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urevista@urosario.edu.co,
hasta el primero de abril de 2008
Contenido
Correo
Edwin Broster Germán Santamaría
La explicación Morir último
James Joyce Wu Ch’eng-En
Editorial
Definición del fantasma La sentencia
Martin Buber Las mil y una noches
El descuido El juramento del cautivo
Richard Wilhelm I.A. Ireland
102
La secta del Loto Blanco Final para un cuento fantástico
Franz Kafka Thomas Bailey Aldrich
La partida Sola y su alma
Robert Quintin Penn
15
CUENTOS
I tried
De creyentes y fantasmas … Mariana Ramos Venegas
muertos Instinto de plenitud
et
Estado somnoliento Franz Kafka El castigo
El rechazo Arturo Bolaños
41 Franz Kafka Sin salida
De lugares… Una pequeña fábula Sara Camargo Trejos
extraños Jaime Alberto Jiménez Delgado, no tan alto…
Antología: Juan Gustavo Cobo Arcano Armando Fuentes Aguirre
Vetera
Borda Andrés Felipe Chaves Gutiérrez Un cuento
Virgilio Piñera Aromas Gabriel Jiménez Emán
En el insomnio Leopoldo Lugones El hombre invisible
William Ospina Aristocracia Olaf Stapledon
A Roma Niu Chiao Historias universales
Jorge Luis Borges Historia de zorros Javier Tafur González
El desierto Miguel Méndez Camacho La visita
Jorge Luis Borges Azabache César Fernández Moreno
1982 Mariana Frenk Una o dos veces
Jorge Luis Borges Fábula Augusto Monterroso
Ginebra Liehtsé Heraclitana
Jorge Luis Borges El ciervo escondido James George Frazer
Una pesadilla Flor Mendieta Vivir para siempre
Jorge Luis Borges Fábula 1 Joaquín Sabina
Los sueños Claudia Pinilla y Boris Pinto Le sobraban...
Jorge Luis Borges El taller de los juguetes
Madrid, julio de 1982 cantores 79
Sergio Flores Gabriel García Márquez El cuento
En la calle El drama del desencantado Ambrose Bierce
Ítalo Calvino Andrea Bocconi El puente sobre el río del
Las ciudades y el deseo Tranvía Búho
Lincoln Bent Anónimo hindú
Vida
En Montreal Ni tú ni yo somos los mismos
Jenny Paola Guerrero
49
rosarista
Blanca sombra
De seres …humanos
Antología: Luz Mary Giraldo 65
El Novelino Puro cuento
Novela XLIV Antología: Roberto González
Eduardo Galeano Echevarría 82 Acuerdos
La autoridad R. F. Burton
Luis Fayad La obra y el poeta 87 A la memoria de
Reencuentro Ítalo Calvino Monseñor Rafael
Vicente Huidobro La leyenda de Carlo Magno María Carrasquilla
Tragedia Macedonio Fernández
Juan José Arreola
Ágrafa musulmana en papiro
Un paciente en disminución 91 Fiesta Rosarista
CORREO
Doctor
JOSÉ FRANCISCO
RODRÍGUEZ LATORRE
Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario
Director Revista
Ciudad
Apreciado Francisco
4 / Correo
Editorial
A comienzos del año, nos visitó la Secretaría de Nacional, que ha llevado dotaciones a quinientas
Cultura de Bogotá, que preside la doctora Martha cincuenta bibliotecas municipales; Mil Maneras
Senn, para vincularnos a la promoción del proyecto de Leer, la campaña del Ministerio de Educación
“Bogotá Capital Mundial del Libro”. En aquella Nacional en asocio con el CERLALC, que trabaja
ocasión distintas instancias de la Universidad mos- con más de cuatro mil maestros en centenares de
tramos interés y mencionamos algunas propuestas pueblos y veredas; el Libro al Viento, con sus dieci-
para darle cuerpo a la iniciativa, pero quedó pen- nueve Paraderos Para Libros para Parques (PPP), y
diente la forma como la revista acogía esa idea. Aquí los ochenta Clubes de Lectura distribuidos por todo
está esa respuesta. Bogotá. Todos estos esfuerzos deben recordarse con
Este número se llama, emblemáticamente, “102 voz fuerte para que nadie se quede sin conocerlos.
años, 102 cuentos del Rosario y del mundo”. Es Y agreguemos las ferias del libro, los trueques en
una invitación a que la comunidad rosarista ayude el Parque Nacional y las jornadas de lectura en
a difundir las letras y el hábito de la lectura. Son voz alta. Pero nada, sigue siendo poco, porque los
102 oportunidades para encontrarse con historias indicadores nacionales de lectura están abajo, detrás
de género y latitud variados, donde se incluyen los de los registros de países cercanos a nosotros. Las
finalistas de la convocatoria de cuento corto lanza- cifras de lectura redondean el mismo libro y medio
da en el número anterior. No somos pretensiosos, al año per capita.
no creemos que nuestros relatos vayan a arrastrar No sabemos en qué va el amor a la lectura cuan-
la lectura de autores clásicos como Poe o Borges; do los jóvenes están absortos en Youtube, My space
creemos sinceramente que es al contrario, pero y Facebook, pero siguiendo el consejo de Daniel
quisimos compartir un espacio cercano, porque Penac, en Como una novela, les recordamos a los
102 oportunidades no se presentan todos los días. adultos y adultas que no conviertan la lectura de
Esperamos que nuestros corresponsales se sientan cuentos en una jornada aburridora y llena de previas.
bien ubicados en esta ambiciosa antología, que con- El lector tiene sus derechos. Aquí no es como en
tó con el acompañamiento de nuestro gran amigo Pac-man donde tenemos tres vidas, aquí tenemos
Juan Gustavo Cobo Borda. una sola oportunidad. Si caemos en la tentación
En el Rosario está claro que todo lo que se haga de la ‘preguntadera’, el lector se ausentará aún más
en favor de la lectura va por el camino correcto. y ya no querrá saber jamás de libros y revistas. La
Igualmente, sabemos que, tristemente, siempre lectura es gozosa o no lo es. Esperamos que esta
será poco así trabajemos mucho, como en esta antología lo sea.
ocasión. En Colombia tenemos la disculpa perfecta para
Como estamos en la misma línea de apoyo e invi- todo. No votamos y argumentamos la falta de candi-
tación a la lectura debemos destacar todos los planes datos honestos, ¡como si los conociéramos a todos!;
del Estado orientados a promoverla en Colombia: llegamos tarde al trabajo y lo explicamos con el tran-
el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas (PNLB) cón en la Caracas; no entregamos el trabajo, porque
en manos del Ministerio de Cultura y la Biblioteca “se cayó la red”. Así mismo, no leemos y tenemos
6 / Editorial
Revista Universidad del Rosario / 7
Antología de
Julio Cortazar*
8 / Entrevista
Samuel Butler
Un agujero Polemistas
Le pregunto al tendero gordo, con toda Varios gauchos en la pulpería conver-
seriedad: san sobre temas de escritura y de fonética.
—¿Usted es Dios, señor? El santiagueño Albarracín no sabe leer ni
Y él me responde, mientras corta tro- escribir, pero supone que la palabra trara1
citos de jamón, mientras mueren poco no puede escribirse. Crisanto Cabrera,
a poco sus ojos: también analfabeto, sostiene que todo
—No, no soy Dios, pero sí lo conoz- lo que se habla puede ser escrito.
co. —Pago la copa para todos —le dice el
—¿Cómo es él? —le pregunto. santiagueño— si escribe trara.
Y él me responde: —Es así. —Se la juego —contesta Cabrera—;
Y me da su tamaño, su peso, sus me- saca el cuchillo y con la punta traza unos
didas. garabatos en el piso de tierra.
De atrás se asoma el viejo
Álvarez, mira el suelo y sentencia:
—Clarito, trara.
1
Trípode de hierro
para la pava del mate.
Lo real y lo imaginario
(las trampas mito-lógicas)
Un padre y una madre centau
ros observan a su hijo que re
playa del Mediterráneo. El pa toza en una
dre se vuelve hacia la madre
¿debemos decir le que no es y le pregunta:
más que un mito?
Dios
Un hombre erró por el mundo duran-
te toda su vida a la búsqueda de la piedra
(o el Ab-soluto total —filosofal—, que convertiría en oro al
metal más vulgar. Erraba por montes y
y teo-lógico)
valles, vestido con un sayal atado a su
Un gran sacerdote brahmán invita a
cuerpo por medio de un cinturón con
sus detractores a tomar la palabra. Vues-
una hebilla y se veía obligado a tirarla.
tro Dios es una superchería, obser-
Una tarde en que estaba muy fatigado,
va alguno con violencia.
Vuestra religión es menti-
ra e ilusión y vosotros, los
10 / De explicaciones y preguntas
llegó a la casucha de una anciana cam- Francisco Acevedo
leben
escuchado en silencio, se fijó en su hebilla
y dijo: pobre hombre, has tirado la piedra
preciosa ¿no te has dado cuenta de que tu El diálogo ocurrió en Androgué. Mi
hebilla ya se ha convertido en oro? sobrino Miguel, que tendría cinco o seis
años, estaba sentado en el suelo, jugando
Juan de Timoneda con la gata. Como todas las mañanas, le
El reflejo
Cuando murió Narciso las flores de los
campos quedaron desoladas y solicitaron
al río gotas de agua para llorarlo.
—¡Oh!—les respondió el río— aun
cuando todas mis gotas de agua se con-
virtieran en lágrimas, no
tendría suficientes para
llorar yo mismo a Nar-
ciso: yo lo amaba.
