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La ira de Dios contra el hombre

Romanos (1:18-32

Introducción

El hombre es pecador por naturaleza, es pecador por lo que hace y


por lo que no ha hecho.
Somos pecadores de nacimiento, somos pecadores porque pecamos
y somos pecadores por lo que no hemos hecho darle la honra y
gloria a Cristo, y el peor de los pecados es la incredulidad. Muchas
veces somos creyentes incrédulos. Somos incrédulos cuando
deliberadamente pecamos y no creemos que Dios condena el
pecado, cual quiera que sea.
Introduzcámonos o empecemos por la gracia, luego por la Ira de
Dios, y más tarde por la venida del Espíritu Santo, para convencer
de pecado, justicia y juicio.

Gracia La gracia es el amor y la misericordia de Dios para con la


humanidad. Dios nos da gracia a todos libremente. Nadie merece
recibir el amor y la misericordia de Dios porque todos somos
pecadores. Pero aun cuando no merecemos el amor de Dios, Dios
nos sigue amando. A pesar de nuestra condición de pecadores y
enemigos de Dios, Él mandó a su Hijo Jesús para salvarnos
(Romanos 5:8).
Por la gracia de Dios recibimos la salvación (Efesios 2:8; Tito
2:11). Por ella vivimos nuestras vidas cristianas. Toda bendición que
hayan recibido hombres y mujeres, tanto material como espiritual,
ha sido por la gracia de Dios. Por la gracia, Dios mandó su Espíritu
Santo para santificarnos y es por ello que los creyentes en Cristo
vivirán con Dios para siempre.

Romanos (1:18-32)
18 Así como la justicia de Dios se ha revelado en el evangelio de
Cristo, así también la ira de Dios contra toda impiedad e injusticia
de los hombres se revela claramente a todos los hombres. El pecado
principal y más grande de todos es la impiedad, es decir, el negarse
a reconocer y a adorar al único y verdadero Dios. La impiedad
consiste en poner al hombre y no a Dios en el primer lugar. Es
confiar en el hombre, en uno mismo, el culto a la personalidad, en
lugar de confiar en Dios. Todo el pecado y la injusticia humana
surge de esta fuente única: de la impiedad, es decir, el negarse a
creer en Dios. La incredulidad.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer
en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Juan 3,36..

Los cristianos hablamos mucho del amor de Dios, pero no debemos


olvidarnos de hablar de la ira de Dios. Dios se opone a todo aquel
que se opone a Él. Negarse a creer en Cristo implica oponerse a
Dios. Implica desobedecer a Dios. Cada ser humano debe o creer y
ser salvo, o no creer y ser condenado.

Dios es el juez final. Él mostrará misericordia a quien Él quiera


mostrar misericordia (Romanos 9:15). El juicio no nos
corresponde a nosotros, pero sí nos corresponde, sin embargo, el
mostrar a todo ser humano un camino seguro que va al cielo—es
decir, a Jesucristo. Los que se niegan a creer en Cristo; estos
merecen la ira de Dios. Dios soportó con mucha paciencia a los
hombres desobedientes en tiempos de Noé.
La ira de un Dios justo, puro y santo es espantosa para los malhechores
(Numeros_11:1-10; Hebreos_10:26-31); sin embargo, Dios es lento
para la ira y pronto en perdonar (Salmos_103:8-9), y así debemos ser
nosotros (Efesios_4:31-32). Aunque no está mencionada tan a
menudo en el NT como en el AT, la ira de Dios no es menos terrible,
está revelada más dramáticamente en la ira del Cordero (Juan_1:29;
Apocalipsis_6:16) y permanece sobre los incrédulos
(Juan_3:36).
La expiación es un acto especial que se lleva a cabo para escapar de
la ira de Dios contra el pecado. En la Biblia generalmente se refiere
a algún tipo de sacrificio de sangre llamado propiciación.
Todo ser humano ha pecado y merece recibir el juicio: recompensa
de beneficio o de castigo de Dios (véase Números 14:18; Salmos
7:11; Romanos 1:18; 3:10.
Pero Dios, en su misericordia, ha provisto un medio para que
escapemos del castigo. En el Antiguo Testamento, los judíos
sacrificaban animales para aplacar la ira de Dios. La ira de Dios caía
sobre el animal en lugar del hombre (Levítico 4:27-31; 16:20-22).
Además de los sacrificios cotidianos, Dios también estableció un día
de cada año como el día de la expiación, en el cual el sumo
sacerdote llevaba a cabo un sacrificio especial para la expiación de
los pecados de todo el pueblo (Levítico 16:1-34).
Sin embargo, después de que Jesucristo vino al mundo, estos
sacrificios por el pecado practicados en el Antiguo Testamento ya no
eran necesarios, porque Jesús mismo, el Hijo de Dios, fue
sacrificado por nuestros pecados. Él es nuestra propiciación, o el
sacrificio de expiación (véase Romanos 3:23-25; 1 Juan 2:2; 4:10).

