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Conferencia de Alan Hart en Friburgo

La esencia de la verdad oculta

Por Alan Hart | 24/09/2011 | Palestina y Oriente Próximo

El texto que sigue es el discurso que pronuncié el 11 de septiembre en una conferencia en


Friburgo (Alemania), «Palestina, Israel y Alemania, los límites de la discusión abierta». El
título completo de mi intervención era «La complicidad de los medios de comunicación en el
ocultamiento del sionismo de la verdad de la historia». Traducido para Rebelión por J. M. y
revisado por Caty R.

Describo el conflicto de Palestina como el hecho que convirtió al sionista -¡no judío!- Estado
de Israel en el cáncer central de los conflictos internacionales. Y creo que si no lo curamos
ese cáncer acabará consumiéndonos a todos. También creo que no hay casi nada más
importante que cruzar, y eventualmente eliminar, los límites que han impedido, y en gran
medida continúan impidiendo, la información y la discusión honesta acerca de quién y qué se
debe hacer por la justicia para los palestinos y la paz para todos. Por eso he aceptado
complacido la invitación para participar en esta conferencia.

Antes de entrar en el tema quiero decir un par de cosas acerca de mí mismo y luego
ofrecerles una clave, en realidad «la clave» para la comprensión del mismo.

Como indica la promoción previa de esta conferencia, creo que soy la única persona del
mundo que, podría decirse, disfrutó del acceso a la intimidad y cierto tipo de amistad entre
seres humanos con dos grandes adversarios de toda la historia de la humanidad: Golda Meir,
la madre de Israel, y Yasser Arafat, el padre de Palestina. La primera imagen de mi libro, la
epopeya en tres volúmenes Zionism: The real enemy of the jews (Sionismo: el verdadero
enemigo de los judíos), es de Golda Meir cuando era primera Ministra y está escribiendo de
su puño y letra «Para un buen amigo, Alan Hart». En conferencias y visitas con debates
durante una gira por todos los Estados unidos utilicé esa dedicatoria como arma, en defensa
propia, cuando falsa y maliciosamente me acusaban de antisemitismo. Solía citarla y
responder a quien me acusaba: «¿Crees que la anciana era tan estúpida como para no ver en
mí a un antisemita?». En todas partes surtía el efecto de poner al público en contra de mi
acusador.

¡Es una creencia popular que si se ofende a ambas partes en una controversia o conflicto se
está haciendo lo correcto! Después de aclarar esto, lo segundo que quiero decir es que mi
libro y yo somos la bandera roja tanto para el sionismo como para los regímenes corruptos,
impotentes y represores del ordenamiento árabe. Yo no tenía la intención de ofender a los
regímenes árabes por el placer de hacerlo. El hecho es que no se puede decir la verdad sobre
el sionismo sin contar la verdad sobre los regímenes árabes. Como explicaré brevemente, la
verdad fundamental sobre ellos es que a pesar de una estúpida retórica que pretende lo
contrario, nunca tuvieron la intención de combatir a Israel para liberar a Palestina. Y eso
ayuda a explicar por qué los regímenes árabes han sido y son uno con el sionismo en el deseo
de ocultar la verdad de la historia.

Ahora la clave para entender. Es el conocimiento de la diferencia entre el judaísmo y el


sionismo.

• El judaísmo es la religión de los judíos, no «del judío», porque no todos los judíos son
religiosos. Como en el cristianismo y en el islam, el judaísmo, tal vez debería decir que la
corriente principal del judaísmo tiene en su centro un conjunto de valores morales y
principios éticos.

• El sionismo es un nacionalismo sectario y colonial que creó un Estado para algunos judíos
en el corazón del territorio árabe, principalmente con el terrorismo y la limpieza étnica, y al
hacerlo demostró desprecio y burla de los valores morales y los principios éticos del
judaísmo. En la realidad, judaísmo y sionismo son totalmente opuestos… Me pregunto,
¿cuántos de ustedes saben que el retorno de los judíos a la tierra del Israel bíblico por los
esfuerzos del hombre -una posible definición del sionismo, pero totalmente inadecuada-
estaba «proscrito» (prohibido, fuera de la ley) por el judaísmo…?
Desde mi punto de vista la negación del Nakba -la limpieza étnica de Palestina en 1948 que
llevó a cabo el sionismo, creando de esta manera el problema originario de los refugiados- es
tan obscena como la negación cristiana y musulmana del holocausto nazi. Vale la pena
señalar que en términos de números, los cristianos y los musulmanes que niegan el
holocausto nazi son una minoría muy pequeña de todo el mundo cristiano y musulmán, pero
los judíos que niegan la limpieza étnica del sionismo son la mayoría).

Hay dos razones por las que el conocimiento de la diferencia fundamental entre el judaísmo y
el sionismo es la clave para entender.

La primera es que cuando se conoce la diferencia se puede entender por qué es perfectamente
posible ser apasionadamente antisionista (estar en contra de la empresa colonial sionista) sin
ser de ninguna manera ni forma antisemita (en el sentido de aborrecer e incluso odiar a todos
los judíos por el solo hecho de serlo).

Los defensores de Israel afirman, correcta o incorrectamente, que el judaísmo y el sionismo


son la misma cosa con el fin de acusar, a veces explícitamente, a veces por la insinuación y la
difamación, que toda crítica a Israel es una manifestación de antisemitismo. Eso es insensata
propaganda sionista con el propósito del chantaje y la intención de silenciar las críticas e
impedir un debate informativo y honesto sobre las políticas de Israel y sus acciones. Pero
cuando uno sabe la diferencia entre el judaísmo y el sionismo, no hay que tener miedo a ser
falsamente acusados de antisemitismo por hablar y escribir la verdad. Usted puede decir a su
acusador sionista «¡Vete al infierno!». (Espero que sea un pensamiento reconfortante, para
los alemanes sobre todo).

