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5- La poesía de 1939 a 1975.

Claudio Rodríguez

Guerra y posguerra

La Guerra Civil comenzó en julio de 1936, tras la sublevación de un grupo de


militares contra el Gobierno de la República. El golpe de Estado, comandado por el
general Franco, fue respaldado por el Ejército, las élites económicas y la Iglesia
católica. Terminó en abril de 1939 con la victoria de las tropas franquistas y la
sociedad dividida por el odio entre los dos bandos.
Tras la guerra se instauró la dictadura del general Franco que derogó las leyes
republicanas, estableció un modelo político totalitario y ultraconservador y abrió un
periodo de represión constante contra los derrotados.
Hacia la década de 1950 comenzó una recuperación económica ligada a la evolución
de la coyuntura internacional: la recuperación de relaciones diplomáticas con
Occidente y el acceso a las ayudas económicas estadounidenses.

Generación del 36

La generación del 36, también llamada generación escindida, agrupa a los autores que
reflejan en sus obras las consecuencias de la Guerra Civil. Tras la contienda continúa
la corriente de rehumanización de la poesía que la entiende como un medio de
expresión de las preocupaciones y sentimientos individuales y sociales, renunciando a
la idea del arte puro.
Miguel Hernández. Es un poeta autodidacta, puente entre la generación del 27 y la
generación del 36. En su poesía destaca su inagotable imaginación metafórica y un
estilo enérgico y apasionado. En las formas poéticas integra muy bien la tradición
clásica con los movimientos vanguardistas. Su obra se clasifica en dos etapas,
separadas por el comienzo de la Guerra Civil:

─ Primera etapa (1933-1936). Muestra dominio formal y gran complejidad


lingüística. Los poemas de Perito en lunas (1933) están muy influidos por Góngora,
pero con imágenes vanguardistas. El rayo que no cesa (1936) contiene principalmente
sonetos con temas como el amor, la pena y la muerte.

─ Segunda etapa, desde el comienzo de la Guerra Civil. Su poesía manifiesta el


compromiso político y social. El poemario Viento del pueblo (1937) se caracteriza por
el tono épico y combativo, y la defensa de ideas revolucionarias y valores republicanos.
En El hombre acecha (1939) continúa la misma línea pero con tono es íntimo.
Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), está escrito desde la cárcel con un
lenguaje más espontáneo y una sintaxis más sencilla. Son poemas dedicados a su mujer
y a su segundo hijo. Destaca el poema “Nanas de la cebolla”.

Poesía arraigada

La llamada poesía arraigada agrupa a los poetas afines al régimen franquista. Los
temas comunes son el amor, la fe católica, el paisaje o la patria. El estilo es sobrio y
con formas métricas clásicas. El grupo reivindica a Garcilaso de la Vega como modelo
de clasicismo.
Algunos poetas de esta corriente literaria son José García Nieto, Luis Rosales,
Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y Luis Felipe Vivanco.
Luis Rosales. Participó en la dirección de las revistas Escorial y Cuadernos
hispanoamericanos. En su poesía destaca la riqueza metafórica y el sentido del ritmo.
Sus obras más importantes son: Abril y La casa encendida.

Poesía desarraigada

La corriente que se denominó poesía desarraigada está formada por autores que
permanecieron en España pero en desacuerdo con el régimen. Los temas principales
de sus obras son la falta de sentido de la existencia, el paso del tiempo y la muerte.
Los poemas transmiten una profunda angustia derivada de la concepción de la realidad
como un caos.
Los principales poetas de esta corriente son Dámaso Alonso, Victoriano Crémer, José
Luis Hidalgo, Eugenio de Nora y Blas de Otero, que difundían sus poemas en la revista
Espadaña.
Dámaso Alonso. En un primer momento perteneció a la generación del 27. Sus obras
más importantes son: Poemas puros, poemillas de ciudad (1921), obra juvenil muy
influida por Juan Ramón Jiménez e Hijos de la ira (1944) que es su obra más lograda.

Poesía en el exilio

Durante la Guerra Civil y la dictadura muchos intelectuales tuvieron que exiliarse.


