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Así queremos los textos para el próximo número

(máximo 7 páginas,Times New Roman, 12 puntos)

Envíelos a
urevista@urosario.edu.co,
hasta el primero de abril de 2008
Contenido
Correo
Edwin Broster Germán Santamaría
La explicación Morir último
James Joyce Wu Ch’eng-En

Editorial
Definición del fantasma La sentencia
Martin Buber Las mil y una noches
El descuido El juramento del cautivo
Richard Wilhelm I.A. Ireland

102
La secta del Loto Blanco Final para un cuento fantástico
Franz Kafka Thomas Bailey Aldrich
La partida Sola y su alma
Robert Quintin Penn
15
CUENTOS
I tried
De creyentes y fantasmas … Mariana Ramos Venegas
muertos Instinto de plenitud

7 Antología: Jorge Luis Borges


Cultura Ijca (Colombia)
René Avilés Fabila
Los fantasmas y yo
DE Explicaciones Thomas Carlyle
El mama que inventó la muerte
y preguntas Un auténtico fantasma
Jorge Luis Borges y Delia Ing.
Antología: Julio Cortázar Alexandra David-Neel
Odín
Samuel Butler La persecución del maestro
Anónimo
Andrómeda Flor María Ávila
El negador de milagros
Héctor Rojas Herazo Cuento sin nombre
Nozhat el Djallas
Un agujero
Peligros del exceso de piedad
Luis L. Antuñano
Polemistas
Gabriel Cristián Taboada 31
El cielo ganado De cosas… de la vida
Kostas Axelos Antología: José Miguel Oviedo
M. R. Werner
Lo real y lo imaginario Ricardo Arturo Peñuela Ordóñez
El peligroso taumaturgo
Kostas Axelos El cargo más alto de Bogotá
George Loring Frost
El ser Augusto Monterroso
Un creyente
Kostas Axelos Fecundidad
Ah’med El Qalyubi
Dios Arthur Walley
Temor de la cólera
Kostas Axelos Una nostalgia
Kostas Axelos
La búsqueda Franz Kafka
La muerte
Juan de Timoneda Transeúntes
Kostas Axelos
Cuento XXXVIII Magaly Pabón Robayo
Las voces del silencio
Francisco Acevedo Esa masa amorfa
Jorge Luis Borges
Der traum ein leben Mark Twain
1983
Óscar Wilde Gemelos
Jean Cocteau
El reflejo Sergio Flores
El gesto de la muerte
Max Aub Prejuicios útiles
Fergus Nicholson
Hablaba y hablaba…. Jorge Amado
Nosce te ipsum
Alfonso Reyes El busto
El intuitivo
Nova
Fernando Pessoa de oxyrrinco Gustavo Masso
Viajar Juan Esteban Constaín La punta de la madeja
Zhuang Zi El genio del ingenio Edwin Morgan
El arte de matar dragones Feng Meng-Lung La sombra de las jugadas
Nathaly Jiménez Reinales El dedo Jacques Sternberg

et
Estado somnoliento Franz Kafka El castigo
El rechazo Arturo Bolaños
41 Franz Kafka Sin salida
De lugares… Una pequeña fábula Sara Camargo Trejos
extraños Jaime Alberto Jiménez Delgado, no tan alto…
Antología: Juan Gustavo Cobo Arcano Armando Fuentes Aguirre

Vetera
Borda Andrés Felipe Chaves Gutiérrez Un cuento
Virgilio Piñera Aromas Gabriel Jiménez Emán
En el insomnio Leopoldo Lugones El hombre invisible
William Ospina Aristocracia Olaf Stapledon
A Roma Niu Chiao Historias universales
Jorge Luis Borges Historia de zorros Javier Tafur González
El desierto Miguel Méndez Camacho La visita
Jorge Luis Borges Azabache César Fernández Moreno
1982 Mariana Frenk Una o dos veces
Jorge Luis Borges Fábula Augusto Monterroso
Ginebra Liehtsé Heraclitana
Jorge Luis Borges El ciervo escondido James George Frazer
Una pesadilla Flor Mendieta Vivir para siempre
Jorge Luis Borges Fábula 1 Joaquín Sabina
Los sueños Claudia Pinilla y Boris Pinto Le sobraban...
Jorge Luis Borges El taller de los juguetes
Madrid, julio de 1982 cantores 79
Sergio Flores Gabriel García Márquez El cuento
En la calle El drama del desencantado Ambrose Bierce
Ítalo Calvino Andrea Bocconi El puente sobre el río del
Las ciudades y el deseo Tranvía Búho
Lincoln Bent Anónimo hindú

Vida
En Montreal Ni tú ni yo somos los mismos
Jenny Paola Guerrero
49
rosarista
Blanca sombra
De seres …humanos
Antología: Luz Mary Giraldo 65
El Novelino Puro cuento
Novela XLIV Antología: Roberto González
Eduardo Galeano Echevarría 82 Acuerdos
La autoridad R. F. Burton
Luis Fayad La obra y el poeta 87 A la memoria de
Reencuentro Ítalo Calvino Monseñor Rafael
Vicente Huidobro La leyenda de Carlo Magno María Carrasquilla
Tragedia Macedonio Fernández
Juan José Arreola
Ágrafa musulmana en papiro
Un paciente en disminución 91 Fiesta Rosarista
CORREO

Bogotá, D.C., Septiembre 19 de 2007

Doctor
JOSÉ FRANCISCO
RODRÍGUEZ LATORRE
Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario
Director Revista
Ciudad
Apreciado Francisco

Permítame expresarle mis sinceros agradecimien-


tos por la entrevista que tuvo a bien hacerme para
la edición del mes de septiembre. Fue muy satisfac-
torio para mí reencontrarme con el tiempo, siendo
parte de la historia de aquellos personajes que leía e
imaginaba en mis años de estudiante.
Sea esta la oportunidad de reiterarle mi admi-
ración por su excelente gestión en la revista, que se
ha posicionado como un medio de comunicación
abierto para estudiantes y egresados, que difunde y
preserva los ideales del pensamiento Rosarista,
(...)
Con un cordial saludo,

ANDRÉS LÓPEZ VALDERRAMA

4 / Correo
Editorial
A comienzos del año, nos visitó la Secretaría de Nacional, que ha llevado dotaciones a quinientas
Cultura de Bogotá, que preside la doctora Martha cincuenta bibliotecas municipales; Mil Maneras
Senn, para vincularnos a la promoción del proyecto de Leer, la campaña del Ministerio de Educación
“Bogotá Capital Mundial del Libro”. En aquella Nacional en asocio con el CERLALC, que trabaja
ocasión distintas instancias de la Universidad mos- con más de cuatro mil maestros en centenares de
tramos interés y mencionamos algunas propuestas pueblos y veredas; el Libro al Viento, con sus dieci-
para darle cuerpo a la iniciativa, pero quedó pen- nueve Paraderos Para Libros para Parques (PPP), y
diente la forma como la revista acogía esa idea. Aquí los ochenta Clubes de Lectura distribuidos por todo
está esa respuesta. Bogotá. Todos estos esfuerzos deben recordarse con
Este número se llama, emblemáticamente, “102 voz fuerte para que nadie se quede sin conocerlos.
años, 102 cuentos del Rosario y del mundo”. Es Y agreguemos las ferias del libro, los trueques en
una invitación a que la comunidad rosarista ayude el Parque Nacional y las jornadas de lectura en
a difundir las letras y el hábito de la lectura. Son voz alta. Pero nada, sigue siendo poco, porque los
102 oportunidades para encontrarse con historias indicadores nacionales de lectura están abajo, detrás
de género y latitud variados, donde se incluyen los de los registros de países cercanos a nosotros. Las
finalistas de la convocatoria de cuento corto lanza- cifras de lectura redondean el mismo libro y medio
da en el número anterior. No somos pretensiosos, al año per capita.
no creemos que nuestros relatos vayan a arrastrar No sabemos en qué va el amor a la lectura cuan-
la lectura de autores clásicos como Poe o Borges; do los jóvenes están absortos en Youtube, My space
creemos sinceramente que es al contrario, pero y Facebook, pero siguiendo el consejo de Daniel
quisimos compartir un espacio cercano, porque Penac, en Como una novela, les recordamos a los
102 oportunidades no se presentan todos los días. adultos y adultas que no conviertan la lectura de
Esperamos que nuestros corresponsales se sientan cuentos en una jornada aburridora y llena de previas.
bien ubicados en esta ambiciosa antología, que con- El lector tiene sus derechos. Aquí no es como en
tó con el acompañamiento de nuestro gran amigo Pac-man donde tenemos tres vidas, aquí tenemos
Juan Gustavo Cobo Borda. una sola oportunidad. Si caemos en la tentación
En el Rosario está claro que todo lo que se haga de la ‘preguntadera’, el lector se ausentará aún más
en favor de la lectura va por el camino correcto. y ya no querrá saber jamás de libros y revistas. La
Igualmente, sabemos que, tristemente, siempre lectura es gozosa o no lo es. Esperamos que esta
será poco así trabajemos mucho, como en esta antología lo sea.
ocasión. En Colombia tenemos la disculpa perfecta para
Como estamos en la misma línea de apoyo e invi- todo. No votamos y argumentamos la falta de candi-
tación a la lectura debemos destacar todos los planes datos honestos, ¡como si los conociéramos a todos!;
del Estado orientados a promoverla en Colombia: llegamos tarde al trabajo y lo explicamos con el tran-
el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas (PNLB) cón en la Caracas; no entregamos el trabajo, porque
en manos del Ministerio de Cultura y la Biblioteca “se cayó la red”. Así mismo, no leemos y tenemos

Revista Universidad del Rosario / 5


por lo menos dos disculpas manidas: “leer nos puede Nota del Director:
volver locos o se nos desprende la retina”. Al inicio o al final de cada sección, el lector
Cervantes vendió bien su idea: Don Quijote encontrará una antología de cuentos para que, si
perdió la razón por frecuentar los libros, por lo tanto, así lo quiere, se deleite con los favoritos de algunos
leer es peligroso. Muy pocos conocen el Quijote, gourmets literarios.
pero el temor, el gran temor a “la razón de la sinra- También encontrará los cuentos de Mariana
zón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón Ramos, Flor María Ávila, Ricardo Arturo Peñuela,
enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra Magali Pabón, Sergio Flores, Juan Guillermo Du-
fermosura” existe en la conciencia colectiva. Y todos que, Lincoln Bent, Andrés Felipe Chaves, Claudia
cuidamos celosamente nuestra salud mental. Otros, Pinilla y Boris Pinto, Jenny Paola Guerrero y Sara
no leen en el Transmilenio, porque la retina se puede Camargo, cuyos cuentos fueron seleccionados de
desprender, como si la retina estuviera colgando entre los setenta que fueron enviados a esta revista
de alguna parte interna del ojo, como si se fuera a en respuesta a la convocatoria lanzada.
desenganchar de un clavo, como un cuadro que se Con motivo de la celebración del semestre de los
desprende. No señores, la retina no se desprende, Estados Unidos en la Universidad, hemos incluido,
lo que mal se llama “desprendimiento de retina” es además de un cuento en inglés y de una antología de
una enfermedad degenerativa que es más difícil de uno de los profesores más destacados de la Universi-
contraer que ganarse el acumulado del Baloto. dad de Yale, el cuento “El puente sobre el río Búho”
Pues aquí les ofrecemos 102 cuentos para que se que según Truman Capote es el cuento que todo
vuelvan locos o se les desprenda la retina y ojalá los aquel que se considere norteamericano debe leer.
disfruten antes de que contraigan una de esas dos
míticas enfermedades de lector.

6 / Editorial
Revista Universidad del Rosario / 7
Antología de
Julio Cortazar*

1. “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Jorge Luis Borges

2. “William Wilson”. Edgar Allan Poe

3. “Un recuerdo navideño”. Truman Capote

4. “El puente sobre el río del Búho”. Ambrose Bierce

5. “La lección del maestro”. Henry James

6. “La muerte de Iván Ilich”. León Tolstoi

7. “Un sueño realizado”. Juan Carlos Onetti

8. “La casa inundada”. Felisberto Hernández

9. “Conejos blancos”. Leonora Carrington.

10. “Éxtasis”. Katherine Mansfield

* Cortázar, Julio. Cuentos inolvidables según Julio Cortázar. Antología. Bogotá:


Alfaguara. 2007.

8 / Entrevista
Samuel Butler

Andrómeda co n m ej or sa lu d y m ás en tonado que la mañana


Nunca el dragón estu vo
qu e An dr óm ed a co m en tó después con
dice
en que Perseo lo mató. Se an qu ila m en te, con muy buen
bí a le va nt ad o tr
Perseo la circunstancia: se ha
ánimo, etcétera. de qu e ese rasgo no figurara
a Ba lla rd , se la m en tó
Cuando le referí esto
m iré y le di je qu e yo ta m bi én era los clásicos.
en los clásicos. Lo

Héctor Rojas Herazo Luis L. Antuñano

Un agujero Polemistas
Le pregunto al tendero gordo, con toda Varios gauchos en la pulpería conver-
seriedad: san sobre temas de escritura y de fonética.
—¿Usted es Dios, señor? El santiagueño Albarracín no sabe leer ni
Y él me responde, mientras corta tro- escribir, pero supone que la palabra trara1
citos de jamón, mientras mueren poco no puede escribirse. Crisanto Cabrera,
a poco sus ojos: también analfabeto, sostiene que todo
—No, no soy Dios, pero sí lo conoz- lo que se habla puede ser escrito.
co. —Pago la copa para todos —le dice el
—¿Cómo es él? —le pregunto. santiagueño— si escribe trara.
Y él me responde: —Es así. —Se la juego —contesta Cabrera—;
Y me da su tamaño, su peso, sus me- saca el cuchillo y con la punta traza unos
didas. garabatos en el piso de tierra.
De atrás se asoma el viejo
Álvarez, mira el suelo y sentencia:
—Clarito, trara.

1
Trípode de hierro
para la pava del mate.

Revista Universidad del Rosario / 9


Kostas Axelos

Lo real y lo imaginario
(las trampas mito-lógicas)
Un padre y una madre centau
ros observan a su hijo que re
playa del Mediterráneo. El pa toza en una
dre se vuelve hacia la madre
¿debemos decir le que no es y le pregunta:
más que un mito?

El ser sacerdotes, sois el apoyo de la infamia.


Dios, la religión y los sacerdotes deben
(y la esencia de lo que es) ser combatidos y aniquilados. ¿Qué
Un sabio chino se pasea con su puedes responderme, gran sacerdote?
alumno. Cruzan un puente. ¿Cuál es Tú también eres uno de los nuestros, le
responde con serenidad el brahmán.
el ser —o la esencia— del puente?,
pregunta el aprendiz de filósofo. Su
maestro lo mira, y con un solo gesto La búsqueda
lo arroja al río. (Siempre errónea y errante
incluso antes de ser planteada)

Dios
Un hombre erró por el mundo duran-
te toda su vida a la búsqueda de la piedra
(o el Ab-soluto total —filosofal—, que convertiría en oro al
metal más vulgar. Erraba por montes y
y teo-lógico)
valles, vestido con un sayal atado a su
Un gran sacerdote brahmán invita a
cuerpo por medio de un cinturón con
sus detractores a tomar la palabra. Vues-
una hebilla y se veía obligado a tirarla.
tro Dios es una superchería, obser-
Una tarde en que estaba muy fatigado,
va alguno con violencia.
Vuestra religión es menti-
ra e ilusión y vosotros, los

10 / De explicaciones y preguntas
llegó a la casucha de una anciana cam- Francisco Acevedo

Der traum ein


pesina y le pidió de comer y de beber.
La vieja lo interrogó, y después de haber

leben
escuchado en silencio, se fijó en su hebilla
y dijo: pobre hombre, has tirado la piedra
preciosa ¿no te has dado cuenta de que tu El diálogo ocurrió en Androgué. Mi
hebilla ya se ha convertido en oro? sobrino Miguel, que tendría cinco o seis
años, estaba sentado en el suelo, jugando
Juan de Timoneda con la gata. Como todas las mañanas, le

Cuento XXXVIII pregunté:


—¿Qué soñaste anoche?
Preguntó un gran señor a ciertos Me contestó:
médicos que a qué hora del día era bien —Soñé que me había perdido en un
comer. El uno dijo: bosque y que al fin encontré una casita de
—Señor, a las diez. madera. Se abrió la puerta y saliste vos.
El otro, a las once, y el otro, a las doce. Con súbita curiosidad me preguntó:
Dijo el más anciano: —Decime, ¿qué estabas haciendo en
—Señor, la perfecta hora de comer es, esa casita?
para el rico, cuando tiene gana, y para el
pobre, cuando tiene de qué. Oscar Wilde

El reflejo
Cuando murió Narciso las flores de los
campos quedaron desoladas y solicitaron
al río gotas de agua para llorarlo.
—¡Oh!—les respondió el río— aun
cuando todas mis gotas de agua se con-
virtieran en lágrimas, no
tendría suficientes para
llorar yo mismo a Nar-
ciso: yo lo amaba.

Revista Universidad del Rosario / 11


—¡Oh!— prosiguieron las flores de que si lo de más allá. Le metí la toalla en
los campos_ ¿cómo no ibas a amar a la boca para que se callara. No murió de
Narciso? Era hermoso. eso, sino de no hablar: se le reventaron
—¿Era hermoso? —preguntó el río. las palabras por dentro.
_¿Y quién mejor que tú para saberlo?
—dijeron las flores. Todos los días se Alfonso Reyes
inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba
en tus aguas su belleza... El intuitivo
—Si yo lo amaba— respondió el río Dicen que en el riñón de Andalucía
— es porque, cuando se inclinaba sobre hubo una escuela de médicos. El maestro
mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis preguntaba:
aguas. —¿Qué hay con este enfermo, Pepi-
llo?
Max Aub —Para mí— respondía el discípulo
—que se trae una cefalalgia entre pecho
Hablaba y y espalda que lo tiene frito.
—¿Y por qué lo dices, salado?
hablaba... —Señor maestro, porque me sale del
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y ha- alma.
blaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba.
Y venga hablar. Yo soy una mujer de Edwin Broster
mi casa. Pero aquella criada gorda no
hacía más que hablar, y hablar, y hablar. La explicación
Estuviera yo donde estuviera, venía y El implacable escéptico Wang Ch’ung
empezaba a hablar. Hablaba de todo negó la estirpe del fénix. Declaró que así
y de cualquier cosa, lo mismo le daba. como la serpiente se convierte en pez y
¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que la laucha en tortuga, el ciervo, en épocas
pagarle sus tres meses. Además de paz y de tranquilidad, se convierte
hubiese sido muy capaz en unicornio y el ganso
de echarme mal de ojo. en fénix. Atribuyó estas
Hasta en el baño: que si mutaciones al “líquido
esto, que si aquello,

12 / De explicaciones y preguntas
propicio” que, 2.356 años antes de la no sonrió. Movió afirmativamente la
era cristiana, hizo que en el patio del cabeza y dijo a Mendel:
emperador Yao creciera césped de color No temas, hijo mío.
escarlata. Algún tiempo después se supo que en
aquel día un edicto dirigido contra los
James Joyce judíos de todo el país había sido presen-

Definición del tado al emperador para que lo firmara.


Repetidas veces, el emperador había

fantasma tomado la pluma, pero algo siempre lo


interrumpía. Finalmente firmó. Exten-
¿Qué es un fantasma?, preguntó dió la mano hacia la arena de secar, pero
Stephen. Un hombre que se ha des- tomó por error el tintero y lo volcó sobre
el papel. Entonces lo rompió y prohibió
vanecido hasta ser impalpable, por que lo trajeran de nuevo.
muerte, por ausencia, por cambio
de costumbres. Richard Wilhelm
Martin Buber
La secta del
El descuido Loto Blanco
Cuentan:
El rabí Elimelekl estaba cenando con
Había una vez un hombre que perte-
sus discípulos. El criado le trajo un pla-
necía a la secta del Loto Blanco. Muchos,
to de sopa. El rabí lo volvió y la sopa se
deseosos de dominar las artes tenebrosas,
derramó sobre la mesa. El joven Mendel,
lo tomaban por maestro.
que sería rabí de Rimanov, exclamó:
Alfonso Reyes Un día el mago quiso salir. Entonces
Rabí, ¿qué has hecho? Nos mandarán colocó en el vestíbulo un tazón cubierto
a todos a la cárcel. Los otros discípu- con otro tazón y ordenó a los
los sonrieron y se hubieran discípulos que los cui-
reído abiertamente, pero daran. Les dijo que no
la presencia del maestro los descubrieran los tazo-
contuvo. Éste, sin embargo, nes ni vieran lo que
había adentro.

