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Universidad Mariano Gálvez de Guatemala

Campus Huehuetenango

Asignatura: Derecho Constitucional Guatemalteco.

Catedrático: Licda. Vivian López Villatoro.

“Constitucionalismo Social en Guatemala”.

Estudiantes: Carnet:
1. Santiago Alejandro Alonzo Castillo 0507-18-12945
2. Lazaro de Jesús Figueroa Gómez 0507-19-3392
3. Amner Enrique Samayoa Mendoza 0507-19-2658
4. Juan David Castro Castro 0507-19-1275
5. Carlos Miguel Ramos Cardona 0507-17-2728
6. Fredy Orlando Morales Ramírez 0507-19-6575

Huehuetenango, 07 de marzo de 2020.


Introducción.

El filósofo griego Isócrates consideraba que el alma de un Estado es su Constitución, y si


partimos de esa condición, esta norma no puede contener exclusivamente la estructura de
los poderes públicos y/o los derechos individuales de las personas; esto no sería coherente
con la realidad social.

Una carta fundamental debe, entre otras cosas, buscar y contemplar los postulados de la
justicia. Y la justicia no es propia únicamente de los particulares, sino de los grupos, de la
sociedad. Las personas no son entes totalmente autónomos e independientes, sino políticos
y sociales por naturaleza; es el pueblo el que posee y ejerce la soberanía, y no solo un
individuo. Por ello, y en busca de la plenitud y el bienestar de todos los ciudadanos, surgió un
movimiento, que primero se manifestó como desacuerdos y manifestaciones, principalmente
contra la injusticia y la desigualdad. La corriente jurídica que se propuso elevar la normativa
social al rango constitucional se denominó Constitucionalismo Social y aunque, a diferencia
de otros países en donde sus expresiones fueron muy marcadas, en Guatemala, este
fenómeno también nació a la vida jurídica (de forma silenciosa pero vigente). El estado del
arte acerca de este tema (investigación bibliográfica, internet, revistas, etc.), mostró que no
existe mucha información al respecto, por lo que se advierte que además de interesante,
original y apasionante, es totalmente novedoso; por lo que, elaborar un estudio del mismo se
constituiría como un buen aporte para el ámbito académico (en las áreas sociales, jurídicas e
históricas).

El presente trabajo tiene por objetivo, explicar qué es el Constitucionalismo Social en


Guatemala, a manera de ampliar nuestros conocimientos en esta rama del derecho.
Constitucionalismo Social en Guatemala.

Es un movimiento, en el cual surgen o se mejoran las normas relativas a la sociedad


(especialmente de sectores vulnerables) y se elevan al rango constitucional, para buscar la
justicia, en pro de la persona, no solo como individuo, sino como parte de una colectividad.

La Constitución de 1824.

El preámbulo de la Constitución Federal de 1824 sostiene "los principios inalterables de


libertad, igualdad, seguridad y propiedad; establecer el orden público, y formar una perfecta
federación."

Estos cuatro principios fueron copiados textualmente del arto 2 de la Declaración de


Derechos del Hombre y del Ciudadano del Año I, emitida el 26 de junio de 1793, (salvo la
referencia al orden público y la perfecta federación) durante la fase más exaltada de la
revolución francesa, cuando los jacobinos controlaban la Convención Nacional. Esta nueva
Declaración de Derechos de 1793, inspirada fuertemente en el pensamiento de Rosseau, fue
una repuesta revolucionaria a la moderada Declaración de 1789, que abrió el camino a la
Constitución de 1791 en su esfuerzo fracasado por instaurar una monarquía moderada.

Pero la situación de Centroamérica en 1824 era completamente distintita a la Francia de


1793. En Centroamérica fueron las autoridades coloniales las que declararon la
independencia, imponiendo una reforma del régimen político, pero en Francia había fracaso
la instauración de una monarquía constitucional. Los cuatro principios no reflejaban la
realidad política.

El art. 5 de la Constitución de 1824 estableció que el territorio de la nueva Republica era "el
mismo que antes comprendía el antiguo reino de Guatemala, a excepción de la provincia de
Chiapas". La Constitución del Estado Federal aceptó como un hecho consumado la primera
gran desmembración del territorio de la república, ya que Chiapas y el Soconusco fueron
anexados a México cuando las tropas del general Vicente Filísola se retiraron de
Centroamérica, al producirse el derrumbe del proyecto imperialista de Agustín de Iturbide.

No obstante, el articulo 6 reconoció que “(…) La provincia de Chiapas se tendrá por Estado
de la Federación cuando libremente se una". Pero México siempre impidió por la fuerza de
las armas que esto ocurriera
Una forma particular de Federalismo al revés

El “federalismo” nunca fue un principio jurídico, sino una forma particular de Estado,
adoptada por primera vez, en la era moderna, en la Constitución de los Estados Unidos de
Norteamérica el 17 de septiembre de 1787, aunque ésta entro en vigencia hasta el 1 de
enero de 1789.

La adopción de la forma federal del Estado de las Provincias Unidas de Centroamérica fue,
probablemente, la única influencia directa de la revolución e independencia de los Estados
Unidos sobre países como México y Centroamérica en 1824, aunque hubo otros casos de
federalismo en Colombia -que también fracasó-, Argentina y Brasil, que todavía existen
como Estados Federales

La Enmienda X de la Constitución de los Estados Unidos, ratificada el 15 de diciembre de


1791, declaraba que "las facultades que esta Constitución no confiere a los Estados Unidos,
ni prohíbe a los Estados, quedan reservadas a los Estados respectivos o al pueblo".

No obstante, en Centroamérica nuestros legisladores copiaron el modelo al revés. El artículo


10 de la Constitución de 1824, a pesar que no existan Estados sino provincias, estableció
que cada uno de "los Estados que la componen es libre e independiente en su gobierno y
administración interior; y les corresponde todo el poder que por la Constitución no estuviere
conferido a las autoridades federales". Aparentemente, se retoma la esencia de la
Constitución federal, respetando el "derecho de los Estados".

Esta forma de organización estatal de la República Federal de Centroamérica, otorgaba a los


Estados miembros, por la vía de la exclusión, la suficiente dosis de poder o autoridad que no
le habían sido conferidas a las autoridades federales. Esta fue una fatal deformación del
federalismo norteamericano, que se pretendió copiar.

Se invirtieron las prioridades. Mientras los legisladores constituyentes de Estados Unidos


tomaron como punto de partida al Estado federal, establecieron prohibiciones y hasta
después establecieron las facultades de los Estados, nuestros legisladores en 1824 tomaron
como punto de partida los derechos de los Estados miembros. No obstante, como veremos
más adelante, este postulado pletórico de buenas intenciones no contribuyó al sostenimiento
del Estado federal.

Igual que la colonia: un Estado confesional


El artículo 11 de la Constitución de 1824 fue una copia resumida del artículo 12 del texto de
Cádiz, ya que confería al Estado federal un carácter confesional, al declarar que "su religión
es: la católica, apostólica y romana, con exclusión del ejercicio público de cualquiera otra". La
independencia sepultó para siempre la forma de gobierno monárquico, pero dejó intacta uno
de sus pilares fundamentales: la confusión del Estado y la Iglesia Católica. En ese sentido,
los liberales centroamericanos quedaron muy atrás de los liberales franceses que en 1793
que no solo proclamaron la separación del Estado y la Iglesia, sino que además confiscaron
muchos bienes de ésta y ahorcaron o cortaron la cabeza de muchos curas, monjas y
cardenales.

