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En este primer texto vamos a exponer las bases filosóficas que subyacen al

proceso que vamos a recorrer.

Algunos de estos conceptos pueden resultarnos a priori “elevados” o


“filosóficos”. Puedes estar tranquilo ya que muy pronto comenzarán a
transformarse en una experiencia concreta y real cuando comiences a
experimentarlos durante nuestro primer encuentro de fin de semana.

En coherencia con la visión “fenomenológica” de la constelación familiar,


conviene partir de lo más “global” y, poco a poco, ir aterrizando en los
detalles a medida que avancemos en el curso.

Comenzamos entonces este primer tema saboreando la esencia existencial


que subyace en nuestro camino: El fondo espiritual que necesitamos
adquirir para nuestro proceso. La sanación, en el nivel que nosotros la
trabajamos, no tiene lugar desde el ámbito puramente personal.

Este es el texto más extenso que recibirás durante el Programa ya que


sienta numerosas bases de nuestro camino. Puedes consultarlo las veces
que necesites. Seguro que cada vez que lo hagas encuentras algo nuevo.

¡Te deseo una feliz lectura contemplativa!

Todo camino que elegimos recorrer tiene un principio. En éste, al mismo


tiempo que algo comienza, otras cosas ya se están preparando para
marchar y dejar espacio a lo Nuevo que está por venir. En cada inicio están
presentes, con nosotros: “lo anterior y lo futuro”.

¿Qué te ha llevado a iniciar este proceso? ¿Cuál es la intención central de


tu Alma y del Alma de tu sistema familiar de origen? ¿Qué están
necesitando tus raíces de ti? ¿Y tú de ellas?
Todo camino que signifique “Más Vida” para nosotros está al servicio. Al
servicio de la liberación del pasado, de la entrega al presente, y de un
futuro que con nosotros servirá a la propia Vida.

Suele suceder que terminamos comprendiendo el sentido de haber iniciado


un proceso cuando ya estamos casi finalizándolo. Es al ver los frutos de lo
que al inicio sólo era la intuición de nuestra necesidad de plantar en el alma
semillas de crecimiento, cuando comprendemos qué estábamos buscando
en el comienzo sin saberlo.

Más allá del trabajo terapéutico, familiar - sistémico, emocional etc. que
formará parte de nuestro proceso, ¿cuál es en esencia el Alma de este
Programa?: La entrega incondicional a la Vida y a la Esencia que en cada
instante la crea y mueve. Es decir, nuestra sintonía con la dimensión
fundamental de la existencia y nuestro “servicio a la vida” en consonancia
ella.

Detrás de cada una de nuestras experiencias de sanación, comprensión y


reconocimiento de los siguientes pasos de nuestro propio destino, subyace
necesariamente nuestra conexión con la Fuente de la Vida: con nuestro Ser
Esencial.

Veremos que, al aprender a centrarnos en nuestra conciencia más pura y el


corazón, en sintonía con “Algo más Grande”, comenzamos a experimentar
que podemos “ser guiados” por la propia Esencia Creadora de la Vida.

A través de su guía y asumiendo nuestra responsabilidad de ocupar el lugar


que se nos ha dado, nos dejaremos llevar en conexión con lo más “Grande”.
Ya que: Lo grande surte el más amplio efecto.
Quizás durante un tiempo hemos vivido ajenos a la Presencia de “Algo
Mayor”, a la energía que a cada uno de nosotros nos sostiene vivos y nos
necesita al servicio de la Vida.

Cuando aprendemos a entrar en conexión con esta Presencia mayor, dentro


de nosotros la percibimos como un estado puro de “Ser” junto con un
corazón abierto al Amor hacia nosotros mismos y hacia la Vida.

Esta conexión no sólo es una experiencia interna, sino que también


percibimos a esta Fuerza Creadora a nuestro alrededor, contenida en el
espacio que nos rodea, en la presencia de los objetos, en cada persona
exactamente tal y como es. En definitiva: Percibimos a “Algo más Grande”
en todo el movimiento de la Vida tal y como se nos muestra en cada
instante.

“Conectados” no sólo somos conscientes de esta silenciosa presencia


dentro y fuera de nosotros, sino que también podemos ver que ella está en
un continuo movimiento: en un movimiento de Amor.

Este es el movimiento que Bert Hellinger, creador de las constelaciones


familiares denominó: “El movimiento del Espíritu”.

Cuando aprendemos a percibir este “movimiento”, vemos que en todo


momento busca conducir nuestra experiencia vital hacia “Más Amor” y “Más
Vida” para nosotros.

A lo largo de este proceso vamos a experimentar cómo cada constelación


familiar es literalmente: “centrarnos para permitir que este movimiento
del Espíritu nos guíe hacia “Más Amor” y “Más Vida”. Si es que queremos
entregarnos y confiar completamente en “Algo más grande”.

¿Podemos fiarnos de una mejor Guía?


¿Qué te trae a esta experiencia? ¿Cuál es tu anhelo más profundo ahora?
¿Tu siguiente paso de crecimiento?

“Siento la necesidad de ocupar mi propio lugar en la vida, algo me dice que


no estoy en “mi sitio”, no me siento completamente “yo” con toda mi fuerza
y capacidad”

“Tengo la sensación de que hay un destino propio que me pertenece y que


aún no he logrado percibir. Un camino en el que ofrecer más de mí a la
Vida”

“Quiero tener una experiencia más auténtica, sentir que vivo conforme a lo
que para mí es esencial y coherente”

Estas frases responden a los anhelos más comunes de personas a las que
durante estos años vengo acompañando. Al mismo tiempo son y han sido
las motivaciones centrales de mi propia vida.

¿Qué nos impide realizarlas?

“Normalmente, cuando siento que voy a dar un paso decisivo que me


acercaría a mi propia realización, algo me impide terminarlo, como una
fuerza que me detiene y me lleva de nuevo a vivir antiguas dinámicas que ya
se habían repetido antes en mi vida”

“Me he analizado en diferentes procesos de crecimiento y puedo comprender


intelectualmente razones que explican que una y otra vez me tope con las
mismas limitaciones. Aun así, siento que no basta con “entenderlo”, hay algo
más oculto e incomprensible tras estas dinámicas”

“Cuando miro mi vida no la siento completamente mía, como si mucho de lo


que viviera y me propongo tuviera más que ver con otras vidas, con otras
personas. ¿Estoy acaso viviendo una vida que no es la mía, que no
corresponde a mi Propio Destino?”
Si emprendemos este proceso es porque algo ya nos está indicando que
necesitamos movernos más allá del ámbito puramente personal y racional:
es el momento de abrirnos a dimensiones de la existencia mucho más
amplias que nosotros.

Comenzamos a intuir que nuestra vida y muchas de sus experiencias van


mucho más allá de “nosotros mismos” como seres individuales y
supuestamente “separados”. Al fin estamos llegando a un punto clave de
nuestro proceso. Se acerca el gran momento en el que vamos a darnos
cuenta de que:

“Yo conmigo mismo, mi ombligo y mis circunstancias”: es demasiado


estrecho.

Llegó el momento de asomarse, mirar más allá de la estrechez y


preguntarnos: ¿Dónde se encuentran en realidad las raíces profundas de mi
limitación?

Estamos a las puertas de comenzar a percibir el nivel de lo “oculto”. El


verdadero “plano” desde el cual se producen los efectos de nuestra vida.

¿Podemos salir de nuestro “ombligo”, del bucle en el que permanecemos


dando vueltas y vueltas en torno a nosotros mismos para darnos cuenta de
que en realidad los orígenes de nuestra dificultad se encuentran en una
dimensión que nos trasciende como individuos?

Esta dimensión es aquella que nos habla de nuestros propios orígenes, de


nuestras raíces familiares.

Son muy profundas las connotaciones existenciales detrás del hecho de


que nuestra vida presente esté vinculada al ámbito colectivo de nuestra
familia biológica de origen.

¿Cómo podemos vincular nuestro propio Destino con el Destino Familiar


Colectivo del que provenimos?
¿Cómo este Espíritu que todo lo piensa y mueve tal y como “Es” nos invita
a mirar hacia nuestras raíces?

Cada uno de nosotros, a través de la vivencia, irá encontrando sus propias


respuestas a estas preguntas.

A medida que vayamos avanzando y más concretamente en nuestra


segunda etapa dedicada a las “implicaciones sistémicas”, iremos
comprobando por los propios efectos sanadores de nuestro proceso que,
en realidad, los orígenes de nuestras limitaciones responden a un ámbito
familiar y colectivo para el cual no existe diferencia entre el pasado y
nuestro presente.

¿Qué es exactamente una implicación sistémica? Miramos a la propia raíz


de la palabra:

 “Implicación” proviene del latín “implicatio”, que se traduce como:


“entrelazamiento” o “embrollo”.

Otra forma en la que vamos a nombrar a estas implicaciones será como:


“Intrincaciones sistémicas”.

 “Intrincación”, del latín “intricare”, significa “un asunto confuso o


enredado”.

Por último:

 La palabra “sistémica” en latín es “Systēma”: “un conjunto cuyas


partes se relacionan entre sí”. Este conjunto es para nosotros el
conjunto de miembros que pertenecen a nuestro sistema familiar de
origen.

A la luz de estos significados no nos es difícil comprender que cuando


hablamos de “implicaciones o intrincaciones sistémicas”, estamos
refiriéndonos a aquellos enredos que mantenemos con diferentes
miembros de nuestro sistema familiar de origen.
Estas implicaciones son el modo en que de forma totalmente inconsciente
permanecemos “entrelazados” mediante lazos invisibles y confusos al
pasado de nuestros padres y ancestros.

Este “entrelazamiento” se produce independientemente de haber conocido


o tenido una relación personal con estos miembros de la familia. Se
produce más allá de la vida y de la muerte. Más allá del tiempo y del
espacio en tanto que podemos estar “intrincados” con hechos y personas
que vivieron varias generaciones antes que nosotros.

A esta dimensión familiar y colectiva que contiene los orígenes de nuestras


dificultades inconscientes la llamaremos: “El Destino Colectivo”.

Este Destino familiar no sólo encierra limitación, sino también todos los
potenciales de alegría, realización, recursos, capacidades y abundancia para
nuestra vida.

En el destino colectivo encontramos la suma de todos los destinos


individuales que cada uno de los miembros de nuestra familia biológica
tuvieron. Sin una sola de estas vidas, tal y como fueron, nosotros no
tendríamos ahora Vida alguna.