12 / De explicaciones y preguntas
propicio” que, 2.356 años antes de la no sonrió. Movió afirmativamente la
era cristiana, hizo que en el patio del cabeza y dijo a Mendel:
emperador Yao creciera césped de color No temas, hijo mío.
escarlata. Algún tiempo después se supo que en
aquel día un edicto dirigido contra los
James Joyce judíos de todo el país había sido presen-
14 / De explicaciones y preguntas
Revista Universidad del Rosario / 15
Antología de
Jorge Luis Borges*
* Borges, Jorge Luis. Cuentos memorables según Borges. Bogotá: Extra Alfaguara. 2007.
16 / Entrevista
Cultura Ijca (Colombia)
El mama que
inventó la muerte
Al principio los indios no se morían: cuando ya estaban viejecitos
y cansados se convertían en piedras. Y el mundo se llenó de piedras que
ya no cabían. Entonces, vino el Mama Seukún y los convirtió en hombres otra
vez y siguieron viviendo un tiempo, pero el mundo se volvió a llenar de
hombres. Entonces, Mama Seukún trajo las enfermedades, las soltó y
así inventó la muerte.
Odín
Se refiere que a la corte de Olaf que las dos primeras le prometieron
Tryggvason, que se había convertido a la grandes felicidades y que la tercera dijo,
nueva fe, llegó una noche un hombre vie- colérica: “El niño no vivirá más que la
jo, envuelto en una capa oscura y vela que está ardiendo a su lado”. En-
con el ala del sombrero sobre tonces, los padres apagaron la vela para
los ojos. El rey le preguntó si que Odín no muriera. Olaf Tryggvason
sabía hacer algo; el forastero descreyó de la historia; el forastero repitió
contestó que sabía tocar el arpa que era cierta, sacó la vela y la encendió.
y contar cuentos. Tocó en el arpa Mientras la miraban arder, el hombre
aires antiguos, habló de dijo que era tarde y que tenía que irse.
Gudrun y de Gunnar y, Cuando la vela se hubo consumido, lo
finalmente, refirió el na- buscaron. A unos pasos de la casa del rey,
cimiento de Odín. Dijo Odín había muerto.
que tres parcas vinieron,
El negador de milagros
Chu Fy Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer,
el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso
yerno se horrorizó. “Oh, venerado suegro”, suplicó. “No destruyas mi fe de que son
imposibles los milagros”. El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recu-
peró la fe.
Nozhat el Djallas
El cielo ganado
El día del Juicio Final, Dios juzga a todos y cada uno de los hom-
bres.
Cuando llama a Manuel Cruz, le dice:
—Hombre de poca fe. No creíste en mí. Por eso no entrarás en
el Paraíso.
—Oh Señor— contesta Cruz —es verdad que mi fe no ha sido mu-
cha. Nunca he creído en Vos,
pero siempre te he imaginado.
Tras escucharlo, Dios responde:
_Bien, hijo mío, entrarás en el cielo; mas no tendrás nunca la certe-
za de hallarte en él.
18 / De creyentes y fantasmas...muertos
M. R. Werner
El peligroso taumaturgo
Un clérigo que descreía del mormonismo fue a visitar a Joseph Smith, el profeta, y
le pidió un milagro. Smith le contestó:
—Muy bien, señor. Lo dejo a su elección. ¿Quiere usted quedar ciego o sordo? ¿Elige
la parálisis, o prefiere que le seque una mano? Hable, y en el nombre de Jesucristo yo
satisfaré su deseo.
El clérigo balbuceó que no era ésa la clase de milagro que él había solicitado.
—En tal caso, señor— dijo Smith _usted se va a quedar sin milagro. Para con-
vencerlo a usted no perjudicaré a otras personas.
Un creyente
Al caer de la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de
una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
—Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
—Yo no— respondió el otro —¿Y usted?
—Yo sí— dijo el primero y desapareció.
Ah’med El Qalyubi
Temor de la cólera
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para
decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le
preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
—Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar
a mis enemigos estando puro ante Dios.
Kostas Axelos
Kostas Axelos
1983
En un restaurante del centro, Haydée Lange y yo conversábamos. La mesa es-
taba puesta y quedaban trozos de pan y quizá dos copas; es verosímil suponer que
habíamos comido juntos. Discutíamos, creo, un filme de King Vidor. En las copas
quedaría un poco de vino. Sentí con un principio de tedio que yo repetía cosas ya
dichas y que ella lo sabía y me contestaba de manera mecánica. De pronto recordé
que Haydée Lange había muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo
sabía. No sentí miedo; sentí que era imposible y quizá descortés revelarle que era
un fantasma, un hermoso fantasma.
El sueño se ramificó en otro sueño antes de que yo me despertara.
Jean Cocteau
El gesto de la muerte
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza.
Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
20 / De creyentes y fantasmas...muertos
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra
a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza— le responde —sino un gesto de sorpresa, pues
lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.
Fergus Nicholson
Nosce te ipsum
El Mahdi cercaba con sus hordas a Khartum, defendida por el general Gordon.
Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los recibía uno por uno y
les indicaba un espejo para que se miraran. Le parecía justo que un hombre conociera
su cara antes de morir.
Germán Santamaría
Morir último
Mire, mijo, ahora antecitos de que se pierda en el llano, le quiero decir esto para que
lo tenga muy en cuenta: la cosa no es ir sino volver. No es que se trate de sacarle el juste
o el cuerpo al compromiso. Desde mucho antes se sabía que algún día tocaría ir. Pero eso
sí, siempre hay que tirar a que los otros pongan los muertos. Mientras menos mueran
de los nuestros mejor. No es miedo a la muerte, sólo es querer que estén más a la hora
del triunfo. Uno siempre debe procurar morir último.
Wu Ch’eng-En
La sentencia
Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su
palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo
se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo
que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de
la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En
el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en
el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero para que no
matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era
I. A. Ireland
22 / De creyentes y fantasmas...muertos
Thomas Bailey Aldrich
Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie
más en el mundo: todos los otros seres han muerto.
Golpean a la puerta.
Robert Quintin Penn
I tried…
Tag it: the scope, but I had to be far enough
What went wrong? Why didn’t I make back that I could both not be seen and
the kill? I will tell you. The woman who escape quickly. Through a rear entrance
was my target is an opera singer. I went to was a set of stairs leading up to a cat-
school with her, lived a few doors down walk. I would simply have to shoot, run
from her, went to church with her, and down the stairs, and get out of there.
let me tell you, I cannot stand her. I hate My getaway vehicle was a simple moped.
her. With the souls of a thousand burning Fast, nimble, and agile. It’d get me away
men I hated this woman. I got into the and quickly. Now here comes the good
murder-for-hire field, and wouldn’t you part. This is why I ended up not being
know it, I actually had someone willing able to kill her.
to pay me 100 grand to kill her. The man My moped was in the back ally, I had
wanted her dead, I wanted her dead, and my little rifle, and the back was com-
I was going to be filthy rich. At the time pletely free of people. I snuck in, ran
this deal was being struck, the target had up the stairs, and assembled my gun.
moved to a different residence, but was Then, I just waited for the opportune
still doing what she did best; sing. To the time. Looking through the scope, I could
opera house I went. see her singing, dressed as a Valkyrie,
The gun I chose was a .22 Henry, or singing that classic Wagner opera piece.
Winchester, hell if I know. It shot bullets, Funny thing was, I decided to sit there,
it had a scope, and it could disassemble listening to some of the songs. Then
and stow in the stock. When it comes to I got my act together and prepared to
shooting, I am a terrible shot. I needed make the kill. The cross-hairs aligned,
24 / De creyentes y fantasmas...muertos
Había llegado la hora. último intento por salvar a su familia, los
Pero antes tenía que recordar nueva- escondió tras un viejo biombo. Los besó.
mente qué lo había llevado hasta allá. La En sus ojos se veía que sabía que dentro
escena se repitió esta vez más real, más de poco conocería su final. Él no hubiera
fría, más oscura. La puerta de su casa querido que las cosas fueran así. Cuando
destrozada. Los gritos aterradores de su el hombre por fin pudo abrir la puerta y
madre. El desespero de su padre, mien- entrar, Juan intentó gritar pero su voz se
tras corría de un lado a otro para intentar resistía a salir, quiso correr para defender-
poner a salvo a su familia. Luego, una lo, pero todo esfuerzo sería inútil. Ya era
voz gruesa, aterradora, que se sentía cada demasiado tarde. Un disparo acababa de
vez más cerca. Sus pasos eran tan fuertes, matar su esperanza.
como de gigante, y podía percatarse de Cuando Juan volvió a abrir los ojos, se
la brusquedad de sus movimientos. Al paró en la baranda y dio un paso hacia el
piso, de forma simultánea con las pi- vacío, que parecía un poco más lleno que la
sadas, cayeron como truenos todos los vida que había dejado atrás. Mientras Ana,
floreros del pasillo; esa persona quería en un intento fallido por aferrarlo a ella
que se enteraran de su presencia. Mien- e interrumpir lo necesario, era invadida,
tras más se demoraba en encontrarlos, plagada por la eterna soledad que en su
más maldecía, más duro gritaba, más futuro la estaba aguardando. La memoria
violentamente se movía. sería su peor enemiga.
De repente, la chapa se agitó bruscamen- Diez años y un disparo habían sido
te, Juan no entendía por qué ese hombre suficientes para que Juan entendiera
sabía el nombre de su padre. Diego, en un cuándo había dejado de
ser feliz.
