Está en la página 1de 14

Solo para Valientes

En el mar del amor, solo los marineros valientes logran navegar con mano firme en el timón
surcando con facilidad o sin ella las aguas del océano del sentimiento que da vida.

El amor es un océano, y está hecho para dejar sobrevivir solo a los marineros valientes que
surquen sus aguas superando toda dificultad que se les presente, el amor es la perfecta e
incomprensible mezcla de pasión, alegría y dificultad que inunda el alma en forma de
mariposas en el estómago, el amor, es el alimento del alma y la chispa que enciende el corazón,
es un placer que le da más vida a la vida misma.

Era una chica nueva, hermosa como una mañana, su sonrisa era como la de una diosa, y su
mirada como la de una flor abriéndose al alba en primavera. Era inevitable, el instante en el
que atravesó la puerta y la vi por primera vez, fue el instante en el que las mariposas en el
estómago despertaron después de un largo sueño, pero esta vez revoloteaban en mi vientre
más que nunca. En ese momento, tomé una nave que me embarcaría más aventurado que
nunca en el grande y extenso océano del amor.

Su cabello castaño y sus hermosos ojos marrones me apasionaban cada vez que volteaban a
ver quién era el que la miraba sin cesar detrás de un gran libro de teoría musical entreabierto,
esperando una palabra dirigida directamente hacia él de esa bellísima presencia, pero esa
mirada se quedó esperando detrás de las notas que relataban historias de amor escritas por
Mozart en la época barroca, pues para ella yo era invisible.

Al ver que el esperarla de este modo, me estaba convirtiendo en alguien que no era yo, pues
repudiaba casi todo cuanto veía en la espera del amor, y los pequeños versos y las historias de
amor que mi mente inventaba cada vez que mis ojos de mortal veían su sonrisa de diosa, o su
mirar de flor en primavera eran lo único que apagaba mis ansias de amar, decidí esperar, pero a
mi modo, volviendo a ser alguien que era yo, el chico social, gracioso, divertido y alegre volvía
una vez más, y al parecer este comportamiento que a los ojos de mi enamorada era nuevo,
atrajo su gusto hacia mí, y ella zarpó también en el mar del amor tratando de buscarme, igual
que yo, sin que ni siquiera me diera cuenta.

Cada día el amor aumentaba, y las semanas se convirtieron en meses, y cada día nos
adentrábamos más y más en el mar del amor, pero en barcos distintos tratando de encontrarse
entre sí, pero como entre barco y barco había todo un mar lleno de peligros, y temiendo
naufragar en el intento, ninguno tuvo el valor para aventurarse, arriesgarse y darle al otro un te
amo.

Ambos aguantamos mucho tiempo, pero las mariposas en el estómago nos exigían que nos
declaráramos al otro, pero no lo hicimos, y el tiempo siguió pasando.

Era un día como cualquiera, yo la vería de nuevo a ella, y ella me vería de nuevo a mí, pero el
director de la escuela de música en la que la había visto por primera vez, y en la que me
encontraba ahora más enamorado que nunca viéndola y aprendiendo teoría, práctica e historia
musical a la vez, entró al aula de clase y anunció que el concierto más importante de la banda
sinfónica en la que me encontraba se acercaba y todas las obras musicales que en el año
habíamos tocado iban a ser interpretadas esa noche.

El concierto fue todo un éxito, ella, yo y toda la banda nos lucimos, yo estaba feliz, pero,
después del concierto, una de las amigas de la chica nueva, la que también era mi amiga, se
acercó y me hizo una singular pregunta, una pregunta que cambió mi mundo y la sensación de
la respuesta es indescriptible

- ¿a ti quien te gusta de la escuela?

Yo no sabía qué hacer y respondí lo primero que se me vino a la cabeza teniendo cuidado de
dejar bien tapada la verdad, no quería que ella, ni nadie se diera cuenta de mi alocado y el que
yo pensaba que no era correspondido amor. Ella, me dijo que la chica nueva, la que tenía
sonrisa de diosa y mirada de flor en primavera, la que me hacía sentir millones de mariposas en
el estómago cada vez que la sentía cerca, estaba enamorada de mí, que ya no podía aguantar
el martirio de no decírmelo, pero que las mariposas la obligaron a enviar una mensajera, y no
decirlo de viva voz.

En ese momento mi mundo entero sufrió un cambio total, no pude sentirme mejor, y sin duda
ese fue uno de los momentos más felices de toda mi vida.

El barco en el que navegaba sobre las extensas, apacibles, pero también peligrosas aguas del
mar del amor, fijó un rumbo esa noche, y hoy aún está siguiendo la ruta trazada por su capitán.

La vi por última vez en tres meses, estaba tan hermosa como el instante en el que atravesó la
puerta del salón, el mismo instante en que entré al mar del amor en un viaje que todavía
continúa, y respondí:

-dile que luego hablo con ella-

Quería estar seguro de que fuera verdad, por eso no hablé con nadie esa noche, y solamente
cuando llegué a mi casa, le escribí un mensaje que le envié de inmediato y esperé respuesta
toda esa noche oscura que me deprimía cada hora que pasaba.

No dormí mucho, las mariposas, la preocupación y la incertidumbre me mataban y al día

Como la noche anterior la pasé en vela y no dormí prácticamente, pero a la mañana siguiente
continué con la esperanza de que aún el mensaje pudiera llegar.