El segundo motivo por el cual el conocimiento de la diferencia entre el judaísmo y el


sionismo es la clave para entender este hecho. Con el conocimiento de la diferencia se
entiende por qué es erróneo culpar a todos los judíos de todas partes por los crímenes del
núcleo duro sionista en Israel.

Para dar a esta afirmación un poco de contexto, quiero leerles las palabras de advertencia de
Yehoshafat Harkabi, quien ejerció por más tiempo en Israel el cargo de jefe de la Inteligencia
Militar. En su libro Israel’s Fateful Hour -la hora fatídica de Israel-, publicado en 1986,
escribió lo siguiente:

Israel es el estándar comparativo según el cual se tenderá a juzgar a todos los judíos. Israel
como Estado judío es un ejemplo del carácter judío, y en donde se expresa libre y
concentradamente. El antisemitismo tiene raíces profundas e históricas. Sin embargo,
cualquier falla en la conducta israelí, que inicialmente se cita como anti-israelismo, es
probable que se transforme en una prueba empírica de la vigencia del antisemitismo. Sería
una ironía trágica si el Estado judío, que tenía la intención de resolver el problema del
antisemitismo, se convirtiera en un causante del aumento del antisemitismo. Los israelíes
deben ser conscientes de que el precio de su mala conducta no lo pagarán sólo ellos, sino
también el resto de los judíos en todo el mundo.

Asistimos actualmente a una creciente ola de anti-israelismo provocada por el arrogante uso
del poder de Israel, su desprecio por el derecho internacional y su abrumadora santurronería.
(Según Harkabi, ésta última cualidad es la mayor amenaza para la existencia de Israel). Si
Israel se mantiene en su curso actual el peligro es, como advirtió Harkabi, que el anti-
israelismo se transforme en antisemitismo, puerta de entrada al segundo Holocausto -
abreviatura de otra gran escalada en contra de los judíos en todas partes y que muy
posiblemente comience en los Estados Unidos-. En mi opinión, el peligro real de que eso
ocurra se reduce considerablemente si aquellos entre los cuales viven la mayor parte de los
judíos (principalmente en Occidente), toman conciencia de la diferencia entre el judaísmo y
el sionismo.

También hay que decir que los judíos del mundo (los de América del Norte y Europa,
especialmente) pueden y deben actuar para proteger mejor sus propios intereses,
distanciándose del Estado sionista y sus crímenes. En el prólogo del Volumen Uno de mi
libro, que se titula Waiting for the Apocalypse, en espera de la gran tribulación, cito al doctor
David Goldberg, un prominente rabino liberal de Londres que dijo en el año 2001: «Puede
ser el momento para que el judaísmo y el sionismo tomen distintos caminos». Si estuviera
hoy entre nosotros que diría que no es que «puede ser» el tiempo, sino que ahora es el
momento.
Cuando me uní a ITN (Independent Television News) como un periodista muy joven, hace
muchos años, su gran jefe editor me dio la declaración de la misión en una frase corta:
«Nuestro trabajo es ayudar a mantener viva la democracia». Mi carga actual es que debido a
la complicidad del sionismo en el ocultamiento de la verdad de la historia en lo que se refiere
a la fabricación y el mantenimiento del conflicto de Palestina que se convirtió en Israel,
prevalece en los medios de comunicación de todo el mundo occidental la traición a la
democracia… Mi principal objetivo hoy en día es llamar la atención sobre dos de los
elementos más críticos de la verdad que fueron ocultados, y luego explicar sumariamente por
qué es importante la verdad.

Pero primero un poco de luz sobre el asunto del derecho de Israel a existir o no.

De acuerdo con el primer borrador todavía existente de la historia judeocristiana u


occidental, Israel recibió su certificado de nacimiento, y por lo tanto la legitimidad, por
medio de la Resolución de Partición de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947.
Eso es una tontería.

– En primer lugar las Naciones Unidas, sin el consentimiento de la mayoría del pueblo
palestino, no tiene el derecho a decidir la partición de Palestina o a ceder ninguna parte de su
territorio a una minoría de inmigrantes extranjeros para que establezcan un Estado por su
propia cuenta. (El término «extranjero» es correcto, porque casi todos, si no todos, los judíos
que llegaron a Palestina respondiendo a la llamada del sionismo y/o respondiendo a su
propia decisión, no guardaban ninguna relación biológica con los antiguos hebreos. La
mayoría eran europeos, convertidos al judaísmo mucho después del final de la primera
ocupación israelita de Palestina. La idea de que hay dos pueblos con igual derecho a la
misma tierra no tiene sentido).

– A pesar de que, por un estrecho margen, y sólo después de una votación amañada, la
Asamblea General de la ONU aprobó una resolución para dividir Palestina y crear dos
Estados, uno árabe y otro judío, donde Jerusalén no era parte de ninguno. Pero la resolución
de la Asamblea General era sólo una propuesta -lo que significa que podría no tener ningún
efecto, no podría convertirse en una resolución política, a no ser que fuese aprobada por el
Consejo de Seguridad.

– La verdad es que la propuesta de la Asamblea General sobre la partición nunca fue al


Consejo de Seguridad para su consideración. ¿Por qué no? Debido a que los EE.UU. sabían
que si se aprobaba sólo podría implementarse por la fuerza, y el presidente Truman no estaba
dispuesto a usar la fuerza para la partición de Palestina.

