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Mirabello - La Autonomía Como Discurso de Poder y Verdad
Mirabello - La Autonomía Como Discurso de Poder y Verdad
Licenciatura en Psicología
Tesis
LU N°: 22.179.269 0
Marzo de 2023
0
Indice…………………………………………………………………………………………1
Introducción.………………………………………………………………………………..3
1. Marco teórico…...……………………………………………………………………..4
3. Metodología………………………………………………………………………… 22
4. Muestra……………………………………………………………………………….24
6. Pregunta……………………..……………………………………………………….25
7. Hipótesis……..……………………………………………………………………… 25
8. Objetivos…………………………………………………………………………….. 25
1
9.3. Subjetividad instituida……………………………………………………………..…28
Reflexiones finales………………………………………………………………….……33
Referencias bibliográficas…………………………………………………………….. 35
2
“Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit”
3
Se aborda además las teorizaciones de las voces diferentes emergentes de la mano
de la perspectiva feminista que se han visibilizado en los últimos tiempos como
respuesta al paradigma autonomista androcéntrico que rige las sociedades
occidentales actuales, y la posibilidad de transformarse en una nueva fuerza política
que cambie el rumbo de la bioética y por ende las formas de pensar, sentir y actuar
la autonomía.
A partir de esta articulación se procede a analizar un material fílmico, utilizando el
método ético-clínico de lectura de films propuesto por Michel Fariña (2014). Este
método permite un abordaje clínico, es decir, un modo de lectura que toma en
cuenta la dimensión del sujeto. Se tomará como único material el film Truman (Gay,
2015), el cual será abordado mediante un análisis de los distintos personajes
(Julián, Tomás, Paula), que permita una aproximación a la singularidad en situación.
1. Marco teórico
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La producción de conocimiento social es reforzada por los efectos de poder
enmascarados en las mismas prácticas sociales científicas e igualmente,
tales coacciones discursivas que intervienen en la producción de discursos
pretenden la verdad, porque bien sabemos que las relaciones de poder tal
como funcionan en una comunidad científica se han establecido gracias a
una determinada relación de fuerza establecida en un momento histórico
específico (p.59).
Por lo tanto, asegura este autor que la ciencia ha sido considerada como un sistema
de producción de conocimiento cuyos mecanismos son la base de construcción y
reconstrucción de la misma, y no se puede soslayar que el discurso científico
difunde sus ideas a través de las políticas públicas, producciones científicas como
así también en la aplicación de nuevas tecnologías que se introducen en las esferas
sociales, políticas, educativas, económicas y culturales, accediendo la comunidad a
estos saberes legitimados dando lugar a una determinada interpretación y
comprensión del mundo y por lo tanto de la realidad (Pérez y Díaz, 2017).
Morín (1995) considera que para que un nuevo paradigma se instale exitosamente
en cualquier sociedad se necesita también de una fuerza cultural que lo acompañe a
partir de lo que se pretenda excluir, incluir o estigmatizar. Este autor manifiesta
además que toda nueva configuración técnica del mundo trae implícita una voluntad
de poder que dispone de las recetas para el modo de vida por el que debe optar la
sociedad; cada dispositivo, hábito, práctica cultural, modo de uso del lenguaje,
mandato social, etc. siendo el producto de una voluntad que se orienta a
determinados resultados acordes al sistema propuesto (Morín, 1995).
Por otra parte, Foucault (1970) entiende a los acontecimientos históricos como
nuevos agrupamientos discursivos que cambian las formas de relación entre los
sujetos. Define al discurso como: “una violencia que le hacemos a las cosas, en
todo caso como una práctica que les imponemos” (Foucault, 1970, p. 33). Afirmando
luego que: “Es en esta práctica donde los acontecimientos del discurso encuentran
el principio de su regularidad” (Foucault, 1970, p. 33).
Asimismo, señala que esta matriz de conceptos es definida como una voluntad de
verdad que caracteriza la voluntad de saber, describiéndola como una contingencia
histórica que define el mapa de la cultura occidental donde los conceptos emergen
en el campo de posibilidades, como parte de ese mapa que en su naturaleza
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comporta límites y lineamientos, que a su vez dan lugar a sistemas de inclusión y
exclusión y de determinación sobre lo bueno y lo malo (Foucault, 1970).
Siguiendo esta línea de pensamiento, señala Elías Palti (2005):
Para poder entender a qué se refieren los autores que abordan la subjetividad este
trabajo comprende que es necesario contextualizarla en cada situación y dentro de
un entramado complejo.
Fried Schnitman et al. (1995) afirman que la ciencia, los procesos culturales y la
subjetividad humana están socialmente construidos y recursivamente
interconectados constituyendo un sistema abierto. Precisamente, de estas
interfaces, de sus descentramientos y conflictos surgen aquellas configuraciones
científico-culturales complejas que conforman y caracterizan el espíritu que
atraviesa una época.
Lewkowicz (2004) afirma que:
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un sujeto capaz de alterar las condiciones, ese sujeto va a tener que
considerar inevitablemente las condiciones específicas de la subjetividad
dominante de la que parte. (p.75)
Asimismo este autor distingue dos tipos de subjetividades, por un lado denomina
subjetividad instituida al tipo de ser humano que resulta de las prácticas discursivas
propias de una situación hegemónica y por otro nombra como subjetivación a los
procesos, por lo general colectivos, por los cuales se va más allá de la subjetividad
instituida. Refiere además que de acuerdo a esta distinción la subjetividad instituida
establece que hay un conjunto de incluidos; pero ese conjunto de incluidos no está
integralmente incluido: “pues para pertenecer es preciso sacrificar o perder o
renunciar a diversas dimensiones de la vida individual y colectiva” (Lewkowicz,
2004, p. 76).
Para poder entender cómo los discursos interactúan con los contextos, Girola (2011)
los define como dos caracteres interrelacionados entre sí, y a su vez mutuamente
constituyentes y recursivos de la realidad. Están formados entre otras cosas por
conceptos, por lo tanto los cambios conceptuales tienen que ver también con
modificaciones en las estructuras que dependen de la reiteración o de los "quiebres"
en las acciones de los actores, de las crisis y de los conflictos tanto como de los
periodos de bonanza y estabilidad. Se podría decir entonces siguiendo a esta autora
que cada noción o concepto que es utilizado no solo surge en un determinado
contexto científico-sociocultural, sino que incorpora, pero a su vez pretende y
muchas veces logra, describir, explicar, transformar o al menos incidir en algún
aspecto de ese contexto que le sirve de marco y en el cual se origina y cambia.
