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GUÍA DE LISBOA / Planeta Maravilloso

Enero de 2022

Disclaimer: esta guía de Lisboa no tiene contrato alguno ni relación comercial con ninguno de los negocios, atracciones o
lugares mencionados, y todas las valoraciones son opiniones personales de Hernán Maglione, para el blog Planeta Maravilloso
(http://planetamaravilloso.wordpress.com). La información y las sugerencias incluidos en esta guía se basan en la experiencia
personal del autor, y parte de la información provista puede haberse modificado con la pandemia de coronavirus Covid-19.
Todos los precios mencionados estaban vigentes a fines de 2021 y principios de 2022 en las respectivas páginas web de las
empresas, organismos y/o comercios correspondientes.

Publicado bajo licencia Creative Commons 2.5 Argentina (CC BY 2.5 AR) https://creativecommons.org/licenses/by/2.5/ar/

Los mapas fueron hechos en base a Google Maps

Fotos: Hernán Maglione


Lisboa tiene el andar sereno de una ciudad sin grandes preocupaciones, la riqueza cultural
de un país que alguna vez fuera conquistador de los mares, la sobriedad de una
arquitectura apasionante, la melancolía cautivadora del fado, el encanto de mil callejuelas
laberínticas, la inmensidad de un río que parece mar y la belleza arrogante que regalan un
puñado de miradores que irrumpen en los rincones más sorprendentes.

Entre sus tranvías amarillos y sus azulejos pintados a mano, la capital de Portugal tiene un
encanto único que invita a recorrerla con calma, subiendo y bajando sus siete colinas,
saboreando un pastel de nata y disfrutando sus edificios antiguos. A orillas del soberbio
estuario del río Tajo, Lisboa parece detenida a fines del siglo XVIII, cuando su mayor
tragedia —un terremoto que arrasó con todo lo que pudo— la convirtió en una gran pieza
arquitectónica armoniosa y delicada, obra de una reconstrucción que prácticamente nació
de la mano de un solo hombre.

La ciudad tiene muchísimo para ofrecer al visitante, desde su gastronomía (que combina lo
mejor de su vecina España con lo que le ofrece el mar hacia el oeste) hasta museos de
gran calidad (como el Calouste Gulbenkian, el Museo de Oriente o el de los típicos azulejos
portugueses), calles pintorescas, "balcones" encastrados entre sus colinas, bellas iglesias,
noches de tragos y fiestas, y recorridos apasionantes.

Conserva algunas perlas de su pasado romano, musulmán y español pero también tiene
una fuerte identidad propia y la pizca de sabor que añaden sus inmigrantes africanos, sin
olvidar la herencia del esplendoroso pasado de la Era de los Descubrimientos, de cuando el
Imperio Portugués se aventuró a los océanos y conquistó desde Japón hasta Brasil.

Es dueña de un inmenso legado artístico, ya sea en las letras con Luís de Camões,
Fernando Pessoa y José Saramago, o en la música con ese ritmo íntimo y nostálgico
llamado fado que tiene como iconos populares un nombre y un barrio: Amália Rodrigues y
Alfama.
Tiene rincones imposibles (como la gran catedral Santa Maria Maior de Lisboa, mejor
conocida como Sé, ubicada casi a presión en una pequeña esquina en pendiente), jardines
de colores vibrantes y miradores perfectos que se asoman al estuario del Tajo, pero
principalmente tiene un bien intangible: su calma, una quietud que parece provenir de ese
inmenso y manso río, un sosiego infinito que recorre sus monumentos, sus calles
adoquinadas, sus plazas de mosaicos simétricos, sus paredes con azulejos, y también
alcanza a sus imperturbables pobladores, una gente que jamás se cansa de llevar un andar
pausado y hablar en voz tenue.

Aquel viajero que alguna vez haya pisado Paris, Londres o Roma se habrá descubierto en
algún momento arrastrado por el ritmo frenético de las grandes capitales. Lisboa no es así,
esta es otra Europa, es un lugar para disfrutar sin apuros, tratando de absorber a cada paso
la belleza de una ciudad tan encantadora como deslumbrante.
Datos rápidos
● Lisboa, capital de Portugal
● Superficie: 100,05 km2 (1.381 km2 en Gran Lisboa)
● Población: 552.000 habitantes (1.997.000 en Gran Lisboa)
● Clima: templado, mediterráneo
● Río: Tejo (Tejo, en portugués)
● Idioma: portugués europeo
● Gentilicio: lisboeta
● Horario: UTC 0 y UTC +1 (hora de verano, del último domingo de marzo al último
domingo de octubre)
● Moneda: euro (€)
● Líneas de metro: 4 (líneas azul, amarilla, verde y roja)
● Líneas de tranvía: 6 (12E, 15E, 18E, 24E, 25E y 28E)
● Aeropuerto: Portela de Sacavém (a 6 kms. del centro)
● Estilos arquitectónicos: morisco (zona de Alfama), manuelino (Belém), pombalino
(Baixa), contemporáneo (Parque de las Naciones)
● Puentes: Vasco da Gama (que une Lisboa desde la zona de Parque das Nações con
Montijo, en el noreste) y 25 de Abril (de Alcántara a Almada, en el suroeste)
Lo imprescindible
● Lisboa es "la ciudad de las siete colinas", hay que subir y bajar todo el tiempo. Baixa
es el único barrio a ras del río Tajo, el resto son las calles más empinadas de
Europa. Todo parece cerca en el mapa pero siempre hay que tener en cuenta que
Lisboa va para arriba, y para abajo, y para arriba...
● Es una ciudad tranquila, su gente es serena, su ritmo es parsimonioso, y es casi una
obligación recorrer Lisboa despacio, sin apuros. Y, de paso, disfrutarla metro a
metro.
● No está de más conocer su historia, pero lo que inevitablemente hay que saber de
su pasado es que un terremoto la destruyó en 1755, al punto que la Lisboa que hoy
conocemos es la reconstrucción de aquella catástrofe.
● Apenas llegar hay que comprar la tarjeta Viva Viagem y cargarle un puñado de
euros. Excepto para el taxi, sirve para todo: tranvía, metro, autobuses, trenes y hasta
elevadores y ferris.
● Ya que hablamos de transporte, es imprescindible dar una vuelta en un "elétrico", los
famosos tranvías que suben y bajan las colinas con su traqueteo y el sonido de la
campanita a modo de bocina. Si de elegir una línea se trata, hay que trepar al
tranvía 28 y, ¿por qué no?, hacer el recorrido completo. También hay que usar el
metro, aunque más no sea para conocer algunas estaciones hermosas como
Baixa-Chiado, Olivais y Cabo Ruivo.
● Para saborear la auténtica gastronomía portuguesa hay que probar sardinas a la
parrilla (y luchar para encontrar carne entre tantas espinas), cozido a portuguesa
(hasta transpirar sudor frío de tanto comer) y pasteles de nata (si están apenas
tostados sobre la crema, mejor). El digestivo ideal es una medida de licor de
ginjinha.
● Los lisboetas pueden ser tímidos y hasta parcos, pero son gente amable que
acostumbran a soltarse y despojarse de las formalidades apenas el visitante se gana
su confianza. Y el idioma español no suele ser una barrera, están acostumbrados a
tratar con sus vecinos del este.
● Baixa, Chiado, Alto y Alfama son los barrios más turísticos que todos queremos
conocer, pero para encontrar la Lisboa más auténtica hay que alejarse un poco. Y
allí también está lo más relajado de la ciudad.
● Portugal en general es un país barato y en lo particular Lisboa es mucho más
accesible que las grandes capitales europeas (como Paris o Londres). La
recomendación para encontrar los mejores precios es alejarse un poco de las zonas
más repletas de turistas, con caminar un par de cuadras es suficiente.
● Hay miradores esparcidos por toda la ciudad, y son el lugar más recomendable para
descansar los pies, disfrutar las vistas y retomar el camino.
● Hay que reservar un día para visitar la vecina Sintra. Sería una pena haber estado
tan cerca y quedarse sin conocer algunos de esos castillos de ensueño.
Breve reseña histórica
Es importante entender a Lisboa como el fruto de un conjunto de civilizaciones y culturas
que dejaron su huella y forjaron su identidad. Casi un siglo después de conquistar la
península Ibérica, el Imperio Romano ocupó la región en el año 138 a.C., en el antiguo
poblado Olisipo que se había asentado entre los siglos VIII y VII a.C. Ya convertida en la
provincia de Lusitania, sufrió las invasiones bárbaras y el dominio visigodo.

En el año 711 llegaron los árabes, que impusieron su idioma a cristianos, bereberes, judíos
y a descendientes de un puñado de antiguos esclavos griegos. El islam se convirtió en la
religión oficial.

Antes de terminar el siglo VIII Alfonso de Asturias saqueó la ciudad, que también estuvo
bajo un breve dominio vikingo, hasta que en 1147 fue reconquistada por el cristianismo, que
barrió con todo vestigio musulmán y transformó las mezquitas en iglesias.

Lisboa fue la capital de Portugal desde 1255, donde se empezó a forjar el espíritu
conquistador de la Era de los Descubrimientos. Vasco da Gama llegó a India sobre el final
del siglo XV y desde entonces el mapa del Imperio Portugués no hizo más que crecer, con
nombres como Mozambique, Zanzíbar, Madagascar, Ceilán (la actual Sri Lanka), las islas
Molucas (hoy Indonesia), Macao, Nagasaki y, principalmente, Brasil, que llegaría a ser la
colonia más importante del imperio.

Los reyes de Habsburgo anexionaron Portugal a la Unión Ibérica en 1580, dando forma a un
vasto imperio que se extendía ramificado por América, Europa, África, Asia y Oceanía,
hasta que Portugal se independizó el 1º de diciembre de 1640.

El expansionismo portugués concluyó abruptamente el 1º de noviembre de 1755, cuando el


llamado Gran Terremoto provocó la muerte de más de 60 mil personas (algunas fuentes
hablan de 100 mil víctimas fatales, más de un tercio de la población total). Lisboa se llevó la
peor parte, no sólo por el temblor sino también por el posterior tsunami y los incendios
provocados por las velas encendidas por toda la ciudad por la festividad de Todos los
Santos. Se cree que se destruyó más del 80 por ciento de los edificios lisboetas, arrasando
así con buena parte de las más renombradas construcciones de la arquitectura portuguesa
del siglo XVI y XVII.

El primer ministro Carvalho e Melo, mejor conocido como el marqués de Pombal, se puso al
frente del resurgimiento de la ciudad. Organizó a los bomberos, mandó a enterrar miles de
muertos, movilizó al ejército para ejecutar saqueadores, puso a trabajar a los sobrevivientes
que intentaban fugarse de las ruinas de la ciudad y contrató arquitectos e ingenieros para
reconstruir la nueva zona céntrica de Lisboa, hoy conocida como Baixa Pombalina. Y, de
paso, inventó la construcción antisísmica haciendo marchar a las tropas con toda su furia,
simulando un terremoto.

La familia real portuguesa huyó en 1808 de las invasiones de Napoleón Bonaparte y cruzó
el océano Atlántico para instalarse en Rio de Janeiro. Cuando regresaron a Portugal, en
1821, Pedro de Alcântara quedó a cargo de Brasil como príncipe regente pero las cosas no
salieron como la corona esperaba: el 1º de diciembre de 1822 se convertía en Pedro I,
primer emperador de un Brasil independiente. Desde entonces, Portugal debió conformarse
con expandirse en África.

El país sufrió una guerra civil entre 1828 y 1834, y también revueltas y alzamientos
militares. Tras un período de paz, la monarquía tambaleó con la llegada del siglo XX por sus
problemas internos (económicos) y externos (la expansión inglesa que entró en conflicto
con los territorios portugueses de ultramar) hasta que en 1910 la realeza fue abolida y se
instauró la república.