Su sacrificio se hizo una vez para siempre. Cuando ponemos nuestra


fe en Jesús y en su muerte en la cruz, ya no necesitamos ningún otro
sacrificio por el pecado (véase Hebreos 9:26,28; 10:10,14).
Todos nuestros pecados son perdonados, porque Cristo tomó nuestro
castigo. Él es nuestra propiciación porque apartó de nosotros la ira
de Dios.
Para alejar la ira de Dios y recibir el perdón de los pecados, es
necesario un sacrificio vivo. Debe haber derramamiento de sangre.
...sin derramamiento de sangre no se hace remisión (Hebreos
9:22). Cristo mismo fue ese sacrificio vivo. Él derramó su sangre en
la cruz
Sus manos y sus pies fueron clavados y su costado atravesado con
una lanza, de modo que brotó sangre (Juan 19:34; 20:24-27).

Pablo escribió que somos justificados en su sangre (Romanos 5:9).


Esto quiere decir que hemos sido justificados por la muerte de Jesús
(Romanos 5:10). No es solo la sangre de Jesús la que nos salva: es
la muerte de Jesús. El castigo del pecado es la muerte (Romanos
6:23). Jesús tuvo que morir para que pudiéramos vivir.
El mundo estaba a punto de recibir sobre sí toda la ira de Dios
es decir, en contra de la humanidad pecaminosa. Jesús tomo
sobre sí mismo el castigo por nuestros pecados, para que los que
creamos en Él, podamos ser salvos de la ira de Dios y recibir la
salvación

(16:8) και→Y ελθων→habiendo venido εκεινος→aquel


ελεγξει→pondra al descubierto τον→a/al/a el κοσμον→mundo
περι→acerca de/(sobre)/(por) αμαρτιας→pecado και→y
περι→acerca de/(sobre)/(por) δικαιοσυνης→justicia/rectitud και→y
περι→acerca de/(sobre)/(por) κρισεως→juicio Juan 16,8

8 Jesús ya les había explicado algunas cosas sobre el Espíritu Santo


(véase Juan 14:16-17,26; 15:26). Aquí les dice que el Espíritu Santo
les revelará a los hombres del mundo su culpa de pecado, de
justicia y de juicio.
9 Primero, en cuanto al pecado, el Espíritu Santo muestra a
todos que son pecadores, porque se han negado a creer en
Cristo. El pecado básico de todo ser humano es que él se hace a
sí mismo señor de su propia vida. Esto es egocentrismo, o
egoísmo, que es egolatría. Todo lo que el hombre natural hace
es, en últimas, para sí mismo. Por este egoísmo, él se niega a
aceptar cualquier otro señor que no sea él mismo—tal como
Dios o Cristo. Jesús dice: «Tú debes servirme a mí». Él responde:
«No, solo me serviré a mí mismo. No creo en ti». El Espíritu Santo
viene para mostrar a cada uno su propia actitud de egoísmo e
incredulidad. Solo entonces puede alguien volverse a Dios en
arrepentimiento.
10 Segundo, en cuanto a la justicia, el Espíritu Santo muestra a la
humanidad que Cristo es justo. El mundo dijo pecador a Jesucristo
(Juan 9:24), pero Jesús se mostró justo pues resucitó de la muerte y
se fue a su Padre en el cielo. Además, el Espíritu Santo muestra a
todo ser humano que ellos no tienen justicia propia. Solo Cristo es
justo. Y solo a través de la muerte de Cristo en la cruz podemos ser
limpiados de nuestros pecados y ser hechos justos a los ojos de Dios
(véase Marcos 10:45). El Espíritu Santo nos muestra que jamás
podemos ser justos por nuestros propios esfuerzos. Solo el Espíritu
Santo puede mostrarnos esto; nunca lo creeríamos de otra manera.