Girola (2011) también subraya que temporalizar un concepto o discurso no es lo
mismo que hacer un recuento cronológico de acontecimientos que constituyeron sus
diferentes significados a lo largo del tiempo, es más bien un ejercicio para
deconstruir y reconstruir el recorrido temporal que condujo a un específico
significado.
Para poder contextualizar o temporalizar resulta necesario considerar lo que
Bauman (2000) y Lipovetsky (1983) afirman cuando explican que una mutación
sociológica global como combinación sinérgica de organizaciones, significaciones,
acciones y valores se ha iniciado incipientemente en la década de los años 20 del
siglo pasado en algunas esferas artísticas y no para de ampliarse desde la segunda
guerra mundial.
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1.3. El fin del paradigma paternalista y la autonomía como derecho humano
El quiebre paradigmático que pone fin al discurso paternalista, en el que la figura del
médico entre otras es considerada como autoridad y por lo tanto puede decidir
sobre posibles aplicaciones de ciertos tratamientos desconsiderando la palabra del
paciente, es hacia fines de los años 40, en el que toma relevancia pública y provoca
la caída del ideal progresista de la ciencia (Prigogine y Stengers, 1979). Es a partir
de la visibilización de las horrorosas y crueles experimentaciones realizadas con
seres humanos durante la segunda guerra mundial. A raíz de estos acontecimientos
es que se realizan elaboraciones de códigos éticos que posteriormente conducen
al desarrollo de legislaciones en el campo de la experimentación como el Código de
Núremberg en 1945 y 1946, en defensa de la dignidad humana y la autonomía
como sujetos de experimentación (Lima y Cambra Badii, 2013). Sin embargo el
Código de Núremberg junto al desarrollo científico y tecnológico en materia
biomédica y la pretensión de entrelazar dicho desarrollo con una creciente
formulación ética, no logran una perfecta conjunción, ya que en buena medida la
historia del desarrollo de la bioética se superpone dramáticamente con la
vulneración de los principios nodales de la dignidad humana, toda vez que el
hombre ha sido objeto de experimentación (Gómez-Pineda, 2014; UNESCO; 2005).
Históricamente los grupos más vulnerables siempre resultan objeto de prácticas
horrorosas, como los experimentos nazis en los campos de concentración o los
experimentos llevados a cabo en poblaciones de riesgo como prisioneros,
enfermos, prostitutas, indígenas o de color, tales como los ocurridos durante los
años 1932 y 1972 en la ciudad estadounidense de Tuskegee (Alabama), es allí que
en los años cuarenta se realiza un estudio de la sífilis utilizando negros de áreas
rurales en situación desventajosa para estudiar el curso que seguía aquella
enfermedad al abandonar el tratamiento, una enfermedad que no es sólo propia de
aquella población. Es así como a estos sujetos se les priva de todo tratamiento ya
demostrado efectivo a fin de que el proyecto no sufra interrupción, y esto mucho
tiempo después de que el uso de este tratamiento fuese una práctica generalizada
(Informe Belmont, 1978). Cabe señalar que la visibilización de estas prácticas
experimentales la mayoría de las veces surgen de reacciones por parte de la
población civil, hasta escándalos públicos con resonancias políticas como del que
deriva del “Informe Belmont” publicado en 1979 (Gómez-Pineda, 2014),
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estableciéndose a partir del mismo los siguientes principios en el campo de la
investigación con sujetos humanos: Respeto a la autonomía de las personas,
beneficencia y justicia (Informe Belmont, 1978).
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La concepción de autonomía que establecen en los principios éticos que rigen la
práctica médica es imprecisa y ambigua y esta pluralidad semántica del concepto es
reconocida por sus mismos autores, Beauchamp y Childress (Suárez Tomé y Belli,
2021).
La Bioética como disciplina surge entre los años 1970 y 1971, cuando el
estadounidense Van Rensselaer Potter publica los artículos Bioethics, the Science
of Survival, que integra un año después en su libro Bioética, un puente hacia el
futuro. Su interés se centra en concientizar sobre los efectos negativos de la
polución y el medio ambiente, sin embargo su propuesta tiene poca repercusión en
el ámbito político. En el mismo periodo André Hellegers utiliza ese término para
identificar el campo de investigación al que se dedica en el instituto por él dirigido,
“The Joseph and Rose Kennedy Center for the Study of Human Reproduction and
Bioethics”, inaugurado seis meses después de la aparición del libro de Potter, el 1
de julio de 1971, patrocinado por el matrimonio de Sargent Shriver y Eunice
Kennedy (Gómez-Pineda, 2014).
Gómez-Pineda (2014) señala que la bioética es un concepto complejo y difícil de
definir, a la vez que se pregunta por qué este término logra visibilizarse a través de
la figura del médico Hellegers, y no a partir de las ideas ecologistas y humanistas
del oncólogo Van Rensselaer Potter, quien es el primero en ubicarla en escena.
También cabe destacar que otras fuentes atribuyen dicho término al teólogo
protestante Fritz Jahr, que al igual que Potter ya en el año 1927, promueve .el
cuidado de todos los seres vivos bajo su imperativo categórico “cuida a todos los
seres vivos del planeta” (Lima y Cambra Badii, 2013).
Gómez-Pineda (2014) afirma que el éxito de Hellegers radica en que su objetivo es
incursionar sobre temas políticamente más interesantes que los de Potter atinentes
a la ética en la clínica médica como la reproducción asistida, el final de la vida y sus
implicancias éticas.
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lo que comenzó entre ellos la necesidad de unirse para luchar contra el atropello a
sus libertades. Esto luego resulta extensivo hacia toda la sociedad occidental al
imponerse la idea de que las prácticas hegemónicas vigentes atentan los derechos
a la autonomía, es así como vehiculizados a través de manifestaciones sociales y
culturales el discurso se vuelve dominante (Suárez Tomé y Belli, 2021). Sin
embargo, Lipovetsky (1983), asegura que en las sociedades actuales el concepto
de autonomía se está desvirtuando y perdiendo su sentido inicial, favorecido por los
discursos excesivamente individualistas que promueven un quiebre en los lazos
afectivos y un desinterés por el otro social cada vez más pronunciado. En la misma
línea de pensamiento se encuentra Bauman (2000), aunque a dicho fenómeno
Lipovetsky (1983) lo denomina proceso de personalización y Bauman (2000) lo
nombra como proceso de individuación, ambos remiten a la fractura del paradigma
paternalista y corresponde a una elaboración de una sociedad más flexible en la
que prima una nueva significación de la autonomía.