En 1926 llegaría el golpe de Estado que implantó la dictadura más larga del siglo XX en
Europa. El primer ministro António de Oliveira Salazar gobernó el país desde 1932 con
mano de hierro, en lo que llamó Estado Novo, hasta que un golpe en la cabeza en un
accidente doméstico en 1968 hizo que fuera removido del poder (aunque nadie se lo notificó
y el propio Salazar murió dos años después creyendo que seguía gobernando el país). La
dictadura se prolongó por casi medio siglo, hasta que el 25 de abril de 1974 se produjo la
Revolución de los Claveles.

A las 22:55 de aquel día, en la radio nacional sonó E depois do Adeus, de Paulo de
Carvalho. Era la primera señal para las tropas militares que querían un cambio.
Exactamente una hora y media después se escuchó una canción prohibida, Grândola, Vila
Morena, de José Afonso. Era el llamado definitivo: un sector del ejército tomó las calles de
todo el país sin resistencia alguna. En Lisboa, ya durante la tensa espera matutina, un
soldado recibió un clavel y lo puso en el cañón de su fusil. Sus compañeros imitaron el
gesto y obtuvo así su nombre la revolución (que tomó el poder en 24 horas, solamente con
cuatro muertes civiles).

En 1976 se realizaron las primeras elecciones presidenciales libres, en 1985 se firmó en


Lisboa el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea, y en 1999 Portugal
adhirió a la zona Euro, el mismo año que entregó la soberanía de Macao a China. Desde
entonces, el país solamente gobierna en dos islas fuera del territorio continental: Azores y
Madeira.

La Expo ‘98 le sirvió a Lisboa para ganar un barrio moderno. La Exposición Internacional se
realizó en el Parque das Nações, donde se construyó un oceanario, un teleférico con vista
al río Tajo, grandes pabellones, modernos edificios y una gran conexión ferroviaria en la
estación de Oriente, que lleva la firma de Santiago Calatrava.
Barrio por barrio
Baixa Pombalina

►en la imagen: Rua Augusta y el arco triunfal.

Conocido simplemente como Baixa, en referencia a su situación geográfica (es la parte más
baja de la ciudad, apenas por encima del nivel del río Tajo), Baixa Pombalina es la carta de
presentación de Lisboa ante sus visitantes. Es uno de los pocos barrios lisboetas de trazado
recto y prolijo, que discurre en torno al eje central de Rua Augusta, por lo que al recién
llegado le será fácil guiarse.
Baixa Pombalina está atravesado de norte a sur por la elegante Rua Augusta, donde se
luce la arquitectura erigida por el marqués de Pombal tras el terremoto de 1755. Allí están
algunos de los comercios y los locales gastronómicos más famosos de la ciudad, además
de artesanos, vendedores ambulantes y artistas callejeros.

En el extremo norte de Rua Augusta está la plaza de Rossio con sus mosaicos de patrones
ondulados, un trazado que más tarde sería imitado en Rio de Janeiro, en el famoso
calçadão de Copacabana. Praça Rossio (oficialmente Dom Pedro IV) tiene en sus
alrededores el ostentoso Teatro Nacional Doña María II y la Estação Ferroviária do Rossio
(Rua 1º de Dezembro 125, frente a la Praça dos Restauradores), desde donde se pueden
tomar trenes a Sintra (con sus castillos de ensueño) o a Queluz (donde está el Palacio
Nacional del siglo XVIII), pero la estación misma es merecedora de una visita y unas
cuantas fotos, por ser una de las fachadas más espléndidas de Lisboa, un hermoso ejemplo
de arquitectura neomanuelina.
En el extremo sur de Augusta, el monumental Arco Triunfal (Rua Augusta 2) conduce a la
inmensa Praça do Comércio (también conocida como Terreiro do Paço), donde funcionó por
más de doscientos años el Palacio Real hasta que el Gran Terremoto lo redujo a
escombros. Durante mucho tiempo fue un gran estacionamiento de autos a cielo abierto
pero hoy es una zona despojada de cara al estuario del río Tajo.

Al Arco del Triunfo se puede subir por ascensor (y una pequeña escalera al final) para ver
de cerca las esculturas superiores y conseguir las mejores vistas de la Plaza del Comercio,
el Tajo y la Rua Augusta.

En los alrededores de la Praça do Comércio está el Lisboa Story Centre (Praça do


Comércio 78) con una exposición interactiva que narra la historia de Lisboa, y a escasos
cien metros se puede encontrar la principal oficina de turismo de la ciudad (Rua do Arsenal
21), con información para el visitante, cafetería y tienda de regalos.

Pero volvamos sobre nuestros pasos por Rua Augusta. Si miramos hacia el oeste por las
calles transversales podremos ver la pendiente que lleva hasta los barrios Chiado y Alto.
¿Cómo se llega? Caminando cuesta arriba con mucho esfuerzo, o con el Elevador de Santa
Justa (Rua de Santa Justa y Rua Áurea). La torre neogótica de hierro, de 45 metros de
altura, se inauguró en 1902 y cinco años más tarde incorporó los actuales motores
eléctricos. Cada uno de los dos ascensores puede transportar hasta 24 personas. Una vez
arriba se puede sacar fotos desde la terraza, tomar un café en el bar o directamente
ingresar al barrio Chiado. Si bien lo más recomendable es visitar el elevador al atardecer,
con los últimos rayos de sol, lo mejor es subir en algún momento en que haya poca gente
esperando, ya que es una de las principales atracciones de Lisboa y las filas para acceder
pueden ser bastante largas. También es pertinente aclarar que es un recorrido breve y no es
barato (€5,30 en 2022).

Aquellos que busquen vestigios del pasado más remoto de Lisboa, la Fundação Millenium
(Rua Augusta 84) tiene un recorrido gratuito por el Núcleo Arqueológico da Rua dos
Correeiros (Rua dos Correeiros 9). En 1995, cuando realizaban una remodelación,
encontraron restos de antiguas civilizaciones que poblaron la región desde el siglo VII a.C.,
e incluso se expone un esqueleto humano del siglo V. Las visitas se realizan de lunes a
sábados (excepto feriados) y hay que reservar en la página www.fundacaomillenniumbcp.pt.

Muy cerca, en Rua da Conceição antes de llegar a Rua da Prata, en medio del asfalto hay
una tapa de alcantarilla rectangular, un poco más grande que las demás y por eso llama la
atención. Es la entrada a las Galerias Romanas da freguesia de Santa Maria Maior, las
catacumbas del Imperio Romano del siglo I, descubiertas durante la reconstrucción de
Baixa Pombalina tras el terremoto. Es una visita breve pero lamentablemente sólo se puede
hacer en septiembre, cuando abre al público por apenas dos o tres días. La entrada es muy
barata y se debe reservar en http://galeriasromanas.cm-lisboa.pt.

Quienes busquen la famosa y elegante Pastelaria Suíça (fundada en 1922, conocida por
sorprender a los lisboetas con los por aquel entonces novedosos croissant franceses)
deben enterarse de las malas noticias: cerró definitivamente sus puertas antes de la
pandemia. Pero para sacarse las ganas de un buen desayuno con pasteles de nata está
muy cerca de allí la Confeitaria Nacional (Praça da Figueira 18B), que carga con algunos
años más sobre sus espaldas: está en funcionamiento desde 1829. Pero el más viejo es el
café/restaurante Martinho da Arcada (Praça do Comércio 3): fue inaugurado en 1782 por el
mismísimo marqués de Pombal. Hoy tiene una mesa reservada permanentemente para
Fernando Pessoa, ya que los dueños de Martinho de Arcada aseguran que esta era “casi la
segunda casa” del poeta.

En la parte norte de Baixa Pombalina, muy cerca de la plaza Rossio, está la iglesia de
Santo Domingo (Largo São Domingos 24), una auténtica superviviente. Sufrió el terremoto
de 1531 y el de 1755 prácticamente la redujo a escombros, pero fue restaurada en estilo
barroco. Un gran incendio en 1959 provocó la muerte de dos bomberos y numerosos daños
materiales; hasta el día de hoy se pueden advertir los rastros del fuego en las paredes y las
columnas, mientras que el techo fue reconstruido. A la salida de la iglesia se puede visitar A
Ginjinha (Largo São Domingos 8) para tomar al paso un chupito de —precisamente—
ginjinha, un licor de guindas muy popular en buena parte del país.

»» Secreto de viajero: hay mucha diferencia de altura entre Baixa y los barrios de los
alrededores, lo que representa subir por calles muy (MUY) empinadas. Pero los que quieran
llegar sin esfuerzo a Alfama (al este de Baixa) y sin gastar ni una moneda, pueden ir hasta
la esquina de Rua dos Fanqueiros y Rua da Vitória. Disimulada entre los edificios está la
entrada del Elevador do Castelo, un ascensor gratuito en dos etapas: la primera llega hasta
Rua da Madalena (lo que nos permite salvar unos 30 metros de diferencia en altura), y allí
hay que caminar un poco hasta encontrar el segundo elevador, que nos dejará muy cerca
del Castillo San Jorge. En total podemos ahorrar una diferencia de altura de unos 50
metros.

»» Secreto de viajero bis: en Rua dos Fanqueiros y Rua de Santa Justa están las tiendas
Pollux, con artículos para decoración hogareña. ¿Y para qué necesitaría un turista saber
dónde está este comercio? Para subir hasta el octavo piso donde se esconde un café con
las mejores vistas de la Baixa, en línea recta al Elevador de Santa Justa y al Convento do
Carmo. También se puede almorzar y cenar.
Bairro Alto y Chiado

Son dos barrios pero que bien podrían funcionar como una unidad, cada uno con sus
características propias, con Chiado como zona de paso desde Baixa hacia el Alto. Es el
área más animada por la tarde con sus cafés y hacia la noche con gran cantidad de bares y
restaurantes, muchas terrazas y algunos locales muy pequeños donde se disfrutan los
tragos de pie, en plena calle. Chiado es más comercial y con las cafeterías más famosas de
la ciudad, con mayor cantidad de atractivos para recorrerlo durante el día, mientras que el
Alto reúne la mayor oferta gastronómica. En las noches veraniegas sus calles son un
verdadero festival de música, charlas y copas.
Si Baixa es un barrio recto y fácil de recorrer, esta zona empieza a traer complicaciones
entre las elevaciones de la colina y sus calles ensortijadas. Hay que encontrarle la lógica,
pero al principio será difícil que el visitante sepa a ciencia cierta dónde está el sur o de qué
lado quedó Baixa.

Ya dijimos que se puede llegar a pie (con esfuerzo) desde Baixa o con el Elevador de Santa
Justa, pero hay una tercera opción: el Elevador da Glória, que en nada se parece a un
ascensor sino que es más bien un funicular con forma de tranvía. Es un método divertido de
llegar al mirador del Jardín de São Pedro de Alcântara pero también bastante caro para tan
poco trayecto: hasta 2021 costaba €3,80 el billete de ida y vuelta. Hay otros dos funiculares
en la ciudad: el Elevador do Lavra que sube hasta Alfama (aunque desde una zona algo
alejada del área más turística) y el Ascensor da Bica, que comunica la parte de Cais do
Sodré, frente al Tajo, con el Bairro Alto.
Acabamos de mencionarlo en el párrafo anterior: el Jardín de São Pedro de Alcântara es un
parque público con hermosas vistas hacia Baixa y Alfama, donde se puede ver el castillo
San Jorge recortarse contra el cielo en lo más alto de la colina. Es un excelente lugar para
empezar a identificar las distintas zonas de Lisboa y para después acercarse a tomar un
trago en el extrañísimo Pavilhão Chinês (Rua Dom Pedro V 89), un bar/cafetería con una
carta “singular” y una decoración tan asombrosa como estrafalaria, que incluye estatuas,
soldaditos de plomo, colgantes, caretas, sombreros, banderas, muñecos, vitraux, mesas de
pool, medallas, animales de cera, colecciones de miniaturas… Para los amantes de la
estética kitsch (hortera, dirían los españoles) es una visita obligada.