Al atardecer, más deprimido que nunca, ya casi sin esperanzas, un mensaje llegó y
abalanzándome fuertemente hacia él, reconocí la firma y sello de mi amada, respondiendo
afirmativamente a la pregunta que le hice en el mensaje que le había enviado dos días antes.

Me declaré hacia ella y ella hacia mí y por fin nuestros barcos navegaron juntos a través del
mar del amor por medio de mensajes escritos casi con tanto amor como el que nos teníamos
ambos.

Así pasaron todas las vacaciones de la escuela, y cada día, como siempre el amor aumentaba,
pero ahora no era el amor en vano con ilusiones nada más, era con hechos que simplemente
no se pueden describir, solamente se pueden sentir.

Cada noche que pasaba era mágica, al atardecer nos despedíamos con un te amo para dejar
caer la noche y descansar hasta el día siguiente, y al amanecer volvíamos a hablar de nuevo
para comenzar una vez más un día lleno de amor.

Ambos seguíamos navegando juntos por el mar del amor, guiados por una ruta que las estrellas
del hermoso cielo en las noches nos trazaban.
Día tras día después de despedirme de ella entraba en las manos de Morfeo al maravilloso
reino de los sueños donde la veía a ella navegando conmigo a través de las hermosas aguas
azules del mar del amor.

Y la magia aumentaba a cada instante convirtiendo la realidad en un sueño.

Navegábamos juntos en el hermoso barco que las mariposas nos habían traído, juntos como
cada noche, ya era hora de dormir, pero a pesar de que mi amada ya había consumado el
sueño yo daba vueltas en la cama sin poder dormir un poco, en esas entró una mariposa azul,
por la puerta de roble que daba de nuestra habitación en el barco a la cubierta, como si leyese
sus pensamientos me dijo sígueme y obediente bajé de la cama descalzo, a seguir a la bella
mariposa azul. Esta se posó en el mástil de la vela mayor y vi a mi alrededor un hermoso cielo
estrellado, esto no era la primera vez que me pasaba, y aunque ninguna mariposa me aparecía
en la noche, ya varias veces había estado noctambulo y había salido a la cubierta a ver el cielo
estrellado del mar del amor.

Aunque estaba acostumbrado a que solo se viese mar a mí alrededor, estrellas sobre mi cabeza
y un barco navegando solo mágicamente a mis pies, esa noche fue diferente.
Divisé a lo lejos una isla, que por la oscuridad de la noche no sabía bien lo que en ella habitaba,
pero volví hacia la mariposa y una vez más leí sus pensamientos, me dirigí al timón para girar
hacia la isla, para mi sorpresa al subir a la planta en la que estaba la rueda que manejaba el
barco, fue que éste se orientó solo hacia la isla, extrañado revisé en la mesa de mapas la ruta
que debía seguir el barco, medí las estrellas y me di cuenta del camino que debía seguir el
barco, y de la isla. Subí por los obenques a la cesta de vigía y miré el cielo estrellado con la
mariposa azul a mi lado, posada, esperando tal vez a que llegáramos a la isla y el destino fuese
sellado.

El viaje fue más largo de lo que pensé, al amanecer apenas estábamos próximos, pero yo
seguía arriba admirando el único trozo de tierra firme, que avistaba desde que había zarpado
casi un año atrás.

Un instante después del amanecer, escuché un “buenos días mi vida” bajo mis pies, volteé mi
mirada hacia abajo y vi a la criatura más linda, acabando de salir de la tierra de los sueños; bajé
a la cubierta por los obenques, y le enseñé los mapas y la isla a la que estábamos próximos, se
puso igual de curiosa y ansiosa que yo, pero la imaginación de que tendría esta isla con pasto y
un riachuelo de aguas cristalinas que estaba con un hermoso toque dorado que le daba el sol
que aún estaba despegándose de los borde que el mar dejaba mostrar fue interrumpida.

La mariposa azul, aún estaba esperando voló en dirección a la isla cuando ya unos cuantos
metros nos separaban de ella. Bajamos descalzos a tocar la arena y la hermosa espuma que las
olas dejaban en la playa de la isla.

La mariposa azul nos guio hasta el lecho de la montaña de la isla donde una gran roca
adornada con caracolas y perlas era lo único que tenía la isla aparte de pasto adornado
delicadamente por rocío de sal, agua de río y mar, una mariposa azul, dos enamorados y un
barco mágico a la orilla del océano.

Ésta tenía un espacio con forma de mariposa, y el bello azul se posó allí; entonces la roca
comenzó a llenarse de una clara y azul luz, y de esta salió una gran dama, toda una Venus, por
cierto, con ropas blancas, verdes y doradas, ojos aceitunados y cabello rubio.

-Bienvenidos al archipiélago de los sueños- dijo con una voz suave- les esperábamos con
ansias, vengan, no hay mucho tiempo

Perplejos, no sabíamos qué hacer, si preguntar o dejar que contase ella misma la historia o la
explicación de por qué estábamos allí.

Ésta se dirigió a nuestro barco, y cuando ya había subido, una gigantesca bandada de
mariposas nos elevó hasta el bote, nos montó allí y comenzó a navegar, no me di cuenta, pero
detrás de la isla que había visto, habían más de una, de hecho, vi unas cinco o seis islas detrás
de la misteriosa isla donde la dama había aparecido, y sin decir una sola palabra que nos
explicara el por qué estábamos allí o para qué nos necesitaba si ya nos esperaba.