Incluso, una prueba de que la Constitución de 1824 no está inspirada realmente en la


Constitución de los Estados Unidos, es que el carácter confesional de la república Federal de
Centroamérica, copiado del texto de Cádiz, fue una absoluta negación de las tradiciones
anglosajonas de libertad religiosa consagradas en el artículo 16 de la Declaración de Virginia,
que afirmaba que "todos los hombres tienen el mismo derecho al ejercicio libre de la religión
de acuerdo a los dictados de sus conciencia", y en la enmienda I de la Constitución de 1787,
votada el 15 de Diciembre de 1791, la que literalmente dice que "el congreso no aprobará
ninguna ley por la cual se establezca oficialmente una religión o se prohíba el ejercicio de
alguna". La separación entre la religión y el Estado era un asunto clave para la sobrevivencia
del federalismo. Así quedó demostrado por la experiencia negativa de Centroamérica.

La abolición de la esclavitud

El artículo 13 de la Constitución de 1824, estipulaba que "todo hombre es libre en la


República. No puede ser esclavo el que se acoja a sus leyes, ni ciudadano el que trafique en
esclavos". A diferencia de la definición del principio de libertad, incluida en el arto 1 de la
Declaración de Virginia de 1776, en el arto 1 de la Declaración de 1789, en el arto 6 de la
Declaración de 1793 y en el arto 2 de la Declaración de 1795, los legisladores
centroamericanos definieron la libertad en función de la permanencia en el territorio y no
como algo natural e intrínseco al ser humano.

A pesar de la incongruencia de este principio centroamericano de libertad, esa definición


constituyó una ruptura total con el texto de Cádiz que había legalizado por la vía de la
omisión y en los hechos la esclavitud de los negros. Este postulado fue destrozado en mayo
de 1825, escasamente un año después de la promulgación de la Constitución Federal,
cuando un grupo de aproximadamente 100 esclavos negros se escaparon de Belice y
solicitaron asilo en Guatemala.

Conforme el artículo 13 de la Constitución de 1824, los esclavos debieron recobrar su


condición de hombres libres al pisar territorio Centroamericano. Sin embargo, las autoridades
inglesas presionaron al Presidente José Manuel Arce y éste, a pesar de la oposición
vacilante del Congreso y el Senado sobre si debían indemnizar a los ingleses, ordenó que la
mayoría de los esclavos fueran devueltos a sus antiguo dueños. Esta fue la primera gran
violación al principio de libertad y un mal augurio para el futuro de la república Federal.

Ciudadanía ligada al sexo y a los bienes materiales

Conforme el arto 14 de la Constitución de 1824, eran "ciudadanos todos los habitantes de la


República naturales de país, o naturalizados en él que fueren casados, o mayores de diez y
ocho años, siempre que ejerzan alguna profesión útil o tengan medios conocidos de
subsistencia".

El nuevo concepto de ciudadanía incorporado en la Constitución de 1824, en realidad era el


mismo viejo concepto de ciudadanía contenido en la Constitución de Cádiz: ciudadano es el
varón mayor de 18 años, que tiene profesión o bienes propios, o medios para su
subsistencia. Con esta definición que liga la ciudadanía al sexo masculino y a la propiedad,
quedaban excluidos de la ciudadanía la mayoría de la población de origen indígena.
Debemos recalcar que en la Constitución de 1824 no hay una sola mención sobre la
población aborigen o indígena, una gravísima omisión de los liberales de la época.

Para 1820 la población de Centroamérica, era la siguiente: Guatemala tenía 595,000


habitantes, El Salvador 248,000 habitantes, Nicaragua 186,000 habitantes, Honduras
135,000 habitantes y Costa Rica Rica era el menos poblado con 63,000 habitantes. Pero los
historiadores nunca indican si estas cifras incluían a la población indígena.

Es importante señalar la diferencia sustancial que hubo entre el ciudadano de los Estados
Unidos y el de Centroamérica. El primero era un colono libre, pequeño o gran propietario,
que arrastraba consigo la larga tradición de lucha por la libertad, iniciada siglos atrás por el
parlamento inglés contra la monarquía absoluta. Los 13 Estados firmantes de la declaración
de Virginia constituían, en relación a la época, una sociedad bastante igualitaria en derechos,
probablemente por ello la Constitución de los Estados Unidos no contiene una definición de
ciudadano. Las únicas personas que no tenían derechos eran los indios y los negros. Al
momento de la promulgación de la Constitución en 1787, ya existía la esclavitud de los
negros en esos territorios. Existía, pues, igualdad solamente para las personas blancas de
origen europeo.

En cambio, en Centroamérica existía una sociedad con profundas desigualdades en su


estructura de clases. La economía descansaba fundamentalmente en el trabajo servil de los
indios y en la esclavitud de los negros. Una minoría de "criollos", descendientes directos de
españoles, eran los únicos que podían ejercer sus derechos como ciudadanos, tanto bajo la
Constitución de Cádiz como bajo la Constitución de 1824. De esta manera, al introducir el
concepto de ciudadano ligado al dominio de bienes, copiado de la Constitución de Cádiz, se
restringieron enormemente los derechos civiles y políticos de la mayoría de los habitantes
indios, mestizos o negros, que no reunían esos requisitos, y con ello se limitaba la
participación popular contemplada en el artículo 8 de la Constitución de 1824.

Ciudadanía centroamericana

Conforme el artículo 19 de la Constitución de 1824, una vez conquistado el statu de


ciudadano, por ser natural o naturalizado, todos "los ciudadanos de un Estado tienen
expedito el ejercicio de la ciudadanía en cualquier otro de la Federación", lo que contribuía a
garantizar la igualdad de derechos de los ciudadanos ante la ley. La anterior definición fue
copiada del artículo IV, sección 2, de la Constitución de los Estados Unidos, que establecía
que "los ciudadanos de cada Estado disfrutarían de todos los privilegios y garantías de que
gozan los ciudadanos de otros Estado".

Sistema electoral, basado en el voto censitario

El sistema de elección de la Constitución de 1824 era exactamente igual al de la Constitución


de Cádiz, cambiaron únicamente las denominaciones. La sección I, 2, 3 y 4 del Título III de la
Constitución de 1824 conservó la misma estructura del sistema electoral indirecto, en base al
sufragio censatario de los ciudadanos, inaugurado en España bajo la Constitución de
Bayona.

El trasplante de este sistema utilizado en España, un Estado monárquico muy centralizado,


aunque con ricas tradiciones de autonomía municipal, provocó grandes desajustes en el
Estado Federal Centroamericano. En los Estados unitarios el voto de los ciudadanos era
igual, en cambio en el Estado federal no podía serlo porque debía existir un equilibrio entre
los Estados más poblados, como fueron el caso de Guatemala y El Salvador y los menos
poblados, como fueron los casos de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

En Estados Unidos ese equilibrio entre Estados grandes y pequeños se logró mediante los
"censos" que asignaba el número de habitantes que escogería a los representantes de cada
Estado ante el Congreso de Estados Unidos. No hubo, pues, en Estados Unidos un voto
igual, proporcional a la población, sino asignaciones o cuotas de representantes por cada
Estado.

El artículo 1, sección 2 de la Constitución de Estados Unidos, estableció que “El censo


efectivo se levantará a los tres años contados a partir de la primera asamblea del Congreso
de los Estados unidos y en lo sucesivo cada diez años en la forma en qué éste lo dispusiere
por ley. No habrá más de un representante por cada treinta mil habitantes pero cada estado
tendrá por lo menos un Representante y hasta que se realice el censo el Estado de nueva
Hampshire tendrá derecho a elegir tres representantes, Massachusetts, ocho; Rhode Island y
las plantaciones de Providence, uno; uno; Connecticut, cinco; Nueva York, seis; Nueva
Jersey, cuatro Pensilvania, ocho; Delaware, uno Maryland, seis; Virginia, diez; Carolina del
Norte, cinco, Carolina del sur, cinco y Georgia, tres Cuando haya vacantes en la
Representación de cualquier Estado, la Autoridad Ejecutiva del mismo ordenará la
celebración de elecciones para cubrirlas”.