Thomas Carlyle
Un auténtico
fantasma
¿Habría algo más prodigioso que un Johnson! ¿Nunca miró las
auténtico fantasma? El inglés Johnson marejadas de vida humana que
anheló, toda su vida, ver uno; pero no amaba tanto? ¿No se miró
lo consiguió, aunque bajó a las bóvedas siquiera a sí mismo? Jo-
de las iglesias y golpeó féretros. ¡Pobre hnson era un fantasma,
26 / De creyentes y fantasmas...muertos
Flor María Ávila M. Volvió a cerrar los ojos con más fuerza,
28 / De creyentes y fantasmas...muertos
todo estaba claro: la confusión era total. Infinito más uno, o más dos, o menos
Un tripulante balbuceó por el altopar- mil da igual: infinito. Era la eternidad
lante: ‘ding dong’ y no se le entendió la y era el fin; un instante después no se-
súplica; trataba de irradiar calma con la rían siquiera polvo sobre polvo. Como
voz quebrada. Las azafatas, tan compues- los fumadores, como los motociclistas
tas al momento del sándwich, pasaban no sólo sabían de qué morirían, sabían
corriendo con sus tacones planos, de un cuándo. Todos se preparaban. El último
lado a otro del avión, en un movimiento ritual comenzaba: unos la cédula en el
frenético e inútil. El pico del aparato se bolsillo para evitar dolores adicionales
inclinaba. ‘Ding dong’: “perdemos altu- a la familia; otros besos desesperados a
ra, una turbina cesó en su esfuerzo y nos los crucifijos, escapularios o imágenes de
coloca en posición de alerta” dijo, con billetera; los conocidos se abrazaban de-
tres eufemismos, el copiloto. rrotados; los ancianos, adicionalmente,
El razonador, a diferencia de los se acomodaban la corbata, sin advertir
pilotos, sí estaba preparado para este la insensatez del ademán. La luz y el aire
momento. “No serán más de cinco mi- fluían normalmente. El jugador se atre-
nutos”, calculó el ingeniero de vuelo. “De vió, ahora o nunca, y con voz fuerte y
todos modos siempre es mejor guardar tranquila los retó: “No pierdan el tiempo
las esperanzas” y su alma se metió en la implorando, no cambiarán el curso del
concha del terror. Cinco minutos eran la avión, ni reactivarán la ‘turbina cesan-
eternidad, igual cuatro o seis, razonaba. te’. Los que crean en Dios arreglen sus
En el infinito la adición pierde sentido. cuentas. Los que no, cambien de bando;
Los fantasmas y yo
por el tem or a los fa nt asm as, hasta que distraí-
Siempre estuve acosado s m edios comunes.
n a otra sin ut ilizar lo
damente pasé de una habitació
30 / De creyentes y fantasmas...muertos
Revista Universidad del Rosario / 31
Antología de
José Miguel Oviedo*
9. “Un día de estos” y “Un señor muy viejo con unas alas enormes”.
* Oviedo, José Miguel. “2. La gran síntesis y después”. En: Antología crítica del
cuento hispanoamericano del siglo XX: (1920-1980).
32 / Vida Rosarista
Ricardo Arturo Peñuela Ordóñez Egipto. A esto se sumaba el hijo de su
de Bogotá
habían conseguido un puesto de corbata,
pero muy cercano al Presidente, como
Don Pablo E. Murcia estaba pensati- Consejero Presidencial para la Ética y
vo, pues su hijo había decidido formarse Moral Juvenil.
para ser un caballero de Dios en el Semi- ¿Cómo darle solución a su dilema?,
nario Pío Latino de Roma. Don Pablo ¿qué cargo debía conseguirle a su hijo,
esperaba que su hijo lo reemplazara en los puesto que no era ni ingeniero ni abo-
altos cargos del gobierno; que al igual que gado? y ¿qué puesto digno y a la altura
él fuera Tesorero General de la nación, y de su ser y sus congéneres podría ocupar?
confiaba en que hasta presidente podría Ya que cambió los cócteles y tertulias del
llegar a ser. Lo anterior por la educación club con los Holguín, los Zaldua y los
que había recibido y el roce social que García, por los convidados de los Gua-
el dinero podía pagar. No obstante, en chetá, los Apraez y los Garnica al tono de
lugar de estudiar derecho, ingeniería o un buen sudado de gallina. Frente a estos
arquitectura en la Universidad Real de interrogantes, el señor Murcia se acordó
Milán, había escogido llevar una vida de de un ‘favorcillo’ hecho al Arzobispo
servicio y humildad. por unos impuestos de tipo personal, e
Además don Pablo estaba afligido inmediatamente dijo: “ya sé quién me lo
porque Carlos, el hijo de su Némesis el puede ubicar”.
Ministro de Agricultura, empezaba su Don Pablo pidió una audiencia con
carrera lanzándose al Concejo de Bogo- el señor Arzobispo, y este último lo
tá y tenía asegurada la curul gracias a la recibió; creía que se trataba del tema
promesa de un conocido empresario y los de la obra del cerro de Guadalupe. Sin
votos de sus empleados, de la cervecería embargo, el tema puesto por don Pablo
más poderosa del país en ese entonces, fue la solicitud del cargo más alto de la
dueña absoluta de los tristes destinos de Arquidiócesis, para que le fuera asignado
las familias habitantes de los a su hijo recién llegado, el padre
populares barrios de la Jorge. El señor Arzobispo
Perseverancia y
Augusto Monterroso
Fecundidad
Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.
34 / De cosas...de la vida
Ar thur Walley
Una nostalgia
Al avanzar hacia el patíbulo,
Li Su dirigió estas palabras a
—Ah, si estuviéramos su hijo:
en Shangts’ai, cazando liebres
blanco. con nuestro perro
Transeúntes
podemos acaso estar cansados, no he-
mos bebido tanto vino? Nos alegramos
Cuando se sale a caminar de noche de haber perdido de vista también al
por una calle, y un hombre, visible desde segundo.
muy lejos —porque la calle es empinada Magaly Rocío Pabón Robayo
Prejuicios útiles
barrio, en los pasos que parecían seguir-
me y desaparecían tan pronto volteaba.
La presentía en los trajes oscuros, los Ahmed Raad Talib se preparaba para
gritos de las cantinas, las tardes grises hacer su oración del Maghrib, cuando
y la lluvia pertinaz, en los silencios de la puerta voló por los aires. La soledad
mis padres, los suspiros de la noche, los bulliciosa de su nueva casa en Belalcázar,
suaves pasos de las monjas y en las malas en la que no se sentía tan cómodo, fue
caras en la iglesia. interrumpida por el trotar de las botas
Sentía malestar… ¿por qué ese algo in- de los equipos especiales y los gases la-
nominado parecía ahogar la dulce alegría crimógenos.
de mi infancia? No lo entendía. El señor Ahmed extrañaba su carpa
Y ese algo llegó… Un día miraba por en Allahabad; pero no podía negarse a
la ventana al horizonte. Sí, lo recuerdo la complacencia de su hijo Abu Talib,
bien. Mi infancia acabó. Una turba que no escatimó esfuerzos para reunir el
arremolinada. La violencia apenas co- dinero suficiente y comprarle a su padre
menzaba. una casa con un gran jardín en donde
pudiera cultivar berenjenas, como él
siempre había soñado.
Mark Twain Abu Talib trabajaba y estudiaba de sol
Gemelos
a sol en Madrid, para que su padre tu-
viera todo lo que necesitara y fuera feliz,
-
Éramos gemelos mi hermano Bi como la ley de Alá lo ordena. Aunque no
tina,
lly y yo, hasta que un día, en la
estuvieran juntos, para él, su padre era
su héroe. Él le enseñó todo lo que sabía,
sde
se ahogó uno de los dos. Y de le había inculcado la importancia de su
si el
entonces no he sabido nunca origen, del que estaba muy orgulloso.
muerto era Billy o era yo. Aunque, después de lo que había pasado
en marzo, defender ese origen le traía
muchos problemas.
36 / De cosas...de la vida
Abu siempre le contaba a todo el
mundo las hazañas de su padre: de cómo
salieron de su aldea cuando un Marine
la destruyó por equivocación, lanzando
bombas a diestra y siniestra. Ya el señor
Ahmed estaba muy viejo y era el turno de
que el hijo viera por su padre, tarea que
Abu estaba cumpliendo de muy buen de las demás con la cinta amarilla de
agrado. Ese día sin nada más que hacer y acordonamiento policial; todo tipo de
con la desesperación típica de la senectud cuerpos de seguridad, tanto nacionales
recién adquirida, el señor Ahmed llamó como los internacionales, registraba la
a su hijo para decirle que agradecía su zona del jardín, la escudriñaron de abajo
esfuerzo por comprarle la casa que él que- hacia arriba y viceversa, pero no encon-
ría, pero que ésta era demasiado grande traron nada.
para él solo y que su vejez le impedía arar Con tanto ajetreo, la tranquilidad del
la tierra para cultivar sus berenjenas. señor Ahmed era impresionante, ni siquie-
—Tienes razón Padre –contestó Abu– ra lo había inmutado el abuso de voltear
con voz algo temerosa, veré qué puedo su casa entera y el jardín. Las agencias de
hacer, pero sabes que desde acá no puedo noticias registraron una crisis comparable
voltear la tierra del jardín. a la del 62 por el temor de una catástrofe
—Sabes que es muy fácil –contesta- con armas biológicas, y el señor Ahmed
ba el señor Ahmed– pero los choques permanecía incólume al asunto.
eléctricos en Faluya han inmovilizado Poco después, cuando todo se calmó,
mi espalda. se escuchó el sonido del teléfono, era su
–Lo sé padre, ya veré qué hago para que hijo Abu Talib quien abismado por la
alguien te ayude, pero recuerda que por felicidad sólo dijo: –Por televisión vi que
nada del mundo debes dejar que alguien muchos voltearon la tierra por ti, eso es
vea lo que tengo enterrado allí. todo lo que puedo hacer desde acá que-
Exactamente dos horas después, la rido padre, espero que tu espalda no te
casa de Ahmed Raad Talib fue aislada moleste al sembrar tus berenjenas.
