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ESTUDIO SOBRE EL LIBRE ALBEDRIO

La decisión de acometer la redacción del presente estudio bíblico, se debe a los amables e
interesantes comentarios que un estimado lector de este sitio web, me ha enviado referentes
a mi estudio bíblico titulado ¿Cuál es la condición del ser humano?.1

Confieso que no tenía previsto abordar este espinoso y complejo asunto del libre albedrío
humano en relación con su capacidad de acceder a Dios. Por tanto, agradezco doblemente
las importantes preguntas que ha hecho mi lector; en primer lugar, por contactar con mi
humilde persona y considerarme capaz de responder tan complejas cuestiones, y en
segundo término, porque, al estimularme positivamente con las mismas, me ha impulsado a
plasmar lo que actualmente pienso al respecto.

En el cuerpo de este estudio, trataré, pues, de contestar las preguntas que están implícitas o
explicitas en sus comentarios:

¿Qué es el libre albedrío, y qué entendemos por él en este estudio? ¿Qué es la voluntad?
¿Qué es la libertad?

¿Qué clase de libre albedrío tenían Adán y Eva antes de la Caída? ¿Equivale libre albedrío
a libertad sin límites?

¿Qué diferencia existe entre el libre albedrío que tenían Adán y Eva antes de la caída con el
de después de la misma?

¿Puede ser el libre albedrío neutral? ¿Lo es acaso el de Dios? En fin, también intentaremos
responder, dentro de las muchas limitaciones que tenemos, y de lo revelado por Dios, la
siguiente cuestión importante que plantea nuestro querido lector:

“¿Qué motivo tendría Dios en mente para crear una miríada de ángeles y muchos millones
de seres humanos, a los cuales Él sabía que tendría que destruir por causa de sus pecados,
los cuales Dios sabía de antemano que se cometerían? Eso es lo que me gustaría que usted,
si lo sabe, me aclarara.”

¿Acaso Dios necesitaba probarles? ¿Es que no conoce los pensamientos del hombre,
incluso antes de que sus padres le conciban? Sabiendo con toda certeza, que tanto Lucifer,
como Adán y Eva iban a actuar como lo hicieron, ¿Por qué los creó?” (Preguntas y
comentarios del lector).

Si Dios sabía que iba a entrar el pecado y el mal en el cielo y en la tierra, ¿por qué creó a
Lucifer y sus ángeles rebeldes y a Adán y Eva?

¿Por qué Dios permitió la entrada y el posterior desarrollo del mal? ¿Era necesario tanto
sufrimiento y muerte? ¿Era esto necesario para que el mal fuese erradicado de una vez y
para siempre, de manera que jamás ningún ser, ni de la tierra, ni del cielo, ni de ningún otro
planeta habitado en las miles de galaxias del universo pueda sentir nunca más ganas de
pecar?

Por otra parte, no podemos hablar de la libertad humana sin referirnos también a la
soberanía y presciencia de Dios.

Isaías 46:9,úp,10: “...Porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí,
(10) que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era
hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;”

Tito 1:2: “En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde
antes del principio de los siglos.”

2. ¿Qué es el libre albedrío? ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la voluntad?

Para saber de qué estamos hablando cuando a lo largo de este estudio hagamos referencia a
los términos “libre albedrío”, “libertad” y “voluntad” necesitamos establecer primero lo
que en principio queremos significar con estas palabras. Trataremos, pues de definir estos
conceptos, en primer lugar recurriendo a los diccionarios, y en segundo término,
redefiniendo y aplicando estos conceptos al campo de lo espiritual y religioso; es decir, en
lo que se refiere a si, mediante esas facultades naturales, básicamente, voluntad, libre
albedrío e intelecto o razón, el ser humano, por él solo, o sea, sin la gracia divina, fuese
capaz de alcanzar el bien y a Dios, que es lo que nos incumbe en este estudio.

A continuación, pues, transcribimos las definiciones más usuales de los citados términos,
según el diccionario Enciclopédico Salvat.2

“Libre albedrío (del latín liberum arbitrium): Potestad de obrar por reflexión y elección.
“Para S. Agustín el liberum arbitrium es la posibilidad de elegir entre el bien y el mal; la
libertad es el buen uso del libre albedrío. Según el uso que haga el hombre del libre
albedrío, es libre o no. De aquí que S. Tomás haya equiparado libre albedrío y voluntad,
aunque en el momento de establecer una relación entre ellos y los actos o facultades del
alma, libertad equivale a una acción y libre albedrío a una facultad.”

Libertad. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no
obrar.

Voluntad

 Facultad psíquica que rige y gobierna la acción y que antiguamente era considerada,
junto con el entendimiento, la facultad “superior”.
 Acto con que la potencia volitiva admite o rehuye una cosa, queriéndola, o
aborreciéndola y repugnándola.
 Libre albedrío o libre determinación.
 Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.
 Intención, ánimo o resolución de hacer algo.”
Libre albedrío

Indudablemente, el ser humano tiene esas facultades, potestades, capacidades o habilidades,


que le permiten reflexionar y tomar decisiones, es decir, tiene cierto poder limitado de
elección entre una serie de opciones. Esto no quiere decir que siempre acierte en sus
elecciones para el bien, o para lo bueno, pues eso depende de muchos factores, y algunos
están fuera de su alcance, porque como criatura no puede prever el futuro ni las
consecuencias de sus decisiones. La bondad, maldad o acierto de su elección dependerá de
muchos elementos, como son, por ejemplo, el mayor o menor conocimiento y la veracidad
de los datos de partida que posea, la inteligencia e intuición para barajarlos
convenientemente, de sus condicionamientos y prejuicios, de sus necesidades, gustos,
preferencias, deseos, y orientación y calidad moral, etc.

En mi opinión, pues, el libre albedrío debe incluir la facultad de discernir (por la razón), y
además también la fuerza de elegir (por la voluntad). No obstante, entendemos, que el ser
humano no convertido a Cristo, al no haber vivido la experiencia cristiana del nuevo
nacimiento, no tiene una conciencia purificada, ni posee una comunión con Dios que le
capacite para ser receptor de la gracia divina. Por tanto, su voluntad, todavía está inclinada
hacia el mal, y es esclava del pecado (Juan 8:34,36; Romanos 6:16-22; 1ª Corintios 2:14).

Libertad

Una persona, decimos que es libre o tiene libertad en tanto en cuanto no está sujeta a
fuerzas exteriores o interiores que coaccionen o impidan el ejercicio de la misma. Existen
muchas clases de libertad, como por ejemplo: Libertad psíquica, física, de asociación, de
reunión, de expresión, de prensa, de enseñanza, de religión, de credo, etc., etc. En los
regímenes democráticos nuestra libertad sólo debe estar correctamente restringida por las
leyes, y por todo aquello que implique socavar la libertad, el respeto y la integridad del
prójimo y de sus bienes. Nuestra libertad termina cuando con nuestros actos estamos
restringiendo o suprimiendo la del otro. No obstante, siempre hay individuos que traspasan
los límites de la libertad fijados por las leyes, o atentan contra los derechos de otras
personas. Estos individuos, haciendo mal uso de su libre albedrío, maltratan, humillan,
calumnian, mienten, roban, violan, matan etc., a otros. ¿Podemos llamar a eso libertad?

Muchas son las circunstancias que condicionan de alguna manera la libertad del ser
humano: la herencia genética, la constitución física y psíquica, la educación, la cultura, el
lugar y época histórica en que se desarrolla la mayor parte de su vida, el tipo de leyes
existentes en su país, etc., etc. No obstante todos esos condicionamientos, el ser humano
puede siempre ir progresando hacia un mayor conocimiento de la verdad que le hará libre
(Juan 8: 31-35). Los mayores enemigos de la libertad están en el interior del hombre, y son
su ignorancia, sus prejuicios, falsas concepciones de la realidad, miedos infundados, olvido
de Dios y de sus leyes, etc. Por tanto, la libertad implica una clara opción por la verdad, el
bien y la justicia. El ser humano puede y debe asumir sus limitaciones y diversos
determinismos o condicionamientos que antes citábamos, eso supone que la libertad no nos
viene dada en el momento de nacer, sino que constantemente se debe perseverar para
conquistarla durante toda nuestra vida, mediante el ejercicio de actos auténticamente libres,
es decir, aquellos que suponen bien y servicio a la sociedad y al prójimo, y obediencia a la
voluntad de Dios.

