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La transmutación del oro

Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C.


Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

De vez en cuando, algún sabio extraordinariamente instruido trata de convencer a los


miembros de su profesión que tienen mentalidad semejante, que él es una persona muy
superior porque se entrega a diatribas dirigidas contra los "científicos" del día, y nada le
complace tanto como buscar oportunidad de criticar y ridiculizar a un alquimista. Cuando
parece que el alquimista es un Rosacruz, la cosa es más seria porque comprendemos
entonces lo poco que el ilustrado sabio conoce acerca de la historia de la alquimia y de lo
que a ella han contribuido los alquimistas Rosacruces y de lo que ellos han contribuido para
la formación de la ciencia moderna de la química y, en realidad, de todas las ramas de la
ciencia.

Estas observaciones me las ha sugerido un articulo que aparece en una revista científica,
titulado: "La Piedra Filosofal." Se trata de un comentario editorial probablemente escrito
por el que se cree más grande de todos los sabios que se ocupan de esta publicación. Como
se observará por los comentarios que haremos, el autor de esa crítica ni siquiera sabe qué
es lo que se denomina "La Piedra Filosofal," porque él la asocia con la transmutación de los
metales, y la verdadera piedra filosofal de los alquimistas no tiene nada que ver con la
transmutación de los metales, sino con otra forma superior de transmutación que forma
parte de la obra secreta de los Rosacruces.

Nuestro autor parece creer que la piedra filosofal de los alquimistas era una verdadera
piedra de alguna clase, una especie de substancia pétrea "que convierte los metales bajos en
oro." Nuestro autor prosigue así:
"Desde entonces muchos hombres han tratado de hacer oro por medio de procedimientos
químicos. El último nombre de esta lista es el del señor Jollivet Castelot, presidente de la
Sociedad Alquímica de Francia, quien anuncia que ha hallado un procedimiento para
fabricar oro en su laboratorio. Según él dice, muchos sabios han aprobado este
procedimiento, que él desea que se investigue de manera oficial."

Aquí el autor hace un breve bosquejo del procedimiento empleado por Jollivet Castelot,
demostrando que ha podido transmutar oro, en una cantidad de diez miligramos,
empleando el estaño como metal bajo.

El autor del artículo continúa: "Pero se dice que si se encontrara un procedimiento


comercial para fabricar oro, todo nuestro edificio financiero se vendría al suelo. El oro
quedaría inmediatamente eliminado como base del dinero, pero el público no necesita
abrigar ningún temor a este respecto. Hemos publicado el anuncio de este francés
solamente como ejemplo de que los alquimistas prosiguen todavía su empeño. A nadie han
manera tan completa como a sí mismos. Probablemente nada más se oirá decir acerca del
"procedimiento" de Jollivet-Castelot, a menos que sea el anuncio de que alguien ha
organizado una campaña para la fabricación industrial del oro y esté vendiendo acciones a
los tontos.

Cuando se descubra un procedimiento verdadero de fabricar oro, los químicos serán los
primeros que tengan noticias de él. No necesitaremos obtener nuestra información de los
alquimistas."

Deseo recordar a nuestros lectores que el señor Castelot es no solamente el presidente de la


Sociedad Alquímica de Francia, que es una organización antigua y de muy buena
reputación, sino que también es oficial de la Orden Rosacruz en Francia y miembro
honorario de AMORC de América. También queremos recordar a nuestros lectores que este
hombre no es solamente un alquimista, sino también un químico, si es que vamos a hacer
distinciones en los métodos y procedimientos de experimentación, como el mundo
científico lo desea hoy, y por lo tanto tiene él tanto derecho a ser reconocido en el mundo
científico como en el mundo alquimista.

