Usualmente no se le presta mucha atención a los materiales de la construcción sin pensar
más allá de lo estético y aunque se tome por encima lo bioclimático, se suele recurrir a la tecnología para solucionar estos conflictos y no opacar la necesidad de una fachada hermosa y llamativa, que muchas veces no concuerda con su interior, como hoy en día, nos enfocamos en una fachada de X estilo arquitectónico, sin saber que el estilo va más allá de los materiales, lleva consigo los espacios, las intenciones y un orden.
Desde hace mucho se viene escuchando y propagando la arquitectura vernácula, la
arquitectura tradicional, se ha buscado recuperar lo existente e identificar las soluciones, dejando atrás mitos como “Es más caro reconstruir que demoler” “La reconstrucción y rehabilitación es mucho más compleja” que nos han hecho creer que no hay soluciones a problemas ya existentes con lo ya hecho, sin saber que la identidad y la esencia de un proyecto no tiene reconstrucción. No estamos en escasez sino en abundancia, hay alrededor de 2.000.000 de edificaciones inhabilitadas en el mundo, y se siguen construyendo más, pero de manera sistemática y sin poco estudio del objetivo. Vivimos en un mundo donde el problema más frecuente tiene que ver con la eficacia energética y como poder llevar amplios espacios a que la satisfagan de manera autónoma. Se enseña de manera casi obligatoria a manejar y entender el tema del aire acondicionado, es casi que parte del eje central en instalaciones, pero ¿Por qué no entonces también emplear un capítulo sólo de ventanas? Porque muchas veces, es para la gente contradictorio pensar en altas ventanas si vas a tener un aire prendido casi que todo el día, y es así como también se debilita la importancia de la visual. Anteriormente, no se necesitaban ni ventanas, ni aires ni abanicos, ¿Cómo funcionaban las cuevas? ¿Qué hacía de ellas un lugar habitable para el ser humano? Eran los materiales, los materiales utilizados, el ancho de los muros, las salidas superiores que permitían el intercambio de aire con el exterior, la capacidad de inercia térmica que permitían los materiales locales (arena, roca y agua) eran los más básico y con lo que se construyo toda la vida y que hasta hoy en día, se siguen manteniendo. Que nos han ilustrado como no es necesario viajar cientos de kilómetros, por cemento, “porque es resistente” ¿Lo es o nosotros así nos lo hemos interiorizado? Sin saber o aún peor sabiendo, el impacto ambiental que este tiene. Biourb busca mostrarnos la amplia gama de materiales como el corcho, la madera, la tierra cocida y la lana de oveja, por mencionar algunos; para ir en la búsqueda de implementar exclusivamente materiales locales, que nos permita ir obteniendo el confort térmico y energético que tanto exigimos, y que van de la mano con la distribución de los espacios y de la funcionalidad de estos. Lo que nos lleva a concluir, que se debe buscar una nueva alianza con la naturaleza, estamos con no en contra de ella. Que la construcción está diseñada, para la vida y que la bioclimática no es sólo viento y sol, es vegetación, irradiación, sensación térmica, cultura e historia. Hay que congeniar el urbanismo con la vida, no construir con lo que el mundo ha impuesto sino buscar y conocer las alternativas igual de resistentes y duraderas pero sostenibles y, sobre todo, locales.