Está en la página 1de 11

CORIFEO: Príncipe, no creo que hacer acusaciones precipitadas CREONTE: ¡NO, NO SI QUIEN MANDA ES INJUSTO!

sea lo correcto.
EDIPO: ¡OH, CIUDAD, CIUDAD!
EDIPO: ¡Debo defenderme! El enemigo es cauteloso. ¡Si me
quedo sin hacer nada, los planes de este hombre se realizarán, CREONTE: ¡CIUDAD, A MÍ TAMBIÉN ME IMPORTA LA CIUDAD!
y yo, terminaré en el fracaso! NO SÓLO A TI

CREONTE: ¿Y Qué quieres hacer conmigo? ¿Obligarme a CORIFEO: ¡Deténganse, príncipes! Ya sale Yocasta de su
abandonar el país? palacio. Hay que contar con ella para acabar con este conflicto.

EDIPO: No; yo quiero tu muerte, no tu destierro. (Entra YOCASTA.)

CREONTE: No vas a matarme hasta que me hayas demostrado YOCASTA: ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué han ocasionado esta
qué planeo hacer algo contra ti. discusión tan impertinente? ¿No tienen vergüenza de perder
el tiempo aquí, mientras el país sufre tan cruelmente? Entra a
EDIPO: ¿Hablas, como si no fueras a obedecer? tu palacio, Edipo, y tú, Creonte, vuelve a tu casa. No ocasionen
más dolor por algo sin importancia alguna.
CREONTE: No veo que juzgues con lógica.
CREONTE: Hermana mía, Edipo, tu esposo, encuentra justo
EDIPO: ¡SÍ! AL MENOS SÉ LO QUE ME AFECTA hacerme padecer una terrible suerte. Entre dos males: ser
expulsado de la tierra paterna, o ser condenado a muerte, me
CREONTE: ¡PERO TIENES QUE VER LO QUE ME AFECTA A MÍ da a elegir.
TAMBIÉN!
EDIPO: Es verdad. ¡Pero le he sorprendido, mujer, tramando
EDIPO: ¡¿Y por qué lo haría?! ¡Tu naturaleza es la de un contra mí, acciones desleales y muy despreciables!
desleal!
CREONTE: ¡Qué nunca jamás sea feliz, sino maldecido y
CREONTE: ¡¿Y SI ESTÁS EQUIVOCADO?! perdido, si alguna vez en contra tuya he querido cometer una
acción como esta de la que me acusas!
EDIPO: ¡AÚN ASÍ, HAY QUE OBEDECER A QUIEN MANDA AQUÍ,
EN TEBAS.

1
YOCASTA: En nombre de los dioses, Edipo, cree en sus EDIPO: ¡Que se vaya, aun cuando yo deba desaparecer para
palabras, por respeto al juramento divino, y por respeto luego siempre o verme vergonzosamente obligado a abandonar este
a mí misma y los que están junto a ti. país! Son tus palabras las que me ablandan y hacen que me
compadezca. El, a cualquier sitio que vaya, solo merecerá mi
*EL CORO SE ACERCA* odio.