– Por lo tanto el plan de partición, que estuvo viciado (se convirtió en inválido) y la cuestión
de qué diablos hacer con Palestina después de que Gran Bretaña había hecho tal enredo allí
para luego abandonar, se llevó de vuelta a la Asamblea General para una mayor discusión. La
propuesta favorecida de los EE.UU. fue la creación de una Administración Fiduciaria
temporaria de las Naciones Unidas. Mientras la Asamblea General estaba debatiendo qué
hacer, Israel declaró unilateralmente su creación como Estado, en realidad en contra de la
voluntad de la comunidad internacional organizada, incluido el gobierno de Truman.

La verdad de ese momento fue que el Estado sionista se creó (como he mencionado antes)
principalmente como consecuencia del terrorismo sionista y la limpieza étnica. No tenía
derecho a existir y, más aún, no podría tener derecho a existir a menos que… A menos que
fuera reconocido y legitimado por aquellos que fueron desposeídos de sus tierras y sus
derechos durante la creación del Estado sionista. Según el derecho internacional, sólo los
palestinos podrían dar a Israel la legitimidad que necesitaba. Y esa legitimidad era lo único
que los sionistas no podían tomar de los palestinos por la fuerza.

Ahora, y en lo que considero como las dos mentiras más grandes y de mayor éxito de la
propaganda sionista, se apoyan en la construcción del mito judeocristiano occidental.

La primera mentira es la afirmación de que Israel ha vivido en peligro de aniquilación y que


su población judía estaba amenazada de ser «arrojada al mar». La verdad de la historia, que
fluye plenamente documentada en los tres tomos de mi libro, es que la existencia de Israel
jamás ha estado en peligro por cualquier combinación de las fuerzas árabes. No en 1948.
Tampoco en 1967. Y ni siquiera en 1973. La aseveración del sionismo de lo contrario fue la
cobertura que permitía a su monstruoso hijo justificarse donde le era más importante -en los
Estados Unidos y Europa occidental- para que la agresión se perciba como defensa propia y
en la postura de víctima cuando en realidad fue y es el opresor.

En el poco tiempo del que hoy dispongo en este panel voy a decir más sobre la guerra de
1967 y algunas palabras sobre los combates de 1948.

Sí, es cierto que cuando Israel declaró unilateralmente su existencia como Estado -un
eminente líder sionista declararía después que equivalía a una declaración de guerra a los
árabes- fuerzas de combate de cinco ejércitos árabes entraron en Palestina. Pero su objetivo
no era la destrucción del Estado judío emergente del viciado plan de partición. Su propósito
era sólo tratar de asegurar la tierra que se había asignado al Estado árabe, y fallaron
miserablemente incluso en eso. En la primera fase de la lucha hubo una tregua de 30 días,
durante los cuales los árabes no recibieron una bala o una bomba a causa de un embargo de
armas, pero los israelíes, gracias a la brillante planificación anterior a la guerra de su líder
David Ben-Gurion, recibió armas y equipos de todo tipo. Cuando se reanudaron los combates
había 20.000 árabes mal armados, mal dirigidos y completamente desmoralizados contra
90.000 israelíes bien equipados, bien dirigidos y muy motivados. A partir de entonces Israel
fue la superpotencia militar de la región. (En la mirada hacia atrás sobre la primera guerra
árabe-israelí no era ningún secreto en el mundo diplomático que Ben-Gurion tenía la
esperanza de que los árabes rechazaran la partición y optaran por la guerra, porque sabía que
Israel podría conseguir más tierras árabes por medio de la lucha que con la política y la
diplomacia).

Yo puedo hablar y escribir sobre la guerra de 1967 a partir de mi experiencia personal,


porque para la ITN fui el primer corresponsal occidental destinado a las orillas del Canal de
Suez acompañando la de los israelíes (hay una foto mía en mi página de
internet, www.alanhart.net ), y debido a la calidad de mis contactos -que incluían al mayor
general Chaim Herzog, uno de los padres fundadores de la Dirección de Inteligencia Militar
de Israel- estaba al tanto de la conspiración para la guerra a puertas cerradas del lado israelí,
viendo la situación con una mirada retrospectiva. El segundo día de la guerra Herzog me
dijo: «Si Nasser no había sido lo suficientemente estúpido como para darnos un pretexto para
la guerra, habría creado uno en el plazo de un año a 18 meses».
Más de cuatro décadas después, casi todos los judíos en todas partes del mundo, y la mayoría
de los gentiles, todavía creen que Israel fue a la guerra porque los árabes atacaron (que fue la
primera alegación de Israel), o, si no, porque los árabes tenían la intención de atacar (lo que
obligó a Israel a lanzar un ataque preventivo). La verdad sobre la guerra comienza con la
afirmación de que los árabes no atacaron ni tenían esa intención. La verdad completa incluye
los siguientes hechos:

– El primer ministro israelí y ministro de Defensa de la época, el muy difamado Levi Eshkol,
no quería llevar a su país a la guerra. Y tampoco lo quería su jefe de gabinete, Yitzhak Rabin.
Ellos sólo querían una acción militar muy limitada, una operación corta de guerra, para que
la comunidad internacional presionase sobre el presidente de Egipto, Nasser, para que
reabriera el estrecho de Tirán.

