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El Arte de Orar, Amar y Servir al estilo de Jesús - Entrega 10

LA ORACIÓN CRISTIANA, SABER COMENZAR

Amigo, creo que después de tus primeras experiencias de oración vas palpando tus
capacidades para aprender a orar al estilo de Jesús. Seguramente sientes ciertas exigencias y
dificultades en el aprendizaje. Bien lo decía el Maestro Jesús: “La puerta es estrecha”. Si
otros han llegado a la cima, ¿por qué no tú? La oración es como aprender un nuevo
“idioma” y el idioma del amor, es asunto de todos los días ya que la meta es “amar como
nos ama el Dios revelado en Jesús”.

Te invito a que, en tu cuaderno, hagas un pequeño balance de tu proceso, anotando cuál ha


sido el mejor fruto que has logrado con la oración y cuáles han sido tus dificultades. Si
quieres, puedes comentarlo con tu Acompañante.

El objetivo de esta Décima Entrega es abordar algunas situaciones que se te pueden


presentar a ti, o a cualquier persona. Recuerda, los problemas se convierten en retos y no
hay que temerles. Si miras tu pasado observarás que, gracias a muchos errores, has podido
avanzar y madurar en la vida. Entonces adelante, buscando con fe y esperanza aquello que
Dios quiere de ti, que seas tú mismo, lo mejor de ti mismo.

Primera Dificultad

Dice una persona: “Durante la oración estoy pendiente del reloj, veinte minutos, se me
hacen largos. Me siento obligado, nervioso e inquieto”.
¿Qué decirle a esta persona?
Mi reflejo, como Acompañante, sería preguntarle los motivos por los cuales está haciendo
el curso de oración. Con base en su respuesta le diría aquello que San Ignacio solía
aconsejar, “Alargar el tiempo de oración”. Le recomendaría además hacer unos ejercicios
de relajación, para soltar el estado en que se siente. Si todavía no encuentra suficiente
motivación, tendría que pedirle esa gracia al Señor. Orar no es hacer una tarea.

Segunda Situación

“Tengo grandes divagaciones, distracciones y me bloqueo. No sé qué hacer. Me siento


enredado. Hay muchos ruidos a mi alrededor, creo que orar no es para mí”.

¿Qué le comentaría a esta persona?

Le preguntaría si está siguiendo las recomendaciones de la oración, especialmente aquellas


de buscar un lugar tranquilo y una hora apropiada. Y otras cosas como, preparar la oración,
saber comenzar, saber dialogar y saber terminar. Sería bueno también que tuviera una
conversación más extensa con el Acompañante espiritual.

Tercera Situación

“Este método para hacer oración se parece mucho a unos ejercicios de respiración que
practico cuando quiero reflexionar sobre mi vida. Mi pregunta es, ¿estaré haciendo oración
cristiana? Me encantan la autohipnosis, el yoga, la meditación zen, el Ho’oponopono,
porque me dan paz y tranquilidad. Así purifico mi conciencia; para esto no es necesario
creer en Cristo ni en su Iglesia. Por eso, dígame muy concretamente y con sencillas palabras
¿Qué es lo específico de la oración cristiana?

Aquí radica la diferencia de la fe cristiana con otras espiritualidades y con otros estilos de
“oración”, como son los ejercicios de autoayuda, hipnosis, análisis transaccional, terapia de
grupo, entre otros.

Creo que la Biblia tiene la “Ultima Palabra”. Lee despacio las siguientes citas evangélicas,
degústalas, y ejerce tu capacidad de asombro ya que son la esencia del mensaje cristiano:

“Una vez, Jesús estaba orando en un lugar;


cuando termino, uno de sus discípulos le dijo:
Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos.
Jesús les dijo: Cuando oren digan:
“Padre, santificado sea tu nombre…” (Lucas 11, 1-4)

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?


Jesús les dijo: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda
tu mente.
Este es el más importante y el primero de los mandamientos.

Y el segundo es parecido a éste;


dice: Ama a tu prójimo como a ti mismo.
Estos dos mandamientos son la base de toda la ley
y de las enseñanzas de los profetas” (Mateo 22, 36-40).

“Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.


Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo;
pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos,
y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mateo 5,43-45).
“Les doy este mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros.
Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros” (Juan 13,
34).

“Porque toda la ley se resume en este solo mandamiento:


Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5,14).

¿Será posible amar de esta manera? ¿Dónde estará su origen y fundamento? La respuesta no
puede ser más explícita:

“Queridos hermanos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios.
Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que
tengamos vida por él.

El amor consiste en eso:


no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero a nosotros
y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio
nuestros pecados quedaran perdonados” (1 San Juan 4, 7-11).

De estos textos se puede concluir, “Será oración cristiana siempre y cuando esté la
presencia del Señor Jesús, que cumple la Voluntad de Dios”. Aquí está la síntesis de
todo lo que Dios quiere de nosotros porque se fundamenta en el mandamiento nuevo, vivido
y proclamado por nuestro Señor. Sólo así seremos sus discípulos y misioneros.