Quienes busquen cafeterías más tradicionales deben ir al corazón de Chiado y comenzar


por A Brasileira (Rua Garrett 122), aunque más no sea para sacarse una foto en la mesa de
Fernando Pessoa, junto a la estatua del poeta, de frente a la fachada art nouveau. Pero hay
quienes recomiendan sentarse unos metros más adelante, ya que dicen que Pastelaria
Benard (Rua Garrett 104) tiene mejor repostería. La sugerencia es que aquellos visitantes
que disfrutan de sentarse a una mesa a tomar un café, prueben todos los de la zona y
hagan su propia lista de calificaciones: Sacramento do Chiado (Calçada do Sacramento 40),
Leitaria Académica (Largo do Carmo 1), Café No Chiado (Largo Picadeiro 10), Kaffeehaus
(Rua Anchieta 3) y finalmente acercarse hasta A Carioca (Rua da Misericórdia 9) para
comprar algunas bolsas de café y no extrañar al regreso.

Ya quedó claro que toda Lisboa tiene un antes y un después del Gran Terremoto. El
Convento do Carmo (Largo do Carmo, a pasos de la terraza del Elevador de Santa Justa)
quedó montado en la mitad: la iglesia gótica fue construida en el siglo XV y en el sismo de
1755 resultó seriamente dañada y no volvió a ser reconstruida, por lo que mantiene su nave
central al aire libre, sin techo. En 1864 se fundó el Museo Arqueológico do Carmo, que
hasta el siglo XX recibió cerca de mil objetos y obras de arte que se encuentran en
exposición.

Siguiendo con la religiosidad, la Igreja de São Roque (Largo Trindade Coelho) atrae a
creyentes y agnósticos por el gran trampantojo en el techo que simula una arquitectura que
solamente está pintada.

Pero vayamos de una vez a lo que la gran mayoría viene a buscar al Bairro Alto: tragos y
fiestas en plena calle. Cuando el clima lo permite, la clientela sale a las veredas con su copa
a escuchar música o solamente a charlar y divertirse. No sería justo elegir dos o tres en
particular, lo mejor es dar un par de vueltas y dejarse atrapar por alguno, pero en lo que casi
todos coinciden es que si hablamos de un bar de tapas con las tres B (bueno, bonito y
barato) hay que ir al menos una vez a Alto do Bairro (Travessa das Merces 6A). También
hay una importante movida gay, con epicentro en la Praça do Príncipe Real.

Hay muchas opciones gastronómicas pero una de las recomendables es Solar do Duque
(Rua do Duque 67), en la pintoresca Calçada do Duque, una escalera que comunica la
Baixa con Chiado con vistas a Praça do Rossio y al castillo San Jorge. Solar do Duque
suele tener mesas largas para compartir en plena calle a mitad de la escalera.

Pero sin dudas la forma más divertida de comer está muy cerca del Bairro Alto, en el Time
Out Market del Mercado da Ribeira (Avenida 24 de Julho 49, todos los días de 10 a
medianoche), bajando rumbo al Tajo. Junto a un tradicional mercado de pescados, carnes,
fruta y flores hay un gran salón con 8 bares y 26 restaurantes, cada uno con su
especialidad: hamburguesas, sushi, comida mexicana, pizzas, pastas y un largo etcétera.
Las comidas se compran en los locales de alrededor y se consumen en el gran patio
central.

Muy cerca del Barrio Alto está la zona conocida como O Triângulo do Poço dos Negros, São
Bento e Gaivotas, llamado así por las calles que delimitan un triángulo lleno de
restaurantes, bares, cafeterías y heladerías muy a la moda. Pero quienes busquen un
bocado exótico no querrán perderse de visitar LaPutaria (Rua da Rosa 23), donde venden
wafles en forma de pene bañados en chocolate.

Llega un momento del viaje en que hay que pensar en los regalos para el regreso, y en
Chiado hay al menos tres lugares muy recomendables para ir de compras: Armazéns do
Chiado (Rua do Carmo 2, seis pisos repletos de ofertas), Livraria Bertrand (Rua Garret 73,
fundada antes del Gran Terremoto, en 1732, con la marca de ser la librería más antigua del
mundo todavía en funcionamiento) y A Vida Portuguesa (Rua Anchieta 11) donde se pueden
encontrar objetos muy originales como artículos de librería, jabones aromáticos y latas de
sardinas decoradas con etiquetas antiguas.

Uno de los más bonitos paseos para hacer por el Alto es en la zona del Jardim do Príncipe
Real, una plaza pública arbolada con un kiosco para beber una limonada, frente al Jardim
Botânico de Lisboa (Rua da Escola Politécnica 56, con entrada gratis) y sus 4 hectáreas de
especies vegetales de todo el mundo, así como el palacete Ribeiro da Cunha (Praça do
Príncipe Real 26), de estilo neorrenacentista árabe inspirado en una mansión de Manaos,
donde funciona el centro comercial Embaixada.

Uno de los lugares utilizados por lisboetas y visitantes como punto de encuentro es la Plaza
Luís de Camões, una pintoresca plaza seca presidida por el monumento del poeta que le da
nombre, constantemente recorrida por tranvías en las calles laterales.

Todos los barrios lisboetas tienen miradores (con la lógica excepción de Baixa) y el que no
puede faltar en una visita al Alto es el Miradouro Santa Catarina, ideal para contemplar el
atardecer después de tomar una cerveza en el kiosco. Mirando al Tajo está la estatua del
Adamastor, el personaje imaginado por Luís Vaz de Camões.

Como cereza del postre dejamos el lugar preferido de los influencers de Instagram: la
llamada Calle Rosa, que se hizo tan popular en todo el mundo que también es conocida por
su traducción al inglés (obviamente, Pink Street). Tiene una sola particularidad, y es que
Rua Nova de Carvalho pasa por debajo de Rua do Alecrim y tiene el asfalto pintado de color
rosa. Suficiente para acercarse a tomar unas cuantas fotos. Quienes vayan de noche
tendrán un extra para instagramear: gran cantidad de bares muy modernos y mucha música
en vivo.

»» Secreto de viajero: Cantina das Freiras (Travessa Ferragial 1, lunes a viernes al


mediodía) es todo lo contrario a un restaurante de moda. Tienen apenas un par de menúes
de comida casera a muy buen precio para almorzar en una terraza muy austera con
excelentes vistas al Tajo. Está bien escondido, en un callejón sin carteles que lo anuncien, y
realmente vale la pena buscarlo.
»» Secreto de viajero bis: ya hablamos de cómo llegar desde Baixa a Alfama en un
elevador gratuito, ahora le toca a un truco para subir hasta Chiado y Alto. La estación de
metro Baixa-Chiado tiene un sistema de escaleras mecánicas que se puede utilizar sin
billete, y conecta Baixa (en Rua da Vitória y Rua do Crucifixo) con el centro comercial
Armazéns do Chiado (que tiene salida en Rua Garret y Rua do Carmo). En sentido inverso
también sirve para bajar, por supuesto.
Alfama y Mouraria

Alfama probablemente esté entre los barrios más encantadores de Europa. Tiene música y
nostalgia en el fado, tiene belleza en sus callejuelas empedradas que suben y bajan por la
colina, tiene intimidad en plena calle con la ropa secándose al sol, tiene viajes al pasado
cada vez que aparecen traqueteando los tranvías amarillos y tiene escenarios de ensueño
en cada mirador decorado con mosaicos y coloridas flores. En definitiva, tiene todo lo
necesario para ser el gran atractivo turístico de Lisboa.
Y detrás está Mouraria, demasiado lejos de las cámaras de fotos de los visitantes pero
mucho más cerca del verdadero corazón del fado, un barrio tan auténtico como acogedor.

La mejor forma de tener un primer encuentro con Alfama es subir en la plaza Martin Moniz
al famoso tranvía 28 que sube al barrio para recorrer sus calles más bonitas (cuidado:
después de recorrer Alfama desciende hasta Baixa Pombalina y sigue su recorrido hacia el
oeste). Entre pendientes y curvas imposibles aparecen sus instantáneas más icónicas y
también la magia. Tres recorridos sugeridos: 1- dar toda la vuelta por Alfama para terminar
en Baixa, en este caso sin caminar las calles del barrio; 2- bajar en la estación Largo Portas
do Sol, a medio camino entre la parte más baja de Alfama contra el Tajo y el castillo San
Jorge; 3- bajar en la estación Rua da Graça para visitar el mirador más alto de la colina
(miradouro da Senhora do Monte) y hacer todo el trayecto colina abajo.

Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, el fado no nació en las calles de Alfama


pero, para el imaginario popular, se mudó aquí para siempre. "No es triste ni alegre", decía
Fernando Pessoa, pero es innegable que esa música evoca un sentimiento melancólico que
se remonta a un pasado que es fácil de imaginar en el barrio. Incluso con toda su carga de
"postureo" turístico, el Museo do Fado (Largo do Chafariz de Dentro 1) es un excelente
lugar para empezar a sumergirse en los sonidos más representativos del país pero lo ideal
es pedir un vino en una tasca y sentarse a escuchar música en vivo. Sr. Fado (Rua dos
Remédios 176) es una excelente recomendación pero lo cierto es que hay muchísimas
opciones, algunas más "guiris", otras bastante más auténticas. Quienes quieran descubrir
este género musical antes de comenzar el viaje deberían escuchar antes que nada a Amália
Rodrigues, el nombre indiscutido del fado.

También tiene buenas reseñas A Tasca do Jaime (Rua de São Pedro 40, ya bien arriba de
la colina, en la zona de Graça) aunque no todas las noches hay fado en vivo (mejor
preguntar antes).

Visitar iglesias es una de las actividades recurrentes en Portugal, y hacerlo en Alfama (en
cuyas calles se respira cierto aire religioso) tiene doble valor. Sin dudas, hay que empezar
por la iglesia más antigua de la ciudad, Sé, Santa Maria Maior, la Catedral de Lisboa (en
Largo Santo António da Sé). No es que sea particularmente bonita (aunque sí lo es) sino
que su rasgo distintivo es que se encuentra encajada en una esquina imposible, tanto que
es difícil fotografiarla y hasta se ve como una proeza que los tranvías puedan doblar con
tanta elegancia ante su fachada. La catedral sobrevivió a varios terremotos, pero el que dejó
su marca fue (por supuesto) el de 1755: debieron reconstruir la capilla y el panteón, y
actualmente el juego consiste en descubrir qué columna no quedó exactamente en el lugar
en que fue emplazada originalmente.

El recorrido religioso quedará incompleto si no visitamos la iglesia barroca Santo António de


Lisboa (también en Largo Santo António da Sé, a pasos de la Catedral), donde se dice que
nació el mismísimo San Antonio que iría a morir en Padua, y un templo muy cerca del barrio
Baixa que también sobrevivió al Gran Terremoto, la Igreja de Nossa Senhora da Conceição
Velha (Rua da Alfândega 108, a poco más de 150 metros en línea recta de la Santo
António, aunque la verdad es que las líneas rectas no son muy amigas de Alfama...).

Yendo a la parte media del barrio encontramos el Castelo São Jorge (Rua de Santa Cruz do
Castelo), que fue mutando a través de la historia en las sucesivas ocupaciones romanas,
musulmanas, católicas y monárquicas. La silueta que se ve desde Baixa o Chiado es una
restauración moderna, y las ruinas que sobreviven del castillo son una de las principales
atracciones turísticas de la ciudad. Lo cierto es que la visita en sí es demasiado cara para lo
que ofrece, aunque tiene dos grandes puntos a favor: las mejores vistas de Lisboa desde
las alturas y las pavos reales que pasean serenamente entre la gente que disfruta de un
café o un bocadillo en el bar.

