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El Libre Albedrío y La Libertad Del Hombre
El Libre Albedrío y La Libertad Del Hombre
1. Introducción
2. Libertad
Introducción
Estos temas fueron expuestos muchos siglos antes por el filósofo Pelagio
quien vivió entre los siglos IV y V d. C y por el teólogo cristiano Agustín de
Hipona, y otros antes que Lutero y Calvino, como Juan Wiclyffe. En primer
lugar esto es Filosofía, Pelagio (c. 355 - c. 420 d. C.), un asceta y filósofo de
las Islas Británicas, enseñaba que Dios no podía ordenar a los creyentes que
hicieran lo imposible, y por lo tanto debía ser posible cumplir todos los
mandamientos divinos sin la ayuda de Dios.. Muchos pelagianos creen que el
ser humano puede tomar sus propias decisiones, de escoger lo bueno o lo malo
por su propia voluntad, cuando la Escritura en el Antiguo y Nuevo Testamento
Dios afirma todo lo contrario y que desde el exterior del hombre la meta del
culto a Dios es superficial.
2. La libertad
Según Pablo, Abrahán encarna el camino hacia la libertad o salvación desde
siempre querido por Dios, basado en la fe y no en las obras de la ley. Los
conceptos fundamentales de las enseñanzas paulinas sobre la gracia (fe,
justicia, promesa, bendición, descendencia, herencia, libertad) han surgido de
su interpretación de la historia de Abrahán desde una perspectiva cristológica
(Gálatas 3-4; Romanos 4). Sólo quienes recorren este camino son hijos de
Abrahán, es decir, el verdadero Israel, con independencia de que sean, o no,
descendientes físicos del patriarca (Romanos 9,6-9). Abrahán: la alianza
«antigua», marcada por la línea Agar-Ismael, se caracteriza por la esclavitud,
la servidumbre y la vinculación a lo terreno; la diatheke «nueva» está marcada
por la línea Sara- Isaac y se da a conocer corno libertad, vida en el espíritu y
fundamentación celeste de la vida. Precisamente la libertad de toda atadura
interior y exterior que debe ser a priori para el ser humano.
"Dijo entonces Jesús a los judíos que habían 31 creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la 32 verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje
de Abraham 33 somos Dijo entonces Jesús a los judíos que habían 31 creído
en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la 32 verdad, y jamás hemos sido
esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De
cierto, de cierto os digo, 34 que todo aquel que hace pecado, esclavo es del
pecado. Y el 35 esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda
para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente 36
libres". Juan 8: 31-36 RV 1960
La realidad del pecado como la verdadera fuerza que está detrás de todo el
desasosiego e infelicidad del ser humano. Por cierto, la vergüenza ante la
desnudez sirve muy bien para expresar la vergüenza, la inseguridad, y la
condición de secreto que son resultado del pecado, muy por aparte del
problema de la sexualidad que también va allí incluido.
Una explicación etiológica más general nos justifica en construir sobre este
relato una doctrina del pecado original en el sentido de condición universal de
pecado.
Desde que el hombre cayó, el pecado es motivado por un impulso humano que
está presente en todos nosotros, de manera que en millares de variaciones
todos seremos tentados de modo semejante y pecaremos de modo semejante.
El intelecto sin control del Espíritu Santo estuvo en conflicto con la ley en el
pasado y con la Gracia hoy día, y así la libertad de voluntad y de pensamientos
prepara el terreno para el pecado. Al hacer de Satanás o la serpiente la
representante del intelecto sin control, el autor enfatiza el carácter demoníaco
de ese modo de pensar que se deriva de la duda y que se involucra en un
esfuerzo fanático. Esto se cierne sobre nosotros como una fuerza interna y
externa, que fortalecen deseos que ya existen, y así sobrepuja la obediencia
acrítica. La incapacidad que experimentamos de resistir en ese punto nos
obliga a reconocer la validez general del fenómeno. Deseosos, y hasta cierto
punto capaces, de ser más sabios que Dios y de penetrar más allá de sus
pensamientos, abrimos una esfera de desconfianza en la cual renunciamos a
nuestra actitud apropiada como criaturas, miramos al Creador con cinismo, y
actuamos como si nosotros mismos fuéramos Dios, responsables sólo ante
nosotros mismos. Puesto que la razón y la facultad de juicio nos son innatas de
continuo solamente el mal, y así la motivación para pecar está presente tan
necesariamente como la vida misma.
