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Así hacemos frente al fuego

Prevención, detección, extinción e investigación: pilares de la lucha


contra los incendios forestales en la CAR

Ocurre muchas veces que las imágenes o las informaciones sobre algunas
catástrofes naturales, a puro de verlas u oírlas, dejan de afectar a nuestra
fibra sensible. No suele ser este el caso de los incendios forestales. Pese a ser escenas que nos
acompañan insistentemente cada verano, o quizás por eso mismo, la visión de montes quemados, de
masas grises que se extienden sobre lo que antes fue verde, sigue provocando una profunda sensación
de tristeza en el común de los mortales, especialmente si los terrenos asolados por el fuego nos
resultan, de una u otra forma, familiares.

Cuando el enemigo es fuerte, no basta con preparar las defensas para cuando nos
sorprenda; hay que hacerle frente por los cuatro costados. Nuestros montes se
enfrentan históricamente a un enemigo común, el fuego, que últimamente se ha
vuelto más peligroso y destructivo con la ayuda del hombre. Ante esta amenaza, la
estrategia de la administración ambiental riojana consiste en abordar la lucha contra
los incendios forestales desde todos los frentes posibles: prevención, detección,
extinción, investigación y recuperación de las áreas quemadas.

Con todo, esa “instantánea” del incendio, o los primeros datos de superficies quemadas, por elevados
que sean, no hacen mas que ponerle título a un desastre ambiental cuyos verdaderos efectos, muchas
veces, pasan desapercibidos para la mayoría de la sociedad. ¿No se han parado nunca a pensar por
qué el caballo de Atila se ganó esa fama secular de que por donde él pasaba nunca volvía a crecer la
hierba?. La razón no es que el animal tuviera algún extraño y maléfico poder, sino que su bárbaro
jinete, y las huestes que le acompañaban, se dedicaron a quemar una y otra vez bosques, campos y
todo aquello que pudiera dar alimento y cobijo a sus enemigos. Miles de hectáreas quedaron reducidas
a cenizas y se convirtieron en tierra muerta, estéril, durante décadas.

Los incendios forestales provocan una larga lista de perturbaciones


ecológicas en la zona, entre ellas, la modificación del paisaje, la
pérdida de masa forestal, la desaparición de especies singulares, la
destrucción de hábitats, la muerte de especies animales o el
agotamiento de la fertilidad de los suelos. Las llamas son también el
detonante de otra serie de procesos que, muchas veces, se observan a
medio plazo: la aparición de enfermedades y plagas, la modificación del
régimen y la calidad de los caudales de agua y, de manera muy
especial, la esterilización y erosión de los suelos.

Si a todas estas secuelas se le añaden las pérdidas económicas y


sociales, y el indudable riesgo que a menudo comportan para las Los incendios provocan
personas, resulta comprensible que los incendios forestales se hayan pérdidas de masa forestal,
convertido en los últimos años en la principal amenaza para el medio destrucción de hábitats,
natural a nivel nacional y regional. desaparición de especies, y
contribuyen a la esterilización
En la última década en España ha habido una media de 7.700 incendios y erosión de los suelos.
anuales y, por término medio, han ardido cada año alrededor de
145.000 hectáreas de superficie forestal. Tradicionalmente, fenómenos naturales como los rayos
estaban detrás de buena parte de los incendios que asolaban nuestros montes; hoy, en cambio, tan
sólo son responsables del 5% de los fuegos que se declaran en nuestro país. Tampoco vale pensar que
los incendios son una consecuencia lógica del verano, de las altas temperaturas o de la ausencia de
lluvias; todos estos factores conducen a que los fuegos iniciados se extiendan más, tarden más en ser
extinguidos y tengan consecuencias mucho más graves, pero no provocan por sí solos un incendio. La
inmensa mayoría de los fuegos que arrasan nuestros montes tienen su origen en actividades
humanas: accidentes, negligencias en las tareas agrícolas o el uso recreativo del medio natural, y una
variada lista de motivaciones que han disparado en los últimos tiempos las cifras de incendios
intencionados.

