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El sueño de Mallorca se apaga:


una isla al borde del colapso a
pesar de la acción de los vecinos
Asociaciones denuncian el turismo de masas que plaga la isla
balear mientras toman cartas en el asunto y piden soluciones a
las instituciones.

Por Uxía Prieto

Publicado el 16/09/2023 a las 07:47

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La playa de Portals Nous, en Mallorca

Para algunos es turismofobia mientras que muchos vecinos hablan


de saturación, pero lo que ha quedado claro este verano es que la
convivencia se ha vuelto especialmente difícil, especialmente en
algunas zonas más afectadas por el turismo de masas como
Mallorca. El ejemplo más claro son los carteles que aparecieron
hace unas semanas en algunas playas de la isla balear señalando
que el baño estaba prohibido o las calas estaban cerradas para
ahuyentar a los turistas.

Pero el malestar de los vecinos y residentes no se limita a las zonas


de playa, sino también a pueblos como Alcúdia y Sóller o a la
propia ciudad de Palma. “La situación actual es fruto de la de una
evolución que tienen las islas en general y Mallorca en particular
hacia un modelo productivo económico en el que el turismo es
cada vez más hegemónico”, denuncia Jaume Garau, miembro de
Fòrum Societat Civil, que reúne varias asociaciones de vecinos,
ecologistas y sociales de la isla.

Que el turismo sea el motor principal de la economía de Baleares


—y de gran parte de España— “hace que los negocios turísticos
necesiten más volumen de turistas y ese mayor volumen genera a
su vez más negocio turístico”, algo que para Garau es “un círculo
vicioso difícil de mantener siempre” y que solo se rompe cuando
hay crisis como la del covid o la crisis económica de 2008.

Solo en el primer trimestre del año, Mallorca recibió a un 24,3% en


comparación con 2022 y más de 500.000 turistas nacionales lo
han elegido como destino para las vacaciones de verano,
colocando a la isla en la primera posición. Las masas son tales que
hasta para Stern, una de las revistas más leídas de Alemania, país
que exporta miles de turistas cada año a la isla balear, el sueño del
verano mallorquín ya no es lo que era. Además, según un estudio
de la UE Baleares será una de las regiones que más turistas perderá
por la emergencia climática por lo que la economía de la zona
podría tambalearse si no se diversifica.

Garau explica que si cada año llegan más turistas a Mallorca


“necesitamos más trabajadores para estos turistas, más negocios,
aviones, barcos, coches... Esto ha ido creciendo y la saturación
también porque no caben tantos de la misma manera en la que
antes cabían la mitad, claro”.

“Hay varios espacios de la isla que están muy saturados como


algunas playas más conocidas, algunas carreteras como la Vía de
cintura —que rodea Palma— o los centros históricos de algunas
ciudades peatonalizadas que han sido completamente tomadas
por los turistas como Pollença o Alcúdia, donde han tenido que
protestar los vecinos porque no pueden más”, denuncia Garau, que
confirma que la situación es especialmente insoportable entre
junio y septiembre.

“La situación actual es fruto de


la evolución que tiene Mallorca
hacia un modelo productivo
económico en el que el turismo
es cada vez más hegemónico"
Jaume Garau

Para Claudio Milano, investigador en el departamento de


Antropología Social de la Universidad de Barcelona, “estos lugares
turísticos acaban siendo zonas sacrificadas donde los vecinos y los
residentes poco a poco desaparecen” por los problemas de
convivencia con las masas de turistas. Por supuesto, de esta lista
de lugares masificados no escapa Magaluf, donde se concentra el
turismo de excesos en la isla. “Esos hoteles están muy amortizados
y meten turistas a cualquier precio porque si los llenan durante tres
o cuatro meses pues ganan un pastón. Y si hay jaleo, pues dicen
que a apechugar que son cuatro meses”, denuncia Garau.

Los vecinos, al rescate de un paraíso


natural

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Gente haciendo cola para subir y bajar al Caló des Moro

Una de esas zonas masificadas es el Caló des Moro una diminuta


cala de difícil acceso en el sur de la isla que se ha llenado de
visitantes en los últimos años y es una des playas más
instagrammeadas de Mallorca. La situación se parece poco a lo que
conocieron hace 25 años Maren y Hans-Peter Oehm, un
matrimonio alemán que se mudó entonces a Mallorca y compró la
parcela por la que ahora se accede a la cala. Hace casi una década
tuvieron que crear una fundación, Amics Caló Des Moro, para pedir
colaboración e intentar salvar la naturaleza de la zona.