Asimismo el discurso autoritario explícito se ha transformado en una forma más sutil
de control trazada por los ejes de la emancipación (Bauman, 2000; Lipovetsky,
1983).
Bauman (2000) sostiene que de la autonomía y la autodeterminación como
derecho se dio paso a la autonomía de hecho como proceso de “individuación” en el
que lo dado o natural de sujetos autónomos y la autodeterminación “in Jure”
(derecho), deviene en deber u obligación. “La modernidad reemplaza la
heteronomía del sustrato social determinante por la obligada y compulsiva
autodeterminación” (Bauman, 2000, p. 37). Asimismo afirma que tal imperativo
ignora y excluye a los sujetos cuya autodeterminación se encuentra coartada por su
condición social no dominante: “hablar de individuación y modernidad es hablar de
una sola e idéntica condición social” (Bauman, 2000, p. 37). Señala además que
este giro interpretativo logra una identificación de las clases no hegemónicas al ideal
dominante, es decir, obliga a adecuarse a los modelos de conducta, de imitar
siguiendo el patrón, de “aculturarse”, sin perderse de la norma, dibujando la
subjetividad de la época.
Lipovetsky (1983) advierte que dicha mutación comienza a partir de los años 50, un
cambio radical de los valores en la sociedad en concordancia con los avances
tecno científicos que la posguerra trae consigo, así como también nuevos
alineamientos políticos, nuevos ideales y el rechazo a las normas paternalistas
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disciplinarias establecidas hasta ese momento, que devienen en nuevas formas de
sentir, pensar y actuar más autónomas e individualistas de los sujetos, como una
forma de rebelarse contra el paradigma imperante paternalista hasta los años
anteriores a la segunda guerra mundial, plasmada en movimientos artísticos y
culturales.
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compromiso respetarla y protegerla a partir del lazo solidario y amoroso, como
práctica ética posible, tal como lo expresa Atkins (2009). “Respetar la autonomía de
otro involucra el reconocimiento del carácter irreductiblemente subjetivo de la
experiencia de primera persona y de las diferencias que nos separan como sujetos”
(Mackenzie, 2019, pp. 6-7).
Según Busquets-Surribas (2019) el cuidado es una idea ética de la responsabilidad
porque entraña el compromiso con la protección y el respeto a la dignidad humana y
con la salvaguarda de la humanidad, concluyendo que ante la necesidad de nuevos
paradigmas, el cuidado es una alternativa viable y posible.
El concepto de cuidado se ha convertido en uno de los términos más importantes de
la Ética y, sobre todo, de la Bioética contemporánea. Junto al modelo tradicional de
Bioética principialista hoy surge la necesidad de hablar de una Bioética del cuidado
como una respuesta al individualismo característico de las sociedades actuales,
ante la necesidad de una ética orientada hacia los valores humanos (Domingo-
Moratalla, 2019).
Eseverri-Chaverri (2006) refiere que los valores son los que caracterizan una
cultura, entendiéndose como normas o modelos de conducta, modelos de vida que
se atribuyen a las personas, los grupos y las sociedades. Es así como el cuidado
implica las acciones de pensar, sentir y actuar y supone la solicitud y atención para
hacer bien algo (Parra, 2014).
Esta emergencia ética se produce en el viraje hacia un modelo social dado en los
últimas décadas que ya no sostiene la concepción puramente racionalista del ser
sino que es entendida ahora como una razón vital, con el protagonismo reflexivo de
la existencia del aquí y ahora (Domingo-Moratalla, 2019; Eseverri-Chaverri, 2006).
Estas teorizaciones pueden retrotraerse al pensamiento del filósofo alemán
Heidegger, representante del existencialismo, dichas concepciones se centran en el
ser, en el ente. Empleando el término estar ahí, Dasein, que significa alguien o algo
que está ahí y que alcanza la categoría de interlocutor, estar ahí “es estar en el
mundo, es estar con los otros” (Ramírez-Pérez et al., 2015, párr.5). Se introduce el
sentido de alteridad, como resultado de un proceso donde la razón ya no puede ser
considerada en términos de fría razón pura (Eseverri-Chaverri, 2006).
En respuesta, otras voces feministas se alzan para que la autonomía sea repensada
desde la vulnerabilidad, fragilidad y, en general, en el orden de los afectos, las
emociones y las pasiones (Busquets-Surribas, 2019). A partir de lo referenciado
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surge la posibilidad de focalizar el campo semántico del cuidado a las actividades no
solamente relacionadas con el cuidado explícito de la salud sino como necesidad
política (Domingo-Moratalla, 2019).
A partir de aquí se puede inferir que el cuidado se convierte en un contra concepto
que viene a contraponerse al paradigma autonomista, no solo en el campo de la
salud sino en el campo de la acción social y política.
Dice Domingo-Moratalla (2019): “El concepto de cuidado no puede ser interpretado
únicamente en términos de reconstrucción o deconstrucción de la bioética
principialista de la razón científico-técnica sino como emergencia del innovador
paradigma de la responsabilidad” (p. 359).
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El autor entiende que la responsabilidad se anuda al cuidado ya que se constituyen
recíprocamente en la comunicación y el lenguaje como valor inherentemente
humano y que se contrapone con el paradigma racionalista centrado en la
conciencia abstracta y el ser autónomo individualista de la ética clásica principialista.
En este caso, la ética de la responsabilidad además de atender las circunstancias
históricas, subjetivas y cuidar las consecuencias de la acción, se aplica el cuidado
al logos compartido o comunicación que somos (Busquets-Surribas, 2019; Domingo-
Moratalla, 2019; Mackenzie, 2019).
De la misma manera el cuidado, se constituye en un proceso que requiere la
mediación narrativa para lograr su eficiencia o, por lo menos, para tener elementos
primordiales que lo sustenten (Parra, 2014).
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de las personas que están en una situación de vulnerabilidad, dependencia, etc.,
dando prioridad a su cuidado.
● Su objetivo es cuidar desde una perspectiva individual, en contexto, es por
eso que se contrapone con el modelo universalista de la ética principialista.
● Se ciñe entonces a las circunstancias concretas del caso, a las emociones
suscitadas por la situación y a las relaciones vinculares de cada caso.