La creciente preocupación en torno a este tema ha hecho que las distintas administraciones vengan
movilizando importantes recursos humanos y materiales para la prevención, vigilancia y extinción de
los incendios forestales.

Con la estadística a favor

La Rioja también ha hecho de la lucha contra los incendios uno de los pilares básicos de su gestión
forestal. Sin embargo aquí, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones del país, las cifras de los
últimos años invitan al optimismo.

En la última década en nuestra región se han registrado 1.144 siniestros, incluyendo tanto los
incendios forestales propiamente dichos como los conatos, es decir, los fuegos que no llegan a
alcanzar una hectárea de extensión. En total han ardido 1.930 hectáreas, de las que algo más de 225
eran bosques.

La evolución de las estadísticas oficiales desde 1995 hasta ahora refleja, no obstante, que La Rioja
está atravesando un buen momento en la lucha contra los incendios forestales. En estos años, la cifra
de incendios que han superado la hectárea de extensión ha disminuido de manera prácticamente
constante, pasando de 91 en 1995 a 21 incendios durante 2004.

Más acusado aún ha sido el descenso de la superficie afectada por el fuego en


los últimos años. A lo largo de 2004 ardieron 101,6 hectáreas, un 18% menos
que en el año 2003. La gran mayoría fueron zonas de matorral, monte bajo y
pastos. De hecho, únicamente ardieron 2,3 hectáreas de bosques, casi siete
veces menos que en 2003. Precisamente, el que cada vez menos superficie
de bosque se convierta en pasto de las llamas es, sin duda, el dato más
significativo de todos cuantos arroja la estadística y, al mismo tiempo, uno de
los indicadores más claros de los avances que está consiguiendo La Rioja en
este campo.

Al contrario de lo que mucha gente piensa, no son los pinares los bosques
que se llevan la peor parte en los incendios que se dan por estas tierras. En la
Rioja, las especies arbóreas más afectadas por el fuego son las frondosas,
especialmente el rebollo y la encina, que suman entre ambas alrededor de la
mitad de la superficie arbolada quemada en los últimos años.
Torre y refugio de
En cuanto a las causas, el trabajo que ahora se desarrolla en materia de Cabimonteros.
investigación está permitiendo conocer el origen de la práctica totalidad de
los incendios, algo impensable hace unos años. Actualmente, cuatro de cada cinco incendios forestales
que se producen en suelo riojano tienen sello humano, unas veces en forma de negligencias de diverso
tipo que acaban provocando un incendio, otras por actos intencionados de personas sin escrúpulos que
no dudan en sacrificar parte de nuestro patrimonio natural en virtud de intereses económicos, sociales
o, más lamentable aún, por el mero placer de contemplar un fuego.

Los incendios intencionados suelen ser los más devastadores y se concentran normalmente en la
época estival y también en primavera para la creación de pastos. En 2004, estos incendios fueron la
cuarta parte del total, porcentaje sensiblemente inferior al del año anterior. Con todo, desde hace ya
unos cuantos años el grupo de causas más numeroso es el de las negligencias, que se producen sobre
todo durante las quemas de los residuos o restos de podas agrícolas y forestales y a las que
“debemos” la mitad de los incendios del pasado año y un porcentaje bastante similar en los años
anteriores.
Más vale prevenir

Menos incendios, menos superficie quemada por


siniestro, menor proporción de bosque arrasada por
las llamas... el por qué de estos datos
esperanzadores hay que buscarlo en varios sitios. No
debemos olvidar que en esto de los incendios
forestales la climatología juega un papel esencial,
como también influye, en mayor o menor medida,
que la suerte esté de nuestro lado. Pero, además de
estos factores difícilmente previsibles o controlables,
también han tenido mucho que ver las medidas de
defensa contra incendios forestales que ha
desarrollado en los últimos años la Dirección General
de Medio Natural.