JUSTICIA

No existe una sola palabra en castellano equivalente a justicia. desde


el punto de vista del AT. En hebreo se usaban los términos sedek
(masculino.) y sedaka (femenino.) para expresar la idea de
justicia., y saddik para aquello que es derecho, recto y de acuerdo
con una norma ética. Pero las implicaciones del término son
múltiples y ricas, muy difíciles de encerrar en cortas definiciones. El
concepto de justicia. se descubre mayormente en términos de
relación, en tres vertientes: a) La justicia. En las relaciones entre
Dios y el hombre. b) La justicia. en las relaciones entre el Dios y su
pueblo. c) La justicia. en las relaciones entre los hombres.

“Justo es Jehová en todos sus caminos” (Salmos_145:17;


2 Cronicas_12:6; Jeremias_12:1). Eso ha de tenerse en cuenta
sobre todo al pensar que él es “el Juez de toda la tierra”
Gen_18:25), por lo cual se dice en Isaias_5:16 : “Jehová de los
ejércitos será exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado
con justicia.”. David señala: “Justicia. Eterna son tus testimonios
(Salmos_119:144). Tu justicia. es justicia. eterna, y tu ley la
verdad” (Salmos_119:142). La justicia. del carácter de Dios le
hace incompatible con el pecado, por lo cual tiene que hacer juicio
sobre éste.
cuanto al ser humano, el acto de fe de Abraham fue considerado
como característico de lo que es justo (“Y creyó a Jehová, y le fue
contado por justicia.” [Genesis_15:6]), por lo cual Dios hablaba
de él diciendo: “Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después
de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia. y
juicio” (Genesis_18:19). Se aplica también la palabra para señalar
la forma en que los jueces deberían emitir sus sentencias (“No
harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni
complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”
[Levitico_19:15]).
el punto de vista jurídico, se enseña en las Escrituras que la ley
debía aplicarse a todos por igual, sean pobres o ricos. Contra el
“inocente y justo” no se debía levantar mentira y, por supuesto,
tampoco matarlo (Exodp_23:7). Los profetas denuncian a aquellos
que “al justo quitan su derecho” (Isaias_5:23). También en las
relaciones comerciales hay que mantener la justicia.,
especialmente en los •pesos y medidas (“Balanzas justas, pesas
justas y medidas justas tendréis” [Lev_19:36]). Como se ve, la
idea es que la justici<. es la conformación a una norma, el no
desviarse de ella.
las relaciones entre los hombres, debe imperar la justivia. Estas
relaciones, sin embargo, no pueden ser juzgadas de conformidad
con las normas que imperen entre ellos en un momento dado, sino
por aquellas que Dios ha dispuesto como sabias y convenientes
para todos. El hombre justo en términos humanos es aquel que por
guardar los mandamientos de Dios contribuye a la paz y la
prosperidad de sus semejantes. Siempre debe establecerse una
íntima relación entre el servir a Dios y el trato que tenemos con los
hombres (“... discerniréis la diferencia entre el justo y el malo,
entre el que sirve a Dios y el que no le sirve” [Mal_3:18]). Las
buenas obras son naturales y espontáneas en el justo (“... yo
libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de
ayudador.... y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de
justicia....” [Job_29:12-14]). En muchas ocasiones se compara la
conducta del justo con la del impío. Este último “toma prestado, y
no paga; más el justo tiene misericordia y da” (Salmos_37:21).
“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia,
su alma los aborrece” (Salmos_11:5). “Hay bendiciones sobre la
cabeza del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos”
(Pro_10:6). Pero la fuente de la justicia. está siempre en Dios
(“Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia. al hijo del rey”
[Sal_72:1]). Este tipo de justicia. entre los seres humanos era el
continuo reclamo de los profetas (“Aborreced el mal, y amad el
bien, y estableced la justicia. en juicio.... corra el juicio como las
aguas, y la justicia. como impetuoso arroyo” [Amos_5:15,
Amos_5:24]).
se produjo un desarrollo en el uso del término “justo”, que ya en
los días de la literatura intertestamentaria vino a interpretarse como
el hombre que confía en Dios y guarda la ley, diferenciado de
aquellos que son considerados pecadores.

