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Trabajo infantil en la Revolución Industrial británica

Durante la Revolución Industrial británica (1760-1840) se utilizó a los niños como mano de
obra en fábricas, minas y explotaciones agrícolas. A menudo trabajaban en los mismos
turnos de 12 horas que los adultos y cobraban una miseria por meterse debajo de
peligrosas máquinas de tejer, mover carbón por estrechos pozos mineros y trabajar en
cuadrillas agrícolas.

Era muy frecuente que los trabajos de los niños estuvieran bien definidos y fueran
específicos para ellos; en otras palabras, el trabajo infantil no era una mera ayuda
adicional para la mano de obra adulta. La educación de muchos niños era sustituida por
una jornada laboral, una elección que a menudo hacían los padres para complementar los
escasos ingresos familiares.
No fue hasta la década de 1820 cuando los gobiernos empezaron a aprobar leyes que
restringían la jornada laboral y se obligó a los empresarios a proporcionar condiciones de
trabajo más seguras para todos, hombres, mujeres y niños.

Incluso entonces, la falta de inspectores hizo que siguieran produciéndose muchos


abusos, una situación que fue observada y difundida por organizaciones benéficas,
filántropos y autores con conciencia social como Charles Dickens (1812-1870)

Un niño trabajador en una fábrica de algodón, Georgia, Estados


Unidos. Fotografía tomada en 1909. (Biblioteca del Congreso, EE.UU.

Falta de educación

Como enviar a un niño a la escuela implicaba pagar una cuota (incluso la más
barata pedía un penique al día), la mayoría de los padres no se molestaban en
hacerlo. Las aldeas solían tener una pequeña escuela, donde los padres de cada
alumno pagaban al maestro, pero la asistencia era a veces irregular y la educación
rudimentaria en clases desesperadamente abarrotadas. Había algunas escuelas
gratuitas gestionadas por organizaciones benéficas, y las iglesias solían ofrecer
escuela dominical. Hasta 1844 no hubo más escuelas gratuitas, como las escuelas
benéficas (ragged schools) creadas por Anthony Ashley-Cooper, séptimo conde
de Shaftesbury (1801-1885). Estas escuelas se concentraban en lo básico:
lectura, escritura y aritmética. La educación obligatoria para niños de 5 a 12 años,
y las instituciones necesarias para impartirla, no llegarían hasta la década de
1870. En consecuencia, "al menos la mitad de los niños nominalmente en edad
escolar trabajaban a jornada completa durante la revolución industrial" (Horn, 57)

Un indicador de la mejora de la educación, a pesar de todas las dificultades, son las tasas
de alfabetización, medidas de forma bastante imperfecta por los historiadores mediante el
registro de la capacidad de una persona para firmar con su nombre en documentos
oficiales como los certificados de matrimonio

En una encuesta realizada en 1833, se descubrió que las tácticas empleadas con los
niños trabajadores eran negativas en un 95%. El despido inmediato representaba el 58%.
Solo en el 4% de los casos se recompensaba el trabajo bien hecho, y solo en el 1% de los
casos se concedía un ascenso o un aumento de sueldo.
Trabajo infantil tradicional
En la industria artesanal tradicional del tejido a mano, los niños siempre habían lavado y
cardado la lana cruda para que su madre pudiera hilarla en una rueca, que luego era
tejida en tela por el padre utilizando un telar manual. Los artesanos solían contratar a uno
o dos aprendices. A los aprendices se les daba alojamiento y comida y su maestro les
enseñaba un oficio concreto.

También había niños que trabajaban en los pequeños negocios de sus padres o
parientes, como pequeños fabricantes como cesteros, herreros y alfareros.

Los niños trabajaban en la agricultura, que seguía siendo un sector importante durante la
Revolución Industrial y en el que trabajaba el 35% de la mano de obra total de Gran
Bretaña en 1800. Los niños, como siempre habían hecho, seguían cuidando rebaños de
animales y bandadas de aves, y esencialmente realizaban cualquier tarea que se les
exigiera y de la que fueran físicamente capaces.

Niños en las minas

Hombres, mujeres y niños trabajaban en las minas británicas, sobre todo en las de
carbón, que experimentaron un gran auge al producir el combustible necesario
para alimentar las máquinas de vapor de la Revolución Industrial. Los tres grupos
ya trabajaban en la minería antes de la llegada de las máquinas, pero la expansión
de la industria hizo que ahora participaran muchos más que antes. Los
propietarios de las minas encontraban útiles a niños de tan solo cinco años, ya
que eran lo suficientemente pequeños como para subir a los estrechos pozos de
ventilación, donde podían asegurarse de que las trampillas se abrieran y cerraran
con regularidad. Los testimonios como el de James Pearce en 1842 eran
comunes:

Tengo 12 años. Bajé a los pozos hace unos 7 años y medio para abrir puertas.
Tenía una vela y un fuego a mi lado para alumbrarme... Trabajaba 12 horas al día
y cobraba 6 peniques al día. Cumplí y conseguí el dinero. Cuando me pagaban se
lo llevaba a casa a mi madre. Estuve año y medio en este trabajo. Una vez me
quedé dormido y me golpeó un conductor.