En este sentido abunda Gabriel J. Zanotti en su obra “El libre albedrío y sus implicaciones
lógicas”:3

“Por consiguiente, como ya adelantáramos, el hombre es cada vez más “persona” en la


medida en que actualice su capacidad de ejecutar actos libres en relación con el
cumplimiento de sus deberes como ser humano. Dice el Concilio Vaticano II: “[...] La
dignidad del hombre requiere que obre según una libre y consciente elección, movido e
inducido personalmente, desde dentro, no bajo un impulso ciego o una mera coacción
externa”27 Lo que acabamos de citar es importantísimo. El hombre actúa de manera más
conforme a su propia dignidad cuando progresivamente, en el cumplimiento de su deber, se
va “liberando” de los condicionamientos que puedan influir negativamente su libertad: la
violencia; el miedo; la ignorancia; los impulsos no dirigidos por la razón; las influencias
ambientales.”

Obtenemos otros rasgos o características de la libertad del diccionario libre de Internet


(http://es.wikipedia.org/wiki/Libertad).4

“La libertad para una persona también puede significar autonomía interna, o de maestría
sobre la condición interna. Esto tiene varios significados posibles:

 La capacidad de actuar de conformidad con los dictados de la razón.


 La capacidad de actuar de conformidad con el propio ser verdadero o valores.
 La capacidad de actuar de conformidad con los valores universales (como la verdad
y el bien).
 La capacidad de actuar con independencia de los dictados de la razón y la insta de
deseos, es decir, arbitrariamente (autónoma)."

Diferencia entre “libre albedrío” y “libertad”

En mi opinión, es importante saber diferenciar perfectamente entre los conceptos “libre


albedrío” y “libertad”.

Libre albedrío es la facultad de escoger o elegir entre dos o más posibilidades existentes,
y, con ayuda de la voluntad y la razón, tomar una decisión por una o ninguna de esas
opciones conocidas, sin que necesariamente se lleve a cabo o se realice el resultado de la
elección. Sin embargo, libertad es la capacidad de poder obrar, realizar, llevar a término o
ejecutar la decisión que se haya tomado haciendo buen uso del libre albedrío.

Por ejemplo, tenemos que decidirnos entre dos ofertas de trabajo posibles, en una, la
renumeración es muy alta, pero el esfuerzo requerido también lo es y podría perjudicar
seriamente la salud, o bien, este trabajo implicaría hacer algo prohibido por las leyes de
Dios o del Estado. La otra oferta de trabajo es mucho más modesta en cuanto a los
honorarios o sueldos a percibir, pero no tiene ninguno de esos inconvenientes, aunque no
esté exenta de otro tipo de dificultades. Podemos escoger entre la primera oferta y la
segunda o ninguna de ellas. Luego existe libre albedrío en este caso. ¿Tendríamos libertad
para realizar cualquiera de las dos posibilidades o ninguna? Aparentemente la libertad
existiría si no hay nada que impida realizar la decisión tomada. Sin embargo, la primera
opción sería un grave error, que más temprano que tarde, restringiría la libertad de esa
persona.

Las situaciones que se plantean a lo largo de la vida de las personas, en las que echan mano
de la voluntad ejercitando el libre albedrío son innumerables, pues constantemente todos
estamos tomando decisiones, desde las más cotidianas a las más trascendentes. La voluntad
de cada persona, por lo general, elegirá aquello de entre las acciones disponibles y posibles
de realizar, que crea que le va a hacer más feliz o hacia donde se incline su apetito humano.
No obstante, existen causas que provocan los deseos, que a su vez determinan nuestra
elección, y cada elección realizada, a su vez, puede determinar o limitar las futuras
decisiones.

Sin embargo, podemos preguntarnos ¿por qué muchísimas personas eligen lo malo
antes que lo bueno?

¿Por qué tantos millones de personas han elegido quemar su salud y su dinero y fumar
cigarrillos, que es evidente que es malo puesto que perjudica gravemente la salud de ellas?
¿Por qué existen tantos jóvenes que han decidido tomar drogas hasta llegar a ser esclavos
de ellas? ¿Por qué hay tantas personas que se esclavizan con el alcohol o con los juegos de
azar?

¿Por qué existen tantos homicidas, ladrones, adúlteros, envidiosos, codiciosos, avaros,
mentirosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores
de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin
misericordia, violentos, etc., etc., (Romanos 1:28-32; 13:9,10)?

¿Por qué no es capaz nuestra voluntad de elegir siempre, por ejemplo, la verdad en lugar de
la mentira, el amor en lugar del odio, etc.,?

La característica de la voluntad humana es que realiza sus elecciones escogiendo lo bueno o


lo malo, sin coacción externa alguna, para tratar de satisfacer sus deseos de felicidad,
siguiendo su tendencia o inclinación natural y adquirida. Este acto se considera libre porque
es voluntario, es decir, no ha sido coaccionado, ni obligado por nadie exterior al propio
agente, aunque esta elección esté condicionada por los deseos, intereses y prejuicios de
todo tipo, inherentes y diversos en cada persona.

3. El libre albedrío humano antes de la Caída y el de después de la misma.

En este apartado voy a tratar de responder a los siguientes comentarios que me hace mi
estimado lector:
“Usted, amigo Carlos, dice que Dios, a Adán y Eva “les dio libre albedrío” y que les puso
en el huerto para “probar su obediencia, …” etc. Y más adelante repite: “Adán y Eva, antes
de la caída, fueron los únicos que tuvieron completo libre albedrío”.

Y yo le pregunto en primer lugar: ¿qué es el libre albedrío? ¿Acaso no es la libertad sin


límites? ¿Y quien ha tenido, tiene, o tendrá alguna vez tal cantidad de libertad?

Para mí, que ese libre… … que tanto Adán y Eva tenían no era tan libre, por cuanto estaban
restringidos a obedecer o perecer. Ellos solo tenían un camino para seguir viviendo como
hasta entonces, y si tomaban el camino contrario, perderían todo aquello de que gozaban.
Como así sucedió, y por eso… Ese albedrío no es libre.

Yo tengo libertad para hacer cuanto quiera, pero siempre que todo lo que haga este dentro
de los límites de las leyes que rigen a los españoles, (aunque al parecer, no a todos por
igual). Tengo albedrío controlado, pero nunca libre, pues no puedo hacer lo que quiero, sino
lo que me esta permitido hacer.

A mi corto entender, el libre albedrío (vuelvo a repetirle), es la libertad sin limite alguno.
Es el hacer lo que uno quiera sin que nada, ni nadie, le ponga cortapisas a sus acciones, ¿o
no es así? Lo que yo pienso, y creo, es que ellos, (como usted dice mas adelante), tenían
libertad para tomar una decisión, fuera la que fuera, sin que nadie se lo impidiera, y
movidos por su ambición tomaron la decisión que no les convenía, pero que era la que les
gustaba para llegar a “ser como Dios”.

Amigo Carlos: el “libre albedrío” es la prerrogativa única y exclusiva de Dios. A él nada ni


nadie le puede coartar cuando toma sus decisiones porque nadie hay por encima de El. Dios
hace cuanto quiere y no le da cuentas a nadie, ni a nadie le pide consejo para hacer cuanto
se le antoje. Eso si que es verdadero libre albedrío. ” (Comentarios del lector).

En el epígrafe anterior, he intentado expresar lo que normalmente se entiende por libre


albedrío. Desde luego, desde mi punto de vista, no tiene nada que ver con libertad sin
límites. Ese tipo de albedrío no existe, porque ningún ser creado puede tener libertad sin
límites, y menos aún libertad para hacer el mal, pues eso no es libertad sino como mucho
libertinaje.

¿Tiene Dios libertad para hacer el mal? En primer lugar, Dios no puede querer hacer el mal
porque es contrario a su naturaleza. Él es omnisapiente, omnisciente, infinitamente
bondadoso y misericordioso. Dios es amor (1ª Juan 4:8). En segundo término, tampoco
puede errar, ni verse sorprendido por ninguna circunstancia que Él no haya previsto de
antemano. La libertad sin límites, propia del Creador del Universo, que es infinito en todo y
eterno, no conlleva libertad para hacer el mal, pues eso no sería libertad, sería imperfección,
y Dios es el sumo de perfección.

¿Qué tipo de libre albedrío tenían Adán y Eva antes de la caída?

No podemos saber más de lo que está revelado en la Palabra de Dios. Que yo sepa las
Sagradas Escrituras dicen poco al respecto. No obstante, del concepto de albedrío humano
que conocemos hoy, y de las pistas que podamos encontrar en algunos textos bíblicos
podemos llegar a formar una idea aproximada de la clase de albedrío que pudieron tener los
primeros Padres de la humanidad antes de su Caída. Citaremos, a continuación, pues,
algunos textos de la Santa Biblia, que a nuestro entender, puedan ayudarnos a deducir cómo
eran Adán y Eva antes de su Caída.

Génesis 1:26-31: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (27) Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (28) Y los
bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se
mueven sobre la tierra. (29) Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da
semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os
serán para comer. (30) Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo
lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer.
Y fue así. (31) Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.”

