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Modernidad

Te explicamos qué es la modernidad y los cambios que produjo desde el siglo XV.
Además, cuáles son sus características.La modernidad priorizó la racionalidad y el
pensamiento científico.

¿Qué es la modernidad?

La modernidad es un conjunto de procesos sociales e intelectuales que surgieron


en Europa a partir del siglo XV, al comienzo del Renacimiento, y que marcaron el fin de
la Edad Media.

Junto con el individualismo, el método científico y los cambios en el pensamiento (que


priorizaron la racionalidad), se produjeron cambios políticos que modificaron
profundamente las instituciones del Estado, así como la delimitación de las fronteras
políticas y económicas.

Si bien los cambios de la modernidad se produjeron de manera paulatina, afectaron la


vida social, el trabajo, el espacio habitado, las relaciones de poder, las experiencias
estéticas, etc.

Características de la modernidad

La modernidad surgió como fenómeno social e intelectual en Europa occidental en el siglo


XV. Coincidió con el comienzo de la Edad Moderna y se extendió posteriormente a la
mayor parte del mundo.

En términos intelectuales, la modernidad supuso el abandono de la ortodoxia religiosa en


el modo de comprender el universo e intervenir en el mundo, y su reemplazo por la razón,
la lógica y el método científico.

El énfasis puesto por la modernidad en el individuo crítico y racional se relacionó en el


ámbito del pensamiento y el arte con el abandono del teocentrismo en favor del
antropocentrismo, manifiesto en el humanismo y el Renacimiento. Los efectos de la
Reforma protestante pudieron haber contribuido también a sustentar este hincapié en el
individuo.

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En términos políticos, la modernidad supuso la conformación de Estados-nación y el
despliegue de ideologías políticas que fomentaron la división de poderes, como
el liberalismo.

La modernidad se relacionó con la expansión transoceánica, las innovaciones en


comunicación y transporte y el establecimiento de una economía mundial basada en
el comercio y la dominación colonial. Este proceso impulsó el desarrollo de una sociedad
industrial en cuyas ciudades se plasmaron las desigualdades sociales del capitalismo,
especialmente a partir del siglo XIX.

Los fundamentos intelectuales de la modernidad fueron puestos en discusión a partir de


mediados del siglo XX, por el movimiento conocido como posmodernismo.

Contexto histórico

El término “modernidad” se aplica a una serie de fenómenos que tuvieron lugar en Europa
occidental a partir del siglo XV y se expandieron luego a escala mundial. Su surgimiento
coincide con el comienzo de la Edad Moderna, que algunos historiadores sitúan en la
caída de Constantinopla a manos del Imperio otomano en 1453 y otros en la llegada de
Cristóbal Colón a América en 1492.

De todos modos, algunas de las características que definen a la modernidad tienen


antecedentes en la época final de la Edad Media (como el humanismo) y otras llegan
hasta la Edad Contemporánea (por ejemplo, el énfasis en la razón y el método científico).
El pensamiento moderno en occidente comenzó a ser cuestionado a mediados del siglo
XX por exponentes del llamado posmodernismo.

El pensamiento moderno

Razón y lógicDurante la Edad Moderna las explicaciones religiosas fueron reemplazadas


por explicaciones racionales.

La razón como opuesta a la religión es uno de los ejes del pensamiento moderno,
elocuentemente expresado en las ideas de la Ilustración. A partir de la Edad Moderna, la
religión dejó de ser el único discurso para la explicación del mundo, y la ciencia se
instauró como un método para entender los fenómenos naturales y humanos.

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El mito fue reemplazado por la lógica y ello repercutió no solo en la filosofía y la ciencia
sino también en la política y la economía, así como en la formulación de un ideal de
progreso que perduró hasta el siglo XX.

La subjetividad, base de la razón, se volvió central en el pensamiento moderno. La


reflexión individual posibilitaba la crítica y la autorrealización, e impulsaba la
responsabilidad personal. Esto influyó en la aparición del pensamiento liberal y en las
nuevas formas de organización política que se implementaron a partir de fines del siglo
XVIII (especialmente las democracias republicanas).

La ruptura con la tradición

La modernidad se caracterizó en sus inicios por el deseo de una ruptura con lo previo,
encarnado en la tradición. En el arte y el pensamiento se buscaron los antecedentes no
en el pasado próximo (la Edad Media) sino en el pasado remoto (la Edad Antigua). A esta
recuperación de aspectos de la cultura clásica grecorromana se la suele llamar
Renacimiento, y su dimensión más evidente se experimentó en el arte.

Fuera de esa referencia antigua, la modernidad suele caracterizarse por la atracción por
las innovaciones y los descubrimientos. El método científico es una de las expresiones
más elocuentes de esta tendencia disruptiva que prioriza el empleo de la observación, la
lógica y la experimentación por sobre el peso de la autoridad y la tradición (por ejemplo,
contra la ortodoxia eclesiástica).

La Reforma protestante

La Reforma protestante contribuyó a la concepción del individuo como un ser racional.

La Reforma protestante fue un movimiento religioso cristiano iniciado en Alemania en el


siglo XVI por el teólogo Martín Lutero y que tuvo exponentes y variaciones en otros
lugares de Europa. La Iglesia católica se vio dividida por las críticas que diversos
sacerdotes y pensadores realizaron a la institución, especialmente en oposición a la
autoridad absoluta del Papa y a la corrupción vinculada con la venta de indulgencias.