Y en este punto, algo muy importante para tener en cuenta: Si dices que te amas a ti mismo,
que amas a Dios y no te importa la vida de tus hermanos, eres un mentiroso, pues ¿cómo
vas a amar a Dios, a quien no ves, si desprecias a tu hermano, a quien sí ves? Si dices amo a
mis hermanos, y no crees en Dios, también oscureces la realidad pues amando a tus
próximos (prójimos) estás amando al Dios revelado en Jesús (1 Juan 4, 7). Orar y amar,
amar y orar, es lo mismo

Por tanto, la oración, para que sea cristiana, debe estar siempre referida a Jesús, el Señor,
que como ningún hombre lo ha hecho, vivió plenamente el mandamiento nuevo. Y tú, por
medio de su Espíritu, lo prolongas. No negamos la validez de otras propuestas, siempre y
cuando, no se queden en el nivel auto- referencial, es decir, sin tener en cuenta el bien del
prójimo.
Cuarta Situación
“¿Cómo puede hablarme Dios en la oración? ¿No será que yo mismo, en el afán de
escuchar algo, me imagino que es Dios? Me gustaría que me ayudaras a clarificar este
asunto.

¿Qué opinas de esta situación? ¿Cómo crees que habla Dios en la oración? ¿Cómo sabes
que tu oración no es un monólogo ni un engaño? Antes de seguir leyendo, trata de
responderte y luego lee las siguientes clarificaciones:

1. La oración cristiana no es monólogo, sino un diálogo con Dios nuestro Padre. Entonces
se debe, ante todo, “escuchar”. Para “escuchar”, lo primero es guardar silencio interior. A
través de éste se “escuchan” los frutos que produce Dios en el corazón como son, paz
profunda y alegría indescriptible; generosidad y comprensión de los demás; bondad y
confianza; mansedumbre y dominio de sí mismo; libertad y perdón. Ahí está el Señor,
aunque no lo veas físicamente. La presencia de Dios es la más maravillosa de todas las
presencias. La más eficaz. La más comprometedora y transformadora.
Otras veces, Dios te habla a través de tu conciencia bien formada, te interroga, te sugiere y
te envía a alguna misión. Hay textos y acontecimientos de la vida diaria, noticias,
injusticias, escándalos, que te impactan, que te llegan a lo más profundo del corazón; ahí
puedes encontrar la voluntad de Dios. Se trata, entonces, de “Sentir y gustar las cosas
internamente” con el fin de captar los “gritos del silencio”. Ponles atención y responde.

Otra cualidad del ser humano es saber interpretar los acontecimientos. Por ejemplo, la
Biblia es una interpretación religiosa de la forma como Dios, poco a poco, va manifestando
su voluntad con respecto a la forma como debe vivir el ser humano. Entonces, puedes
interpretar tu historia, contemplando la forma como Dios, el amor, se ha ido encarnando en
ti.

2. Cuando se ama de verdad, sobran las palabras. Su amor nos lleva a la acción. Este nivel
de oración es un regalo, lo han experimentado los santos. El Maestro Ignacio lo llamaba
“Ser Contemplativos en la Acción”, es decir, “Dejar a Dios, ser amor, a través de mis
acciones”. Orar-Amar-Servir, son lo mismo.

3. Si tomáramos en serio que, “Él me amó primero y me sigue amando a cada instante, me
conoce por mi nombre y dio la vida por mí”, las cosas serían distintas.
¿Qué mejor motivación que la de su amor?

Por tanto, si Dios te ama, su historia de amor contigo, y con todos los hombres, no se reduce
a un momento determinado y puntual, sino que Él SIEMPRE está presente, como un
enamorado, queriéndote a cada instante, teniendo la iniciativa y dispuesto a dar la vida por
ti. Si te ama, se relaciona contigo, te habla, está en ti más de lo que tú crees. ¿Crees esto?
¿Tu fe en Cristo es radical? ¿Cristo es el criterio único y decisivo de tu comportamiento?
Aquí se fundamenta para el cristiano, toda su existencia. Fuera de esto no se puede decir
nada más, el resto es la respuesta que el hombre puede dar a esa historia de amor.

Para amar de verdad, es necesario ser humilde y desear la presencia del amado. En la
oración cristiana, Jesús está vivo. Cada encuentro se convierte en único e irrepetible. Cada
vez hay mayor cercanía, mayor intimidad.

Termina esta décima Entrega leyendo, muy despacio, la Primera Carta a los Corintios 13,
1–13. Es el Himno del Amor, es otra forma de “escuchar” la “Gran Sinfonía del Amor
interpretada en La Mayor libertad del Espíritu”

Si quieres continuar, espera la siguiente Entrega. En la medida en que profundices tu


encuentro con Dios en los demás, es posible que encuentres otras situaciones que,
necesariamente, debes abordar. Recuerda que por encima de ellas está la fuerza de Dios.
Entonces... ¡Adelante!

P. Julio Jiménez, S.J.


Promotor de la Espiritualidad Ignaciana
CIRE- Bucaramanga

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