¿Qué imagen tenemos de Dios? ¿Qué significa que el hombre fuese hecho a imagen y
semejanza de Dios? ¿Implica ello perfección y libre albedrío? ¿En qué sentido los
seres humanos somos imagen y semejanza de Él? ¿Acaso en el aspecto físico?

Es evidente que físicamente el hombre no se puede parecer a Dios, es totalmente imposible


que sea su imagen y semejanza, pues Dios es Espíritu (Juan 4:24). Sin embargo, el ser
humano es una unidad psicosomática, es decir, está formado por carne, huesos, nervios,
etc., que llamamos “soma” o cuerpo físico, que unido a su dimensión psíquica forma un
alma, o sea un ser humano viviente (Génesis 2:7; 1ª Corintios 15:45). Sin el cuerpo no hay
vida y, por tanto, tampoco alma. Es en la dimensión psíquica donde el ser humano fue
hecho semejante al Eterno. La citada dimensión es la que engloba todas las facultades y
funciones superiores del cerebro, como son el intelecto, la razón, la voluntad, la memoria,
la conciencia, y las emociones que conforman nuestro carácter como persona. Además, la
función psíquica de todo ser humano lleva en sí misma, una especialización superior y
trascendente que es la dimensión espiritual (1ª Tesalonicenses 5:23), o carácter espiritual
que debería gobernar sobre todo el resto de facultades psíquicas y servir particularmente
para la relación y comunicación con Dios.

En mi opinión, es precisamente, el carácter de la primera pareja, su espíritu y alma, lo que


fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, si Dios se caracteriza por su amor,
bondad, misericordia, sabiduría, inteligencia, libertad, etc., así también, en algún grado,
debería ser el carácter de la criatura que ha sido hecha a imagen y semejanza de su Creador.

¿Qué tipo de albedrío tenían Adán y Eva? ¿Sería neutral si eso fuese posible? ¿Estaría
inclinado al bien puesto que eran imagen y semejanza de su Creador y todavía no
conocían al mal?
Cuando la primera pareja fue puesta por Dios en el paraíso del Edén, el mal ya había
surgido en un lugar del Universo. Un ángel cercano al trono de Dios, “querubín grande,
protector” llamado, Lucero, del que deriva el nombre Lucifer, “...el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero, fue
arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” (Apocalipsis 12:9; véase
también Génesis 3:1-5; Apocalipsis 20:2; Isaías 14:12; Ezequiel 28:12-17; Job 1:6-9).

Génesis 3:1-5: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que
Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis
de todo árbol del huerto? (2) Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles
del huerto podemos comer; (3) pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo
Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. (4) Entonces la serpiente dijo
a la mujer: No moriréis; (5) sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.”

Esta misteriosa criatura, que usó la serpiente como su médium en el Edén, fue el origen y el
causante de la existencia del mal en este planeta, aunque también fueron responsables Adán
y Eva, por creer antes a Satanás que a Dios. La Santa Biblia dice de Lucifer: “Perfecto eras
en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.
(Ezequiel 28:15). Sabemos que se refiere al diablo, porque en el verso trece del capítulo
veintiocho de Ezequiel, dice: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste...”

En mi opinión, es probable y posible que el primer acto evidente de rebelión a Dios, que
escogió voluntariamente el poderoso querubín protector, príncipe de los demonios, después
de haber deseado en su corazón asemejarse al Altísimo (Isaías 14:14), fue seducir y engañar
a Eva (2ª Corintios 11:3; 1ª Timoteo 2:13,14), tentándola para despertar en ella el deseo ser
como Dios conociendo el bien y el mal, y de esa forma apropiarse del dominio sobre ellos y
sus descendientes. El primer uso equivocado de su libertad fue, pues, ambicionar para sí
mismo la gloria de su Creador. La Santa Biblia lo narra así: “Se enalteció tu corazón a
causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré
por tierra...” (Ezequiel 28:17pp.). Este deseo malvado o concupiscencia que surgió en su
corazón, después que hubo concebido dio a luz el pecado (Santiago 1:15), y se tradujo en
una acción clara de rebeldía a Dios al tratar de usurpar subrepticiamente el gobierno de
Dios sobre el planeta Tierra recién creado. Esto fue, por parte de Satanás, una declaración
formal de guerra contra Dios (Apocalipsis 12:7-11), que estaba perdida de antemano, pero
ahora era necesario que la decisión de Satanás mostrase a todo el universo sus
consecuencias nefastas y lo que conlleva apartarse del justo gobierno del Rey de reyes y
Señor de señores. A partir de ese momento el trigo y la cizaña crecerían juntos, los hijos de
Dios y los hijos de Satanás, hasta el fin de los tiempos en que el trigo sería llevado al
granero y la cizaña sería quemada (Mateo 13:24-30, 36-43).

Aunque aparentemente explicado el problema del origen del mal en el Universo como
producto de un acto del libre albedrío que poseían tanto Lucifer como la primera pareja, el
fondo del problema sigue en el misterio más absoluto. Puesto que para la realización de
cualquier acto libre es necesario la intervención de la voluntad, ello implica que el agente
experimente primero el deseo de realizar el mismo. Por tanto, ¿qué motivó que en ambos
casos, Lucifer y el hombre, surgiera en ellos el deseo de desobedecer a Dios, si sus
voluntades estaban inclinadas hacia al bien? En este sentido incide el famoso teólogo R.C.
Sproul:5

“Sabemos que el hombre fue creado con libre albedrío y que el hombre libremente escogió
pecar. No fue Dios quien cometió el pecado, fue el hombre. El problema, sin embargo, aún
persiste. ¿De dónde sacó el hombre la más mínima inclinación a pecar? Si fue creado con
algún deseo de pecar, entonces se arroja una sombra sobre la integridad del Creador. Si fue
creado sin deseo alguno de pecar, entonces debemos preguntar de dónde vino ese deseo.
[...]
¿Cómo pudieron caer Adán y Eva? Ellos fueron creados buenos. Podríamos sugerir que su
problema fue la astucia de Satanás. Satanás los engañó. Los embaucó para que comiesen
del fruto prohibido. Podríamos suponer que la serpiente fue tan aduladora que embaucó
totalmente a nuestros primeros padres.

Esta explicación conlleva varios problemas. Si Adán y Eva no se dieron cuenta de lo que
estaban haciendo, si fueron totalmente embaucados, entonces el pecado habría sido todo de
Satanás. Pero la Biblia deja claro que, a pesar de su astucia, la serpiente habló desafiando
directamente el mandamiento de Dios. Adán y Eva habían oído a Dios promulgar su
prohibición y advertencia. Oyeron a Satanás contradiciendo a Dios. La decisión estaba clara
ante ellos. No podían apelar a la astucia de Satanás para excusarse.”

El problema de la entrada del mal sigue en pie. Que yo sepa no existe respuesta a: ¿Cómo
pudieron ser capaces Lucifer y sus ángeles y Adán y Eva de rebelarse contra su Creador,
tomando una decisión que implicaba sufrimiento y muerte, si ellos eran perfectos y, por
tanto, creados sin ningún atisbo de pecado ni de deseo pecaminoso?

“A pesar de este intrincado problema, debemos afirmar aún que Dios no es el autor del
pecado. La Biblia no revela las respuestas a todas nuestras preguntas. Revela la naturaleza y
el carácter de Dios. Una cosa es absolutamente impensable: que Dios pudiera ser el autor o
realizador del pecado.” (Del libro "Escogidos por Dios" de Sproul)6

La Palabra de Dios no ha revelado por qué pudo surgir en una criatura de Dios, Lucifer, tan
elevada ambición y orgullo desmedido que le llevó a hacer un mal uso de su libertad y
ocasionar tanto sufrimiento a este mundo. De la misma manera tampoco podemos entender
por qué Adán y Eva tuvieron que desear en su corazón conocer el bien y el mal y ser como
Dios. Tanto el diablo como la Primera Pareja pudieron hacer lo que deseaban en su corazón
que fue desafiar a Dios, desobedeciéndole y transgrediendo el primer gran mandamiento de
“...amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”
(Mateo 22:37).

¿No es esto prueba suficiente de que ellos poseían libre albedrío? ¿Hubo algo que los
condicionase a pecar? Al contrario, pues al ser perfectos, sus conciencias eran rectas, y, por
tanto, estaban inclinados a hacer el bien.

¿Acaso su libre albedrío era tal que podía por igual decantarse a lo bueno que a lo malo?
En mi modesta opinión, no existe el libre albedrío neutral, puesto que ello provocaría que la
criatura se pudiese inclinar al bien y al mal indistintamente sin desear nada en principio, y
sin ningún tipo de condicionamientos morales. Para poder realizar cualquier acto
voluntario, es decir, libre, es necesario primeramente desearlo. Como decíamos arriba, la
realización de cualquier elección libre, implica no sólo el consentimiento de la voluntad
sino también experimentar un fuerte deseo que nos impulsa a llevar a cabo el objeto de
nuestra elección y decisión.