Revista Universidad del Rosario / 13


Apenas se alejó, levantaron la tapa y —Quince leguas erré en la oscuridad
vieron que en el tazón había agua pura, de los desiertos tibetanos, y ahora queréis
y en el agua un barquito de paja, con engañarme.
mástiles y velamen. Sorprendidos, lo Esto atemorizó a los discípulos.
empujaron con el dedo. El barco se volcó.
De prisa, lo enderezaron y volvieron a Franz Kafka
tapar el tazón.
El mago apareció inmediatamente y La partida
les dijo:
Ordené que trajeran mi caballo del
—¿Por qué me habéis desobedecido?
establo. El criado no me entendió, así
Los discípulos se pusieron de pie y
que fui yo mismo. Ensillé el caballo y lo
negaron. El mago declaró:
monté. A la distancia oí el sonido de una
—Mi nave ha zozobrado en el confín
trompeta y pregunté el mozo su signifi-
del Mar Amarillo. ¿Cómo os atrevéis a
cado. Él no sabía nada; no había oído
engañarme?
sonido alguno. En el portón me detuvo
Una tarde, encendió en un rincón del
y preguntó:
patio una pequeña vela. Les ordenó que
—¿Hacia dónde cabalga, señor?
la cuidaran del viento. Había pasado la
—No lo sé —respondí—, sólo quiero
segunda vigilia y el mago no había vuelto.
partir, sólo partir, nada más que partir de
Cansados y soñolientos, los discípulos se
aquí. Sólo así lograré llegar a mi meta.
acostaron y se durmieron. Al otro día la
—¿Entonces conoce usted la meta?
vela estaba apagada. La encendieron de
—preguntó él.
nuevo.
—Sí —contesté. Ya te lo he dicho.
El mago apareció inmediatamente y
Partir, ésa es mi meta.
les dijo:
—¿No lleva provisiones? —preguntó.
—¿Por qué me habéis desobedecido?
—No me son necesarias —respondí—,
Los discípulos negaron:
el viaje es tan largo que moriré de hambre
—De veras, no hemos dormido.
si no consigo alimentos por el camino. No
¿Cómo iba a apagarse la luz?
hay provisión que pueda salvarme. Por
El mago dijo:
suerte es un viaje realmente interminable.

14 / De explicaciones y preguntas
Revista Universidad del Rosario / 15
Antología de
Jorge Luis Borges*

1. “Donde su fuego nunca se apaga”. May Sinclair

2. “El escarabajo de oro”. Edgar Allan Poe

3. “Los expulsados de Poker-Flat”. Francis Bret Harte

4. “El corazón de las tinieblas”. Joseph Conrad

5. “El jardinero”. Rudyard Kipling

6. “El cuento más hermoso del mundo”. Rudyard Kipling

7. “Bola de sebo”. Guy de Maupassant

8. “La pata de mono”. William Wymark Jacobs

9. “El dios de los gongs”. Gilbert Keith Chesterton

10. “Historia de Abdula, el mendigo ciego”.

Las mil y una noches

11. “Los regalos perfectos”. O’Henry

12. “De lo que aconteció a un déan de Santiago

con don Illán, el gran mago que vivía en Toledo”.

Infante don Juan Manuel

* Borges, Jorge Luis. Cuentos memorables según Borges. Bogotá: Extra Alfaguara. 2007.

* Borges, Jorge Luis. Cuentos memorables según Borges. Bogotá: Extra


Alfaguara. 2007.

16 / Entrevista
Cultura Ijca (Colombia)

El mama que
inventó la muerte
Al principio los indios no se morían: cuando ya estaban viejecitos
y cansados se convertían en piedras. Y el mundo se llenó de piedras que
ya no cabían. Entonces, vino el Mama Seukún y los convirtió en hombres otra
vez y siguieron viviendo un tiempo, pero el mundo se volvió a llenar de
hombres. Entonces, Mama Seukún trajo las enfermedades, las soltó y
así inventó la muerte.

Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros

Odín
Se refiere que a la corte de Olaf que las dos primeras le prometieron
Tryggvason, que se había convertido a la grandes felicidades y que la tercera dijo,
nueva fe, llegó una noche un hombre vie- colérica: “El niño no vivirá más que la
jo, envuelto en una capa oscura y vela que está ardiendo a su lado”. En-
con el ala del sombrero sobre tonces, los padres apagaron la vela para
los ojos. El rey le preguntó si que Odín no muriera. Olaf Tryggvason
sabía hacer algo; el forastero descreyó de la historia; el forastero repitió
contestó que sabía tocar el arpa que era cierta, sacó la vela y la encendió.
y contar cuentos. Tocó en el arpa Mientras la miraban arder, el hombre
aires antiguos, habló de dijo que era tarde y que tenía que irse.
Gudrun y de Gunnar y, Cuando la vela se hubo consumido, lo
finalmente, refirió el na- buscaron. A unos pasos de la casa del rey,
cimiento de Odín. Dijo Odín había muerto.
que tres parcas vinieron,

Revista Universidad del Rosario / 17


Anónimo

El negador de milagros
Chu Fy Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer,
el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso
yerno se horrorizó. “Oh, venerado suegro”, suplicó. “No destruyas mi fe de que son
imposibles los milagros”. El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recu-
peró la fe.

Nozhat el Djallas

Peligros del exceso de piedad


Un día en que Abu Nonas visitaba a un amigo, el techo empezó a
crujir.
—¿Qué es eso?— preguntó
—No temas, es el techo que alaba al Señor.
En cuanto oyó estas palabras, Abu Nonas salió de la casa.
—¿A dónde vas?— le preguntó el amigo.
—Temo que aumente su devoción— contestó Abu Nonas —y que se prosterne
estando yo adentro.
Gabriel Cristián Taboada

El cielo ganado
El día del Juicio Final, Dios juzga a todos y cada uno de los hom-
bres.
Cuando llama a Manuel Cruz, le dice:
—Hombre de poca fe. No creíste en mí. Por eso no entrarás en
el Paraíso.
—Oh Señor— contesta Cruz —es verdad que mi fe no ha sido mu-
cha. Nunca he creído en Vos,
pero siempre te he imaginado.
Tras escucharlo, Dios responde:
_Bien, hijo mío, entrarás en el cielo; mas no tendrás nunca la certe-
za de hallarte en él.

18 / De creyentes y fantasmas...muertos
M. R. Werner

El peligroso taumaturgo
Un clérigo que descreía del mormonismo fue a visitar a Joseph Smith, el profeta, y
le pidió un milagro. Smith le contestó:
—Muy bien, señor. Lo dejo a su elección. ¿Quiere usted quedar ciego o sordo? ¿Elige
la parálisis, o prefiere que le seque una mano? Hable, y en el nombre de Jesucristo yo
satisfaré su deseo.
El clérigo balbuceó que no era ésa la clase de milagro que él había solicitado.
—En tal caso, señor— dijo Smith _usted se va a quedar sin milagro. Para con-
vencerlo a usted no perjudicaré a otras personas.

George Loring Frost

Un creyente
Al caer de la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de
una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
—Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
—Yo no— respondió el otro —¿Y usted?
—Yo sí— dijo el primero y desapareció.

Ah’med El Qalyubi

Temor de la cólera
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para
decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le
preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
—Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar
a mis enemigos estando puro ante Dios.

Kostas Axelos

La muerte (y el amor a la vida)


Una vez un mandarín chino propuso esta medida al gobernador de una provin-
cia, quien no tardó en adoptarla. En el momento en que la víctima debía posar la
cabeza sobre el taco para que el verdugo se la pudiese cortar, un caballero enga-

Revista Universidad del Rosario / 19


lanado llegaba al galope y exclamaba: ¡Deteneos! ¡El Sire ha concedido su gracia
al condenado a muerte! En ese instante de euforia suprema, el verdugo cortaba la
cabeza del feliz mortal.

Kostas Axelos

Las voces del silencio (el fin tecno-lógico y


escato-lógico y el comienzo)
Por fin la energía atómica encadenada se ha liberado y ha destruido toda vida
humana sobre el planeta. Sólo se ha escapado un habitante de un rascacielos de
Chicago. Después de haber comido y bebido todo lo que tenía en su heladera, leído,
visto, mirado y escuchado su biblioteca ideal, su museo imaginario y su discoteca
real, desesperado al ver que no se moría, decide suprimirse y se tira al vacío desde
el piso cuarenta. Justo en el momento en que pasa por el departamento del primer
piso, oye sonar el teléfono.

Jorge Luis Borges

1983
En un restaurante del centro, Haydée Lange y yo conversábamos. La mesa es-
taba puesta y quedaban trozos de pan y quizá dos copas; es verosímil suponer que
habíamos comido juntos. Discutíamos, creo, un filme de King Vidor. En las copas
quedaría un poco de vino. Sentí con un principio de tedio que yo repetía cosas ya
dichas y que ella lo sabía y me contestaba de manera mecánica. De pronto recordé
que Haydée Lange había muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo
sabía. No sentí miedo; sentí que era imposible y quizá descortés revelarle que era
un fantasma, un hermoso fantasma.
El sueño se ramificó en otro sueño antes de que yo me despertara.

Jean Cocteau

El gesto de la muerte
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza.
Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

20 / De creyentes y fantasmas...muertos
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra
a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza— le responde —sino un gesto de sorpresa, pues
lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

Fergus Nicholson

Nosce te ipsum
El Mahdi cercaba con sus hordas a Khartum, defendida por el general Gordon.
Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los recibía uno por uno y
les indicaba un espejo para que se miraran. Le parecía justo que un hombre conociera
su cara antes de morir.

Germán Santamaría

Morir último
Mire, mijo, ahora antecitos de que se pierda en el llano, le quiero decir esto para que
lo tenga muy en cuenta: la cosa no es ir sino volver. No es que se trate de sacarle el juste
o el cuerpo al compromiso. Desde mucho antes se sabía que algún día tocaría ir. Pero eso
sí, siempre hay que tirar a que los otros pongan los muertos. Mientras menos mueran
de los nuestros mejor. No es miedo a la muerte, sólo es querer que estén más a la hora
del triunfo. Uno siempre debe procurar morir último.

Wu Ch’eng-En

La sentencia
Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su
palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo
se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo
que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de
la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En
el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en
el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero para que no
matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era

Revista Universidad del Rosario / 21


larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que
traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies
del emperador y gritaron:
—Cayó del cielo.
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
—Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

Las mil y una noches

El juramento del cautivo


El Genio dijo al pescador que lo había sacado de la botella de cobre amarillo:
—Soy uno de los genios heréticos y entero pasó, y nadie me dio la libertad.
me rebelé contra Salomón, hijo de Da- Entonces dije en mi corazón: a quien me
vid —¡que sobre los dos haya paz! Fui dé la libertad, le revelaré todas las artes
derrotado; Salomón, hijo de David, me mágicas de la tierra. Pero cuatrocientos
ordenó que abrazara la fe de Dios y que años pasaron y yo seguía en el fondo del
obedeciera sus órdenes. Rehusé; el Rey mar. Dije entonces: a quien me dé la
me encerró en ese recipiente de cobre y libertad, yo le otorgaré tres deseos. Pero
estampó en la tapa el Nombre Muy Alto, novecientos años pasaron. Entonces, des-
y ordenó a los genios sumisos que me esperado, juré por el Nombre Muy Alto:
arrojaran en el centro del mar. Dije en a quien me dé la libertad, yo lo mataré.
mi corazón: a quien me dé la libertad, lo Prepárate a morir, oh mi salvador.
enriqueceré para siempre. Pero un siglo

I. A. Ireland

Final para un cuento fantástico


—¡Qué extraño!_ dijo la muchacha, avanzando cautelosamente. —¡Qué puerta más
pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío!_ dijo el hombre. —Me parece que no tiene picaporte del lado de
adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a los dos!
—A los dos, no. A uno solo— dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.

22 / De creyentes y fantasmas...muertos
Thomas Bailey Aldrich

Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie
más en el mundo: todos los otros seres han muerto.
Golpean a la puerta.
Robert Quintin Penn

I tried…
Tag it: the scope, but I had to be far enough
What went wrong? Why didn’t I make back that I could both not be seen and
the kill? I will tell you. The woman who escape quickly. Through a rear entrance
was my target is an opera singer. I went to was a set of stairs leading up to a cat-
school with her, lived a few doors down walk. I would simply have to shoot, run
from her, went to church with her, and down the stairs, and get out of there.
let me tell you, I cannot stand her. I hate My getaway vehicle was a simple moped.
her. With the souls of a thousand burning Fast, nimble, and agile. It’d get me away
men I hated this woman. I got into the and quickly. Now here comes the good
murder-for-hire field, and wouldn’t you part. This is why I ended up not being
know it, I actually had someone willing able to kill her.
to pay me 100 grand to kill her. The man My moped was in the back ally, I had
wanted her dead, I wanted her dead, and my little rifle, and the back was com-
I was going to be filthy rich. At the time pletely free of people. I snuck in, ran
this deal was being struck, the target had up the stairs, and assembled my gun.
moved to a different residence, but was Then, I just waited for the opportune
still doing what she did best; sing. To the time. Looking through the scope, I could
opera house I went. see her singing, dressed as a Valkyrie,
The gun I chose was a .22 Henry, or singing that classic Wagner opera piece.
Winchester, hell if I know. It shot bullets, Funny thing was, I decided to sit there,
it had a scope, and it could disassemble listening to some of the songs. Then
and stow in the stock. When it comes to I got my act together and prepared to
shooting, I am a terrible shot. I needed make the kill. The cross-hairs aligned,

Revista Universidad del Rosario / 23


the safety off, a round chambered, this de quienes lo miraban desde abajo. No
was it. I heard her voice, “ah...ah...ah.....entendía muy bien lo que decían, el so-
AAHHHHHHHHHHHHHHHHH!” nido se perdía y llegaba débil a sus oídos,
Just before the high pitched note ended, tampoco sabía por qué lo hacían, si él
the lenses in my scope broke. Can you nunca los había visto, no los conocía.
believe that? So it is true that a person Cuando se sintió decidido a dar el
can break glass with their voice! paso final, lo interrumpió el sonido, esta
“I’ll let her live.” I murmured, as I wentvez claro, de una voz conocida, pero aho-
down the stairs to my awaiting moped. “So ra triste, melancólica y vacía. Él no quiso
that’s why her husband’s ears were bleeding voltear a mirarla, ya estaba decidido y no
when he arranged the hit with me...” I iba a dejar que nadie lo impidiera. Ella
jumped on, and sped away for home. se acercó lentamente, no quería provocar
Copyright 2007 Robert Quintin Penn
alguna reacción imprevista, aunque en
Mariana Ramos Venegas ese momento todo parecía inevitable.
Juan no le iba a pedir que se marchara,
Instinto de no quería parecer vulnerable ante la presen-
cia de cualquier persona, ni siquiera de Ana,
plenitud la mujer que más lo amaba, quien le había
Juan ya lo había visto todo. Estaba dado la oportunidad de ver por primera
desesperado. Sentado en el borde de una vez la luz, y quien ahora no quería verlo
terraza en el último piso, miraba atónito a marcharse en medio de la oscuridad.
un mundo vacío. Le dolía no haberse dado Estaba hermosa, aun con su rostro cubier-
cuenta antes, ya no quería estar ahí. Quería to de lágrimas, todo su maquillaje lo había
irse a otro lugar, pero sabía que en todos arrasado la corriente de su llanto. Tenía el
lados sería igual, era imposible escapar de mismo vestido de aquella noche, cuando
ese mundo porque tendría que escapar de lo hizo desear no querer volver a ver el día.
la vida misma. Pensaba en esa solución. Lo Cuando Ana por fin llegó a su destino, a paso
mareaba el olor de la codicia; lo asqueaba lento, pasó su mano cuidadosamente sobre
el color de la mentira; no quería seguir el hombro de su hijo, él no se movió. Ana
oyendo las palabras de odio; y no le gustaba tenía tantas cosas que decirle pero sentía que
cómo se sentía la soledad. el tiempo corría en su contra.
Estaba a un paso de cerrarle la puerta Juan cerró sus ojos, y logró ser inmune
a esa vida que lo aterrorizaba y a ese a los desconocidos gritos, al viento que
mundo que odiaba. Cada vez que trata- golpeaba fuertemente su cara y a la pre-
ba, ahogaba sus recuerdos con los gritos sencia de su madre.

24 / De creyentes y fantasmas...muertos
Había llegado la hora. último intento por salvar a su familia, los
Pero antes tenía que recordar nueva- escondió tras un viejo biombo. Los besó.
mente qué lo había llevado hasta allá. La En sus ojos se veía que sabía que dentro
escena se repitió esta vez más real, más de poco conocería su final. Él no hubiera
fría, más oscura. La puerta de su casa querido que las cosas fueran así. Cuando
destrozada. Los gritos aterradores de su el hombre por fin pudo abrir la puerta y
madre. El desespero de su padre, mien- entrar, Juan intentó gritar pero su voz se
tras corría de un lado a otro para intentar resistía a salir, quiso correr para defender-
poner a salvo a su familia. Luego, una lo, pero todo esfuerzo sería inútil. Ya era
voz gruesa, aterradora, que se sentía cada demasiado tarde. Un disparo acababa de
vez más cerca. Sus pasos eran tan fuertes, matar su esperanza.
como de gigante, y podía percatarse de Cuando Juan volvió a abrir los ojos, se
la brusquedad de sus movimientos. Al paró en la baranda y dio un paso hacia el
piso, de forma simultánea con las pi- vacío, que parecía un poco más lleno que la
sadas, cayeron como truenos todos los vida que había dejado atrás. Mientras Ana,
floreros del pasillo; esa persona quería en un intento fallido por aferrarlo a ella
que se enteraran de su presencia. Mien- e interrumpir lo necesario, era invadida,
tras más se demoraba en encontrarlos, plagada por la eterna soledad que en su
más maldecía, más duro gritaba, más futuro la estaba aguardando. La memoria
violentamente se movía. sería su peor enemiga.
De repente, la chapa se agitó bruscamen- Diez años y un disparo habían sido
te, Juan no entendía por qué ese hombre suficientes para que Juan entendiera
sabía el nombre de su padre. Diego, en un cuándo había dejado de
ser feliz.
Thomas Carlyle

Un auténtico
fantasma
¿Habría algo más prodigioso que un Johnson! ¿Nunca miró las
auténtico fantasma? El inglés Johnson marejadas de vida humana que
anheló, toda su vida, ver uno; pero no amaba tanto? ¿No se miró
lo consiguió, aunque bajó a las bóvedas siquiera a sí mismo? Jo-
de las iglesias y golpeó féretros. ¡Pobre hnson era un fantasma,

Revista Universidad del Rosario / 25


un fantasma auténtico; un millón Una noche, famélico, llama a la puerta
de fantasmas lo codeaba en las de una casa y pide comida. Sale un borra-
calles de Londres. Borremos la cho y con voz estrepitosa le ofrece vino.
ilusión del Tiempo, compendie- El discípulo rehúsa, indignado. La casa
mos los sesenta años en tres minutos, entera desaparece; el discípulo queda solo
¿qué otra cosa era Johnson, qué en mitad del campo; la voz del borracho
otra cosa somos nosotros? le grita: Yo era Tilopa.
¿Acaso no somos espíritus Otra vez un aldeano le pide ayuda para
que han tomado un cuerpo, cuerear un caballo muerto; asqueado, el
una apariencia y que luego discípulo se aleja sin contestar; una bur-
se disuelven en aire y en in- lona voz le grita: Yo era Tilopa.
visibilidad? En un desfiladero un hombre arrastra
del pelo a una mujer. El discípulo ataca al
Alexandra David-Neel forajido y logra que suelte a su víctima.
Bruscamente, se encuentra solo y la voz
La persecución del le repite: Yo era Tilopa.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a
maestro un hombre agazapado junto a una hoguera
Entonces el discípulo atravesó el país de ennegrecidos restos humanos; compren-
en busca del maestro predestinado. de, se prosterna, toma los pies del maestro
Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa
imprescindible. Lo perseguía de ciudad no desaparece.
en ciudad, siempre con atraso.