Embarcamos en otra isla, en mi opinión la más grande de la cadena, pues tenía una elevada
montaña, tanto que se perdía de vista su cima por las nubes del mar del amor, además de un
valle con una aldea, con tiernas casitas de barro, y habitantes que parecían aztecas mezclados
con marqueses del sigo diecinueve, cordiales, cariñosos, pero también dignos y bien educados.

En la parte baja del valle vi una gran puerta de roble oscuro, media unos diez metros de alto,
aunque era bastante sencilla, no contenía ninguna clase de decoración.
-La Isla de la Sabiduría, mis valientes navegantes, disculpen el suspenso, pero les repito que
no hay mucho tiempo y por eso le he conservado- nos dijo la mujer al embarcar- permítanme
presentarme, soy la Profetisa, símbolo de la esperanza y la fidelidad, y esta tierra que están
pisando es la Isla de la Sabiduría, la más importante del archipiélago de los sueños, en ésta no
sólo vivo yo, mi hermano el Gran Guardián, habita en la isla, pero para que no me hagan
preguntas vamos a empezar con la historia desde el principio.

Hace ya mucho tiempo, cuando el mar y el amor eran jóvenes existió un grupo de cinco sabios
dadores de sabiduría y vida, estos, llamados los antiguos Profetas se encargaron de dar orden y
vida al caos del mar del amor, habitaron aquí en el archipiélago de los sueños, más
específicamente en la Isla de la Sabiduría. Y encerraron todos los males en una caja que guarda
la cima de esta montaña, y mi trabajo es mantenerla cerrada.

Cierto día las mariposas trajeron tres canastos a través de las aguas del mar del amor, nadie
sabía de donde provenían, lo que se sabe es que las mariposas los dejaron en manos de los
antiguos Profetas que en ese mismo momento estaban dándose un paseo por la playa.

La sorpresa al recibirlos no se comparó al abrirlos, tres bebés estaban llorando allí, se los
llevaron a la gran biblioteca, y allí les dieron alimento, y entre los cinco juraron cuidarlos y
criarlos, como el destino lo había escogido a través de las mariposas.

El mayor de los chicuelos con su hermoso cabello naranja y sus ojos marrones pasaba el
tiempo en la biblioteca, leyendo todos los libros que encontraba, a pesar de que fuese tan solo
un niño. La del medio, que por cierto era una niña, de precioso cabello dorado y ojos verde
esperanza, le gustaba seguir a los Profetas, imitaba todo cuanto ellos hacían y ayudaba a todas
las personas de la aldea sin importar en que fuese, el menor de todos era un chiquillo de
cabellos grisáceos, con rosadas mejillas y ojos azules como zafiros, pasaba todo el día jugando
con las mariposas y el agua del mar.

Pasó el tiempo, los tres hermanos crecieron, y todos seguían haciendo exactamente lo mismo
como cuándo eran niños, solo que a esto se les sumaron viajes a las demás islas del
archipiélago de los sueños.

Una de esas expediciones los condujo a la Isla de las Sirenas, y allí fue donde el caos se desató.
Cierto día el menor de los hermanos visitó esta isla, en esta habitan las sirenas, criaturas que
guían a los enamorados todos los días al amanecer, estas nadan alrededor de algunos barcos y
despiertan a los navegantes con hermosos cantos, y luego los guían hasta el mediodía, en ese
momento ellas regresan a la isla para jugar y reír hasta el siguiente amanecer, para salir de
nuevo a cumplir con su tarea de guiar a los amantes a través del mar del amor.

Ese día, el hermano menor visitó la isla, y cuando caminó hacia el manantial del centro, a lo
lejos divisó una hermosa sirena de cabellos dorados y ojos verdes, con su hermosa aleta azul
enamoró al joven hermanos y esta se vio también atraída por aquel muchacho alto, con
cabellos blancos y fascinantes ojos azules.

Las miradas y los corazones se cruzaron, ambos se enamoraron perdidamente y a partir de esa
mañana, acordaron verse todos los siguientes amaneceres, para darse aliento y amor para todo
el día.

Así paso el tiempo y seguían todos los días al amanecer dándose el primer te amo, pero
desgraciadamente, a las sirenas no se les tiene permitido navegar, estas solo tienen derecho a
guiar a los navegantes, y los dos jóvenes enamorados, violaron esta ley e intentaron zarpar en
un barco que las mariposas les trajeron en uno de sus encuentros, cuándo solo estaban ellos
en la isla. Navegaron muy felices por unos cuantos minutos, pero los antiguos Profetas
aparecieron en la nave y decepcionados del joven hermano enviaron a la sirena a que
cumpliese su tarea diaria, reprendieron fuertemente a su muchacho, le dieron el castigo de
nunca poder salir de la Isla de la Sabiduría, y el pobre enamorado nunca más pudo volver a ver
a su amada sirena.

Desde ese día, jamás fue el mismo, su cabello comenzó a oscurecerse, igual que sus ojos, su
piel empezó a hacerse pálida como la nieve y sus antes rosados y vivos labios ya tenían casi el
color de la fría ceniza blanca, no hablaba con nadie, dejó de jugar con las mariposas, al
contrario, estas parecía que lo evitaban, y jamás regresó a la playa, el mar ya no era nada más
que tristes y solitarios recuerdos de su amada sirena.