¿Su decisión hubiese sido la misma si hubieran sabido las consecuencias de sus actos?

Aunque ninguna criatura podía conocer el mal ni sus consecuencias, pues nunca había
existido hasta entonces, esto no justifica en absoluto su acción malvada. La motivación para
no elegir lo malo no debería depender del miedo al castigo, o porque previeran que se
producirían más o menos graves perjuicios materiales o de cualquier índole, sino que la
misma debe regirse siempre por los condicionamientos morales de una recta conciencia, en
los que primen la obediencia a Dios y el amor al prójimo.

Adán y Eva quizá pensaron que Dios era el que estaba equivocado, y que les estaba
ocultando la verdad a fin de poder controlarlos y mantenerlos sujetos a Él. No es el caso de
Satanás, que era de naturaleza espiritual, superior al hombre (Hebreos 2:7), y había vivido
en el cielo en perfecta comunión con Dios, conociendo la majestad de su gloria y la
grandiosidad del Universo (Isaías 14:12; Ezequiel 28:14; Job 1:6-8). Aunque el deseo
concupiscente que sintieron tanto Satanás como la primera pareja pudo ser similar en
algunos aspectos, el de aquél fue provocado por un pensamiento de creerse capaz no sólo
de igualarse en poder a Dios, sino de superarle queriendo demostrarse a sí mismo y a los
demás ángeles que gobernaría con más sabiduría y libertad a sus súbditos si lograba usurpar
el trono de Dios. Su enorme y desmedido orgullo y ambición le llevaron a pretender
levantar su propio trono para regir el Universo: “...junto a las estrellas de Dios, levantaré
mi trono...” (Isaías 14:13pi).

Isaias 14:12-14: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste
por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al
cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del
testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y
seré semejante al Altísimo.”

¿Cómo es el libre albedrío humano después de la Caída?

En Adán la humanidad cae y a causa de su inclinación al mal, muchos mueren y se pierden


para siempre, pero el plan y propósito de Dios, desde la eternidad, es rescatar a su pueblo, a
todos aquellos que no se conforman con el espíritu de este mundo (Véase 2ª Corintios 4:4).
Cristo se entregó a si mismo para redimir a los escogidos, a su iglesia (Hechos 2: 23;
Romanos 4:25; 8:29, 32, Efesios 1: 4, 5, 11; 2:1; 5:25).

2ª Corintios 4:1-6: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia
que hemos recibido, no desmayamos. 2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso,
no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la
verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. 3 Pero si nuestro
evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el
dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la
luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 Porque no nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros
siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese
la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de
la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”

En consonancia con 2ª Corintios 4:4, Juan 1:12,13; 8:34, Romanos 6:16-22, y otros muchos
textos que veremos a continuación, el gran Reformador, Lutero, en su obra “De Servo
Arbitrio” (La voluntad determinada)7 declara:

“Que al hombre se le concede un libre albedrío no respecto de lo que es superior a él, sino
sólo respecto de lo que es inferior. Esto es: el hombre debe saber que en lo referente a sus
bienes y posesiones materiales, él tiene el derecho de usar, hacer y no hacer conforme a su
libre albedrío, aunque también en esto lo guía el libre albedrío del solo Dios en la dirección
que a él le place; pero que frente a Dios, o en lo pertinente a la salvación o condenación, el
hombre no posee un libre albedrío, sino que es un cautivo, un sometido y siervo ya sea de la
voluntad de Dios, o la de Satanás."

Romanos 6:16-22: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de
la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado,
habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18
y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por
vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros
para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad
vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado,
erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales
ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido
libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y
como fin, la vida eterna.”

Desde que Adán pecó por primera vez, se hizo evidente la degeneración moral que supuso
independizarse de Dios: pronto Caín, por celos o envidia mata a su hermano Abel.

Génesis 4:5-8 (Reina–Valera, 1960): “pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda
suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. (6) Entonces Jehová dijo a
Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? (7) Si bien hicieres,
¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti
será su deseo, y tú te enseñorearás de él. (8) Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al
campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano
Abel, y lo mató.”

Génesis 4:5-8 (Versión Biblia de Jerusalén, 1998): “mas no miró propicio a Caín y su
oblación. Por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro. (6) Yahvé dijo a
Caín: ‘¿Por qué andas irritado, por qué se ha abatido tu rostro? ¨(7) ¿No es cierto que si
obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando
como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.’ (8) Caín dijo a su hermano Abel:
‘Vamos afuera.’ Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo
mató.”

Dios amonestó a Caín al descubrir sus pensamientos de odio y envidia hacia su hermano
Abel, aconsejándole que podría evitar el mal que pensaba hacer, obrando bien (verso 7).
Aunque Caín hubiera podido obedecer el consejo de Dios porque nadie se lo impedía o en
su voluntad no existía ninguna coacción, él decidió seguir los dictados de su deseo
pecaminoso y matar a Caín antes que hacer el bien que le sugirió Dios. El apóstol Pablo nos
manda: “No seas vencido de lo malo, sino vence el bien con el mal.” (Romanos 12:21).
Esto demuestra que somos esclavos de nuestros deseos ya sea para bien o para mal. La
voluntad de Caín inclinada al mal, deseó en su corazón acabar con su hermano, y no vaciló
en hacerlo, sin tener en cuenta los mandatos de su conciencia, la voz de Dios, que se oponía
a esta elección. En mi opinión, este acto no era necesario (algo que no puede no ser), sino
contingente o sea algo que puede ser o no ser.

Poco más tarde, la incipiente humanidad antediluviana alcanza el paroxismo del mal,
llegando al máximo de rebelión contra Dios, hasta el extremo que Dios, después de
advertirles, durante 120 años (Génesis 6:3), mediante el fiel Noé, para que se arrepintiesen,
decide realizar su primer juicio sobre los habitantes de la tierra, mediante un diluvio
universal. Veamos los textos que lo describen vividamente:

Génesis 6:5, 11, 12: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal. [...] (11) Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra
llena de violencia. (12) Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque
toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.”

La experiencia de nuestra historia y de cada día demuestra que el ser humano caído está
inclinado al mal desde su mismo nacimiento (Salmos 51:5: “He aquí, en maldad he sido
formado, y en pecado me concibió mi madre). La Sagrada Escritura afirma que todos
estamos bajo pecado (Romanos 3:9), “...no hay justo ni aun uno;...” (Romanos 3:10); “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Romanos 3:23), y que
“...el pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y por el pecado la muerte...·
(Romanos 5:12); lo que quiere decir que el pecado y la muerte son consecuencia del pecado
original (el que cometieron Adán y Eva).

Aunque una gran parte de nuestra sociedad actual, no reconoce la existencia del pecado, y
por tanto, no considera políticamente correcto hablar del mismo, el pecado es una realidad
innegable, con independencia que seamos capaces de reconocerlo también en nuestra
propia persona. Es algo que diariamente observamos por doquier, por muy ciegos y sordos
que nos hagamos a lo que ocurre a nuestro alrededor y en nosotros mismos. La Palabra de
Dios lo testifica y lo confirma. La causa y origen de la muerte ya no representan misterio
alguno, son sencillamente la consecuencia del pecado original y de nuestro pecado
personal. El gran apóstol Pablo lo explica en los siguientes pasajes:
Romanos 5:12, 14, 18, 19: “12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.[...] 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los
que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de
venir. [...] 18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los
hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos."

Por culpa de un hombre, Adán, entró el pecado, y por éste, la muerte. ¿Ha abandonado Dios
al hombre a su suerte, a una muerte irremisible? De ninguna manera. El hombre pecó
libremente, y recibió la recompensa que le correspondía: la muerte “porque la paga del
pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”(Romanos 6:23).

Dios, pues, no se ha limitado a crear el mundo, al hombre, y a las leyes que lo rigen y lo
sostienen, y luego dejar que todo se desarrolle según el libre albedrío de sus criaturas y el
azar, sino que Dios es providente. Él gobierna el universo, y sostiene su creación con su
poder infinito. Constantemente endereza las acciones malas de los hombres.

Prueba concluyente de que Dios no permanece expectante sino continuamente activo es que
entró a formar parte de nuestra historia y del mundo por Él creado, haciéndose carne en la
persona de Cristo, para recibir, en sustitución nuestra, la muerte que nos corresponde. La
obediencia perfecta de Cristo cumple la ley de Dios, y su muerte vicaria satisface la justicia
de Dios (Romanos 5:18). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Romanos
8:1).