DTNT LOTHAR. Coenen Derecho pág. 19
Existen las “premisas ingenuas” del libre arbitrio, libre albedrio o libre
voluntad: la disponibilidad de alternativos cursos de acción entre los cuales un
sujeto pueda escoger y la autodeterminación, esto es, la capacidad del sujeto
de decidir por sí mismo entre el conjunto de posibilidades alternativas de
cursos de acción.
Estas “premisas ingenuas” se han definido así porque son fruto de la intuición
del sentido común y no de una especulación filosófica específica.
El problema que confrontamos aquí es el siguiente: ¿Cómo puede una persona
ser moralmente libre y responsable si sus actos han sido preordinados desde la
eternidad? Al hablar de libertad y responsabilidad moral nos referimos a la
capacidad que tiene cada individuo para actuar con autodeterminación
racional; y por preordinación nos referimos al hecho de que desde la eternidad
Dios ha establecido con absoluta certeza los sucesos que han de acontecer en
la vida de cada persona y en la naturaleza. Todos, por supuesto, estamos de
acuerdo en que los actos de una persona deben ser sin compulsión externa y
conforme a sus propios deseos e inclinaciones, o no podríamos considerar a la
persona responsable de los mismos. Si los actos de un ser moralmente libre
fuesen contingentes e inciertos entonces es obvio que la preordinación y la
libertad moral son inconsistentes.
Todo filósofo que está convencido de la existencia de un Poder mediante el
cual todas las cosas existen y son controladas, se ve forzado a inquirir como la
voluntad finita puede hallar expresión bajo el reino de lo infinito. La solución
a esta difícil pregunta sobre la soberanía de Dios y la libertad moral del
hombre no consiste en negar la una y la otra sino más bien en una
reconciliación que reconozca la realidad de ambas, pero que se dé la
preeminencia a la soberanía divina conforme a la infinita exaltación del
Creador sobre la criatura pecadora. El mismo Dios que ha decretado todos los
eventos ha decretado la libertad humana, cuya libertad es relativa si es que
este pertenece a Dios, en medio de estos eventos, y esta libertad está tan
ciertamente establecida como todo lo demás. El hombre no es un autómata o
una máquina. En el plan divino, que es infinito en variedad y complejidad y
que se extiende de eternidad a eternidad e incluye a millones de seres
relativamente libres, es decir, relatividad con respecto a Dios y que actúan e
interactúan y reaccionan unos con otros, es fundamental: lo que hasta hace
muy poco era tratado como una auténtica realidad metafísica, el libre
arbitrio, hoy es visto más como una ilusión biológica (sobre todo por los
resultados procedentes del ámbito de las neurociencias y de la inteligencia
artificial), es decir la ilusión que tendríamos los hombres como seres
racionales de ser libres. Dios ha decretado que los seres humanos retendrán
su libertad moral bajo Su soberanía. Libertad que depende de Dios. Sin
embargo, Dios no nos ha dado una explicación formal de estas cosas, y
nuestro entendimiento humano limitado no es capaz de resolver
completamente el problema. Dado que los escritores bíblicos no vacilaban en
afirmar el control absoluto de Dios sobre los pensamientos y las intenciones
del corazón, al incluir los actos de seres relativamente libres dentro del
designio divino. DNT tomo II Liberación, edic Paulinas.
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay12 quien entienda. No
hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no13 hay ni siquiera uno.” Esto implica que el
hombre busca solo lo malo. El hombre no tiene libertad es esclavo del
pecado, aquí el pecado es personificado y por ende detrás del pecado hay
una persona, y muy dañina por cierto; Satanás.
Por tanto cabe señalar y redundar que el Primero en hacer énfasis en el Libre
albedrío es el filósofo griego Pelagio y Agustín de Hipona como refutador y
con el paso de los siglos apareció Jacobo Arminio en los años 1623, en una de
sus tantas refutaciones a Juan Calvino. Es decir; fue él quien popularizó el
Libre Albedrío. VALE LA PENA REDUNDAR Arriba cuando hago mención
de que Satanás engañó al hombre o ser humano (genérico), no quiero decir
que el hombre no tuvo responsabilidad frente al pecado.-Todos los hombres
son responsables. Dios enseña a los hombres lo que es bueno, para salvación,
queda en los hombres aprender y desaprender. Aprender el bien bíblico, y
desaprender de la maldad que condena. Además en teología: “Los hombres si
quieren pueden tratar de confinar el vasto océano dentro de un balde que ellos
mismos han formado, de la misma manera que pretenden confinar el vasto
rango de la revelación divina dentro de los débiles cercos de los sistemas de
teología humanos. No es posible hacer esto, ni se debiera intentar hacerlo. Es
muchísimo mejor hacer a un lado los sistemas teológicos y las escuelas de
teología, y venir, cual un niño, a la eterna fuente de la Santa Escritura, para
beber de ella las vivas enseñanzas del Espíritu de Dios.