Con esta disposición, la Constitución de Estados Unidos estableció un equilibrio y protección


para los Estados más pobres o pequeños, algo que no ocurrió con la Constitución Federal de
1824. El resultado de no apreciar ese detalle fue catastrófico, porque la representación
proporcional, con base en la población de ciudadanos, condujo a la hegemonía de
Guatemala, disputada por El Salvador, y al resentimiento y posterior rebelión de los otros
Estados

Regulación de las elecciones por el Estado Federal

Ya hemos analizado como el concepto de ciudadanía basado en el sexo y los bienes


materiales, dejo por fuera de la actividad política a la mayoría de la población indígena. Pero
la intervención del Estado Federal en los procesos electorales fue otra distorsión del modelo
norteamericano
La Constitución de Estados Unidos priorizó los "derechos de los Estados",
independientemente de su población, riqueza o tamaño, por encima, incluso, del mismo
Estado federal. Incluso, la conformación y consolidación del Estado federal en Estados
Unidos fue un proceso bastante complejo, en el que intervinieron muchos factores y que
además tuvo diversas etapas.

La primera ocurrió el 14 de noviembre de 1777 cuando las 13 Colonias, convertidas en


Estados recién independizados de Inglaterra el año anterior, firmaron el Tratado de la
Confederación o "Liga de Amistad" cuyo órgano más importante fue el Congreso formado por
una delegación igualitaria -dos a siete miembros cada uno- pero que al final se resumía en
un solo voto por Estado. La segunda etapa se produjo después de amplio y largo debate
político. En 1787 se constituyeron los Estados Unidos como Estado Federal aunque su
Constitución entro en vigencia hasta el 1 de Enero de 1789. La tercera etapa ocurrió al
finalizar la guerra de secesión en 1865, que permitió una mayor centralización del Estado
federal, tal como lo conocemos en la actualidad.

En cambio, la Constitución de 1824 llevaba desde su inicio una fuerte dosis de centralización
de funciones por parte del Estado Federal. Una de ellas era la fiscalización del proceso
electoral de los diferentes Estados por parte del Congreso federal. Esta fiscalización operaba
en dos fases. En la primera, conforme el artículo 45 de la Constitución de 1824, correspondía
al órgano legislativo de cada Estado hacer el escrutinio y remitir "las mismas listas al
Congreso, reservándose las que contiene la elección de senadores".

El envío de las listas, exceptuando la de senadores, nos anuncia en la segunda fase una
supervisión del resultado electoral por parte del órgano legislativo federal, lo que contradice
el principio de igualdad y soberanía de los Estados consagrado en la Constitución de 1787.
Aunque esta contempla como medida excepcional la intervención del Congreso Federal, la
Constitución de 1787 en ningún momento ordena la intervención o supervisión del Congreso
federal en los procesos electorales de los diferentes Estados.

En cambio, el artículo 46 de la Constitución de 1824 permitía al Congreso federal "abrir y


regular la votación por el número de los electores de distrito, y no por el de las juntas de
departamento". Esta "regulación", aunque coincidiese con el acta de las Juntas de
Departamento revisadas por los órganos legislativos de cada Estado, implicaba una
injerencia sobre el radio de autonomía de los componentes de la Federación. Incluso, al
momento de desatarse los conflictos políticos, que inevitablemente surgieron, daba lugar a
irregularidades por parte del Congreso.

Inexplicablemente, el arto 47 cuestionaba en el fondo todo el procedimiento electoral anterior,


al establecer que "siempre que resulte mayoría absoluta de sufragios la elección está hecha.
Si no la hubiere, y algunos ciudadanos reunieren cuarenta o más votos, el Congreso por
mayoría absoluta elegirá solo entre ellos. Si esto no se verificare, nombrará entre los que
tuvieren de quince votos arriba; y no resultando los suficientes para ninguno de estos dos
casos, elegirá entre los que obtengan cualquier número". De una u otra forma, el Congreso
volvía a elegir a través de un mecanismo descendente, menoscabando la soberanía popular
de los ciudadanos de cada Estado. Esta fue, sin lugar a dudas, una monstruosa distorsión
del principio de autonomía de los Estados.

El mismo procedimiento de verificación era aplicado por las Asambleas de los Estados en la
elección de senadores, conforme al artículo 48 de la Constitución de 1824. En este caso se
trataba de una injerencia directa del órgano legislativo de cada Estado, contra la voluntad de
los ciudadanos.

No hubo principio de división de poderes

La Constitución de Estados Unidos no estableció la división de poderes como principio, pero


si la consagró al crear un famoso sistema de pesos y contrapesos entre los diferentes
órganos y poderes del Estado.

A diferencia del Título 2, capítulo III, de la Constitución de Cádiz que relaciona, aunque no
muy claramente, la división y separación de poderes, los legisladores de 1824 no se
refirieron directamente a ellos como las bases sobre los cuales se organizaría el Estado
federal. Pues bien, nuestros legisladores tampoco establecieron el principio de división de
poderes en la Constitución de 1824, pero si montaron un extraño y poco funcional sistema de
cruce de funciones entre los poderes y órganos del Estado Federal

Consecuentemente, el artículo 55 de la Constitución de 1824 definió directamente que


el "poder legislativo de la Federación reside en un Congreso compuesto de representantes
popularmente elegidos, en razón de uno por cada treinta mil habitantes". Esta definición
constituye una nueva distorsión de la definición que sobre el poder legislativo contiene la
Constitución de los Estados Unidos de 1787.
En Estados Unidos existía un poder legislativo bicameral, donde la Cámara de
Representantes se organizaba en base al principio de representación proporcional de los
Estados, y el Senado con base al principio de igualdad de los Estados. Ambas cámaras
constituyen dos partes indisolubles de una misma institución o poder del Estado, diseñada
para equilibrar y aminorar las contradicciones que pudieran surgir entre ambas
representaciones. Mientras la primera permite desarrollar las capacidades de cada Estado, la
segunda, el senado, pretende igualarlos ante la ley suprema. Es el clásico sistema de
"pesos y contrapesos" en el seno mismo del poder legislativo. No eran dos entidades
diferentes, sino una sola dividida en dos cámaras.

En cambio, los legisladores de 1824 se negaron a definir al Congreso de la misma manera


que la Constitución de los Estados Unidos. No se trataba de hacer una burda copia de la
definición, en todo caso, lo más idóneo hubiera sido imitar el contenido de la institución, para
crear un mecanismo de balance al interior del poder legislativo federal. Esta diferencia
aparentemente formal encerraba un profundo cambio en el contenido y funciones del
Congreso.

No fue una casualidad que las atribuciones del Congreso estaban colocadas en el Título IV, y
las atribuciones del Senado estaban colocadas en el Título VI. Aparece el Senado como un
organismo diferente y al lado del Congreso, no como una parte de la totalidad que debió
haber sido el órgano legislativo bicameral.

Además, el principio de igualdad y de proporcionalidad en las contribuciones fiscales de los


Estados, fue combinado de manera contradictoria y con una redacción ecléctica, al permitir al
Congreso "decretar y designar rentas generales para cubrirlos; y no siendo bastante, señalar
el cupo correspondiente a cada Estado según su población y riqueza".- Esta inclusión del
principio de proporcionalidad, condujo a un desequilibrio en la organización del Estado
federal. En Estados Unidos, al menos en sus inicios, la recaudación de impuestos se basaba
en una estricta igualdad de derechos y obligaciones entre los Estados. Cualquier pretensión
de proporcionalidad violentaba ese principio de igualdad.

El artículo 1, sección 8, de la Constitución de 1787, en relación a las facultades del Congreso


para decretar impuestos, estipulaba que "todos los derechos impuestos y exenciones serán
uniformes en toda la nación."
La existencia del Estado Federal implicaba la coexistencia de Estados con desiguales
cantidades de población y riqueza. Al incluir el principio de proporcionalidad, los Estados más
poblados y con mayor riqueza terminarían siendo el soporte fundamental del sistema federal.
En Centroamérica ello significaba la preeminencia de obligaciones fiscales de Guatemala y el
Salvador. En cambio, en los Estados Unidos, al menos en el período 1789-1865, hubo un
equilibrio en lo referente a las obligaciones fiscales de los Estados.

