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Desprotegidos y vulnerables: marsupiales argentinos

Una reciente investigación arroja luz sobre la situación actual de los marsupiales en el país,
destacando que, paradójicamente, las áreas protegidas no están cumpliendo con su función
de resguardar a estos mamíferos.

Resulta mucho más familiar oír hablar de canguros, wallabies y koalas que oír hablar de
comadrejas, monitos de monte, marmosas y colicortos. Sin embargo, todos ellos poseen
una bolsa o marsupio en la que las hembras cuidan y crían a sus crías después del
nacimiento. Todos ellos son marsupiales. Aún así, sólo los últimos mencionados habitan en
territorio argentino y son foco de los esfuerzos de conservación de un grupo liderado
por el Dr. en ciencias naturales Gabriel Mario Martín.

El grupo de científicos revela en su estudio, que se encuentra en la publicación oficial de la


Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM), que los marsupiales
argentinos sufren graves desafíos de conservación.

A pesar del esfuerzo dedicado a la creación de espacios para la conservación, como son los
parques nacionales y las reservas naturales, el estudio reveló que un impactante 94% de
la superficie que alberga marsupiales carece de protección alguna. Incluso las áreas
con valores de conservación más altos solo cuentan con un 9 % de su superficie protegida.

A través de distintas técnicas, los científicos analizaron la presencia de marsupiales en


diferentes zonas del país y revelaron que las regiones tropicales y subtropicales destacan
como puntos calientes de biodiversidad de marsupiales en Argentina, mientras que otras
regiones, sobre todo las del sur del país, muestran una alarmante baja riqueza de especies,
con tan solo 1-2 especies registradas en algunos casos.

La trama se complica cuando se considera que el enfoque original de creación de áreas


protegidas en Argentina fue influenciado por criterios estéticos y culturales alineados
con las preferencias del primer mundo. Esto ha llevado a una disparidad en el porcentaje
de protección por ecorregión, favoreciendo a los emblemáticos bosques patagónicos, con
sus paisajes montañosos y lacustres, que cuentan con un nivel de protección del 42%, en
detrimento de hábitats tropicales y subtropicales que albergan una rica biodiversidad,
incluyendo a los misteriosos marsupiales.

“La situación de conservación de los marsupiales de Argentina puede interpretarse desde el


sesgo cultural que ha motivado la creación de áreas protegidas desde una perspectiva que
conserva lo pintoresco con total independencia de su valor de conservación. El mismo
sesgo cultural hace que los marsupiales, debido a su aspecto general y su asociación con
actividades que ocasionan daño, lleven las de perder en las preferencias financieras que
mueven los proyectos de conservación, donde predomina una ideología que determina lo
bello y lo feo, lo bueno y lo malo, lo que debe prevalecer y lo que no”, comentan en su
estudio el Dr. Martín y colegas. .

En este contexto, el estudio publicado en SAREM muestra un panorama de acción y


urgencia. Los científicos hacen un llamado a una reevaluación estratégica de la
conservación de los marsupiales en Argentina. Más allá de expandir simplemente las
áreas protegidas hacia áreas tropicales, se destaca la importancia de la intervención
tecnológica para ayudar a estas especies a recuperar sus poblaciones, incluyendo la cría
en cautiverio y la refaunación.

“Las áreas protegidas son necesarias, pero no suficientes para evitar la extinción”, declaran
los científicos.

En última instancia, este estudio desafía la incertidumbre que rodea la conservación de los
marsupiales en Argentina. A medida que se desentrañan las complejidades de la
biodiversidad y la conservación, queda claro que abordar este desafío requerirá un enfoque
multidisciplinario y audaz. La preservación de las comadrejas, monitos de monte, marmosas
y colicortos dependerá de un equilibrio cuidadoso entre la ciencia, la cultura y las políticas
para asegurar un futuro sostenible para los marsupiales en el país.

En palabras de la reconocida bióloga Jane Goodall: “La conservación de especies es una


responsabilidad compartida que requiere la colaboración de individuos, comunidades y
gobiernos".

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