38 / De cosas...de la vida
que he evitado. Mi cuerpo muscular está Nathaly Jiménez Reinales
Estado
molido del esfuerzo que no he pensado
en hacer…
somnoliento
Empañado, mudo, nulo… el cielo
alto es el de un verano muerto, imper-
fecto. Lo miro como si no estuviese allí.
Duermo lo que pienso, estoy echado an- … A las 22h00 ya los niños dormían,
dando, sufro sin sentir. Mi gran nostalgia yo estaba en la ventana viendo cómo
lo es de nada, es nada, como el cielo alto comenzaba a oscurecer, sintiéndome feliz
que no veo, y que estoy mirando imper- de ver el sol aún a esa hora vefectos del
sonalmente (…). verano. Salí de allí a las 23h30 y tomé
el metro de vuelta, a esa hora ya no hay
tanta gente, así que no había posibilidad
Zhuang Zi
de desesperarme por el olor.
40 / De cosas...de la vida
Antología de
JUAN GUSTAVO
COBO BORDA
* Para lograr esta edición, Juan Gustavo Cobo Borda, poeta y ensayista
colombiano, nos colaboró con la lista de sus cuentistas favoritos. Cualquier
cuento de ellos es fabuloso, dijo. Nosotros mencionamos uno en cada caso.
Gracias, Juan Gustavo.
Virgilio Piñera arena. Roma, en cambio, es templos y
ángeles.
En el insomnio —No queremos encontrar templos y
El hombre se acuesta temprano. No ángeles— dijo el Patriarca. —Queremos
puede conciliar el sueño. Da vueltas, como barro y arena para hacerlos.
es lógico, en la cama. Se enreda entre las Tomás de Aquino siguió su camino en
sábanas. Enciende un cigarro. Lee un silencio, pero no llegó a Roma.
poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no pue-
de dormirse. A las tres de la madrugada Jorge Luis Borges
se levanta. Despierta al amigo de al lado
y le confía que no puede dormir. Le pido El desierto
consejo. El amigo le aconseja que haga un A unos trescientos o cuatrocientos
pequeño paseo a fin de cansarse un poco. metros de la Pirámide me incliné, tomé
Que en seguida tome una taza de tilo y un puñado de arena, lo dejé caer silen-
que apague la luz. Hace todo esto pero no ciosamente un poco más lejos y dije en
logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez voz baja: Estoy modificando el Sahara. El
acude al médico. Como siempre sucede, el hecho era mínimo, pero las no ingeniosas
médico habla mucho pero el hombre no se palabras eran exactas y pensé que había
duerme. A las seis de la mañana carga un sido necesaria toda mi vida para que yo
revólver y se levanta la tapa de los sesos. El pudiera decirlas. La memoria de aquel
hombre está muerto, pero no ha podido momento es una de las más significativas
quedarse dormido. El insomnio es una cosa de mi estadía en Egipto.
muy persistente.
44 / De lugares extraños
que debajo había un largo traje enterizo
del mismo material y con los mismos
Madrid, julio de
discos blancos, y supe —como se saben
las cosas en los sueños— que debajo
1982
El espacio que puede ser parcelado
había otro.
en varas, en tardas o en kilómetros; el
En aquel preciso momento sentí el
tiempo de la vida no se ajusta a medidas
inconfundible sabor de la pesadilla y me
análogas. Acabo de sufrir una quemadura
desperté.
de primer grado; el médico me dice que
debo permanecer diez o doce días en esta
Los sueños impersonal habitación de un hotel de
Mi cuerpo físico puede estar en Lucer- Madrid. Sé que esa suma es imposible;
na, en Colorado o en El Cairo, pero al sé que cada día consta de instantes que
despertarme cada mañana, al retomar el son lo único real y que cada uno tendrá
hábito de ser Borges, emerjo invariable- su peculiar sabor de melancolía, de ale-
mente de un sueño que ocurre en Buenos gría, de exaltación, de tedio o de pasión.
Aires. Las imágenes pueden ser cordi- En algún verso de sus Libros Proféticos,
lleras, ciénagas con andamios, escaleras William Blake aseveró que cada minuto
de caracol que se hunden en sótanos, consta de sesenta y tantos palacios de oro
médanos cuya arena debo contar, pero con sesenta y tantas puertas de hierro;
cualquiera de esas cosas es una bocacalle esta cita sin duda es tan aventurada y
precisa del barrio de Palermo o del Sur. errónea como el original. Parejamente
En la vigilia estoy siempre en el centro el Ulysses de Joyce cifra las largas sin-
de una vaga neblina luminosa de tinte gladuras de la Odisea en un solo día de
gris o azul; veo en los sueños o converso Dublín, deliberadamente trivial.
con muertos, sin que ninguna de esas dos Mi pie me queda un poco lejos y me
cosas me asombre. Nunca sueño con el manda noticias, que se parecen al dolor
presente, sino con un Buenos Aires pre- y no son el dolor. Siento ya la nostalgia
térito y con las galerías y claraboyas de la de aquel momento en que sentiré nos-
Biblioteca Nacional, en la calle México. talgia de este momento. En la memoria
¿Quiere todo esto decir que, más allá el dudoso tiempo de la estadía será una
de mi voluntad y de mi conciencia, soy sola imagen. Sé que voy a extrañar ese
irreparablemente, incomprensiblemente recuerdo cuando esté en Buenos Aires.
porteño? Quizá esta noche sea terrible.
46 / De lugares extraños
chadas que avanzan contoneándose, sabe sobre el conflicto en Rwanda vinieron
que es una ciudad pero la piensa como de Popo, un cantante Tutsi que conocí
un camello de cuyas albardas cuelgan en Montreal, quien hablaba constan-
odres y alforjas de frutas confitadas, vino temente de la crueldad de los hechos y
de dátiles, hojas de tabaco, y ya se ve a que superaban cualquier relato que haya
la cabeza una larga caravana que lo lleva leído al respecto. Cada vez que lo veía,
del desierto del mar hacia el oasis de agua me comentaba que algún miembro de
dulce a la sombra dentada de las pal- su familia había sido asesinado por los
meras, hacia palacios de espesos muros machetes y hachas de las milicias Hutu,
encalados, de patios embaldosados sobre y los que mejor suerte tuvieron, fueron
los cuales bailan descalzas las danzarinas, ultimados rápidamente con un tiro en la
y mueven los brazos un poco dentro del cabeza. Eso lo único que hizo fue reforzar
velo, un poco fuera. la noción de la inclemencia con la que
Cada ciudad recibe su forma del de- el gobierno Hutu había manejado el in-
sierto al que se opone; y así ven el came- conformismo de los Tutsis, razón por la
llero y el marinero a Despina, ciudad de cual sus miembros merecían ser juzgados
confín entre dos desiertos. con la mayor severidad posible. Éste es,
básicamente el dogma que se predica
Lincoln Bent sobre el tema en la teoría de las relaciones
En Montreal internacionales.
Carmen apareció en escena durante
Como internacionalista siempre había una fiesta de la Asociación de Estu-
hecho una evaluación categórica de la diantes Africanos de la Universidad de
masacre de Rwanda entre Hutus y Tutsis. McGill. Por una amiga en común, supe
Por inercia calificaba el hecho como una que había tenido que escapar de Rwanda
de las mayores barbaries que había visto por amenazas contra su vida durante el
la humanidad, en un acto que dejaba genocidio; en un periplo que la llevó de
sin piso el humanismo de los humanos. Kigali a Madrid, luego a Québec City y,
Todo eso cambió drásticamente cuando finalmente, a Montreal, lugar de donde
conocí a Carmen, la hija de un Ministro hoy su padre corre el riesgo de ser extra-
Hutu quien hoy vive exiliada en Canadá ditado, hacia una muerte segura.
por temor a que hagan con ella lo mismo Las conversaciones con ella sobre
que el gobierno, del que su padre formó el tema siempre fueron muy cautas y
parte, hizo con los Tutsis. respetuosas ante la realidad de su na-
Los primeros relatos vívidos que tuve ción. Popo, por otro lado, no ahorraba
48 / De lugares extraños
Revista Universidad del Rosario / 49
Antología de
Luz Mary Giraldo*
50 / Entrevista
El Novelino
Novela XLIV
Que cuenta cómo
un caballero
Eduardo Galeano
requirió de amores
La autoridad
a una dama En épocas remotas, eran las mujeres
Un caballero solicitaba en amores a quienes cazaban y pescaban. Ellas salían
una dama cierto día, y decíale, entre de las aldeas y volvían cuando podían
otras palabras, que él era gentil y rico y o querían. Los hombres montaban las
hermoso sin medida, “y vuestro marido chozas, preparaban la comida, mante-
es así de feo como vos sabéis”. Y el tal nían encendidas las fogatas contra el frío,
marido estaba tras la pared de la cámara; cuidaban a los hijos y curtían las pieles
habló y dijo: de abrigo.
—Messire, por cortesía concretaos a Así era la vida entre los onas, hasta
los hechos vuestros y no os mezcléis en que un día los hombres mataron a todas
los ajenos. las mujeres.
Messer Licio di Valbuona fue el feo, y Solamente las niñas recién nacidas se
Messer Rinieri da Calvoli fue el otro. salvaron del exterminio. Como no cono-
cían el secreto, no había peligro.
Cuando se hicieron mujeres, les dijeron
que servir a los hombres era su destino.
Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus
hijas y las hijas de sus hijas.