Fue hasta en el año 1868, recién finalizada la guerra de secesión con la derrota militar de los
Estados del Sur, que se aprobó la enmienda decimocuarta, sección 2, la cual estableció la
proporcionalidad en el pago de contribuciones y en el número de representantes ante el
Congreso. Lo anterior era apenas, en el plano de las atribuciones del Congreso, una
manifestación del excesivo centralismo del Estado Federal en Centroamérica.

La Fundación De La Republica De Guatemala 1847.

Debido al fracaso federal y su disolución, la situación de los estados se torna confusa en


cuanto a su administración política, ya que no se convoca a elecciones presidenciales.

De acuerdo con lo estipulado, prácticamente se disuelve la República de Centroamérica.


Nicaragua es la primera en retirarse del pacto —3 de mayo de 1838—, y luego lo hacen
Honduras, Costa Rica y El Salvador

El 18 de marzo de 1840, Francisco Morazán toma la Ciudad de Guatemala, pero es


derrotado por Rafael Carrera, gracias a una hábil estrategia militar. En ese momento,
prácticamente Guatemala era un Estado soberano. Sin embargo, pasarían siete años antes
de la declaración formal.

La insurrección comenzó en junio de 1837, cuando Carrera presentó un pliego de peticiones


al gobierno de Mariano Gálvez, quien renunció aquel año. El 24 de marzo de 1839, en un
pronunciamiento hecho en Mataquescuintla, Carrera acusa a Morazán de cometer
atrocidades y le declara la guerra, aliado con conservadores guatemaltecos, hondureños y
nicaragüenses.

En marzo de 1840, Morazán y unos cuantos oficiales escapan y huyen luego de la derrota.
Hay desórdenes públicos y el gobierno es inestable. Carrera es nombrado presidente por la
Asamblea, y toma posesión el 14 de diciembre de 1844.
El embajador británico Fréderick Chatfield temía la influencia expansionista de EE. UU. sobre
el Istmo, y por ello alentó a Carrera a declarar la independencia absoluta, con lo cual
esperaba que Guatemala fuera más dependiente de la protección británica. El 9 de marzo de
1847, el gobierno notifica a los otros Estados centroamericanos su decisión de declarar su
independencia absoluta.

La proclamación oficial se hace el domingo 21 de marzo de 1847, mediante el decreto 15, de


Rafael Carrera, surge la República de Guatemala, y se abandona la posibilidad de la unión
centroamericana, que se había resquebrajado. Al mismo tiempo, Carrera suscribió un
manifiesto en que justificaba su decisión. Entre otras cosas, apuntó que Guatemala contaba
con “una población superior á la de otras repúblicas del antiguo y el nuevo mundo; ocupa un
rico y extenso territorio (…); comprende 300 y más pueblos. En una palabra, Guatemala
abunda en todos los elementos que constituyen el poder y la fuerza de los Gobiernos
independientes”.

De 1851 a 1869 la economía fue favorable, debido a la relativa paz del momento. El principal
producto de comercio era la cochinilla, producida por el animal del mismo nombre, en el
nopal. En 1858 esta producción entra en crisis, lo que da paso a la caficultura. Carrera
consideraba que el café sería el sustituto de la grana. A su muerte, en 1865, lo sucede el
gobierno de Vicente Cerna, poco funcional y caduco, por lo que genera descontento popular.
El cultivo del café contemplaba otros aspectos, como la tenencia de la tierra, los créditos
agrícolas, construcción de puertos para la exportación y otros que Cerna, por su posición
ideológica, no deseaba impulsar.

Acta Constitutiva de la República de Guatemala de 1851.

El Acta Constitutiva de la República de Guatemala de 1851 es una regulación


constitucional de esa república centroamericana que estuvo en vigencia desde 1851 hasta
que los gobiernos conservadores de Guatemala fueron derrocados por la Reforma Liberal el
30 de junio de 1871. Fue reformada el 4 de abril de 1855 luego de que se aprobara la
presidencia vitalicia del capitán general Rafael Carrera y fue el Acta Constitutiva del
Guatemala durante el período histórico conocido como «Gobierno conservador de los 30
años».
En el siglo XIX hubo dos grandes líderes indiscutibles en Guatemala: el conservador Rafael
Carrera y el liberal J. Rufino Barrios. Su poder fue tan absoluto, que hicieron que las
Asambleas Constituyentes redactaran constituciones hechas a su medida, y gobernaron con
ellas hasta su muerte: Carrera de 1851 a 1865 y Barrios de 1873 a 1885.

El 19 de octubre de 1851 fue el turno de Carrera. El Acta Constitutiva promulgada en ese


momento tiene algunas características que describimos a continuación:

Esta constitución tenia una amplia influencia de la Iglesia Católica y de hecho iniciaba con las
siguientes palabras: “En el nombre de Dios Todopoderoso”

La definición de guatemalteco era:

 Nacidos en la República o que se encontraban en ella al momento de la Independencia de


España.
 Nacidos de padres guatemaltecos en el extranjero
 Los naturales de otros países centroamericanos
 Los extranjeros naturalizados

La definición de ciudadano guatemalteco era:

 Aquellos que tengan profesión, oficio o propiedad que les proporcione medios para
subsistir con independencia.
 Aquellos extranjeros que cumplan con los requisites anteriores y fueran nombrados para
cargos públicos y los aceptaran.

Nótese que esta definición dejaba como ciudadanos prácticamente solo a los varones criollos
y mestizos.

Se dejaba de ser ciudadano:

 Al tomar las armas en contra de la República


 Por condenación a pena corporal
 Por conducta notoriamente viciada

El presidente de la República era electo cada cuatro años, por una Asamblea General
copuesta de la Cámara de Representantes, del Arzobispo Metropolitano, de los individuos de
la Corte de Justicia y de los vocales del Consejo de Estado y podia ser reelecto.

En otras palabras: los amigos de Rafael Carrera lo iban a reelegir cada cuatro años; de
hecho, en 1854 lo nombraron presidente vitalicio. No había voto popular para el presidente,
solamente para los representantes y solamente los ciudadanos podían votar.

No había figura de vicepresidente, y en caso de falta absoluta del presidente se hacía cargo
de la presidencia uno de los Ministros de Estado; por esta razón, cuando murió Carrera el 14
de abril de 1865, fue Pedro de Aycinena quien se hizo cargo de la presidencia, pues fungía
como Ministro de Relaciones Exteriores.

El Consejo de Estado estaba formado por los Ministros de Estado y por ocho consejeros
nombrados por la Cámara de Representantes. Eran nombrados cada cuatro años y podían
ser reelectos; ahora bien, podían ser requeridos en el Consejo de Estado por las siguientes
autoridades:

 El Presidente de la República
 El Arzobispo Metropolitano
 Los obispos que hubiera en la capital
 Los gobernadores del arzobispado
 el Regente de la Corte de Justicia
 el Presidente del Cabildo Eclesiástico
 el Rector de la Pontificia Universidad
 el Prior del Consulado
 el Presidente de la Sociedad Económica
 el Comandante General de las Fuerzas Armadas

Se nota aquí el enorme control que tenía la Iglesia sobre los asuntos de Estado, en especial
el clero secular dirigido por el Arzobispo.
En cuanto al congreso, éste quedó denominado como “Cámara de Representantes” y estaba
compuesto por 55 miembros que podían ser reelectos. En caso de alguna acusación en suc
ontra, la Cámara misma decidía si procedía un juicio o no.

Los departamentos eran gobernados por los Corregidores y las Municipalidades.