Algunos no regresaron a España, como Juan Ramón Jiménez o Luis Cernuda. En los
primeros años, los poetas exiliados escribieron sobre la derrota en la guerra, la
nostalgia de la patria, el anhelo del regreso y duras críticas al régimen franquista.
Con el paso del tiempo, sus obras evolucionaron de manera diferente.
 Manuel Altolaguirre. Fue miembro de la generación del 27 y cofundador de la
revista Litoral. Su obra poética es breve, cálida, musical y vitalista. Utiliza estrofas
tradicionales. Su obra más destacada es Las islas invitadas (1926).
 Emilio Prados. También fue miembro de la generación del 27. Su obra evolucionó
desde la influencia de Juan Ramón Jiménez en Como cuerpo perseguido (1928),
pasando por el surrealismo hasta los temas sociales y de combate de Cancionero
menor de los combatientes (1938). Su obra en el exilio se centró en temas como el
paso del tiempo o la soledad.
 León Felipe. Fue combatiente en la Guerra Civil. En Versos y oraciones de
caminante (1920-1929) expresa con dolor e indignación el enfrentamiento entre las
dos Españas y duras críticas al dictador. En Español del éxodo y del llanto (1939)
identifica a España con un Quijote derrotado. Tiene un estilo libre, de tono bíblico y
profético influido por Walt Whitman.
 Juan Gil-Albert. Fue un puente entre la generación del 27 y la del 36. Su estilo es
sobrio y sugerente, influido por poetas clásicos, el gongorismo y el surrealismo. Sus
temas son íntimos y sociales, como en Misteriosa presencia (1936), y Las ilusiones
(1943).

Poesía social

La poesía social se caracteriza por el realismo testimonial y se desarrolla desde 1950


hasta los años setenta. El grupo continúa la corriente rehumanizadora iniciada antes
de la Guerra Civil y está influido por poetas como Antonio Machado, Pablo Neruda,
César Vallejo o Miguel Hernández.
Para sus autores, la poesía debe llegar al pueblo porque es una herramienta de
transformación social. Debe mostrar su compromiso y dar voz a los silenciados, por lo
que su estilo es llano y conversacional, con una clara intención comunicativa.
Trata de temas como la situación de España, la injusticia social, y el anhelo de paz y
libertad.

La Antología consultada (1952), publicada por Francisco Ribes, se considera el


arranque de esta corriente y recoge poemas de Blas de Otero, Claudio Rodríguez,
Gabriel Celaya y José Hierro entre otros. Las obras más representativas de la poesía
social son Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya.
Blas de Otero. En su obra se aprecian tres etapas:
─ Etapa existencial. Se caracteriza por un estilo de tono dramático y tenso con
modelos de estrofas clásicas, que se rompen con encabalgamientos y cortes abruptos. En
los temas reflexiona sobre la existencia de un ser humano desvalido que interroga con
angustia a un Dios que no responde, como en Ángel fieramente humano (1950) y
Redoble de conciencia (1951).
─ Etapa social. Cobra relevancia la función social de la poesía. Los poemas se centran
en la situación de España y la solidaridad humana, y en la lucha dolorosa pero
esperanzada por la justicia, la paz y la libertad. Puede verse en Pido la paz y la
palabra (1955), En castellano (1960) y Que trata de España (1977).

─ Búsqueda de nuevas formas expresivas. En sus últimos años trató temas más
personales y utilizó formas métricas más libres, incluso poemas en prosa. Incorporó
imágenes novedosas que dieron cierto hermetismo a obras como Mientras (1970) o
Poesía con nombres (1977).

Gabriel Celaya. Autor reconocido por su poesía social, aunque tiene poemas de muy
variados registros. Se caracteriza por la original fusión de lo culto y lo popular con
mucha musicalidad. Su poesía social es muy directa, con mucha carga política y con
un lenguaje intenso y combativo. Dentro de esta corriente tiene obras como Lo demás es
silencio (1952) o Cantos iberos (1955).

─ Además escribió textos de corte surrealista, como Movimientos elementales (1947) y


poesía experimental como Campos semánticos (1971).