Reencuentro
que se llamaba María. Su parte Olga per-
manecía soltera y luego tomó un amante
La mujer dejó saber con la mirada que vivía en adoración ante sus ojos.
que quería decirle algo. Leoncio accedió, Ella no podía comprender que su ma-
y cuando ella se apeó del bus él hizo lo rido se enfureciera y le reprochara infi-
mismo. La siguió a corta pero discreta delidad. María es fiel, perfectamente fiel.
distancia, y luego de algunas cuadras la ¿Qué tenía él que meterse con Olga?
mujer se volvió. Sostenía con mano firme Ella no comprendía que él no com-
una pistola. Leoncio reconoció entonces prendiera. María cumplía con su deber,
a la mujer ultrajada en un sueño y des- la parte Olga adoraba a su amante.
cubrió en sus ojos la venganza. ¿Era ella culpable de tener un nombre
—Todo fue un sueño —le dijo. En un doble y de las consecuencias que esto
sueño nada tiene importancia. puede traer consigo?
—Depende de quien sueñe —dijo la Así, cuando el marido cogió el re-
mujer. Este también es un sueño. vólver, ella abrió los ojos enormes, no
asustados, sino llenos de asombro, por no
Vicente Huidobro poder entender un gesto tan absurdo.
El genio del
feliz de hombre casado, consumiendo
en el aburrimiento, por los siguientes
ingenio
ocho lustros, una ardiente nostalgia por
la gracia de los días idos.
Es una verdadera lástima, como dijo Lo cierto es que Wilde era un hombre
alguna vez Jorge Luis Borges en una de excepcional, que hizo del ingenio, de la
esas entrevistas que le hacían y cuyas lucidez a toda prueba, una forma eleva-
respuestas eran todas pequeñas obras dísima del arte; tanto que podría decirse,
maestras, que el nombre del escritor ir- sin sonrojos ya a estas horas de la vida,
landés Oscar Wilde esté asociado a dos que el ingenio era la versión perfecta del
hechos menores de su vida: sus gustos genio del poeta y dramaturgo y ensayista
homosexuales y el juicio por sodomía irlandés. Un genio que no hacía ninguna
—es decir por homosexualismo—, distinción entre la vida y la obra, trasla-
que le montó un amargo noble que en dando así, a las miserias cotidianas, des-
otras circunstancias, o por lo menos en tellos de un encanto que muchos creían
estos tiempos libertinos, habría podido sólo posible en los libros.
considerarse como su suegro. Se trataba Lo prueban sus anécdotas prodigiosas,
del Marqués de Queensberry, padre del atravesadas todas por una ironía que de
joven dandy Alfred no serlo haría aún más la-
mentable, y seria, la
El dedo
ejemplo, le dijo una vez a Wilde: “Siento
que mis colegas me excluyen, querido
Oscar. Han montado en mi contra una Un hombre pobre se encontró en su
conspiración del silencio. ¿Qué debo ha- camino a un antiguo amigo. Éste tenía
cer?”. “Únetele”, fue la respuesta estricta un poder sobrenatural que le permitía
del moralista, que lo era a su manera. En hacer milagros. Como el hombre pobre
otra ocasión, le consultaron su opinión se quejaba de las dificultades de su vida,
sobre una obra teatral que había sido su amigo tocó con el dedo un ladrillo
aclamada como un verdadero fiasco, y él que de inmediato se convirtió en oro. Se
apenas se encogió de hombros: “la obra lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó
era maravillosa, y el público un desastre”. de que eso era muy poco. El amigo tocó
Pero acaso sea su elogio de Madame de un león de piedra que se convirtió en un
Mountemier la pieza capital del escritor león de oro macizo y lo agregó al ladrillo
Wilde, advertido por un amigo sobre la de oro. El amigo insistió en que ambos
absoluta fealdad de tan grande dama fran- regalos eran poca cosa.
cesa, quien los había invitado a ambos a —¿Qué más deseas, pues? —le pre-
cenar en su palacio a las afueras de París. guntó sorprendido el hacedor de pro-
Apenas la vio, Wilde profirió una mueca digios.
de horror, y Madame, que conocía perfec- —¡Quisiera tu dedo! —contestó el
tamente lo suyo y que quería evitarle a su otro.
ilustre comensal una vergüenza, le dijo en
tono festivo: “¿Verdad señor Wilde que soy Franz Kafka
la mujer más fea de Francia?”. El poeta la
tomó de la mano, besándosela, y le respon- El rechazo
dió con galantería: “Del mundo, señora. Es Cuando encuentro una hermosa joven
inútil restarse méritos tan evidentes”. y le ruego: “Tenga la bondad de acompa-
ñarme” y ella pasa sin contestar, su silen-
cio quiere decir esto:
Una pequeña
título ni un fornido americano con por-
te de piel roja, con ojos equilibrados y
fábula
tranquilos, con un cutis templado por
el viento de las praderas y de los ríos
que las atraviesan, no has hecho ningún —¡Ay! —dijo el ratón. El mundo se
viaje por los grandes océanos y por esos hace cada día más pequeño. Al principio
mares que no sé dónde se encuentran. era tan grande que le tenía miedo; corría
En consecuencia, ¿Por qué yo, una joven y corría y por cierto que me alegraba ver
hermosa, habría de acompañarte? esos muros, a diestra y siniestra, en la dis-
Olvidas que ningún automóvil te tancia. Pero esas paredes se estrechan tan
pasea en largas acometidas por las calles; rápido que me encuentro en el último
no veo a los caballeros de tu séquito que cuarto y ahí en el rincón está la trampa,
se abalanzan tras de ti y que te siguen sobre la cual debo pasar.
en estrecho semicírculo, murmurándote —Todo lo que debes hacer es cambiar
bendiciones; tus pechos parecen perfec- de rumbo —dijo el gato, y se lo comió.
tamente comprimidos en tu blusa, pero
tus caderas y tus muslos los compensan Jaime Alberto Vélez
de esa opresión; llevas un vestido de ta-
fetán plegado, como los que tantos nos Arcano
alegraron el otoño pasado, y, sin embar- Sólo al acercarse al patíbulo se supo
go, sonríes —con ese peligro mortal en que aquella mujer, que tenía fama de ser
el cuerpo— de vez en cuando. bruja, era tan sólo una cándida adoles-
cente. De modo que al observar la belleza
de su rostro recién descubierto, todos,
dudando de la acusación, quedaron
conmovidos por su hermosura y deci-
dieron devolverle su libertad, que así, en
Azabache
Mariana Frenk
El ciervo
cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su
escondido
casa, pensando todavía en el ciervo, y
realmente soñó, y en el sueño soñó el
Un leñador de Cheng se encontró en el lugar donde había ocultado al ciervo y
campo con un ciervo asustado y lo mató. también soñó quién lo había encontrado.
Para evitar que otros lo descubrieran, lo Al alba fue a casa del otro y encontró al
enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ciervo. Ambos discutieron y fueron ante
ramas. Poco después olvidó el sitio donde un juez, para que resolviera el asunto. El
lo había ocultado y creyó que todo había juez le dijo al leñador:
ocurrido en un sueño. Lo contó, como —Realmente mataste un ciervo y
si fuera un sueño, a toda la gente. Entre creíste que era un sueño. Después so-
los oyentes hubo uno que fue a buscar al ñaste realmente y creíste que era verdad.
ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó El otro encontró al ciervo y ahora te lo
a su casa y dijo a su mujer: disputa, pero su mujer piensa que soñó
—Un leñador soñó que había matado que había encontrado un ciervo. Pero
un ciervo y olvidó dónde lo había escon- como aquí está el ciervo, lo mejor es que
dido y ahora yo lo he encontrado. Ese se lo repartan.
hombre sí que es un soñador. El caso llegó a oídos del rey de Cheng
—Tú habrás soñado que viste un y el rey de Cheng dijo:
leñador que había matado un ciervo. —¿Y ese juez no estará soñando que
¿Realmente crees que hubo un leñador? reparte un ciervo?
Pero como aquí está el ciervo, tu sueño
debe ser verdadero —dijo la mujer.
—Aun suponiendo que encontré al
ciervo por un sueño —contestó el ma-
Fábula 1
¿De qué lejanos reinos, entonces has
venido?
El pececillo, aburrido porque ¿Yo?, yo sólo leía un cuento, un ma-
ravilloso cuento de instrumentos, de
nunca le sucedía nada emocionan-
enanos que hacían sonar los pianos, de
te, decidió salir a la superficie de la príncipes enamorados de las flautas, de
tierra. En aquel instante sobrevino un guitarrón que cantaba serenatas y aves
el diluvio universal. parloteando su canción entre las ramas.
¡Cómo!, ¿de instrumentos dices?
Claudia Pinilla y Boris Pinto Ah sí… unos tan nobles, otros tan
El taller de los
presumidos, unos tristes, otros atrevidos,
algunos grandes, sonoros y panzones,
juguetes cantores
otros muy dulces, repletos de canciones,
de pulidas maderas y brillantes metales,
Sophía se quedó dormida con el cuen- juegan entre canciones con graciosos
to abierto sobre las cobijas. animales.
Y soñando entre algodones, despertó ¿De madera y de metal has dicho?
en el justo momento en que un ratón se ¡Sí!... son formas y figuras y colores,
frotaba las mejillas con dolor repitiendo me invitan a escuchar su buen sonido las
¡Ay, ay, ay, es por mi violín! arpas hilanderas de los vientos dorados,
Se sentó en el borde de una nota que, los cantantes de conciertos.
amablemente le sirvió de cuna y, aunque ¿Escuchas nuestras voces?
la luna le miraba la nariz se levantó asom- ¿Cómo pues, si no tenemos vida?
brada, sonriendo y muy feliz. Si sólo somos metal, y madera y cuer-
¿Quién eres?, preguntó un amable da llenando los rincones polvorientos del
fagot, no hay madera en tus zapatos ni taller…
Blanca sombra
66 / Entrevista
R. F. Burton Escondido debajo de la lengua muerta
encontró un anillo con una piedra pre-
La obra y el poeta ciosa. No bien el anillo estuvo en manos
de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar
El poeta hindú Tulsi Das compuso la sepultura al cadáver y volcó su amor en
gesta de Hanuman y de su ejército de la persona del arzobispo. Para escapar de
monos. Años después, un rey lo encarce- la embarazosa situación, Turpín arrojó el
ló en una torre de piedra. En la celda se anillo al lago de Constanza. Carlomagno
puso a meditar y de la meditación surgió se enamoró del lago Constanza y no qui-
Hanuman con su ejército de monos y so alejarse nunca más de sus orillas.
conquistaron la ciudad e irrumpieron en
la torre y lo libertaron. Macedonio Fernández
La leyenda de disminución
Carlomagno dócilEl señor Ga había sido tan asiduo, tan
y prolongado paciente del doctor
Terapéutica, que ahora ya era sólo un pie.
