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Este documento examina la efectividad de las áreas protegidas (AP) en Colombia para reducir la deforestación. Encuentra que las tierras colectivas de los pueblos indígenas y afrocolombianos son más efectivas que las AP nacionales de uso estricto, especialmente en zonas remotas con poca presencia del estado. Las AP solo reducen la deforestación y actividades ilegales cuando hay instituciones locales fuertes y cumplimiento de la ley.
Este documento examina la efectividad de las áreas protegidas (AP) en Colombia para reducir la deforestación. Encuentra que las tierras colectivas de los pueblos indígenas y afrocolombianos son más efectivas que las AP nacionales de uso estricto, especialmente en zonas remotas con poca presencia del estado. Las AP solo reducen la deforestación y actividades ilegales cuando hay instituciones locales fuertes y cumplimiento de la ley.
Este documento examina la efectividad de las áreas protegidas (AP) en Colombia para reducir la deforestación. Encuentra que las tierras colectivas de los pueblos indígenas y afrocolombianos son más efectivas que las AP nacionales de uso estricto, especialmente en zonas remotas con poca presencia del estado. Las AP solo reducen la deforestación y actividades ilegales cuando hay instituciones locales fuertes y cumplimiento de la ley.
La deforestación tropical es una de las principales fuentes de
emisiones de carbono y de disminución de la biodiversidad. Para
hacer frente a este problema, los gobiernos de todo el mundo, y especialmente de los países en desarrollo, han ampliado considerablemente las áreas protegidas (AP) en las últimas décadas, convirtiéndolas en una piedra angular de la política de conservación. Cada vez hay más pruebas de que, en general, estas áreas han contribuido a la conservación de los bosques. Sin embargo, su impacto varía mucho según el contexto. En particular, el papel de las instituciones sigue siendo una cuestión abierta. Los análisis entre países muestran resultados contradictorios en cuanto a la relación entre las instituciones y la deforestación, y los recientes metaanálisis concluyen que los resultados son sensibles a la elección de las medidas de gobernanza. A nivel micro, no hay consenso sobre la eficacia relativa de las AP de uso estricto y múltiple. Por ejemplo, encuentran mayores efectos protectores para las AP de uso estricto, mientras … encuentran que las reservas indígenas y/o las AP de múltiples uso sustanciales superan a las AP de uso estricto. Las pruebas también indican que el cumplimiento de las normas es una condición necesaria para la gestión eficaz de los recursos en los bosques de propiedad común. En general, se puede afirmar que la relación entre las instituciones locales, la aplicación de las normas y las AP es compleja y depende del contexto. Por lo tanto, se necesitan análisis más adaptados y matizados para diseñar y aplicar políticas que mejoren la conservación de los bosques en los contextos de los países en desarrollo. Este documento examina los mecanismos a través de los cuales las instituciones locales dan forma a la eficacia de las AP en Colombia. Se trata de un caso de estudio relevante por al menos dos razones. Por un lado, la política medioambiental del país depende en gran medida de las AP. Aproximadamente la mitad del territorio continental de Colombia está cubierto por AP naturales y tierras colectivas (reservas indígenas y tierras afrocolombianas), y el gobierno se está preparando para ampliarlas en un futuro próximo.2 Por otro lado, las tasas de deforestación han crecido en las últimas décadas; esto se debe en gran medida a la incapacidad del gobierno para hacer cumplir la ley en las zonas rurales remotas, donde las actividades ilícitas se han expandido rápidamente. La amplia cobertura y variedad de las AP, junto con la desigual distribución de la población y la disponibilidad de información sobre las instituciones locales y las actividades ilícitas, nos permiten construir un marco único para abordar esta cuestión. Estimamos el efecto a largo plazo de las APs utilizando el modelo no paramétrico de