Este movimiento proponía un retorno al cristianismo primitivo y postulaba que la salvación


dependía exclusivamente de la fe y el arrepentimiento personal. Por esta razón, se cree
que contribuyó al proceso de secularización impulsado por el humanismo y el método

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científico, característicos de la modernidad, centrados en el individuo como un ser crítico y
racional.

La organización política

Estados-Nación

Desde el comienzo de la Edad Moderna comenzaron a delimitarse en Europa estructuras


político-territoriales similares a las que existen actualmente. Un Estado-nación tiene:

Un territorio definido

Una población constante (aunque existan fenómenos migratorios)

Una burocracia

Un gobierno centralizado

El primer impulso hacia la configuración de Estados modernos se dio en Europa como


parte de la descomposición del régimen feudal, que fue dominante durante la Edad Media.

El orden europeo centrado en Estados nacionales derivó en gran medida de la paz de


Westfalia firmada en 1648, al final de la Guerra de los Treinta Años. Mediante este
tratado, varios gobiernos europeos admitieron los principios de soberanía territorial de los
Estados. Con posterioridad se afianzó la idea de soberanía nacional a raíz del
pensamiento liberal y de acontecimientos históricos como la Revolución francesa.

La división de poderes

La modernidad introdujo la división de poderes.

La forma de gobierno de las monarquías feudales tenía un único gobernante que


concentraba el poder en su persona. El poder estaba legitimado por la descendencia, el
poder bélico o la Iglesia.

La modernidad introdujo la división de poderes en el seno del Estado de acuerdo con los
principios políticos de la Ilustración y el liberalismo. Hoy esta división está vigente en
buena parte de las sociedades estatales y comprende:

El poder ejecutivo. Diseña o ejecuta políticas y aplica leyes.

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El poder legislativo. Debate y sanciona leyes que deben ser aplicadas por el poder
ejecutivo.

El poder judicial. Administra la justicia mediante la aplicación de leyes y normas jurídicas.

La burocracia

La administración de los Estados modernos pasó a depender crecientemente de una


racionalidad sostenida en un numeroso personal. De esta manera surgió la llamada
“burocracia”. Quienes la integran trabajan en entidades públicas que se encargan de
mantener el funcionamiento diario del Estado. En sus comienzos, la burocracia solía estar
integrada por sectores de la burguesía.

Economía moderna

Conquista de América y expansión colonial

El descubrimiento europeo y la posterior conquista de América, cuyas tierras estaban


habitadas por poblaciones autóctonas, fueron algunos de los desencadenantes de la
modernidad, pero también algunos de sus síntomas: el viaje al continente americano fue
un resultado fortuito del cálculo científico de que la Tierra era esférica (cuyos
antecedentes se remontaban a la antigüedad clásica).

Además, fue motivado por fines de expansión comercial, necesidad propia de un modelo
económico que dio origen a la mundialización de la economía y al capitalismo.

La llegada a un continente previamente desconocido por los europeos les permitió a estos
la explotación de nuevos recursos y mano de obra (en ocasiones esclava ) y el
establecimiento de relaciones coloniales. El eje comercial atlántico y otros viajes de
exploración transoceánica contribuyeron a la expansión no solo de las relaciones
económicas sino también de las pautas de vida cultural y política.

Las innovaciones en la comunicación y el transporte de finales de la Edad Moderna y


comienzos de la Edad Contemporánea facilitaron la acumulación y la circulación de
riquezas. Esto benefició a las burguesías industriales y comerciales de las grandes
potencias europeas, lo que luego incentivó también el desarrollo económico y la aparición
de nuevas formas de desigualdad social en otras regiones del mundo.

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La sociedad industrial

En la modernidad se desarrollaron fábricas donde se organizaba el trabajo.

El cambio de una sociedad rural a una sociedad industrial fue paulatino, pero no por eso
menos decisivo. La Revolución industrial (que comenzó a fines del siglo XVIII e inicios del
siglo XIX) le dio un impulso a este proceso que modificó en adelante la economía mundial
y la fisonomía de las ciudades.

Las características de este tipo de sociedad que apareció con la modernidad son:

El aumento de la producción a través de la organización y división del trabajo.

El desarrollo de fábricas donde se organizaba el trabajo.

La invención y fabricación de máquinas que reemplazaron el trabajo manual. Este es un


antecedente de las innovaciones tecnológicas orientadas a aumentar beneficios que
siguen vigentes en nuestros días, en que los desarrollos científicos y tecnológicos son
constantemente aplicados a la producción.

La aparición de un nuevo sector social, los asalariados, y el fortalecimiento de una


burguesía industrial.

La sociedad industrial requería una concentración de población dado que el trabajo


estaba organizado en fábricas.

Las ciudades se convirtieron en centros de producción pero simultáneamente en los


lugares de mayor consumo de bienes, servicios y energía. Estas ciudades dependían, a
su vez, de la producción primaria de alimentos que tenía lugar en los campos.

Las desigualdades sociales que se hicieron patentes en las grandes ciudades


industriales del siglo XIX influyeron en la emergencia de movimientos políticos que
cuestionaban los efectos sociales del capitalismo (especialmente el socialismo).

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