Pero un anochecer, una batalla comenzó y dio origen a una guerra que no ha tenido paz hasta
el día de hoy. Los Profetas se despertaron de golpe al escuchar un fuerte estruendo de una
puerta abierta con la potencia de un huracán, y vieron a lo lejos al joven hermano dirigiéndose
a la Isla de las Sirenas, se transportaron hasta allí y su sorpresa fue al ver a su lado a los dos
demonios más temidos del archipiélago y del mar, el odio y el miedo, y en la mirada de su hijo
vieron al Olvido.

Éste los atacó con una masa de oscuridad, que por poco los golpea, por el contrario, le dio al
barco en donde se encontraban, y el navío empezó a convertirse en ceniza negra, los Profetas
se levantaron inmediatamente de él, y vieron hundirse el barco más poderoso del archipiélago.

El Olvido volvió hacia la Isla de las Sirenas, y estaba ya en su mano apareciendo la masa de
oscuridad que iba a lanzarle cuando los Profetas comenzaron a detenerlo con rayos de luz, este
los atacó su ya formada arma, pero conjuraron una barrera mágica; y supieron entonces que, si
no detenían al Olvido, el caos iba a llenar el mar del amor. Contuvieron pues a éste gigante de
oscuridad con cadenas mágicas que salieron del mar conjuradas por ellos mismos, y dieron la
señal de alerta a todo el archipiélago, que se refugiasen en la Isla de la Sabiduría, y dejaron a
cargo al mayor de los hermanos, y la del medio quien había alcanzado el poder suficiente para
ser Profetisa guio a todos quienes llegaban a la isla hacia la biblioteca, y a los aldeanos locales
les ordenó protegerla armados con magia que ella les brindó, los cinco sabios se dirigieron al
resguardo instituido, allí sacaron un gran libro en blanco, hicieron un círculo los cinco y
comenzaron a hacer pases mágicos que fueron llenando con una velocidad increíble sus
páginas.

Al acabar se lo entregaron al mayor, y avisaron a todos quienes se encontraban allí, que éste
sería quien cuidaría de la biblioteca y del libro que acababan de escribir, en donde se
encontraba toda la ley del mar del amor; y encargaron a la Profetisa cuidar y guiar a los
enamorados que llegasen al archipiélago.

Estos salieron para ver al Olvido libre de las cadenas, dirigiéndose a la Isla de la Sabiduría
después de haber convertido todas las islas en ceniza.

Los Profetas formaron de nuevo un círculo y alzando sus manos, comenzaron a salir de ellos
cinco rayos de luz que se concentraron en el cielo y se convirtieron en una gran barrera mágica
que llenó hasta los confines inalcanzables del mar de amor, pero cuando ya hubiese llegado
hasta el final, se cerró abruptamente y encerró al Olvido en una isla negra como su corazón y
antes de que los Profetas terminasen el conjuro, se despidieron de sus amados hijos y
desaparecieron a los ojos de todos los presentes en la isla.
Todos los nativos se habían sentado en torno al relato de la Profetisa, este terminó y de los ojos
de muchos de ellos salieron lágrimas cristalinas que cayeron en la hierba de la isla y de ellas
brotaron flores de distintos colores, al mostrar sus pétalos, salieron mariposas con el tono de
los capullos. Volaron hasta el horizonte y se fundieron en los confines del océano.

De repente nos despertó del encanto un fuerte estruendo proveniente del mar, y las flores se
escondieron de nuevo en la tierra, y los aldeanos con rostro preocupado miraron a la Profetisa.

-Escúchenme todos, quiero que entren en sus casas y cierren la puerta, y no salgan hasta que
no hayamos detenido la oscuridad-nos miró-y ustedes dos vengan conmigo.

Desde la orilla del océano se escuchaban aún más fuertes los golpes, la Profetisa señaló una
isla cubierta en su totalidad por oscuridad, sobre la cual un palacio negro levitaba.

Tocó el barco dándole la orden mágica de dirigirse a la misteriosa, lúgubre y escalofriante isla.
Al entrar en el mar oscuro que la rodeaba, una helada ráfaga de viento produjo una conmoción
en mi espalda, y mi propia princesa me abrazó para calmar un poco el frío.

-Aquí se encerró al Olvido-dijo mirando el palacio en las alturas; la profecía que el libro de los
antiguos Profetas dio, fue de que llegarían a este lugar guiados por una mariposa azul dos
amantes en un barco mágico a liberarnos del Olvido de una vez por todas, pues verán-dijo
señalando la puerta del palacio-un escudo mágico en la cerradura del castillo impide que mi
hermano, el odio, el miedo y su ejército formado de oscuridad escapen, pero esos golpes que
provienen de adentro de la fortaleza están quebrando la barrera, y su tarea les ruego en
nombre del Gran Guardián, de la isla, del archipiélago y en mi nombre más que todo, es que
apaguen las llamas de la ira en el corazón de mi hermano-

Nos miramos abrazados, y le asentimos a la Profetisa, aliviada nos entregó un pergamino, alzó
las aguas del mar y nos puso en la roca negra, de nuevo le dio una orden mágica al barco y se
dirigió a la Isla de la Sabiduría.

Miré hacia arriba y una vez más el viento me heló hasta en alma, y me abracé más fuerte al
amor de mi vida, y abrimos el pergamino.