Desde nuestra propia concepción pertenecemos a las alegrías y las penas,


las suertes y las desventuras de nuestros orígenes familiares. Somos parte
de sus amores y sus dolores, de su salud y enfermedad, de su abundancia y
escasez, de su realización profesional o la falta de ella, de sus vidas y de sus
muertes. Todo constituye las raíces de las que provenimos y a las que
nuestro propio destino está completamente ligado.

Podemos decir que la propia familia de origen es en sí misma una


“Conciencia Colectiva” que guarda “el gran destino” del que cada uno de
nosotros provenimos. Este destino nos trasciende y, queramos o no, somos
parte de él. A esta conciencia también podemos llamarla: El “Alma o
inconsciente familiar”.

A medida que nuestra conciencia se va expandiendo hacia “Algo más


Grande”, nos vamos dando cuenta, no porque “creamos en ello”, sino
porque lo percibimos, de la inseparable relación que hay entre nuestro
propio inconsciente y el inconsciente colectivo de nuestra familia biológica.
“Lo que está oculto produce los efectos de nuestra Vida”

Cuando aún nuestra conciencia sólo podía percibir el estrecho ámbito de lo


personal, no se nos daba darnos cuenta de cómo nuestras dificultades y
limitaciones presentes podían estar obedeciendo a:

 Sentimientos adoptados de nuestros padres y ancestros que


buscan su liberación a través del hecho de sentirlos nosotros en
nuestra propia vida.

 Cargas que llevamos por nuestros familiares compensado o


compartiendo sin saberlo lo difícil de sus vidas.

 Fidelidades inconscientes a dinámicas de fracaso en el amor, en el


trabajo, en la familia, en la economía y en la salud que algunos de
nuestros anteriores experimentaron.

 Estar reemplazando sin saberlo a uno o más excluidos de nuestro


sistema familiar. Es decir: Ocupando el lugar de otro, llevando su vida
y su destino.

 No permitirnos el éxito y el Amor por fidelidades a experiencias


trágicas que no han sido reconocidas. Son vivencias que aún
permanecen en el Alma Colectiva de nuestra familia necesitando de
nuestra mirada sanadora.

¿Podemos empezar a sentir que nuestro destino no es sólo individual, sino


también colectivo?

Poco a poco iremos dándonos cuenta de que cuando pensamos en nuestro


“propio destino”, en nuestra “misión personal”, no podemos hacerlo
desligándonos de la resonancia que continuamente nos vincula a nuestro
sistema familiar de pertenencia.

El “Destino individual” es en función de las tareas de reconciliación que


nuestro sistema de origen necesita concluir de su pasado. El sentido de
nuestra vida está profundamente ligado al destino de nuestras raíces.
Entonces podemos hablar en primer lugar de una conciencia que es
“personal” e “individual”. Es decir, la conciencia del “Yo y mis circunstancias”.

En segundo término y más allá de la estrechez de esta primera conciencia,


nos abrimos a la comprensión de una conciencia familiar a la que todos
pertenecemos de forma colectiva y sin excepción.

¿Qué tercera conciencia es aún más grande y no sólo trasciende a nuestra


conciencia personal sino también a la conciencia colectiva de nuestra familia
de origen?

Esta es la Conciencia que todo lo piensa, quiere y mueve tal y como la Vida es
en cada instante.

La Conciencia Esencial Creadora.

Antes la hemos nombrado como “el movimiento del Espíritu”. Esta


Conciencia fundamental entreteje el vínculo entre nosotros como
individuos y el conjunto de nuestra familia de origen. Al mismo tiempo los
trasciende a ambos y los toma a su propio servicio.

¿Es en vano el hecho de que vivamos inconscientemente sujetos a nuestro


pasado familiar?

¿Tiene esto algún sentido desde lo Espiritual?

En ocasiones este “Destino colectivo” heredado lo sentimos como una gran


piedra que entorpece nuestro camino. Pensamos que las dificultades que
nos llegan de nuestros ancestros son una traba aun cuando la vida que
tenemos es gracias a la de todos y cada uno de ellos.

¿No serán acaso estas dificultades heredadas lo que tanto nosotros como el
Alma Familiar a la que pertenecemos necesitamos para dar un salto de
evolución y crecimiento?
¿Es posible que los movimientos más creativos que nos llevan a crecer y a dar
los “saltos cuánticos” de nuestra vida surjan precisamente de esta limitación
heredada?

El destino evolutivo de cada uno de nosotros viene marcado por el destino


que vivieron nuestros padres y ancestros. Y, al mismo tiempo, ambos son
movidos por la mano de “Algo más Grande”.

Por más que hemos intentado avanzar solos, como si no perteneciéramos a


nuestras raíces, finalmente algo en nuestra vida ha venido a mostrarnos la
realidad de nuestra pertenencia colectiva. Normalmente es a través de lo
que nunca termina por ser logrado o lo que se repite una y otra vez a sí
mismo.

También veremos cómo enfermedades, accidentes, suicidios, muertes


trágicas, depresiones, trastornos etc… forman parte de lo que en nuestro
sistema familiar de origen permanece excluido.

La mirada consciente, amorosa y lúcida hacia nuestras propias


intrincaciones con el pasado familiar es lo que va a llevarnos a comprender
el sentido evolutivo que ellas tienen para nosotros.

Estas implicaciones forman parte de un Destino marcado desde nuestra


propia concepción.

¿Y si en lugar de verlas como un estorbo asumimos que justamente estas


intrincaciones son las que van a permitirnos realizar nuestro propio Destino?

¿No serán ellas justamente nuestra misión evolutiva?

Una de las mayores comprensiones que se me han regalado a lo largo de


mi trabajo como constelador es que, si nos entregamos a la tarea: El
destino colectivo se convierte en el Amor que nos lleva a estar en
nuestro propio destino.
Cada vez que, sin miedo, queja o culpa, humildemente y con respeto damos
un paso de sanación de nuestro destino colectivo, esa memoria limitante
que el pasado familiar guardaba: se transforma en una fuente de Amor y
de energía que de ahora en adelante apoyará por siempre nuestra
realización y éxito.

En esta entrega humilde y responsable a las raíces que nos preceden


encontramos toda nuestra fuerza, toda nuestra capacidad, y la posibilidad
de realizar un Destino propio.

Así, nuestra propia realización, será también la de nuestros padres y


ancestros. ¿Por qué?: Porque gracias a nuestro Éxito lo difícil de sus vidas
no habrá sido en Vano.

A medida que vamos incluyendo con Amor la realidad de las raíces a las
que pertenecemos, comprendemos que los orígenes familiares de los que
provenimos son justo el fertilizante para nuestra Vida y el sentido evolutivo
de nuestra Alma en esta tierra.

¿Permanecemos, como niños, diciendo “No” a nuestras raíces?

¿O como adultos decimos “Sí” a nuestra propia responsabilidad y asumimos


la tarea que inevitablemente nos llega de las raíces a las que debemos el
hecho de tener la Vida?

Si “Algo más Grande” está detrás de los hilos que mueven nuestra
vinculación con el Destino Colectivo Familiar, y será nuestra sintonía con su
Conciencia y su Amor la que nos ayude a sanar y dirigirnos hacia nuestra
propia realización, vamos entonces a regalarnos un espacio filosófico
acerca de “Algo Mayor” o “El movimiento del Espíritu”.

Hoy en día la filosofía parece algo inservible y no práctico en lo cotidiano.


Pero en un principio, la filosofía estaba totalmente al servicio de la vida.

Aquello que formaba parte de lo oculto, lo misterioso y, por ende, también


incomprensible, debía ser experimentado para que el individuo pudiera
orientarse con mayor facilidad en el mundo.
Por lo tanto, la filosofía estaba orientada a la acción. Esta filosofía práctica
era lo contrario a imaginar, fantasear o divagar en las “alturas” para luego
volver al mundo cotidiano tal y cual estábamos antes.

Es por ello que todo lo que hablemos acerca del ámbito espiritual está
orientado a nuestra propia experiencia.

Recuerda los siguientes cuatro puntos que recogen lo que la filosofía era en
sus orígenes. En nuestro proceso vamos a rescatar su esencia original y a
vivirla de este modo, tal como surgió y fue concebida:

1. La filosofía era una ciencia basada en la experiencia. Esto


significa que sólo tiene sentido si la vamos comprobando mediante
nuestra vivencia real y cotidiana.

2. Concebía necesaria la acción de acuerdo a la comprensión. Es


decir, que si no ponemos en acción las comprensiones que nos
brinda, ¿qué sentido tiene la filosofía de cara a crecer y
transformarnos?

3. La filosofía necesita del intercambio. Nadie puede, por sí solo, vivir


todas las experiencias que resultan de una comprensión. Por lo
tanto, la filosofía es una tarea colectiva. Requiere tanto de la
observación como de la acción conjunta. Es por esto que nuestras
mayores ampliaciones de conciencia se darán en conjunto con
nuestros compañeros de camino.

4. La filosofía auténtica no pretende saber más de lo que es


necesario para vivenciar la vida. ¿Para qué deberíamos conocer
más de lo que necesitamos para disfrutar de nuestra vida? Si
miramos a la ciencia moderna podemos darnos cuenta de que su
mayor parte trabaja pretendiendo diseccionar la realidad y buscando
las razones lógicas que expliquen los fundamentos de la Vida.

Este afán es a menudo una negación secreta de nuestros límites


como seres humanos y de la Vida que nos es posible vivir dentro de
estos límites. ¿No es la Vida con los límites que marca a nuestro
saber lo mejor y más bello para nosotros?
En conclusión, no se trata de fantasear y perdernos en conceptos (algo muy
común en el ámbito del crecimiento personal). Tampoco de ponernos por
“encima de la vida” y negarla con nuestra falta de humildad cuando
queremos “saberlo todo”. Con esta actitud perdemos nuestra sintonía con
el misterio y su infinita presencia.

¡Se trata de experimentar humildemente y con Amor en nuestro día a día!

El verdadero “saber” está en la vida que vivimos. Está dentro del vínculo con
nuestra pareja, con nuestros hijos, con nuestros proyectos y el trabajo que
desempeñamos al servicio de la Vida.

“Algo más Grande” que crea la Vida y nos trasciende no es un concepto


abstracto en el que “creer” o no “creer” a modo de consuelo.

No importa si creemos o no en la Fuente Creadora. Creamos o no, si nos


“conectamos”, “Algo más grande” se convierte en una experiencia real para
nosotros en nuestro día a día. Pasa de ser una creencia a ser un hecho.
Cuando estamos en sintonía con la “presencia silenciosa” de nuestro Ser a
través del proceso de “centrarnos” y permanecer en la quietud de nuestra
mente y el Amor de nuestro corazón, “Algo más Grande” deja de ser una
hipótesis y se transforma en una certeza sentida en el instante presente.