– Israel fue a la guerra porque sus halcones militares y políticos insistieron en que los árabes
estaban a punto de atacar. Los halcones de Israel sabían que era una tontería, pero insistían
para socavar la imagen de Eshkol ofreciendo de él una representación débil para el país. El
punto culminante de la campaña contra Eshkol, que era más sabio que débil, fue una
demanda de los halcones de entregar la cartera de Defensa a Moshe Dayan, el ojo de los
señores de la guerra del sionismo y maestro del engaño. Cuatro días después de que Dayan
recibiera la cartera que él quería, y los halcones se habían asegurado la luz verde de la
administración de Johnson para hacer pedazos las fuerzas aéreas y terrestres de Egipto, Israel
fue a la guerra.

– Lo que realmente sucedió para que Israel fuera a la guerra era algo muy parecido a un
golpe militar, ejecutado silenciosamente detrás de puertas cerradas, sin disparar un solo tiro.
Para los halcones de Israel, la guerra de 1967 fue la asignatura pendiente de la guerra de
1948-1949 -para la creación de un Gran Israel con la toda Jerusalén como su capital-. (En
realidad, los halcones de Israel tendieron una trampa a Nasser y éste cayó tontamente para
afrontar un desafío)

En el largo capítulo sobre esa guerra que inicia el volumen 3 de mi libro, nombro y cito a una
serie de líderes israelíes de la época que posteriormente admitieron la verdad. El primero fue
el Jefe del Estado Mayor, Rabin. En una entrevista con Le Monde el 28 de febrero de 1968,
dijo: «No creo que Nasser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí el 14 de
mayo no habrían sido suficientes para desatar una ofensiva contra Israel. Él lo sabía y
nosotros lo sabíamos».

En un momento de descuido público, en 1982, el Primer Ministro Begin fue aún más lejos
cuando declaró: «En junio de 1967 tuvimos una elección. Las concentraciones del ejército
egipcio en el Sinaí no prueban que Nasser estuviera realmente a punto de atacarnos.
Debemos ser honestos con nosotros mismos. Nosotros decidimos atacarlo».

Todos y cada uno de los demás líderes israelíes que nombré y cito, declararon que nunca
hubo un peligro de aniquilación ni de un ataque de los árabes. Y como dijo uno de ellos,
«Toda la historia del peligro de exterminio fue inventada en cada detalle y exagerada después
de los hechos para justificar la anexión de más territorio árabe».

Mientras estaba escribiendo la verdad sobre la guerra me encontré diciendo en voz alta a mis
lectores que hay veces, y ésta era una de ellas, en las que me entraban ganas de «gritar» por
el dolor de saber la cantidad de judíos (casi todos los israelíes y la mayoría de los judíos del
mundo) que han sido engañados por los líderes de Israel y los doctos especializados del
sionismo.

En mi opinión, una de las acusaciones más contundente a los medios de comunicación por su
complicidad en el ocultamiento de la verdad de la historia por parte del sionismo está en el
hecho de que cuando hoy existe un motivo para hacer referencia a la guerra de 1967, todavía
pregonan la propaganda mentirosa del sionismo, a pesar del hecho de que la verdad está en el
registro público, como he indicado.

Pregunta: ¿Por qué los medios de comunicación son cómplices?

Hay muchas personas que creen que la respuesta es «el control judío de los medios de
comunicación». Los judíos propietarios de algunos medios de comunicación, incluso
muchos, es una parte de la respuesta, pero hay mucho más que eso. Por ejemplo, no hacen el
dinero con la venta de los periódicos. Sí se hace con la venta de espacios publicitarios en
ellos. Lo que más temen los editores es que si ofenden demasiado al sionismo no tendrán los
ingresos por publicidad que mantienen vivas sus publicaciones. Y este temor da como
resultado la autocensura… Hay mucho más que podría decir sobre este tema, pero el tiempo
es corto.

Durante los dos o tres primeros días de la guerra de 1973, prácticamente todo el mundo creía
que Israel realmente estaba en peligro de la derrota y aniquilación. No era así. A pesar de que
Egipto y Siria comenzaron la acción, el plan de guerra de Sadat era que su ejército se
detuviera al cruzar el Canal de Suez, y eso hizo. No hubo una intención por parte de Egipto
de atacar a Israel, ni siquiera de tratar de recuperar más territorio propio ocupado por Israel.
Y el objetivo de Siria en la guerra se limitó a tratar de recuperar los Altos del Golán
ocupados por Israel. Fundamentalmente fue la guerra de Sadat para la paz en connivencia
secreta con el nuevo secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger. Éste quería impartir a
sus amigos israelíes intransigentes una pequeña lección con la esperanza de que podría luego
rebotar en un proceso de paz por separado con Egipto. Kissinger sabía que si se sacaba a
Egipto de la ecuación militar, los árabes no podrían luchar contra Israel aunque quisiera, y
entonces Israel sería completamente libre para imponer su voluntad a todo el mundo árabe.
Todo fue muy mal para Sadat y Kissinger cuando los generales israelíes se dieron cuenta de
que su amigo estadounidense había coludido con Sadat. Liderados por el general Sharon,
decidieron entonces dar a Kissinger y Sadat una lección…

En un principio, y Kissinger lo dice, el presidente Nixon se negó a suministrar a Israel las


armas de reemplazo que fueran necesarias. Y por eso el ministro de Defensa israelí Dayan
ordenó que se armaran dos misiles con ojivas nucleares con El Cairo y Damasco en sus
objetivos. El mensaje de Dayan a Kissinger y Nixon era algo como: «Si no nos dan lo que
queremos, nos vamos a lo nuclear». Cuento la historia de esta guerra en el volumen 3 de mi
libro en un capítulo titulado The Yom Kippur War and «Nuclear Blackmail». (La guerra de
Yom Kippur y el «chantaje nuclear»).

