una hora.
Consulté el reloj una vez má s y miré alrededor del autobú s. Fitti
dormía con la boca abierta y había apoyado la cabeza en el hombro
de Luki, que también tenía los ojos cerrados.
Moritz estaba absorto en un juego de mó vil e inconscientemente
sacó la lengua.
Luca estaba sentado frente a nosotros, todavía escuchando mú sica y
tomando notas. Tal vez estaba trabajando en un nuevo concepto de
vídeo, tal vez estaba jugando al Sudoku, o tal vez estaba esbozando
la pintura de un hermoso paisaje.
Julia también estaba dormida, ahora utilizaba su grueso jersey como
manta y se había metido casi completamente debajo de él.
Má s al centro estaba sentado Larc, con la mirada perdida, o quizá
dormido, no sabría decirlo. Pude ver mejor a sus dos amigos,
estaban hablando de chicas de algú n tipo, haciendo un uso tó pico de
todas las palabras misó ginas que salían de su vocabulario.
Alicia se hacía selfies mientras sus amigas Lisa y Denise dormían.
Denise estaba sentada justo al final del pasillo, así que tenía una
buena vista de ella. Sin pestañ ear, admitiría inmediatamente que era
absolutamente mi tipo. Tenía el pelo rubio y abundante y un rostro
estrecho y muy apuesto, con una bonita nariz. Sus pecas apenas se
veían a través del maquillaje, pero yo las notaba, incluso deseaba
que se maquillara menos para que sus pecas se vieran má s
claramente. Aunque estaba dormida, para mi disgusto parecía de
algú n modo intocable, casi inalcanzable.
Frente a ella estaban sentados Nico y Julian. Obviamente, Nico se
había dado cuenta de que le había echado el ojo a Denise, porque
hizo un gesto burló n que significaba algo así como: "Buena suerte
con ella".
Le asentí torpemente con la cabeza. Juliá n, a su lado, parecía haberse
dormido también.
Justo detrá s de Ralf, que se agarraba tenso al volante del autobú s,
só lo estaban sentados Sonny y Marcel. Cuando mi mirada se desvió
hacia Marcel, él también me miró . Me saludó y yo traté de devolverle
el saludo con la mayor frialdad posible. Sin embargo, enseguida me
di cuenta de que el signo de la paz que formé con los dedos índice y
corazó n de la mano izquierda no me había quedado tan chulo como
me había imaginado.
Sin embargo, ya tenía una impresió n de Marcel mucho mejor de lo
que temía de antemano. Había defendido a Fitti en el á rea de
descanso, eso estuvo bien.
Es emocionante ver có mo pequeñ os gestos, palabras o actos pueden
dar a una persona una imagen completamente distinta.
Volví a sumirme en mis pensamientos y miré por la ventana. A estas
alturas ya só lo íbamos recto y el camino de tierra estaba cada vez en
peores condiciones; para ser sincero, ni siquiera estaba seguro de si
seguíamos por el buen camino, tanto traqueteaba el autobú s sobre
la desastrosa superficie. Las nubes se habían espesado y el sol ya no
podía encontrar un lugar a través de ellas.
Justo cuando pensaba volver a cerrar los ojos durante unos minutos,
el autobú s se detuvo de repente. Se apagó el motor. Ralf sacó
silenciosamente la llave del contacto y abrió las puertas delanteras,
cogió una mochila que presumiblemente le pertenecía y, sin mediar
palabra, salió del autobú s con pasos pesados, sin volverse de nuevo.
"¿Otra vez es la hora del descanso?", preguntó Luki somnoliento,
sacudiéndose a Fitti de encima. Me encogí de hombros
ignorantemente.
¿Me preguntaba si se trataba otra vez de una especie de á rea de
descanso en medio del bosque? Si Ralf só lo necesitaba estirar las
piernas, ¿por qué no dijo nada?
"¿Ya hemos llegado?", preguntó Larc, que evidentemente no acababa
de entender lo que estaba pasando. Burlonamente, salió del autobú s.
Ahora los amigos de Larc también se levantaron y trotaron tras él.
Podía verlos caminar irritados alrededor del autobú s, buscando
cualquier cosa que pudiera acercarse al campamento de los
Creadores. Sin embargo, aparte de á rboles, arbustos, hojas y ramas,
no se veía nada a lo lejos. Ya no había ni rastro de Ralf.
"Probablemente haya ido a mear", tranquilicé a Luki. Mientras tanto,
Moritz también había guardado el mó vil y miraba por la ventanilla:
"Nunca se necesita tanto tiempo para eso".
Pensé en voz alta: "A lo mejor tiene que ir má s grande, eso explicaría
por qué se ha llevado la mochila". Pero eso mismo no me parecía
plausible, después de todo, deberíamos haber llegado al
Campamento del Creador en los pró ximos minutos.
"Chicos, ¿sabéis realmente adó nde se supone que íbamos
exactamente? No me dieron ninguna informació n al respecto". Luca,
de la fila de delante, se había vuelto hacia nosotros.
Respondimos negativamente.
"Ni siquiera encontré fotos del Campamento Creador en Internet",
añ adió ahora Julia, "de todas formas me pareció mega extrañ o".
"No debes asustarte ahora, seguirá en un minuto". Con estas
palabras me eché hacia atrá s mientras me daba cuenta de que, a
estas alturas, todo el autobú s había comprendido la situació n:
está bamos en medio del desierto de Suecia y nadie podía decir
dó nde exactamente. Ni siquiera sabíamos la direcció n de nuestro
destino. Pero lo peor era que el conductor del autobú s se había
bajado y había desaparecido. Nadie sabía si volvería.
siete
Tierras salvajes suecas
26 de septiembre
Habían pasado unos minutos agotadores y, poco a poco, el autobú s
se iba poniendo inquieto. Larc y sus chicos también habían
regresado ya. El hecho de que Ralf hubiera bajado del autobú s sin
decir palabra y desaparecido en las profundidades del bosque tenía
una importancia secundaria. Sin embargo, un verdadero problema
era la falta de conexió n a Internet. En sentido estricto, toda la red
estaba muerta: ni Internet ni recepció n telefó nica. Y sin una llave
para volver a encender el motor, el router del autobú s no podía
funcionar y emitir su propio WiFi. ¡Está bamos completamente
aislados de cualquier civilizació n!
"En realidad tengo una tarifa plana internacional", explicó Lisa,
sacando el teléfono por la ventanilla para captar un ú ltimo resquicio
de recepció n en alguna parte.
"Estamos en medio de la nada, no te servirá de nada", replicó Moritz.
Siguió intentá ndolo hasta que se le cansó demasiado el brazo y
finalmente lo volvió a meter.
Escuché a Larc hablar con sus chicos, que ya empezaban a masticar
sus provisiones de viaje.
"No podemos sentarnos aquí a hacer el tonto con estos tontos, mi
tiempo es demasiado valioso para eso". Larc era claramente el perro
alfa de su manada. Esperé los aplausos.
"Tienes razó n, Larc. ¿Qué sugieres?"
"Só lo seguimos el camino por el que vinimos. Cualquier otra cosa no
tiene sentido". Sus chicos asintieron con entusiasmo mientras se
ponía la mochila.
"Amigos, vamos a despegar", llamó provocativamente al grupo.
Aparte del gesto sarcá stico de Nico, no hubo respuesta. Al final, tres
completos idiotas má s o menos en nuestro autobú s tampoco es
dramá tico.
"¿Qué vamos a hacer ahora?", preguntó Fitti con cautela. pensé
bruscamente. Bá sicamente, había tres opciones realistas. Larc se
había decidido por la primera. Si no podías ir má s lejos,
simplemente tenías que volver por donde habías venido: en algú n
momento, inevitablemente, volverías a encontrarte con la
civilizació n. Sin embargo, el problema era que llevá bamos mucho
tiempo yendo en línea recta. Tal vez el equipo de Larc só lo
necesitara un día de camino si tenía suerte. Si tenían mala suerte,
podían pasar dos o tres días a la intemperie, a merced de la
naturaleza y sin protecció n. Nadie había traído tienda de campañ a ni
sacos de dormir; al fin y al cabo, todos habíamos supuesto que
mañ ana por la mañ ana nos despertaríamos en camas de
matrimonio.
La segunda opció n era la má s sencilla: no hacer nada y esperar
ayuda. En el autobú s, seguro que no te congelabas durante la noche
y estabas a salvo de cualquier cosa que pudiera cruzarse en tu
camino en la naturaleza; no quería pensar demasiado en eso en ese
momento.
El problema era que está bamos atrapados en medio de la nada.
Podrían pasar semanas antes de que alguien nos encontrara. Para
entonces hace tiempo que habríamos muerto de hambre o de sed.
