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Manuel Moreno

La muerte del amigo


Introducción
Quizás no todos han sufrido la muerte de un amigo. A quienes si nos
ha ocurrido ese triste acontecimiento, no hay dudas de que es bastante
doloroso, más aún si ese amigo era muy cercano. Es inevitable recordar a
veces el vínculo tan lindo que teníamos con esa persona que ya no está y no
sentir un vacío, por más de que haya pasado un largo periodo de tiempo. El
duelo de superar a ese querido amigo que se nos fue muchas veces lleva un
gran trabajo.
Los antiguos romanos, por su parte, tenían una concepción muy
diferente acerca de la partida de los amigos hacia “el otro mundo”. Ellos
planteaban que, si bien el deceso de alguien muy querido y cercano como
un amigo afecta en gran calibre, no hay que llorarlos en demasía. Por lo
que en el siguiente trabajo desarrollaremos la mirada que tenían dos
grandes filósofos romanos, Cicerón y Séneca, y pondremos el acento en
esta idea que compartían: “no debe llorarse de forma inmoderada a los
amigos”.
Desarrollo
Marco Tulio Cicerón fue un importante filósofo romano nacido en
Túsculo en el año 106 a. C. En sus comienzos, estudió griego y manifestó
una inclinación poética que luego cambió, en su adolescencia, por el
estudio de la jurisprudencia, la filosofía y la elocuencia con la clara
vocación de orador. Dentro de su basta producción de obras, hay una en
particular llamada Laelius o De amicitia, que trata sobre el valor, la
naturaleza y la finalidad de la amistad.
En este tratado, Cicerón, relata un diálogo que ocurre entre Quinto
Mucio, Gayo Fanio y Lelio. Lelio es suegro de estos dos personajes
romanos y Cicerón trae a colación sus ideas sobre la amistad porque su
maestro, Escévola (Quinto Mucio), lo consideraba un hombre sabio cuyos
conocimientos eran de respetar. En una de las instancias de la conversación,
se habla de la muerte de Escipión el africano, amigo muy querido y
respetado por Lelio, a quien usará de ejemplo para explicar su concepción
sobre la amistad en todo el diálogo.
En primera instancia, los yernos de Lelio le preguntan cómo lleva el
pesar de la muerte del africano ya que, aunque aparenta que lo lleva con
mesura, no pueden evitar pensar que se siente afectado por su deceso

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porque sentirse de tal forma es propio de la condición humana. Sin


embargo, Lelio responde:
Me afecta la pérdida de un amigo de tal magnitud como, según creo,
nunca jamás nadie lo será. No obstante, no carezco de remedio, yo
mismo me consuelo y hallo gran solaz en el hecho de que no he
caído en la equivocación que suele causar a la mayoría angustia por
la muerte de sus amigos, creo que a Escipión no le ha sucedido nada
malo; si algo malo ha sucedido, me ha sucedido a mí. Sufrir un gran
pesar por el malestar propio es una característica de alguien que no
ama a sus amigos si no así mismo. (p. 15)

Con esta afirmación, Lelio deja en claro que, si bien le afecta la


pérdida de su amigo, no deja que el malestar por su partida se convierta en
un sufrimiento de gran pesar ya que, si lo permitiera, no estaría amando a
su amigo sino a sí mismo. Esta reflexión es muy lógica y, si la analizamos
con detalle, podemos encontrarle un gran sentido. Debemos llorar a
nuestros amigos en el momento y tiempo necesarios, pero no sería prudente
dejar que ese sentimiento de tristeza nos invada de tal modo que nos impida
realizar nuestras actividades diarias.
Luego de estas reflexiones, Lelio enumera todas las acciones y
costumbres virtuosas que Escipión realizó en su vida y por las que es
recordado, tanto por él como por la mayoría de los ciudadanos de Roma.
De esta forma, deja en claro que su amigo ha sido muy querido y, al
recordar las hazañas y buenos actos que llevó a cabo mientras estaba con
vida, de cierta forma lo engrandece y lo vuelve inmortal:

[…] ¿Y qué decir de sus costumbres, las más afables: del amor a su
madre, de la generosidad con sus hermanas, de la bondad para con
los suyos, ¿de su sentido de la justicia con todos? A todos os resultan
conocidas. La tristeza ante su muerte nos ha demostrado hasta qué
punto le fue querido a sus conciudadanos” […] “Por todos estos
motivos, su vida evidentemente tuvo tanta grandeza que ya en nada
podía aumentar, ya fuera gracias a la fortuna ya fuera por nueva
reputación, más la rapidez de su muerte le privó de sentirla. (p.15)

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Finalmente, este sabio orador, habla del espíritu de los hombres. Él


estaba de acuerdo con la idea de que nuestro espíritu era divino y que, al
abandonar el cuerpo, tenía la posibilidad de volver al cielo, mucho más
rápido para todos aquellos cuyo comportamiento fuera el mejor y el más
justo. Según esta convicción, Lelio establece que:

Si el viaje final de las almas es así, es decir, que el espíritu de los


mejores fácilmente se marcha volando tras la muerte, como si
abandonara la vigilancia y las cadenas del cuerpo, ¿a quién le podría
haber resultado más fácil este camino que a Escipión? (p.16)

Y concluye esta idea afirmando que si se entristeciera por su partida


sería más propio de un envidioso que de un amigo.
Otro importante filósofo que nació en Córdoba España en el siglo 4
a.C., pero que se educó en Roma, fue Séneca. Fue estoico ecléctico por lo
que pretendía la unidad de la filosofía sobre un consenso entre las distintas
escuelas. Además de sus diálogos, consolaciones y tratados filosóficos,
Séneca escribió una serie de epístolas morales dirigidas a su amigo Lucilio.
En ellas trata temas como: la gloria verdadera del filósofo, el desprecio, la
muerte, la sabiduría, la pobreza, la felicidad, la amistad, etc.
Una de las cartas que Séneca le escribe a su amigo es la número
LXIII. En ella, intenta consolar a Lucilio por la muerte de su amigo Flaco y
le plantea la idea de que, si bien es aceptable que se sienta afligido, no debe
hacerlo más de lo necesario:

En cuanto a nosotros, podemos excusar nuestras lágrimas, mientras no sean


excesivas y procuremos contenerlas, porque no es decoroso tener los ojos
secos cuando se ha perdido un amigo, pero tampoco llorar demasiado. Es
bueno verter algunas lágrimas, pero no deshacerse en llanto. (p. 40)

De esta forma, Séneca, comienza a reflexionar sobre cómo debemos


despedir a nuestros amigos cuando ya no están con nosotros, y plantea que
los llantos inmoderados y las lamentaciones excesivas no son de provecho,
ya que proceden de querer demostrar más dolor del que sentimos en
nuestro pecho. Además, explicita que el recuerdo que conservamos de ellos

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no será largo si no dura más que nuestro dolor, cuanto antes abandonemos
esa actitud más pronto desaparecerá ese fantasma de tristeza.
Por último, este importante filósofo, finaliza la carta planteándole a
su amigo una valiosa reflexión:

El recuerdo de los amigos que he perdido siempre me resulta agradable y


dulce, porque los he tenido sabiendo bien que había de perderlos, y los he
perdido como si los tuviese aún. (p. 40)

Según Séneca, debemos tratar que nos sea agradable el recuerdo de


nuestros amigos que hayamos perdido y ese pesar no debe estar exento de
placer.
Conclusión
Ambos filósofos poseen pensamientos muy similares sobre esos
confidentes que nos acompañaron durante una gran parte de nuestras vidas
y que desafortunadamente ya no están con nosotros. Hallamos consuelo en
sus reflexiones y nos dejan con la idea de que ellos viven y siempre
seguirán vivos en nuestros recuerdos. Los momentos compartidos con ellos
siempre perdurarán en nuestra mente y eso es algo que siempre superará a
la muerte.
No olvidemos esta increíble frase de Séneca cuando se despide de
Lucio en su carta LXII: “Obra en esta ocasión, querido Lucio, como
conviene a tu buen juicio y deja de interpretar mal el favor de la fortuna: te
lo quitó, pero también te lo dio”. (p.40)

Bibliografía
Griselda Esther Alonso. Cuadernillo de Cultura: La Amistad.
Selección de textos latinos. Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo,
Facultad de Filosofía y Letras, Cátedra Lengua y Literatura Latina II, 2023.

Nota: excelente.

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