La década de los sesenta

A principio de la década de 1960 se abre paso una generación de poetas que abandonan
el tono épico de la poesía social con la publicación de dos antologías: Veinte años de
poesía española (1962) y Poesía última (1963). Esta generación es conocida como
Generación del 50.
Sus integrantes tienen en común que pasaron su infancia durante la guerra, sus familias
eran de origen burgués y tenían formación universitaria. Muchos estaban conectados
por ciudades como Barcelona, para Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín
Goytisolo o Alfonso Costafreda y Madrid, para Carlos Bousoño, Claudio Rodríguez o
José Ángel Valente. Escribieron al margen de estos círculos Antonio Gamoneda o José
Hierro.
Todos comparten características como el enfoque humanista en el que caben todos los
problemas del ser humano y la reflexión sobre la propia experiencia, y la búsqueda de
un lenguaje personal. Recurren con frecuencia a la ironía, la parodia y al lenguaje
coloquial. Poetas destacados de la generación del 50 son:

 José Hierro. Comenzó con la poesía desarraigada y evolucionó hacia un estilo


propio difícil de clasificar. En sus versos se encuentran tonos diferentes que
podrían responder a las dos vías de su poesía: la vía de los “reportajes” y la vía de
las “alucinaciones”. Su estilo tiene un ritmo cuidado y destacan la mezcla de
espacios y tiempos, y el desdoblamiento del yo. Algunos poemarios son Tierra sin
nosotros (1946), Alegría (1947), Quinta del 42 (1952), Cuanto sé de mí (1957),
Libro de las alucinaciones (1964), Agenda (1991) o Cuaderno de Nueva York
(1998).

 Claudio Rodríguez. Lo desarrollaremos más adelante.

 Ángel González. Su poesía muy social, pero tiene un amplio recorrido desde el
pesimismo existencial a la alegría reflexiva. En su primera etapa, sus poemas
están próximos al existencialismo. En su segunda etapa, busca la complicidad con el
lector con quien comparte vivencias y sentimientos. Su estilo combina realismo e
imaginación, utiliza la ironía y expresiones coloquiales. Destacan obras como
Áspero mundo (1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961), Tratado de
urbanismo (1967), Breves canciones para una biografía (1971), Deixis en fantasma
(1992) y Otoño y otras luces (2001).

 José Ángel Valente. Reflexiona en su obra sobre la naturaleza de la poesía y el


proceso de creación. Sus primeros libros tienen un tono existencial en los que la
poesía es el camino para alcanzar la plenitud. Su obra intermedia gana complejidad
conceptual y trata temas sobre la posición del ser humano en el mundo. Sus últimas
publicaciones, con poemas breves, tratan sobre la naturaleza inefable del acto
poético. Destacan títulos como A modo de esperanza (1955), Poemas a Lázaro
(1960), La memoria y los signos (1966), Material memoria (1979), Mandorla
(1982), Al dios del lugar (1989) o No amanece el cantor (1992).

 Jaime Gil de Biedma. En su obra se combinan la emoción y la razón y en su estilo


hay influencias de obras clásicas. En sus primeros libros hay mayor peso de temas
sociales, que dieron paso a otros más íntimos como la amistad, el amor o la soledad.
Bajo el título Las personas del verbo se reúnen sus poemarios Compañeros de viaje
(1959), Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968).

Claudio Rodríguez (1934- 1999)

Nació en Zamora en 1934, su madre procede de un ambiente acomodado y su padre, de


origen más modesto, fue funcionario de hacienda, aficionado a la literatura y falleció en
1947. Eso provoca que Claudio, el mayor de cuatro hermanos, tenga que
responsabilizarse de los asuntos familiares a pesar de su corta edad. Dos rasgos definen
su personalidad: le gusta observar y recrear los juegos infantiles, y es muy andariego, da
largos paseos por la ciudad y por las orillas del río Duero.
La precoz andadura literaria de este poeta zamorano deslumbró desde su primer libro,
Don de la ebriedad, no solo por su originalidad e intensidad expresiva, sino también por
su peculiar sentido del ritmo. Sus primeras influencias poéticas tienen orígenes muy
heterogéneos: los poetas místicos españoles (San Juan de la Cruz y Fray Luis de León)
y los poetas malditos franceses del XIX (Verlaine, Rimbaud y Baudelaire). Le une a los
místicos la actitud contemplativa y a Rimbaud su pronta madurez poética. En su poesía
además resalta el realismo metafórico, un recurso literario que consiste en tomar un
elemento o hecho sencillo de la realidad y construir a partir de él un sentido universal,
trascendente.