¿Podemos responder a la pregunta de qué es exactamente esta Fuente


Creadora? ¿Acaso es este “Espíritu” posible de definir?: Es sólo a través de tu
experiencia como puedes conocerlo.

A lo largo de los tiempos y según qué tradiciones espirituales, este Espíritu


o “Conciencia Esencial” ha sido llamada en diferentes nombres: Dios,
Universo, Brahma, Yahveh, Al-lah, Energía cósmica, Fuente etc. El nombre
que queramos ponerle no será más que un nombre que resuene más con
nuestras propias creencias o que se aleje de connotaciones que nos
resultan ajenas por la memoria que ciertas palabras han acumulado a lo
largo de los tiempos.

¿Importa el modo de llamarlo, o la verdadera “Esencia de la Vida” trasciende


creencias religiosas, mitos y la moral individual del ser humano?
Nos basta mirar a nuestro alrededor, con los ojos llenos de curiosidad y
libres de juicios para percibir la maravilla que somos y que la Vida Es. En la
naturaleza todo encaja de un modo perfecto.

Somos seres autoconscientes que nos preguntamos por el sentido de


nuestra vida, que amamos, que nos sentimos dolidos, que tememos y
anhelamos. Que la vida nos mueve y nos importa. Que creamos poesía,
arte, música, matemáticas y ciencia. Que sabemos que un día vamos a
morir y, a veces, tenemos miedo.

No necesitamos pruebas de la Presencia Mayor que subyace a toda la


realidad y la moviliza momento a momento. Nos basta con despertar
nuestra conciencia, con estar presentes y conectados con la Vida para
sencillamente saber que el Espíritu es un hecho viviente y palpable segundo
a segundo en nuestra existencia.

Quien está en sintonía con la vida y consigo mismo no necesita “creer” en


“Algo más Grande” ni que otros lo hagan o dejen de hacerlo. Sencillamente
experimenta lo que ES.

Cuando habitamos en nuestro propio espacio interior de “percepción y


Conciencia Pura”, cuando al fin sintonizamos con la energía de nuestro
corazón, una sonrisa amorosa surge en nuestro rostro cuando escuchamos
al paradigma científico preponderante hablar de la Vida como un producto
del azar sin sentido ni significado.

¿Te has parado alguna vez a pensar que creer en un universo fruto de la
casualidad es mucho más cómodo y fácil que asumir la responsabilidad que
implica el hecho de ser “Hijos” de Algo Mayor?

Vivimos en un universo que se ajusta a la vida humana de manera perfecta.


Pensar que la Vida que nos rodea es producto del mero azar es como creer
que Leonardo da Vinci hubiera pintado “La última cena” arrojando
aleatoriamente pintura contra una pared.

¿Aleatoriamente llegó a formarse el milagroso orden que podemos


vislumbrar en el ADN humano o en cualquiera de los procesos químicos que
actúan en nuestro cerebro?

Es curioso que a partir del “Big Bang” el universo recién nacido no se disgregó
al azar. Empezó a cobrar forma siguiendo unas reglas concretas que
científicamente se llaman “constantes de la naturaleza”. Estas reglas
ordenadas pueden formularse con una precisión matemática sorprendente.
¿De dónde surge este orden y sus pautas?

Si tras el “Big Bang” hubiera habido demasiada o demasiado poca gravedad,


masa o carga eléctrica, el universo recién nacido se habría colapsado sobre
sí mismo o se habría disgregado con tanta rapidez que no se hubieran
podido formar los átomos y las moléculas. De este modo, tampoco habrían
podido formarse las estrellas ni ninguna de las estructuras más complejas de
la evolución cósmica. Siguiendo el hilo, la vida en la tierra no habría sido
posible si no se hubieran dado las coincidencias más precisas, incluida la
presencia de los aminoácidos esenciales o los componentes básicos de las
proteínas.

Hasta el mismo hierro que le da el color rojo a nuestra sangre procede de


una supernova que se destruyó hace miles de millones de años. ¿Sabías que
si las fuerzas nucleares “débil y fuerte” involucradas en esta explosión
hubieran sido tan solo un 1% distintas no existiría hoy la vida en la tierra?

Son tantas las coincidencias que sin cesar se acumulan en el hecho de que
existamos aquí y ahora como seres humanos y en tal precisión, que decir que
la vida es fruto del azar es igual a creer que podemos poner a 100 monos
delante de cien máquinas de escribir para que escriban aleatoriamente y
acaben por crear las obras completas de Shakespeare.

¿Cuánta suerte hemos tenido exactamente en caso de ser el producto del


puro azar? Según cálculos matemáticos probados, la probabilidad es de uno
divido por diez elevado a quinientos (10 ) Es decir, una parte entre el enorme
500

número representado por un 1 seguido de 500 ceros…

Este número es muy superior al número de partículas que existen en el


universo conocido. De hecho, es un millón de veces más probable que los
cien monos lleguen a crear las obras completas de Shakespeare.

Es de entender que algunos científicos hayan comenzado a preguntarse si la


ciencia habrá pasado por alto alguna clase de unificación subyacente y
profunda tras el universo y sus órdenes. Cada vez son más los físicos que
consideran que el problema del fino ajuste de variables involucradas en “la
gran explosión” sólo puede resolverse aceptando que el cosmos es un ente
que funciona en armonía, exactamente igual que el cuerpo humano.

Desde hace ya algunos años ha emergido un campo de cosmólogos


(científicos que estudian el origen y la naturaleza del cosmos) que desarrollan
teorías sobre un universo completamente vivo y consciente. Un universo en
el que las partículas, los átomos y las moléculas son la manifestación de una
conciencia universal unificada.

Ya en 1980 el físico David Bohm en su obra “La totalidad y el Orden Implicado”


nos mostró de un modo nunca antes visto que, a la luz de todos los
descubrimientos de la entonces emergente física cuántica, podríamos hablar
de nuestro universo como el efecto de una “Totalidad no Dividida” de la que
todo emerge. Una Totalidad que guarda un orden implícito en sí misma y a
la que toda la creación está sujeta.

Esta imagen del “orden implicado” de David Bohm es muy similar al hecho
que nos muestra cada trabajo de constelación familiar cuando
comprobamos, una y otra vez que “Algo más Grande”, a través de su
movimiento, nos conduce conforme a un orden implícito en sí mismo a las
soluciones de nuestra vida.

En la misma década de Bohm, el físico Alain Aspect realizó el famoso


experimento de “Bell” a través del cual evidenció que existe un campo de
información unificador, más allá del tiempo y del espacio, que vincula a todo
lo existente. Demostró que toda la materia (cuerpos, personas, cosas,
objetos y lugares), e incluso el mismo tiempo, se encuentran conectados en
una región que trasciende el tiempo y la realidad material. Actualmente la
ciencia denomina a este campo como el “Campo Unificado” o “Campo
Cuántico”.

¿Y qué es este Campo Unificado?: El campo invisible de consciencia, energía


e información que como Inteligencia Consciente crea y organiza la obra de
arte que es la Vida. La Consciencia Universal que da orden y forma a Todo.

Y bien sea que lo llamemos “El Campo”, “la Conciencia Esencial”, “el
Espíritu”, “Dios”, “el Ser…”

¿Por qué no reconectarnos con el origen de la Vida, con aquello que nos crea
y sustenta para reorientarnos conforme a su Orden Infinito y su Movimiento?

¿No será este Espíritu la mayor fuente de sanación, alegría, verdad,


sabiduría, orden, éxito y Amor para nuestras Vidas?

De hecho, cada movimiento sanador que hacemos a través del Campo de la


Constelación Familiar: es un movimiento en el que permitimos, con
humildad y gratitud, que este Espíritu actúe para nuestras vidas.
“Todo lo que existe está pensado. Y por eso es así, exactamente como está
pensado. ¿Pensado por quién? Por el Espíritu que lo piensa todo. Todo lo
existente recibe su Ser y su Existencia porque él lo piensa, y lo recibe tal y como
él lo piensa.

Así, también yo soy pensado, tal como soy. Así está pensada mi vida, su
principio y su fin. Así está pensado mi destino, tal y como se convierte en mi
destino para mí y para otros.

Ante todo, soy pensado tal como soy ahora, y estoy pensado para lo que se me
presenta en este instante y lo que este instante tiene preparado para mí.
También para lo que el instante me ofrece ahora, para lo que me exige ahora y
lo que ahora me posibilita.

Y siendo pensado así por el espíritu, ¿cómo me comporto? Me comporto de


forma serena, confiado, recogido, seguro y expectante.

Me comporto tal y como he sido pensado y para lo que he sido pensado. Me


comporto pensante, pensante tal y como el espíritu ahora piensa de mí. Me dejo
llevar pensante por su pensar, hasta que ocurre lo que él piensa y lo que yo
pienso en consonancia y sintonía con él, y ocurre según él lo piensa. Así mi
pensar se purifica, y se purifica todo lo que de esta forma comienzo pensante y
pensante lo acabo.

Este pensar, ya que está pensado desde otro lugar que no es aquí, me hace
extenso, me expande. En consonancia con este pensar permanezco sin
preocupación, sin temor, alegre y con dedicación. Me permite estar en el
instante, sin mirar hacia atrás, a lo que ya fue, y sin adelantarme en el ahora,
como si lo que viene ya estuviera antes de estar pensado, pensado de tal forma
que puede ser.

Así, pensado, estoy en la plenitud, en mi plenitud, en la plenitud del Ser”


Si ya has participado en alguna Constelación, habrás vivido la experiencia
de ver cómo los participantes de un grupo, al ser elegidos como
representantes de los miembros familiares de la persona que va realizar su
trabajo de sanación, repentinamente se sienten como las personas que
representan sin que sepan nada de ellas.

Ante este fenómeno, Bert Hellinger en sus inicios denominó al “Campo” que
permite que la información más oculta y profunda de un sistema familiar
salga a la luz a través de los representantes: El “Campo del Conocimiento”.

“Conocimiento” no sólo por guardar en sí la información de hechos del


pasado que se nos muestran en el presente, sino también en el sentido de
la sabiduría intrínseca que este campo encierra a la hora de guiarnos hacia
la mejor solución para cada caso que se constela.