Por tanto, la solución al pecado del hombre está en Cristo: “... el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo.”(Juan 1:29 úp.). ¿Cuál es nuestra responsabilidad ante el
grave problema del pecado? Primero de todo, debemos asumir que el pecado está no sólo
en los demás, sino también en nosotros. Difícilmente acudiremos al Médico divino (Cristo)
si no admitimos que tenemos la enfermedad producida por el virus o el germen del pecado:
“Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (13)...Porque no he venido a
llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” (Mateo 9: 12, 13; Véase también: 1ª
Juan 1:8). En primer lugar, pues, abandonando toda altivez de espíritu, creeremos que la
Santa Biblia es la Palabra de Dios, que la verdad no está en nosotros si contradice la clara
enseñanza de la Sagrada Escritura. Ella declara la verdadera condición del ser humano, y de
que no hay ni un solo justo:

Romanos 2: 10-18: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien
entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; 14 Su boca está llena
de maldición y de amargura. 15 Sus pies se apresuran para derramar sangre; 16
Quebranto y desventura hay en sus caminos; 17 Y no conocieron camino de paz. 18 No hay
temor de Dios delante de sus ojos.”
En segundo lugar, ¿qué debo hacer para ser salvo? ...cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16: 30, 31; Romanos 10:9). Así de sencillo. Si se nos pidieran
grandes obras o sacrificios ¿no estaríamos dispuestos a intentarlo y hacer todo lo que fuese
necesario? Cuanto más si la condición impuesta es solo un acto de fe, que no implica
ningún costo. Claro que la fe no es un mero asentimiento intelectual a una o varias
verdades espirituales sino que requiere, además de admitir nuestra condición pecaminosa
(Romanos 3:23: “Por cuanto todos pecaron...”), aceptar a Jesús como nuestra justicia
(Romanos 3:22: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él....” ). Siendo, entonces, “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24).8

Llegados a este punto, si ha quedado claro que vivimos en un mundo donde el mal, el
sufrimiento, la maldad, y todo tipo de violencia proliferan por todas partes, y en todo
tiempo, y el destino del hombre es vivir precariamente unos pocos años y luego morir, ¿Por
qué son todavía pocos los que buscan a Dios y ser salvados de la muerte y de la destrucción
que espera a este mundo y a todos los malvados (2ª Pedro 3:7)?

2ª Pedro 3: 7: “Pero los cielos y tierra que existen ahora, están reservados por la misma
palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres
impíos.”

La voluntad del hombre natural es esclava de sus deseos, y su mente no entiende las cosas
espirituales ni las quiere comprender. Para él son locura. “Porque la sabiduría de este
mundo es insensatez para con Dios...” (1ª Corintios 3:19pp.).

1ª Corintios 1:23-25: “pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos
como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios
es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.”

1ª Corintios 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.”

Juan 5:37-40: “También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis
oído su voz, ni habéis visto su aspecto, 38 ni tenéis su palabra morando en vosotros;
porque a quien él envió, vosotros no creéis. 39 Escudriñad las Escrituras; porque a
vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de
mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

El problema de los seres humanos no es que no puedan hacer el bien, creer y obedecer a
Dios y su Palabra sino que no quieren ir a Cristo para ser vivificados y recibir la
“...potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12úp,13; Véase además
Juan 3:5; Santiago 1:18). Todo esto es explicado magistralmente por el gran Reformador,
Lutero, en su obra “De Servo Arbitrio” (La voluntad determinada):9
“Por lo tanto, el “siervo albedrío” no es jamás la voluntad sometida a coacción, sino la
voluntad pura (“hace lo malo espontáneamente y con la voluntad dispuesta a ello”; “por
pura disposición y propensión”), la voluntad que en forma de pasión, amor y odio,
aspiración y anhelo actúa en el hombre y lo impulsa.”

En primer lugar ”...Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5),
estos es, a los que se dan por perdidos y desesperan de sí mismos (referente a la humildad:
Humilde es aquel que considera su condición de perdido y desespera de sí mismo.) Sin
embargo, no puede un hombre humillarse del todo hasta que no sepa que su salvación
está completamente fuera de sus propias fuerzas, planes, empeños, voluntad y obras, y
que esta salvación depende por entero del libre albedrío, plan, voluntad y obra de
otro, a saber, del solo Dios. En efecto: mientras un hombre abrigue la convicción de
que él puede hacer un aporte siquiera ínfimo a cuenta de su salvación, permanece
confiado de sí mismo, no desespera de sí del todo, y por eso no se humilla ante Dios.

El segundo factor es que la fe es “la confianza en las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1).
Por lo tanto, para que haya lugar a la “fe”, es preciso que todo aquello que sea objeto de la
fe, esté escondido. Así Dios esconde su eterna clemencia y misericordia bajo la eterna ira, y
su justicia bajo la injusticia, (1ª Samuel 2:6). Este es el más alto escalón (o grado) de la fe:
creer que es clemente aquel que salva a tan pocos y condena a tantos; creer que es justo
aquel cuya voluntad nos hace necesariamente condenables, dando la impresión, como se
expresa Erasmo, de que se deleita en los tormentos de los infelices, y de que merece odio
más bien que amor. Por lo tanto, si yo tuviera alguna remota posibilidad de
comprender cómo es misericordioso y justo el Dios que muestra tan grande ira e
injusticia, no tendría necesidad de fe. La fe en la vida es ejercitada en la muerte. (El
resaltado en negrilla no está en el original)

Aunque “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” (Juan 8:34), y nuestras
acciones está mediatizadas por la inclinación de nuestra voluntad hacia lo malo, seguimos
siendo responsables de nuestros actos voluntarios, primero, porque nuestra voluntad no está
coaccionada por ninguna fuerza exterior; y segundo, porque por nuestra incredulidad, no
permitimos que resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, prefiriendo que las
tinieblas del dios de este siglo cieguen nuestro entendimiento (2ª Corintios 4:4), y de esa
manera no recibir a Cristo y a su Palabra de salvación (Juan 3:19; Juan 8:32,36: “y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres,[...] Así que, si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres.”).

Juan 3:19-21: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace
lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21
Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son
hechas en Dios.”

4. Responsabilidad humana y soberanía divina


A lo largo de todas las Sagradas Escrituras podemos comprobar como se hace compatible la
responsabilidad humana con la soberanía de Dios. Ésta consiste en que Dios, “...a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su
Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a
éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a
éstos también glorificó.” (Romanos 8:29,30; véase además Efesios 1:3-14).

Ninguna criatura puede negarle al Soberano del Universo su derecho a elegir a los
ciudadanos del reino de los cielos, los que compartirán las riquezas de su gloria (Efesios
1:18; 1ª Pedro 2:9; Romanos 9:18-23).

Romanos 9:18-23. “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere
endurecer, endurece”. (19) Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha
resistido a su voluntad?. (20) Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques
con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? (21) ¿ O
no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para
honra y otro para deshonra? (22) ¿Y qué, si Dios queriendo mostrar su ira y hacer
notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para
destrucción. 23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los
vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24 a los cuales también ha
llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”

Dios no debe perdón ni misericordia al que peca pero si justicia. Nadie merece la gracia
(Romanos 4:4,5), porque si así fuera ya no sería gracia (favor inmerecido), y Dios estaría
obligado a perdonar no sólo al simple pecador sino también al impenitente. Por eso afirma
el apóstol Pablo que “[Dios] de quien quiere, tiene misericordia,...” (Romanos 9:18pp.).

Dios nos llama a través del Evangelio, las buenas nuevas de salvación (“El evangelio [...]
es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;” (Romanos 1:16). “Porque
muchos son llamados, y pocos escogidos”. (Mateo 22:14; 20:16). ¿Quiénes son los
escogidos? Aquellos que creen la Palabra de Dios y la obedecen. Dios pone delante de
nosotros la vida eterna y la muerte eterna, y a Jesucristo, y al espíritu de este mundo, y nos
dice que elijamos la vida siguiéndole a él y no a Satanás (Deuteronomio 30:19,20; Josué
24:15).

Deuteronomio 30:19,20 (Ver Josué 24:15): “A los cielos y a la tierra llamo por testigos
hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la
maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; 20 amando a
Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y
prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres,
Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.”

Aunque la voluntad del ser humano antes de ser restaurada por el nuevo nacimiento en
Cristo está inclinada al mal, ella obra libremente sin coacción externa alguna, siendo
responsable, por tanto, de no elegir el bien que conoce. No obstante, podemos tener la
seguridad que ningún hijo de Dios se perderá para vida eterna (Juan 3:18-21; 10:26-30).
2 Timoteo 2:19: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el
Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de
Cristo.

Juan 10:26-30: “pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es
mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre
uno somos.”

