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Reseña Historia de América.

Bloque de América Contemporánea


Dídac Cegarra Fernández – Grupo D.1

Arturo Warman (2003) “La reforma agraria mexicana: una visión de largo plazo”. FAO (Food and
Agriculture Organization of the United Nations). Reforma agraria. Colonización y Cooperativas,
pp.84-95.

El plan de Ayala de 1911 fue concebido como un ideario-programa revolucionario del Ejército
Libertador del Sur, encabezado por Emiliano Zapata. Arturo Warman escribe casi cien años después
que la Reforma Agraria fue inspirada, en primer lugar, por él y también por la iniciativa de los
zapatistas, villistas y constitucionalistas consistente en la promulgación de Las Leyes agrarias de
1915, concebidas en el marco de la revolución. Sin embargo, pese a los matices introducidos en este
breve artículo, donde Warman revisa de forma exhaustiva las diferentes etapas de la Reforma
Agraria Mexicana promulgada oficialmente en 1917, el enfoque materialista aplicada al desarrollo
del ensayo se antoja insuficiente para lograr su objetivo.

Arturo Warman Gryj, fallecido en 2003, año de publicación de este artículo, fue un etnólogo
y antropólogo social especializado en el estudio de la historia del campesinado mexicano. En este
campo ha ejercido como profesor e investigador para la Universidad Nacional Autónoma de
México. También ha generado una extensa bibliografía al respecto del campesinado mexicano
desde una perspectiva antropológica y etnológica, publicando así mismo una obra con respecto al
movimiento indigenista bajo el título, Los indios mexicanos en el final del milenio el mismo año de
su fallecimiento. Por otra parte, Warman desempeñó importantes cargos en el gobierno federal
de México: secretario de agricultura, ganadería y desarrollo rural y de la reforma agraria en la
administración del presidente Ernesto Zedillo. Cargos que por otra parte ocupó de forma breve,
supeditado a las maniobras políticas de gobiernos inestables.

La estructura del artículo trata de revisar las diferentes etapas del desarrollo de la reforma agraria en
relación con la evolución política del país, sobre a todo a partir de la crisis de 1929 y la
modificación de la concepción de la economía nacional en cuanto al papel de la producción
agropecuaria. Describe el objetivo de justicia social y de creación de un tejido campesino
autosuficiente que creció hasta la recesión con el objetivo de alcanzar el excedente que le permitiera
sustentar una economía de exportación -en la línea de los demás países latinoamericanos- para
ejecutar un viraje forzado hacia la producción para el abastecimiento interior, a partir de la recesión.
Dibuja un aspecto interesante al relacionar las políticas proteccionistas del estado con la relación de
subordinación a la presidencia, abundando en la creación de instituciones, como el CNC, que ilustra
esta idea de instrumentalización que la reforma agraria no abandonaría.

Posteriormente, Warman pone el foco aquellos elementos, tanto estructurales como externos que
provocan la ineficacia de la reforma en cuanto a la consecución de sus objetivos, una vez integrado
el desarrollo técnico, el crédito y el desarrollo pleno de una política proteccionista, a saber; la
producción de autoconsumo y la seguridad alimentaria que permitía el desarrollo de las condiciones
de existencia tradicional, complementado con un ingreso monetario que podía ser reinvertido en la
economía nacional. El estancamiento de la producción debido a la calidad de la tierra, la falta de
inversión debido a la pasividad de la inversión privada y la inexistencia de la pública que
imposibilitaron la adaptación del campesinado al crecimiento socioeconómico a partir de la década
de 1950.Por otra parte, Warman señala la falta de un sistema subsidiario para el campo, unido a la
sucesión generacional como otro de los factores que explican la falta de actualización del sector
agropecuario mexicano. Por último, factores externos como el papel de las exportaciones agrícolas
en relación con el PIB de la economía mexicana.

Por último, vemos una revisión dónde el autor aborda de una perspectiva apenas crítica la reforma
de la Ley Agraria de 1992, en el marco de la reforma constitucional; cuyos postulados defiende a
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pesar de la falta de resultados de los mismo, que Warman achaca a la crisis política de 1994 y la
económica de 1995. Destaca en este sentido, la desvinculación de los ejidos del Estado y en
concreto de la presidencia; así mismo, que el Estado dejaba de ser el propietario de las tierras, para
traspasar dicha propiedad a los ejidos, y en última instancia a los productores; es decir, según el
autor, el campesinado pasaba a ser el propietario de los medios de producción. De esto considera
como positivo la propuesta de un mercado para la libre circulación de tierras, la desvinculación del
estado de los medios productivos y la competencia a los ejidos para la gestión de los asuntos
relativos a los conflictos. Así mismo, menciona como cuestión relevante la concepción de ayudas
subsidiarias por parte del Estado para el sustento de familias rurales, así como para hacer frente a
las pérdidas en la producción frente a la crisis de 1995. Estas ayudas, junto con la creación de
distintas instituciones dedicadas a la administración en el sector agrario en específico, constituye el
núcleo de una reforma, que según el autor no ha funcionado y mantienen el centralismo y
paternalismo propios de la estructura del país.

Las conclusiones de Warman no pueden ser más desalentadoras; pero no en el sentido que uno
puede creer en un principio, si atendemos a la frase “…el problema central; […] sin un autentico
desarrollo rural sostenible que combata la pobreza y el atraso no podrá haber en México un
progreso económico y democrático.”1 nos daremos cuenta de que el planteamiento de Warman con
respecto a la reforma, así como en su análisis de las problemáticas que han causado su fracaso,
siguen siendo su sostenibilidad en un marco de progreso y democracia, proclamas que ya ostentaba
Porfirio Díaz antes de la Revolución Mexicana. Por otra parte, resulta decepcionante que pese a
firmar un trabajo como Los indios mexicanos en el final del milenio, en ningún caso plantea las
dificultades de representación del indigenismo a lo largo del desarrollo del proceso de reforma
agraria, ni tampoco menciona que posteriormente al Plan Ayala, ni el zapatismo ni el villismo
participaran en la redacción de la Constitución de 1917 marco legal que posibilitó el desarrollo de la
reforma. Es decir, considero que el artículo de Warman, pese a responder a un estudio acertado
desde el punto de vista materialista, reproduce su paradigma idealista de adaptar la realidad a un
modelo analítico eficaz, pero insuficiente para incorporar perspectivas de carácter heterogéneo.

1
Warman, A. (2003) “La reforma agraria mexicana: una visión de largo plazo”. FAO (Food and
Agriculture Organization of the United Nations). Reforma agraria. Colonización y Cooperativas,
pp .95.

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