¿Qué fuerza oculta y consciente actúa en la dinámica de la Constelación que


permite que, si estamos centrados y vacíos, se muestre lo que la persona
que se constela necesita en ese preciso instante sanar para su vida y la de
su familia?

A través de las Constelaciones Familiares obtenemos acceso a una


dimensión de la existencia que anteriormente había estado oculta y que
hasta ahora tampoco había podido ser completamente comprendida en la
filosofía.

¿Es este “Campo del Conocimiento” el mismo campo de Conciencia Unificada


que crea la propia Vida?

¿La misma Conciencia Espiritual que las tradiciones milenarias, cada una
desde su creencia, han percibido como eso “Más Grande” que rige nuestra
existencia?
Con ciencia o sin ella, con creencias espirituales o sin ellas, la propia
experiencia de estar presentes y conectados con la Conciencia Esencial
Creadora, es lo que en verdad nos permite avanzar guiados por “Algo más
Grande”.

¿Cómo experimento la Vida cuando estoy en sintonía con la Presencia de


“Algo Mayor” ?:

 En la quietud de mi mente descanso en un silencio lleno de


presencia, lleno de la pura sensación de “Ser”, aquí y ahora.

 Siento en mi corazón abierto un sentimiento profundo y esencial


de belleza, verdad, calma, Amor y certeza.

 Mi conciencia está tranquila y centrada. Aquí y ahora permanezco


centrado, presente, consciente y abierto a la Vida tal y como “Es”, sin
juzgarla ni oponerme a ella.

 Siento agradecimiento a todo tal y como se presenta dentro y fuera


de mí, independientemente de cómo sea.

 Estoy en sintonía con la Vida pues puedo “asentir” a todo tal y


como es, sin excluir “partes” de la totalidad que la Vida “Es” en cada
momento.

 En la quietud de mis pensamientos percibo un centro silencioso


que, aunque vacío de pensamientos, está lleno de energía potencial.

 Agradezco sentirme vivo aquí y ahora. Me basta con SER presencia


consciente ahora.

 Percibo a la Presencia Amorosa de “Algo Mayor” moviendo a cada


persona tal y como es, a cada situación tal y como acontece,
momento a momento.

 Me siento unido a todo y a todos a mi alrededor. Perteneciendo con


amor, humildad y respeto al “movimiento del Espíritu” tal y como
mueve la Vida en cada instante.
 Puedo notar la presencia amorosa de este Espíritu incluso dentro
de lo más difícil e incomprensible de la Vida. Entonces soy libre de
mis estrechos juicios morales sobre lo supuestamente “malo” en
contraposición de lo supuestamente “bueno”.

 Sé que soy guiado y conducido por una inteligencia amorosa.


Cuando sintonizo con ella puedo orientarme sobre lo que más
conviene a mi Vida y a la de los demás ante cualquier decisión que
haya de tomar.

 Me entrego a los movimientos de sanación que “Algo Mayor” me


pide a través de las dificultades de mi vida. Sé que en ellas este
Espíritu busca para mí un “movimiento creativo” que me lleve hacia
“más Vida y Amor”.

“La mayor alegría la vivimos ahora”

Nuestro camino es esencialmente un proceso de sanación.

1. Sanamos partes de nuestro “yo” que nos limitan a la hora de


permanecer en una mayor conexión con nosotros mismos y con la
Vida.

2. Sanamos intrincaciones familiares que nos condicionan desde “lo


oculto” a la hora de poder ocupar nuestro propio lugar y realizar
nuestro propio destino.

También es un proceso para que, más libres de nuestras ataduras,


experimentemos la vida desde un corazón que poco a poco se irá haciendo
más “transparente” a la presencia del Espíritu.

Hemos comenzado el Programa centrados en “Algo más Grande” y la


experiencia que vivimos cuando nos sintonizamos con “ello” ya que: sólo es
posible sanar nuestro “Yo” y sus implicaciones sistémicas a través de
nuestra entrega a esta Conciencia Esencial.

Cada vez que a través de una dinámica de Constelación Familiar nos


entregamos al Movimiento del Espíritu, vemos que éste nos invita a mirar a
las limitaciones que estamos experimentando en nuestra vida; las mismas
que otros antes que nosotros ya experimentaron.

Por los propios efectos de una constelación, comprobamos que en el


momento en que nos conectamos con la energía de la reconciliación, la
honra, el respeto y la gratitud hacia el pasado vinculado a nuestra
limitación, éste comienza instantáneamente a transformarse en energía de
Vida para nuestro presente y futuro.

¿No será entonces el sentido principal de estas limitaciones transmitidas a lo


largo de generaciones llevarnos hacia el Amor y la Reconciliación?

Es un hecho que para caminar hacia nuestro propio destino y experimentar


nuestra vida en plenitud, es necesario incluir, reconciliar y agradecer lo
anterior a nosotros por difícil, inaceptable o condenable que parezca.

¿Puede haber algo realmente inaceptable para la Mente del SER que todo lo
crea tal y como Es?

¿O más bien se trata de nosotros y nuestro sentido moral del “bien” y del
“mal”?

Detrás de las limitaciones que experimentamos también se encuentra la


propia fuerza creadora de la Vida. El movimiento del espíritu nos conduce a
la dificultad en busca de la reconciliación con todo aquello que en su
momento quedó sin ser amado.

Y quizás, nuestra grandeza como seres humanos sea la capacidad de


aceptar este hecho y entregarnos, más allá de nuestra queja, miedo y
resistencia para asumir nuestra responsabilidad de VER qué nos está
pidiendo este movimiento Mayor a través de las dificultades de nuestra
Vida.

Si asumimos nuestra responsabilidad de reconciliar lo que antes fue


conflicto, de Amar lo que antes no pudo ser respetado dentro de nuestras
propias raíces, poco a poco, movimiento tras movimiento, vamos estando
más completos, arraigados, fuertes y unidos a la misma Conciencia
Espiritual a la que nos confiamos.

¿Son nuestras dificultades heredadas el camino para sintonizarnos cada vez


más con nuestra Naturaleza Esencial y el Corazón?

Quizás este sea en parte el sentido profundo de las dificultades de la vida y


del hecho de estar tan íntimamente ligados al destino de nuestros
antepasados: aprender a amar con el mismo Amor con el que ama el
Espíritu para, junto a él, realizar nuestra vida en plenitud.

Esta experiencia puede parecernos a priori inaccesible o incluso “elevada”


para nosotros: Nada más lejos de la realidad. Si te das la oportunidad de
darte tiempo y espacio en este proceso y vives al máximo sus experiencias
prácticas, la conexión con la Conciencia Esencial podrá ser para ti una
vivencia cada vez más cotidiana.

¿Debería de ser complicado acceder a nuestra naturaleza esencial, que es la


misma naturaleza que crea la vida? Si en verdad es nuestra naturaleza ¿no
tendría que ser más accesible de lo que pensamos en tanto que es lo natural?

¿Es difícil “estar conectados”? ¿O más bien es nuestra propia dificultad de


sentirnos pertenecientes a nuestra propia Esencia?

¿Podemos darnos el permiso de asumir nuestra propia capacidad de


conectar?

Vamos entonces ahora, paso a paso, a adentrarnos en el camino de nuestra


“conexión”.

El proceso principal durante la primera etapa de este Programa será el de


cultivar las bases para entrar en sintonía con “Algo más Grande”. También
lo será la comprensión de aquellas partes de nosotros mismos que ahora
limitan el acceso a “la conexión”.
La sanación radical que podemos experimentar para nuestro mundo
emocional y el inconsciente profundo es posible sólo cuando a la hora de
abordar nuestro proceso de sanación nos situamos en lo que llamaremos:
nuestro “Estado del Yo Adulto”. Es en nuestro “Adulto interior” donde
permanecemos conectados con nuestro Centro y el Corazón.

De hecho, cuando vamos a facilitar un espacio de Constelación Familiar, no


podemos acceder a constelar a una persona que observamos que está
situada “fuera” de su “Yo Adulto”. En este caso la sanación no sería posible y
el propio movimiento del Espíritu desembocaría en un proceso no
sostenible para esta persona.

Cuando nuestra parte adulta está contaminada por las emociones de


nuestro yo infantil o por la mente enjuiciadora de nuestra conciencia moral,
estamos descentrados, y por lo tanto sin fuerza para mirar lo que la
constelación ha de mostrarnos como lo necesario a integrar en nuestro
corazón.

Es por ello que a lo largo de este trimestre trataremos de fortalecer a este


estado “Adulto” y colocar en su lugar a nuestro estado “niño o infantil” y a
nuestro estado “padre” o “mente moral”.

Por ahora no es necesario que te quedes con estos conceptos, simplemente


con la idea de que para trabajar desde el nivel de conciencia y conexión
que se manifiesta en una constelación familiar hemos de aprender a
estar “centrados”, conectados con el corazón y abiertos a “Algo más
Grande”

Sólo es posible sanar desde la parte adulta de nosotros mismos. Desde


nuestro centro.

Si cultivamos el mantenernos en nuestro “centro adulto”, podremos estar


seguros de que nuestros procesos con el sistema familiar de origen y los
pasos hacia el propio destino van a ser seguros y duraderos.

Sólo desde el Adulto y su responsabilidad pisaremos firmes en nuestro


recorrido. Sentiremos nuestra fuerza y capacidad de sostenernos por
nosotros mismos.
Para conectar con la Presencia del “Ser Esencial”, con la Conciencia del
Espíritu, en primer lugar necesitamos aprender a estar centrados.

El ser humano permanece unido de manera especial con la fuerza creadora


del mundo a partir del momento en que se centra en ella.

¿Qué significa centrarse en la Conciencia Esencial?: Sencillamente hacernos


conscientes de ella y permanecer en sintonía con ella sin esfuerzo.

Estamos acostumbrados a no darnos cuenta de la fuente de nuestra propia


experiencia como seres humanos. A veces creemos que toda nuestra
realidad se reduce a los pensamientos que incesantemente cruzan por
nuestra mente de forma automática o a las emociones que a su antojo
aparecen y desaparecen en nuestro cuerpo.

Obviamente nuestros pensamientos no contienen la verdad de nuestra


Esencia ya que normalmente son parciales y subjetivos. Es decir: nuestros
pensamientos suelen interpretar y pensar la realidad que vivimos sin
verla; y lo hacen en base a los condicionamientos, creencias, resistencias y
fidelidades que forman parte de la repetición automática e incesante del
pasado.