Nada es más nocivo para la verdad de Dios, más desecante para el hombre ni
más subversivo para el crecimiento y el progreso espiritual que la mera
teología, ya alta o calvinista, ya baja o arminiana. Es imposible que el hombre
progrese más allá de los límites del sistema con el que está relacionado. Por
otra parte, un discípulo de la baja escuela —o arminiana— no quiere oír
acerca de la eterna seguridad de los que creen. Su salvación —alegan—
depende en parte de Cristo y en parte de ellos mismos. Conforme a este
sistema, el cántico de los redimidos debería sufrir una modificación: En lugar
de cantar simplemente: «Digno es el Cordero», deberíamos agregar: «Y
dignos somos también nosotros.» Podemos ser salvos hoy, y perdernos
mañana. Todo esto deshonra a Dios, y priva al cristiano de toda paz verdadera.
Muchos son los arminianos que quizá mal interpretaron a Arminio o Armenio.
Al escribir así no es nuestra intención ofender al lector. Nada estaría más lejos
de nuestros pensamientos. No estamos tratando con personas, sino con
escuelas de doctrinas y sistemas de teología, de los que suplicamos con la
mayor vehemencia a nuestros amados lectores que se aparten de una vez para
siempre. Ningún sistema teológico contiene la verdad entera, completa, de
Dios. Todos, es verdad, contienen ciertos elementos de verdad; pero la verdad
siempre resulta anulada por el error; y aun cuando pudiésemos hallar un
sistema que, en lo que va de él, no contenga más que la verdad, con todo, si no
comprendiera toda la verdad, su efecto sobre el hombre es pernicioso, porque
conduce a una persona a vanagloriarse de tener toda la verdad de Dios,
cuando, en realidad, sólo se ha aferrado a un sistema humano que contiene un
solo lado de la verdad. Tanto los arminianos como los calvinistas tienen
verdades, pero solo en partes, Discúlpenme, pero pienso que ambos grupos no
tienen las verdades absolutas e infalibles, ya que todo sistema de teología tiene
errores. Recalco y redundo en esto. Acaso la Fe, la Esperanza, el Amor, la
Salvación, la Santidad, la Justificación, la Perfección, la Redención
proviene de algún ser humano? ¿No es de Dios? Lo poco o mucho que nos
esforcemos por nuestros propios medios es nada, delante de Dios. El misterio
es, que es un don de Dios, y no por nada que nosotros hagamos aparte de
Dios. No quiero decir con esto que no debemos luchar, no, no,- hay que
luchar-, “y la lucha no es contra sangre ni carne, sino contra potestades, contra
principados, contra Satanás mismo”. Además, es raro encontrar un solo
discípulo de cualquier escuela de doctrina que pueda enfrentar a la Escritura
en su conjunto. Siempre se citarán un determinado número de textos
preferidos que se repetirán continuamente; pero no se apropiará de una vasta
porción de la Escritura. Tómense, por ejemplo, pasajes tales como los
siguientes: “Pero Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar,
que se arrepientan” (Hechos 17:30). “El cual quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1.ª Timoteo
2:4). “El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2.ª Pedro
3:9). Y, en la última página del inspirado Volumen, leemos: “Y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 21:17).
¿Hemos de tomar estos pasajes tal como están, o hemos de introducir palabras
que modifiquen su sentido de manera de adaptarlos a nuestro particular
sistema teológico? El hecho es que estos pasajes ponen de manifiesto la
grandeza del corazón de Dios, las acciones de su naturaleza de gracia y el
vasto aspecto de su amor. No es conforme al amante corazón de Dios que
ninguna de sus criaturas perezca. No hay tal cosa en la Escritura como ciertos
decretos de Dios que relegan a un determinado número de hombres a la eterna
condenación. Tal cosa es falsa, como sostienen algunos híper-calvinistas.