CORIFEO: Cede, príncipe, y déjate ablandar, te lo suplico. CREONTE: Bien claro se ve que tu odio cede sólo de mala gana.
Pero cuando se te haya pasado la cólera, estarás molesto
EDIPO: ¿Sobre qué quieres, que llegue a ceder? contigo mismo. Los de naturaleza como la tuya, difícilmente se
soportan a sí mismos.
CORIFEO: Ten en cuenta también que ya no es un niño, y
acaba de hacer el gran juramento. Respétalo. EDIPO: Déjame ya y márchate.
EDIPO: ¿Sabes bien lo que solicitas? CREONTE: Me marcharé; pero aunque tú me odies, para los
demás, sigo siendo el mismo.
CORIFEO: Lo sé.
CORIFEO: Reina, ¿por qué tarda en llevarse a Edipo a su
EDIPO: Pues bien, explica tu pensamiento.
palacio?
CORIFEO: Deja de acusar sin motivo y de deshonrar a un amigo
YOCASTA: Me informaré primero de lo que ha ocurrido.
que está protegido por la fe contenida en el juramento.
*EL CORO SE VA, SOLO QUEDA CORIFEO*
EDIPO: Debes saber que pedirme esto es pedir mi propia
muerte o mi destierro de este país. CORIFEO: Unas palabras han hecho nacer sospechas, en el Rey
Edipo.
CORIFEO: No, ¡por este Sol, primer dios de todos los dioses!
¡Que muera yo sin dios y sin amigos, y de la manera más YOCASTA: ¿Y cuáles fueron, aquellas palabras?
dolorosa posible, si tengo tal pensamiento!
CORIFEO: ¡Basta! Ya no deberíamos hablar de eso, dejémoslo
Aunque nada me desgarraría más que si a los males que ahí. En el país ya hay suficientes amarguras.
sufrimos en Tebas, se le agregaran más, a consecuencia de sus
discusiones.

2
EDIPO: ¿Ves a dónde llegas? Tus intenciones son buenas, y, sin probar. Hace tiempo, un oráculo, transmitido a través de uno
embargo, me abandonas, y entristeces mi corazón. de los servidores del dios Apolo, decía que el destino de Layo
era morir a manos de un hijo suyo que yo le daría. A pesar de
CORIFEO: Príncipe, te lo he dicho, y un sinnúmero de veces eso, a Layo lo mataron hace tiempo, unos bandidos
repetido; me consideraría loco y sin sentido común, si es que extranjeros, en el cruce de tres caminos. Y con respecto a su
me apartara un momento de ti, porque en los sufrimientos hijo, a los 3 días de su nacimiento, Layo lo entregó, con los pies
que atormentaban a mi patria amada, supiste salvarla y bien atados por los tobillos, a manos mercenarias, para que lo
guiarla. Hoy otra vez, sé nuestro guía. arrojasen al fondo de una montaña. Ahí tienes cómo ni Apolo
ha cumplido sus oráculos ni el hijo de Layo mató a su padre. Y
YOCASTA: ¡En nombre de los dioses, príncipe, dime la razón de Layo no murió como él con tanto horror temía, a manos de su
tu enojo! hijo. No se cumplió lo que los oráculos habían
predeterminado. No te inquietes más.
*CORIFEO SE ALEJA UN POCO*
(Pausa.)
EDIPO: Te lo voy a decir, esposa mía, pues siento por ti más
respeto que por todos estos tebanos. Todo proviene de EDIPO: (SOLLOZANDO) ¡Qué extraña turbación en mi alma y
Creonte y de la atrocidad que ha tramado contra mí. qué desconcierto en la mente se apodera de mí al escucharte,
mujer!
YOCASTA: Habla, y yo veré si su discusión tiene justificación
alguna. YOCASTA: ¿Qué inquietud te angustia y te tortura para hablar
así?
EDIPO: ¡Creonte pretende que yo soy el asesino de Layo!
EDIPO: Creo haberte oído decir que a Layo lo mataron en el
YOCASTA: ¿Lo dice por sí mismo o por otro?
cruce de tres caminos.
EDIPO: Me envió a un adivino mal intencionado, y él se niega a
YOCASTA: Eso se dijo entonces y se ha seguido repitiendo.
afirmar algo.
EDIPO: Y ¿en dónde fue que ocurrió?
YOCASTA: JAJAJAJAJA, no te atormentes por lo que me estás
diciendo. Escúchame y te convencerás de que no hay ningún
mortal que entienda una palabra de profecías, y te lo voy a

3
YOCASTA: En un país que se llama Fócida, y en el punto en EDIPO: ¡Estoy temblando de miedo al tan solo pensar que el
donde se encuentran los dos caminos que vienen de Delfos y adivino haya dicho la verdad! Pero me aclararás mejor el
de Daulia. asunto si me revelas algo más.