En letras de oro estaba escrito:

Profecías antiguas me acompañarán,

Ancestrales cantos de valor me van a dotar

Para frente al Olvido demostrar lo hermoso que es amar

Lo leímos y un enjambre de mariposas doradas que brotó de la tierra oscura de la isla nos elevó
hasta la puerta misma del palacio. Estaba tallado en el cristal medio negro que conformaba la
misma:

Un padre hará lo que sea por su hijo, aún si no es lo correcto.

El pergamino brilló y leímos un nuevo texto en letras de oro:

Nadie podrá salir una vez dentro, pese a lo que sea, es el Olvido.
Comprendimos que no sería fácil, y con valor atravesamos el cristal mágico que cerraba el
palacio del Olvido.

Una gigantesca bestia oscura estaba a punto de dar un golpe a la puerta después de haber
tomado mucho impulso y corrió en dirección a nosotros. Nos alejamos lo más rápido posible
antes de ser aplastados por ese gigante.

Éste golpeó la puerta y la magia visible del escudo fue un poco intermitente.

Era una habitación oscura, llena de un ejército infinito de seres lúgubres con armaduras de
piedra negra. En el fondo se veía un gran trono, corrompido por la oscuridad, y en él, sentado,
esperaba pacientemente a que la puerta de su cárcel fuese destruida, estaba el Olvido.

A su lado sus colegas estaban también, pues el odio y el miedo aguardaban para llenar el mar
del amor de pesadillas y caos.

-Hacía eras que no veía a alguien que no estuviese formado por oscuridad-dijo el Olvido con
una voz tenebrosa, que me producía un escalofrío-cuéntenme, en que les puedo ser útiles
marineros-

-La Profetisa nos ha enviado para hacerlo entrar en razón, usted más que nadie sabe que no
hay nada tan fuerte en todo lo que existe como que el amor-.

Sus ojos presentaron un sentimiento de odio, golpeó el suelo con una potencia asombrosa, en
su rostro lágrimas de furia y tristeza levemente salieron

-Jamás mencionen esa palabra en frente de mí, y déjenme decirles que ni todo el
archipiélago de los sueños entero será capaz de detenerme, y si o lo han notado mi bestia ya
casi rompe la barrera, me ha costado cientos de años, pero podré salir de nuevo y quitarles el
derecho que me fue negado-

Su mano golpeó con una fuerza sobrenatural la puerta y se agrietó casi hasta destruirse, la
bestia ya con impulso tomado impactó contra ésta, y su cristal se rompió.

Una fría ráfaga entró y el oscuro ejército cobró vida

-Excelente-dijo con frialdad, y dirigiéndose hacia nosotros recitó- ahora si me disculpan,


tengo asuntos importantes que atender-.

Dirigió hacia nosotros una ráfaga de viento, y ésta nos lanzó con fuerza titánica hacia fuera del
palacio. Cerramos los ojos, esperando caer en las aguas profundas del mar, pero escuchamos
aleteos incesantes que detuvieron nuestra caída, las mariposas nos sostuvieron en el aire, y
trajeron el barco encantado, nos dejaron allí, y unos instantes de silencio nos hicieron dudar de
si lo que habíamos vivido tan cortamente, era cierto, pero fueron interrumpidos por una masa
oscura constituida por el poderoso ejército conformado de seres hechos con piedra negra que
comandaba el Olvido.
El barco dio vuelta abruptamente, y nos dirigimos hacia la Isla de la Sabiduría. Allí la Profetisa
nos esperaba boquiabierta viendo estupefacta lo que acababa de ocurrir.

-Ha vuelto-dijo con melancolía-, el Olvido ha vuelto y habrá que proteger la caja, el libro y la
biblioteca a toda costa, las profecías se cumplieron, nuestros padres nos han dado una misión,
es hora de cumplirla -.

Y levantando sus manos reunió a todos los aldeanos en unos segundos

-escúchenme- dijo con firmeza- el momento que predecíamos, esperábamos y temíamos ha


llegado, tomen puestos de guardia alrededor de la isla, y protejan a toda costa la biblioteca, la
ley no debe ser corrompida-y dirigiéndose una vez más a nosotros, nos dijo- a ustedes les
espera un trabajo diferente-.

Todos ejecutaron sus órdenes de un instante a otro, y nosotros siguiéndolas también, nos
dirigimos hacia la puerta de roble oscuro, que se abrió al acercarnos, y una biblioteca fantástica
se dejó ver, con toda clase de escaleras y estantes llenas de libros grades y maravillosos.

En el centro estaba una mesa en la que apaciblemente comían un niño de tal vez unos catorce
o quince años, inferencié, y un adulto tal vez de unos cincuenta, que poseía una gran barba
rojiza con algunas canas y expresivos ojos marrones.

-Ha llegado la hora- dijo la Profetisa-.

El hombre soltó la copa de madera que estaba sosteniendo, y una mirada de preocupación se
vio en sus pupilas titubeantes.

-Pero ¿y ellos? - dijo señalándonos-

-No lo sé, no he sabido nada de su visita a la Isla Oscura

Al ver que no entendíamos su conversación, la Profetisa nos explicó.

-Tal vez olvidé presentarles a mi hermano- dijo-, él es el Gran Guardián de la biblioteca, y


protege el más grande tesoro del mar- y sacando con magia un libro muy grande con hojas
amarillentas, que estaban escritas solo hasta un poco después de la mitad, una pasta dura y
una portada con mariposas, barcos e islas-la ley que nuestros padres dejaron al detener a
nuestro hermano. Si fuera corrompida por el Olvido, el amor ya no tendría forma, y todo
cuanto se ha construido por siglos sería olvidado-.