Igual sucede con la mayoría de las emociones que experimentamos. Nuestro


mundo emocional suele estar sujeto a las memorias emocionales de nuestro
pasado doloroso y el de nuestros ancestros. Es decir, que lo que sentimos
suele ser literalmente un pasado emocional colectivo repitiéndose a sí
mismo en el presente. Y aunque nos cueste creerlo, muchas veces este
presente nada tiene que ver en realidad con lo que sentimos.

Cuando nuestros pensamientos y emociones pertenecen al pasado, vivimos


conducidos de forma automática por nuestro propio ruido mental y
emocional: ¿Es entonces nuestra experiencia una “vida consciente”? ¿O
más bien es una repetición automática del inconsciente personal y
colectivo?

Atención: No todos los pensamientos ni todas las emociones pertenecen a


una repetición automática del pasado:
 Veremos que las emociones llamadas “primarias” son una energía de
vida que necesitamos para actuar, avanzar y crecer.

 Experimentaremos una clase de emociones llamadas


“Metaemociones” que están en “línea directa” con el Campo del
Espíritu.

 También veremos que es posible “pensar” en sintonía con “Algo más


Grande”. Recibir pensamientos sanadores y necesarios para el mayor
bien de nuestra vida y de los que nos rodean.

Decir, tal y como escuchamos en tantos ámbitos del crecimiento personal,


que nuestros pensamientos y emociones son “falsos” y siempre relativos es
exclusión. En realidad, es posible pensar y sentir en comunión con el Espíritu.

No se trata de no dar validez a los pensamientos y a las emociones, de hecho,


pensar y sentir en sintonía con “Algo Mayor” será justo lo que necesitemos
para actuar al servicio de la Vida realizando nuestro propio destino.

La clave está en saber diferenciar qué pensamientos y emociones obedecen


al pasado personal y familiar, y cuáles forman parte de lo que necesita
nuestro presente para ser llevados hacia una experiencia de Vida más plena.

Dicho esto: si la percepción que tenemos desde nuestros pensamientos y


emociones del pasado está condicionada y por tanto es subjetiva: ¿Dónde
podemos encontrar dentro de nosotros una verdad sustentable e
inalterable?

“Para que algo sea Verdadero debe sustentarse a sí mismo y sostenerse


sobre su propia verdad”

Si todo en la Vida surge fruto de la Conciencia Pura que todo lo crea y mueve
en cada instante… ¿No será que podremos contactar con ella al percatarnos
del espacio del cual surgen nuestros propios pensamientos?

Cuando sólo percibimos la vida desde nuestra conciencia individual,


estamos separados de la Conciencia Esencial. Separados somos mente sin
corazón, pensamiento sin su origen. Somos inconscientes y vivimos fuera de
nuestro centro.

Centrarse significa hacerlo en nuestra causa. Es decir: “darnos cuenta”,


“percibir”, “ser conscientes” de la presencia silenciosa que siempre
permanece, nos demos cuenta o no de ella, detrás de todos nuestros
pensamientos, sensaciones y emociones.

Este proceso lo vivenciamos como un recogimiento. Al centrarnos nos


abrimos a algo que está más allá de lo que se encuentra en un primer
plano. Aprendemos a permanecer en la Conciencia que da lugar a toda
nuestra experiencia mental, emocional y física.

No es nada complicado ya que, siempre, en cada momento presente… ¡Está


aquí con nosotros, en nosotros y más allá de nosotros!

Cuando nos centramos al hacernos conscientes de nuestra propia


conciencia esencial, de pronto estamos completamente presentes en el
“Ahora”, despiertos y creativos. Nuestro espíritu alcanza su plenitud, se
vuelve espíritu por el espíritu.

“Centrados vemos más”

Centrarnos a través de percibir nuestro propio vacío o “conciencia pura” ha


resultado ser el primer paso que tanto la filosofía del poniente como la de
oriente proponen para comenzar a abrir nuestra conciencia a “Algo Mayor”.

Por ejemplo, lo que nosotros en occidente preferimos llamar “Espíritu”, Lao


Tse lo llama “Tao” en su texto “Tao te King”.

Al igual que propone la mística occidental, también el “Tao” actúa en quienes


se han vaciado, en quienes a través del recogimiento y la no-acción
descubren a aquella serenidad quieta, silenciosa y llena de presencia en el
fondo de su propia mente.

Si estás familiarizado con filosofías orientales, quizás conozcas este estado


en el que percibimos a nuestra conciencia clara, pura y vacía de
pensamientos como: “vacuidad”. En la mística contemplativa cristiana el
maestro Eckhart se refiere a ella como “la luz increada en el fondo del alma”

Cuando nos sumergimos en la esencia de la mística de la mayor parte de las


tradiciones espirituales, observamos que todas ellas, cada una a su modo y
lenguaje, nos ofrecen la misma la vía para centrarnos y permanecer en
sintonía con la Conciencia Esencial: hacernos conscientes de un espacio de
quietud en el fondo de nuestra mente.

Se trata de la vía milenaria de la Contemplación o Meditación.

¿Y qué es contemplar? Contemplar es sencillamente “observar”, “prestar


atención”, “darnos cuenta”.

A través del ejercicio de despertar en nosotros nuestra propia capacidad de


“ser conscientes” y “percibir”, podemos adentrarnos en este primer paso
compartido de la mística universal: Sintonizar con la Conciencia Pura y
Silenciosa que encontramos detrás de nuestros propios pensamientos para
“Centrarnos”.

Todas las palabras antes mencionadas nos conducen a la experiencia de


“centrarnos” (observar, percibir, prestar atención…) son términos que nos
hablan de la Conciencia.

A poco que observemos, nos vamos a dar cuenta de que toda nuestra
experiencia como seres humanos tiene que ver con la Consciencia.

¿Podría existir el color vivo y carmesí de una rosa, su textura aterciopelada,


la agudeza de sus espinas y su embriagadora fragancia sin alguien que fuera
consciente de todo ello?

No es posible separar la “realidad” de la observación consciente de dicha


realidad. Todas nuestras interacciones con la Vida son una experiencia de
consciencia. ¿Podría haber Vida sin una Consciencia que la percibiese?

Es curioso que la ciencia más tradicional trate de explicar el origen de la Vida


eliminando el componente de la consciencia en nombre de la “objetividad”.

¿Pero no es acaso la propia “objetividad” también una experiencia de


consciencia?
Detente por un instante…

Detente…

Mientras lees ahora estas palabras pregúntate: ¿quién está leyendo estas
palabras?

Nada más formular la pregunta, presta atención a esa presencia


silenciosa que ahora mismo se está dando cuenta de que, efectivamente,
es ella la que está leyendo.

Vuelve a hacerlo de nuevo… con calma… sólo presta atención…

Mira ahora lentamente el espacio físico en el que te encuentras… los


objetos que te rodean… sólo míralos despacio…

Ahora pregúntate en silencio: ¿quién está observando la habitación?

Nada más formular la pregunta presta atención a esa presencia


silenciosa que ahora mismo se está dando cuenta de que, efectivamente,
es ella la que ahora está observando los objetos de la habitación.

Vuelve a hacerlo de nuevo… con calma… sólo presta atención…

Esa presencia silenciosa que se “da cuenta” de que está leyendo, de que está
observando, de que es consciente aquí y ahora: es la conciencia pura.

 Es la percepción de que percibes.

 La observación de que “Eres”.

 La consciencia de que “estás consciente aquí y ahora”.


La palabra contemplar en latín es “contemplari”, que significa: «mirar lejos»
o «mirar más allá».

Verás que nuestras primeras experiencias a través de la contemplación van


a consistir en darnos cuenta de que, sin ningún esfuerzo ni necesidad de
alcanzar la meta, tenemos la capacidad de aprender a “mirar más allá” de
nuestros propios pensamientos.

Cuando sencillamente “prestamos atención sin esfuerzo” a lo que hay


“más allá” de los pensamientos, inmediatamente percibimos el espacio
silencioso y lleno de conciencia pura que se encuentra detrás de ellos.

Vamos a detenernos un momento a saborear una experiencia de Conciencia


Pura, ¿te parece? Serán sólo un par de minutos. ¿Listo?

Asegúrate de estar sentado cómodamente y ahora cierra los ojos.

¡Espera, mejor ábrelos para poder seguir leyendo!

Y al leer cada nueva indicación los vuelves a cerrar…

Con tus ojos cerrados sencillamente deja que tu mente divague en la


dirección que ella quiera…

No haces nada, sólo permites que tus pensamientos discurran a su antojo...

Así de fácil, solo permitir que tus pensamientos hagan lo que quieran hacer…

Y mientras ellos hacen lo que quieren, tú ahora sencillamente tomas


conciencia de lo que ellos están pensando…

El contenido en sí no tiene importancia, basta con que te des cuenta de que


existen esos pensamientos…
Sencillamente presta atención a los pensamientos que ahora discurren por tu
mente…

Los observas relajadamente, igual que si estuvieras viendo una película… las
imágenes de un televisor…

Dejando que vayan cruzando por la pantalla de tu mente…

Sin importarte el contenido…

Estás mirando tus pensamientos…

Observando tranquilamente...

Y ahora, con calma, mira más allá de estos pensamientos y date cuenta de lo
que hay detrás de ellos…

...Vacío...

Continúa siendo consciente de ese Vacío mientras te resulte cómodo…

Sólo consciente del Vacío que está presente detrás de los pensamientos
cuando miras más allá de ellos…

Si regresan los pensamientos, obsérvalos de nuevo un rato permitiendo que


hagan lo quieran, y luego vuelve a mirar más allá de ellos, detrás de ellos…

...Al Vacío...

Si regresan los pensamientos, obsérvalos de nuevo un rato permitiendo que


hagan lo quieran, y luego vuelve a mirar más allá de ellos, o al espacio de
silencio que transcurre ENTRE ellos...

...Al Vacío...

Y continúas siendo consciente de ese Vacío mientras te resulte cómodo…

Realiza este ejercicio durante al menos dos minutos de forma


continuada.
¿Qué ha sucedido? ¿Se ha producido alguna breve interrupción del flujo de
tus pensamientos mientras contemplabas más allá de ellos? ¿Has notado
un espacio detrás? ¿O quizás una especie de intervalo de silencio entre un
pensamiento y el siguiente?

Si no es así, tranquilo. Vuelve a leer las instrucciones y haz el ejercicio de


nuevo. Te espero…

Si estabas realmente atento a la hora de mirar detrás de los pensamientos


o al espacio que transcurre entre ellos, habrás notado que en ese instante
de silencio estabas despierto, a la espera, pero no había ningún
pensamiento.