EDIPO. Y ¿cuánto tiempo ha pasado desde eso? *EDIPO SE VA LEVANTANDO DEL PISO*

YOCASTA: La noticia se esparció por Tebas poco antes de la YOCASTA: Yo también tiemblo. Te contestaré a todo, si la
fecha en que viniste a ser rey de estas tierras. respuesta la tengo yo.

EDIPO: ¡NOOOOO! ¡OH ZEUS! ¡¿Qué planeas hacer EDIPO: ¿Viajaba Layo solo o como jefe de una escolta
CONMIGO?! numerosa?

YOCASTA: ¿Qué sucede, Edipo? ¿Qué es lo que te alarma de YOCASTA: Eran cinco en total y entre ellos iba un mensajero,
ese modo? había una sola carroza, que ocupaba Layo.

EDIPO: No me lo preguntes aún. Hablemos de Layo; dime, EDIPO: ¡Ay! ¡Todo se va aclarando! Pero ¿quién fue, el que
¡¿cómo era Layo?!, ¿qué edad tenía? trajo estos detalles?

YOCASTA: Era alto; sus cabellos empezaban a encanecer, y su YOCASTA: Un servidor, el único que volvió sano y salvo.
cara se parecía bastante a la tuya.
EDIPO: ¿Vive todavía en el palacio?
*EDIPO SE TIRA AL PISO*
YOCASTA: No. Cuando volvió, y vio que estabas en el poder,
EDIPO: ¡AY DE MÍ! ¡TEMO TRAER CONMIGO HORRIBLES después de la muerte de Layo, me suplicó cogiéndome las
MALDICIONES! manos que lo envíe al campo y le encargue a los rebaños, con
el fin, dijo, de tener a la ciudad lo más lejos posible y fuera del
YOCASTA: ¿De qué hablas? ¡Me da miedo mirarte a la cara, oh alcance de su vista. Consentí su petición, pues, a pesar de ser
príncipe! esclavo, era merecedor, no de este favor, sino de otro más
grande que el que imploraba.

EDIPO: ¿Podrían traerlo aquí, enseguida?

4
YOCASTA: Sin duda. Pero, ¿por qué quieres que él venga? nunca ver cumplir a tales predicciones de aquellos oráculos.
Luego llegué al lugar en donde dices que Layo murió. Y ahora,
*SUJETA A EDIPO* mujer, te voy a decir toda la verdad. Yo estaba cerca del cruce
de los caminos cuando pasó un mensajero y, un hombre igual
EDIPO: Temo, mujer, ¡temo hablar sobre las razones por las al que me has descrito, y estaba en una carroza. Entonces el
que quiero que venga! cochero y el anciano trataron de apartarme bruscamente del
camino. Encendido de cólera, los ataqué, el anciano, al llegar
YOCASTA: Él vendrá, pero ¿no merezco saber, lo que puede,
el momento de pasar yo junto al coche, TAMBIÉN ME ATACÓ.
¡oh rey!, inquietarte tan profundamente?
PERO NO TARDÓ EN PAGARLO CARO, de inmediato lo maté. Y
EDIPO: No te lo ocultaré, puesto que, ésta es mi única también maté a los acompañantes.
esperanza de salvación. Y, por otra parte, ¿a quién con más
(Un silencio.)
libertad que a ti podría confiarme?
*SOLLOZANDO* Si aquel mensajero tiene alguna relación con
(Pausa.)
el rey Layo, ¿puede haber mortal más odiado por los dioses?
EDIPO: Mi padre era Pólibo, de Corinto; y mi madre era Ningún extranjero, ningún ciudadano puede recibirme en su
Mérope, de Doria. Yo vivía allí, como el ciudadano más feliz de hogar, ninguno puede dirigirme la palabra, y todos deben
todos, hasta que sucedió un suceso, que me produjo inmensa alejarse de mí ¡Y, y, todo esto por mi propia culpa! ¡Por las
extrañeza. En pleno festín, un ciudadano que había bebido con maldiciones en las que he caído! Al tenerte en mis brazos, la
exceso, en la inconsciencia de su embriaguez, me insultó, esposa del muerto Layo, te mancho, porque fueron estos
diciendo que yo era hijo adoptivo. Indignado, me contuve con brazos los que lo asesinaron. ¿He nacido maldito? SÍ, Tengo
dificultad aquel día. Al día siguiente, me dirigí a mi madre y a que exiliarme, y no debo ver a mis padres, ni pisar el suelo de
mi padre para que me dijeran toda la verdad. Se indignaron de mi patria, no puedo correr el riesgo de casarme con mi madre,
lo ocurrido. Su indignación me consoló un poco. Pero el insulto o matar a mi padre.
se había clavado en mi alma y me atormentaba. Sin saberlo
¡Que llegue a mí la muerte antes que tal destino vergonzoso!
mis padres, me marché a Delfos. Febo no respondió a mis
preguntas, y me despidió, prediciéndome desgracias terribles y CORIFEO: Nosotros también, príncipe, estamos sorprendidos
lamentables. Dijo que yo estaba destinado a ser el marido de por el miedo a todas esas calamidades; pero hasta que el
mi madre, con la que tendría hijos, y que sería el asesino de mi testigo no te lo haya aclarado todo, ten esperanza.
padre. Después de oír todo eso, no volví a Corinto, huí para