Se entiende perfectamente con la ayuda de este hecho por qué la existencia de Israel nunca ha
estado en peligro bajo cualquier combinación de fuerzas árabes. Cuando el archivo de
Palestina se cerró con la victoria de Israel en el campo de batalla en 1948 y la anexión de
Cisjordania de Jordania, no se suponía que podría reabrirse. No se suponía que habría una
regeneración del nacionalismo palestino. Los palestinos tenían que aceptar su destino como
el cordero del sacrificio en el altar de la conveniencia política.

Y toda la verdad incluye este hecho. A puertas cerradas, y a pesar de su retórica en sentido
contrario, los regímenes árabes compartían la misma esperanza que el sionismo y las grandes
potencias: que el archivo de Palestina nunca se volviera a abrir. Ellos sabían que si se
reabriera, llegaría el día en que deberían enfrentarse con Israel y sus partidarios de las
grandes potencias, en particular los EE.UU., y no querían eso.

Ellos, los regímenes árabes, también se temían que un Estado palestino, si es que alguna vez
se establece, sería con un modelo de gobierno democrático que los árabes querrían imitar. De
esta manera, el nacionalismo palestino era percibido por los dictadores árabes como una
fuerza potencialmente subversiva.

Por su parte, los líderes de Israel eran conscientes de que si fracasaban en el mantenimiento
del archivo de Palestina cerrado, una regeneración de nacionalistas palestinos pondría en
duda la legitimidad del emprendimiento colonial sionista. Que es lo que está sucediendo
ahora.

El segundo y más grande éxito de propaganda sionista radica en la afirmación de que Israel
«no tenía socios para la paz».

La mejor introducción a la verdad de la historia sobre este capítulo de la cuestión, es una


frase en un libro notable, The Iron Wall, Israel and the Arab World, -El Muro de Hierro,
Israel y el mundo árabe- , de Avi Shlaim, uno de los principales «revisionistas», que implica
historiadores honestos. Él escribió: «Los archivos de la explosión del Ministerio israelí de
Asuntos Exteriores estallaron con las evidencias de paz de los árabes y su disposición a
negociar con Israel a partir de septiembre de 1948». Vale la pena repetirlo «desde septiembre
de 1948». Avi fue el primero que tuvo acceso a los archivos cuando se desclasificaron.
En el tiempo dispuesto para mí para el día de hoy, me conformo con dar sólo dos ejemplos de
la disposición o el pragmatismo árabes de aquel momento. Que también podría llamarse
traición a la causa palestina.

Muy poco después de llegar al poder en Egipto por medio de un golpe de Estado en 1951,
Nasser, secretamente, dio señales de que quería un acuerdo con Israel. Los guiños se hicieron
durante el intercambio secreto que mantuvo con Moshe Sharret, el primer ministro de
Relaciones Exteriores de Israel y, en mi opinión, el único líder israelí completamente
racional de su tiempo. También fue, brevemente, primer ministro cuando Ben-Gurión se
retiró por un tiempo debido a que algunos de sus colegas, y tal vez incluso él mismo, estaban
empezando a dudar de su estado mental. Cuando Ben-Gurion volvió a su cargo destruyó
políticamente a Sharret, quien, inspirado en sus intercambios con Nasser, quería hacer la paz
con los árabes en términos que habrían limitado a Israel a las fronteras del armisticio de
1948.

Pero el hombre que hizo más que cualquier otro para preparar el terreno para la paz fue el
que también dirigió la lucha para volver a abrir el archivo de Palestina, el pragmático Yasser
Arafat. En mi libro Arafat, Terrorist or Peacemaker?, Arafat, ¿terrorista o pacificador?
publicado por primera vez en 1984, revelé que él personalmente, ya en 1968, se había
reconciliado a regañadientes con un compromiso con Israel. Repito, en 1968. En ese
momento él consideraba Nasser como una figura paternal confiable, y creía que el presidente
egipcio tenía razón cuando le dijo que si la OLP quería que la tomasen en serio las grandes
potencias, las de Occidente y las de Oriente, tenía que ser realista y llegar a un acuerdo con
Israel dentro de sus anteriores fronteras de 1967.

A partir de entonces, le tomó a Arafat cinco largos años para vender la idea a sus colegas de
liderazgo de Fatah de un impensable compromiso con Israel. En un principio la idea de
compromiso era impensable prácticamente para todos los palestinos, no sólo porque les
obligaba a hacer la paz con Israel a cambio de sólo el 22% de sus tierras, sino también
porque requería, efectivamente, renunciar a su reclamación del otro 78% de la misma y para
legitimar la presencia de Israel en él.
Después, Arafat necesitó otros cinco largos años para vender el plan de acción aprobado por
Fatah de su política y compromiso con Israel del Consejo Nacional de Palestina, (CNP), una
especie de parlamento palestino en el exilio y el más alto órgano para la toma de decisiones
palestinas. En el momento había alrededor de 300 representantes en el CNP de la diáspora
palestina global. Hubo otros en los territorios ocupados por Israel e incluso en el propio
Israel, pero las autoridades israelíes no les permitieron viajar para asistir a las reuniones del
CNP.