En palabras de Ramos Pozón (2011):
Exige conocer el contexto concreto en el que aparece un conflicto ético,
conocer cómo se sienten las personas afectadas y ofrecer la respuesta que
permita el mantenimiento de la red de relaciones personales existentes y el
bienestar de cada sujeto implicado. (p. 109)
Como respuesta otras voces se alzan a favor de la autonomía relacional, que
implica un cambio de paradigma integral más allá del ámbito de la salud, ya que la
bioética se encuentra anudada al ámbito biomédico exclusivamente.
La perspectiva feminista considera que existe un quiebre en el paradigma
autonomista y se debe al debilitamiento del discurso homogeneizador o
unidimensional de la razón basado en el universalismo abstracto de los derechos
que desestima la vulnerabilidad, la fragilidad, la atención, el cuidado y la
responsabilidad como categorías fundamentales de la condición humana, y como
consecuencia de las luchas de los movimientos minoritarios que son históricamente
excluidos y avasallados en sus derechos individuales (Bonilla, 2006;
Domingo-Moratalla, 2019; Lima y Cambra Badii, 2013).
A partir de lo expuesto se puede afirmar que cuidado y responsabilidad son términos
recíprocos e inseparables de la autonomía y su intrínseca vulnerabilidad (Bonilla,
2006).
El filósofo alemán Hans Jonás toma estos conceptos pero hacia el sentido del
cuidado y la responsabilidad del hombre hacia la naturaleza, como bien expone en
su obra en el año 1979 El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la
civilización tecnológica (citado en Domingo-Moratalla, 2019). Su principal interés
está en concientizar sobre el poder que ha obtenido el ser humano durante los
últimos siglos y, sobre todo, durante las últimas décadas y que ubica al conjunto de
la naturaleza a su disposición. Mientras que el poder anterior sobre la naturaleza era
limitado, ahora la propia especie humana se convierte en una amenaza para la
continuación de la vida en la tierra, la responsabilidad no es una opción o una
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posibilidad que se le ofrece al ser humano hoy, sino una obligación reclamada por
un nuevo imperativo de un nivel similar al de Fritz Jahr o de alcance aún mayor.
Afirmando que si el hombre antes podía curar o reparar la naturaleza, ahora está
obligado a cuidarla.
En palabras de Jonás, “Responsabilidad es el cuidado, reconocido como deber, por
otro ser, cuidado que, dada la amenaza de su vulnerabilidad, se convierte en
preocupación” (citado en Domingo- Moratalla, 2019, p. 360).
Es decir prever, adelantarse sobre los posibles efectos devastadores del accionar
científico, ya que de la experiencia del desamparo en la ética individualista debe
pasarse a la exigencia de la ética de la responsabilidad en relación, y estar
advertidos que ahora el ser humano no sólo puede acabar con su propia existencia
o la de su generación, sino que puede acabar con su propia esencia y desfigurarla
con diversas manipulaciones (Domingo-Moratalla, 2019). Jonás nos advierte que
ninguna ética anterior se vio ante los desafíos que las actuales ciencias de la vida
han planteado al ser humano y ha llegado el momento de que la ética no se oriente
hacia el pasado o el presente, sino hacia el futuro (citado en Domingo-Moratalla,
2019).
Existe un intento en reanimar las ideas ambientalistas de Potter surgidas en 1970,
enlazando un puente (Lima y Cambra Badii, 2013), pero esta vez más complejo
entre las ciencias biologicistas, la robótica o cibernética y el humanismo. De esta
manera se describe la posición de Jonás en términos de responsabilidad y cuidado
global, es decir, una transformación de la responsabilidad que no se limite a los
tradicionales planteamientos contractualistas del principialismo, sino que integre
propuestas de cuidado a generaciones futuras y a la naturaleza responsabilizando al
hombre con el cosmos, pensando al hombre en su complejidad (Morín, 1995) como
centro-descentrado, pero también porque es el único ser que puede involucrarse y
cuidar su propia vulnerabilidad y la de todo el planeta y porque el lenguaje, es lo que
hace a la condición humana y lo que nos diferencia con otras especies no humanas.
Frente a un concepto puramente normativo de la autonomía, Jonás reclama una
responsabilidad sustancial, basada en la bondad propia y reconociendo otras formas
de existencia, anudando responsabilidad y cuidado, reclamando un cambio en los
valores éticos morales de una sociedad, es decir una responsabilidad que implica
un cuidado en situación e intersubjetivo, en contraposición con responsabilidad
contractual o normativa y abstracta (Domingo-Moratalla, 2019; Parra, 2014).
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Resulta útil a los fines de este trabajo rescatar el sentido sobre la condición humana
que propone Cullen con respecto al cuidado.
Afirma Cullen (2012):
La condición quizás más importante para poder aspirar a un “mundo mejor”
consiste en hacernos cargo de lo más profundo de la condición humana: la
posibilidad de estar expuestos a la interpelación ética del rostro del otro en
cuanto otro, que me dice: “héme aquí, no me violentes”, o sea, “no pretendas
reducirme a tu mismidad”. Porque desde siempre, y como algo anterior a toda
iniciativa que tomemos, somos “guardianes de nuestros hermanos”, es decir,
nos define el “cuidado del otro”(citado en Sánchez-Vázquez et al., 2014, p. 5).
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qué tipo de relación tengamos con ésta. Por último, existen otros tipos de relaciones
denominadas extraños próximos, que pueden ser personas que si bien no se
comparte una relación estrecha existe proximidad en compartir aspectos de la vida
cotidiana. Por último, el extraño remoto que es aquel con el que nunca tendremos
proximidad afectiva alguna. Cabe destacar que el impulso de actuar en aras de
asistir a otra persona es algo que caracteriza y hace a la condición humana
(Noddings, 2009).
La autora también introduce el diálogo para poder establecer una autonomía en
relación con el otro, se procura determinar qué es bueno para una situación
determinada y las personas implicadas. En el diálogo hablan y se escuchan el
cuidador y la persona cuidada. El cuidador ha de prestar atención a la persona que
ha de cuidar, entender cómo y por qué desea ser cuidada de una determinada
manera y sus decisiones a tomar, se ha de dedicar por completo.
Dice Noddings (2009) al respecto:
El diálogo proporciona información sobre los participantes, favorece la
relación, induce a pensar y a reflexionar y contribuye a aumentar la capacidad
de comunicarse;[…]; El objetivo final es establecer relaciones en las que el
cuidado natural guíe aquellas discusiones futuras e impida que los
participantes se puedan producir dolor. (pp. 79-81)
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racional, es una voz de resistencia a las simplificaciones y, sobre todo, una
voz de resistencia a las dualidades de género o las jerarquías patriarcales.