La estrategia de La Rioja para hacer frente al fuego


persigue un doble objetivo: reducir el número de
incendios y minimizar el área quemada. De todos es
conocido que para luchar contra los incendios no Torre y refugio de Cabimonteros.
basta con tener un dispositivo de extinción eficaz,
sino que se precisa realizar una política de prevención cuyo fin primordial es intentar que los incendios
no se produzcan o que, una vez iniciados, la vegetación afectada presente una estructura lo más
resistente posible a la propagación del fuego.

El despoblamiento de las zonas rurales ha hecho que la presión ejercida tradicionalmente sobre las
masas forestales (cortas de leña, uso ganadero, etc.) sea muchísimo menor. El resultado es que en
nuestros montes se ha producido un rápido aumento de materia combustible (sotobosque, matorral,
etc) que los hace mucho más vulnerables ante los incendios forestales.

Por esta razón, la administración ambiental riojana realiza diferentes trabajos vinculados a la
selvicultura preventiva con los que se actúa en zonas estratégicas para intentar que allí el fuego se
haga más débil y también para proporcionar espacios que faciliten la pronta y eficaz actuación de los
medios de extinción.

La creación y mantenimiento de áreas cortafuegos, por ejemplo, busca reducir la vegetación existente
y crear discontinuidades en el combustible, tanto horizontales como verticales, en lomas y zonas
sujetas a fuertes cambios en la dirección del viento. Las fajas auxiliares que se crean a los lados de
carreteras y pistas forestales permiten también disminuir la cantidad de combustible, al tiempo que
proporcionan a los equipos de extinción un lugar desde el que poder trabajar en caso de declararse un
incendio. Junto a esto, se intenta eliminar combustible mediante tratamientos selvícolas preventivos
de roza, podas, clareos y también adehesando zonas de bosque para que no rebroten los árboles.
En los meses de invierno se trabaja en la creación de una red de puntos de agua que, declarado un
fuego, servirán para abastecer tanto a los medios aéreos como terrestres. En estos momentos, La
Rioja cuenta con más de 221 puntos de agua, cifra que se incrementa cada año para dar una mayor
cobertura y mejorar la capacidad de intervención, especialmente en zonas montañosas de difícil
acceso. Además, Medio Natural dispone de un inventario de todas las balsas, grandes y pequeñas, de
las que se puede coger agua. Así, los helicópteros de extinción, que incorporan GPS, tienen en todo
momento información de la balsa más cercana al lugar donde se encuentran para poder cargar sus
depósitos con la mayor rapidez posible.

En conjunto, a lo largo del pasado año la inversión en este tipo de actuaciones de prevención de
incendios ascendió a 1.370.000 euros, cofinanciados por el FEOGA a través del Programa de Desarrollo
Rural de La Rioja 2000-2006.

Prácticamente la mitad de los incendios forestales de La Rioja se


originan por negligencias durante las quemas de residuos o
restos de podas agrícolas y forestales.

No obstante, una estrategia de prevención basada únicamente en actuaciones sobre el medio natural
resulta insuficiente. Hace falta que la población también adopte medidas para tratar de evitar los
incendios forestales, máxime cuando el origen de la mayoría de ellos se encuentra en actuaciones
humanas. Concretamente, el fuego que se viene utilizando tradicionalmente como herramienta cultural
para la quema de rastrojos, mejora de pastos, eliminación de residuos, y otras actividades agrarias es
el principal causante de los incendios que se dan en los campos y montes riojanos. Para intentar
mejorar esta situación, la Consejería publica cada año una Orden de Prevención de Incendios en
Terrenos Forestales y Agrícolas, que regula todas estas actividades recogiendo las fechas y las
condiciones bajo las que se puede quemar.