Y no es éste el primer anuncio que él ha hecho con respecto a los resultados de sus
experimentos de transmutación, porque el ha trabajado en un laboratorio alquímico
maravillosamente equipado durante muchos años e hizo su primera demostración hace
años, bajo condiciones estrictas, y su trabajo fue reconocido por todo el mundo. En la
edición de julio de 1926 de esta revista, publicamos un retrato grande del Hermano Castelot
en su laboratorio de Douai, en Francia, retrato que también aparece en el "Manual
Rosacruz," e igualmente publicamos la fotografía de un envase que contenía el oro
transmutado.

Dos meses antes de eso habíamos anunciado en nuestra revista el buen éxito de sus
experimentos de transmutación y publicamos algunos extractos tomados de la revista
trimestral del invierno de 1926 de la Rose Croix, publicada en Francia. En nuestra edición
de julio ya mencionada, publicamos una explicación completa del procedimiento en
referencia, y nuestro buen hermano ha continuado mejorando desde entonces ese
procedimiento, sin que haya tenido jamás la idea de formar una compañía por acciones ni
de vender acciones, como lo insinúa nuestro autor; y en realidad, todo alquimista que ha
logrado la transmutación, como lo hemos hecho los de AMORC de América, ha admitido
libremente que el costo, en tiempo, substancias químicas, equipo y trabajo, necesarios para
producir varios miligramos de oro es tan tremendo que la fabricación del oro como proceso
comercial o como producto comercial no solamente queda fuera de toda consideración
seria, sino que es una idea completamente tonta.

¿Si cuesta aproximadamente mil veces más el valor de un gramo de oro fabricado, que el del
oro natural, cómo podría venderse ese oro y cómo podría organizarse una compañía para
fabricar o, y de qué manera ese oro podría afectar el valor básico del oro y derrumbar las
finanzas del mundo?

No son Rosacruces y alquimistas los únicos que han transmutado el oro en años recientes.
El procedimiento ha sido probado por nuestros gobiernos y por otros gobiernos
extranjeros, especialmente en Alemania, y se han hecho pruebas semejantes en los
departamentos metalúrgicos de varias universidades en todo el mundo. Cada uno de estos
se ha convencido de que el costo de producción es tremendo y que el único beneficio que se
obtendría de esos experimentos es probar las leyes fundamentales de la vibración, tal como
las aplica la naturaleza en su procedimiento para hacer oro en el seno de la tierra.

Nuestros archivos Rosacruces están llenos de ejemplos de alquimistas Rosacruces que han
dedicado su vida entera a trabajar en los procesos de transmutación y en sus leyes
respectivas, hasta que por fin han logrado hacer una partícula casi microscópica de oro, y en
su vejez, cansados y padeciendo de privaciones, han pasado hasta el sueño espiritual con la
satisfacción de haber alcanzado en su propio laboratorio esta gran demostración de las
leyes de la naturaleza. Jamás tuvieron ellos idea alguna de hacer un método para fabricar el
oro en sentido comercial, y ciertamente que no se habrían desprendido de la partícula de
oro que fabricaron, por ningún precio en el mundo, sino que la destinaron a los archivos de
la Orden.

De esta manera es como centenares de modernos descubrimientos científicos en química o


en procedimientos que tienen algo de químicos, han sido hallados para beneficio del
mundo, por parte de trabajadores desinteresados que trabajaban por un ideal superior al
de hacer dinero.

El editor de esta revista científica a que nos referimos seguramente que sabe todo esto, y
cuando dice que tales hombres no han engañado a nadie tanto como a sí mismos, no estaba
él revelando su ignorancia de los hechos, sino su tentativa deliberada de ridiculizar la gran
hermandad de trabajadores que han dado al mundo tan maravillosas revelaciones acerca de
los procesos de la naturaleza.

En nuestro numero anterior (enero de 1930), apareció un artículo que trataba de los
descubrimientos científicos de Leonardo da Vinci, el célebre místico, que fue también
famoso pintor, músico y hombre de ciencia universalmente reconocido. Por los escritos que
este hombre dejó, los cuales solamente ahora comienzan a traducirse porque él pidió que la
información en ellos contenida se retuviera hasta cierto número de años después de su
tránsito, y por esos escritos sabemos, lo repetimos, que los hombres de ciencia austeros y
conservadores de su tiempo lo consideraban como un tonto entrometido en cosas ajenas, y
que era un soñador, un visionario, un místico, un Rosacruz de ideas teóricas, y un pintor que
ha debido dedicarse más a sus pinceles y abandonar las cuestiones científicas.