No se trata solo de prestar atención a quienes son diferentes como tales sino
a quienes, hasta ahora, no eran atendidos y escuchados, como si su voz
hubiera estado olvidada. (p. 366)
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identidades de género diversas. Considerando el ámbito ético-legal, Miranda y
Oyaneder (2021) en su trabajo sostienen que el discurso jurídico ha sido servil al
género masculino del derecho, esbozando luego que dicha práctica normativa
puede ser reformulada, tomando en consideración nuevas categorías conceptuales
como las de sujeto incardinado y concreto como así también explorar como el modo
en que esa nueva forma de concebir la teoría jurídica se conecta con las ideas de
autonomía relacional, igualdad y respeto. De la misma manera se observa como en
una investigación realizada por Cuevas et al. (2018) se enfatiza la importancia de
desvincular a la bioética del ámbito exclusivamente médico-clínico, como así
también en el contexto bio-jurídico, de tal manera que se desarrollen aspectos
bioéticos más incluyentes de los problemas socioculturales, de las prácticas de
interacción entre el ser humano, con él mismo y con el mundo.
Tomando como referencia las investigaciones sobre el poder desarrolladas en la
obra de Michel Foucault se hace una revisión sobre vínculos posibles de articular
biopolítica y bioética. Tal es así que para Fonti (2020) la biopolítica tiene como una
de sus estrategias fundamentales a la medicina clínica y su conexión con la
“bioética” emergente a principios de la década de 1970 en los Estados Unidos.
Estos trabajos exponen además la necesidad de complementar los actuales
conocimientos bioéticos con otras corrientes de pensamiento que amplíen el corpus
bioético para intentar solucionar problemas complejos relacionados con el ámbito
de la vida, en un mundo multicultural y globalizado entendido como cuestión política.
Por esta razón González-Campos (2019) propone incorporar lo político como un
conocimiento necesario para el debate sobre la bioética actual. Posada (2022) en su
trabajo busca generar y establecer la relación que existe entre Bioética, biopolítica y
políticas públicas, teniendo en cuenta cómo la Bioética se ha visto relacionada y
cobijada dentro de intereses políticos y económicos. Dicha apreciación se observa
claramente en el trabajo desarrollado por Ruiz (2020) permitiendo introducir la
relación histórica entre bioética y biopoder y sosteniendo además que no abundan
datos publicados sobre los experimentos realizados por los médicos alemanes en
recintos tales como Ravensbrück, ubicado al noroeste de Berlín, que acabaron
siendo campos de exterminio llegando a albergar, desde su creación, a más de
ciento veinte mil mujeres.
Por último se estiman otras argumentaciones en que se demuestra cómo las
formas de relación médico-paciente se ven afectadas por los medios electrónicos y
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los periódicos de divulgación científica, como así también reflexionar sobre el uso de
Tecnologías de Mejoramiento Humano, que actúan como dispositivos educativos en
el campo subjetivo, ya que divulgan un ideario ético y bioético de la clase médica
que puede reflejarse en la sociedad, producir nuevas subjetividades y por ende
nuevas formas de dominación. En la investigación realizada por Ortega-Gomez
(2019) se reflexiona cómo el avance de la biomedicina en el ámbito deportivo,
donde se introduce la idea de perfección, influida por la aparición de ciertas
sustancias que permiten mejorar el funcionamiento del cuerpo humano con el fin de
llevar a cabo una práctica más excelente, más rápida y más fuerte, hasta alcanzar
posibilidades inimaginables que ofrece la nueva ciencia genética o la robótica. El
trabajo desarrollado por Gurfein (2020) tiene como objetivo describir los cambios en
la relación Médico- Paciente a partir del uso de internet, tomando los conceptos de
cuerpo, vida, biopolítica y medicalización con el fin de comprender la construcción
del paradigma médico actual y la repercusión que el acceso a la información sobre
salud tiene en los pacientes. Renk y Bertucci (2020) analiza cómo los periódicos
científicos, moldean un ideal bioético en la población. Por otra parte es importante la
visión que aporta Welie (2020) sobre la relación actual médico-paciente a la que
identifica en términos contractuales, en lo que el proveedor de servicios de salud y
el usuario acuerdan intercambiar tratamientos específicos por pagos específicos
como consecuencia de los alcances de la mercantilización en el ámbito de la salud.
Cruz y Oliveira (2022), resaltan las dificultades de acceso de los usuarios a una
atención de salud personalizada a partir de la implementación de la telemedicina,
derivando como consecuencia en conflictos en la relación médico- paciente, que
resultan incrementados debido a la distancia que el mismo dispositivo genera, por
lo tanto consideran que la toma de decisiones individuales puede verse eclipsada,
tanto en el profesional de la salud como en la persona que consulta.
3. Metodología
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el centro de la investigación está situada la diversidad de ideologías y cualidades
únicas de los individuos.
La investigación cualitativa no pretende generalizar los resultados de forma
probabilística a poblaciones más amplias ni obtener necesariamente muestras
representativas, a la vez que admite paradojas, incertidumbres, dilemas éticos y
ambigüedades. Dicho enfoque se concibe como un conjunto de prácticas
interpretativas que hacen al mundo “visible”, lo transforman y convierten en una
serie de representaciones en forma de observaciones. Es interpretativo ya que
intenta encontrar sentido a los fenómenos en función de los significados que las
personas les otorguen. Sin embargo, en las interpretaciones hay un común
denominador o patrón cultural, que parte de la premisa de que toda cultura o
sistema social tiene un modo único para entender situaciones y eventos. Esta
cosmovisión, o manera de ver el mundo, afecta la conducta humana. Asimismo los
modelos culturales se encuentran en el centro del estudio de lo cualitativo, y se
caracterizan por ser entidades flexibles que constituyen marcos de referencia para
el actor social, a su vez están construidos por el inconsciente, lo transmitido por
otros y por la experiencia personal (Sampieri et al., 2010).
En la presente tesis se trabaja con el método clínico-analítico de lectura de filmes
desarrollado por Michel Fariña (2014). Este implica una lectura analítica sobre un
material fílmico, atendiendo a la dimensión subjetiva y permitiendo de este modo
una aproximación a la singularidad en situación. Apunta a proponer una hipótesis
clínica sobre dicho material que convoque a la reflexión.
El cine al igual que las series televisivas permite interpelar la subjetividad del
espectador, ya que mediante su identificación con personajes de la ficción favorece
la involucración afectiva e intelectual del mismo. Asimismo un buen visionado logra
ubicar al investigador en situaciones y contextos históricos que le permiten
experimentar, a través de otro, conflictos, dilemas, aventuras, pasiones o encuentros
siniestros.