“Nos enamoramos de esta zona y hace 25 años no había nada. Ni


asfalto, ni luz, ni Google Maps. En estos últimos años ha cambiado
tanto... Nosotros somos los dueños de todo el terreno, de toda la
parcela que abarca el Caló des Moro. Si no accedes en barco no
hay otra forma de acceder a la playa que pasando por nuestra
parcela”, cuenta Maren Oehm, que está a favor de que la cala tenga
un acceso público. La arquitecta alemana cuenta que cuando
compraron la parcela había un proyecto para construir un hotel y
que no se pudiera acceder a la playa pero que finalmente no se
llevó a cabo y son ella y su familia quienes han estado
acondicionando la zona durante décadas.

“Nosotros encontramos un desierto del que nadie se ocupaba e


instintivamente desde el primer momento lo cuidamos y
comenzamos a plantar plantas como proyecto de familia. Pero en
cuanto llegó Google Maps la gente comenzó a hablar de ella y a
encontrarla y todo cambió”, cuenta Oehm, que señala que la única
forma de llegar a Caló des Moro es conociéndola previamente o
acercándose al borde del acantilado.

Y después de Google Maps llegó Instagram y el número de


personas que llegan cada día a esta cala llega alcanzar las 3.000 al
día para un espacio de entre 100 y 200 metros cuadrados. “Desde
Instagram es la catástrofe total. Es muy triste porque hay gente
que viene y no busca esta cala para disfrutarla, solo buscan la foto.
Es una violación cada día de la naturaleza. Hay gente que sabe
disfrutar de algo y lo respetan, pero es triste que la mayoría buscan
la foto y decir ‘yo he venido al Caló des Moro’. Y esto aplica a
Mallorca y otros sitios que sufren esta situación”, denuncia Oehm.

“Desde Instagram es la
catástrofe total. Es muy triste
porque hay gente que viene y no
busca esta cala para disfrutarla,
solo buscan la foto. Es una
violación de la naturaleza"

Oehm no aboga por el turismo cero ni cree que haya que


“guardarse estos paraísos” solo para las personas que viven en ese
entorno, pero reconoce que la situación es insostenible. “El acceso
ahora es casi imposible, la basura que se genera es imposible de
gestionar. Nosotros hicimos la fundación hace casi diez años
porque ya no era posible como familia mantenerlo y al ser una
licencia privada las competencias... Nadie quiere ocuparse porque
esta cala es un ‘problema’ porque no hay licencia ni para
aparcamiento ni para chiringuito, entonces no da dinero, solo es un
coste para el ayuntamiento”, explica, que cuenta que baja cada día
a la playa a limpiar la basura que algunas personas dejan allí.

“Nunca había visto tanta gente como este año, es una cola
constante de gente desde la playa hasta los coches. Tienen que
esperar porque la gente no cabe. Luego el último acceso es tan
estrecho que solo se puede utilizar en una dirección por lo que
esperan a que uno de los que va a salir salga para poder entrar”,
cuenta sobre las aglomeraciones que se encuentra cada día. “Se
llevan toneladas de arena de la playa, es algo que nadie piensa pero
afecta a la conservación de las playas. Nosotros hemos puesto un
cepillo para que la gente se quite la arena de los pies, de las piernas.
Me ha alegrado que la gente lo use, parece una cosa tonta pero no
lo es. A veces algunos vecinos me dicen, ‘deja la basura y así no les
gustará la playa’, pero yo no puedo”, se lamenta Oehm.

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Un hombre se quita arena gracias a los cepillos puestos la fundación

La alemana pide ayuda a las instituciones porque asegura que la


cantidad de gente que visita cada día la playa escapa a su control a
pesar de que consiguen mantener la zona limpia y cuidada.
“Nosotros somos una familia y una fundación, es triste pero no nos
ayuda nadie más. Yo estoy orgullosa y pienso que nuestro trabajo
se puede multiplicar en otras zonas de Mallorca, pero necesitamos
el apoyo de las instituciones. Esto es un paraíso, es tan bonito, y se
está destrozando. Es muy triste”, insiste Oehm.

Apoyo de las instituciones a los vecinos


y políticas serias para anticiparse

Tanto Claudio Milano como Juame Garau eran escépticos con


algunos discursos que aseguraban que después de la pandemia
habría y un antes y un después en el turismo para ponerle freno a
una situación que comenzaba a desbordarse y el tiempo les ha
dado la razón. “Justamente el capitalismo es no poner el freno, es
un crecimiento a través de la acumulación y posesión de los
recursos naturales, y en lugares como Baleares, pero también en
todo el estado español, nos hemos encontrado con el fenómeno
de querer solucionar a través de tecnocracia problemas que no se
soluciona con tecnocracia sino con decisiones políticas”, defiende
Milano.