26 / De creyentes y fantasmas...muertos
Flor María Ávila M. Volvió a cerrar los ojos con más fuerza,

Cuento sin pero ya no le fue posible regresar al espejo,


entonces comprendió que había sido en
nombre vano todo su esfuerzo por no diluirse.
Sara empezó a sentir que se diluía, en-
Marco Bruto
tonces tuvo que acercarse al espejo para
constatar que no era cierto, que seguía
viva y en pie. Sin embargo, sospechaba La Apuesta
que en cualquier momento vería el hilo
de su ser escurrirse por las rendijas del Final
piso de madera, que pronto se encon- No apostaba por plata, lo hacía por el
traría hecha un pozo sobre el polvo seco frío y metálico placer de tener siempre la
debajo del tablado. razón. El juego era un reto a su audacia:
Volvió a mirarse en el espejo, pero esta se sentía inteligente y temerario. El riesgo
vez se fijó en sus ojos, que al principio es la única emoción válida, suspiraba.
sólo eran sombras oscuras en el rostro, Exponía su prestigio cubierto por algu-
luego de un esfuerzo, pudo distinguir na ecuación y, con dinero, sólo bajo el
con claridad su mirada. Entonces respiró cálculo minucioso de una mayor inten-
profundo, cerró los ojos como por iner-
sidad. Los filósofos asumen que la razón
cia, y los volvió a abrir con fuerza.
es esclava de las pasiones; en su caso su-
Al abrir los ojos, Sara ya no estaba
frente a su espejo, sino en medio de un cedía al contrario. Los instintos seguían
prado verde grande del cual brotaban dócilmente al raciocinio y, si la ocasión
falsamente flores geométricamente orga- pintaba propicia, según las probabilida-
n i - zadas. Algunas, acompañadas por des, se despertaban. De lo
helechos, otras por palmitos, contrario, ambición-com-
pero la mayoría eran ramos puciscencia-venganza,
de flores de varios colores permanecían dormidas
que no decían nada… y expectantes indicando
En todos los lugares donde su presencia con un leve
quiera que había flores, había cosquilleo. Con la claridad
una placa con algún nom- y distinción de las ideas venció el
bre. Cuando Sara leyó
miedo a los terremotos y el pánico a
el que aparecía en la
los aviones; informándose bien
inscripción que tenía en
frente, se quedó perple- y actuando en consecuencia.
ja: pues decía: “SARA”. Con su hijo practicó el méto-

Revista Universidad del Rosario / 27


do y funcionó. Cuando el terremoto de Practicó durante años, como Descartes,
enero, le dijo: “colócate bajo el marco de el principio: Debemos desear lo inevita-
la puerta, los expertos lo indican como ble, aunque sean desgracias, anhelando
el lugar más seguro, imagínate en un al momento del despegue, una mayor
columpio cósmico y disfruta los veinte velocidad, incrementada al vértigo. Y en
segundos de diversión gratuita.” El ra- el decolaje, más y más rápida la caída.
zonamiento rápido y la voz calma del Desaparecieron los síntomas del terror,
padre hipnotizaron al hijo. El sacudón incluso la sensación llegó a disfrutarse al
pasó sin sobresaltos. También, mediante extremo de convertirse en frustración y
el análisis, derrotó el miedo a los aviones. hastío al no darle ‘la talla’ el acelerador
El teorema de Poisson le enseñó que la y el freno de los aviones.
buena y la mala suerte es un asunto de Venía de Cali para Bogotá en un vuelo
números. Abordó su primer vuelo a los nocturno. El ding dong del altoparlan-
veintidós años, con algunas fobias y mu- te anunció la voz del piloto. Ya habían
cho de lógica. Muerto del susto, razonó pasado las azafatas con sus instrucciones
de esta forma: “La aviación es el medio somnolientas acerca de cinturones de
de transporte más seguro. A diario hay seguridad, bolsas de oxigeno y salidas
miles de vuelos donde no pasa nada y de emergencia que nadie atiende. Ding
no tenemos noticia”. No news, good dong: “Señores les habla el capitán, via-
news. “Cada cierto tiempo sabemos de jan a bordo de un Boing 747; el recorrido
tragedias en algún lugar del mundo que, total del vuelo es de cuarenta minutos,
al sumarse, incendian nuestra temerosa nos encontramos sobre Ibagué y en ins-
imaginación animal; una posibilidad en tantes, sentirán un giro a la derecha, nos
millones es el premio mayor de esa nefasta internaremos en la Cordillera Oriental
lotería. Y Noventa y nueve de cada cien rumbo a Bogotá. Habrá turbulencia leve.
accidentes, ocurren en los dos minutos Gracias por escoger nuestra aerolínea.”
del despegue o del decolaje, lo demás es La turbulencia fue fuerte y nadie se alar-
vuelo tranquilo”. De ahí concluyó: “por mó. La información, aunque sea falsa,
tanto, me asustaré sólo cuatro minutos desarma. Un temblor brusco se prolongó
durante el vuelo; y, en el intermedio a más de lo anunciado; para ser exactos iba
gozar de la vida” En su caso, solucionar en aumento. Paradójicamente, pensó, el
algún rompecabezas matemático. Y así silencio que se escucha no es ni un sínto-
lo hizo. El triunfo sobre los instintos lo ma a favor ni en contra de una tragedia.
redondeó con la ayuda estoica, ese ma- La vibración corrió a lo largo del aparato
ravilloso sistema experimental de ética. y del alma de los pasajeros. En segundos

28 / De creyentes y fantasmas...muertos
todo estaba claro: la confusión era total. Infinito más uno, o más dos, o menos
Un tripulante balbuceó por el altopar- mil da igual: infinito. Era la eternidad
lante: ‘ding dong’ y no se le entendió la y era el fin; un instante después no se-
súplica; trataba de irradiar calma con la rían siquiera polvo sobre polvo. Como
voz quebrada. Las azafatas, tan compues- los fumadores, como los motociclistas
tas al momento del sándwich, pasaban no sólo sabían de qué morirían, sabían
corriendo con sus tacones planos, de un cuándo. Todos se preparaban. El último
lado a otro del avión, en un movimiento ritual comenzaba: unos la cédula en el
frenético e inútil. El pico del aparato se bolsillo para evitar dolores adicionales
inclinaba. ‘Ding dong’: “perdemos altu- a la familia; otros besos desesperados a
ra, una turbina cesó en su esfuerzo y nos los crucifijos, escapularios o imágenes de
coloca en posición de alerta” dijo, con billetera; los conocidos se abrazaban de-
tres eufemismos, el copiloto. rrotados; los ancianos, adicionalmente,
El razonador, a diferencia de los se acomodaban la corbata, sin advertir
pilotos, sí estaba preparado para este la insensatez del ademán. La luz y el aire
momento. “No serán más de cinco mi- fluían normalmente. El jugador se atre-
nutos”, calculó el ingeniero de vuelo. “De vió, ahora o nunca, y con voz fuerte y
todos modos siempre es mejor guardar tranquila los retó: “No pierdan el tiempo
las esperanzas” y su alma se metió en la implorando, no cambiarán el curso del
concha del terror. Cinco minutos eran la avión, ni reactivarán la ‘turbina cesan-
eternidad, igual cuatro o seis, razonaba. te’. Los que crean en Dios arreglen sus
En el infinito la adición pierde sentido. cuentas. Los que no, cambien de bando;

Revista Universidad del Rosario / 29


no sientan pena, Dios conoce nuestras cielo; sabía leer desde el fondo de su cere-
flaquezas. Los ateos por favor levantar la bro de evidencias que había sobrevivido
mano, no estamos para hipocresías”. Na- al choque y la apuesta quedaba incon-
die la levantó. “Ya veo, ando entre gente clusa. Supuso, premisa no explícita, que
piadosa; los entiendo, los perdono y les al menos dos morirían él incluido, y no
apuesto. Pascal probó la conveniencia de se cumplió. En su ánimo verificador se
creer en Dios: si Él existe y no creemos, lamentó: “Hasta a los buenos positivistas
nos condenamos; mas si no existe y cree- se nos escapa un dato”. Mientras pensa-
mos, nada perderemos. Pues no. No creo ba, si la creencia en Dios es verificable
en demonios. Niego a Dios, y contrario y su no-existencia apenas es falsable, se
a mi estilo, apuesto a pérdida. Si Dios impone una conclusión a los empiristas:
existe, cóbremenla en el más allá, mi blas- creer en Dios. Así entre la lógica y la ago-
femia me condena; y, si no existe, gano, nía retornó a la fe de sus abuelos. Que
pero no habrá nadie para saberlo. Mi ironía, deducía, lo que no logró el cura
triunfo coincidirá con la nada. Aunque Garavito en tantos años de catequesis lo
a pérdida, juego. Mi naturaleza lo exige. viene a establecer un simple silogismo
Prefiero perder un hipotético cielo a mi convaleciente. Su conciencia estaba tran-
dignidad, efímera y real.” Todos callaron quila, guardaba un as bajo la manga. De
y el avión se estrelló. haber perdido, no se condenaría, pues
por andar calculando, midiendo y expe-
El olor de anestesia, mugre y alcohol rimentando, su porcentaje de pecados era
abrieron una rendija en su conciencia. muy bajo comparado con el de muchos
No se confundió con una estadía en el creyentes piadosos.

René Avilés Fabila

Los fantasmas y yo
por el tem or a los fa nt asm as, hasta que distraí-
Siempre estuve acosado s m edios comunes.
n a otra sin ut ilizar lo
damente pasé de una habitació

30 / De creyentes y fantasmas...muertos
Revista Universidad del Rosario / 31
Antología de
José Miguel Oviedo*

Literatura. Madrid: Alianza Editorial, 1992

1. “La leyenda de la Tatuana”. Miguel Ángel Asturias (1899-1974)

2. “Viaje a la semilla”. Alejo Carpentier (1904-1980)

3. “Cangrejos, golondrinas”. José Lezama Lima (1910-1976)

4. “Bienvenido, Bob” y “El infierno tan temido”.

Juan Carlos Onetti (1909-1994)

5. “Casa tomada” y “La autopista del Sur”. Julio Cortázar (1914-1984)

6. “No oyes ladrar perros”. Juan Rulfo (1918-1986)

7. “Dos cartas”. José Donoso (1924)

8. “La muñeca reina”. Carlos Fuentes (1928-)

9. “Un día de estos” y “Un señor muy viejo con unas alas enormes”.

Gabriel García Márquez (1928-)

10. “Día domingo”. Mario Vargas Llosa (1936-)

11. “Cine Prado”. Elena Poniatowska (1933-)

12. “El viento distante”. José Emilio Pacheco (1939-)

13. “Con Jimmy, en Paracas”.

Alfredo Bryce Echenique (1939-)

14. “La muñeca menor”.

Rosario Ferré (1942-)

15. “Cocora”. Álvaro Mutis (1923-)

* Oviedo, José Miguel. “2. La gran síntesis y después”. En: Antología crítica del
cuento hispanoamericano del siglo XX: (1920-1980).

32 / Vida Rosarista
Ricardo Arturo Peñuela Ordóñez Egipto. A esto se sumaba el hijo de su

El cargo más alto


amigo y compañero de escoceses del
Jockey Club, Pachito Saín, a quien le

de Bogotá
habían conseguido un puesto de corbata,
pero muy cercano al Presidente, como
Don Pablo E. Murcia estaba pensati- Consejero Presidencial para la Ética y
vo, pues su hijo había decidido formarse Moral Juvenil.
para ser un caballero de Dios en el Semi- ¿Cómo darle solución a su dilema?,
nario Pío Latino de Roma. Don Pablo ¿qué cargo debía conseguirle a su hijo,
esperaba que su hijo lo reemplazara en los puesto que no era ni ingeniero ni abo-
altos cargos del gobierno; que al igual que gado? y ¿qué puesto digno y a la altura
él fuera Tesorero General de la nación, y de su ser y sus congéneres podría ocupar?
confiaba en que hasta presidente podría Ya que cambió los cócteles y tertulias del
llegar a ser. Lo anterior por la educación club con los Holguín, los Zaldua y los
que había recibido y el roce social que García, por los convidados de los Gua-
el dinero podía pagar. No obstante, en chetá, los Apraez y los Garnica al tono de
lugar de estudiar derecho, ingeniería o un buen sudado de gallina. Frente a estos
arquitectura en la Universidad Real de interrogantes, el señor Murcia se acordó
Milán, había escogido llevar una vida de de un ‘favorcillo’ hecho al Arzobispo
servicio y humildad. por unos impuestos de tipo personal, e
Además don Pablo estaba afligido inmediatamente dijo: “ya sé quién me lo
porque Carlos, el hijo de su Némesis el puede ubicar”.
Ministro de Agricultura, empezaba su Don Pablo pidió una audiencia con
carrera lanzándose al Concejo de Bogo- el señor Arzobispo, y este último lo
tá y tenía asegurada la curul gracias a la recibió; creía que se trataba del tema
promesa de un conocido empresario y los de la obra del cerro de Guadalupe. Sin
votos de sus empleados, de la cervecería embargo, el tema puesto por don Pablo
más poderosa del país en ese entonces, fue la solicitud del cargo más alto de la
dueña absoluta de los tristes destinos de Arquidiócesis, para que le fuera asignado
las familias habitantes de los a su hijo recién llegado, el padre
populares barrios de la Jorge. El señor Arzobispo
Perseverancia y

Revista Universidad del Rosario / 33


n e
r
i e s d ébil y a e m p i nada y r d e su inoc p o r s u cuent o d e v i sta tam
era s ea es a do d
e l a calle s r s e g u i do a p r i g e n cor rien e h a b e r perdi
q u e d i d
uestra l p r i m ero es p e l o t r o, y se o s a l e gramos
ez e da d N
o, tal v s dos sabe na o t a n t o vino?
de lo bid
nguno n o h e mos be
,
t a r c a nsados
. s
e m o s acaso elo miró con asombro, “¿el puesto más entrene en el ejercicio físico y promueva
po d
alto?” El Arzobispo pensó en el caso espiritualmente a los bogotanos para la
de los hermanos discípulos de Jesús, magna obra del cerro tutelar”.
para quienes la mamá había pedido los No se sabe quién descansó más, si el
puestos de la derecha y la izquierda en el pobre Arzobispo que se alcanzó a sentir sin
Reino de los Cielos. Un silencio los dejó saber qué hacer, o Don Pablo quien logró
a los dos pensativos. “El cargo más alto… lo que quería para su curita.
¿será el de Arzobispo?, ¿qué le pasará a Y así fue como empezó su carrera
Don Pablo?” —pensó el Arzobispo. El el sacerdote que llegaría a Monseñor y
silencio se rompió con una pregunta de quien transformó ese templo de tono
éste, “explíqueme bien lo que me quiere rústico y simple del cerro de Guadalupe,
pedir”. “Sí su Excelencia, como le digo: en la única iglesia que sirve de base a tan
el puesto más alto de la curia, el de grande representación de la Virgen en el
capellán del cerro de Guadalupe, pues mundo, o por lo menos en Colombia.
como usted sabe estamos adelantando la Monseñor Jorge Murcia Riaño, Caba-
obra de reconstrucción de la iglesia que llero de Dios, dedicó su vida a la juven-
fue destruida en el terremoto pasado, tud bogotana y hoy en día se encuentra
y es bueno contar con la ayuda de un en proceso de beatificación, para lo cual
sacerdote para orientar el desarrollo de fue designado como biógrafo a otro gran
la obra” —anotó don Pablo. La risa no Caballero, el padre Juan Guillermo Gar-
dejó seguir hablando a Don Pablo, y el cía Álvarez, a quien agradezco no solo el
Arzobispo respirando profundo y riendo haberme contado esta historia, sino las
dejó salir un: “claro que sí, ese es el oficio grandes enseñanzas de obra y vida de los
que puedo darle al padrecito, para que Caballeros de Dios.

Augusto Monterroso

Fecundidad
Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.

34 / De cosas...de la vida
Ar thur Walley

Una nostalgia
Al avanzar hacia el patíbulo,
Li Su dirigió estas palabras a
—Ah, si estuviéramos su hijo:
en Shangts’ai, cazando liebres
blanco. con nuestro perro

Franz Kafka Y finalmente, de todos modos, ¿no

Transeúntes
podemos acaso estar cansados, no he-
mos bebido tanto vino? Nos alegramos
Cuando se sale a caminar de noche de haber perdido de vista también al
por una calle, y un hombre, visible desde segundo.
muy lejos —porque la calle es empinada Magaly Rocío Pabón Robayo

Esa masa amorfa


y hay luna llena—, corre hacia nosotros,
no lo detenemos, ni siquiera si es débil
y andrajoso ni siquiera si alguien corre Pruebo un poco de torta mojada en
detrás de él gritando; lo dejamos pasar. vino, agridulce, que me recuerda aquel
Porque es de noche, y no es culpa día blanco y beatífico.
nuestra que la calle sea empinada y la No podía yo vislumbrar más allá de esa
luna llena; además, tal vez esos dos orga- atmósfera clerical un algo indescifrable
nizaron una cacería para entretenerse, tal para mi mente niña. No obstante, ese
vez huyen de un tercero, tal vez el prime- algo subyacía a todo, lo abarcaba todo.
ro es perseguido a pesar de su inocencia, Como un inmenso océano amenazaba
tal vez el segundo quiere matarle, y no con arrasarnos a mí y a mi pequeño
queremos ser cómplices de un crimen, mundo.
tal vez ninguno de los dos sabe nada Parecía solo un susurro y me desespe-
del otro, y se dirigen corriendo por su raba mi imposibilidad de otorgarle un
cuenta hacia la calma, tal vez son nombre. Lo imaginaba como una gran
noctámbulos, tal vez el pri- masa amorfa.
mero lleva armas.

Revista Universidad del Rosario / 35


La presentía en las oscuras calles de mi Sergio Flores

Prejuicios útiles
barrio, en los pasos que parecían seguir-
me y desaparecían tan pronto volteaba.
La presentía en los trajes oscuros, los Ahmed Raad Talib se preparaba para
gritos de las cantinas, las tardes grises hacer su oración del Maghrib, cuando
y la lluvia pertinaz, en los silencios de la puerta voló por los aires. La soledad
mis padres, los suspiros de la noche, los bulliciosa de su nueva casa en Belalcázar,
suaves pasos de las monjas y en las malas en la que no se sentía tan cómodo, fue
caras en la iglesia. interrumpida por el trotar de las botas
Sentía malestar… ¿por qué ese algo in- de los equipos especiales y los gases la-
nominado parecía ahogar la dulce alegría crimógenos.
de mi infancia? No lo entendía. El señor Ahmed extrañaba su carpa
Y ese algo llegó… Un día miraba por en Allahabad; pero no podía negarse a
la ventana al horizonte. Sí, lo recuerdo la complacencia de su hijo Abu Talib,
bien. Mi infancia acabó. Una turba que no escatimó esfuerzos para reunir el
arremolinada. La violencia apenas co- dinero suficiente y comprarle a su padre
menzaba. una casa con un gran jardín en donde
pudiera cultivar berenjenas, como él
siempre había soñado.
Mark Twain Abu Talib trabajaba y estudiaba de sol

Gemelos
a sol en Madrid, para que su padre tu-
viera todo lo que necesitara y fuera feliz,
-
Éramos gemelos mi hermano Bi como la ley de Alá lo ordena. Aunque no
tina,
lly y yo, hasta que un día, en la
estuvieran juntos, para él, su padre era
su héroe. Él le enseñó todo lo que sabía,
sde
se ahogó uno de los dos. Y de le había inculcado la importancia de su
si el
entonces no he sabido nunca origen, del que estaba muy orgulloso.
muerto era Billy o era yo. Aunque, después de lo que había pasado
en marzo, defender ese origen le traía
muchos problemas.