Ya es tiempo de asomarse a los miradores del barrio. Miradouro da Graça tiene una
desventaja: está muy arriba en la colina, por lo que hay que transpirar para llegar (aunque
es cierto que también se puede llegar a los alrededores con el tranvía 28). Y su desventaja
es su mayor ventaja: está muy arriba en la colina, por lo que tiene tiene una de las mejores
vistas de Lisboa, se alcanza a disfrutar buena parte de la ciudad. Y tiene además un bonito
bar para pasar un excelente rato. ¿Un mirador con mejores vistas? Sí, Miradouro da
Senhora do Monte, aún más arriba, aunque no es tan bonito como el de Graça. ¿Un mirador
más accesible? Claro que hay, es el Miradouro Portas do Sol (en un punto intermedio entre
el Castillo San Jorge y la terminal de cruceros en el Tajo), el más visitado por el turismo,
habitualmente con músicos callejeros esperando una moneda por su actuación. La
panorámica también es hermosa pero el mirador en sí no es demasiado bonito. ¿Un mirador
bonito, muy bonito, realmente deslumbrante? Obviamente, el Miradouro de Santa Luzia (a
no más de 150 metros del Portas do Sol), que no tiene las mejores vistas pero es una
explosión de color con sus flores y sus azulejos.

Los que se aventuren hasta el Miradouro da Graça (que, en rigor, ya no es Alfama sino
Graça) no pueden perderse Vila Berta, una pequeña calle bastante alejada del turismo que
es casi como un viaje en el tiempo, un rincón lleno de color y magia del pasado.

¿Se puede ir de compras en Alfama? Por supuesto, pero es una actividad muy distinta a
recorrer un shopping. El Mercado de Santa Clara (Campo de Santa Clara, martes y sábados
de 9 a 18) funciona en un galpón de hierro y vidrio y ofrece antigüedades, artesanías, ropa y
bijouterie. A pocos pasos de allí está la Feria da Ladra (misma dirección y horarios), un
mercado de pulgas donde se puede encontrar absolutamente de todo: prendas militares,
azulejos sueltos, libros viejos, espejos pintados, zapatillas usadas, veladores, juguetes,
muebles… Se cree que el nombre obedece a que, en sus inicios, aquí venían los ladrones a
vender sus botines.

Si miramos para arriba, por sobre las paredes de alrededor de la Feria da Ladra (al final del
mercado, bien enfrente del Panteón Nacional), podremos ver asomarse algunos árboles. Es
el Jardim Botto Machado (se ingresa por Campo de Santa Clara y Rua da Verónica), un
pulmón verde ideal para relajarse tomando alguna bebida en el kiosco central,
contemplando sin apuros la actividad de feriantes y clientes.

Entre las tiendas de la Feria de Ladra es imposible obviar al Panteón Nacional, que no
solamente está a pocos pasos sino que es una gigantesca mole blanca, con escalinatas
monumentales y una cúpula que trepa hasta el cielo. Lo que alguna vez fue la Igreja de
Santa Engrácia se transformó infinidad de veces desde el siglo XVI, hasta convertirse en el
suntuoso sepulcro de presidentes, políticos, escritores y dos de los más famosos nombres
de Portugal: la cantante Amália Rodrígues y el futbolista Eusébio, la Pantera Negra, máximo
goleador nacional en los Mundiales. Y también están los cenotafios (es decir, tumbas sin
restos humanos) de algunos héroes de la historia portuguesa, como Luís de Camões y
Vasco da Gama. Aquel que pague la entrada no debe pasar por alto dos detalles: la
asombrosa cúpula desde el interior y la gran terraza que permite ver toda Alfama en
redondo, hacia los cuatro puntos cardinales.

»» Secreto de viajero: Casa dos Bicos (Rua dos Bacalhoeiros 10) tiene una de las
fachadas más vistosas de Lisboa, con curiosos “picos” e influencias del Renacimiento
italiano, pero no queda casi nada del original, es una reconstrucción luego de que la casa
quedara muy deteriorada en el terremoto de 1755. Pero el secreto es la impostergable visita
a la Fundação José Saramago, que funciona en la Casa dos Bicos y que quizás emocione
hasta las lágrimas a cualquier lector de Saramago o aficionado a las letras en general. Hay
gran cantidad de sus escritos originales de puño y letra, está recreada su oficina, se pueden
ver documentales, se puede comprar en la exquisita tienda y está expuesta la medalla que
recibió al ganar el premio Nobel de Literatura en 1998. Las cenizas del escritor de “El
Evangelio según Jesucristo” fueron esparcidas bajo el olivo que está frente a la Casa dos
Bicos, traído desde su tierra natal, Azinhaga do Ribatejo.
»» Secreto de viajero bis: casi ni hablamos de Mouraria, y es porque es uno de los
secretos mejor guardados de Lisboa. Detrás del Castillo San Jorge (como si bajasemos la
colina apuntando a la plaza Martim Moniz) está uno de los barrios más genuinos, donde se
respira el clima más sosegado de una ciudad sosegada. Es casi un pueblito del interior
encajado en un rincón de la capital. Si bien el fado es de origen incierto, algunos
historiadores coinciden en que nació aquí; dicen por estas calles que el fado vive en Alfama
pero tiene su cuna en Mouraria. Recorrer la Rua Capelão y el Largo Severa es como entrar
en el túnel del tiempo y visitar una galería a cielo abierto dedicada a la música tradicional
portuguesa. Mouraria también tiene tascas que parecen extraídas de un pasado remoto
(hay una variada oferta gastronómica en Rua São Cristóvão), divertidos y coloridos graffitis
en las Escadinhas de São Cristóvão, algunos de los rincones más adorables de la ciudad y
una librería que se jacta de ser la más pequeña del mundo: la Livraria do Simão
(Escadinhas de São Cristóvão 18) es tan reducida que cuando algún cliente decide entrar el
dueño debe esperar puertas afuera, ya que no hay espacio suficiente para dos personas.
Hay dos formas simples de llegar a Mouraria: una es desde la plaza Martim Moniz
ingresando hacia el este y otra es subir las escaleras de Rua Santa Justa (junto a los
almacenes Pollux, en el lado opuesto del Elevador Santa Justa) hasta llegar a las
escalerillas de la Livraria do Simão. Recomendación final: una noche de tapas y fado en
Maria da Mouraria (Rua do Capelão 1B, a pasos del Largo Severa).
Avenida da Liberdade

Es la avenida que conecta Baixa desde la plaza Restauradores con el norte de la ciudad,
erigida al estilo de los Champs-Élysées parisinos (aunque quizás se asemeje más al Paseo
de la Reforma, de Ciudad de México). Conserva unas pocas mansiones de la época en que
fue construida por el marqués de Pombal pero mantiene intacta buena parte de su
elegancia. Hay tiendas de grandes marcas internacionales y joyerías, además de ser un
paseo arbolado muy pintoresco.
Comenzando de sur a norte, Praça dos Restauradores tiene la clásica “calçada portuguesa”
con diseños geométricos, además de un obelisco que conmemora el fin de la Unión Ibérica,
y en los alrededores están el antiguo Teatro Edén convertido en exótico y exclusivo hotel, y
el Palácio Foz, donde hoy funciona la oficina de turismo de Lisboa.

Muy cerca de allí, ingresando por la Rua do Jardim do Regedor, hay un pequeño polo
gastronómico (muy turístico, con todo lo que ello implica) que se amplía hasta Rua das
Portas de Santo Antão. Entre varios restaurantes algo caros está Casa do Alentejo (Rua
das Portas de Santo Antão 58), un palacio del siglo XVII de aires islámicos que sufrió varias
remodelaciones, que se vistió de gala con azulejos y mobiliario antiguo, y que tiene todo el
esplendor oriental en el piso superior. Aunque la verdad es que la comida quizás sea lo
menos destacable de este rincón del Alentejo en Lisboa.

Volvamos a la Avenida da Liberdade. Más adelante del Hard Rock Cafe (una excelente
opción de ocio nocturno) está el hermoso mirador del Jardim do Torel, al que se accede
subiendo por Largo da Anunciada y luego con el elevador da Ladra. ¿Vale la pena? Vale la
pena.

Tras recorrer avenida da Liberdade a la sombra de los árboles llegamos después de poco
más de un kilómetro a la rotonda de la Praça Marquês de Pombal, que homenajea con un
gran monumento al hombre que convirtió a la ruinosa Lisboa en la gran capital que
conocemos.

Detrás aparece el Parque Eduardo VII, con sus jardines de estilo francés y setos podados
geométricamente, en un terreno en pendiente que sube hacia el norte. La mejor forma de
disfrutarlo es llegar a lo más alto, donde hay un mirador que permite obtener una
panorámica del Parque, la plaza de Pombal, la Avenida da Liberdade y, al fondo, los tejados
terracota que conducen al Tajo, además del Castillo San Jorge dibujando su silueta en la
zona más elevada de Alfama. También hay una colosal bandera portuguesa y el moderno
Monumento ao 25 de Abril (en recuerdo de la fecha de la Revolución de los Claveles) que
siempre causó controversia entre los lisboetas por sus formas como de… miembro viril
erecto.

Detrás está el Jardim Amália Rodrigues, que merece la visita para dar un pequeño paseo
por sus senderos de piedra, para observar la escultura de Botero y para tomar alguna foto
que seguramente terminará siendo alguna de las más bonitas instantáneas del viaje. Y unos
pasos más al norte hay un moderno bar (Linha d'Água) que bordea un lago artificial circular.
Quienes busquen un lago “de verdad” pueden encontrarlo sobre el lado oeste del Parque
Eduardo VII, donde también hay un parque infantil.

Pero la gran atracción del parque es un jardín botánico llamado Estufa Fria, que lleva ese
nombre por el sistema de climatización natural que emplea. El botánico nació de manera
casual: cuando se abandonaron en el siglo XIX los trabajos en una cantera de basalto, un
jardinero comenzó a recolectar especies vegetales de todo el mundo para sembrarlas a lo
largo de Avenida da Liberdade. Pero llegó la Primera Guerra Mundial y allí quedaron las
plantas, olvidadas y creciendo a su antojo. Luego solamente hubo que construir el
invernadero y para 1933 estaba inaugurada la Estufa Fria, con una inmensa variedad de
árboles, plantas y flores, cascadas y pavos reales. También funcionan aquí la Estufa Quente
para especies tropicales y la Estufa Doce con variedades de cactus.

»» Secreto de viajero: en las noches más calurosas de verano, la fiesta se traslada al aire
libre, en plena Avenida da Liberdade. Entre vendedores ambulantes y músicos callejeros,
hay un kiosco que sirve cerveza y pone música tropical a todo volumen, mientras lisboetas y
turistas se mezclan para prodigarse abrazos al ritmo de la salsa.
Estrela y Campo de Ourique

►en la imagen: Jardim da Estrela.

Si Lisboa es una ciudad tranquila, Estrela lo es aún más. Alejada del centro y del
movimiento más turístico, los viajeros podrán encontrar un barrio residencial con un puñado
de atracciones que merecen dedicarles una jornada. Hay cafeterías, anticuarios, galerías de
arte, varios museos, un hermoso parque y calles adorables para recorrer sin sobresaltos.
Se puede llegar en el tranvía 25 o el famoso 28, pero es un buen plan ir caminando si uno
tiene un estado físico medianamente aceptable, teniendo en cuenta que hay que subir al
Bairro Alto, bajar parte de la colina y volver a subir.

En este recorrido a pie lo primero que encontramos es la Assembleia da República (Rua de


São Bento), monumental sede de la Legislatura portuguesa. Las leyes del país se cocinan
puertas adentro del Palacio de São Bento, un edificio neoclásico con interminables
escalinatas y soberbias columnas.

Desde casi todo el barrio puede verse la cúpula de la Basílica de Estrela (avenida Praça da
Estrela), construida a fines del siglo XVIII en estilo barroco y neoclásico. Se puede subir al
mirador con excelentes vistas pero hay que pagar entrada.

Cruzando la avenida Praça da Estrela está el Jardim da Estrela, un hermoso parque con
muchos árboles, senderos y un pequeño lago bordeando una cafetería desde donde se
puede disfrutar de los patos nadando. Y saliendo por detrás se llega rápidamente al bonito
Cementerio Inglés (Rua de São Jorge 6, abierto de lunes a viernes hasta las 13), donde se
puede visitar la tumba del novelista británico Henry Fielding, autor de Tom Jones, fallecido
en Lisboa en 1754.