El tercer método, y el que má s sentido tenía para mí, era buscar al
conductor de autobú s desaparecido. Aunque no quisiera seguir
conduciendo por alguna razó n inexplicable, al menos podría darnos
las llaves de contacto y llegaríamos a nuestro destino por nuestra
cuenta. Después de todo, Ralf tenía que estar en algú n lugar del
bosque si no había sido transportado por fuerzas alienígenas.
Convencido de este método, lo presenté al grupo. Luki, Fitti y
también Moritz estaban de acuerdo conmigo, así que recogimos lo
que necesitá bamos y nos pusimos en marcha.
"¿Adó nde vamos?", me preguntó Juliá n al salir.
"Buscamos a Ralf", contestó Moritz por mí, que me estaba poniendo
un jersey porque hacía bastante frío fuera. Só lo era por la tarde,
pero apenas penetraba la cá lida luz del sol a través de la densa capa
de nubes.
"Eso es una estupidez, ni siquiera sabes adó nde se ha escapado",
replicó ahora Alicia bruscamente por detrá s. ¿Por qué estaba así?
¿Por qué tenía que cabrear constantemente a todo el mundo?
Ignoramos a Alicia y salimos del autobú s. Justo cuando está bamos a
punto de irnos, Marcel nos llamó .
"¡Espera un momento!" Ahora él y Sonny también bajaron del
autobú s. "Te ayudaremos. El tipo corrió entre esos á rboles de ahí
delante -señ aló con los dedos entre dos coníferas torcidas-. Algunas
ramas se habían desprendido, lo que sugería que ambos lo habían
visto allí.
Sin decir nada má s, entramos en el bosque. Había un silencio
inquietante. Ni ruido de carretera, ni chirridos provocados por una
horda de ventiladores, ni siquiera murmullos. Só lo muchos arbustos,
á rboles de hoja caduca y coníferas y unas cuantas aves migratorias,
presumiblemente gansos salvajes, que se dirigían a nuevas costas.
Tenían la visió n general, podían verlo todo desde arriba y tenían la
garantía de saber dó nde estaban y adó nde iban. Es una locura lo
perdida que estaba la gente sin ayudas técnicas.
Al cabo de unos metros, llegamos a las primeras barricadas
impenetrables. Una espesura de plantas, cubiertas de largas espinas,
crecía a metros de altura sobre el suelo.
"Nunca andaba por aquí", observó Luki. Tuve que darle la razó n:
"Quizá se apagó antes en algú n sitio.
La perplejidad se reflejaba en nuestros rostros.
"¡RAAALF!", gritó ahora Moritz en voz alta.
"RAAAAAALF", Fitti hizo lo mismo, seguida de cerca por el
"RAAAAAAALF" de Sonny.
No hay respuesta. Ni siquiera voló un pá jaro. No hay reacciones.
"¡Amigo, no me lo puedo creer! Dó nde ha ido ese tío, aquí no hay
nada". Marcel miró en todas direcciones.
"Quizá tengamos que enfocar esto de un modo completamente
distinto", elaboró Sonny, "en primer lugar, deberíamos pensar qué
está pasando aquí. Quiero decir..." Detuvo sus pensamientos.
Entendía lo que quería decir, pero nada tenía sentido.
"¿Crees que Ralf sabía siquiera adó nde iba?" Una pregunta justa de
Fitti.
"Definitivamente llevaba consigo un documento que contenía una
ruta, lo vi". Sonny siguió pensando. "Creo que lo metió en la mochila
y se lo llevó ".
Ahora Luki volvió a intervenir: "Sí, pero ¿acaso creéis que hay un
campamento de Creadores por aquí?". "¡¿Hay siquiera un
Campamento del Creador?!" Sobresaltados, todos nos volvimos.
Detrá s de nosotros estaba Luca, que obviamente había oído la
conversació n.
"Quiero decir... afrontémoslo. Recibimos un correo electró nico,
estamos mega emocionados, acabamos de subirnos al autobú s de un
completo desconocido... cualquiera podría habernos enviado ese
correo electró nico. Ni siquiera sabemos adó nde vamos".
Aquellas palabras calaron hondo. De repente sentí ná useas en el
estó mago, todo empezó a girar a mi alrededor.
Afortunadamente, cuando pensaba en toda mi vida, nunca antes
había estado en una situació n en la que tuviera serias
preocupaciones sobre mí misma y mi vida. Pero esta vez parecía
diferente, esta vez había algo realmente peligroso en el aire...
ocho
En el bosque
26 de septiembre
Hay miles de mosquitos en el aire, ¡mira!".
Luki señ aló con el dedo índice extendido a un enjambre de insectos
que volaban arriba y abajo.
"¡Imagínate, te muerden todos a la vez!" Fitti tuvo que reírse y
estremecerse al mismo tiempo.
"No te preocupes, eso no ocurre. Só lo las hembras pican. Y los que
está n en los enjambres...", señ alé al grupo de mosquitos que
deambulaban por allí, "... son en su mayoría machos. Volando de un
lado a otro, quieren impresionar a posibles parejas". Luki y Fitti
escucharon atentamente mis palabras.
"Pero sobre todo significa que pronto habrá tormenta", terminé mi
lectura. Como la biología siempre había sido mi asignatura favorita,
le había prestado especial atenció n en la escuela.
Luki, Fitti y yo nos habíamos separado de los demá s. Mientras
Marcel, Sonny, Moritz y Luca habían pasado junto a los arbustos
puntiagudos de la derecha, Luki, Fitti y yo habíamos tomado el ala
izquierda. En una película de terror, separarse sería una sentencia
de muerte, pero en nuestro caso seguía pareciendo sensato.
Seguimos un sendero de caza durante unos metros, donde había
huellas claras en el suelo, y finalmente llegamos a una pequeñ a
charca fangosa. Aquí, la flora y la fauna eran mucho má s
pronunciadas; podíamos oír claramente el zumbido de varios
insectos en una amplia variedad de tonos, ahogado só lo por el
graznido desigual de un sapo, que no podíamos ver pero
sospechá bamos que estaba entre los densos juncos.
En el agua turbia, podíamos distinguir pequeñ as y grandes siluetas
de peces que nadaban contentos frente a nosotros. Pertenecían a
este lugar, aquí estaban en casa. No pertenecíamos a este lugar y,
desde luego, no está bamos en casa.
"¡RAAALF!", gritó Luki desmotivado. Se lo pensó un momento.
"Seamos realistas. Si quisiera volver, probablemente ya lo habría
hecho".
Fitti coincidió con él sombríamente: "Llamarle aquí ahora no servirá
de nada. Sinceramente, ni siquiera quiero volver a encontrarme con
él, de alguna manera me da miedo".
Yo también me sentí un poco mareada.
Si no era una coincidencia que hubiéramos acabado aquí y Ralf nos
había conducido a propó sito, entonces tenía que haber una razó n.
Pero si ahora intentá ramos huir de aquí, podría interferir en sus
planes. Y quién sabe de lo que sería capaz entonces. Pensar en ello
me produjo un escalofrío.
"Definitivamente, deberíamos volver con los demá s", sugerí,
encontrá ndome totalmente de acuerdo.
"Entonces vayamos por aquí, seguro que es má s corto". Fitti dio un
paso adelante, pero Luki se detuvo bruscamente.
"Eso no tiene sentido, venimos de allí". Luki señ aló en la direcció n
opuesta. Pensé bruscamente de dó nde habíamos venido
exactamente, pero ya había perdido mi propia orientació n a causa
de los á rboles. Para colmo de males, ya se habían formado a nuestro
alrededor tres grandes enjambres de mosquitos completamente
iguales.
"Mierda, en realidad no estoy tan seguro", admitió ahora Luki. Fitti
siguió insistiendo en su atajo, y aunque yo no estaba segura de si lo
hacía porque no quería admitir que él tampoco tenía un plan, o
porque realmente lo sabía, le seguimos incondicionalmente. Tras
varios minutos caminando, nos dimos cuenta de que está bamos
completamente perdidos. ¡El autobú s debería habernos adelantado
hace tiempo!
Ya empezaba a amanecer y se acumulaba una niebla impenetrable.
Hacía tiempo que había perdido la cuenta del nú mero de mosquitos
aplastados en mi cuerpo cuando de repente nos percatamos de unos
pasos.
Eran pasos sordos y lentos, pero sin duda los de un ser humano, un
ser humano particularmente grande.
"¿Oyes eso?", susurré con cautela. Podría haberme ahorrado la
pregunta, pues el rostro de Fitti ya estaba blanco como la tiza.
"¿Crees que es Ralf?", me preguntó Luki, que aú n parecía bastante
sereno. Noté có mo empezaban a temblarme las rodillas. La niebla
era cada vez má s densa y dificultaba cada vez má s la visió n.
"No tengo ni idea, pero deberíamos averiguarlo". Ya me estaba
arrepintiendo de lo que acababa de pronunciar, pues ahora se
esperaba que siguiera adelante.