discontinuidad de regresión espacial (RD) de Calonico, Cattaneo y Titiunik (2014), comparando las celdas dentro y fuera de las fronteras de las APs. Nuestra suposición clave es que las características de referencia se distribuyen normalmente a través de estas fronteras. Confirmamos que esta suposición se mantiene utilizando la prueba de distribución continua de covariables de Canay y Kamat (2017). Dado que podemos controlar tanto las características observadas como las no observadas, estas estimaciones pueden interpretarse como causales. Nuestros resultados indican que las AP nacionales, los resguardos indígenas y las tierras afrocolombianas reducen la deforestación, con coeficientes estimados que oscilan entre 0,011 y 0,240 ha=km2=año. En el caso de las AP regionales, no encontramos un impacto significativo. Estas estimaciones son robustas a diferentes especificaciones y selecciones de ancho de banda. Además, las regresiones placebo confirman que los efectos se concentran alrededor de los verdaderos límites de las AP. Los efectos son sistemáticamente de mayor magnitud para las tierras colectivas que para las AP nacionales, lo que indica que las AP de uso estricto son menos eficaces en este contexto. Evaluamos el papel de las instituciones estimando los efectos heterogéneos de las AP según la proximidad a los asentamientos humanos y las características municipales. Los resultados indican que las AP naturales sólo son efectivas cerca de los asentamientos, en municipios que proporcionan más bienes públicos y tienen bajos niveles de violencia. El efecto contrario ocurre con las tierras colectivas. De hecho, tanto las reservas indígenas como las tierras afrocolombianas evitan la deforestación en zonas remotas y municipios con una baja provisión de bienes públicos. Además, exploramos el papel de la aplicación de la ley estimando el efecto de las AP sobre dos de las actividades ilícitas más perjudiciales para el medio ambiente: los cultivos de coca y la minería de oro. Las AP naturales tienen un efecto positivo y significativo sobre los cultivos de coca. Por el contrario, las tierras colectivas reducen significativamente los cultivos de coca en zonas remotas. En el caso de la minería de oro, ninguna de las AP puede controlar esta actividad. La contribución de este documento a la literatura es triple. En primer lugar, aportamos nuevas pruebas sobre la relación a nivel micro entre las instituciones locales y la eficacia de las AP. Nuestras estimaciones del efecto medio coinciden con Nelson y Chomitz (2011) y Nepstad et al. (2006) en que las tierras colectivas superan a las AP nacionales (de uso estricto). Sin embargo, y a diferencia de Blackman (2015), Blackman et al.(2015) y Pfaff et al. (2014), no encontramos efectos para las AP regionales (de uso múltiple). Además, exploramos los mecanismos subyacentes a estos resultados evaluando el efecto de las AP sobre los cultivos de coca y la minería ilegal y estimando los efectos heterogéneos por la proximidad a los asentamientos y las características municipales. Nuestros hallazgos indican que las AP nacionales en áreas remotas son incapaces de controlar las actividades ilegales y evitar la deforestación. Estos resultados exigen una mayor presencia del Estado y una aplicación efectiva de la ley en las zonas remotas.La evidencia de Brasil muestra que las políticas ambiciosas pueden lograr resultados significativos en un tiempo relativamente corto (Burgess, Costa, &Olken, 2018). En segundo lugar, también contribuimos a la literatura sobre derechos de propiedad y desarrollo económico. La eficacia de las tierras colectivas en zonas remotas no puede atribuirse exclusivamente a su naturaleza de uso múltiple o a la simple presencia de derechos de propiedad colectivos e inalienables. De hecho, las AP regionales y nacionales comparten algunas de estas características y no logran evitar la deforestación en contextos donde la presencia del Estado es débil. La base de su éxito puede residir en la acción colectiva. Contrariamente a la creencia común de que la propiedad colectiva conduce a la ineficiencia, Peña, Vélez, Cárdenas y Perdomo (2017) muestran que