Puede que hayas oído que se necesitan muchos años de práctica estricta
para percibir el espacio de quietud más allá de los pensamientos. ¡Acabas
de hacerlo en unos segundos!

Es posible que en sólo unos pocos minutos de ejercicio ya notes tu cuerpo


más relajado y la mente más tranquila. El cuerpo y la mente están en
íntima conexión, y cuando esta última deja de pensar de forma atropellada,
el cuerpo se relaja y se siente más descansado.

Practica de nuevo el ejercicio y esta vez observa cómo durante los espacios
de silencio sin pensamientos tú sigues estando ahí… Tú sigues estando en
el espacio de Vacío que puedes percibir entre tus pensamientos o detrás de
ellos.

Hay vacío y sin embargo tú sigues consciente, observando.

En ese momento te estás experimentando “Siendo en tu Conciencia Pura”.


Cuando día a día nos ocupamos de sacar un tiempo para nosotros mismos
y adentrarnos en la percepción de nuestra conciencia pura y esencial, poco
a poco ésta experiencia se va acumulando hasta que un día nos
sorprendemos descansando de forma espontánea en el silencio de nuestro
Ser sin ni siquiera haber pensado en entrar deliberadamente en él.

Es importante que seamos pacientes y asumamos que “despertar nuestra


conciencia” es un proceso que requiere tiempo.

A continuación, veremos las fases por las que vamos a transitar a lo largo
de nuestro recorrido práctico para “la conexión”:

1. En primer lugar, a través de ejercicios contemplativos comenzaremos


por aprender a percibir nuestro “Centro silencioso de conciencia
pura” dentro de nosotros mismos.

2. Poco después, experimentaremos cómo este “Centro” también se


expresa dentro de nosotros a través de los sentimientos esenciales o
“Metaemociones” que sentiremos en nuestro propio corazón físico.
En este momento el hecho de “centrarnos” ya no será solo una
experiencia de “Vacío silencioso” sino también la vivencia del “reflejo
emocional” que la Conciencia Pura causa en nuestro corazón.

3. Luego, lo que comenzó siendo una experiencia de “Amor silencioso y


centrado” dentro de nosotros, podrá extenderse a nuestra
percepción del mundo exterior. En este punto percibiremos a esta
misma Conciencia Esencial y a su Amor no sólo en nuestro interior
sino también dentro del espacio que nos rodea, de los objetos físicos,
de las personas con las que nos relacionamos y de las circunstancias
y situaciones que vivimos. En este momento comenzamos a sentir
que somos “Presencia Amorosa” ante una “Presencia Amorosa
Mayor” que piensa y mueve la Vida que nos rodea tal y como Es.
4. Finalmente, siendo “Presencia ante una presencia Mayor”,
experimentaremos que es posible abrirnos aún más y percibir cómo
nos Guía si aprendemos a escucharla. Centrados podemos recibir
informaciones y señales que directamente nos orientan sobre los
caminos que podemos tomar, sobre nuestro propio proceso de
sanación y crecimiento personal.

“Mis pies firmemente plantados en la tierra, mi corazón abierto a la esencia


de la humanidad y, mi conciencia, presente en la Totalidad que la Crea: En
Sintonía seré Uno”

El proceso de sanación de un ser humano no es realizable desde su


conciencia individual o personal.

Einstein ya afirmaba que: “ningún conflicto puede ser resuelto en el mismo


nivel de conciencia en que se creó”

¿Qué significa esto? Que todas nuestras implicaciones con nuestro sistema
familiar de origen, además de las limitaciones derivadas de nuestra propia
historia personal (ambas siempre vinculadas) se crearon precisamente por la
separación entre nuestra conciencia individual y la Conciencia Esencial
Creadora.

Más adelante iremos comprendiendo como todas las intrincaciones de


nuestra vida son fruto de varios momentos en los que nuestra relación con
la Vida, y la de nuestros ancestros, fue vivida desde una conciencia personal
separada del Amor del Espíritu.

Es por esto que cultivar nuestra conexión con el Centro y nuestro Corazón,
permaneciendo en sintonía con el “Espíritu”, es el telón de fondo de nuestro
camino y la responsabilidad que asumimos con nuestra sanación y la de
nuestro sistema familiar.
Nuestros traumas personales, las cargas que hemos adoptado de nuestra
familia, las promesas ciegas que sin darnos cuenta hemos hecho, los
sentimientos que vivimos en resonancia con tragedias y daños hechos y
recibidos en el pasado etc.: Sólo pueden ser transformados y liberados desde
nuestra sintonía con la Conciencia Esencial y el Amor de “Algo más grande”.

Las dificultades que hemos heredado del “Destino Colectivo” son fruto de la
desconexión con el Espíritu. Para sanarlas necesitamos volver a “unir” lo que
en su momento quedó separado de éste.

Necesitamos estar conectados para sanar.

Para reconciliar y despedir el pasado que está condicionando nuestro éxito


actual en el Amor, en el trabajo, en la abundancia económica y la salud, es
necesario mirar este pasado desde una Mayor Conciencia que la que en su
momento creó estas dificultades.

Cada vez que hacemos una dinámica de constelación, lo que en realidad


estamos haciendo es conectarnos a este Espíritu Creador para que, juntos y
de nuevo con él, volvamos a “unir” lo que en su momento fue “separado” de
su Amor.

Mientras permanezcamos niños, no nos será posible estar en sintonía con


ese otro Amor más grande y espiritual. Este Amor, a diferencia del amor de
los niños, es capaz de incluirlo todo por igual y sin diferencias.

Si nos habituamos a centrarnos en el presente, conectados con la quietud


silenciosa de nuestro Ser y abiertos de corazón a “todo tal y como es”, poco
a poco vamos a vivenciar un estado de entrega incondicional a la realidad de
la Vida. Un estado en el que no tenemos preferencias o rechazos por lo que
en cada momento “es”.

Vamos entonces aprendiendo a estar en “acuerdo interior” con la Vida y las


personas que forman parte de ella tal y como son pensadas y queridas por
Algo Más Grande. Es aquí cuando estamos en nuestra mayor unión con la
Conciencia Creadora, ya que ella todo lo mira por igual, con amor y sin
preferencias.
Este estado de “acuerdo incondicional con la Vida” no implica no
protegernos, defendernos o poner los límites necesarios. Al contrario, la
capacidad de marcar nuestros límites y atender nuestras necesidades está
mucho más desarrollada cuando permanecemos en sintonía con la Vida tal
y como Es.

En esta sintonía podemos aprender a “Ser Guiados” en unidad con el Espíritu


hacia nuestro propio Destino.

A veces pretendemos sanar, crecer y avanzar excluyendo partes de la Vida,


excluyendo aspectos de otros seres humanos como nosotros, prefiriendo lo
que moralmente hemos juzgado que es “mejor” frente a lo que moralmente
hemos juzgado de “peor” y rechazamos.

¿Podemos pretender experimentar “Más Vida” para nosotros sin estarla


respetando tal y como Es al completo?

Cuanto más logramos Amar y Agradecer la Vida tal y como es, mayor es el
potencial de sanación, crecimiento, abundancia y realización en todos los
aspectos de nuestra Vida.

Aprendiendo a Amar cada vez más como el Espíritu Ama: sin condiciones.

Aprendiendo a incluir en nuestro corazón tanto como el Espíritu incluye:


Todo.

Esta es la esencia de la sanación y lo esencial de las Constelaciones familiares.

Quizás es cada vez más clara la necesidad de cultivar el “estar conectados”


para la realización del propio destino.
A continuación, verás enumeradas diez experiencias y procesos sobre los
que iremos trabajando en estos meses y que, para nosotros, es posible
recorrerlos si permanecemos centrados y en sintonía con la vibración
amorosa de nuestro corazón.

Es en esta conexión donde permanecemos sostenidos por el Espíritu al


tiempo que vibramos en la “frecuencia de sanación” que necesitamos para:

1. Desprendernos sin miedo de las “falsas máscaras” que nos


hemos colocado como protección. Pagando el precio de nuestra
autenticidad y de la verdad de nuestro Ser.

2. Abrir nuestra conciencia más allá de la moral sobre “el bien y el


mal”. Traspasando la “capa” de nuestra “conciencia moral” somos
libres de las reglas y creencias heredadas que limitan nuestra
percepción de la Vida y restringen nuestro modo de relacionarnos
con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Situados más allá de “lo
aceptable y lo inaceptable” podremos liberar las dificultades de
nuestra vida al mirarlas con los ojos del Amor en lugar de los del
juicio.

3. Atravesar la resistencia que tenemos a sentir en nuestro cuerpo


las emociones personales y familiares que necesitamos liberar.
Atravesando las barreras del miedo, la culpa y la vergüenza nos
daremos cuenta de que, en realidad, el Amor es el trasfondo que
subyace a todo lo que percibimos como doloroso.

4. Abrirnos más allá del miedo que sentimos a la hora de entregar


nuestro amor y de recibirlo. Todos guardamos memorias de un
pasado en el que sentimos que el amor incondicional que sentíamos
hacia nuestros padres fue traicionado o abandonado. Sostenidos por
nuestra conexión, podremos atrevernos a cruzar el umbral de estos
instantes en los que nuestro amor se vio interrumpido.
5. Asumir las implicaciones sistémicas que nos vinculan a nuestra
familia de origen como la tarea de reconciliación necesaria para
la liberación de nuestro presente, del pasado familiar, y del
futuro de los que aún están por venir. En lugar de quejarnos o
resistirnos al hecho de estar “condicionados”, aprendemos a ver
detrás de cada limitación lo que necesita ser sanado en las raíces que
nos preceden. Nos entregamos con Amor y con respeto al acto de
reconciliación que necesitamos dar en cada momento y, sólo
entonces, se nos abre la posibilidad de recibir de nuestras raíces lo
que estábamos necesitando para dar el siguiente paso hacia nuestro
propio destino.

6. Honrar y respetar la Vida tal y como se muestra en cada


instante. Vivir cada vez más reconciliados con la Vida nos lleva a
dejar de perder nuestra energía en luchar contra aquello que no
aceptamos de ella y favorecer aquello que pensamos que “debería de
ser así”. Vivir tomando partido por unos aspectos de la Vida en
detrimento de otros supuestamente “inaceptables”, nos saca de
nuestra “conexión”.