Reuní todo mi valor y avancé lentamente, directo hacia la fuente del
sonido. Fitti y Luki me siguieron en todo momento. Nos acercamos
cada vez má s a los sonidos. Mi corazó n empezó a latir con fuerza.
"¿Ya ves algo?", me sobresaltó Fitti por detrá s.
"¡NO!", le siseé.
Justo cuando estaba a punto de avanzar sigilosamente, de repente se
hizo un silencio sepulcral. No se oía nada má s, ni pisadas, ni sapo, ni
insectos. El bosque estaba mudo.
Contuve la respiració n, me quedé muy quieta. Pasaron unos
segundos.
De repente, de la nada, se oyó un estruendo ensordecedor, justo
delante de nosotros. Mis oídos empezaron a chirriar y me tiré al
suelo sobresaltada. A mi alrededor se hizo la oscuridad, puse los
brazos delante de la cabeza en posició n de protecció n. La adrenalina
me recorrió el cuerpo, pero me quedé inmó vil.
"¡Jonas!" Luki me sacudió . "¡Levá ntate, tío, tenemos que salir de
aquí!" Me aparté las manos de la cara. Delante de mí estaban Luki y
Fitti, ambos con los ojos muy abiertos. ¡Pero está bamos vivos!
¡Está bamos vivos!
"¿Qué ha sido eso?", pregunté, sobresaltada.
"Eso era un rifle, una pistola o algo así", tartamudeó Fitti al revés.
Volvimos corriendo en la direcció n de la que habíamos venido, sin
saber en absoluto hacia dó nde corríamos. ¡Lo principal era escapar!
Nuestros pasos dieron un salto mortal, en ese momento habríamos
ganado cualquier carrera con facilidad.
Justo cuando estaba al borde del fracaso físico total, un grupo de
personas se nos acercó de repente. Fitti lanzó un fuerte grito de
asombro y cayó al suelo, pero enseguida se dio cuenta de que só lo
eran Marcel, Sonny, Moritz y Luca.
"¿Qué os ha pasado?", preguntó Moritz, sobresaltado, mientras
ayudaba a Fitti a levantarse.
"¿No lo has oído hace un momento?", le contesté. Luca dio un paso
adelante. "El disparo, sí. ¿Os habéis hecho dañ o?" Respiré con calma
y sacudí la cabeza: "Creo que nos hemos librado de un susto".
Al pronunciar la frase, me di cuenta de lo feliz que me sentía por
ello. Aunque seguíamos atrapados en medio del bosque, me alegré
de haber sobrevivido a la situació n de una pieza.
"Chicos, ¿significa esto que hay un psicó pata corriendo por ahí con
una pistola disparando a la gente?". Marcel nos miró fijamente.
Estaba segura de que ahora también podía ver una expresió n de
miedo en su rostro.
"No sabemos si nos disparó ", aclaró Luki, pero fue interrumpido
directamente por Fitti: "Claro que lo hizo, ¿por qué si no disparó
só lo en el momento en que casi le vimos?".
Todos nos miramos, perplejos. Ya habían ocurrido demasiadas cosas
aquel día, y muy pocas podían explicarse ló gicamente. Decidimos
volver juntos al autobú s.
Cuando llegamos al punto de partida de nuestra aventurera
caminata por el bosque, el vehículo amarillo seguía parado en su
sitio, qué duda cabe. A estas alturas estaba tan oscuro que apenas
podías verte la mano delante de los ojos. Nos acercamos al autobú s y
pudimos oír gritos de rabia desde el interior.
nueve
En el autobús
26 de septiembre
Tu autopercepció n es tan vergonzosa". Julia lo gritó por todo el
autobú s, pero probablemente iba dirigido exclusivamente a Alicia.
"¡Chica, das vergü enza! Supéralo". A Alicia parecía no importarle
nada que hubiéramos vuelto.
"¡Genial, vosotros también vais a volver!" Nico nos miró a todos,
ató nito. Aunque habíamos estado siguiendo una tarea, me sentí de
algú n modo atrapada.
"¿Por qué, qué otra cosa íbamos a hacer?", le pregunté.
Se rió cínicamente y se tumbó en uno de los asientos. Como no era
capaz de situarme en toda la situació n, miré alrededor del autobú s
en busca de pistas.
Estaba claro que Alicia no só lo se había peleado con Julia, sino
también con Denise y Lisa, porque las dos chicas estaban ahora
sentadas sin decir palabra en otra fila del autobú s. Mis ojos
siguieron recorriendo el autobú s. Julian estaba sacando una linterna
de su mochila, una herramienta muy ú til.
Era evidente que Larc y sus amigos aú n no habían regresado, tal vez
hacía tiempo que habían encontrado ayuda o un lugar donde pasar
la noche. ¿Nos enviaría socorristas? ¿O se deleitaría con nuestra
situació n y simplemente no haría nada? Con él nunca se sabía.
En el habitá culo del conductor, reconocí un destornillador y unos
cables atascados en la cerradura de contacto. Ademá s
lo intentaste, asomando los cables por debajo del volante.
Marcel, evidentemente, había visto lo mismo: "Craso, ¿cableando el
coche?".
"Intentado", el énfasis está en "intentado". No "gestionado"". Alicia
se rió burlonamente, aunque estaba exactamente en la misma
situació n que nosotros.
"Cierra el pico", dijo Julia desde detrá s de mí. La miré asombrada,
cosa que ella notó inmediatamente y se explicó : "Se pasa el día aquí
sentada, dando ó rdenes y mandando, sin hacer nada por sí misma".
Ese tipo de cosas me molestan".
Alicia se limitó a encogerse de hombros con desinterés. Asentí a Julia
en señ al de comprensió n.
Nico volvió a sentarse erguido: "Llevas todo el día dando tus paseos
por el bosque y nos habría venido bien que algunas personas nos
echaran una mano".
Podía entenderle, aunque no estuviéramos paseando por el bosque,
claro. Seguimos sin tener éxito.
"Casi nos disparan", soltó Fitti.
"¿Eh, qué? Ni siquiera sabemos si nos han disparado!", replicó Luki.
"¡Cá lmate primero!"
Ahora se desató un caos emocional absoluto, porque Moritz le
espetó ahora a Luki por qué le hablaba a Fitti en ese tono.
Sacudiendo la cabeza, Luki se dirigió hacia el asiento trasero, se
puso los auriculares y se tumbó .
Volvió el silencio.
"Quizá deberíamos echarnos todos una siesta, estamos
completamente agotados". Me gustó especialmente mi sugerencia.
"Si mañ ana no pasa nada, todos moriremos de todos modos", estalló
Alicia. ¿Me preguntaba si tales afirmaciones la hacían má s feliz? Sacó
de algú n sitio un antifaz para dormir y se lo puso.
Suspiré y busqué una de las dos filas vacías para encontrar un sitio
donde pasar la noche.
Deslizá ndome hacia delante y hacia atrá s, intenté encontrar una
postura có moda para dormir, pero los cojines eran demasiado duros
y mis piernas tenían muy poco juego libre.
Los demá s también se habían tumbado a descansar, algunos
escuchando mú sica o simplemente cerrando los ojos con la
esperanza de despertarse a la mañ ana siguiente en un lugar
diferente y lejano.
Repasé los acontecimientos recientes en mi cabeza. La loca reunió n
de fans y la impresionante huida al vestuario. Có mo deseaba estar
en ese cá lido lugar ahora mismo. No pude evitar pensar en los
correos electró nicos de reclamaciones pendientes y casi sonreí
satisfecho al desear que ésa fuera mi ú nica preocupació n en este
momento. Me acordé de esta mañ ana, que parecía tan surrealista y
difusa y me parecía que había pasado hace siglos. El viaje en autobú s
y la discusió n en el á rea de descanso. Y la espeluznante figura en la
niebla, sus pasos amortiguados, la persecució n y el disparo de la
nada. Una vez má s, sentí un escalofrío que me recorría la espalda.
diez
En el autobús
A primera hora de la mañana del 27 de septiembre
Algo con muchas patas se arrastró por mi espalda. Intenté
quitá rmelo de encima. Só lo ahora me di cuenta de dó nde estaba. Así
que todo esto no era un sueñ o desagradable, era la amarga realidad,
seguíamos en el mismo autobú s, en la misma situació n desesperada.
No podía calcular exactamente cuá nto tiempo había dormido, así
que miré el reloj: 2.19 h. En mitad de la noche. Todo el mundo en el
autobú s parecía estar dormido, si interpretaba correctamente los
contornos que me concedían los débiles rayos de la tenue luz de la
luna.
Justo cuando estaba a punto de darme la vuelta con dificultad para
volver a dormirme, alguien me agarró por la nuca.
Me levanté de un salto y tuve que reprimir un fuerte grito.
"Jonas", susurró una voz que no pude localizar directamente.