El emperador Carlomagno se enamo-
Extirpados sucesivamente los dientes, las
ró, siendo ya viejo, de una muchacha
amígdalas, el estómago, un riñón, un
alemana. Los nobles de la corte estaban
pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba
muy preocupados, porque el soberano,
el valet del señor Ga a llamar al doctor
poseído de ardor amoroso y olvidado de
Terapéutica, para que atendie- ra
la dignidad real, descuidaba los asuntos
el pie del señor Ga, que lo
del Imperio. Cuando la muchacha murió
mandaba llamar.
repentinamente, los dignatarios respi-
El doctor Terapéutica
raron aliviados, pero por poco tiempo,
examinó detenidamente el
porque el amor de Carlomagno no había
pie y “meneando con grave modo”
muerto con ella. El Emperador, que ha-
la cabeza resolvió:
bía hecho llevar a su aposento el cadáver
—Hay demasiado pie,
embalsamado, no quería separarse de él.
con razón se siente mal:
El arzobispo Turpín, asustado de esta
le trazaré el corte nece-
macabra pasión, sospechó un encan-
sario, a un cirujano.
tamiento y quiso examinar el cadáver.
La punta El castigo
Aquí los delitos son muchos pero el
de la castigo es único, siempre idéntico.
Se coloca al condenado ante un túnel
madeja interminable, entre los rieles de una vía
Cuando ella descubrió férrea. A partir de ese momento el conde-
su primera cana quiso nado sabe lo que le espera. Huye, porque
arrancarla de un tirón, no tiene más que esa oportunidad. Aluci-
pero como el odioso pelo nación, porque el túnel no tiene fin.
blanco se prolongaba, jaló El condenado corre hasta perder el
y jaló, mientras su cuerpo se aliento y después la vida.
destejía, hasta que sólo quedó una Sin embargo, se puede afirmar que
niña llorando asustada. nunca tren alguno fue lanzado por esa
vía.
Edwin Morgan
Arturo Bolaños
La sombra de las
Sin salida
jugadas Ale, agotada por tanto levantamiento
En uno de los cuentos que integran de estructuras arquitectónicas, se quedó
la serie de los Mabinogion, dos reyes dormida sobre los planos. Al despertar,
enemigos juegan al ajedrez, mientras en miró a su alrededor y nada le era conoci-
un valle cercano sus ejércitos luchan y se do. Después de frotar sus ojos y recobrar
destrozan. Llegan mensajeros con noticias la calma, comprendió que habitaba la
de la batalla; los reyes no parecen oírlos e, habitación que había estado diseñando.
inclinados sobre el tablero de plata, mueven Todo empeoró.
las piezas de oro. Gradualmente se aclara Recordó que no había
que las vicisitudes del combate siguen las dibujado las puertas
vicisitudes del juego. Hacia el atardecer, de salida.
uno de los reyes derriba el tablero, porque
le han dado jaque mate y poco después un
jinete ensangrentado le anuncia: Tu ejército
huye, has perdido el reino.
68 / Puro cuento
Sara Camargo Trejos Él, bien parecido, vive errante y se ali-
menta de las miradas de ellas, vitaminas
Delgado, no repudiadas, prefiere morirse de hambre.
Se pone su gorra rojo bermellón, que
tan alto… no es más que una gorra roja bermellón.
Delgado, no tan alto, camina Camina despacio poco sonríe; ama con
despacio, poco sonríe; vive en lagrimas agrias, rechazo, nube, polvo.
metáforas un poco ardientes, Ama a aquella doncella que baila con
un poco vagas y sin sentido. hadas y con ese duende abominable, as-
No respira aire, inhala no- queroso y lamentablemente apuesto, ese
tas de un rock pesado que que la abraza y ya no hay remedio.
poco se entiende, no exhala Frío asfalto sostiene sus pies cansa-
CO2 más bien libera letras tipo dos, caballero ambulante bajo la lluvia
scrabble con dejo a cigarrillo, que cuando gris, ojos empañados, botella, elefantes
se ordenan crean el nombre de ella. rosados. Esa agua que cae le apaga el
Ella, ella, ella con su vestido blanco, cigarrillo y sus zapatos cafés se hunden
hondea el viento, ese que le susurra en un mar de aguas sucias. Inteligente,
canciones victorianas. Las hojas bailan y dicen muchos de este “mente rara”.
ella cierra los ojos verdes magentas, esos Saca la libreta, la lluvia la mancha,
ojos que sólo pueden ver tres sordos del manchas en hojas tal cómo su vida. Y
quinto oído en un planeta lejano. aunque sucia, no importa; sólo lo escri-
Él no tiene nombre, aborrece su ape- be y luego se despide; deja su gorra roja
llido, camina despacio, poco sonríe y su bermellón, que no es más que una gorra
chaqueta, mojada por la lluvia le pesa, roja bermellón, deja su gorra y su libreta
no por el agua contenida, pero sí por lo bajo el árbol y el puente le tantea, prueba
fea y triste que luce cuando la mímica y la vida. Elefantes rosados. No sabe, no
vengativa luna la deslumbra. quiere, ama. Poco sonríe. Cae.
Ella danza con las hadas que salen DE
su boca, vuelan sin alas y se balancean entre Armando Fuentes Aguirre
las notas de los pentagramas de un coro de
grillos, amantes, feos y marfiles. Un cuento
El viento le susurra canciones victo- Después de largos días de paciencia,
rianas y cada compás lleva el ritmo de su logró armar un barquito de esos que se
cabello rojo escarlata, que es más que un forman pieza por pieza dentro de una
rojo escarlata. botella.
70 / Puro cuento
César Fernández Moreno
Heraclitana
Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí
es posible bañarse dos —y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de
cada quién— veces en el mismo río.
Joaquín Sabina
ba razón.
Le sobraban razones, le falta
Revista Universidad del Rosario / 71
EL CUENTO
Ambrose Bierce
El Puente sobre el
Río del Búho
Desde un puente ferroviario, al norte del puente. Se limitaban a bloquear los
de Alabama, un hombre contemplaba el lados del entarimado. Delante de uno de
rápido discurrir del agua seis metros más los vigías no había nada; la vía del tren
abajo. Tenía las manos detrás de la es- penetraba en un bosque un centenar de
palda, las muñecas sujetas con una soga; metros y, dibujando una curvatura, des-
otra soga, colgada al cuello y atada a un aparecía. No muy lejos de allí, sin duda,
grueso tirante por encima de su cabeza, había una posición de vanguardia. En la
pendía hasta la altura de sus rodillas. otra orilla, un campo abierto ascendía con
Algunas tablas flojas colocadas sobre los una ligera pendiente hasta una empalizada
durmientes de los rieles le prestaban un de troncos verticales con aberturas para
punto de apoyo a él y a sus verdugos, dos los fusiles y un solo ventanuco, por el cual
soldados rasos del ejército federal bajo las salía la boca de un cañón de bronce que
órdenes de un sargento que, en la vida dominaba el puente. Entre el puente y el
civil, debió de haber sido agente de la fortín estaban situados los espectadores:
ley. No lejos de ellos, en el mismo enta- una compañía de infantería, en posición
rimado improvisado, estaba un oficial del de descanso; es decir, con la culata de
ejército con las divisas de su graduación; los fusiles en el suelo, el cañón inclinado
era un capitán. En cada lado un vigía levemente hacia atrás contra el hombro
presentaba armas, con el cañón del fusil derecho, las manos cruzadas encima de la
por delante del hombro izquierdo y la caja. A la derecha de la hilera de soldados
culata apoyada en el antebrazo cruzado había un teniente; la punta de su sable
transversalmente sobre el pecho, postura tocaba tierra, la mano derecha reposaba
forzada que obliga al cuerpo a perma- encima de la izquierda. Sin contar con los
necer erguido. A estos dos hombres no verdugos y el reo en el medio del puente,
les interesaba lo que sucedía en medio nadie se movía. La compañía de soldados,
72 / El cuento
delante del puente, miraba fijamente, hie- y al suboficial en los límites de la misma
rático. Los vigías, en frente de los límites tabla que cubría tres durmientes del
del río, podrían haber sido esculturas que puente. El extremo donde se situaba al ci-
engalanaban el puente. El capitán, con los vil casi llegaba, aunque no del todo, a un
brazos entrelazados y mudo, examinaba el cuarto durmiente. La tabla se mantenía
trabajo de sus auxiliares sin hacer ningún en su sitio por el peso del capitán; ahora
gesto. Cuando la muerte se presagia, se lo estaba por el peso del sargento. A una
debe recibir con ceremonias respetuosas, señal de su mando, el sargento se apar-
incluso por aquéllos más habituados a taría, se balancearía la madera y el reo
ella. Para este mandatario, según el código caería entre dos durmientes. Consideró
castrense, el silencio y la inmovilidad son que esta acción, debido a su simplicidad,
actitudes de respeto. era la más eficaz. No le habían cubierto el
El hombre cuya ejecución preparaban rostro ni vendado los ojos. Observó por
tenía unos treinta y cinco años. Era civil, un instante su inseguro punto de apoyo
a juzgar por su ropaje de cultivador. Po- y miró vagamente el agua que corría por
seía elegantes rasgos: una nariz vertical, debajo de sus pies formando furiosos
boca firme, ancha frente, cabello negro torbellinos. Una madera que flotaba en
y ondulado peinado hacia atrás, que la superficie le llamó la atención y la si-
se inclinaba hacia el cuello de su bien guió con la vista. Apenas avanzaba. ¡Qué
terminada levita. Llevaba bigote y barba indolente corriente!