El pequeño muchacho se hizo a nuestro lado, y también ojeó las páginas de este prodigioso
libro

-Moisés, el libro de tus abuelos es sagrado, y tal vez no recuerdes, pero son ellos quienes
deben verlo.

-Lo siento padre-respondió arrepentido el muchacho, pero sin dejar desaparecer su sonrisa
radiante.

La Profetisa nos miró y nos dijo resolviendo toda duda

-Moisés llegó igual que nosotros, pero las mariposas se lo entregaron sólo a mi hermano, y
desde entonces, no se ha separado de él y cuidó de igual forma de Moisés como nuestros
padres de nosotros.
La puerta se abrió de golpe y uno de los aldeanos llegó avisando que los seres oscuros estaban
arribando en la isla, y que no iban a poder detenerlos por mucho más tiempo. El Guardián nos
arrebató el libro de las manos, y rápidamente pasó las páginas, hasta que encontró una en la
que el dibujo de cinco sabios alzando sus manos se hallaba al lado de extraños símbolos.

- ¿Cómo puedes pensar en hacer eso? - le dijo la Profetisa con el rostro invadido por el terror-
te necesitamos aquí- dijo finalmente con lágrimas en los ojos.

-Un padre hará lo que sea por su hijo, aún si no es lo correcto, y un príncipe hará todo por su
pueblo, para protegerlo y para defenderlo- dijo severa y decididamente-.

Salió de la biblioteca con el libro abierto en esta página, se hizo en el centro de la isla, extendió
sus manos al cielo y pronunció unos versos extraños que hicieron que el viento aumentara y el
mar se moviera bruscamente, mientras que de sus manos salió un rayo de luz que se
transformó en una gran cúpula de energía que ahuyentó a los espíritus del ejército, y limpió
toda la isla de cualquier oscuridad. Y dirigiendo una mirada que decía un millón de adioses y de
te quieros a su hermana y a su hijo, se desvaneció y desapareció.

Las lágrimas de su hermana no se compararon a las de su hijo, quién quedó en silencio


avanzando suave y lentamente, y se arrodilló delante del lugar en el que su padre había
desaparecido.

Alcé mi mirada, y me di cuenta de algo atroz, el Olvido había convertido en ceniza negra todas
las islas, sólo quedaba un poco de la Isla de las Sirenas, que rápidamente se oscureció como el
carbón. Volteé a ver a la Profetisa, quien me señaló a mí y a mí amada la cima de la montaña, la
que no había sido cubierta por la cúpula.

- Una princesa hará todo por su pueblo, para protegerlo y para defenderlo-. Suspiró, y se
desvaneció en un par de mariposas verdes que volaron hasta la cima de la montaña
atravesando la barrera mágica, éstas se unieron y la Profetisa apareció de nuevo en todo su
esplendor y comenzó a batallar contra los espíritus cercanos.

Presenciamos cómo el Olvido avanzaba poco a poco hacia la isla, contemplamos como golpeó
la cúpula y su mano ardió en llamas de dolor que aparecieron en su rostro, para luego ver
cómo se daba cuenta que su hermana batallaba protegiendo la caja, y lanzando una masa
negra transformó a la Profetisa en piedra, y con una risa malvada, introdujo su mano en la
montaña y de ésta salieron los demonios compañeros del odio y el miedo, junto con
nubarrones que comenzaron a perseguir a las mariposas, a devorarlas y dejar caer sus alas,
asesinándolas despiadadamente.

Una mirada de terror se cruzó entre mi amada y yo, y en un abrazo se fundió la esperanza que
acababa de morir.

Cuentan las leyendas que el Olvido en ese momento al vernos juntos, recordó el instante en el
que se conoció con su sirena, la primera mirada y el primer abrazo.

Lanzó su mano hacia la cúpula que se rompió en pedazos y nos dividió, y después de esto, el
gigante en que se había convertido cayó derrotado hacia la isla y el mar convertido en ceniza,
todos los monstruos atravesaron el mismo destino, los males y los demonios que ya estaban
por exterminar a las pocas mariposas que aún quedaban vivas, fueron devueltos a su cárcel y la
caja se cerró.
Miré asombrado a mi amada, y vi en sus ojos, ya no la mirada como la de una flor abriéndose al
alba en primavera, sino una mirada triste, fría y llena de obscuridad que se dirigía a un punto
fijo, y comenzó a avanzar hacia la playa, yo estupefacto, y cubierto por tal vez los demonios del
miedo y el temor y el propio Olvido, me quedé quieto admirado de tal acontecimiento. Ella
siguió avanzando hacia las aguas, y se fue hundiendo suavemente entre la espuma, hasta que
mis pobres ojos de mortal la perdieron de vista.

Comenzaba un día lluvioso. Toda la aldea se reunió en torno a la playa, y una pequeña caja de
roble oscuro era llevada por lúgubres peones que a cada paso daban una puñalada en el
corazón. Moisés, lloraba con una pena y un silencio admirables, y su tristeza nos contagió a
todos.

La Profetisa dio unas memorables palabras de despedida a su hermano, y realzó su valor en los
acontecimientos recientes, para más tarde dar origen a una lágrima que rodó por su mejilla.

La caja fue puesta en el agua del mar, y fue empujada por los aldeanos tristemente para que
flotara en el mar por siempre, pero ésta se detuvo un instante, unos segundos de espera y
misterio, dieron origen a la llegada de una bandada de mariposas que dejaron una rosa
naranjada en la tapa de este sarcófago, y suavemente se la llevaron hacia los confines
inalcanzables del mar del amor.