Entrecerré los ojos, pero no pude distinguir ningú n detalle en el
rostro de la figura.
"¿Sí?", le pregunté con cautela.
Obviamente, la persona supuso que ya le había reconocido, porque
no sintió la necesidad de mencionar quién era.
"Alguien gritaba fuera, lo oí claramente".
Ahora me he dado cuenta de quién me hablaba en ese momento.
¡Era Julian!
Aunque su afirmació n me preocupó enormemente, tuve que sonreír.
Julian sube regularmente vídeos de miedo a su canal y ahora, en este
mismo segundo, él mismo estaba en las carnes de semejante historia
de terror. Si lo hubiera sabido antes...
"¿Has oído quién gritaba?"
Julian pareció sacudir la cabeza, luego encendió su linterna y la
iluminó a través del autobú s. Só lo ahora adquirí algo de perspectiva
y, para mi horror, descubrí que faltaban tres personas: ¡Alicia, Lisa y
Denise!
"No sé qué está pasando ahí fuera ahora mismo, pero deberíamos
ayudarles", sugirió Juliá n.
Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza. No estaba en absoluto
a la altura de esos momentos. Hacerse el héroe podía ser bueno y
correcto, pero yo seguía temiendo por mi vida. Había un hombre
fuera con una pistola que no temía utilizarla.
Sin saber qué hacer, mis pensamientos se vieron bruscamente
interrumpidos por un grito.
"¡HIIILFEE!"
Julian y yo nos miramos. ¡Era una instrucció n clara! ¡Alguien
necesitaba nuestro apoyo!
Una vez má s la adrenalina se disparó por mi cuerpo, sentí que la
sangre circulaba a doble velocidad, que mi corazó n bombeaba sin
descanso, que mi pulso se aceleraba.
Salimos del autobú s por las puertas ya abiertas. Nos recibió una
brisa fría, pero avanzamos valientemente.
Las ramas y los matorrales crujieron cuando entramos en el bosque.
Entonces nos detuvimos a escuchar. Todo estaba en silencio.
"¿Dó nde está n?", me susurró Juliá n. No lo sabía. Tampoco sabía lo
que podría esperarme en el momento siguiente.
"¿Llamamos?"
Julian negó con la cabeza: "Probablemente no sea una buena idea.
Quién sabe por qué gritaron".
Así que Julian pensó lo mismo que yo. En realidad, ni siquiera quería
preocuparme por ello -de todos modos, só lo causaría pá nico-, pero
pregunté de todos modos: "¿Crees que hay lobos por aquí?".
"No lo sé... Aunque creo que hay algunos en Suecia".
Estuve de acuerdo con él y al mismo tiempo me arrepentí de haber
visto recientemente un documental sobre las tá cticas de caza de las
manadas de lobos.
Está bamos a punto de seguir adelante cuando, de repente, a unos
cien metros de nosotros, oímos un gemido, casi un llanto. Venía
claramente de una de las chicas.
Aumentamos la velocidad, pero seguimos vigilantes. El bosque se
estaba volviendo mucho má s denso y la luz de la antorcha de Juliá n
luchaba por penetrar en el mar de á rboles.
"Deberíamos llegar pronto", anuncié a Julian.
Nos detuvimos una vez má s para escuchar.
"¡HEY!", siseó de repente una voz por encima de nosotros.
Sobresaltados, levantamos la vista, yo siguiendo el resplandor de la
lá mpara.
Para nuestra gran sorpresa, Alicia estaba agazapada en un á rbol.
Estaba arañ ando temblorosamente unas ramas, con el cuerpo
apretado contra el tronco.
"¡Cuidado!", nos advirtió . Presas del pá nico, miramos a nuestro
alrededor pero no pudimos distinguir nada.
No importaba lo que hubiera asustado a Alicia y provocado que se
subiera a un á rbol, ¡tenía garantizado que yo no sería diferente!
"¡Shhh!" Otra voz llamó la atenció n. Julian iluminó con su luz los
á rboles adyacentes. Efectivamente, justo en un á rbol a pocos metros
al lado de Alicia, Denise y Lisa estaban agazapadas, no menos tensas.
Justo cuando iba a preguntarles qué les había llevado a hacerlo y,
sobre todo, có mo habían conseguido trepar a un á rbol tan alto en
primer lugar, oímos pasos a unos metros delante de nosotros.
Esta vez, sin embargo, sonaba menos humano, era má s bien un
pisotó n animal... ¡y venía directo hacia nosotros!
"¡Subid hacia nosotros!", nos gritó ahora Denise.
Julian y yo dimos instintivamente un paso atrá s. Antes de que
pudiéramos darnos cuenta de lo que ocurría, se dirigieron hacia
nosotros, y eran bastantes. Nos miraron con curiosidad, observando
lo que ocurría a continuació n, la luz de la antorcha reflejá ndose roja
en sus ojos. ¡Jabalíes salvajes!
Aliviados de que no fueran lobos, y a la vez aterrorizados porque los
jabalíes también podían ser un peligro, Juliá n y yo nos volvimos en
un santiamén e intentamos agarrarnos a una de las ramas colgantes
má s bajas del á rbol que teníamos detrá s para abrirnos paso hasta
una zona segura.
Julian tuvo suerte enseguida, su rama estaba estable y con unas
cuantas respiraciones se había maniobrado hacia arriba. En aquel
momento sentí un gran respeto por la facilidad con la que se puso a
salvo de una situació n tan precaria.
Mi primer intento de subir al á rbol fracasó estrepitosamente. La
rama era demasiado fina y se rompió en mi primer intento de subir.
Los cerdos se acercaron gruñ endo y tuve la certeza de que só lo unos
metros me separaban de ellos.
La siguiente rama que alcancé estaba un poco má s arriba, pero era
mucho má s firme. Intenté alcanzarlo saltando, pero resbalé porque
el musgo se había depositado sobre él y se había asentado a su
alrededor como una capa resbaladiza.
Heroicamente, Juliá n intentó alcanzarme, reuniendo de nuevo todas
sus fuerzas, pero fue en vano. Algo así só lo funciona en las películas;
era imposible que levantara todo el peso de mi cuerpo con un solo
brazo. Volví a hundirme en el suelo.
Me quedé sin tiempo y miré a mi alrededor en busca de má s á rboles,
pero perdí completamente la orientació n.
De repente, uno de los cerdos estaba justo delante de mí, me había
alcanzado sin darme cuenta. Era un animal fuerte, con colmillos
puntiagudos y pelaje largo y erizado. Raspó con el pie en el suelo,
exhaló ruidosamente, con el aliento hú medo saliendo de su nariz.
Me amenazaba, se preparaba para atacar.
Si corría, me alcanzaría fá cilmente y me cogería por sorpresa. Era
demasiado tarde para trepar a un á rbol. Tenía que afrontarlo y no
mostrar miedo.
Pero tenía miedo, estaba muerta de miedo. El conductor
desaparecido, el autobú s en medio del bosque, la figura en la niebla
y ahora un enorme jabalí... Todo era tan extrañ o y parecía irreal.
¿Podría ser que me lo estuviera imaginando todo, que estuviera
soñ ando? Tal vez tuve una insolació n y seguía tumbada en mi
terraza, a estas alturas probablemente roja como un cangrejo y con
innumerables moscas de la fruta en mi zumo de naranja. Me
concentré en despertarme, cerrando los ojos con fuerza.
Si só lo estuviera soñ ando, me despertaría ahora, pensé. Hice una
cuenta atrá s desde tres.
Tres.
Dos.
Uno.
Me enfrentaba a un jabalí, sin duda. Y estaba despierta, eso tampoco
se podía evitar ahora. No era ni un sueñ o ni la escena de una
película. ¡Esto era real!
El jabalí estaba cada vez má s impaciente, pues ahora hacía má s
ruido y golpeaba el suelo con má s fuerza con sus pezuñ as. Estaba
seguro de que estaba a punto de acabar conmigo cuando, de
repente, alguien gritó desde un lado: "¡HAAARR!".
Sobresaltado, el cerdo retrocedió . Dos personas con antorchas
vinieron hacia mí, rugiendo sin cesar. Al principio, el cerdo pareció
considerar la posibilidad de correr hacia ellos, pero luego se decidió
por la opció n má s conveniente y desapareció en las profundidades
del bosque con sus amigos jabalíes.
"JODER", oigo gritar triunfante a Luki, que por fin había dejado de
iluminarme la cara con su linterna.
Me froté los ojos y les reconocí a él y a Moritz.
"Tío, en el ú ltimo segundo". Julian bajó de su á rbol y dio unas
palmaditas en la espalda a los chicos.
Yo también me animé; no deberían haber tardado mucho má s.
Ayudamos a las asustadas chicas a bajar de sus á rboles, e incluso
Alicia mostró una gratitud sorprendente.