el establecimiento de tierras afrocolombianas ha aumentado la inversión y mejorado los niveles de vida en esos territorios. Nuestros hallazgos sugieren que la combinación de propiedad colectiva y organizaciones comunitarias también ha contribuido a preservar los bosques en regiones donde el Estado no ha podido hacerlo. Por lo tanto, los grupos indígenas deberían desempeñar un papel más activo en la política medioambiental. En tercer lugar, este es, hasta donde sabemos, el primer estudio que estima el efecto de las AP utilizando modelos espaciales no paramétricos de RD. Mientras que las estimaciones anteriores de sección cruzada basadas en métodos de emparejamiento controlan la heterogeneidad observada (Abman, 2018; Andamet al., 2008; Blackman, 2015; Joppa & Pfaff, 2011; Nelson &Chomitz, 2011; Soares-Filho et al., 2010), el enfoque de RD también tiene en cuenta las características no observadas que podrían sesgar las estimaciones. El modelo no paramétrico de Calonico et al. (2014) también mejora los métodos paramétricos utilizados en estudios relacionados como los de Burguess et al. (2018) y Michalopoulos y Papaioannou (2014). También evaluamos el efecto a corto plazo de las PA relativamente nuevas utilizando modelos de diferencia en diferencias (DD), comparables a los deBenYishay et al. (2017), Blankespoor et al. (2017), y Shah yBaylis (2015). Las diferencias entre los resultados a corto y largo plazo confirman que los métodos que reflejan diferentes marcos temporales deben compararse con precaución. El resto del documento se organiza como sigue. La sección 2 describe las AP y el marco institucional que las rige. La sección 3 presenta los datos y los métodos. Los resultados se presentan en la sección 4 y la última sección concluye.
2. Las AP y la deforestación en Colombia
La política ambiental de Colombia se basa en gran medida en las AP. En 2016, el 47% del territorio continental de Colombia estaba clasificado como tal. Las AP naturales representan 165.000 km2, de los cuales el 87% son nacionales, el 12,4% son regionales y el 0,4% son privadas.3 Hay tres diferencias clave entre las AP nacionales y las regionales. En primer lugar, las AP nacionales restringen todas las actividades económicas, a excepción de la conservación, la educación y la investigación. Las AP regionales permiten actividades de uso múltiple, incluyendo la agricultura no intensiva, la ganadería y la minería. En segundo lugar, las AP nacionales están definidas por la Constitución de Colombia como imprescriptibles, inalienables e imprescriptibles, por lo que su condición de AP no puede ser revocada. Por el contrario, es posible sustraer tierras de todos los tipos de AP regionales, excepto de los Parques Naturales Regionales, lo que aumenta la presión sobre estas áreas. En tercer lugar, la protección de las AP nacionales está a cargo del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, mientras que las AP regionales están bajo la jurisdicción de las Corporaciones Autónomas Regionales; éstas son autoridades ambientales descentralizadas, que son más propensas a ser capturadas por intereses especiales. Colombia también tiene 323.000 km2 de reservas indígenas y 56.000 km2 de tierras afrocolombianas. Los indígenas y los afrocolombianos representan el 3,4% y el 10,6%, respectivamente, de la población total de Colombia. Aunque este no es su objetivo principal, las tierras colectivas también están destinadas a proteger y preservar el medio ambiente. De hecho, la legislación que regula estas áreas exige que todas las actividades económicas de las comunidades indígenas y afrocolombianas en las tierras colectivas sean ambientalmente sostenibles. Además, estos títulos colectivos son también imprevisibles, inalienables e imprescriptibles, y los grupos minoritarios tienen derecho a la consulta previa sobre todas las medidas administrativas y legislativas, así como sobre los proyectos públicos y privados, que afectan a sus territorios. Estos derechos han reducido eficazmente la presión externa, en particular limitando los proyectos de infraestructura y minería a gran escala en algunas regiones.5 Contrariamente a la