No hay que alejarse mucho para conocer la casa donde vivió una de las grandes glorias
lisboetas. La Casa Fernando Pessoa (Rua Coelho da Rocha 16, de martes a domingo de 10
a 18) repasa la vida del poeta en el lugar donde residió los últimos quince años de su vida,
con una gran biblioteca, un jardín, un restaurante y un salón de exposiciones donde
funciona un centro cultural.

En la zona se pueden visitar varios museos, entre ellos el Museu Nacional de Arte Antiga
(frente al Jardim 9 de Abril, cierra los lunes) con un jardín mirando al Tajo, arte portugués,
un puñado de obras europeas (El Bosco, Durero, Cranach, Zurbarán, Piero della Francesca,
Rafael, Courbet y otros), esculturas de la Edad Media, el Renacimiento y el barroco, arte
decorativo local y oriental, y objetos llegados de los antiguos territorios de ultramar. Los más
ansiosos pueden realizar un recorrido virtual en Google Street View, sin moverse de la silla.

También está el Museo de Oriente (avenida Brasilia, detrás de los muelles de Alcântara
Norte), el entretenido Museu da Marioneta (Rua da Esperança 146) y la Casa-Museu
Amália Rodrigues (Rua de São Bento 193), que tiene visitas guiadas a la vivienda donde la
fadista pasó casi medio siglo de su vida.

¿Hay miradores en Estrela? Por supuesto: Miradouro do Largo das Necessidades tiene una
bellísima fuente y vistas del gran puente colgante 25 de Abril que atraviesa el Tajo hasta la
zona de Caparica y Almada.

Ya hablamos del Mercado da Ribeira como uno de los mejores lugares de Lisboa para
comer, ahora es el turno del Mercado de Campo de Ourique (Rua Coelho da Rocha 104,
todos los días de 10 a 23, de jueves a sábado hasta la 1). La filosofía es la misma:
compartir mesa en el salón central después de comprar la comida en alguno de los locales,
con una gran variedad que va de hamburguesas a platos japoneses, pasando por pescado,
pasta, pizza, delicatessen y mucho más. Un punto a favor es que está lejos de la movida
turística, por lo que vamos a estar mayormente entre locales y podremos sentirnos un
poquito lisboetas, al menos por un rato.

Para encontrar una movida divertida y moderna no hay que alejarse demasiado de Estrela,
ya que en la zona de Alcântara contra el río Tajo (en torno a la avenida que lleva al gran
puente 25 de Abril, casi llegando al barrio de Belém) lo que alguna vez fueron fábricas y
almacenes se convirtieron en restaurantes, bares, discotecas, mercados y hasta una librería
muy hipster como Ler Devagar.

En la zona de Alcântara está también Museu da Carris (Rua 1º de Maio 101), el museo del
transporte público y en particular de los “elétricos”, los famosos tranvías amarillos
Belém

¿Qué hay en el barrio de Belém? La famosísima Torre de Belém, por supuesto. ¿Y nada
más? De ninguna manera: Belém es una zona alejada del centro que bien merece una
recorrida en profundidad, y si no alcanza el tiempo para dedicarle un día completo al menos
hay que pasar una mañana visitando sus monumentos y museos, su delicioso paseo
ribereño, sus generosos espacios verdes y también degustando un par de pastéis de nata
comprados en (según dicen, juran y prometen) el único local que tiene la receta original.
Vayamos por orden. Lo mejor es tomar el tranvía 15 en la plaza de Figheira y dejarse llevar
con paciencia hasta descubrir el Monasterio de los Jerónimos a la derecha, para bajar dos
paradas más adelante, en Largo da Princesa, muy cerca de la Torre de Belém.

Alguna vez llamada Castelo de São Vicente a par de Belém, esta torre que parece
semisumergida en el río Tajo, comunicada por una pasarela con la orilla, fue construida a
principios del siglo XVI y fue a través de los años fortificación de defensa, faro, prisión de
opositores y aduana hasta convertirse en una de las mayores atracciones turísticas de la
ciudad.

De influencias islámicas y orientales, tiene innumerable cantidad de diseños esculpidos en


piedra, entre ellos un rinoceronte, en homenaje al primero de estos animales que pisó suelo
europeo desde los días del Imperio Romano y que luego serviría de inspiración para el
famoso rinoceronte que dibujó Durero. Un buen consejo es adquirir la entrada combinada
con el Monasterio de los Jerónimos para después saltarse la fila en el otro de los grandes
iconos de Belém.

Después de un breve paseo junto al Tajo llegamos al monumental Padrão dos


Descobrimentos, construido durante la dictadura de Salazar, que celebra las conquistas de
la Era de los Descubrimientos con estatuas de 33 héroes portugueses. Se puede visitar la
cima del monumento, a 52 metros de altura, para admirar desde allí el Monasterio de los
Jerónimos y también la gran Rosa de los Vientos a sus pies, que incluye un planisferio
donde detalla la ruta de los descubridores del siglo XV.

El recorrido continúa cruzando la avenida da Índia, a la izquierda, en el Museu Coleção


Berardo (Praça do Império 1449, todos los días de 10 a 19). Hay obras de Christo, Lucio
Fontana, Jeff Koons, Francis Bacon, Keith Haring, Dalí, Botero, Miró, Lee Krasner, Pollock,
Wilfredo Lam, Marcel Duchamp, André Breton, Magritte, David Hockney, Chirico, Mondrian,
Willem de Kooning, Vasarely, Lichtenstein, Robert Mapplethorpe, Man Ray, Orozco,
Picasso, Warhol y muchísimos más. Es un verdadero paraíso para los amantes del arte
moderno y contemporáneo. Los sábados la entrada es gratuita.

Los que tengan tiempo de sobra querrán visitar también el Museo de la Marina (con un
repaso por la Era de los Descubrimientos y una colección de reproducciones de barcos a
tamaño real), el Planetario Calouste Gulbenkian y el Museo Nacional de Arqueología, todos
en los alrededores del Jardín de la Plaza del Imperio, a pasos del imperdible Monasterio de
los Jerónimos.

El Mosteiro de Santa Maria de Belém (tal su nombre original) fue construido en el siglo XV
por el rey Manuel I en el estilo arquitectónico que lleva su nombre: manuelino. Fue erigido
para celebrar el viaje de Vasco de Gama a la India y hoy es una joya del gótico tardío y el
Renacimiento. Son particularmente sorprendentes su fachada de 300 metros de largo y el
claustro profusamente ornamentado sobre la piedra. Aquí yacen los restos de Manuel I,
Vasco da Gama, Luís de Camões y Fernando Pessoa.

Si el cuerpo demanda un tentempié, es el lugar indicado en el momento justo. Antiga


Confeitaria de Belém (Rua de Belém 84), mejor conocida como Pastéis de Belém, funciona
desde 1837 sustentando todo el negocio en un producto principal: los pasteles de nata que
hoy son famosos en el país entero. Cuenta la leyenda que un cocinero desempleado del
Monasterio de los Jerónimos reveló la receta original, que se mantiene inalterable hasta el
día de hoy y en estricto secreto. Tanto que en Antiga Confeitaria de Belém aseguran que
muy pocas personas conocen la forma de cocinarlos (algunos dicen que son solamente
cinco) y que incluso ellos jamás viajan juntos (por si ocurre algún accidente trágico) ni
comen el mismo menú (por miedo a una intoxicación que pueda terminar con sus vidas y,
consecuentemente, con la receta secreta). Ya sea verdad o mito, los pasteles de nata de
Belém son una delicia que bien valen la larga fila que habitualmente se forma frente al local,
aunque (para ser honestos) en toda Lisboa se consiguen algunos de sabor muy similar, sino
idéntico.

El mejor plan es comprar un buen puñado de pastéis y comerlos en el Jardim Botânico


Tropical, a menos de cien metros (Largo dos Jerónimos y Calçada do Galvão), que tiene en
sus siete hectáreas más de 500 especies vegetales, incluso algunas de ellas extintas en su
hábitat natural. Los más fanáticos de las plantas también pueden visitar el Jardim Botânico
de Ajuda (Calçada da Ajuda y Rua do Jardim Botânico), apenas más alejado de las
atracciones turísticas de Belém y más pequeño que su “hermano” tropical, aunque
definitivamente más elegante y suntuoso.

Retomando el recorrido, la siguiente parada es el Palacio Nacional de Belém, residencia del


presidente de Portugal y antiguamente palacio de la familia real portuguesa. Está abierto al
público y los sábados hay cuatro visitas guiadas en portugués desde las 10.30 y una en
inglés en último turno, a las 16.30. También se puede visitar el Museo de la Presidencia, de
martes a domingo de 10 a 18.

Hay que caminar apenas un par de minutos más para llegar al Museu dos Coches (Avenida
da Índia 136, frente al Jardim Afonso de Albuquerque), donde se exhibe una colección de
carrozas que se utilizaban entre los siglos XVII y XIX. Hay un carruaje que perteneció a
Felipe III de España y carrozas que utilizó el Papa Clemente XI en Roma, a principios del
siglo XVIII. Funciona en un edificio diseñado por un arquitecto ganador del premio Pritzker,
Paulo Mendes da Rocha, quien aseguraba que "el museo no tiene puerta y se interactúa
hacia todas partes”.

Para el final queda recorrer unos 300 metros hasta el MAAT, el Museu de Arte, Arquitetura e
Tecnologia (Avenida Brasília 1300). El museo, inaugurado en 2016, no solamente tiene una
propuesta innovadora que combina el arte contemporáneo, la arquitectura y la tecnología,
sino que además es en sí mismo un balcón al río Tajo. Su diseño permite recorrerlo por una
pasarela hasta llegar a la azotea, desde donde hay una despejada vista panorámica del
estuario, el puente 25 de Abril y el Padrão dos Descobrimentos.

»» Secreto de viajero: si dejamos de lado la visita al Jardim Botânico de Ajuda, todo el


recorrido por Belém detallado en estos párrafos no tiene más de cuatro kilómetros en total.
Esto es: el único secreto es llegar al barrio en el tranvía 15, bajar en la parada Largo
Princesa, hacer el trayecto recomendado y volver a subir al tranvía de regreso al centro de
Lisboa. Si hacemos la ruta sugerida completa, la mejor manera de encontrar la parada
Altinho (MAAT) del “elétrico” 15 para emprender el regreso al centro es cruzar el puente
sobre Avenida Brasília desde la azotea del MAAT, luego caminar 50 metros por esa misma
calle en línea recta y doblar a la derecha por Rua da Junqueira.

»» Secreto de viajero bis: a la llegada a Belém, desde la parada Largo Princesa caminar
primero unos 200 o 300 metros en dirección opuesta a la Torre de Belém, por la Avenida da
Torre de Belém. Desde allí se obtiene una foto magnífica, ya que el gran icono del barrio
está perfectamente alineado con la arbolada avenida.
Parque das Nações

►en la imagen: el “telecabine”.

La palabra clave en esta zona es modernidad. Parque das Nações, en el noreste de Lisboa,
fue un área industrial hasta que la Expo '98 la convirtió en el barrio más moderno de la
ciudad. Las estructuras de la Expo se conservaron y toda esa franja de 5 kilómetros paralela
al Tajo hoy es sinónimo de amplios espacios pensados para el esparcimiento, mucho
espacio verde, arte urbano y edificios casi futuristas.
La mejor forma de llegar es a través del metro, descendiendo en la monumental Estación de
Oriente (Avenida Dom João II y Avenida do Índico). Obra del siempre controvertido Santiago
Calatrava, la fotogénica mole de cemento funciona como nodo en distintos niveles de todos
los sistemas de transporte que circulan por el oeste de la ciudad.

Después de la foto de rigor de la fachada de la Estación Oriente, cruzando la Avenida Dom


João II se llega al centro comercial, y solamente es necesario atravesarlo para asomarse al
Tajo y descubrir la particular fisonomía del edificio más alto de Lisboa (la Torre Vasco da
Gama) y el puente Vasco da Gama con toda su imponente silueta sobre el río. Recorriendo
la línea costera por lo alto, la Telecabine (teleférico) es una divertida forma de descubrir las
formas caprichosas de los grandes pabellones del Parque das Nações.