5
EDIPO: Es verdad, toda mi esperanza está en esperar a ese allá arriba, en los celestes espacios del éter en donde han
hombre, ese pastor, ese único testigo. nacido! «El orgullo engendra al tirano; el orgullo, cuando ha
acumulado vanamente imprudencias y demasías ni
YOCASTA: Y cuando él aparezca, ¿qué esperas que suceda? convenientes ni útiles, luego de haber trepado has ta una
abrupta cima, precipita al hombre en un abismo de desgracias
EDIPO: Te lo diré. Si dice lo mismo que tú, que unos ladrones de donde, para salir, su pie no le sirve de ninguna ayuda. «Yo
lo habían asesinado, estaré a salvo, porque uno solo no cuenta suplico a la Divinidad que este tan noble pugilato para salvar la
como varios. Pero si habla de un solo asesino, resultará que ciudad no se malogre: para ello no cejaré de implorar la
aquella muerte recaerá sólo en mí. protección divina.
YOCASTA: Quédate tranquilo, ya que así habló ese testigo y no (Entran YOCASTA y sus doncellas trayendo consigo guirnaldas
puede ya retractarse de lo que dijo. No he sido la única que lo de laureles y otras ofrendas.)
he oído: la ciudad entera ha escuchado lo mismo que yo. Y aun
en el caso de que cambiara su primer relato, jamás, príncipe, YOCASTA: Príncipes de este país, he resuelto salir a visitar los
podrá demostrar que Layo fue asesinado según las santuarios de los dioses con estas coronas y estos perfumes
predicciones, ya que Loxias había declarado que Layo moriría a que en mis manos traigo; pues Edipo deja que aniden en su
manos de mi hijo, y aquel hijo, no pudo matar a su padre, corazón mil torbellinos de inquietud exagerada y les pido
porque el murió mucho antes. ayuda.

EDIPO: Haces un juicio sensato. Pero no olvides enviar a traer (Mientras YOCASTA va dejando sus ofrendas, entra un
al pastor. MENSAJERO.)

YOCASTA: Voy a enviártelo en seguida. MENSAJERO: ¿Podría yo, extranjero, saber en dónde se
encuentra Edipo?
(EDIPO y YOCASTA SE MARCHAN)
CORIFEO: Estás viendo su palacio, y el rey, extranjero, está
(EL CORO SALE AL FRENTE) dentro. He aquí a su esposa, madre de sus hijos.
CORO (UNISONO): ¡Ojalá los dioses hagan que mi destino, YOCASTA: Dinos, ¿qué necesidad te trae aquí y que noticias
tanto en mis propósitos como en todos mis actos, sea guardar vienes a anunciarnos?
la augusta pureza, cuyas sublimes leyes han sido decretadas

6
MENSAJERO: Para tu casa, como para tu esposo, son, ¡oh YOCASTA: Viene de Corinto para anunciarte que Pólibo, tu
mujer!, noticias favorables. padre, no existe, ya ha muerto.