"Tengo que reconocer que sois valientes", alabó , y me pregunté si
eso también iba dirigido a Julian y a mí o só lo a Luki y Moritz.
"Hemos oído gritos, ¿qué ha pasado realmente?" Moritz nos miró
como si hubiéramos venido de otro planeta.
"Nosotros só lo oímos gritos", explicó Juliá n, "así que eso tendrá s que
preguntá rselo a las chicas".
Moritz miró a Lisa expectante.
"¿Por qué me miras así?" Tuvo que sonreír.
"Porque debió de ser idea tuya ir al bosque tan tarde", respondió
Moritz burlonamente. Evidentemente, Lisa le parecía interesante.
Tuvo que reírse, pero negó con la cabeza. Alicia tomó la palabra:
"Tío, he tenido que usar el bañ o para pequeñ os tigres reales de
Bengala, ¿vale? No me apetecía ir sola. No podía saber que nos
atacarían al momento siguiente". Luki tuvo que reírse y pronto
está bamos todos riéndonos, casi sin poder contenernos, tanto
superaba el alivio esta situació n.
Lo habíamos conseguido, juntos y en equipo. ¡Así es como tenía que
continuar!
once
En el autobús
27 de septiembre
Esto no puede seguir así".
Bruscamente, me sacudieron del sueñ o. Me zumbaba la cabeza, la
sentía pesada. La noche anterior había dejado claramente su huella.
Ya había amanecido y los primeros rayos de sol caían sobre el
autobú s a través de las copas de los á rboles.
"Mañ ana ya no tendremos nada que comer, y mucho menos que
beber, tenemos que estar fuera de aquí para entonces". Luca estaba
hablando con Julian, que al parecer la noche anterior no se había
tomado nada.
"Pero tampoco podemos ir a cualquier sitio", explicó Juliá n, "nos
congelaremos por la noche".
Luca tuvo que darle la razó n. Luki, que evidentemente aú n se había
unido a mi fila, se despertó ahora a mi lado.
"Buenos días", dijo somnoliento, recordá ndome a un polluelo recién
salido del cascaró n con las plumas asomando por todos lados.
Yo también le deseé buenos días, estirá ndome y desperezá ndome
largamente. Mi mirada se desvió por la ventanilla y divisé una
pequeñ a hoguera que habían montado provisionalmente con ramas
y piedras junto al autobú s. Acercá ndose a las llamas, Nico, Julia,
Marcel y Sonny se sentaron alrededor del fuego y desayunaron con
fruició n, lo que en realidad só lo estaba pensado para el viaje en
autobú s.
"¡Vaya, ya han encendido el fuego!", dije eufó rico.
Luca me miró negando con la cabeza. "No todos son dormilones
como tú ". Se echó a reír.
De hecho, Moritz y Fitti también parecían seguir profundamente
dormidos, igual que las chicas, que inspiraban y espiraban
rítmicamente con los ojos pacíficamente cerrados.
Decidí no hacer ruido innecesario y salí del autobú s, sentá ndome
con los demá s junto a las llamas que se calentaban.
"¿Estabais frotando palos secos?", preguntó Luki con interés
mientras salía a trompicones del autobú s, tambaleá ndose de sueñ o.
"Ralf se olvidó el mechero", respondió Marcel secamente, y yo
aplaudí iró nicamente el comentario de Luki.
"Yo qué sé". Puso los ojos en blanco y abrió una chocolatina que, al
parecer, llevaba tiempo en el bolsillo de Luki.
"Larc lleva fuera desde ayer por la tarde", observó Sonny.
Marcel no parecía especialmente interesado.
"É l eligió esto y debe vivir con las consecuencias". El grupo estuvo
de acuerdo con él.
"¿Crees que saldremos todos vivos de aquí?" Luki nos miró
expectante.
"Claro", respondió Julia, "eso sería demasiado asqueroso si pasara
algo malo de verdad".
Yo también me di cuenta de que mi cabeza y yo aú n no habíamos
asimilado el hecho de que nos encontrá bamos en una situació n
realmente amenazadora. No nos han preparado para sobrevivir
mucho tiempo en el desierto, ninguna escuela ha enseñ ado estos
conocimientos. No tenemos habilidades especiales, ni talentos
especiales que nos ayuden aquí. Saber cantar bien, ser un conductor
seguro o un animador divertido en YouTube, nada de eso tenía valor
aquí. Aquí éramos todos iguales, reducidos a nuestros impulsos y
miedos má s primarios.
"Creo que seré el primero en morir", dijo Marcel sarcá sticamente.
Tuve que sonreír mientras Sonny negaba con la cabeza.
"¿De verdad alguno de vosotros ha sentido alguna vez ganas de
morir?", preguntó Luki al grupo con interés.
No, pensé. Aparte de la experiencia de ayer por la tarde, yo siempre
me he librado de ella por suerte.
"Sí, yo", respondió Nico con prontitud. "Una vez estaba a punto de
adelantar a un autobú s que empezó a dar volantazos en ese mismo
momento. Te juro que en ese momento pensé que eso era todo para
mí. El final. Se acabó ".
Le miramos tensos, deseando saber qué ocurría a continuació n.
"Sí, el autobú s retrocedió entonces afortunadamente, de lo contrario
no creo que estuviera aquí sentada".
Miró a su alrededor: "¿Alguien má s?".
Julia intervino: "Eso fue en la grabació n del vídeo".
La miramos asombrados.
"No, en serio, está bamos grabando un vídeo con hielo seco. Y
entonces una cosa llevó a la otra y mezclamos un có ctel químico de
veneno sin darnos cuenta. De repente nos pusimos cachondos, por
suerte salimos del piso justo a tiempo".
La miré negando con la cabeza: "Y esto es exactamente por lo que
los menores no deberían poder subir vídeos en primer lugar".
"¡Ya no soy menor!" Me hizo un gesto burló n con el dedo corazó n y
se metió en la boca el ú ltimo osito de gominola de una bolsa de
caramelos variados.
Ahora también tenía apetito. Qué estupendo sería un desayuno
suntuoso, compuesto por panecillos crujientes de la panadería,
huevos revueltos, beicon, mermelada y un cruasá n. Añ á dele un café
caliente y zumo de naranja recién exprimido. Ya fuera con amigos o,
en caso de apuro, con familiares jorobados: ¡tenía hambre! Pero tuve
que enfrentarme a la verdad: só lo quedaba medio panecillo de
queso, que, para colmo, estaba sin duda totalmente seco. No
obstante, decidí guardarlo para má s adelante. Esta mañ ana me he
quedado con hambre.
Mientras tanto, Luca y Julian también se habían unido al grupo de la
hoguera y miraban fijamente al fuego, fascinados.
"Deberíamos dividirnos en grupos de bú squeda". Miré alrededor del
grupo.
"Si conseguimos que cada grupo corra en una direcció n cardinal
distinta, tendremos má s posibilidades de encontrarnos con alguien
que pueda ayudarnos".
"O que nos dispare", añ adió Luki bromeando.
"Pero entonces deberíamos saltarnos la direcció n de la que
venimos". Luca señ aló el autobú s.
"De todas formas, sabemos que no va a llegar nada".
Estuvimos de acuerdo con él y disfrutamos de los ú ltimos y cá lidos
restos del fuego hasta que se apagó .
Luego recogimos todo, despertamos a los que se habían levantado
tarde, nos dividimos en grupos y nos pusimos en marcha. Hoy
teníamos que encontrar ayuda o al menos una salida del bosque,
¡mañ ana posiblemente ya sería demasiado tarde!
doce
En el bosque
27 de septiembre
Me di cuenta demasiado tarde de que probablemente debería
haberme dejado el jersey en el autobú s. El sol se había abierto paso
a través de la densa capa de nubes que antes cubría el cielo, dejando
tan só lo unas pocas nubes pequeñ as y blancas que lo adornaban.
Si no estuviéramos en una situació n de emergencia, este lugar sería
realmente un sitio idílico.
Dos mariposas citronela volaban há bilmente alrededor de un
arbusto carmesí que ofrecía una abundante variedad de bayas
azules, venenosas tal vez, pero no por ello menos hermosas.
Hacía tiempo que el silencio agonizante de la noche anterior había
quedado ahogado por un espectá culo pirotécnico de pá jaros que
cantaban alegremente y un concierto de ranas que tenía lugar a lo
lejos.
Denise, Lisa, Moritz y yo habíamos sido asignados a la direcció n
oeste del cielo. En realidad, ninguno de nosotros sabía cuá l era
realmente la direcció n de la brú jula, pero como el autobú s se dirigía
a Suecia desde Alemania, supusimos que se dirigía directamente al
norte cuando se detuvo.
Llevá bamos media hora caminando y aú n no habíamos descubierto
nada digno de menció n.
Como puntos de referencia, con la ayuda de una piedra puntiaguda,
fuimos tallando símbolos en los á rboles que pasá bamos para
encontrar el camino de vuelta. El principio de Hansel y Gretel, pero
má s eficaz.