A su vez un film permite introducir al investigador-espectador en situaciones que le
permiten considerar o pensar un problema, transmitiendo a su vez ideas y
problemáticas complejas que se encarnan a través de sus personajes, sin embargo
tiene la particularidad de no ofrecer respuestas a determinados dilemas éticos que
se presentan, ni es su pretensión hacerlo, y en caso de ofrecer alguna solución esta
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no será universalmente válida. Por lo tanto no hay en el cine una norma de validez
universal respecto a la pregunta o problema que se plantee (Michel Fariña, 2014).
4. Muestra
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Las escenas giran en torno al valor de la amistad, los valores y los afectos como
seres emocionales que somos, aparte de racionales, como así también sobre la
fragilidad de la vida. Finalmente el espectador no comprueba fehacientemente si el
protagonista lleva a cabo finalmente su propósito de suicidarse, quedando en la
incertidumbre si fue un llamado desesperado, un pedido de acompañamiento y
amparo ante tanta soledad, angustia y vulnerabilidad, vulnerabilidad que también se
observa en todos los actores de la trama y hasta en el mismo espectador.
6. Pregunta de investigación
7. Hipótesis
8. Objetivos
Objetivo general
● Indagar de qué forma los discursos científicos moldean la subjetividad de una
época y cómo se imbrican en la moralidad y en la forma de entender y aplicar
la bioética.
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Objetivos específicos
● Reflexionar sobre cómo los discursos de poder moldean las formas de actuar,
sentir y de pensar de los sujetos en una época determinada.
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“Vengo para decirle que no pienso volver”, enunciando además “no quiero pasar lo
que me resta de vida entrando y saliendo de un hospital”. Pareciera ser igualmente
que todo lo que se presenta en el paciente como una connotación de vulnerabilidad
y pasividad debe desaparecer en favor de un lenguaje eufemístico, tranquilizante e
irónico, tal como comenta Julián ante el médico y aliviando así la tirantez del
encuentro “hoy no he venido con mi prima, ya sé que preferiría que estuviera ella
aquí porque es más guapa que mi amigo, pero es que ha venido unos días a
visitarme y no me lo puedo quitar de encima” agregando luego “Usted receteme
todas las drogas que pueda, ¿de acuerdo?”.
De igual modo se pretende defender y asumir la propiedad de un cuerpo como
territorio personal y privado (Lipovetsky,1983), “cuando pensé que estaba curado el
tumor, este no tuvo mejor idea que hacer turismo por todo mi cuerpo”, expone el
enfermo.
“¿Hay algún tipo de documento que tenga que firmar ahora?”, pregunta Julián al
terminar la reunión que duró menos de lo que fue la espera en el consultorio,
afirmándose en su enunciación el carácter puramente contractual y formal del
encuentro (Quintanas, 2008).
Asimismo, el médico ubicado en estos modos de relación paciente – colaborador
(Gurfein, 2020), privilegiando el principio de autonomía, se aleja ante cualquier
tensión emocional posicionado en un estado de indiferencia, de desapego dejando
de lado las identidades afectivas en la que cada cual vive en su isla de indiferencia,
a salvo de sus propias pasiones y de las de los otros. Esto puede verse reflejado
ante el regalo de Julián hacia el médico, un DVD de una película en la que actuó, en
un intento de humanizar la relación hacia un final más empático (Noddings, 2009).
Ante la respuesta del profesional diciéndole “no hace falta”, el enfermo le responde
“ya lo sé”, mientras se despiden en un corto y frío saludo.
Tomás vive en Canadá con su familia, Julián y su prima Paula dejaron Argentina
hace varios años atrás para exiliarse en Madrid, la desintegración de sus lazos
afectivos los muestra como personajes solitarios y fracasados en sus relaciones
amorosas. Lo mortífero acompaña a la soledad que se ha convertido en un hecho,
donde la propia intersubjetividad se encuentra interpelada (Bauman,2000;
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Lipovetsky,1983). Esta apreciación logra visibilizarse en una conversación entre
Paula y Tomás, aquella le dice: “Julian tiene muchos amigos, conocidos para las
fiestas, pero después no están, los amigos de verdad están lejos, solo vienen de
visita cuatro días” aludiendo sarcásticamente a la corta visita de Tomás.
Según Bauman (2000) la desintegración de la trama social, anticipa una nueva
forma de poder, cada vez más móvil, escurridizo y cambiante, como nuevas técnicas
que apuntan al descompromiso, para ello el mundo se presenta como un lugar libre
de barreras y fronteras lábiles. El autor sostiene también que la fragilidad,
vulnerabilidad, transitoriedad y precariedad de los vínculos permiten que estos
poderes se perpetúen. Puede distinguirse como la realidad de los personajes que
conforman el film propone seres desmantelados cuyos vínculos se precarizan por
las distancias, moldeados por los discursos de poder de la época.
“Podemos ir en una hora a Amsterdam y volver en el día, ya saco por internet los
pasajes” comenta Julián a su amigo con la intención de visitar a su hijo que reside
en Holanda en un encuentro express “Le envío un mensaje por celular para avisarle
que vamos, no importa si responde o no”.
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(Lipovetsky, 1983). “Adelantar el final”, “Para qué pasar todo esa mierda de la
agonía, o peor morirme en un hospital rodeado de enfermeras que se quieren sacar
fotos conmigo”. La autonomía es entendida como autodeterminación individualista
para la autodestrucción (Bauman, 2000; Lipovetsky, 1983): “Lo decidí desde el
momento en que me sentaron y me entregaron los análisis en el hospital y me
dijeron que me estaba muriendo”, “lo quiero hacer yo solo, se los quería contar para
que no los tome de sorpresa”.
Puede observarse que esta decisión del enfermo haya sido la consecuencia de lo
sucedido en un bar, cuando en un momento compartido con su amigo, Julián al
levantarse de su asiento se percata: “¡Me acabo de mear encima!”, sintiendo que su
situación lo excede dice: “yo era un galán, Tomás” .
Según Lipovetsky (1983) la sociedad posmoderna al acentuar el individualismo, y al
modificar su carácter por la lógica narcisista, ha multiplicado las tendencias hacia la
autodestrucción. La tentativa suicida se ve incrementada por medio de sobredosis
de medicamentos que ocupan el primer lugar en los medios empleados, resultando
una muerte cada vez menos agónica y dolorosa. Así el sujeto al enfrentarse a su
condición mortal, lo que realmente lo rebela contra el dolor no es el dolor en sí, sino
el sin sentido del dolor.