YOCASTA: Y ¿cuáles son esas noticias? ¿De dónde vienes? EDIPO (Al MENSAJERO.): ¿cómo dices, extranjero? Relátame tú
mismo tu mensaje. (CON VOZ ANGUSTIADA)
MENSAJERO: De Corinto. Las noticias que traigo seguramente
te producirán alegría, pero quizá también te a aflijan.

YOCASTA: ¿Qué noticias? MENSAJERO: Si ante todo hay que anunciar claramente la
noticia, has de saber que Pólibo se ha ido, ha muerto.
¿MENSAJERO: Los habitantes del país del Istmo quieren,
según se dice por allí, proclamar a Edipo rey por la muerte del EDIPO: ¿Fue en una celada o a consecuencia de alguna
rey Pólibo. enfermedad?

YOCASTA: ¿Qué dices? ¿De modo que Pólibo ha muerto? MENSAJERO: El menor contratiempo abate a un hombre de
edad.
MENSAJERO: Que muera yo mismo si lo que digo no es verdad.
EDIPO: ¡El desgraciado ha sucumbido víctima de alguna
YOCASTA (A una doncella.): Mujer, date toda la prisa que enfermedad! (CON VOZ DESCONCERTADA)
puedas para ir a anunciar a tu señor esta noticia.
MENSAJERO: Yo considero que es más por los años.
(ENTRA EDIPO Y AGARRA DE LAS MANOS A YOCASTA)
EDIPO: ¡MUJER, MUJER, ¡TEMER A LOS ORÁCULOS DIVINOS O
EDIPO: Mi muy amada esposa Yocasta, ¿por qué me habéis A LOS PÁJAROS QUE CLAMAN EN LOS CIELOS! Según aquellas
hecho salir de palacio? predicciones, yo debía matar a mi padre. Pero él está muerto y
yace bajo tierra, y jamás puse mano sobre él; ¡a menos de que
YOCASTA: Oye a este hombre; escúchalo, y mira a lo que han haya muerto por la pesadumbre que le produjera mi ausencia!
venido a parar los oráculos venerables de los dioses. En este caso, sí que podría haber sido yo la causa de su
muerte. ¡Pero no es así! (CON FELICIDAD SE ACERCA A
(EDIPO DA UNA VUELTA VISUALIZANDO AL MENSAJERO)
YOCASTA)
EDIPO: Este hombre ¿quién es, y qué viene a decirme?

7
YOCASTA: ¿No te lo había dicho yo hace tiempo? EDIPO: Mérope, anciano, la que vivía con Pólibo.

EDIPO: Así me lo habías asegurado; pero yo vivía angustiado MENSAJERO: Y ¿qué es lo que te causa miedo?
por ese temor.
EDIPO: ¡Una profecía espantosa!, que pronunciaron los dioses.
YOCASTA: Que tu corazón ya no tema a ningún Oráculo. (MIRANDO AL LADO CONTRARIO DEL MENSAJERO)

(Pausa.) MENSAJERO: ¿Puede saberla, o no está permitido que otro lo


conozca?
EDIPO: Pero, y la parte de la profecía que involucra a mi
madre, ¿cómo dejar de temerlo? (CON LA MIRADA PERDIDA Y EDIPO: Puede ser conocido. Loxias predijo un día que yo debía
PESAR) casarme con mi madre y asesinar a mi padre. Es por eso que
escape de Corinto. (VOLTEANDO A VER AL MENSAJERO)
YOCASTA: ¡Para qué vivir en continua alarma, si la casualidad
manda siempre como un soberano en el destino de los MENSAJERO: Entonces, ¿por ese oráculo, que estas muy
hombres y nada puede ser previsto con certeza? En cuanto a asustado?
ti, que no te asuste ese ayuntamiento con tu madre, porque
son numerosos los mortales que en sueños han compartido el EDIPO: sí, ¡PORQUE NO QUERÍA SER EL ASESINO DE MI PADRE!
lecho materno. (CON EUFORIA)

