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La cuestión que yo elegí seria, ¿una persona con discapacidad intelectual o mental está

capacitada para la paternidad?

Sin duda alguna se me hizo un planteamiento muy importante, porque, aunque no parezca existen
mucho caso como estos dentro de la vida real, y en algunas situaciones suelen ser mucho más
crueles en comparación con la película. Como bien pudimos observar, el protagonista que en
esta historia es Sam padece de una discapacidad mental, pero a pesar de eso, nos deja ver como
día a día lucha por salir adelante junto a su hija pequeña, aun sin saber nada acerca de la
paternidad. Se abre un tema interesante, sin tapujos, en un mundo en el que se nos acostumbra
a decir que las limitaciones no existen. Nosotros, como espectadores criados entre los algodones
del primer mundo, jamás llamaríamos al pobre Sam ‘tonto’. Aplaudimos, con los ojos vidriosos,
esos grandes esfuerzos por sacar su vida adelante y trabajar como si fuera una persona ‘normal’.
Las limitaciones, las discapacidades, no son patrimonio de unos pocos; todos tenemos una vida
difícil, todos tenemos que luchar. Y nosotros, que nos hemos creído normales durante toda la
película, nos damos cuenta de nuestra idiotez: el dolor causado por circunstancias injustas nos
toca a todos, aunque a veces lo vistamos de seda, de éxito o de rubias. La película debate sobre
la paternidad, la capacidad de las personas con discapacidad para criar y cuidar, los apoyos
estatales y sociales que posibilitarían que estas situaciones fueran viables en lugar de
suprimibles, y que la capacidad intelectual de una persona no tiene que ver con la capacidad de
amar, pero ¿será ello suficiente para dejar de observar la supremacía de las normas legales y la
obligatoriedad de su cumplimiento?

La conclusión a la que se llega es que habrá personas con tales circunstancias de discapacidad
intelectual que, contando con apoyos adecuados razonables, tienen suficiente competencia para
ejercer el derecho a la paternidad, para ser excelentes padres y madres; mientras que habrá otras
circunstancias en las que es desaconsejable que se aboque al ejercicio de la paternidad-
maternidad, no sólo pensando en el bien del futuro niño y el disfrute de sus derechos, sino en el
bien de la propia persona con discapacidad. Una conclusión como ésta pide discernimientos y
procesos que, a su vez, reclaman acompañamientos adecuados y firmemente personalizados.

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