"¿Por qué no ha venido Alicia con nosotros?", preguntó Moritz, que,
por cierto, era quien má s había hecho para que ambos estuviéramos
en un grupo con Denise y, sobre todo, con Lisa. Yo también estaba
secretamente contenta, porque me daba la oportunidad de conocer
mejor a Denise.
Só lo en ese momento me di cuenta de que apenas sabía nada de
ellos dos.
Lisa era una exitosa bloguera de moda y estilo de vida en Instagram
y YouTube. Colgaba las fotos má s coloridas de su vida, contaba sus
viajes má s hermosos, sus sueñ os y metas o escribía sobre su pasado,
no siempre fá cil, con una llamada al valor para todos los que estaban
atrapados en tiempos igual de duros. Su cabello castañ o y abundante
le llegaba hasta la parte baja de la espalda. También tenía una figura
esbelta y atlética y una risa radiante.
Comprendía por qué Moritz se encaprichaba de ella.
Sin embargo, Denise se ajustaba má s a mi tipo.
Denise también era bloguera. Si me había fijado bien, no por mucho
tiempo. Quizá fue su largo pelo rubio o las pecas bajo sus ojos
marrones de peluche lo que me atrajo.
O tal vez fuera su sonrisa amistosa o las orejitas que a veces
asomaban de entre su pelo cuando estaba contenta por algo. Había
algo en ella que hacía que mi corazó n latiera má s deprisa.
"Ahora mismo está completamente rara, seguro que de hormonas".
Lisa me sacó totalmente de mis pensamientos.
"¿Y por eso ahora tiene que estar siempre sentada en el autobú s o
qué?". Moritz no cejó en su empeñ o.
"En realidad, eso no es tan estú pido", señ aló Denise, "al menos
alguien estará allí cuando pase un coche".
Le expliqué que ningú n coche pasaría por este descampado. Lo má s
probable es que se lo llevara una manada de lobos. Y al expresar
estos pensamientos en voz alta, me di cuenta de lo desesperada que
era también nuestra bú squeda de ayuda. Pero teníamos que hacer
algo. Tal vez encontraríamos una casa o incluso la ciudad má s
pró xima.
"¿Hay lobos aquí?" Lisa miró asustada a Moritz, que luego me miró
molesto.
"Genial, ¿tenías que mencionarlo?"
Seguimos nuestras narices, dibujando diligentemente símbolos en el
á rbol, antes de llegar, al cabo de unos minutos, a un claro con un
pequeñ o lago en medio. El agua del lago era clara, de modo que el
cielo y algunas nubes destacaban sobre la superficie reflectante.
Debido a las altas temperaturas, ya sudaba notablemente bajo el
jersey, por lo que el claro me pareció un refrescante oasis de otro
mundo. Inspiré profundamente y volví a espirar, inhalando el aire
sano.
Que estuviéramos aquí no tenía por qué ser malo. Para escapar por
una vez del aire contaminado de la ciudad, para desconectar y
encontrar la paz interior. Seguramente los demá s ya hacía tiempo
que habían encontrado ayuda y nos recogerían má s tarde.
Habríamos pasado dos días emocionantes y todo estaría bien,
podríamos reírnos de ello má s tarde.
"¿Qué te parece? ¿Un bañ o refrescante?"
Me reí, suponiendo que Moritz bromeaba. Pero no bromeaba.
"¿Y ahora qué, sí o no?"
Denise parecía tan poco impresionada como yo: "¿Habéis traído
bañ adores?".
Moritz sacudió la cabeza: "Tonterías, ¿para qué? ¡Entraremos
desnudos! ¿Quién está conmigo?"
Lisa y Denise empezaron a reírse y a cacarear como dos gallinas,
gallinas humorísticas.
"Te reto a que no lo hagas tú nunca", desafió Lisa a Moritz con ojos
centelleantes. Evidentemente, ella no le conocía tan bien como yo,
porque lo que ocurrió ahora era completamente típico de Moritz.
Primero le tocó el turno a su camiseta, que dejaba al descubierto su
cuerpo bien entrenado con su six-pack, luego a sus pantalones,
calcetines y, tras un bonito giro, incluso a sus calzoncillos bó xer,
dá ndonos una vista sin obstá culos de su trasero. Aparté
rá pidamente los ojos y las chicas se volvieron riendo.
"Vamos, métete en el agua, hombre desnudo", llamó Lisa tras él.
Admiraba a Moritz por este tipo de locura espontá nea. Aunque
nunca lo admitan, ¡a las chicas les gustan esas cosas!
"¿No quieres meterte tú también en el agua? ¿También desnudo?"
Denise me miró con una sonrisa sardó nica. ¿Estaba flirteando
conmigo?
"Bañ arme desnuda con Moritz es algo que hago con demasiada
frecuencia, hoy no", respondí con indiferencia, tras lo cual las chicas
empezaron a reírse de nuevo.
También es una buena forma de conseguir chicas, le dije
mentalmente a Moritz, sin tener que mojarse. Só lo un poco de buen
humor.
Moritz chapoteó feliz y contento en el agua durante unos diez
minutos, hasta que se aburrió , probablemente porque las chicas no
estaban. Se secó bien con la camiseta y luego no se la puso. Yo haría
lo mismo con su cuerpo.
Decidimos marchar un poco má s al oeste, principalmente para que
al final del día pudiéramos afirmar que lo habíamos hecho lo mejor
que podíamos.
Pasamos por amplios prados, arroyos balbuceantes y finalmente
llegamos a una colina pedregosa, sembrada de peñ ascos.
"Separémonos aquí", sugirió Moritz, ya que todos se habían dado
cuenta de la separació n.
Antes de que él y Lisa desaparecieran al doblar la siguiente esquina,
quedamos en volver a vernos dentro de media hora.
Desaparecieron y se hizo un silencio incó modo entre Denise y yo.
"¿Intentamos subir por aquí?", le pregunté a Denise, consciente de
que no era una pregunta especialmente intencionada.
"Claro".
Hicimos nuestros primeros intentos de escalar la pared rocosa, pero
al igual que la noche anterior, descubrí que no era un escalador
especialmente talentoso.
"¿Quieres que te ayude a levantarte?"
Denise, para mi asombro, ya estaba de pie en la cornisa.
"¿Có mo demonios lo has hecho?"
Intenté hacer un esfuerzo adicional y -con una pequeñ ísima ayuda
de Denise- llegué también a la cornisa.
Me enderecé. Para mi sorpresa, en parte porque ya llevá bamos un
rato caminando cuesta arriba, había una vista bastante
impresionante de la zona.
Como me temía, só lo había bosque, hasta donde alcanzaba la vista.
En medio había pequeñ as manchas sin vegetació n,
presumiblemente claros o lagos, y a lo lejos, casi en el horizonte,
había una gran montañ a.
Tardaríamos al menos tres días en llegar. No había nada má s: ni
carreteras, ni aviones, ni casas. Nada de nada.
"¿Ves algo?" Denise me miró interrogante.
"No, nada. ¿Tú ?"
Miró atentamente a lo lejos.
"En realidad, hay muchas".
"¿Gente?", pregunté.
"No. El bosque. Cada á rbol, las hojas y las ramas. 'Nada' es diferente
para mí".
Puse los ojos en blanco. "Sí, bueno, no me refería a eso".
Se rió y de nuevo sus bonitas orejas asomaron entre su pelo liso. Mi
mirada se desvió hacia sus ojos. Su mirada se encontró con la mía,
interesada y expectante.
¿Es éste uno de esos momentos de beso? No estaba segura. Sin
pensá rselo má s, su mirada volvió a apartarse de mí y miró má s allá :
"¡Oh, Dios, esta vez sí que estoy viendo algo!".
Sobresaltada, seguí su mirada. A unos cincuenta metros de nosotros,
apoyados en una pared de roca, reconocí a Lisa y Moritz, que
evidentemente acababan de llegar a dicho momento de besarse.
"Asco". Me volví hacia ella y le tapé los ojos. "Se supone que a tu
edad no debes ver cosas así".
Soltó mis manos de su cara, pero siguió sujetá ndolas, mirá ndome
insistentemente, como si quisiera mirar directamente dentro de mi
alma.
"¿Qué se me permite hacer a mi edad?"
Otra vez ese camino desafiante. Me encantaba, me atraía.
"De todas formas, no se te permite ver ese tipo de cosas". Hice una
pausa contemplativa. "Pero seguro que puedes probarlo". Con esas
palabras, le pasé la mano por la nuca y cerré los ojos. Los latidos de
mi corazó n se aceleraron y empecé a sentir un cosquilleo salvaje en
el estó mago. Suavemente, acerqué su tierno rostro al mío y -¡oímos
un fuerte grito de socorro! Sobresaltados, miramos hacia abajo y
reconocimos a un chico, completamente arañ ado y cubierto de
sangre.
trece
En las rocas
27 de septiembre
Todavía manaba sangre de sus heridas. No tanto como poco después
del ataque, pero la hemorragia aú n no se había detenido.