36 / De cosas...de la vida
Abu siempre le contaba a todo el
mundo las hazañas de su padre: de cómo
salieron de su aldea cuando un Marine
la destruyó por equivocación, lanzando
bombas a diestra y siniestra. Ya el señor
Ahmed estaba muy viejo y era el turno de
que el hijo viera por su padre, tarea que
Abu estaba cumpliendo de muy buen de las demás con la cinta amarilla de
agrado. Ese día sin nada más que hacer y acordonamiento policial; todo tipo de
con la desesperación típica de la senectud cuerpos de seguridad, tanto nacionales
recién adquirida, el señor Ahmed llamó como los internacionales, registraba la
a su hijo para decirle que agradecía su zona del jardín, la escudriñaron de abajo
esfuerzo por comprarle la casa que él que- hacia arriba y viceversa, pero no encon-
ría, pero que ésta era demasiado grande traron nada.
para él solo y que su vejez le impedía arar Con tanto ajetreo, la tranquilidad del
la tierra para cultivar sus berenjenas. señor Ahmed era impresionante, ni siquie-
—Tienes razón Padre –contestó Abu– ra lo había inmutado el abuso de voltear
con voz algo temerosa, veré qué puedo su casa entera y el jardín. Las agencias de
hacer, pero sabes que desde acá no puedo noticias registraron una crisis comparable
voltear la tierra del jardín. a la del 62 por el temor de una catástrofe
—Sabes que es muy fácil –contesta- con armas biológicas, y el señor Ahmed
ba el señor Ahmed– pero los choques permanecía incólume al asunto.
eléctricos en Faluya han inmovilizado Poco después, cuando todo se calmó,
mi espalda. se escuchó el sonido del teléfono, era su
–Lo sé padre, ya veré qué hago para que hijo Abu Talib quien abismado por la
alguien te ayude, pero recuerda que por felicidad sólo dijo: –Por televisión vi que
nada del mundo debes dejar que alguien muchos voltearon la tierra por ti, eso es
vea lo que tengo enterrado allí. todo lo que puedo hacer desde acá que-
Exactamente dos horas después, la rido padre, espero que tu espalda no te
casa de Ahmed Raad Talib fue aislada moleste al sembrar tus berenjenas.

Revista Universidad del Rosario / 37


–Gracias hijo y que Alá, el clemente y Nunca se ha vivido tanto como cuando
misericordioso, te bendiga por eso. se ha pensado mucho.
Quien está en el rincón de la sala baila
Jorge Amado con todos los bailarines. Lo ve todo y,

El busto porque lo ve todo, lo vive todo. Como


todo, en súmula y ultimidad, es una
En el lugar donde vivo hay un busto sensación nuestra, tanto vale el contacto
mío que a veces desaparece. Dicen que con un cuerpo como su visión o, incluso,
mis amigos lo roban cuando se van su simple recuerdo. Bailo, pues, cuando
de farra como hicieron los amigos de veo bailar. Digo, como el poeta inglés, al
Quincas con Quincas cuando murió. narrar que contemplaba, tumbado en la
Llevan el busto para que yo participe hierba, a tres segadores: “Un cuarto está
en las fiestas. Yo soy un hombre ya de segando, y ése soy yo”.
cierta edad y quizá no debería participar Viene todo esto, que va dicho como
en estas cosas, pero si me llevan, yo no va sentido, a propósito del gran cansan-
puedo impedirlo. cio, aparentemente sin causa, que ha
descendido hoy súbitamente sobre mí.
Fernando Pessoa
Estoy, no sólo cansado, sino amargado,
Viajar (Extracto) y la amargura es también desconocida.
Estoy, tan angustiado, al borde del llanto
La vida es un viaje experimental, he-
—no de lágrimas que se lloran, sino que
cho involuntariamente. Es un viaje del
se reprimen, lágrimas de una enfermedad
espíritu a través de la materia y, como es
del alma que no de un dolor sensible.
el espíritu quien viaja, es en él donde se
¡Tanto he vivido sin haber vivido!
vive. Hay, por eso, almas contemplativas
¡Tanto he pensado sin haber pensado!
que han vivido más intensa, más extensa,
Pesan sobre mí mundos de violencias
más tumultuosamente que otras que han
paradas, de aventuras tenidas sin movi-
vivido externas. El resultado lo es todo.
miento. Estoy harto de lo que nunca he
Lo que se ha sentido ha sido lo que se
tenido ni tendré, tedioso de dioses por
ha vivido. Uno se recoge de un sueño
existir. Llevo conmigo las heridas
como de un trabajo visible.
de todas las batallas

38 / De cosas...de la vida
que he evitado. Mi cuerpo muscular está Nathaly Jiménez Reinales

Estado
molido del esfuerzo que no he pensado
en hacer…

somnoliento
Empañado, mudo, nulo… el cielo
alto es el de un verano muerto, imper-
fecto. Lo miro como si no estuviese allí.
Duermo lo que pienso, estoy echado an- … A las 22h00 ya los niños dormían,
dando, sufro sin sentir. Mi gran nostalgia yo estaba en la ventana viendo cómo
lo es de nada, es nada, como el cielo alto comenzaba a oscurecer, sintiéndome feliz
que no veo, y que estoy mirando imper- de ver el sol aún a esa hora vefectos del
sonalmente (…). verano. Salí de allí a las 23h30 y tomé
el metro de vuelta, a esa hora ya no hay
tanta gente, así que no había posibilidad
Zhuang Zi
de desesperarme por el olor.

El arte de matar Sentada en el metro, comencé a recor-


dar el por qué de mi preocupación, mi

dragones mamá me había llamado en la mañana


para decirme que había perdido el tra-
bajo, que mi papá no aparecía y que mi
Zhu Pingman fue a Zhili Yi para hermano había comenzado a fumar. Sin
aprender a matar dragones. Es- embargo, más allá de esas circunstancias
tudió tres años y gastó casi toda lo que realmente me causó preocupación
fueron sus últimas palabras: “tú eres
su for tuna hasta conocer a fondo nuestra fuerza”. No me salió ni una sola
la materia. palabra cuando me dijo eso. Sólo pensé
Pero había tan pocos dragones que mi fuerza cada vez se debilita aquí
que Zhu no encontró dónde prac- y que debía hacer algo para no permitir
que la debilidad se extendiera. Mientras
ticar su arte. pensaba en eso, una muchacha sentada
al frente mío, hablaba por celular y de
repente pronunció unas

Revista Universidad del Rosario / 39


palabras que no he podido dejar de Allí estaba Lucie, mi coloc —persona
repetir: “Estoy tan lejos de lo mío y tan con la que comparto el deux pièces—,
cerca de lo que soy”, lo dijo en español, sentada en la misma posición de todas
tal vez por eso las sentí tan mías. Salí las noches, con su taza de té en las ma-
del metro repitiendo esa frase una y otra nos, mirando hacia un punto que aún
vez, pensando si es así como me siento no logro descifrar. La saludé, le conté la
y llegué a la conclusión de que aquí, yo historia de los “aparentemente árabes” y
estoy más cerca de lo que soy, porque me dejé que siguiera en su manifestación de
siento diferente. Y sentirme diferente me estado somnoliento.
hace fuerte. Entré al baño, me miré en el espejo,
Faltaban unos metros para llegar al deux me vi más gorda _como todos los días_ y
pièces donde vivo, cuando dos personajes maldije la pasta y el pan de chocolate que
— aparentemente árabes—, salieron de no puedo dejar de comer, uno porque es
uno de los restaurantes que hay en la misma lo más rápido que se puede cocinar y el
calle por la que yo caminaba, se pararon otro porque es muy rico. En fin, me quité
frente a mí para impedirme pasar y por pri- los zapatos y ahí estaba el olor insistiendo
mera vez, aun estando sola, no sentí miedo, en permanecer, pensé: es psicológico,
empujé a uno de ellos tan fuertemente que mañana ya no lo voy a sentir, saqué los
logré pasar y entrar a la puerta principal del zapatos por la ventana y los dejé afuera
edificio donde habito. para que se ventilaran —ojalá pudiera
Me dispuse a subir los siete pisos rá- hacer lo mismo con mi cabeza.
pidamente, pero estando en el cuarto no Es la 1h30 de la mañana, y he decidido
pude evitar detenerme al ver a uno de los contarle a mi obsoleto computador cómo
ancianos japoneses salir del baño colecti- estuvo mi día, mientras un estado som-
vo desnudo. Ya no supe cómo reaccionar, noliento me atrapa cada vez en medio
pero creo que mi cara ha comenzado de una inevitable fatalidad y al mismo
a generar gestos de desagrado perma- tiempo me colma de motivos para clamar
nentes. Continué subiendo y llegué al por la conciencia de lo que no se puede
séptimo piso, el humo del cigarrillo del ser, de lo que no se quiere ser, de lo que
vecino ya había comenzado se es estando lejos.
a extenderse otra vez.
Entré.

40 / De cosas...de la vida
Antología de
JUAN GUSTAVO
COBO BORDA

1. “En la administración de correos”. Antón Chéjov

2. “Solo”. Guy de Maupassant

3. “África mía”. Isaac Dinesen

4. “La vida corta y feliz”. Ernest Hemingway

5. “Los perros ladran”. Truman Capote

6. “El rayo que cayó dos veces”. Augusto Monterroso

7. “El próximo mes me nivelo”. Julio Ramón Riveyro

8. “Mejor que arder”. Clarice Lispector

9. “Un día de estos”. Gabriel García Márquez

10. “El último rostro”. Álvaro Mutis

* Para lograr esta edición, Juan Gustavo Cobo Borda, poeta y ensayista
colombiano, nos colaboró con la lista de sus cuentistas favoritos. Cualquier
cuento de ellos es fabuloso, dijo. Nosotros mencionamos uno en cada caso.
Gracias, Juan Gustavo.
Virgilio Piñera arena. Roma, en cambio, es templos y
ángeles.
En el insomnio —No queremos encontrar templos y
El hombre se acuesta temprano. No ángeles— dijo el Patriarca. —Queremos
puede conciliar el sueño. Da vueltas, como barro y arena para hacerlos.
es lógico, en la cama. Se enreda entre las Tomás de Aquino siguió su camino en
sábanas. Enciende un cigarro. Lee un silencio, pero no llegó a Roma.
poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no pue-
de dormirse. A las tres de la madrugada Jorge Luis Borges
se levanta. Despierta al amigo de al lado
y le confía que no puede dormir. Le pido El desierto
consejo. El amigo le aconseja que haga un A unos trescientos o cuatrocientos
pequeño paseo a fin de cansarse un poco. metros de la Pirámide me incliné, tomé
Que en seguida tome una taza de tilo y un puñado de arena, lo dejé caer silen-
que apague la luz. Hace todo esto pero no ciosamente un poco más lejos y dije en
logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez voz baja: Estoy modificando el Sahara. El
acude al médico. Como siempre sucede, el hecho era mínimo, pero las no ingeniosas
médico habla mucho pero el hombre no se palabras eran exactas y pensé que había
duerme. A las seis de la mañana carga un sido necesaria toda mi vida para que yo
revólver y se levanta la tapa de los sesos. El pudiera decirlas. La memoria de aquel
hombre está muerto, pero no ha podido momento es una de las más significativas
quedarse dormido. El insomnio es una cosa de mi estadía en Egipto.
muy persistente.

William Ospina 1982


Un cúmulo de polvo se ha formado en
A Roma el fondo del anaquel, detrás de la fila de
Cuando Tomás de Aquino iba hacia libros. Mis ojos no lo ven. Es una telaraña
Roma, vio venir al pueblo elegido. para mi tacto.
—Deteneos— gritó. Roma está a vues- Es una parte ínfima de la trama que
tras espaldas. llamamos la historia universal o el proceso
—Otra es la ciudad que buscamos— cósmico. Es parte de la trama que abarca es-
dijo desde su barba el Patriarca. trellas, agonías, migraciones, navegaciones,
—Nada hallaréis por este rumbo,— lunas, luciérnagas, vigilias, naipes, yunques,
les respondió Tomás —sino barro y Cartago y Shakespeare.

Revista Universidad del Rosario / 43


También son parte de la trama esta que es París, la decorosa Londres sabe
página, que no acaba de ser poema, y que es Londres, Ginebra casi no sabe
el sueño que soñaste en el alba y que ya que es Ginebra. Las grandes sombras
has olvidado. de Calvino, de Rousseau, de Amiel y de
¿Hay un fin en la trama? Schopen- Ferdinand Hodler están aquí, pero nadie
hauer la creía tan insensata como las las recuerda al viajero. Ginebra, un poco
caras o los leones que vemos en la confi- a semejanza de Japón, se ha renovado sin
guración de una nube. ¿Hay un fin de la perder sus ayeres. Perduran las callejas
trama? Ese fin no puede ser ético, ya que montañosas de la Vieille Ville, perduran
la ética es una ilusión de los hombres, no las campanas y las fuentes, pero también
de las inescrutables divinidades. hay otra gran ciudad de librerías y comer-
Tal vez el cúmulo de polvo no sea cios occidentales y orientales.
menos útil para la trama que las naves Sé que volveré siempre a Ginebra,
que cargan un imperio o que la fragancia quizá después de la muerte del cuerpo.
de nardo.
Jorge Luis Borges

Ginebra Una pesadilla


De todas las ciudades del planeta, Cerré la puerta de mi departamento y
de las diversas e íntimas patrias que un me dirigí al ascensor. Iba a llamarlo cuan-
hombre va buscando y mereciendo en el do un personaje rarísimo ocupó toda mi
decurso de los viajes, Ginebra me parece atención. Era tal alto que yo debí haber
la más propicia a la felicidad. Le debo, a comprendido que lo soñaba. Aumentaba
partir de 1914, la revelación del francés, su estatura un bonete cónico. Su rostro
del latín, del alemán, del expresionis- —que no vi nunca de perfil— tenía algo
mo, de Schopenhauer, de la doctrina de tártaro o de lo que yo imagino que es
del Buddha, del Taoísmo, de Conrad, tártaro y terminaba en una barba negra,
de Lafcadio Hearn y de la nostalgia de que también era cónica. Los ojos me
Buenos Aires. También la del amor, la de miraban burlonamente. Usaba un largo
la amistad, la de la humillación, y la de sobretodo negro y lustroso, lleno de gran-
la tentación del suicidio. En la memoria des discos blancos. Casi tocaba el suelo.
todo es grato, hasta la desventura. Esas Acaso sospechando que soñaba, me atreví
razones son personales; diré una de orden a preguntarle no sé en qué idioma por
general. A diferencia de otras ciudades, qué vestía de esa manera. Me sonrió con
Ginebra no es enfática. París no ignora sorna y se desabrochó el sobretodo. Vi

44 / De lugares extraños
que debajo había un largo traje enterizo
del mismo material y con los mismos
Madrid, julio de
discos blancos, y supe —como se saben
las cosas en los sueños— que debajo
1982
El espacio que puede ser parcelado
había otro.
en varas, en tardas o en kilómetros; el
En aquel preciso momento sentí el
tiempo de la vida no se ajusta a medidas
inconfundible sabor de la pesadilla y me
análogas. Acabo de sufrir una quemadura
desperté.
de primer grado; el médico me dice que
debo permanecer diez o doce días en esta
Los sueños impersonal habitación de un hotel de
Mi cuerpo físico puede estar en Lucer- Madrid. Sé que esa suma es imposible;
na, en Colorado o en El Cairo, pero al sé que cada día consta de instantes que
despertarme cada mañana, al retomar el son lo único real y que cada uno tendrá
hábito de ser Borges, emerjo invariable- su peculiar sabor de melancolía, de ale-
mente de un sueño que ocurre en Buenos gría, de exaltación, de tedio o de pasión.
Aires. Las imágenes pueden ser cordi- En algún verso de sus Libros Proféticos,
lleras, ciénagas con andamios, escaleras William Blake aseveró que cada minuto
de caracol que se hunden en sótanos, consta de sesenta y tantos palacios de oro
médanos cuya arena debo contar, pero con sesenta y tantas puertas de hierro;
cualquiera de esas cosas es una bocacalle esta cita sin duda es tan aventurada y
precisa del barrio de Palermo o del Sur. errónea como el original. Parejamente
En la vigilia estoy siempre en el centro el Ulysses de Joyce cifra las largas sin-
de una vaga neblina luminosa de tinte gladuras de la Odisea en un solo día de
gris o azul; veo en los sueños o converso Dublín, deliberadamente trivial.
con muertos, sin que ninguna de esas dos Mi pie me queda un poco lejos y me
cosas me asombre. Nunca sueño con el manda noticias, que se parecen al dolor
presente, sino con un Buenos Aires pre- y no son el dolor. Siento ya la nostalgia
térito y con las galerías y claraboyas de la de aquel momento en que sentiré nos-
Biblioteca Nacional, en la calle México. talgia de este momento. En la memoria
¿Quiere todo esto decir que, más allá el dudoso tiempo de la estadía será una
de mi voluntad y de mi conciencia, soy sola imagen. Sé que voy a extrañar ese
irreparablemente, incomprensiblemente recuerdo cuando esté en Buenos Aires.
porteño? Quizá esta noche sea terrible.

Revista Universidad del Rosario / 45


Juan Guillermo Duque tras le entregaba al ladrón lo poco que le
quedaba, así es la vida, mientras expiraba
En la calle su última bocanada de humo.
Cuando descubrió que sólo le quedaba
un billete de dos mil pesos en el bolsillo, Ítalo Calvino
se dio cuenta de que ya había desperdicia-
do todo lo que tenía y que era demasiado Las ciudades y el
tarde. Las calles frías y sombrías surgie-
ron de forma implacable alrededor de deseo
sus pasos, y ahora se derrumbaba con la De dos maneras se llega a Despina: en
cara hacia el pavimento. Pudo haber sido barco o en camello. La ciudad se presenta
acuchillado por un feroz delincuente que diferente al que viene de tierra y al que
considerara risible la suma que obtenía viene del mar.
con su trabajo. Nada de eso era un secreto El camellero que ve despuntar en el
para él, sin embargo no le preocupaba; horizonte del altiplano los pináculos de
estaba ebrio. Caminante solitario. Pobre los rascacielos, las antenas radar, agitar-
hombre que se da cuenta de su pequeñez, se las mangas de ventilación blancas y
de que no vale nada en absoluto. rojas, echar humo las chimeneas, piensa
Tomó asiento en una banquilla. Invitó en un barco, sabe que es una ciudad
a una callejera para que se sentara a su pero la piensa como una nave que lo
lado, una desconocida a quien comenta- saque del desierto, un velero que esté
ba entre risas su situación. Ella lo aban- por partir, con el viento que ya hincha
donó; no tenía con qué pagar su tiempo. las velas todavía sin desatar, o un vapor
Así las cosas –pensó–, lo mejor sería sacar con la caldera vibrando en la carena de
dinero del cajero. Al acercarse a uno se hierro, y piensa en todos los puertos, en
dio cuenta de que ni siquiera tenía sus las mercancías de ultramar que las grúas
documentos, estaba en la calle, en la ca- descargan en los muelles, en las hosterías
lle. Sacó un cigarro, y siguió su torcido donde tripulaciones de distinta bandera
camino hacia ninguna parte. Horas antes se rompen la cabeza a botellazos, en las
tenía dinero, pero lo había desperdiciado. ventanas iluminadas de la planta baja,
No obtuvo nada, se quedó dormido y cada una con una mujer que se peina.
además, le vaciaron los bolsillos. Cuando En la neblina de la costa el marinero
despertó, recordó confusamente lo que distingue la forma de una giba de ca-
había pasado y bendijo que no se llevaran mello, de una silla de montar bordada
sus cigarros. Así es la vida, repetía mien- de flecos brillantes entre dos gibas man-

46 / De lugares extraños
chadas que avanzan contoneándose, sabe sobre el conflicto en Rwanda vinieron
que es una ciudad pero la piensa como de Popo, un cantante Tutsi que conocí
un camello de cuyas albardas cuelgan en Montreal, quien hablaba constan-
odres y alforjas de frutas confitadas, vino temente de la crueldad de los hechos y
de dátiles, hojas de tabaco, y ya se ve a que superaban cualquier relato que haya
la cabeza una larga caravana que lo lleva leído al respecto. Cada vez que lo veía,
del desierto del mar hacia el oasis de agua me comentaba que algún miembro de
dulce a la sombra dentada de las pal- su familia había sido asesinado por los
meras, hacia palacios de espesos muros machetes y hachas de las milicias Hutu,
encalados, de patios embaldosados sobre y los que mejor suerte tuvieron, fueron
los cuales bailan descalzas las danzarinas, ultimados rápidamente con un tiro en la
y mueven los brazos un poco dentro del cabeza. Eso lo único que hizo fue reforzar
velo, un poco fuera. la noción de la inclemencia con la que
Cada ciudad recibe su forma del de- el gobierno Hutu había manejado el in-
sierto al que se opone; y así ven el came- conformismo de los Tutsis, razón por la
llero y el marinero a Despina, ciudad de cual sus miembros merecían ser juzgados
confín entre dos desiertos. con la mayor severidad posible. Éste es,
básicamente el dogma que se predica
Lincoln Bent sobre el tema en la teoría de las relaciones