Vigilancia y detección

Actualmente, en La Rioja existen catorce puntos


Por más tiempo, dinero, o esfuerzos que se fijos de vigilancia situados en zonas estratégicas
inviertan en labores preventivas, la realidad es que para conseguir una buena visibilidad sobre
todos los años toca en algún momento hacer frente amplias superficies.
a las llamas. Una vez que el fuego ha aparecido, la
rapidez con la que se detecte es crucial. Si el incendio permanece varias horas sin que nadie le haga
frente, después será muy difícil de extinguir. En este sentido, La Rioja ha desarrollado durante los
últimos años un completo, y hasta el momento eficaz, dispositivo de vigilancia cuyo propósito es
descubrir, localizar y comunicar de manera clara y precisa, en el menor tiempo posible, la existencia
de un incendio forestal. Por un lado, existen 14 puntos fijos de vigilancia en distintas zonas elevadas
de La Rioja que resultan estratégicas para ofrecer una buena visibilidad sobre amplias superficies. Por
otro lado, los 72 agentes que integran el cuerpo de la Guardería Forestal de la CAR realizan durante
todo el año una labor de vigilancia en nuestros montes, así como guardias y reservas que se
intensifican en los meses de verano. También hay estaciones meteorológicas y repetidores de radio
desde los que enviar la señal de emergencia al centro de coordinación.

Además, el verano de 2003 entró en funcionamiento un nuevo sistema de detección de incendios


basado en un sistema de coordenadas y unas fotografías panorámicas señalizadas con la toponimia de
las cumbres y otros puntos de referencia. Gracias a este sistema los observadores de los puestos de
vigilancia pueden informar con claridad sobre el paraje que presente un conato de incendio e
interpretar fácilmente las indicaciones que se transmiten desde el centro. Sea quien sea quien detecte
el incendio -un vigilante fijo, un guardia forestal, particulares...- una vez que se ha dado la voz de
alarma se pone en marcha todo un operativo dirigido a sofocar el fuego lo antes posible. Aparte de
disponer de los medios materiales y humanos necesarios, la labor de coordinación de todo el
dispositivo es crucial. La movilización de los medios de extinción de incendios forestales se realiza de
acuerdo a un protocolo establecido por la Dirección General de Medio Natural.

El dispositivo de defensa contra incendios de La Rioja está localizado preferentemente en dos bases:
una base principal en las propias oficinas de la Dirección General, donde se localiza el personal técnico
y la Central de Comunicaciones; y una base secundaria en La Fombera donde se encuentra el parque
de autobombas forestales, el almacén de materiales de incendios, herramientas y maquinaria de
extinción, material de comunicaciones, talleres de vehículos, comunicaciones, así como los hangares
para tractores y otros grandes vehículos.

En materia de extinción año a año se van incorporando nuevas tecnologías y materiales que
contribuyen a mejorar la eficacia de una lucha constante y permanente para reducir las estadísticas de
hectáreas quemadas. Sin embargo, el medio más simple e indispensable en la extinción son grupos de
personas que actúen de forma organizada y profesional. Sin ellos no sería posible apagar el incendio
por mucho equipamiento que se emplee. Los denominados retenes, cuadrillas, etc. son fundamentales
en el primer ataque, en la extinción de un incendio de proporciones mayores o en la vigilancia de una
zona supuestamente extinguida.

Antiguamente, estas cuadrillas de extinción se formaban, sobre todo, con el objetivo de dar empleo a
la gente que habitaba en las zonas rurales, de manera estacional y dejando en un plano secundario su
formación y dedicación a la lucha contra incendios. Hoy en día, en cambio, los retenes están formados
por personal fijo de la administración perfectamente formado y capacitado para poder desarrollar su
tarea de forma profesional y con seguridad. Aún así, estas cuadrillas mantienen prácticamente intactas
sus raíces ya que siguen estando integradas, en su mayor parte, por habitantes del medio rural que
conocen perfectamente la zona en la que trabajan y que sienten como propia la defensa de sus
montes.