11 Tercero, en cuanto al juicio, el Espíritu Santo nos muestra que


Satanás, el príncipe de este mundo, ya ha sido juzgado. Jesús
venció a Satanás en la cruz (véase Juan 12:31). Satanás ha sido
juzgado, y al final será destruido.
12 Aunque Jesús no les ocultó nada a sus discípulos (Juan 15:15),
no les podía explicar todo antes de morir. Ellos no estaban
preparados para oírlo, ni le hubieran entendido ni aceptado. Ellos
necesitarían la ayuda el Espíritu Santo para entender las lecciones más
profundas que les quedaban por aprender.
13 Así, Jesús les dijo que el Espíritu Santo vendría para enseñarles lo que les
restaba por aprender. El Espíritu Santo los guiaría a toda la verdad. El Espíritu
les diría las cosas que habrían de venir; es decir, los prepararía para el futuro,
para la gran obra de establecer la iglesia de Cristo por todo el mundo. El
Espíritu también los prepararía para enfrentar las persecuciones, el sufrimiento
y la muerte. Todas estas cosas las hizo el Espíritu Santo por esos primeros
discípulos, y desde entonces sigue haciendo estas mismas cosas para cada
cristiano verdadero. El Espíritu Santo ayudó a los discípulos a hacer
otra cosa: les ayudó a escribir el Nuevo Testamento.
El Espíritu de verdad, el Espíritu Santo, guio sus mentes y sus
plumas mientras escribían. Todo lo que hay en nuestra Biblia ha sido
escrito por el Espíritu Santo de Dios. Así, podemos confiar
completamente en la Biblia; cada palabra es verdadera.
Es en verdad la Palabra de Dios. El Espíritu Santo no habla por su
propia cuenta. Habla todo lo que oyere de Dios. El Espíritu Santo
es el Espíritu de Dios; por lo tanto, habla las palabras de Dios.
14 El Espíritu Santo siempre glorifica a Cristo. Cualquier obra
que hace el Espíritu Santo, o cualquier guía que da, siempre será
para la gloria de Cristo.

JUICIO

El término hebreo shepet se traduce como juicio. Es un derivado de


shapat (juzgar, gobernar). Otros vocablos relacionados son shepot
(juicio) y mishpat (justicia). Estas palabras están ligadas a la idea
de los procesos de gobierno. Pero hay que recordar que los
antiguos no dividían a éstos en diferentes ramas, pues una
misma persona podía ejercer las funciones ejecutivas,
legislativas y judiciales. Por eso muchas veces, cuando se lee:
“los j. de Jehová”, debe entenderse que se habla de las decisiones
de Dios, su palabra, lo que él ordena (“Se gozarán las hijas de
Judá por tus juicios.” [Sal_48:11]; “No me aparté de tus juicios.,
porque tú me enseñaste” [Sal_119:102]). En muchas otras
ocasiones, cuando se usa shepet, se encierra un sentido penal. Así,
Dios habla a Israel: “... y yo os sacaré de las tareas pesadas de
Egipto... y os redimiré con brazo extendido, y con juicios. grandes”
(Exo_6:6; Exo_7:4). Y castiga a Jerusalén con “cuatro juicios.
terribles, espada, hambre, fieras y pestilencia” (Eze_14:21). Por las
sentencias de los jueces están “preparados... juicios. Para los
escarnecedores, y azotes para las espaldas de los necios”
(Pro_19:29). De manera que, a veces, se utiliza la palabra juicio.
como sinónimo de castigo.
Dios es “el Juez de toda la tierra” (Genesis_18:25;
Jeremias_25:31). “Dios es el juez.” (Jueces_11:27;
Salmos_50:6; Salmos_75:7), y como tal juzga las acciones de los
hombres. Esto indica que cada uno de ellos tiene una
responsabilidad ante Dios, tiene que rendirle cuentas a él. Las
decisiones que Dios toma son perfectas (“Los juicios. de Jehová
son verdad, todos justos” [Salmos_19:9]). La función de juzgar
entre los hombres se consideraba una delegación divina, “porque
el juicio. es de Dios” (Deuteronomio_1:17). Los jueces humanos
sólo actúan en representación de él.

CONCLUSION

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