Algunos pueden ser judicialmente entregados a la ceguera por su deliberado
rechazo de la luz (véase Romanos 9:17; Hebreos 6:4-6; 10:26-27; 2.ª
Tesalonicenses 2:11-12; 1.ª Pedro 2:8). Pero todos los que perecen, sólo se
echarán la culpa a sí mismos; mientras que los que alcanzan el cielo, darán
gracias a Dios. Si hemos de ser enseñados por la Escritura, debemos creer que
todo hombre es responsable conforme a su luz. El gentil es responsable de oír
la voz de la Creación. El judío es responsable sobre la base de la ley. La
cristiandad es responsable sobre la base de una revelación completa que se
halla contenida en toda la Palabra de Dios. Si Dios manda a todos los hombres
en todo lugar, que se arrepientan, ¿quiere decir lo que afirma, o se refiere
solamente a todos los escogidos? ¿Qué derecho tenemos de agregar, alterar,
recortar o acomodar la Palabra de Dios? ¡Ninguno! Tomemos la Escritura tal
como está, y rechacemos todo lo que no pueda resistir la prueba. Bien
podemos poner en duda la solidez de un sistema que no es capaz de soportar
toda la fuerza de la Palabra de Dios en su conjunto. Si los pasajes de la
Escritura parecen contradecirse, sólo lo es a causa de nuestra ignorancia.
Reconozcamos humildemente esto, y esperemos en Dios para una mayor luz.
Éste —bien podemos estar seguros de ello— es el firme terreno moral que
debemos ocupar. En vez de tratar de reconciliar aparentes discrepancias,
inclinémonos a los pies del Maestro y justifiquémosle en todos sus dichos. Así
cosecharemos abundantes frutos de bendición, y creceremos en el
conocimiento de Dios y de su Palabra en conjunto. (Mackintosh).
Nada ni nadie ha hecho más daño al cuerpo de Cristo, que las dos corrientes
teológicas que imperan en la mente de nosotros los cristianos protestantes.
Desde Juan Calvino como reformador, y desde Jacobo Arminio como
refutador hasta nuestros días; la Iglesia tiene más denominaciones, y sectas
por otro lado, que en cualquier otro período de la Iglesia. El arminianismo
afirma, correctamente, que el hombre es responsable de creer para ser salvo,
pero, de esa responsabilidad, deduce, erróneamente, que el hombre tiene una
capacidad propia dentro de sí para decidir ir a Cristo: el llamado «libre
albedrío». Puesto que este sistema hace depender la salvación del llamado
«libre albedrío o libre voluntad», entiende la soberanía de Dios como un
paso inicial de la salvación, pero no como una elección soberana de Dios,
independiente de la voluntad del hombre. Sostiene que Dios elige según su
presciencia, o sea, elige a los que Él sabe de antemano que habrán de creer en
Cristo. Una de las consecuencias funestas de este sistema es que, al hacer
depender la salvación de la elección humana, ella se puede perder por ese
mismo «libre albedrío o libre voluntad». Podemos ser salvos hoy y mañana
perder nuestra salvación, como que esta dependiera de nosotros. La escuela
contraria —el calvinismo— se apoya en otra serie selecta de textos que
muestran que la redención completa del hombre depende exclusivamente de la
soberanía de Dios, quien elige desde la eternidad a aquellos que habrán de ser
salvos, independientemente de su voluntad o conducta, lo cual, hasta ahí, es
cierto. Con más o menos variantes en lo que respecta al grupo de personas que
no fueron elegidas por Dios desde la eternidad para salvación (los que quedan
en un estado de condenación) La cuestión de la responsabilidad del hombre
parece dejar perplejas a muchas almas o seres humanos. Éstas consideran que
es difícil —por no decir imposible— conciliar este principio con el hecho de
que el hombre carece por completo de poder. «Si el hombre —arguyen— es
absolutamente impotente, ¿cómo puede ser responsable? Si él por sí mismo no
puede arrepentirse ni creer al Evangelio, ¿cómo puede ser responsable? Y si
él, finalmente, no es responsable de creer al Evangelio, ¿sobre qué base,
entonces, podrá ser juzgado por rechazarlo?»
Así es como la mente humana razona y arguye; y la teología,
lamentablemente, no ayuda a resolver la dificultad, sino que, por el contrario,
aumenta la confusión y la oscuridad. Pues, por un lado, una escuela de
teología —la «alta» o calvinista— enseña —y correctamente— la completa
impotencia o incapacidad del hombre; que si se lo deja librado a sus propios
medios, él jamás querrá ni podrá venir a Dios; que esto sólo es posible gracias
al poder del Espíritu Santo; que si no fuese por la libre y soberana gracia,
nunca un solo ser humano podría ser salvo; que, si de nosotros dependiera,
sólo obraríamos mal y nunca haríamos bien. De todo esto, el calvinista deduce
que el hombre no es responsable. Su enseñanza es correcta, pero su deducción
es errónea. La otra escuela de teología —la «baja» o arminiana— enseña —y
correctamente— que el hombre es responsable; que será castigado con eterna
destrucción por haber rechazado el Evangelio; que Dios manda a todos los
hombres en todo lugar que se arrepientan; que ruega a los pecadores, a todos
los hombres, al mundo, que se reconcilien con Él; que Dios quiere que todos
los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. De todo esto,
el sistema deduce que el hombre tiene el poder o la facultad de arrepentirse y
creer. Su enseñanza es correcta; su deducción, errónea.