Entre estos retenes, el personal temporal de refuerzo que se contrata en los meses de verano, los
agentes forestales y los técnicos especialistas en incendios o comunicaciones son más de 200 las
personas que se ocupan cada año en La Rioja de combatir los incendios forestales.

Rapidez desde el aire

La labor de este contingente humano se complementa con un elenco de medios terrestres y aéreos
cada vez más sofisticado. Entre los primeros están las autobombas forestales pesadas, los vehículos
nodriza todo terreno o los vehículos ligeros pick-up, todos ellos dotados de depósitos de agua de
diversa capacidad, además de los medios disponibles en los Parques de Bomberos que deben colaborar
en la extinción de un incendio forestal siempre que se les requiera.
En cuanto a los medios aéreos, en La Rioja resultan especialmente útiles dada la quebrada orografía
regional. En época de alto riesgo hay dos aviones de carga en tierra de 2.200 litros de capacidad que
se suplementan con los medios que cede la administración central: las brigadas helitransportadas
(BRIF), brigadas de combatientes especialistas en la extinción que utilizan para su transporte un
helicóptero capaz de lanzar agua con un helibalde de unos 1.500 litros. Estos medios aéreos han
contribuido de manera decisiva a lograr una gran rapidez en la extinción que ha hecho posible que
muchos fuegos que amenazaban con devastar algunas de las más importantes masas forestales de la
región se quedaran en poco más de un susto o, a lo sumo, en “desgracias” de menor magnitud.

Todavía está reciente, especialmente en la memoria de las más de 70 personas que trabajaron sin
descanso durante toda la noche para tratar de controlar el fuego, el incendio declarado en verano de
2003 en Ezcaray, concretamente en la aldea de San Antón. Gracias al intenso y coordinado trabajo de
todos estos medios humanos y técnicos, el grave peligro al que se enfrentó este enclave de
extraordinario valor natural, agravado por un caprichoso viento que cambió hasta en treinta veces de
dirección, se saldó sólo con 60 hectáreas quemadas de retama, matorral y algo de roble.

Con todo, cuando consiguen sofocarse las llamas, el trabajo aún no ha terminado. Después de que los
equipos se extinción se retiran y los vehículos y demás equipamientos vuelven a los almacenes, el
monte se queda solo, y aunque la naturaleza dispone por sí misma de admirables mecanismos de
recuperación, en muchas ocasiones tras sufrir el azote de las llamas el monte demanda la ayuda del
hombre.

Lo primero y fundamental que se hace en una zona quemada es acotarla. La Ley de Montes establece
que cualquier zona quemada debe estar acotada al pastoreo durante 5 años para que se recupere la
vegetación, durante 10 años a extracciones mineras y durante 20 a la agricultura. Sin embargo, a
veces esto no es suficiente. Cuando el incendio ha tenido dimensiones importantes o si ha afectado a
zonas de mucha pendiente, en las que puede haber elevado riesgo de erosión, Medio Natural lleva a
cabo un proceso de restauración de zonas quemadas plantando de nuevo un bosque que por sí mismo
tardaría décadas en recuperarse y, a veces, no lo podría conseguir.

Este mismo verano ha concluido la plantación de pinos, hayas y abedules en el monte Villar de Yedro
de Ventrosa, un paraje afectado por dos incendios forestales en décadas pasadas y sobre el que se ha
desarrollado un ambicioso proyecto de recuperación. Incluso con la ayuda del hombre y con unos
cientos de miles de euros puestos en el intento, todavía pasarán muchos años hasta que veamos en
todo su esplendor este aún incipiente bosque. Alguno pensará que la naturaleza no tiene prisa; pero
nuestra sociedad, que últimamente valora tanto el tiempo, debería pararse a reflexionar sobre lo
injusto que sería que alguien, deliberadamente o no, redujera a cenizas una parte de nuestra vida.