En Montreal internacionales.
Carmen apareció en escena durante
Como internacionalista siempre había una fiesta de la Asociación de Estu-
hecho una evaluación categórica de la diantes Africanos de la Universidad de
masacre de Rwanda entre Hutus y Tutsis. McGill. Por una amiga en común, supe
Por inercia calificaba el hecho como una que había tenido que escapar de Rwanda
de las mayores barbaries que había visto por amenazas contra su vida durante el
la humanidad, en un acto que dejaba genocidio; en un periplo que la llevó de
sin piso el humanismo de los humanos. Kigali a Madrid, luego a Québec City y,
Todo eso cambió drásticamente cuando finalmente, a Montreal, lugar de donde
conocí a Carmen, la hija de un Ministro hoy su padre corre el riesgo de ser extra-
Hutu quien hoy vive exiliada en Canadá ditado, hacia una muerte segura.
por temor a que hagan con ella lo mismo Las conversaciones con ella sobre
que el gobierno, del que su padre formó el tema siempre fueron muy cautas y
parte, hizo con los Tutsis. respetuosas ante la realidad de su na-
Los primeros relatos vívidos que tuve ción. Popo, por otro lado, no ahorraba

Revista Universidad del Rosario / 47


esfuerzos en hacerme entender que su El conflicto generado en ese momento
comunidad estaba siendo masacrada por sigue hasta hoy, es más, se refuerza cada
los Hutus, incluso años después de la vez que hablo con ella, sé que está muy
finalización oficial del conflicto. cerca de perder a su padre debido a la
Cuesta creer que un miembro del go- extradición que la Corte Suprema de
bierno Hutu de la época pudiera estar al Canadá está próxima a dictar. Ellos son
margen de las muertes, aunque también buenas personas, pero participaron en
es probable que el padre de Carmen no un acto que siempre he condenado. La
haya incitado a la violencia directamente, cuestión es que conocerlos los hace me-
como explica su familia. En cualquier jores personas, por lo tanto, merecedores
caso, es imposible eximirlo de toda res- de algo que su padre le negó a muchos
ponsabilidad. Cuesta también encontrar Tutsis, la oportunidad de vivir.
explicación o excusa ante lo que yo sigo A partir de ese memento, abandoné el
considerando como uno de los peores fundamentalismo, propio de los interna-
episodios de la historia moderna, pero el cionalistas, que nos lleva a creer que lo
pragmatismo mental sobre este tema se sabemos todo y que no hay nada que no
acaba, máxime cuando se conoce a perso- se explique con Morgenthau, Keohane,
nas, a muy buenas personas, que de una Maquiavelo o cualquier otro teórico.
u otra forma, estuvieron involucradas. Hoy digo con todo el orgullo del mundo,
Mientras la amistad surgía veía clases que mi subjetividad pudo más que cinco
con los mejores teóricos en relaciones años de teoría sobre la responsabilidad de
internacionales de Canadá, quienes los gobiernos, Corte Penal Internacional,
reforzaban los paradigmas establecidos Interdependencia y todas esas cosas. No
desde la Universidad del Rosario sobre sé si eso me hace mejor o peor profesio-
ese hecho, pero conocer a alguien directa- nal, pero me alegra no haber perdido ese
mente involucrado y llegar a considerarlo toque humano que la impersonal teoría
como una excelente persona y amiga, no soporta. Lo que si sé es que a partir
chocaba con lo que había aprendido y de ese momento dejé de utilizar como
me sumergía en una confusión infinita. frase de batalla: “Es que estás siendo
Como internacionalista, ¿debo hacer eva- subjetivo”, frase que descalifica cualquier
luaciones con el dogma o con la pasión argumento, sobre todo porque una vez
subjetiva de estar haciéndome una idea, lo usé en una discusión con una amiga y
ya no sólo sobre un hecho impersonal, la respuesta fue un contundente: “Cómo
sino ahora sobre ese mismo hecho con no serlo si somos sujetos”.
la cara de mi amiga y su familia?

48 / De lugares extraños
Revista Universidad del Rosario / 49
Antología de
Luz Mary Giraldo*

1. “Hielo, cocaína y arco iris”. Ramón Illán Bacca

2. “El descenso”. Juan Carlos Botero

3. “Quiero es cantar”. Roberto Burgos Cantor

4. “El padre de mis hijos”. Antonio Caballero

5. “Soledad al final del coche cama”. Óscar Collazos

6. “El hombre”. Germán Espinosa

7. “El testamento del capitán”. Andrés Hoyos

8. “Pesadilla en el hipotálamo”. Julio César Londoño

9. “El sonámbulo despierto”. Julio Paredes

10. “Nevermore alone”. Germán Pinzón

11. “Solicitación en confesión”. Philip Podtevin

12. “Se vende cama”. Evelio José Romero

13. “Las vacaciones de Mr. Rochester”.

Roberto Rubiano Vargas

14. “Como un ciervo, como un jabalí, como un

siervo”. Daniel Samper Pizano

15. “El día de la partida”. Enrique Serrano

* Giraldo, Luz Mary (selección). Cuentos de fin de siglo. Bogotá: Seix


Barral, 1999

50 / Entrevista
El Novelino

Novela XLIV
Que cuenta cómo
un caballero
Eduardo Galeano
requirió de amores
La autoridad
a una dama En épocas remotas, eran las mujeres
Un caballero solicitaba en amores a quienes cazaban y pescaban. Ellas salían
una dama cierto día, y decíale, entre de las aldeas y volvían cuando podían
otras palabras, que él era gentil y rico y o querían. Los hombres montaban las
hermoso sin medida, “y vuestro marido chozas, preparaban la comida, mante-
es así de feo como vos sabéis”. Y el tal nían encendidas las fogatas contra el frío,
marido estaba tras la pared de la cámara; cuidaban a los hijos y curtían las pieles
habló y dijo: de abrigo.
—Messire, por cortesía concretaos a Así era la vida entre los onas, hasta
los hechos vuestros y no os mezcléis en que un día los hombres mataron a todas
los ajenos. las mujeres.
Messer Licio di Valbuona fue el feo, y Solamente las niñas recién nacidas se
Messer Rinieri da Calvoli fue el otro. salvaron del exterminio. Como no cono-
cían el secreto, no había peligro.
Cuando se hicieron mujeres, les dijeron
que servir a los hombres era su destino.
Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus
hijas y las hijas de sus hijas.

Revista Universidad del Rosario / 51


Luis Fayad Pero la parte que ella casó era su parte

Reencuentro
que se llamaba María. Su parte Olga per-
manecía soltera y luego tomó un amante
La mujer dejó saber con la mirada que vivía en adoración ante sus ojos.
que quería decirle algo. Leoncio accedió, Ella no podía comprender que su ma-
y cuando ella se apeó del bus él hizo lo rido se enfureciera y le reprochara infi-
mismo. La siguió a corta pero discreta delidad. María es fiel, perfectamente fiel.
distancia, y luego de algunas cuadras la ¿Qué tenía él que meterse con Olga?
mujer se volvió. Sostenía con mano firme Ella no comprendía que él no com-
una pistola. Leoncio reconoció entonces prendiera. María cumplía con su deber,
a la mujer ultrajada en un sueño y des- la parte Olga adoraba a su amante.
cubrió en sus ojos la venganza. ¿Era ella culpable de tener un nombre
—Todo fue un sueño —le dijo. En un doble y de las consecuencias que esto
sueño nada tiene importancia. puede traer consigo?
—Depende de quien sueñe —dijo la Así, cuando el marido cogió el re-
mujer. Este también es un sueño. vólver, ella abrió los ojos enormes, no
asustados, sino llenos de asombro, por no
Vicente Huidobro poder entender un gesto tan absurdo.

Tragedia Pero sucedió que el marido se equi-


vocó y mato a María, a la parte suya, en
María Olga es una mujer encantado- vez de matar a la otra. Olga continuó
ra. Especialmente la parte que se llama viviendo en brazos de su amante, y creo
Olga. que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo
Se casó con un mocetón grande y sólo que es un poco zurda.
fornido, un poco torpe, lleno de ideas
honoríficas, reglamentadas como árboles
de paseo.

52 /De seres humanos


Juan José Arreola Douglas quien ofició como amante de

Ágrafa musulmana en Wilde durante algunos años, antes de


propiciar, a instancias de un amor casi

papiro de oxyrrinco pagano, la ruina del gran maestro y la


suya propia. Wilde, como se sabe, fue
Estabas a ras de tierra y no te vi. condenado por provocador —y él se pre-
Tuve que cavar hasta el fondo de mí guntaba que cómo podían castigar una
virtud tan bella— y pasó dos años en la
para encontrarte.
cárcel de Reading. Douglas, en cambio,
Juan Esteban Constaín abandonó sus gustos y aceptó una vida

El genio del
feliz de hombre casado, consumiendo
en el aburrimiento, por los siguientes

ingenio
ocho lustros, una ardiente nostalgia por
la gracia de los días idos.
Es una verdadera lástima, como dijo Lo cierto es que Wilde era un hombre
alguna vez Jorge Luis Borges en una de excepcional, que hizo del ingenio, de la
esas entrevistas que le hacían y cuyas lucidez a toda prueba, una forma eleva-
respuestas eran todas pequeñas obras dísima del arte; tanto que podría decirse,
maestras, que el nombre del escritor ir- sin sonrojos ya a estas horas de la vida,
landés Oscar Wilde esté asociado a dos que el ingenio era la versión perfecta del
hechos menores de su vida: sus gustos genio del poeta y dramaturgo y ensayista
homosexuales y el juicio por sodomía irlandés. Un genio que no hacía ninguna
—es decir por homosexualismo—, distinción entre la vida y la obra, trasla-
que le montó un amargo noble que en dando así, a las miserias cotidianas, des-
otras circunstancias, o por lo menos en tellos de un encanto que muchos creían
estos tiempos libertinos, habría podido sólo posible en los libros.
considerarse como su suegro. Se trataba Lo prueban sus anécdotas prodigiosas,
del Marqués de Queensberry, padre del atravesadas todas por una ironía que de
joven dandy Alfred no serlo haría aún más la-
mentable, y seria, la

Revista Universidad del Rosario / 53


estupidez de los hombres. Un poeta, por Feng Meng-Lung

El dedo
ejemplo, le dijo una vez a Wilde: “Siento
que mis colegas me excluyen, querido
Oscar. Han montado en mi contra una Un hombre pobre se encontró en su
conspiración del silencio. ¿Qué debo ha- camino a un antiguo amigo. Éste tenía
cer?”. “Únetele”, fue la respuesta estricta un poder sobrenatural que le permitía
del moralista, que lo era a su manera. En hacer milagros. Como el hombre pobre
otra ocasión, le consultaron su opinión se quejaba de las dificultades de su vida,
sobre una obra teatral que había sido su amigo tocó con el dedo un ladrillo
aclamada como un verdadero fiasco, y él que de inmediato se convirtió en oro. Se
apenas se encogió de hombros: “la obra lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó
era maravillosa, y el público un desastre”. de que eso era muy poco. El amigo tocó
Pero acaso sea su elogio de Madame de un león de piedra que se convirtió en un
Mountemier la pieza capital del escritor león de oro macizo y lo agregó al ladrillo
Wilde, advertido por un amigo sobre la de oro. El amigo insistió en que ambos
absoluta fealdad de tan grande dama fran- regalos eran poca cosa.
cesa, quien los había invitado a ambos a —¿Qué más deseas, pues? —le pre-
cenar en su palacio a las afueras de París. guntó sorprendido el hacedor de pro-
Apenas la vio, Wilde profirió una mueca digios.
de horror, y Madame, que conocía perfec- —¡Quisiera tu dedo! —contestó el
tamente lo suyo y que quería evitarle a su otro.
ilustre comensal una vergüenza, le dijo en
tono festivo: “¿Verdad señor Wilde que soy Franz Kafka
la mujer más fea de Francia?”. El poeta la
tomó de la mano, besándosela, y le respon- El rechazo
dió con galantería: “Del mundo, señora. Es Cuando encuentro una hermosa joven
inútil restarse méritos tan evidentes”. y le ruego: “Tenga la bondad de acompa-
ñarme” y ella pasa sin contestar, su silen-
cio quiere decir esto:

54 /De seres humanos


—No eres ningún duque de famoso Franz Kafka

Una pequeña
título ni un fornido americano con por-
te de piel roja, con ojos equilibrados y

fábula
tranquilos, con un cutis templado por
el viento de las praderas y de los ríos
que las atraviesan, no has hecho ningún —¡Ay! —dijo el ratón. El mundo se
viaje por los grandes océanos y por esos hace cada día más pequeño. Al principio
mares que no sé dónde se encuentran. era tan grande que le tenía miedo; corría
En consecuencia, ¿Por qué yo, una joven y corría y por cierto que me alegraba ver
hermosa, habría de acompañarte? esos muros, a diestra y siniestra, en la dis-
Olvidas que ningún automóvil te tancia. Pero esas paredes se estrechan tan
pasea en largas acometidas por las calles; rápido que me encuentro en el último
no veo a los caballeros de tu séquito que cuarto y ahí en el rincón está la trampa,
se abalanzan tras de ti y que te siguen sobre la cual debo pasar.
en estrecho semicírculo, murmurándote —Todo lo que debes hacer es cambiar
bendiciones; tus pechos parecen perfec- de rumbo —dijo el gato, y se lo comió.
tamente comprimidos en tu blusa, pero
tus caderas y tus muslos los compensan Jaime Alberto Vélez
de esa opresión; llevas un vestido de ta-
fetán plegado, como los que tantos nos Arcano
alegraron el otoño pasado, y, sin embar- Sólo al acercarse al patíbulo se supo
go, sonríes —con ese peligro mortal en que aquella mujer, que tenía fama de ser
el cuerpo— de vez en cuando. bruja, era tan sólo una cándida adoles-
cente. De modo que al observar la belleza
de su rostro recién descubierto, todos,
dudando de la acusación, quedaron
conmovidos por su hermosura y deci-
dieron devolverle su libertad, que así, en

Revista Universidad del Rosario / 55


tres tribunales distintos, había obtenido otros, otros contra los muros y algunos
como por arte de magia. más afectados caían al agua ante la mirada
absorta de sus compañeros, que impoten-
Andrés Felipe Chaves Gutiérrez tes los veían alejarse mar adentro.

Aromas Era algo mágico, los aromas eran dul-


ces y románticos, y con una bocanada o
En uno de sus viajes, el marinero notó un suspiro se sentía una felicidad asesina
que el aire estaba enrarecido, sentía que la e inaguantable. El oxígeno, contamina-
densa niebla del amanecer venía impreg- do recorría las venas hasta el corazón,
nada de olores de diferentes tonalidades llegaba así a todo el torrente sanguíneo
que envolvían su buque. y provocaba espasmos en el vientre, tan
Sucedió que ráfagas de aire con aroma dolorosos como placenteros, que obliga-
a rosas y escaramujos invadieron los rin- ban a los hombres a llevarse las manos al
cones de la embarcación y los marineros, estómago y la boca.
aún somnolientos, salieron a los pasillos El capitán se abrió paso violentamente
en busca de la fuente de tan perturbador y se deslizó como un ánima entre las de-
efluvio. Escarbaron bajo las camas y en más almas de su tripulación; descendió
los armarios, revisaron las rendijas que entre las agonías y las súplicas de sus
separan la primera planta del cuarto de subalternos, hasta los pasillos estrechos,
máquinas, por si el olor se colaba desde por donde se regaba la humanidad entre
ese lugar, y algunos hasta bajaron con vómitos felices; encajó la llave en la ce-
cuerdas que arrojaron por la borda hasta rradura de su camarote y dando vueltas
las aspas de la nave para ver si acaso se sobre sí mismo buscó en su armario un
trataba de unas enredadas algas de mar. pequeño baúl que estaba metido tras una
El olor penetraba aún más y su intensi- bolsa de campaña.
dad se hacía tan profunda que la tripula- Lo abrió con las últimas fuerzas que le
ción, mareada por el vaho, empezaba a dar quedaban. La crujiente tapa se levantó y
pasos de ciego, tropezando unos contra dejó ver en el fondo una bolsa roja de

56 /De seres humanos


terciopelo anudada con hilos dorados de regreso a casa y comprendió que
que desató lentamente, sacó un pequeño nada en este mundo podría sacarlo de
frasco de vidrio negro con un diminuto su rumbo mientras tuviera aquél elipsis
corcho que retiró con cuidado. Lo acer- consigo. No podía evitar ese curso, estaba
có a su nariz, inhaló profundamente su condenado a salir día tras día a navegar
aroma y después mojó sus labios con por donde los hombres se arrojaban y,
una gota de su contenido. Sintió cómo aunque él alguna vez también declinó
el mundo se estremecía y un líquido ante el extraño olor, ahora no temía a
ardiente de sales bajaba por su garganta. sus encantos.
Advirtió cómo su corazón se reprimió Pues ese perfume a mujer, que tan-
con violencia y luego estalló contra su to enloquecía, había dejado de ser tan
pecho esparciendo en su interior las par- implacable desde la mañana aquella en
tículas mil veces fragmentadas de la gota que besó a su amada y sin saberlo, tocó
que había bebido de aquella botella. sus mejillas tibias de ternura y lágrimas.
Poco a poco volvió en sí, sus sentidos Fue en ese instante cuando su alma se
regresaron a la calma y el mareo se fue arrodilló y comprendió que el antídoto
desvaneciendo entre el sopor del nuevo para tantas agonías se encontraba en el
aroma que recorría su cuerpo. Recobró cauce de ese espíritu.
sus fuerzas y se incorporó. Giró lenta- A partir de ese instante, recogió sus
mente la manija de su camarote y re- lágrimas y las guardó para evitar sucum-
corrió de nuevo el pasillo y las escaleras bir ante otra, para encontrar siempre el
hasta la popa. camino a casa por más trampas que le
Encontró que su nave estaba otra vez pusiera alguna diosa en celo. Él ya nun-
abandonada, sus hombres se habían lan- ca sufriría más la tragedia de Homero
zado al mar entre saltos felices y mortales. o viviría la odisea de sus navegantes; lo
Sin embargo, se sintió afortunado. Tuvo inevitable era siempre ese espasmo final,
las fuerzas para conducir su embarcación ese pequeño hipo que le producían las lá-

Revista Universidad del Rosario / 57


grimas que tomaba, pues al pasar de unos la mano y se reían como compartiendo
minutos irremediablemente padecía una una broma.
profunda ansiedad y un irrefrenable de- Trató de espantarlos, pero se man-
seo que le provocaba llevarse las manos a tuvieron firmes y él disparó contra el
la boca para atajar esa nueva vida que de del papel; lo hirió en el ojo y se llevó el
su vientre surgía, fruto del amor, muestra papel. En la posada, refirió su aventura
de todo su cariño, alada y diminuta, ex- a los otros huéspedes. Mientras estaba
tendía sus extremidades la más hermosa hablando, entró un señor, que tenía un
mariposa amarilla que se escapaba de sus ojo lastimado. Escuchó con interés el
manos y emprendía vuelo libre sobre la cuento de Wang y pidió que le mostra-
costa de su océano. ran el papel. Wang ya iba a mostrárselo,
cuando el posadero notó que el recién
Leopoldo Lugones llegado tenía cola. ¡Es un zorro!, exclamó,

Aristocracia y en el acto el señor se convirtió en un


zorro y huyó.
—Soy recta —añade la Los zorros intentaron repetidas veces
espina—, fuerte casta y valerosa. recuperar el papel, que estaba cubierto de
caracteres ininteligibles, pero fracasaron.
La rosa murmura apenas: Wang resolvió volver a su casa. En el
—Yo soy la rosa… camino se encontró con toda su familia,
que se dirigía a la capital. Declararon que
Niu Chiao
él les había ordenado ese viaje, y su madre

Historia de zorros le mostró la carta en que le pedía que


vendiera todas las propiedades y se jun-
Wang vio dos zorros parados en las pa-
tara con él en la capital. Wang examinó
tas traseras, y apoyados contra un árbol.
la carta y vio que era una hoja en blanco.
Uno de ellos tenía una hoja de papel en