creencia común de que la propiedad colectiva conduce a la ineficiencia a través de la tragedia de los comunes, Peña et al. (2017) muestran que las tierras afrocolombianas han aumentado significativamente la inversión y mejorado las condiciones de vida de sus habitantes. Según los autores, la combinación de propiedad colectiva y organizaciones comunitarias redujo la presión externa sobre la tierra, fortaleció el sentido de propiedad y pertenencia de los habitantes y facilitó un mayor horizonte temporal en la reflexión sobre el uso de la tierra en estas zonas. La distribución geográfica de las AP naturales y los títulos colectivos se presenta en la Fig. 1. Las AP nacionales y los resguardos indígenas se encuentran en su mayoría en la región amazónica (sureste), mientras que las tierras afrocolombianas se concentran en la región del Pacífico (costa oeste). La mayoría de las AP nacionales y reservas indígenas fueron creadas entre 1975 y 1990. En cambio, las AP regionales, las Tierras Afrocolombianas y las reservas privadas son de años más recientes (Fig. 2). Esto es el resultado del desarrollo progresivo del marco institucional y legal de las políticas ambientales y de minorías étnicas del país. A pesar de la amplia cobertura de las AP, los índices de deforestación en Colombia son particularmente altos. Las estadísticas oficiales indican que el país perdió 54.127 km2 de bosque entre 1990 y 2016, lo que equivale al 8,3% de la cobertura de referencia (IDEAM, 2011, 2017). Además, la tasa de deforestación aumentó de 1300 km2por año en 1990-2000 a 3630 km2por año en 2000-2010 (Kim, Sexton, &Townshend, 2015). La deforestación en las AP es particularmente alarmante: los Parques Nacionales perdieron 162 km2 de bosque entre 2015 y 2016, la mayor parte debido a actividades ilícitas como los cultivos de coca (para la producción de cocaína) y la minería de oro (Armenteras, Rodríguez y Retana, 2009; IDEAM, 2016, 2017; UNODC, 2016b). Estas actividades también afectan a las tierras colectivas. Aproximadamente el 40% de los cultivos de coca se ubican en AP nacionales y tierras colectivas, y el 45% de la minería de oro aluvial se realiza en tierras afrocolombianas (UNODC, 2016b,2016a) FIG 3 presenta la distribución espacial de la deforestación, los cultivos de coco y la minería del oro. El mayor foco de deforestación se encuentra en el sur, a lo largo de la frontera agrícola de la región amazónica. Las AP nacionales y las reservas indígenas de estas regiones registran las mayores tasas de deforestación del país. También hay indicios de deforestación masiva en la región central y en la costa occidental. Las regiones en las que la deforestación se solapa más con los cultivos de coco y la minería del oro tienen en común una baja densidad de población y altos niveles de violencia. Esto no es una coincidencia. Las actividades ilegales han proliferado en zonas remotas, en parte debido a la falta de presencia del Estado y a la incapacidad del gobierno nacional y local para hacer cumplir la ley en estas regiones (UNODC, 2016b, 2016a). Esto es particularmente cierto en las regiones más afectadas por el conflicto interno, donde los grupos armados ilegales participan activamente en actividades ilícitas. La evidencia muestra consistentemente que el conflicto alimenta la deforestación a través de la expansión de los cultivos ilícitos y la minería en las zonas rurales (Dávalos et al., 2011; Fergusson, Romero, & Vargas, 2014), mientras que las políticas de titulación de tierras y de aplicación de la ley contribuyen a reducir los cultivos de coca (Mejía, Restrepo, & Rozo, 2015; Muñoz-Mora, Tobón-Zapata, & D'Anjou, 2014).
La política ambiental de Colombia se basa en gran medida alas AP.
o Las AP nacionales restringen las actividades económicas, a excepción de la conservación, la educación y la investigación. o Las AP regionales permiten actividades de uso múltiple, incluyendo no intensiva, la ganadería y la minería. o La protección de las AP nacionales a cargo del ministerio de ambiente y desarrollo sostenible. o La protección de las AP regionales están bajo la jurisdicción de las corporaciones autónomas regionales