7. Recibir la energía de la Abundancia en nuestra Vida. ¿Qué mayor


conciencia de abundancia puede haber que aquella en la que
tomamos con Amor todo tal y como Es? La energía de la abundancia
es la misma que nuestro: “Sí a todo como es” y nuestro: “Gracias a
todo por ser como es”. Más adelante veremos cómo la incapacidad
de agradecer todo tal y como es, está muy vinculada con nuestra
falta de agradecimiento a algunas de nuestras raíces familiares.

8. Transitar del amor infantil al Amor adulto. El amor infantil


entiende éste como sacrificio y asunción de las cargas y destinos
difíciles de otros en detrimento suyo. Entiende el amor como “salvar
a sus grandes”. Muchos de nosotros seguimos amando, aun siendo
adultos, con este mismo amor. El Amor adulto es el que ama desde el
respeto a la dignidad que cada ser humano tiene dentro de su
dificultad. El verdadero Amor es aquel capaz de honrar el destino de
los otros sin echárselo encima. Es el Amor que sabe que el mejor
modo de ayudar a los demás es darnos el permiso de realizar
nuestro propio camino honrando el orden natural de la Vida que
dicta que: “cada uno en su lugar, con su destino”.
9. Reconocer los caminos y tomar las decisiones que nos conducen
a lo que para nosotros es esencial. Sabiendo diferenciar qué
elecciones responden a la dirección de nuestro corazón de las que,
por el contrario, nos sacan de ella y devuelven al pasado.

10. Honrar la vida que hemos recibido de nuestros padres


asumiendo nuestra responsabilidad de vivirla disfrutándola y
sirviéndola en la forma en que seamos llamados a hacerlo: dando
lo que tenemos para dar, viviendo y ayudando a vivir.

“A mis padres y ancestros:


Gracias a mi éxito, vuestras dificultades no habrán sido en vano”

Hemos visto la necesidad de cultivar la sintonía con el Amor del Espíritu


para realizar nuestro propio destino en conexión con aquello que tenemos
para Dar. Cuando somos canales de este Amor, nuestra conciencia va
despertando, nuestra relación con la Vida se transforma en un vínculo de
mayor asentimiento y gratitud hacia todo. Esta nueva conciencia
inevitablemente nos va a ir guiando hacia la expresión de nuestro “yo” más
verdadero.

También hemos explicado que son las dificultades, conflictos y limitaciones


que experimentamos en nuestra vida las que nos ayudan a despertar a esta
conexión con el Amor del Espíritu.

Por otra parte, sabemos que para la sanación de nuestro inconsciente


familiar necesitamos estar conectados con la mirada centrada y amorosa
del Ser Esencial.

Esto nos plantea un interrogante: Si para estar más conectado necesito ir


liberando e integrando mi inconsciente personal y familiar, pero para
realizar este proceso de sanación necesito estar conectado… ¿Qué va en
primer lugar?
La respuesta es que este es un proceso de “Doble Vía”. Es decir, que al
mismo tiempo que nos ocupamos de aprender a propiciar nuestra
conexión con “el centro” y el amor de nuestro corazón, también entramos,
simultáneamente, en el proceso terapéutico de sanación personal y
familiar.

Es por esto que en esta primera etapa del Programa nos centramos en el
proceso de preparación personal.

Comenzamos abordando las primeras semanas temáticas y prácticas en la


línea de la sintonía con nuestra Conciencia Pura y el Corazón, y, poco
después, comenzaremos a simultanear este cultivo de nuestra “conexión”
con el proceso de comprensión de nuestros “Estados del Yo”.

Al mismo tiempo que fomentamos nuestra “conexión” nos abrimos a la


comprensión de nuestra mente moral (Nuestro “Estado del Yo Padre”) y de
nuestro inconsciente infantil (Nuestro “Estado del Yo Niño”) de cara a
aprender a mantenernos cada vez más centrados en nuestro “Yo Adulto”.

De esta manera, caminar por la segunda etapa del Programa dedicada a


una mayor comprensión y sanación de nuestras implicaciones sistémicas
será más sencillo y efectivo, pues estaremos mejor “situados” en el lugar de
nosotros mismos que necesitamos para este proceso.

Igualmente sucede con la tercera etapa, centrada en nuestra realización en


la Vida.

Paciencia y paso a paso. El orden de este proceso ha sido pensado para que
cada paso que demos tenga sentido tras la integración de lo que primero
era necesario.

Recuerda: en el momento en que te exijas llegar a un determinado fin en tu


proceso, lo estarás bloqueando.

Cuando nos exigimos llegar a la meta de “estar conectados”, “vivir en mi yo


adulto”, “sentir el Amor del Espíritu” ... Como si tuviéramos que ser distintos
a como somos exactamente aquí y ahora: estamos haciendo todo lo
contrario que necesitamos para estar más conectados.

“La conexión” es, ante todo: “sí a todo como es” - “sí a todos como son” - “sí
a mí mismo tal y como soy”.
Cuando queremos hacer un proceso personal porque nos estamos
diciendo “NO” a nosotros mismos tal y como ahora somos, comenzamos a
experimentar en nosotros más de eso que queremos que cambie y no
podemos aceptar.

Entonces me pongo a meditar más, a esforzarme más en hacer los


ejercicios, a pedir más citas al terapeuta… para cambiar. Para no ser quién
es necesario que yo ahora sea.

Aceptar que tal y como somos en este momento es el único modo en que
es posible que seamos dado el pasado colectivo al que pertenecemos: Es
el primer paso.

En el fondo, decirnos “SÍ” a nosotros mismos es decir “Sí” a todo lo que nos
ha venido dado de nuestros padres y ancestros. Cada vez que nos negamos
a nosotros: les negamos a ellos.

Tal y como irás comprobando a lo largo de esta aventura, cuanto menos


“asentimiento incondicional” damos a nuestras propias raíces, más difícil y
opresivas se comienzan a expresar nuestras circunstancias heredadas del
destino colectivo.

Muy distinto es partir de un gran: “SÍ a mí mismo tal y como soy Ahora” - “SÍ
a mi vida tal y como es ahora”.

Entonces podrás caminar sin exigencia y sin meta, solo con compromiso,
responsabilidad y compasión hacia ti mismo. Paso a paso me comprometo
a permanecer en mi proceso desde el amor a como soy en cada momento.
Ya que por ahora: “No puede ser de otra manera”

Confía en que paso a paso, con paciencia y amor, el movimiento del espíritu
que va a tomarte te llevará hacia donde necesites estar mañana. Eso sí, lo
hará lentamente y poco a poco, tal y como son los movimientos más
sanadores y que realmente perduran.

Cuando los procesos han sido vividos en esta actitud, hemos generado el
caldo de cultivo necesario para que, en el momento menos esperado,
experimentemos el famoso “salto cuántico”.

El símil es igual al de la manzana que permanece en la rama del árbol, sin


que aparentemente suceda nada en ella más que una lenta maduración.
Gracias a la paciencia y la confianza que ella tiene en su propio proceso y en
que su tiempo para caer del árbol será el más adecuado, puede madurar
dándose el espacio necesario.
Confía en que a través de tus prácticas semanales, la digestión de estas
lecturas y los encuentros de fin de semana te estás entregando a un
movimiento de sanación va a llevarte poco a poco al crecimiento más
necesario para tu vida en la medida en que te lo permitas: paso a paso.

Algo que la constelación familiar nos muestra cada vez que nos abrimos a
las continuas comprensiones que nos brinda, es que en la Vida sólo existen
dos posibles movimientos.

O ahora nos estamos dirigiendo hacia la Vida.


O ahora nos estamos dirigiendo hacia la Muerte.

O ahora nos estamos dirigiendo hacia “Más” para nosotros.


O ahora nos estamos dirigiendo hacia “Menos” para nosotros.

“Más” es “Vida” y un Futuro Realizado.


“Menos” es “Muerte” y un Pasado que se repite a sí mismo.

En muchas ocasiones vemos que, cuando creemos que estamos aquí, vivos
y en nuestra vida, la constelación nos muestra que nuestro movimiento
realmente está en la muerte, está en el “menos”.

¿Hacia dónde nos lleva el “Más” ?: Hacia más éxito, realización, salud, dar,
amar y ser amados. ¿Hacia dónde nos lleva entonces el “menos”?

¿Hacia dónde estás orientado ahora? ¿en un movimiento hacia más Vida? ¿o
en un movimiento hacia la muerte, hacia “menos”, hacia el pasado?

A veces tomamos decisiones que directamente nos orientan hacia el


“menos”, hacia la muerte. O simplemente permanecemos en un contexto
de vida que se mantiene estático, sin poder movernos hacia “Más”.

La esencia de por qué estamos dentro de un movimiento hacia “menos” se


explica a través de las fidelidades ciegas que secretamente hemos
contraído con el destino de nuestro padre, de nuestra madre y de nuestros
ancestros.
Preferimos inconscientemente ir hacia menos que permitirnos una Vida en
el “Más” si nuestros anteriores no pudieron tenerla. Y es tal el grado de
fidelidad que podemos tener, que somos capaces de argumentar a través
de todo tipo de brillantes explicaciones nuestras elecciones de muerte.

Obviamente, si nos dijéramos a nosotros mismos en voz alta, (cosa que


muchas a veces invitamos a expresar a un cliente que va a constelar): “Estoy
eligiendo morir y que mi vida vaya a menos, por ti mamá”, entonces no nos
quedaría más remedio que afrontar el hecho de estar siendo fieles y
hacernos responsables de nuestra decisión de ir hacia “menos”.

¿Por qué te cuento esto tan pronto? ¿En esta misma introducción del curso?

Porque todo este proceso es un movimiento orientado hacia la Vida,


orientado hacia el “Más”.

Por tanto, aquellas fidelidades ocultas y decisiones secretas que hayas


inconscientemente contraído hacia el “menos”: “menos en el trabajo”,
“menos en el dinero”, “menos en el amor”, “menos en la salud” ... Se van a
ver expuestas y sujetas a ser evidenciadas.

Entonces, tendrás que estar muy atento, porque la fidelidad por su propia
naturaleza quiere mantenerse viva a toda costa.

-Tu conciencia infantil entendió que amar era sacrificar su


“más” hacia la vida para que otros no fueran a “menos”-

¿Y cómo se va a manifestar esta confrontación con tus fidelidades ocultas?

A través de las resistencias.