Tras la chispa que prendió la llama

Extinguidas las llamas, lo que queda es la desolación. El escenario que deja tras de sí un incendio
forestal es siempre una imagen gris, triste, apagada… muerta. Pero muchas veces la vegetación
chamuscada, los árboles "malheridos", las cenizas, guardan celosamente las pistas que nos
pueden llevar a averiguar el por qué de ese desastre y, tal vez, las claves para que no se vuelva
a repetir.

Hace ya varios años, el aumento en el número de incendios y la crudeza de muchos de ellos


pusieron de manifiesto la necesidad de conocer las causas, como premisa para poder trabajar en
su prevención; pero no bastaba con estimaciones genéricas ni basadas en conjeturas, sino que
hacían falta datos exactos y contrastables. En otras palabras, se necesitaba saber dónde, cuándo,
cómo, por qué y, muchas veces, quién ha provocado un incendio.

El dato de que tres cuartas partes de los incendios


forestales que se producen en nuestro país -y más o
menos lo mismo en La Rioja- son provocados por el
hombre, ya justifica por sí mismo la necesidad de
ahondar en el origen de estos siniestros. Pero a este dato
hay que añadirle la importante cifra de incendios que
cada año se cuelan en las estadísticas en el casillero de
"causa desconocida" y que, de saberse su origen, a buen
seguro engrosarían las listas de incendios intencionados,
ocasionados por negligencias o por cualquier otro "fallo"
susceptible de evitar si se conoce de antemano.

Arrancaba así un nuevo frente de trabajo para los profesionales del campo de los incendios
forestales en nuestro país: el de la investigación de causas. Valencia, Cataluña o Zamora,
regiones bastante castigadas por el fuego, fueron de las primeras en crear sus Brigadas de
Investigación de Incendios Forestales (BIIF). La Rioja no tardó en organizar su propio equipo de
investigación cuya labor se coordina desde la Dirección General de Medio Natural. Primero fueron
cuatro personas, pero enseguida se vio la importancia de este trabajo y, desde hace un par de
años, este equipo está compuesto por una docena de Agentes Forestales que han recibido una
formación especializada en materia de investigación de causas, y que desarrollan su labor
repartidos en cuatro zonas: Oja, Najerilla, Iregua y Rioja Baja.

No todos los incendios forestales se investigan. Pero cuando hay un siniestro especialmente
importante, o cuando los daños han sido elevados o podrían haberlo sido o, simplemente, cuando
no se tiene muy claro el origen del incendio, es el momento de buscar las causas. El trabajo de
estas Brigadas de Investigación comienza, a ser posible, antes de que se haya apagado el fuego.
De hecho, acudir al lugar cuando el incendio aún está "vivo" es la mejor manera de empezar a
conseguir pistas desde el principio, de contemplar el fuego frente a frente, de hablar con las
personas que han participado en su extinción, de recoger los primeros testimonios, de comprobar
la dirección del viento, el grado de humedad... y de asegurarse de que nada, ni nadie, altera la
escena del suceso.

Llegados a la zona afectada por el fuego, el primer objetivo de estos equipos es tratar de
reconstruir cómo ha sido ese incendio para intentar averiguar dónde se encuentra el punto de
inicio. En su pequeña maleta, que llevan siempre consigo, transportan todo lo que les puede
ayudar en esta meticulosa tarea: un equipo meteorológico portátil, una máquina de fotos,
brújula, cinta métrica, una lupa, pinzas, banderines de señalización, bolsas de plástico para
muestras,etc.

Si el incendio ha tenido una dimensión considerable, lo primero que se hace es asimilar el


perímetro del incendio a uno de los ocho modelos geométricos de propagación del fuego que
existen. Así, conocido el parámetro del fuego, los miembros del equipo pueden determinar una
primera zona de trabajo, más o menos reducida, en la que supuestamente estará el punto de
inicio. Esta zona se delimita con una banda de señalización y, en su interior, se van marcando
con una cuerda distintas parcelas que se examinan minuciosamente para “leer” todos los
vestigios dejados por el fuego en su avance y detectar cualquier pista, cualquier rastro, cualquier
indicio que les conduzca hasta el lugar donde empezó todo. En medio del paisaje devastado por
el fuego son muchas las cosas que pueden ofrecer información: el patrón de quema de la
vegetación, las marcas que deja el fuego a su paso sobre los troncos de arbolado, la petrificación
de las ramas, las manchas de hollín, el color de las cenizas...