Todos los presentes después de demostrar nuestra pena y lástima por la pérdida de semejante
héroe, fuímonos yendo de a poco, más sin embargo, Moisés se quedó allí, llorando por su
padre en ese admirable silencio, y entonces, de las aguas resurgieron cuatro bellas sirenas que
comenzaron a dar aliento al muchacho, de igual manera llegaron mariposas de que lo
condujeron hacia el libro, lo abrieron en la parte en la que terminaba lo escrito, y allí apareció
en letras doradas, tan conocida frase que inspiró al Guardián y a los Profetas a realizar su tarea:

Un padre hará lo que sea por su hijo, aún si no es lo correcto.

El vigoroso joven se levantó de la arena, y limpiándose las lágrimas de los ojos, se dirigió a la
biblioteca a hacer lo que su padre había hecho toda su vida, aprender.

Yo estaba en la isla de los náufragos, isla del archipiélago que recibe a los navegantes que han
quedado solos, recordando ese momento en el que mi amada se había introducido en el mar, y
arrepintiéndome de no haberlo impedido.

La Profetisa apareció sentada a mi lado

-Creo que te debo unas gracias y una disculpa-me dijo con una hermosa voz-.

- ¿Por qué? -preguntándome si había hecho algo merecedor de esto-.

-Gracias, pues por recordarme que el mar del amor es extenso, y nosotros somos los
protagonistas de nuestra propia historia, de que no siempre navegaremos con un solo
marinero, la ruta a seguir, marca momentos tal vez hacedores de que cambiemos de
compañero o de compañera, me recordaste el hecho de morir, que no es lo peor que existe,
olvidar lo es, y que siempre que alguien esté en nuestros corazones, vivirá por siempre allí.
Perdón, pues tal vez por no haberte avisado que podías impedir lo que pasó, pero el destino es
extraño, tal vez tu futuro no era con ella.
Suspiré y metí mi cabeza entre mis piernas, y sentí como la Profetisa me acariciaba el cabello
suavemente, para más tarde convertirse en esas dos mariposas verdes que volvían a la Isla de
la Sabiduría, en donde en la montaña, ya se estaba esculpiendo el rostro del héroe que salvó a
la isla, del Olvido.

Pasaron días así, yo esperaba, meditaba y pensaba en todo lo que había vivido en instantes tan
cortos.

Hasta que un día al amanecer, encontré que en la isla no sólo estaba yo, sino cientos de
navegantes que convivían allí, y al darme vuelta, encontré un ser mágico que cambió mi mundo
en el instante en el que lo vi, cuyo cabello lacio y oscuro, era un complemento perfecto de sus
ojos, similares a los del Gran Guardián, marrones, que mostraban el olor suave y profundo de
un cafetal en una mañana llena de colores vibrantes en las nubes, una pasión desaforada y
chispeante, además de una paz similar a la del nirvana. Con la piel morena de un chocolate
espeso y fresco con un toque de picor de jengibre se extiende por tan imponente y excepcional
cuerpo. Estaba mirando el amanecer de la isla y en sus ojos esculturales se reflejaba el ámbar
del sol dándoles un brillo celestial, sentado en la ladera de la montaña, al verme se hizo a un
lado invitándome a sentarme allí. Extrañamente me parecía demasiado familiar. Y en medio de
nuestra mirada, un centenar de aleteos delicados y suaves nos abalanzó hacia el otro,
quedamos juntos en medio de mariposas que revoloteaban, y un sentimiento de pasión
desaforada y amor expresado en caricias dominó nuestro ser. No necesitamos hablar. El amor
nos escogió a él y a mí para estar juntos. Y nosotros obedeciendo la ley del corazón, no
dudamos en aceptar a nuestro complemento de ser al instante en el que el sol y su amanecer,
nos destinaron a una vida eterna sin separarnos por un instante más; un beso eterno,
recordado por siglos se desató de nuestros labios ansiosos, y entonces el Olvido regresó a mi
mente para llevarse de una vez por todas un recuerdo que ya no merecía la pena recordar. Al
separarnos sus ojos y los míos brillaban con más fuerza que el sol, y nos dimos un abrazo
eterno que llenó hasta el más profundo lugar de nuestros espíritus y los unió para nunca más
separarlos. Vimos como un barco aparecía en la playa, éste, era grande, una nao
verdaderamente imponente y veloz que llegó arrastrada por otra bandada de mariposas azules.
Éstas, nos transportaron hasta allí. Una ruta larga y emocionante apareció en la mesa de
mapas. Para juntos comenzar a emprender un viaje interminable, definitivo y esplendoroso en
el mar del amor.

No te irás sin despedirte, ¿o sí?

Di media vuelta para admirar a toda la aldea de la Isla de la Sabiduría, las sirenas,
cientos de mariposas, náufragos y la propia Profetisa y Moisés.
-Salvaste a nuestro mundo del Olvido, mis hermanos desde donde estén, junto con mis padres,
Moisés y yo misma créeme que estaremos eternamente agradecidos. Estamos en deuda.
Limpiaste el corazón del Olvido, y lograste traer la paz una vez más-. Dijo aplaudiendo-
Entre felicitaciones y gritos de celebración, la Profetisa me señaló un lugar lejanísimo, que
llegaba al punto en el que el cielo se fusionaba con el mar.