De esto se sigue que ni los razonamientos humanos ni las enseñanzas de la
mera teología —alta o baja— podrán jamás resolver la cuestión de la
responsabilidad del hombre y de su falta de poder. La palabra de Dios
solamente puede hacerlo; y lo hace de la manera más simple y concluyente.
Ella enseña, demuestra e ilustra, desde el comienzo del Génesis hasta el final
del Apocalipsis, la completa impotencia del hombre para obrar el bien y su
incesante inclinación al mal.
La Escritura, en Génesis 6, declara que “todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos es de continuo solamente el mal”. En
Jeremías 17 declara que “engañoso es el corazón más que todas las cosas,
y perverso”. En Romanos 3 nos enseña que “no hay justo, ni aun uno; no
hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera
uno”. Como está escrito en los salmos 14,3.
Los que creen en tal libre albedrío o libre voluntad, basan su interpretación en
que Dios hace un llamado al hombre a arrepentirse y acercarse a Dios y
buscarle de todo corazón. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
encontramos que Dios ordena al pueblo que “escoja la vida para que
viva” (Deuteronomio 30:19), les dice “escoged hoy vosotros a quien
servir” (Josué 24), el repetido llamado de Dios a su pueblo “vuélvete a mí”
(Isaías 44:22; Jeremías 3:1, 4:1) les dice “arrepentíos y convertíos” (Hechos
3:19), y el mandamiento mayor presentado en el Nuevo Testamento es aquel
que ordena al hombre que “crea al mensaje del evangelio”(Juan 3:14-15).
Efesios 4:18
teniendo el entendimiento ENTENEBRECIDO, ajenos de la vida de Dios
por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
La ignorancia que en ellos hay es de naturaleza pecaminosa, ” El hombre
natural no puede discernir lo espiritual”
Satanás ha entenebrecido el corazón del hombre, cuándo? Cuando Adán
pecó.
Mateo 6:10
Venga tu reino. Hágase tu VOLUNTAD, como en el cielo, así también en
la tierra.
Cada hombre puede hacer la voluntad de Dios solamente con el Espíritu
Santo en su vida, sometiendo su voluntad a la de Dios.
Es decir solamente con Cristo actuando en cada ser humano: ” porque
separados de mí nada podéis hacer”
Mateo 7:21
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la VOLUNTAD de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 12:50
Porque todo aquel que hace la VOLUNTAD de mi Padre que los cielos,
ése es mi hermano, y hermana, y madre.
La verdadera LIBERTAD es la que da Cristo. Nos libera, pero pasamos a ser
esclavos de Él. No hay Libre albedrío o libre voluntad. Ya no actúo con mi
propia voluntad sino bajo la voluntad de Dios, sí es que el Espíritu de Dios
mora en mí.
El que hace pecado es hijo del diablo
Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él
los ojos, dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, (hijo del diablo),
enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del
Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y
no verás el sol por algún tiempo.
Juan 8:44
Vosotros sois de vuestro PADRE EL DIABLO, y los deseos de vuestro padre
queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en
la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla;
porque es mentiroso, y padre de mentira.
El hombre en el Antiguo Pacto se esforzaba por ser bueno esto era en la Ley,
más ahora en la Gracia es diferente,- Es Dios quien me Salva, quien me
Justifica, quien me mantiene Santo, quien me Redime, quien me Glorifica,
nada de lo que yo haga vale mucho para Dios o delante de Dios. Soy
instrumento en las manos de Él. Pablo fue instrumento en las manos de Cristo,
entendemos esto? somos como un lápiz en manos de los escritores, como
vasos en las manos de los que tiene sed, así es el que está entregado a Dios.
Dios actúa en el hombre y no el hombre por su propia voluntad, es más la
voluntad de Dios que la del hombre.
Si el hombre actúa por sus propios medios en la Evangelización se tornará
más humana que divina. Dejemos que Dios nos guíe a través de Su Santo
Espíritu y entenderemos que no tenemos Libre Albedrío.
CONCLUSION
Bibliografía,