58 /De seres humanos


Aunque ya no tenían techo que los cobi- caídas. Las grietas inmensas. Las gentes
jara, Wang ordenó: Regresemos. gritando. Y un nubarrón de polvo que
Un día apareció un hermano menor parecía de noche.
que todos habían tenido por muerto. De Chinácota telegrafiaron a Pam-
Preguntó por las desgracias de la familia plona, de Pamplona a Bucaramanga y
y Wang le refirió toda la historia. Ah, dijo de Bucaramanga a Bogotá, en una larga
el hermano, cuando Wang le refirió toda cadena de clavijas y señoritas temblecas, y
la historia. Ah, dijo el hermano, cuando la noticia se engordó con los muertos que
Wang llegó a su aventura con los zorros, le fueron sumando gratis las telegrafistas.
ahí está la raíz de todo el mal. Wang Y en la capital supieron que no había
mostró el documento. Arrancándoselo, quedado piedra sobre piedra ni títere con
su hermano lo guardó con apuro. Al fin cabeza; miles de títeres, por supuesto.
he recobrado lo que buscaba, exclamó y, Sólo dos sobrevivientes: un señor
convirtiéndose en zorro, se fue. González, contrabandista, claro, y un tal
Assabach, que debería ser turco.
Miguel Méndez Camacho

Azabache
Mariana Frenk

Un tal González, de profesión dudosa, Fábula


no había cogido las riendas de Azabache Un caracol deseaba volverse águila.
cuando el animal salió como espantado, Salió de su concha, trató muchas veces
porque el empedrado empezó a bailarle de lanzarse al aire y cada vez fracasó.
debajo de las patas. Iba para Maracaibo Entonces quiso volver a su concha. Pero
y a la seis de la tarde se sorprendió en- ya no cabía, pues habían empezado a
trando a Chinácota, que queda en la otra crecerle las alas.
punta del camino que tenía pensado.
Atravesó a Cúcuta a galope forzado
y dice que vio muchos muertos y casas

Revista Universidad del Rosario / 59


Liehtsé rido—, ¿a qué preocuparse averiguando

El ciervo
cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su

escondido
casa, pensando todavía en el ciervo, y
realmente soñó, y en el sueño soñó el
Un leñador de Cheng se encontró en el lugar donde había ocultado al ciervo y
campo con un ciervo asustado y lo mató. también soñó quién lo había encontrado.
Para evitar que otros lo descubrieran, lo Al alba fue a casa del otro y encontró al
enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ciervo. Ambos discutieron y fueron ante
ramas. Poco después olvidó el sitio donde un juez, para que resolviera el asunto. El
lo había ocultado y creyó que todo había juez le dijo al leñador:
ocurrido en un sueño. Lo contó, como —Realmente mataste un ciervo y
si fuera un sueño, a toda la gente. Entre creíste que era un sueño. Después so-
los oyentes hubo uno que fue a buscar al ñaste realmente y creíste que era verdad.
ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó El otro encontró al ciervo y ahora te lo
a su casa y dijo a su mujer: disputa, pero su mujer piensa que soñó
—Un leñador soñó que había matado que había encontrado un ciervo. Pero
un ciervo y olvidó dónde lo había escon- como aquí está el ciervo, lo mejor es que
dido y ahora yo lo he encontrado. Ese se lo repartan.
hombre sí que es un soñador. El caso llegó a oídos del rey de Cheng
—Tú habrás soñado que viste un y el rey de Cheng dijo:
leñador que había matado un ciervo. —¿Y ese juez no estará soñando que
¿Realmente crees que hubo un leñador? reparte un ciervo?
Pero como aquí está el ciervo, tu sueño
debe ser verdadero —dijo la mujer.
—Aun suponiendo que encontré al
ciervo por un sueño —contestó el ma-

60 /De seres humanos


Flor Mendieta hay metal en tus vestidos

Fábula 1
¿De qué lejanos reinos, entonces has
venido?
El pececillo, aburrido porque ¿Yo?, yo sólo leía un cuento, un ma-
ravilloso cuento de instrumentos, de
nunca le sucedía nada emocionan-
enanos que hacían sonar los pianos, de
te, decidió salir a la superficie de la príncipes enamorados de las flautas, de
tierra. En aquel instante sobrevino un guitarrón que cantaba serenatas y aves
el diluvio universal. parloteando su canción entre las ramas.
¡Cómo!, ¿de instrumentos dices?
Claudia Pinilla y Boris Pinto Ah sí… unos tan nobles, otros tan

El taller de los
presumidos, unos tristes, otros atrevidos,
algunos grandes, sonoros y panzones,

juguetes cantores
otros muy dulces, repletos de canciones,
de pulidas maderas y brillantes metales,
Sophía se quedó dormida con el cuen- juegan entre canciones con graciosos
to abierto sobre las cobijas. animales.
Y soñando entre algodones, despertó ¿De madera y de metal has dicho?
en el justo momento en que un ratón se ¡Sí!... son formas y figuras y colores,
frotaba las mejillas con dolor repitiendo me invitan a escuchar su buen sonido las
¡Ay, ay, ay, es por mi violín! arpas hilanderas de los vientos dorados,
Se sentó en el borde de una nota que, los cantantes de conciertos.
amablemente le sirvió de cuna y, aunque ¿Escuchas nuestras voces?
la luna le miraba la nariz se levantó asom- ¿Cómo pues, si no tenemos vida?
brada, sonriendo y muy feliz. Si sólo somos metal, y madera y cuer-
¿Quién eres?, preguntó un amable da llenando los rincones polvorientos del
fagot, no hay madera en tus zapatos ni taller…

Revista Universidad del Rosario / 61


Si tan sólo un niño nos tocara ¡Her- Para todos hay tarima, para todos hay
mosas melodías, podríamos ser! función en el taller de los cantores, ¡Se-
¡Yo!, ¡Yo quiero!, respondió Sophía, ñores!, ¡para todos hay canción!
¡Yo quiero tocar las melodías! Enseñen a Sophía, y a los niños del
¡Qué suenen las canciones en los cuen- taller que en la orquesta de la vida cada
tos!, ¡qué canten conmigo, los niños de quien tiene su turno, cada quien en su
otros tiempos!, ¡qué bailen en las nubes!, lugar en la orquesta de la vida, cada
¡arriba con los vientos! quien lleva en su cuento una historia
¡Que brillen en su canto, las trompetas por cantar…
en los cielos!
¡Amigos! Gabriel García Márquez
Se escuchó la ronca voz de aquel fagot
ha llegado al fin el día de gran alegría El drama del
¡Qué canten las voces!, ¡qué suenen los
instrumentos! desencantado
¡Sophía! ...el drama del desencantado que se
¡Sophía ha despertado arrojó a la calle desde el décimo piso, y
cantando en un cuento! a medida que caía iba viendo a través de
Como un luthier en su taller, el Crea- las ventanas la intimidad de sus vecinos,
dor con un soplo nos ha dado la vida. las pequeñas tragedias domésticas, los
¡Prepárense y alégrense! ajusten corba- amores furtivos, los breves instantes de
tín y lustren los zapatos afinen esas voces, felicidad, cuyas noticias no habían lle-
¡ensayen ya su canto! gado nunca hasta la escalera común, de
Unos van primero, otros van después modo que en el instante de reventarse
todos en hilera, esperen su ocasión no se contra el pavimento de la calle había
agolpen, no se empujen cambiado por completo su concepción
del mundo, y había llegado a la conclu-

62 /De seres humanos


sión de que aquella vida que abandonaba la benevolencia y la compasión. Entre
para siempre por la puerta falsa valía la sus primos, se encontraba el perverso
pena de ser vivida. Devadatta, siempre celoso del maestro
y empeñado en desacreditarlo e incluso
Andrea Bocconi dispuesto a matarlo.

Tranvía Cierto día que el Buda estaba pa-


seando tranquilamente, Devadatta, a su
Por fin. La desconocida subía siem- paso, le arrojó una pesada roca desde la
pre en aquella parada. “Amplia sonrisa, cima de una colina, con la intención de
caderas anchas... una madre excelente acabar con su vida. Sin embargo, la roca
para mis hijos”, pensó. La saludó; ella sólo cayó al lado del Buda y Devadatta
respondió y retomó su lectura: culta, no pudo conseguir su objetivo. El Buda
moderna. se dio cuenta de lo sucedido pero per-
Él se puso de mal humor: era muy maneció impasible, sin perder la sonrisa
conservador. ¿Por qué respondía a su de los labios.
saludo? Ni siquiera lo conocía. Días después, el Buda se cruzó con su
Dudó. Ella bajó. primo y lo saludó afectuosamente.
Se sintió divorciado: “¿Y los niños, con Muy sorprendido, Devadatta pregun-
quién van a quedarse?” tó:
—¿No estás enfadado, señor?
Anónimo hindú
—No, claro que no.
Ni tú ni yo somos Sin salir de su asombro, inquirió:
—¿Por qué?
los mismos Y el Buda dijo:
—Porque ni tú eres ya el que arrojó
El Buda fue el hombre más despierto
la roca, ni yo soy ya el que estaba allí
de su época. Nadie como él compren-
cuando me fue arrojada.
dió el sufrimiento humano y desarrolló

Revista Universidad del Rosario / 63


Jenny Paola Guerrero

Blanca sombra

64 /De seres humanos


Revista Universidad del Rosario / 65
Antología de
Roberto González
Echevarría*
1. “A Rose for Emily”. William Faulkner

2. “The Purloined Letter”. Edgar Allan Poe

3. “Un coeur simple”. Gustave Flaubert

4. “El jardín de senderos que se bifurcan”. Jorge Luis Borges

5. “Viaje a la semilla”. Alejo Carpentier

6. “Diles que no me maten”. Juan Rulfo

7. “Autopista del Sur”. Julio Cortázar

8. “La vieja Rosa”. Reynaldo Arenas

9. “La tercera orilla del río”. Joao Guimaraes Rosa

10. “La prodigiosa tarde de Baltazar”. Gabriel García Márquez

* Otro personaje muy admirado y querido por el equipo de esta revista


y quien también se unió a esta edición es el Ph.D. Roberto González
Echevarría, Sterling Profesor of Hispanic and Comparative Literature,
de Yale University, Jefe del Departamento de Español y Portugués de la
Universidad de Yale por 16 años y también Director del Programa de
Estudios Latinoamericanos. Doctorado en lenguas románicas por Yale
en 1970, doctorado honoris causa de Colgate University en 1987, de la
University of South Florida en el 2000 y Columbia University en el 2002,
y miembro de la American Academy of Arts and Sciences.
Las cátedras Sterling son las más prestigiosas de Yale, de hecho anterior-
mente en literatura han sido ocupadas por René Wellek, Erich Auerbach
y Paul de Man, y en la actualidad por Harold Bloom. La especialidad del
profesor Roberto González Echevarría es la literatura española del Siglo
de Oro y la hispanoamericana colonial y moderna.
También ha sido miembro de la comisión editorial de revistas como The
Yale Journal of Criticism y The Yale Review. Actualmente es miembro de la
Hispanic Review, Hispania, Revista Iberoamericana y otras revistas norte-
americanas, hispanoamericanas y europeas. Además es Cocoordinador de
la Cambridge History of Latin American Literature (1996) y editor del
Oxford Book of Latin American Short Stories (1997).

66 / Entrevista
R. F. Burton Escondido debajo de la lengua muerta
encontró un anillo con una piedra pre-
La obra y el poeta ciosa. No bien el anillo estuvo en manos
de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar
El poeta hindú Tulsi Das compuso la sepultura al cadáver y volcó su amor en
gesta de Hanuman y de su ejército de la persona del arzobispo. Para escapar de
monos. Años después, un rey lo encarce- la embarazosa situación, Turpín arrojó el
ló en una torre de piedra. En la celda se anillo al lago de Constanza. Carlomagno
puso a meditar y de la meditación surgió se enamoró del lago Constanza y no qui-
Hanuman con su ejército de monos y so alejarse nunca más de sus orillas.
conquistaron la ciudad e irrumpieron en
la torre y lo libertaron. Macedonio Fernández

Un paciente en Îtalo Calvino

La leyenda de disminución
Carlomagno dócilEl señor Ga había sido tan asiduo, tan
y prolongado paciente del doctor
Terapéutica, que ahora ya era sólo un pie.
El emperador Carlomagno se enamo-
Extirpados sucesivamente los dientes, las
ró, siendo ya viejo, de una muchacha
amígdalas, el estómago, un riñón, un
alemana. Los nobles de la corte estaban
pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba
muy preocupados, porque el soberano,
el valet del señor Ga a llamar al doctor
poseído de ardor amoroso y olvidado de
Terapéutica, para que atendie- ra
la dignidad real, descuidaba los asuntos
el pie del señor Ga, que lo
del Imperio. Cuando la muchacha murió
mandaba llamar.
repentinamente, los dignatarios respi-
El doctor Terapéutica
raron aliviados, pero por poco tiempo,
examinó detenidamente el
porque el amor de Carlomagno no había
pie y “meneando con grave modo”
muerto con ella. El Emperador, que ha-
la cabeza resolvió:
bía hecho llevar a su aposento el cadáver
—Hay demasiado pie,
embalsamado, no quería separarse de él.
con razón se siente mal:
El arzobispo Turpín, asustado de esta
le trazaré el corte nece-
macabra pasión, sospechó un encan-
sario, a un cirujano.
tamiento y quiso examinar el cadáver.

Revista Universidad del Rosario / 67


Gustavo Masso Jacques Sternberg

La punta El castigo
Aquí los delitos son muchos pero el
de la castigo es único, siempre idéntico.
Se coloca al condenado ante un túnel
madeja interminable, entre los rieles de una vía
Cuando ella descubrió férrea. A partir de ese momento el conde-
su primera cana quiso nado sabe lo que le espera. Huye, porque
arrancarla de un tirón, no tiene más que esa oportunidad. Aluci-
pero como el odioso pelo nación, porque el túnel no tiene fin.
blanco se prolongaba, jaló El condenado corre hasta perder el
y jaló, mientras su cuerpo se aliento y después la vida.
destejía, hasta que sólo quedó una Sin embargo, se puede afirmar que
niña llorando asustada. nunca tren alguno fue lanzado por esa
vía.
Edwin Morgan
Arturo Bolaños
La sombra de las
Sin salida
jugadas Ale, agotada por tanto levantamiento
En uno de los cuentos que integran de estructuras arquitectónicas, se quedó
la serie de los Mabinogion, dos reyes dormida sobre los planos. Al despertar,
enemigos juegan al ajedrez, mientras en miró a su alrededor y nada le era conoci-
un valle cercano sus ejércitos luchan y se do. Después de frotar sus ojos y recobrar
destrozan. Llegan mensajeros con noticias la calma, comprendió que habitaba la
de la batalla; los reyes no parecen oírlos e, habitación que había estado diseñando.
inclinados sobre el tablero de plata, mueven Todo empeoró.
las piezas de oro. Gradualmente se aclara Recordó que no había
que las vicisitudes del combate siguen las dibujado las puertas
vicisitudes del juego. Hacia el atardecer, de salida.
uno de los reyes derriba el tablero, porque
le han dado jaque mate y poco después un
jinete ensangrentado le anuncia: Tu ejército
huye, has perdido el reino.

68 / Puro cuento
Sara Camargo Trejos Él, bien parecido, vive errante y se ali-
menta de las miradas de ellas, vitaminas
Delgado, no repudiadas, prefiere morirse de hambre.
Se pone su gorra rojo bermellón, que
tan alto… no es más que una gorra roja bermellón.
Delgado, no tan alto, camina Camina despacio poco sonríe; ama con
despacio, poco sonríe; vive en lagrimas agrias, rechazo, nube, polvo.
metáforas un poco ardientes, Ama a aquella doncella que baila con
un poco vagas y sin sentido. hadas y con ese duende abominable, as-
No respira aire, inhala no- queroso y lamentablemente apuesto, ese
tas de un rock pesado que que la abraza y ya no hay remedio.
poco se entiende, no exhala Frío asfalto sostiene sus pies cansa-
CO2 más bien libera letras tipo dos, caballero ambulante bajo la lluvia
scrabble con dejo a cigarrillo, que cuando gris, ojos empañados, botella, elefantes
se ordenan crean el nombre de ella. rosados. Esa agua que cae le apaga el
Ella, ella, ella con su vestido blanco, cigarrillo y sus zapatos cafés se hunden
hondea el viento, ese que le susurra en un mar de aguas sucias. Inteligente,
canciones victorianas. Las hojas bailan y dicen muchos de este “mente rara”.
ella cierra los ojos verdes magentas, esos Saca la libreta, la lluvia la mancha,
ojos que sólo pueden ver tres sordos del manchas en hojas tal cómo su vida. Y
quinto oído en un planeta lejano. aunque sucia, no importa; sólo lo escri-
Él no tiene nombre, aborrece su ape- be y luego se despide; deja su gorra roja
llido, camina despacio, poco sonríe y su bermellón, que no es más que una gorra
chaqueta, mojada por la lluvia le pesa, roja bermellón, deja su gorra y su libreta
no por el agua contenida, pero sí por lo bajo el árbol y el puente le tantea, prueba
fea y triste que luce cuando la mímica y la vida. Elefantes rosados. No sabe, no
vengativa luna la deslumbra. quiere, ama. Poco sonríe. Cae.
Ella danza con las hadas que salen DE
su boca, vuelan sin alas y se balancean entre Armando Fuentes Aguirre
las notas de los pentagramas de un coro de
grillos, amantes, feos y marfiles. Un cuento
El viento le susurra canciones victo- Después de largos días de paciencia,
rianas y cada compás lleva el ritmo de su logró armar un barquito de esos que se
cabello rojo escarlata, que es más que un forman pieza por pieza dentro de una
rojo escarlata. botella.

Revista Universidad del Rosario / 69


Cerró la botella con un corcho y la Olaf Stapledon
puso en la sala de su casa, sobre la chi-
menea. Allí la mostraba orgullosamente Historias
universales
a sus amigos.
Un día, viendo el barquito, notó que
una de sus pequeñas ventanas se había En un cosmos inconcebiblemente
abierto, y a través de ella observó algo que complejo, cada vez que una criatura se
lo dejó asombrado: en una sala como la enfrentaba con diversas alternativas, no
suya, estaba otra botella igual a la suya, pero elegía una sino todas, creando de este
más pequeña, con otro barquito adentro modo muchas historias universales del
como el suyo. Y la botella estaba siendo cosmos. Ya que en ese mundo había
mostrada a sus amigos por un hombrecito muchas criaturas y que cada una de
diminuto que no parecía sufrir nada por el ellas estaba continuamente ante muchas
hecho de estar dentro de una botella. alternativas, las combinaciones de esos
Sacó el tapón y con unas pinzas cogió procesos eran innumerables y a cada
al hombrecito, pero lo apretó de tal ma- instante ese universo se ramificaba infi-
nera que lo ahogó. nitamente en otros universos, y éstos, en
Entonces el hombre escuchó un ruido. otros a su vez.
Volvió la vista y descubrió asustado que una
de las ventanas de la sala se había abierto. Javier Tafur González
Un ojo enorme lo atisbaba desde fuera. Lo
último que alcanzó a mirar fue unas enor- La visita
mes pinzas que avanzaban hacia él Tocan a la puerta. Seguro es la misma
como las fauces de un animal persona que vino ayer, que vino anteayer,
monstruoso. que ha venido todos estos días, que me
asedia y me fastidia. Iré a abrirle. Segu-
Gabriel Jiménez Emán ramente se sentará en mi silla, cogerá
mis libros, fumará en mi pipa. Antes de
El hombre abrirle me asomaré a la ventana. Sí, ya lo
veo, allí está. Ciertamente es el mismo.
invisible Puedo demorarme un momento pero
Aquel hombre era volverá a llamar. Terminará por entrar.
Lo que me sorprende es que desaparezca
invisible, pero nadie cuando entra y siempre sea yo quien hace
se percató de ello. sus movimientos.

70 / Puro cuento
César Fernández Moreno

Una o dos veces


Había una vez una vez que era dos veces a la vez.
Cierta vez, las dos veces fueron a consultar al famoso cirujano y le rogaron
que las volviese a hacer una vez, de una vez.
El doctor Franz las operó, restituyéndolas a su unidad. Y, al dar de
alta a la otra vez, vez, le advirtió:
—¡Y que sea la última vez que es la primera vez!
Augusto Monterroso

Heraclitana
Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí
es posible bañarse dos —y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de
cada quién— veces en el mismo río.