Finalmente, se estipulaba que el Presidente de la República al tomar posesión iba a prestar


juramento en manos del Arzobispo Metropolitano de la siguiente forma:

 ¿Prometéis conserver la integridad e independencia de la República, y gobernar al pueblo


según las disposiciones del Acta Constitutiva, las leyes vigentes y costumbres de
Guatemala?
 ¿Prometéis emplear todo el poder que la Nación os ha conferido, para que las leyes sean
observadas y administrada la justicia?
 ¿Prometéis mantener con todo vuestro poder las leyes de Dios, y hacer que la religion
católica se conserve pura e inalterable, y proteger a sus ministros?

Nuevamente el poder católico se hacía evidente.

Esta constitución estuvo vigente hasta el 30 de junio de 1871.

Restauración Conservadora.

¿Cuál es el significado de la restauración conservadora de 1840 en la óptica del desarrollo


político? ¿Se avanza, se consolida o más bien se retrasa la construcción nacional estatal? El
momento girondino en nuestra historia llego como una restauración, que es como el relleno
del proceso de cambio, una parálisis con efectos negativos, la detención para nuevos
emprendimientos regresivos, un intermedio en un proceso que iba hacia delante y se detiene.
El punto es examinar lo que la historiografía nacional ha venido diciendo. Restaurar señala
un regreso a lo que se había rechazado; en política, entraña una sustitución de lo nuevo por
lo viejo. Por ello, una proposición sintética es que a partir de 1839, y a saltos, ocurre la
restauración del pasado colonial como respuesta a la radicalidad extrema de la revolución
liberal, un Termidor de una magnitud revulsiva que tuvo los efectos de una contrarreforma
clerical. Se rompió la república Federal, legalmente, cuando una comisión de alto nivel (sic)
recomendó la medida de separación el 20 de marzo de 1847 y el fin de los lazos y delos
compromisos de Guatemala con la Federación y la proclamación de la república
independiente. Se satisfacía así lo que era no solo del interés de las fuerzas conservadoras
nacionales y centroamericanas, sino de la iglesia católica y sobre todo de los intereses
imperialistas de la política inglesa en esta región.

Presidencia Vitalicia.

José Rafael Carrera y Turcios fue un caudillo militar guatemalteco. Fungió como jefe de
Estado entre 1844 y 1847 y como presidente vitalicio de la República de Guatemala entre
1847 a 1848 y de 1851 a 1865. De hecho, es el mayor representante de la tendencia
conservadora en Centroamérica del siglo XIX.

Luchó contra el presidente liberal de la Federación Centroamericana Francisco Morazán.


Además se le considera el principal causante de la disolución de dicha Federación al impedir
que los liberales despojaran a los conservadores de los privilegios de que hasta entonces
disfrutaban. Aunque logró equilibrarlo con concesiones a los indígenas guatemaltecos —con
quienes fue sumamente benévolo y respetuoso— y el apoyo de Inglaterra, lo cual llevó a la
población guatemalteca a disfrutar de cierta prosperidad durante su gobierno.

El capitán general Rafael Carrera fue el primer presidente de la República de Guatemala, la


cual fue instituida por él mismo el 21 de marzo de 1847. Esto sucedió durante su gobierno
vitalicio que duró desde 1839 hasta 1865.

El presidente Carrera era mestizo y con rasgos indígenas, lo que junto al apoyo que recibió
del conservador Clan Aycinena ha sido la razón para que su figura haya sido polémica en
la historia guatemalteca.

En 1837 inició la lucha armada contra el régimen de Francisco Morazán, presidente de las
República Federal de Centroamérica. Carrera luchó contra quien gobernaba el Estado de
Guatemala, el doctor José Mariano Gálvez, liberal al igual que Francisco Morazán. Entre sus
fuerzas se encontraban numerosos indígenas. Esto se debe a que el 9 de junio de 1837 el
gobierno del Estado de Guatemala había vuelto a implantar el tributo indígena que había sido
suprimido desde tiempo colonial por las Cortes de Cádiz en 1820.
Primer gobierno

Rafael Carrera fue el último gobernador del Estado de Guatemala. Asumió el poder en 1844,
nombrado por el clero y el partido conservador dirigido por el Clan Aycinena. El 21 de marzo
de 1847 firmó un decreto proclamando a Guatemala como República soberana e
independiente. Con esto la separó definitivamente de la patria federada centroamericana. Por
esta razón se hizo llamar Fundador de la Nueva República.

Pero a pesar de los esfuerzos de Carrera, para agosto de 1848 la situación de Guatemala
era caótica. Serapio Cruz asaltaba Quiché promoviendo revueltas en contra del gobierno.
También había revueltas en el oriente del país, los liberales y conservadores se mantenían
en constante pugna. El presidente Carrera se dio cuenta que su prestigio se esfumaba y que
era conveniente renunciar. Se escogió al señor Juan Antonio Martínez para reemplazarlo.

Carrera partió a México en 1848. En su ausencia, la Asamblea Legislativa, ahora en poder de


los liberales, dictó una disposición por la que se le declaraba fuera de la ley que debía
aplicársele la pena de muerte si osaba regresar al país.

En su ausencia, Guatemala entró en una profunda crisis. Había crímenes políticos de


importantes personalidades y bandoleros sueltos por todo el país, el gobierno dictaba leyes,
pero nadie las cumplía. El expresidente Mariano Rivera Paz y el general Vicente Cruz,
hermano de Serapio Cruz, fueron asesinados cuando intentaron tomar posesión del cargo de
corregidor de Jalapa en 1849.

A fines de abril, Carrera regresó a Guatemala por la frontera de Huehuetenango. Conferenció


con los líderes de las etnias k’iche‘, q’anjobal, y mam, convenciéndoles de que debían unirse
entre todas para defenderse.

Carrera formó una conciencia indígena en el occidente del país, la cual constituyó la base de
su poder militar en el área. Se nombró al mayor José Víctor Zavala como corregidor de
Suchitepéquez para detener a Carrera. Pero Zavala se puso a órdenes de Carrera. Por esta
razón, se revocó la pena de muerte sobre Carrera y se le nombró Comandante General de
las Armas.

El 19 de octubre de 1851 la Asamblea Constituyente de Guatemala emitió el Acta


Constitutiva de la República de Guatemala. En esta se especificaron las funciones de los
diferentes representantes de la nación.
El acta fue elaborada para acomodar las necesidades de Carrera e indicaba que el
presidente de la República sería elegido cada cuatro años por una Asamblea General
compuesta por la Cámara de Representantes, arzobispo metropolitano, de los miembros de
la Corte Suprema de Justicia y de los vocales del Consejo de Estado. También especificaba
que el presidente podía ser reelecto.

El 22 de octubre de 1851 la Asamblea Nacional nombró como presidente al capitán general


Rafael Carrera.

Presidencia

Posteriormente, en 1854 Carrera fue nombrado presidente vitalicio. Únicamente el claustro


de la Pontificia Universidad de San Carlos se opuso al nombramiento con argumentos de que
la presidencia vitalicia era prácticamente una monarquía, pero no fue escuchado.

El decreto por el cual fue nombrado presidente vitalicio estipulaba que se declarara
presidente perpetuo de la República al “Excelentísimo señor capitán general don Rafael
Carrera”. Además, Carrera tenía la facultad de nombrar sustituto interino. Así como convocar
y disolver, cuando lo estimara conveniente, a la Cámara de representantes.

Fallecimiento

Poco antes de morir, en abril de 1865, Carrera expresamente les dijo a sus colaboradores
cercanos: ¡A mis indios, me los cuidan! Pero esta recomendación no tuvo éxito. Al tomar el
poder los criollos liberales en 1871, derogaron el Código Indígena e implementaron
el reglamente de jornaleros.