-Ve hasta allí, las mariposas te guiarán, te daremos las gracias de este modo- me susurró al
oído.

Asentí felizmente y el festejo duró hasta el atardecer. Cuando nos despedimos de todos y con
el viento a favor, las velas se hincharon y avanzamos con paso firme hacia el lugar que la
Profetisa dispuso para que llegásemos; afortunadamente, éste estaba en la ruta, así que no
habría complicaciones.

Partimos entonces hacia el punto indicado; acompañados por un enjambre de mariposas


doradas y siete sirenas que nadaban alrededor de nuestro barco.

Tardamos varios días, conociéndonos un poco más, naciendo del silencio, un amor desaforado
que vivíamos día tras día dándonos cuenta, de que el amor no nace de repente y ni del tiempo,
solo nace cuando se necesita que exista y entre mi amado y yo nació uno tan fuerte que sería
imposible derribarlo desde entonces, aunque fuese con los ejércitos duplicados del Olvido.
Todo sucedió tan rápido, que, al arribar en el sitio, el crepúsculo comenzaba. las sirenas y las
mariposas hicieron una ronda en torno al lugar destinado como recompensa por derrotar al
Olvido, y de ella emergió un torbellino de agua salada, saliendo de él un cofre de coral, el que
abrieron las mariposas y las sirenas dejando ver en su interior, dos anillos. Uno de selenio y
otro de samario. Con un rubí. incrustado el primero, y un zafiro azul el segundo. Éstos, volaron
suavemente hacia nuestras manos y se insertaron con una exactitud y perfección mágicas. En
mi ser se desató una sensación fantástica, que me uniría una vez más a aquella alma tan
fantástica que inspiraba el amor de cualquiera. Las bellas damas y las mariposas que nos
habían acompañado hasta allí hicieron una reverencia y regresaron a su tierra, liberada hacía
poco. Sonreímos mutuamente y en un abrazo muy fuerte nos fundimos una vez más. El barco
navegó por días y semanas, con una aventura nueva para nosotros cada amanecer y atardecer.
La pureza y virtud de nuestro amor inspiraba paz eterna. Los días andaban con paso lento y
elegante; terminando así meses simulando ser años.
Una noche, Las estrellas iluminaban el cielo sin luna. El barco avanzaba entre la sal y la espuma
tan mágicamente como nuestro amor. No habíamos visto mariposas desde hacía un par de
días; pero éstas, en un enjambre rojizo, sobrevolaban un punto específico del océano. Mi
amado dormía, y fue sorpresa que continuara haciéndolo después del giro del barco en
dirección al cúmulo de aleteos. Una de las pequeñas lepidópteras se posó en mi nariz y le
sonreí inocentemente, pero de mi resurgió un polvillo rojo que me elevó volando hacia aquella
reunión de mariposas. Se veían burbujas leves sobre el oscuro océano, y un cuerpo de
náufrago extendió su mano en dirección a mi como su última esperanza de vivir. Me zambullí
en el agua a riesgo de mi propia vida, y tomé su resbalosa mano para sacarlo nadando, con
gran esfuerzo, hasta la cubierta del barco. Tenía el cabello dorado y estaba inconsciente usando
una ropa rota, como si de un muerto por una verdadera y devastadora tormenta se tratase.
Cuando puse su cuerpo inerte en la cubierta vi a mi amado a la puerta de la habitación, y con
un gesto de desagrado no se atrevió a ayudar al moribundo. El rescatado tenía una herida
profunda en el pecho. Necesitaba asistencia rápido. Levanté el rostro sin saber que hacer, y vi
un barco en el horizonte oscuro, y le ordené a las mariposas nos llevaran allí; y en pocos
minutos comenzamos a avanzar hasta ver una flotilla de cinco barcos acompañándole,
protegiendo la entrada a una gran isla, en cuya costa se extendía una ciudad fantasmal.
Hombres inertes que parecían armaduras sin alma navegaban los barcos de guerra; y al
acercarnos con aquel desdichado, tomaron posiciones de defensa y arremetieron contra
nuestro navío. Arrebataron de mis manos a aquel bello ser, y de una bofetada le despertaron, y
lo amordazaron y ataron para bajarlo a la playa. Nos escoltaron atados también a nosotros; y el
sol imponente se alzaba ya por el oriente, y las primeras luces despertaban la enigmática tierra.
La gente de las casas abría las ventanas, y como seres programados, bailaban en la perfección
de su desdicha, realizando las tareas de la mañana sin darle una sola sonrisa al mundo.
Miraban de reojo y con mala cara a aquel ser maravilloso que había aparecido en el mar, y unos
pasos después, me di cuenta, nos dirigieron aquellas carcasas metálicas a palacio. La
imponente figura del castillo se despertaba igual que la gente de la ciudad, y su perfección,
elegancia y decencia giraban en armonía calculada sobre aquel despertar, tan calibrados como
los repiques de un reloj. Las puertas se abrieron a una sala del trono, en la que se veían
cortesanos y marqueses robotizados, en el vaivén de los hechos sucediendo allí. En el fondo de
la estancia, en un púlpito bastante amplio, dos tronos dorados acomodaban un par de seres,
de los que sólo uno no parecía estar encantado por la monotonía bajo la que se encontraba la
ciudad. Nos llevaron a los pies de los reyes, que miraron con desprecio al náufrago.

También podría gustarte