James George Frazer

Vivir para siempre


Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de Holstein, trata de
una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón,
y que deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero des-
pués empezó a encogerse y a arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie,
ni comer ni beber. Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como
si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de
vidrio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia de Santa María, en
Lübeck. Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.

Joaquín Sabina

ba razón.
Le sobraban razones, le falta
Revista Universidad del Rosario / 71
EL CUENTO
Ambrose Bierce

El Puente sobre el
Río del Búho
Desde un puente ferroviario, al norte del puente. Se limitaban a bloquear los
de Alabama, un hombre contemplaba el lados del entarimado. Delante de uno de
rápido discurrir del agua seis metros más los vigías no había nada; la vía del tren
abajo. Tenía las manos detrás de la es- penetraba en un bosque un centenar de
palda, las muñecas sujetas con una soga; metros y, dibujando una curvatura, des-
otra soga, colgada al cuello y atada a un aparecía. No muy lejos de allí, sin duda,
grueso tirante por encima de su cabeza, había una posición de vanguardia. En la
pendía hasta la altura de sus rodillas. otra orilla, un campo abierto ascendía con
Algunas tablas flojas colocadas sobre los una ligera pendiente hasta una empalizada
durmientes de los rieles le prestaban un de troncos verticales con aberturas para
punto de apoyo a él y a sus verdugos, dos los fusiles y un solo ventanuco, por el cual
soldados rasos del ejército federal bajo las salía la boca de un cañón de bronce que
órdenes de un sargento que, en la vida dominaba el puente. Entre el puente y el
civil, debió de haber sido agente de la fortín estaban situados los espectadores:
ley. No lejos de ellos, en el mismo enta- una compañía de infantería, en posición
rimado improvisado, estaba un oficial del de descanso; es decir, con la culata de
ejército con las divisas de su graduación; los fusiles en el suelo, el cañón inclinado
era un capitán. En cada lado un vigía levemente hacia atrás contra el hombro
presentaba armas, con el cañón del fusil derecho, las manos cruzadas encima de la
por delante del hombro izquierdo y la caja. A la derecha de la hilera de soldados
culata apoyada en el antebrazo cruzado había un teniente; la punta de su sable
transversalmente sobre el pecho, postura tocaba tierra, la mano derecha reposaba
forzada que obliga al cuerpo a perma- encima de la izquierda. Sin contar con los
necer erguido. A estos dos hombres no verdugos y el reo en el medio del puente,
les interesaba lo que sucedía en medio nadie se movía. La compañía de soldados,

72 / El cuento
delante del puente, miraba fijamente, hie- y al suboficial en los límites de la misma
rático. Los vigías, en frente de los límites tabla que cubría tres durmientes del
del río, podrían haber sido esculturas que puente. El extremo donde se situaba al ci-
engalanaban el puente. El capitán, con los vil casi llegaba, aunque no del todo, a un
brazos entrelazados y mudo, examinaba el cuarto durmiente. La tabla se mantenía
trabajo de sus auxiliares sin hacer ningún en su sitio por el peso del capitán; ahora
gesto. Cuando la muerte se presagia, se lo estaba por el peso del sargento. A una
debe recibir con ceremonias respetuosas, señal de su mando, el sargento se apar-
incluso por aquéllos más habituados a taría, se balancearía la madera y el reo
ella. Para este mandatario, según el código caería entre dos durmientes. Consideró
castrense, el silencio y la inmovilidad son que esta acción, debido a su simplicidad,
actitudes de respeto. era la más eficaz. No le habían cubierto el
El hombre cuya ejecución preparaban rostro ni vendado los ojos. Observó por
tenía unos treinta y cinco años. Era civil, un instante su inseguro punto de apoyo
a juzgar por su ropaje de cultivador. Po- y miró vagamente el agua que corría por
seía elegantes rasgos: una nariz vertical, debajo de sus pies formando furiosos
boca firme, ancha frente, cabello negro torbellinos. Una madera que flotaba en
y ondulado peinado hacia atrás, que la superficie le llamó la atención y la si-
se inclinaba hacia el cuello de su bien guió con la vista. Apenas avanzaba. ¡Qué
terminada levita. Llevaba bigote y barba indolente corriente!
en punta, pero sin patillas; sus grandes Cerró los ojos para recordar, en estos
ojos de color grisáceo desprendían un últimos instantes, a su mujer y a sus hijos.
gesto de bondad imposible de esperar El agua brillante por el resplandor del sol,
en un hombre a punto de morir. Eviden- la niebla que se cernía sobre el río contra
temente, no era un criminal común. El las orillas escarpadas no lejos del puente,
liberal código castrense establece la horca el fortín, los soldados, la madera que flo-
para todo el mundo, sin olvidarse de las taba, todo en conjunto lo había distraído.
personas decentes. Y en este momento tenía plena concien-
Finalizados los preparativos, los dos cia de un nuevo motivo de distracción.
soldados se apartaron a un lado y cada Al dejar el recuerdo de sus seres queridos,
uno retiró la madera sobre la que había escuchaba un ruido que no comprendía
estado de pie. El sargento se volvió hacia ni podía ignorar, un ruido metálico,
el oficial, lo saludó y se colocó detrás de como los martillazos de un herrero so-
éste. El oficial, a su vez, se desplazó un bre el yunque. El hombre se preguntó
paso. Estos movimientos dejaron al reo qué podía ser este ruido, si procedía de

Revista Universidad del Rosario / 73


una distancia cercana o alejada: ambas minadas condiciones, que no podemos
hipótesis eran posibles. Se reproducía en divulgar aquí, impidieron que se alistara
regulares plazos de tiempo, tan pausada- en el valeroso ejército cuyas nefastas
mente como las campanas que doblan campañas finalizaron con la caída de
a muerte. Esperaba cada llamada con Corinth, y se enojaba de esta trabazón
impaciencia, sin comprender por qué, sin gloria, pues anhelaba conocer la vida
con recelo. Los silencios eran cada vez del soldado y encontrar la ocasión de
más largos; las demoras, enloquecedoras. distinguirse. Estaba convencido de que
Los sonidos eran menos frecuentes, pero esta ocasión llegaría para él, como llega
aumentaba su contundencia y su nitidez, a todo el mundo en tiempo de guerra.
que le molestaban los oídos. Tuvo pánico Entre tanto, hacía lo que podía. Ningu-
de gritar... Oía el tictac de su reloj. na acción le parecía demasiado modesta
Abrió los ojos y escuchó cómo corría el para la causa del Sur, ninguna aventura
agua bajo sus pies. “Si lograra desatar mis lo suficientemente temeraria si era com-
manos —pensó— podría soltarme del patible con la vida de un ciudadano con
nudo corredizo y saltar al río; esquivaría las alma de soldado, que con buena voluntad
balas y nadaría con fuerza, hasta alcanzar la y sin apenas escrúpulos admite en buena
orilla; después me internaría en el bosque parte este refrán poco caballeroso: en el
y huiría hasta llegar a casa. A Dios gracias, amor y en la guerra, todos los medios
todavía permanece fuera de sus líneas; mi son buenos.
familia está fuera del alcance de la posición Una tarde, cuando Farquhar y su
más avanzada de los invasores”. Mientras se mujer estaban descansando en un rús-
sucedían estos pensamientos, reproducidos tico banco, próximo a la entrada de su
aquí por escrito, el capitán inclinó la cabeza parque, un soldado confederado detuvo
y miró al sargento. El suboficial se colocó su corcel en la verja y pidió de beber. La
en un extremo. señora Farquhar sólo deseaba servirle con
sus níveas manos. Mientras fue a buscar
II un vaso de agua, su esposo se aproximó
Peyton Farquhar, cultivador adinera- al polvoriento soldado y le pidió ávida-
do, provenía de una respetable familia mente información del frente.
de Alabama. Propietario de esclavos, —Los yanquis están reparando las
político, como todos los de su clase fue, vías del ferrocarril —dijo el hombre—,
por supuesto, uno de los primeros sece- porque se preparan para avanzar. Han
sionistas y se dedicó, en cuerpo y alma, llegado hasta el Puente del Búho, lo han
a la causa de los Estados del Sur. Deter- reparado y han construido una empali-

74 El cuento
zada en la orilla norte. Por una orden, III
colocada en carteles por todas partes, Al caerse al agua desde el puente,
el comandante ha dictaminado que Peyton Farquhard perdió la conciencia,
cualquier civil a quien se le sorprenda como si estuviera muerto. De este estado
en intento de sabotaje a las líneas férreas salió cuando sintió una dolorosa presión
será ejecutado sin juicio previo. Yo he en la garganta, seguida de una sensación
visto la orden. de ahogo. Dolores terribles, fulgurantes,
—¿A qué distancia está el Puente del cruzaban todo su cuerpo, de la cabeza
Búho? —pregunto Faquhar. a los pies. Parecía que recorrían líneas
—A unos cincuenta kilómetros. concretas de su sistema nervioso y latían
—¿No hay tropas a este lado del río? a un ritmo rápido. Tenía la sensación
—Un solo piquete de avanzada a me- de que un enorme torrente de fuego le
dio kilómetro, sobre la vía férrea, y un subía la temperatura insoportablemente.
solo vigía de este lado del puente. La cabeza le parecía a punto de explotar.
—Suponiendo que un hombre, un Estas sensaciones le impedían cualquier
ciudadano aficionado a la horca, pudiera tipo de raciocinio, sólo podía sentir, y
despistar la avanzadilla y lograse engañar esto le producía un enorme dolor. Pero
al vigía _dijo el plantador sonriendo—, se daba cuenta de que podía moverse, se
¿qué podría hacer? balanceaba como un péndulo de un lado
El militar pensó: “Estuve allí hace un para otro. Después, de un solo golpe,
mes. La creciente de este invierno pasado muy brusco, la luz que lo rodeaba se alzó
ha acumulado una enorme cantidad de hasta el cielo. Hubo un chapoteo en el
troncos contra el muelle, en esta parte agua, un rugido aterrador en sus oídos
del puente. En estos momentos los tron- y todo fue oscuridad y frío. Al recuperar
cos están secos y arderían con mucha la conciencia supo que la cuerda se había
facilidad”. roto y él había caído al río. Ya no tenía la
En ese mismo instante, la mujer le sensación de estrangulamiento: el nudo
acercó el vaso de agua. Bebió el soldado, corredizo alrededor de su garganta, ade-
le dio las gracias, saludó al marido y se más de asfixiarle, impedía que entrara
alejó con su cabalgadura. Una hora des- agua en sus pulmones. ¡Morir ahorcado
pués, ya de noche, volvió a pasar frente en el fondo de un río! Esta idea le parecía
a la plantación en dirección al norte, de absurda. Abrió los ojos en la oscuridad y
donde había venido. Aquella tarde había le pareció ver una luz por encima de él,
salido a reconocer el terreno. Era un sol- ¡tan lejana, tan inalcanzable! Se hundía
dado explorador del ejército federal. siempre, porque la luz desaparecía cada

Revista Universidad del Rosario / 75


vez más hasta convertirse en un efímero sus manos no le respondieron a la orden.
resplandor. Después creció de intensidad Golpeaban el agua con energía, en rápi-
y comprendió a su pesar que subía de das brazadas de arriba hacia abajo, y lo
nuevo a la superficie, porque se sentía sacaron a flote. Sintió emerger su cabeza.
muy cómodo. “Ser ahogado y ahorcado El resplandor del sol lo cegó; su pecho se
—pensó— no está tan mal. Pero no expandió con fuertes convulsiones. Des-
quiero que me fusilen. No, no habrán pués, un dolor espantoso y sus pulmones
de fusilarme. Eso no sería justo”. aspiraron una gran bocanada de oxígeno,
Aunque inconsciente del esfuerzo, el que al instante exhalaron en un grito.
vivo dolor de las muñecas le comunicaba Ahora tenía plena conciencia de sus
que trataba de deshacerse de la cuerda. facultades; eran, verdaderamente, sobre-
Concentró su atención en esta lucha naturales y sutiles. La terrible perturba-
como si fuera un tranquilo espectador ción de su organismo las había definido
que podía observar las habilidades de y despertado de tal manera que advertían
un malabarista sin demostrar interés cosas nunca percibidas hasta ahora. Sentía
alguno por el resultado. Qué prodigioso los movimientos del agua sobre su cara,
esfuerzo. Qué magnífica, sobrehumana escuchaba el ruido que hacían las dimi-
energía. ¡Ah, era una tentativa admirable! nutas olas al golpearlo. Miraba el bosque
¡Bravo! Se desató la cuerda: sus brazos se en una de las orillas y conocía cada árbol,
separaron y flotaron hasta la superficie. cada hoja con todos sus nervios y con los
Pudo discernir sus manos a cada lado, insectos que alojaba: langostas, moscas de
en la creciente luz. Con nuevo interés las brillante cuerpo, arañas grises que tendían
vio agarrarse al nudo corredizo. Quitaron su tela de ramita en ramita. Contempló
salvajemente la cuerda, la lanzaron lejos, los colores del prisma en cada una de las
con rabia, y sus ondulaciones parecieron gotas de rocío sobre un millón de briznas
las de una culebra de agua.“¡Ponla de de hierba. El zumbido de los moscardones
nuevo, ponla de nuevo!” Creyó gritar es- que volaban sobre los remolinos, el batir
tas palabras a sus manos, porque después de las alas de las libélulas, las pisadas de las
de liberarse de la soga sintió el dolor más arañas acuáticas, como remos que levanta
inhumano hasta entonces. El cuello le una barca, todo eso era para él una música
hacía sufrir increíblemente, la cabeza le totalmente perceptible. Un pez saltó ante
ardía; el corazón, que apenas latía, estalló su vista y escuchó el deslizar de su propio
de inmediato como si fuera a salírsele por cuerpo que surcaba la corriente.
la boca. Una angustia incomprensible Había llegado a la superficie con el
torturó y retorció todo su cuerpo. Pero rostro a favor de la corriente. El mundo

76 El cuento
visible comenzó a dar vueltas lentamen- orilla: el oficial cumplía con sus quehace-
te. Entonces vio el puente, el fortín, a res matinales. Con qué frialdad, con qué
los vigías, al capitán, a los dos soldados pausada voz que calmaba a los soldados
rasos, sus verdugos, cuyas figuras se dis- e imponía la suya, con qué certeza en los
tinguían contra el cielo azul. Gritaban y intervalos de tiempo, se escucharon estas
gesticulaban, señalándolo con el dedo; palabras crueles:
el oficial le apuntaba con su revólver, —¡Atención, compañía...! ¡Armas
pero no disparaba; los otros carecían de al hombro...! ¡Listos...! ¡Apunten...!
armamento. Sus movimientos a simple ¡Fuego...!
vista resultaban extravagantes y terribles; Farquhar pudo sumergirse tan pro-
sus siluetas, grandiosas. fundamente como era necesario. El agua
De pronto escuchó un fuerte estam- le resonaba en los oídos como la voz del
pido y un objeto sacudió fuertemente el Niágara. Sin embargo, oyó la estrepitosa
agua a muy poca distancia de su cabeza, descarga de la salva y, mientras emergía
salpicando su cara. Escuchó un segun- a la superficie, encontró trozos de metal
do estampido y observó que uno de los brillante, extremadamente chatos, bajan-
vigías tenía aún el fusil al hombro; de do con lentitud. Algunos le alcanzaron la
la boca del cañón ascendía una nube de cara y las manos, después siguieron des-
color azul. El hombre del río vio cómo le cendiendo. Uno se situó entre su cuello
apuntaba a través de la mirilla del fusil. y la camisa: era de un color desagradable,
Al mirar a los ojos del vigía, se dio cuenta y Farquhar lo sacó con energía.
de su color grisáceo y recordó haber leído Llegó a la superficie, sin aliento, después
que todos los tiradores famosos tenían de permanecer mucho tiempo debajo del
los ojos de ese color; sin embargo, éste agua. La corriente lo había arrastrado muy
falló el tiro. lejos, cerca de la salvación. Mientras tanto,
Un remolino le hizo girar en sentido los soldados volvieron a cargar sus fusiles
contrario; nuevamente tenía a la vista sacando las baquetas de sus cañones. Otra
el bosque que cubría la orilla opuesta al vez dispararon y, de nuevo, fallaron el tiro.
fortín. Escuchó una voz clara detrás de El perseguido vio todo esto por encima
él; en un ritmo monótono, llegó con una de su hombro. En ese momento nadaba
extremada claridad anulando cualquier enérgicamente a favor de la corriente.
otro sonido, hasta el chapoteo de las olas Todo su cuerpo estaba activo, incluyendo
en sus oídos. A pesar de no ser soldado, la cabeza, que razonaba muy rápidamente.
conocía bastante bien los campamentos “El teniente —pensó— no cometerá un
y lo que significaba esa monserga en la segundo error. Esto era un error propio

Revista Universidad del Rosario / 77


de un oficial demasiado apegado a la rápidamente que tenía vértigo y náuseas.
disciplina. ¿Acaso no es más fácil eludir Instantes después se encontraba en un
una salva como si fuese un solo tiro? En montículo, en el lado izquierdo del río,
estos momentos, seguramente, ha dado oculto de sus enemigos. Su inmovilidad
la orden de disparar a voluntad. ¡Qué inesperada, el contacto de una de sus
Dios me proteja, no puedo esquivar a manos contra la pedriza, le devolvió los
todos!”. sentidos y lloró de alegría. Sus dedos
A dos metros de allí se escuchó el in- penetraron la arena, que se echó encima,
creíble estruendo de una caída de agua bendiciéndola en voz alta. Para su pare-
seguido de un estrepitoso escándalo, cer era la cosa más preciosa que podría
impetuoso, que se alejaba disminuyendo, imaginar en esos momentos. Los árboles
y parecía propasarse en el aire en direc- de la orilla eran gigantescas plantas de
ción al fortín, donde sucumbió en una jardinería; le llamó la atención el orden
explosión que golpeó las profundidades determinado en su disposición, respiró
mismas del río. Se levantó una empaliza- el aroma de sus flores. La luz brillaba
da líquida, curvándose por encima de él; entre los troncos de una forma extraña
lo cegó y lo ahogó. ¡Un cañón se había y el viento entonaba en sus hojas una
unido a las demás armas! El obús sacu- armoniosa música interpretada por un
dió el agua, oyó el proyectil, que zumbó arpa eólica. No quería seguir huyendo,
delante de él despedazando las ramas de le bastaba permanecer en aquel lugar
los árboles del bosque cercano. perfecto hasta que lo capturaran.
“No empezarán de nuevo —pensó. El silbido estrepitoso de la metralla en
La próxima vez cargarán con metralla. las hojas de los árboles lo despertaron de
Debo fijarme en la pieza de artillería, el su sueño. El artillero, decepcionado, le
humo me dirigirá. La detonación llega había enviado una descarga al azar como
demasiado tarde: se arrastra detrás del despedida. Se alzó de un brinco, subió
proyectil. Es un buen cañón”. De inme- la cuesta del río con rapidez y se adentró
diato comenzó a dar vueltas y más vueltas en el bosque.
en el mismo punto: giraba como una Caminó todo el día, guiándose por
peonza. El agua, las orillas, el bosque, el sol. El bosque era interminable; no
el puente, el fortín y los hombres ahora aparecía por ningún sitio el menor cla-
distantes, todo se mezclaba y desaparecía. ro, ni siquiera un camino de leñador.
Los objetos ya no eran sino sus colores; Ignoraba vivir en una región tan salvaje,
todo lo que veía eran banderas de color. y en este pensamiento había algo de
Atrapado por un remolino, marchaba tan sobrenatural.