Cuando por fin se da con el punto exacto donde comenzó el incendio, las brigadas de
investigación tienen que confiar, también, en que el azar o la suerte estén de su parte. Muchas
veces, al llegar allí no se encuentra nada. Lamentablemente, todavía hay muchos incendios cuyo
origen es un "mecherazo", y ahí pocas pruebas se pueden encontrar. Pero, a veces, la fortuna les
sonríe y se topan con restos de algún mecanismo, un papel, un DNI, o cualquier otra cosa útil
para determinar el medio de ignición que provocó el incendio y, en su caso, para probarlo a la
hora de acusar a un presunto infractor.

Con toda la información recogida en el escenario del incendio, junto a otros datos que se aportan
después en la Dirección General de Medio Natural, se elabora el informe de la investigación.
Finaliza aquí el trabajo de campo; pero queda aún otra parte tanto o más importante y
esclarecedora: las entrevistas con la gente del lugar, con los posibles testigos y, si lo hubiera, con
el sospechoso. En esto, como en todo el resto del proceso, juegan un papel crucial los agentes
forestales encargados de cada zona ya que, además de conocer a la perfección el territorio,
conocen a los paisanos, a los vecinos de los pueblos, y eso sirve de gran ayuda a la hora de
“exprimir” una conversación, de leer entre líneas, de sacar conclusiones de un comentario o de
un pequeño gesto.

Hay veces que cuando concluye todo el trabajo los indicios


apuntan claramente a una persona con nombre y apellidos. Y
entonces el caso se pone en manos de la justicia. La Dirección
General de Medio Natural remite todos los informes a la Fiscalía
del Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, y el proceso sigue su
curso. En la actualidad, ya hay tres expedientes resueltos con
sentencias culpatorias a raíz de la investigación de estas Brigadas.

Con todo, más importante aún que encontrar al sospechoso es dar


con la fórmula para que ese incendio no se vuelva a repetir. Bien
es sabido que la mejor manera de resolver un problema es
conocer a fondo las causas que lo provocan. Los incendios
forestales tampoco escapan a esta regla y, por eso, las Brigadas
de Investigación insisten en que su labor es, sobre todo,
preventiva. Si queremos elaborar estrategias de actuación para
reducir los incendios, es de vital importancia conocer qué hay
detrás de algunas de las llamas que asolan nuestros montes. Una
causa detectada puede encubrir un problema que ha pasado
desapercibido y en cuya solución puede estar la clave para que no
se repita ese fuego en el futuro. En un incendio investigado en el
Monte La Almida, por ejemplo, al final se descubrió que el origen
fue una sobrecarga de tensión en un poste que hizo que saltara una chispa. Si no se hubiese
investigado, tal vez se hubiese tardado mucho tiempo en detectar el problema en el tendido.
También ha habido casos en los que se ha descubierto que la motivación del incendio era
ahuyentar a la fauna cinegética que estaba ocasionando daños a los agricultores de la zona; la
determinación de la causa del incendio permite constatar la existencia de un malestar entre la
gente y adoptar las medidas necesarias para intentar solucionarlo.

Junto a esto, la labor de investigación y los procesos judiciales a los que pueda dar lugar sirven
también de “aviso a navegantes”. En nuestro país, provocar un incendio forestal está considerado
como delito, pero la posibilidad de pillar a alguien "in fraganti" es muy pequeña. En este sentido,
el trabajo de estos equipos está consiguiendo que la gente se de cuenta de que ya no se es
plenamente impune cuando se comete un delito de estas características.

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