Para él, “todas esas etiquetas de turismo de calidad aumentando


los precios, abriendo al turismo marítimo y de alquiler de barcos o
el turismo inteligente y el turismo sostenible no son otra cosa que
etiquetas para intentar solucionar este crecimiento encontrando
nuevos ejes de crecimiento”.

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Un crucero en el puerto de Palma

“Cuando se habla de turismo sostenible no es otra cosa que una


cortina de humo. Sabemos perfectamente que sin
descarbonización de nuestra economía y un decrecimiento del uso
de aviones y cruceros no podemos atajar el problema, que es un
problema que tiene que ver con crisis climática, con vivienda y con
acceso a bienes comunes”, explica Milano, que pide pensar en
soluciones que abarquen otro tipo de problemas y no solo los
turísticos para poder terminar con la masificación.

El profesor recuerda que el turismo de masas nació en el


mediterráneo español en los sesenta y que hacen falta cambios
estructurales para que la situación mejore. “Por ejemplo, política de
vivienda para permitir que siga una reproducción social en esos
lugares, políticas relacionadas con la transición ecológica, la
movilidad y la accesibilidad. Pensar que la masificación turística la
resolvemos con turismo sostenible es que no se ha entendido el
problema. Pensar en la solución de la masificación turística con
política de vivienda social por ejemplo en zonas como la ciudad de
Palma pues es intentar atajar ese problema. Realmente en lugares
como Baleares, Barcelona, Málaga o algunos puntos de Canarias no
hay otra cosa que decrecer, y cuando hablamos de decrecer no
hablamos de recesión económica hablamos de diversificar nuestra
economía y no ser tan dependientes del turismo. Cuando más
dependientes somos, más frágil es nuestra economía”, recuerda
Milano.

"En lugares como Baleares,


Barcelona, Málaga o algunos
puntos de Canarias no hay otra
cosa que decrecer, y cuando
hablamos de decrecer no
hablamos de recesión
económica, hablamos de
diversificar nuestra economía y
no ser tan dependientes del
turismo"
Claudio Milano

Es algo en lo que también coincide Garau, que explica que llevan


años proponiendo políticas de decrecimiento a las instituciones
baleares. “Nosotros pedíamos un programa de decrecimiento, de
reconversión de hoteles obsoletos que es donde va a parar el
turismo de excesos, una reconversión con servicios de carácter
social o cultural, no hace falta que sean públicos, pero dedicados a
otras posibilidades. Si eso no se hace pues lo que hay de antes, por
costumbre, gana. Como además en invierno aquí la cosa se
tranquiliza un poco, aunque cada vez es peor, pues no se cambia”,
se lamenta Garau, que cree que sucede lo mismo en otros destinos
de sol y playa.

“Tiene que haber políticas de interés general que defiendan a la


mayoría de la gente y no ocurre porque no hay un modelo
alternativo. No se trata de turismo cero y que todo el mundo se
quede en casa, pero hay que ir transformando estas saturaciones
en zonas donde la vida sea más pacífica y eso requiere una política
fuerte o de consenso”, opina Garau, que ahora mismo no ve clara
una política común. “Aquí la mayoría de personas del PP defienden
la libertad del mercado turístico, se nutren mucho de todo este
comercio y este empresariado turístico que masifica, y la gente del
PSOE y de Sumar o de Mès pues tiene un poco de miedo. Y mucha
gente no lo acepta porque quiere un trabajo, pero el problema es
que esto no es ilimitado, aquí no caben 20 millones de turistas más,
en algún momento hay que parar”, insiste el miembro de Fórum
Societat Civil.

Para Milano, apostar por medidas de reducción de aforo es un


parche: “Hasta que no cambiemos el modelo por ejemplo de los
puertos, de los cruceros, realmente no estamos atacando el
problema, reducir el número de personas que entran en una playa
no es una solución estructural. Y el turismo sostenible no es otra
cosa que un oxímoron. Descarbonizar el mercado de los cruceros,
de la aviación comercial, ahí podemos cambiar nuestro modelo
económico. Revertir el uso de la vivienda como activo, atajando el
problema de los apartamentos turísticos y cómo han hecho que se
vacíen las ciudades y barrios”.

“Estamos pocas voces a nivel social diciendo que esto hay que
gestionarlo bien porque si no el apocalipsis puede ser evidente en
los próximos años”, se lamenta Garau. “Yo creo que ya estamos
colapsando. Muchas veces la gente se cree que el colapso es un
derrumbe, pero no, hay colapsos que son lentos. Como los
glaciares que se van diluyendo y un día pum, se cae. Y además de la
masificación lo que está pasando con este cambio climático es que
mucha gente está diciendo ‘yo no vuelvo aquí’. ¿Entonces por qué
no adelantarnos un poco? ¿Por qué no trabajar con ideas?",
reflexiona.

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