EDIPO: Todo lo que estás diciendo sería cierto, si la que me MENSAJERO: Pero ¿Por qué sigues angustiado, a pesar de lo
engendró no se hallase viva. (CON DESCONCIERTO Y UN POCO que te he mencionado? Y yo que he llegado hacia ti, lleno de
DE ENOJO, ALEJÁNDOSE DE YOCASTA) buenos sentimientos…

YOCASTA: sin embargo, la muerte de tu padre, debe ser un EDIPO: Yo sé de tus buenas intenciones, aun así, sigo nervioso,
gran alivio para ti. pero a pesar de ello, a ti se te dará una digna recompensa.
(CANSANCIO Y AGARRANDO SU FRENTE)
EDIPO: Lo es. Pero tengo miedo por la que vive aún.
MENSAJERO: Tranquilo Rey, yo he venido con el propósito de
MENSAJERO: ¿Cuál es la mujer que te llega a asustar de tal que su regreso a Corinto sea grato.
modo?

8
EDIPO: Pero es que yo jamás volveré a mi tierra Natal. (CON MENSAJERO: Eso lo pudiera haber hecho yo, siendo yo mismo
MOLESTIA VOLTEA LA MIRADA LEJOS DEL MENSAJERO) el que te entrego a sus manos.

MENSAJERO: Hijo mío, no sabes lo que estás haciendo... EDIPO: Y, ¿cómo un padre, puede ser para mí, igual que un
extraño?
EDIPO: ¿Cómo es eso?, Explícame en el nombre de los dioses
(CON CURIOSIDAD VOLTEA A VER Y ACERCARCE AL MENSAJERO: Ni Pólibo, ni yo, te hemos engendrado.
MENSAJERO)
EDIPO: ¿Entonces por qué me llamaba hijo? (ACERCÁNDOSE
MENSAJERO: sí son esas las razones que te impiden volver a tu CON PESAR Y ANGUSTIA AL MENSAJERO)
país...

EDIPO: Por temor de que Apolo hubiera pronunciado sobre mí


una verídica profecía. MENSAJERO: Tú debes saber que fuiste un milagro, en otro
tiempo, que fue entregado a mis manos, para que
MENSAJERO: ¿Tienes miedo de cometer tales acciones contra posteriormente, se lo diera a tu padre adoptivo.
tus padres?
EDIPO: ¿Y a pesar, de haberme recibido por parte de un
EDIPO: Sí, ese es el eterno motivo de mi terror. extraño, porque me amaba tanto?

MENSAJERO: ¿No sabes pues, que tu accionar fue de forma MENSAJERO: Porque hasta entonces, no había tenido hijos.
injustificada?
EDIPO: ¿Y cómo llegue a estar bajo tu cuidado?
EDIPO: ¿Cómo que injustificada? ¡¿Acaso, no soy el hijo nacido
de esos dos padres?! MENSAJERO: Te había hallado en las cañadas arboladas del
Citerón.
MENSAJERO: Pólibo no tuvo que ver nada en el hecho de tu
nacimiento. EDIPO: Y ¿por qué recorrías aquellos lugares?

EDIPO: ¿Qué dices? ¿Pólibo no me engendró? (CON ANGUSTIA MENSAJERO: Guardaba en la montaña rebaños.
E INCAPACIDAD DE CREER)
EDIPO: ¿Eras un pastor errante y mercenario?