Hebreo 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay“

A continuación transcribimos unos textos de Lutero10 que presentan su visión de que el


mundo esta enceguecido por el príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2) y “las huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12úp), .

“Pero lo que es capaz de hacer el libre albedrío respecto a la vida eterna, lo atestigua Pablo
en: 1ª Corintios 2:10: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el
Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.”, esto es, si el Espíritu no lo hubiese
revelado, ningún corazón humano sabría algo de estas cosas ni pensaría en ellas, tan lejos
está el libre albedrío de poder aplicarse a ellas o de poder desearlas.

Sin que el Espíritu intervenga revelando la palabra de Dios ningún corazón humano podría
aplicarse a ella o desearla mediante el libre albedrío.

La experiencia de los grandes hombres, filósofos, etc. Demuestra que consideran ridículas
las creencias de la resurrección y la vida eterna, tanto más sea su ingenio y condición
cuanto mayor será su incredulidad. Ejemplos de la Biblia en: Hechos 17:18 en que unos
filósofos llaman a Pablo “palabrero o siembra-palabras”, y “predicador de nuevos dioses”.
Porcio Festo, según Hechos 26:24, llamó loco a Pablo por su predicación acerca de la vida
eterna.”

Según Lutero,11 ningún hombre a menos que esté lleno del Espíritu Santo conoce, cree o
desea la salvación eterna.

“Porque querer la ley y el evangelio, no querer el pecado, y querer la muerte, es cosa del
poder divino solamente. (1ª Corintios 2:14; 2ª Corintios 3:5.)

2ª Corintios 3:5: “No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo
como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.”

Además, que en el hombre haya un querer neutral y puro, no es más que una invención
dialéctica; y quienes lo aseveran, no lo pueden probar. La realidad en cambio es la que
queda expresada en las palabras de Cristo:”El que no es conmigo, contra mí es”. (Luc.
11:23) Pues si Dios está en nosotros, Satanás está lejos, y sólo está presente el querer lo
bueno, si Dios está lejos, Satanás está presente, y en nosotros no hay sino un querer lo
malo. Ni Dios ni Satanás permiten que haya en nosotros un mero y puro QUERER Tras
haber perdido la libertad estamos obligados a servir al pecado.”

5. ¿Por qué creó Dios a Lucifer y sus ángeles rebeldes y a Adán y Eva?

Si Dios sabía que iba a entrar el pecado y el mal en el cielo y en la tierra mediante ellos,
¿por qué los creó?

¿Por qué lo permitió? ¿Era necesario tanto sufrimiento y muerte? ¿Era esto necesario para
que el mal fuese erradicado de una vez y para siempre, de manera que jamás ningún ser, ni
de la tierra, ni del cielo, ni de ningún otro planeta habitado en las miles de galaxias del
universo pueda sentir nunca más ganas de pecar?

Los comentarios y preguntas del lector, que a continuación transcribimos, demuestran el


natural deseo de todo ser humano de conocer el misterio no revelado por Dios de por qué Él
permitió que apareciese el pecado, primeramente en el Cielo, y después en la Tierra.

“En cuanto a su aseveración de que ellos [Adán y Eva] fueron puestos en el Edén para
“probar su obediencia,…” etc. Yo me pregunto: ¿acaso Dios necesitaba probarles? ¿Es que
no conoce los pensamientos del hombre, incluso antes de que sus padres le conciban?
Sabiendo con toda certeza, que tanto Lucifer, como Adán y Eva iban a actuar como lo
hicieron, ¿Por qué los creó?
[...]
Yo sé que Dios tiene respuesta a todas estas preguntas que hoy nos hacemos, y también
para todas cuantas se le puedan formular en el futuro eterno. Pero como no puedo esperar
tanto, si usted es tan amable le pregunto: ¿Por qué los creó?

¿Qué motivo tendría Dios en mente para crear una miríada de ángeles y muchos millones
de seres humanos, a los cuales Él sabía que tendría que destruir por causa de sus pecados,
los cuales Dios sabía de antemano que se cometerían? Eso es lo que me gustaría que usted,
si lo sabe, me aclarara.” (Preguntas y comentarios del lector).

Querido lector, comprendo su impaciencia que le lleva a decir que no puede esperar tanto
para conocer este misterio, o sea, hasta que le sea revelado por Dios en la Tierra nueva o en
el Cielo, y que le gustaría saber aquí y ahora los motivos que tuvo nuestro Creador para
decidir obrar como lo hizo. Eso mismo me ocurre a mí. Supongo que usted no es tan
optimista como para esperar que mi humilde persona sea capaz de dar respuesta a lo que,
los muchísimos sabios que en el mundo han sido, no han podido desvelar con toda su
inteligencia, sabiduría, conocimiento y erudición hasta el momento presente. Ni creo que lo
consigan en un futuro, hasta que lo revele Dios expresamente en el nuevo Mundo.

Aunque “el misterio de la iniquidad” (2ª Tesalonicenses 2:7) nos resulta difícil de
comprender y de aceptar, Dios, ha mostrado su sabiduría, misericordia y gracia, desvelando
“el misterio de la piedad”, “Dios manifestado en carne” (1ª Timoteo 3:16). El mal queda
eclipsado por el sumo bien, la revelación máxima y más completa de Dios que es
Jesucristo. “...la palabra de Dios, (26) el misterio que había estado oculto desde los siglos
y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, (27) a quienes Dios quiso dar a
conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria, (Colosenses 1:25úp-27; Véase además Romanos 16:25;
Efesios 3:3,4,9; 5:32; 6:19; Colosenses 2:2; 4:3; 1ª Timoteo 3:16).

Cristo es la Palabra de Dios hecha carne, la máxima revelación de Dios, “...el resplandor
de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder,...” (Hebreos 1:2pi). Recibir, aceptar y obedecer la Palabra de Dios es
aceptar a Cristo, el misterio que “había estado oculto desde los siglos y edades”.

Por tanto, deleitémonos no tanto en tratar de averiguar por qué Dios permitió que
apareciera el pecado y el mal en el Cielo y en este mundo, como en contemplar la gracia,
misericordia y el don de Dios que vino “por la gracia de un hombre, Jesucristo.”
(Romanos 5:15úp: véase también del 12 al 21 de este capítulo).

Romanos 5:12-21: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el
pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de
pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no
pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno
murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios
por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de
aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para
condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 17
Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por
uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de
la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20
Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la
gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”

Sin duda Dios sabía de antemano todo lo que iba a ocurrir, desde el momento que decidió
crear a sus ángeles y a los mundos habitados. Él no puede ser sorprendido por nada ni
nadie. Aunque Dios previó, permitió y preordenó el pecado, Él no es el autor del pecado,
sino que son sus criaturas las que deciden libremente pecar. La soberanía de Dios implica
que Él pudo no haber creado a esas criaturas que iban a pecar, o crearlas de manera que no
fuesen capaces de pecar. Sin embargo, decidió crear seres libres con capacidad de pecar o
no pecar. Quizá para que el Universo entero conociera las consecuencias de las decisiones
malvadas, y fuera un antídoto para el pecado de todas las criaturas, y nunca más nadie fuera
capaz de desear hacer lo malo.
La libertad completa no existe para la criatura. En este sentido sólo Dios tiene libertad
absoluta. No obstante, Dios no puede pecar, no puede hacer el mal, porque va contra su
propia naturaleza, ¿Supone esto una limitación a su libertad? La verdadera libertad es
aquella que teniendo la posibilidad de elegir entre hacer bien y hacer mal, siempre elige el
hacer bien, no por intereses espurios o egoístas, sino por su propia inclinación a hacer el
bien. No necesita forzar su voluntad para ello. Lo malo no podría hacerlo de ninguna
manera ni con coacción extrema de vida o muerte; pues antes preferiría entregar su vida a la
muerte, que pecar de alguna manera, aunque pareciese leve. Lógicamente, siempre hablo
desde el punto de vista de la criatura. Si la persona no es un auténtico nacido de nuevo, no
gozará de esa de poder de pecar y no pecar.

Yo imagino que Adán y Eva tenían ese tipo de “libre albedrío”. Ellos eran perfectos, pues
acababan de nacer o de salir de la mano del Creador. ¿Pudo Dios crearles neutros sin
inclinación a lo bueno ni a lo malo? En mi opinión, eso no es posible o más bien no lo haría
Dios. La inteligencia, el conocimiento de la verdad, los sentimientos, emociones, y
voluntad del ser humano no pueden ser asépticos, fríos como los de un robot o súper
computador, que toma sus decisiones partiendo de una programación previa y razonamiento
de los datos que posea su memoria.

