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Segundo Domingo de Adviento
Segundo Domingo de Adviento
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Sin duda, las noticias cotidianas nos brindan una mirada del espacio social que
habitamos. Dentro de este escenario hay algunas realidades que experimentamos más
cercanas, en tanto que, otras nos aparecen extrañas y lejanas. Unas se encuentran muy
cerca, demasiado cerca, mucho más de lo que desearíamos tenerlas. Así, la violencia se ha
vuelto cotidiana, más cercana, muy próxima y excesivamente evidente. Su presencia se
hace sentir constantemente, al punto de que en ocasiones es difícil de soportar. Lo mismo
sucede con la pobreza y la injusticia. Todas ellas están presentes entre nosotros, su agobio
es incesante, su flagelo resulta lacerante, aterrador, asfixiante. Hay una cercanía indeseable,
una convivencia insana, un contacto despreciable y un entendimiento maldito con la
miseria, la muerte y la injusticia.
Ante este escenario lleno de zozobra, la época de adviento no invita a cambiar nuestra
mirada. En medio de esas “novedades” de violencia e injusticia, hay una noticia que cambia
la perspectiva del mundo que habitamos. Si bien, es cierto que sustraerse de esas realidades
es tarea complicada, también lo es que la irrupción del adviento permite reenfocar la
mirada. Adviento comunica una nueva presencia, hay una nueva cercanía, existe la
proximidad de una realidad distinta. La proclamación de adviento es: “¡El reino de los
cielos está cerca!”
La época de adviento quiere enfatizar que no solamente la cercanía de la injusticia es
evidente, sino que también hay una proximidad diferente. El reino de Dios como
posibilidad de vida, con todo su despliegue y potencial, está también cerca. Esa fue la
proclamación original de Juan (Mt 2.3). De igual manera, fueron las palabras iniciales de la
propia proclamación de Jesús (Mt 4.17). La actividad de Jesus también comenzó
anunciando esa cercanía; es decir, la existencia de una manera diferente de configurar
nuestro espacio social, el mundo que habitamos.
Esa misma cercanía es la que se espera que los seguidores de Jesus puedan comunicar.
Así como Juan y, posteriormente, Jesus iniciaron su proclamación anunciando la nueva
cercanía, de la misma manera los discípulos deben continuar con el mismo enfoque. Jesus
encomienda a los suyos las siguientes palabras: “dondequiera que vayan prediquen este
mensaje: ‘El reino de los cielos está cerca’” (Mt 10.7). Lo principal, lo esencial del
evangelio es reconocer la presencia de esa cercanía. En un entorno aparentemente
dominado por la muerte prematura y la injusticia social es preciso reconocer la cercanía
vigorosa del reino de los cielos. Esa nueva realidad se hace manifiesta en adviento e
irrumpe con fuerza en medio de la esfera humana la cual subyace colonizada por la
injusticia. El inicio del proyecto divino comienza con la aceptación de que el reino de Dios
está cerca, mucho más próximo de lo que podemos ver, pensar o sentir. Esa cercanía se
hace presente, aun cuando no la contemplemos a su plenitud esta es una realidad que está
vigente alentando, nuestros anhelos, sueños y esfuerzos por construir un mundo diferente.
Adviento nos trae a la mente la fuerza de esa imaginación profética que es capaz de evocar
escenarios alternativos. La mirada de la violencia y la injusticia no es la única perspectiva
que tiene el cristiano. Hay una mirada diferente, el cristiano tiene la posibilidad de
proyectar un mundo de justicia, pues puede percibir y evocar que el reino de los cielos está
cerca.
Lunes. La cercanía del Reino de Dios: Desmontando los estereotipos (Is 1:10-16)
Una de las formas más violentas de relacionarse con el “otro” a partir de los
estereotipos. Este tipo de relación se fundamenta en la discriminación y en el prejuicio,
pues hay una etiqueta previa que determina la convivencia con los demás. Si realmente el
reino de Dios se hace cercano a nuestro mundo, una de las consecuencias de su
manifestación debería de ser la erradicación de los estereotipos. Una de esas formas de
estigmatización surgidas desde el lenguaje bíblico es el concepto de “sodomitas”. Bajo este
concepto se pretende desacreditar un tipo particular de prácticas sexuales, bajo la excusa de
que esa fue la causa de la destrucción de los habitantes de Sodoma. Sin embargo, la lectura
generalizada acerca la causa que originó la destrucción de esa ciudad lo único que refleja es
el prejuicio hacia un sector de la población del mundo que habitamos.
La imagen de Sodoma fuera de la narración del Génesis se utiliza en un total de 17
ocasiones. De ellas, 15 veces aparece en los escritos de los profetas. En todas las menciones
dentro de la literatura profética nunca se vincula el nombre de la ciudad con algún tipo de
prácticas sexuales. En otras palabras, los profetas nunca emplearon el termino de Sodoma
para hacer referencia a la supuesta homosexualidad de sus habitantes. El uso que se hace de
esta palabra dentro del discurso profético es totalmente diferente al utilizado hoy en día. De
manera concreta, para los profetas el empleo de Sodoma está en función de ejemplificar la
injusticia social.
En Isaías 1:10 el profeta interpela al pueblo de Jerusalén y les dice: “¡Oigan la palabra
del Señor, gobernantes de Sodoma”! El punto de comparación con la ciudad no está
acotado desde la perspectiva sexual, por el contario el reproche viene dado a partir de la
inutilidad de todas sus prácticas religiosas y no las sexuales. El profeta expone la inutilidad
de toda la religiosidad de sus habitantes, porque “tienen las manos manchadas de sangre”
(Is 1.15). De ahí que la exhortación sea lavarse, limpiarse, dejar de hacer el mal, buscar la
justicia, abogar por el huérfano y defender a la viuda (Is 1-16-17). Nunca se menciona la
actividad sexual como la causa del juicio divino hacia Sodoma y luego hacia Jerusalén.
Cuando Isaías compara a Jerusalén con Sodoma, no lo hace desde la condición de la
sexualidad de sus habitantes, sino desde la mirada de la justicia social. Por consiguiente, el
juicio sobre Judá y Jerusalén, de acuerdo con Isaías 3.5-10, está determinado por su
injusticia social y de manera extrema: “su propio descaro los acusa y, como Sodoma, se
jactan de su pecado” (Is 3.9).
La cercanía del reino de Dios, proclamada en este segundo domingo de adviento,
implica construir relaciones sociales justas, alejadas de los prejuicios sociales. El “pecado”
de Sodoma, que realmente mereció el castigo divino, de acuerdo con la lectura de Isaías,
fue la cotidianeidad y convivencia habitual con la injusticia social. Un escenario que
reconoce la cercanía del reino de Dios no puede ser compatible con la injusticia social
manifestada en las formas de rechazo social, prejuicio y discriminación. La participación de
esta cercanía debe propiciar nuevos horizontes de convivencia donde no haya espacio para
los estereotipos sustentado en el prejuicio y en la injusticia social.