En esos cinco años, Arafat tuvo que cambiar al CNP en todo, desde el rechazo del
compromiso con Israel hasta el apoyo a ese compromiso. Y tenía que hacerlo por la vía
democrática, mediante la discusión y el debate. No podía comportarse como sus hermanos
árabes autocráticos en el liderazgo e imponer su voluntad. Lo hizo convocando
personalmente en Beirut a los 300 miembros del CNP de todo el mundo para hablar con cada
uno. En sus primeras conversaciones con ellos, muchos dijeron que no votarían por un
compromiso con Israel, que Arafat era un traidor por abogar por él, y que si seguía por ese
camino, bien podría llegar a ser asesinado. Arafat de hecho, puso a prueba su credibilidad
con su propia gente y arriesgó su vida. Al final de cada una de sus conversaciones personales
con los delegados del CNP que rechazaban el plan, Arafat les pedía que regresaran a sus
lugares en la diáspora y que pensaran muy cuidadosamente sobre el compromiso que había
hecho con Israel. Si después de un tiempo de reflexión y debate con sus propias comunidades
aún se seguían oponiendo a su política, se les convocaría de nuevo a Beirut para otra
conversación.

El CNP votó abrumadoramente a favor de Arafat en 1979. Hubo 296 votos a favor de su
política de compromiso con Israel y sólo 4 en contra. Fue poco después de la decisión
histórica del CNP cuando tuve la primera de muchas conversaciones con Arafat. Cuando nos
quedamos solos, extrajo una libreta del bolsillo de su cadera. Saludó con la mano triunfante
en el aire y dijo: «Todo está aquí». Él era su propio registro de sus conversaciones con los
delegados del CNP durante los cinco años. Luego, con una gran sonrisa en su rostro y con
una voz que apenas podía creer lo que había sucedido, dijo esto: «Qué lejos hemos llegado.
No más esta charla tonta de querer arrojar a los judíos al mar. Ahora estamos preparados para
vivir junto a ellos en un mini Estado propio. Es un milagro».
Lo era, y Arafat fue el hacedor de milagros. Él había preparado el terreno de su lado para la
paz en términos que cualquier gobierno racional y la gente en Israel habría aceptado con
alivio. Ningún otro líder palestino podría haberlo hecho.

El problema entonces no es que Israel no tenía un socio palestino para la paz, sino que los
palestinos no tenían un socio israelí. Menachem Begin, podría decirse el terrorista más
exitoso de los tiempos modernos y tal vez de todos los tiempos, fue primer ministro de Israel.
Begin y sus colegas de la dirección del Likud eran capaces de manejar al terrorista Arafat.
Pero no pudieron con el pacifista Arafat. Y es por eso que en 1982 Begin empezó a permitir
al general Sharon, entonces ministro de Defensa de Israel, que llegara con las FDI hasta
Beirut con el propósito de liquidar a todo el liderazgo de la OLP y destruir su infraestructura.

Pero ésa fue sólo la primera fase del juego en el plan de Sharon. Si hubiera tenido éxito en
Beirut, iba a desestabilizar Jordania y provocar la caída y la salida de la monarquía
hachemita. Una vez hecho esto tenía la intención de decir a los palestinos algo como: «Por
supuesto que deben tener un Estado propio. Ahí está. Jordania. Vayan a tomarla». Para
ayudar a ese proceso Sharon había establecido en la Cisjordania, algo como un gobierno
títere palestino de espera compuesto por 70 colaboradores palestinos. Cuando él hubiera
destronado al rey Hussein trasladaría ese gobierno en helicópteros hasta Amman.

Posteriormente el Rey Hussein, a quien yo conocía muy bien, me dijo que él y todos los
líderes árabes conocían plenamente de antemano de cuáles eran las intenciones de Sharon.
Hussein también me confirmó algo que ya me había dicho Arafat. Poco antes de que Sharon
lanzara su invasión en Líbano para liquidar a la OLP, los líderes árabes del Golfo se
reunieron en secreto, sin ningún tipo de consejeros presentes, para acordar un mensaje al
presidente Reagan. El mensaje era que cuando Sharon invadió el Líbano para liquidar a la
OLP, los líderes árabes no darían ningún problema a los EE.UU. ni a Israel. La fuente de
Arafat de esa información fue uno de los líderes árabes del Golfo que estaba presente en la
reunión secreta, Oman’s Sultan Qaboos. Su mensaje a Arafat era el siguiente: «Cuando
Sharon vaya a Beirut a por ti, pedirás ayuda y no la conseguirás. Ten cuidado».

Todo eso y mucho, mucho más, está en mi libro, en detalle completamente documentado.
A su debido tiempo Arafat consiguió un posible socio de Israel e incluso probable por la paz
en la figura del Primer Ministro Rabin; pero como yo sabía por mis propias fuentes, Rabin
entró en el proceso de paz iniciado en Oslo con Arafat sólo con gran renuencia, porque temía
que iba a ser asesinado por uno de los suyos. Como ya sabemos, sus temores en ese aspecto
eran justificados. El fanático sionista que asesinó a Rabin, posiblemente con la complicidad
de algunos en los servicios de seguridad de Israel, no era un discapacitado mental, sabía
exactamente lo que estaba haciendo, matando a Rabin para matar el proceso de paz iniciado
por Arafat.

Luego, la credibilidad de Arafat con su propia gente comenzó a erosionarse. Y hay


declaraciones al respecto: «Confíen en mí. Déjenme avanzar con mi plan de acción en
política y compromiso con Israel porque devendrá en algo concreto para ustedes». El hecho
fue que no pudo entregar nada a su pueblo ya que la dirigencia israelí no quería la paz sobre
la base de la solución de dos Estados que estaba ofreciendo. Y los judíos de Israel no fueron
capaces de desafiar la locura de sus líderes porque la mayoría de ellos tenían el cerebro
lavado por la propaganda sionista.