Denise y yo habíamos bajado inmediatamente de la roca y habíamos
corrido hacia él a toda velocidad tras descubrir al niñ o. Lisa y Moritz
llegaron al mismo tiempo que nosotros. Rá pidamente pudimos
identificarlo: era uno de los amigos de Larc con el que no habíamos
hablado ni una sola palabra hasta hoy; ni siquiera sabía su nombre.
Se presentó ante nosotros como Chris, mientras intentá bamos
detener su hemorragia rasgando la camiseta de Moritz y
presioná ndola contra las heridas.
Tenía arañ azos evidentes, sobre todo en el brazo y la sien derecha.
Chris estaba completamente sin aliento y apenas parecía poder
recuperar el aliento, sin saber cuá nto tiempo llevaba corriendo.
Su camiseta estaba rota y ya no llevaba mochila. En cambio, su
pierna estaba cubierta de manchas rojas, probablemente reacciones
alérgicas o picaduras de insectos. En ese momento, no quería
cambiar de lugar con él.
"Ahora dime, ¿qué pasó ?" Las chicas le acribillaron a preguntas.
"¿Dó nde has estado de todos modos?"
Intenté calmar un poco los á nimos pidiendo a Lisa y Denise que
dejaran llegar primero a Chris.
Sin embargo, parecía estar todavía lo suficientemente mentalizado,
porque desoyó mi cortesía.
"Muchas gracias, pero estaré bien". Tuvo que recuperar el aliento.
"Un oso hizo eso". Se hizo el silencio, todos miraron a Chris
asombrados.
"¿Qué?", preguntó Moritz asombrado.
"Sí". Chris se rascó una picadura de mosquito en la pierna. "Ayer
caminamos por todo el sendero del bosque, sin parar. Está bamos
desesperados por conseguir ayuda. Pero al final oscureció ".
Recordé nuestra situació n cuando oscureció y apareció la niebla.
Qué espantoso e inquietante fue ese momento.
"Buscamos refugio e incluso encontramos algo. Yo só lo quería ir a
hacer pis rá pido, y luego ... "
De repente, Chris se puso a sollozar y se le saltaron las lá grimas.
Aunque era un buen amigo del antipá tico Larc, me daba una pena
terrible. Empatizando, le puse la mano en el hombro y sentí có mo un
temblor monó tono sacudía su cuerpo.
"Desaparecieron de repente. Larc y Jim ... desaparecieron. Les llamé,
pero nadie respondió . Apenas podía ver, la batería de mi teléfono se
había agotado y también la funció n de linterna".
Ahora lo sentía aú n má s por él, no podía imaginarme una situació n
peor que estar atrapado a ciegas en un bosque tenebroso. Me di
cuenta de que yo podría haber estado en su lugar, abandonado y
herido.
"De todos modos, de repente me di cuenta de un crujido a mi lado.
Estaba seguro de que era Larc jugá ndome una mala pasada, así que
me dirigí directamente hacia él a pesar de la oscuridad".
"¿Y después?", preguntó Lisa con impaciencia.
"Y entonces sentí algo suave en mis manos, como piel o algo así. Y de
repente só lo oigo un gruñ ido bajo y siento que un golpe enorme me
derriba, desgarrá ndome todo el costado derecho. Corrí tan rá pido
como pude a ciegas en la oscuridad. Al final se me pusieron los ojos
negros y me caí".
Escuchamos con tensió n sus palabras.
"Cuando me desperté de nuevo, ya había salido el sol. Todavía
sangraba y tenía todo el cuerpo lleno de ellos". Señ aló sus puntos.
"Oh, mierda", estalló Lisa. Denise y Moritz asintieron con simpatía.
"¿Ya has encontrado ayuda?" Esperanzado y esperando una
respuesta positiva, Chris me miró .
Le expliqué nuestra situació n y le animé pensando que los demá s
podrían haber encontrado ya ayuda.
Decidimos emprender el camino de vuelta con esta constatació n.
A estas alturas tenía mucha hambre. Llevaba casi 24 horas sin comer
nada só lido, mi botella de agua estaba en el autobú s y só lo medio
llena. Me sentía agotada y, contrariamente a lo que le había dicho a
Chris, era bastante pesimista sobre nuestro rescate.
Después de má s de tres horas de marcha y de buscar frenéticamente
marcas en los á rboles, habíamos llegado al autobú s. Ya estaba
amaneciendo y me alegré de no haberme quitado el jersey.
Aparte de Alicia, que ni siquiera había salido del autobú s, no había
rastro de nadie má s. Cuando le pregunté dó nde estaban, se limitó a
encogerse de hombros y a confesar que había estado durmiendo
todo el tiempo. No parecía importarle que Chris hubiera vuelto.
Curamos a Chris lo mejor que nos permitió el botiquín del autobú s y
luego le dimos un poco de descanso. Queríamos ir en busca de los
otros grupos.
Sorprendentemente, Nico, Julian, Marcel y Sonny ya venían hacia
nosotros. Sus miradas sombrías revelaban que no tenían má s éxito
que nosotros. Así que no tuvimos má s remedio que poner todas
nuestras esperanzas en el ú ltimo grupo.
Los cuatro se unieron a nosotros cuando les explicamos que
queríamos buscar a los demá s. Así que mientras nos adentrá bamos
de nuevo en el bosque, esta vez en direcció n este -la misma
direcció n en la que habíamos encontrado ayer al hombre de la
niebla-, contá bamos emocionados lo que le había ocurrido a Chris.
Al final del relato, se quedaron ató nitos.
¿"Osos"? ¿Hay osos de verdad aquí?" Julian sacudió la cabeza,
exasperado. "Como si los jabalíes no nos asustaran lo suficiente".
Sacudí las manos en señ al de "todo despejado". "En realidad, los
osos no son animales viciosos. No hay que asustarlos, pero eso es lo
que al parecer le pasó ayer a Chris".
Marcel me miró . "¿No eras tú el que ayer casi se mea en los
pantalones porque tenía delante un jabalí?".
Antes de que pudiera contestar, lo hizo Juliá n: "En primer lugar,
eran jabalíes enormes y, en segundo lugar, también pueden ser
peligrosos, ¡sobre todo si tienen crías!". Con eso, se comió la
mezquina discusió n. Para empeorar las cosas, los primeros muros
de niebla estaban entrando.
Nico miró a su alrededor con inquietud. "Puedo entender por qué
ayer te pareció espeluznante estar aquí". Era gracioso oír algo así de
boca de alguien tan musculoso.
"En la niebla yo también una vez ..." Detuvo su narració n y escuchó .
"¿Has oído eso?" Todo el mundo se detuvo ahora, clavado en el sitio,
escuchando el sonido del bosque. El viento silbaba entre los á rboles,
las hojas crujían y en algú n lugar un rató n escarbaba en la espesura.
Pero allí... ¡podían oír algo! En algú n lugar en la distancia la gente
estaba llamando.
"¿Qué gritan?", preguntó Sonny.
Nos miramos, perplejos.
"¡Tenemos que ir a ver, tal vez sea urgente!" El grupo estuvo de
acuerdo y corrimos en la direcció n de donde creíamos que venían
los gritos.
Apenas pasó un minuto antes de que pudiéramos entender con
claridad cristalina lo que se gritaba. ¡Fitti! ¡Estaban llamando a Fitti!
Ahora corríamos aú n má s rá pido, impulsados por el miedo a que le
hubiera pasado algo.
Las expresiones desmotivadas en los rostros de Nico, Julian, Marcel
y Sonny antes no eran nada comparadas con las expresiones
horrorizadas que nos esperaban en el ú ltimo grupo.
La desesperació n se reflejaba en sus rostros, mezclada con tristeza y
rabia.
"¿Qué ha pasado?", soltó Moritz.
Ni Luki ni Luca ni Julia se atrevieron a contestarnos.
"Luki, ¿le pasa algo a Fitti?", intenté.
Luki apretó los dientes y se tomó su tiempo para responder. "Sí, ha
desaparecido. Ni idea de dó nde".
"FIT-TI", volvió a gritar Luca tan alto como pudo. No hay respuesta.
Ni una palabra. Nada.
"¿Cuá ndo le viste por ú ltima vez?", repetí aterrada. Otra vez se me
aceleró el pulso, otra vez se me retorció el estó mago y otra vez dudé
de la realidad de estos terribles sucesos que nos habían ocurrido.
¿Por qué ocurría todo esto?
"Nos separamos por un momento ..." Julia apenas se atrevió a
continuar, así que Luca tomó la palabra.