Despojaron a los indígenas de sus tierras ancestrales y los obligaron a trabajar


prácticamente como esclavos en las fincas cafetaleras. Dichas fincas se convirtieron en el
principal producto del país tras el colapso del comercio de los tintes naturales.

Al general Carrera le sobrevino la muerte cuando se encontraba en el pináculo de su carrera


política. Se encontraba tomando un descanso en Escuintla cuando envenenaron sus
alimentos con una infusión de raíz de chiltepe. Ya en la ciudad de Guatemala, los dolores se
intensificaron y le sobrevino un ataque de diarrea, del cual ya no se repuso.

Carrera murió el Viernes Santo 14 de abril de 1865 a las nueve y media de la mañana y fue
sepultado en la Catacumbas de la Catedral Metropolitana de la ciudad de Guatemala, luego
de numerosos homenajes. Al morir dejó muy pocos bienes, dejando constancia del celo con
que protegió los bienes de la Hacienda Pública, lo cual es reconocido incluso por escritores
liberales, como Federico Hernández de León.

El Triunfo Liberal: Democracia, Dictadura, Orden y Progreso.

El triunfo liberal fue un proceso revolucionario ocurrido en Guatemala, de carácter liberal,


que causó un cambio en la política de este país, y que derrocaría al presidente Vicente
Cerna. Liderada principalmente por Miguel García Granados, y con importante participación
de Justo Rufino Barrios, se dio como resultado de la lucha entre conservadores y liberales,
desarrollada en diferentes eventos desde la Independencia Centroamericana. Los liberales
esperaron a que falleciera el gobernante conservador Rafael Carrera en 1865 para alzarse
contra el gobierno conservador de los 30 años.

Desde el descubrimiento de América, la Corona española y la Iglesia Católica compartieron


el poder político en estas tierras. De hecho, el papa Alejandro VI, mediante emisión de una
bula en 1493 confirió a los conquistadores el derecho de propagar el cristianismo.

En el siglo XIX, alrededor de 50 años después de la Independencia, el gobierno liberal,


encabezado por los generales Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios, puso cuesta
arriba la influencia que los eclesiásticos ejercieron por centurias, tanto en educación, ritos,
costumbres y formas de pensamiento, así como en cuestiones políticas y económicas.

A partir de entonces, Estado e Iglesia son poderes diferentes. Ese fue el primer paso para
construir la llamada “nueva nación”, idealizada por los liberales.

De esa forma se mantiene, técnicamente, el laicismo, término que la Real Academia


Española define como “doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad,
y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”.

El “triunfo liberal” de García Granados y Barrios se materializó el 30 de junio de 1871. “Lo


siguiente fue asentar su poder en los ámbitos político y legal”, refiere el historiador José Cal
Montoya, experto en Ciencias Religiosas por la Universidad Rafael Landívar y miembro de la
Academia de Geografía e Historia de Guatemala.
Los liberales, de esa cuenta, le restaron poder a los conservadores sus antecesores e
instauraron sus propias políticas.

Democracia:

En lo económico, por ejemplo, fomentaron mayor actividad mediante la introducción del café
y otros cultivos. También posibilitaron la fundación de los establecimientos bancarios para
que financiaran las operaciones, e impulsaron una red de servicios que optimizaran la
producción y comercialización de productos —de esa cuenta, nació la red ferroviaria.

En lo político se buscó una liberalización de las instituciones existentes y promulgó una


nueva constitución y otros códigos.
“Dentro de ese proceso, la Iglesia era uno de los primeros sectores a tomar en cuenta para
llevar al éxito el programa liberal”, consigna el artículo La Iglesia de Guatemala ante la
Reforma Liberal (1871-1878), cuyo autor es Cal Montoya.
Fue así que se le expropiaron sus bienes, y las órdenes religiosas fueron expulsadas del
país. Para justificar tales medidas se desplegó una intensa propaganda en los diferentes
medios de comunicación.

Dictadura:

Los liberales sacaron provecho de la libertad de prensa que promulgaron el 5 de julio. “De
esa manera echaron por tierra la censura civil y eclesiástica a la que estaban sometidas las
publicaciones. Se hacía la salvedad, eso sí, de que todos los artículos estuvieran firmados y
que no debían atacar la vida privada de los ciudadanos”, refiere Cal Montoya.

Esas disposiciones, sin embargo, no se cumplieron, pues apareció un sinnúmero de


seudónimos pintorescos y que, además, satirizaron a ciudadanos connotados. “Se les dejó
actuar, ya que eso les permitió a los liberales poner en marcha una extensa campaña de
desprestigio contra la Iglesia y acelerar su proceso de desarticulación”, refiere el experto. “De
esa forma se difundían las ideas progresistas entre la población”.

En ese entonces apareció el periódico El Malacate, dirigido por Andrés Téllez —amigo de
Barrios—, el cual se convirtió en el medio escrito abanderado de la propaganda anticlerical
del Gobierno, que tomó fuerza con otros medios como El Crepúsculo, La Guasa, Fray
Gerundio, El Guatemalteco y, por supuesto, el Boletín Oficial.
Aunque tal situación complacía al ala más radical de los liberales, no lo hacía con García
Granados —presidente provisorio—, quien deseaba implementar los cambios de forma
progresiva, con una política moderada hacia la Iglesia. De esa cuenta, García Granados
mantuvo la práctica de nombrar capellanes para el Ejército y le pidió al arzobispo Bernardo
Piñol y Aycinena que celebrara el oficio solemne por los soldados fallecidos en batalla.

Aún así, la actitud que se tomó hacia la Iglesia provocó disturbios que, constantemente,
terminaban en levantamientos en la provincia. “Más que destruir a la Iglesia, lo que se
perseguía era reducirla a un estado de subordinación más estricto”, indica Cal Montoya. “Lo
que se perseguía era aprovechar de mejor manera los bienes eclesiásticos”, añadió.

Una de las disposiciones liberales más fuertes fue la de transferir el sistema educativo a
manos del Estado, convirtiéndolo en aconfesional, y se procuró que fuera gratuito y
obligatorio.

Esto fue un choque porque, en ese momento, los jesuitas tenían una enorme influencia en la
educación nacional. Las rencillas entre el Estado y la Iglesia aceleraron el proceso de
“reforma religiosa”, el cual estaba contemplado dentro del programa del nuevo gobierno para
alcanzar sus objetivos políticos y económicos.

Esas desavenencias, incluso, aparecieron antes de la consolidación de los liberales. En un


oficio fechado el 2 de enero de 1871, el presbítero Felipe Betancourt informó al provisor del
Arzobispado, el padre Espinoza, sobre las acusaciones contra los sacerdotes Piloña y Silva
acerca del ejercicio de su ministerio, haciéndole ver que “en los tiempos presentes se estudia
la manera de desvirtuar a los ministros de cultos a los cuales no les faltan gratuitos
enemigos”.

Resulta bastante ilustrativo los casos de Manuel Grajeda, párroco de Nebaj, Quiché, y del
presbítero Luis Guerra, quienes tuvieron que abandonar sus parroquias ante las amenazas
de los entonces “rebeldes” liberales.
En Huehuetenango, a la vez, se informó de un incendio provocado por el comando dirigido
por Barrios, en el cual se quemaron 300 ranchos y seis casas de teja, el cual alcanzó la
iglesia local, y la aprehensión de Fernando González, párroco de Totonicapán.

Esos conflictos fueron los primeros que acabaron con la expulsión de los jesuitas, un paso
que los liberales consideraban “necesario” para consolidarse.
Meses después, en Quetzaltenango, el diario El Malacate empezó a escribir contra esa orden
religiosa. Los jesuitas apelaron a las autoridades locales para poner fin a tales atropellos,
pero el Concejo llegó a la conclusión de que su estadía en el país era ilegal, pues el decreto
de su restablecimiento no había sido aprobado por la Asamblea Nacional. Aquella decisión
quedó firmada en un acta del 2 de agosto de 1871 en el Palacio del Ayuntamiento, en la cual
se les acusaba de enriquecimiento ilícito a través de donaciones testamentarias y robo, de
importar productos para venta sin pagar los impuestos de aduana, de tener influencia en el
gabinete de Vicente Cerna y otros cargos más.