Mira por un momento dentro de ti a tus padres y la “suerte” o el destino que
les ha tocado o les tocó en la Vida…

Hazlo ahora… Míralo como en una visualización…

Mira la conciencia a través de la cual han podido relacionarse consigo


mismos, con los demás y con sus circunstancias…

Mira sus dificultades, sus límites y conflictos…

Mira su éxito en el amor, en el dinero, en la realización profesional, en la


salud y la enfermedad…

Y ahora mira tu propia elección de ocupar más tu propio lugar en el mundo…

...De conectar con lo que tienes para ofrecer y darlo…

De prosperar más en el Amor de pareja, en tu realización profesional, en tus


recursos económicos…

De vivir más conectado a tu corazón…

Ahora, vuelve a mirarles a ellos y qué tan posible ha sido todo esto en sus
vidas…

¿Has sentido quizás un pellizco de culpa o angustia cuando te planteas


moverte hacia la Vida, hacia el “Más”? ¿Algo de deslealtad o pena? ¿Qué
sientes? Esta es tu Conciencia Infantil hablando.

Cuando somos niños entendemos que amar a nuestros padres es, entre
otras cosas, no darnos el permiso de ser más felices que ellos.
Por otro lado, la conciencia del “Yo Adulto” sabe que el verdadero Amor es
hacer algo bueno con la propia vida: que yendo hacia el “Más” es como
verdaderamente somos consecuentes con la Vida que hemos recibido de
nuestros Padres.

En un proceso como este es inevitable toparnos con las resistencias cuando


vamos a dar saltos hacia “Más Vida”. En el fondo las resistencias son un
indicativo de que vamos a dejar de ser fieles al destino de nuestros
anteriores.

¿Cuáles son algunas de las resistencias más comunes en este camino?

 La Resistencia a través de la culpa:

Consiste en la culpa por realizar más tu vida cuando tus padres y


algunos de tus ancestros no tuvieron la misma suerte.

Como irás comprobando a través de la experiencia, podemos llegar a


contraer fidelidades incluso con excluidos de nuestro sistema
familiar a los que no hemos conocido en nuestra vida.

El paso decisivo será el darnos cuenta de que el precio que pagamos


por hacernos adultos es la culpa por dejar de ser fieles a otros y
porque nos vaya bien cuando a otros no les fue de la misma manera.

 La Resistencia a través de la angustia:

La angustia la vivimos cuando nos enfrentamos a nuestras decisiones


infantiles inconscientes, también llamadas “mandatos”.

Recuerdo a una mujer que siempre que tomaba la decisión de hacer


algo que implicara disfrutar de la vida, como irse de vacaciones con
su marido a un lugar paradisiaco, o algo tan sencillo como darse un
masaje, se angustiaba.

A través de la constelación se mostró la profunda decisión


inconsciente que tomó de niña cuando su padre murió de forma
trágica. Se dijo a sí misma: “Yo, papá, por ti, no voy a permitirme
disfrutar de la vida. Con la suerte tan difícil que tú has tenido, yo no
tengo el derecho de disfrutar”
Cada vez que experimentes angustia ante algo que realmente te
haría estar más vivo, detrás se esconde un mandato, una decisión
infantil inconsciente de ir hacia “menos”.

 La Resistencia a la soledad que implica asumir la propia


responsabilidad:

¿Qué responsabilidad? La de vivir y entregarte a lo que la vida


necesita de ti.

Con nuestra decisión de sanar y hacernos cargo de nuestra propia


vida hacia el “Más”, posiblemente lo estemos haciendo “diferente” a
como lo han hecho nuestros padres y otros familiares con una suerte
difícil.

Hacerlo diferente implica dejar de pertenecer a lo “habitual” en


nuestra familia. Hacerlo diferente implica sentirnos separados de
nuestros padres, ya que a veces permanecemos compartiendo en el
Alma sus dificultades sólo por sentir que seguimos junto a ellos.

Hacerlo diferente requiere de coraje para salir de nuestro grupo de


pertenencia familiar y aprender a sostenernos por nosotros mismos,
pagando quizás el precio, al principio, de una cierta “soledad
madura”.

 La Resistencia a soltar el pasado y despedirlo:

Cada vez que damos un paso de sanación soltamos parte del pasado:
nos despedimos de vínculos, pautas de relación y decisiones que
forman parte de nuestro modo de mantenernos vinculados a nuestra
familia o a partes de nuestra propia historia.

Por ejemplo, a la hora de fomentar que nos vaya bien en el amor y


encontrarnos con una pareja que constituya una relación duradera,
va a ser necesario soltar y despedir de forma definitiva nuestro
vínculo con anteriores parejas con las que aún no hemos logrado
“concluir” completamente dentro de nosotros.

Otras veces la despedida no es tan evidente, cuando por ejemplo


descubro que realizar mi proyecto profesional implica en realidad
salir de la influencia de mi madre, de un vínculo que aún mantengo
con ella desde lo infantil, y tomar más la fuerza de mi padre para
poner en acción mis proyectos.

“Todo paso de sanación es una despedida de algo arcaico e infantil


que aún me vincula al pasado”

La vida hacia el “Más” es siempre movimiento hacia lo Nuevo


dejando atrás lo viejo.

¿Nos sumamos a este movimiento o nos resistimos por no soltar lo


que ya no puede formar parte del “mañana”?

 La Resistencia por renunciar a recibir lo que ya no pueden


darnos:

Muchas veces nos encontramos con que aún en cuerpos de adultos,


seguimos esperando como niños que nuestros padres nos sigan
dando o nos den aquello que sentimos que no fue recibido de su
parte.

Puede que creamos que no lo estamos esperando directamente de


ellos, y sea, por ejemplo, a través de la necesidad de que mi pareja
cumpla con mis expectativas como aún estoy esperando que mi
madre me atienda.

Este proceso va a llevarnos a toparnos en más de una ocasión con la


necesidad de darnos cuenta de que, una vez somos adultos, ya no
podemos esperar recibir nada más de nuestros padres.

Aún en ocasiones lo esperamos camufladamente a través de


nuestras parejas, trabajos e incluso a veces: nuestros hijos.

Los niños siempre necesitan más. Los adultos “conectados” van


dándose cuenta de que todo lo que recibieron, exactamente tal y
como lo recibieron, (tanto lo que ayudó y fue alegre como lo que nos
restó y fue difícil), es exactamente lo que necesitábamos recibir como
“Destino colectivo” para hacer nuestro camino de evolución y
consciencia hacia el Destino Individual.
Poco a poco vamos dejando de ser niños y asumiendo que la Vida y
el Destino con mayúsculas son mucho más amplios que “lo que papá
y mamá me dieron y no me dieron”. Que no se trata de nosotros, ni
tan siquiera de nuestros padres, sino del Destino Colectivo al que
tanto ellos como nosotros pertenecemos.

Los padres son siempre perfectos para nosotros porque a través de


ellos se nos transmite el Destino Familiar que con nuestra vida
hemos de reparar y transformar en un Destino Propio.

No olvidemos que nuestras resistencias cumplen una función muy


necesaria de protección. Todas ellas han estado al servicio de nuestra
propia supervivencia.

Sé amable con ellas, date cuenta de que, aunque muchas de ellas


actualmente limiten tu vida, en su momento te ayudaron a vivir.

¿Y cómo liberamos una resistencia?

1. En primer lugar, dándonos cuenta de que está ahí. La resistencia


muchas veces no se nos muestra como tal porque nos está
protegiendo, tal y como lo hizo en el momento en que se creó.

2. En vez de luchar contra ella, la resistencia necesita de nuestro


agradecimiento por la función protectora que ha cumplido para
nosotros. Si ella se siente aceptada y ve a un adulto en nosotros
que siente que ahora sí puede sostenerse sin ella, por sí misma se
desprende
A lo largo de esta primera lectura hemos abordado bases muy amplias que
subyacen detrás de nuestro proceso.

Sin ir más lejos, la comprensión de la relación que el destino colectivo


heredado de nuestra familia guarda con la realización de nuestro propio
destino individual, es de dimensiones trascendentes. Al igual que lo es el
habernos asomado al “Sentido Mayor” que ambos “Destinos”, el individual y
el colectivo, pueden tener para la vida del ser humano en tanto que así son
pensados y queridos por “Algo más Grande”.

También hemos hablado de otros temas, como la posibilidad de


“conectarnos”, “vivir guiados” etc…

Puede que en algunos momentos hayas sentido que los lugares


trascendentes y existenciales a los que nuestro proceso señala son: “algo
grandes para mí”.

Permíteme decirte que:

 Es posible, para ti y para todos.

 Existe un destino pensado y querido para ti por el Espíritu que todo


lo piensa. Y aunque suene místico o elevado: estás aquí en función de
toda una gran cadena de seres humanos que a lo largo de generaciones
han forjado un Destino Colectivo a través del cual puedes caminar hacia
el tuyo Propio.

 Sí es posible y sí estás listo.

 Todos podemos conectar con la Esencia Creadora de la Vida, con su


Conciencia y su Amor pues es nuestra naturaleza.

 Todos podemos incluir dentro de nosotros a nuestras propias raíces


sin culpa, sin miedo y sin diferenciaciones entre lo supuestamente
“bueno y malo” que hay en ellas.

 Todos podemos entregarnos a la tarea que momento a momento el


Destino Colectivo necesita de nosotros al servicio de la Vida y de
nuestra realización.
 Todos podemos sentir, escuchar y recibir información de la Presencia
Creadora de la vida y ser orientados por su Guía.

 Y si nos parece algo demasiado lejano, la única razón por la que así
nos lo parece es porque sencillamente, no nos es familiar.

Permíteme recordarte que:

Ya tienes todo lo que necesitas para realizar tu Vida y tu Destino. ¿Sabes


por qué? Porque eres el hijo de tus padres. Porque eres la hija de tus
padres.

Dentro de todas tus raíces y de tu experiencia con tus padres tal y como
ha sido se encuentra todo lo que tenías que recibir en la Vida para
realizar tu propio Camino por mucho que en ocasiones no te haya
parecido “lo más conveniente”

Tus fidelidades contraídas, tus mandatos ciegos, las cargas que has
asumido de otros, las dificultades que se repiten en tu vida y los
momentos en los que sin saberlo miras hacia la muerte, forman parte
del “paquete” de Destino Colectivo que “Algo Más Grande” ha pensado y
querido para ti.

Es así al servicio de tu propio camino, al servicio de la reconciliación y


reparación de lo en tu familia es necesario sanar.

Por lo tanto, no te faltó nada. Ahora tampoco nada falta.

Y la gran decisión que a ti y a todos nos toca es:

¿Lo Tomo o lo dejo?


Te invito a compartir tus reflexiones, preguntas, sentires y
movimientos internos a raíz de esta lectura en el foro virtual.

Todos nos enriquecemos del compartir.

A todos nos aporta “Más”.

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