Actualmente algunos intelectuales y activistas palestinos acusan a Arafat argumentando que


en el proceso de Oslo entregó el control de la política palestina a Israel y al sionismo. En mi
conversación con Arafat cerca de dos años antes de su muerte -yo creo que fue
biológicamente envenenado, asesinado- le pregunté si había motivos para decir que él había
cometido el error de su vida y, en efecto, había traicionado a su pueblo cuando entregó su
propia buena fe en la esperanza de que Israel cumpliría los compromisos por la paz que había
hecho.

La primera parte de su respuesta fue en el sentido de que cuando se inició el proceso de paz
de Oslo, honestamente creyó que no tenía elección, porque Israel tenía todo el poder de la
fuerza de su lado y los palestinos sólo tenían el derecho de su parte. La segunda parte de su
respuesta, en una voz mezclada de desesperación silenciosa e ira, fue a este efecto: si las
grandes potencias y los EE.UU. sobre todo habían apoyado su plan político y el compromiso
con Israel después de haber estrechado la mano de Rabin en el césped de la Casa Blanca, el
proceso de Oslo podría haber traído la paz en términos casi aceptables para la mayoría de los
palestinos. Y creo que Arafat estaba en lo cierto.

La administración de Clinton no dio respaldó a Arafat como debería haberlo hecho, en el


propio interés de los Estados Unidos, porque el lobby sionista estaba trabajando día y noche
para socavar tanto a Arafat como a Rabin y vaciar de sentido el acuerdo que habían firmado.
Comprendí lo que estaba pasando por un comentario que me hizo Shimon Peres en 1984. Él
era entonces el líder del Partido Laborista en la oposición cuando el primer gobierno liderado
por el Likud en una coalición y tenía la esperanza de ganar las siguientes elecciones de Israel
y negarle a Begin un segundo mandato como primer ministro. Yo estaba actuando entonces
como enlace secreto y de exploración en un diálogo entre Peres y Arafat. En mi primera
conversación privada con Peres en el principio de esta iniciativa, utilicé el término «lobby
israelí». Eso enojó a Peres. Dijo, casi gritándome: «¡Usted no entiende! ¡No es un lobby de
Israel! ¡Se trata de un lobby del Likud! ¡Y ese es nuestro problema!»

Mi propia visión sobre este aspecto de la cuestión es que no es correcto llamarlo el lobby de
Israel, ya que implica que representa a todos los israelíes y ciertamente no lo hace. Mi propio
término preferido es lobby sionista. En este punto, quiero decir, tal como lo hice en mi libro,
que yo no culpo al lobby sionista por actuar de la forma que lo hace. Sólo juega según las
reglas. Yo culpo al corrupto sistema de recaudación de fondos para la política electoral
estadounidense que pone las cuestiones que son propias de la democracia a la venta al mejor
postor. El lobby sionista es uno de ellos y su poder de compra le permite el control del
Congreso y por lo tanto, tiene bajo su poder al presidente y la política de Israel-Palestina. (Si
se presenta la oportunidad de discusión, te diré lo que el Presidente Carter me dijo sobre las
escasas oportunidades que cualquier presidente tiene para enfrentar al lobby sionista,
incluso si tiene la voluntad y el coraje de hacerlo).

Señoras y señores, después de esta breve explicación de la esencia de la verdad de la historia


(¡hay mucho, mucho más en mi libro!), voy a reseñar mi principal contribución a esta
conferencia y para llegar a una conclusión, formulando una pregunta para luego darles mi
respuesta. La pregunta es: ¿Por qué la verdad de la historia es tan importante? Dicho de otra
manera, ¿por qué los límites que ha elaborado el sionismo para evitar un debate informado y
honesto son imposibles de cruzar?

Pero en primer lugar tres observaciones generales breves.

– Creo que el estado sionista, no judío, de Israel puede y debe describirse actualmente como
un monstruo fuera de control

– Un monstruo que, debido a su hambre por la máxima cantidad de tierras árabes con el
mínimo número de árabes en ella, no está ni remotamente interesado en la paz en los
términos que puedan proporcionar a los palestinos una mínima cuota aceptable de justicia, y

– Un monstruo que es una verdadera amenaza no sólo para la paz de la región y el mundo,
sino también para la seguridad y el bienestar de los judíos en todas partes.

Cuando estaba escribiendo el texto para esta presentación me pregunté cuántos alemanes son
conscientes de lo siguiente. Si no hubieran existido Adolf Hitler y el holocausto nazi, casi
seguro que no se habría creado el Estado de Israel. ¿Por qué no? Antes de la obscenidad del
holocausto nazi, la gran mayoría de los judíos en todas partes, y sobre todo muchos
eminentes judíos estadounidenses, incluyendo el entonces propietario del The New York
Times, se oponían totalmente al proyecto sionista de Palestina. Ellos creían que era
moralmente incorrecto. Ellos temían que llevaría a un conflicto interminable con los árabes y
el mundo musulmán en general. Pero, sobre todo el temor era que si las grandes potencias
permitían al sionismo continuar con sus aspiraciones, provocarían un día un antisemitismo
violento a gran escala. Para muchos judíos en el mundo de hoy, el título de mi libro, Zionism:
The real enemy of the jewsel (Sionismo: el verdadero enemigo de los judíos), es muy
incómodo, demasiado incómodo, y algunos se sienten profundamente ofendidos e indignados
por él, pero estoy seguro de que, si estuvieran vivos hoy en día los judíos que vivieron antes
del holocausto y eran críticos al sionismo, lo aprobarían. (Mi muy querido amigo judío Ilan
Pappe, autor de La limpieza étnica de Palestina, ha descrito el título de mi libro como «la
verdad en siete palabras».)
La segunda observación general que quiero hacer se refiere a mi reiterado énfasis en el hecho
de que Israel es un Estado sionista y no un Estado judío. Es realmente muy simple. ¿Cómo
puede Israel ser un Estado judío cuando una cuarta parte de sus ciudadanos es árabe israelí,
sobre todo de la fe musulmana? Israel sólo se convertirá en un Estado judío si recurre a una
ronda final de la limpieza étnica para eliminar a todos los palestinos de la tierra de Israel. Yo
creo que ésta es una posibilidad real en un futuro previsible, pero no hay tiempo aquí y ahora
para explicar por qué y lo que creo que serían las consecuencias muy probablemente. Por
ahora voy a decir sólo que creo que una ronda final de la limpieza étnica sionista podría
llevar a un choque de civilizaciones islámica contra judeocristiana, inevitable. Que es quizás
lo que quieren los sionistas del núcleo más duro y sus asociados neoconservadores en los
Estados Unidos.