78 El cuento
Al anochecer continuó avanzando, guaba su fiebre. La hierba cubría toda
hambriento y fatigado, con los pies aquella avenida virgen. Ya no sentía el
heridos. Continuaba vivo por el pensa- suelo a sus pies.
miento de su familia. Al final encontró un Dejando a un lado sus sufrimientos,
camino que lo llevaba a buen puerto. Era seguramente se ha dormido mientras
ancho y recto como una calle de ciudad. Y, caminaba, porque contempla otra nue-
sin embargo, no daba la impresión de ser va escena; quizá ha salido de una crisis
muy conocido. No colindaba con ningún delirante. Se encuentra delante de las
campo; por ninguna parte aparecía vivien- rejas de su casa. Todo está como lo había
da alguna. Nada, ni siquiera el ladrido de dejado, todo rezuma belleza bajo el sol
un perro, sugería un indicio de humanidad matinal. Ha debido caminar, sin parar,
próxima. Los cuerpos de los dos enormes toda la noche. Mientras abre las puertas
árboles parecían dos murallas rectilíneas; de la reja y sube por la gran avenida
se unían en un solo punto del horizonte, blanca, observa unas vestiduras flotar
como un diagrama de una lección de pers- ligeramente: su esposa, con la faz fresca
pectiva. Por encima de él, levantó la vista y dulce, sale a su encuentro bajando de la
a través de una brecha en el bosque, y vio galería, colocándose al pie de la escalinata
enormes estrellas áureas que no conocía, con una sonrisa de inenarrable alegría, en
agrupadas en extrañas constelaciones. Su- una actitud de gracia y dignidad incom-
puso que la disposición de estas estrellas parables. ¡Qué bella es! Él se lanza para
escondía un significado nefasto. De cada abrazarla. Cuando se dispone a hacerlo,
lado del bosque percibía ruidos en una siente en su nuca un golpe que le atonta.
lengua desconocida. Una luz blanca y enceguecedora clama a
Le dolía el cuello; al tocárselo lo en- su alrededor con un estruendo parecido
contró inflamado. Sabía que la soga lo al del cañón... y después absoluto silencio
había marcado con un destino trágico. y absoluta oscuridad.
Tenía los ojos congestionados, no podía Peyton Farquhar estaba muerto. Su
cerrarlos. Su lengua estaba hinchada por cuerpo, con el cuello roto, se balanceaba
la sed; sacándola entre los dientes apaci- de un lado a otro del Puente del Búho.

Revista Universidad del Rosario / 79


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Cuentos: Sin salida. Azabache. Morir último.

80 / El cuento
Acuerdos
A la memoria de
monseñor Rafael Carrasquilla
Fiesta Rosarista

Revista Universidad del Rosario / 81


ACUERDO 198
(11 de septiembre de 2007)

La Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en uso de sus facultades Constitucionales y,

Los nuevos Colegiales de Número. De pie (izq-der). Juan Guillermo López, Dirceo Olmedo Córdoba, Andrés Mauricio Jaramillo,
Juliana Inés Rojas, Giovanni Miguel Algarra, Hans Peter Knudsen, rector de la Universidad del Rosario, Diego Fernando Pérez,
Hernán José Vidal, Juan Fernando Anzola y Óscar Iván Ávila. Abajo (izq-der). Lina María Vélez, Myriam Liliana López, María
Fernanda Castro, María Cristina Castro y Yuli Guzmán Prado.

CONSIDERANDO: Consiliatura de las listas de alumnos puestas a su


Que según las Constituciones del Colegio Mayor consideración por los Consejos de las Facultades;
de Nuestra Señora del Rosario, los Colegiales de Que la dignidad de la Colegiatura debe ser
Número serán quince; conferida, obedeciendo la voluntad del Fundador,
Que en la actualidad existen once (11) Co- a estudiantes que por su conducta intachable, altas
legiaturas vacantes que corresponde proveer a la calidades morales y notables capacidades académicas
sean merecedores de esta distinción;

82 / Vida Rosarista
De izquierda a derecha: Alejandro Sanz de Santamaría Samper, De izquierda a derecha: Monseñor Germán Pinilla Monroy,
Eduardo Posada Flórez y Pedro Gómez Barrero, Consiliarios de Capellán de la Universidad del Rosario, Sergio Rodríguez Azue-
la Universidad, Hans Peter Knudsen, Rector de la Universidad ro, Consiliario, José Manuel Restrepo Abondano, Vicerrector,
del Rosario y el Cardenal Pedro Rubiano Sáenz Alejandro Sanz de Santamaría Samper, Eduardo Posada Flórez
y Pedro Gómez Barrero, Consiliarios, Hans Peter Knudsen,
Rector de la Universidad, Cardenal Pedro Rubiano Sáenz.

Que se ha desarrollado un cuidadoso proceso a los siguientes alumnos del Colegio a quienes se
de selección, dando pleno cumplimiento a lo es- asignarán las sillas correspondientes a los primeros
tablecido en las Constituciones y observando los Colegiales así:
criterios de selección establecidos por la Consiliatura ARTÍCULO SEGUNDO: Comuníquese este
conforme a las tradiciones del Colegio; Acuerdo al Señor Presidente de la República como
Patrono del Colegio para su aprobación.
ACUERDA:
ARTÍCULO PRIMERO: Conságrense Colegiales COMUNÍQUESE Y CUMPLASE
de Número del Colegio Mayor de Nuestra Señora Dado en Bogotá D.C., el once (11) de septiem-
del Rosario, con todos los deberes y las prerrogativas bre de dos mil siete (2007).
que nuestras Constituciones otorgan a tal dignidad,

Nombre Silla Número


Nayib Gussen Abdalá Manotas Jerónimo de Berrío y Mendoza de Berrío II
Juan Fernando Anzola Acevedo Cristóbal de Figueroa Orozco y Palencia IV
Óscar Iván Ávila Montealegre Juan Montoya y Guerrero V
María Fernanda Castro Oróstegui Francisco de Mosquera y Nuguerol y Sotelo VI
María Cristina Castro Pinzón José de Vargas y Alarcón VII
Dirceo Olmedo Córdoba Guzmán Enrique de Guzmán Saavedra y Solanilla VIII
Dereck De Jesús De La Rosa Porras Alonso de Mesa y Villoria IX
Yuli Guzmán Prado Juan de Mosquera Nuguerol y Sotelo X
Nombre Silla Número
Juan Guillermo López Vera Nicolás de Guzmán Saavedra y Solanilla XII
Lina María Vélez Falla Cristóbal de Torres Bravo XIII
Hernán José Vidal Baute Juan de Chinchilla y Cañizares XIV

Revista Universidad del Rosario / 83


De izquierda a derecha: Hans Peter Knudsen, Rector de la Los Colegiales de número durante la Eucaristía de consagración
Universidad, Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, Reynaldo Cabrera
Polanía, colegial honorario, Rafael Riveros Dueñas, ex-rector
de la Universidad, Eduardo Cárdenas Caballero, Consiliario,
Carlos Dossman Morales, Síndico

El Rector, Eduardo Posada Flórez


Hans Peter Knudsen Jorge Restrepo Palacios
Alejandro Sanz de Santamaría Samper
Los Consiliarios, El Secretario General,
Eduardo Cárdenas Caballero Luis Enrique Nieto Arango
Pedro Gómez Barrero

ACUERDO 199
(11 de septiembre de 2007)
La Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario en uso de sus facultades Constitucionales
y,

CONSIDERANDO:
Que Reynaldo Cabrera Polanía, Bachiller y Catedrá-
tico del Claustro, desempeñó desde 2003 hasta 2006
el cargo de Consiliario, por elección del Colegio
Electoral, compuesto por el Rector y los Colegiales
de Número; El cardenal Pedro Rubiano Sáenz hace entrega del diploma de
Que desde esa posición ha servido ejemplarmen- Colegial Honorario al Dr. Reynaldo Cabrera Polanía.
te al Colegio, cuidando de su buena marcha como
de cosa propia, por lo cual la Comunidad Rosarista
debe agradecerle su dedicación y acierto;

84 / Vida Rosarista
El rector de la Universidad Hans Peter Knudsen le pone la Los Colegiales de número durante la ceremonia de
medalla de colegial al Dr. Reynaldo Cabrera Polanía. consagración.

Que según lo establece el Título VI de las COMUNÍQUESE Y CUMPLASE


Constituciones Nuevas, en reconocimiento de los Dado en Bogotá D.C., el once (11) de septiem-
servicios prestados al Colegio, debe considerársele bre de dos mil siete (2007).
como Colegial Honorario, con derecho a concurrir El Rector,
a toda reunión de comunidad que se celebre, con Hans Peter Knudsen
puesto señalado y preferente; Los Consiliarios,
Eduardo Cárdenas Caballero
ACUERDA: Pedro Gómez Barrero
ARTÍCULO PRIMERO: Otórgase la Colegiatura Eduardo Posada Flórez
Honoraria al doctor Reynaldo Cabrera Polanía. Jorge Restrepo Palacios
ARTÍCULO SEGUNDO: Conságresele como Cole- Alejandro Sanz de Santamaría Samper
gial Honorario en el Aula Máxima en ceremonia so- El Secretario General,
lemne a la cual se invitará a la Comunidad Rosarista. Luis Enrique Nieto Arango

ACUERDO 200
(11 de septiembre de 2007)

La Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora


del Rosario en uso de sus facultades Constitucionales
y,
CONSIDERANDO:
Que es deber del Claustro exaltar a los estudiantes que
se han distinguido por su conducta intachable, altas
calidades morales y notables capacidades académicas;
Que los alumnos Andrés Mauricio Jaramillo
Flautero, estudiante de grado once del Colegio de

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De izquierda a derecha: Luis Enrique Nieto, Secretario General El Secretario General de la Universidad da lectura al Acuerdo
de la Universidad, Monseñor Germán Pinilla Monroy, Capellán que aquí se publica.
de la Universidad, Sergio Rodríguez Azuero, Consiliario y José
Manuel Restrepo Abondano, Vicerrector de la Universidad

Arrayanes y Myriam Liliana López Cordero, estu- COMUNÍQUESE Y CUMPLASE


diante de la Facultad de Rehabilitación y Desarrollo Dado en Bogotá D.C., el once (11) de septiembre
Humano, se han destacado entre sus compañeros, de dos mil siete (2007).
habiendo sido postulados a la Colegiatura de Nú- El Rector,
mero por cuanto sus condiciones corresponden a Hans Peter Knudsen
las establecidas por el Fundador para obtener tal Los Consiliarios,
dignidad; Eduardo Cárdenas Caballero
Pedro Gómez Barrero
ACUERDA: Eduardo Posada Flórez
ARTÍCULO PRIMERO: Preséntese a la Comu- Jorge Restrepo Palacios
nidad Rosarista los nombres de Andrés Mauricio Alejandro Sanz de Santamaría Samper
Jaramillo Flautero y Myriam Liliana López Cordero El Secretario General,
como ejemplo de dedicación y amor al estudio. Luis Enrique Nieto Arango
ARTÍCULO SEGUNDO: Otórguese a los alum-
nos Andrés Mauricio Jaramillo Flautero y Myriam
Liliana López Cordero la Colegiatura de Honor en
reconocimiento a sus logros académicos y a sus altas
calidades morales y de conducta.
ARTÍCULO TERCERO: Imponer la Cruz de Ca-
latrava y entregar el Diploma de Colegial Honorario
en ceremonia solemne que se llevará a cabo en el
Aula Máxima del Claustro.

86 / Vida Rosarista
Palabras del Secretario General del Colegio
Mayor de Nuesta Señora del Rosario en el
homenaje rendido por

La Academia Colombiana de la Lengua


A la memoria de

Monseñor Rafael María Carrasquilla

Señor don Jaime Posada, Director de la Acade- Patria que contribuyó a fundar y a la cual debe dedicar
mia Colombiana de la Lengua, señores académicos, un esfuerzo constante por estar a la vanguardia del
señoras y señores: conocimiento.
La generosidad de esta Academia al conmemo- Querríamos brevemente, luego de la docta diser-
rar en este acto el sesquicentenario del nacimiento tación del Académico de Número don Guillermo
del doctor Rafael María Carrasquilla compromete Ruiz Lara, a quien expresamos nuestra sincera
el agradecimiento del Colegio Mayor de Nuestra gratitud, referirnos a tres virtudes que adornaron a
Señora del Rosario, cuya comunidad de directivas, ese gran repúblico, digno sucesor del fundador Fray
alumnos, egresados y profesores tiene en ese Maes- Cristóbal de Torres y que nuestra labor educativa
tro sin par un faro inextinguible, orientador del considera indispensable enfatizar en estos tiempos
Claustro que el 18 de diciembre de este año cumple de tanta crispación e intemperancia.
354 de existencia, precisamente el mismo día del La primera de esas virtudes en las cuales el Rec-
aniversario de su Rector Magnífico. tor Carrasquilla fue Maestro es la de la tolerancia.
Nuestra tarea al frente de esa “casa de la verdad Gracias a ella, bajo su dirección y a pesar de la
que hace libres” está dirigida por la máxima evangé- hegemonía de su época, se formaron en el Colegio
lica escogida por Monseñor Carrasquilla como lema Mayor personajes tan divergentes en sus posiciones
para la revista por él fundada en 1905, órgano oficial filosóficas y políticas, tales como Darío Echandía,
de nuestra Institución: “Nova et Vetera”. Siempre Antonio Rocha, Alberto y Eduardo Zuleta Ángel,
antiguo y siempre nuevo el Claustro tiene la respon- Carlos y Juan Lozano y Lozano, José Antonio Mon-
sabilidad irrenunciable de conservar la tradición de talvo, Alberto Lleras, Guillermo Amaya Ramírez y
tantos siglos y de ofrecer a la juventud estudiosa una José Francisco Socarrás, por recordar solo a algunos
educación de excelencia para el mejor futuro de esta pocos.

Revista Universidad del Rosario / 87


En la Mesa Directiva, de izquierda a derecha: Alejandro Venegas Franco, decano de la Facultad de Jurisprudencia, Luis Enrique
Nieto Arango, Secretario General, Jaime Posada Díaz, Director de la Academia Colombiana de la Lengua y Jaime Sanín Echeverri,
sub-director de la Academia Colombiana de la Lengua.

Innumerables testimonios, fidedignos y con- explica y justifica (…) todas las acciones, aún las
testes de sus discípulos y contemporáneos, así lo más reprobables, como poco eficaz y aun contra-
producente para el oficio de formar prosélitos de
demuestran. Esto nos cuenta Darío Echandía:
determinada secta o bandería, desde el rectorado
“En este país nuestro, en donde con tanta fre- del Rosario. Tenían razón los tales, y aun de sobra,
cuencia los hombres tienen partido antes de porque los discípulos del doctor Carrasquilla
tener ideas políticas, será siempre adoctrinador el sabíamos bien, y por experiencia, que el hecho
ejemplo de Monseñor Carrasquilla, para quien lo de estar afiliados a uno u otro de los partidos, no
importante no eran los partidos sino las ideas de influía para nada, ni a favor ni en contra de los
los hombres acerca de los problemas de la nación. alumnos, en el ánimo del rector.”
Dada su peculiar manera de entender la política,
sería abusivo calificarlo de hombre de un partido. Por su parte José Manuel Saavedra Galindo,
Y esto, no obstante que defendió francamente y primer graduado de la Facultad de Jurisprudencia
desde el púlpito en más de una ocasión, el derecho restaurada por Carrasquilla, nos dice lo siguiente:
de los sacerdotes a tener opiniones políticas y a
ejercer, al igual que los laicos, su plena actividad “No conoció la intransigencia sino en los clásicos
ciudadana. Pero este concepto de la política como principios que él profesaba. Jamás con los hom-
noble pugna ideológica antes que violento con- bres. Tenía amigos en todos los partidos políticos y
traste de intereses, lo hizo aparecer a los ojos de en todas las creencias. Y en las grandes festividades
algunos que suelen pensar que la razón del partido de su colegio, gustaba juntar en la misma mesa a

88 / Vida Rosarista
Luis Enrique Nieto Arango, Secretario General de la Universidad y Jaime Posada Díaz, Director de la Academia Colombiana de
la Lengua.
suyas, por cierto muy bellas, en que aparecen
Francisco Eustaquio Álvarez y Juan Manuel Ru-
das, antiguos rectores del Rosario, pintados con
todos los colegiales antiguos y nuevos, cualesquiera mano no solo justiciera sino cariñosa…Dentro de
que fuesen sus ideologías. Comprendía que la una infinita sencillez con costumbres de la vieja
tolerancia es la palabra de más bello sentido en Santa Fe, era orgulloso. Pero no era intolerante.
los avances de la civilización humana. Y este rasgo Con el se podía conversar de lo más opuesto a su
característico de monseñor, imprimió carácter a filosofía sin asustarlo. La práctica del confesiona-
los rosaristas que él educó, no tienen pasiones rio le había dado, antes que el horror de que dan
extremas, presentan proyecciones suaves en todos muestras, con grandes aspavientos, los hipócritas,
los órdenes del pensamiento, y se aman colectiva- una indulgencia razonada”.
mente como una familia de hermanos.”
La segunda, que hoy, en estos tiempos de avidez
A su vez el doctor Luis Eduardo Nieto Caballero y consumismo para tantos resulta exótica, fue la
nos recuerda: austeridad, rayana en la pobreza, la cual atestigua
“Monseñor Carrasquilla no era un hombre capaz conmovedoramente el último considerando del de-
de desconocer la grandeza de sus predecesores, creto 459 de 1930 por el cual el Gobierno Nacional,
para desacreditar el nombre liberal, ni menos para presidido por el Rosarista Miguel Abadía Méndez,
hacer méritos, generalmente inexistentes en los ensalza la memoria de ese prestantísimo varón:
que denigran y en los que se quejan de lo mismo
que podrían remediar si al esfuerzo aplicaran las “Que la absoluta consagración al público servicio,
energías malgastadas en la crítica. Hay páginas sin preocuparse de allegar terrenas granjerías, le

Revista Universidad del Rosario / 89


colocaron en la condición de aquellos patricios -¿A qué horas comienza su jornada, doctor?- le
romanos cuyos restos mortales se encargaba de pregunté un día, admirado de la tarea realizada.-
inhumar el Estado por no haber dejado con qué Ya con el sol. Temibles son los hombres que a las
sufragar ellos mismos las expensas funerales.” cuatro de la mañana están en obra. Como han
de terminarla pronto dedican el tiempo sobrante
Por último gozaba Carrasquilla de un excelente a hacer mal al prójimo.”
sentido del humor, ese aderezo de la vida sin el cual
no es verdaderamente grande un ser humano. El Tolerancia entonces, austeridad y siempre buen
diario El Espectador al registrar su muerte trascribía humor serían las virtudes más relevantes que nos
una página de otro de sus discípulos, Luis Serrano trasmitió el Maestro cuyo sesquicentenario hoy
Blanco que nos dice: conmemoramos y que desearíamos distinguieran
a todos los hijos del Colegio de Fray Cristóbal de
“La conversación del doctor Carrasquilla es amena Torres que encontró en Rafael María Carrasquilla
e interesante. En ella salta la vieja gracia santafereña su segundo Fundador y quien sin duda soñó una
que trae oportunamente la anécdota intencionada
Patria pacífica y pujante construida sobre estos tres
o el cuento lugareño. Y como sabe al dedillo la
historia, ora la nuestra como la extraña, menudea pilares.
el relato de graciosos sucesos, ajustados al tema.
No conocerle y oírle hablar a la hora de las ánimas, Muchas Gracias.
con tal placidez y buen humor, cualquiera creería
Luis Enrique Nieto Arango.
que es a la verdad un canónigo que apenas cantó
en ese día los Salmos rituales, y ese hombre que
tan ligero de espíritu se halla, ha discurrido en ese
día una hora sobre metafísica,
otra sobre teología; ha admi-
nistrado la pequeña república
que es su colegio; escribió un
discurso académico; corrigió
tres capítulos de un libro; leyó
tres diarios; pronunció una plá-
tica a los seminaristas; estudió
un poco; cumplió sus deberes
de prebendado y presenció
un bello crepúsculo desde los
barrios de San Diego.

90 / Vida Rosarista
Fiesta Rosarista

Foto de la exposición en Homenaje al Dr. Alfonso


López Michelsen.

De izquierda a derecha: Alfonso López Caballero, Luis


Enrique Nieto Arango, Stella Meneses Montes, Rafael
Riveros Dueñas, Jimena Violy, Cecilia Caballero de
López.

El 6 de octubre de 2007, en la Sede Complementaria del Claustro, la Universidad ofreció su Fiesta de


Integración Rosarista. Fue amenizada por la orquesta Los Tupamaros y contó con la participación especial
de Wilfrido Vargas y el Mariachi Continental. Durante el evento, el Taller estudio Q, dirigido por Patricia
Tobón y María Alexandra Mosquera, presentó la exposición en homenaje a la memoria del ilustre egresa-
do, el doctor Alfonso López Michelsen, quien amaba la música y la parranda vallenata y quien acompañó
siempre a esta Comunidad. A todos los miembros del Comité organizador, nuestros agradecimientos.

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