Asimismo, pareciera que hablar de la muerte resulta incómodo, como así también el
sentimentalismo resulta inapropiado, como si se prohibiera, más allá de designar un
proceso anónimo de deshumanización, es un efecto del proceso de personalización
(Lipovetsky, 1983) que apunta a la erradicación de los signos rituales y ostentosos
del sentimiento. Esto lo advierte Julián, que al encontrarse ocasionalmente con
conocidos en un restaurante, estos rehúyen a su saludo desviando la mirada. Dice
Julián a Tomás: “Me vieron, pero disimularon, no saben qué decirme, no pueden
enfrentarme, sienten olor a muerte”.
Así también le sucede en su trabajo de actor, ya que al enterarse el productor de la
obra sobre la situación que atraviesa el protagonista, aquel decide reemplazarlo por
otro actor y dejarlo “fuera de escena”, el moribundo así queda obligado a ocultar su
condición. “¿Por qué no me lo has dicho?” interpela el productor a Julian, “no quise
importunarlo”, responde este último, paradójicamente detrás de la máscara que
Julián va quitándose frente al espejo del camarín, pregunta mirando a su amigo
desconcertado, “¿Qué pasó?”, a lo cual este le responde, “ Te acaba de echar”. La
discreción se presenta como otra de las formas modernas de la dignidad, el
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narcisismo se define no tanto por la explosión libre de las emociones, sino como por
el encierro sobre sí mismo (Lipovetsky, 1983).
Dice Lipovetsky (1983):
Las relaciones humanas, públicas y privadas, se han convertido en relaciones
de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría, los
individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en razón de los
riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales.
Tener relaciones interindividuales sin un compromiso profundo, no sentirse
vulnerable, desarrollar la propia independencia afectiva, vivir solo. (p. 66)
Lo que caracteriza esta época es la huida ante los signos de sentimentalidad, que
no consiste en la búsqueda de un desapego emocional y protegerse contra la
irrupción de la emoción. Todos los personajes de la trama son sujetos mónadas e
independientes y los encuentros son pequeños y fugaces, en los que no hay tiempo
para las extensas demostraciones de amor. Esta afirmación se observa en el fugaz
encuentro sorpresivo e improvisado de Julián con su hijo, al que fue a visitar a
Ámsterdam para saludarlo anticipadamente por su cumpleaños. Tras una breve
charla, al despedirse ninguno de los dos se permite expresar sus sentimientos hacia
el otro. Julián se aparta hacia un costado para llorar a escondidas, pero sin embargo
no pueden evitar fundirse en un profundo abrazo, que los dos saben que será el
último.
Asimismo, la muerte en las sociedades occidentales actuales queda degradada por
la categoría de “realismo grotesco” (Lipovetsky, 1983, p. 138), basado en el principio
del rebajamiento de lo sublime y de lo sagrado hacia los ritos y los símbolos
religiosos y a la violación de las reglas oficiales, por medio de imágenes
hipertrofiadas de la vida material y corporal, como una parodia moderna,
de-socializada, formal o estetizada. Esto se infiere en la escena en la que Julián
decide hacerse cargo de su propio funeral, razón por la cual asiste a una entrevista
con el asesor de servicios funerarios, en la que este último le ofrece detalladamente
una lista de opciones constituyendo así una transformación cómica por la que la
muerte resulta ser banalizada y mercantilizada. “Si decide la cremación, podemos
ofrecerle urnas de material biodegradable para poder tirarla al mar”, “DVD con fotos
del difunto, para pasarlas en el funeral, con música suave de fondo”, “El
presupuesto de cada una de las opciones se lo enviaremos por mail”.
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9.4. Cuidado y género
En el film propuesto para el análisis se observa cómo puede coexistir en una misma
persona la valoración del cuidar natural con el cuidar ético, según lo expone
Noddings (2009).
Esto se observa en la relación de Julián, Paula y Tomás que se sustenta en el
sentimiento y empatía que comparten, pero también se puede inferir en estos dos
últimos un marcado sentido del cumplimiento de las normas o reglas a cumplir.
Paula se muestra cansada, pero existe en ella un deseo motivado por el amor
fraternal que la impulsa a un cuidado natural, pero también asume que es su deber
ético hacerlo, se asegura de que Julián cumpla con la medicación y el tratamiento
como así también acompañarlo en sus visitas al médico hasta la llegada de Tomás.
Cabe señalar que fue ella misma la que se encargó de avisarle a Tomás lo que
estaba atravesando su primo, por medio de mails lo anoticiaba frecuentemente para
mantenerlo al tanto, “las tareas de secretaria me salen bien”, ubicándose ella misma
en el el rol de asistente, cuidadora ante Tomás. Se hace esta apreciación para
confirmar la visión antropocéntrica ligada a la subjetividad instituida por el
paradigma patriarcal, en que el cuidado y la responsabilidad son prácticas que
siguen perteneciendo a las mujeres en tanto entablan relaciones de tipo maternal
que ocultan una consideración sexista con respecto al cuidado (Busquets-Surribas,
2019; Domingo- Moratalla, 2019; Mackenzie, 2019; Noddings, 2009; Ramos Pozón,
2011), “no te olvides de tomar las vitaminas” le dice a Julián mientras le alcanza
una bolsita con pastillas.
Se confirma con lo que expone Noddings (2009) en cuanto a los distintos niveles de
relación, si bien los personajes integran el círculo íntimo, dependen del sentimiento
que asista en ese momento, ira, enojo, impotencia ante la respuesta de la persona
a cuidar.
En una escena en la cual se encuentran los tres personajes reunidos en una cena
en el departamento de Julián, Paula se encuentra desbordada debido al desgaste
físico y psíquico que conlleva cuidar a su primo. Este desequilibrio emocional se
manifiesta ante la decisión de Julián en terminar con su vida. En respuesta Paula lo
increpa: “¿Me estás jodiendo?”, “yo también estoy cansada, es difícil para mí
también”, “¿Por qué no te morís entonces y me dejás tranquila, si es lo que querés?”
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9.5. El cuidado y la responsabilidad como proceso de subjetivación
Puede observarse a través del film como de acuerdo a una subjetividad instituida
(Lewkowicz, 2004) cuyas prácticas discursivas imperantes son las de carácter
individualista con un marcado egocentrismo y la disolución de los vínculos (Bauman,
2000; Lipovetsky, 1983), se visibiliza una nueva concepción de autonomía basada
en los valores y las necesidades concretas, humanizando la relación cuidador
–cuidado (Busquets-Surribas, 2019; Domingo- Moratalla, 2019; Mackenzie, 2019;
Noddings, 2009).