(Shelley, 42)

Niños en las fábricas

Las fábricas con nuevas máquinas propulsadas por vapor, como los telares
mecánicos, fueron el gran desarrollo de la Revolución Industrial, pero tuvieron un
costo. Estos lugares, especialmente las fábricas textiles, eran oscuros y ruidosos,
y se mantenían deliberadamente húmedos para que los hilos de algodón fueran
más flexibles y menos propensos a romperse. La nueva mecanización de la
fabricación hacía que la mano de obra básica necesitara pocos conocimientos. Se
pedía a los niños que se metieran debajo de las máquinas para recoger los
desechos de algodón y reutilizarlos o para reparar los hilos rotos o eliminar los
atascos de la maquinaria. A menudo era un trabajo peligroso, ya que las máquinas
podían ser impredecibles. Una enorme máquina de tejer podía pararse en seco,
con piezas pesadas cayéndose y piezas móviles, como husos, volando como
balas.

En las fábricas, los niños trabajaban, al igual que los adultos que les rodeaban, largos
turnos de 12 horas seis días a la semana. Doce horas que dividían agradablemente el día
en dos para los empresarios. Como las máquinas funcionaban las 24 horas del día, uno
de los niños volvía a su cama caliente después del trabajo, mientras el ocupante se iba
para empezar su propio turno, una práctica conocida como "cama caliente". Los niños
eran la mano de obra más barata que se podía encontrar, y los empresarios no tardaron
en recurrir a ellos. Un niño trabajador era un 80% más barato que un hombre y un 50%
más barato que una mujer.

Reformas laborales gubernamentales

Finalmente, los gobiernos hicieron lo que los incipientes sindicatos habían luchado
por conseguir y, a partir de la década de 1830, la situación de los trabajadores en
fábricas y minas, incluidos los niños, empezó a mejorar lentamente.
Anteriormente, los gobiernos siempre habían sido reacios a restringir el comercio
en principio, prefiriendo un enfoque de la economía basado en el laissez-faire. No
ayudaba el hecho de que muchos miembros del Parlamento fueran a su vez
grandes empresarios. No obstante, se aprobaron varias leyes parlamentarias para
intentar, aunque no siempre con éxito, limitar la explotación de la mano de obra
por parte de los empresarios y establecer unas normas mínimas.
la primera industria en recibir restricciones a la explotación de los trabajadores fue
la del algodón, pero pronto las nuevas leyes se aplicaron a los trabajadores de
cualquier tipo. La Ley de Salud y Moral de los Aprendices de 1802 estipulaba que
los niños aprendices no debían trabajar más de 12 horas al día, debían recibir una
educación básica y asistir a los servicios religiosos no menos de dos veces al mes.
Siguieron más leyes, y esta vez se aplicaban a todos los niños trabajadores. La
Ley de Fábricas y Molinos de Algodón de 1819 limitaba el trabajo a los niños de 9
años o más, y no podían trabajar más de 12 horas al día si eran menores de 16
años. La Ley de Fábricas de 1833 estipulaba que no se podía emplear legalmente
a niños menores de 9 años en ninguna industria y que no se les podía pedir que
trabajaran más de 8 horas al día si tenían entre 9 y 13 años, ni más de 12 horas al
día si tenían entre 14 y 18 años. La misma ley prohibía a todos los niños trabajar
de noche y obligaba a los niños a asistir a un mínimo de dos horas de educación
al día.

Aunque hubo muchos abusos de la nueva normativa, había inspectores del


gobierno encargados de velar por su cumplimiento. Estos funcionarios podían
exigir, por ejemplo, certificados de edad de cualquier niño empleado o un
certificado de un maestro de escuela de que se había impartido el número de
horas de educación requerido a un niño concreto.

Preguntas y respuestas
¿Qué supuso la Revolución Industrial para el trabajo infantil?
El trabajo infantil siempre se utilizó en la agricultura y las industrias
artesanales, pero con la llegada de la Revolución Industrial, los niños fueron
utilizados sistemáticamente en minas y fábricas, a menudo realizando
trabajos específicos para ellos por un salario bajo y en malas condiciones.
Muchos niños trabajaban tantas horas al día como los adultos hasta que en
el siglo XIX se promulgaron leyes para restringirlo.

¿Cómo era el trabajo infantil en Gran Bretaña?


En Gran Bretaña se utilizó mucho el trabajo infantil durante la Revolución
Industrial. Los niños solían trabajar tanto como los adultos (12 horas al día)
hasta que en la década de 1830 nuevas leyes restringieron esta práctica.
Los niños recibían un salario mucho menor que los adultos y a menudo
eran tratados con dureza en el lugar de trabajo.

¿Cuándo comenzó el trabajo infantil en la Revolución Industrial británica?


El trabajo infantil comenzó pronto en la Revolución Industrial británica, a
partir del último cuarto del siglo XVIII. Los niños trabajaban en minas y
fábricas porque eran más baratos que los adultos, pero trabajaban tantas
horas como ellos. Además, los niños podían meterse en lugares más
pequeños, como pozos mineros estrechos y debajo de maquinaria pesada.

Bibliografía
 Allen, Robert C. The British Industrial Revolution in Global Perspective . Cambridge University
Press, 2009.

 Corey, Melinda & Ochoa, George. The Encyclopedia of the Victorian World. Henry Holt & Co,
1996.

 Dugan, Sally & Dugan, David. The Day the World Took Off. Channel 4 Book, 2023.

 Hepplewhite, Peter. Industrial Revolution. Wayland, 2016.

 Horn, Jeff. The Industrial Revolution . Greenwood, 2007.

 Humphries, Jane. Childhood and Child Labour in the British Industrial Revolution . Cambridge
University Press, 2011.

 Shelley, C et al. Industrialisation and Social Change in Britain. PEARSON SCHOOLS, 2016.
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