Toda la poesía de Claudio Rodríguez gira en torno a un tema central: la búsqueda de


la verdad de la existencia (“La verdad, lo único que importa” nos dice en uno de sus
poemas). Otros temas frecuentes se encuentran en la poesía misma, entendida como
don gratuito y estado de fervor, el alma, la amistad, el amor, el conocimiento o la
solidaridad, el comportamiento humano (necesaria solidaridad con los otros, y con la
naturaleza, de la que formamos parte), la necesidad de comunicación, el paso del
tiempo, el amor…

Podemos constatar una evolución en su poesía:

En el primer libro el poeta expresa su convencimiento de que el lenguaje poético, la


creación poética permite al poeta llegar a esa verdad, es decir, la poesía es una forma de
conocimiento (idea que asumen todos los poetas de su generación). Y esta capacidad es
considerada como un don, un regalo otorgado al poeta, ante el que no cabe otra
respuesta que el éxtasis, de ahí el título del libro: Don de la ebriedad.

Sin embargo, a medida que avanzamos en su obra esta seguridad inicial en la capacidad
iluminadora de la poesía se va poniendo en entredicho y en el último libro expresa ya
claramente la idea de que el hombre no puede llegar a conocer el fondo de las cosas y la
única manera de sobrevivir es aceptar esta verdad con resignación.

Para encontrar esa verdad, el poeta parte de su experiencia personal: personas, animales,
cosas, situaciones reales que describe y ante las que expresa sus emociones dotándolas
de un sentido trascendente, simbólico. Muchos de estos elementos pertenecen a la tierra
en que nació (Zamora): el Duero, los campos de labranza, las fiestas típicas, etc...

Entre los rasgos formales que caracterizan su poesía destacamos:

- La preferencia por el verso endecasílabo blanco (sin rima) o asonantado, ya solo (en su
primer libro) o combinado con heptasílabos (silva libre). En su último libro hay una
mayor variedad métrica.

- Un léxico concreto referido al ámbito de la naturaleza, al mundo rural o a lo


doméstico, con incursiones en el registro coloquial, que sirve para presentar las cosas
(objetos, seres, circunstancias…) extraídas de la experiencia personal de la que suele
partir el poema; y un léxico abstracto, que contrasta con el anterior, para expresar el
sentido trascendente (la verdad) de esas cosas.
- Entre los recursos literarios destacan las diferentes formas de reiteración léxica y
sintáctica (paralelismos, anáforas, doble adjetivación) y diversas formas de contrataste
(la antítesis, la paradoja o las oraciones adversativas).

- Muy importante resulta la entonación, que va cambiando a lo largo de su obra: en los


primeros libros domina la exclamativa en consonancia con el sentimiento de asombro y
entusiasmo. En los últimos el tono se hace más reflexivo y meditativo. Por otra parte
destaca la presencia de oraciones interrogativas que no tienen respuesta: no son en
realidad preguntas retóricas, sino formas de expresar lo que el poeta desconoce, aquello
para lo que no tiene respuesta.

Su obra se compone de cinco poemarios:

 Don de la ebriedad (1953), escrito y publicado cuando el poeta contaba tan solo
con 18 años de edad. Recibió por él el Premio Adonais de poesía e impresionó
vivamente a Vicente Aleixandre con el que mantendrá una amistad profunda.
 Conjuros (1958), libro dedicado a Vicente Aleixandre y en el que muestra ya
una gran madurez poética expresada en una voz propia en inconfundible.
 Alianza y condena (1965), poemario compuesto en Inglaterra, donde el poeta se
había trasladado como lector de español e las universidades de Nottingham y
Cambridge. Influyen en esta los poetas románticos ingleses William
Wordsworth y Dylan Thomas.
 El vuelo de la celebración (1976), es un conjunto de poemas que buscan la
carnalidad del amor como salvación conceptual y material del poeta y de todo lo
que nos constituye, incluido el miedo y la consciencia de la pesadez vital.
 Casi una leyenda (1991), la última obra de Claudio Rodríguez recoge alguna de
las características poéticas de toda su carrera: voz transparente, poesía reflexiva
y serena, cuyo discurrir fluye armoniosamente ante la contemplación de la
naturaleza, la existencia de los hombres y la consideración de su posible
trascendencia.
 Aventura (2005): edición póstuma facsímil de los últimos poemas de Claudio
Rodríguez.
A lo largo de su carrera recibió premios tan relevantes como el Premio Nacional de
Poesía (1984) o el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1993). Falleció en julio de
1999 en Madrid.

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