Tomás, al enterarse sobre la situación de vulnerabilidad que enfrenta su amigo
Julián, decide viajar sorpresivamente de Canadá hacia Madrid. Si bien no logra
convencer a Julián sobre su decisión de no avanzar con el tratamiento de su
enfermedad, su objetivo principal es cuidar y respetar sus decisiones autónomas,
sin interferir. Se observa en el film que en un modelo instituido universalista basado
en la autonomía de la persona que padece (Bonilla, 2006; Suárez Tomé y Belli,
2021), existe un proceso de subjetivación (Lewkowicz, 2004) en el cual se visibiliza
una práctica emergente sustentada en las relaciones afectivas y en las relaciones
interpersonales (Busquets-Surribas, 2019; Mackenzie, 2019; Noddings, 2009), el
modo de responder de Tomás es escuchando las necesidades de su amigo, dando
a conocer sus desacuerdos ante las decisiones de este, pero sin imponer sus ideas.
Podría pensarse como proceso de subjetivación instituyente (Lewkowicz, 2004) la
llegada de Tomás para ocupar el rol de cuidador, desinstalando el discurso
antropocéntrico instituido (Suárez Tomé y Belli, 2021) con respecto a las tareas de
cuidado y responsabilidad como inherentes al género femenino, y no como
consecuencia de una ubicación de la mujer en dicho rol por parte de los discurso de
poder (Busquets-Surribas, 2019; Domingo- Moratalla, 2019; Mackenzie, 2019).
Es por ello que Tomás acude a ver a su amigo, en una visita que dura cuatro días
compartidos intensamente.
Julián aprecia estos esfuerzos que hace Tomás por comprenderlo y cuidarlo, de
modo que le informa minuciosamente de qué forma podrá ayudarlo y por qué ha de
hacerlo de un modo concreto en relación a sus propias circunstancias (Noddings,
2009).
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Tomás acompaña a Julián en su última visita al médico, se responsabiliza finalmente
de los trámites funerarios a afrontar en el futuro, también tomará a su cargo el
cuidado de su perro Truman, considerando lo que el animal significa para su amigo.
“Es como un segundo hijo para mí”, dice Julián, preocupado por su futuro cuando él
ya no esté.
Lo asiste en un viaje relámpago para que su amigo pueda visitar a su hijo en
Holanda, un día antes del cumpleaños del joven, y compartirá largas charlas
nocturnas para hablar sobre la muerte, la trascendencia y los valores humanos.
En un tramo del film mientras los dos amigos caminan por la calle Julián le agradece
a Tomás: “¿Sabes lo que más valoro de vos? que nunca pedís nada a cambio”,
“jamás pasás factura, sos generoso”, agregando, “ Al final, lo único que importa
son las relaciones, la familia, los amigos, vos, yo y Truman”.
Reflexiones finales
Mediante el análisis de tres viñetas extraídas de una trama ficcional que nos aporta
el film Truman (Gay, 2015), pudimos dar cuenta de cómo ante coordenadas
situacionales comunes en el contexto actual, los sujetos son atravesados por el
paradigma autonomista que la bioética anudada al discurso biomédico impone. No
se puede soslayar que el discurso científico a partir de la difusión de sus ideas a
través de las políticas sanitarias e institucionales dan forma a la relación médico
paciente. De igual modo el fácil acceso a la información a través de internet, la
automedicación, la mercantilización de la muerte, la aplicación de nuevas
tecnologías para el tratamiento de enfermedades, que permiten extender el tiempo
de vida, como así también los medios masivos de comunicación, dan cuenta de un
complejo e indisoluble entramado discursivo que se traduce en prácticas que se
introducen en los ámbitos sociales, políticos, educativos, económicos y culturales.
Asimismo los actores sociales acceden a estos saberes legitimados dando lugar a
una determinada interpretación y comprensión del mundo y por lo tanto de la
realidad.
Esta forma de entender la autonomía devenida en individualismo en las
sociedades occidentales actuales, hace que el sujeto se repliegue sobre sí mismo, y
que asuma su cuerpo y su identidad de manera narcisista, entendido como una
máquina que siempre debe estar fuerte, exento de vulnerabilidad, sin dolor y
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liberado de limitaciones que afecten el acceso a prácticas hedonistas y
mercantilistas que imponen los discursos de poder. Así, el sujeto es sujetado y a la
vez producido, siendo obligado a pertenecer a dicho sistema, a aculturarse para no
caer fuera de la norma. La ciencia con su discurso objetivante, deshumaniza pero al
mismo tiempo sabe que el sujeto se constituye en el lenguaje simbólico, en la
interacción con el otro, se comunica y recibe mensajes utilizando metáforas e
ironías, teniendo la necesidad imperiosa de narrar y en su biografía se constituye su
singularidad.
Identificar a priori las coordenadas epocales nos permite dar cuenta, a partir de
dicho soporte, de cómo se expresa lo singular de un modo único e irrepetible que
hace a la condición humana.
Los discursos emergentes que plantean un cuidado reflexivo e integral reclamado
por el “homo emphaticus” (Noddings, 2009, p. 40), que somos, nos obliga a advertir
y rememorar, tal como lo expusimos en este trabajo, sobre los horrores perpetrados
contra la humanidad y la posterior identificación de la bioética a la biomedicina
alineada con intereses mercantilistas. La ciencia es un discurso de poder, que
atraviesa esferas políticas sanitarias, culturales, económicas, educativas y artísticas
y puede desvirtuar, redefinir y reconducir los conceptos de autonomía, cuidado y
responsabilidad hacia fines impredecibles. La psicología, entendida como ciencia
de lo humano, se ve particularmente interpelada, aludiendo a una acción
responsable en los abordajes bioéticos en torno al final de la vida. Como futuros
profesionales resulta imprescindible la acreditación de una formación de calidad que
tenga en cuenta el cuidado del otro como objeto de nuestra práctica, abonando al
pensamiento de Cullen (2012), cuando afirma que somos “guardianes de nuestros
hermanos”, y que ello nos define como significado de lo propiamente humano.
Más allá de las consideraciones que nos permiten preguntarnos ¿por qué hay un
proceso de subjetivación que vira hacia el cuidado, la responsabilidad y la
solidaridad empática? Ahora además podríamos reflexionar sobre cómo podemos
conservar nuestra humanidad.
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