en punta, pero sin patillas; sus grandes Cerró los ojos para recordar, en estos
ojos de color grisáceo desprendían un últimos instantes, a su mujer y a sus hijos.
gesto de bondad imposible de esperar El agua brillante por el resplandor del sol,
en un hombre a punto de morir. Eviden- la niebla que se cernía sobre el río contra
temente, no era un criminal común. El las orillas escarpadas no lejos del puente,
liberal código castrense establece la horca el fortín, los soldados, la madera que flo-
para todo el mundo, sin olvidarse de las taba, todo en conjunto lo había distraído.
personas decentes. Y en este momento tenía plena concien-
Finalizados los preparativos, los dos cia de un nuevo motivo de distracción.
soldados se apartaron a un lado y cada Al dejar el recuerdo de sus seres queridos,
uno retiró la madera sobre la que había escuchaba un ruido que no comprendía
estado de pie. El sargento se volvió hacia ni podía ignorar, un ruido metálico,
el oficial, lo saludó y se colocó detrás de como los martillazos de un herrero so-
éste. El oficial, a su vez, se desplazó un bre el yunque. El hombre se preguntó
paso. Estos movimientos dejaron al reo qué podía ser este ruido, si procedía de
74 El cuento
zada en la orilla norte. Por una orden, III
colocada en carteles por todas partes, Al caerse al agua desde el puente,
el comandante ha dictaminado que Peyton Farquhard perdió la conciencia,
cualquier civil a quien se le sorprenda como si estuviera muerto. De este estado
en intento de sabotaje a las líneas férreas salió cuando sintió una dolorosa presión
será ejecutado sin juicio previo. Yo he en la garganta, seguida de una sensación
visto la orden. de ahogo. Dolores terribles, fulgurantes,
—¿A qué distancia está el Puente del cruzaban todo su cuerpo, de la cabeza
Búho? —pregunto Faquhar. a los pies. Parecía que recorrían líneas
—A unos cincuenta kilómetros. concretas de su sistema nervioso y latían
—¿No hay tropas a este lado del río? a un ritmo rápido. Tenía la sensación
—Un solo piquete de avanzada a me- de que un enorme torrente de fuego le
dio kilómetro, sobre la vía férrea, y un subía la temperatura insoportablemente.
solo vigía de este lado del puente. La cabeza le parecía a punto de explotar.
—Suponiendo que un hombre, un Estas sensaciones le impedían cualquier
ciudadano aficionado a la horca, pudiera tipo de raciocinio, sólo podía sentir, y
despistar la avanzadilla y lograse engañar esto le producía un enorme dolor. Pero
al vigía _dijo el plantador sonriendo—, se daba cuenta de que podía moverse, se
¿qué podría hacer? balanceaba como un péndulo de un lado
El militar pensó: “Estuve allí hace un para otro. Después, de un solo golpe,
mes. La creciente de este invierno pasado muy brusco, la luz que lo rodeaba se alzó
ha acumulado una enorme cantidad de hasta el cielo. Hubo un chapoteo en el
troncos contra el muelle, en esta parte agua, un rugido aterrador en sus oídos
del puente. En estos momentos los tron- y todo fue oscuridad y frío. Al recuperar
cos están secos y arderían con mucha la conciencia supo que la cuerda se había
facilidad”. roto y él había caído al río. Ya no tenía la
En ese mismo instante, la mujer le sensación de estrangulamiento: el nudo
acercó el vaso de agua. Bebió el soldado, corredizo alrededor de su garganta, ade-
le dio las gracias, saludó al marido y se más de asfixiarle, impedía que entrara
alejó con su cabalgadura. Una hora des- agua en sus pulmones. ¡Morir ahorcado
pués, ya de noche, volvió a pasar frente en el fondo de un río! Esta idea le parecía
a la plantación en dirección al norte, de absurda. Abrió los ojos en la oscuridad y
donde había venido. Aquella tarde había le pareció ver una luz por encima de él,
salido a reconocer el terreno. Era un sol- ¡tan lejana, tan inalcanzable! Se hundía
dado explorador del ejército federal. siempre, porque la luz desaparecía cada
76 El cuento
visible comenzó a dar vueltas lentamen- orilla: el oficial cumplía con sus quehace-
te. Entonces vio el puente, el fortín, a res matinales. Con qué frialdad, con qué
los vigías, al capitán, a los dos soldados pausada voz que calmaba a los soldados
rasos, sus verdugos, cuyas figuras se dis- e imponía la suya, con qué certeza en los
tinguían contra el cielo azul. Gritaban y intervalos de tiempo, se escucharon estas
gesticulaban, señalándolo con el dedo; palabras crueles:
el oficial le apuntaba con su revólver, —¡Atención, compañía...! ¡Armas
pero no disparaba; los otros carecían de al hombro...! ¡Listos...! ¡Apunten...!
armamento. Sus movimientos a simple ¡Fuego...!
vista resultaban extravagantes y terribles; Farquhar pudo sumergirse tan pro-
sus siluetas, grandiosas. fundamente como era necesario. El agua
De pronto escuchó un fuerte estam- le resonaba en los oídos como la voz del
pido y un objeto sacudió fuertemente el Niágara. Sin embargo, oyó la estrepitosa
agua a muy poca distancia de su cabeza, descarga de la salva y, mientras emergía
salpicando su cara. Escuchó un segun- a la superficie, encontró trozos de metal
do estampido y observó que uno de los brillante, extremadamente chatos, bajan-
vigías tenía aún el fusil al hombro; de do con lentitud. Algunos le alcanzaron la
la boca del cañón ascendía una nube de cara y las manos, después siguieron des-
color azul. El hombre del río vio cómo le cendiendo. Uno se situó entre su cuello
apuntaba a través de la mirilla del fusil. y la camisa: era de un color desagradable,
Al mirar a los ojos del vigía, se dio cuenta y Farquhar lo sacó con energía.
de su color grisáceo y recordó haber leído Llegó a la superficie, sin aliento, después
que todos los tiradores famosos tenían de permanecer mucho tiempo debajo del
los ojos de ese color; sin embargo, éste agua. La corriente lo había arrastrado muy
falló el tiro. lejos, cerca de la salvación. Mientras tanto,
Un remolino le hizo girar en sentido los soldados volvieron a cargar sus fusiles
contrario; nuevamente tenía a la vista sacando las baquetas de sus cañones. Otra
el bosque que cubría la orilla opuesta al vez dispararon y, de nuevo, fallaron el tiro.
fortín. Escuchó una voz clara detrás de El perseguido vio todo esto por encima
él; en un ritmo monótono, llegó con una de su hombro. En ese momento nadaba
extremada claridad anulando cualquier enérgicamente a favor de la corriente.
otro sonido, hasta el chapoteo de las olas Todo su cuerpo estaba activo, incluyendo
en sus oídos. A pesar de no ser soldado, la cabeza, que razonaba muy rápidamente.
conocía bastante bien los campamentos “El teniente —pensó— no cometerá un
y lo que significaba esa monserga en la segundo error. Esto era un error propio
78 El cuento
Al anochecer continuó avanzando, guaba su fiebre. La hierba cubría toda
hambriento y fatigado, con los pies aquella avenida virgen. Ya no sentía el
heridos. Continuaba vivo por el pensa- suelo a sus pies.
miento de su familia. Al final encontró un Dejando a un lado sus sufrimientos,
camino que lo llevaba a buen puerto. Era seguramente se ha dormido mientras
ancho y recto como una calle de ciudad. Y, caminaba, porque contempla otra nue-
sin embargo, no daba la impresión de ser va escena; quizá ha salido de una crisis
muy conocido. No colindaba con ningún delirante. Se encuentra delante de las
campo; por ninguna parte aparecía vivien- rejas de su casa. Todo está como lo había
da alguna. Nada, ni siquiera el ladrido de dejado, todo rezuma belleza bajo el sol
un perro, sugería un indicio de humanidad matinal. Ha debido caminar, sin parar,
próxima. Los cuerpos de los dos enormes toda la noche. Mientras abre las puertas
árboles parecían dos murallas rectilíneas; de la reja y sube por la gran avenida
se unían en un solo punto del horizonte, blanca, observa unas vestiduras flotar
como un diagrama de una lección de pers- ligeramente: su esposa, con la faz fresca
pectiva. Por encima de él, levantó la vista y dulce, sale a su encuentro bajando de la
a través de una brecha en el bosque, y vio galería, colocándose al pie de la escalinata
enormes estrellas áureas que no conocía, con una sonrisa de inenarrable alegría, en
agrupadas en extrañas constelaciones. Su- una actitud de gracia y dignidad incom-
puso que la disposición de estas estrellas parables. ¡Qué bella es! Él se lanza para
escondía un significado nefasto. De cada abrazarla. Cuando se dispone a hacerlo,
lado del bosque percibía ruidos en una siente en su nuca un golpe que le atonta.
lengua desconocida. Una luz blanca y enceguecedora clama a
Le dolía el cuello; al tocárselo lo en- su alrededor con un estruendo parecido
contró inflamado. Sabía que la soga lo al del cañón... y después absoluto silencio
había marcado con un destino trágico. y absoluta oscuridad.
Tenía los ojos congestionados, no podía Peyton Farquhar estaba muerto. Su
cerrarlos. Su lengua estaba hinchada por cuerpo, con el cuello roto, se balanceaba
la sed; sacándola entre los dientes apaci- de un lado a otro del Puente del Búho.