9
MENSAJERO: ¡Sí, y fui tu salvador en aquellos tiempos! MENSAJERO: Se decía, que era uno de los que servían a Layo.

EDIPO: ¿De qué mal padecía yo, cuando me encontraste de EDIPO: ¿En casa del que era en el pasado el rey de Tebas?
ese modo?
MENSAJERO: Sí; era pastor de la casa de ese hombre.
MENSAJERO: Tus tobillos pueden atestiguártelo.
EDIPO: ¿Aún sigue vivo? ¿Puedo verlo?
EDIPO: ¡Ah! ¿Por qué mencionas tal terrible tortura?
MENSAJERO (Dirigiéndose a los del CORO): Vosotros que
habitáis en este país, podréis saberlo mejor que nadie.

MENSAJERO: Yo te desaté, tenías los extremos de los pies bien


sujetos.
EDIPO: ¿Hay alguien, entre vosotros de los que me rodean,
EDIPO: ¡TERRIBLE INJURIA ME CAUSÓ! que conozca al pastor de quien habla, ¡DÍGANMELO PARA
ACABAR CON ESTE MISTERIO?! (DIRIGIENDOSE AL CORO)
MENSAJERO: El nombre que llevas, proviene de esa misma
situación.

EDIPO: Por los dioses, dime, ¿Eso lo hizo mi padre o mi madre? CORIFEO: Ese hombre no es otro que el que precedentemente
querías descubrir. Y, Yocasta podría decírtelo.
MENSAJERO: No lo sé. Aquel de quien te recibí estará mejor
informado que yo. EDIPO: Mujer, ¿Tú crees que el hombre que deseábamos que
llegara, hace un rato, pueda ser el mismo de quien habla este
EDIPO: ¿Me recibiste de otro extraño? ¿Entonces no me anciano? (SE ACERCA A YOCASTA)
hallaste tú mismo? (ESTIRANDO LAS MANOS Y
SEÑALANDOLO) YOCASTA: ¿De quién hablas? No te inquietes y procura olvidar
tales palabras.
MENSAJERO: No; fue de otro pastor de quien te recibí.
EDIPO: ¡NO!, después de haber recogido tantas respuestas,
EDIPO: ¿Quién era ese pastor? ¿Podrías decírmelo? que no pueda descubrir mi nacimiento. (CON EUFORIA
DIRIGIDA A YOCASTA Y SEÑALANDO AL MENSAJERO)

10
YOCASTA: En nombre de los dioses, si tienes alguna PERSONAJES:
preocupación, ¡abandona esas investigaciones!, ¡BASTANTE
TENGO YO CON MI DESGRACIA! (ALEJÁNDOSE)
- EDIPO:
EDIPO: ¡TRANQUILIZATE! ¡Aunque sea descendiente de Farfan, Solange y Criollo, Lucas
esclavos, (BAJA EL VOLUMEN DE SU VOZ) tú no resultarías
- YOCASTA:
humillada!
Gilvonio, Victoria
YOCASTA: Sin embargo, créeme, te lo suplico, no hagas nada - MENSAJERO:
por saber.
Luna, Mirely
EDIPO: Imposible obedecerte, y dejar de querer aclarar este - CREONTE:
misterio.
Olivos, Brian
YOCASTA: Pero yo te lo digo por tu bien, y te doy el mejor - CORIFEO:
consejo. Torres, Abraham
EDIPO: Esos consejos, desde hace tiempo que me molestan. - CORO:
Chávez, Dally
YOCASTA: ¡Oh desgraciado! ¡Ojalá jamás puedas saber quién
eres! Carreño, Yamila
Quispe, Emily
EDIPO (Al CORO): ¡QUE ALGUNO DE USTEDES TRAIGA ANTE MÍ
AL PASTOR! En cuanto a ella, dejadla que se enorgullezca de su
Benavides, Camila
perfecto nacimiento.

YOCASTA: ¡Ay, desgraciado! ¡Es el único nombre que desde


ahora podré darte por última vez y para siempre!

(YOCASTA SE MARCHA)

11

También podría gustarte