Las personas tienen además una conciencia que cuando es recta nos hace tomar decisiones
morales correctas. Supongo que las conciencias de la primera pareja antes de la Caída eran
rectas y puras y su dimensión espiritual era perfecta, en el sentido que no había nada que
impidiese su comunión con Dios, su libre acceso a su trono de gloria. ¿Cómo pudieron
desobedecer a Dios? Explicar eso sería saber tanto como Dios. Sería saber explicar por qué
entró el mal, primeramente en las criaturas celestiales y luego en las terrenales. ¿Sabía Dios
que Adán y Eva iban a caer? Naturalmente. ¿Por qué siendo así los puso a prueba,
permitiendo que se desarrollara una terrible historia de sufrimiento y muerte de más de seis
mil años?

Porque era necesario que los hijos de Dios y los hijos del diablo dieran sus frutos, para
desenmascarar el mal que muchas veces se disfraza con una capa de bondad. Una vez que
la cizaña y el trigo hubiesen crecido juntas y dado cada uno sus frutos, al final de los siglos
sería reconocido cada uno como lo que es, y no habría lugar a arrancar junto con la cizaña
lo que parecía serlo pero que en realidad era trigo. Para conseguir llevar a cabo este plan de
salvación y rescate de lo que se había perdido Dios no escatimó ni a su propio Hijo
(Romanos 8:32), dejando que sufriese una muerte cruel en la cruz, en sustitución de las
vidas de los creyentes de todas las épocas.

Dios nos ha creado para nuestro bien y para su gloria

Dios nos ha creado para nuestro bien y para su gloria, para que compartamos su gloria. Para
que gocemos de su gloria, de Rey de reyes y Señor de señores que ha conseguido la victoria
sobre todo mal y sobre la muerte (Isaías 43:7; Apocalipsis 14: 6, 7).

Isaías 43:7: “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y
los hice.”
Apocalipsis 14:6,7: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio
eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha
llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.”

Para los que quieran profundizar sobre la esperanza de nuestra gloria en Cristo, la gloria
que le debemos a Dios, y la gloria de Dios, proporcionamos unas cuantos textos que hablan
de la gloria de Dios, y que son sólo un breve resumen de los muchos que existen en la Santa
Biblia: 1ª Crónicas 16:28; 29:11,12; Salmos 8:1;5;19:1;24:7-10;148:13;Isaías
6:3;35:2;40:5;43:7; 60:1,2,3,6; 66:18; Jeremías 13:16; Mateo 6:13; Juan 17:5,22,24;
Hechos 12:23; Romanos 3:23;5:2;6:4; 8:18;9:23;11:36; 15:7;16:27; 1ª Corintios 2:7; 10:31;
2ª Corintios 1:20; Colosenses 1:27;3:4; Apocalipsis 4:11;5:12;7:12;14:7.

Querido hermano, todos más o menos, sabemos a qué nos referimos cuando afirmamos que
los seres humanos tenemos algún tipo de libre albedrío, porque si no lo tuviéramos,
tampoco seríamos responsables ante los demás, la justicia humana y la divina. “Al que sabe
hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” (Santiago 4:17). Si es cierto que los seres
humanos nacemos con tendencia hacia lo malo y desconociendo la existencia de Dios. Es
necesario que para ser salvos se experimente una auténtica conversión un nuevo
nacimiento, a través de la Palabra y del Espíritu (Juan 3:5), porque si no es así no seremos
idóneos para la Tierra Nueva (Hebreos 12:14: ...y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor.”). Jesús dijo que la verdad os hará libres (Juan 8:31). El conocimiento de Su Palabra
nos hace libres y nos santifica (Juan 17:17). Cuando Cristo nos libera ya no somos más
esclavos del pecado (Juan 8:34; Romanos 6:17-22). Cuando obedecemos al Evangelio
venimos a ser siervos de la justicia, “y libertados del pecado y hechos siervos de Dios,
tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Romanos 6:22).

Si me permite, yo le aconsejaría que no se preocupase tanto por definir qué es libre


albedrío, como de entender la Verdad y obedecerla. Todos sabemos que nuestra libertad
está muy limitada, incluso para los poderosos de este mundo. Sin embargo, tenemos
capacidad de hacer mucho bien y también mucho mal. ¿Qué elegirá nuestro libre albedrío
hasta donde llegue?

Tiene usted razón cuando dice que “ese libre albedrío que tanto Adán y Eva tenían no era
tan libre, por cuanto estaban restringidos a obedecer o perecer.”. Me remito, al concepto de
la verdadera libertad, la que Cristo nos da. No la que el mundo proporciona, que es una
falsa libertad, que conduce a la muerte eterna.

Pienso igual que lo que usted afirma aquí:

“Lo que yo pienso, y creo, es que ellos, (como usted dice mas adelante), tenían libertad para
tomar una decisión, fuera la que fuera, sin que nadie se lo impidiera, y movidos por su
ambición tomaron la decisión que no les convenía, pero que era la que les gustaba para
llegar a “ser como Dios”.

Amigo Carlos: el “libre albedrio” es la prerrogativa única y exclusiva de Dios. A el nada ni


nadie le puede coartar cuando toma sus decisiones porque nadie hay por encima de El. Dios
hace cuanto quiere y no le da cuentas a nadie, ni a nadie le pide consejo para hacer cuanto
se le antoje. Eso si que es verdadero libre albedrio.”

Siempre he reconocido que Dios no fue sorprendido por la rebelión tanto de Lucifer, como
de Adán y Eva. Usted se pregunta “¿Por qué los creó si Dios sabía que iban a pecar?”.
También nos hacemos la misma pregunta. No obstante, me he atrevido a dar una
explicación racional un poco más arriba, según Dios me ha dado a entender su Palabra.
Como ya veo que usted es impaciente y no quiere esperar a que Dios mismo se lo explique,
unas líneas más arriba, le he anticipado lo que la misma Santa Biblia afirma expresamente
respecto a cuál fue uno de los motivos o de las intenciones, por las que Dios decidió crear
al género humano, representado en Adán y Eva. Aunque Dios conocía de antemano que la
primera pareja humana pecaría, también sabía que de ellos surgiría un inmensa
muchedumbre para su honra y gloria y para felicidad de sus criaturas (Apocalipsis 7:9-17).

Apocalipsis 7:9-12: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono
y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; 10 y
clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en
el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los
ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono,
y adoraron a Dios, 12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción
de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los
siglos. Amén.”

Usted, estimado amigo, apostilla que le gustaría que yo se lo aclarase si lo supiera. Sin
embargo, en mi opinión ni usted ni yo podemos decir que sabemos la respuesta a ciencia
cierta. Usted y yo no podemos saber más de lo que está revelado (Dt. 29:29). Posiblemente
la respuesta más evidente sea la que declara Dios mismo mediante Isaías: “todos los
llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” (Isaías 43:7;
Véase además Romanos 15:7; 16:27;). También nos creó para nuestra gloria (1ª Corintios
2:7)

1ª Corintios 2:7: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la


cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria.”

6. Conclusión

En este estudio bíblico, se ha tratado de responder a algunas preguntas como: ¿En qué ha
quedado afectado el hombre, como imagen de Dios (Gén. 1:26), a causa del pecado
original? ¿Qué ha ocurrido con su voluntad, libre albedrío, razón, mente y
entendimiento?

A lo largo de esta exposición creo que se ha demostrado la indudable pecaminosidad de la


naturaleza humana caída y su tendencia e inclinación a hacer lo malo, como lo demuestra
nuestra historia y los eventos que diariamente suceden, por lo que no volveremos a incidir
nuevamente sobre ello. Parece, pues, evidente que el hombre al decidir separarse e
independizarse del Creador, perdió la cualidad moral de santidad que caracteriza a Dios.
Por tanto, un primer efecto procedente de su rebelión original es una profunda degradación
espiritual, consecuencia de haber cortado la relación de comunión con el Padre (tres veces
Santo). Ahora bien, debemos ir a la Biblia para ver hasta que extremo esto es verdad, y para
ello leeremos:

Efesios 2: 1-4: “1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos
y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los
hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y
éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en
pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)...”

Estos versos afirman taxativamente, “que en otro tiempo”, cuando vivíamos en nuestra
naturaleza pecaminosa, antes de ser rescatados por Dios, estábamos muertos en pecados, lo
que significa que existía una completa muerte espiritual, nula relación con Dios, y fue
necesario que Dios nos diera la vida espiritual antes de empezar a creer, pues un muerto es
incapaz totalmente de hacer nada. Es necesario, pues, que se nos dé la vida en Cristo para
poder tener fe y creer. De aquí, que consideremos errónea la doctrina de las iglesias
cristianas que sostienen el principio arminiano de que el ser humano aun es capaz de
acercarse a Dios.