Según el historiador Hubert Miller, esa acción no fue refrendada en la ciudad quetzalteca. La
versión del sacerdote Rafael Pérez dice que en aquel suceso Barrios mandó a rodear el
Palacio del Ayuntamiento y bajo amenazas hizo firmar el Acta a ciudadanos honorables de
esa localidad, amigos de la Compañía de Jesús, quienes en un principio se resistieron pero
que fueron conminados a actuar por la fuerza. Cal Montoya, sin embargo, duda de tales
declaraciones, ya que el informe de Pérez también contiene serios ataques contra los
liberales.

Más tarde, en Totonicapán, el Ayuntamiento se pronunció en favor de la expulsión y


congratulaba al general Barrios por llevar a cabo esa medida.

Los jesuitas fueron notificados del acta de expulsión a las 9 de la noche del 12 de agosto, y
se ordenaba que abandonaran la ciudad a más tardar a las 3 de la madrugada del siguiente
día, rumbo a la capital.

La primera acción de Piñol y Aycinena fue la de notificar a García Granados acerca de la


creciente propaganda anti-jesuita en la provincia, pidiéndole que esto no fuera informado a
través de la Prensa capitalina ni en reuniones públicas, ya que amenazaba seriamente la paz
pública y religiosa, esperando a que lo acaecido en Los Altos no se repitiera en otras partes
del país. García Granados no respondió.

La gente, de todas formas, se enteró y empezaron a proliferar hojas sueltas de autores


anónimos en las que se pedían explicaciones al gobierno. Los simpatizantes de los liberales,
al mismo tiempo, se encargaron de justificar tales acciones acusando a los jesuitas de estar
involucrados en crímenes durante el movimiento revolucionario. A partir de ese instante, esa
orden religiosa sería destinataria de múltiples acusaciones y se le señaló, fundamentalmente,
de conspiración.
Por fin, el Gobierno emitió un boletín oficial en el que defendía las acciones locales e insistía
en que la medida no era un ataque contra la religión, sino más bien para preservar la
tranquilidad pública y prevenir males mayores. A los reaccionarios, además, se les advirtió de
que la única Constitución válida era el Acta de Patzicía y que esta autorizaba al presidente
provisorio a hacer efectivos los principios de la Revolución y que no toleraría los ataques de
los “defensores de la religión”.

El 3 de septiembre fue dada a los jesuitas la noticia sobre su expulsión, recibiendo la orden
de abandonar el Colegio Tridentino.
Sus esfuerzos por trasladarse a El Salvador u Honduras fueron infructuosos. Fueron llevados
al día siguiente a Puerto San José para abordar un buque estadounidense. Primero llegaron
a Nicaragua, pero se establecieron definitivamente en Costa Rica.

Un día después, García Granados dio una explicación pública acusando a los jesuitas de
tener puntos de vista contrarios a la libertad, de ser responsables de la insurrección de
Oriente y de propagar el rumor de que el nuevo gobierno atacaba a la religión y haciendo ver
que su readmisión en el país solo contribuiría al desorden público.

Barrios, en tanto, acusó a los jesuitas de ser hombres sin patria, tan solo leales al Papa.

Los señalamientos de la participación de jesuitas en las rebeliones de oriente tuvieron eco en


la Prensa nacional hasta mediados de 1873, cuando la insurrección finalmente mermó.
Dentro de la Orden, además, hubo jesuitas afines al gobierno liberal, quienes enviaron un
comunicado a la Santa Sede en el cual justificaron las acciones del Gobierno.

¿Qué motivó la expulsión de esa orden? ¿Acaso el Gobierno tenía un sentimiento anti
jesuita? ¿Intereses económicos?

“Es difícil poder inferir en alguna de estas suposiciones con seguridad, ya que no hay
evidencia que lo demuestre fehacientemente”, expone Cal Montoya.

“Lo que sí es claro es que los jesuitas, desde sus inicios, han tenido muchísimos problemas
tanto con monarquías como con gobiernos representativos y el clero diocesano, ya sea por
su indefectible sujeción al papado o por su amplia visión acerca de la misión de la Iglesia
Universal, la cual ha sido, y aún es, un tropiezo para la salvaguarda de los intereses
particulares de sus estamentos más conservadores y para aquellos individuos o
agrupaciones cuyos intereses políticos y económicos ven amenazados”, cita el informe de
Cal Montoya.

Orden:

En mayo de 1872, cuando Barrios ocupó la presidencia de forma interina, promulgó nueve
decretos, la mayor parte encaminados a hacer efectiva la reforma religiosa. Entre tales
disposiciones estaban la prohibición perpetua para que volvieran los jesuitas y la
nacionalización de sus bienes; extinción de todas las comunidades religiosas masculinas y
confiscación de sus bienes, dándoles la opción de salir del país con una compensación o de
permanecer en él como clérigos seculares con el goce de todos sus derechos ciudadanos.

La razón que oficialmente se ofreció para disolver las congregaciones fue que los religiosos
rechazaron los principios democráticos y la carga económica que representaban. Barrios fue
claro en advertir que utilizaría la fuerza si alguien se oponía a tales medidas.

En esa época solo quedaban alrededor de 180 sacerdotes para atender a un país con una
población de millón y medio de habitantes. En los años posteriores, la Iglesia de Guatemala
dependería en gran manera del clero extranjero.
Aunque García Granados no estuvo de acuerdo con las disposiciones de Barrios, llevó a
cabo la transformación de conventos en escuelas públicas, para que el 14 de agosto de 1872
se decretara la creación del Ministerio de Educación, y de esa forma la educación quedara
completamente secularizada.

Esto causó fricciones, sobre todo en lo referente al cambio de currículo, donde la religión
ocupaba un lugar marginal. La lucha se intensificó cuando se dispuso destinar los bienes
recolectados en las parroquias para la beneficencia pública, medida que se justificaba
aduciendo que los bienes parroquiales eran “bienes del pueblo”.

La orden oficial de expulsión se hizo efectiva en febrero de 1873, retraso causado por la
salida de Barrios hacia Oriente para sofocar un levantamiento emprendido por los
conservadores.

El 15 de marzo de 1873, nuevamente con Barrios como presidente provisional, se emitió el


decreto en el que se apelaba a la inviolabilidad de la libertad de conciencia, lo que aseguraba
el ejercicio libre de todas las religiones, el cual sentaba el precedente para la posterior
incursión protestante en Guatemala.
Una vez como presidente electo, Barrios fue más enérgico respecto de la Iglesia y, mediante
otro decreto, nacionalizó todas las propiedades religiosas para, según justificó, utilizarlas en
el desarrollo agrícola e industrial.

En febrero de 1874 se ordenó la disolución de las congregaciones religiosas femeninas. Para


Barrios, la multiplicidad de conventos presentaba un obstáculo social y económico al
progreso. El hacer votos de por vida equivalía para él a un suicidio moral y renunciar a los
derechos humanos básicos. Al mismo tiempo se suprimieron las cofradías y órdenes
terciarias, y se expropiaron sus bienes. El Cabildo Eclesiástico, por supuesto, consideró
despóticas tales medidas.