"Todo el mundo debería buscar en una secció n, eso es mucho má s
eficiente. De repente oímos a Fitti gritar, pidiendo ayuda. Y luego
todo volvió a la calma, como si nunca hubiera pasado nada".
"Tío, llevamos siglos buscá ndole", sollozó Luki, con una lá grima
corriendo por su mejilla.
"¡Ustedes lo dejaron solo!" Moritz señ aló con el dedo al grupo, pero
volvió a bajarlo, dá ndose cuenta de que las acusaciones no ayudaban
a nadie en esta situació n.
"Odio decirlo", dijo Sonny, "pero deberíamos ir otra vez. Está
oscureciendo y nunca encontraremos el camino de vuelta sin luz".
"¡NO!", les espeté, "¡todos estamos en la misma mierda! ¡Nadie
saldrá de aquí hasta que vuelva Fitti!" Ardía de rabia, rabia contra
los demá s por perder de vista a Fitti, rabia contra mí por dividir los
grupos por la mañ ana, rabia contra el bosque por ser tan cruel e
inflexible. Me sentí mareado.
"Jonas." Luca intentó hablarme con empatía. "Esto realmente no va a
funcionar esta noche. Si estuviera aquí, ya nos habría oído.
Tendremos que buscarlo mañ ana, cuando vuelva a amanecer".
No se lo dije, pero por dentro estaba de acuerdo con él. Si Fitti
estuviera atrapado aquí en alguna parte, ya habría aparecido. O
estaba en un lugar completamente diferente, o ya no estaba con
nosotros.
catorce
En el autobús
27 de septiembre
Ya no era capaz de tener ningú n pensamiento sensato. Habían
pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo, estaba demasiado
hambriento y deshidratado, demasiado cansado y agotado.
Los miedos y la tristeza pesaron má s que el ú ltimo porcentaje de
esperanza y valor que podría haber utilizado en esta situació n.
Me sentía como un barco maltrecho, aú n no hundido del todo, pero
tampoco capaz de flotar.
Mis temblorosas manos estaban cubiertas de arañ azos, las ampollas
ardían como el fuego bajo mis pies y el jersey de algodó n que me
ceñ ía al cuerpo no daba ni la mitad de calor que prometía
visualmente.
Febrilmente, pensé en dó nde podría estar Fitti ahora mismo.
¿También había sido víctima del ataque de un oso? De ser así,
habríamos tenido que encontrar huellas y los chicos habrían oído un
rugido o gruñ ido.
Sentí que Fitti estaba viva. Estaba metido en un lío tremendo.
"¿No quieres dormir un poco también, hermano?" Moritz me miró
somnoliento. Había anudado una manta con varias partes de arriba.
Asentí con la cabeza, pero aú n no tenía intenció n de dormir. Me subí
a mi asiento delantero porque no quería despertar a Luki, que
dormía a mi lado, y fui por el pasillo hasta los primeros asientos.
Julian aú n estaba despierto y jugueteaba con algo. Me senté con él en
silencio.
"¿Tampoco puedes dormir?", inició la conversació n. Sacudí la cabeza
letá rgicamente.
"¿Qué está s construyendo?"
Levantó unas ramas dobladas y un cordó n de zapato.
"Llevo todo el día intentando hacer un arco de trabajo, pero estas
ramas está n demasiado secas y no paran de romperse". Como
demostració n, rompió un palo deforme con una grieta en el centro.
"Ya veo", respondí secamente. Debió de parecer un desinterés
grosero, porque Julian no dijo nada má s.
Inmó vil, me quedé mirando por la ventana. Aquella noche el cielo
estaba despejado, la luna llena brillaba en todo su esplendor, de
modo que se veían claramente los á rboles doblados por el viento.
Este bosque era peligroso, este bosque era despiadado.
Mientras empezaba a soñ ar despierto, de repente me pareció
percibir una figura. Algo se había movido por allí, ¡había revoloteado
muy brevemente entre uno de los á rboles!
"¡JULIAN!", susurré lo má s bajo que pude. Le di un golpecito y señ alé
por la ventana.
Ahora no se veía a nadie.
"No reconozco nada".
Entrecerré los ojos, intentando distinguir todo lo que podía.
"Había alguien fuera hace un momento, en serio."
"¿Fitti tal vez?"
Sacudí la cabeza. "No, no lo creo. Entraría, ¿no?".
Julian estaba de acuerdo conmigo. "Pero si no fue Fitti, ¿entonces
quién fue?"
Só lo de pensar en un extrañ o merodeando por ahí fuera se me ponía
la carne de gallina.
"¿Está bien cerrada la puerta?", pregunté con cautela.
"Nico acaba de cerrarlo, estoy seguro de que nadie puede entrar".
No estaba seguro, pero me tranquilizaba. Aun así, no quería
sentarme en la parte delantera del autobú s, así que me arrastré
hasta la parte de atrá s.
Habrían quedado algunos asientos para dos personas, pero preferí a
Luki como compañ ero de asiento.
Con cuidado, me tumbé a su lado y me envolví en la cazadora que
había metido en la maleta por si acaso. Por suerte.
Continué contemplando el bosque durante un rato, siguiendo a los
á rboles mientras se mecían de un lado a otro, su rítmica danza al
compá s del viento, pero finalmente el cansancio me venció , ya que
mis ojos seguían cerrá ndose. Pero también seguía despertá ndome
porque veía a Fitti delante de mí, gritando y cubierta de sangre. Vi
osos rugiendo, gente en la niebla y jabalíes erizados trepando a los
á rboles. Vi a Julian con su arco, disparando no flechas sino a Alicia
por la zona. Vi a Moritz apuntá ndome desnudo con una pistola, vi a
Denise besando a Ralf, vi a Luca y Julia, muy arriba en la copa de un
á rbol, burlá ndose de mí porque no podía subir. Vi ranas escupiendo
grandes enjambres de mosquitos y a Luki sacando esas ranas de
bolsas de gominolas y lanzá ndoselas a la boca, vi a Larc bailando
alrededor de una hoguera, a Marcel y Sonny empujando el autobú s
hasta Berlín, vi una montañ a a lo lejos siendo levantada por Nico y
volví a ver a Fitti, mirá ndome y susurrá ndome algo en voz baja.
Apenas me di cuenta e intenté acercarme. Y sí, ahora le entendía.
Cada vez hablaba má s alto. "¡SOCORRO!", gritó , "¡AYÚ DENME!".
quince
En la noche
del 27 de septiembre
"Ahí está s por fin", dijo Luki, molesto. Me disculpo por nuestro
retraso.
"Denise siempre tarda añ os en arreglarse en el bañ o" Nos reímos,
Denise me dio una cariñ osa palmada en la nuca.
"¿Ya está n todos aquí?" Pregunté.
Fitti asintió con entusiasmo. 'Sí, realmente todos. Incluso Larc es
má s puntual que tú .
“¿Y Alicia?” Denise miró interrogativamente a Fitti.
“Alicia también. Nos está n esperando arriba".
Con estas palabras cerramos nuestra ronda de charlas y entramos al
recinto. Algunos autos estaban estacionados en el patio delantero en
este fresco día de otoñ o. Pasamos junto a ellos y entramos en un
gran edificio de color rojo.
Un pasillo y dos escaleras má s adelante nos encontramos frente a
una puerta blanca con la inscripció n "YouTube-Space". Llamamos
con impaciencia hasta que la nerviosa recepcionista abrió la puerta
y nos hizo pasar a una sala de conferencias. Antes de que
pudiéramos entrar en la habitació n, bloqueó nuestro camino.
»Una pregunta rá pida má s.« La mujer obviamente estaba
emocionada de conocernos, »Ya sé toda su historia, se corrió la voz
rá pidamente. Pero lo que no puedo sacar de mi cabeza: ¿Qué pasó
con los dos cazadores ahora?"
Tuve que reírme entre dientes, preguntá ndome si realmente le
importaba o solo quería una oportunidad para pasar unos segundos
má s con nosotros.
"Está n tras las rejas ahora, durante mucho tiempo", respondí. “Ya
eran conocidos por la policía. Los atrapamos y ahora finalmente
está n recibiendo su castigo. Robaron grandes cantidades de pieles
para un cliente ruso porque pagó mucho dinero por ellas. Ahora eso
es un final".
No pude reprimir una sonrisa triunfante. La amable dama me miró
en silencio durante unos segundos má s antes de darse cuenta de que
era hora de que se despidiera. Ella nos dio un breve asentimiento y
abrió la puerta.
Hey guys,
Thank you for reading this book till the end. I hope that you
enjoyed it so far and are ready for the next one produced by the
same author. If so, check out my profile to find several books in
espanol. I also would like to thank anyone leaving comments
and love here, happily awaiting new chapters - although I don't
really have an uploading schedule and it can take weeks
sometimes until a new chapter was uploaded. I also now have a
new MacBook because my old one sucked, so hopefully in the
future I can upload more frequently here.