El autor que escribió la diatriba que comentamos contra el hermano Castelot, hubiera
afilado su pluma y la hubiera mojado en tinta de vitriolo si hubiera vivido en los días de
Leonardo. Sin embargo, hoy en día hallamos en las enciclopedias y en las publicaciones de
los cuerpos científicos más austeros, un reconocimiento franco de que Leonardo fue un
verdadero sabio que llevó a cabo más cosas en sus labores alquímicas, secretas y privadas,
que ningún otro hombre de ciencia, porque hoy se admite libremente que fue él uno de los
mayores hombres de ciencia del mundo, si no el más grande de todos.
Lo que Leonardo suministró a las diversas ramas de la ciencia fueron descubrimientos
fundamentales de importancia mundial y la ciencia de hoy ha basado y continúa basando
sus mejores desarrollos sobre los principios racionales y verdaderos que reveló Leonardo.

La astronomía debe todos sus principios fundamentales, todo su entusiasmo, su profundo


interés y sus eminentes verdades a las labores desinteresadas de místicos y astrólogos de
las hermandades secretas del pasado. La química, hasta por sus símbolos, que todavía
emplea para indicar la naturaleza de los elementos químicos, rinde así tributo al hecho de
que fueron místicos y alquimistas quienes echaron las bases de la ciencia de hoy, a la que
dieron leyes y principios, fundamento matemático y otros medios que todavía emplean.

La fisiología debe a hombres como Leonardo y a otros de la hermandad mística, las


verdades fundamentales que hicieron posible el desarrollo de la fisiología de hoy. Cuando
consideramos las revelaciones hechas en los diversos manuscritos de hombres como Roger
Bacon, el viejo fraile que fue devoto Rosacruz y alquimista, comprendemos que gracias a las
labores y estudios profundos de aquellos Rosacruces es que se han logrado los adelantos
científicos de hoy.

Es muy fácil que el hombre de ciencia moderno tome fórmulas, procedimientos, leyes y
principios del místico de ayer que trabajó en laboratorios incompletos y poco costosos,
equipados con los utensilios más burdos, que hallaba dificultad en obtener materiales de
trabajo, y que no disponía de la ayuda de millares de libros y escritos preparados por
centenares de sabios que los hubieran precedido, y con toda esa masa de informaciones y
con todas las facilidades modernas y con todos los fondos de que hoy se dispone y con todas
las conveniencias de hoy, el sabio de hoy revisa y viste con nuevos trajes los antiguos
descubrimientos y los presenta en forma nueva para una aplicación moderna nueva.

Comprendemos entonces por qué las palabras finales del autor del artículo que
comentamos son amargas y escritas con una pluma envenenada y dispuesta a ridiculizar.
He aquí esas palabras:

"Cuando se descubra una manera de fabricar el oro, los químicos serán los primeros que la
conozcan. No tendremos que obtener nuestra información de los alquimistas." Hasta ahora,
todos los procedimientos empleados por gobiernos y universidades en los laboratorios
modernos para demostrar la transmutación de los metales bajos, es un proceso natural o un
proceso de la naturaleza que puede imitarse con grandes gastos y grandes trabajos, y es una
repetición de los procesos inventados y empleados por los alquimistas. Cuando la ciencia
demuestre al mundo un proceso de transmutación o de duplicación de las grandes leyes de
la naturaleza que no esté basado en los principios fundamentales enunciados por algún
alquimista del pasado o del presente, entonces creeremos en la profecía de este editor, de
que la gran luz provendrá de los laboratorios de los químicos modernos, en vez de venir de
los santuarios de nuestros devotos y desinteresados hermanos.

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