Ese mismo año la presencia de la Iglesia en la vida cotidiana de los guatemaltecos se había
reducido drásticamente. El arzobispo Piñol y Aycinena, que entonces estaba en el exilio,
reaccionó al declarar que todo católico que participara en la compra o venta de las
propiedades de la Iglesia quedaba automáticamente excomulgado.
A finales de 1875 se convocó a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva
constitución. Sobre las “reformas religiosas”, Barrios expresó que estaban llamadas a
“eliminar la influencia dominante del clero sobre el pueblo, y ofreció hacer todos los esfuerzos
posibles por conseguir el establecimiento de relaciones armoniosas con el gobierno
eclesiástico”. Añadió que aún se necesitaban otras reformas, especialmente en lo
relacionado con el matrimonio civil, para que Guatemala se tornara más atractiva para los
inmigrantes protestantes. Los delegados extendieron al presidente su voto de confianza,
prolongando así la “dictadura transitoria” de Barrios por cuatro años más.

El proceso de “modernización” de Guatemala siguió su rumbo. De esa cuenta, el Estado


asumió el control del Registro Civil y ya no la Iglesia, como había sido hasta ese momento.
La piedra angular en ese proceso fue la educación. En 1874, José Samayoa, entonces
ministro de Educación, explicó con detalle que las metas educativas harían énfasis en “la
secularización, la centralización de la administración y el positivismo”.

El nuevo énfasis de la enseñanza, por tanto, sería en las ciencias empíricas de carácter
práctico, como un ingrediente esencial del desarrollo económico. Eso provocó la
desaparición de las Ciencias Eclesiásticas en el seno de la Universidad de San Carlos de
Guatemala después de 1877.

La Reforma, a la vez, permitió la existencia de colegios privados, pero inspeccionados por el


Estado, resaltando entre ellos dos instituciones católicas como el Colegio San Ignacio y el
Colegio de Infantes, que eran seminarios dedicados a la preparación de futuros sacerdotes.
Barrios, a la vez, dijo que esos estudiantes no podrían recibir becas del Estado, a menos que
asistieran a instituciones públicas.

Al contrario, apoyaba abiertamente la fundación de un colegio protestante. En 1881 instó a la


Junta Presbiteriana de Misioneros Extranjeros de Estados Unidos a que enviaran a un
ministro a Guatemala, ofreciendo cubrir los gastos de viaje y vivienda para él y su familia. La
invitación fue aceptada y, en 1882, se envió al reverendo John Clarck Hill. El proyecto liberal,
en tanto, seguía al frente en su tarea de debilitar el poder de la Iglesia Católica.
La iniciativa presbiteriana, sin embargo, no pudo subsistir debido a la falta de apoyo
financiero y a la muerte de Barrios, acaecida en 1885.
Esos sucesos fueron la raíz del arribo de las primeras denominaciones que determinaron el
perfil del protestantismo en el país.
la Iglesia Católica, desde entonces, no volvió a tener el mismo poder en el estado. “Tiene
injerencia, tanto como las iglesias protestantes, pero no como antes de la época liberal de
García Granados y Barrios”, puntualiza Cal Montoya.

Desde entonces, Guatemala es un Estado laico, pero que permite practicar con libertad
cualquier religión.

Constitución de la República de Guatemala de 1879.

La Constitución de la República de Guatemala de 1879 fue la ley fundamental de la


República de Guatemala entre 1879 y 1944. Fue emitida para satisfacer las necesidades del
presidente Justo Rufino Barrios, quien ya había sido presidente desde 1873 y a quien le
correspondió el primer mandato constitucional de seis años, que habrían terminado en 1886,
pero que quedaron truncados cuando murió el 2 de abril de 1885 en la batalla
de Chalchuapa.

La constitución fue modificada en 1887 por el presidente Manuel Lisandro Barillas y luego en
1897 por el presidente José María Reina Barrios, este último para extender su mandato
hasta 1902, pero que también quedó truncado cuando fue asesinado el 8 de febrero de 1898.

Entre las características de la constitución se encuentra que solamente se considerban como


ciudadanos aquellos que supieran leer y escribir o que tuvieran profesión u oficio, dejando
excluidos a la gran mayoría indígena del país, que era analfabeta.

También garantizaba un trato digno y justo para los presos, lo que fue violentado una y otra
vez por todos los regímenes que gobernaron sobre la base de ella, especialmente los del
mismo Barrios, y los del licenciado Manuel Estrada Cabrera y del general Jorge Ubico.
Conclusiones.

1. El Constitucionalismo Social, el cual puede explicarse como un movimiento, en el cual


surgen o se mejoran las normas relativas a la sociedad (especialmente de sectores
vulnerables) y se elevan al rango constitucional, para buscar la justicia, en pro de la
persona, no solo como individuo, sino como parte de una colectividad.

2. La Constitución Federal de 1824 sostiene principalmente los principios inalterables de


libertad, igualdad, seguridad y propiedad; establecer el orden público, y formar una
perfecta federación.

3. El domingo 21 de marzo de 1847, mediante el decreto 15, de Rafael Carrera, surge la


República de Guatemala, y se abandona la posibilidad de la unión centroamericana,
que se había resquebrajado.

4. El Acta Constitutiva de la República de Guatemala de 1851 es una regulación


constitucional de esa república centroamericana que estuvo en vigencia desde 1851
hasta que los gobiernos conservadores de Guatemala fueron derrocados por
la Reforma Liberal el 30 de junio de 1871.

5. Restaurar señala un regreso a lo que se había rechazado; en política, entraña una


sustitución de lo nuevo por lo viejo, ocurre la restauración del pasado colonial como
respuesta a la radicalidad extrema de la revolución liberal, un Termidor de una
magnitud revulsiva que tuvo los efectos de una contrarreforma clerical.

6. El capitán general Rafael Carrera fue el primer presidente de la República de


Guatemala, la cual fue instituida por él mismo el 21 de marzo de 1847. Esto sucedió
durante su gobierno vitalicio que duró desde 1839 hasta 1865.

7. El triunfo liberal fue un proceso revolucionario ocurrido en Guatemala, de carácter


liberal, que causó un cambio en la política de este país, y que derrocaría al
presidente Vicente Cerna. Liderada principalmente por Miguel García Granados, y con
importante participación de Justo Rufino Barrios, se dio como resultado de la lucha
entre conservadores y liberales, desarrollada en diferentes eventos desde la
Independencia Centroamericana.

8. La Constitución de la República de Guatemala de 1879 fue la ley fundamental de la


República de Guatemala entre 1879 y 1944. Fue emitida para satisfacer las
necesidades del presidente Justo Rufino Barrios, quien ya había sido presidente
desde 1873 y a quien le correspondió el primer mandato constitucional de seis años.
Referencias Bibliográficas:
1. Libro “Breve historia constitucional de Guatemala” de Jorge Mario García Laguardia.
2. García Laguardia, Jorge Mario. Breve Historia Constitucional de Guatemala.
Guatemala: Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2010.
114 páginas.
3. El Constitucionalismo Social y la Constitución de 1917, un texto modelo y precursor.
Revista del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, No. 34. Julio a diciembre
de 1991.
4. Cabanellas de Torres, Guillermo. Diccionario Jurídico Elemental. Edición actualizada.
México. Editorial Heliasta, 2001. 422 páginas.
5. .Pereira-Orozco, Alberto y Richter, Marcelo. Derecho Constitucional. 2ª. Edición, EDP.
2005. 331 páginas.
Egrafías

1. https://www.elsoca.org/index.php/america-central/movimiento-obrero-y-socialismo-en-
centroamerica/4915-centroamerica-aprobacion-de-la-constitucion-de-la-republica-
federal-de-centroamerica

2. http://www.minex.gob.gt/ADMINPORTAL/Data/DOC/20100930181643120Consti1830-
1900reform.ydcretos.pdf

3. https://aprende.guatemala.com/historia/personajes/rafael-carrera-1844-1848-y-1851-
1865/
4. Prensa Libre Reforma Liberal, “Batalla de Poderes”, Por Hemeroteca PL. Publicado
el 30 de junio de 2016 a las 11:06h
5. https://es.wikipedia.org/wiki/Constituci%C3%B3n_de_Guatemala_de_1879

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