80 / El cuento
Acuerdos
A la memoria de
monseñor Rafael Carrasquilla
Fiesta Rosarista
La Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en uso de sus facultades Constitucionales y,
Los nuevos Colegiales de Número. De pie (izq-der). Juan Guillermo López, Dirceo Olmedo Córdoba, Andrés Mauricio Jaramillo,
Juliana Inés Rojas, Giovanni Miguel Algarra, Hans Peter Knudsen, rector de la Universidad del Rosario, Diego Fernando Pérez,
Hernán José Vidal, Juan Fernando Anzola y Óscar Iván Ávila. Abajo (izq-der). Lina María Vélez, Myriam Liliana López, María
Fernanda Castro, María Cristina Castro y Yuli Guzmán Prado.
82 / Vida Rosarista
De izquierda a derecha: Alejandro Sanz de Santamaría Samper, De izquierda a derecha: Monseñor Germán Pinilla Monroy,
Eduardo Posada Flórez y Pedro Gómez Barrero, Consiliarios de Capellán de la Universidad del Rosario, Sergio Rodríguez Azue-
la Universidad, Hans Peter Knudsen, Rector de la Universidad ro, Consiliario, José Manuel Restrepo Abondano, Vicerrector,
del Rosario y el Cardenal Pedro Rubiano Sáenz Alejandro Sanz de Santamaría Samper, Eduardo Posada Flórez
y Pedro Gómez Barrero, Consiliarios, Hans Peter Knudsen,
Rector de la Universidad, Cardenal Pedro Rubiano Sáenz.
Que se ha desarrollado un cuidadoso proceso a los siguientes alumnos del Colegio a quienes se
de selección, dando pleno cumplimiento a lo es- asignarán las sillas correspondientes a los primeros
tablecido en las Constituciones y observando los Colegiales así:
criterios de selección establecidos por la Consiliatura ARTÍCULO SEGUNDO: Comuníquese este
conforme a las tradiciones del Colegio; Acuerdo al Señor Presidente de la República como
Patrono del Colegio para su aprobación.
ACUERDA:
ARTÍCULO PRIMERO: Conságrense Colegiales COMUNÍQUESE Y CUMPLASE
de Número del Colegio Mayor de Nuestra Señora Dado en Bogotá D.C., el once (11) de septiem-
del Rosario, con todos los deberes y las prerrogativas bre de dos mil siete (2007).
que nuestras Constituciones otorgan a tal dignidad,
ACUERDO 199
(11 de septiembre de 2007)
La Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario en uso de sus facultades Constitucionales
y,
CONSIDERANDO:
Que Reynaldo Cabrera Polanía, Bachiller y Catedrá-
tico del Claustro, desempeñó desde 2003 hasta 2006
el cargo de Consiliario, por elección del Colegio
Electoral, compuesto por el Rector y los Colegiales
de Número; El cardenal Pedro Rubiano Sáenz hace entrega del diploma de
Que desde esa posición ha servido ejemplarmen- Colegial Honorario al Dr. Reynaldo Cabrera Polanía.
te al Colegio, cuidando de su buena marcha como
de cosa propia, por lo cual la Comunidad Rosarista
debe agradecerle su dedicación y acierto;
84 / Vida Rosarista
El rector de la Universidad Hans Peter Knudsen le pone la Los Colegiales de número durante la ceremonia de
medalla de colegial al Dr. Reynaldo Cabrera Polanía. consagración.
ACUERDO 200
(11 de septiembre de 2007)
86 / Vida Rosarista
Palabras del Secretario General del Colegio
Mayor de Nuesta Señora del Rosario en el
homenaje rendido por
Señor don Jaime Posada, Director de la Acade- Patria que contribuyó a fundar y a la cual debe dedicar
mia Colombiana de la Lengua, señores académicos, un esfuerzo constante por estar a la vanguardia del
señoras y señores: conocimiento.
La generosidad de esta Academia al conmemo- Querríamos brevemente, luego de la docta diser-
rar en este acto el sesquicentenario del nacimiento tación del Académico de Número don Guillermo
del doctor Rafael María Carrasquilla compromete Ruiz Lara, a quien expresamos nuestra sincera
el agradecimiento del Colegio Mayor de Nuestra gratitud, referirnos a tres virtudes que adornaron a
Señora del Rosario, cuya comunidad de directivas, ese gran repúblico, digno sucesor del fundador Fray
alumnos, egresados y profesores tiene en ese Maes- Cristóbal de Torres y que nuestra labor educativa
tro sin par un faro inextinguible, orientador del considera indispensable enfatizar en estos tiempos
Claustro que el 18 de diciembre de este año cumple de tanta crispación e intemperancia.
354 de existencia, precisamente el mismo día del La primera de esas virtudes en las cuales el Rec-
aniversario de su Rector Magnífico. tor Carrasquilla fue Maestro es la de la tolerancia.
Nuestra tarea al frente de esa “casa de la verdad Gracias a ella, bajo su dirección y a pesar de la
que hace libres” está dirigida por la máxima evangé- hegemonía de su época, se formaron en el Colegio
lica escogida por Monseñor Carrasquilla como lema Mayor personajes tan divergentes en sus posiciones
para la revista por él fundada en 1905, órgano oficial filosóficas y políticas, tales como Darío Echandía,
de nuestra Institución: “Nova et Vetera”. Siempre Antonio Rocha, Alberto y Eduardo Zuleta Ángel,
antiguo y siempre nuevo el Claustro tiene la respon- Carlos y Juan Lozano y Lozano, José Antonio Mon-
sabilidad irrenunciable de conservar la tradición de talvo, Alberto Lleras, Guillermo Amaya Ramírez y
tantos siglos y de ofrecer a la juventud estudiosa una José Francisco Socarrás, por recordar solo a algunos
educación de excelencia para el mejor futuro de esta pocos.
Innumerables testimonios, fidedignos y con- explica y justifica (…) todas las acciones, aún las
testes de sus discípulos y contemporáneos, así lo más reprobables, como poco eficaz y aun contra-
producente para el oficio de formar prosélitos de
demuestran. Esto nos cuenta Darío Echandía:
determinada secta o bandería, desde el rectorado
“En este país nuestro, en donde con tanta fre- del Rosario. Tenían razón los tales, y aun de sobra,
cuencia los hombres tienen partido antes de porque los discípulos del doctor Carrasquilla
tener ideas políticas, será siempre adoctrinador el sabíamos bien, y por experiencia, que el hecho
ejemplo de Monseñor Carrasquilla, para quien lo de estar afiliados a uno u otro de los partidos, no
importante no eran los partidos sino las ideas de influía para nada, ni a favor ni en contra de los
los hombres acerca de los problemas de la nación. alumnos, en el ánimo del rector.”
Dada su peculiar manera de entender la política,
sería abusivo calificarlo de hombre de un partido. Por su parte José Manuel Saavedra Galindo,
Y esto, no obstante que defendió francamente y primer graduado de la Facultad de Jurisprudencia
desde el púlpito en más de una ocasión, el derecho restaurada por Carrasquilla, nos dice lo siguiente:
de los sacerdotes a tener opiniones políticas y a
ejercer, al igual que los laicos, su plena actividad “No conoció la intransigencia sino en los clásicos
ciudadana. Pero este concepto de la política como principios que él profesaba. Jamás con los hom-
noble pugna ideológica antes que violento con- bres. Tenía amigos en todos los partidos políticos y
traste de intereses, lo hizo aparecer a los ojos de en todas las creencias. Y en las grandes festividades
algunos que suelen pensar que la razón del partido de su colegio, gustaba juntar en la misma mesa a
88 / Vida Rosarista
Luis Enrique Nieto Arango, Secretario General de la Universidad y Jaime Posada Díaz, Director de la Academia Colombiana de
la Lengua.
suyas, por cierto muy bellas, en que aparecen
Francisco Eustaquio Álvarez y Juan Manuel Ru-
das, antiguos rectores del Rosario, pintados con
todos los colegiales antiguos y nuevos, cualesquiera mano no solo justiciera sino cariñosa…Dentro de
que fuesen sus ideologías. Comprendía que la una infinita sencillez con costumbres de la vieja
tolerancia es la palabra de más bello sentido en Santa Fe, era orgulloso. Pero no era intolerante.
los avances de la civilización humana. Y este rasgo Con el se podía conversar de lo más opuesto a su
característico de monseñor, imprimió carácter a filosofía sin asustarlo. La práctica del confesiona-
los rosaristas que él educó, no tienen pasiones rio le había dado, antes que el horror de que dan
extremas, presentan proyecciones suaves en todos muestras, con grandes aspavientos, los hipócritas,
los órdenes del pensamiento, y se aman colectiva- una indulgencia razonada”.
mente como una familia de hermanos.”
La segunda, que hoy, en estos tiempos de avidez
A su vez el doctor Luis Eduardo Nieto Caballero y consumismo para tantos resulta exótica, fue la
nos recuerda: austeridad, rayana en la pobreza, la cual atestigua
“Monseñor Carrasquilla no era un hombre capaz conmovedoramente el último considerando del de-
de desconocer la grandeza de sus predecesores, creto 459 de 1930 por el cual el Gobierno Nacional,
para desacreditar el nombre liberal, ni menos para presidido por el Rosarista Miguel Abadía Méndez,
hacer méritos, generalmente inexistentes en los ensalza la memoria de ese prestantísimo varón:
que denigran y en los que se quejan de lo mismo
que podrían remediar si al esfuerzo aplicaran las “Que la absoluta consagración al público servicio,
energías malgastadas en la crítica. Hay páginas sin preocuparse de allegar terrenas granjerías, le
90 / Vida Rosarista
Fiesta Rosarista