Uno de los mayores atractivos del lugar es el Oceanario de Lisboa (todos los días, de 10 a
20), uno de los mayores acuarios del mundo y el segundo más grande de Europa. En su
gran tanque central vidriado, al que los visitantes se asoman desde dos pisos, conviven
cardúmenes con rayas, barracudas, tiburones, el muy curioso pez luna y muchísimos otros.
Pero la estrella del oceanario está en un recinto contiguo, con hábitat propio: son las
simpáticas nutrias marinas que se roban la mayoría de las fotos.

También es interesante visitar con niños el museo interactivo de ciencia y tecnología que
funciona en el Pavilhão do Conhecimento, uno de los tantos pabellones diseminados por el
Parque de las Naciones destinados a eventos y espectáculos, entre los que se destaca el
Pavilhão Atlântico, que parece una gigante gorra con visera.

También hay un teatro, un casino y la moderna Iglesia Nuestra Señora de los Navegantes
(Passeio Levante 6, al norte, casi sobre el puente Vasco da Gama) con su minimalista
diseño circular.

La oferta para los visitantes se completa con variada gastronomía, pintorescos parques,
modernas fuentes con largos estanques de olas artificiales y una cascada que funciona
como una pared acuática en los Jardins de Água. Y mucho arte, por todos lados. Hay
coloridos grafitis, hay mobiliario intervenido, hay azulejos pintados (como en cualquier otro
rincón del país) y hay esculturas de espíritu clásico y otras modernas, como la gran jirafa
blanca que buscan todos los instagramers.
Norte de Lisboa

Hay un lugar impostergable para los "turistas culturales", aquellos que no saben negarse a
una oferta de arte de gran calidad. En el Museo Calouste Gulbenkian (Avenida de Berna
45A, estación de metro São Sebastião) no hay obras icónicas, no hay un David ni una
Gioconda, pero es un fascinante recorrido por el arte egipcio, grecorromano, mesopotámico,
asirio, islámico, del Lejano Oriente y del Renacimiento, para terminar en pinturas del siglo
XIX y una exposición de joyas de René Lalique. Son más de seis mil objetos que coleccionó
a lo largo de su vida el empresario turco-armenio Calouste Gulbenkian, quien se dedicó
básicamente a ganar dinero con el petróleo y gastarlo en arte. No solamente hay alfombras
persas, jarrones chinos, monedas romanas, manuscritos del siglo XII, esculturas griegas y
lienzos de Rubens, Van Dyck y Rembrandt, sino que el hermoso jardín exterior parece
asomarse por los ventanales para conformar una gran obra que dialoga con la naturaleza.
También está muy bien dedicarle un buen rato a pasear por el parque.
►en la imagen: Museo Calouste Gulbenkian.

El Parque Forestal de Monsanto (no muy lejos de la estación Jardim Zoológico, de la Linha
Azul del metro) es, en esencia, un gigantesco pulmón verde de 900 hectáreas donde se
pueden encontrar eucaliptos, pinos y robles, así como lechuzas, conejos y ardillas. Es un
excelente plan para quienes tienen mucho tiempo disponible en la ciudad. Lo más
recomendable es recorrerlo en auto o en bicicleta y llevar todo lo necesario para montar un
picnic. En el centro del parque hay instalaciones militares y una prisión, al parecer la más
segura de Portugal; mejor no conocerla, eso significaría que estamos en problemas.

En pleno parque de Monsanto está el Palácio dos Marqueses de Fronteira (Largo São
Domingos de Benfica 01), construido en la segunda mitad del siglo XVII y donde todavía
vive allí un marqués de Fronteira. Combina elementos arquitectónicos renacentistas,
barrocos y árabes con azulejos, esculturas de inspiración griega y hermosos jardines. El
marqués permite visitar la biblioteca, la sala das Batalhas y el jardín, aunque hay que
advertir que está en una ubicación para nada accesible y que el precio de la entrada no es
precisamente barato.

Es verdad que son cada vez más las personas que están en contra de recorrer un recinto
donde tienen animales encerrados, pero esta guía tiene la “obligación” de ofrecer la visita al
Jardim Zoológico de Lisboa (EIXO Norte-Sul a la altura de Praça Marechal Humberto
Delgado, estación Jardim Zoológico de la Linha Azul del metro). Hay ajolotes, pirañas y
arañas, guacamayos, ibis y patos, babuinos, bisontes y canguros, hipopótamos,
rinocerontes y tigres, cocodrilos, serpientes y dragones de Komodo, y pandas rojos y
delfines, en un total de dos mil animales.

Quienes no se sientan cómodos con un zoológico mucho menos lo harán con una plaza de
toros, pero Lisboa también tiene una. Es cierto que las corridas en la Praça de Touros de
Campo Pequeno (avenida República y Campo Pequeno, estación del metro Campo
Pequeno) no culminan con la muerte del toro (al menos no a la vista del público) pero sigue
siendo un espectáculo truculento. La plaza tiene también un shopping subterráneo, locales
de comida, un museo de la tauromaquia y cines. También es cierto que es bonita en su
estilo neomudéjar, pero quizás tengamos la chance de conocerla como monumental recinto
de espectáculos.

También hay una opción más ecológica: un curioso jardín regado de estatuas de animales
de vivos colores. El Jardim Bordallo Pinheiro (Campo Grande 245, estación Campo Grande
del metro) tiene algunos pavos reales de verdad y muchísimas esculturas de insectos
gigantes, gekos, gatos, monos, tortugas y caballitos de mar.

Los interesados en el fútbol querrán visitar los estadios más famosos o quizás ver un
partido. El Estádio da Luz es el de Benfica, el club más ganador de la capital lusa (se llega
en metro, estación Alto dos Moinhos), y no muy lejos está el Estádio José de Alvalade, casa
del Sporting Lisboa (estación Campo Grande del metro).

El Museu Nacional do Azulejo (Rua do Madre de Deus 4) no está en el norte de la ciudad


pero sí se encuentra alejado de todas las atracciones turísticas de Lisboa. Los clásicos
azulejos portugueses relatan la historia del país, con diseños del siglo XVII hasta algunos
contemporáneos. La pieza más sorprendente es un monumental panel que muestra a la
Lisboa de antes del Gran Terremoto. El museo se encuentra en el este de la ciudad, a
medio camino entre el centro y el Parque de las Naciones, adonde no llegan el metro ni los
tranvías. La única opción para los que no tienen auto son los “autocarros” (autobuses),
líneas 794 (sale de Praça Restauradores, pasa por Praça do Comercio y hay que bajar en la
parada Xabregas) y 759 (con un recorrido similar pero con parada en Igreja Madre Deus).
Afueras de Lisboa

Sintra (a 30 kilómetros de Lisboa) es un lugar de ensueño, una bucólica villa rodeada de


colinas y de hermosos palacios, cada uno con su particularidad. La mayoría están a un
buen trecho del centro y se llega fácilmente en los autobuses de ScottUrb, empresa que
ofrece un boleto abierto para usar el servicio durante toda una jornada (€11 en 2011), muy
recomendable si vamos a recorrer varios palacios o incluso algunos puntos cercanos
incluidos en los trayectos (como Cascais y Cabo de Roca). El Palácio da Pena es casi un
castillo de juguete de vibrantes colores, visita obligada para los que llegan hasta Sintra.
Conviene ir de tarde, ya que a primera hora suele estar envuelto en neblina. La mejor
opción matutina es la Quinta da Regaleira (muy cerca del centro, se puede ir a pie), con un
pequeño y muy bonito palacio de exuberante decoración, jardines, lagos, grutas y edificios
enigmáticos distribuidos en cuatro hectáreas. La gran atracción es el Pozo Iniciático, una
torre invertida que se hunde en el piso para llegar hasta una gruta que desemboca en un
lago artificial, el que que se puede atravesar por un sendero de piedras que parecen flotar
en la superficie. También se pueden visitar el Castillo de los Moros, el palacio de
Monserrate, el Palacio Nacional, el Chalet de la Condesa Edla y el Convento de los
Capuchinos, además del museo de Artes Moderno y el del Juguete. A Sintra se llega en tren
desde la estación de Rossio en poco más de media hora y con un boleto muy económico.
►en la imagen: Palácio da Pena.

A la manera de un pequeño Versalles, el Palácio Nacional e Jardins de Queluz (a 11


kilómetros del centro) fue la principal residencia de la corona a partir del Gran Terremoto. En
estilo barroco y con los infaltables azulejos portugueses, se puede recorrer la Cámara del
Rey, el Salón del Trono, la Sala de los Azulejos y la Sala de los Embajadores, así como el
magnífico jardín.

Cascais (a 25 kilómetros) es una villa balnearia muy atractiva para recorrer a pie, con un
paseo peatonal de mosaicos simétricos, un centro comercial y varias de las más hermosas
playas de la zona. Todo está muy cerca de la estación de tren.

No muy lejos, dentro del municipio de Cascais, se encuentra Estoril, famosa por su casino
(uno de los más importantes de Europa) y también por sus playas.

No hay mucho para hacer en Cabo da Roca (a 40 kilómetros de Lisboa), un lugar


extremadamente ventoso donde apenas si hay acantilados, rocas y una solitaria edificación
que funciona como tienda de souvenirs... ¿Una tienda de souvenirs en medio de la nada?
Es que se trata de un atractivo turístico muy requerido, ya que hablamos del punto más
occidental de la Europa continental. Todos llegan buscando la foto selfie con el infinito mar
azul de fondo y junto al monolito con la frase del poeta Luís de Camões: "Onde a terra
acaba e o mar começa". Y nada más, una vez cumplido el ritual los turistas vuelven a la
parada del autobús en busca de otro destino.

Ese otro destino puede ser la cercana Praia do Guincho, donde el verde de la vegetación de
la Sierra de Sintra se convierte en dunas de arenas blancas. La playa es ideal para practicar
surf, windsurf y bodyboard, y también para comer pescado y mariscos en alguno de los
restaurantes de la zona.

Aquellos que hayan conocido los mares brasileños o caribeños seguramente se


decepcionarán con las playas europeas, en su mayoría pequeñas y con pedregullo, piedras
y rocas en reemplazo de la arena. No es el caso de las playas de Caparica (a 15 kilómetros
del centro). Cruzando el Tajo desde Lisboa hay una franja de 30 kilómetros de arena, de
frente al Océano Atlántico, con todas las comodidades para el turismo, incluyendo
restaurantes, bares y discotecas. La curiosidad es el Transpraia, un tren que en verano
recorre la costa de punta a punta con las vías sobre la arena misma. Advertencia: el agua
del Atlántico aquí es fría. Se llega combinando ferry desde Terreiro do Paço o Cais do Sodré
a Calcilhas con autobús a Caparica, o con los ómnibus 153 o 161 que se pueden tomar en
cercanías de la estación del metro Praça de Espanha.
Cómo llegar
El aeropuerto da Portela se encuentra dentro de la ciudad de Lisboa, relativamente cerca
del centro. Cuenta con rutas desde el interior de Portugal, principalmente operados por TAP
Portugal y compañías low cost, y vuelos directos desde Canadá, Estados Unidos, Brasil,
Venezuela, Colombia, Rusia, Dubai, Israel y numerosos países de Comunidad Europea y
algunos de África. Está conectado con el centro de la ciudad a través del metro por la línea
Roja (Oriente), con transferencia a la línea Azul (Gaivota). También se puede utilizar el
Aerobus, que cruza el centro y llega hasta Cais do Sodré.

Lisboa cuenta con varias estaciones de tren, entre ellas Rossio, Cais do Sodré, Oriente y
Santa Apolonia, desde las cuales es posible llegar a España mediante conexiones en
Coimbra.
Visa, pasaporte y requisitos
Los ciudadanos de la Unión Europea (espacio Schengen) y de Argentina, Brasil, Chile,
Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua,
Panamá, Paraguay, Uruguay y Venezuela (entre otros) no necesitan visa para ingresar a
Portugal si la permanencia será menor a noventa días. Quienes necesiten visa deberán
solicitarla en un consulado o embajada portuguesa. El pasaporte debe contar con una
vigencia igual o mayor a toda la estadía en el país.