En nuestra opinión, creemos que la naturaleza pecaminosa del hombre natural es tal que
toda ella, lo que incluye por supuesto las facultades superiores, como la voluntad, razón,
mente, entendimiento, está esclavizada por el pecado y por tanto, su inclinación es hacia lo
malo. Para demostrarlo citaremos algunos textos que apoyan la idea de que toda la mente
del ser caído está esclavizada por el pecado y es incapaz de agradarse con las cosas que se
refieren a Dios y a nuestra salvación en Cristo. Veamos:

1ª Corintios 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente”

No es sólo su voluntad sino el hombre natural, todo él, el que no puede percibir las cosas de
Dios, porque para él son locura y no las puede entender. Todos los creyentes, hemos
pasado por ese estado, y sabemos por experiencia que es cierto. Las cosas de Dios no nos
agradaban, nos parecían aburridas y hasta absurdas. ¿Cómo podíamos entender que la
muerte en la cruz de Cristo representaba nuestra justificación y salvación sólo con ejercer fe
en ello? Algo tan simple y sencillo, que no conlleva grandes sacrificios ni penalidades, era
imposible, para nuestra naturaleza aun no regenerada, el poder creer que en tales cosas
estaba la vida eterna.

Presentamos de nuevo los textos que prueban, con rotundidad, que la mente o voluntad del
hombre natural o carnal -aquel que todavía no ha sido hecho una nueva criatura en Cristo,
no puede ser libre ni neutral, pues necesariamente tiene que estar inclinado hacia el pecado
o hacia Dios, pero, en ningún caso, es imposible que sea neutral.

Romanos 6: 16-23: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de
la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del
pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo
como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis
vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para
santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando
erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de
aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Observemos que pertenecemos a aquel a quien obedecemos, si al pecado, para muerte, o a


Dios, para santificación y vida eterna. Notemos, que por nosotros mismos no podemos
liberarnos del pecado, sino que Dios es el que nos da la vida espiritual en primer lugar, y,
solo entonces, al haber sido regenerados, decidimos a quien queremos servir, si a Dios para
vida eterna o al pecado para muerte eterna. La personal carnal percibe la concupiscencia de
la carne como deseable, y por tanto, su voluntad tenderá a hacer aquello que le agrade más.
Veamos cuales son las intenciones o deseos de la carne según Romanos 8:7: “7 Por cuanto
los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de
Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.”

El dolor, el sufrimiento, la violencia en todas sus formas, la maldad y la muerte son hechos
reales de este planeta tierra. La Biblia afirma que todo ello es consecuencia del pecado
original y, por extensión, de todos los pecados individuales de todas las personas. No existe
ni un solo justo en la tierra. Todos hemos pecado, y nacemos en pecado con una naturaleza
pecaminosa consecuencia del pecado original.

En el sistema cristiano Reformado, también conocido como calvinismo o derivado del


mismo, se considera que la naturaleza caída del hombre carnal o natural es totalmente
incapaz de buscar a Dios y de desear su salvación mediante Cristo. Esta naturaleza
heredada de Adán se afirma que está totalmente depravada o corrupta, lo que significa que
las facultades superiores del hombre están esclavizadas por el pecado para los asuntos de
Dios y de la ley moral. Esto no quiere decir que el hombre no tenga libre albedrío natural,
para las decisiones que no impliquen aquellos asuntos, ni tampoco que el ser humano sea
todo lo malo que quiere y puede ser.

La muerte que toda criatura ha de experimentar más tarde o temprano, es una consecuencia
del pecado original, y así lo declara contundentemente la Palabra de Dios:

Romanos 5:12, 14, 18, 19: “12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que
no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de
venir. 18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los
hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando
el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para
muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo,
Señor nuestro.”

Muchos han objetado que es injusto que heredemos el pecado de Adán y Eva, puesto que
no participamos en ello, y por tanto no somos directamente culpables. Sin embargo, es
evidente que ellos nos representaban a todos, a toda la humanidad. La primera pareja, al ser
creada directamente por Dios, era totalmente perfecta, y de su comunión con Dios dependía
su santidad y su vida. Ninguna criatura humana podía haber sido creada más perfecta y que
tuviera la cualidad del libre albedrío. Por tanto, ellos fueron los mejores representantes que
pudimos tener.

Quizá lo entenderíamos mejor, con el siguiente ejemplo: Cuando alguien asume nuestra
representación, como en el caso de las autoridades, nuestros gobernantes, o simplemente
una persona a la que damos todos los poderes para actuar en nuestro lugar, ya sea un
abogado, o un amigo en el que tenemos puesta toda nuestra confianza, si éste o aquellos se
equivocan, o nos traicionan nos pueden llevar a un desastre, puesto que hemos delegado en
ellos, y somos totalmente responsables por lo que ellos hayan hecho en nuestro lugar. Éste
símil es algo distinto, pues en el caso de la primera pareja no fuimos nosotros los que
delegamos en ella sino Dios quien les dio toda la autoridad, pero el Dios infinito no pudo
equivocarse en esa creación, pues entonces no sería Dios.

Dios permitió que apareciese y se desarrollase el mal en el universo, en primer lugar,


para que toda criatura supiera o experimentase sus consecuencias y de esta manera se
convirtiera en el antídoto para que nunca más surgiese en ninguna otra criatura del
universo.

Dios pudo haber destruido a nuestros primeros padres nada más pecar, pero, parece ser, era
necesario que surgiera el pecado y se conocieran sus consecuencias para que una vez
extirpado del mundo, este conocimiento y experiencia que se ha tenido del pecado, fuera el
antídoto para que nunca más apareciese en ningún otra criatura del universo. Por otro lado,
Dios pudo mostrar su infinita misericordia, pues “cuando el pecado abundó, sobreabundó
la gracia”(20), y su infinito amor, “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de reconciliación.” (2 Corintios 5:19).

De esta manera Dios establece su maravilloso Plan de Salvación: por un hombre, Adán,
entró el pecado y la muerte en el mundo, y por otro, Cristo, figura de Adán, llegó la justicia
y la vida eterna. Notemos que, así como se nos imputa el pecado de Adán, por la gracia de
Dios se nos imputa la justicia de Cristo, y el perdón de todos nuestros pecados, pasados,
presentes y futuros. Cristo es pues la solución al problema del pecado y de la muerte:
”Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16). Cristo cumplió
la ley moral que nosotros no podemos cumplir, nos imputa su justicia, es decir, sus méritos,
esa vida de perfecta obediencia a la voluntad del Padre. Si por la fe le creemos, Dios nos
declara justos, y nos capacita mediante la regeneración de nuestra vieja naturaleza, y nos da
el nuevo nacimiento, y con él la vida eterna.

En Romanos 5:18 y 19 (citados antes) queda especialmente evidenciada la lógica de la


imputación de la justicia de Cristo a los pecadores. Así como en Adán todos somos
pecadores, porque, sin ser responsables directos, se nos imputa el pecado de Adán, así
también, por la obediencia a Cristo, se nos imputa su justicia.

En segundo lugar, Dios creó a Adán y Eva para conseguir de ellos un pueblo que
libremente le siguiera a Él por amor, el cual sería para su gloria, y para su eterna
felicidad compartiendo la gloria del Creador.

Dios nos ha creado para nuestro bien y para su gloria, para que compartamos su gloria. Para
que gocemos de su gloria, de Rey de reyes y Señor de señores que ha conseguido la victoria
sobre todo mal y sobre la muerte (Isaías 43:7; Apocalipsis 14: 6, 7).

Isaías 43:7: “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y
los hice.”

Apocalipsis 14:6,7: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio
eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha
llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.”

Dios decidió crear al género humano, representado en Adán y Eva. Aunque Dios conocía
de antemano que la primera pareja humana pecaría, también sabía que de ellos surgiría un
inmensa muchedumbre para su honra y gloria y para felicidad de sus criaturas (Apocalipsis
7:9-17).

Apocalipsis 7:9-17: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del
trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las
manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que
está sentado en el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del
trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros
delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la
sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios
por los siglos de los siglos. Amén. 13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome:
Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le
dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y
han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por esto
están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado
sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el
sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del
trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos.”

Si ya eres creyente, espero que, con la gracia de Dios y con este estudio, que sólo ha
pretendido poner en orden mis propias ideas sobre los fundamentos de mi fe cristiana,
hayas podido ordenar también las tuyas, o bien simplemente subsanar alguna laguna que te
quedara de este tema tan importante, y estimularte a investigar más en la Biblia, pues ella
contiene palabras de vida eterna. Si todavía no puedes creer, ora como hizo el personaje al
que se refiere Jesús en los siguientes versículos:

Marcos 9: 23, 24: “23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24 E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”

Y, además, medita en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento:

Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro
Señor Jesús.”

Romanos 5:8-11: “8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira. 10 Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por
el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

2ª Corintios 5:14-21:“14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si
uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven,
ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. [...] 17 De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y
nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios.”

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