La tercera observación general que quiero hacer y que me llevará directamente a mi respuesta
a la pregunta de por qué la verdad de la historia es tan importante aquí. La firmeza increíble,
casi sobrehumana, de los palestinos ocupados y oprimidos es la roca sobre la que todos los
que tratamos de promover la verdad nos paramos. Admiro a los palestinos ocupados y
oprimidos, porque si hay algún pueblo en la tierra que debería haber sido deshumanizado por
el trato humillante, son ellos. No han sido deshumanizados, pero sí sus opresores. Y éste no
es sólo mi punto de vista gentil. Es también la opinión de algunos judíos de Israel.

Simplemente por seguir existiendo y quedarse donde están, sin claudicar ante los dictados de
Israel y no aceptar las migajas de su mesa, los palestinos ocupados y oprimidos de la Ribera
Occidental y en el campo de prisioneros a cielo abierto de la Franja de Gaza, están haciendo
casi todo lo que pueden para contener el monstruo sionista, pero hay una realidad política de
base que hay que afrontar y que es la siguiente.

La lucha por la justicia para los palestinos, que es la clave de la paz para todos, no se va a
ganar o a perder en Israel-Palestina o incluso en la región. Se ganará o se perderá en las
grandes capitales del mundo occidental y en Washington DC especialmente. Pero…

El problema número uno es que, debido al gran poder e influencia del lobby sionista en todas
sus manifestaciones, nuestros líderes y sus gobiernos nunca van a utilizar su poder para hacer
o intentar hacer que Israel sea serio sobre la paz, a menos que se encuentre empujado por una
opinión pública informada, por las expresiones de la democracia real en acción. En el
contexto estadounidense, por ejemplo, ningún presidente se verá libre de utilizar la influencia
que tiene para hacer o intentar hacer que Israel sea serio sobre la paz a menos que o hasta que
los hombres y mujeres congresistas tengan más temor de ofender a sus votantes que al lobby
sionista.

El problema número dos es que los ciudadanos, los votantes, de los países occidentales,
especialmente Estados Unidos, están demasiado desinformados y mal informados para hacer
el empuje, debido a la complicidad de los medios de comunicación, que han sido
condicionados por la propaganda sionista que informa de una versión de la historia que
simplemente no es verdad.

En resumen, entonces yo digo lo siguiente. La verdad de la historia es necesaria para


empoderar a los ciudadanos de las naciones occidentales para que sus democracias estén en
condiciones de trabajar por la justicia para los palestinos y la paz para todos. Sin este
empoderamiento, en mi opinión, no hay probabilidades de justicia para los palestinos y la paz
para todos, y el cáncer del conflicto finalmente nos consumirá a todos.

Quiero concluir con un llamamiento a algún tipo de ayuda para la promoción de la verdad de
la historia en Alemania. En las próximas semanas se publicará la edición alemana del
Volumen 1 de mi libro. Es posible que el lobby sionista en Alemania utilice su influencia
para impedir que el libro esté se exhiba en la Feria del Libro de Frankfurt. Ya lo veremos.
Pero, los volúmenes 2 y 3 no se publicarán, no se podrán publicar a menos que el editor
reciba asistencia financiera para pagar por la traducción. Si alguno de ustedes aquí tiene ideas
sobre cómo se podría prestar esa asistencia, les pido, por favor, decírselo a la doctora Gabi o,
a través de ella, a mí.

Si hubiera escrito una historia épica, un libro pro sionista, los ricos partidarios, equivocados o
no, de Israel, habrían acercado el dinero para todo tipo de promoción; probablemente habrían
financiado una película de Hollywood basada en su trama. Es un hecho triste pero cierto que
los recursos prácticamente ilimitados han estado disponibles para hablar y vender las
mentiras de la historia, mientras que de la verdad no ha conseguido ningún importante apoyo
financiero desde ningún lugar. Y ésta, en mi opinión, es la razón principal por la que, hasta la
fecha, el sionismo ha triunfado sobre el derecho de los palestinos.

A pesar de que podría exponerme al mote de ingenuo por decir esto, sigo comprometido con
la creencia de que si los ciudadanos de las naciones occidentales estuvieran debidamente
informados acerca de la verdad de la historia en lo que se refiere a la fabricación y el
mantenimiento del conflicto de Palestina que luego se convirtió en Israel, querrían que sus
gobiernos actuaran, que usaran su influencia para lograr justicia para los palestinos y paz
para todos, y apoyarían los actos de sus gobiernos.

Gracias.

Fuente: http://www.gilad.co.uk/writings/alan-hart-at-freiburg-
conference.html#entry12890701

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