Los españoles y los residentes de cualquier país de la Unión Europea pueden viajar a
Portugal sólo con el documento de identidad, sin necesidad de pasaporte.

Para ingresar a la Comunidad Europea es obligatorio contar con un seguro de viaje con una
cobertura mínima de 30.000 euros.

No hay vacunas obligatorias para ingresar a Portugal, pero sí hay que contar con un billete
de avión de ida y vuelta, y con las reservas de hospedaje o con una “carta de invitación” de
un ciudadano portugués. Quienes se alojen en una casa particular también deben declarar
su arribo a Portugal en una jefatura policial.

Para ingresar en Portugal con mascotas desde países de la Unión Europea es necesario
presentar un pasaporte emitido por un veterinario habilitado. Quienes llegan desde fuera de
la Unión Europea deben contar con comprobantes de vacunaciones y un certificado
sanitario emitido por la autoridad veterinaria oficial del país de procedencia.
Cómo moverse
El principal aliado del turista en Lisboa es el metro, que comunica muy bien el centro
(Baixa) con el norte y el este. Para usarlo hay que comprar la tarjeta Viva Viagem (o la 7
Colinas, son iguales y sólo varía el diseño) y cargar la cantidad deseada (la opción
denominada "zapping") en cualquier máquina expendedora (están en todas las estaciones
de metro) o en los kioscos Carris (la empresa que gestiona el servicio). Se puede combinar
ómnibus y metro sin costo extra, también es gratuita la combinación entre las cuatro líneas
de metro (azul, amarilla, verde y roja). La única salvedad es que las tarjetas no se pueden
compartir, hay que comprar una Viva Viagem para cada pasajero (son muy económicas) y
recargarlas por separado.
Las tarjetas se pueden utilizar en cualquier línea de metro, tren (“comboio”), ómnibus
(“autocarro”), tranvía (“elétrico”), ferry (para cruzar el Tajo), ascensores y el elevador Santa
Justa. En 2022 el boleto con carga zapping cuesta €1,35, mientras que pagando el pasaje a
bordo el autobús cuesta €2,00 y el tranvía €3,00. El boleto de ferry sale entre €1,20 y €2,80
(depende del trayecto), los elevadores €3,80 (dos viajes) y Santa Justa €5,30 (ida y vuelta).

Hay dos tranvías que son especialmente útiles para el turista, en particular para llegar a las
dos zonas a las que no llega el metro: el oeste (Chiado, Alto, Estrela, Belém) y Alfama. El
"elétrico" más famoso es el 28E, que comienza en Jardim da Estrela y recorre Lapa, Alto,
Chiado y desciende hasta Baixa para terminar trepando por Alfama. El otro es el 15E, que
empieza el recorrido en Praça da Figueira y va hasta Belém.
Los tranvías son amarillos, algunos clásicos y otros de aspecto moderno. Los tranvías rojos
tienen un recorrido turístico (Circuito das Colinas), salen de Praça do Comércio, recorren las
siete colinas lisboetas y son mucho más caros.

No vale la pena aprender los recorridos de los autobuses, aunque en ocasiones son una
buena alternativa para el regreso al centro. Los taxis no son caros y el tránsito suele ser
fluido en toda la ciudad. Se cobra recargo por equipaje y por reserva telefónica.

Se puede hacer un paseo turístico en los divertidos tuk-tuks, esas motos con una cabina
posterior donde viajan los pasajeros, que viajan a toda velocidad por las pendientes de la
ciudad.

Para visitar las ciudades cercanas hay que usar los trenes, muy eficientes y baratos. Hay
que dirigirse a la estación Santa Apolónia para ir a las localidades del este y sur de
Portugal, en Rossio (junto al metro Restauradores) parten rumbo al norte y al oeste
(incluyendo la imperdible Sintra), y hay que tomar los trenes en Cais do Sodré para ir a la
ciudades costeras Estoril y Cascais.

Hay tres embarcaderos para cruzar el Tajo en ferry: Belém, Cais do Sodré y Terreiro do
Paço. Los pasajes son muy baratos, cuestan aproximadamente el doble que un boleto de
metro. También hay recorridos turísticos en cruceros, mucho más caros.

Los turistas pueden alquilar automóviles en Lisboa si tienen más de 21 años (o 25,
dependiendo de las condiciones de alquiler de cada empresa) y deben tener un documento
de identidad en el caso de ciudadanos de la Unión Europea o pasaporte válido para los
visitantes de otros países, quienes también deben contar con carné de conducir con más de
un año de antigüedad. Es difícil encontrar estacionamiento en los barrios más céntricos,
aunque el auto puede ser útil para quienes deseen recorrer los alrededores de Lisboa y
dentro de la ciudad usar el transporte público.
Dónde hospedarse
Ya vimos que Baixa Pombalina está en el centro de todo, con la mayoría de las principales
atracciones muy cerca y bien comunicada con el resto de la ciudad. También es cierto que
es la parte más cara de Lisboa para conseguir alojamiento, aunque bien vale la pena.

Alfama es una excelente opción, no mucho más barata que Baixa, pero el problema será
que cada vez que salgamos a la calle habrá que bajar la colina y al regresar habrá que
subir. A manera de regla básica: si un hospedaje está en Alfama, cuanto más lejos del Tajo
más arriba estará. Y si está muy arriba ya no será Alfama sino Graça.

Lo mismo pasa en Alto y Chiado, con el agregado de que tiene las noches más movidas de
la ciudad en temporada alta. Para quienes no tengan problemas con el ruido callejero y la
música hasta tarde en la noche y quieran disfrutar de tener cerca muchos bares, cafeterías
y restaurantes, éste es su lugar.

Los precios se abaratan más cerca de Estrela o al norte, cerca de Avenida da Liberdade (o
incluso más al norte, con muchas estaciones de metro cercanas), saliendo de las zonas
más céntricas. Si bien el transporte no es el óptimo, la otra ventaja es que son barrios
mucho más tranquilos.

Quizás la mejor relación calidad/precio sea en la zona de Praça Martim Moniz y hacia el
norte. Estaremos a muy pocos minutos del centro (la plaza está a poco más de 300 metros
de Rossio y del inicio de Rua Augusta). No hay que olvidar que cada metro que nos
alejemos hacia el norte estaremos un metro más lejos de Baixa y todo lo interesante. Es
cierto que a lo largo de Rua da Palma (la avenida que corre hacia el norte de la plaza
Martim Moniz) hay estaciones de metro y también del tranvía, pero estar obligado a utilizar
diariamente el transporte público implica encarecer el viaje.

Lo más desaconsejable es buscar alojamiento al este de Alfama (camino a Parque das


Nações), una zona con muchas menos atracciones turísticas y bastante mal comunicada ya
que no llegan ni el metro ni el tranvía y solamente dispondremos de “autocarros”
(autobuses).
Dinero
En Portugal la moneda es el euro (€) y en la mayoría de los comercios de Lisboa se aceptan
tarjetas de crédito y de débito. En algunos negocios pequeños solamente aceptan efectivo.

En las zonas más visitadas hay muchos cajeros automáticos (Multibanco, MB) en los que se
puede retirar dinero; por cada operación el banco de origen cobrará una comisión.

Se puede cambiar moneda en bancos (días de semana de 8,30 a 15), en casas de cambio y
en máquinas de cambio automático.

A diferencia de grandes capitales europeas como Paris, Londres, Madrid o Roma, Lisboa no
es una ciudad cara, aunque si de ahorrar se trata lo mejor es evitar los lugares más
turísticos, en especial los comercios gastronómicos de Rua Augusta, aunque también
cuenta para las zonas más populares de toda Baixa Pombalina y también Chiado, Alto y
Alfama.

En los comercios gastronómicos es habitual dejar una propina de entre el 5 y el 10 por


ciento de la cuenta final, aunque el servicio está incluido en la cuenta. Cuidado: esas
entradas que suelen servir para esperar la comida no son gratis, se cobran por unidad el
pan, la mantequilla, el queso, los untables, etcétera, y encarecen considerablemente el
monto final.

El café espresso (aquí llamado “bica”) cuesta alrededor de 70 centavos de euro, el café con
leche (“galão”) entre 0,70 y 1,20 euros, una cerveza o una bebida gaseosa entre 1,00 y 1,50
euros y un sándwich de queso o jamón entre 1,50 y 2,50 euros. Un almuerzo o cena cuesta
aproximadamente entre 8 y 11 euros por persona en un bar, entre 13 y 20 euros en un
restaurante y entre 30 y 50 euros en los restaurantes más caros o en las casas de fados.
Clima
Lisboa es una de las capitales europeas más cálidas, influenciada por la cercanía del mar,
especialmente en las noches cuando refresca. En enero tiene una media máxima de 15º y
una mínima de 8º, mientras que en julio las máximas rondan los 28º y las mínimas los 18º,
aunque ha habido oportunidades en que la temperatura alcanzó los 40º.

Julio y agosto son los meses más secos, con una gran diferencia con el otoño y el invierno,
generalmente lluviosos y ventosos. La temporada de mayor precipitación se da entre
octubre y enero, con más de cien milímetros mensuales.

La mejor época para viajar es de mayo a octubre aunque es preferible evitar el verano, no
solamente porque es temporada alta (más gente, algunos precios más caros) sino porque
en ocasiones puede hacer bastante calor. De todas maneras, incluso en junio, julio y agosto
el clima suele ser ameno (tras los días más agobiantes, la noche llega con el alivio de la
brisa del Atlántico) y para esquivar turistas solamente hay que evitar los lugares más
concurridos, sin contar que hay muchos viajeros que no tienen problemas con las
aglomeraciones. Además, estamos hablando de Lisboa y no de Paris: en la capital lusa no
existen las filas de 150 metros, quizás no haya atracción turística alguna en esta ciudad que
tenga más de treinta personas esperando, ni siquiera en los peores días.

El invierno es uno de los más suaves de las capitales europeas pero, si bien no hay que
confiarse, puede ser perfectamente tolerable. Aunque hay que ir preparado para
abundantes lluvias e incluso para alguna nevada.

Julio es el mes soleado del año, con algo más de diez horas de sol por día, mientras que
diciembre es el extremo opuesto, con un poco más de cuatro horas diarias de luz solar.

Los siguientes son los promedios de los últimos años de las temperaturas máximas de cada
mes, las mínimas y la cantidad de milímetros de precipitación mensual:

Enero: 15º / 8º / 100mm Febrero: 16º / 9º / 85mm

Marzo: 19º / 11º / 53mm Abril: 20º / 12º / 68mm

Mayo: 22º / 14º / 54mm Junio: 26º / 17º / 16mm

Julio: 28º / 18º / 4mm Agosto: 28º / 19º / 6mm

Septiembre: 27º / 18º / 33mm Octubre: 23º / 15º / 101mm

Noviembre: 18º / 12º / 128mm Diciembre: 15º / 9º / 127mm


Idioma
En todo el país se habla portugués europeo, que posee algunas variaciones ortográficas
con el portugués de Brasil y una serie de diferencias en el vocabulario y la pronunciación,
aunque hablantes de ambas variantes pueden mantener una conversación que resultará
perfectamente comprensible para los dos.

El portugués europeo puede sonar extraño en un primer encuentro, más aún para quienes
están más familiarizados con la lengua hablada en Brasil. Tiene una pronunciación muy
cerrada, marcando mucho las «eses», pero suele resultar más cómodo para los
hispanoparlantes americanos por la ausencia del «jeito» carioca; por ejemplo, caliente no se
pronuncia "quenchi" sino «quente», y buen día es «bom día» y no "bom tchía" como en Rio
de Janeiro.

Los que conozcan algo del portugués de Brasil deberán saber que algunas pocas palabras
son distintas, como jugo («sumo» en vez de "zuco"), menú («ementa» en lugar de
"cardápio"), desayuno («pequeno-almoço» por "café da manhã"), «autocarro» o
simplemente «carris» en vez de "ónibus", «combioio» para referirse al tren y «elétrico» al
hablar de un tranvía.

Hay dos que pueden resultar imprescindibles: el café con leche es «galão» y la cerveza
tirada ("chopp" en Brasil) aquí es «imperial».

Muchos lisboetas entienden sin problemas el español y también el inglés, aunque recibirán
con alegría al menos algunas frases de cortesía en portugués, como un "bom dia" o un
"obrigado".

Mini-diccionario básico para viajeros

Hola: alô / olá / oi

Buenos días, buenas tardes, buenas noches: bom dia, boa tarde, boa noite

¿Cómo estás?: como está? / tudo bem?

Gracias: obrigado (hombre) / obrigada (mujer)

No entiendo: não percebo / não compreendo

Perdón: com licença

Adiós, hasta luego: tchau, até logo

Sí / no: sim / não

Cuánto es?: quanto custa?

Avión: avião

Barco. barco

Tren: comboio
Tranvía: elétrico

Taxi: táxi

Bus / autobús: autocarro

Coche / auto: carro

¿Está cerca o lejos?: fica perto ou longe?

Agua: água

Té y café: chá e café

Jugo de naranja: sumo de laranja

Cerveza y vino: cerveja e vinho

La cuenta, por favor: a conta, por favor

Ayer, hoy y mañana: ontem, hoje e amanhã

Días de la semana: segunda-feira, terça-feira, quarta-feira, quinta-feira, sexta-feira, sábado,


domingo.

Números: um, dois, três, quatro, cinco, seis, sete, oito, nove, dez, vinte, trinta, quarenta,
cinquenta, sessenta, setenta, oitenta, noventa, cem
Horarios
Es habitual que los españoles que llegan a Lisboa decidan sentarse a comer demasiado
tarde, cuando ya cerraron las cocinas, y ni hablar de los argentinos, acostumbrados a cenar
muy tarde. La mayoría de los restaurantes de la capital portuguesa abren de 12 a 15 al
mediodía y de 19 a 22 o 23, aunque algunos en particular (en especial en las zonas más
turísticas) tienen horarios más amplios. Los bares de Alto y Chiado suelen cerrar a las 2 o 3
de la madrugada en verano.

Los comercios habitualmente funcionan de 9.30 a 19, y los sábados cierran a las 13. Los
domingos es difícil encontrar algún negocio disponible. Los centros comerciales abren todos
los días de 10 a 0.

Los bancos atienden al público entre las 8.30 y las 15. Las farmacias, de lunes a viernes de
9 a 19 (algunas cierran al mediodía) y los sábados hasta las 13; cuando cierran, un cartel
indica la farmacia de guardia (abierta las 24 horas) más cercana.

El correo opera de lunes a viernes de 9 a 18, mientras que las oficinas de Restauradores,
Cabo Ruivo y el aeropuerto cierran a las 20 y tienen un horario limitado los fines de semana.

El metro funciona de 06.30 a 1, y los trenes de 5 a 1. Los autobuses tienen un horario de


5.30 a 0.30 y un servicio nocturno (con menos recorridos) de 0.30 a 5.30.

Los principales monumentos y museos cierran los lunes.


Días festivos
Los días festivos puede haber eventos especiales en Lisboa y es probable que se
modifiquen los horarios comerciales o que muchos negocios, museos o monumentos
permanezcan cerrados todo el día.

1º de enero: Año Nuevo. La llegada del año se celebra con una gran fiesta central en la
Praça do Comércio con música y fuegos artificiales, que se pueden ver desde el Castillo de
San Jorge, abierto especialmente a la medianoche. También hay festejos en barrios más
alejados y localidades de los alrededores.

Febrero/marzo: Carnaval. Hay desfiles de disfraces con música de samba y otros ritmos
populares, con epicentro en el Parque das Nações.

Marzo/abril: Viernes Santo y Pascuas. Si bien Lisboa no celebra eventos multitudinarios


para estas fechas, en la Cuaresma se hace una procesión desde la iglesia de São Roque
hasta la de Graça, recorriendo los barrios Chiado, Baixa y Graça.

25 de abril: Día de la Libertad. En recuerdo de la Revolución de los Claveles del 25 de abril


de 1974, por la tarde se realiza un desfile en Avenida da Liberdade y durante todo el día
está abierto al público de manera gratuita el Ayuntamiento de Lisboa, cerca del Terreiro do
Paço. Y, por supuesto, hay claveles por toda la ciudad.

1º de mayo: Día del Trabajador. Las confederaciones de trabajo acostumbran organizar


manifestaciones en cercanías de la plaza de la Alameda, un sector alejado del movimiento
turístico.

10 de junio: Día de Portugal. Oficialmente Dia de Camões, de Portugal e das Comunidades


Portuguesas, en recuerdo de la fecha de fallecimiento del autor de “Os Lusíadas”, en esta
fecha hay numerosas fiestas al aire libre, siempre en torno a la música y la comida.

13 de junio: Día de San Antonio. Se realiza en honor a Antonio de Padua, nacido en Lisboa.
En las dos primeras semanas de junio hay en la ciudad numerosos eventos, pero la
verdadera celebración comienza la noche del 12 con un desfile en Avenida da Liberdade, y
sigue todo el 13 de junio con fiestas populares y bodas (Santo António es conocido como el
santo del amor) y una procesión vespertina hacia la catedral.

15 de agosto: Asunción de Nuestra Señora. Es la fiesta más antigua de las dedicadas a la


Virgen María.

5 de octubre: Día de la República. Conmemora la caída de la Monarquía y la implantación


de la República en 1910.

1º de noviembre: Día de Todos los Santos. Como en todo el país, hay procesiones y visitas
a los cementerios para homenajear a los familiares fallecidos. Es una fecha muy importante
para Lisboa, ya que el 1º de noviembre de 1755 se produjo el Gran Terremoto,
precisamente cuando en muchas iglesias y casas estaban prendidas las velas por el Día de
Todos los Santos, por lo que la ciudad sumó un devastador incendio al terremoto y al no
menos destructivo tsunami.
1º de diciembre: Día de la Restauración de la Independencia. Celebra la restauración de la
independencia portuguesa de España en 1640, habitualmente con fuegos artificiales.

8 de diciembre: Fiesta de la Inmaculada Concepción. Nossa Senhora da Conceição es


patrona de Portugal.

25 de diciembre: Navidad. En los días previos la ciudad se llena de luces, adornos,


villancicos, puestos callejeros de castañas asadas y mercados de Navidad en numerosos
barrios. En Praça do Comércio hay un gran árbol iluminado y en la Plaza Luís de Camões
hay una gran bola a la que se puede ingresar. La noche del 24 se acostumbra hacer cenas
familiares.

Los recesos escolares se realizan en Navidad (aproximadamente desde el 20 de diciembre


a Fin de Año), Carnaval (tres días entre febrero y marzo), Pascua (doce días en marzo o
abril) y vacaciones de verano (desde fines de junio a mediados de septiembre,
aproximadamente).

Eventos

Marzo: media maratón de Lisboa (cruza el puente el 25 de abril) y ModaLisboa (en distintos
puntos de la ciudad, repite en octubre).

Abril: IndieLisboa (festival internacional de cine independiente) y Peixe em Lisboa (festival


gastronómico que en años recientes se realizó en el Pavilhão Carlos Lopes, en el parque
Eduardo VII, con degustaciones, presentaciones de cocineros de todo el mundo y cursos de
cocina).

Mayo: Feira do Livro (puestos en el parque Eduardo VII con entrada gratuita) y Out Jazz
(festival de jazz que recorre varios puntos de la ciudad al aire libre, cada domingo durante
más de dos meses).

Junio: Arraial Lisboa Pride (desfile LGBTI en Praça do Comércio) y Rock in Rio Lisboa (el
llamado “festival más grande del mundo” se realizó desde 2004 en la capital portuguesa
cada dos años —sólo interrumpido por la pandemia— en el Parque de Bela Vista; las
primeras ediciones se hicieron sobre fines de mayo).

Julio: NOS Alive (apenas fuera de los límites de Lisboa, en Algés —al oeste de Belém— se
realiza un festival musical con grandes figuras del pop y rock locales e internacionales) y
Super Bock Super Rock (otro festival de pop y rock internacional que alterna sus sedes
entre Parque das Nações y Herdade do Cabeço da Flauta, en la cercana Setúbal, a unos 50
kilómetros al sur).

Agosto: Jazz em Agosto (festival de jazz en la Fundación Calouste Gulbenkian que ya


superó su 35ª edición) y Festival ao Largo (música sinfónica, teatro y ballet en el Largo de
São Carlos, en el barrio de Chiado).

Septiembre: Queer Lisboa (festival de cine gay y lésbico) y DocLisboa (festival internacional
de cine).

Octubre: ModaLisboa (segunda Fashion Week anual).


Telefonía móvil
Hay tres redes que prestan servicio de telefonía celular: MEO, Vodafone y NOS. La Unión
Europea extendió hasta 2032 el acuerdo de roaming gratuito, por lo que se pueden adquirir
chips para teléfonos celulares en cualquier país de la comunidad y utilizarlo libremente
dentro de la UE.
Corriente eléctrica
La corriente eléctrica en Lisboa es de 230 voltios, con una frecuencia de 50 hertzios. Las
tomas siguen las normas europeas (tipo C o tipo F, ambos con dos clavijas redondas). Para
otro tipo de enchufe y voltaje deberán usarse adaptador y transformador.
Lisboa Card
Cuesta por persona €20 por 24 horas, €34 por 48 horas y €42 por 72 horas (precios de
2022, los niños pagan algo más de la mitad) y se activa con el primer uso. Incluye
descuentos, transporte gratuito (metro, autobuses, tranvías, ascensores y las líneas de tren
a Sintra y a Cascais) y entradas sin cargo en: Arco de la Rua Augusta, Mosteiro dos
Jerónimos, Torre de Belém, Museu do Azulejo, Museu dos Coches, el invernadero Estufa
Fria, Museu de Arte Antiga, Elevador de Santa Justa, Panteón Nacional, MAAT, Museu do
Chiado, Museo de Etnología, Museo de Arqueología, Museo de la Música y otros. Se
compra en línea para retirar en Lisboa, o directamente en las oficinas de turismo del
aeropuerto Portela (sala de Llegadas), en la de Plaza Restauradores (Palácio Foz), en la de
Rua Augusta, en la de Belém o en la estación de trenes de Santa Apolónia.

¿Es conveniente? Solamente si vamos a hacer un uso intensivo de la tarjeta. Por ejemplo,
si un día tenemos pensado subir al Arco de Rua Augusta y al elevador Santa Justa, viajar
en metro, tomar el tranvía hasta Belém, entrar al Mosteiro dos Jerónimos, a la Torre de
Belém, al Museo de Arqueología y regresar en tranvía, entonces la Lisboa Card por 24
horas nos permitirá ahorrar casi quince euros por persona, si hacemos todo el mismo día,
claro.

Lo ideal es hacer la lista de lugares que queremos visitar, hacer la suma de precios de
entradas y traslados, y evaluar la conveniencia de sacar la Lisboa Card por un día, dos o
más. Para hacer cuentas, aquí están los costos de algunas atracciones (entrada normal
adulto) que son gratuitas con la tarjeta:

Monasterio de los Jerónimos: €10 Torre de Belém: €6,00

Museo Nacional de Arqueología: €5,00 MAAT: €9,00

Museo Nacional de Carruajes: €8,00 Ascensor de Santa Justa: €5,30

Arco da Rua Augusta: €3,00 Lisboa Story Centre: €6,50

Museo de Chiado: €4,50 Panteón Nacional: €4,00

Museo Nacional del Azulejo: €5,00 Museo Nacional de Arte Antigua: €6,00

Estufa Fria: €3,10 Palacio Nacional de Ajuda: €5,00

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